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TEXTO Nº 1
LECTURA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
ello pues tenía visita. Acompañado de un hombre gordo que tenía las manos
manchadas de sangre, observaba el chiquero.
-Dentro de veinte o treinta días vendré por acá –decía el hombre-. Para esa
fecha creo que podrá estar a punto.
Cuando partió, don Santos echaba fuego por los ojos.
-¡A trabajar! ¡A trabajar! ¡DE ahora en adelante habrá que aumentar la
ración de Pascual! El negocio anda sobre rieles.
A la mañana siguiente, sin embargo, cuando don Santos despertó a sus
nietos, Efraín no se pudo levantar.
-Tiene una herida en el pie –explicó. La infección había comenzado.
-¡Esas son patrañas! Que se lave el pie en la acequia y que se envuelva
con un trapo.
-¡Pero si le duele! -intervino Enrique-. No puede caminar bien.
Don Santos meditó un momento. Desde el chiquero llegaban los gruñidos
de Pascual.
-¡Y a mi! -preguntó dándose un palmazo en la pierna de palo- ¿Acaso no
em duele la pierna? Y yo tengo setenta años y yo trabajo…..!Hay que dejarse
de mañas!
Efraín salió a la calle con su lata, apoyado en el hombro de su hermano.
Media hora después regresaron con los cubos casi vacíos.
-¡No podía más! –dijo Enrique al abuelo-. Efraín está medio cojo.
Don Santos observó a sus nietos como si meditara una sentencia.
-Bien, bien –dijo rascándose la barba rala y cogiendo a Efraín del
pescuezo lo arreó hacia el cuarto-. ¡Los enfermos a la cama! ¡A podrirse sobre el
colchón! Y tú harás la tarea de tu hermano. ¡Vete ahora mismo al muladar!
***
Cerca de mediodía Enrique regresó con los cubos repletos. Lo seguía un
extraño visitante: un perro escuálido y medio sarnoso.
-Lo encontré en el muladar -explicó Enrique- y me ha venido siguiendo.
Don Santos cogió la vara.
-¡Una boca más en el corralón! Enrique levantó al perro contra su pecho y
huyó hacia la puerta.
-¡No le hagas nada, abuelito! Le daré yo de mi comida.
Don santos se acercó, hundiendo su pierna de palo en el lodo.
-¡Nada de perros aquí! ¡Ya tengo bastante con ustedes!
Enrique abrió la puerta de la calle.
-Si se va él, me voy yo también.
El abuelo se detuvo. Enrique aprovechó para insistir:
-No come casi nada…mira lo flaco que está. Además, desde que Efraín
está enfermo, me ayudará. Conoce bien el muladar y tiene buena nariz para la
basura.
Don Santos reflexionó, mirando el cielo donde se condensaba la garúa. Sin
decir nada soltó la vara, cogió los cubos y se fue rengueando hasta el chiquero.
Enrique sonrió de alegría y con su amigo aferrado al corazón corrió
donde su hermano.
-¡Pascual, Pascual.....Pascualito! -cantaba el abuelo.
-Tú te llamaras Pedro –dijo Enrique acariciando la cabeza de su perro e
ingresó donde Efraín.
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Esa misma noche salió luna llena. Ambos nietos se inquietaron, porque
en esta época el abuelo se ponía intratable. Desde el atardecer lo vieron
rondando por el corralón, hablando solo, dando de varrillazos al empedrado.
Por momentos se aproximaba al cuarto, echaba una mirada a su interior y al
ver a sus nietos silenciosos, lanzaba un salivazo cargado de rencor. Pedro le
tenía miedo y cada vez que lo veía se acurrucaba y quedaba inmóvil como una
piedra.
-¡Mugre, nada más que mugre! -repitió toda la noche el abuelo, mirando
la luna.
A la mañana siguiente Enrique amaneció resfriado. El viejo, que lo sintió
estornudar en la madrugada, no dijo nada. En el fondo, sin embargo, presentía
una catástrofe. Si Enrique se enfermaba. ¿Quién se ocuparía de Pascual? La
voracidad del cerdo crecía con su gordura. Gruñía por las tardes con el hocico
enterrado en el fango. Del corralón de Nemesio, que vivía a una cuadra, se
habían venido a quejar.
Al segundo día sucedió lo inevitable: Enrique no se pudo levantar. Había
tosido toda la noche y la mañana lo sorprendió temblando, quemado por la fiebre.
-¿Tú también? -preguntó el abuelo.
Enrique señaló su pecho, que roncaba. El abuelo salió furioso del cuarto.
Cinco minutos después regresó.
-¡Está muy mal engañarme de esa manera! – plañía-. Abusan de mi porque
no puedo caminar. Saben bien que soy viejo, que soy cojo. ¡De otra manera los
mandaría al diablo y me ocuparía yo solo de Pascual!
Efraín se despertó quejándose y Enrique comenzó a toser.
-¡Pero no importa! Yo me encargaré de él. ¡Ustedes son basura, nada
más que basura! ¡Unos pobres gallinazos sin plumas! Ya verán cómo les saco
ventaja. El abuelo está fuerte todavía. ¡Pero eso sí, hoy día no habrá comida
para ustedes! ¡No habrá comida hasta que no puedan levantarse y trabajar!
A través del umbral lo vinieron levantar las latas en vilo y volcarse en la
calle. Media hora después regresó aplastado. Sin la ligereza de sus nietos el
carro de la Baja Policía lo había ganado. Los perros, además, habían querido
morderlo.
-¡Pedazos de mugre! ¡Ya saben, se quedarán sin comida hasta que no
trabajen!
Al día siguiente trató de repetir la operación pero tuvo que renunciar. Su
pierna de palo había perdido la costumbre de las pistas de asfalto, de las duras
aceras y cada paso que daba era como un lanzazo en la ingle. A la hora celeste
del tercer día quedó desplomado en su colchón, sin otro animo que para el
insulto.
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Desde entonces empezaron unos días angustiosos, interminables. Los tres
pasaban el día encerrados en el cuarto, sin hablar, sufriendo una especie de
reclusión forzosa. Efraín se revolcaba sin tregua, Enrique tosía. Pedro se
levantaba y después de hacer un recorrido por el corralón, regresaba con una
piedra en la boca, que depositaba en las manos de sus amos. Don Santos, a
medio acostar, jugaba con su pierna de palo y les lanzaba miradas feroces. A
mediodía se arrastraba hasta la esquina del terreno donde crecían verduras y
preparaba su almuerzo que devoraba en secreto. A veces aventaba a la cama de
sus nietos alguna lechuga o una zanahoria cruda, con el propósito o una
zanahoria cruda, con el propósito de excitar su apetito creyendo así hacer más
refinado su castigo.
