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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

TEXTO Nº 1

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“LOS GALLINAZOS SIN PLUMA”


Julio Ramón Ribeyro

A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a


dar sus primeros pasos. Una fina niebla disuelva el perfil de los objetos y crea
como una atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad esta hora
parece que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vía
fantasmal. Las beatas se arrastran penosamente hasta desaparecer en los
pórticos de las iglesias. Los noctámbulos, macerados por la noche, regresan a
sus casas envueltos en sus bufandas y en su melancolía. Los basureros inician

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por la avenida Pardo su paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A


esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía, policías
bostezando contra los árboles, canillitas moradas de frío, sirvientas sacando los
cubos de basura. A esta hora, por último, como a una especie de misteriosa
consigna, aparecen los gallinazos sin plumas.
A esta hora el viejo don Santos se pone la pierna de palo y sentándose
en el colchón comienza a barrear:
-¡A levantarse! ¡ Efraín, Enrique! ¡Ya es hora!.
Los dos muchachos corren a la acequia del corralón frotándose los ojos
lagañosos. Con la tranquilidad de la noche el agua se ha remansado y en su
fondo transparente se ven crecer yerbas y deslizarse la cara, coge cada cual su
lata y se lanzan a la calle. Don Santos, mientras tanto, se aproxima al
chiquero y con su larga vara golpea el lomo de su cerdo que se revuelca
entre los desperdicios.
-¡Todavía te falta un poco, marrano! Pero guarda no más, que ya llegará tu
turno.
Efraín y Enrique se demoran en el camino, trepándose a los árboles para
arrancar moras o recogiendo piedras, de aquellas, filudas que cortan el aire y
hieren por la espalda. Siendo aún la hora celeste llegan a su dominio, una larga
calle ornada de casas elegantes que desemboca en el malecón.
Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha
dado la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otros
cajas de cartón, a veces sólo basta un periódico viejo. Sin conocerse forman
una especie de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad. Los
hay que merodean por los edificios públicos, otros han elegido los parquees o
los mutadores. Hasta los perros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios,
sabiamente aleccionados por la miseria.
Efraín y Enrique, después de un breve descanso, empiezan su trabajo.
Cada uno escoge una acera de la calle. Los cubos de basura están alineados
delante de las puertas. Hay que vaciarlos íntegramente y luego comenzar la
explotación. Un cubo de basura es siempre una caja de sorpresa. Se encuentran
latas de sardinas, zapatos viejos, pedazos de pan, pericotes muertos, algodones
inmundos. A ellos sólo les interesa los restos de comida. En el fondo del
chiquero. Pascual recibe cualquier cosas y tiene predilección por las verduras
ligeramente descompuestas. La pequeña lata de cada uno se va llenando de
tomates podridos, pedazos de sebo, extrañas salsas que no figuran en ningún
manual de cocina. No es raro, sin embargo, hacer un hallazgo valioso. Un día
Efraín encontró unos tirantes con los que fabricó una honda. Otra vez una pera
casi buena que devoró en el acto. Enrique, en cambio tiene suerte para las
cajitas de remedios, los pomos brillantes, las escobillas de dientes usadas y
otras semejantes que colecciona con avidez.
Después de una rigurosa selección regresan la basura al cubo y se
lanzan sobre el próximo. No conviene demorarse mucho porque el enemigo
siempre está al acecho. A veces son sorprendidos por las sirvientas y tienen
que huir dejando regado su botín. Pero, con más frecuencia, es el carro de la
Baja Policía el que aparece y entonces la jornada está perdida.
Cuando el sol asoma sobre las lomas, la hora celeste llega su fin. La
niebla se ha disuelto, las beatas están sumidas en éxtasis, los noctámbulos
duermen, los canillitas han repartido los diarios, los obreros trepan a los
andamios. La luz desvanece el mundo mágico del alba. Los gallinazos sin plumas
han regresado a su nido.

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***

Don Santos los esperaba con el café preparado.


-A ver, ¿Qué cosa me ha traído?
Husmeaba entre las latas y si la provisión estaba buena hacia siempre el
mismo comentario:
-Pascual tendrá banquete hoy día.
Pero la mayoría de las veces estallaba:
-¡Idiotas! ¿Qué han hecho hoy día? ¡Se han puesto a jugar seguramente!
¡Pascual se morirá de hambre!
Ellos huían hacia el emparrado, con las orejas ardiendo de los pescozones,
mientras el viejo se arrastraba hasta el chiquero. Desde el fondo de su reducto
el cerdo empezaba a gruñir. Don Santos le aventaba la comida.
-¡Mi pobre Pascual! Hoy día te quedarás con hambre por la culpa de estos
zamarros. Ellos no te engríen como yo. ¡Habrá que zurrarlos para que aprendan!

***

Al comenzar el invierno el cerdo estaba convertido en una especie de


monstruo insaciable. Todo le parecía poco y don Santos se vengaba en sus
nietos del hambre del animal. Los obligaba a levantarse más temprano, a
invadir los terrenos ajenos en busca de más desperdicios. Por último los forzó a
que se dirigieran hasta el muladar que estaba al borde del mar.
-Allí encontrarán más cosas. Será fácil además porque todo está junto.
Un domingo, Efraín y Enrique llegaron al barranco. Los carros de la Baja
Policía. Siguiendo una huella de tierra, descargaban la basura sobre una
pendiente de piedras. Visto desde el malecón, el muladar formaba una especie
de acantilado oscuro y humeante, donde los gallinazos y los perros se
desplazaban como hormigas. Desde lejos los muchachos arrojaron piedras para
espantar a sus enemigos. Un perro se retiró aullando. Cuando estuvieron cerca
sintieron un olor nauseabundo que penetró hasta sus pulmones. Los pies se les
hundían en un alto de plumas, de excrementos, de materias descompuestas o
quemadas. Enterrado las manos comenzaron la exploración. A veces, bajo un
periódico amarillento, descubrían una carroña devorada a medias. En los
acantilados próximos los gallinazos espiaban impacientes y algunos se
acercaban saltando de piedra en piedra, como si quisieran acorralarlos. Efraín
gritaba para intimidarlos y sus gritos resonaban en el desfiladero y hacían
desprenderse guijarros que rodaban hasta el mar. Después de una hora de
trabajo regresaron al corralón con los cubos llenos.
-¡Bravo! –exclamó don Santos –Habrá que repetir esto dos o tres veces
por semana.
Desde entonces, los miércoles y los domingos, Efraín y Enrique hacían el
trote hasta el muladar. Pronto formaron parte de la extraña fauna de esos
lugares y los gallinazos, acostumbrados a su presencia, laboraban a su lado,
graznando, aleteando, escarbando con sus picos amarillos, como ayudándolos a
descubrir la pista de la preciosa suciedad.
Fue al regresar de una de esas excursiones que Efraín sintió un dolor
en la planta de pie. Un vidrio le había causado una pequeña herida. Al día
siguiente tenía el pie hinchado, no obstante lo cual prosiguió su trabajo.
Cuando regresaron no podía casi caminar, pero don Santos no se percató de

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ello pues tenía visita. Acompañado de un hombre gordo que tenía las manos
manchadas de sangre, observaba el chiquero.
-Dentro de veinte o treinta días vendré por acá –decía el hombre-. Para esa
fecha creo que podrá estar a punto.
Cuando partió, don Santos echaba fuego por los ojos.
-¡A trabajar! ¡A trabajar! ¡DE ahora en adelante habrá que aumentar la
ración de Pascual! El negocio anda sobre rieles.
A la mañana siguiente, sin embargo, cuando don Santos despertó a sus
nietos, Efraín no se pudo levantar.
-Tiene una herida en el pie –explicó. La infección había comenzado.
-¡Esas son patrañas! Que se lave el pie en la acequia y que se envuelva
con un trapo.
-¡Pero si le duele! -intervino Enrique-. No puede caminar bien.
Don Santos meditó un momento. Desde el chiquero llegaban los gruñidos
de Pascual.
-¡Y a mi! -preguntó dándose un palmazo en la pierna de palo- ¿Acaso no
em duele la pierna? Y yo tengo setenta años y yo trabajo…..!Hay que dejarse
de mañas!
Efraín salió a la calle con su lata, apoyado en el hombro de su hermano.
Media hora después regresaron con los cubos casi vacíos.
-¡No podía más! –dijo Enrique al abuelo-. Efraín está medio cojo.
Don Santos observó a sus nietos como si meditara una sentencia.
-Bien, bien –dijo rascándose la barba rala y cogiendo a Efraín del
pescuezo lo arreó hacia el cuarto-. ¡Los enfermos a la cama! ¡A podrirse sobre el
colchón! Y tú harás la tarea de tu hermano. ¡Vete ahora mismo al muladar!

***
Cerca de mediodía Enrique regresó con los cubos repletos. Lo seguía un
extraño visitante: un perro escuálido y medio sarnoso.
-Lo encontré en el muladar -explicó Enrique- y me ha venido siguiendo.
Don Santos cogió la vara.
-¡Una boca más en el corralón! Enrique levantó al perro contra su pecho y
huyó hacia la puerta.
-¡No le hagas nada, abuelito! Le daré yo de mi comida.
Don santos se acercó, hundiendo su pierna de palo en el lodo.
-¡Nada de perros aquí! ¡Ya tengo bastante con ustedes!
Enrique abrió la puerta de la calle.
-Si se va él, me voy yo también.
El abuelo se detuvo. Enrique aprovechó para insistir:
-No come casi nada…mira lo flaco que está. Además, desde que Efraín
está enfermo, me ayudará. Conoce bien el muladar y tiene buena nariz para la
basura.
Don Santos reflexionó, mirando el cielo donde se condensaba la garúa. Sin
decir nada soltó la vara, cogió los cubos y se fue rengueando hasta el chiquero.
Enrique sonrió de alegría y con su amigo aferrado al corazón corrió
donde su hermano.
-¡Pascual, Pascual.....Pascualito! -cantaba el abuelo.
-Tú te llamaras Pedro –dijo Enrique acariciando la cabeza de su perro e
ingresó donde Efraín.

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Su alegría se esfumó: Efraín inundado de sudor se revolcaba de dolor


sobre el colchón. Tenía el pie hinchado, como si fuera de jebe y estuviera lleno de
aire. Los dedos habían perdido casi su forma.
-Te he traído este regalo, mira Pedro, es para ti, para que te acompañe…
Cuando yo me vaya al muladar te lo dejaré y los dos jugarán todo el día. Le
enseñarás a que te traiga piedras en la boca.
-¿Y el abuelo? -preguntó Efraín extendiendo su mano hacia el animal.
-El abuelo no dice nada –suspiró Enrique.
Ambos miraron hacia la puerta. La garúa había empezado a caer. La voz
del abuelo llegaba:
-¡Pascual, Pascual....Pascualito!

***
Esa misma noche salió luna llena. Ambos nietos se inquietaron, porque
en esta época el abuelo se ponía intratable. Desde el atardecer lo vieron
rondando por el corralón, hablando solo, dando de varrillazos al empedrado.
Por momentos se aproximaba al cuarto, echaba una mirada a su interior y al
ver a sus nietos silenciosos, lanzaba un salivazo cargado de rencor. Pedro le
tenía miedo y cada vez que lo veía se acurrucaba y quedaba inmóvil como una
piedra.
-¡Mugre, nada más que mugre! -repitió toda la noche el abuelo, mirando
la luna.
A la mañana siguiente Enrique amaneció resfriado. El viejo, que lo sintió
estornudar en la madrugada, no dijo nada. En el fondo, sin embargo, presentía
una catástrofe. Si Enrique se enfermaba. ¿Quién se ocuparía de Pascual? La
voracidad del cerdo crecía con su gordura. Gruñía por las tardes con el hocico
enterrado en el fango. Del corralón de Nemesio, que vivía a una cuadra, se
habían venido a quejar.
Al segundo día sucedió lo inevitable: Enrique no se pudo levantar. Había
tosido toda la noche y la mañana lo sorprendió temblando, quemado por la fiebre.
-¿Tú también? -preguntó el abuelo.
Enrique señaló su pecho, que roncaba. El abuelo salió furioso del cuarto.
Cinco minutos después regresó.
-¡Está muy mal engañarme de esa manera! – plañía-. Abusan de mi porque
no puedo caminar. Saben bien que soy viejo, que soy cojo. ¡De otra manera los
mandaría al diablo y me ocuparía yo solo de Pascual!
Efraín se despertó quejándose y Enrique comenzó a toser.
-¡Pero no importa! Yo me encargaré de él. ¡Ustedes son basura, nada
más que basura! ¡Unos pobres gallinazos sin plumas! Ya verán cómo les saco
ventaja. El abuelo está fuerte todavía. ¡Pero eso sí, hoy día no habrá comida
para ustedes! ¡No habrá comida hasta que no puedan levantarse y trabajar!
A través del umbral lo vinieron levantar las latas en vilo y volcarse en la
calle. Media hora después regresó aplastado. Sin la ligereza de sus nietos el
carro de la Baja Policía lo había ganado. Los perros, además, habían querido
morderlo.
-¡Pedazos de mugre! ¡Ya saben, se quedarán sin comida hasta que no
trabajen!
Al día siguiente trató de repetir la operación pero tuvo que renunciar. Su
pierna de palo había perdido la costumbre de las pistas de asfalto, de las duras
aceras y cada paso que daba era como un lanzazo en la ingle. A la hora celeste
del tercer día quedó desplomado en su colchón, sin otro animo que para el
insulto.

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-¡Si se muere de hambre –gritaba -será por culpa de ustedes!

***
Desde entonces empezaron unos días angustiosos, interminables. Los tres
pasaban el día encerrados en el cuarto, sin hablar, sufriendo una especie de
reclusión forzosa. Efraín se revolcaba sin tregua, Enrique tosía. Pedro se
levantaba y después de hacer un recorrido por el corralón, regresaba con una
piedra en la boca, que depositaba en las manos de sus amos. Don Santos, a
medio acostar, jugaba con su pierna de palo y les lanzaba miradas feroces. A
mediodía se arrastraba hasta la esquina del terreno donde crecían verduras y
preparaba su almuerzo que devoraba en secreto. A veces aventaba a la cama de
sus nietos alguna lechuga o una zanahoria cruda, con el propósito o una
zanahoria cruda, con el propósito de excitar su apetito creyendo así hacer más
refinado su castigo.
Efraín ya no tenía fuerzas ni para quejarse. Solamente Enrique sentía
crecer en su corazón un miedo extraño y al mirar los ojos del abuelo creía
desconocerlos, como si ellos hubieran perdido su expresión humana. Por las
noches, cuando la luna se levantaba, cogía a Pedro entre sus brazos y lo
aplastaba tiernamente hasta hacerlo gemir. A esa hora el cerdo comenzaba a
gruñir y el abuelo se quejaba como si lo estuvieran ahorcando. A veces se
ceñía la pierna de palo y salía al corralón. A la luz del luna Enrique lo veía ir diez
veces del chiquero a la huerta, levantando los puños, atropellando lo que
encontraba en su camino. Por último reingresaba al cuarto y quedaba
mirándolos fijamente, como si quisiera hacerlos responsables del hambre de
Pascual.

***

La ultima noche de luna llena nadie pudo dormir: Pascual lanzaba


verdaderos rugidos. Enrique había oído decir que los cerdos, cuando tenían
hambre, se volvían locos como los hombres. El abuelo permaneció en vela, sin
apagar siquiera el farol. Esta vez no salió al corralón ni maldijo entre dientes.
Hundido en su colchón miraba fijamente la puerta. Parecía amasar dentro de sí
una cólera muy vieja, jugar con ella, aprestarse a dispararla. Cuando el cielo
comenzó a desteñirse sobre las lomas, abrió la boca, mantuvo su oscura
oquedad vuelta hacia sus nietos y lanzó un rugido.
-¡Arriba, arriba, arriba! –los golpes comenzaron a llover- ¡A levantarse
haraganes! ¿Hasta cuándo vamos a estar así? ¡Esto se acabó! ¡DE pie!...
Efraín se echo a llorar, Enrique se levantó aplastándose contra la pared.
Los ojos del abuelo parecían fascinarlo hasta volverlo insensible a los
golpes. Veía la vara alzarse y abatirse sobre su cabeza , como si fuera una vara
de cartón. Al fin pudo reaccionar.
-¡A Efraín no! ¡El no tiene la culpa! ¡Déjame a mi solo, yo saldré, yo iré al
muladar!
El abuelo se contuvo jadeante. Tardó mucho en recuperar el aliento.
-Ahora mismo….al muladar….lleva dos cubos, cuatro cubos..
Enrique se apartó, cogió los cubos y se alejó a la carrera. La fatiga del
hambre y de la convalecencia lo hacían trastabillar. Cuando abrió la puerta del
corralón, Pedro quiso seguirlo.
-Tú no. Quédate aquí cuidando a Efraín.

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Y se lanzó a la calle respirando a pleno pulmón el aire de la mañana. En


el camino comió yerbas, estuvo a punto de mascar la tierra. Todo lo veía a
través de una niebla mágica. La debilidad lo hacia ligero, etéreo: volaba casi
como un pajar. En el muladar se sintió un gallinazo más entre los gallinazos.
Cuando los cubos estuvieron rebosantes emprendió el regreso. Las beatas, los
noctámbulos, los canillas descalzos, todas las secreciones del alba comenzaban
a dispersarse por la ciudad. Enrique, devuelto a su mundo, caminaba feliz entre
ellos, en su mundo de perros y fantasmas, tocado por la hora celeste.

