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AGUSTINISMO EN 20 LECCIONES

Segunda Edición

P. Carlos Enrique Cardona Sánchez, OAR


Editorial Kimpres Ltda.
 LECCIÓN 1. LA PATRIA DE SAN AGUSTÍN
 LECCIÓN 2. NACIMIENTO, INFANCIA Y PRIMEROS ESTUDIOS
 LECCIÓN 3. LOS AÑOS DIFICILES. CARTAGO. (Edad: 16-17 años)
 LECCIÓN 4. EN BUSCA DE LA VERDAD (Edad: 18-21 años)
 LECCIÓN 5. CARTAGO - ROMA - MILÁN (Edad: 22-30 años)
 LECCIÓN 6. DE LA LUCHA INTERIOR A LA PAZ DE LA VIDA NUEVA (Edad: 31-
32 años)
 LECCIÓN 7. LA PAZ DE CASICIACO. EL DOLOR DE LA ORFANDAD (Edad: 33
años)
 LECCIÓN 8. MONJE, SACERDOTE Y OBISPO (Edad: 34... años)
 LECCIÓN 9. EL PASTOR (Edad: 41-76 años)
 LECCIÓN 10. LECTOR, ESCRITOR Y SANTO
 LECCIÓN 11. OBRAS PRINCIPALES
 LECCIÓN 12. LA HERENCIA DE SAN AGUSTÍN: EL MONACATO
 LECCIÓN 13. EL MONACATO AGUSTINIANO: EXPANSIÓN, ECLIPSE Y
RESURGIMIENTO
 LECCIÓN 14. LA ORDEN DE ERMITAÑOS DE SAN AGUSTÍN.
LA GRAN UNION DE 1256 (Siglos XI11-XVI)

LECCIÓN 1
LA PATRIA DE SAN AGUSTÍN
1. África primitiva
Antiguamente Europa estaba unida con África. Desde Gibraltar, sur de España, se
podía ir a pie o a caballo hasta Tánger, norte de África. Las costas de una y otra, así
como la flora y la fauna, no tenían mayores diferencias.
Con el correr de los siglos África y Europa se separaron: el mar se abrió paso a través
del estrecho de Gibraltar, produciéndose cambios sustanciales en el norte de África;
gran parte de la región se tostó por el sol, las tierras dejaron de ser frescas y húmedas
y apareció el actual desierto del Sahara. Sin embargo, el litoral norte continuó siendo
fértil y, por lo tanto, apto para el cultivo agrícola. El pueblo que lo habitaba tenía, en su
mayor parte, ojos azules, piel y cabellos oscuros.
¿Cuándo sucedió todo esto? Imposible saberlo con precisión, como tampoco se sabe
cómo ocurrieron otros cambios que ha tenido la tierra.
Seguramente los pobladores de estas tierras llegaron desde Europa por el estrecho de
Gibraltar, o también desde Italia o Grecia. Resistieron la dominación de diferentes
culturas, conservaron sus propias tradiciones e identidad, y perseveraron en la misma
lengua.

Estos habitantes recibieron el nombre de Bereberes, que heredaron de los romanos,


quienes llamaron, al menos a algunas tribus, con el nombre de Bárbaros.
Dentro de este pueblo se distinguen los Númidas, que habitaban la región o provincia
de Numidia, a la cual pertenecía la familia de Agustín. No constituían una raza distinta
sino que son variaciones de un mismo grupo racial: el de los Bereberes. Eran de
rostro más amarillento y oscuro, con características secundarias propias de los
Fenicios, de los Griegos, de los Romanos y de los Judíos.
"No se ha estudiado a fondo la lengua de este pueblo, aunque todavía se sigue
hablando en muchas partes de los Bereberes de nuestros días. Los filólogos parecen
estar de acuerdo en que esa lengua pertenece a la misma familia de la lengua hablada
por los antiguos Egipcios"1 .
2. África romana
Los romanos llegaron por primera vez al norte de África en el año 146 antes de Cristo.
La primera ciudad que conquistaron fue Cartago, que tanta importancia tendrá
después en la vida de San Agustín. Allí organizaron la más antigua de las provincias de
ultramar y desde allí extendieron las conquistas al resto de África.
En cuanto a los idiomas, hay que decir que además de las lenguas indígenas, propias
de cada grupo como el púnico, juega un papel importante, aunque no decisivo, el
griego. Esclavos, comerciantes, marineros, empleados, médicos y hasta gente de
alguna cultura fueron llegando al norte de África desde el mundo griego. Tal es el
origen de esta lengua en tierras africanas.
Sin embargo, no es el griego sino el latín de los romanos el que va a dominar. Son,
pues, tres los idiomas que existen en el momento de nacer Agustín: el púnico, que es
la lengua de los pequeños pueblos y de los barrios marginados de las grandes
ciudades; el griego, hablado por comerciantes o filósofos; y el latín, que usan los que
se precian de poseer una buena educación.
La fertilidad de las tierras, la facilidad de las comunicaciones con Roma y el abundante
intercambio comercial fueron convirtiendo poco a poco al África del norte en uno de
los graneros de Roma. Muchos nobles romanos compraron posesiones y
construyeron grandes y elegantes mansiones en la tierra de San Agustín. Años más
tarde el Santo hará alusión a estas mansiones rodeadas de pobres por todas partes
(ver. Serm. 345,1).
"En virtud de las circunstancias, el África romana se va latinizando poco a poco, a
medida que se debilita el elemento indígena y se afianza el poder de los
conquistadores. Se puede decir que el progreso de la conquista anda paralelo con el
avance de la romanización, como se puede ver por los gráficos que ofrecen los autores.
Cuando el cristianismo se implanta en África, afianza sus raíces en suelo latino, incluso
más de lo que ha podido hacer en Roma. Tradicionalmente, la Iglesia de África es una
Iglesia latina. Precisamente, esa será su fuerza, pero también ahí estará su debilidad"2.
3. África cristiana
Los primeros documentos que nos hablan del cristianismo en el norte de África con un
pasado largo y glorioso datan del año 180; antes de esta fecha no hay nada que nos
diga cuándo llegó la fe a estas regiones; es de suponer que muy temprano,
aprovechando el intercambio cultural y comercial de que se ha hablado antes.
La Iglesia no caló en las grandes masas, especialmente de campesinos, y sí floreció en
las grandes ciudades; es por lo tanto una Iglesia urbana. Tampoco progresó en el
mundo griego, y menos en el indígena, sino en el mundo romano; es, por tanto, Iglesia
latina, y solamente latina, hasta tal punto que para ser verdaderamente cristiano
había que hablar el latín. (Recordemos que el latín fue la lengua oficial de la Iglesia
hasta antes del Concilio Vaticano II).
Durante los siglos III y IV la Iglesia africana era muy fuerte y el episcopado estaba muy
bien organizado. El número de obispos era realmente numeroso; por ejemplo: hacia el
año 220 se reúnen 90 obispos africanos para juzgar a un colega suyo. En el año 256,
con San Cipriano a la cabeza, se reúnen 87 obispos para examinar el problema del
bautismo administrado por los herejes. En el año 335 se reúnen en Cartago 270
obispos donatistas, y en el 394 se reúnen otros 310 en la Numidia. En el 411 una gran
reunión enfrenta a 286 obispos católicos y 279 donatistas en la célebre Conferencia
de Cartago, en la que Agustín desempeñó el papel más importante.
Aparentemente las cifras anteriores no tienen mucho interés; pero sí demuestran que
la Iglesia africana era muy pujante e influyente en tiempos de San Agustín.
Sin embargo, no todo era color de rosa; trabajar con las masas populares nunca ha
sido fácil; tampoco lo era en África. En muchas partes las grandes masas se dejaron
ganar por la cultura y el Evangelio; en el norte de África, por el contrario, esas masas
permanecieron rebeldes a todo lo que decía relación con la cultura romana, incluso
con el Evangelio; si alguna vez se doblegaban, era a la fuerza y por salvar las
apariencias; cuando tenían la oportunidad se rebelaban y volvían a sus antiguos
ídolos.

Había muchas Iglesias y con multitud de fieles, es cierto, pero también con un
cristianismo muy superficial; difícilmente aceptaban a Cristo y lo abandonaban con
facilidad. Este será uno de los temas preferidos por San Agustín en sus predicaciones.
Este carácter del cristianismo africano se manifestó muy pronto incluso con cismas y
herejías, como en el caso de los donatistas, así llamados por su fundador el obispo
Donato. ¿Cómo sucedieron las cosas?
Cuando murió Mensurio, obispo de Cartago, eligieron para sucederle al obispo
Ceciliano, pero algunos opositores no quisieron reconocerlo, entre ellos Donato, que
era obispo de Numidia. En un concilio que hicieron los opositores en Cartago, en el
año 312, depusieron a Ceciliano y en su lugar eligieron a un tal Mayorino, al cual
sucedió muy pronto el mismo Donato, quien organizó muy bien el partido de la
oposición y dio nombre a la secta de los donatistas. Enseñaban, entre otras cosas, que
los sacramentos administrados por sacerdotes indignos eran inválidos.
El donatismo tiene mucha importancia en la historia agustiniana porque San Agustín,
luchando contra ellos, tuvo la oportunidad de desarrollar toda su doctrina sobre la
Iglesia y los sacramentos. Afirmaba, por ejemplo, que Cristo es el autor de los
sacramentos y los obispos y sacerdotes son simples ministros o canales por los que la
gracia se comunica a las almas. Esta ha sido siempre la doctrina de la Iglesia.
4. Tagaste
Políticamente, Tagaste no era una gran ciudad; más aún, no pasaba de ser un pueblo
pequeño, pues sólo tenía los estudios que hoy podríamos llamar primarios o
elementales; los secundarios o bachillerato debían hacerlos en otros lugares, como
Madaura, a donde tuvo que ir San Agustín.
Sí tenía, por otra parte, cierta importancia comercial, pues se encontraba en el cruce
de caminos importantes que unían el norte con el sur y el oriente (Cartago) con el
occidente. No era, pues, un pueblo aislado sino que tenía la oportunidad de codearse
con muchos viajeros, especialmente comerciantes e intelectuales.
Geográficamente, pertenecía al amplio y fértil altiplano de la Numidia, a 675 m. sobre
el nivel del mar, en un lugar ameno y fresco, lleno de bosques menores, rico en
cereales, frutas y pastos; formaba parte del granero de Roma.
"La Tagaste romana yace sepultada bajo las blancas casas de la moderna Souk-Ahras
(Argelia) o bajo el verde de los olivos en alguna de las colinas vecinas. Pero las
excavaciones que han sacado a la luz las soberbias ruinas de otras ciudades de la
antigua Numidia, nos permiten darnos una idea de sus vías, de sus casas, de sus
monumentos -el foro, las termas, el teatro, el circo y nos permiten también
comprender -y en parte excusar- aquel enfático título de 'ilustrísimo* de que se
preciaba el consejo municipal"3.
En cuanto al aspecto socio-económico, existían tres clases sociales bien definidas,
como en el resto del norte de África. Por una parte, la clase alta, la de los ricos con
grandes posesiones y elegantes mansiones; vivían exclusivamente en las ciudades y
no hablaban más que el latín. Por otra parte, la de los pobres, casi miserables; la clase
baja de los campos o de los cordones de miseria alrededor de las mansiones de los
ricos. No hablaban ni entendían más que el púnico.
"Entre estos extremos opuestos se había formado una clase media, africana de origen,
mas romana de formación y de mentalidad, inserta ya plenamente en la organización
del imperio: era la clase de los pequeños propietarios, que participaban en la dirección
de los asuntos públicos y aspiraban a hacer que sus hijos recorrieran todos los grados
de las instrucción para convertirlos, después, en magistrados, retóricos, juristas. A
esta clase pertenecía la familia de Agustín"4.
En relación con el aspecto cristiano, son pocas las noticias que se tienen hasta le
llegada de Agustín; con él, Tagaste sale del anonimato, sobre todo como iglesia. Tal vez
no se sabría nada de ella si no hubiera nacido allí San Agustín.
Como todos los centros urbanos del norte de África, Tagaste también sufrió la
invasión donatista, que dividió la Iglesia; pero a diferencia de los demás centros
cristianos, muy pronto volvió al seno de la Iglesia católica, hacia el año 349. Mientras
todos los obispos católicos tenían que tolerar al lado suyo a uno donatista, el de
Tagaste gozaba de paz completa en este sentido y él solo estaba al frente de su
grey.
En este estado de cosas, cuando la Iglesia de África se encontraba dividida pero la de
Tagaste completamente unida alrededor de su obispo católico, viene al mundo
Agustín.
Seguimos a Cristo en aquello en lo que lo imitamos (San Agustín: sobre la santa
Virginidad, 27, 27).

LECTURA

Las Confesiones de San Agustín.


Cuando se habla de Agustín, siempre se asocia su vida con el famoso libro
autobiográfico "Las Confesiones".
Este género literario tiene fama. Existen confesiones filosóficas y confesiones
piadosas; como también existe una infinidad de confesiones para atraer a un público
ávido de sensacionalismo. En cualquier librería y hasta en los puestos de revistas, el
lector actual, miembro de una sociedad de consumo, también encuentra este falso
alimento para aumentar la ola de erotismo que se extiende por todo el mundo. Y
compra este subgénero literario para matar el tiempo.
Las Confesiones de San Agustín no se parecen a este género de literatura fácil que se
lee y se echa a la basura. No creas que vas a encontrar relatos impresionantes, escenas
escabrosas como las que lees en algunas novelas, o algo semejante al estilo de una
fotonovela.

Para Agustín, la palabra Confesiones, más que confesar pecados, significa adorar a
Dios. Es un verdadero himno de alabanzas de un corazón arrepentido. He aquí sus
propias palabras: "Recibe, Señor, el sacrificio de estas confesiones por medio de esta
lengua que me diste y que excitas para que alabe tu nombre....
Alábete mi alma, para que pueda llegar a amarte; que te confiese todas tus
misericordias y por ellas de alabe. No cesa en tu loor ni calla tus alabanzas la creación
entera; ni las calla el espíritu, que habla por la boca de quienes se convierten a Tí..."5.
A pesar de narrar sus extravíos, sus errores y sus pecados, la intención es mostrar su
pequeñez comparada con la grandeza y la misericordia de Dios. Son más una oración
dirigida a Dios que un discurso a los hombres. Continuamos con sus propias palabras:

"Permíteme sin embargo hablar ante tu Misericordia, a mí, que soy polvo y ceniza,
déjame hablar, pues hablo a tu Misericordia, y no a un hombre burlón que pueda
reírse de mí. Quizás aparezco risible ante tus ojos, pero Tú te volverás hacia mí lleno
de misericordia"6.

Cuestionario

1. Un compañero te dice: "San Agustín nació en África, luego era negro". ¿Tú qué le
responderías?
2. ¿Qué ambiente cultural y religioso existía en el momento de nacer Agustín?
3. ¿Qué parecidos y diferencias ves entre el cristianismo africano del siglo IV y
nuestro cristianismo de hoy?
a. Parecidos.
b. Diferencias.
4. Describe, con tus propias palabras, lo que entiendes por confesiones en sentido
agustiniano.
5. ¿Sabes algo de San Agustín? Describe con toda sinceridad y brevedad lo que en este
momento sabes de él.

1. J. Oroz Reta, San Agustín, semblanza para jóvenes, p. 12-13


2. Oroz Reta, ob. cit. p. 18
3. Agustín Trape, San Agustín, el hombre, el pastor, el místico. Presentación y traducción
de Rafael Guillermo García, O.S.A. Editorial Porrúa, S.A. México 1987, p. 4
4. Agustín Trape, ob. cit. p. 5
5. Conf. V,1,1
6. Conf.V,1,1

LECCIÓN 2
NACIMIENTO, INFANCIA Y PRIMEROS ESTUDIOS
(Edad: 1 a 15 años)

Nota preliminar
Todo lo que vas a leer acerca de San Agustín tiene dos bases muy seguras: primero, las
Confesiones del santo, (Lecturas 1 y 2); segundo, la "Vida de San Agustín", escrita por
San Posidio, compañero del santo y a quien el mismo Agustín llama "Santo hermano y
amigo mió". Es la biografía más antigua que se conoce del obispo de Hipona.
1. Nacimiento
Agustín nació el 13 de noviembre del año 354. Aunque nacido de una madre cristiana
no fue bautizado inmediatamente. Era común, sobre todo en el norte de África, la
costumbre de diferir el bautismo para una edad más avanzada, porque se creía que los
pecados cometidos después del sacramento del bautismo no podían ser perdonados
tan fácilmente como los cometidos antes. Costumbre peligrosa que la Iglesia se
apresuraría a condenar. Muchos jóvenes, en efecto, animados a veces por sus padres:
"dejemos hacer lo que quieran, porque no están todavía bautizados", se abandonaban
a los vicios, con la seguridad de que un día el agua del bautismo lavaría todas las
manchas del pecado (ver Confesiones, 1,11,18).

Mónica se conformó con la costumbre de su país y con la tradición de la Iglesia, pero


no dudó en inscribir inmediatamente a su hijo entre los catecúmenos: el rito fue
sencillo: se hizo la señal de la cruz sobre su frente y en sus labios se puso un poco de
sal bendita. Así permanecerá por espacio de 32 años largos.

Juntamente con el alimento materno, la madre fue infundiendo en el corazón del hijo
el nombre de Cristo, nombre que nunca se apartará del corazón de Agustín, ni siquiera
cuando camine descarriado entre los maniqueos.

2. Ambiente familiar

La familia de Agustín no era rica pero sí distinguida y apreciada. Como se dijo en la


Lección 1, pertenecía a la clase media. Su padre, Patricio, tenía una pequeña propiedad
y era empleado público: pertenecía al consejo municipal de Tagaste. Mónica era noble
y virtuosa, cualidades que la hacían respetable y querida de todos.
De origen africano pero romanizada, la familia de Agustín hablaba el latín y solamente
el latín. Esta fue la lengua que él dominó completamente, en la que se expresaba y
escribía y la que le sirvió para su fecundo apostolado. La aprendió desde niño, entre
las caricias de las nodrizas, los juegos con los compañeros y las enseñanzas de la
madre.
También aprendió el griego, pero apenas lo suficiente para consultar la Biblia escrita
en este idioma, e incluso para corregir las traducciones latinas que había en el norte
de África. Lo aprendió a la fuerza y bajo la amenaza de los castigos en la escuela: "Ni
siquiera ahora acierto a comprender claramente por qué motivo aborrecía yo las
letras griegas, en las que se me había iniciado desde muy niño"1.

Del púnico apenas conocía algunas palabras y nunca se expresaba en esta lengua. Si
alguna vez tenía que comunicarse con fieles que no sabían otro idioma, debía usar
intérprete.

Religiosamente, el hogar de Agustín era cristiano, aunque no totalmente: Patricio era


pagano y Mónica cristiana de tiempo completo. También había diferencias de carácter:
mientras el de Patricio era áspero y brusco, el de Mónica era suave, persuasivo,
paciente. El siguiente testimonio del mismo Agustín nos habla de cómo andaban las
cosas en su hogar: "Era mi padre por una parte muy benigno y amoroso, por otra muy
iracundo y colérico; cuando ella lo veía enojado, tenía cuidado de no contradecirle ni
de obra ni de palabra; después, cuando la ocasión le parecía oportuna, y pasado aquel
enojo lo veía sosegado, entonces le informaba bien del hecho, si acaso aquel enojo
había nacido de su falta de consideración y de no estar bien informado"2.

La paciencia de Mónica produjo excelentes resultados: logró que su esposo se


bautizara al final de su vida y muriera en la Iglesia católica (ver Conf. EK,9,22).
Pero lo que más admiraba Agustín en su padre fueron los esfuerzos de éste para darle
una educación lo más completa posible aún fuera de Tagaste: "¿Quién no ponía
entonces por las nubes a mi padre, un hombre que iba más allá de las posibilidades de
su fortuna para gastar con su hijo todo lo que fuese necesario, incluso lo que
ocasionara un lejano viaje por razón de estudios? Porque muchos de sus
conciudadanos, harto más ricos que él, no se tomaban por sus hijos tal cuidado"3.

Seguramente querrás saber algo más sobre el resto de la familia de Agustín. De hecho,
hubo otros hijos en el hogar de Patricio y Mónica. Tuvieron, por lo menos, dos hijos y
dos hijas. Entre ellos, Navigio, quien se convirtió junto con Agustín, y una hermana,
cuyo nombre se ignora aunque muchos la han llamado Perpetua (pero sin
fundamento), que se casó, enviudó y fue superiora del monasterio de Hipona fundado
por San Agustín para mujeres; él mismo la llama "La santa superiora, mi hermana"4.

La figura de Aurelio Agustín, como se le llamó desde el principio, se destaca rodeada


de una intensa luz. Sus hermanos quedaron en la penumbra.

3. Influencia de Mónica

Desde sus primeros años Agustín se manifiesta como un niño de ingenio vivo,
entendimiento despejado, muy amigo del juego y poco del estudio, fácil de palabra y
de encantadora conversación. Sin duda alguna era un verdadero líder, el cabecilla del
grupo, presagio del futuro dominador de almas.
Afortunadamente no tenemos que acudir a fábulas y a imaginaciones para hablar de la
infancia de Agustín, como sucede a menudo con otros santos: si no se sabe nada de
ellos en sus primeros años, hay que inventar, echar mano de la imaginación. En el caso
presente es el mismo Agustín el que nos habla:

"No era desobediente por elegir otra cosa mejor sino por afición al juego. Amaba en
las competencias el orgullo de las victorias, me agradaba que halagasen mis oídos con
mentirosas fábulas, para sentir así más ardiente comezón, y la misma ávida curiosidad
hacía brillar más y más mis ojos por los espectáculos, juegos de los mayores"5.

Mientras tanto ahí estaba Mónica, sembrando en su corazón la fe y la moral que ella
había recibido en el hogar. Es el mismo Agustín el que habla de la madre en las
Confesiones, Capítulos VIII y K; vale la pena leerlos con detención y, por qué no, con
veneración para darnos cuenta de cómo fue educada para luego educar a sus hijos,
empezando por el mismo Agustín, la gran esperanza de la familia.

Mónica había nacido en el año 331 en Tagaste, en el seno de una familia de antiguas
tradiciones cristianas. No se sabe cuándo se casó, pero sí sabemos que tenía 23 años
cuando nació Agustín, que parece fue el primogénito de la familia. Su vida cristiana la
describe así el santo:

"Casta y sobria, asidua en la limosna, devota y sometida a tus santos; que no dejaba
pasar día sin llevar la ofrenda a tu altar; que dos veces al día, mañana y tarde, sin fallar
visitaba tu iglesia, y no para hablar vanamente y charlar con las otras mujeres, sino
para oír tu palabra y hacerte oír su oración"6.