Efraín ya no tenía fuerzas ni para quejarse. Solamente Enrique sentía
crecer en su corazón un miedo extraño y al mirar los ojos del abuelo creía
desconocerlos, como si ellos hubieran perdido su expresión humana. Por las
noches, cuando la luna se levantaba, cogía a Pedro entre sus brazos y lo
aplastaba tiernamente hasta hacerlo gemir. A esa hora el cerdo comenzaba a
gruñir y el abuelo se quejaba como si lo estuvieran ahorcando. A veces se
ceñía la pierna de palo y salía al corralón. A la luz del luna Enrique lo veía ir diez
veces del chiquero a la huerta, levantando los puños, atropellando lo que
encontraba en su camino. Por último reingresaba al cuarto y quedaba
mirándolos fijamente, como si quisiera hacerlos responsables del hambre de
Pascual.
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Infusorio: …………………………………………………………………………………
b) Pescozón: …………………………………………………………………………………
c) Carroña: …………………………………………………………………………………
d) Sigilo: …………………………………………………………………………………
e) Patraña: …………………………………………………………………………………
f) Plañir: …………………………………………………………………………………
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3. ¿Cómo cumplen su labor Efraín y Enrique en la calle casas
elegantes?
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7. ¿Por qué razón don Santos se ve obligado a levantar las latas y salir
a la calle en busca de basura?
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8. ¿Cómo fueron los días que sobrevivieron estando los dos niños en
cama y el abuelo imposibilitado de valerse por si mismo?
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9. ¿Qué es lo que el autor nos quiere comunicar con la breve frase que
cierra el relato: “Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla”?
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Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 2
LECTURA
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Candidos: …………………………………………………………………………………
b) Benévolo: …………………………………………………………………………………
c) Pectorales: …………………………………………………………………………………
d) Indulgencia …………………………………………………………………………………
s
e) Talegas: …………………………………………………………………………………
f) Bulas: …………………………………………………………………………………
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2 ¿Qué quiere decir Palma cuando escribe: “Que aquellos no eran estos
tiempos de Bancos y papel-manteca en que 15,000 duros no hacen peso
en el bolsillo?
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3 ¿Por qué les fue posible a los andaluces engañar a los catalanes?
Mencionar todos los elementos que entraron en juego para permitir el
engaño.
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Razonamiento Verbal: Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes
palabras:
Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 3
LECTURA
EL DESAFÍO
Mario Vargas Llosa
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-¿Cómo fue?
-Se encontraron esta tarde en Catacaos-. Leonidas limpió su frente con la
mano y fustigó el aire: unas gotas de sudor resbalaron de sus dedos al suelo.-
Ya se imaginaban lo demás…
-Bueno –dijo León-. Si tenían que pelear, mejor que sea así, con todas las
de la ley. No hay que aterrarse tampoco. Justo sabe lo que hace.
-Sí –repitió Leonidas, con un aire ido-. Tal vez es mejor que sea así.
Las botellas habían quedado vacías. Corría brisa y, unos momentos
antes, habíamos dejado de escuchar a la banda del cuartel Grau que tocaba
en la Plaza. El puente estaba cubierto por la gente que regresaba de la retreta y
las parejas que habían buscado la penumbra del Malecón comenzaban, también a
abandonar sus escondites. Por la puerta del “Río Bar” pasaba mucha gente.
Algunos entraban. Pronto, la terraza estuvo llena de hombres y mujeres que
hablaban en voz alta y reían.
-Son casi las nueve –dijo León-. Mejor nos vamos.
Salimos.
-Bueno, muchachos-dijo Leonidas—Gracias por la cerveza.
-¿Va a ser en “La Balsa”, no? –preguntó Briceño.
-Sí. A las once. Justo los esperará a las diez y media, aquí mismo.
El viejo hizo un gesto de despedida y se alejó por la Avenida Castilla.
Vivía en las afueras, al comienzo del arenal, en un rancho solitario, que parecía
custodiar la ciudad. Caminamos hacia la Plaza. Estaba casi desierta. Junto al
Hotel de Turistas, unos jóvenes discutían a gritos. Al pasar por su lado,
descubríamos en medio de ellos a una muchacha que escuchaba sonriendo. Era
bonita y parecía divertirse.
-El Cojo lo va a matar- dijo, de pronto, Briceño.
-Cállate –dijo León.
Nos separamos en la esquina de la Iglesia. Caminé rápidamente hasta mi
casa. No había nadie. Me puse un overol y dos chompas y oculté la navaja en el
bolsillo trasero del pantalón, envuelto en el pañuelo. Cuando salía, encontré a mi
mujer que llegaba.
-¿Otra vez a la calle? -dijo ella.
-Sí. Tengo que arreglar un asunto.
El chico estaba dormido, en sus brazos, y tuve la impresión que se
había muerto.
-Tienes que levantarte temprano –insistió ella-. ¿Te has olvidado que
trabajas los domingos?
-No te preocupes -dije-. Regreso en unos minutos.
Caminé de vuelta hacia el “Río Bar” y me senté la mostrador. Pedí una
cerveza y un sándwich, que no terminé: había perdido el apetito. Alguien me
tocó el hombro. Era Moisés, el dueño del local.
-¿Es cierto lo de la pelea?
-Sí. Va a ser en “La Balsa”. Mejor te callas.
-No necesito que me adviertas –dijo-. Lo supe hace un rato. Lo siento por
Justo pero, en realidad, se lo ha estado buscando hace tiempo. Y el Cojo
buscando hace tiempo. Y el Cojo no tiene mucha paciencia, ya sabemos.
-El Cojo es un asco de hombre.
-Era tu amigo antes….comenzó a decir Moisés, pero se contuvo.
Alguien lo llamó desde la terraza y se alejó, pero a los pocos minutos
estaba de nuevo a mi lado.
-¿Quieres que yo vaya? –me preguntó.
-No. Con nosotros basta, gracias.
