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Experto en terapia conductual de niños y adolescentes

Desarrollo de la Autoestima
en el proceso evolutivo del niño

Javier Sastre Bruno


Lic. en psicología
jasabbx@hotmail.com

GRUPO LURIA
Madrid
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

— ¡Pero no hay a quién juzgar! —exclamó el Principito.


—Te juzgarás a ti mismo —le respondió el Rey—. Es lo más
difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los
demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero
sabio.
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY,
El Principito, 1943

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

ÍNDICE

1. Introducción
2. Concepto de autoestima
i. Etimología del término
ii. Evolución del concepto desde la psicología
iii. El modelo de Mruk
iv. Tipologías de la autoestima
v. Una definición completa de autoestima

3. Desarrollo de la autoestima:
i. Etapa prenatal
a. Vinculación prenatal
b. Genética
ii. De 0 a 2 años: El bebé
c. Temperamento y tono emocional
d. Vinculo materno
e. Autoconcepto del bebé
iii. De los 2 a los 6 años: Primera infancia
a. Consciencia. Aparición de emociones: vergüenza,
orgullo, bochorno
b. Autoconcepto infantil
c. Habilidades motrices y autonomía
d. Estilo parental e identidad
iv. De los 6 a los 12 años: Infancia escolar
a. Un autoconcepto más realista
b. Autoeficacia y competencia
c. Socialización
v. De los 12 años en adelante: Adolescencia
a. Autoconcepto adolescente
b. El grupo de iguales como punto de referencia
c. Nuevas relaciones significativas

4. Conclusiones del trabajo


5. Bibliografía
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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

Introducción
Mi intención con este trabajo fue, desde un primer momento, introducirme en
uno de los conceptos más populares que existen en la psicología, pero que a su vez ha
sido uno de los más obviados u olvidados: la autoestima, un concepto utilizado por
todos y no necesariamente de forma incorrecta, ya que, tal vez por la expresividad del
propio término -todos sabemos más o menos lo que significa-, es sin duda una de las
palabras más importantes y utilizadas de la psicología.

Para caer en la cuenta de la importancia de este concepto psicológico, no


tenemos más que echar un ojo en el mismísimo DSM-IV, en donde se recoge la
autoestima como factor predisponente y/o mantenedor de numerosos trastornos de
diversa índole: trastornos alimenticios, trastornos por déficit de atención, trastornos de
personalidad... Es fácil deducir el peso que esta variable tiene también para la clínica
actual, tanto para la evaluación y diagnóstico como para la intervención y pronóstico,
siendo un factor de obligada consideración en el proceso terapéutico.

Pero si amplia es su utilización, más amplia es su bibliografía, si bien en este


sentido lo que más abundan son los libros de autoayuda, siendo un término ampliamente
utilizado en este tipo de escritos de eficacia asegurada e instantánea, algo que contradice
las ideas de la propia psicología científica, pues hoy sabemos que la autoestima (como
la mayoría de los aspectos psicológicos) necesita de un trabajo terapéutico a largo plazo,
que dé recursos, más cuanto más agravado esté el problema y más interiorizado en la
persona. Aún así, este tipo de recetarios milagrosos es cada día más común, y en ellos el
término autoestima es una de las estrellas mas citadas.

Sin embargo, a pesar de ser un término tan utilizado por psicólogos y no


psicólogos, es posible que nos estemos perdiendo aspectos importantes del propio
concepto que nos pueden ayudar a entender dimensiones de nuestra propia persona:
¿qué es y qué no es autoestima?, ¿cómo se va manifestando a los largo del proceso
evolutivo?, ¿qué elementos la constituyen y tienen verdadera influencia en su
formación?...

Con estas preguntas me propuse hacer un recorrido por su evolución en el


desarrollo de una persona, desde su más tierna infancia pasando por la niñez y la
adolescencia, y fijándome en los elementos que en cada una de estas etapas pudieran
influir más o menos en su desarrollo, creando así un sencillo modelo que puede ayudar
en el trabajo clínico con pacientes. Para ello, el primer paso era necesariamente la
lectura y recopilación de diferentes modelos tantos evolutivos como propios de la
autoestima para ir poniéndolos en común en un intento de integración de conocimientos
que nos ayude a tener una idea de la evolución de la autoestima y los elementos que le
influyen, así como el peso que tienen cada una de la etapas en su desarrollo.

De esta forma, el lector podrá encontrar en este trabajo una síntesis de varios
modelos sobre la autoestima. Desde ellos he intentado crear una definición de lo que es
autoestima para después, a través de un análisis evolutivo, analizar los distintos aspectos
que influyen en su desarrollo y formación, con la finalidad de entender mejor la
etiología de la misma, invitando así a la reflexión y comprensión del concepto.

Javier Sastre Bruno

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

Concepto de autoestima
Etimología del término

En la extensa bibliografía sobre autoestima encontramos diferente formulación


de la definición con ideas más o menos similares sobre el concepto. Para empezar
podemos ver qué nos dice la propia palabra sobre su significado. Desde un análisis
etimológico, vemos que autoestima es un cultismo que se forma por la palabra griega
auto, originaria del griego (autos) que significa por si mismo, y estima (aestimare) que
significa: evaluar, valorar, tasar, pero también: apreciar, tener cariño a algo. Por tanto
encontramos dos significados contenidos en una misma palabra:

a.- Valoración de uno mismo.


b.- Aprecio por uno mismo.

En este sentido encontramos en la definición de la Real Academia la siguiente


definición:

Autoestima: f. Valoración generalmente positiva de sí mismo.

En esta sintética definición ya encontramos algunos de los principales elementos


fundamentales para la definición de la autoestima. En primer lugar tenemos un
comportamiento, el de evaluar, cuyo objeto es el propio sujeto que realiza dicho
comportamiento, sí mismo. También desde esta definición, se indica que la autoestima
en si es considerada como una evaluación positiva, es decir, que quien tiene autoestima
es el que se evalúa a si mismo de forma positiva, por definición. Esto es importante en
el sentido en que muchos escritos utilizan el término de formas muy distintas:
autoestima negativa o positiva, alta, baja o inflada, sana o patológica. Más adelante
concretaremos algo sobre estas tipologías, pero ahora profundicemos más en el
concepto desde la psicología.

Evolución del concepto desde la psicología

Centrándonos en el concepto, intentemos seguir profundizando más desde el


aspecto psicológico del término y algunos de los autores que más han trabajado sobre
ello.

El primer autor que encontramos en la bibliografía psicológica en utilizar este


concepto es el psicólogo neoyorquino William James (1890) pionero en este campo, si
bien no se le dio mucha importancia en su tiempo a este concepto. James subraya el
elemento evaluador de la autoestima, representándolo con una sencilla fórmula
matemática. Según el autor la autoestima sería el resultado del cociente resultante entre
los éxitos reales (aquello que una persona ha conseguido) y sus pretensiones de éxito
(aquello que anhela conseguir). Cuando los éxitos superan o igualan las pretensiones la
valoración de si mismo del sujeto o autoestima serán positivos y viceversa.

Autoestima = Éxitos/ Pretensiones

Con ello James no sólo indica la importancia de tener éxitos, sino la importancia
que tiene en nuestra estima el valor que le damos a nuestras propias pretensiones, que al
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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

ser más o menos elevadas, dificultarán o facilitarán que la resultante sea positiva o no.
James explicaba esto poniendo como ejemplo: ¡que bien nos sentimos el día que
aceptamos que no vamos a ser siempre jóvenes!.

Si bien esta definición es limitada y parece estar muy centrada en ciertos


aspectos, aporta ciertos elementos interesantes, como es la importancia que tiene el
conocer el concepto que el sujeto tiene de éxito o de sus propias pretensiones, algo que
puede variar de una persona a otra, haciendo de la autoestima un elemento
tremendamente complejo y subjetivo –como posteriormente indicarían otros autores- en
cada caso, dependiente de otras muchas variables, que posteriormente iremos
desarrollando.

Tras James tuvo que pasar más de medio siglo para que el término autoestima
reapareciera en el campo de la psicología, debido posiblemente al auge del conductismo
durante la primera mitad de siglo, centrado en las conductas concretas y muy lejos de
este tipo de términos abstractos. Fue de la mano de un psicoanalista, Robert White
(1963), como se reintrodujo el término, si bien Freíd –fundador del psicoanálisis- no
habían utilizado nunca este término en su amplia bibliografía, aunque se había referido
al concepto en su “Introducción al Narcisismo”.

White, desde un enfoque muy similar al indicado por James, dedujo la


importancia que tenía en el desarrollo de la autoestima la idea de competencia, la cual
considera una forma de motivación en sí mismo. El niño nace con una incapacidad para
desenvolverse en su entorno. Poco a poco, gracias a su experiencia con dicho entorno,
desarrollará un sentimiento de eficacia, al conseguir saciar sus propias necesidades, lo
que le refuerza para sucesivas experiencias. Pero, además de esta fuente interna, White
señala otra fuente externa de motivación que le ofrecen las personas del entorno que, a
través de la afirmación, también le satisfacen.