"En cierta ocasión, habiendo caído Agustín gravemente enfermo con una violenta
fiebre y fuertes dolores de estómago, hasta el punto de temerse por su vida, pidió con
insistencia el bautismo. Parece extraño este gesto del niño, pero ciertamente se trata
del efecto de las lecciones de la madre. Mónica quiso satisfacer el deseo de su hijo;
pero, de pronto, el enfermo comenzó a mejorar, y el bautizo fue diferido para otra
ocasión.

La influencia de Mónica en la formación de Agustín fue extraordinaria. Eso se debe a la


educación que ella misma había recibido en su casa paterna"7.

4. La escuela de Tagaste

Nada más duro para Agustín que tener que estudiar, a pesar de estar sobrado de
inteligencia frente a los otros niños de su edad. Prefería el juego, la calle, los fraudes y
las mentiras a estar sentado en los bancos de la escuela oyendo la misma cantinela:
"Uno y uno, dos; dos y dos, cuatro..."8.

Pero a lo que más le temía era a la férula o varita del maestro con la que éste castigaba
a los alumnos indisciplinados; por lo visto Agustín fue muchas veces castigado con
ella, pues no hay otra explicación de su sencilla oración de niño: "¡Oh Dios mió, haz
que no sea castigado hoy en la escuela!"9.

"Y no es que nos faltase, Señor, memoria ni inteligencia, que nos las diste, por tu
voluntad, suficientes para aquella edad. Pero nos agradaba jugar y eso lo castigaban
en nosotros quienes no obraban de otra suerte. Sólo que las diversiones de los
mayores llamábanse negocios y aunque las de los niños sean de la misma especie, son
éstos castigados por los adultos"10.

Ni la enfermedad anterior, ni los castigos, ni las amonestaciones de la madre parecían


corregirlo; al contrario, volvía a las fechorías siempre que se le presentaba la ocasión.

"Cometía también hurtos en la despensa y en la mesa de mis padres, bien dominado


por la gula, bien para tener que dar a los muchachos que, disfrutando en el juego tanto
como yo, me vendían, no obstante, el jugar conmigo. Y hasta en el juego hacía fraudes,
dominado por mi vano afán de sobresalir"11.

De todo lo anterior podemos deducir que no hay mayores diferencias entre el niño
Agustín y los niños de hoy. Se dice popularmente que "Los niños son iguales en todo el
mundo" (y en todas las épocas). Varían las condiciones ambientales y culturales, los
sistemas de vida, los progresos técnicos en que se levanta la niñez, pero
psicológicamente parece que... todos los niños son iguales.

No podemos deducir, por otra parte, que la niñez de Agustín hubiera sido negativa y
llena de pecados, como afirma él mismo en las Confesiones, donde se da a sí mismo
títulos despectivos como "Tan pequeño niño y tan gran pecador"12; "Mis perversas
sendas"13; "¿Qué cosa, en fin, más deforme a tus ojos que, yo mismo?"14; "Quiero
traer a la memoria las fealdades de mi pasado y las carnales corrupciones de mi
alma"15.

En el No. 6 se hablará de su índole para sacar la conclusión de que en el fondo era un


muchacho bueno por naturaleza, y en la Lección 11,3 se hablará del fenómeno
Agustín narrado y Agustín narrante (Ver Lectura, al final).

5. La escuela de Madaura

"Quizás era la primera vez que el niño Agustín salía de Tagaste. Madaura presentaba el
aspecto aristocrático de una gran ciudad, rica en monumentos, sede importante de los
estudios y de la cultura. Por todas partes templos, arcos de triunfo, termas, pórticos,
estatuas. Especialmente, estatuas"16.

¿Por qué fue Agustín a Madaura? Ya se dijo (Lección 1,4): Tagaste sólo tenía estudios
elementales; lo que hoy podríamos llamar bachillerato había que estudiarlo por fuera.

Con miles sacrificios Patricio logró conseguir lo necesario para que su hijo pudiera
estudiar en Madaura durante 5 años (de los 11 a los 15).
Madaura estaba a 24 kilómetros de Tagaste. En su mayor parte era pagana: Los
monumentos, los estudios, la cultura en general era de contenido pagano; sobre todo
las estatuas, desnudas en su mayoría según la costumbre pagana, impresionaron de
tal forma la mente viva y sensible de Agustín, que llegó incluso a identificarse con
algunos de los personajes que representaban, como es el caso de Apuleyo, hijo de
Madaura, orador, filósofo, taumaturgo a lo pagano; casi todos los africanos hablaban
de él y sus paisanos prácticamente lo divinizaron. Sus milagros eran considerados por
los paganos como superiores a los de Jesucristo.

Agustín estaba en la edad precisa de la imitación; es la época en que los niños


adolescentes necesitan ídolos, modelos a seguir; probablemente se despertaron en él
los deseos de emular a Apuleyo y a otros.

La vida en Madaura no era apta, pues, para el cristianismo; la fe del niño comenzó a
debilitarse, los consejos de la madre fueron pasando a un segundo plano y las
prácticas religiosas, ahogadas por el paganismo, no encontraron terreno abonado para
seguir existiendo. Por más que un muchacho de la edad de Agustín hubiera querido
perseverar, le hubiera sido muy difícil.

"El hijo de Mónica se iba olvidando de las lecciones de su madre, y al mismo tiempo se
alejaba del cristianismo. Y esto era el efecto no sólo de la influencia, invisible y
poderosa al mismo tiempo, de la vida de su alrededor, sino también de la enseñanza
profundamente imbuida de paganismo"17.

¿Qué hizo Agustín en Madaura? Ante todo leyó mucho, especialmente los clásicos
latinos: Horacio, Ovidio, Cátulo, Plauto, Terencio y, sobre todo, Virgilio que casi se lo
aprendió de memoria y a quien recordará ya adulto en sus escritos.

Pero especialmente estudió lo que correspondía al "pensum" de su tiempo: Gramática


y Retórica o arte de hablar bien en público.

El estudio de la Gramática era realmente matador:

"El pasaje se leía primero en voz alta o se recitaba de memoria: se daba la máxima
importancia a la dicción y a la puntuación. La puntuación a veces no era cierta, y
entonces era precisa la ayuda del maestro. Como quiera que los libros tenían que ser
copiados a mano, se comprende que había muchas variantes, y el maestro escogía la
que más se conformaba con sus gustos.

Ofrecía también comentarios sobre el estilo del pasaje: el comentario literal y la


explicación de cada una de las palabras contenidas en el texto. La explicación literal
comprendía una buena parte de etimología. La explicación y el comentario eran tan
exhaustivos que, con mucha frecuencia, se perdía por completo el sentido general del
pasaje, y el libro como conjunto desaparecía para convertirse en palabras aisladas
cuyas sílabas y cuyas letras se analizaban hasta en sus más pequeños detalles"18.
El estudio de la Retórica era igualmente meticuloso; el autor preferido era Cicerón.

"La enseñanza de la retórica era, en parte teórica, y en parte, práctica. La finalidad era
la elocuencia, que se podía emplear para demostrar un asunto, para probar una causa
ante los tribunales, o para convencer a uno. La teoría se remontaba más allá de la
época de Cicerón: a los tiempos del movimiento sofístico en Atenas a finales del siglo V
a. de C. Apenas sí había cambiado al pasar los años. Se enseñaba a descubrir lo que
tenía que decir y a emplear el orden debido en su exposición.
La práctica, sin embargo, era lo importante y ocupaba la mayor parte del tiempo de las
lecciones. El alumno se ejercitaba en cursos preparatorios que iban aumentando la
dificultad de modo creciente. Agustín parece tener un recuerdo en las Confesiones en
torno a uno de esos ejercicios preparatorios, llamado “descripción del carácter”.
Aunque desde nuestro punto de vista, los métodos empleados entonces pueden
parecemos vacíos, fríos y carentes de interés, hay que confesar que al menos se
aguzaba el ingenio de los jóvenes. Y al margen de los análisis formales, de las
definiciones, divisiones y subdivisiones sutiles, hechas según unos cánones ya fijos e
invariables, hay que reconocer que al menos en algunas ocasiones, las digresiones, la
imaginación y la emoción de los alumnos tenían suma importancia. Y, en todo caso, se
adquiría un conocimiento preciso y detallado del lenguaje.

Tal vez no era un conocimiento como el que pueda ofrecer la etimología de nuestros
días, pero el análisis meticuloso de las palabras, de las sílabas e incluso de las letras
ponía de manifiesto el sentido preciso de los vocablos"19.

La cita anterior ha resultado larga pero precisa y clara para entender el estilo que
Agustín usará más tarde en todos sus escritos. La estadía en Madaura lo marcó para
toda su vida, pues durante su ministerio pastoral echará mano de las técnicas apren-
didas, por ejemplo cuando da algunos preceptos de retórica en su obra sobre La
Doctrina cristiana, libro IV, o cuando se trata de vencer a los herejes.

Patricio y Mónica se sentían orgullosos y tranquilos de su hijo, al menos en el aspecto


de formación intelectual, pues poco a poco lo iban sacando adelante y cada vez ponían
más las esperanzas en él.

¿Cómo van a seguir quien no quiere acercarse? Y ¿cómo sevan a acercar a aquelde
quien no quierenaprender la enseñanza? « ¿Que soy manso y humilde de corazón»? (SA:
Sóbrela santaVirginidad 51,52)
6. Índole de San Agustín

"Grácil de cuerpo, vivacísimo de espíritu, Agustín tuvo por naturaleza un ánimo


bueno, afectuoso, señoril; pero a la vez decidido y fuerte. Cosa que recordaba a su
madre. Fue amante del orden, de la quietud, de la amistad; pero sobre todo de la
verdad. Se conmovía fácilmente, despreciaba la iniquidad y, cuando la ocasión lo
requería, era inconmovible en sus propósitos"20.
Pero nadie más indicado que el mismo Agustín para decirnos quién y cómo era él:

"Porque yo existía entonces y vivía y sentía y tenía cuidado de la integridad de mi


persona, vestigio de la secretísima unidad, de donde tuve el ser. Guardaba también
con un sentido interior la integridad de mis sentidos y hasta en mis pequeños
pensamientos sobre pequeños asuntos me complacía en la verdad. No quería ser
engañado, disfrutaba de buena memoria, iba instruyéndome en el decir, me deleitaba
en la amistad, huía del dolor, de la bajeza, de la ignorancia; ¿Qué había en un ser
viviente tal, que no fuese admirable y digno de alabanza?"21.

Las dos citas anteriores no necesitan ni comentarios ni explicación; bastan por sí solas
para sacar las siguientes conclusiones sobre su índole o modo natural de ser:

a. Intelectualmente estaba, como se dijo antes, sobrado; dos ejemplos lo confirman:


leyó y entendió por sí solo las famosas "categorías" de Aristóteles; famosas no sólo por
el contenido sino por el miedo que infundían en los alumnos cuando llegaba la hora de
estudiarlas en la escuela.

Leyó también y comprendió por sí mismo todas las "artes liberales", así llamadas
porque su estudio estaba prohibido a los esclavos y era monopolio de los libres.

b. Fue, por otra parte, muy expansivo y rico de fantasía; todo lo observaba con
atención, especialmente la naturaleza creada; esta su fantasía tuvo un terreno muy
bien abonado en Tagaste; ya se habló de su geografía (Lecc. 1,4). En todo sus escritos,
especialmente en los sermones, se manifestará esta cualidad y le ayudará a ser más
agradable a los oyentes.

c. Delicado y respetuoso con sus padres, especialmente con la madre, la cual, por
boca de Agustín, da el siguiente testimonio de él: "... me llamaba 'buen hijo', y
mencionaba con un inmenso sentimiento de ternura que jamás había oído salir de mi
boca contra ella ni una palabra que sonase a injuria"22.

d. Otra prueba de la índole naturalmente buena de Agustín es su rechazo a los


eversores o revoltosos; se trata de un grupo de estudiantes, inquietos y
perturbadores, expertos en sabotear las clases en las escuelas. No los soportó ni como
compañeros de estudio ni como alumnos en Cartago23.

e. El otro aspecto que se ha de tener en cuenta es el sentimiento y el culto que rindió


a la amistad; sobre este tema habría mucho qué decir de San Agustín24.

f. Junto a la amistad, el amor a la sabiduría, entendida no como simple ciencia


humana, como la de un "sábelo todo", sino la sabiduría que nos une a Dios.

g. Finalmente, su amor a la verdad. Si había algo contrario a su naturaleza era la


hipocresía, la doblez, las verdades a medías. Aquí está en gran parte la razón del éxito
que tuvo en su lucha contra los herejes: primero se informaba muy bien sobre los
hechos y luego los analizaba. Es lo que se llama "honestidad científica"25.

Agustín no era, pues, como suele decirse, un pervertido, un pecador empedernido; era
simplemente un hombre bueno pero descarriado, y el hecho de andar descarriado no
quiere decir que sea malo.
LECTURA

Valor histórico de las Confesiones

Las Confesiones de San Agustín no son una autobiografía rigurosa, pero sí una obra
rigurosamente histórica, lo mismo cuando habla contra sí que cuando habla en su
favor. San Agustín era de un temperamento esencialmente sincero y amigo de la
verdad. Cuando escribe sus Confesiones se halla ya en las cumbres de la santidad. Si a
veces se hallan en ellas frases de extremado rebajamiento, declarándose "el más
pecador de los hombres", "un abismo de corrupción" o "un monstruo de iniquidad",
estas frases no tienen en él más sentido que el que tienen en boca de los santos, que
no implican sino un aspecto parcial y relativo de la realidad objetiva. En las
Confesiones hay que distinguir, además, el hecho del comentario. San Agustín
expone ordinariamente el hecho de modo escueto y riguroso, y sobre él se extiende
luego en amplios y sutiles comentarios. Véase, por ejemplo, el hecho del robo de las
peras, referido en el capítulo 4 del Libro II, al que sigue luego un comentario de varios
capítulos"26.

Así comienza el Libro II:

"Quiero ahora recordar las fealdades de mi vida pasada, las corrupciones carnales de
mi alma; no porque en ellas me complazca, sino porque te amo a Tí, mi Dios. Lo hago
por amor de tu Amor, recordando en la amargura de una revivida memoria mis
perversos caminos y malas andanzas. Para que me seas dulce Tú, dulzura no falaz,
dulzura cierta y feliz; para que me recojas de la dispersión en la que anduve como
despedazado mientras lejos de Tí vivía en la vanidad".

Cuestionario
1. ¿Qué concepto había del bautismo en tiempos de San Agustín?
2. Crees que hoy también existen conceptos erróneos acerca del bautismo? ¿Cuáles?
3. Describe un hogar moderno, pero que tenga sus parecidos con el de Agustín.
4. ¿Crees que Agustín tenía la vocación religiosa y sacerdotal ya desde pequeño? Si
la tenía, ¿por qué no la siguió entonces?
5. Escribe algunos parecidos entre un muchacho de hoy, de 1 a 15 años, y el Agustín
de la misma edad.

1. Ángel Morras Ursúa, Agustín de Hipona, 354-430


2. Conf. IX,9,19
3. Conf. 11,3,5
4. Carta 211,4
5. Coní. 1,10,16
6. Conf. 5,9,17
7. P. Ángel Morras U., ob. cit. p. 8
8. Conf. 1,13,22
9. Conf. 1,9,14
10. Conf. 1,9,15
11. Conf. 1,19,30
12. 1,12,1$
13. 1,15,24
14. 1,19,30
15. 11,1,1
16. Oroz Reta, ob cit. p. 30
17. OrozReta, ob. cit. p. 30
18. Oroz Reta, ob. cit. p. 31
19. Oroz Reta, ob. cit. pp. 32-33
20. Agustín Trape, ob. cit. p. 18
21. Conf. 1,20,31
22. Conf. IX,12,30
23. Lecc. 5,6
24. Lecc. 3,2c; 4,8
25. Lecc. 9,4
26. Tomado de Las Confesiones, Edición BAC, 1979, Prólogo, p. 41

LECCIÓN 3
LOS AÑOS DIFÍCILES. CARTAGO
(Edad: 16-17 años)
1. Adiós a Madaura.

Hasta ahora hemos visto a Agustín evolucionando casi que normalmente, como todos
los muchachos, en los diferentes aspectos: intelectual, psicológico, afectivo. Y, como a
todos los muchachos que pasada la adolescencia entran en la juventud, también a él le
llegó la crisis, que se prolongará hasta la conversión.

La crisis aumentó cuando, terminados los estudios en Madaura, tuvo que regresar a
Tagaste. "Precisamente aquel mismo año habíanse interrumpido mis estudios. Se me
había trasladado de Madaura, la ciudad vecina, por la cual había empezado mis
andanzas con el propósito de formarme en las letras y en la retórica"1.
Ahora la mira estaba en Cartago, la gran metrópoli comercial e intelectual del África
romana. Era la ciudad más indicada para adelantar los estudios superiores, definitivos
para estabilizarse en la vida como profesional. Pero antes de realizar este viaje tendrá
que pasar un año, fatal para él, en Tagaste.

Regresó, pues, a Tagaste completamente cambiado, no sólo con un cuerpo más


desarrollado sino también con la mente vacía de Dios y llena de recuerdos poco
saludables; las lecturas de los clásicos lo seguían por todas partes; las estatuas
desnudas, el rapto de doncellas, la violación de jovencitas y los amores ilícitos eran el
pan que alimentaba su mente en crisis, todo esto descrito a lo pagano, con elegante
obscenidad.

Agustín permaneció un año entero en su casa paterna; no se sabe a qué se dedicó -


fuera del ocio-, si ayudaba a sus padres en los quehaceres de la casa y del campo o si
se ocupaba en otros menesteres útiles. Lo más seguro es que se entregó a la vagancia y
a las fechorías, ahora mayores que las de simple niño. No es fácil que un muchacho,
después de una estadía larga por fuera, regrese a su tierra y trabaje en el campo.

Mientras tanto sus padres, y especialmente Patricio, comienzan a pensar en lo


económico; si antes pudieron tenerlo 5 años en Madaura a expensas de sus propios
recursos, ahora las cosas en Cartago harán cambiar el presupuesto familiar. Los
estudios superiores nunca han sido baratos; por eso deben buscar la ayuda de algún
amigo, que tardará un año en aparecer.
2. El alimento de la crisis

El Libro II de las Confesiones está dedicado al año 16 de su existencia; es el año que


más recuerdos tristes dejó en San Agustín, el año de los pecados tan vergonzosos
como el famoso robo de las peras.

Podemos reducir a 4 los principales hechos que alimentaron la crisis: el despertar del
amor y de la sexualidad, la ociosidad, las malas compañías y la falta de control y
disciplina.

a. El despertar del amor y de la sexualidad.

"Y ¿qué era lo que me deleitaba sino amar y ser amado? Pero yo no me contenía en los
límites de un cambio de alma a alma, hasta donde se encuentra la frontera luminosa
de la amistad. Por el contrario, del fango de la concupiscencia carnal y de la
efervescencia de la pubertad exhalábase un vaho que cubría de nubes y ofuscaba mi
corazón hasta el grado de que no se distinguía la serenidad del afecto de la niebla de la
sensualidad"2.

"Amando amar, buscaba en qué depositar mi amor y detestaba la seguridad y el


camino sin tropiezos... Amar y ser amado me resultaba más dulce cuando podía gozar
también del cuerpo del ser amado"3.

No sé si habrá texto tan claro como los anteriores para decirnos cómo fue el despertar
de San Agustín al amor. Ni debe extrañarnos un fenómeno que, por lo demás, es
común a todos los seres humanos.

El amor en San Agustín será su bandera, el tema preferido en todos sus escritos; por
eso en muchas imágenes se lo representa con el corazón en la mano.

El ser humano ha nacido para amar; sin el amor es imposible subsistir normalmente.
El problema está en confundir el amor con la pasión desordenada, y esto fue lo que le
sucedió a San Agustín. Según sus propias palabras, "manchó el amor" con amores
desordenados4.

¿Cómo fue este abismo y hasta dónde bajó San Agustín? Es imposible saberlo, pero de
todas maneras debió caer muy profundo, pues él mismo lo repite varias veces y
tenemos que creerle.

b. La ociosidad.

Madre de todos los vicios, lo es principalmente de las faltas contra la castidad. Que
San Agustín haya estado ocioso no hay lugar a dudas: lo afirma él mismo:

"Pero, cuando en aquel año decimosexto un intervalo de ocio impuesto por las
extrecheces familiares me dejó libre de ir a la escuela y comencé a vivir en compañía
de mis padres, se elevaron por encima de mi cabeza las zarzas de la sensualidad sin
que hubiera mano alguna que las arrancase"5.

Se queja San Agustín de que nadie le dio la mano. Es la misma situación de siempre:
"no me dijeron", "no me explicaron", "no me advirtieron"... Son los eternos
mecanismos de defensa. Nunca ha sido fácil echarse la culpa a sí mismo, más cómodo
echársela a los demás. Tal era la actitud de Agustín, la misma de muchos jóvenes aun
hoy día.

Pero en realidad, ¿estaba Agustín tan solo, abandonado a su propia suerte? De


ninguna manera. Mónica se encontraba presente, no sólo con el cuerpo sino con sus
consejos y orientaciones. El problema estaba en él mismo y así lo reconocerá más
tarde:

"Quería ella,... que no fornicase, y, sobre todo, que no adulterase con la mujer de
nadie". Pero "Yo escuchaba los consejos de mi madre como los discursos de una mujer
a los que daría vergüenza obedecer"6.
c. Las malas compañías.

"...iba precipitándome con tan obstinada ceguera que, entre los compañeros de mi
edad, me avergonzaba de ser menos desvergonzado que ellos, cuando los oía jactarse
de sus bajezas y vanagloriarse tanto más cuanto más torpes eran"7. "Ved en qué
compañías recorría yo las largas avenidas de Babilonia y me revolcaba en su barro..."8.

Son muchísimas las veces que San Agustín habla de la amistad; por naturaleza nunca
podía vivir solo; desde niño hasta su muerte preferirá siempre vivir acompañado, y
esta será más tarde la condición o característica esencial de su monacato.
Adelantándonos un poco, podemos decir que él es el fundador de la vida común en la
Iglesia (Lecc. 12,2).