Al entrar al corralón sintió un aire opresor, resistente, que lo obligó a


detenerse, que lo obligó a detenerse. Era como si allí, en el dintel, terminara un
mundo y comenzara otro fabricado de barro, de rugidos, de absurdas
penitencias. Lo sorprendente era, sin embargo, que esta vez reinaba en el
corralón una calma cargada de malos presagios, como si toda la violencia
estuviera en equilibrio, a punto de desplomarse. El abuelo, parado al borde del
chiquero, miraba hacia el fondo. Parecía un árbol creciendo desde su pierna
del palo. Enrique hizo ruido pero el abuelo no se movió.
-¡Aquí están los cubos!
Don Santos le volvió la espalda y quedó inmóvil. Enrique soltó los
cubos y corrió intrigado hasta el cuarto. Efraín, apenas los vio, comenzó a
gemir:
-Pedro…Pedro…
-¿Qué pasa?
-Pedro ha mordido al abuelo….el abuelo cogió la vara…después lo sentí
aullar.

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Enrique salió del cuarto.


-¡Pedro, ven aquí! ¿Dónde estás, Pedro?
Nadie le respondió. El abuelo seguía inmóvil, con la mirada en la pared.
Enrique tuvo un mal presentimiento. De un salto se acercó al viejo.
-¿Dónde está Pedro?
Su mirada descendió al chiquero, Pascual devoraba algo en medio del
lodo. Aún quedaban las piernas y el rabo del perro.
-¡No! –gritó Enrique tapándose los ojos-¡No, no! –y a través de las lágrimas
buscó la mirada del abuelo. Este la rehusó, girando torpemente sobre su pierna
de palo. Enrique comenzó a danzar en torno suyo, prendiéndose de su camisa,
gritando, pataleando tratando de mirar sus ojos, de encontrar una respuesta.
-¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué?
El abuelo no respondía. Por último, impaciente, dio un manotón a su nieto
que lo hizo rodar por tierra. Desde allí Enrique observó al viejo que, erguido
como un gigante, miraba obstinadamente el festín de Pascual. Estirando la
mano encontró la vara que tenía el extremo manchado de sangre. Con ella se
levantó de puntillas y se acercó al viejo.
-¡Voltea! – gritó - ¡voltea!
Cuando don Santos se volvió, divisó la vara que cortaba el aire y e
estrellaba contra su pómulo.
¡Toma! –chilló Enrique y levantó nuevamente la mano. Pero súbitamente
se detuvo, temeroso de lo que estaba haciendo y, lanzando la vara a su
alrededor, miró al abuelo casi arrepentido. El viejo, cogiéndose el rostro,
retrocedió un paso, su pierna, de palo tocó tierra húmeda, resbaló, y dando un
alarido se precipitó de espalada al chiquero.
Enrique retrocedió unos pasos. Primero aguzó el oído pero no se
escuchaba ningún ruido. Poco a poco se fue aproximando. El abuelo, con la
pata de palo quebrada, estaba de espaldas en el fango. Tenía la boca abierta y
sus ojos buscaban a Pascual, que se había refugiado en un ángulo y
husmeaba sospechosamente en el lodo.
Enrique se fue retirando, con el mismo sigilo con que se había
aproximado. Probablemente el abuelo alcanzó a divisarlo pues mientras corría
hacia el cuarto le pareció que lo llamaba por su nombre, con un tono de
ternura que él nunca había escuchado.
-¡A mí, Enrique, a mí!..
-¡Pronto! -exclamó Enrique, precipitándose sobre su hermano - ¡Pronto
Efraín! ¡El viejo se ha caído al chiquero! ¡Debemos irnos de acá!
-¿Adónde? –preguntó Efraín.
-¡Adónde sea, al muladar, donde podamos comer algo, donde los
gallinazos!
-¡No me puedo parar!
Enrique cogió a su hermano con ambas manos y lo estrechó contra su
pecho. Abrazados hasta formar una sola persona cruzaron lentamente el
corralón. Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora
celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su
gigantesca mandíbula.
Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla.

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COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Infusorio: …………………………………………………………………………………

b) Pescozón: …………………………………………………………………………………

c) Carroña: …………………………………………………………………………………

d) Sigilo: …………………………………………………………………………………

e) Patraña: …………………………………………………………………………………

f) Plañir: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿Qué tipo de relación existía entre los nietos y el abuelo? ¿Afectuosa,


indiferente, conflictiva, tirante?
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_________________________________________________________________

2. Cita algunos rasgos físicos del abuelo y señala también algunos


rasgos de su carácter o temperamento.
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_________________________________________________________________
3. ¿Cómo cumplen su labor Efraín y Enrique en la calle casas
elegantes?
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4. ¿Cómo trabajaban luego en el muladar? ¿Por qué afirma el autor que


los niños pronto formaron parte de la extraña fauna de esos lugares?
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5. ¿Qué paso con Efraín en una de esas excursiones? ¿Qué ordenó el


abuelo para resolver el problema?
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6. ¿Qué diálogo se desarrolla entre don Santos y Enrique, cuando éste


llega al corazón con un perro?
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7. ¿Por qué razón don Santos se ve obligado a levantar las latas y salir
a la calle en busca de basura?
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8. ¿Cómo fueron los días que sobrevivieron estando los dos niños en
cama y el abuelo imposibilitado de valerse por si mismo?
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9. ¿Qué es lo que el autor nos quiere comunicar con la breve frase que
cierra el relato: “Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla”?
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Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


Razonamiento Verbal:
palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Angustioso …………………………………. ………………………………….

b) Opresor …………………………………. ………………………………….

c) Botín …………………………………. ………………………………….

d) Podrido …………………………………. ………………………………….

e) Melancolía …………………………………. ………………………………….

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TEXTO Nº 2

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“EL OBISPE CHICHEÑO”

Lima, como todos los pueblos de la Tierra, ha tenido (y tiene) un gran


surtido de tipos extravagantes, locos mansos y candidos. A esta categoría
pertenecieron, en los tiempos de la República, Bernardito, Basilio Yegua, Monongo
Moñón, Bofetada del Diablo, Salamando, Gognoy, el Príncipe, Adefesios en misa
de una, Felipe la Cochina, y pongo punto por no hacer interminable la
nomenclatura.
Por los años de 1780 comía pan en esta ciudad de los reyes un bendito
de Dios, a quien pusieron en la pila bautismal el nombre de Ramón. Era este un
pobrete de solemnidad, mantenido por la caridad pública, y el hazmerreír de
muchachos y gente ociosa. Hombre de pocas palabras, pues para complemento
de desdichas era tartamudo, a todo contestaba con sí, señor, que al pasar por
su desdentada boca se convertía en chi, cheñó.
El pueblo llegó a olvidar que nuestro hombre se llamaba Ramoncito, y
todo Lima lo conocía por Chicheó, apodo que se ha generalizado después,
aplicándolo a las personas de carácter benévolo y complaciente que no tienen
hiel para proferir una negativa rotunda. Diariamente, y aun tratándose de
ministros de Estado, oímos decir en la conversación familiar: ¿Quién? ¿Fulano?
¡Si ese hombre no tiene calzones! Es un Chicheñó.
En el año que hemos apuntado llegaron a Lima, procedencia directa de
Barcelona, dos acaudalados comerciantes catalanes trayendo un valioso
cargamento. Consistía éste en sederías de Manila, paño de San Fernando,

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alhajas, casullas de lama y brocado, mantos para imágenes y lujosos


paramentos de iglesia. Arrendaron un vaso almacén en la calle de Bodegones,
adornando una de las vidrieras con pectorales y cruces de brillantes, cálices
de oro con incrustaciones de piedras preciosas, anillos, arracadas y otras
prendas de rubíes, ópalos, zafiros, perlas y esmeraldas. Aquella vidriera fue
pescadero de las limeñas y tenaz conflicto para el bolsillo de padres, maridos y
galones.
Ocho días llevaba abierto el elegante almacén cuando tres andaluces,
que vivían en Lima más pelados que ratas de colegio, idearon la manera de
apropiarse parte de las alhajas, y para ello ocurrieron al originalismo expediente
que voy a referir.
Después de promoverse de un traje completo de obispo vistieron con él
a Ramoncito, y dos de ellos se plantaron sotana, solideo y sombrero de
clérigo.
Acostumbraban los miembros de la Audiencia ir a las diez de la mañana
a Palacio en coche de cuatro mulas, según los dispuesto en una real
pragmática.
El conde de Pozos-Dulces, don Melchor Ortizo Rojano, era a la sazón
regente de la Audiencia, y tenia por cochero aun negro, devoto del aguardiente,
quien después de dejar a su amo en Palacio, fue seducido por los andaluces,
que le regalaron media pelucona, a fin de que pusiese el carruaje a disposición
de ellos.
Acababan de sonar las diez, hora del almuerzo para nuestros
antepasados, y las calles próximas a la Plaza Mayor estaban casi solitarios, pues
los comerciantes cerraban las tiendas a las nueve y media, y seguidos de sus
dependientes iban a almorzar en familia. El comercio se reabría a las once.
Los catalanes de Bodegones se hacían llevar con un criado el
almuerzo a la trastienda del almacén, e iban ya a sentarse a la mesa cuando un
lujoso carruaje se detuvo a la puerta. Un paje de aristocrática librea, que iba a la
zaga del coche, abrió la portezuela y bajó el estribo, descendiendo dos
clérigos y tras ellos un obispo.
Penetraron los tres en el almacén. Los dos comerciantes se deshicieron
en cortesías, besaron el anillo pastoral y pusieron junto al mostrador silla para su
ilustrísima. Uno de los familiares tomó la palabra y dijo:
Su señoría, el señor obispo de Huamanga, de quien soy humilde capellán
y secretario, necesita algunas alhajitas para decencia de su persona y de su
santa iglesia Catedral, y sabiendo que todo lo que ustedes han traído de España
es de última moda, ha querido darles la preferencia.
Los comerciantes hicieron, como es de práctica, la apología de sus
artículos, garantizando, bajo palabra de honor, que ellos no daban gato por
liebre, y añadiendo que el señor obispo no tendría que arrepentirse por la
distinción con que los honraba.
En primer lugar continuó el secretario, necesitamos un cáliz de todo
lujo para las fiestas solemnes. Su señoría no se para en precios, que no es
ningún roñoso.
¿No es así, ilustrísimo señor?
Chi, cheñó – contestó el obispo.
Los catalanes sacaron a lucir cálices de primoroso trabajo artístico,
tras los cálices vinieron cruces y pectorales de brillantes, cadena de oro,
anillos, alhajas para la Virgen de no sé qué advocación y regalos para las
monjitas de Huamanga. La factura subió a quince mil duros mal contados.

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¿Le gusta a su señoría ilustrísima?


Chí, cheñó – respondió el obispo.
Pues al coche.
Y el pejecito cargaba con la alhaja, a la vez que uno de los catalanes
apuntaba el precio en un papel.
Llegado el momento del pago, dijo le secretario.
Iremos por las talegas al palacio arzobispal, que es donde está alojado
su señoría, y él nos esperará aquí. Cuestión de quince minutos. ¿No le parece a
su señoría ilustrísima?
Chí, cheñó – respondió el obispo.
Quedando en rehenes tan caracterizado personaje, los comerciantes no
tuvieron ni asomo de desconfianza, amén que aquellos no eran estos
tiempos de Bancos y papel- manteca en que quince mil duros no hacen eso
en el bolsillo.
Marchados los familiares, pensaron los comerciantes en el desayuno, y
acaso por llenar formula de etiqueta dijo uno de ellos:
¿Nos haría su señoría ilustrísima el honor de acompañarnos a
almorzar?
Chi, cheñó.
Los catalanes enviaron a las volandas al fámulo por algunos platos
extraordinarios y sacaron sus dos mejores botellas de vino para agasajar al
príncipe de la Iglesia, que no sólo les dejaba fuerte ganancia en la compra de
alhajas, sino que les aseguraba algunos centenares de indulgencias valederas
en el otro mundo.
Sentáronse a almorzar, y no les dejó de parecer chocante que el obispo
no echase su bendición al pan ni rezase en latín, ni, por más que ellos se
esforzaron en hacerlo conversar, pudieran arrancarle otras palabras que chi
cheñó.
El obispo tragó como un Heliogábalo.
Y entre tanto pasaron dos horas, y los familiares con los quince talegas
no daban acuerdo de sus personas.
Para una cuadra que distamos de aquí al palacio arzobispal es ya
mucha tardanza dijo, al fin amoscado, uno de los comerciantes. ¡Ni que
hubieran ido a Roma por las bulas! ¿Le parece a su señoría que vaya a buscar a
sus familiares?.
Chi, Cheñó.
Y calándose el sombrero, salió el catalán desempedrando la calle.
En el palacio arzobispal supo que allí no había huésped mitrado y que
el obispo de Huamanga estaba muy tranquilo en su diócesis cuidando de su
rebaño.
El hombre echó a correr, vociferando como un loco, alborotóse la
calle de Bodegones, el almacén se llenó de curiosos, para quienes Ramoncito
era antiguo conocido, descubriéndose el pastel, y por la vía de anticipo,
mientras llegaban los alguaciles, la emprendieron los catalanes a mojicones
con el obispo de pega.
De ene es añadir que Chicheñó fue chirona; pero, reconocido por tanto
de capirote, la justicia lo puso en la calle.
En cuanto a los ladrones, hasta hoy (y ya hace un siglo), que yo sepa,
no se ha tenido noticia de ellos.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Candidos: …………………………………………………………………………………

b) Benévolo: …………………………………………………………………………………

c) Pectorales: …………………………………………………………………………………

d) Indulgencia …………………………………………………………………………………
s

e) Talegas: …………………………………………………………………………………

f) Bulas: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1 ¿Qué importancia tiene para la historia la costumbre de los miembros de la


Audiencia de ir diariamente a Palacio en coche de cuatro mulas?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________
2 ¿Qué quiere decir Palma cuando escribe: “Que aquellos no eran estos
tiempos de Bancos y papel-manteca en que 15,000 duros no hacen peso
en el bolsillo?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________
3 ¿Por qué les fue posible a los andaluces engañar a los catalanes?
Mencionar todos los elementos que entraron en juego para permitir el
engaño.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________
Razonamiento Verbal: Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes
palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Caridad …………………………………. ………………………………….

b) Justicia …………………………………. ………………………………….

c) Moda …………………………………. ………………………………….

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

d) Candidos …………………………………. ………………………………….

TEXTO Nº 3

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

EL DESAFÍO
Mario Vargas Llosa

Estábamos bebiendo cerveza, como todos los sábados, cuando en la


puerta del “Río Bar” apareció Leonidas; de inmediato notamos en su cara que
ocurría algo.
-¿Qué pasa? –preguntó León. Leonidas arrastró una silla y se sentó junto
a nosotros.
-Me muero de sed.
Le serví un vaso hasta el borde y la espuma rebalsó sobre la mesa.
Leonidas soplé lentamente y se quedó mirando, pensativo, cómo estallaban las
burbujas. Luego bebió de un trago hasta la ultima gota.
-Justo va a pelear esta noche –dijo, con una voz rara.
Quedamos callados un momento. León bebió, Briceño encendió un
cigarrillo.
-Me encargó que les avisara –agregó Leonidas-. Quiere que vayan.

16
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Finalmente, Briceño preguntó:


-¿Cómo fue?
-Se encontraron esta tarde en Catacaos-. Leonidas limpió su frente con la
mano y fustigó el aire: unas gotas de sudor resbalaron de sus dedos al suelo.-
Ya se imaginan lo demás. …
-Bueno –dijo León-. Si tenían que pelear, mejor que sea así, con todas las
de la ley. No hay que aterrarse tampoco. Justo sabe lo que hace.
-Sí -repitió Leonidas, con un aire ido-. Tal vez es mejor que sea así.
Las botellas habían quedado vacías. Corría brisa y, unos momentos antes,
habíamos dejado de escuchar a la banda del cuartel Grau que tocaba en la
plaza. El puente estaba cubierto por la gente que regresaba de la retreta y las
parejas que habían buscado la penumbra del Malecón comenzaban, también, a
abandonar sus escondites. Por la puerta del “Río Bar” pasaba mucha gente.
Algunos entraban. Pronto, la terraza estuvo llena de hombres y mujeres que
hablaban en voz alta y reían.
-Son casi las nueve –dijo León-. Gracias por la cerveza.
-¡Va a ser en “La Balsa”, no? –preguntó Briceño.
-Sí. A las once. Justo los esperará a las diez y media, aquí mismo.
El viejo hizo un gesto de despedida y se alejó por la Avenida Castilla. Vivía
en las afueras, al comienzo del arenal, en un rancho solitario, que parecía
custodiar la ciudad. Caminamos hacia la Plaza. Estaba casi desierta. Junto al Hotel
de Turistas, unos jóvenes discutían a gritos. Al pasar por su lado, descubrimos
en medio de ellos a una muchacha que escuchaba sonriendo. Era bonita y
parecía divertirse.
-El Cojo lo va a matar –dijo, de pronto, Briceño.
-Cállate –dijo León.
Nos separamos en la esquina de la iglesia. Caminé rápidamente hasta mi
casa. No había nadie. Me puse un overol y dos chompas y oculté la navaja en
el bolsillo trasero del pantalón, envuelta en el pañuelo. Cuando salía, encontré a
mi mujer que llegaba.
-¿Otra vez a la calle? -dijo ella.
-Sí. Tengo que arreglar un asunto.
El chico estaba dormido, en sus brazos, y tuve la impresión que se había
muerto.
-Tienes que levantarte temprano -insistió ella-. ¿Te has olvidado que
trabajas los domingos?
-No te preocupes –dijo-. Regreso en unos minutos.
Caminé de vuelta hacia el “Río Bar” y me senté al mostrador. Pedí una
cerveza y un sándwich, que no terminé: había perdido el apetito. Alguien me
tocó el hombro. Era Moisés, el dueño del local.
-¿Es cierto lo de la pelea?
-Sí. Va a ser en “La Balsa” . Mejor te callas.
-No necesito que me adviertas –dijo-. Lo supe hace un rato. Lo siento
justo pero, en realidad, se lo ha estado buscando hace tiempo. Y el Cojo no tiene
mucha paciencia, ya sabemos.
-El Cojo es un asco de hombre.
-Era tu amigo antes…. –comenzó a decir Moisés, pero se contuvo.
Alguien lo llamó desde la terraza y se alejó, pero a los pocos minutos
estaba de nuevo a mi lado.
-¿Quieres que yo vaya? –me preguntó.
-No. Con nosotros basta, gracias.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