Es por tanto White el primer autor en reflejar la importancia que tiene el proceso
evolutivo en el desarrollo de la autoestima, así como la importancia del sentido de
autoeficacia, que más tarde autores como Bandura (1986) estudiarían en profundidad.
La autoestima es un cúmulo de éxitos acumulados que van llevando al sujeto -en el
continuo de la incapacidad a la capacidad- a una sensación general de competencia,
sintiéndose capaz de afrontar la vida.

Además, White refleja la idea de la importancia que tienen los valores y la


cultura en la conformación de este sentido de la eficacia, ya que en función de la cultura
en la que se vive se debe responder de una forma u otra. A su vez, crea la dicotomía
competencia – defensividad, con la que intenta reflejar cómo el sujeto a lo largo de su
vida va enfrentándose a diferentes situaciones, y pone en práctica formas de funcionar
eficaces o no, desde las cuales irá desarrollando un autoestima alto o bajo.

Como vemos, las ideas de White supusieron un nuevo impulso en el estudio de


la autoestima, si bien estaban basadas casi exclusivamente en la introspección, al igual
que James. En este sentido, aparecen posteriores a las ideas de White los estudios psico-
sociológicos de Morris Rosenberg (1965).

Rosenberg se da cuenta de que las actitudes que tenemos hacia nosotros son muy
similares a las que tenemos hacia objetos externos, si bien hay una cierta inclinación a
que esta actitud sea positiva en el primer caso. Añade además una dimensión en un
sentido más social que la competencia de White: el merecimiento, que viene a referirse

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

al sentido de la persona de ser suficientemente buena en función de las valoraciones


centrales de su sociedad. Dichas autovaloraciones le hacen sentir adecuado, haciéndole
proclive a la experiencia positiva en su entorno o viceversa.

Según el autor, el self (sí mismo), es una construcción social, y las


autovaloraciones asociadas a la autoestima surgen de la interacción de procesos
culturales, sociales, familiares e interpersonales. Desde este enfoque, se interesó por el
estudio empírico con una gran muestra de la relación entre la autoestima y diversos
factores sociales, como estatus social o género, que hasta hace poco eran los únicos que
existían, siendo muchos de ellos de una gran relevancia en el estudio de la autoestima, y
produjo también los primeras herramientas para medirla.

Otro autor pionero en lo referente a la conceptualización y operativización de la


autoestima fue Coopersmith (1967), quien desde una perspectiva puramente conductual,
y apoyándose en los estudios de su colega Rosenberg, a quien citaba comúnmente, lo
definió como juicio de valor personal que el individuo expresa en las actitudes que
mantiene hacia si mismo, y añade, es una experiencia subjetiva que el individuo
comunica a otros mediante reportes verbales y otras formas de conducta expresiva. De
esta forma afirma es una actitud de aprobación o desaprobación hacia si mismo con el
consecuente juicio de merecimiento.

Desde esta definición el autor realizó un cuestionario formado por 50 ítems


referentes a la evaluación que la persona hacía de si mismo. Desde la operativización
que realiza Coopersmith hace medible algo tan abstracto como la autoestima. Pero si
hay algo importante en su aportación, es la idea de juicio de una experiencia subjetiva
que pone de relieve el alto contenido cognitivo-afectivo del concepto que nos ocupa.

También fue el primero en hacer un planteamiento sobre el proceso de


adquisición a través del aprendizaje del niño en términos de refuerzo y modelado que
van configurando y desarrollando la actitud que el niño tiene hacia sí mismo. El niño
mira cómo sus padres tratan a los demás, y así se trata a sí mismo, lo cual sumado a su
propia experiencia de competencia da como resultado un patrón de conductas. Lo
considera por tanto un rasgo adquirido.

Por último, añade que las personas con baja autoestima más que manejar las
situaciones que les da la vida se defienden de ellas, con la ansiedad e inseguridad que
ello conlleva. Es una cuestión de sentirse con recursos para afrontar las dificultades.

Otro de los autores fundamentales en este campo es Nathaniel Branden (1969),


quien desde un enfoque fenomenológico hace hincapié en la importancia de las
dimensiones tratadas anteriormente: competencia y merecimiento, y añade un nuevo
concepto: la pseudo-autoestima. Según Branden, la persona tiene la necesidad de tener
una imagen buena de si misma. Si no es así, puede tender a distorsionar y racionalizar
su juicio con el fin de no afrontar un hecho que le hace sentir desnudo ante el mundo, lo
que le lleva a fingir una supuesta autoestima.

Branden considera fundamental en la terapia la responsabilidad y la auto-


aceptación para desarrollar una autoestima verdadera, que lleve al sujeto a tener
experiencias naturales de autoestima, forma con la que define aquellas experiencias
que nos hacen vernos como competentes y merecedores.

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

A partir de aquí toman cierta relevancia los autores cognitivistas, cuyas


aportaciones reflejan la importancia que tienen las creencias en el sujeto en su
interpretación de la realidad. Autores como Wylie (1961, 1979) diferenciaban ya entre
autoconcepto y autoestima, entendiendo el primero como la idea que tiene el sujeto de
sí mismo (elemento puramente cognitivo y multidimensional), y el segundo como el
sentimiento que produce esta idea (elemento afectivo). Pope, McHale y Craghead
(1988), matizaban esta idea y proponían que ambos elementos realmente a nivel
práctico eran indisolubles dada su interrelación y causalidad reciproca. Describían la
autoestima como el resultado de la discrepancia que se produce al comparar el
autoconcepto recibido o percibido con el autoconcepto que se considera ideal por la
propia persona en función de su ambiente social y cultural. La autoestima era el
producto de la discrepancia entre los diferentes autoconceptos de la persona.

Autoconcepto Autoconcepto
recibido o ¿ ideal:
percibido ? Valores sociales y
cultura

Autoestima
Cuadro 1

Epstein (1980), por ejemplo, habla de cómo cada sujeto ordena la realidad
estableciendo conexiones entre sucesos que le llevan a hacer una teoría que dé sentido al
mundo que le rodea, y por tanto a él en ese mundo. Las teorías obtenidas de las
experiencias, capacidades y cultura a la que pertenecemos tienen un valor puramente
práctico, y nos sirven para sobrevivir en el mundo, ayudándonos a mantener un
equilibrio favorable placer/dolor en un futuro previsible, lo que posibilita una
estabilidad a nivel de autoestima al facilitar la forma de interactuar con el entorno.

En el sentido de la autoestima, esto se traduciría en el desarrollo de un


autoconcepto que busca dar sentido a lo que la persona percibe sobre sí mismo, con la
consecuente reacción emocional.

El investigador Robson (1988) lo define como el sentimiento de auto-aceptación


que procede de la valoración de alguien sobre su propio valor, significación, atractivo,
competencia y habilidades con las que es capaz de satisfacer sus propias aspiraciones.
De esta forma, reúne mucho de los elementos anteriormente citados, pero introduce
también el término de auto-aceptación referido por James y Branden en sus primeros
planteamientos sobre autoestima.

Carls Rogers (1978), a su vez, subraya desde su perspectiva fenomenológica que


esta ha de formarse a partir del sentimiento positivo que una persona obtiene a través de
una experiencia o experiencias objetivas del yo. La autoestima no es algo cristalizado
sino que se va conformando a lo largo del tiempo en función de las experiencias que
tiene el sujeto y la propia idea de sí mismo que se va forjando.

Susan Harter (1985), lleva dos décadas examinando más en detalle con su
equipo la percepción de uno mismo. Demuestra que, desde los primeros años de la
adolescencia, las auto-valoraciones que hacemos están basadas en una serie de

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

características que seleccionamos. Entre las más frecuentes se encuentran los atributos
físicos y psicológicos, como la apariencia o la inteligencia, la aptitud para relacionarnos
con los demás, la competencia en los estudios o el éxito en el trabajo, el talento para
actividades artísticas o recreativas, y la habilidad para desempeñar papeles sociales
como madre, padre, marido, esposa, hija o hijo. En esta balanza también solemos
sopesar los resultados de las comparaciones que hacemos con las personas de nuestro
grupo, y las opiniones que creemos que los demás tienen de nosotros.

El modelo de Mruk

Me gustaría añadir por último las ideas aportadas por Chris Mruk (1995) autor
de una de las obras mas ambiciosas sobre autoestima. Mruk revisó más de 7000
artículos referentes al tema y 600 libros, haciendo un compendio de todas las
definiciones existentes, y su trabajo es hoy uno de los más importantes a los que acudir
a la hora de trabajar sobre el concepto, y es también referencia habitual en las nuevas
obras sobre autoestima. Aparte de analizar el pensamiento de los principales autores,
Mruk confeccionó un modelo que deseo resumir en este apartado.