La amistad tiene sus estadios, su proceso de desarrollo; en este momento de su vida


Agustín está experimentando los efectos de lo que él mismo llama "la amistad
enemiga", refriéndose al robo de las peras (ver. no. 3).
d. La falta de control y disciplina.

Agustín se encuentra en la etapa psicológica en que se está saliendo de la adolescencia


para entrar en la juventud. Este paso es delicado por la confusión que crea en el joven:
actúa todavía como adolescente y quiere que lo traten como adulto; rechaza la
disciplina cuando más la necesita; se siente hombre cuando todavía le quedan los
rezagos de niño; y, sobre todo, se le despierta, al lado de la sensualidad y el amor, el
sentido de independencia como resultado de todo lo anterior.
Vuelve a ti mismo y allí encontrarás la guerra.
¿Empezaste a seguir a Dios? Pues allí mismo encontrarás guerra (SA: Tratados sobre el
Evangelio de San Juan, 3410).
"Además se me aflojaban las riendas para el juego, por un exceso de moderación en la
severidad, que conduce a un desenfreno de las diversas pasiones, y en todo había una
niebla que me ocultaba, Dios mío, la vista de tu verdad serena. La iniquidad brotaba
como de mi propia naturaleza"9.

Si la ociosidad engendra los vicios, la falta de disciplina los alimenta y, podemos decir,
los da a luz; especialmente los vicios contra la castidad, como se dijo antes. Los tres
primeros capítulos del Libro II de las Confesiones no hacen más que repetir lo que se
acaba de afirmar.
3. El robo de las peras.

Vale la pena dedicarle unas líneas a este hecho, el que más lágrimas le costó a San
Agustín y al que dedica los capítulos 4 al 10 del Libro II de las Confesiones. Siguiendo
nuestro método, exponemos el hecho tal como nos lo presenta el santo:

"Había en las inmediaciones de nuestra viña un peral cargado de peras, que ni por su
aspecto ni por su sabor eran tentadoras. A sacudirlo y despojarlo corrimos una
pandilla de muchachos en plena noche -pues siguiendo una deplorable costumbre,
hasta esas horas habíamos prolongado en las eras nuestros juegos- y sacamos de allí
una enorme carga de frutas, no para comérnoslas sino para echárselas a los cerdos; y
aunque comimos algunas, lo esencial para nosotros era hacer lo que no daba la gana
precisamente porque estaba prohibido"10.

En un extenso comentario de 6 capítulos es el mismo autor el que saca las siguientes


conclusiones:
a. Todas las malas acciones tienen una motivación, que consiste en la inclinación
inmoderada hacia los bienes inferiores o terrenos con menosprecio de los superiores
o celestiales. En otras palabras, las malas acciones consisten o en usar mal de las cosas
buenas, o en preferir las malas a las buenas (cap. 5);

b. Las peras del vecino no eran mejores que las de su casa; tampoco las necesitaba,
pues en su hogar tenía comida suficiente. Luego lo único que perseguía era el mal por
el mal, el mal gratuito, que consiste simplemente en pecar por pecar, por hacer el
daño. Y aquí está la explicación de la intranquilidad que este acto le produjo a Agustín:
el haber pecado por deporte (cap. 6);

c. Se necesita la gracia de Dios, no sólo para preservar del mal, sino para borrarlo si
se ha cometido (cap. 7);

d. Las compañías arrastran; San Agustín reconoce que él solo nunca habría cometido
tal robo y concluye: "¡Oh amistad demasiado enemiga, inescrutable seducción del
espíritu! ¡Ganas de perjudicar por juego y por burla! ¡Afán de hacer daño a otro sin
buscar provecho propio, sin asomo alguno de deseo de venganza! Basta que se diga:
"¡Vayamos!" ¡hagámoslo!, y da vergüenza no ser desvergonzado"11.

e. Aún el pecado nos acerca a Dios si lo reconocemos y nos arrepentimos; por eso el
final del Libro II es una corta y hermosa oración a Dios (cap. 10).
4. Rumbo a Cartago.

"A fuerza de estrecheces y economías, sus padres pudieron reunir al menos una parte
de la cantidad necesaria que le permitiera realizar los estudios en la gran metrópoli.
Un rico compatriota.

Romaniano, que no se sabe cómo se había encariñado de Agustín y que le testimonió


siempre un vivo afecto, completó lo que faltaba y puso generosamente sus riquezas a
su servicio. Ya nada retenía al joven en Tagaste, y Cartago le esperaba. Sin duda
alguna, Agustín considerará como uno de sus mejores días la fecha en que pudo
marchar a Cartago"12.

Ir a Cartago para un joven como Agustín era como ir hoy al extranjero, y todos
conocemos el entusiasmo que se siente con un viaje como éste.

Cartago estaba en todo el esplendor de su poder y de su riqueza, pero también de sus


vicios. Destruida completamente por los romanos, de sus ruinas surgió una nueva
ciudad que no tenía parecido con la anterior. Pronto se convirtió en el primer centro
comercial del norte de África; sus comunicaciones eran especialmente con Roma,
Grecia y otros países del sur de Europa. La situación geográfica era privilegiada y por
eso muy pronto fue escogida por colonos romanos, griegos, sirios y judíos como su
nuevo lugar de residencia.

Se encontraban allí hombres de toda religión, raza y lengua, aunque seguía


predominando el latín; los comerciantes, empleados y marinos del puerto hablaban el
griego, mientras que los indígenas usaban su idioma, el púnico.

Pero ante todo Cartago era el centro cultural de África; los estudios no eran mejores
que los de Roma, Atenas o Antioquia, pero menos sí más barato y más a la mano de los
africanos. Era el único lugar donde los jóvenes podían realizar sus sueños
intelectuales: graduarse en retórica.

El que estudiaba y se especializaba en retórica tenía su futuro prácticamente


asegurado en algún tribunal, en otros centros educativos como profesor o, por qué no,
hasta en la corte imperial; este será el caso de Agustín cuando viaje a Milán (Lee. 5,7)

Cuando llegó a Cartago, a finales del año 370 o comienzos del 371, se vio entre el
grupo de los famosos eversores o revoltosos (ver Lecc. 5,6), pero ante todo se vio
entre los vicios más degradantes del África romana; basta conocer la primera impre-
sión que tuvo al llegar allí:

"Llegué a Cartago y por todas partes crepitaba en torno a mí un hervidero de amores


impuros. Aún no amaba, pero amaba amar y con profunda indigencia me aborrecía a
mí mismo por ser menos indigente"13.

Esta primera impresión debió ser impactante: con crisis interiores y en un ambiente
abonado para la sensualidad es de pensar que el traslado a Cartago, si fue un alivio en
el aspecto intelectual, fue un agobio moral, pues allí las pasiones siguieron haciendo
estragos en su interior.

Este hervidero de amores impuros "tenía mucho que ver con el ardor de Agustín"14.
Si a los amores impuros de la ciudad se agregaban los que Agustín llevaba por dentro,
no es de extrañar que describa su llegada a Cartago de una manera tan dramática.
Cabe anotar que más tarde, ya de obispo, irá unas 20 veces a Cartago y nunca volverá
a hablar de amores impuros. ¿Se habían acabado éstos en la ciudad o en su interior?
Lo más probable es lo segundo...

5. La mujer amada.
"Con todo, incluso en sus mismas faltas, Agustín conservó siempre una cierta reserva.
No tardó en unirse a una sola mujer, con la que vivió maritalmente y a la que guardó
siempre perfecta fidelidad. Pronto esta mujer le dio un hijo que llamó Adeodato. Tal
vez él no lo había querido, pero como Dios se lo dio no pudo por menos de amar con
todo su corazón a un niño que era suyo. El lo conservó siempre consigo. Lo educó con
cuidado, y cuando plugo a Dios llamarlo para sí en la flor de la adolescencia, expe-
rimentó una profunda tristeza"15.

Lo anterior sucedió un año después de su llegada a Cartago, y al año siguiente le nació


su hijo. El nombre de la compañera nunca se ha sabido, pues el mismo Agustín no lo
da en ninguno de sus escritos, aunque sí describe la manera como cayó en los "lazos
del amor":

"Vine a caer en el amor, del que deseaba ser presa. ¡Dios mío, misericordia mía! ¡De
cuánta hiel me rociaste aquella suavidad y cuan bueno fuiste al hacerlo! Porque logré
ser correspondido y llegué secretamente al gozo que encadena y me iba enlazando
alegremente con nudos de miserias para ser azotado con las varas de hierro candente
de los celos, de las sospechas, de los temores, de las cóleras y de las porfías"16.

Pero hay algo más, que Agustín juzga de suma gravedad y que a la hora de la verdad
no pasa de ser una aventura más: es el hecho de haber aprovechado la iglesia para sus
coqueteos: "Me atreví a codiciar frutos de muerte y a intentar el modo de
procurármelos aun durante la celebración de tus solemnidades, dentro de los muros
de tu iglesia"17. "Se acostumbra ver aquí una alusión a su primer encuentro con la que
había de convertirse en su fiel compañera y en la madre de su hijo, que, desde luego,
era cristiana"18.

Muchos hoy se admiran y hasta se escandalizan de que un santo de la talla de Agustín,


además monje, haya vivido 14 años con una mujer; y hasta se basan solamente en esto
para decir que era un gran pecador, como si el ser o no ser pecador se midiera
únicamente por el sexo y los afectos. Más adelante se verá que el principal pecado de
Agustín tiene relación con la fe, y no con el sexo. Precisamente cuando su madre
Mónica no lo recibe en su casa no será por llegar con una mujer sino por haber
perdido la fe (Lee. 4,6). Pero sobre todo su pecado más grave es el orgullo.

Por lo tanto, "El juicio que no raramente se da de este episodio es inexacto y necesita
revisión. No fue un acto de disolución, sino un dique contra ella. Disolutos eran
aquellos, muchos en verdad, que se abandonaban a una vida vaga en el vicio, y que
presumían de ella. Cartago era famosa por esto. El incentivo venía de los teatros y de
las celebraciones de la diosa Celestis. Agustín se dio cuenta a tiempo del vértigo que
lo iba absorbiendo y quiso librarse, volviendo al aire libre de la honestidad. Se empeñó
por tanto en una forma estable de convivencia con una mujer que, si no era todavía un
verdadero matrimonio, era algo cercano, como si fuera un matrimonio de 'segundo
orden"19.
Podemos hacer, pues, las siguientes anotaciones sobre el caso que nos ocupa":

a. Agustín no era todavía cristiano, pues aún no estaba bautizado; luego no le


obligaban las leyes de la Iglesia católica.

b. Tal actitud era lícita y hasta honorable a los ojos de la gran sociedad de entonces.
Más aún, el hombre eternamente soltero era mal visto.

c. Agustín fue siempre fiel a su compañera durante los 14 años que vivieron juntos; si
se tiene en cuenta que la fidelidad conyugal era escasa en esa época, aún entre
personas casadas por la Iglesia, hay que concluir que Agustín en esto se nos presenta
como un modelo de cumplimiento de las leyes morales y no como su trasgresor; por
algo él insiste en el hecho de la fidelidad en medio de un ambiente adverso a esta
virtud20.

d. No sobra insistir en el hecho de que esta unión le sirvió para apaciguar las
pasiones; de dos males hay que escoger el menor, y era menor mal estar unido a una
sola mujer, aunque fuera en unión ilegítima, por amor, que a varias por pasión.

e. Finalmente, la manera como crió y educó a su hijo indica igualmente que era la
fidelidad en el amor y no la pasión lo que le impulsaba a tal acto.

LECTURA
El verdadero Agustín

La insistencia de Agustín en acusarse de haber ofendido la moral durante su


adolescencia y juventud suele dejar la impresión de que fue un gran pecador. Pero la
verdad es que resulta difícil tomar en serio las necedades que hacía cuando frisaba en
los quince años. Adolescente ocioso, frecuentaba los baños públicos y correteaba por
las calles, bien entrada la noche, con poco recomendables camaradas. Pero no era tan
vicioso como sus compañeros, lo cual es ya un índice de dignidad moral y de aspi-
ración hacia lo mejor. Uno de sus era conocido entre los estudiantes como un
muchacho tranquilo y ejemplar. Juicio que resulta harto más verosímil que los de
tantos autores que, por haber tomado demasiado al pie de la letra la retórica
agustiniana, nos lo pintan como un estudiante escandaloso y bullanguero"
1. Conf. 11,3,5
2. Conf. 11,2,2
3. Conf. 111,1,1
4. Conf. 11,2,1
5. Conf. 11,3,6
6. Conf. 11,3,7
7. Conf. II,3,7
8. Ib. II, 3, 8
9. Conf. 11,3,8
10. Conf. 11,4,9
11. Conf. 11,9,17; ver caps. 8 y 9
12. Oroz Reta, ob. cit. p. 42
13. Conf. 111,1,1
14. Peter Brown, "Biografía de Agustín de H¡pona", Ediciones Castilla, Madrid,
1970, p. 44
15. Oroz Reta, ob. cit. p. 44
16. Conf. 111,1,1
17. Conf. Ill,3,5
18. Ib., Ed. Porrúa, nota 4
19. Agustín Trape, ob. cit. ps. 24-25
20. Ver Conf. 4,2,2
21. San Agustín, Confesiones, Editorial Porrúa, S.A., 6a. ed., México, 1980, Libro
futuros adversarios, el obispo donatista Vicente de Cartena, reporta que
Agustín ll,3,8, nota
Cuestionario
1. Enumera algunos de los males que produjo la ociosidad en el joven
Agustín.
2. Según sus propias palabras, ¿por qué Agustín no hacia caso a los
consejos de Mónica?
3. Cómo influía el qué dirán en el joven Agustín?
4. A propósito del robo de las peras, ¿qué conclusión sacó San Agustín
sobre la amistad?
5. ¿Estaba contento Agustín con sus compañeros de Cartago?
6. En su interior, ¿era Agustín realmente tan perverso como aparece por
fuera y como se describe él mismo en las Confesiones?
7. ¿Crees que el hecho de haberse unido a una mujer le trajo algún bien a
Agustín? ¿Cuá!?

LECCIÓN 4
EN BUSCA DE LA VERDAD (Edad: 18-21 años)
1. El estudiante universitario
La llegada de Agustín a Cartago estuvo marcada por un hecho triste: la muerte de su
padre Patricio; allí recibió la noticia poco después de haber llegado. No deja de ser
extraño que mientras a Mónica le dedica, entre otros muchos, 6 capítulos (del 8 al 13)
del Libro K de las Confesiones, hablando especialmente de su muerte, de la de Patricio,
por el contrario, apenas hace alusión de pasada; el único texto donde se nos habla de
este hecho es 111,4,7:"... cuando tenía 19 años y hacía ya dos que había muerto mi
padre". No se trata de ausencia de dolor; la ingratitud es ajena al corazón de Agustín.
Ya se habló de su alabanza y admiración por su padre a raíz de los sacrificios que se
impuso para darle estudio.

A partir de la muerte de Patricio será Romaniano quien tomará su puesto en cuanto al


apoyo moral y económico.
Agustín llegó a Cartago con un grado de madurez y seriedad adquiridas a fuerza de
errores y hasta de pecados en Tagaste. Pero sobre todo llegó muy motivado por los
sacrificios y expectativas de sus padres; no los podía defraudar, y de hecho no los
defraudó. Se dedicó, pues, con empeño a lo que hoy podríamos llamar estudios
universitarios, término que, desde luego, no se conocía en su tiempo.

Empieza por dedicarse al teatro: "Atraíanme las representaciones teatrales, repletas


de imágenes de mis miserias y de incentivos de mi fuego"1. Las representaciones
dramáticas lo subyugaban hasta tal punto que se identificaba con los personajes y,
como ellos, reía, sentía, se conmovía incluso hasta derramar lágrimas: "en aquel
entonces participaba en el teatro del gozo de los amantes, cuando torpemente
gozaban el uno con el otro, por muy \ imaginarias que fuesen esas acciones en la
representación escénica. Y cuando se perdían el uno para el otro participaba de su
tristeza con cierta conmiseración. Y en ambos casos me deleitaba"2.

El teatro era, pues, su medio de distracción. Pero no había venido solo a distraerse; el
estudio era lo principal y lo tomó con tanto empeño que se convirtió en un
autodidacta. No hay duda en afirmar que los maestros para él en muchas ocasiones
sobraban; solamente da el nombre de un tal Demócrates, sin mencionar a otros.

Agustín, ahora más que nunca, se convierte en un gran lector de donde surgirá más
tarde el extraordinario escritor. Comprendía con facilidad hasta los temas más
difíciles, como el ya citado de las Categorías de Aristóteles (Lee. 2, 6). Sobre este
tema vale la pena escucharlo:
"Y, ¿de qué me servía que habiendo llegado a mis manos, cuando yo tenía unos veinte
años, una obra de Aristóteles titulada las Diez Categorías -a cuyo solo nombre,
cuando el retórico cartaginés, mi maestro, las mencionaba con la boca llena de
suficiencia u otros que pasaban por doctos, yo, suspenso como ante no sé qué cosa
grande y divina, me quedaba con la boca abierta-, la hubiese leído solo y la hubiese
entendido?

He hablado de ella con personas que declaraban haberla entendido con dificultad
escuchando a maestros competentísimos, que no se contentaban con explicaciones
orales sino que utilizaban numerosas figuras dibujadas en la arena, y no han podido
decirme acerca de ella otra cosa que lo que yo solo había comprendido leyéndola por
mí mismo"3.

Agustín reconoce que su inteligencia se la debe a Dios, y en esto tiene razón; pero se
duele de haberse enorgullecido hasta tal punto que él mismo suscitó otra crisis en su
interior: la crisis intelectual: "Ya no se trata del peso de los pecados, sino de la
dificultad de la verdad, del destino del hombre y todos los problemas que han
preocupado siempre a las inteligencias más despiertas"4.

Es necesario prestar atención a este hecho, pues la conversión de San Agustín será,
primero que todo, una conversión intelectual, a la cual llegará después de sucesivas
conversiones.

2. La primera conversión

Como acabamos de decir, San Agustín tendrá dos pequeñas pero importantísimas
conversiones antes de llegar a su gran conversión. La familia agustiniana celebra ésta
el 24 de abril, fecha en que recibió el bautismo; en realidad su conversión comenzó
hacia el año 373 -19 años de edad-, cuando, por razón de los estudios debió tomar en
sus manos la famosa obra de Cicerón llamada el Hortensio.

"Siguiendo el ciclo habitual de los estudios había llegado ya a la obra de un tal Cicerón,
cuya lengua casi todos admiran, no así el corazón. Aquella obra suya contiene una
exhortación del autor a la filosofía y se intitula 'Hortensio'.
Pues bien, aquel libro cambió mis sentimientos, orientó hacia Tí, Señor, mis oraciones
e hizo que fueran otros mis deseos y aspiraciones. De repente se tornó vil para mí toda
vana esperanza y ansiaba con increíble ardor del corazón la inmortalidad de la
sabiduría y empecé a incorporarme para volver a Tí"5.

No se necesita mucho esfuerzo intelectual para darse cuenta de que aquí se contienen
todos los elementos de una conversión, si por conversión entendemos el cambio de las
ideas, de los afectos y de las aspiraciones. Tampoco es difícil entender que Agustín era
consciente de que se encontraba lejos de Dios y ahora empezaba a volver a El.

¿A qué o a quién se convierte Agustín? A Dios por medio de la sabiduría. La lectura de


esta obra lo introduce en el mundo de las realidades invisibles y espirituales, hecho
tanto más importante cuanto que el joven universitario de Cartago se encontraba en
gran parte dominado por los placeres y realidades materiales.

La obra se ha perdido; lo poco que se conserva de ella se le debe al mismo Agustín,


quien al leerla sacó la conclusión de que se debía seguir no esta o aquella corriente
filosófica, sino la filosofía como tal.

Otra conclusión a que llegó consiste en que la verdadera filosofía debe llevar a la
felicidad, que todos, aun los escépticos, anhelan; pero a esa felicidad no se llega sino
por medio de la moralidad, condición indispensable para alcanzar aquella. La
moralidad nos ayuda a elegir el bien y a rechazar el mal; cuando se hace lo contrario
se cae en la mayor de las miserias.

Una tercera conclusión sería el reconocimiento en sí de un alma inmortal, como


consecuencia de la aceptación de las realidades invisibles y espirituales. Esta exige la
dedicación a la búsqueda de la verdad, a la huida de los vicios y al ejercicio de las
virtudes.

Entre las virtudes que hay que ejercitar están las cuatro llamadas cardinales
(prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Claro que, con toda seguridad, el
Hortensio no las trae con la misma mentalidad con que lo hace nuestro catecismo
católico; pero a la hora de la verdad coincide con éste.

Finalmente, "Insistía además en la fuga de los bienes sensibles -las riquezas, los
placeres, los honores- que alejan al hombre de la búsqueda de la sabiduría"6. La
intensidad del pensamiento no va de acuerdo con la de los placeres corporales;
mientras más nos dejemos dominar por los estímulos de la sensualidad, menos
filósofos somos y... menos sabios.

La búsqueda de la sabiduría está en estrecha relación con la ascesis, con el espíritu de


mortificación.

Tales eran las ideas principales del Hortensio, muy apropiadas para dar quietud y
sosiego, al menos en parte, a la mente confusa de Agustín. Y decimos en parte porque
"La única cosa que me desilusionaba en medio de tan gran ardor era que no figurase
allí el nombre de Cristo. Porque este nombre, por tu misericordia, Señor, este nombre
de mi Salvador, tu Hijo, lo había bebido piadosamente mi tierno corazón ya en la
misma leche de mi madre y lo conservaba en lo más profundo y cualquier obra que no
tuviese este nombre, por muy literaria y cuidada y verídica que fuese, no me atraía por
completo"7.

El nombre de Cristo estaba demasiado metido en su corazón para expulsarlo de una


vez a raíz de una lectura que, por otra parte, era de ambiente pagano. El fruto que de
ella sacó San Agustín dependió del hecho de haber leído una obra pagana con
mentalidad cristiana. Podemos afirmar que ese Cristo que él llevaba dentro de sí lo
iluminó para leer a lo cristiano lo que estaba escrito a lo pagano. Y tenía que llegar la
resolución: cambiar completamente el rumbo de su vida intelectual y espiritual;
renunciar a los goces terrenos para dedicarse a la filosofía verdadera, o sea a la
sabiduría.
"La lectura del Hortensio reveló a la mirada admirada de Agustín la altísima vocación
del hombre: nació en él, en ese momento, el filósofo, que se convertirá después, con la
luz y con la fuerza del Evangelio, en el asceta, el contemplativo, el místico"8.