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“No te acerques tanto”, dijo Leonidas, junto a mi, en voz tan baja que sólo yo
podía oírlo, en el momento que el bruto, la sombra deforme y ancha que se
había empequeñecido, replegándose sobre si misma como una oruga,
recobrada brutalmente su estatura normal y, al crecer y arrojarse, nos quitaba
de la vista a Justo. Uno, dos, tal vez tres segundos estuvimos sin aliento,
viendo la figura desmesurada de los combatientes abrazados y escuchamos un
ruido breve, el primero que oíamos durante el combate, parecido a un eructo.
Un instante después surgió a un costado de la sombra gigantesca, otra, más
delgada y esbelta, que de dos saltos volvió a levantar una muralla invisible
entre los luchadores. Esta vez comenzó a girar el Cojo: movía su pie derecho y
arrastraba el izquierdo. Yo me esforzaba en vano para que mis ojos atravesaran
la penumbra y leyeran sobre la piel de Justo lo que había ocurrido en esos
tres segundos, cuando los adversarios, tan juntos como dos amantes, formaban
un solo cuerpo. “¡Sal de ahí!”, dijo Leonidas muy despacio. ¿Por qué demonios
peleas tan cerca? Misteriosamente, como si la ligera brisa que corría le
hubiese llevado ese mensaje secreto, Justo comenzó también a brincar igual
que el Cojo. Agazapados, atentos, feroces, pasaban de la defensa al ataque y
luego a la defensa con la velocidad de los relámpagos, pero los amagos no
sorprendían a ninguno: al movimiento rápido del brazo enemigo, estirando
como para lanzar una piedra, que buscaba no herir, sino desconcertar al
adversario, confundirlo un instante, quebrarle la guardia, respondía el otro,
automáticamente, levantando el brazo izquierdo, sin moverse. Yo no podía ver
las caras, pero cerraba los ojos y las veía, mejor que si estuviera en medio de
ellos: el Cojo, transpirando, la boca cerrada, sus ojillos de cerdo incendiados,
llameantes tras los párpados, su piel palpitante, las aletas de su nariz chata y
del ancho de su boca, agitadas por su temblor inverosímil; y Justo, con su
mascara habitual de desprecio, acentuada por la cólera, y sus labios húmedos
de exasperación y fatiga. Abrí los ojos a tiempo para ver a Justo abalanzarse
alocada, ciegamente sobre el otro, dándole todas las ventajas, ofreciéndole su
cuerpo. La ira y la impaciencia elevaron su cuerpo, lo mantuvieron
extrañamente en el aire, recortado contra el cielo, lo estrellaron sobre su presa
con violencia. La salvaje explosión debió
sorprender al Cojo que, por un tiempo
brevísimo, quedó indeciso y, cuando se
inclinó, alargando su brazo como una flecha,
ocultando a nuestra vista la brillante hoja
que perseguíamos alucinados, supimos que
el gesto de locura de Justo no había sido
inútil del todo. Con el choque, la noche que
nos envolvía se pobló de rugidos
desgarradores y profundos que brotaban
como chispas de los combatientes. No
supimos entonces, no sabremos ya cuánto
tiempo estuvieron abrazados en ese poliedro
convulsivo, pero, aunque sin distinguir
quién era quién, sin saber de qué brazo
partían esos golpes, qué garganta profería
esos rugidos que se sucedían como ecos,
vimos muchas veces, en el aire, temblando hacia el cielo, o en medio de la
sombra, abajo, a los costados, las hojas desnudas de las navajas, veloces,
iluminadas, ocultarse y aparecer, hundirse o vibrar en la noche, como en un
espectáculo de magia.
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-No lloré, viejo –dijo León-. No he conocido a nadie tan valiente como su
hijo. Se lo digo de veras.
Leonidas no contestó. Iba detrás de mi, de modo que yo no podía verlo.
A la altura de pos primeros ranchos de Castilla, pregunté:
-¿Lo llevamos a su casa, don Leonidas?
-Sí –dijo el viejo, precipitadamente, como si no hubiera escuchado lo que
le decía.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Oblongo: …………………………………………………………………………………
b) Brizna: …………………………………………………………………………………
c) Oruga: …………………………………………………………………………………
d) Amago: …………………………………………………………………………………
e) Fustigar: …………………………………………………………………………………
f) Azuzar: …………………………………………………………………………………
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10. ¿Qué hicieron los amigos de Justo una vez concluida la pelea?
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Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 4
LECTURA
Los cuatros términos que el Imperio de los Incas tenía cuando los españoles
entraron en él son los siguientes: Al norte llegaba hasta el río Ancasmayu, que
corre entre los confines de Quito y Pasto; quiere decir, en la lengua general del
Perú, río azul; está debajo de la línea equinoccial, casi perpendicularmente. Al
medio día tenía por término al río Mauli, que corre de este a oeste pasado el reino
de Chile, antes de llegar a los araucos, el cual está más de cuarenta grados de la
equinoccial al sur. Entre estos dos ríos pone poco menos de mil y trescientas
leguas de largo por tierra desde el río Ancasmayu hasta los Chichas, que es la
última provincia de los Charcas, Norte, Sur…
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
CUZCO Y ROMA
El Cuzco en su Imperio fue otra Roma en el suyo; y así se puede cortejar la una con
la otra, porque se asemejan en las cosas más generosas que tuvieron. La primera y
principal, en haber sido fundadas por sus primeros reyes. La segunda, en las
muchas y diversas naciones que conquistaron y sujetaron a su imperio. La
tercera, en las leyes tantas y tan buenas y bonísimas, que ordenaron para el
gobierno de sus repúblicas. La cuarta en los varones tantas y tan excelentes, que
engendraron, y con su buena doctrina urbana y militar criaron. En las cuales Roma
hizo ventaja al Cuzco, no por haberlos criado mejores, sino por haber sido más
venturosa en haber alcanzado letras, eternizado con ellas a sus hijos, que los tuvo,
no menos ilustres por las ciencias, que excelentes por las armas; los cuales se
honraron al trocado, unos a otros; estos haciendo hazañas en la guerra y la paz; y
aquellos escribiendo las unas y las otras, para honra de su patria, y perpetua
memoria de ellos.
No les faltó habilidad a los amautas, que eran los filósofos, para componer
comedias y tragedias, que en días y fiestas solemnes representaban delante de sus
reyes y de los señores que asistían en la corte. Los representantes no eran viles.
