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La Veracidad Del Testimonio de Víctimas de Abuso Sexual Infantil
La Veracidad Del Testimonio de Víctimas de Abuso Sexual Infantil
Es usual que los jueces les soliciten a los psicólogos forenses ayuda para
determinar la credibilidad de las versiones del sindicado, la víctima y los
testigos. Para realizar esta tarea en forma idónea se requiere tener máxima
claridad respecto a las características que diferencian las declaraciones falsas
de las verdaderas. Es innegable la relevancia legal de este enfoque, ofrece la
posibilidad de contar con un instrumento de medida que pueda evaluar en
forma empírica y objetiva la veracidad de una declaración, sin tener que contar
con la presencia del declarante.
En el Abuso Sexual Infantil (ASI), una vez que se produce la denuncia existen,
respecto al sindicado, al margen que haya cometido o no la falta que se le
imputa, dos posibilidades, que sea declarado culpable o inocente. Si habiendo
cometido la falta es declarado culpable o si no cometiéndola es declarado
inocente se habrá administrado, en forma correcta, justicia. El problema se
presenta cuando no habiendo cometido la falta es declarado culpable o cuando
cometiéndola es declarado inocente, se configuran respecto a estas dos
situaciones dos importantes errores de decisión, los falsos-culpables y los
falsos-inocentes, en el primer caso se sanciona injustamente a un inocente y
en el segundo se deja sin sanción a quien ha cometido una falta. Contribuir, a
través de peritajes objetivos e imparciales, a minimizar estos errores constituye
una meta de la psicología forense.
Entre los niños menores y mayores existen diferencias claras en memoria (por
la diferencia cerebral son diferentes los procesos amnésicos de acuerdo a la
edad), conocimientos previos (fundamental al momento de contextualizar la
experiencia y poder relatarla), lenguaje (los niños pequeños tienen mayor
dificultad para poner en palabras los hechos), juicio (los niños pequeños tienen
mayor dificultad para distinguir fantasía de realidad), y persistencia (los niños
mayores tiene mayor obstinación en persistir con un relato).
¿Es fidedigno el testimonio de los niños? Los niños casi siempre testifican con
precisión, cuando los recuerdan, acerca de eventos vividos, el problema es que
los eventos que recuerdan pueden no haberles sucedido a ellos. Un problema
característico del ser humano es que al momento del nacimiento su sistema
nervioso es inmaduro, lo que determina que los procesos mentales superiores
no funcionen en forma plena. Por ese motivo, cuando se indaga por eventos
infantiles tempranos, es prácticamente imposible que los niños entre los dos y
tres años recuerden algo. Campell y Coulter plantean que durante los primeros
años de vida los niños pueden evocar caras y palabras, pero no pueden retener
acontecimientos concretos, o sea, que hay "problemas" en el proceso de
almacenamiento de la memoria la episódica. Estas limitaciones pueden
constituir un impedimento para que los niños muy pequeños rindan testimonio.
En general, los menores son más propensos a negar experiencias a las que se
han visto abocados -y que son percibidas como traumáticas- que a hacer
afirmaciones falsas. La sugestionabilidad es tanto mayor cuanto menos
recuerda el niño, cuanto más específicas y más dirigidas sean las preguntas y
cuanto menor sea la implicación emocional del niño en los hechos referidos
(Goodman y Schwartz-Kenney, 1992). Las investigaciones recientes en
sugestionabilidad se han orientado a indagar: los efectos del interrogatorio
engañoso, las señales que pueden llevar a la distorsión e inexactitud de los
recuerdos, etc.
Los niños no suelen mentir cuando sostienen que han sido objeto de abuso
sexual, no obstante, no debe descartarse que pueda ocurrir. Investigaciones
realizadas en torno a este punto indican que aproximadamente el 7% de las
declaraciones son falsas (fenómeno de simulación), Estudios reciente elevan
esta cifra a un 10 % (Danya Glaser, 1999). Jones y McGraw en Denver,
encontraron que un 6% de las acusaciones eran deliberadamente falsas y que
un 17% eran falsas pero producto de errores de buena fe.