3. El primer intento bíblico

"Ávido de encontrar la sabiduría, se dedicó al estudio de la Sagrada Escritura. El hecho


es digno de notarse como una señal de su formación cristiana. Pero la Escritura, para
quien la lea sin las debidas disposiciones, puede reservar duras sorpresas; y se las
reservó de hecho a nuestro joven universitario. Dos sobre todo: el estilo tan sencillo
para uno como él que tenía el gusto refinado de la lengua ciceroniana; y el contenido
tan oscuro para uno que quería ver pronto las cosas, claras y sin velo"9.

Fue un intento pasajero, un fogonazo. Intelectualmente estaba más que preparado


para leerlas, pero le faltaba lo principal: la preparación espiritual y moral. Dejemos
que él mismo nos lo diga con sus propias palabras:

"Resolví, pues, aplicarme al estudio de las Santas Escrituras para ver cómo eran. Y lo
que veo es esto: que es algo que no se revela a los soberbios ni se descubre a los niños,
sino que, humilde en su pórtico, muéstrase, a medida que se va entrando, sublime y
velado de misterios. No me encontraba en condiciones de poder entrar en ellas ni de
inclinar la cerviz para caminar por ellas. Pues no sentí como me estoy expresando
ahora cuando me apliqué a estas Escrituras, antes me parecieron indignas de
compararse con la dignidad de Marco Tulio. Es que mi hinchazón repugnaba su
modestia y mi enfoque no penetraba su fondo. Aunque estaban hechas para crecer con
los pequeños, yo desdeñaba ser pequeño e, hinchado de presunción, me consideraba
grande"10.

Las palabras de Agustín son tan claras y convincentes que no puedo resistir a la
tentación de citarlas abundantemente, pues hablan por sí solas y una aclaración o
comentario las oscurecería, como es el caso del siguiente texto, cargado de emoción,
del sermón 51,6, predicado hacia el año 393:

"Yo que les estoy hablando fui engañado un tiempo, cuando de joven me acerqué por
primera vez a las Sagradas Escrituras. Me acerqué no con la piedad del que busca
humildemente, sino con la presunción de quien quiere discutir... Tenía la osadía de
buscar con soberbia lo que sólo los humildes pueden encontrar. Cuánto más felices
sois vosotros ahora... permanecéis como pichones en el nido de la fe y recibís la
comida espiritual. ¡En cambio, pobre de mí, que me creía idóneo para volar, abandoné
el nido y caí antes de poder volar! Pero el Señor misericordioso me levantó y me puso
en el nido antes que los caminantes me pisotearan".
La Biblia quedará, pues, ahí en remojo hasta que llegue la hora, en un tercer y
definitivo intento, de convertirla en su alimento cotidiano (Lee. 8,6)
No fueron elegidos por ser buenos quienes no serían buenos si no hubiesen sido elegidos
(SA: Trat sobre el Ev. de Sn. Juan, 86,2).

4. Racionalista. El vacío de la fe

La lectura del Hortensio le trajo muchos bienes a Agustín, pero al lado de esos bienes
le acarreó también un gran mal: lo volvió racionalista: por ahora no aceptará nada
que no pase por la razón.

¿Cómo cayó en el racionalismo? El Hortensio lo había animado a hacerse discípulo, no


del que impone creer, sino de quien enseña la verdad. Ahora bien: si la fe impone
creer sin más, hay que dejarla a un lado para adherirse a la verdad por medio de la
razón, y únicamente de la razón. La fe y la razón se le presentaban como opuestas
entre sí y no como colaboradoras mutuas, tal como debe ser. Agustín se encuentra en
una encrucijada: o la una o la otra, pero de ninguna manera las dos al tiempo.

Como casi siempre sucede, la cuerda se rompe por el sitio más débil, y en este caso es
la fe la que sale perdiendo. Su capacidad intelectual, los estudios y, sobre todo, el
orgullo le decían que debía abandonar la fe para poder darle culto a la razón; y así lo
hizo.

Desde luego, también salió perdedora la Iglesia católica. Ella impone la fe: hay que
creer incluso lo que no se entiende, como son los misterios; esto es un atentado a la
razón. Por lo tanto, dejada la fe había que dejar también la Iglesia, que para el estu-
diante y profesor de Cartago era la religión de los débiles, de los ignorantes, de las
rezanderas, empezando por su propia madre. Era una institución desacreditada.
"Aceptó, pues, por buenas las críticas de los maniqueos contra ella, y se alejó
desdeñosamente... Y, alejándose de la verdad, le pareció que andaba hacia la verdad.
Una vez más lo cegó el orgullo"11.
5. Los maniqueo
"Por eso vine a caer entre unos hombres delirantes de soberbia, carnales y locuaces en
extremo, en cuya boca se ocultaban los lazos del demonio... Repetían: '¡la verdad, la
verdad!', y me hablaban mucho de ella. Pero no se encontraba en ellos por ninguna
parte, antes enunciaban falsedades, no sólo acerca de ti, que eres verdaderamente la
Verdad, sino también acerca de los elementos de este mundo, creación tuya"12.

La expresión por eso indica de una vez por todas por qué se adhirió San Agustín a los
maniqueos: vacío de la fe y de las enseñanzas de la Iglesia católica, sus afectos no
podían quedarse así. El corazón no puede tener vacíos: o los llena Dios o los llenan las
criaturas (San Agustín hablará mucho de este tema en sus sermones).

Causa admiración el hecho de que una mente tan despierta como la del joven
estudiante de Cartago se haya dejado engañar tan fácil y rápidamente por unos
charlatanes, como eran los maniqueos. El paso fue intempestivo, aunque no definitivo:
se hizo maniqueo con reservas, para sustituir, quizá, el puesto de la Iglesia católica, o
mientras encontrara una doctrina o sistema que colmara sus anhelos.

¿Cuál fue la carnada que hizo caer a Agustín entre los maniqueos? Veámoslo
brevemente:
a. Su hábil palabrería; eran expertos más en atacar a la Iglesia que en defender sus
propias ideas. Debió calar muy bien en la mente de Agustín las críticas contra ella.

b. La (falsa) promesa de explicarlo todo, sin reservas y sin misterios. Era el golpe de
gracia al fideísmo de la Iglesia.

c. La explicación definitiva del problema del mal, que para San Agustín era motivo de
una crisis dolorosa. "Tranquilo, Agustín, -parecían decirle-, el mal que tú haces no
viene de ti sino de un principio malo ajeno a ti". Conclusión: nadie es culpable del mal
que hace, fórmula precisa para un corazón que ya empezaba a sentir el agobio de sus
propios pecados. Los maniqueos, en otras palabras, quitaban para siempre los
remordimientos de conciencia. "Agustín creyó encontrar en el maniqueísmo lo que
andaba buscando: La sabiduría sin la fe, la ley moral sin la culpa, la vida cristiana sin la
mediocridad y las debilidades"13.

d. La solución definitiva a muchos interrogantes sobre el Antiguo Testamento; hay


allí muchas narraciones que van en contra de la infinita bondad de Dios: guerras,
asesinatos, pecados sexuales, injusticias etc. Imponer la fe en el Antiguo Testamento
es obligar a creer en estas narraciones absurdas. ¿Solución? Negar todo el Antiguo
Testamento para no tener problemas. Es la ingenuidad de quien, al sufrir de continuas
molestias en los pies, por ejemplo, optara por cortárselos en vez de buscar remedio en
el calzado.

e. Pero sobre todo el grito propagandístico de ¡la verdad, la verdad!; Agustín se


encontraba en el momento preciso de su búsqueda a raíz de la lectura del Hortensio.
f. Pero tal vez lo que más le atrajo de la secta era la promesa de ayudarle a imitar a
Cristo radicalmente; sobre todo a Cristo casto. Esto indica, una vez más, el
cristocentrismo de Agustín, aun antes de convertirse.

Se ve, pues, que los maniqueos se le aparecieron muy a tiempo. Agustín se adhirió a
ellos de una manera intempestiva y hasta se convirtió en su hábil propagador; pero
como sucede siempre, lo que se hace de repente, sin reflexionar y madurar,
desaparece también de repente, aunque nueve años con los maniqueos parece un
período relativamente largo en relación con la manera poco reflexiva como empezó.

6. Profesor en Tagaste

“En pleno entusiasmo de su primer fervor maniqueo, abandonó Cartago para regresar
a su pueblo natal. Había terminado sus estudios, y los rétores de la gran metrópoli no
tenían ya nada que enseñarle. En vez de permanecer en la capital donde no tenía edad
todavía para brillar entre los más famosos, prefirió volver a Tagaste, y comenzar el
aprendizaje de profesor, enseñando gramática a los hijos de sus conciudadanos. Su
madre lo vio llegar con alegría envuelta en una cierta inquietud y tristeza"14.

La tristeza de Mónica no dependía tanto del hecho de verlo llegar con una mujer y un
hijo; la hizo sufrir, es cierto, este golpe a su delicadeza de madre católica, pero no
tanto como el otro, más duro, de verlo convertido en discípulo de Manes, más aún, en
el gran propagador del maniqueísmo. Era tanto el entusiasmo por la nueva secta -
nueva al menos para él-, que, como en otras ocasiones, no podía estar en ella solo, sin
amigos, sin otros seguidores.

Por eso "Desde su regreso a Tagaste, el joven profesor se convirtió en apóstol del
maniqueísmo. Llegó a conquistar a varias personas de relieve social. Romaniano, su
rico bienhechor, cuyos hijos se contaban entre sus alumnos; Alipio, un joven de
excelente familia, que había de ser el más fiel de sus amigos; Honorato, distinguido
ciudadano que hasta entonces no había hecho profesión de la fe cristiana y que no
sentía sino desprecio hacia los maniqueos. Sin duda este último debió de constituir la
más hermosa de las conquistas de Agustín, cuyos discursos no habían obrado todavía
conversiones tan ruidosas"15.
En Tagaste se hospedó en casa de Romaniano; tal vez un presentimiento le advirtió
que Mónica, al verlo maniqueo, no lo recibiría en su casa, como de hecho no lo recibió
al menos al comienzo, y por eso se aseguró hospedaje en casa de su amigo y mecenas.
La narración que viene a continuación hará cambiar de actuación a la madre.
7. El sueño de Mónica

"Mi madre, tu fiel sierva, me lloraba ante tí más de lo que lloran las madres la muerte
del cuerpo. Bien veía ella con la fe y el espíritu que de ti había recibido, que yo estaba
muerto. Y tú, Señor, la escuchaste... ¿De dónde podía venir si no de Ti aquel sueño con
que la consolaste, hasta el grado de que accedió a vivir conmigo y a compartir
conmigo la misma mesa en casa? Cosa a que ella se había negado anteriormente, en su
aversión y repugnancia por las blasfemias a que me empujaba mi error.

Vio, pues, en sueños que estaba de pie sobre una regla de madera, toda triste y
deshecha en llanto, y que venía avanzando hacia ella un joven resplandeciente con
rostro alegre y risueño y que le preguntaba la causa de su dolor y de sus lágrimas
cotidianas, no para saberla sino para consolarla, como se hace con frecuencia.
Respondióle que era mi perdición lo que lloraba. El entonces le ordenó y aconsejó,
para su seguridad, que observara atentamente: vería que donde ella estuviese estaría
también yo. Tan pronto como miró, me vio que estaba junto a ella de pie sobre la
misma regla"16.

Agustín, que en las Confesiones no omite nada que tenga relación con la obra de Dios
en él, vio que este sueño jugaba un papel importante en su propia historia de
salvación; por eso lo trae con lujo de detalles, y hasta con las dos interpretaciones, la
suya y la de Mónica:
"Y, ¿de dónde vino también que, narrándome mi madre esta visión y queriéndola
convencer yo de que significaba lo contrario y de que no debía desesperar de que
algún día sería también ella lo que era yo al presente, al punto y sin vacilación alguna:
'No, replicó, no se me dijo: allá donde él está, allá estarás tú, sino: donde estás tú, allá
estará también él"17.

El sentido materno de Mónica pudo más que la astucia de Agustín: él quería cambiar el
rumbo de las cosas, el sentido del sueño, pretendiendo osadamente hacer maniquea a
la madre; pero ésta, con firmeza y decisión, defiende el verdadero sentido y Agustín
debe ceder.

Mónica no descansa: reza por su hijo, lo aconseja y, además, pide consejo a personas
autorizadas que se lo pueden dar, como aquel famoso obispo cuyo nombre no dan las
Confesiones. A él fue a pedirle que hablara con Agustín; la respuesta del obispo fue
inmediata: por ahora no hay nada que hacer; es mejor dejarlo para más tarde. Ante la
insistencia de Mónica el obispo le da otro argumento en favor de la espera: él mismo,
siendo niño, fue entregado a los maniqueos por su propia madre, engañada a su vez
por los herejes. Mónica insiste por tercera vez hasta que el dicho obispo, impaciente,
le dice aquellas palabras que han resonado hasta hoy: "Vete, déjame en paz; es
imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas"18. Mónica las tomó como
recibidas del cielo y se alejó.

8. La muerte del amigo

"Comprendemos con facilidad que las plegarias, las exhortaciones y los ejemplos de su
madre no hayan sido estériles sobre el alma tierna y amorosa de Agustín. Quizás él
mismo no se dio cuenta. Externamente seguía siendo el mismo. Continuaba con sus
clases de gramática, al tiempo que atendía a los nuevos prosélitos que iba haciendo
para el maniqueísmo. En el fondo de sí mismo se sentía turbado. La seguridad de
Mónica le desconcertaba, y el fervor de sus plegarias acabó por inquietarle. No sabia
muy bien dónde estaba. Un triste acontecimiento produjo en él una sacudida que iba a
serle decisiva"19.

Al volver a Tagaste volvió también a sus amigos de infancia; entre ellos uno en
particular que le era especialmente querido, pues habían crecido, estudiado y jugado
juntos. Lo encontró y lo primero que hizo fue procurar atraerlo al maniqueísmo.

Este amigo cayó enfermo; en estado inconsciente se le administró el bautismo, y


cuando volvió en si Agustín aprovechó para burlarse de él y del sacramento recibido,
esperando ser acolitado por su amigo. Pero las cosas le salieron al revés: con una
mirada enfurecida el amigo le dijo que, o dejaba las burlas o lo perdía como amigo
para siempre. Agustín quedó mudo. El amigo no se curó... y murió. Era la segunda
muerte que tenía que lamentar nuestro profesor. Pero no había comparación entre la
muerte de su padre y la del amigo. Con este golpe quedó como fuera de sí, viviendo en
tierra extraña.

"Con este dolor se entenebreció mi corazón y no veía más que muerte. La patria era un
suplicio para mí y la casa paterna una extraña desdicha. Todo cuanto con él había
compartido se había vuelto, sin él, atroz tortura. Reclamábanle por doquier mis ojos, y
me era negado. Y llegué a aborrecer todas las cosas porque no lo tenían ni podían ya
decirme: 'mira, ya viene', como cuando vivía y estaba ausente. Yo me había convertido
en un gran interrogante para mí mismo... Sólo las lágrimas me eran dulces y habían
ocupado el lugar de mi amigo en las delicias de mi alma"20.

Es de admirar la fidelidad de Agustín a la amistad. En la Lección 3,2 se habló de la


amistad enemiga, estadio por el cual pasó.

Ahora atraviesa por otro estadio, la amistad humana21, la que se escandaliza y


desespera ante la muerte del amigo. Más tarde entrará al estadio definitivo de la
amistad, la sobrenatural, fundamento de la vida común agustiniana.

Llevaba poco más de un año en Tagaste. No le convenía estar más tiempo allí, no se
sabe si por la muerte del amigo, por el deseo de una profesión más ilustre o por ambas
razones a la vez. "El hecho es que, después de la muerte de su amigo, la estancia en
Tagaste le resultó insoportable. Y un día, sin haber dicho nada a nadie, a excepción de
su amigo Romaniano, cerró su escuela y emprendió de nuevo el camino de Cartago"22.
LECTURA

El maniqueísmo

El maniqueísmo tomó su nombre del fundador Manes, o Manes o Mani, que vivió hacia
el año 216; él pretendió dar solución a los problemas del universo, sobre todo,
conocer y enseñar cuál es el origen del mal. Según los maniqueos, el mundo y todo lo
que en él se contiene se halla integrado por dos principios soberanos y coeternos: uno
bueno y otro malo; el cuerpo del hombre no procede del Dios bueno sino del malo;
existe en el hombre una partícula del Dios bueno y una sustancia mala, parte del malo,
la cual se identifica con la concupiscencia. Las virtudes son los triunfos del principio
bueno y los vicios las victorias del principio malo. Sus seguidores se dividían en dos
clases: los electos o santos y los auditores u oyentes. No tenían comunicación alguna
entre sí, y los electos eran muy pocos, pero estaban encargados de entrenar a los
oyentes. Agustín no pasó nunca de la categoría de oyente, pero llegó a conocer muy a
fondo toda su doctrina y su conducta; por eso, después de convertido, pudo refutar a
los maniqueos tan completamente que fue como el martillo que los deshizo.

Cuestionario
1. ¿Qué efecto produjo en San Agustín la lectura de El Hortensio?
2. ¿Por qué la obra de Cicerón no lo satisfizo completamente?
3. ¿Por qué no quiso seguir leyendo la Biblia?
4. Según lo anterior, ¿qué virtud se necesita para leer y asimilar la Biblia?
5. ¿Por qué le agradó tanto la doctrina de los maniqueos?
6. Además de rezar, ¿qué más hacía Mónica por su hijo?
7. Agustín olvidó completamente los consejos que recibió de su madre siendo
niño; ¿es esto cierto?
8. ¿Estaba realmente Agustín demasiado lejos de Dios?
9. Según las Confesiones 1V, 4,7, y de acuerdo con lo que has aprendido hasta
ahora, haz una breve redacción sobre el siguiente tema: AGUSTÍN Y LA
AMISTAD.
1 Conf. 111,2,2
2 Ib., 111,2,3
3 Conf. IV,16,28
4 Oroz Reta, ob. cit. p. 46
5 Conf. 111,4,7
6 Agustín Trape, ob. cit. pág. 28
7 Conf. 111,4,8
8 Agustín Trape, ob, cit. p. 29
9 Agustín Trape, ob, cit. p. 31
10 Conf. 111,5,9
11 Agustín Trape, ob. cit., p. 35
12 Conf. 111,6,1 Q
13 Agustín Trape, ob, cit. p. 40
14 Oroz Reta, ob. cit. p. 53
15 Oroz Reta, ib. p. 54
16 Conf. 111,11,19
17 Conf. ib. 11,20
18 Conf. 111,12,21
19 Oroz Reta, ob. cita. p. 56
20 Conf. IV,4,9
21 verConf. IV,9,14
22 Oroz. Reta, ob. cit. p. 58

AGUSTINISMO EN 20 LECCIONES ...

LECCIÓN 5
CARTAGO - ROMA – MILÁN (Edad: 22-30 años).
1. De nuevo en Cartago

Agustín llegó a Cartago por segunda vez a finales del 375 o comienzos del 376. La
muerte del amigo precipitó la salida de Tagaste, pero también había otras razones: de
ordinario los pueblos pequeños no acarrean buena fortuna a los profesionales como
él; había que buscarla, pues, en la capital. Además, necesitaba darse a conocer por
fuera, pues "ningún profeta es bien recibido en su propia patria", como dice el
Evangelio; o tal vez la mujer con la que vivía lo empujaba a vivir en la ciudad. Aquí
permaneció por espacio de 8 años, entregado al estudio personal y a las clases de
retórica. Romaniano continuaba ayudándole desde Tagaste.

No fue fácil la estadía en Cartago; estos 8 años constituyen uno de los períodos más
agitados de su vida, pues su inteligencia fue descubriendo que las cosas no eran como
se las pintaban, por ejemplo, los maniqueos. El mismo Agustín resume este período de
8 o 9 años así:

"A lo largo de aquel período de nueve años -que abarca desde los 19 de mi edad hasta
los 28-, vivíamos seducidos y seduciendo, engañados y engañando, juguete de
diversos apetitos... En materia de estudios perseguíamos la quimera de la gloria
popular hasta los aplausos del teatro, los certámenes poéticos, las competencias por
coronas de paja, las frivolidades de los espectáculos y la intemperancia de las
pasiones. En materia de religión, deseosos de purificarnos de estas sordideces,
llevábamos alimentos a quienes eran llamados elegidos y santos, para que con ellos
nos fabricasen, en el laboratorio de su estómago, ángeles y dioses que nos liberasen"1.

Estudio y religión son, pues, las actividades centrales de este período de su vida. Antes
de hablar de lo intelectual, conviene hacer alguna aclaración sobre el aspecto
religioso.

Agustín fue fiel a las prácticas religiosas de los maniqueos. Este profundo sentido
religioso lo heredó de su madre que, como se vio antes (Lee. 2,3), visitaba la iglesia
dos veces al día. Pero existe una gran diferencia entre las prácticas católicas y las
maniqueas: éstas limitan con lo ridículo, como la costumbre de llevar alimento a los
elegidos. Conviene dar una breve explicación al respecto.

En la creación en general, y más concretamente en los alimentos, están mezcladas


ciertas partículas malas (principio malo) y partículas buenas (principio bueno, o sea
Dios); ambas viven en una lucha sin cuartel hasta que las buenas se purifiquen
separándose de las malas. Cuando los elegidos toman ciertos alimentos, al digerirlos
se van liberando partículas buenas o divinas que, separadas de las malas, terminan su
lucha y vuelven al descanso eterno. En otras palabras, los estómagos de los elegidos
son algo así como altares donde se purifican las partículas buenas. Sobre este tema y
otros de los maniqueos San Agustín tiene un buen resumen en su obra sobre Las
herejías, no. 46. Más tarde se dolerá de haber aceptado y participado en semejantes
tonterías2.

Otro aspecto que le hacía difícil la vida allá era el económico: "Desde el principio tuvo
que luchar con urgentes necesidades materiales. Tenía que proveer al sostenimiento,
no sólo de la mujer y del hijo, sino quizás también al de su madre, y tal vez al de sus
dos hermanos"3.