Sino incas y gente noble, hijos de curacas y los mismos curacas y capitanes, hasta
maeses de campo, porque los autos de las tragedias se representasen al propio,
cuyos argumentos siempre eran de hechos militares, de triunfos y victorias, de las
hazañas y grandezas de los reyes pasados y de otras heroicas varones. Los
argumentos de las comedias eran de agricultura, de hacienda, de cosas caseras y
familiares. Los representantes, luego que se acaba la comedia, se sentaban en sus
lugares conforme a su calidad y oficio. No hacían entremeses deshonestos, viles y
bajos: todo era de cosas graves y honestas, con sentencias y donaires permitidos
en tal lugar. A los que se aventajaban en la gracia del representar les daban joyas y
favores de mucha estima.
De la poesía alcanzaron otra poca, porque supieron hacer versos cortos y largos,
con medida de sílabas; en ellos ponían sus cantares amorosos, con tonadas
diferentes, como se ha dicho. También componían en verso, las hazañas de sus
reyes y de otros famosos incas y curacas principales, y los enseñaban a sus
descendientes por tradición, para que se acordasen de los buenos hechos de sus
pasados y los imitasen. Los versos eran pocos para que la memoria los guardase,
empero muy compendiosos como cifras. No usaron de consonante en los versos;
todos eran sueltos. Por la mayor parte semejaban a la natural compostura española
que llaman redondillas. Una canción amorosa compuesta en cuatro versos me
ofrece la memoria; por ellos se verá el artificio de la compostura y la significación
abreviada, compendiosa, de lo que en su rusticidad querían decir. Los versos
amorosos hacían cortos, porque fuesen más fáciles de tañer en la flauta. Holgara
poner también la tonada en puntos de canto de órgano, para que se viera lo uno y lo
otro, más la impertinencia me excusa del trabajo.
La canción es la que se sigue y su traducción en castellano:
Caylla llapi Al cántico
Puñunqui quiere decir: dormirás
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
Al pobre príncipe (Túpac Amaru) sacaron en una mula, con una soga al cuello, y las
manos atadas, y un pregonero delante, que iba pregonando su muerte, y la causa
de ella, que era tirano, traidor contra la corona de la Majestad Católica. El Príncipe,
oyendo el pregón, no entiendo el lenguaje español, preguntó a los religiosos que
con él iban, qué era lo que aquel hombre iba diciendo. Declaráronle, que le
mataban porque era auca contra el Rey, su Señor. Entonces mandó que le llamasen
aquel hombre y cuando le tubo cerca, le dijo: “No digas eso que vas pregonando,
pues sabes que es mentira, que yo no he hecho traición, ni he pensado hacerlo,
como todo el mundo lo sabe. Di que me matan porque el virrey (Francisco de
Toledo) lo quiere, y no por mis delitos, que no he hecho ninguno contra él, ni contra
el Rey de Castilla: yo llamo al Pachacamac que es verdad lo que digo: con esto
pasaron delante los ministros de la justicia. A la entrada de la plaza salieron una
gran banda de mujeres, de todas las edades, alguitas de ellas de sangre real, y las
demás mujeres hijas de los caciques de la comarca de aquella ciudad; y con
grandes voces y alaridos, con muchas lagrimas le dijeron: Inca, ¿Por qué te llevan a
cortar la cabeza, qué delitos, que traiciones has hecho, para merecer tal muerte?
Pide a quien te la da, que mande matarnos a todas, pues somos tuyas por sangre, y
dichosas iremos en tu compañía, que quedar por siervas y esclavas de los que
matan. Entonces temieron que hubiera algún alboroto en la ciudad, según ele
ruido, grita, vocería, que levantaron los que miraban la ejecución de aquella
sentencia tan no pensada ni imaginada por ellos. Pasaban de trescientas mil
ánimas, los que estaban en aquellas dos plazas, calles, ventanas, y tejados para
poderla ver. Los ministros se dieron prisa, hasta llegar al tablado, donde el
príncipe subió, y los religiosos, que le acompañaban, y el verdugo en pos de ellos,
con su alfanje en la mano. Los indios, viendo su Inca tan cercano a la muerte, de
lástimas y dolor se sintieron, levantaron murmullo, vocería, gritos y alaridos; de
manera que no se podían oír. Los sacerdotes que hablaban con el Príncipe, le
pidieron que mandase callar a aquellos indios. El Inca, alzó el brazo derecho, con la
mano abierta y la puso en derecho del oído, y de allí la bajó poco a poco, hasta
ponerla sobre el muslo derecho. Con lo cual sintiendo los indios, que les mandaba
callar, cesaron sus gritos y vocerías, y quedaron con tanto silencio, que parecía no
haber ánima nacida en toda aquella ciudad. De lo cual se admiraron mucho los
españoles, y el virrey entre ellos, el cual estaba en una ventana, mirando la
ejecución de la sentencia. Notaron con espanto la obediencia, que los indios tenían
a su príncipe, que aún en aquel paso lo mostrasen, como todos los vieron. Luego
cortaron la cabeza al Inca; el cual recibió aquella pena, y tormento, con el valor y
grandeza de ánimo que los incas, y todos los indios notables suelen recibir
cualquiera inhumanidad, y crueldad, que les hagan.
Tuvieron los incas amautas que el hombre era compuesto de cuerpo y ánima y que
el ánima era espíritu inmortal y que el cuerpo era hecho de tierra, porque le veían
convertirse en ella, y así le llamaban Allpacamasca, que quiere decir tierra animada.
Y para diferenciarle de los brutos le llamaban runa, que es hombre de
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entendimiento y razón, y a los brutos en común dicen llama, que quiere decir bestia.
Diéronles lo que llaman ánima vegetativa y sensitiva, porque les veían crecer y
sentir, pero no la racional. Creían que había otra vida después de esta, con pena
para los malos y descanso para los buenos. Dividían el universo en tres mundos:
llaman al cielo Hanan Pacha, que quiere decir mundo alto, donde decían que iban
los buenos a ser premiados de sus virtudes; llamaban Urín Pacha a este mundo de
la generación y la corrupción, que quiere decir baxo mundo; llaman Ucu Pacha al
centro de la tierra, que quiere decir mundo inferior de allá abaxo, donde decían que
iban a parar los malos y para declararlos más le daban otro nombre, que es Zupaipa
Huasin, que quiere decir Casa del Demonio…
COMPRENSIÓN DE LECTURA
Con ayuda del diccionario anota el significado de las
Vocabulario:
siguientes palabras:
a) Equinoccional: ………………………………………………………………………………
b) Confina: ………………………………………………………………………………
c) Trocado: ………………………………………………………………………………
d) Curacas: ………………………………………………………………………………
e) Doctrinas: ………………………………………………………………………………
f) Alaridos: ………………………………………………………………………………
1. ¿Qué clase de empresa fue la conquista del Imperio Incaico? ¿Qué ocurrió
con los vencedores? ¿Qué sucedió en el campo idiomático?
