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Historia de la fealdad

Umberto Eco

Umberto Eco nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad de Alessandria, al norte de Italia. Es


un filósofo y escritor, experto en semiótica, que se consagró como narrador con su obra
histórica culturalista, El nombre de la rosa. Ha tenido a lo largo de los años, grandes
reconocimientos: es miembro del Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la
Unesco, Doctor Honoris Causa por treinta y ocho universidades en todo el mundo. Además,
ha recibido otras distinciones como la Medalla de Oro al mérito de la cultura y el arte en
1997, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2000.

Una de las obras de Eco es La historia de la fealdad escrita en el 2007, la cual se tratará a
continuación.

Introducción

A lo largo de los siglos, y a diferencia de las definiciones de lo bello que han sido
proporcionadas por filósofos y artistas, lo feo no ha tenido tal suerte, ya que no se le han
dedicado estudios extensos. Por el contrario, lo feo se ha definido como oposición a lo bello.

Eco (2007) afirma que a pesar de esto, la historia de la fealdad tiene algunos rasgos en
común con la historia de la belleza. El primero es que al visitar épocas remotas, no podemos
hacer una relación ni con lo bello, ni con lo feo, puesto que solo conservamos los
testimonios artísticos de la época.

“Otra característica en común a la historia de la fealdad y de la belleza es que hay que


limitarse a registrarlas vicisitudes de estos dos valores en la civilización occidental” (Eco,
2007, pp.10). Un ejemplo de esto es cómo en una cultura determinada, se considera bello
algo dotado de armonía y proporción. Estos dos términos también han cambiado a lo largo
de la historia occidental; por ejemplo cuando un filósofo medieval hablaba de proporción,
pensaba en las dimensiones de una catedral gótica; en cambio, un teórico renacentista
pensaba en un templo del siglo XVI.

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Es por lo anteriormente mencionado, que Eco afirma que los conceptos de bello y feo esta
relacionados con los distintos periodos históricos o las distintas culturas.

Por otro lado, a menudo la atribución de la belleza o la fealdad se ha hecho no teniendo en


cuenta los criterios estéticos, sino los criterios políticos y sociales. En Manuscritos
económicos y filosóficos de 1884, de Marx, se afirma que la posesión de dinero puede suplir
la fealdad: “…Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Por tanto, no soy feo,
porque el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, queda anulado por el dinero. Según
mi individualidad, soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro piernas: luego, no soy
tullido... ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?”

A pesar de decir que los conceptos de belleza y fealdad se relacionan con las épocas y las
culturas, se ha intentado definirlos en relación con un modelo estable. Para Nietzsche, por
ejemplo, en lo bello el hombre se pone a sí mismo como medida de la perfección, y se adora
en ello, es decir que el hombre se mira en el espejo de las cosas y considera bello todo lo
que le devuelve su imagen; y por el contrario lo feo se percibe como síntoma de
degeneración, todo indicio de pesadez, agotamiento, fatiga. Por otro lado, para Tomás de
Aquino, los componentes de belleza además de una proporción correcta, eran la claridad o
luminosidad y la integridad; es decir que una cosa tenía tener todas las características que
su forma debía haber impuesto a la materia.

Karl Rosenkranz, en las más completa Estética de lo feo elaborada en 1853, estableció una
analogía entre lo feo y el mal moral. “del mismo modo que el mal y el pecado se oponen al
bien, y son su infierno, así también lo feo es el infierno de lo bello” (Rosenkranz, 1853).
Rosenkranz retoma la idea tradicional de que lo feo es lo opuesto a lo bello, pero este autor
pasa de las definiciones abstractas de lo feo, a sus distintas encarnaciones, y es entonces
cuando deja entrever una “autonomía de lo feo”, que lo convierte en algo mucho más
complejo que una serie de negaciones de las formas de belleza. Este filósofo alemán
analiza a profundidad la fealdad natural, la fealdad espiritual, la fealdad en el arte, la
ausencia de la forma, la asimetría, la falta de armonía, la desfiguración y la deformación, y
las distintas formas de lo repugnante como lo grosero, lo muerto, lo horrendo, lo criminal, lo
satánico, entre otras.

Según algunos sinónimos de bello tales como bonito, gracioso, atractivo, placentero,
delicado, gentil fabuloso, valioso, admirable, espectacular, espléndido, y muchos otros; y
algunos de los sinónimos de lo feo (repugnante, indecente, sucio, terrible, deforme, fétido,

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penoso, ect.); se puede percibir que “si bien en todos los sinónimos de bello se podría
observar una reacción de apreciación desinteresada, en casi todos lo de feo aparece
implicada una reacción de disgusto, cuando no de violenta repulsión, horror o terror”( Eco,
19xx, pp. 18).