Frente a un niño que asegura haber sido objeto de abuso sexual por parte de
uno de sus padres es necesario que se tenga presente, como lo recomiendan
Brooks y Milchman (1991), que en torno a situaciones como ésta existen
diversas posibilidades: que el hecho efectivamente haya ocurrido, que el niño
haya sido objeto de abuso pero no por la persona a la que se acusa, que se
estén mal interpretando conductas normales, que uno de los padre esté
interesado en tener el control total del niño.
Si un adulto influyente prepara a un niño para que emita una versión falsa, una
vez que éste la interioriza hablara y actuará respecto a ella como si en realidad
la hubiera vivido. Una vez sembrados como ciertos hechos que no sucedieron,
el niño los sostendrá como tales. Inversamente, es posible lograr que hechos
sucedidos sean borrados de la mente, el niño sostendrá que no ocurrieron.
Algunos de estos adultos inductores pueden actuar de buena fe, otros
motivados por la venganza.
Diversos estudios confirman que los niños pueden proporcionar relatos falsos
que les han sido sembrados por una figura de autoridad, ellos no sienten que
estén mintiendo, están convencidos de lo que dicen. Cuando ello ocurre, el
niño lo plantea de una forma tan segura que aún los profesionales mejor
entrenados en el tema son incapaces de discernir si los hechos sucedieron o
no.
Que los niños mienten, que lo que afirman es reflejo de sus fantasías sexuales,
que son manipulados por los adultos para alcanzar otros propósitos,
constituyen algunas de las suposiciones más frecuentes que se hacen sobre
ellos en un proceso por abuso sexual infantil. Pero no sólo se piensa que los
niños mienten, también que lo hacen quienes denuncian, e incluso, los mismos
psicólogos. Ello no obstante que en los diversos ámbitos de la vida se constata
dolorosamente las múltiples secuelas derivadas del abuso sexual infantil.
Iniciar un peritaje con la certeza de que el niño miente o que dice la verdad no
es una postura correcta. Al psicólogo forense le corresponde asumir una
postura neutral, objetiva e imparcial, por ello está obligado a considerar toda la
información existente y a estar vigilante en torno a sus sesgos, de tiempo atrás
se sabe que se ve lo que quiere ver. Cuando de entrada se asume que el
menor dice la verdad o que miente, es muy probable que durante el proceso
evaluativo se privilegian aquellos datos que confirman la hipótesis y se ignoren
los que la desvirtúan.
Se sabe que los adultos mienten más que los niños y que, en general, son
menos fiables; no obstante no se duda tanto de sus versiones como de las de
los niños. Sostener que el testimonio de un niño posee menor credibilidad que
el de un adulto es una afirmación no sólo controvertible sino que va, en muy
buena medida, en contravía de los hallazgos de la Psicología. Lo que es claro
es que los niños y los preadolescentes, como grupo, se ciñen más a los hechos
que los adultos, éstos por su mayor desarrollo intelectual y por poseer una
mayor capacidad de abstracción cuentan con más versatilidad conceptual y
más capacidad de maniobra argumentativa, y, en esa medida, con más
recursos para desfigurar los hechos y acomodarlos a sus intereses.
El objeto de estudio de las ciencias sociales es más abstracto, más difuso, más
etéreo que el de las ciencias naturales, como consecuencia de ello, los
instrumentos psicológicos poseen menor precisión; no alcanzan los niveles de
confiabilidad y validez de los instrumentos utilizados en las ciencias naturales.
Frente a las dificultades que tenemos para evaluar, a los psicólogos forenses
no nos queda otra opción que trabajar en la depuración de los instrumentos y
los procedimientos existentes, con la mira de tornarlos más objetivos, precisos,
confiables y válidos. Es el sentido de este documento, tomando como punto de
referencia lo hecho por otros autores, en otras partes del mundo, respecto a la
valoración psicológica forense de la validez del testimonio de niños víctimas de
abuso sexual se propone un modelo que en otros países ha mostrado ser
funcional: el AVD (Análisis de la Validez de la Declaración).