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4. Cite a los cronistas más notables, siguiendo la clasificación de Tamayo
Vargas.
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6. ¿En qué se parecen Cuzco y Roma? ¿En qué aventaja ésta o aquélla?.
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Sinónimo Antónimo
TEXTO Nº 5
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LECTURA
LA METAMORFOSIS
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dolorcillo, producido sin duda por alguna postura incomoda, y que, una vez
levantado, resultaba ser obra de su imaginación; y tenia curiosidad por ver
cómo habrían de desvanecerse paulatinamente sus imaginaciones de hoy. No
dudaba tampoco lo más mínimo de que el cambio de su voz era simplemente
el preludio de un resfriado mayúsculo, enfermedad profesional del viajante de
comercio.
Arrojar la colcha lejos de sí era casa harto sencilla. Bastaríale para ello con
albombarse un poco: la colcha caería por sí sola. Pero la dificultad estaba en
la extraordinaria anchura de Gregorio. Para incorporarse, podía haberse ayudado
de los brazos y las manos; más, en su lugar, tenia ahora innumerables patas en
constante agitación y le era imposible hacerse dueño de ellas. Y el caso es que
él quería incorporarse. Se estiraba; lograba por fin dominar una de sus patas;
pero, mientras tanto, las demás proseguían su libre y dolorosa agitación. “No
conviene hacer el zángano en la cama”, pensó Gregorio.
Primero intentó sacar el lecho la parte del cuerpo. Pero esta parte inferior
que por cierto no había visto todavía, y que, por lo tanto, le era imposible
representarse en su exacta conformación resultó ser demasiado difícil de mover.
La operación se inició muy despacio. Gregorio, frenético ya, concentró toda su
energía y, sin pararse en barras, se arrastró hacia delante. Mas, calculó mal la
dirección, se dio un tremendo golpe contra los pies de la cama, y el dolor que
esto le produjo demostróle, con su agudez, que aquella parte inferior de su
cuerpo era quizás, precisamente, en su nuevo estado, la más sensible. Intentó,
pues, sacar primero la parte superior, y volvió cuidadosamente la cabeza hacia
el borde del lecho. Esto no ofreció ninguna dificultad, y, no obstante su anchura
y su peso, el cuerpo todo siguió por fin, aunque lentamente, el movimiento
iniciado por la cabeza. Mas, al verse con ésta colgando en el aire, le entró miedo
de continuar avanzando en igual forma, porque, dejándose caer así, era preciso
un verdadero milagro para sacar intacta la cabeza; y ahora menos que nunca,
quería Gregorio perder el sentido. Antes prefería quedarse en la cama.
Mas cuando, después de realizar a la inversa los mismos esfuerzos,
subrayándolos con hondísimo suspiros, hallóse de nuevo en la misma posición
y tornó a ver a sus patas presas de una excitación mayor que antes, si era
posible, comprendió que no disponía de medio alguna para remediar tamaño
absurdo, y volvió a pensar que no debía seguir en la cama y que lo más cuerdo
era arriesgarlo todo, aunque sólo le quedase una intima esperanza. Pero al
punto recordó que, aquella mañana ocultaba por completo el lado opuesto de la
calle, poca esperanza y escasos ánimos, había de infundirle. “Las siete ya dijote
al oír de nuevo el despertador. Las siete ya, y todavía sigue la niebla”. Durante
unos momentos, permaneció echado, inmóvil y respirando quedó, cual si
esperase volver en el silencio a su estado normal.
Pero, a poco, pensó: “Antes de que den las siete y cuarto es indispensable
que me haya levantado. Sin contar que, entre tanto, vendrá seguramente
alguien del almacén a preguntar por mi, pues allí abren antes de las siete”. Y
se dispuso a salir de la cama, balanceándose cuan largo era. Dejándose caer en
esta forma, la cabeza, que tenia el firme propósito de mantener enérgicamente
erguida, saldría probablemente sin daño alguno. La espalda parecía tener
resistencia bastante: nada le pasaría al dar con ella en la alfombra.
Únicamente hacíale vacilar el temor de cada puerta, cuando no aun susto, por
lo menos a una inquietud. Más no quedaba otro remedio que afrontar esta
perspectiva.
Ya estaba Gregorio a medias fuera de la cama (el nuevo método antes
parecía un juego que un trabajo, pues sólo implicaba el balancearse siempre
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
hacia atrás), cuando cayó en la cuenta de que todo seria muy sencillo si
alguien viniese en su ayuda. Con dos personas robustas (y pensaba en su padre
y en la criada) bastaría. Sólo tendrían que pasar los brazos por debajo de su
abombada espalda, desenfundarle del lecho y, agachándose luego con la carga,
permitirle que las patas demostrarían su razón de ser. Ahora bien, y presidiendo
de que las puertas estaban cerradas ¿conveníale realmente pedir ayuda? Pese
a lo apurado de su situación, no pudo por menos de sonreírse.
(3) Había adelantado ya tanto, que un solo balanceo más pronunciado que
los anteriores, bastaría para hacerle perder casi por completo el equilibrio.
Además, muy pronto no le quedaría otro remedio que tomar una determinación,
pues sólo faltaban ya cinco minutos para siete y cuarto. En esto, llamaron a la
puerta del piso. “De seguro es alguien del almacén” pensó Gregorio, quedando
de pronto suspenso, mientras sus patas seguían andando cada vez más
rápidamente. Un punto, permaneció todo en silencio. “No abren” pensó entonces
asiéndose a tan descabellada esperanza. Pero, como no podía por menos
suceder, sintiéndose aproximarse a la puerta las fuertes pisadas de la criada. Y la
puerta se abrió. Bástole a Gregorio oír la primera palabra pronunciada por el
visitante, para percatarse de quién era. Era el principal en persona. ¿Por qué
estaría Gregorio condenado a trabajar en una casa en la cual la más mínima
ausencia despertaba inmediatamente las más trágicas sospechas? ¿es que los
empleados, todos en general y cada uno en particular, no eran sino unos pillos?