Para Eco, es necesario distinguir realmente la fealdad en sí misma, ante el cual se


reacciona pasionalmente al disgusto provocado (una carroña en descomposición, un
excremento, un ser cubierto de llagas que despide un olor nauseabundo), y la fealdad
formal, que es el desequilibrio en la relación orgánica entre las partes de un todo, y dentro
de la cual se puede encontrar la fealdad artística (desproporción, retrato mal hecho).

También hay que tener presente que por lo general solo a partir del tercer tipo de fealdad
(la fealdad artística) se podrá inferir lo que eran en una época o cultura determinada los
otros dos tipos (fealdad en sí misma y fealdad formal).

Lo feo en el mundo Clásico

¿Un mundo dominado por lo bello?

En el neoclásico, el mundo griego creaba estatuas que exhibían una belleza idealizada que
se veía reflejada en lo blanco del mármol, material en que eran esculpidas. Por ejemplo
Polícletto, un escultor griego, esculpió una estatua llamada el canon, que encarnaba en
ella las reglas para una proporción ideal. Posteriormente Vitrubio dictó las proporciones
corporales exactas, las cuales son determinadas por fracciones de la figura entera, por
ejemplo la cara debía tener una proporción de 1/10 de la longitud total, la cabeza 1/8 y el
tórax 1/4 y así sucesivamente. Debido a lo anterior era normal encontrar feos a aquellos
que sus cuerpos no se ajustaran a las proporciones.

El ideal griego de la perfección se definía por la palabra Kalokagathía, donde Kalos era lo
bello y Agathos lo bueno, la unión de ambos términos apuntaba a lo que hoy es conocido
como el Gentleman en la cultura anglosajona, es decir una persona con aspecto digno y
con habilidades como las virtudes deportivas, militares y morales. A pesar de lo anterior, no
es claro el significado que los griegos daban a lo bello, pues se podía entender lo bello
como lo que causaba admiración, lo que satisfacía los sentidos, o como una belleza del

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espíritu donde resaltaba el carácter del alma, lo que no siempre coincidía con la belleza del
cuerpo. “El hombre verdaderamente Kalo y ahgatos considera la belleza del alma <<más
valiosa que la de los cuerpos>>…” (Eco, 2007)

Platón entendía lo feo como el no ser, pues su única realidad era la del mundo de las ideas,
donde nuestro mundo material es solo su sombra e imitación, a lo que Parmenides afirma
negando la posibilidad de que existan ideas de cosas despreciables e inmundas. Lo feo
solo existiría entonces como reflejo de lo imperfecto del universo físico respecto al mundo
ideal.

En el banquete de Platón se distinguen dos tipos de pederastia (amor por la belleza de los
jóvenes por parte de hombres maduros), conducta socialmente aceptada en Grecia. Un
primer tipo es la pederastia elogiada por Pausanias, quien distingue entre Afrodita Pandemo
propio de los hombres admira por la belleza de su cuerpo y no por sus almas, y Afrodita
Urania quien es amor por los jóvenes maduros. De esta forma la pederastia se ve como
una alianza erótico-filosófica entre el amado (joven) y el amante (sabio). El segundo tipo es
la pederastia sublimada por Sócrates quien señala que si se desea lo que no se tiene, Eros
no será bello ni bueno, sino un demon de naturaleza ambigua. Se hace una aclaración
sobre Eros como hijo de Denia (la necesidad) y Poros (el recurso), quien hereda de sus
padres lo miserable (Penia) y lo capaz de (Poros), como resultado entonces se encuentra
que Eros es el deseo de procrear para satisfacer el deseo humano de inmortalidad, reflejado
de igual forma por la poesía filosófica la cual lleva a la inmortalidad de la gloria.

Aristófanes hace una intervención para señalar la existencia de tres géneros: el masculino,
el femenino y el andrógino que fueron separados por Zeus en mitades y nacen los hombres
que disfrutan de la compañía de los hombres, las mujeres que se inclinaban por otras
mujeres y los que conocemos como heterosexuales.

Platón en su dialogo La República señala que lo feo es falto de armonía, es decir, lo feo era
lo contrario a la bondad del espíritu. Pero admitía que en el fondo los objetos tienen algo de
belleza propia. Posteriormente Marco Aurelio reconoce en lo feo una contribución al todo
desde una perspectiva patrística y escolástica, donde lo feo se aleja del contexto y se suma
a la armonía del universo.

De igual forma el mundo griego era una civilización obsesionada por lo feo y el horror, lo
que se ve reflejado por la mitología clásica y sus crueldades, donde dominaba lo malo,

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donde los seres bellos cometen crueldades. Aunque lo anterior deje ver el lado kalokagatho
del hombre griego, la mitología deja ver las manifestaciones de lo horrendo, un claro
ejemplo es el infierno de Dante.