Según Mruk, la autoestima tiene dos dimensiones fundamentales, que son las
desarrolladas por los principales autores (cuadro 1):

Competencia: muchos autores como James y White centraron la


autoestima en la idea de competencia, es decir en la capacidad que tiene
el sujeto para lograr éxitos en su entorno. Otros lo denominan poder
sobre el entorno. Esta dimensión está especialmente relacionada con el
sentimiento que la persona va teniendo de dominar el entorno, es decir,
con lo que él hace en ese entorno.

Merecimiento: autores como Coopersmith o Rosemberg le daban mayor


importancia al sentimiento de merecimiento recibido por la persona, que
se puede definir como el sentimiento de ser aceptado, amado, atendido
por parte de las personas significativas o grupo de pertenencia. Esta es
una dimensión más pasiva, pues tiene que ver con lo que el sujeto recibe
de su entorno o el lugar que ocupa.

Posteriormente, autores como Branden que ya se habían percatado de la


importancia de estas dos dimensiones, comentaban que lo importante de este proceso
además del desarrollo de cada una de estas variables, era la interacción entre ellas, que
era lo que se debía estudiar realmente para entender la autoestima.

Mruk dice: La principal función de la autoestima se relaciona con el modo


en que interactúan la competencia y el merecimiento para crear significado en
la vida. Es una fuerza pequeña pero permanente que moldea la conducta al
mismo tiempo que es moldeada por ella.

Desde ellas se configura por tanto la autoestima, y ambas son necesarias para el
desarrollo de una autoestima sólida y saludable. La falta de una de ellas o de ambas
supone una autoestima defensiva o baja como puede verse en el cuadro 2. Mruk
organiza las distintas problemáticas relacionadas con la autoestima en este cuadro.
Según su teoría, los casos de depresión irían en el apartado de autoestima baja,
entendiendo que se ve afectada tanto la dimensión de merecimiento, en la valoración

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

que la persona tiene como tal y la incapacidad con la que se percibe para afrontar las
dificultades.

Merecimiento

+10 Autoestima
Pseudo-Autoestima alta
Narcisista

-10 +10
Competencia

Autoestima Pseudo-Autoestima
baja Antisocial
Depresión -10

Cuadro 2

Por otro lado, los trastornos antisociales se verían representados en el área de


pseudo-autoestima, debido a que se observa en estas personas una tendencia a centrarse
en sus logros o éxitos personales, quitándole peso a la repercusión que tiene esto sobre
su propio merecimiento, unido a los valores sociales. Lo contrario sucedería con los
trastornos relacionados con el narcisismo, que son aquellos sujetos que se consideran
muy positivamente y altamente valiosos, pero sin tener pruebas concretas de ello.

Tipologías de la autoestima

A lo largo de la amplia bibliografía que encontramos sobre el tema que nos


ocupa, una de las definiciones más interesantes que encontramos es la desarrollada por
McKay y Fanning (1991) que diferencian entre autoestima situacional y autoestima
caracterológica:

- Caracterológica: valoración global que hace el sujeto de si mismo en


función de experiencias tempranas.
- Situacional: la valoración que hace el sujeto de si mismo en un área
concreta de su vida.

Como vemos el primer término hace referencia a lo que otros autores llaman
autoestima global, en referencia al sentimiento general de aceptación o rechazo que
la persona tiene hacia sí misma. En este sentido, cobran mucha importancia las
primeras experiencias emocionales vividas por el sujeto, y su situación en el mundo.
El autoestima situacional no comprendería un rechazo global de la persona, sino que
está mas relacionado con un aspecto concreto de su autoconcepto.

Pero encontramos otras posibilidades en la amplia bibliografía. Las he separado


aquí en diferentes apartados en función de la variable desde la que se desarrolla.

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

a.- En función del nivel de estimación:

Autoestima alta & Autoestima baja

La diferenciación más común de autoestima es la que considera el nivel de


estimación que la persona tiene hacia sí misma. Dicha dicotomía ha sido ampliamente
estudiada por diversos autores. En la siguiente tabla se pueden ver algunos de los rasgos
de personalidad relacionados con el nivel de estimación que la persona tiene de sí a
partir de las conclusiones de varios expertos: Coopersmith (1967), Newman & Newman
(1987).

Autoestima alta Autoestima baja


¾ Afecto positivo: tendencia a sentir bien ¾ Hostilidad flotante: irritabilidad a flor de
consigo mismo y con los demás. piel, siempre a punto de estallar aún por cosas de
¾ Mayor tendencia a la autoeficacia: poca importancia, propia del supercrítico a quién
suelen acabar aquella que empiezan, debido a la todo le sienta mal, todo le disgusta, todo le
idea de competencia que tienen de sus decepciona, nada le satisface.
capacidades. ¾ Perfeccionismo: autoexigencia que le
¾ Búsqueda de ayuda: no tienen excesivo esclaviza a hacer "perfectamente" todo lo que
problema en pedir ayuda cuando la necesitan, lo intenta, que conduce a un desmoronamiento
que les posibilita tener mayor número de éxitos. interior cuando las cosas no salen con la
¾ Flexibilidad: capaces de adaptarse mejor perfección exigida.
a situaciones diferentes, relacionado con la idea de ¾ Autocrítica dura y excesiva: que la
autoeficacia. mantiene en un estado de insatisfacción consigo
¾ Asertivos: capaces de mantener una mismo/a.
postura impopular. ¾ Indecisión crónica: no por falta de
¾ Independientes: se rigen por sus propios información, sino por miedo exagerado a
criterios de acción. equivocarse.
¾ Realistas: percepción más objetiva de la ¾ Deseo innecesario por complacer: por el
realidad. que no se atreve a decir NO, por miedo a
¾ Mayor grado de autoconocimiento. desagradar y a perder la buena opinión de los
¾ Centrados en el feedback positivo de su demás.
conducta: se centra más en ver lo que han ¾ Hipersensibilidad a la crítica: por la que
conseguido que en lo que no han hecho bien se siente exageradamente atacada/o, herida/o;
hecha la culpa de los fracasos a los demás o a la
A niveles muy altos: +++ situación; cultiva resentimientos tercos contra sus
críticos.
¾ Empatía limitada: les puede costar ¾ Culpabilización inadecuada: por la que
entender ciertas limitaciones ajenas o pequeñas se acusa y se condena por conductas que no
dificultades de otros, como miedo aun fracaso. siempre son objetivamente malas, exagera la
¾ Incapacidad para ver ciertos aspectos magnitud de sus errores y delitos y/o los lamenta
negativos de una situación o de si mismos. indefinidamente, sin llegar nunca a perdonarse por
completo.
¾ Pesimismo generalizado: Todo lo ve
negro: su vida, su futuro y, sobre todo, su sí
mismo.

Se puede resumir el cuadro anterior con la idea siguiente, defendida por varios
autores y que más adelante veremos en el modelo Mruk: el hecho de tener una
autoestima baja es como estar a la defensiva ante la vida, debido a la baja consideración
de la valía y capacidad personal. Lo contrario, tener una autoestima alta, es mucho más
llevadero y tiene menor coste emocional, lo que supone una sensación de seguridad y de
autoconfianza que lleva al sujeto a sentirse más capaz y tranquilo, y hace su vida más
llevadera y fácil.

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

b.- En función de su carácter moral:

Autoestima Sana-constructiva & Narcisista-destructiva

Rojas Marcos (2007) hace esta tipología que me pareció interesante en su libro
sobre autoestima. En ella habla del viejo mito de que los trastornos antisociales están
fuertemente vinculados a una baja autoestima. Según él, por propia experiencia ha visto
que las cárceles están realmente llenas de personas con una imagen muy buena de sí
mismos, a pesar de los delitos que hubieran cometido.

En función de esto, Rojas-Marcos propone una diferenciación entre la


autoestima alta que lleva al sujeto a comportarse de forma constructiva, frente a aquel
otro que, desde una perspectiva egocéntrica, tiende a actuar en función de su propio
beneficio.

c.- En función del ámbito de referencia:

Autoestimas: Social-Académica-Corporal-Familiar

Como mencionábamos anteriormente son muy variadas las terminologías


encontradas sobre autoestima. En su programa para la mejora de la autoestima para
niños Pope, McHale y Craghead (1988) valoran la autoestima entendiéndola como
evaluación global de las distintas autoestimas individuales que serían:

- Social: percepción de mi relación con los otros


- Académico: percepción de mis capacidades escolares
- Familiar: percepción de mi relación familiar
- Corporal: percepción de mi propio cuerpo

La idea de su trabajo es desarrollar un programa para trabajar la autoestima con


niños y adolescentes, por lo que consideran que estos cuatro aspectos contienen las
dimensiones fundamentales en la configuración del autoconcepto de un menor.