-Bueno. Avísame si puedo ayudar en algo. Justo es también mi amigo.-


Tomó un trago de mi cerveza, sin pedirme permiso.- Anoche estuvo aquí el Cojo
con su grupo. No hacia sino hablar de Justo y juraba que lo iba a hacer añicos.
Estuve rezando porque no se les ocurriera a ustedes darse una vuelta por acá.
-Hubiera querido verlo al Cojo -dije-. Cuando está furioso su cara es muy
chistosa.
Moisés se rió.
-Anoche parecía el diablo. Y es tan feo, este tipo. Uno no puede mirarlo
mucho sin sentir nauseas.
Acabé la cerveza y salí a caminar por el Malecón, pero regresé pronto.
Desde la puerta del “Río Bar” vi a Justo, solo, sentado en la terraza. Tenía unas
zapatillas de jebe y una chompa descolorida que le subía por el cuello hasta
las orejas. Visto de perfil, contra la oscuridad de afuera, parecía un niño, una
mujer: de se lado, sus facciones eran delicadas, dulces. Al escuchar mis pasos
se volvió, descubriendo a mis ojos la mancha morada que hería la otra mitad
de su rostro, desde la comisura de los labios hasta la frente. (algunos decían que
había sido un golpe, recibido de chico, en una pelea, pero Leonidas aseguraba
que había nacido el día de la inundación, y que esa mancha era el susto de la
madre al ver avanzar el agua hasta la misma puerta de su casa).
-Acabo de llegar-dijo -. ¿Qué es de los otros?
-Ya vienen. Deben estar en camino.
Justo me miró de frente. Pareció que iba a sonreír, pero se puso muy serio
y volvió la cabeza.
-¿Cómo fue lo de esta tarde?
Encogió los hombres e hizo un ademán vago.
-Nos encontramos en el “Carro Hundido”. Yo me entraba a tomar un trago
y me topo cara a cara con el Cojo y su gente. ¿Te das cuenta? Si no pasa el
cura, ahí mismo me desguellan. Se me echaron encima como perros. Como perros
rabiosos. Nos separó el cura.
-¿Eres muy hombre? –gritó el Cojo.
-Más que tú –gritó Justo.
-Quietos, bestias –decía el cura.
-¿En “La Balsa” esta noche, entonces? –gritó el Cojo.
-Bueno -dijo Justo-. Eso fue todo.
La gente que estaba en el “Río Bar” había disminuido. Quedaban algunas
personas en el mostrador, pero en la terraza sólo estábamos nosotros.
-He traído esto- dije, alcanzándole el pañuelo.
Justo abrió la navaja y la midió. La hora tenía exactamente la dimensión
de su mano, de la muñeca a las uñas. Luego sacó otra navaja de su bolsillo y
comparó.
-Son iguales –dijo-. Me quedaré con la mía, nomás.
Pidió una cerveza y la bebimos sin hablar, fumando.
-No tengo hora –dijo Justo-. Pero deben ser más de las diez. Vamos a
alcanzarlos.
A la altura del puente nos encontramos con Briceño y León. Saludaron a
Justo, le estrecharon la mano.
-Hermanito –dijo León-. Ustedes lo va a hacer trizas.
-De eso ni hablar –dijo Briceño-. El Cojo no tiene nada que hacer
contigo.
Los dos tenían la misma ropa que antes, y parecían haberse puesto de
acuerdo para mostrar delante de Justo seguridad e, incluso, cierta alegría.
Finalmente, Briceño preguntó:

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

-¿Cómo fue?
-Se encontraron esta tarde en Catacaos-. Leonidas limpió su frente con la
mano y fustigó el aire: unas gotas de sudor resbalaron de sus dedos al suelo.-
Ya se imaginaban lo demás…
-Bueno –dijo León-. Si tenían que pelear, mejor que sea así, con todas las
de la ley. No hay que aterrarse tampoco. Justo sabe lo que hace.
-Sí –repitió Leonidas, con un aire ido-. Tal vez es mejor que sea así.
Las botellas habían quedado vacías. Corría brisa y, unos momentos
antes, habíamos dejado de escuchar a la banda del cuartel Grau que tocaba
en la Plaza. El puente estaba cubierto por la gente que regresaba de la retreta y
las parejas que habían buscado la penumbra del Malecón comenzaban, también a
abandonar sus escondites. Por la puerta del “Río Bar” pasaba mucha gente.
Algunos entraban. Pronto, la terraza estuvo llena de hombres y mujeres que
hablaban en voz alta y reían.
-Son casi las nueve –dijo León-. Mejor nos vamos.
Salimos.
-Bueno, muchachos-dijo Leonidas—Gracias por la cerveza.
-¿Va a ser en “La Balsa”, no? –preguntó Briceño.
-Sí. A las once. Justo los esperará a las diez y media, aquí mismo.
El viejo hizo un gesto de despedida y se alejó por la Avenida Castilla.
Vivía en las afueras, al comienzo del arenal, en un rancho solitario, que parecía
custodiar la ciudad. Caminamos hacia la Plaza. Estaba casi desierta. Junto al
Hotel de Turistas, unos jóvenes discutían a gritos. Al pasar por su lado,
descubríamos en medio de ellos a una muchacha que escuchaba sonriendo. Era
bonita y parecía divertirse.
-El Cojo lo va a matar- dijo, de pronto, Briceño.
-Cállate –dijo León.
Nos separamos en la esquina de la Iglesia. Caminé rápidamente hasta mi
casa. No había nadie. Me puse un overol y dos chompas y oculté la navaja en el
bolsillo trasero del pantalón, envuelto en el pañuelo. Cuando salía, encontré a mi
mujer que llegaba.
-¿Otra vez a la calle? -dijo ella.
-Sí. Tengo que arreglar un asunto.
El chico estaba dormido, en sus brazos, y tuve la impresión que se
había muerto.
-Tienes que levantarte temprano –insistió ella-. ¿Te has olvidado que
trabajas los domingos?
-No te preocupes -dije-. Regreso en unos minutos.
Caminé de vuelta hacia el “Río Bar” y me senté la mostrador. Pedí una
cerveza y un sándwich, que no terminé: había perdido el apetito. Alguien me
tocó el hombro. Era Moisés, el dueño del local.
-¿Es cierto lo de la pelea?
-Sí. Va a ser en “La Balsa”. Mejor te callas.
-No necesito que me adviertas –dijo-. Lo supe hace un rato. Lo siento por
Justo pero, en realidad, se lo ha estado buscando hace tiempo. Y el Cojo
buscando hace tiempo. Y el Cojo no tiene mucha paciencia, ya sabemos.
-El Cojo es un asco de hombre.
-Era tu amigo antes….comenzó a decir Moisés, pero se contuvo.
Alguien lo llamó desde la terraza y se alejó, pero a los pocos minutos
estaba de nuevo a mi lado.
-¿Quieres que yo vaya? –me preguntó.
-No. Con nosotros basta, gracias.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

-Bueno. Avísame si puedo ayudar en algo. Justo es también mi amigo.


Tomó un trago de mi cerveza, sin pedirme permiso.- Anoche estuvo aquí el
Cojo con su grupo. No hacia sino hablar de Justo y juraba que lo iba a
hacer añicos. Estuve rezando porque no se les ocurriera a ustedes darse una
vuelta por acá.
-Hubiera querido verlo al Cojo -dije. Cuando está furioso su cara es muy
chistosa.
Moisés se rió.
-Anoche parecía el diablo. Y es tan feo, este tipo. Uno no puede mirarlo
mucho sin sentir nauseas.
Acabé la cerveza y salí a caminar por el Malecón, pero regresé pronto.
Desde la puerta del “Río Bar” vi a Justo, solo, sentado en la terraza. Tenía unas
zapatillas de jebe y una chompa descolorida que le subía por el cuello hasta las
orejas. Visto de perfil, contra la oscuridad de afuera, parecía un niño, una mujer:
des ese lado, sus facciones eran delicadas, dulces. Al escuchar mis pasos se
volvió, descubriendo a bisojos las mancha morada que hería la otra mitad de su
rostro, desde la comisura de los labios hasta la frente. (Algunos decían que
había sido un golpe, recibido de chico, en una pelea, pero Leonidas
aseguraba que había nacido el día de la inundación, y que esa mancha era el
susto de la madre al ver avanzar el agua hasta la misma puerta de su casa).
-Acabo de llegar –dijo -. ¿Qué es de los otros?
-Ya vienen. Deben estar en camino.
Justo me miró de frente. Pareció que iba a sonreír, pero se puso muy
serio y volvió la cabeza.
-¿Cómo fue lo de esta tarde?
Encogió los hombros e hizo un ademán cago.
-Nos encontramos en el “Carro Hundido”. Yo que entraba a tomar un
trago y me topo cara a cara con el Cojo y su gente. ¿Te das cuenta? Si no pasa
el cura, ahí mismo me degüellan. Se me echaron encima como perros. Como
perros rabiosos. Nos separó el cura.
-¿Eres muy hombre? –gritó Justo.
-Quietos, bestias-decía el cura.
-¿En “La Balsa” esta noche, entonces? gritó el Cojo.
-Bueno –dijo Justo-. Eso fue todo.
La gente que estaba en el “Río Bar” había disminuido. Quedaban algunas
personas en el mostrador, pero en la terraza sólo estábamos nosotros.
-He traído esto –dije. Alcanzándole el pañuelo.
Justo abrió la navaja y la midió. La hoja tenía exactamente la dimensión
de su mano, de la muñeca a las uñas. Luego sacó otra navaja de su bolsillo y
comparó.
-Son iguales-dijo-. Me quedaré con la mía, nomás.
Pidió una cerveza y la bebimos sin hablar, fumando.
-No tengo hora –dijo Justo-. Pero deben ser más de las diez. Vamos a
alcanzarlos.
A la altura del puente nos encontramos con Briceño y León. Saludaron a
Justo, le estrecharon la mano.
-Hermanito –dijo León-. Usted lo va a hacer trizas.
-De eso ni hablar –dijo Briceño -. El Cojo no tiene nada que hacer contigo.
Los dos tenían la misma ropa que antes, y parecían haberse puesto de
acuerdo para mostrar delante de Justo seguridad e, incluso, cierta alegría.
-Bajemos por aquí –dijo León-. Es más corto.

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-No –dijo Justo-. Demos la vuelta. No tengo ganas de quebrarme una


pierna, ahora.
Era extraño ese temor, porque siempre habíamos bajando al cauce del
río, descolgándonos por el tejido de hierros que sostienen el puente. Avanzamos
una cuadra por la avenida, luego doblamos a la derecha y caminamos un buen
rato en silencio. Al descender por el minúsculo camino hacia el lecho del río,
Briceño tropezó y lanzó una maldición. La arena estaba tibia y nuestros pies
se hundían, como si andáramos sobre un mar de algodones. León miró
detenidamente el cielo.
-Hay muchas nubes –dijo-; la luna no va a servir de mucho esta noche.
-Haremos fogatas –dijo Justo.
¿Estás loco? -dije-. ¿Quieres que venga la policía?
-Se puede arreglar –dijo Briceño, sin convicción. Se podría postergar el
asunto hasta mañana. No van a pelear a oscuras.
Nadie le contestó y Briceño no volvió a insistir.
-Ahí está “La Balsa” -dijo León.
En un tiempo, nadie sabía cuándo, había caído sobre el lecho del río un
tronco de algarrobo tan enorme que cubría las tres cuartas partes del ancho
del cauce. Era muy pesado y, cuando bajaba, el agua no conseguía levantarlo,
sino arrastrarlo solamente unos metros, de modo que cada año, “La Balsa” se
alejaba más de la ciudad. Nadie sabía tampoco quién le puso el nombre de
“La Balsa”, pero así lo designaban todos.
-Ellos ya están ahí –dijo León. Nos detuvimos a unos cinco metros de “La
Balsa”. En el débil resplandor nocturno no distinguíamos las caras de quienes
nos esperaban, solo su silueta. Eran cinco. Las conté, tratando inútilmente de
descubrir al Cojo.
-Anda tú –dijo Justo.
Avancé despacio hacia el tronco.
Avancé despacio hacia el tronco, procurando que mi rostro conservara
una expresión serena.
-¡Quietos! –gritó alguien-. ¿Quién es?
-Julián -grité-. Julián Huertas. ¿Están ciegos?
A mi encuentro salió un pequeño bulto. Era el Chalupas.
-Ya nos íbamos –dijo-. Pensábamos que Justito había ido a la Comisaría a
pedir que lo cuidaran.
-Quiero entenderme con un hombre -grité, sin responderle-. No con este
muñeco.
-¿Eres muy valiente? –preguntó el Chalupas, con voz descompuesta.
-¡Silencio! -dijo el Cojo. Se habían aproximado todos ellos y el Cojo se
adelantó hacia mi. Era alto, mucho más que todos los presentes. En la
penumbra, yo no podía ver, sólo imaginar su rostro acorazado por los granos,
el color aceituna profundo de su piel lampiña, los agujeros diminutos de sus
ojos, hundidos y breves como dos puntos dentro de esa masa de carne.
Interrumpida por los bultos oblondos de sus pómulos, y sus labios gruesos
como dedos, colgando de su barbilla triangular de iguana. El Cojo rengueaba
del pie izquierdo; decían que en esa pierna tenía una cicatriz en forma de cruz,
recuerdo de un chancho que lo mordió cuando dormía, pero nadie se la había
visto.
-¿Por qué han traído a Leonidas? –dijo el Cojo, con voz ronca.
-¿A Leonidas? ¿Quién ha traído a Leonidas?
El Cojo señaló con su dedo, a un costado. El viejo había estado unos
metros más allá, sobre la arena, y al oír que lo nombraban se acercó.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

-¡Qué pasa conmigo! –dijo. Miraba al Cojo fijamente-. No necesito que me


traigan. He venido solo, con mis pies. Porque me dio la gana. Si estás buscando
pretextos para no pelear, dilo.
El Cojo vaciló antes de responder. Pensé que iba a insultarlo y, rápido,
llevé mi mano al bolsillo trasero.
-No se meta, viejo –dijo el Cojo amablemente-. No voy a pelearme con
usted.
-No creas que estoy tan viejo –dijo Leonidas-. He revolcado a muchos que
eran mejores que tú.
-Está bien, viejo –dijo el Cojo-. Le creo-. Se dirigió a mí; - ¿Están listos?
-Sí. Di a tus amigos que no se metan. Si lo hacen, peor para ellos.
El Cojo se rió.
-Tú bien sabes, Julián, que no necesito refuerzos. Sobre todo hoy . no te
preocupes.
Uno de los que estaban detrás del Cojo, se rió también. El Cojo me
extendió algo. Estiré la mano: la hoja de su navaja estaba al aire y yo la había
tomado del filo; sentí un pequeño rasguño en la palma y un estremecimiento, el
metal parecía un trozo de hielo.
-¿Tienes fósforos, viejo?
Leonidas prendió un fósforo y lo sostuvo entre sus dedos hasta que la
candela le lamió las uñas. A la frágil luz de la llama examiné minuciosamente la
navaja, la medí a lo ancho y a lo largo, comprobé su filo y su peso.
-Está bien –dije.
-Chunga –dijo el Cojo-. Anda con él.
Chunga caminó entre Leonidas y yo. Cuando llegamos donde los otros,
Briceño estaba fumando donde los otros. Briceño estaba fumando y a cada
chupada que daba resplandecían instantáneamente los rostros de Justo,
impasible, con los labios apretados; de León, que masticaba algo, tal vez una
brizna de hierba; y del propio Briceño, que sudaba.
-¿Quién le dijo a usted que viniera? –preguntó Justo, severamente.
-Nadie me dijo –afirmó Leonidas, en voz alta-. Vine porque quise. ¿Va
usted a tomarse cuentas?
Justo no contestó. Le hice una señal y le mostré a Chunga, que había
quedado un poco retrasando. Justo sacó su navaja y la arrojó. El arma cayó
en algún lugar del cuerpo de Chunga y éste se encogió.
-Perdón –dije, palpando la arena en busca de la navaja-. Se me escapó. Aquí
está.
-Las gracias se te van a quitar pronto –dijo Chunga.
Luego, como había hecho yo, al resplandor de un fósforo pasó su dedos
sobre la hoja, nos la devolvió sin decir nada, y regresó caminando a trancos
largos hacia “La Balsa”. Estuvimos unos minutos en silencio, aspirando el
perfume de los algodonales cercanos, que una brisa cálida arrastraba en
dirección al puente. Detrás de nosotros, a los dos costados del cauce, se veían
las luces vacilantes de la ciudad. El silencio era casi absoluto; a veces, lo
quebraban bruscamente ladridos o rebuznos.
-¡Listos! –exclamó una voz, del otro lado.
-¡Listos! -grité yo.
Ene. Bloque de hombres que estaba junto a “La Balsa” hubo una
sombra renguante se deslizó hasta el centro del terreno que limitaban los dos
grupos. Allí, vi al Cojo tantear el suelo con los pies; comprobaba si había
piedras, huecos. Busqué a Justo con la vista: León y Briceño habían pasado sus
brazos sobre sus hombros. Justo se desprendió de ellos rápidamente. Cuando