2. Autodidacta y profesor

San Agustín tiene fama de excelente escritor; nunca la habría alcanzado si no hubiese
sido antes un lector empedernido (Lee. 4,1; 10,1). "Entre tanto se aplicó con pasión al
estudio de las artes liberales. Leyó todos los tratados que pudo tener. Entre ellos en
primer lugar los nueve tratados Sobre las disciplinas de Varrón, el más docto de los
romanos, dedicados respectivamente, según la opinión más común, a las siguientes
materias: gramática, dialéctica, retórica, geometría, aritmética, astronomía, música,
medicina, arquitectura. Estudió sobre todo la filosofía, tuvo un particular interés en la
astronomía, llevó su curiosidad, que pronto se convirtió en obstinada pasión, hasta la
Astrología".

Las anteriores palabras de Agustín Trape4 vienen corroboradas por las del mismo
Agustín, así: "Y ¿de qué me servía haber leído y comprendido por mí mismo todos los
libros que pude de las artes que dicen leberales, si era en aquel entonces esclavo
perversísimo de mis malas pasiones?... Todo lo que se refiere al arte de la elocuencia y
de la dialéctica, todo lo que se refiere a las dimensiones de las figuras y a la música y a
los números lo entendí sin gran dificultad y sin que nadie me lo explicara"5.

En cuanto a los estudios de filosofía hay que anotar que éstos eran muy descuidados
en las escuelas; no obstante, Agustín la estudió con tanto empeño que más tarde será
la base de su ininterrumpida polémica contra los distintos herejes, a quienes va
derrotando con el estilo y manera de argumentar aprendidos durante esta época.
Además, "tomó parte en un concurso de poesía, y fue declarado vencedor. El médico
Vindiciano, procónsul a la sazón, colocó la corona del triunfo en su 'cabeza enferma"6.

Fruto de todo este esfuerzo es su primer escrito, un tratado de estética llamado Lo


bello y lo conveniente (en latín, De pulchro et apto), que no ha llegado hasta
nosotros porque se perdió. (Lee. 10,3).

3. Vendedor de palabras

Pero tal vez el fruto más palpable de todo este esfuerzo autodidacta, al menos en el
presente, consistió en haberse convertido en un vendedor de palabras: "Enseñaba
yo en aquellos años el arte de la retórica y, vencido por la codicia, vendía la locuacidad
que permite vencer"7.

Tal vez Agustín exagera y se rebaja demasiado, pues sus enseñanzas no eran tan
vacías como él mismo dice. Por el contrario, tenían un fondo espiritual, moral y
filosófico tal que sus alumnos se dieron cuenta muy pronto de la calidad del profesor
que les había tocado en suerte. Mientras más enseñaba más aprendía, y mientras más
aprendía mayor autoridad iba adquiriendo para seguir enseñando.
"Y aquí tenemos al joven Agustín dedicado por completo a su oficio de vendedor de
palabras. La atención de los jóvenes no tardó en dirigirse hacia el joven profesor que
daba pruebas de dotes intelectuales y de cualidades oratorias. En su escuela se daban
cita no pocos de los alumnos de Tagaste, a los que se sumaron otros. Así podemos
encontrar a Licencio, hijo de Romaniano, a Eulogio, a Honorato, a Nebridio, Alipio, que
debía suceder en el corazón de Agustín al amigo muerto. Nuestro profesor conoció
muy pronto una fama extraordinaria, hasta el punto de poder competir con los más
célebres maestros de Cartago"8.

En la Lección 2,6 se habló de la índole naturalmente buena de Agustín. Este modo de


ser lo llevó a unir la retórica con la enseñanza moral; le preocupaban no sólo las
buenas ideas sino también las buenas costumbres, como en el caso de su amigo Alipio,
a quien indujo a dejar su afición a los juegos del circo.
"Me había dado cuenta de que estaba perdidamente aficionado al circo y me
angustiaba grandemente, porque me parecía que iba a malograr tan hermosa
esperanza,...El caso es que él, a consecuencia de mis palabras saltó fuera de aquella
fosa tan profunda... y se le desprendieron todas las inmundicias del circo y no volvió a
poner en él los pies"9.

4. El engaño maniqueo

La manera como San Agustín fue descubriendo la falsedad de los maniqueos tiene
relación con su esfuerzo de autodidacta: nadie se lo tuvo que enseñar sino que él
mismo lo descubrió. Hay que seguir insistiendo en el hecho de que el Agustín de esta
época no está haciendo otra cosa que preparándose, sin darse cuenta, para el Agustín
pastor. Será característico en él el espíritu de investigación y profundización en la
verdad. Por eso, entregado a los maniqueos, se dedicó a estudiar a fondo su doctrina y
muy pronto se fue dando cuenta de las fallas y engaños que tenía.
Su mayor anhelo era la conquista de la verdad, que esperó encontrar en los
maniqueos. Por aquí empieza precisamente su desilusión. En la Lección 4,5 vimos
algunos de los aspectos por los cuales se adhirió, aunque con reservas, a ellos. Ahora
veamos brevemente los puntos que lo desilusionaron.

a. La verdad está muy lejos de ellos; hasta ahora no se la han dado ni ve esperanzas
de que se la den algún dia. La desilusión comienza en el plano científico, más
concretamente en el de la astronomía: los científicos han explicado con precisión
cómo acaecerán, por ejemplo, los eclipses del sol y de la luna, así como los solsticios o
diferentes posiciones de la tierra en relación con el sol, que dan lugar a las 4
estaciones (ver Conf. V,3,4). Este tema era muy común entre los maniqueos, aunque
usando más de las extravagancias y de la vana palabrería que de los datos científicos.
Agustín comparó detenidamente unos datos con otros y llegó a la conclusión a que
tenía que llegar: abundaban los disparates:

"Retenía, no obstante, en mi memoria muchas de las verdades que habían anunciado


sobre la creación misma y encontraba su explicación en los números y en el orden de
las estaciones y en los testimonios visibles de los astros. Y los comparaba con las
afirmaciones de Mani, que escribió mucho sobre estos temas, disparatando
copiosamente,..."10.

b. Los principios diversos y opuestos del bien y del mal no pueden existir, pues se
destruiría la omnipotencia de Dios. La lucha entre las tinieblas y Dios no tiene razón
de ser; una de dos: o las tinieblas le pueden hacer algún daño a Dios, y en este caso no
sería incorruptible, o no le pueden hacer absolutamente nada, y en este caso la lucha
es inútil. No hay, pues, base ni científica ni religiosa. E tema había sido propuesto por
el amigo Nebridio, a modo de pregunta que Agustín no supo responder en base a lo
que sabía por boca de los maniqueos11.
c. Otra desilusión vino a propósito del tema Antiguo-Nuevo Testamento: No hay
concordancia entre los dos porque "Los escritos del Nuevo Testamento habían sido
falsificados, no se sabía por quién, con el propósito de infundir la ley de los judíos en la
fe cristiana. Pero a esta afirmación no seguía ninguna prueba, ni mostraban ningún
ejemplar que no estuviera interpolado"12.

d. El problema del mal lo aclarará más tarde. Por ahora los maniqueos no hacen más
que sembrarle inquietudes y confusiones sobre el mismo. Destruida la doctrina sobre
la existencia de los dos principios, uno bueno y otro malo, queda completamente en el
vacío cuanto el maniqueísmo pueda decir sobre el origen del mal en nosotros.

e. Otro punto flaco de los maniqueos es el relacionado con Cristo mismo. Ellos
celebraban el aniversario de la muerte de Mani en la misma fecha que la Pascua de los
cristianos, pasando ésta desapercibida para Agustín, que tan vivos recuerdos tenía de
ella en su infancia. Al preguntarles si esto no significaba poner al discípulo, Mani, por
encima del maestro, Cristo, le respondían que la muerte de Mani había sido real
mientras que la de Cristo fue en apariencia, puesto que su cuerpo fue también un
cuerpo aparente. Ya se ha visto que para San Agustín Cristo lo era todo; prácticamente
intocable para él.
f. Y siempre en relación con Cristo, entra también en juego el tema de los que se
preciaban de ser sus auténticos seguidores, los elegidos: "Si éstos llevan una vida
moral irreprochable, ¿no es indicio de que la doctrina que les dirige hacíala santidad
es verdadera? Pero este motivo deja de ser válido ya que más tarde se da cuenta de
que los que hacen profesión de virtud y de santidad, no pasan de ser unos farsantes
hipócritas. Beben vino, comen carne, se bañan como todos los hombres, a pesar de las
prohibiciones más absolutas. Incluso muchos de entre ellos han sido acusados de
haber seducido a la esposa del prójimo. En cierta ocasión él mismo es testigo
presencial de una escena francamente escandalosa, que nos refiere en Costumbres de
los maniqueos, 19"13.

Para terminar esta serie de hechos que motivaron la desilusión, no paso por alto otro
que raya en lo ridículo: Los maniqueos prohíben matar los animales; Agustín lo toma
tan en serio que no se atreve ni siquiera a matar una mosca. Los maniqueos le explican
que no se trata de los animales pequeños sino de los grandes; Pero Agustín continúa:
¿Dónde está el límite entre los grandes y los pequeños? La discusión se volvería
interminable, pero el desengaño no se dejó esperar más.

5. La llegada de Fausto
Aunque el maniqueísmo está muriendo para Agustín, éste no rompe todavía con la
secta; aún no tiene a qué aferrarse para encontrar la verdad. Además, sus
correligionarios hacen lo posible por no dejarlo escapar: su inteligencia les es
demasiado valiosa para no aprovecharla, y por eso lo animan a que acepte una
entrevista con Fausto.

Este era un númida, como él. Llegó a ser obispo muy famoso de los maniqueos del
África a finales del siglo IV. Sus colegas lo consideraban autoridad en materia de
consejería y aclaración de dudas.
Dios no elige a los buenos, sino que hace buenos quienesha elegido (S.A.:Trat. Sobre el
Ev. De Sn. Juan, 86, 3).
"Fausto llegó a Cartago en el 383. Agustín le escuchó, le habló, lo encontró elocuente,
amable, simpático; pero tan incapaz de resolver sus dudas que no aceptó ni siquiera
entrar en conversación. La modestia de Fausto agradó a Agustín: se hizo amigo y se
puso a disposición de él como maestro de retórica. Pero interiormente se alejó del
maniqueísmo o, más exactamente, la confianza puesta en la secta, sufrió una grave
grieta y comenzó a enfriarse"14.

El mismo Agustín lo describe de la siguiente manera: "Luego que pude proponerle


algunas de mis dificultades, conocí que no tenía siquiera noción de las artes liberales,
a excepción de la gramática, que la sabía medianamente y de un modo muy común.
Mas como había leído algunas oraciones de Cicerón y unos pocos libros de Séneca,
algunos pasajes de poetas, algunos libros que tendría de su secta, escritos en latín
limado y culto; y como, por otra parte, estaba ejercitando todos los días el hablar,
había adquirido facilidad para expresarse en buen estilo, que él lo convertía en
agradable y engañoso, gobernándolo con la destreza de su ingenio y cierta gracia
natural que tenía"15.

Conclusión: Agustín queda ya del todo desilusionado de los maniqueos y Fausto se


ganará una de tantas obras escritas por el santo: Contra Fausto, el maniqueo (año
400).

6. Roma

En este momento Agustín tiene 29 años de edad. Ya es hora de buscar otros


horizontes, correr nuevas aventuras, siempre en busca de la verdad, como primera
medida, sin descuidar otros fines.

Después de 8 años tiene ya su propio círculo de alumnos-amigos quienes, al terminar


sus estudios, tienen que ir buscando tam bien sus propios horizontes. Alipio, por
ejemplo, ha ido a Roma a estudiar derecho; imposible que su maestro se quede atrás.

Por otra parte, el ambiente cartaginés se hace cada vez más pesado con la presencia
de los e ver sor es o revoltosos, Pero, en concreto, ¿Qué es lo que hacen éstos? Como
siempre, oigamos la descripción que de ellos hace el mismo Agustín:

"En Cartago, por el contrario, es vergonzosa e intemperante la licencia de los


estudiantes: irrumpen insolentemente en las aulas y, con descaro de locos furiosos,
perturban el orden que cada maestro ha establecido para el progreso de sus alumnos.
Cometen con extraña estupidez desmanes sin cuento,..."16.

Además, es necesario aspirar a un sueldo más alto, pues el que tiene no le está
alcanzando para él, la mujer y el hijo, sus hermanos en Tagaste y su misma madre en
Cartago, a donde llegó no se sabe por qué motivo ni en qué tiempo. Este será el
comienzo de una maternal persecución de Mónica a su hijo, buscando siempre lo
mejor para él.

Los amigos lo convencen de lo bien que, posiblemente, le irá en Roma; y si a esto se


suman los informes sobre los estudiantes de la capital del imperio, que tienen fama de
ser mejores que los cartagineses, no hay para qué esperar más.

"No quise ir a Roma por acrecentar mis ganancias ni mi prestigio, como me lo


prometían los amigos que me lo aconsejaban -aunque también esos argumentos
pesaban en mi ánimo por aquel entonces-. La razón principal y casi única era el oír
que allí los jóvenes eran más pacíficos en sus clases y que eran mantenidos en calma
por el apremio de una disciplina, más ordenada y que; lejos de entrar en tropel y a
cada paso en las aulas de quienes no eran sus maestros, en modo alguno eran
admitidos si el maestro no lo permitía"17.
Mónica se dio cuenta de los preparativos del viaje y le puso dos condiciones: o no lo
dejaba marchar, o se iba ella con él. Las cosas estaban tan bien preparadas que ya no
se podía echar pie atrás; era necesario acudir incluso a la mentira y al engaño para
que ella no se diera cuenta de la hora de la partida. Es el mismo Agustín el que nos
narra con detalles su escapada a Roma:

"Mas, por qué salía yo de Cartago y me iba a Roma, tú lo sabías, oh Dios, y no lo


revelabas ni a mí ni a mi madre, que lloró amargamente mi partida y me siguió hasta
el mar. Sino que la engañé cuando me detenía violentamente, o para hacerme volver o
para partir conmigo, y fingí que no quería dejar solo a un amigo hasta que,
levantándose el viento, se hiciese a la mar. Y mentí a mi madre, y a una madre como
ella, y me escapé...Y como, a pesar de todo, rehusara volver ella sin mí, a duras penas
logré persuadirla que pasase aquella noche en un lugar cercano a nuestra nave, en una
capilla dedicada a la memoria del Bienaventurado Cipriano. Pero aquella noche partí
furtivamente y ella no; se quedó orando y llorando... Sopló el viento e hinchó nuestras
velas e hizo desaparecer a nuestros ojos la playa donde mi madre, llegada la mañana,
se volvía loca de dolor y llenaba tus oídos de quejas y gemidos"18.

Dramática fue, pues, la partida para Roma, no sólo por las peripecias de la misma, sino
por el doble engaño a la madre. Agustín reconocerá más tarde que este viaje fue
providencial; así se lo ¡dirá! al mismo Dios:

"Pero, en realidad, eras tú, esperanza mía y porción mía en la tierra de los vivientes,
quien querías hacerme cambiar de país terrestre por la salud de mi alma"19.

"Roma no fue propicia a este romano de África... Al arribo le esperaba una grave
enfermedad y dos amargas experiencias: la costumbre de los escolares de abandonar
al profesor en el momento de tenerle que pagar el salario establecido... y el
descubrimiento de la ineficiencia práctica del maniqueísmo"20.

Al llegar a la ciudad, sin conocidos y sin donde alojarse, no tuvo más remedio que
acudir a los maniqueos; un tal Constancio lo hospedó en su casa. Era un oyente
entusiasmado por la secta y deseoso del ideal de perfección propuesto por Manes.
Incluso había intentado llevar vida común -una especie de monasterio maniqueo- con
oyentes y elegidos; pero surgieron las dificultades, especialmente por parte de estos
últimos que comenzaron a echarse en cara las fallan y a sacar a la luz pública cuanto
de negativo sucedía al interior de sus reuniones. Otro hecho más que aumentó la
desilusión de Agustín.

Al llegar a Roma, pues, "muy pronto logra reunir algunos oyentes, que le traen otros.
Pero al momento se da cuenta de que los estudiantes de Roma no son más constantes
y más serios que los africanos. Además tienen otro defecto muy grave: no pagan a sus
profesores. Asisten durante algún tiempo a sus clases, pero cuando deben pagar la
cuota de las lecciones desaparecen y ya no es fácil volver a encontrarlos. El
inconveniente es muy grave para quien tiene necesidad de dinero. Agustín no puede
soportar esta falta de delicadeza y busca a toda costa una ocasión para abandonar a
Roma"21.

7. Escéptico. Milán.

Abandonada la Iglesia católica antes, desilusionado de los maniqueos ahora, sólo le


queda un camino: el escepticismo.

Los escépticos eran incrédulos filosóficos; afirmaban que la verdad sí había que
buscarla pero sin esperanza de encontrarla, porque es imposible. Esta fórmula, por el
momento, le agradó a Agustín, que no se resignaba a renunciar a ella. Permanecerá
escéptico por muy poco tiempo. Ahora el vacío intelectual y afectivo es completo y...
providencial: alguien vendrá, en Milán, a llenar ese vacío.

"Cuando se dirigió de Milán un mensaje al prefecto de Roma, para que proporcionase


a aquella ciudad un profesor de retórica, corriendo los gastos del viaje por cuenta del
Estado, yo mismo solicité,... que, una vez pasada la prueba del discurso propuesto, me
enviase allá el prefecto Símaco"22.

Agustín, hábil como siempre para la amistad, procuró ganarse la de Símaco, algo así
como el entonces alcalde de Roma, pagano y muy influyente en la residencia o corte
imperial, que en ese tiempo estaba en Milán. Recomendado por los maniqueos, el
prefecto vio en el nuevo aspirante una esperanza a favor del paganismo y,
probablemente, esta fue una de las razones por la que aceptó su candidatura.

A finales del 384 parte para Milán, después de un año escaso en Roma. Cuenta
entonces 30 años de edad. Liego justo a tiempo para pronunciar el panegírico que le
ganó aplausos: "Recitaba una serie de mentiras seguro de ser aplaudido por hombres
que conocían perfectamente la verdad"23.

Se refiere posiblemente al discurso que pronunció el 1o. de enero del 385 en honor del
cónsul Bautón, o también a otro del 22 de noviembre del mismo año en honor del
emperador Valentiniano II con motivo de las fiestas del 2o. aniversario de su reinado.
Sea lo que sea, eran discursos adulatorios, llenos de vanas palabrerías, donde lo que
importaba era la elegancia del lenguaje, arte en que Agustín era ya un experto.

De un momento a otro sucede lo inesperado: aparece Mónica, no se sabe cómo ni


cuándo. Había quedado sola, llorando en Cartago la partida de su hijo. Es probable que
hubiera llegado a Roma y, al no encontrarlo, tuvo que seguir para Milán. Basta repasar,
mapa en mano, la ruta Cartago-Roma-Milán para darse cuenta de los sacrificios de una
madre por salvar a su hijo.

Posiblemente ella le contó cómo había sido el viaje y pudo, entonces, transmitírnoslo
así:

"Ya había venido a mi lado mi madre, fuerte en su piedad, siguiéndome por tierra y
por mar, segura de ti en todos los peligros. Tanto que, en los momentos críticos de la
travesía, animaba hasta a los propios marineros, que son los que suelen dar ánimo a
los pasajeros no acostumbrados a la mar en los momentos de peligro, y les aseguraba
que llegarían al puerto sanos y salvos, porque tú, en una visión, se lo habías
prometido.

Y me encontró en grave peligro, como era de suponer, desvanecida la esperanza de


encontrar la verdad. Con todo, cuando le manifesté que, en realidad, ya no era
maniqueo, aunque tampoco cristiano católico, no saltó de alegría como si oyera una
nueva inesperada"24.

El grave peligro en que lo encontró se refiere, probablemente, al estado escéptico de


su mente y de su corazón: lo encontró algo así como sin patria y sin Dios. Más pronto
brillará la luz en medio de tantas tinieblas.
LECTURA

Los maniqueos

Afirman que es también naturaleza de Dios esta luz corpórea que agrada a los ojos de
los animales mortales, no sólo en esas naves -el sol y la luna-, donde creen que la luz
es purísima, sino también en otras cualesquiera cosas lúcidas, en las cuales según ellos
es retenida con la mescolanza, y creen que para ser purgada. En efecto, para la gente
de las tinieblas dan cinco elementos que han engendrado sus propios príncipes, y a
esos elementos los llaman con los nombres siguientes: humo, tinieblas, fuego, agua y
aire. En el humo han nacido los animales bípedos, de quienes piensan que proceden
los hombres; en las tinieblas, los reptiles; en el fuego, los cuadrúpedos; en las aguas,
los natátiles; en el aire, los volátiles. Para vencer a estos cinco elementos malos han
sido enviados del reino y de la sustancia de dios otros cinco elementos, y en esa lucha
quedaron mezclados: la atmósfera con el humo; la luz con las tinieblas; el fuego bueno
con el fuego malo; el agua buena con el agua mala; el aire bueno con el aire malo. Pero
distinguen aquellas naves, es decir, los dos luminares del cielo, de tal modo que
sostienen que la luna fue hecha del agua buena y el sol del fuego bueno.

Que en esas naves existen las virtudes santas, que se transfiguran en hombres para
atraer a las mujeres de la gente mala, y a su vez en mujeres para atraer a los hombres
de la misma gente mala, y al ser conmovida mediante esta tiniebla la concupiscencia
que hay en ellos, huya la luz que retenían mezclada entre sus miembros, y sea tomada
para su purgación por los ángeles de la luz, y como purgatorio se les imponga que
tienen que transportarla en esas naves hasta sus propios reinos25.