Una definición completa de autoestima y un modelo evolutivo


Llegados hasta aquí podríamos decir que tenemos varios elementos o variables
que indican aspectos importantes a tener en cuenta en el concepto de autoestima:

Necesidad de autoconsciencia y de un concepto de si mismo


Resultado de un proceso evaluador
Subjetividad: en función de valores aprendidos o propios
Se expresa desde actitudes y juicios de valor
Origen a lo largo del proceso evolutivo
Se configura desde experiencias, normas y valores sociales: lo aprobado
y lo desaprobado.
Sentimiento de competencia: capaz & incapaz, éxito & fracaso
Sentimiento de merecimiento: aceptación & rechazo
Actitud: elementos cognitivos, emocionales y conductuales

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

Reuniendo todos estos elementos me atrevería a hacer una primera definición de


autoestima:

Sentimiento global de merecimiento y competencia que se desarrolla a


lo largo del tiempo como resultado de un proceso cognitivo-afectivo-evaluativo
al discriminar el sujeto entre diferentes mensajes, creencias y
experiencias que ha reunido sobre si mismo,
en función de una serie de valores e ideales propios y/o de su entorno.

A continuación propongo un modelo visual (cuadro 3) que intenta resumir la


complejidad de variables que afectan al desarrollo de las distintas dimensiones de la
autoestima, factores que tendremos en cuenta en la segunda parte de este trabajo:

Vínculo con figuras Valores y cultura Variables


significativas Creencias, reglas de vida, fisiológicas
modas, costumbres…

R M
Estilo parental: Pertenencia a Experiencias Oportunidad de
e aceptación , un grupo sociales: HHSS aprendizaje de o
límites habilidades
f d
u e
e Sentido de Sentido de l
merecimiento Autoconcepto competencia
r Lo que se recibe
Aceptado-Rechazado
Lo que se da
Capaz - Incapaz
a
z Interés-Desinterés Logros - Fracaso d
o o

AUTOESTIMA

Alta Baja
Se siente merecedor, confiado Se siente culpable, a la
y con recursos para afrontar la defensiva e incompetente para
vida afrontar la vida

Cuadro 3.

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

Desarrollo de la autoestima
Ahora que hemos comprendido más profundamente que es la autoestima y que
elementos la constituyen y propician, entraremos de lleno en el proceso evolutivo que
lleva a que una persona desarrolle de forma peculiar su autoestima.

Teniendo en cuenta que el desarrollo del niño se produce desde diferentes etapas
y estadios, como bien define la psicología evolutiva, iremos estableciendo desde los
distintos hitos de cada una de estas etapas aquello que tiene una influencia directa sobre
el desarrollo de la autoestima, es decir, sobre las dimensiones comentadas de
merecimiento, competencia y autoconcepto.

Dividiremos las etapas elegidas en los siguientes momentos:

Etapas del desarrollo

I. Prenatal
II. De 0 a 2: El bebe
III. De los 2 a los 6: Primera infancia
IV. De los 6 a los 12: Infancia escolar
V. De los 12 hasta los 18…: Adolescencia

Cada una de estas etapas tiene sus estadios del desarrollo del niño, estadios que
dependen unos de otros. La mayor o menor maduración en uno de los niveles implicará
la mayor o menor maduración en el siguiente estadio, pues el siguiente incorpora lo
desarrollado en el anterior, como indicaba Piaget (1936).

En este sentido, hemos de caer en la cuenta de que cada uno de los hitos que
nombramos en este trabajo supone un avance en el desarrollo cognitivo, emocional y
conductual de la persona, que evidentemente tiene su influencia en todas las demás
dimensiones de ésta.

I.- Etapa prenatal


Hablar de desarrollo de la autoestima es hablar directa o indirectamente de
desarrollo emocional en el niño, y hablar de desarrollo emocional en el niño es hablar de
vínculos afectivos, pues todo lo que tenga que ver con estas dimensiones de la persona
será lo que más definirá el desarrollo de una sana o insana autoestima. Por ello me
gustaría hacer hincapié, en primer lugar, en una serie de variables que van a influir en el
posterior desarrollo de la vida emocional del niño y en su autoconcepto.

Vinculación prenatal

La vinculación prenatal ha sido estudiada ampliamente por los autores Brazentol


y Cramer (1990), quienes cayeron en la cuenta de la importante influencia que tenían en
el posterior desarrollo del niño y de su identidad las primeras ideas de los padres sobre
su hijo fantaseado. Estos autores pusieron de manifiesto que, ya durante los primeros
meses de embarazo, se hacen atribuciones sobre cómo es o debe ser ese niño. Algunas
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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

de estas atribuciones se mantendrán en el tiempo, muy influidas por los propios deseos
conscientes o inconscientes de los propios progenitores.

Esto, unido al momento de crisis emocional por el cambio que conlleva todo
embarazo, supondrá un primer momento donde se juegan muchas variables que
afectarán en el posterior y fundamental vinculo entre madre/padre e hijo.

Genética y autoestima

Hoy en día las ciencias de la conducta humana se interesan por conocer en qué
medida aquellas dimensiones que entendemos como psicológicas tienen una raíz
aprendida o son fruto de la genética.

En lo referente a la autoestima, destacan los estudios realizados por el doctor


Kendler (1998), de la Universidad de Virginia, quien junto a su equipo hizo entrevistas
y medidas de la autoestima a más de 4000 gemelos y mellizos adultos de entre 20 y 60
años. Los resultados dieron con la conclusión de que los gemelos monocigóticos –de la
misma célula- eran muy similares, aunque hubieran sido adoptados por padres distintos,
a diferencia de los niveles de autoestima encontrados entre los sujetos mellizos, que
tendían a diferir en mayor medida.

Esto se puede entender desde el punto de vista de aquellos rasgos que


comúnmente se relacionan con aspectos genéticos, como son el nivel de extroversión-
introversión o la estabilidad-inestabilidad emocional, relacionados con el nivel de
activación subcortical. Como veremos más adelante, muchos de los rasgos que se suelen
relacionar con alta o baja autoestima están muy vinculados a estas dos dimensiones de
la personalidad. Sin embargo, es importante caer en la cuenta de que, si bien son
relevantes, no tienen por qué ser decisivos, y no deben ser tenidos en cuenta más que
como factores predisponentes de la variable que nos ocupa.

II.- El bebé

En la primera etapa de la vida del bebé, no podemos hablar aún de autoestima


propiamente dicha. Evidentemente, faltan elementos fundamentales para poder hablar
de ella, si bien es una etapa en extremo importante y significativa en el posterior
desarrollo de la autoestima.

Mruk indica que en esta etapa las dimensiones de competencia y merecimiento


aún son independientes. Por un lado, el niño empezará a intentar dominar su entorno, a
través de su desarrollo motriz, pero a la vez resolverá una necesidad, con la consecuente
sensación de placer: pensemos en un niño que ante la necesidad de recibir el pecho de
su madre se chupa el dedo. Son lo que Piaget denomina reacciones circulares
primarias, y suponen un primer eslabón en la cadena del desarrollo del niño y de su
sentido de competencia y capacidad, que le llevarán a los primeros intentos de coger
objetos, y al placer y el desarrollo del sentido de autonomía que ello supone.

White nos habla del proceso incapaz -capaz, que lleva al bebé poco a poco al
sentimiento de competencia. Dicho sentimiento es reforzado por un lado por una fuente
interna, que es el sentimiento de placer que siente el niño al conseguir dominar algo,
mientras que por otro lado estaría la fuente externa, que son los padres que refuerzan la

14
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

conducta del niño. De este modo, la competencia se relaciona con la forma en que el
niño actúa sobre el mundo, dependiendo cada vez más de él y de su propio desarrollo.

Vínculo materno

De manera contraria, la dimensión de merecimiento con la que definíamos la


autoestima vendrá más determinada por cómo el niño es recibido en el mundo, es decir,
en su entorno. El bebé humano se caracteriza, dentro del reino animal, por la
indefensión con la que nace, debido a la necesidad de venir al mundo más o menos
prematuramente, antes de que se desarrolle demasiado como para salir por el pequeño
hueco de la pelvis de su madre. Los primeros momentos de la vida de un recién nacido
son de una total fragilidad, requiriendo del absoluto cuidado de su madre para
prácticamente todo lo que tenga que ver con su supervivencia.

En lo referente a la formación del sentimiento de merecimiento, será una


variable fundamental el vínculo que el niño tenga con su entorno. Lo indicado es que el
bebé consiga un vínculo adecuado con la figura de apego (Bolwby, 1951, Ainsworth,
1978), que será aquella con la que principalmente se relacione, normalmente la madre.
En este sentido, un aspecto relevante es el temperamento con el que nace el pequeño. El
temperamento comprende diversas dimensiones de conducta. Dentro de estas
dimensiones, el tono emocional ocupa un lugar primordial, ya que los bebés muestran
un estado emocional positivo y/o negativo cuando se enfrentan a la estimulación
procedente del entorno.

Estas disposiciones temperamentales, pese a tener un origen biológico, no son


estáticas e inmutables, sino que se adaptan a las demandas ambientales. La capacidad de
los padres para adaptarse y vincularse con el pequeño, entendiendo sus necesidades, es
lo que favorece que éste pueda ir siendo modelado de forma satisfactoria o viceversa.
Los padres deben aprender a observar y entender lo que su hijo intenta comunicar con
sus ronroneos y llantos. Evidentemente, no es lo mismo resolver este vínculo con un
niño de temperamento difícil, que con otro con un temperamento más tranquilo. En el
primero será necesaria gran cantidad de energía y paciencia para conseguir una buena
conexión, por lo que el propio estilo y temperamento de la figura de apego y sus
recursos personales, facilitarán o dificultarán el proceso.