La fealdad ajena, lo kitsch y lo camp

Como el autor lo plantea, la fealdad depende de muchas variables, no solo económicas,


sociales y culturales, también de la época y el contexto. La apreciación de las diferentes
maneras de hacer arte tiene como resultado una mezcla de opiniones que difieren
totalmente unas con otras especialmente con el paso del tiempo, muchas obras que para
nosotros son representaciones con gran valor artístico y gran reconocimiento, en su época
no dejaban de ser criticadas por expertos que no encontraban en ellas las características
que vemos ahora.

Lo bello o lo feo también son resultado de un fenómeno social el cual ha relacionado la


belleza con quienes pertenecen a una clase alta y la fealdad con lo desagradable de la
clase baja, sin embargo, existe una diferencia entre quienes culturalmente son bellos y
elegantes y quienes son denominados como nuevos ricos y vulgarmente enseñan su
riqueza. Lo que permite diferenciar que es estéticamente bueno o de buen gusto, es lo que
el autor llama: “la sensibilidad estética dominante”, la cual no es asignada ni por poderes
políticos ni económicos, sino por quienes son catalogados como conocedores del arte,
expertos en “cosas bellas”. Para el autor el concepto de sensibilidad estética dominante es
muy cambiante ya que quienes la determinan han catalogado como kitsch, imágenes que
representan belleza y generan agrado para muchos.

La palabra kitsch empezó a ser utilizada desde mediados del siglo XIX refiriéndose a la
estética fácil, a lo vulgar, a algo que quiere parecerse o emular, a lo barato. Lo kitsch abarca
muchas maneras de hacer arte, por ejemplo, el arte conmemorativo que buscaba ser
popular o aquel arte que pretende generar sentimientos y pasiones sin ningún acto de
desinterés, lo que finalmente busca el arte kitsch es generar emociones en quienes
aprecian este tipo de arte; “la esencia de lo kitsch consiste en el cambio de la categoría
ética por la categoría estética, esto obliga al artista a hacer no un buen trabajo sino un bello
trabajo, lo que importa es el efecto bello.” (Broch, 1970)

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El arte pompier, un arte académico y considerado vacío, era una ejemplo de kitsch que
actualmente se expone en museos y se vende a muy buenos precios, es la ratificación de
como lo que era considerado feo se puede convertir en bello y que la recuperación del arte
ha transformado la manera en la que se perciben las diferentes manifestaciones artísticas.
Durante esta recuperación del arte pompier aparece un nuevo elemento y es el gusto
conocido como camp: “la esencia de lo camp es el amor a lo no natural, al artificio y la
exageración” (Sontag, 1984).

Lo camp es realmente la capacidad de ver al otro, su estilo; el gusto por lo camp es el gusto
por lo excéntrico. Camp es una manera de ver el mundo, es el gusto por un estilo
determinado, por formas de vestir, por tipos de música, literatura o cine, el art nonveu al
igual que lo andrógino, son un ejemplo de camp ya que hacen ver las cosas que son como
algo que realmente no son, en el caso del andrógino al mostrar que hay maneras de
encontrar lo bello del hombre en su parte femenina o viceversa, como lo dice Susan Sontag,
“camp es el triunfo del estilo hermafrodita”.

El gusto camp deja a un lado la armonía y se inclina por lo violento, por lo grotesco
apartando el juicio estético y la diferenciación ente lo feo y lo bello, no tiene ninguna postura
simplemente ofrece criterios distintos y sus excesos no son intencionados.

Conclusión:

La manera en la que se han entendido los conceptos de fealdad y belleza ha trascendido


en el tiempo, el concepto de fealdad es diferente desde el ojo de quien lo ve e incluso lo
que para muchos es feo para otros es perfecto.

“Un buen día la Belleza y la Fealdad se encontraron a orillas del mar. Y se dijeron la una a
la otra: ¡Démonos un baño! Se despojaron, pues, de sus ropas y se sumergieron en las
olas. Al cabo de un rato la Fealdad volvió a salir a la orilla, se puso las ropas de la Belleza
y siguió su camino. También la Belleza salió del agua, pero no encontró su vestimenta, y
como le disgustaba ir desnuda, se puso los vestidos de la Fealdad y continuó su camino. Y
hasta el día de hoy las personas confunden a una con la otra. Hay algunas, sin embargo,

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que han contemplado el rostro de la Belleza y la reconocen sin prestar atención a sus ropas.
Pero existen otras que conocen el semblante de la Fealdad, que el paño no oculta a sus
ojos.” (Gibran, 1923)

Bibliografía

Broch, H. (1970). Kitsch, vanguardia y el arte por el arte. Tusquets Editor.

Eco, U. (2007). Historia de la fealdad. Random House Mondadori.

Gibran, K. (1923). El caminante.

Rosenkranz, K. (1853). Estética de lo feo.

Sontag, S. (1984). Contra la interpretación . Barcelona : Seix Barral.

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