Cuestionario
1. A la enseñanza de la retórica, Agustín unía la doctrina moral; ¿qué nos dice este
detalle acerca del verdadero espíritu de Agustín?
2. Enumera los siete temas o aspectos que ayudaron a Agustín a descubrir el
engaño maniqueo.
3. ¿Qué conclusión sacó Agustín de su encuentro con Fausto?
4. ¿Quién era Alipio?
5. ¿Qué atractivo tenía Roma para el joven Agustín?
6. ¿Cuándo y cómo se desvaneció este atractivo?
7. ¿Cómo le resultó el viaje a Milán?
 Con. IV,1,1
 Conf. 3,10,18
 Oroz Reta, ob., cit. p. 59
 ob. cit. p. 42
 Conf. IV,16,30
 Oroz Reta, ob. cit. p. 62
 Conf. IV,2,2
 Oroz Reta, ob. cit. p. 60-61
 Conf.VI,7,11-12
 Conf.V,3,6
 ver. Conf. 7,2,3
 Agustín Trape, ob. cit. p. 44
 Oroz Reta, ob. cit. p. 65-66
 Agustín Trape, ob. cit. p. 44-45
 Conf.V,6,11
 Conf.V,8,14
 Conf.V,8,14
 Conf.V,8,15
 Ib., 8,14
 Agustín Trape, ob. cit. p. 45
 Oroz Reta, ob. cit. p. 72
 Conf.V, 13,23
 Conf.Vt,6,9
 Conf.VI,1,1
 San Agustín, Las herejías, 46,7-8

LECCIÓN 6
DE LA LUCHA INTERIOR A LA PAZ DE LA VIDA NUEVA (Edad: 31-32 años)
1. Ambrosio de Milán
Así como Agustín hoy se identifica con Hipona, Ambrosio en su tiempo se identificaba
con Milán. Nació en Tréveris (Alemania) hacia el año 339 de familia romana
perteneciente a la más alta sociedad y de profundas convicciones cristianas. Se educó
en Roma en las letras griegas y latinas, y adquirió una formación amplia y sólida. A la
edad de 34 años era prefecto de la Provincia de Emilia-Liguria cuando el pueblo lo
aclamó como obispo de Milán para suceder al que estaba, de nombre Auxencio. Como
aún no era bautizado, recibió el sacramento de manos del santo sacerdote
Simpliciano, y casi simultáneamente las órdenes sagradas y el episcopado a finales del
373.

Juntamente con el buen Simpliciano tenía la Iglesia de Milán muy bien organizada en
el plano intelectual y ascético. Era admirador y cantor de la virginidad; se volvía poeta
cuando hablaba de la Virgen María. "En el mismo Milán había un monasterio, lleno de
santos hermanos, fuera de la ciudad, sostenido por Ambrosio, y nosotros ni nos
habíamos dado cuenta"1.

Dos hechos, sobre todo, hicieron crecer más la fama de Ambrosio: en el 385 Justina,
madre del emperador Valentiniano II, que era arriana (de Arrio, hereje que negaba la
divinidad de Jesucristo, y contra el cual luchó San Agustín), pidió para los herejes una
de las basílicas de la ciudad; el pueblo se unió alrededor de su obispo y no se la
dejaron quitar2 En segundo lugar, el encuentro y traslado de los cuerpos de los
mártires Protasio y Gervasio; mientras eran llevados en procesión a la basílica de
Ambrosio sucedieron muchos milagros3.

La fama de Ambrosio llegó también a oídos de Agustín, quien lo consideraba feliz


según el mundo y no según Dios. Tan pronto llegó a Milán pensó en hacerle una visita
por simple diplomacia y curiosidad. Por diplomacia porque era costumbre visitarse
las dos autoridades, la civil y la eclesiástica, y Agustín ahora había entrado a formar
parte de los empleados oficiales. Por curiosidad porque le habían hablado de lo bien
que Ambrosio se expresaba y quería comprobar por si mismo si era cierto. Muy
pronto desaparecerán estos motivos superficiales y vendrán los encuentros directos o
indirectos, que lo llevarán a la conversión definitiva.

"Y llegué a Milán al obispo Ambrosio, uno de los hombres más eminentes y de
universal notoriedad,... Acogióme con gesto paternal aquel hombre de Dios... y
comencé a amarlo viendo al principio en él, no al doctor de una verdad que yo no
esperaba en modo alguno de tu Iglesia, sino a un hombre bondadoso conmigo;
escuchábale con interés en sus explicaciones al pueblo, mas no con la intención que
hubiera debido yo tener, sino sondeando, por así decirlo, su elocuencia, para
comprobar si estaba a la altura de su fama o si era más o menos fluida de lo que se
aseguraba.

Mi atención estaba pendiente de sus palabras, pero me mantenía indiferente y


desdeñoso por el contenido. Me agradaba el encanto de su lenguaje; aunque más
cultivado, menos gracioso y seductor que el de Fausto, por lo que a la forma se refiere.
Que en cuanto al fondo no cabía comparación; el uno divagaba a través de las
falsedades maniqueas, mientras que el otro exponía, de una manera muy saludable, la
doctrina de la salud"4.

El encuentro con Ambrosio se realizó en dos etapas: primero, la del diálogo directo, en
privado, que no surtió mucho efecto; era un obispo demasiado ocupado para dedicarle
al joven Agustín el tiempo que tal vez necesitaba para otras personas; además, es muy
probable que Ambrosio lo conocía ya de oídas y sabia de sus andanzas por el
maniqueismo y por el mundo de la filosofía pagana.

"No se me daba oportunidad alguna de consultar las cosas que quería con aquel santo
oráculo vuestro, que en su pecho moraba, sino cuando podía oírlo con brevedad. Y en
cambio, los vivos desasosiegos míos requerían un consultor muy desocupado a quien
comunicarlos, y nunca lo hallaban"5.

"Parece raro que Ambrosio no prestase la atención que merecía aquel profesor que
'permanecía largo rato sentado y en silencio' ante él. Tal vez su actitud fuese
premeditada para que la conversión no se realizara por caminos intelectuales y sí por
el camino de las lágrimas de Mónica"6.
En vista de este fracaso parcial Agustín, llevado siempre por la divina Providencia,
como lo reconoce en las Confesiones, opta por otro método más cómodo y práctico:
asistir a sus sermones en la iglesia.

"Al menos lo escuchaba todos los domingos exponer cumplidamente al pueblo la


palabra de la verdad y más y más se afirmaba en mí la certidumbre de que podían ser
desatados todos los nudos de maliciosas calumnias que urdían contra los Libros
divinos los impostores que nos engañaban"7.

El fruto de estas visitas a la iglesia no se dejó esperar. ¿Qué aprendió Agustín de la


predicación ambrosiana?

a. Primero que todo, aprendió a ver el sentido espiritual de las Sagradas Escrituras;
los maniqueos le enseñaron a quedarse con la letra, con lo material sin llegar al fondo
de su contenido: "Expuestos, pues, en sentido espiritual numerosos pasajes de
aquellos libros, echábame ya en rostro mi falta de esperanza..."8. "Y escuchaba con
gozo a Ambrosio, que repetía con frecuencia en sus sermones al pueblo, como
inculcándola encarecidamente, la siguiente regla: la letra mata pero el espíritu vivifica;
cuando aquellos pasajes que, tomados al pie de la letra, parecían enseñar alguna
perversidad, levantando el velo místico, los exponía en sentido espiritual,..."9.

b. Poco a poco se fue viendo libre de las ideas materialistas sobre Dios; no podía
concebir el ser divino sin cuerpo material, y esto porque interpretaban mal Génesis
1,26: si el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, entonces Dios tiene cuerpo
como el hombre, decían. Agustín aprende de Ambrosio el verdadero sentido: es el
hombre el que tiene alma espiritual como Dios. Abandonaba, pues, el materialismo
maniqueo.
c. Se decidió a dejar definitivamente el maniqueísmo y a inscribirse como
catecúmeno en la Iglesia católica, mientras encontraba algo o alguien hacia el cual
dirigir sus pasos.

d. Descubrió poco a poco la grandeza y autoridad, no sólo de las Sagradas Escrituras,


sino de la fe católica, lo que indicaba empezar a aceptar la Iglesia.

Pero Ambrosio no sólo le dio la mano a Agustín; también Mónica quiso entrar en
relación con él: "... y corría a la iglesia con mayor solicitud y estaba pendiente de los
labios de Ambrosio,... Amaba mi madre a aquel varón como a un ángel de Dios, porque
se había dado cuenta de que por su medio había yo llegado mientras tanto a ese
estado de incertidumbre y de fluctuación"10.

Cuando llegó a Milán, Mónica quiso seguir la costumbre africana de llevar alimentos a
las tumbas de los mártires, costumbre que también existía en Milán y que Ambrosio
había tenido que prohibir; la madre acató la prohibición sin discutir, pues vio que
venía de una persona santa y autorizada. Y, como lo hacía en su tierra, también
continuó visitando la iglesia de Ambrosio tan frecuentemente que éste, en coloquios
con Agustín, hablaba muy bien de ella y lo felicitaba por tener semejante madre.

"...Al punto de que no pocas veces, cuando me veía, prorrumpía en elogios sobre ella,
felicitándome por tener tal madre, sin saber qué clase de hijo tenía ella en mí..."11.

2. Comienza la lucha interior.


La crisis se inició recordando el pasado: "Y me maravillaba, sobre todo al tratar de
recordar cuan largo espacio de tiempo había transcurrido desde el año decimonono
de mi edad, en que había comenzado a arder en el deseo de la sabiduría, resuelto,
cuando la hubiese encontrado, a dejar todas las hueras esperanzas y las engañosas
locuras de los vanos deseos"12.

Once años después le parece que poco ha progresado en el camino de la sabiduría y


que ahora anda más confuso que cuando leyó el Hortensio. "Y me veía ya en el año
trigésimo de mi edad, nadando en el mismo lodazal, ávido de disfrutar de los bienes
presentes que se me escapaban y me traían disipado y disperso mientras me decía"
'Mañana encontraré; aparecerá la evidencia y me aferraré a ella..."13.

Tal vez por primera vez, en una crisis profunda, Agustín piensa seriamente en la
muerte y se duele de haber perdido un tiempo precioso: " Perezca todo! Dejemos estas
hueras vanidades!. Dediquémonos únicamente a la búsqueda de la verdad. La vida es
miserable, la muerte incierta. Si nos sorprendiera de repente, en qué estado
saldríamos de este mundo?..."14.

Agustín se encontraba entre la espada y la pared, y esta era precisamente la lucha: por
una parte, quería dejar la dulzura de la vida presente y aferrarse a la eterna; por otra,
las pasiones lo incitaban a seguir gozando de ellas mientras, poco a poco, rompe con
ellas para gozar definitivamente de los bienes espirituales.

"Por qué, pues, titubeamos en abandonar las esperanzas del siglo para consagrarnos
por entero a la búsqueda de Dios y de la vida bienaventurada? Pero aguarda; también
son agradables las cosas de acá abajo; tienen su dulzura que no es pequeña; no hay
que cortar a la ligera el impulso que nos lleva hacia ellas, porque sería humillante
volver a ellas de nuevo"15.
Para terminar la descripción de esta lucha interior, presentada por él mismo,
démonos cuenta de que él era el primer convencido de la necesidad de convertirse,
pero le daba temor lanzarse a esta aventura -no hay que olvidar que la conversión es
eso, una aventura-.

"Mientras tales cosas decía y estos vientos contrarios empujaban alternativamente mi


corazón de un lado a otro, iba pasando el tiempo y yo tardaba en convertirme al Señor
y difería de día en día el vivir en ti y no difería el morir en mí mismo cada día. Amando
la vida feliz, temía encontrarla donde tiene su asiento y la buscaba huyendo de ella"16.

Nadie más indicado para describir una crisis que la misma persona en crisis; por eso
he preferido traer estos párrafos de las Confesiones para no tener que acudir a la
imaginación. El testigo más seguro de uno mismo es su propia conciencia, que para
Agustín en este momento se encontraba en todo su despertar.

3. El problema de la castidad. Las mujeres.


Entramos a la parte más humana de San Agustín, la que toca su afectividad más de
cerca. El aspecto sexual, la relación con la mujer, ha sido siempre el centro de la
atención en el hombre. San Agustín no estuvo exento de él; ya lo vimos en la lección
3,5. Ahora volvemos al mismo tema bajo otra perspectiva.

La crisis en este sentido la promueve su amigo Alipio. ¿Cómo? "Oponíase Alipio a que
me casara con la cantilena de que si lo hacía nos sería absolutamente imposible vivir
juntos una vida de sosiego en el amor a la sabiduría, como hacía ya tiempo veníamos
deseando. Era él, en esta materia, aún entonces, sumamente casto, cosa que no dejaba
de sorprender ya que, al comienzo de su juventud, había llegado incluso a tener
experiencia del acto carnal, pero lejos de apegarse a ello, había sentido dolor y me-1
nosprecio y vivía en perfecta continencia desde entonces"17.

Agustín, empeñado en tomar mujer y formar un hogar estable, hace lo posible por
rechazar la postura de Alipio: "Pero le contradecía yo oponiéndole los ejemplos de
aquellos que siendo casados habían cultivado la sabiduría, habían merecido el favor
divino y habían guardado lealtad y afecto a los amigos"18.

Fue en el campo del matrimonio en el que tal vez más intervino Mónica: quería a toda
costa ver a su hijo casado, y bien casado, ojalá antes del bautismo; incluso llegó a
pedirle al Señor que, por medio de algún sueño, a lo que ella estaba acostumbrada, le
revelara algo sobre el futuro matrimonio de su hijo; pero como los caminos del Señor
no eran los de Mónica ni los de Agustín, no la escuchó.

"Y se me presionaba sin desmayo a que tomara esposa. Ya la pedía yo; ya estaba
prometida, gracias, sobre todo, a los esfuerzos de mi madre... Y si bien es verdad que
ella, movida por mis ruegos y por mi deseo, te suplicaba cada día con fuerte clamor de
su corazón que le mostrases, en visión, alguna cosa sobre mi futuro matrimonio, tú
nunca quisiste"19.

Sea lo que sea, las cosas siguieron adelante, siempre con miras hacia el matrimonio,
que no podía ser con su compañera de 14 años, posiblemente por su posición social.
Mónica hacía lo posible por separarlos, y lo logró. "Seguíase insistiendo, sin embargo,
y se había pedido la mano de una niña. Faltábanle casi dos años para ser núbil, pero
como nos resultaba agradable, se esperaba"20.
Y en medio de todas estas idas y venidas, llegó el momento decisivo, uno de los más
dolorosos para Agustín: la separación definitiva su compañera.

Multiplicábanse entretanto mis pecados y cuando fue arrancada de mi lado, como un


obstáculo para el matrimonio, mi compañera habitual de lecho, mi corazón quedó
desgarrado y vulnerado por donde estaba adherido, dejando un reguero de sangre.

Ella sevolvió a África, haciéndote voto de no conocer a otro hombre y dejando en mí


poder al hijo natural que había tenido ella "21

La sed de amor era insaciable; la necesidad de una compañera, irresistible; la


costumbre de vivir al lado de una mujer estaba profundamente arraigada.
Afectivamente solo, desesperado por unirse a la que habían elegido como esposa, y
que no podía antes de dos años, Agustín se siente en la necesidad de conseguirse,
mientras tanto, una tercera compañera: "Pero yo, desventurado, incapaz de imitar ni
siquiera a una mujer, no pudiendo soportar la espera, ya que hasta después de dos
años no había de recibir a la mujer que pretendía, como no era amante matrimonio
sino esclavo de la pasión, me procuré otra,...22.

Lejos de escandalizarnos debemos más bien admirar, en San Agustín, su profundidad


humana, y en la divina Providencia, sus misteriosos designios.

Al margen de estos hechos hay otro muy interesante, que revela la vocación oculta del
futuro fundador de la vida común monástica. Es el intento que unos diez amigos
hicieron de vivir vida común; todo lo tenían muy bien organizado pero "cuando se
sometió a consideración si estarían de acuerdo en ello las mujeres que algunos de
nosotros tenían ya y que otros queríamos tener, todo aquel hermoso proyecto, que
tan bien íbamos confeccionando, reventó en nuestras manos, se hizo añicos y fue
desechado”24.

Un poco más adelante Agustín volveré a expresar a expresar lo difícil que para él
resultaba guardar la continencia: “Pero yo, adolescente desventurado en extremo,
había llegado a pedirte a Ti la castidad diciendo: ‛Dame la castidad y continencia, pero
no ahora”24.

4. Los neoplatónicos
Como en otro tiempo, cuando tenía 19 años, el Hortensio de Cicerón vino en su ayuda
y produjo en él lo que se podría llamar la primera conversión, ahora son los
neoplatónicos quienes vienen en auxilio, y a ellos deberán mucho el paso decisivo
hacia la conversión.

“Por lo que me procuraste, a través de un individuo, henchido de un monstruoso


orgullo, ciertos libros de los platónicos, traducidos del griego al latín”25.

Muy agradecido quedó Agustín con la ayuda de esos aciertos libros” pertenecientes a
algunos discípulos de Platón. Su lectura fue tan benéfica que produjo en él la segunda
conversión (ver 5).

“Aquella lectura… ha llamado la atención den muchos estudiosos, quienes que con
grana aparato de erudición han logrado establecer quien sería ese desconocido que le
procuró los libros de los platónicos se trataba, qué libros leería, qué influjo ejercerían
estos libros en su conversión “26.

Los filósofos neoplatónicos que Agustín venera y recuerda más seguido son Plotino y
Porfirio. Hay que distinguir lo que encontró en ellos, lo que no encontró y lo que
encontró no aceptó.

I a. Encontró, ante todo la invitación a la interioridad, que consiste en entrar dentro


de uno mismo para encontrar y contemplar allí la verdad.

b. También aprendió a distinguir entre lo sensible y lo inteligible; le costaba mucho


entender la existencia de realidades que no fueran corpóreas; el mismo Dios, como se
vio antes, no lo concebía sino bajo la forma corporal.

c. También encontró el principio de la participación "según el cual todas las cosas


provienen de Dios y son a la vez una participación y una imitación de Dios"27.

d. Finalmente, encontró la solución al problema del mal, que tanto lo hacía sufrir. Era
un problema mal enunciado por los maniqueos: ¿De dónde viene el mal? De un
principio malo, decían los herejes. Los neoplatónicos le enseñaron a enunciarlo de
otra manera: ¿Qué es el mal? No es una sustancia sino una privación o corrupción del
bien; luego depende de éste y está íntimamente relacionado con la libertad humana,
que es base del pecado y del mérito en el hombre. El mal no puede existir sin el bien,
pero éste sí puede existir sin aquel. Este tema será ampliamente desarrollado por San
Agustín a lo largo de todas sus obras.

e. También encontró, o intentó encontrar, la primera parte del Evangelio de San Juan
sobre la divinidad del Verbo.
II. No encontró la segunda parte del Evangelio de San Juan, que trata de la
Encarnación, tan esencial al cristianismo como la primera parte. Más aún, los
neoplatónicos consideraban la Encarnación del Hijo como una bárrbara mitología,
imposible de aceptar.
III. a. Encontró y rechazó de inmediato el politeísmo de los neoplatónicos. "Ellos,
realmente, aun admitiendo la unidad de Dios, no excluían el culto de divinidades
inferiores; o sea, aceptaban en la práctica y justificaban en teoría la idolatría
tradicional"28.

b. Posiblemente encontró también y rechazó la metempsícosis o transmigración


de las almas. Plotino, siguiendo a Platón, admitió esta trasmigración en los cuerpos
hasta de los animales; Porfirio la admitió sólo en nuevos cuerpos de hombres.

c. Porfirio mandaba huir de toda cosa corpórea como condición indispensable para
alcanzar la felicidad. Con el correr de los años, San Agustín se valdrá precisamente de
la creación para llegar a Dios; más aún, esta será la base de toda su espiritualidad.

d. Finalmente, encontró, aceptó pero después corrigió el espiritualismo


neoplatónico cambiándolo por el espiritualismo cristiano. "Se comportó, así lo dice
alegóricamente él mismo, como los hebreos que al salir de Egipto llevaron consigo el
oro de los egipcios: hizo suyo cuanto de verdadero encontró en aquellos libros,
dejando los errores"29.

"Hemos de pensar que, al igual que en Cartago la lectura del diálogo de Cicerón, en
Milán los libros de los neoplatónicos iniciaron en Agustín una etapa de liberación de
ideas falsas que durante tanto tiempo había sostenido en su interior. Concretamente
las doctrinas de los maniqueos. Por eso, se ha podido hablar de una conversión
neoplatónica anterior a la verdadera que tendrá lugar en el silencio del jardín de
Milán"30.
5. La segunda conversión (Ver Lee. 4,2).
"Amonestado a volver a mí mismo por aquellos libros, entré en la intimidad de mi ser
bajo tu guía, y pude hacerlo porque Tú me ayudaste. Entré y vi con el ojo de mi alma,
como quiera que él fuese, por encima de ese ojo de mi alma, por encima de mi
inteligencia, la luz inmutable, no la que es ordinaria y visible a toda carne, ni una
especie de luz del mismo género que fuese más grande y que resplandeciese, pongo
por caso, con un incomparablemente mayor resplandor y que ocupase todo el lugar
con su grandeza. No, no era así aquella luz, sino otra cosa, muy diferente de todas
nuestras luces.

Y no estaba sobre mi inteligencia como el aceite sobre el agua, ni como el cielo sobre la
tierra. Estaba sobre mi porque fue ella la que me hizo, y yo debajo de ella porque por
ella fui hecho. Quien conoce la verdad conoce esa luz y quien la conoce, conoce la
eternidad. La conoce la caridad.

¡Oh eterna verdad y verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios. A ti suspiro
día y noche. Cuando te conocí por vez primera, me levantaste para hacerme ver que
había algo que ver y que yo no era todavía capaz de ver.
Deslumbraste la debilidad de mi vista con la violencia de tu calor sobre mí, y me
estremecí de amor y de horror. Y descubrí que estaba lejos de ti, en la religión de la
desemejanza, como si oyese que tu voz me decía desde lo alto: 2Soy alimento de
grandes, crece y me comerás. No me transformarás tú en ti, como asimilas el alimento
de tu carne, sino que te transformaras tú en mí…

¿Qué elegimos, a no ser que antes seamos elegidos nosotros?


(S.A.:Sermón 34, 2)
... Y oí, como se oye en el corazón, y no había el más mínimo lugar a dudas. Más
fácilmente dudaría de mi vida que de la existencia de la verdad que, a través de las
cosas creadas, se deja ver a la inteligencia"31.

Se trata, pues, de una auténtica conversión a la luz de la VERDAD, así, con mayúscula,
para entender de una vez que San Agustín se iba acercando a Dios.

Muchos autores han querido ver en este texto un primer éxtasis de carácter filosófico,
que hace juego con el famoso de Ostia (lee. 7,3) de carácter místico.

6. El segundo intento bíblico (ver Lee. 4,3).


Si la primera vez que tomó las Escrituras en sus manos fracasó por exceso de orgullo,
ahora triunfa porque se hace humilde. Agustín descubrió a Cristo mediador cuya
humildad es indispensable para ser mediador. La humildad fue el camino que recorrió
Cristo para venir al mundo; debe ser también el camino que recorrerá el hombre para
ir a Dios.