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

estuvo a mi lado, sonrió. Le extendí la mano. Comenzó a alejarse, pero


Leonidas dio un salto y lo tomó de los hombros. El viejo se sacó una manta
que llevaba sobre la espalda. Estaba a mi lado.
-No te le acerques ni un momento-. El viejo hablaba despacio, con voz
levemente temblorosa.- Siempre de lejos. Báilalo hasta que se agote. Sobre
todo, cuidado con el estómago y la cara. Ten el brazo siempre estirado.
Agáchate, pisa firme. Si te resbalas, patea en el aire hasta que se aleje…..Ya,
vaya, pórtese como un hombre.
Justo escuchó la Leonidas con la cabeza baja. Creí que iba a abrazarlo,
pero si limitó a hacer un gesto brusco. Arrancó la manta de las manos del viejo
de un tirón y se la envolvió en el brazo. Después se alejó; caminaba sobre la
arena a pasos firmes, con la cabeza levantada. En su mano derecha, mientras
se distanciaba de nosotros, el breve trozo de metal despedía reflejos. Justo se
detuvo a dos metros del Cojo.
Quedaron unos instantes inmóviles, en silencio, diciéndose seguramente
con los ojos cuánto se odiaban, observándose, los músculos tensos bajo la
ropa, la mano derecha aplastada con ira en las navajas. De lejos, semiocultos
por la oscuridad tibia de la noche, no parecían dos hombres que se aprestaban
a pelear, sino estatuas borrosas, vaciadas en un material negro, o las sombras
de dos jóvenes y macizos algarrobos de la orilla, proyectadas en el aire, no en la
arena. Casi simultáneamente como respondiendo a una urgente voz de mando,
comenzaron a moverse. Quizá el primero fue Justo: un segundo antes, inició
sobre el sitio un balanceo lentísimo, que ascendía desde las orillas hasta los
hombros, y el Cojo lo imitó, meciéndose también, sin apartar los pies. Sus
posturas eran idénticas: el brazo derecho adelante, levemente doblado con el
codo hacia afuera, la mano apuntando directamente al centro del adversario, y
el brazo izquierdo, envuelto por las mantas, desproporcionado, gigante,
cruzado como un escudo a la altura del rostro. Al principio sólo sus cuerpos
se movían, sus cabezas, sus pies y sus manos permanecían fijos.
Imperceptiblemente, los dos habían ido inclinándose, extendiendo la espalda, las
piernas en flexión, como para lanzarse al agua. El Cojo fue el primero en atacar:
dio de pronto un salto hacia adelante, su brazo describió un círculo veloz. El
trazo en el vacío del arma, que rozó a Justo, sin herido, estaba aún
inconcluso cuando éste, que era rápido, comenzaba a girar. Sin abrir la
guardia, tejía un cerco en torno del otro, deslizándose suavemente sobre la
arena, a un ritmo cada vez más intenso. El Cojo giraba sobre el sitio. Se había
encogido más, y el tanto daba vueltas sobre si mismo, siguiendo la dirección de
su adversario, lo perseguía con la mirada todo el tiempo, como hipnotizado.
De improviso, Justo se plantó: lo vimos caer sobre el otro con todo su cuerpo
y regresar a su sitio en un segundo, como un muñeco de resortes.
-Ya está- murmuró Briceño-. Lo rasgó.
-En el hombro –dijo Leonidas-. Pero apenas.
Sin haber dado un grito, firme en su posición, el Cojo continuaba su
danza, mientras que Justo ya no se limitaba a avanzar en redondo: a la vez, se
acercaba y se alejaba del Cojo agitando la manta, abría y cerraba la guardia,
ofrecía su cuerpo y lo negaba, esquivo, ágil, tentado y rehuyendo a su
contenedor como una mujer en celo. Quería marearlo, pero el Cojo tenía
experiencia y recursos. Rompió el círculo retrocediendo, siempre inclinado,
obligando a Justo a detenerse y a seguirlo. Este lo perseguía a pasos muy
cortos, la cabeza avanzaba, el rostro resguardado por la manta que colgaba
de su brazo; el Cojo huía arrastrando los pies, agachado hasta casi tocar la
arena de rodillas. Justo estiró dos veces el brazo, y las dos halló sólo el vacío.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

“No te acerques tanto”, dijo Leonidas, junto a mi, en voz tan baja que sólo yo
podía oírlo, en el momento que el bruto, la sombra deforme y ancha que se
había empequeñecido, replegándose sobre si misma como una oruga,
recobrada brutalmente su estatura normal y, al crecer y arrojarse, nos quitaba
de la vista a Justo. Uno, dos, tal vez tres segundos estuvimos sin aliento,
viendo la figura desmesurada de los combatientes abrazados y escuchamos un
ruido breve, el primero que oíamos durante el combate, parecido a un eructo.
Un instante después surgió a un costado de la sombra gigantesca, otra, más
delgada y esbelta, que de dos saltos volvió a levantar una muralla invisible
entre los luchadores. Esta vez comenzó a girar el Cojo: movía su pie derecho y
arrastraba el izquierdo. Yo me esforzaba en vano para que mis ojos atravesaran
la penumbra y leyeran sobre la piel de Justo lo que había ocurrido en esos
tres segundos, cuando los adversarios, tan juntos como dos amantes, formaban
un solo cuerpo. “¡Sal de ahí!”, dijo Leonidas muy despacio. ¿Por qué demonios
peleas tan cerca? Misteriosamente, como si la ligera brisa que corría le
hubiese llevado ese mensaje secreto, Justo comenzó también a brincar igual
que el Cojo. Agazapados, atentos, feroces, pasaban de la defensa al ataque y
luego a la defensa con la velocidad de los relámpagos, pero los amagos no
sorprendían a ninguno: al movimiento rápido del brazo enemigo, estirando
como para lanzar una piedra, que buscaba no herir, sino desconcertar al
adversario, confundirlo un instante, quebrarle la guardia, respondía el otro,
automáticamente, levantando el brazo izquierdo, sin moverse. Yo no podía ver
las caras, pero cerraba los ojos y las veía, mejor que si estuviera en medio de
ellos: el Cojo, transpirando, la boca cerrada, sus ojillos de cerdo incendiados,
llameantes tras los párpados, su piel palpitante, las aletas de su nariz chata y
del ancho de su boca, agitadas por su temblor inverosímil; y Justo, con su
mascara habitual de desprecio, acentuada por la cólera, y sus labios húmedos
de exasperación y fatiga. Abrí los ojos a tiempo para ver a Justo abalanzarse
alocada, ciegamente sobre el otro, dándole todas las ventajas, ofreciéndole su
cuerpo. La ira y la impaciencia elevaron su cuerpo, lo mantuvieron
extrañamente en el aire, recortado contra el cielo, lo estrellaron sobre su presa
con violencia. La salvaje explosión debió
sorprender al Cojo que, por un tiempo
brevísimo, quedó indeciso y, cuando se
inclinó, alargando su brazo como una flecha,
ocultando a nuestra vista la brillante hoja
que perseguíamos alucinados, supimos que
el gesto de locura de Justo no había sido
inútil del todo. Con el choque, la noche que
nos envolvía se pobló de rugidos
desgarradores y profundos que brotaban
como chispas de los combatientes. No
supimos entonces, no sabremos ya cuánto
tiempo estuvieron abrazados en ese poliedro
convulsivo, pero, aunque sin distinguir
quién era quién, sin saber de qué brazo
partían esos golpes, qué garganta profería
esos rugidos que se sucedían como ecos,
vimos muchas veces, en el aire, temblando hacia el cielo, o en medio de la
sombra, abajo, a los costados, las hojas desnudas de las navajas, veloces,
iluminadas, ocultarse y aparecer, hundirse o vibrar en la noche, como en un
espectáculo de magia.

24
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Debimos estar anhelantes y ávidos, sin respirar, los ojos dilatados,


murmurando tal vez palabras incompresibles, hasta que la pirámide humana se
dividió, cortada en el centro de golpe por una cuchillada invisible: los dos
salieron despedidos, como imantados por la espalda, en el mismo momento,
con la misma violencia. Quedaron a un metro de distancia, acezantes. “Hay que
pararlos, dijo la voz de León. Ya basta”. Pero antes que intentáramos movernos,
el Cojo había abandonado su emplazamiento como un bólido. Justo no esquivó
la embestida y ambos rodaron por el suelo. Se retorcían sobre la arena,
revolviéndose uno sobre otro, hendiendo el aire a tajos y resueltos sordos. Esta
vez la lucha fue muy breve. Pronto estuvieron quietos, tendidos en el lecho del
río, como durmiendo. Me aprestaba a correr hacia ellos cuando, quizá adivinando
mi intención, alguien se incorporó de golpe y se mantuvo de pie junto al caído,
cimbreándose peor que un borracho. Era el Cojo.
En el forcejeo, habían perdido las mantas, que reposaban un poco más
allá, semejando una piedra de muchos vértices. “Vamos”, dijo León. Pero esta
vez también ocurrió algo que nos mantuvo inmóviles. Justo se incorporaba,
difícilmente, apoyando todo su cuerpo sobre el brazo derecho y cubriendo la
cabeza con la mano libre, como si quisiera apartar de sus ojos una visión
horrible. Cuando estuvo de pie, el Cojo retrocedió unos pasos. Justo se
tambaleaba. No había apartado su brazo de la cara. Escuchamos, entonces, una
voz que todos conocíamos, pero que no hubiera tomado de sorpresa en las
tinieblas:
-¡Julián! –gritó el Cojo-. ¡Dile que se rinda!
Me volví a mirar a Leonidas, pero encontré atravesado el rostro de León:
observaba la escena con expresión atroz. Volví a mirarlos: estaban nuevamente
unidos. Azuzando por las palabras del Cojo, Justo, sin duda, apartó su brazo
del rostro en el segundo que yo descuidaba la pelea, y debió arrojarse sobre
su enemigo extrayendo las ultimas fuerzas de su dolor, de su amargura de
vencido. El Cojo se libró fácilmente de esa acometida sentimental e inútil,
saltando hacia atrás:
-¡Don Leonidas! – gritó de nuevo con acento furioso e implorante-. ¡Dígale
que se rinda!
-¡Calla y pelea! –bramó Leonidas, sin vacilar.
Justo había intentado nuevamente un asalto, pero nosotros, sobre todo
Leonidas, que era viejo y había visto muchas peleas en su vida, sabíamos que
no había nada que hacer ya, que su brazo no tenía vigor ni siquiera para
rasguñar la piel aceitunada del Cojo. Con una angustia que nacía en lo más
hondo, subía hasta la boca, resecándola, y hasta los ojos, nublándolos, los
vimos forcejear en cámara lenta todavía un momento, hasta que la sombra se
fragmentó una vez más: alguien se desplomaba en la tierra con un ruido seco.
Cundo llegamos donde yacía Justo, le Cojo se había retirado hacia los
suyos y, todos juntos, comenzaron a alejarse sin hablar. Junté mi cara a su
pecho, notando apenas que sustancia caliente humedecía mi cuello y mi
hombro, mientras mi mano exploraba su vientre y su espalda entre
desgarraduras de tela y se hundía a ratos en un cuerpo flácido, mojado y
frío, de malagua varada. Briceño y León se quitaron sus sacos, lo envolvieron
con cuidado y lo levantaron de los pies y de los brazos. Yo busqué la manta
de Leonidas, que estaba unos pasos más allá, y con ella le cubrí la cara, a
tientas, sin mirar. Luego, entre los tres lo cargamos al hombro, en dos hileras,
como a un ataúd, y caminamos, igualando los pasos, en dirección al sendero
que escalaba la orilla del río y que nos llevaría a la ciudad.

25
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

-No lloré, viejo –dijo León-. No he conocido a nadie tan valiente como su
hijo. Se lo digo de veras.
Leonidas no contestó. Iba detrás de mi, de modo que yo no podía verlo.
A la altura de pos primeros ranchos de Castilla, pregunté:
-¿Lo llevamos a su casa, don Leonidas?
-Sí –dijo el viejo, precipitadamente, como si no hubiera escuchado lo que
le decía.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Oblongo: …………………………………………………………………………………

b) Brizna: …………………………………………………………………………………

c) Oruga: …………………………………………………………………………………

d) Amago: …………………………………………………………………………………

e) Fustigar: …………………………………………………………………………………

f) Azuzar: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuántas pandillas aparecen en el relato? ¿En qué sitios


específicamente se centra ésta?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

2. ¿Cuánto tiempo real abarca el relato? ¿Cómo lo sabes?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

3. Haz un breve paralelo entre Justo y el Cojo, señalando los rasgos


físicos y temperamentales más saltantes de cada personaje.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

4. ¿Qué noticias trae Leonidas a los amigos reunidos en el “Río Bar”?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

5. ¿Dónde y cómo se encuentran más tarde Justo y Julián? ¿Qué es lo


que Justo le cuenta a su amigo?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

6. ¿Qué mostraba el rostro de Justo? ¿Cómo explicaba la gente el origen


de esa señal? ¿Qué decía Leonidas?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

7. ¿Qué ruta elige el grupo para trabajar el cauce del río?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

8. ¿Qué era “La Balsa”?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

9. Hay una relación de los momentos más emocionantes de la pelea y


señálalos en orden.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

10. ¿Qué hicieron los amigos de Justo una vez concluida la pelea?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

11. Finalmente, ¿Cómo concluye esta historia?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

Razonamiento Verbal: Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Hondo …………………………………. ………………………………….

b) Angustia …………………………………. ………………………………….

c) Violencia …………………………………. ………………………………….

d) Pelea …………………………………. ………………………………….

e) Humedecía …………………………………. ………………………………….

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

TEXTO Nº 4

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

LA DESCRIPCIÓN DEL PERÚ


INCA GARCILASO DE LA VEGA
Antología

Los cuatros términos que el Imperio de los Incas tenía cuando los españoles
entraron en él son los siguientes: Al norte llegaba hasta el río Ancasmayu, que
corre entre los confines de Quito y Pasto; quiere decir, en la lengua general del
Perú, río azul; está debajo de la línea equinoccial, casi perpendicularmente. Al
medio día tenía por término al río Mauli, que corre de este a oeste pasado el reino
de Chile, antes de llegar a los araucos, el cual está más de cuarenta grados de la
equinoccial al sur. Entre estos dos ríos pone poco menos de mil y trescientas
leguas de largo por tierra desde el río Ancasmayu hasta los Chichas, que es la
última provincia de los Charcas, Norte, Sur…

Al levante tiene por términos aquella nunca jamás pisada de hombres ni de


animales ni de aves, inaccesible cordillera de nieves que corre desde Santa Marta
hasta el estrecho de Magallanes, que los indios llaman Ritisuyu, que es banda de
nieves. Al poniente confina con la Mar del Sur, que corre toda su costa de largo a
largo; empieza al término del Imperio por la costa desde el cabo de Nassau, por
donde pasa la línea equinoccial, hasta el dicho río Maule, que también entra en la
Mar del Sur.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

CUZCO Y ROMA

El Cuzco en su Imperio fue otra Roma en el suyo; y así se puede cortejar la una con
la otra, porque se asemejan en las cosas más generosas que tuvieron. La primera y
principal, en haber sido fundadas por sus primeros reyes. La segunda, en las
muchas y diversas naciones que conquistaron y sujetaron a su imperio. La
tercera, en las leyes tantas y tan buenas y bonísimas, que ordenaron para el
gobierno de sus repúblicas. La cuarta en los varones tantas y tan excelentes, que
engendraron, y con su buena doctrina urbana y militar criaron. En las cuales Roma
hizo ventaja al Cuzco, no por haberlos criado mejores, sino por haber sido más
venturosa en haber alcanzado letras, eternizado con ellas a sus hijos, que los tuvo,
no menos ilustres por las ciencias, que excelentes por las armas; los cuales se
honraron al trocado, unos a otros; estos haciendo hazañas en la guerra y la paz; y
aquellos escribiendo las unas y las otras, para honra de su patria, y perpetua
memoria de ellos.

POESÍA DE LOS INCAS

No les faltó habilidad a los amautas, que eran los filósofos, para componer
comedias y tragedias, que en días y fiestas solemnes representaban delante de sus
reyes y de los señores que asistían en la corte. Los representantes no eran viles.
Sino incas y gente noble, hijos de curacas y los mismos curacas y capitanes, hasta
maeses de campo, porque los autos de las tragedias se representasen al propio,
cuyos argumentos siempre eran de hechos militares, de triunfos y victorias, de las
hazañas y grandezas de los reyes pasados y de otras heroicas varones. Los
argumentos de las comedias eran de agricultura, de hacienda, de cosas caseras y
familiares. Los representantes, luego que se acaba la comedia, se sentaban en sus
lugares conforme a su calidad y oficio. No hacían entremeses deshonestos, viles y
bajos: todo era de cosas graves y honestas, con sentencias y donaires permitidos
en tal lugar. A los que se aventajaban en la gracia del representar les daban joyas y
favores de mucha estima.

De la poesía alcanzaron otra poca, porque supieron hacer versos cortos y largos,
con medida de sílabas; en ellos ponían sus cantares amorosos, con tonadas
diferentes, como se ha dicho. También componían en verso, las hazañas de sus
reyes y de otros famosos incas y curacas principales, y los enseñaban a sus
descendientes por tradición, para que se acordasen de los buenos hechos de sus
pasados y los imitasen. Los versos eran pocos para que la memoria los guardase,
empero muy compendiosos como cifras. No usaron de consonante en los versos;
todos eran sueltos. Por la mayor parte semejaban a la natural compostura española
que llaman redondillas. Una canción amorosa compuesta en cuatro versos me
ofrece la memoria; por ellos se verá el artificio de la compostura y la significación
abreviada, compendiosa, de lo que en su rusticidad querían decir. Los versos
amorosos hacían cortos, porque fuesen más fáciles de tañer en la flauta. Holgara
poner también la tonada en puntos de canto de órgano, para que se viera lo uno y lo
otro, más la impertinencia me excusa del trabajo.
La canción es la que se sigue y su traducción en castellano:
Caylla llapi Al cántico
Puñunqui quiere decir: dormirás

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Chaupituta media noche


Samúsac yo vendré.