Durante los primeros años la plasticidad del cerebro humano es máxima. Se


configuran las primeras redes neuronales en función de los estímulos recibidos del
ambiente, y estas conexiones dependerán en gran medida de los cuidados parentales, y
de cómo reaccione el niño ante el nuevo entorno caótico y desorganizado que se le
presenta. Por ello, como decíamos, el estímulo conocido y organizador de la madre, será
fundamental para que tal desarrollo se produzca con garantías de salud y bienestar,
configurando lo que Erickson (1977) llamará la confianza básica. De forma contraria,
una figura de apego ansiosa, irritable y hostil, inspirará en su hijo sentimientos de
desconfianza y de inseguridad, algo que evidentemente tendrá consecuencias en el
desarrollo del propio niño.

La confianza básica es, según Ericsson, el requisito fundamental de la actividad


mental, la piedra angular de la personalidad vital. Este sentimiento, que se deriva de las
experiencias del primer año de vida, es definido como:"Una esencial seguridad plena
en los otros y también un sentimiento fundamental de la propia confiabilidad". Como
vemos, está muy cerca de la definición dada por McKay y Fanning (1991) sobre la

15
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

autoestima caracterológica. Podríamos decir que es la confianza básica el primer gran


pilar de lo que conocemos como autoestima.

Autoconcepto del bebé

Pero todavía no estamos en disposición de hablar propiamente de autoestima. A


esta edad, el bebé todavía no tiene una conciencia de sí mismo: su organización
cognitiva está todavía demasiado ocupada diferenciando y organizando los estímulos
que le llegan del entorno. No será hasta los 18 meses aproximadamente, coincidiendo
con el periodo pre-operatorio (Piaget, 1931) y los primero pasos, que empiece a
reconocerse a si mismo. Es aquí donde empieza la etapa de la autonomía y todos los
autos que comentábamos en un principio, y que conformarán una imagen del niño de sí
mismo, con todo lo que supone a nivel cognitivo, emocional y social.

Según el doctor Daniel Stern, en realidad este sentido del sí mismo -que él
entiende como patrón constante de percatación y organización-, se desarrolla desde el
mismo nacimiento, pasando por un largo proceso donde el bebé va relacionando
diversas experiencias internas y externas, que se almacenan en su mente, lo que
desemboca finalmente en la capacidad de imaginar y simbolizar esos objetos. Este
simbolizar es lo que posibilita el niño sea capaz de caer en la cuenta de que esa imagen
del espejo no es otro niño sino él mismo.

III.- Primera infancia


La primera infancia supone el florecer de la autoestima, pues es el momento en
que aparece la autoconciencia con todo lo que ello supone. Además, esta es sin duda la
etapa fundamental de la dimensión del merecimiento, donde los estilos de crianza de los
padres y los mensajes recibidos de ellos, supondrán las bases del sentido de
merecimiento y el autoconcepto. Por otro lado, es un momento importante para el
desarrollo motriz, ya que niño se enfrenta a situaciones cada vez más complejas y
juegos más complicados.

Autoconciencia y aparición de emociones complejas

Newman & Newman (1987) resolvieron que los primeros indicios de


autoconciencia observable en el ser humano se producen alrededor de los dos años de
vida. Actualmente -como muestran las investigaciones desarrollados por Michael Lewis
de la universidad de Rutgers-, hasta los 18 meses de vida el niño no es capaz de
reconocerse en un espejo. Estos experimentos consisten, por ejemplo, en poner a un
pequeño con una mancha de pintura roja en la nariz ante un espejo; al mirarse en el
espejo sólo es capaz de identificarla en su propia nariz cuando ha llegado a esta edad.
Este elemento aparentemente arbitrario es uno de los hitos más importante en el proceso
de desarrollo del niño y el ser humano como tal, pues a partir de aquí empezará a
aparecer todo un conjunto de emociones más complejas que las hasta ahora existentes y
básicas como eran la frustración, la alegría o el miedo.

Hacen su aparición, de esta forma el bochorno, la vergüenza o el orgullo, que


necesitan irremediablemente del reconocimiento de uno mismo para producirse. Lewis
demuestra en sus investigaciones cómo los niños de unos 20 meses de vida al ser
indicados con el dedo y decir su nombre tienden a ruborizarse, señal propia de
vergüenza, ¿qué he hecho?. A edades menores, simplemente el niño sigue a lo suyo, sin
ver más allá. A las limitadas emociones básicas propias de estadios anteriores, se le

16
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

sumarán ahora una multitud amplia de emociones, más la consciencia de la diferencia


entre el sujeto y su entorno, algo que estará presente durante el resto de su vida. Es en
este momento, sin duda, cuando la autoestima empieza a florecer.

Erickson habla justamente de esta etapa con los términos de autonomía versus
vergüenza, cayendo en la cuenta de que en esta etapa el niño busca por un lado hacer las
cosas por si mismo, mientras que por otro el incipiente desarrollo de su propia imagen
le hace dudar sobre si lo que hace es correcto.

Autoconcepto infantil

Conforme empieza a aparecer la consciencia de si mismo, el niño comienza


también a definirse a si mismo, lo que irá configurando un primer concepto de sí
mismo (Spencer y Markstrom- Adams, 1990). A los 3 años, según algunos
investigadores, este concepto es formulado por el niño en términos infantiles y suele ser
generalmente positivo y exagerado en los rasgos con los que se definen, por ejemplo
viéndose capaces de hacer todo tipo de cosas, o más fuertes y rápidos de lo que son en
realidad (Stipek y Hoffman, 1980). También tienen gran capacidad para reponerse de un
fracaso, pensando que la siguiente vez lo harán muy bien (Stipek y Hoffman 1980).

Como vemos, si bien hay una consciencia de si mismo como persona


independiente, “yo soy distinto que los otros”, todavía no hay un auténtico
conocimiento de sí mismo, o al menos no un conocimiento basado en datos reales, por
lo que el autoconcepto está realmente sujeto a deseos y fantasías propias del niño. Falta
aún la experiencia, que lo matizará, lo reformulará y lo pondrá a prueba. A medida que
el niño vaya teniendo experiencias y las vaya guardando en su memoria, se irá
constituyendo una concepción de sí mismo a partir de los datos obtenidos de sus
experiencias, con el contenido emocional propio de cada una de ellas, que supondrán el
elemento esencial de la autoestima.

Resulta muy interesante este aspecto del autoconcepto infantil pues, como
anunciaban Branden o White, la persona tiene una tendencia o incluso una necesidad de
mantener una imagen positiva de sí mismo. Podríamos decir que nacemos con un
sentido de estima sano, en su acepción más básica, con esa tendencia al crecimiento y a
desarrollar la experiencia que siempre han remarcado los psicólogos humanistas, que
más tarde será el ambiente el que moldeará y matizará en función de valores y
elementos culturales.

Habilidades motrices y autonomía

En este nuevo mundo que se va abriendo al menor, las nuevas capacidades


motrices serán fundamentales para un primer sentimiento de poderío sobre su entorno y
el sentimiento de competencia. Las experiencias de capacidad en la manipulación de
objetos y en su control, supondrán un cúmulo de oportunidades para obtener ese
maravilloso sentimiento de dominio de la realidad. Si bien esta etapa es todavía limitada
en cuanto a posibilidades y capacidades –los mayores siguen siendo los que hacen cosas
maravillosas-, es un momento lleno de experiencias novedosas y gratificantes, donde el
niño estará muy pendiente de lo que hacen los adultos y los hermanos mayores, si bien
no será hasta la siguiente etapa cuando tome gran parte de su potencial y su significado
para el desarrollo de su autoconcepto. Es esta una etapa para ver y aprender nuevas
habilidades, que significará poco a poco una discriminación entre lo que se me da bien y
lo que no.

17
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

Familia y estilo parental

En la primera infancia empiezan a tener mayor importancia el entorno familiar y


los estilos de crianza mantenidos por los padres, que serán los principales elementos de
contacto y traductores del mundo exterior. En este sentido, será fundamental atender a
los mensajes recibidos por parte de los padres y cuidadores del infante, pues serán
quienes den un sentido de fracaso o éxito a las distintas experiencias del niño: sus
juegos, sus formas de relacionarse, de enfrentarse a la frustración y a las distintas
situaciones que aparezcan. Los padres serán mediadores y organizadores de la realidad,
así como las figuras que dan seguridad. Recordemos la imagen dada por la psicoanalista
Mahler, quien nos habla de la etapa de individuación y separación, donde el niño por un
lado tiene un enorme deseo de hacer las cosas por si solo y preservando su recién
descubierto Yo, y por el otro sufre el miedo a una separación demasiada prolongada de
sus padres, que le haga perder la seguridad y el cariño de éstos. Es el llamado conflicto
dependencia-independencia (Mahler, Pine, Bergman 1975) donde el niño va forjando
su autonomía -la fase del no- a la vez que se asegura de que entre tanto no pierde
demasiado.