"Y buscaba el camino de adquirir el vigor que me hiciese capaz de gozar de ti y no lo


encontraba hasta que me hube abrazado con el Mediador entre Dios y los hombres, el
hombre Jesucristo, que es sobre todas las cosas Dios bendito por todos los siglos...

Es que no podía poseer a mi Dios, el humilde Jesús, porque yo no era humilde ni sabía
qué enseñanza proporciona su debilidad"32.

Este segundo intento será definitivo y lo preparará para familiarizarse después con las
Sagradas Escrituras (ver Lee. 8,6).
“De manera que agarré, con la mayor avidez, las obras venerables de tu Espíritu y, con
preferencia a todas las demás, las del apóstol Pablo.

Desvaneciéronse entonces las dificultades que un día tuviera, cuando me había


parecido en contradicción consigo mismo y en desacuerdo con los testimonios de la
Ley y de los Profetas, en el tenor literal de sus palabras. Y se me descubrió el único
rostro de las palabras santas y aprendí a alegrarme con temblor"33.

7. Se agudiza la crisis.
"Habíanse adherido a mis entrañas tus palabras y por todas partes me hallaba sitiado
por ti...Por lo que se refiere a mi vida temporal, se bamboleaba todo. Era menester
purificar del viejo fermento el corazón. Me gustaba el camino, el Salvador mismo, pero
me daba miedo todavía el pasar por sus estrechos desfiladeros"34.

Agustín se encontraba, pues, entre la espada y la pared, entre Cristo y él mismo: o se


quedaba en sí, lejos de Cristo, o salía de sí -renuncia- para unirse definitivamente con
Cristo. Este es, en pocas palabras, el contenido de la crisis.

Conviene aludir a ciertos hechos que precipitaron la crisis y terminó en la escena del
jardín:
1. El mendigo gozoso. Preparábase Agustín para pronunciar el famoso discurso
en honor del emperador (Lee. 5,7); de pronto ve en la calle a un mendigo
embriagado, riéndose y haciendo reír. La conclusión fue clara: "No poseía
aquél, seguramente, la verdadera alegría, pero yo, por mi parte, buscaba una
mucho más falsa con aquellas mis ambiciones
Y, en definitiva, él estaba alegre y yo ansioso; él tranquilo y yo sobresaltado"35.

b. El encanto de la música. "El año 386, Ambrosio asediado


en la basílica con el pueblo por los saldados de la emperatriz
Justina, para aliviar el tedio de aquellas interminables horas de espera había
concebido la feliz idea de componer himnos, que cantaban los fieles. Agustín tal vez se
vio mezclado entre aquella multitud que entonaba himnos. No nos dice si escuchó los
discursos del Obispo, pero sí cuenta la emoción que sintió al escuchar la melodía de
los himnos:

'¡Cuánto lloré con los himnos y cánticos vuestros, emocionado por las voces de vuestra
Iglesia, que canta tan dulcemente! Aquellas voces entraban en mis oídos, y vuestra
verdad I se derretía en mi corazón; y de ahí se enardecía el afecto y la I piedad y
corrían sin duelo las lágrimas, que me sabían a miel'36.

Agustín era un apasionado por la música; a este arte dedicará j una obra, compuesta
entre los años 387-391.

c. Simpliciano. Fue, como se dijo antes (Lee. 6,1), quien bautizó, acompañó y luego
sucedió a Ambrosio en la sede de Milán.

"Me inspiraste la idea, que pareció buena a mis ojos, de acudir a Simpliciano. Teníale
yo por un buen servidor tuyo y I brillaba en él tu gracia"37.
La conversación giró en torno a la conversión del profesor I de retórica, Mario
Victorino38, quien acostumbraba leer la Biblia y por medio de ella se convirtió. En el
diálogo con este anciano Agustín aprendió algo que le impactó: "Contemplaba la
Iglesia llena y que uno andaba de una manera y otro de otra"39. El ejemplo de tantos
que en la Iglesia procuraban alcanzar la perfección, y especialmente el de Mario
Victorino, le hizo sentir deseos ardientes de imitarlo, pero aún no se atrevía40.

d. Las dos voluntades. A la voluntad anterior, materialista y sensual, se le sumaba


otra que era "la nueva voluntad que acababa de nacer en mí, voluntad de servirte
gratuitamente y de desear gozarte..."41. Estas dos voluntades luchaban entre sí como
disputándose la posesión de Agustín, quien apenas podía dirigirle a Dios "Sólo unas
palabras lentas y soñolientas" 'Ahora', 'ahora mismo', 'déjame un poco'. Mas aquel
'ahora y ahora' no tenía término y el 'déjame un poco' iba para largo"42.

e. Ponticiano. "Paisano de Agustín, dignatario de la corte de Milán. Con sus palabras


y su ejemplo determinó una crisis saludable en el espíritu atormentado de su amigo,
en el otoño del 386"43.

La crisis saludable se debe a la narración que éste le hizo de la vida de Antonio el


ermitaño, egipcio, y de los muchos monasterios que había en Egipto. Agustín quedó
nuevamente impactado con esta narración, y especialmente con otra no menos
aleccionadora: dos jóvenes militares de Tréveris, después de haber leído la vida de
Antonio, se decidieron a dejar cada uno su propia novia para consagrarse al Señor. El
hecho no pudo llegar más a tiempo a Agustín, que se encontraba precisamente
decidiendo sobre su futuro matrimonio.
Repentinamente Agustín se dirige a Alipio: "¿Qué hacemos nosotros? ¿Qué estamos
soportando? ¿Qué es lo que has oído? Se levantan los ignorantes y arrebatan el cielo y
nosotros con nuestra ciencia, faltos de corazón, ¡mira dónde nos estamos revolcando!
¡En la carne y en la sangre!. ¿Es que por ventura, con el pretexto de que nos han
precedido, nos da vergüenza seguirlos y no nos la da en cambio el no seguirlos?"44.

8. La escena del jardín.

La crisis tocó fondo y el desenlace no se hizo esperar:


"Decíame a mí mismo en mi interior: 'Este es el momento. Ahora ha de ser, ahora ha
de ser'. Y estaba a punto de pasar de la palabra a los hechos. Ya casi lo hacía, pero no lo
hacía. No volvía a caer, con todo, en las cosas de antaño, sino que me detenía muy
cerca y tomaba aliento... Y podía más en mí lo malo inveterado que lo bueno a que no
estaba acostumbrado.
Lo que me retenía eran esas bagatelas de baga telas, esas vanidades de vanidades,
viejas amigas mías. Jalaban con leves tirones de mi vestido de carne y murmuraban
por lo bajo: '¿Nos vas a dejar?' Y 4a partir de este momento ya no volveremos a estar
jamás contigo'. Y 'a partir de este momento jamás te será permitido esto o aquello'...
Vacilaba en arrancarme y sacudirme de ellas y saltar adonde era llamado, en tanto que
el hábito, tirano, me decía: '¿Crees que podrás pasarte sin ellas?'. Pero esto me lo decía
ya muy tibiamente. Porque del lado hacia donde había vuelto yo mi rostro y por donde
temblaba de pesar, mostrábaseme la casta dignidad de la continencia, serena y de una
alegría contenida, invitándome con su noble encanto para que me acercase a ella,...
Había allí tantos jóvenes y tantas jóvenes! Allí una multitud de adultos y de gentes de
toda edad,., y en todos la misma continencia, no estéril, sino madre fecunda de hijos de
alegría.. Y se reía de mí con una risa alentadora, como si dijese: ' No podrás tú lo que
pueden éstos y éstas?...

Y me sentía todo lleno de confusión porque aún oía el murmullo de aquellas bagatelas
y seguía todo indeciso, todo lleno de dudas...

La soledad me parecía un lugar más a propósito para llorar. Me retiré muy lejos, de
modo que ni siquiera la presencia de Alipio pudiera servirme de estorbo... Tal era
entonces mi estado... Y me tendí no sé cómo debajo de una higuera, solté la rienda al
caudal de mis lágrimas y brotaron dos ríos de mis ojos,... te dije una gran cantidad de
cosas: Y tú, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo, Señor, has de estar siempre
enojado?... Esto decía y lloraba con la más profunda amargura de mi corazón contrito.
Y he aquí que, proveniente de una casa vecina, oigo una voz como de un niño o de una
niña, no sé, que decía cantando y repetía con frecuencia: '¡Toma, lee!, ¡Toma, lee!'... Así
que volví a toda prisa al lugar donde estaba sentado Alipio, pues allí había dejado el
libro del Apóstol cuando me levanté de allí. Lo agarré, lo abrí y leí en silencio el primer
capítulo en que se posaron mis ojos: 'No andéis en comilonas ni en borracheras, no en
amancebamiento y libertinaje, no en peleas y envidias, sino revestíos del Señor
Jesucristo y no os entreguéis a la carne para satisfacer sus concupiscencias.
No quise leer más, ni era necesario. Al instante, con las últimas palabras de ese
pensamiento, como si una luz de seguridad se hubiese difundido en mi corazón, se
disiparon todas las tinieblas de la duda"45.

La conversión fue total y definitiva. La escena del jardín tuvo lugar a finales de agosto
o comienzos de septiembre del año 386. El curso estaba para terminar. No quiso
avisar nada a los alumnos para no dar motivo a habladurías ni ponerlos en la penosa
necesidad de conseguir otro profesor ya finalizando el curso. Debía renunciar a las
clases y la oportunidad de hacerlo sin dejarse notar se la proporcionó la mala salud:
"La humedad del clima milanés le había ya producido una especie de bronquitis
crónica. El enfermo respiraba mal, sufría de dolores en el pecho y su voz sonaba opaca
y oscura"46.
Cuestionario
1. ¿Qué efectos produjeron en Agustín los sermones de San Ambrosio?
2. Agustín se sintió influido por San Ambrosio de la siguiente manera:
a. Dialogando a solas con él;
b. Escuchándolo en la iglesia;
c. Leyendo sus escritos (Subraya la que creas verdadera)
3. En pocas palabras describe las tres luchas principales de Agustín:
a. en lo económico;
b. en lo moral;
c. en lo espiritual.
4. Desde antes de convertirse Agustín ya sentía inclinación por la vida común
(vida religiosa); ¿Cuál era suprincipal dificultad a este respecto?
5. ¿Qué libros de la Biblia lo iban acercando más y más a la conversión?
6. Una de tantas frases famosas de San Agustín es: "No podrás tu lo que pueden
¿éstos y éstas? Explica su origen.
7. Ponticiano dio el último empujón espiritual a Agustín; ¿Cómo?
8. En Romanos 13 y 14 se encuentran los versículos claves en la conversión de
Agustín; búscalos y completa la siguientes citas:
a) Rom. 13, ; b) Rom. 14, . (Escribe solamente los números de los
versículos claves).
9. Haz una comparación entre la conversión de Agustín y la de San Pablo
(Hechos de los Apóstoles, 9)
o Conf. 8,6,15
o ve rConf. IX,7,15). 2
o San Agustín recuerda en Conf. IX,7,16
o Conf.V,13,23
o Conf. Vl,3,3
o Oroz Reta, ob. cit. p. 76
o Conf. Vl,3,4
o Conf. V,l 4,24
o Ib. Vl,4,6
o Conf.VI,1,1
o Conf.VI,2,2
o Conf.VI,11,18
o lb.
o lb. No.19
o lb.
o Ib. no. 20
o Conf. Vl,12,21
o Ib.
o VI,13,23
o Ib.
o Conf. VI,15, 25
o Ib.
o Conf. VI, 14, 24
o Conf. VIII, 7, 17
o Conf. VII, 9, 13
o Agustín Trapé, ob. Cit. Pp. 66-67
o 27. Agustín Trape, ob.cit. p. 68
o Agustín Trape, ob. cit. p. 70
o Agustín Trape, ob. cit. p. 71
o Oroz Reta, ob. cit. p. 80. Ver. no. 8
o Conf.VII,10,16
o Conf. Vll,18,24
o Conf.VII,21,27
o Conf.VIII,1,1
o Conf.VI,6,9
o Conf. IX,6,14. Ver Oroz Reta, ob. cit. pp. 83-84
o Conf.Vill,1,1
o ver. Conf. VIII,2
o Conf. VIII, 1,2
o verConf.VIII,5,10
o Ib.
o lb.no.12
o OrozReta, p. 164
o Conf.VIII,8,19
o Conf.VHI,1l y 12
o Oroz Reta, ob. cit. p. 90

LECCIÓN 7
LA PAZ DE CASICIACO. EL DOLOR DE LA ORFANDAD
(Edad: 31-32 años)

I. Casiciaco
Se llamaba así una villa o quinta en las cercanías de Milán, perteneciente a Verecundo,
amigo de Agustín-, aquél la puso a disposición de éste y en los primeros días de
noviembre se trasladó allí un buen grupo de amigos deseosos de discutir sobre temas
filosóficos mientras se preparaban para el bautismo: Agustín, su madre y su hermano
Navigio; el amigo Alipio y sus paisanos y discípulos Trigezio y Licenzio, lo mismo que
sus primos Lastidiano y Rústico; por supuesto, también su hijo Adeodato, de quien el
mismo Agustín habla así:
"Juntamos también con nosotros al joven Adeodato, que era mi hijo natural, fruto de
mi pecado; pero Tú, Señor, lo dotasteis de unas cualidades muy buenas y excelentes.
Aún no tenía quince años, y ya aventajaba en inteligencia a otros muchos que por la
edad y literatura pasaban por hombres graves y doctos"1.

Mónica da un toque familiar a la casa, prepara y preside las comidas, lleva en general
la administración y, como la finca es amplia, pueden incluso dedicarse un poco al
trabajo material.

Pero lo principal es el estudio y la reflexión; las discusiones comenzaron entre el 9 y el


10 de noviembre. Al cabo de unas quince sesiones, que trataron de la certeza, la
felicidad y el mal, había material suficiente para que Agustín compusiera cuatro obras:
Contra los académicos, La felicidad, El Orden y Los Soliloquios. Esta última es
fruto de las meditaciones personales y a solas del santo; reflejan el grado de vida
interior a que había llegado, aun antes del bautismo (Lee. 11,2 ).

"Su jornada se abría y se cerraba con la oración. Mitad déla noche la pasaba en la
meditación, bañándola frecuentemente con lágrimas. Durante el día se ocupaba en las
discusiones filosoficas, en cuidados domésticos, en la instrucción impartida a los I
discípulos Trigezio y Licenzio. En la mesa se entretenía poco:I comía cuanto era
estrictamente necesario para calmar el ham-l bre, al punto de poder decir en broma
que el principio de los, alimentos coincidía con su fin"2.
2. Regreso a Milán. El bautismo. Obras
Al acercarse la cuaresma del año 387 todos deben abandonar el retiro de Casiciaco
para regresar a Milán, donde Agustín, Alipio y Adeodato deben prepararse para recibir
el bautismo.
En Milán, a donde volvió a primeros de marzo para inscribirse entre los bautizados,
Agustín continuó sus búsquedas y sus ascensiones. Siguió la catequesis bautismal,
tomó parte en las celebraciones litúrgicas, se conmovió y lloró con el canto de los
himnos sagrados, meditó largamente sobre la historia de la salvación, llena de
misericordia y de misterio, visitó el monasterio de Ambrosio fuera de las murallas,
recibió el bautismo la noche del sábado santo (24 y 25 de abril del 387)"3.

Agustín, a veces tan abundante de palabras al presentar ciertos hechos, usa ahora
unas pocas pero muy valiosas para describir su bautismo: "Fuimos bautizados y
desaparecieron de nuestra vista todos los remordimientos de nuestra vida pasada"4.
El bautismo lo recibió de manos de San Ambrosio.

Mientras se preparaba para este gran sacramento, no descansó su pluma: escribió


algunos apuntes sobre La inmortalidad del alma, con los cuales pensaba completar
los Soliloquios, pero se quedaron sólo en eso, en apuntes, y dieron origen a la obra del
mismo nombre. Escribió también un tratado sobre La Gramática, que se ha perdido.
Dejó apuntes sobre dialéctica, retórica, geometría, aritmética y filosofía, también
perdidos.

Entre tanto andaba buscando el lugar más apropiado para realizar mejor su programa
de estudio y ascetismo; convinieron en que ese lugar era Tagaste, pues todos eran de
allí, había campo suficiente para cultivar la tierra y quedaban las posesiones paternas
disponibles para Agustín. Era un lugar solitario y apartado de los grandes centros
urbanos, pero al mismo tiempo con buenas comunicaciones. Seguramente que Mónica
influyó en esta decisión: cumplida su misión de ver a su hijo cristiano católico,
desearía volver a la tierra donde estaba la tumba de Patricio. En resumidas cuentas,
ninguno tenía interés en quedarse más tiempo en el extranjero.
"Algunos meses después del bautismo, antes de terminarse el verano, algo antes de
que comenzara el mes de septiembre, se pusieron en viaje para el regreso. Esta vez
Agustín no viajaba con los gastos por cuenta del Estado, sino a costa propia, con
menos lujo y con más dificultades. El viaje pudo durar unos veinte días"5.

3. Roma. El éxtasis de ostia.


"Debió serles doloroso despedirse del obispo que los había atendido con solicitud
paternal. Del generoso Verecundo, al que debían I el retiro bienhechor de Casiciaco y
que no pudo recibir con ellos el bautismo. De Teodoro, a quien dedicó el libro De la
vida feliz, y de tantos otros que les habían mostrado un afecto especial Pero no es la
primera vez que van a gustar las amarguras de la separación. La preparación de su
partida puede llevarles algunas semanas. Y a finales del verano todo este grupo de
fieles se ve ya reunido en Ostia donde han de embarcarse para el África"6.

Ostia era el puerto oficial de Roma. Allí llegaron nuestros viajeros con la intención de
embarcarse para el África. "Como las ocasiones de viajar no eran muy frecuentes,
tuvieron que detenerse algunos días en Ostia. Para ello se alojaron en casa de una
familia cristiana, lejos del rumor de la multitud y lejos también del movimiento
pluriforme del puerto. Ostia, en aquel entonces, era un centro comercial muy
importante, y uno de los puntos de desembarque para los viajeros que llegaban de los
puertos del Mediterráneo. Una multitud cosmopolita, de diferentes lenguas y
costumbres, se agitaba en sus calles con un tumulto ensordecedor. Barcos, cargados
de aceite, de trigo y de toda clase de mercancías, llenaban el puerto y se escuchaban
en los malecones las voces extrañas de los marineros"7.

Agustín y Mónica gozaban en la oración y contemplación de las cosas del cielo; el


retiro de Casiciaco les dio material suficiente para entretener su espíritu en largos y
saludables pensamientos. Un día, apoyados en la ventana que da al jardín de la casa
donde se hospedaban, la madre y el hijo se desprendieron un poco de este mundo y,
por unos momentos, saborearon las cosas del cielo. La historia ha registrado este
hecho con el nombre de El éxtasis de ostia, y el mismo Agustín nos lo presenta así:

"En la inminencia del día en que debía de salir de esta vida, aconteció, a lo que yo creo
por amorosa y oculta providencia vuestra, que yo y ella estuviésemos solos arrimados
a una ventana, de donde se descubría la huerta de la casa en que morábamos, en los
aledaños de la ciudad de Ostia sobre el Tíber. Allí, apartados del ruido de las gentes,
tras la fatiga del largo camino, nos rehacíamos para la navegación. Hablábamos, pues,
solos los dos, con gran dulzura recíproca.

Olvidando lo pasado y proyectándonos hacia lo porvenir, buscábamos juntos, a la luz


de la verdad presente que eres Tu, cuál sería la vida eterna de los santos, que 'ni ojo
vio, ni oído oyó ni subió al corazón de hombre'. Abríamos la boca del corazón,
anhelante y sedienta a los soberanos raudales de nuestro manantial, fuente de vida
que está en Ti; para que, rociados desde arriba, según nuestra capacidad, de alguna
manera pudiéramos considerar materia tan sublime.

...Levantándonos con ímpetu más ardiente hacia el Ser mismo, recorrimos grado por
grado todas las cosas corporales y el mismo cielo desde donde el sol y la luna y las
estrellas resplandecen sobre la tierra.

Y subíamos más arriba, pensando interiormente en Ti, hablando de Ti y admirando tus


obras. Y llegamos a nuestras almas y las traspasamos hasta llegar a aquella región de
abundancia indeficiente, donde apacientas para siempre a Israel con el alimento de la
verdad. Allí la vida es la Sabiduría hacedora de todas estas cosas y de las que fueron y
de las que han de ser. Mas ella no es hecha, sino que tal es como fue y así será
siempre... Y lanzamos un hondo suspiro y dejamos prendidas y palpitantes allá arriba
estas primicias del Espíritu. Y luego tomamos, ¡ay dolor!, el camino del descenso al son
de nuestra boca, donde nace la palabra y muere la palabra. ¿Y qué cosa existe
semejante a tu Verbo, Señor nuestro, que permanece siempre en Sí, sin I envejecer, y
que renueva todas las cosas?

... Tales cosas decía, aunque no de este modo y con estas palabras. No obstante, Tu
sabes, Señor, que aquel día, durante aquel coloquio, en el cual ese bajo mundo con sus
placeres todo se nos cubría de vileza, mi madre me decía: 'Hijo, por lo que se refiere a
mí, ninguna cosa me deleita en este mundo. No sequé 1 más hago yo aquí, ni porque
estoy todavía aquí, consumada y colmada ya toda esperanza en este siglo. Una sola
cosa había por la que deseaba quedarme algún tiempo en esta vida: verte cristiano
católico antes de morir. Dios me lo ha concedido más que colmadamente, ya que has
llegado a despreciar la felicidad terrena y te veo siervo suyo. ¿Que hago yo aquí?"8.

4. Enfermedad y muerte de Ménica,

"No me acuerdo bien de lo que a esto respondí, sino que a los cinco días, o poco más,
cayó en la cama con fiebres. En el curso de su enfermedad, un día perdió el
conocimiento. Corrimos hacia su cama, pero pronto volvió en sí y, mirándonos a mi
hermano y a mí, dice: 'Aquí debéis enterrar a vuestra madre'.

Yo callaba y reprimía el llanto, pero mi hermano pronunció no sé qué palabras


indicando que no deseaba verla morir en tierra extraña... Y luego ella nos dijo a los
dos: 'Pongan este cuerpo donde quiera, y no tengan más cuidado de él. Una cosa les
ruego: que se acuerden de mí ante el altar del Señor...'

Así, pues, a los nueve días de su enfermedad, a los cincuenta y seis años de su edad y
treinta y tres de la mía, fue liberada del cuerpo aquella alma religiosa y pía.