EJECUCIÓN DE TUPAC AMARU

Al pobre príncipe (Túpac Amaru) sacaron en una mula, con una soga al cuello, y las
manos atadas, y un pregonero delante, que iba pregonando su muerte, y la causa
de ella, que era tirano, traidor contra la corona de la Majestad Católica. El Príncipe,
oyendo el pregón, no entiendo el lenguaje español, preguntó a los religiosos que
con él iban, qué era lo que aquel hombre iba diciendo. Declaráronle, que le
mataban porque era auca contra el Rey, su Señor. Entonces mandó que le llamasen
aquel hombre y cuando le tubo cerca, le dijo: “No digas eso que vas pregonando,
pues sabes que es mentira, que yo no he hecho traición, ni he pensado hacerlo,
como todo el mundo lo sabe. Di que me matan porque el virrey (Francisco de
Toledo) lo quiere, y no por mis delitos, que no he hecho ninguno contra él, ni contra
el Rey de Castilla: yo llamo al Pachacamac que es verdad lo que digo: con esto
pasaron delante los ministros de la justicia. A la entrada de la plaza salieron una
gran banda de mujeres, de todas las edades, alguitas de ellas de sangre real, y las
demás mujeres hijas de los caciques de la comarca de aquella ciudad; y con
grandes voces y alaridos, con muchas lagrimas le dijeron: Inca, ¿Por qué te llevan a
cortar la cabeza, qué delitos, que traiciones has hecho, para merecer tal muerte?
Pide a quien te la da, que mande matarnos a todas, pues somos tuyas por sangre, y
dichosas iremos en tu compañía, que quedar por siervas y esclavas de los que
matan. Entonces temieron que hubiera algún alboroto en la ciudad, según ele
ruido, grita, vocería, que levantaron los que miraban la ejecución de aquella
sentencia tan no pensada ni imaginada por ellos. Pasaban de trescientas mil
ánimas, los que estaban en aquellas dos plazas, calles, ventanas, y tejados para
poderla ver. Los ministros se dieron prisa, hasta llegar al tablado, donde el
príncipe subió, y los religiosos, que le acompañaban, y el verdugo en pos de ellos,
con su alfanje en la mano. Los indios, viendo su Inca tan cercano a la muerte, de
lástimas y dolor se sintieron, levantaron murmullo, vocería, gritos y alaridos; de
manera que no se podían oír. Los sacerdotes que hablaban con el Príncipe, le
pidieron que mandase callar a aquellos indios. El Inca, alzó el brazo derecho, con la
mano abierta y la puso en derecho del oído, y de allí la bajó poco a poco, hasta
ponerla sobre el muslo derecho. Con lo cual sintiendo los indios, que les mandaba
callar, cesaron sus gritos y vocerías, y quedaron con tanto silencio, que parecía no
haber ánima nacida en toda aquella ciudad. De lo cual se admiraron mucho los
españoles, y el virrey entre ellos, el cual estaba en una ventana, mirando la
ejecución de la sentencia. Notaron con espanto la obediencia, que los indios tenían
a su príncipe, que aún en aquel paso lo mostrasen, como todos los vieron. Luego
cortaron la cabeza al Inca; el cual recibió aquella pena, y tormento, con el valor y
grandeza de ánimo que los incas, y todos los indios notables suelen recibir
cualquiera inhumanidad, y crueldad, que les hagan.

ALCANZARON LA RESURRECCIÓN DEL ANIMA

Tuvieron los incas amautas que el hombre era compuesto de cuerpo y ánima y que
el ánima era espíritu inmortal y que el cuerpo era hecho de tierra, porque le veían
convertirse en ella, y así le llamaban Allpacamasca, que quiere decir tierra animada.
Y para diferenciarle de los brutos le llamaban runa, que es hombre de

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

entendimiento y razón, y a los brutos en común dicen llama, que quiere decir bestia.
Diéronles lo que llaman ánima vegetativa y sensitiva, porque les veían crecer y
sentir, pero no la racional. Creían que había otra vida después de esta, con pena
para los malos y descanso para los buenos. Dividían el universo en tres mundos:
llaman al cielo Hanan Pacha, que quiere decir mundo alto, donde decían que iban
los buenos a ser premiados de sus virtudes; llamaban Urín Pacha a este mundo de
la generación y la corrupción, que quiere decir baxo mundo; llaman Ucu Pacha al
centro de la tierra, que quiere decir mundo inferior de allá abaxo, donde decían que
iban a parar los malos y para declararlos más le daban otro nombre, que es Zupaipa
Huasin, que quiere decir Casa del Demonio…

COMPRENSIÓN DE LECTURA
Con ayuda del diccionario anota el significado de las
Vocabulario:
siguientes palabras:

a) Equinoccional: ………………………………………………………………………………

b) Confina: ………………………………………………………………………………

c) Trocado: ………………………………………………………………………………

d) Curacas: ………………………………………………………………………………

e) Doctrinas: ………………………………………………………………………………

f) Alaridos: ………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿Qué clase de empresa fue la conquista del Imperio Incaico? ¿Qué ocurrió
con los vencedores? ¿Qué sucedió en el campo idiomático?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

2. Señale las características de la Literatura de la conquista. Mencione dos o


tres coplas.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

3. ¿Qué son las crónicas? ¿Cómo se originaron éstas? ¿Qué refieren


inicialmente y qué después?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________
4. Cite a los cronistas más notables, siguiendo la clasificación de Tamayo
Vargas.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

5. ¿Cómo se clasifica la obra del Inca Gracilazo? Exponga el tema de “La


Florida del Inca”.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

6. ¿En qué se parecen Cuzco y Roma? ¿En qué aventaja ésta o aquélla?.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

7. ¿Cuándo y quiénes representaban las tragedias y comedias incaicas? ¿De


que traban sus argumentos?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


Razonamiento Verbal: palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Sensitiva …………………………………. ………………………………….

b) Virtudes …………………………………. ………………………………….

c) Justicia …………………………………. ………………………………….

d) Amorosa …………………………………. ………………………………….

e) Hazañas …………………………………. ………………………………….

TEXTO Nº 5
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

LA METAMORFOSIS

(1) Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo,


encontrase en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado
sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la
figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya
prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto
de escurriese hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas
en comparación con el grosos ordinario de sus piernas, ofrecían a su ojos el
espectáculo de una agitación sin consistencia,
-¿Qué ha sucedido?

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

No soñaba, no. Su habitación, una habitación, de verdad, aunque


excesivamente reducida, aparecía como de ordinario entre sus cuatro harto
conocidas paredes. Presidiendo la mesa, sobre la cual estaba esparcida un
muestrario de paños. Samsa era viajante de comercio, colgaba una estampa ha
poco recortada de una revista ilustrada y puesta en un lindo marco dorado.
Representaba esta estampa una señora tocada con un gorro de pieles, envuelta
en una boa también de pieles, y que, erguida, esgrimía contra el espectador un
amplio manguito, asimismo, de piel, dentro del cual desaparecía todo su
antebrazo.
Gregorio dirigió luego la vista hacia la ventana; el tiempo nublado
(sentíase repiquetear en el cien del alféizar las gotas de lluvia) infundiole una
gran melancolía.
-Bueno pensó: ¿Qué pasaría si yo siguiese durmiendo un rato y me
olvidase de todas las fantasías?. Mas era esto algo de todo punto irrealizable,
porque Gregorio tenia la costumbre de dormir sobre le lado derecho, y su
actual estado no le permitía adoptar esta postura. Aunque se empeñaba en
permanecer sobre el lado derecho, forzosamente volvía a caer de espaldas. Mil
veces intentó en cano esta operación; cerró los ojos para no tener que ver
aquel rebullicio de las piernas, que no cesó hasta que un dolor leve y punzante
al mismo tiempo, un dolor jamás sentido hasta aquel momento, comenzó a
aquejarle en el costado.
-¡Ay, Dios! Díjose entonces. ¡Qué casada es la profesión que he elegido! Un
día sí y otro también de viaje. La preocupación de los negocios es mucho
mayor cuando se trabaja fuera que cuando se trabaja en el mismo almacén, y no
hablemos de esta plaga de los viajes; cuidarse de los enlaces de los trenes; la
comida mala, irregular; relaciones que cambian de continuo, que no duran
nunca, que no lleguen nunca a ser verdaderamente cordiales, y en que el
corazón nunca puede tener parte. ¡Al diablo con todo!.
Sintió en el vientre una ligera picazón. Lentamente, se sintió sobre la
espalda, alargándose en dirección a la cabecera, a fin de poder alzar mejor la
cabeza. Vio que el sitio que le escocia estaba cubierto de unos puntitos blancos,
que no supo explicarse. Quiso aliviarse tocando el lugar del escozor con una
pierna; pero hubo de retirar esta inmediatamente, pues el roce le producía
escalofríos.
-Deslizóse hasta recobrar su primitiva postura.
-Estos madrugadores díjose le entontecen a uno por completo. El hombre
necesita dormir lo justo. Hay viajantes que se dan una vida de odaliscas.
Cuando a media mañana regreso a la fonda para anotar los pedidos, me los
encuentro muy sentados, tomándose el desayuno. Si yo, con el jefe que tengo,
quisiera hacer lo mismo, me vería en el acto de patitas en la calle. Y ¿Quién sabe
si esto no sería para mí lo más conveniente? Si no fuese por mis padres, ya
hace tiempo que me habría despedido. Me hubiera presentado ante el jefe y, con
toda mi alma, la habría manifestado mi modo de pensar. ¡se cae del pupitre! Que
también tiene lo suyo eso de sentarse encima del pupitre para, desde aquella
altura, hablar a los empleados, que, como él es sordo, han de acercársele
mucho. Pero lo que es la esperanza, todavía no la he perdido del todo. En cuanto
tenga reunida la cantidad necesaria para pagarle la deuda de mis padres unos
cinco o seis años todavía, ¡vaya si lo hago! Y entonces sí que me redondeo.
Bueno; pero, por ahora, lo que tengo que hacer es levantarme, que el tren sale a
las cinco. Volvió los ojos hacia el despertador, que hacia su tic-tac encima del
baúl.
-¡Santo Dios! Exclamó para sus adentros.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Eran las seis y media, y las manecillas seguían avanzando tranquilamente.


Es decir, ya era más. Las manecillas estaban casi en menos cuarto. ¿Es que no
había sonado el despertador? Desde la cama podía verse que estaba puesto
efectivamente en las cuatro; por lo tanto, tenia que haber sonado. Mas ¿era
posible seguir durmiendo impertérrito, a pesar de aquel sonido que conmovía
hasta a los mismos muebles? Su sueño no había sido tranquilo. Pero no lo
mismo, probablemente tanto más profundo. Y ¿Qué se hacia él ahora? El tren
siguiendo salía a las siete; para alcanzarlo, era preciso darse una prisa loca. El
muestrario no estaba aún empaquetado, y, por ultimo, él mismo no se sentía
nada dispuesto.
Además, aunque alcanzara el tren, no por ello evitaría la filipina del amo,
pues el cuenta de su falta . era el tal mozo un hechura del amor, sin dignidad ni
consideración. Y si dijese que estaba enfermo ¿Qué pasaría? Pero esto, además
de ser muy penoso, infundiría sospecha, pues Gregorio, en los cinco años que
llevaba de empleado, no había estado malo ni una sola vez. Vendría de seguro
el principal con el medico del Montepío. Se desataría en reproches, delante de
los padres, respecto a la holgazanería del hijo, y cortaría todas las objeciones
alegando el dictamen del galeno, para quien todos los hombres están siempre
sanos y sólo padecen de horror al trabajo. Y la verdad es que, en este caso su
opinión no habría carecido completamente de fundamento. Salvo cierta
somnolencia, desde luego superflua después de tan prolongado sueño, Gregorio
sentíase admirablemente, con un hambre particularmente fuerte.
(2) Mientras meditaba atropelladamente, sin poderse decidir a abandonar el
lecho, y justo en el momento en que el despertador daba las siete menos cuarto,
llamaron quedo a la puerta que estaba junto a la cabecera de la cama.
Gregorio dijo una voz, la de su madre, son las siete menos cuarto. ¿No
ibas a marcharte de viaje?.
¡Qué voz más dulce! Gregorio se horrorizó al oír en cambio la suya
propia, que era la de siempre, si, pero que salía mezclada con un doloroso e
irreprimible pitido, en el cual las palabras, al principio claras, confundíanse luego,
recobrando de modo que no estaba uno seguro de haberlas oído. Gregorio
hubiera querido contesta dilatadamente, explicando todo; pero, en vista de ello,
limítose a decir:
-Sí, sí. Gracias, madre. Ya me levanto.
A través de la puerta de madera, la mutación de la voz de Gregorio no debió
notarse, pues la madre se tranquilizó con esta respuesta y se retiró. Pero este
corto diálogo hizo saber a los demás miembros de la familia que Gregorio,
contrariamente a lo que se creía, estaba todavía en casa. Llegó el padre a su vez y,
golpeando ligeramente la puerta, llamó: “Gregorio, Gregorio, ¿Qué pasa?”. Esperó
un momento y volvió a insistir, alzando algo de voz: “¡Gregorio, Gregorio!”.
Mientras tanto, detrás de la otra hoja, la hermana lamentábase dulcemente:
“Gregorio, ¿no estas bien? ¿Necesitas algo?”-“Ya estoy listo2, respondió Gregorio
a ambos a un tiempo, aplicándose a pronunciar, y hablando con gran lentitud,
para disimular el sonido inaudito de su voz. Tornó el padre a su desayuno, pero
la hermana siguió musitando: “Abre, Gregorio; te lo suplico”. En lo cual no pensaba
Gregorio, ni mucho menos, felicitándose, por el contrario, de aquella precaución
suya hábito contrario en los viajes de encerrarse en su cuarto por la noche, aun
en su propia casa.
Lo primero era levantarse tranquilamente, arreglarse sin ser importunado
y, sobre todo, desayunar. Sólo después de efectuado todo esto pensaría en lo
demás, pues de sobra comprendía que en la cama no podía pensar nada a
derechas. Recordaba haber sentido ya con frecuencia en la cama cierto

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

dolorcillo, producido sin duda por alguna postura incomoda, y que, una vez
levantado, resultaba ser obra de su imaginación; y tenia curiosidad por ver
cómo habrían de desvanecerse paulatinamente sus imaginaciones de hoy. No
dudaba tampoco lo más mínimo de que el cambio de su voz era simplemente
el preludio de un resfriado mayúsculo, enfermedad profesional del viajante de
comercio.
Arrojar la colcha lejos de sí era casa harto sencilla. Bastaríale para ello con
albombarse un poco: la colcha caería por sí sola. Pero la dificultad estaba en
la extraordinaria anchura de Gregorio. Para incorporarse, podía haberse ayudado
de los brazos y las manos; más, en su lugar, tenia ahora innumerables patas en
constante agitación y le era imposible hacerse dueño de ellas. Y el caso es que
él quería incorporarse. Se estiraba; lograba por fin dominar una de sus patas;
pero, mientras tanto, las demás proseguían su libre y dolorosa agitación. “No
conviene hacer el zángano en la cama”, pensó Gregorio.
Primero intentó sacar el lecho la parte del cuerpo. Pero esta parte inferior
que por cierto no había visto todavía, y que, por lo tanto, le era imposible
representarse en su exacta conformación resultó ser demasiado difícil de mover.
La operación se inició muy despacio. Gregorio, frenético ya, concentró toda su
energía y, sin pararse en barras, se arrastró hacia delante. Mas, calculó mal la
dirección, se dio un tremendo golpe contra los pies de la cama, y el dolor que
esto le produjo demostróle, con su agudez, que aquella parte inferior de su
cuerpo era quizás, precisamente, en su nuevo estado, la más sensible. Intentó,
pues, sacar primero la parte superior, y volvió cuidadosamente la cabeza hacia
el borde del lecho. Esto no ofreció ninguna dificultad, y, no obstante su anchura
y su peso, el cuerpo todo siguió por fin, aunque lentamente, el movimiento
iniciado por la cabeza. Mas, al verse con ésta colgando en el aire, le entró miedo
de continuar avanzando en igual forma, porque, dejándose caer así, era preciso
un verdadero milagro para sacar intacta la cabeza; y ahora menos que nunca,
quería Gregorio perder el sentido. Antes prefería quedarse en la cama.
Mas cuando, después de realizar a la inversa los mismos esfuerzos,
subrayándolos con hondísimo suspiros, hallóse de nuevo en la misma posición
y tornó a ver a sus patas presas de una excitación mayor que antes, si era
posible, comprendió que no disponía de medio alguna para remediar tamaño
absurdo, y volvió a pensar que no debía seguir en la cama y que lo más cuerdo
era arriesgarlo todo, aunque sólo le quedase una intima esperanza. Pero al
punto recordó que, aquella mañana ocultaba por completo el lado opuesto de la
calle, poca esperanza y escasos ánimos, había de infundirle. “Las siete ya dijote
al oír de nuevo el despertador. Las siete ya, y todavía sigue la niebla”. Durante
unos momentos, permaneció echado, inmóvil y respirando quedó, cual si
esperase volver en el silencio a su estado normal.
Pero, a poco, pensó: “Antes de que den las siete y cuarto es indispensable
que me haya levantado. Sin contar que, entre tanto, vendrá seguramente
alguien del almacén a preguntar por mi, pues allí abren antes de las siete”. Y
se dispuso a salir de la cama, balanceándose cuan largo era. Dejándose caer en
esta forma, la cabeza, que tenia el firme propósito de mantener enérgicamente
erguida, saldría probablemente sin daño alguno. La espalda parecía tener
resistencia bastante: nada le pasaría al dar con ella en la alfombra.
Únicamente hacíale vacilar el temor de cada puerta, cuando no aun susto, por
lo menos a una inquietud. Más no quedaba otro remedio que afrontar esta
perspectiva.
Ya estaba Gregorio a medias fuera de la cama (el nuevo método antes
parecía un juego que un trabajo, pues sólo implicaba el balancearse siempre