¿Es que no podía haber entre ellos algún hombre de bien que, después de
perder aunque sólo fuese un par de horas de la mañana, se volviese loco de
remordimiento y no se hallase en condiciones de abandonar la cama? ¿Es que
no estaba acaso con mandar a preguntar por un chico, suponiendo que tuviese
fundamento esta manía de averiguar, sino de que era preciso que viniese el
mismísimo principal a enterar a toda una inocente familia de que sólo él tenia
calidad para intervenir en la investigación d e tan tenebroso asunto? Y Gregorio,
más bien sobreexcitado por estos pensamientos que ya decidido a ellos,
arrojóse enérgicamente del lecho. Se oyó un golpe sordo, pero que no podía
propiamente calificarse de estruendo. La alfombra amortiguó la caída; la
espalda tenia también mayor elasticidad de lo que Gregorio había supuesto, y
esto evitó que el ruido fuese tan espantoso como temía. Pero tuvo cuidado de
mantener la cabeza suficientemente erguida; se hirió, y el dolor le hizo restregarla
rabiosamente contra la alfombra.
-Algo ha ocurrido ahí dentro dijo el principal en la habitación de la
izquierda. Gregorio intentó imaginar que al principal pudiera sucederle algún
día lo mismo que hoy a él, posibilidad ciertamente muy admisible. Pero el
principal, como contestando brutalmente a esta suposición, dio con energía
unos cuantos pasos por el cuarto vecino, haciendo crujir sus botas de charol.
Desde la habitación contigua de la derecha, susurró la hermana esta noticia:
“Gregorio, que ahí está el principal”. “Ya lo sé”, contestó Gregorio para sus
adentros. Pero no osó levantar la voz hasta el punto de hacerse oír de su
hermana.
Gregorio dijo por fin el padre desde la habitación contigua de la
izquierda, Gregorio, ha venido el señor principal y pregunta por qué no te
marchaste en el primer tren. No sabemos lo que debemos contestarle. Además,
desea hablar personalmente contigo. Con que haz el favor de abrir la puerta. El
señor principal tendrá la bondad de disculpar al desorden del cuarto. ¡Buenos
días señor Samsa! terció entonces amablemente el principal. No se encuentra
bien dijo la madre a este ultimo mientras el padre continuaba junto a la puerta.
No está bueno, créame usted, señor principal. ¿Cómo, si no, iba Gregorio a
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
perder el tren? Si el chico no tiene otra cosa en la cabeza más que el almacén.
Si casi me molesta que no salga ninguna noche!. Ahora, por ejemplo, ha estado
aquí ocho días; pues bien, ni una sola noche ha salido de casa” Se sienta con
nosotros, haciendo coro alrededor de la mesa, lee el periódico sin decir palabra
o estudia itinerarios. Su única distracción consiste en trabajos de carpintería. En
dos o tres veladas, ha tallado un marquito. Cuando lo vea usted, se va a
asombrar; es precioso. Ahí esta colgado, en su cuarto; ya lo verá usted en
seguida, en cuanto abra Gregorio. Por otra parte, celebro verle a usted, señor
principal, pues nosotros solos nunca hubiéramos podido decidir a Gregorio a
abrir la puerta. ¡Es más tozudo! Seguramente no se encuentra bien, aunque antes
dijo lo contrario. Voy en seguida – Exclamó lentamente Gregorio, circunspecto y
sin moverse para no perder palabra alguna de la conversación. De otro modo, no
sabría explicármelo, señora repuso el principal. Es de esperar que no será nada
serio. Aunque, por otra parte, no tengo más remedio que decir que nosotros, los
comerciantes, desgraciada o afortunadamente, como se quiera, tenemos a la
fuerza que saber sufrir a menudo ligeras indisposiciones, anteponiendo a todo
los negocios. Bueno, preguntó el padre, impacientándose y tornando a llamar a la
puerta: ¿puede entrar señor principal? No, respondió Gregorio. En la habitación
contigua de la izquierda reinó un silencio lleno de tristeza, y en la habitación
contigua de la derecha, comenzó a sollozar la hermana.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Alfeizar …………………………………………………………………………………
b) Rebullicio …………………………………………………………………………………
c) Crujir: …………………………………………………………………………………
d) Inaudito: …………………………………………………………………………………
e) Escozor: …………………………………………………………………………………
f) Galeno: …………………………………………………………………………………
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2. ¿Qué trabajo desempaña? ¿Por qué tiene ese compromiso laboral?
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6. Explica los esfuerzos que hace para despojarse de esa “fantasía” que
cree estar viviendo?
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8. Explica qué nos revela esta alegoría del hombre convertido en insecto.
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9. ¿Cuáles son en tu concepto los principales conflictos de la vida
moderna, sobre todo, a nivel de tu generación?
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Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 6
LECTURA
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la noche, ya sabía que no dormiría bien esa noche, y que me despertaría antes
de sonar el despertador.
Partimos ese sábado muy temprano, pero tuvimos que perder mucho
tiempo en la oficina, antes de entrar en la carretera al sur. Parece que mi padre
tenía todavía cosas que ver allí, tal vez recibir las ultimas instrucciones de su
jefe. No sé; yo me quedé esperándolo afuera, en el auto, y empecé a temer que
llegaríamos mucho más tarde de lo que habíamos calculado.
Una vez en la carretera, eran otras mis preocupaciones. Me padre
manejaba, como siempre, despacísimo; más despacio de lo que mamá le había
pedido que manejara. Uno tras otro, los automóviles nos iban dejando atrás, y
yo no miraba a mi padre para que no se fuera a dar cuenta de que eso me
fastidiaba un poco, en realidad me avergonzaba bastante. Pero nada había que
hacer, y el viejo Pontiac, ya muy viejo el pobre, avanzaba lentísimo , anchísimo,
negro e inmenso, balanceándose como una lancha sobre la carretera recién
asfaltada.
A eso de la mitad del camino, mi padre decidió encender la radio. Yo no sé
qué le pasó; bueno, siempre sucedía lo mismo, pero sólo probó una estación,
estaban tocando una guaracha, y apagó inmediatamente sin hacer ningún
comentario. Me hubiera gustado escuchar un poco de música, pero no le dije
nada. Creo que por eso le gustaba llevarme en sus viajes; yo no era un
muchachillo preguntón; m e gustaba ser dócil; estaba consciente de mi
docilidad. Pero eso sí, era muy observador.