Se deben también consignar los cambios que ha sufrido el niño a partir del
momento en que sucedieron los hechos, especialmente las alteraciones
psíquicas producidas como consecuencia de la situación abusiva. La existencia
de una perturbación psíquica es un criterio importante a la hora de valorar la
validez del testimonio.
En posesión de este caudal de información, el psicólogo forense está en
capacidad de formular algunas hipótesis en torno a la declaración del niño y a
los hechos objeto de investigación: El niño describe los hechos tal y como
ocurrieron, se encuentra presionado, está ocultando información, está
protegiendo al agresor, etc.
Una entrevista bien realizada debe hacer claridad sobre los aspectos claves del
ilícito: ¿Qué ocurrió? ¿Cuándo ocurrió? ¿Dónde ocurrió? ¿Cómo ocurrió? ¿Se
le pidió no contar lo ocurrido? ¿Hubo coerción o amenazas? ¿Quiénes
estuvieron involucrados en la actividad abusiva? ¿Fue incrementándose la
actividad sexual? ¿Qué nexos existen entre el abusador y la víctima?, ¿En qué
circunstancias se produjo el primer encuentro sexual?, ¿Durante cuanto tiempo
se produjo el abuso sexual? ¿Qué cambios se han producido en la víctima
como consecuencia del abuso sexual? ¿Cuál es el modus operandi del
abusador? ¿Cómo se descubrió el hecho?, ¿Por qué la víctima no les contó a
sus padres sobre lo que le estaba sucediendo? ¿Cuál fue el nivel de
participación de la víctima?
Que el niño pueda hablar del abuso sexual puede requerir más de una
entrevista. Si se requiriera entrevistar al niño nuevamente hay que hacérselo
saber. Quien dirigió la primera entrevista debe dirigir las siguientes, ello evita
que el niño suponga que se le pregunta más de una vez porque miente y que
tienda a retractarse.
Reproducción de conversación.
Cada uno de estos criterios puede ser puntuado –según esté ausente, dudoso
o claramente presente- mediante 0, 1 ó 2, respectivamente. El resultado -es
decir, la determinación de si el testimonio es o no creíble- se encuentra
finalmente basado en estimaciones clínico-intuitivas. La declaración tiene que
ser puntuada tomando en consideración las capacidades verbales y cognitivas
del niño, así como la complejidad de los sucesos ocurridos (Séller y Koehnken,
1989).
Características psicológicas:
Características de la entrevista:
Motivación:
Cuestiones de la investigación:
Entre las características psicológicas del menor debe valorarse si el estilo del
habla y el nivel de conocimientos del menor se corresponden con su edad y
experiencia. De no ser así, aunque no se puede concluir la falsedad del relato,
le resta validez al testimonio del menor. Es necesario analizar el tipo de afecto
que manifiesta el menor durante la entrevista, así como la congruencia del
mismo con el contenido del relato. También el grado de sugestionabilidad del
menor.
También deben considerarse los posibles motivos que podría tener el menor
para proporcionar una versión falsa. Se debe analizar la relación previa entre la
víctima y el agresor, así como las posibles consecuencias que puedan
derivarse de la acusación para cada una de las personas implicadas. Conviene
ubicar la revelación inicial de la existencia del abuso en el contexto de la
situación familiar de la víctima, no descartar la posibilidad de que existan
presiones externas o de terceras personas para que el niño mienta.
Dado que se inicia una nueva etapa, sería deseable que pudiéramos evitar
cometer los mismos errores a los que se han visto abocados los psicólogos
forenses europeos y norteamericanos. Es de esperar que las experiencias
vividas en estos países nos puedan servir de punto de referencia para analizar
la adecuación de los métodos de evaluación y, en caso que sea necesario, que
es lo más seguro, depurarlos, todo ello en aras de prestar un mejor servicio en
nuestra calidad de auxiliares de la Justicia.
Bibliografía