Todo esto unido a la etapa psicomotriz tan cambiante, llena de nuevos desafíos y
posibilidades: correr rápido, saltar, coger las cosas, realizar puzzles, hacer pipi solo, etc
suponen un momento crucial en la vida emocional del niño, donde su sentido de
competencia se va configurando junto a su autoconcepto, que mencionábamos en el
punto anterior, a punto de producir una ebullición. Esta será una de las etapas en la que
el niño se mostrará más vulnerable al estilo educativo de los padres.

Según los estudios llevados a cabo en este campo (Rosenberg, 1965


Coopersmith 1967, Newman & Newman 1987), los factores que afectan más la
autoestima relacionados con la familia son:

™ Implicación parental: según los estudios, es la variable que más afecta


en el nivel de autoestima. Los niños con padres que se ausentan
frecuentemente o durante largos periodos de tiempo tienden a tener bajos
niveles de autoestima. La atención parece ser sin duda uno de los factores
que más afectan a la autoestima, posiblemente por el mensaje que se
recibe de ser importante, con la influencia que esto tiene sobre el sentido
de merecimiento.

™ Aceptación incondicional de los progenitores: también llamada


aceptación parental, se describe como la tendencia de los progenitores a
ver las potencialidades y limitaciones del niño de forma equilibrada,
animando al niño desde sus capacidades reales.

™ Expectativas claras: crear expectativas y límites bien definidos, y


modelos altos pero alcanzables. Con ello el niño consigue por un lado
desarrollar conductas que son consideradas buenas por el adulto, y a la
vez estas suponen hacer un esfuerzo por lograrlos, con lo que afectan
positivamente tanto en el sentido de competencia como en el de
merecimiento. La permisividad, la sobreprotección o las exigencias
excesivas serían loas ideas contrarias a este aspecto con un alto coste a
nivel de autoestima.

18
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

™ Respeto: supone un estilo democrático, desde el cual el progenitor está


dispuesto a comentar los problemas y negociar el conflicto en primer
lugar, poniendo límites muy claros en el respeto de los derechos de las
otras personas.

™ Coherencia parental: supone los valores anteriores a lo largo del


tiempo. Lo contrario puede producir ansiedad en el menor y tener efectos
contradictorios.

™ Orden de nacimiento: Los hijos únicos y los mayores tienen tendencia a


tener mayor autoestima. Se entiende que uno de los factores en este
sentido debe ser el de la atención que reciben, que como ya hemos dicho
es uno de los factores que más claramente influyen en una autoestima
alta.

Lo que señala Coopersmith claramente es, según él, la importancia del proceso
de modelado en el desarrollo de un tipo de autoestima. Los progenitores, en su forma
de actuar, marcan la ruta de la autoestima o la falta de ésta con la forma en la que
resuelven sus conflictos o problemas con la autoestima. Dicha conducta es más
influyente que cualquier mensaje verbal, y aprendida por los infantes como lo normal.

Destacamos ahora algunos de los aspectos del estilo educativo de los padres que
pueden tener una influencia negativa en el desarrollo de la autoestima del infante, con
consecuencias a corto y largo plazo:

• Crítica: es una de las variables que más incapacitan a un niño en su desarrollo


emocional. Evidentemente, es necesario ver el nivel y tipo de críticas y sobre
todo la forma con la que se hacen: con ironía, directas, gritando, sádicas; nos
pueden dar una idea del tipo de carga emocional que se transmite, y de cómo
pueden estar siendo percibidas por el niño, hasta el punto de sentir que es odiado
por sus padres.
En cualquier caso, este tipo de mensajes suele tener una fuerte influencia,
no solo en los aspectos concretos a los que la crítica hace referencia, sino en el
sentido de afectar al autoestima caracterológica (valor general que tengo yo
como persona), afectando a mi sensación de ser querido y amado, quedando
configurado de forma profunda en mi percepción como persona a nivel de
identidad.

• Tensión: padres tensos, nerviosos, ansiosos o irritables, crean gran inseguridad


y ansiedad en los niños. En esta etapa sobre todo en el que la realidad vivida
puede ser establecida como regla de normalidad, puede tener fuerte influencia en
la identidad del infante. Es común que este tipo de niños tengan más rasgos
ansiosos o depresivos o también que realicen conductas de tipo impulso o
antisocial, con un consecuente rechazo social, favoreciendo el desarrollo de
identidades fóbicas o disociales.

• Sobreprotección: en el sentido de la autonomía, en esta edad puede provocar un


auténtico retraso en la consecución de los hitos del desarrollo que deben
producirse. Al no dejar que el niño experimente y pruebe por el mismo, se está
frenado su incipiente necesidad de autoexpresión y autonomía, así como la
posibilidad de experimentar la gratificación y el refuerzo resultante de poder
hacerlo: fuente directa de autoeficacia (Bandura 1986).
19
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

• Excesiva indulgencia o permisividad: no poner límites a las conductas


autónomas del niño le provoca un gran sentimiento de culpa y ansiedad. Suelen
convertirse en niños egoístas y demandantes al no ver donde está el límite de su
comportamiento. Además, este tipo de comportamiento será un inconveniente en
el momento en que el niño tenga que relacionarse en un entorno social, al ver
que los demás no les consienten como sus padres, lo que posiblemente le cree
mucha ansiedad y sentimientos de inadaptación.

Es por tanto una etapa en la que es importante tratar por un lado de posibilitar y
favorecer la autonomía, a la vez que se limitan y estructuran los espacios y las formas,
Evitando en la medida de lo posible mensajes negativos sobre su persona. La gran
mayoría de los datos que un infante forja sobre su autoconcepto son elementos que ha
obtenido de la interrelación con sus padres y de los mensajes que estos le manda de
forma verbal o no verbal. Es por ello importante diferenciar la conducta del niño de su
persona. No es lo mismo decir: “eres un niño muy malo”, que decir “eso que has hecho
no esta bien”. La autoestima se cimienta sobre las valoraciones que recibimos de los
demás. Las frases de aliento y ánimo o frases constructivas van a ser las semillas de las
posteriores creencias desde las que el adulto establecerá sus pautas de comportamiento y
sus estereotipos de pensamiento:

Frases constructivas Frases destructivas


¾ La próxima vez lo harás ¾ Si es que todo lo haces mal
mejor. ¾ Quita, que solo sabes
¾ Se empieza por intentarlo. molestar
¾ Es mejor equivocarse que no ¾ Yo no quiero a un niño tan
hacer nada. malo
¾ Tú eres importante aunque no ¾ ¡Eres un inútil!
logres todos tus objetivos. ¾ Maldito el día que naciste
¾ Es normal sentir que no se ¾ Está claro que tú no vales.
puede, luego se intenta. ¾ Que gordo te has puesto!
¾ Lo perfecto no es posible, lo Es horrible.
adecuado sí. ¾ No lo conseguirás nunca.
¾ Las cosas tienen una Déjame a mí.
importancia relativa. ¾ Nunca haces nada bien.
¾ Yo te ayudo. ¾ Eres un vago.
¾ Sí eres capaz. ¾ No lo toques que lo rompes.
¾ Puedes hacerlo. ¾ Para que habré tenido hijos.
¾ Confío en ti.

Es importante entender que en esta etapa se forjan la mayoría de las etiquetas


que una persona llevará el resto de su vida, muchas de las cuales pueden quedarse ya
instituidas de por vida: el cabezota, el malo, el tímido, el plasta, el bueno… las cuales
suelen tener una fuerte influencia en la visión que tiene el niño de si mismo y en su
forma de relacionarse con el entorno, pues aún su capacidad de discernir lo que es real o
subjetivo no está constituido. Si a un niño se le dice que es torpe, posiblemente crezca
con la idea de que él no es capaz de hacer muchas cosas, y se limitará a evitar hacerlas o
las hará de mala gana.

20
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

IV.- Infancia escolar


La etapa escolar es sin duda la de mayor importancia en el desarrollo de la
autoestima, pues es el momento donde las dimensiones de merecimiento y competencia
se entrelazan junto al autoconcepto para terminar de constituir lo que McKay y Fanning
(1991) llamarían autoestima caracterológica. Así, también es el principio de la
conformación de un autoconcepto más realista debido a la multitud de experiencias que
se producen en esta época. Dichas experiencias tendrán una vital importancia y serán
recordadas a lo largo de toda la vida, configurando en gran medida la identidad de la
persona. Se configuran del mismo modo los primeros indicios de autoestima situacional,
debido a que el niño se empieza a dar cuenta de que unas cosas se le dan bien y otras no
tanto, y surge la tendencia a seguir haciendo aquello que se le da bien o por lo que
obtenga un refuerzo.