36
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

hacia atrás), cuando cayó en la cuenta de que todo seria muy sencillo si
alguien viniese en su ayuda. Con dos personas robustas (y pensaba en su padre
y en la criada) bastaría. Sólo tendrían que pasar los brazos por debajo de su
abombada espalda, desenfundarle del lecho y, agachándose luego con la carga,
permitirle que las patas demostrarían su razón de ser. Ahora bien, y presidiendo
de que las puertas estaban cerradas ¿conveníale realmente pedir ayuda? Pese
a lo apurado de su situación, no pudo por menos de sonreírse.
(3) Había adelantado ya tanto, que un solo balanceo más pronunciado que
los anteriores, bastaría para hacerle perder casi por completo el equilibrio.
Además, muy pronto no le quedaría otro remedio que tomar una determinación,
pues sólo faltaban ya cinco minutos para siete y cuarto. En esto, llamaron a la
puerta del piso. “De seguro es alguien del almacén” pensó Gregorio, quedando
de pronto suspenso, mientras sus patas seguían andando cada vez más
rápidamente. Un punto, permaneció todo en silencio. “No abren” pensó entonces
asiéndose a tan descabellada esperanza. Pero, como no podía por menos
suceder, sintiéndose aproximarse a la puerta las fuertes pisadas de la criada. Y la
puerta se abrió. Bástole a Gregorio oír la primera palabra pronunciada por el
visitante, para percatarse de quién era. Era el principal en persona. ¿Por qué
estaría Gregorio condenado a trabajar en una casa en la cual la más mínima
ausencia despertaba inmediatamente las más trágicas sospechas? ¿es que los
empleados, todos en general y cada uno en particular, no eran sino unos pillos?
¿Es que no podía haber entre ellos algún hombre de bien que, después de
perder aunque sólo fuese un par de horas de la mañana, se volviese loco de
remordimiento y no se hallase en condiciones de abandonar la cama? ¿Es que
no estaba acaso con mandar a preguntar por un chico, suponiendo que tuviese
fundamento esta manía de averiguar, sino de que era preciso que viniese el
mismísimo principal a enterar a toda una inocente familia de que sólo él tenia
calidad para intervenir en la investigación d e tan tenebroso asunto? Y Gregorio,
más bien sobreexcitado por estos pensamientos que ya decidido a ellos,
arrojóse enérgicamente del lecho. Se oyó un golpe sordo, pero que no podía
propiamente calificarse de estruendo. La alfombra amortiguó la caída; la
espalda tenia también mayor elasticidad de lo que Gregorio había supuesto, y
esto evitó que el ruido fuese tan espantoso como temía. Pero tuvo cuidado de
mantener la cabeza suficientemente erguida; se hirió, y el dolor le hizo restregarla
rabiosamente contra la alfombra.
-Algo ha ocurrido ahí dentro dijo el principal en la habitación de la
izquierda. Gregorio intentó imaginar que al principal pudiera sucederle algún
día lo mismo que hoy a él, posibilidad ciertamente muy admisible. Pero el
principal, como contestando brutalmente a esta suposición, dio con energía
unos cuantos pasos por el cuarto vecino, haciendo crujir sus botas de charol.
Desde la habitación contigua de la derecha, susurró la hermana esta noticia:
“Gregorio, que ahí está el principal”. “Ya lo sé”, contestó Gregorio para sus
adentros. Pero no osó levantar la voz hasta el punto de hacerse oír de su
hermana.
Gregorio dijo por fin el padre desde la habitación contigua de la
izquierda, Gregorio, ha venido el señor principal y pregunta por qué no te
marchaste en el primer tren. No sabemos lo que debemos contestarle. Además,
desea hablar personalmente contigo. Con que haz el favor de abrir la puerta. El
señor principal tendrá la bondad de disculpar al desorden del cuarto. ¡Buenos
días señor Samsa! terció entonces amablemente el principal. No se encuentra
bien dijo la madre a este ultimo mientras el padre continuaba junto a la puerta.
No está bueno, créame usted, señor principal. ¿Cómo, si no, iba Gregorio a

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

perder el tren? Si el chico no tiene otra cosa en la cabeza más que el almacén.
Si casi me molesta que no salga ninguna noche!. Ahora, por ejemplo, ha estado
aquí ocho días; pues bien, ni una sola noche ha salido de casa” Se sienta con
nosotros, haciendo coro alrededor de la mesa, lee el periódico sin decir palabra
o estudia itinerarios. Su única distracción consiste en trabajos de carpintería. En
dos o tres veladas, ha tallado un marquito. Cuando lo vea usted, se va a
asombrar; es precioso. Ahí esta colgado, en su cuarto; ya lo verá usted en
seguida, en cuanto abra Gregorio. Por otra parte, celebro verle a usted, señor
principal, pues nosotros solos nunca hubiéramos podido decidir a Gregorio a
abrir la puerta. ¡Es más tozudo! Seguramente no se encuentra bien, aunque antes
dijo lo contrario. Voy en seguida – Exclamó lentamente Gregorio, circunspecto y
sin moverse para no perder palabra alguna de la conversación. De otro modo, no
sabría explicármelo, señora repuso el principal. Es de esperar que no será nada
serio. Aunque, por otra parte, no tengo más remedio que decir que nosotros, los
comerciantes, desgraciada o afortunadamente, como se quiera, tenemos a la
fuerza que saber sufrir a menudo ligeras indisposiciones, anteponiendo a todo
los negocios. Bueno, preguntó el padre, impacientándose y tornando a llamar a la
puerta: ¿puede entrar señor principal? No, respondió Gregorio. En la habitación
contigua de la izquierda reinó un silencio lleno de tristeza, y en la habitación
contigua de la derecha, comenzó a sollozar la hermana.

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Alfeizar …………………………………………………………………………………

b) Rebullicio …………………………………………………………………………………

c) Crujir: …………………………………………………………………………………

d) Inaudito: …………………………………………………………………………………

e) Escozor: …………………………………………………………………………………

f) Galeno: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿Quién es el personaje principal del texto leído?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________
2. ¿Qué trabajo desempaña? ¿Por qué tiene ese compromiso laboral?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

3. ¿Está a gusto en él? Explica por qué.


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

4. Describe ¿Cómo se encuentra él, al despertar una mañana? ¿Qué cree


que le está pasando?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

5. ¿Quiénes viven con él? ¿De qué se preocupan todos ellos?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

6. Explica los esfuerzos que hace para despojarse de esa “fantasía” que
cree estar viviendo?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

7. ¿Cómo sus padres disculpan a Gregorio ante el principal? ¿Qué dicen de


él?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________
8. Explica qué nos revela esta alegoría del hombre convertido en insecto.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________
9. ¿Cuáles son en tu concepto los principales conflictos de la vida
moderna, sobre todo, a nivel de tu generación?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

Razonamiento Verbal: Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes


palabras:

Sinónimo Antónimo

a) Bondad …………………………………. ………………………………….

b) Esperanza …………………………………. ………………………………….

c) Excitación …………………………………. ………………………………….

d) Galeno …………………………………. ………………………………….

e) Despacio …………………………………. ………………………………….

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

TEXTO Nº 6

LECTURA

Lee detenidamente la siguiente lectura:

“CON JIMMY, EN PARACAS”


Alfredo Bryce Echenique

Lo estoy viendo; realmente es como si lo estuviera viendo; allí está


sentado, en el amplio comedor había rayas, tal vez tiburones. Yo estaba sentado
al frente suyo, en la misma mesa y, sin embargo, me parece que lo estuviera
observando desde la puerta de ese comedor, de donde ya todos se habían
marchado; ya sólo quedábamos él y yo, habíamos llegado los últimos , habíamos
alcanzado con las justas el almuerzo.
Esta vez había traído; lo habían mandado sólo por el fin de semana, y
Paracas no estaba tan lejos: estaría de regreso a tiempo para el colegio, el
lunes. Mi madre no había podido venir; por eso me había traído. Me llevaba
siempre a sus viajes cuando ella no podía acompañarlo, y cuando ella no podía
acompañarlo, y cuando podía volver a tiempo para el colegio. Yo escuchaba
cuando le decía a mamá que era una pena que no pudiera venir, la compaña le
pagaba la estadía, le pagaba el hotel de lujo para dos personas. “Lo llevaré”,
decía, refiriéndose a mi. Creo que yo le gustaba para esos viajes.
Y a mi, ¡cómo me gustaban esos viajes! Esta vez era a Paracas. Yo no
conocía Paracas, y cuando mi padre empezó a arreglar la maleta, el viernes por

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

la noche, ya sabía que no dormiría bien esa noche, y que me despertaría antes
de sonar el despertador.
Partimos ese sábado muy temprano, pero tuvimos que perder mucho
tiempo en la oficina, antes de entrar en la carretera al sur. Parece que mi padre
tenía todavía cosas que ver allí, tal vez recibir las ultimas instrucciones de su
jefe. No sé; yo me quedé esperándolo afuera, en el auto, y empecé a temer que
llegaríamos mucho más tarde de lo que habíamos calculado.
Una vez en la carretera, eran otras mis preocupaciones. Me padre
manejaba, como siempre, despacísimo; más despacio de lo que mamá le había
pedido que manejara. Uno tras otro, los automóviles nos iban dejando atrás, y
yo no miraba a mi padre para que no se fuera a dar cuenta de que eso me
fastidiaba un poco, en realidad me avergonzaba bastante. Pero nada había que
hacer, y el viejo Pontiac, ya muy viejo el pobre, avanzaba lentísimo , anchísimo,
negro e inmenso, balanceándose como una lancha sobre la carretera recién
asfaltada.
A eso de la mitad del camino, mi padre decidió encender la radio. Yo no sé
qué le pasó; bueno, siempre sucedía lo mismo, pero sólo probó una estación,
estaban tocando una guaracha, y apagó inmediatamente sin hacer ningún
comentario. Me hubiera gustado escuchar un poco de música, pero no le dije
nada. Creo que por eso le gustaba llevarme en sus viajes; yo no era un
muchachillo preguntón; m e gustaba ser dócil; estaba consciente de mi
docilidad. Pero eso sí, era muy observador.
Y por eso lo miraba de reojo, y ahora lo estoy viendo manejar. Lo veo
jalarse un poquito el pantalón desde las rodillas, dejando aparecer las medias
blancas, impecables, mejores que las mías, porque yo todavía soy un niño;
blancas e impecables porque estamos yendo a Paracas, hotel de lujo, lugar de
verano, mucha plata y todas esas cosas. Su saco es el mismo de todos los
viajes fuera de Lima, gris, muy claro, sport; es norteamericano y le va a durar toda
la vida. El pantalón es gris, un poco más oscuro que el saco, y la camisa es la
camisa vieja más nueva del mundo; a mí nunca me va a durar una camisa como
le duran a mi padre.
Y la boina; la boina es vasca; él dice que es vasca de pura sepa. Es para
los viajes; para el aire, para la calvicie. Porque mi padre es calvo, calvísimo, y
ahora que lo estoy viendo ya no es un hombre alto. Ya aprendí que mi padre no
es un hombre alto, sino más bien bajo. Es bajo y muy flaco. Bajo, calvo y
flaco, pero yo entonces tal vez no lo veía aún así, ahora ya sé que sólo es el
hombre más bueno de la tierra, dócil como yo, en realidad se muere de miedo de
sus jefes; de esos jefes que lo quieren tanto porque hace siete millones de años
que no llega tarde ni se enferma ni falta a la oficina; esos jefes que yo he visto
cómo le dan palmazos en la espalda y se pasan la vida felicitándolo en la puerta
de la iglesia los domingos; pero a mí hasta ahora no me saludan, y mi padre se
pasa la vida diciéndole a mi madre, en la puerta de la iglesia los domingos, que
las mujeres de sus jefes son distraídas o no la han visto, porque a mi madre
tampoco la saludan, aunque a él, a mi padre, no se olvidaron de mandarle sus
saludos y felicitaciones cuando cumplió un millón de años más sin enfermarse
ni llegar tarde a la oficina, la vez aquella en que trajo esas fotos en que, estoy
seguro, un jefe acababa de palmearle la espalda, y otro estaba a punto de
palmeársela; y esa otra foto en que ya los jefes se habían marchado del
cocktail, pero habían asistido, te decía mi padre, y volvía a mostrarle la primera
fotografía.

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Pero todo esto es ahora en que lo estoy viendo, no entonces llegábamos


a Paracas en el Pontiac. Yo me había olvidado un poco del Pontiac, pero las
paredes blancas del hotel me hicieron verlo negro, ya muy viejo el pobre, y tan
ancho. “Adónde va a caber esta mole”, me preguntaba, y estoy seguro de que
mi padre se moría de miedo al ver esos carrazos, no lo digo por grandes, sino
por la pinta. Si les daba un topetón, entonces habría que ver de quién era ese
carrazo, porque mi padre era muy señor, y entonces aparecería el dueño,
veraneando en Paracas con sus amigos, y tal vez conocía a los de mi padre,
había oído hablar de él, “no ha pasado nada, Juanito” (así se llamaba, se
llama mi padre), y lo iban a llenar de palmazos en la espalda, luego vendrían
los aperitivos, y de tal manera que mi padre no se diera cuanta de que no me
habían saludado. Era mejor que mi madre no hubiera venido.
Pero no pasó nada. Encontramos un sitio anchísimo para el Pontiac negro,
y al bajar, ahí sí que lo ví viejísimo. Ya estábamos en el hotel de Paracas, hotel
de lujo y todo lo demás. Un muchacho vino hasta el carro por la maleta. Fue la
primera persona que saludamos. Nos llevó a la recepción y allí mi padre firmó
los papeles de reglamento, y luego preguntó si todavía podíamos “almorzar
algo” (recuerdo que así dijo). El hombre de la recepción, muy distinguido, mucho
más alto que mi padre, le respondió afirmativamente: “Claro que sí, señor. El
muchacho lo va a acompañar hasta su “bungalow”, para que pueda usted
lavarse las manos si lo desea. Tiene usted tiempo, señor; el comedor cierra
dentro de unos minutos, y su “bungalow” no está muy alejado”. No sé si mi
papá, pero yo todo eso de “bungalow” lo entendí muy bien, porque estudio en
colegio inglés y eso no lo debo olvidar en mi vida y cada vez que mi papá
estalla, cada mil años, luego nos invita al cine, grita que hace siete millones de
años que trabaja enfermo y sin llegar tarde para darles a sus hijos lo mejor, lo
mismo que a los hijos de sus jefes.
El muchacho que nos llevó hasta el “bungalow” no se sonrió mucho
cuando mi padre le dio la propina, pero ya yo sabía que cuando se viaja con
dinero de la compañía no se puede andar derrochando, si no, pobres jefes,
nunca ganarían un céntimo y la compañía quebraría en lamente respetuosa de
mi padre, que se estaba lavando las manos mientras yo abría la maleta y sacaba
alborotado mi ropa de baño. Fue entonces que me enteré, él me lo dijo, que nada
de acercarme al mar, que estaba plagado de rayas, hasta había tiburones.
Corrí a lavarme las manos, por eso de que dentro de unos minutos cierran el
comedor, y dejé mi ropa de baño tirada sobre la cama. Cerramos la puerta del
“bungalow” y fuimos avanzando hacia el comedor. Mi padre también, aunque
menos, creo que era observador; me señaló la piscina, tal vez por eso de la
ropa de baño. Era hermoso Paracas; tenía de desierto, de oasis, de balneario;
arena, palmeras, flores, veredas y caminos por donde chicas que yo no me
atrevía a mirar, pocas ya, las ultimas, las más atrasadas, se iban perezosas a
dormir esa siesta de quién ya se acostumbró al hotel de lujo. Tímidos y
curiosos, mi padre y yo entramos al comedor.
Y es allí, sentado de espaldas al mar, a las rayas y a los tiburones, es allí
donde lo estoy viendo, como si yo estuviera en la puerta del comedor, y es que
en realidad yo también me estoy viendo sentado allí, en la misma mesa, cara a
cara a mi padre y esperando al mozo ese, que a duras penas contestó a nuestro
saludo, que había ido a traer el menú (mi padre pidió la carta y él dijo que iba
por el menú) y que, según papá, debería habernos cambiado de mantel, pero
era mejor no decir nada porque, a pesar de que ése era un hotel de lujo,
habíamos llegado con las justas para almorzar. Yo casi vuelvo a saludar al mozo