Y por eso lo miraba de reojo, y ahora lo estoy viendo manejar. Lo veo
jalarse un poquito el pantalón desde las rodillas, dejando aparecer las medias
blancas, impecables, mejores que las mías, porque yo todavía soy un niño;
blancas e impecables porque estamos yendo a Paracas, hotel de lujo, lugar de
verano, mucha plata y todas esas cosas. Su saco es el mismo de todos los
viajes fuera de Lima, gris, muy claro, sport; es norteamericano y le va a durar toda
la vida. El pantalón es gris, un poco más oscuro que el saco, y la camisa es la
camisa vieja más nueva del mundo; a mí nunca me va a durar una camisa como
le duran a mi padre.
Y la boina; la boina es vasca; él dice que es vasca de pura sepa. Es para
los viajes; para el aire, para la calvicie. Porque mi padre es calvo, calvísimo, y
ahora que lo estoy viendo ya no es un hombre alto. Ya aprendí que mi padre no
es un hombre alto, sino más bien bajo. Es bajo y muy flaco. Bajo, calvo y
flaco, pero yo entonces tal vez no lo veía aún así, ahora ya sé que sólo es el
hombre más bueno de la tierra, dócil como yo, en realidad se muere de miedo de
sus jefes; de esos jefes que lo quieren tanto porque hace siete millones de años
que no llega tarde ni se enferma ni falta a la oficina; esos jefes que yo he visto
cómo le dan palmazos en la espalda y se pasan la vida felicitándolo en la puerta
de la iglesia los domingos; pero a mí hasta ahora no me saludan, y mi padre se
pasa la vida diciéndole a mi madre, en la puerta de la iglesia los domingos, que
las mujeres de sus jefes son distraídas o no la han visto, porque a mi madre
tampoco la saludan, aunque a él, a mi padre, no se olvidaron de mandarle sus
saludos y felicitaciones cuando cumplió un millón de años más sin enfermarse
ni llegar tarde a la oficina, la vez aquella en que trajo esas fotos en que, estoy
seguro, un jefe acababa de palmearle la espalda, y otro estaba a punto de
palmeársela; y esa otra foto en que ya los jefes se habían marchado del
cocktail, pero habían asistido, te decía mi padre, y volvía a mostrarle la primera
fotografía.
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Jimmy que lo mandara matarse. De los cuatro que estábamos ahí, Jimmy era el
único sereno.
Y ahí empezó la cosa. Estoy viendo a mi padre ofrecerle a Jimmy
un poquito de vino en una copa. Ahí empezó mi terror.
-No, gracias -dijo Jimmy-. Tomé vino con el almuerzo-. Y sin mirar al
mozo, le pidió un whisky.
Miré a mi padre: los ojos fijos en el plato, sonreía y se atragantaba un
bocado de corvina que podía tener millones de espinas. Mi padre ni impidió
que Jimmy pidiera es whisky, y ahí venia el mozo casi bailando con el vaso en
una bandeja de plata, había que verlo sonreírse al hijo de puta. Y luego
Jimmy sacó un paquete de Chesterefield, lo puso sobre la mesa, encendió
uno, y sopló todo el humo sobre la calva de mi padre, claro que no lo hizo
por mal, lo hizo simplemente, y luego continuó bellísimo, sonriente, mirando
había el mar, pero ni mi padre ni yo queríamos ya postres.
-¿Desde cuándo fumas? -le preguntó mi padre con voz temblorosa.
-No sé; no me acuerdo –dijo Jimmy, ofreciéndome un cigarrillo.
-No, no, Jimmy; no…
-Fuma no más hijito; no desprecies a tu amigo.
Estoy viendo a mi padre decir esas palabras, y luego recoger una
servilleta que no se le había caído, casi recoge el pie del mozo que seguía ahí
parado, Jimmy y yo fumábamos, mientras mi padre nos contaba que a él nunca
le había atraído eso de fumar, y luego de una afección a los bronquios que tuvo
no sé cuándo, pero Jenny empezó a hablar de automóviles, mientras yo
observaba la ropa que llevaba pues, parecía toda de seda, y la camisa de mi padre
empezó a envejecer lastimosamente, ni su saco norteamericano le iba a durar
toda la vida.
-¿Tú manejas, Jimmy? -preguntó mi padre.
-Hace tiempo. Ahora estoy en el cerro de mi hermana; el otro día estrellé
mi carro, pero ya le va a llegar otro a mi papá. En la hacienda tenemos varios
carros.
Y yo muerto de miedo, pensando en el Pontiac; tal vez Jimmy se iba a
enterar que ése era el de mi padre, se iba a burlar tal vez, lo iba a ver más
viejo, más ancho, más feo que yo. “¿Para qué vinimos aquí?” Estaba
recordando la compra del Pontiac, a mi padre convenciendo a mamá, “un
pequeño sacrificio”, y luego también los sábados por la tarde, cuando lo
lavábamos, asunto de familia, todos los hermanos con latas de agua, mi padre
con la manguera, mi madre en el balcón, nosotros locos por subir, por coger el
timón, y mi padre autoritario: “Cuando sean grandes, cuando tengan brevete”, y
luego, sentimental: “Me ha costado años de esfuerzo”
-¿Tienes brevete, Jimmy?
-No; no importa; aquí todos me conocen.
Y entonces fue que mi padre le preguntó que cuántos años tenía, y fingió
creerle cuando dijo que dieciséis, y yo también, casi le digo que era un
mentiroso, pero para qué, todo el mundo sabía que Jimmy estaba en mi clase y
que no había cumplido aún los catorce años.
-Manolo se va conmigo -dijo Jimmy; vamos a pasear en el carro de mi
hermana.
Y mi padre cedió una vez más, nuevamente sonrió, y le encargó a Jimmy
saludar a su padre.
-Son casi las cuatro –dijo, voy a descansar un poco, porque a las siete
tengo una reunión de negocios. Se despidió de Jimmy, y se marchó sin decirme
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a qué hora debía de regresar, yo casi le digo que no se preocupara, que no nos
íbamos a estrellar.