Un autoconcepto más realista

Como decíamos, esta etapa en sin duda la más fundamental y significativa en el


desarrollo y formación de la autoestima por la disposición existente hacia la vida social.
Si bien hasta ahora habíamos encontrado muchas variables que iban a ir forjando la
estructura y desarrollo emocional interno del niño, en este momento las variables más
externas y los recursos de autonomía y habilidades sociales se empiezan a poner en
juego. Las experiencias a partir de ahora serán realmente significativas y recordadas a lo
largo del resto de la vida, terminando de conformar de alguna forma la que hemos
llamado autoestima caracterológico, a la vez que el autoconcepto infantil van siendo
sustituido por un autoconcepto basado en la percepción real de las experiencias,
decayendo el mundo simbólico.

El niño empieza a darse cuenta de que ciertas tareas se le dan bien o son más
reforzadas por su entorno, mientras otras parece mejor ni intentarlas. En este sentido
seguirá teniendo mucha fuerza lo comentado en el apartado anterior sobre los estilos de
crianza, si bien ahora el entorno escolar tomará un protagonismo especial, y supondrá
un reto tras otro a nuevos niveles: sociales, académicos, motrices, corporal- sexual.

Es por tanto una etapa llena de retos, vividos con plena conciencia donde las
preguntas de ¿Quién soy yo?, ¿cuál es mi lugar? se empezarán a hacer presentes,
tomando más fuerza en la siguiente fase de la adolescencia. Esta identidad incipiente se
conformará en el entrelazo del sentido de competencia –tengo capacidad o no- y el de
merecimiento –soy merecedor de amor y aceptación o no-. El elemento vicario y lo que
los otros tenga que decir sobre mí, cobrará una fuerza fundamental.

Autoeficacia y competencia

Especial relevancia tiene en esta etapa la formación del sentido de competencia,


que irá muy unido al sentido de merecimiento. En este periodo de la vida del niño es por
tanto importante entender lo que los autores cognitivo-conductuales llamarían la
autoeficacia, o la percepción que tenemos de nuestra eficacia respecto a una situación en
concreto: no tiene porque tener que ver con la capacidad real o más objetiva, pero si con
la consecución o no de metas.

Es fácil ver cómo a esta edad el sentido de competencia, tan unido al sistema
escolar y académico como a nivel social, se hace el eje fundamental de la vida del niño,
21
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

no sólo en el desarrollo de las asignaturas comunes, sino en los juegos típicos a esta
edad, hasta hace poco fútbol, canicas, peonzas, muñecas,… -y ahora también los juegos
de consola, algunos de tremenda complejidad-, que a esta edad se dominan con gran
facilidad y deseo de superación, llegando en muchos casos a ser el centro del tiempo del
niño. El niño a esta edad está en una constante medición con sus compañeros y consigo
mismo, y de ella saldrá la valoración personal que hará de sí en un futuro.

Es importante caer en la cuenta de la dimensión de la autoeficacia. Es importante


porque determina en gran medida la disposición del niño a realizar o resolver tareas
difíciles, con la repercusión emocional a nivel de autoestima que esto supone en muy
diferentes tipos de capacidades ya sean problemas matemáticos o relaciones sociales.
Dicha percepción se forma a partir de cuatro fuentes fundamentales según Bandura
(1986):

™ Fuente directa: logros personales experimentas y percepción de los


mismos. Especialmente importante en esta etapa por el alto grado de
competitividad.
™ Fuente vicaria: Comparación de los niños de su habilidad respecto a
la habilidad de los demás. Si lo hacen igual o mejor que los demás
supone una fuente de gratificación personal.
™ Fuente persuasiva: pudiendo ser estas positiva o negativa,
alentando o desanimando a su realización.
™ Fuente emocional: hace referencia al nivel de activación fisiológica
que la persona tiene, por ejemplo si está muy motivado, excitado o
muy nervioso, tendrá diferentes resultados.

Es por ello una etapa perfecta para que los adultos en la familia enseñen y
estimulen al niño a desarrollar diferentes tipos de capacidades, no ya sólo respecto a sus
propios juegos, sino aquellas tareas más rutinarias de nuestro día a día, así como otras
actividades conjuntas: poner la mesa, hacer la cama, preparar comidas, orientarse en la
ciudad… Actividades que en el futuro se harán sentirse capaz, posibilitándole el
desarrollo de su autonomía y de su identidad.

Socialización

Sin duda la característica más llamativa de esta etapa es su alta disposición


hacia la vida social y actividades con grupos de su edad; es muy propicia para la
identificación con grupos, asociaciones, clubes, etc. La actividad de interés por
excelencia continúa siendo el juego, con rasgos menos infantiles hacia el final de la
etapa. Es justamente en el grupo de amigos o asociación en que participe y, a través del
juego, donde se comienza a incorporar el aprendizaje de normas de regulación de la
convivencia social, como también de los distintos roles que corresponde desempeñar, y
específicamente del rol sexual (conductas masculinas y/o femeninas). Este aprendizaje
es trasladado con bastante fuerza a la vida, donde se nota una tendencia a poner reglas y
normar la mayoría de sus actividades.

La independencia, la creatividad y el sentido crítico crecen progresivamente y


deben ser adecuadamente canalizados para que contribuyan a hacer del niño una
persona segura de sí misma. El desarrollo del lenguaje le permite al niño expresar cada
vez mejor sus emociones y sentimientos, favorecido esto por el acercamiento y la
apertura a otras personas, especialmente a los de su edad.

22
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

El egocentrismo de la edad temprana va desapareciendo al entrar cada vez más


en contacto con los demás, es por ello que unas de las mayores dificultades de esta etapa
es la aceptación del otro, que choca con la omnipotencia de la primera época, pues el
niño tiene que aceptar que sus semejantes tienen otros deseos y necesidades que no
siempre coinciden con los suyos. Es como un constante baile en el que el niño se juega
su sentido de merecimiento a nivel social.

Hay una lucha entre el deseo del niño de autoafirmarse a toda costa y el tener
que aceptar la autoafirmación de los otros, en primer lugar los padres, luego los
hermanos y después los niños de su edad y demás personas con quienes entra en
contacto. Bert Hellinger ha señalado como indispensables en todo sistema familiar las
siguientes ideas que permitirán al niño tener una convivencia armónica con los demás:

™ La pertenencia: Todos los miembros de la familia deben ser tenidos


en cuenta, nadie puede ser excluido, olvidado, maltratado o
descuidado.
™ El orden: Existe una jerarquía en la familia que debe ser respetada,
es decir, los abuelos están primero, luego los padres, después los
hijos.
™ El equilibrio: Todos en la familia deben dar y recibir en igual
proporción, es decir que todos tienen deberes y derechos por igual,
los cuales deben ser respetados por todos para que haya relaciones de
justicia.

El aprendizaje de estas leyes fundamentales le permitirá al niño tener una


convivencia armónica con los demás, donde se da al igual que se recibe, lo que supone
un equilibrio entre el sentido de merecimiento y el de competencia.

En esta etapa, por tanto, es fundamental la interacción con otros niños para
favorecer su socialización y entrenarlo a vivir en sociedad. Tiene estrecha relación con
estas vivencias la imagen que él se va formando de sí mismo, en la cual influye la forma
en que es tratado por las personas más significativas para él, como son sus padres,
hermanos, compañeros y profesores.

También en esta época se consolidan los patrones de conducta y las normas


morales aprendidas de las figuras de autoridad, padres y maestros, especialmente. De
ahí lo importante del respeto en el trato al niño y del ejemplo que se le debe dar en
términos de comportamientos correctos y sanos, para no favorecer en él desviaciones de
conducta inadecuadas y perjudiciales a la larga para todos. Por ejemplo, si un niño
desde temprana edad ve a sus padres robar, aprenderá a su vez a hacerlo e incorporará
en su vida de adulto este patrón incorrecto de conducta. Igualmente ocurrirá si se le
muestran valores y principios sanos.

V.- Adolescencia
Esta última etapa del proceso evolutivo que nos ocupa suele ser considerada las
más problemática y delicadas del proceso, si bien, en realidad lo que resulta de este
periodo va a estar muy en función de lo que haya ocurrido en periodos anteriores:
vinculo con la familia, sentimiento de tener un grupo de pertenencia, límites claros…

Por otro lado es en este momento en el que el niño empezará su paso hacia la
madurez y la autonomía, encontrándose poco a poco con los retos y situaciones propias
23
Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

de un adulto: sexualidad, relaciones con el grupo de iguales, responsabilidades,


independencia de la familia, etc. Todos ellas elementos que suponen tomar un gran
número de decisiones autónomas a situaciones que con el tiempo serán comunes, pero
que ahora son totalmente novedosas y estimulantes. En este sentido, la mayor dificultad
es la falta de experiencia en ellas y el intento cada vez mayor de no apoyarse en la
familia para su resolución. Esta fase en muchos sentidos es similar a la primera infancia,
por el aumento de autonomía que supone por las nuevas capacidades de que se dispone
y por la falta de experiencia en las situaciones que van apareciendo, si bien es muy
distinta por no ser ya la familia el punto de referencia sino el grupo de iguales, desde el
cual se buscaran las oportunidades de refuerzo.