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

cuando regresó y le entregó el menú a mi padre que entró en dificultades y pidió,


finalmente, corvina a la no sé cuantos, porque el mozo ya llevaba horas
esperando. Se largó con el pedido y mi padre, sonriéndome, puso la carta sobre la
mesa, de tal manera que yo podía leer los nombres de algunos platos, un montón
de nombres franceses en realidad, y entonces pensé, aliviándome, que algo
terrible hubiera podido pasar, como aquella vez en ese restaurante de tipo
moderno, con un menú que parecía para norteamericanos, cuando mi padre me
pasó la carta para que yo pidiera, y empezó a contarle al mozo que él no sabía
ingles, pero que a su hijo lo estaba educando en colegio ingles, a sus otros hijos
también, costara lo que costara, y el mozo no le prestaba ninguna atención, y
movía la pierna porque ya se quería largar.
Fue entonces que mi padre estuvo realmente triunfal. Mientras el mozo
venia con las corvinas a lo no sé cuantos, mi padre empezó a hablar de darnos
un lujo, de que el ambiente lo pedía, y de que la compañía no iba a quebrar si él
pedía una botellita de vino blanco para acompañar esas corvinas. Decía que esa
noche a las siete era la reunión con esos agricultores, y que le comprarían los
tractores que le habían encargado vender; él nunca le había fallado a la compañía.
En ésas estaba cuando el mozo apareció complicándose la vida en cargar los
platos de la manera más difícil, eso parecía un circo, y mi padre lo miraba
como si fuera a aplaudir, pero gracias a Dios reaccionó y tomó una actitud
bastante forzada, aunque digna, cuando el mozo jugaba a casi tirarnos los
platos por la cara, en realidad era que los estaba poniendo elegantemente
sobre la mesa y que nosotros no estábamos acostumbrados a tanta cosa. “Un
blanco no sé cuántos”, dijo mi padre. Yo casi lo abrazo por esa palabra de
pronunciar, esa marca de vino, ni siquiera había pedido la carta para consultar,
no nada de eso; la había pedido así no má, triunfal, comedor, y el mozo no tuvo
más remedio que tomar nota y largarse a buscar.
Todo marchaba perfecto. Nos habían traído el vino y ahora recuerdo ese
momento de feliz equilibrio: mi padre sentado de espaldas al mar, no era que el
comedor estuviera al borde del mar, pero el muro que sostenía esos ventanales
me impedía ver la piscina y la playa, y ahora lo que estoy viendo es la cabeza, la
cara de mi padre, sus hombros, el mar allá aras; azul en es día de sol, las
palmeras por aquí y por allá, la mano delgada y fina de mi padre sobre la
botella fresca de vino, sirviéndome media copa, llenando su copa, “bebé
despacio, hijo”, ya algo quemado por el sol, listo a acceder, extrañando a mi
madre, buenísimo, y yo ahí, casi chorreándome con el jugo ese que bañaba la
corvina, hasta que vi. Nunca sabré por qué me dio miedo verlo. Pronto lo supe.
Me sonreía desde la puerta del comedor, y yo lo saludé, mirando luego a mi
padre para explicarle quién era, que estaba en mi clase, etc; pero mi padre, al
escuchar, su apellido, volteó a mirarlo sonriente, me dijo que lo llamara, y
mientras cruzaba el comedor, que conocía a su padre, amigo de sus jefes, uno de
los directores de la compañía, muchas tierras en esa región…
-Jimmy, papá-. Y se dieron la mano.
-Siéntate, muchacho -dijo mi padre, y ahora recién me saludó a mí.
Era muy bello; Jimmy era de una belleza extraordinaria: rubio, el pelo en
anillos de oro, los ojos azules achinados, y esa piel bronceada todo el año,
invierno y verano, tal vez porque venia siempre a Paracas. No bien se había
sentado, noté algo que me pareció extraño: el mismo mozo que nos odiaba a mi
padre y a mi, se acercaba ahora sonriente, servicial, humilde, y saludaba a Jimmy
con todo respeto; pero éste, a duras penas le contestó con una mueca. Y el mozo
no se iba, seguía ahí, parado, esperando órdenes, buscándolas, yo casi le pido a

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Jimmy que lo mandara matarse. De los cuatro que estábamos ahí, Jimmy era el
único sereno.
Y ahí empezó la cosa. Estoy viendo a mi padre ofrecerle a Jimmy
un poquito de vino en una copa. Ahí empezó mi terror.
-No, gracias -dijo Jimmy-. Tomé vino con el almuerzo-. Y sin mirar al
mozo, le pidió un whisky.
Miré a mi padre: los ojos fijos en el plato, sonreía y se atragantaba un
bocado de corvina que podía tener millones de espinas. Mi padre ni impidió
que Jimmy pidiera es whisky, y ahí venia el mozo casi bailando con el vaso en
una bandeja de plata, había que verlo sonreírse al hijo de puta. Y luego
Jimmy sacó un paquete de Chesterefield, lo puso sobre la mesa, encendió
uno, y sopló todo el humo sobre la calva de mi padre, claro que no lo hizo
por mal, lo hizo simplemente, y luego continuó bellísimo, sonriente, mirando
había el mar, pero ni mi padre ni yo queríamos ya postres.
-¿Desde cuándo fumas? -le preguntó mi padre con voz temblorosa.
-No sé; no me acuerdo –dijo Jimmy, ofreciéndome un cigarrillo.
-No, no, Jimmy; no…
-Fuma no más hijito; no desprecies a tu amigo.
Estoy viendo a mi padre decir esas palabras, y luego recoger una
servilleta que no se le había caído, casi recoge el pie del mozo que seguía ahí
parado, Jimmy y yo fumábamos, mientras mi padre nos contaba que a él nunca
le había atraído eso de fumar, y luego de una afección a los bronquios que tuvo
no sé cuándo, pero Jenny empezó a hablar de automóviles, mientras yo
observaba la ropa que llevaba pues, parecía toda de seda, y la camisa de mi padre
empezó a envejecer lastimosamente, ni su saco norteamericano le iba a durar
toda la vida.
-¿Tú manejas, Jimmy? -preguntó mi padre.
-Hace tiempo. Ahora estoy en el cerro de mi hermana; el otro día estrellé
mi carro, pero ya le va a llegar otro a mi papá. En la hacienda tenemos varios
carros.
Y yo muerto de miedo, pensando en el Pontiac; tal vez Jimmy se iba a
enterar que ése era el de mi padre, se iba a burlar tal vez, lo iba a ver más
viejo, más ancho, más feo que yo. “¿Para qué vinimos aquí?” Estaba
recordando la compra del Pontiac, a mi padre convenciendo a mamá, “un
pequeño sacrificio”, y luego también los sábados por la tarde, cuando lo
lavábamos, asunto de familia, todos los hermanos con latas de agua, mi padre
con la manguera, mi madre en el balcón, nosotros locos por subir, por coger el
timón, y mi padre autoritario: “Cuando sean grandes, cuando tengan brevete”, y
luego, sentimental: “Me ha costado años de esfuerzo”
-¿Tienes brevete, Jimmy?
-No; no importa; aquí todos me conocen.
Y entonces fue que mi padre le preguntó que cuántos años tenía, y fingió
creerle cuando dijo que dieciséis, y yo también, casi le digo que era un
mentiroso, pero para qué, todo el mundo sabía que Jimmy estaba en mi clase y
que no había cumplido aún los catorce años.
-Manolo se va conmigo -dijo Jimmy; vamos a pasear en el carro de mi
hermana.
Y mi padre cedió una vez más, nuevamente sonrió, y le encargó a Jimmy
saludar a su padre.
-Son casi las cuatro –dijo, voy a descansar un poco, porque a las siete
tengo una reunión de negocios. Se despidió de Jimmy, y se marchó sin decirme

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

a qué hora debía de regresar, yo casi le digo que no se preocupara, que no nos
íbamos a estrellar.
Jimmy no me preguntó cuál era mi carro. No tuve por qué decirle que el
Pontiac ese negro, el único que había ahí era el carro de mi padre. Ahora si se
lo diría y luego, cuando se riera sarcásticamente, le escupiría en la cara, aunque
todos esos mozos que lo habían saludado mientras salíamos, todos esos que a
mi no me hacían caso, se vinieran encima a matarme por haber ensuciado esa
maravillosa cara de monedita de oro, esas manos de primera enamorada que
estaban abriendo la puerta de un carro del jefe de mi padre.

A un millón de kilómetros por hora, estuvimos en Pisco, y allí Jimmy casi


atropella a una mujer en la Plaza de Armas; a no sé cuántos millones de
kilómetros por hora, con una cuarta velocidad especial, estuvimos en una de
sus haciendas, y allí Jimmy tomó una Coca Cola, le pellizcó la nalga a una
prima y no me presentó a sus hermanas; a no sé cuántos miles de millones de
kilómetros por hora, estuvimos camino de Ica, y por allí Jimmy me mostró el
lugar en que había estrellado su carro, carro de mierda ese, dijo, no servia para
nada.
Eran las nueve de la noche cuando regresamos a Paracas. No sé cómo,
pero Jimmy me llevó hasta una salita en que estaba mi padre bebiendo con un
montón de hombres. Ahí estaba sentado, la cara satisfecha, ya yo sabía que
haría muy bien su trabajo. Todos esos hombres conocían a Jimmy; eran
agricultores de por ahí, y acababan de comprar los tractores de la compañía.
Algunos le tocaban el pelo a Jimmy y otro se dedicaban al whisky que mi padre
estaba invitando en nombre de la compañía. En ese momento mi padre empezó a
contar un chiste, pero Jimmy lo interrumpió para decirle que me invitaba a
comer. “Bien, bien, dijo mi padre. Vayan no más”.

Y esa noche, bebí los primeros whiskies de mi vida, la primera, copa llena
de vino de mi vida, en una mesa impecable, con un mozo que bailaba sonriente
y constante alrededor de nosotros. Todo el mundo andaba elegantísimo en ese
comedor lleno de luces y de carcajadas de mueres muy bonitas, hombres
grandes y colorados que deslizaban sus manos sobre los anillos de oro de
Jimmy, cuando pasaban hacia sus mesas. Fue entonces que me pareció
escuchar el final del chiste que había estado contando mi padre, le puse cara
de malo, y como que lo encerré en su salita con esos burdos agricultores que
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

venían a comprar su primer tractos. Luego, esto sí que es extraño, me deslicé


hasta muy adentro en el mar, y desde allí empecé a verme navegando en un
comedor en fiesta, mientras un mozo me servia arrodillado una copa de
champagne, bajo la mirada achinada y azul de Jimmy.
Yo no le entendía muy bien al principio; en realidad no sabía de qué estaba
hablando, ni qué quería decir con todo eso de la ropa interior. Todavía lo estaba
viendo firmar la cuenta; garabatear su nombre sobre una cifra monstruosa y
luego invitarme a pasear por la playa. “Vamos”, me había dicho, y yo lo estaba
siguiendo a lo largo del malecón oscuro, sin entender muy bien todo eso de la
ropa interior, pero Jimmy insistía, volvía a preguntarme qué calzoncillos usaba yo,
y añadía que los suyos eran así y asá, hasta que nos sentamos en esas
escaleras que daban a la arena y al mar. Las olas reventaban muy cerca y
Jimmy estaba ahora hablando de órganos genitales, órganos genitales
masculinos solamente, y yo, sentado a su lado, escuchándolo sin saber qué
responder, tratando de ver las rayas y los tiburones de que hablaba mi padre,
y de pronto corriendo hacia ellos porque Jimmy acababa de ponerme una mano
sobre la pierna, ¿Cómo la tienes, Manolo? Dijo, y salí disparado.
Estoy viendo a Jimmy alejarse tranquilamente; regresar hacia la luz del
comedor y desaparecer al cabo de unos instantes. Desde el borde del mar, con
los pies húmedos, miraba hacia el hotel lleno de luces y hacia la hilera de
“bungalows”, entre los cuales estaba el mío. Pensé en regresar corriendo, pero
luego me convencí de que era una tontería, de que ya nada pasaría esa
noche. Lo terrible seria que Jimmy continuara por allí al día siguiente, pero por
el momento, nada; sólo volver y acostarme.
Me acercaba al “bungalow” y escuché una carcajada extraña. Mi padre
estaba con alguien. Un hombre inmenso y rubio hamaqueaba el brazo de mi
padre, lo felicitaba, le decía algo de eficiencia, y ¡zas! Le dio el palmazo en el
hombro. “Buenas noches, Juanito”, le dijo. “Buenas noches, don Jaime?, y en
ese instante me vio.
-Mírelo; ahí está. ¿Dónde está Jimmy, Manolo?
-Se fue hace un rato, papá.
-Saluda al padre de Jimmy.
-¿Cómo estás, muchacho? O sea que Jimmy se fue ahce rato; bueno, ya
aparecerá. Estaba felicitando a tu padre; ojalá tú salgas a él. Lo he acompañado
hasta su “bungalow”
-Don Jaime es muy amable.
-Bueno, Juanito, buenas noches. Y se marchó, inmenso.
Cerramos la puerta del “bungalow” detrás de nuestro. Los dos habíamos
bebido, él más que yo, y estábamos listos para la cama. Ahí estaba todavía mi
ropa de baño. Y mi padre me dijo que mañana por la mañana podría bañarme.
Luego me preguntó que si había pasado un buen día, que si Jimmy era mi amigo
en el colegio, y que si mañana lo iba a ver; y yo a todo: “Sí, papá, sí, papá, hasta
que apagó la luz y se metió en la cama, mientras yo, ya acostado, buscaba un
dolor de estómago para quedarme en cama mañana, y pensé que ya se había
dormido. Pero no. Mi padre me dijo, en la oscuridad, que el nombre de la
compañía había quedado muy bien, que él había hecho un buen trabajo, estaba
contento mi padre. Más tarde volvió a hablarme: me dijo que don Jaime había
estado muy amable en acompañarlo hasta la puerta del “bungalow” y que era
todo un señor. Y como dos horas más tarde, me preguntó: “Manolo, ¿Qué quiere
decir “bungalow” en castellano?

46
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

COMPRENSIÓN DE LECTURA

Vocabulario: Con ayuda del diccionario anota el significado de las


siguientes palabras:

a) Docilidad: …………………………………………………………………………………

b) Aperitivo: …………………………………………………………………………………

c) Bungalow: …………………………………………………………………………………

d) Oasis: …………………………………………………………………………………

e) Mueca: …………………………………………………………………………………

f) Aperitivo: …………………………………………………………………………………

Preguntas de Comprensión: Responde a las siguientes preguntas:

1. ¿Es ésta una historia actual, de nuestro siglo? ¿Cómo podrías


demostrarlo?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

2. Cita algunos rasgos físicos del padre de Manolo y señala también


algunos rasgos de su carácter o temperamento.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

3. ¿Por qué Manolo fue elegido para acompañar a su padre?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

4. ¿Cómo fue el viaje? ¿Qué iba pensando y recordando Manolo en el


trayecto?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

47
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

5. ¿Qué incidencias llenas de un humor ácido donde almorzaban


Manolo y su padre? ¿Qué diálogo se entabla de inmediato entre ellos?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

6. ¿Qué decide Jimmy al término del almuerzo? ¿Qué lugares visitan los
dos amigos en el veloz automóvil?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

7. ¿Qué hace en cambio don Juanito una vez que se han marchado los
niños?
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

8. ¿Cómo es el reencuentro de Manolo con su padre?


_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

9. ¿Cómo concluye el relato? Explica el sentido que encierra la parte final


de esta historia.
_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

_________________________________________________________________

Razonamiento Verbal: Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes palabras:


Sinónimo Antónimo

a) Noche …………………………………. ………………………………….

b) Aperitivo …………………………………. ………………………………….

c) Perezosa …………………………………. ………………………………….

d) Comer …………………………………. ………………………………….

e) Comprar …………………………………. ………………………………….

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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:

Apellidos y Nombres: ……………………………………………………………………


Institución Educativa: …………………………………………………………………….
Grado:………………………… Sección: …………..……………………………………..

II.- DATOS DE LA OBRA:

2.1. Título : “Los últimos días de Pompeya”


2.2. Autor : Bulwer Lytton
2.3. Nacionalidad : Inglaterra
2.4. Editorial : Cultura y Progreso
2.5. Año de la edición : 1977
2.6. Género Literario : Narrativo
2.7. Prosa o verso : Prosa.

1. BREVES DATOS BIBLIOGRAFICOS DEL AUTOR:

Eduardo Jorge Earle Bulwer, Lord Lytton, nació en Londres en 1803 y


murió en Torquay en 1873. este notable dramaturgo y novelista estudió
en Oxford. Se inició en la carrera literaria a través de la poesía, siendo su
poema “Sculpture” premiado con la medalla de Cambridge. En su obra el
manifiesta la influencia Byron.

En 1828 obtuvo un gran éxito con su novela “Pelma” o “Aventuras de un


caballero”, dibujo de las elegantes de su época, que publicó
anónimamente. Posteriormente , en 1832 y 1835, respectivamente, publicó
“Eugene Aram” y “Rienzi”, nuevos éxitos, esta vez aparecidos con su
nombre.

Sin duda alguna, su talento sobresale en la novela, concretamente en la


novela histórica, y en particular e n “Los últimos días de Pompeya”, donde
su aguda y fina observación nos muestra inolvidables cuadros llenos de
vida y de la encantador pintoresquismo, análisis de modos y de
costumbres altamente sugestivos y de fascinante interés.

Bulwer Lytton intervino activamente en política y llegó a ocupar un


puesto en la cámara de los comunes.

2. Anote el título de la introducción, del párrafo, del prólogo, prefacio,


etc., del autor o de otro autor que puedan estar incluidas en esa
edición.
(No tiene)

49
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

3. Escriba los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida
la obra, indicando el número de la página.

La obra consta de 25 cantos o capítulos. La edición que he manejado


para el presente trabajo consta de un tomo, la cual comprende 25
capítulos, distribuidos del siguiente modo:
Canto I Pág. 7
Canto II Pág. 14
Canto III Pág. 21
Canto IV Pág. 26
Canto V Pág. 34
Canto VI Pág. 38
Canto VII Pág. 43
Canto VIII Pág. 47
Canto IX Pág. 54
Canto X Pág. 60
Canto XI Pág. 62
Canto XII Pág. 65
Canto XIII Pág. 71
Canto XIV Pág. 73
Canto XV Pág. 76
Canto XVI Pág. 84
Canto XVII Pág. 89
Canto XVIII Pág. 93
Canto XIX Pág. 100
Canto XX Pág. 107
Canto XXI Pág. 114
Canto XXII Pág. 120
Canto XXIII Pág. 129
Canto XXIV Pág. 136
Canto XXV Pág. 144

4. Copiar textualmente, algunas expresiones o párrafos más importantes


de la obra leída.

a) “A pesar de mis pocos años, simpatizo con los que aman sin
esperanza” (Canto VIII, Pág. 51)
b) “Los sentimientos son esclavos de nuestra figura”
(Canto IX, Pág. 58)
c) “Si el fundamento de nuestra fe es la inmortalidad del alma, la
resurrección, reunión de los muertos en el seno del señor”.
)Canto XIX, Pág. 107)
d) “Las misericordiosas verdades en el evangelio sonaron como
dulce música en aquella lóbrega acelda”
(Canto XIX, Pág. 107)

5. Resumen del contenido de la obra leída.


“Los últimos días de Pompeya” obra perteneciente al celebre escritor
Bulwer Lytton, contiene en sus páginas una historia, donde nos demuestra
inolvidables cuadros, llenos de vida, de sentimientos, análisis de modo y
costumbre altamente sugestivos y de fascinante interés.