Jimmy no me preguntó cuál era mi carro. No tuve por qué decirle que el
Pontiac ese negro, el único que había ahí era el carro de mi padre. Ahora si se
lo diría y luego, cuando se riera sarcásticamente, le escupiría en la cara, aunque
todos esos mozos que lo habían saludado mientras salíamos, todos esos que a
mi no me hacían caso, se vinieran encima a matarme por haber ensuciado esa
maravillosa cara de monedita de oro, esas manos de primera enamorada que
estaban abriendo la puerta de un carro del jefe de mi padre.
Y esa noche, bebí los primeros whiskies de mi vida, la primera, copa llena
de vino de mi vida, en una mesa impecable, con un mozo que bailaba sonriente
y constante alrededor de nosotros. Todo el mundo andaba elegantísimo en ese
comedor lleno de luces y de carcajadas de mueres muy bonitas, hombres
grandes y colorados que deslizaban sus manos sobre los anillos de oro de
Jimmy, cuando pasaban hacia sus mesas. Fue entonces que me pareció
escuchar el final del chiste que había estado contando mi padre, le puse cara
de malo, y como que lo encerré en su salita con esos burdos agricultores que
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Docilidad: …………………………………………………………………………………
b) Aperitivo: …………………………………………………………………………………
c) Bungalow: …………………………………………………………………………………
d) Oasis: …………………………………………………………………………………
e) Mueca: …………………………………………………………………………………
f) Aperitivo: …………………………………………………………………………………
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6. ¿Qué decide Jimmy al término del almuerzo? ¿Qué lugares visitan los
dos amigos en el veloz automóvil?
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7. ¿Qué hace en cambio don Juanito una vez que se han marchado los
niños?
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MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:
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3. Escriba los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida
la obra, indicando el número de la página.
a) “A pesar de mis pocos años, simpatizo con los que aman sin
esperanza” (Canto VIII, Pág. 51)
b) “Los sentimientos son esclavos de nuestra figura”
(Canto IX, Pág. 58)
c) “Si el fundamento de nuestra fe es la inmortalidad del alma, la
resurrección, reunión de los muertos en el seno del señor”.
)Canto XIX, Pág. 107)
d) “Las misericordiosas verdades en el evangelio sonaron como
dulce música en aquella lóbrega acelda”
(Canto XIX, Pág. 107)
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
Narra las luchas, los obstáculos que intervienen en una joven pareja que
pasan en un lugar llamado “Pompeya” como son Ione y Glauce, pero al
pasar el tiempo Nidia se interpone entre ellos, también Abraces, el
mago, y la maga quienes se unen para darle un filtro a través de una
bebida utilizando a Nidia: volviéndolo loco, de esta manera cobrando su
venganza, Abraces por el amor de Ione. Esta pide ayuda y recurre a
Abraces, personaje rey de los magos, y éste le responde: si salvo a
Glauco tu nunca serás su mujer.
Después de los remordimientos. Nidia le manifestaba a Arbaces, salva a
glauco, esta enfermo porque todo esto es la consecuencia del filtro.
Este mago desea poner fin a la enemistad que sentía por Glauco y deja
atrás el orgullo y la superioridad que le caracterizaba, y salva a Glauco
de la enfermar que le oprimía día a día.
Todos pensaban que Abraces hacia cambiado, pero era una astucia,
para ganarse la amistad de Ione.
La obra termina con la destrucción de Pompeya y de toda la ciudad
que ardía en llamas, y de la muerte de Abraces y la unión de Glauco y
Ione para siempre.
MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
3. Escriba los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida la
obra, indicando el número de la página.
La obra consta de cinco actos o capítulos, el primer acto consta de dos
escenas, el segundo acto de tres escenas, el tercer acto de dos escenas,
el acto cuarto de dos escenas y el acto quinto también de dos
escenas; y esta distribuido de la siguiente manera:
Acto primero:
Escena I – Pág. 113
Atenas - Cuarto en el palacio de Teseo
Entran Teseo, Hipólito, Filostrato y acompañamietos.
Escena II - Pág. 20
Entran Snung, Bottom, Flauto, Quincio y Starveling.
Acto segundo:
Escena I – Pág. 25
Bosque cerca de Atenas.
Entran una hada por una puerta y puck por otra.
Escena II - Pág. 27
Entran Oyeron por una puerta, con su séquito, y Titania por otra con
el suyo.
Acto Tercero
Escena I – Pág. 42
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
Acto Cuarto
Escena I – Pág. 66
Entran Titania y Botton, y hadas que les sirven tras de ellos
Oyeron sin ser visto.
Escena II – Pág. 74
Entran Quincio, Flauto, Snauet y Starveling
Pues la obra narra el amor que siente Demetrio por Hermia, el rechazo
de Hermia hacia Demetrio, el amor entre Lisandro y Hermia, la
insistencia de Egco padre de Hermia en hacerle casar con Demetrio, en
donde ella no siente amor por Demetrio sino por Lisandro, así mismo
narra el plazo que da Teseo (duque de Atenas) a Hermia para que piense
y acepte el deseo de su padre Egco, en donde sino aceptaba, el duque
Teseo le iba castigar con todo el peso de la ley que por entonces regia
en Atenas.
Así mismo narra acerca de la boda de Teseo con Hipólita, el amor que
siente Elena por Demetrio; pero Demetrio no la quiere sino más bien lo
odia y lo desprecia. En seguida, a causa de la amenaza de Teseo a Hermia,
Lisandro y su amada deciden huir de Atenas hacia un lejano bosque y
allí logran pernoctar esa noche y de esta huida sabia Elena, entonces
ella le cuenta a Demetrio diciendo que Hermia y Lisandro han huido de la
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
Finalmente ambas parejas llegan a ser felices, ya que Demetrio vuelve con
Elena y Lisandro con Hermia, es decir todo vuelve a su normalidad, como
dice cada cual debe tomar lo suyo y así fue.
MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
2. Anote el título de la introducción, del prólogo, prefacio, etc del autor o de otro
autor que puedan estar incluidas en esta edición.
No aparece.
3. Escribe los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida la obra,
indicando el número de la página.
La obra consta de 32 capítulos distribuidos en dos libros de la siguiente manera:
Capítulo I.- Hernando de Soto pide la conquista de la Florida al Emperador Carlos
I. Su Majestad le hace merced de ella. Pág. 9
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA
“Historia de la Florida” publicado en el año 1605, más conocida como “La Florida
del Inca”, encierra en sus páginas y relata la historia del descubrimiento y la
conquista de la Florida por el español Ponce de León Además nos narra las
luchas que hubieron entre españoles e indios para poder conquistarla.
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