Autoconcepto adolescente

A nivel cognitivo algo muy característico de esta etapa es la capacidad de re-


flexionar de forma abstracta (Piaget, 1931) lo que supone un momento importante para
el desarrollo del autoconcepto, así como del mundo de valores y creencias. El
adolescente vive esta nueva etapa con gran confusión y ensimismamiento: ¿quién soy
yo?, que supone, sin lugar a dudas, una etapa plena de auto-reconocimiento y
reconfiguración, en la que se vive la necesidad de hacerse con una identidad firme,
haciendo suyas las normas y limites, y poniéndolos a prueba si fuera necesario.

Hasta ahora su vida ha sido como un sueño dentro de su entorno y su familia; le


llegaban mensajes de quien era él y como debía ser. Ha visto a sus padres y más figuras
significativas reaccionar de diferentes formas ante dificultades y alegrías, y ha tenido un
lugar más o menos relevante en su familia, en el colegio y en otros ámbitos en los que
se ha movido. Las dimensiones de competencia y merecimiento se han ido entrelazando
a partir de las diferentes experiencias vividas, pero ahora le toca distanciarse y afrontar
los nuevos retos personalmente, mientras termina de descubrir quien es él. Su mundo
emocional ha empezado a cristalizarse, muchas de esas emociones se mantendrán a lo
largo de la vida sean estás buenas o malas. Su autoconcepto tiene unas bases en función
del bagaje que haya tenido: la interacción con sus padres, las experiencias en las
relaciones sociales con sus iguales, sus resultados académicos, su trayecto en los
deportes… Pero ahora hay un nuevo punto de referencia.

El grupo de iguales como punto de referencia

Uno de los factores más interesantes de los estudios de Rosenberg (1965) son los
referentes a las diferencias de autoestima en función del grupo social de origen.
Rosenberg se sorprendió al ver que a pesar de lo que pensaba, las personas de color en
Estados Unidos no solo no tenían menor nivel de autoestima que sus iguales blancos,
sino que en muchos casos era incluso mayor. Rosenberg entre varias explicaciones llegó
a la conclusión de que esto se debía posiblemente a que los sujetos a la hora de
compararse lo hacen con aquellas personas que él considera similares o iguales a él.
Esto producía que a pesar de las grandes diferencias de niveles de vida que existían en
ese momento entre unos grupos y otros, esto no necesariamente influía en la autoestima
de estos sujetos, pues con quien se comparaban era con las personas que ellas
consideraban sus iguales.

Esto nos sirve para introducir la idea de lo importante que resulta para el
adolescente el grupo de iguales con el que se relaciona, y desde el cual desarrolla su
identidad como persona autónoma. Será desde este grupo y desde las actividades de
ocio que comparte con ellos desde las que terminará de conformar su identidad y

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

valores. Aquellas actividades que el grupo refuerce o por el contrario castiguen serán la
base de las nuevas pautas de comportamiento desde las que la persona irá desarrollando
los últimas pinceladas de su sentido de competencia y merecimiento.

Es por tanto el momento donde el mundo de las creencias empieza a formularse


y reformularse de forma más activa. Si bien estas se empezaron a formar a partir de las
experiencias tempranas vividas en el entorno en el que el menor se crió, ahora tomarán
más fuerza pues serán puestas a prueba y comprobadas. Los nuevos ambientes y grupos
en los que el adolescente se mueva influirán de forma definitiva en el desarrollo del
autoconcepto y en la autoestima resultante en la medida y forma en la que el grupo los
considere: soy aceptado-tengo recursos. Evidentemente, la elección de grupo no es puro
azar y las vivencias, valores y autoconcepto forjados hasta aquí, tendrán mucho que
decir en la decisión del adolescente de terminar en un grupo u otro: necesidad de
aceptación, capacidades adquiridas, habilidades sociales, valores, aspecto físico,…

Es por tanto una edad en la que se vive con especial ansiedad el tema de la
aceptación, debido a la necesidad de buscar un grupo de iguales desde el cual empezar a
construir la propia autonomía, a través de una nueva dependencia, intentando que haya
una real o racionalizada coherencia entre lo que hago y lo que pienso. Es un nuevo
periodo para el merecimiento, que hasta ahora tenía como figuras de referencia
básicamente a los padres.

En este sentido será muy importante ver en los ambientes en lo que se mueve el
adolescente, pues en ellos y con ellos configurará gran parte de sus creencias y patrones
sociales de conducta. Evidentemente no podemos olvidar la influencia de los medios de
comunicación, que darán la forma y parte del fondo de dichas creencias.

Nuevas relaciones significativas

La sexualidad ha sido siempre uno de los temas centrales en esta edad, con la
importancia que tiene para el autoconcepto y la identidad de género, entre otros
aspectos. En este momento en que la familia empieza pasar a segundo lugar, el
adolescente empieza a tener sus primeras relaciones de intimidad, que si bien estarán
bien influidas por las experiencias tempranas y formas de afecto vividas en la infancia,
pueden suponer también un cambio positivo o negativo en estas. El encontrar una
persona que te escucha, te acepta incondicionalmente y centra su atención en ti -todas
esas variables de las que hablábamos en el estilo parental- pueden suponer para una
persona que no ha vivido este tipo de situaciones en casa, un gran alivio para su
autoestima, en su sentido de merecimiento y su autoconcepto. Todos hemos visto a
alguien, sino nosotros mismos, que al enamorarse se sentía mucho más seguro, asertivo
y feliz. A la vez estás primeras experiencias suelen suponer traspiés en las primeras
relaciones significativas no fructíferas que pueden provocar dolor e inseguridad. Los
recursos cognitivos y emocionales serán puesto aquí a prueba, así como la solidez de la
autoestima.

Todas estas experiencias pueden facilitar el autoconocimiento y la auto-


aceptación, si son bien llevadas, lo cual será tremendamente positivo para la formación
de una autoestima estable y sana. Para ello sigue siendo especialmente importante la
atención de los adultos significativos, que pueden guiar, apoyar y procurar la reflexión
en esos momentos de dificultad. Lo contrario podrá llevar fácilmente a creencias y
patrones de conductas desadaptados que dificultaran la vida social y psicológica del

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Desarrollo de la autoestima en el proceso evolutivo del niño

adolescente, con posibles consecuencias a lo largo de su vida adulta, donde muchos de


estos elementos se irán haciendo cada vez más estables.

VI. Conclusiones

Para terminar me gustaría resumir en unas cuantas ideas los elementos que he
desarrollado en este trabajo:

- Las dimensiones de merecimiento y competencia son las que mejor


representas las ideas de la mayoría de los autores que han trabajado el
tema de la autoestima.
- La autoestima se desarrolla a lo largo de toda la vida del sujeto, si bien
los primeros años de vida son los más significativos en su desarrollo.
- En las primeras etapas las dimensiones de merecimiento y competencia
se desarrollan de forma separada para finalmente ir encontrándose.
- Los factores que influyen en el desarrollo de la autoestima son múltiples.
- Cada etapa evolutiva tiene su momento y su importancia en el desarrollo
de las distintas dimensiones, como podemos ver en el cuadro resumen:

Etapa Merecimiento Competencia Autoconcepto


Hijo fantaseado ---
Prenatal
Genética
Base del vínculo materno, Inicio del desarrollo Preconcepto
Bebe confianza básica. motriz y control del
entorno
Familia: variables que Primeras experiencias Autoconcepto
Infante influyen positiva y de autonomía infantil
negativamente
Grupo de pertenencia – Capacidades Autoconcepto
Escolar Identidad académicas, sociales, discriminativo:
Socialización físicas experiencia
Grupo de iguales y nuevas relaciones significativas Autoconcepto
Adolescente Experiencias adultas y autonomía reflexivo

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Bibliografía

• Bandura, Albert (1999) Autoeficacia: como afrontamos los cambios de la


sociedad actual. Biblioteca de psicología. Ed. Declée de Brouwer.

• Laporte, Danielle (2003) Autoimagen, autoestima y socialización, Guía


práctica con niños de 0 a 6 años Narcea, S.A. Ediciones

• Marina, José Antonio (2006) Aprender a Convivir. Ed Ariel

• Mora, Ml; Raich Escursell, R. M. (2006) Autoestima: evaluación y tratamiento.


Univ. Autónoma de Barcelona, Fac. Psicología, España 1ª ed. Guía de
intervención. Psicología clínica.

• Mruk, Chris (1995) Autoestima: investigación, teoría y práctica. Biblioteca de


psicología. Ed. Declée de Brouwer.

• Rice, F. Philip (1984) Desarrollo humano 2º Ed. Pearson Educación

• Rojas Marcos, Luis (2007) La autoestima, nuestra fuerza secreta. Ed. Espasa

• Santagostino, Paola (2005) Un niño seguro de sí mismo: cómo reforzar la


autoestima de su hijo 1ª ed. Barcelona: Obelisco.

Información de la Web:

• http://www.psicothema.com/psicothema.asp?ID=97

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