50
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Narra las luchas, los obstáculos que intervienen en una joven pareja que
pasan en un lugar llamado “Pompeya” como son Ione y Glauce, pero al
pasar el tiempo Nidia se interpone entre ellos, también Abraces, el
mago, y la maga quienes se unen para darle un filtro a través de una
bebida utilizando a Nidia: volviéndolo loco, de esta manera cobrando su
venganza, Abraces por el amor de Ione. Esta pide ayuda y recurre a
Abraces, personaje rey de los magos, y éste le responde: si salvo a
Glauco tu nunca serás su mujer.
Después de los remordimientos. Nidia le manifestaba a Arbaces, salva a
glauco, esta enfermo porque todo esto es la consecuencia del filtro.
Este mago desea poner fin a la enemistad que sentía por Glauco y deja
atrás el orgullo y la superioridad que le caracterizaba, y salva a Glauco
de la enfermar que le oprimía día a día.
Todos pensaban que Abraces hacia cambiado, pero era una astucia,
para ganarse la amistad de Ione.
La obra termina con la destrucción de Pompeya y de toda la ciudad
que ardía en llamas, y de la muerte de Abraces y la unión de Glauco y
Ione para siempre.

6. Apreciación personal de la obra leída.


La obra “Los últimos días de Pompeya” presenta un género narrativo,
donde se deduce la versatilidad y sutileza en el tratamiento de cada uno
de los personajes. Se observa la intervención de algunos dioses
mitológicos que participan en la solución de los conflictos.

Pertenece a una escuela literaria, distinguiéndose como una novela


histórica donde encierra capítulos llenos de vida, modos y costumbres
sugestivos.
En cuanto, a la narración; los episodios y las descripciones son una
serie de estampas sobrecogidas, divertidas, fantásticas o terribles.
El lenguaje que utiliza es ameno, los relatos que no solo ilustran al
que lo necesita si no que deleitan al lector.
Contribuye al mejor conocimiento y la más amplia y eficaz difusión de las
más grandes creaciones de la literatura. Culminando la obra se observa
que el objetivo del autor es recordar inolvidables hechos de la vida,
razón por el cual se titula “Los últimos días de Pompeya”, teniendo
consigo, recuerdos, llenos de vidas y de encantador pintoresco; que son
significativos en nuestra persona.
“No olvides: Necesitamos libros para ser libres”
“Los buenos libros despiertan el espíritu y purifican el corazón del
lector”.

MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Apellidos y Nombres: ……………………………………………………………………


Institución Educativa: …………………………………………………………………….
Grado:………………………… Sección: …………..……………………………………..

II.- DATOS DE LA OBRA:

2.1. Título : “Sueño de una noche de verano”


2.2. Autor : William Shakespeare
2.3. Nacionalidad : Inglaterra
2.4. Editorial : La Confianza S.A.
2.5. Año de la edición : 1964
2.6. Género Literario : Dramático
2.7. Prosa o verso : Prosa.

1. BREVES DATOS BIBLIOGRAFICOS DEL AUTOR:


Shakespeare, el genial dramaturgo, nació en Stratdord on-avon (Inglaterra)en
abril d e 1564, hijo de padres campesinos fue el tercero de ocho
hermanos. Hizo sus primeros estudió en Gramamar Shool y se supone
que ingresó a la Universidad de Oxford. A la edad de dieciocho años,
contrajo matrimonio con Ana Hathaway, mayor que él en ocho años. El
matrimonio tuvo tres vástagos, se conjetura que por aquellos años se
desempeñó como maestro rural. Se supone, así mismo, que abandonó
Stratford, perseguido por Thomas Luaz que lo acusaba de haberle robado
un gamo.

Llegó a Londres a fines de 1592. A modo de sobrevivir a sus precarias


condiciones económicas, se inició escribiendo piezas dramáticas para
algunas compañías provinciales. Robert Greene, en su opúsculo Cuatro
Ochavos de ingenio, ilude despectivamente a Shakespeare que ya era
conocido como autor y actor. En el periodo comprendido entre 1593 a
1597, escribió muchos de los famosos sonetos. Algunos fueron
dedicados a sus amigos: El Conde de Southampton y Enrique Wriothesley.
Por aquellos, días del público vitoreaba el nombre de Christopher
Marlome en los escenarios londinenses. Shakespeare, entusiasmado,
pretendió arrebatarle el cetro y se dedicó a escribir piezas de mayor
solidez.
Se supone que en el lapso de 1592-94 viajó a Italia en compañía del
Lord Chambelán y así pudo dedicarse plenamente a la creación
dramática. Dentro del nuevo ciclo escribió sonetos de mucho mayor
hondura y de gran riqueza léxica. Su renombre de poeta abarcó todo el
ámbito británico y en 1596, se solicitó un blason heráldico para la casa
del poeta en Stratford. Bajo el reinado de Isabel de Inglaterra, luego de

52
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

haber escrito comedias ligeras, compuso sus obras maestras: Julio


Cesar, Hamlet, Ricardo II.

A comienzos del reinado de Jacobo I, escribió otras obras de aliento


extraordinario: Otelo, Macbeth, El Rey Lear, Antonio y Cleopatra y
Coriolano. Los teatros en que se representaron sus obras fueron The Globe
y Blankfriars.

Rodeado de inmensa fama, retornó a Stranford hacia 1810. cuenta la


leyenda que su salud quebrantada se agrave a causa de las libaciones
hechas con Ben Tonhson y Drayton. Murió en 1616. su muerte fue
sentida por toda Inglaterra.

Entre sus obras su pueden mencionar las siguientes: La violación de


Lucrecia, Amén d e Querellas de un Amante, El peregrino apasionado,
noches de Reyes, las alegres comadres de Windsor, La tempestad,
Romeo y Julieta, etc.

2. Anota el título de l a introducción del prólogo, prefacio, etc., del autor o


de otro autor que puedan estar incluidas en esa edición.
Se dice que la primera edición fue escrito por Thomas Fisher con el
título de “A Midsommer-night´s dreame”, y esta se considera como la
edición genuina.

3. Escriba los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida la
obra, indicando el número de la página.
La obra consta de cinco actos o capítulos, el primer acto consta de dos
escenas, el segundo acto de tres escenas, el tercer acto de dos escenas,
el acto cuarto de dos escenas y el acto quinto también de dos
escenas; y esta distribuido de la siguiente manera:

Acto primero:
Escena I – Pág. 113
Atenas - Cuarto en el palacio de Teseo
Entran Teseo, Hipólito, Filostrato y acompañamietos.

Escena II - Pág. 20
Entran Snung, Bottom, Flauto, Quincio y Starveling.
Acto segundo:
Escena I – Pág. 25
Bosque cerca de Atenas.
Entran una hada por una puerta y puck por otra.
Escena II - Pág. 27
Entran Oyeron por una puerta, con su séquito, y Titania por otra con
el suyo.

Escena III – Pág. 35


Entran Titania con su séquito.

Acto Tercero

Escena I – Pág. 42

53
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Entran Quincio, Botton, Flauto, Snauet y Starveling.


Escena II – Pág. 49
Entra Oyeron.

Acto Cuarto

Escena I – Pág. 66
Entran Titania y Botton, y hadas que les sirven tras de ellos
Oyeron sin ser visto.
Escena II – Pág. 74
Entran Quincio, Flauto, Snauet y Starveling

4. Copie textualmente, indicando el número de la página algunas


expresiones o algunos párrafos que le parecieron más interesantes.

a) “Más vale la rosa arrancada del tallo que la que marchitándose


sobre la espina virgen crece, vive y muere solitaria”
(Acto primero, página 13.)
b) “El amor puede transformar en belleza y dignidad cosas bajas y
viles”.
(Acto Primero, página 19)
c) “Dos pechos unidos por un mismo juramento, no son sino dos
pechos y una sola fe”.
(Acto Segundo, página 37)
d) “La voluntad del hombre es guiada por su razón”.
(Acto Segundo, página 39)
e) “Que cada cual debe tomar lo suyo”
(Acto Tercero, página 65)
f) “No basta hablar, sino hablar con propiedad”
(Acto Quinto, página 81)

5. Resuma el contenido general de la obra:

Sueño de una noche de Verano”, obra del genial dramaturgo William


Shakespeare, encierra, en sus páginas el dolor, el odio la nostalgia, el
desprecio y el amor imposible entre dos parejas.

Pues la obra narra el amor que siente Demetrio por Hermia, el rechazo
de Hermia hacia Demetrio, el amor entre Lisandro y Hermia, la
insistencia de Egco padre de Hermia en hacerle casar con Demetrio, en
donde ella no siente amor por Demetrio sino por Lisandro, así mismo
narra el plazo que da Teseo (duque de Atenas) a Hermia para que piense
y acepte el deseo de su padre Egco, en donde sino aceptaba, el duque
Teseo le iba castigar con todo el peso de la ley que por entonces regia
en Atenas.

Así mismo narra acerca de la boda de Teseo con Hipólita, el amor que
siente Elena por Demetrio; pero Demetrio no la quiere sino más bien lo
odia y lo desprecia. En seguida, a causa de la amenaza de Teseo a Hermia,
Lisandro y su amada deciden huir de Atenas hacia un lejano bosque y
allí logran pernoctar esa noche y de esta huida sabia Elena, entonces
ella le cuenta a Demetrio diciendo que Hermia y Lisandro han huido de la

54
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

ciudad, entonces inmediatamente Demetrio se va en busca de Hermia y


para ello Elena quien fue su prometida anteriormente le rogó ir con él,
pero Demetrio con palabras gruesas y groseras le dijo a Elena que no
le siga, pero ella no hizo caso y continuó hiendo con él; esto hacia
Elena porque en verdad le amaba a Demetrio. Así mismo narra de los
artesanos quienes se habían reunido para participar en las bodas del
Duque Teseo e Hipólita, en donde cada uno de ellos se comprometían
hacer una representación artística en la noche de la boda. Del mismo
modo habla acerca de la influencia que tuvieron los duendes (malos
espíritus) en el desenlace amoroso y posteriormente en el reparo del
mismo en ambas parejas. Luego de haberse quedado dormida Hermia
allá en el bosque junto con Lisandro, éste último decide abandonarlo ya
que no soportaba sus caprichos y se encuentra con Elena y le dice que
es a ella a quien ama y no a Hermia, luego llega Demetrio y Lisandro le
dice que la mujer por quien se moría ahora está libre y puedes
continuar con ella, pero Demetrio ahora ya no siente por Hermia sino
que decide regresar con Elena, y acá pues se produce una confusión,
pues ningunos podían creer en lo que estaban; en seguida Hermia se
despertó asustada y Lisandro no estaba a su lado y no sabia lo que
había pasado y entonces llega Demetrio y Hermia piensa que él le ha
matado a su Amor, pero éste se niega y Hermia lo refuta con odio y
desprecio, luego llega Lisandro, Elena y Hermia no se explica lo que ha
pasado, le pregunta a Lisandro por la actitud que ha tomado, pero éste le
contesta diciendo que ya no la ama sino más bien la despreció con
palabras funestas.

Finalmente ambas parejas llegan a ser felices, ya que Demetrio vuelve con
Elena y Lisandro con Hermia, es decir todo vuelve a su normalidad, como
dice cada cual debe tomar lo suyo y así fue.

6. Apreciación personal de la obra leída.

Luego de haber leído la obra en forma minuciosa se deduce en que la


obra contiene un contenido muy importante y de gran valor literario,
pues nos lleva imaginariamente a pensar lo que ha pasado.

En cuanto a su narración es motivadora, ya que despierta el interés del


lector, su escritura es claro, su lenguaje es entendible y sencillo, tiene
dinamicidad y coherencia.

Pues si un lector se pone a leer esta obra seguramente que no para


hasta terminarlo, ya que su contenido es muy importante.

MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:

55
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Apellidos y Nombres: ……………………………………………………………………


Institución Educativa: …………………………………………………………………….
Grado:………………………… Sección: …………..……………………………………..

II.- DATOS DE LA OBRA:

2.1. Título : “La florida del Inca”


2.2. Autor : Inca Garcilazo de la Vega.
2.3. Nacionalidad : Peruana
2.4. Editorial : H.G. Rozas S.A.
2.5. Año de la edición : 1988
2.6. Género Literario : Épico
2.7. Prosa o verso : Prosa

1. BREVES DATOS BIBLIOGRAFICOS DEL AUTOR:

Su padre el capitán don Sebastián Garcilazo de la Vega Vargas, llegó al Perú


después que su fundara Lima. Vigió luego al Cuzco, en donde se enamoró y
redujo a la princesa Chimpu Ocllo, descendiente directa de Huáscar Inca. Tuvo
en ella un hijo, que nació el 12 de abril de 1539, al que llamó Gómez Suárez de
Figueroa (en España cambiaria de nombre por el de Inca Garcilazo de la Vega)
La infancia de Garcilazo de la Vega se desarrolló en medio de dos linajes:
el indígena y el español. Antes de cumplir los 21 años, decidió transponer los
Andes y llegó a Lima. Allí se embarcó con destino a España. En este país solicitó
reivindicar sus derechos a los títulos y herencia de su padre. Las autoridades le
negaron estos derechos de su padre. Las autoridades le negaron estos
derechos por se él, un mestizo. Lleva una vida bastante reservada, leyendo
mucho y escribiendo. Apenas si se conoce la existencia de un hijo natural suyo,
llamado Diego de Vargas.
En 1570 falleció sui tío Alonso de Vargas y lo nombró heredero de sus
bienes. Su deseo de volver al Perú se vio frustrado porque ese mismo año el
virrey Toledo desterró del Perú a todos los indios y mestizos descendientes de
la nobleza incaica.
En los últimos años de su vida vistió los hábitos de Clérigo. Murió el 23 de
abril de 1616 y fue sepultado en la Mezquita de Córdova, en la Capilla de las
Animas, donde resaltaban las insignias incaicas al lado de los escudos
mobiliarios de los Suárez de Figueroa y los Pérez de Vargas.

Entre sus principales obras tenemos:


 Los Comentarios Reales; la primera parte publicada en 1608 y la segunda
parte publicada en 1617.
 Historia de la Florida más conocida como la Florida del Inca publicada en
1605.

2. Anote el título de la introducción, del prólogo, prefacio, etc del autor o de otro
autor que puedan estar incluidas en esta edición.
No aparece.

3. Escribe los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida la obra,
indicando el número de la página.
La obra consta de 32 capítulos distribuidos en dos libros de la siguiente manera:
Capítulo I.- Hernando de Soto pide la conquista de la Florida al Emperador Carlos
I. Su Majestad le hace merced de ella. Pág. 9

56
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – QUINTO GRADO DE SECUNDARIA

Capítulo II.- Descripción de la florida y quien fue el primer descubridor de ella y el


segundo y el tercero. Pág. 8.
Capítulo III.- De la florida y de las costumbres y armas en común de los naturales
de ella. Pág. 116.
Capítulo IV.- Publícanse en España las provisiones de la Conquista y del
aparato grande que para ella se hace. Pág. 21
Capítulo V.- Del número de gente y capitanes que para la Florida se
embarcaron. Pág. 23.
Libro segundo: Primera Parte:
Capítulo I.- El gobernador llega a la Florida y halla el rostro de Panfilo de Narváez.
Pág. 27.
Capítulo II.- Cómo se empieza el descubrimiento y la entrada de los españoles
la tierra adentro. Pág. 31.
Capítulo V.- Descomedida respuesta del señor de la Provincia Acuera. Pág. 43
Capítulo VI.- Llega el gobernador a la provincia de Ocali, y lo que en ella le
sucedió. Pág. 47.
Capítulo VII.- De la soberbia y desatinada respuesta de Vitachuco, y cómo sus
hermanos van a persuadirle de paz. Pág. 51.
Capítulo VIII.- Vitachuco sale de paz, y arma traición, a los españoles, y la
comunica a los interpretes. Pág. 54.
Capítulo IX.- Vitachuco manda a sus capitanes concluyan la traición; y pide al
gobernador salga a ver su gente. Pág. 60
Capítulo X.- Cómo prendieron a Vitachuco, y el rompimiento de batalla que hubo
entre indios y españoles. Pág. 63
Capítulo XI.- Del espacioso rendirse de los indios vencidos, y de la constancia
de siete de ellos. Pág. 68.
Capítulo XII.- De lo que el gobernador pasó con tres indios señores de vasallos y
con el curaca Vitachuco. Pág. 73.
Capítulo XIII.- De un desatino que Vitachuco ordenó para matar los españoles, y
causó su muerte. Pág. 78
Capítulo XIV De la extraña batalla que los indios presos tuvieron con sus amos.
Pág. 82.

4. Copie textualmente, indicando el número de la página, algunas expresiones o


algunos párrafos que le parecieron más interesantes.

a) Mal se cobra el pájaro que se escapa de la red (libro Segundo: Segunda


Parte, Capítulo VI, Pág. 105.)
b) Volviendo a tomar el hilo de nuestro camino. (Libro Segundo: Segunda
Parte, Capítulo VIII, Pág. 112)

5. Resuma el contenido general de la obra.

“Historia de la Florida” publicado en el año 1605, más conocida como “La Florida
del Inca”, encierra en sus páginas y relata la historia del descubrimiento y la
conquista de la Florida por el español Ponce de León Además nos narra las
luchas que hubieron entre españoles e indios para poder conquistarla.

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