Cerraba yo sus ojos, mas una tristeza inmensa afluía a mi corazón, y ya iba a
convertirse en lágrimas, cuando al punto mis ojos, al violento imperio de mi alma, se
contenían hasta secarlas, padeciendo con tal lucha de modo imponderable. Entonces
fue cuando, al dar el último suspiro, el niño Adeodato rompió a llorar a gritos; mas
reprimido por todos nosotros, calló. De ese modo era también reprimido aquello que
había en mí de pueril, y me provocaba al llanto, con la voz juvenil, la voz del corazón, y
callaba. Porque juzgábamos que no era conveniente celebrar aquel entierro con quejas
lastimeras y gemidos, con los cuales se suele frecuentemente deplorar la miseria de
los que mueren o su total extinción; y ella ni había muerto miserablemente, ni había
muerto del todo...

Llevamos a enterrar el cadáver de mi madre, acompañárnosle y volvimos sin soltar


una lágrima. Ni aún en aquellas oraciones que te hicimos, cuando se ofrecía por ella el
sacrificio de nuestro rescate, puesto ya el cadáver junto al sepulcro, antes de ser
depositado, ni aun en estas oraciones, digo, lloré, sino que todo el día anduve
interiormente muy triste, pidiéndote, como podía, con la mente turbada, que sanases
mi dolor; mas Tú no lo hacías... Asimismo me pareció bien tomar un baño, por haber
oído decir que el nombre de baño venía de los griegos quienes lo llamaron bálanion
(=arrojar), por creer que arrojaba del alma la tristeza. Mas he aquí que, habiéndome
bañado, me hallé después del baño como antes de bañarme. Porque mi corazón no
trasudó ni una gota de la hiel de su tristeza.

Después me quedé dormido; desperté y hallé en gran parte mitigado mi dolor... Más
de aquí poco a poco tornaba al pensamiento de antes, sobre tu sierva y su santa
conversación... Y sentí ganas de llorar en presencia tuya... Y solté las riendas a las
lágrimas, que tenía contenidas, para que corriesen cuanto quisieran"9.
Las descripciones sobre el Éxtasis de Ostia, la enfermedad, muerte y sepultura de
Mónica forman parte de uno de los temas más extensos y detallados de las
Confesiones: el tema de la madre; a ella dedica los capítulos 8-13 del libro IX, que
prácticamente es el último. Y en muchos otros lugares anteriores, siempre que podía,
hablaba de su madre, lo que indica que ella tuvo una influencia decisiva en la grandeza
de alma de Agustín. Si "detrás de cada hombre grande se esconde una gran mujer",
esto es cierto con más veras en el caso de Agustín, y sigue teniendo aplicación hoy y
siempre.

"En la actualidad, entre las columnas y las ruinas de la antigua ciudad de Ostia, se alza
una capilla que, según la tradición señala el lugar en donde estaba la casa que
habitaron Mónica y Agustín. Este lugar es glorioso y venerable porque señala el
coloquio estático de la madre y el hijo, y porque fue testigo de la muerte admirable de
una santa, y del dolor religioso y humano al mismo tiempo de uno de los espíritus
más grandes que han brillado en la historia de la Iglesia y de la humanidad"10.

Agustín quedo tan agradecido con su madre que termina la primera parte de las
Confesiones precisamente con una hermosa oración por ella:

"Sea, pues, en paz con su marido. Nadie antes de él y nadie después de él la tuvo como
esposa. Y ella le sirvió llevándote a ti.

E inspira, Señor mío, inspira a tus siervos, mis hermanos, a tus hijos, mis señores, a
cuyo servicio pongo mi corazón, y mi voz y mis escritos, que todos cuantos leyeran
estas líneas se acuerden ante tu altar de Mónica, tu sierva, y de Patricio, que fue en un
tiempo su esposo; por cuya carne me introdujiste en esta vida, sin que yo sepa cómo.
Acuérdense con un sentimiento de piedad, de ellos, mis padres en esta luz pasajera,
mis hermanos en ti, nuestro Padre, y en la iglesia católica, nuestra Madre, mis
conciudadanos en la Jerusalén eterna por la cual suspira tú pueblo en peregrinación,
desde la partida hasta el regreso.

De esta suerte, el ruego postrero que ella me dirigió le será más abundantemente
concedido por las oraciones de muchos, gracias a estas Confesiones, que por mis
solas oraciones”11.

Con esta oración prácticamente terminan las Confesiones, al menos en su proyecto


original. Los cuatro últimos libros están dedicados a temas tan distintos que, se nota
claramente, no estaban en la mente de Agustín. Estos temas son:

Libro X: Disposiciones actuales de Agustín.


Libros XI y XII: Meditación sobre la Escritura.
Libro XIII: Valor espiritual de la creación.
5. Actividad en Roma

Después de la muerte de Mónica, Agustín cambió de planes: no se embarcó


inmediatamente para África sino que permaneció casi 10 meses en Roma, no se sabe
exactamente por qué motivo; los estudiosos señalan dos causas posibles: primero, se
acercaba el invierno y era peligroso navegar en esa época; segundo, llegaron noticias
de que las costas de África estaban siendo azotadas por el usurpador Máximo, en
lucha con Teodosio. Así pues, "Agustín volvió con los amigos a la ciudad eterna hasta
después de la muerte del usurpador Máximo, que ocurrió, según las diversas fuentes,
o el 28 de julio o el 29 de agosto del 388. La muerte de Mónica había ocurrido antes
del 13 de noviembre del año precedente, cuando Agustín todavía no había llegado a
los 34 años de edad"12.

Lo cierto es que en Roma aprovechó muy bien el tiempo; ante todo se dedicó a visitar
y conocer monasterios, tanto de hombres como de mujeres, con la intención de fundar
alguno en Tagaste. "En Roma supe de muchas comunidades regidas siempre por quien
más sobresalía entre ellos en gravedad, prudencia y ciencia de lo divino, y vivían
juntos una vida cuya respiración era la caridad, la santidad y libertad cristianas;... Y no
eran solamente hombres los que practicaban estas austeridades; imitaban también su
ejemplo las mujeres"13.

Se dedicó también a profundizar en la doctrina espiritual, de cuyo trabajo salió otra


obra: La dimensión del alma; igualmente comenzó su tratado sobre El libre
albedrío.

Pero ante todo dedicó sus esfuerzos a conocer mejor las costumbres de sus antiguos
correligionarios, los maniqueos, empezando así la polémica contra ellos. De ahí sale la
primera obra contra la secta, llamada Costumbres de la Iglesia católica y
costumbres de los maniqueos. Se trata de dos libros en una sola obra, donde
compara unas costumbres con otras para confirmar la conclusión a que había llegado
antes (Lecc. 5,4): los maniqueos son unos mentirosos, mientras que la verdad se
encuentra en la Iglesia católica.

En medio de todas estas ocupaciones literarias recibe de Milán I una noticia triste:
Verecundo, su amigo y bienhechor en Casiciaco, 1 acaba de morir, después de haber
recibido el bautismo: "Se hizo cristiano y fiel y salió de esta vida. Así te apiadaste no
sólo de él sino también de nosotros..."14.

6. De nuevo Tagaste.
Muerto Máximo, "Las circunstancias se hicieron más favorables y permitieron a
Agustín y a sus compañeros embarcarse para el África. Esta vez el adiós a Italia va a
ser definitivo. Agustín no regresará nunca ni a Roma, ni a Milán donde ha pasado unos
años tan fecundos y tan visiblemente bendecidos por la gracia divina. A pesar de la
fama que muy pronto ha de correr fuera de su propia diócesis y de los límites de
África, Agustín no saldrá ya más de su país natal. Tan sólo los viajes, a veces muy
frecuentes (ver Lecc. 10,4), por las principales capitales de África, sobre todo Cartago
que, con Hipona, será el centro de sus predicaciones"15.

En agosto o septiembre del 388 la comitiva llegó a Cartago. Allí ya no encontró el


crepitar de los amores impuros de otra época (Lecc. 3,4), ni tuvo que acudir a engaños
para escapar de la mirada de Mónica (Lecc, 5,6). Todos estos recuerdos, seguramente,
le vendrían a la memoria, pero no con el tormento del pecador sino con el
arrepentimiento del convertido.

Muy poco se detuvieron en Cartago, apenas unos días-, les interesaba llegar lo antes
posible a Tagaste, donde empezaría la obra que ha continuado hasta nuestros días: el
monacato.

NOTA: a partir de la muerte de Mónica y del regreso de Agüé a Tagaste, se cierra un


período de su vida y se inicia un camino nuevo. Si se quiere echar mano de fuentes
seguras hay que acudí a otros escritos del santo y, especialmente, a la Vida de San
Agustín, escrita por San Posidio, compañero del santo por cera de 40 años (ver Lecc.
2, nota preliminar). En otras palabras, San Posidio comienza donde Las Confesiones
terminan, lo cual quiere decir que el santo las conocía muy bien cuando escribió la
Vida Este es su testimonio:

No tocaré todas las cosas que el mismo beatísimo Agustín dejó escritas en sus
Confesiones acerca de su vida antes y después de recibir la gracia"16.
LECTURA

Santa Mónica, madre de Agustín

Nació en Tagaste (Argelia), en el 331 o 332, de una familia de buena posición social y
profundamente cristiana. Se desposó en plena juventud con Patricio, aún no cristiano,
modesto propietario de Tagaste y miembro del consejo municipal. Fuerte de ánimo,
ardiente en la fe, firme en la esperanza, de brillante inteligencia, sensibilísima a las
exigencias de la convivencia, asidua en la oración y en la meditación de la Sagrada
Escritura, encarna el modelo de la esposa ideal y de la madre cristiana. Gana para
Cristo a su esposo. Logra la conversión de San Agustín, "el hijo de tantas lágrimas".
Asiste a su bautismo con gozo exultante. Cuando con él y los suyos viaja de retorno a
África, muere en Ostia Tiberina (Roma) hacia el mes de octubre, ciertamente antes del
13 de noviembre, del año 387, a los 56 años de edad. Unos catorce días antes, madre e
hijo habían tenido el dulce éxtasis de Ostia. En él llegaron a tocar un poco en un
supremo vuelo del corazón la Sabiduría hacedora de todas las cosas, dejando
allí prendidas las primicias del espíritu. En el sigloXII se comenzó a celebrar su
memoria litúrgica el 4 de mayo. La Orden retiene esta fecha por razones pastorales. La
Iglesia universal la celebra el 27 de agosto. Sus reliquias se veneran en la iglesia de
San Agustín de Roma17.
1. Conf. IX,6,14
2. Agustín Trape, ob. cit. pp. 84-85
3. Agustín Trape, ob. cit. p. 86
4. Conf. IX,6,14
5. Agustín Trape, ob. cit. p. 87
6. Oroz Reta, ob. cit. p.95
7. Oroz Reta, ib. p. 96
8. Conf. IX,10,23-26
9. Conf. IX,11-12
10. Oroz Reta, ob. cit. pp. 101-102
11. Conf. IX, 13, 37
12. Agustín Trape, ob. cit. pp. 87-88
13. Costumbres de la Iglesia católica, 1,33, 70
14. Oroz Reta, ob. cit. p.104
15. Conf.lX,3,5
16. Posidio, Vida de san Agustín, Prólogo
17. Tomado de la LITURGIA AGUSTINIANA DE LAS HORAS
Cuestionario
1. En la historia agustiniana, ¿qué importancia crees que tiene la reunión de
amigos en Casiciaco?
2. ¿Quiénes eran los siguientes personajes? Escribe lo más sobresaliente de cada
uno de ellos:
a. Verecundo;
b. Alipio;
c. Adeodato.
3. Según las palabras de Agustín, ¿qué efecto produjo en él el bautismo?
4. ¿Qué obras escribió Agustín antes del bautismo?
5. Frente a cada uno de los siguientes lugares escribe lo más sobresaliente de la
vida de San Agustín:
a. Casiciaco;
b. Milán;
c. Ostia.
6. ¿Qué importancia tiene Santa Mónica en la primera comunidad de Casiciaco?
7. ¿Qué le sucedió a Santa Mónica después del éxtasis de Ostia?
8. ¿Qué pedía Mónica a sus hijos antes de morir?
9. ¿Qué opinas: ¿por qué a San Agustín le dolió tanto la muerte de su madre?
10. A pesar de su dolor y lágrimas, ¿consideró Agustín la muerte de su madre como
una tragedia? Da razones.
11. De acuerdo a la LECTURA, describe brevemente la personalidad de Santa
Mónica.
12. ¿Qué hizo Agustín en Roma, antes de viajar al África?

LECCIÓN 8
MONJE, SACERDOTE Y OBISPO
(Edad: 34... años)
1. El monasterio de Tagaste
"Después de recibir el bautismo juntamente con otros compañeros y amigos, que
también servían al Señor, plúgole volverse al África, a su propia casa y heredad; y una
vez establecido allí, casi por espacio de tres años, renunciando a sus bienes, en compa-
ñía de los que se le habían unido, vivía para Dios, con ayunos, oración y buenas obras,
meditando día y noche en la divina ley. Comunicaba a los demás lo que recibía del
cielo con su estudio y oración, enseñando a presentes y ausentes con su palabra y
escritos"1.

Así resume San Posidio la estadía de Agustín en Tagaste. Allí se sentía a sus anchas,
disfrutando de la naturaleza como le agradaba I a él y, sobre todo, de la paz y
tranquilidad que ya había empezado I a gustar en Casiciaco. Ni siquiera aceptó la
invitación que le hizo el amigo Nebridio de trasladarse a Cartago (ver Carta 5).

La disciplina de esta especie de primer monasterio no debía ser I muy rígida pues
apenas estaba empezando. De la anterior cita de Posidio se deducen las actividades de
Agustín, que podemos I resumir en los siguientes puntos o características:

a. Poco a poco fue renunciando a sus bienes para dárselos a los pobres de Tagaste.
Vemos aquí el comienzo de nuestro voto de pobreza, fundamento de la vida común
agustiniana.

b. La compañía de los que se le habían unido indica, pues, el grado de sociabilidad


y amistad a que había llegado y que será, junto con la renuncia a los bienes, la segunda
característica de nuestro modo de ser. Adeodato, Alipio, Evodio y otros conforman
esta pequeña comunidad que muy pronto, con la fama de Agustín, irá creciendo.

c. La dedicación a Dios por medio de las buenas obras, la oración, el ayuno y la


meditación conforman la tercera característica. Una comunidad agustiniana que no
ore, ni es comunidad ni es agustiniana.

d. El apostolado constituye la cuarta característica: enseñaba "a presentes y


ausentes con su palabra y escritos". Y, ¿qué enseñaba? Lo que recibía del cielo en la
oración. Estas dos últimas características son inseparables en una comunidad
agustiniana: en la oración se aprende a ser apóstol y el apostolado ilumina la oración.

Agustín será ante todo eso: un apóstol incansable (Lecc. 9). No pierde oportunidad de
ejercerlo: su viaje a Hipona (ver no.3) será precisamente en plan de apostolado
vocacional.

No olvida a los amigos ausentes y, como no les puede hablar de viva voz, ejerce con
ellos el apostolado epistolar: escribe cartas a Nebridio, Romaniano, Paulino de Nola.
Su correspondencia llega a otras regiones del norte de África, a Italia, España y
Palestina. Adquiere fama de excelente consejero y por eso no lo dejan descansar,
especialmente sus conciudadanos de Tagaste.

Pero ante todo se dedica al apostolado intelectual. Dialogando con su hijo Adeodato
compone la obra El Maestro. Continúa la lucha contra los maniqueos escribiendo El
Génesis contra los maniqueos; compone también la excelente obra sobre La ver-
dadera religión, que viene a ser como una introducción a la grandiosa obra La Ciudad
de Dios (Lecc. 11,4). Y mientras más escribía mayor fama iba ganando; le hacían
muchas preguntas de doctrina espiritual, de filosofía, de teología y de Sagrada
Escritura; fue reuniendo en pequeñas hojas de papiro todas las respuestas que, una
vez organizadas, se convirtieron en otra obra: Las 83 diversas cuestiones.
1. Muerte de Adeodato
Una pausa, por demás dolorosa, se interpuso en medio de toda esta actividad: la
muerte de su hijo. Como en el caso de su madre Agustín hace una descripción de él,
así:

"Juntábamos también con nosotros al joven Adeodato, el hijo de mi carne y de mi


pecado. Habías hecho de él un hermoso modelo. Era como de quince años y
sobrepasaba en inteligencia a muchos hombres graves e instruidos... Yo nada tenía en
aquel niño fuera del pecado. El que le criásemos nosotros en tu doctrina, tú, que no
otro, nos lo habías inspirado. Te confieso tus dones.

Hay un libro nuestro que lleva por titulo El Maestro. Es el propio Adeodato quien
dialoga allí conmigo. Tú sabes bien que son suyos todos los pensamientos que allí se
ponen en boca de mi interlocutor, cuando frisaba en los dieciséis años.

Conocí de él por experiencia muchas otras cosas bien dignas de admiración. Me


asustaba aquella inteligencia. Y ¿quién, fuera de ti, pudo ser el artífice de tales
maravillas? Te diste prisa en arrancar su vida de la tierra. Y ahora me acuerdo de él
con más seguridad, no temiendo nada por su infancia, nada por su adolescencia y
absolutamente nada por su vida de hombre"2.

La muerte acaeció tal vez al final de su estadía en Tagaste; y aunque ya había sufrido
otras cuatro muertes cercanas (Patricio, el amigo, Mónica, Verecundo), el dolor no
estuvo ausente; nadie se acostumbra a la muerte, máxime un hombre de sensibilidad
tan viva como Agustín.

3. Hipona.
Tal vez hoy nadie sabría mayor cosa de Hipona si no fuera por Agustín; él la
inmortalizó como tantos otros casos de la historia. Pensemos, por ejemplo, en
Francisco y Asís, Ignacio y Loyola. Teresa y Ávila... Basta decir El obispo de Hipona
para que cualquier persona de mediana cultura entienda que se refiere a San Agustín.

Había dos ciudades con el mismo nombre: Hipona Zarita proconsular e Hipona Regia,
la de San Agustín. Se trata de una antigua ciudad fenicia, colonizada por los romanos,
con unos 30.000 habitantes. Actualmente "A unos dos kilómetros al norte se halla
Bona, y sobre una colina cubierta de vegetación, y dominando las ruinas de la antigua
Hipona, se eleva la basílica de San Agustín, de estilo bizantino moro, construida según
los planos de Pougnet, arquitecto también de la catedral de Cartago"3.

Dos motivos influyeron en el viaje de Agustín a Hipona:


a. Los amigos de Tagaste lo asediaban demasiado; prácticamente no lo dejaban en
paz. Era, pues, necesario tener un refugio en otra parte donde no fuera tan conocido y
famoso. Nació entonces la idea de fundar un monasterio lejos de Tagaste, y la elección
cayó sobre Hipona.

b. Además la oportunidad no se podía haber presentado mejor: un empleado público,


negociante de Hipona, buen cristiano y temeroso de Dios, al oír hablar del estilo de
vida que estaba empezando Agustín, manifestó deseos de seguirlo; esto llegó a oídos
del santo, de inmediato se puso en comunicación con él y organizó viaje para ir a verlo
personalmente.
4. ¡Agustín presbítero!

Valerio, como se llamaba entonces el obispo de Hipona, era ya anciano y poco podía
hacer por su grey; además, como era de origen griego, no dominaba bien el latín,
menos el púnico. Tanto él como los fieles "Estaban convencidos de que era preciso
colocar al frente de la Iglesia de Hipona un hombre joven, activo, originario del lugar, y
sobre todo dotado de tales dotes de ingenio para ser capaz de oponerse a los herejes y
cismáticos que pululaban por doquier. Mientras Agustín se encontraba en Hipona,
cierto día que Valerio predicaba en la basílica se lamentaba de la falta de presbíteros
en la iglesia. Agustín estaba entre los oyentes. Fue reconocido y la multitud se
precipitó sobre él y lo condujo a los pies del anciano obispo gritando: 'Agustín,
presbítero; Agustín, presbítero'. Valerio, sin oponerse un momento a os deseos del
pueblo y alegrándose de que se le presentara tan buena ocasión, ordenó al solitario de
Tagaste y lo asoció como valioso colaborador"4.

Treinta y cinco años después, en el 425, el mismo Agustín predicando al pueblo el


sermón 355 recordaba este acontecimiento así:

"Yo, en quien por misericordia de Dios veis a vuestro obispo, i vine siendo joven a esta
ciudad. Muchos de vosotros lo sabéis. Buscaba dónde fundar un monasterio para vivir
con mis hermanos. Había abandonado toda esperanza mundana y no quise ser lo que
hubiera podido ser; tampoco, es cierto, busqué lo que soy... Hasta tal punto temía el
episcopado que, cuando comenzó a acrecentarse mi fama entre los siervos de Dios,
evitaba acercarme a lugares donde sabía que no tenían obispo. Me guardaba I bien de
ello y gemía cuanto podía para salvarme en un puesto I humilde antes que ponerme
en peligro en otro más elevado. Más, como dije, el siervo no debe contradecir a su
Señor. Vine a esta ciudad para ver a un amigo al que pensaba que podría ganar I para
Dios viviendo con nosotros en el monasterio. Vine tranquilo, porque la ciudad tenía
obispo, pero me apresaron, fui hecho un sacerdote, y así llegué al grado del
episcopado. Nada traje; vine a esta iglesia con la sola ropa que llevaba puesta"5. Este
acontecimiento tuvo lugar en el año 391.

Esta manera de elegir a un presbítero era común en la época; así fueron arrebatados
para el sacerdocio Paulino de Nola, Pauliniano, hermano de San Jerónimo, y un tal
Firmo a quien había convertido San Agustín.
No quería ser sacerdote por dos motivos: en primer lugar, consideraba el sacerdocio
demasiado elevado para él; un extraño sentimiento de inferioridad y de incapacidad
para ejercer el ministerio, especialmente el de la predicación, lo alejaban de toda aspi-
ración sacerdotal; quería ser solamente monje.
En segundo lugar, el contraste que veía entre el orden sagrado y el monacato. Le
parecía que aquél era un impedimento, incluso un estorbo para vivir éste.

"De esta dolorosa experiencia nació un cambio radical no sólo en la vida cotidiana de
Agustín, sino también -y esto es lo que más importa-, en su modo de concebir el
servicio de Dios. A la dimensión monástica se agregó la dimensión sacerdotal. En
Milán había descubierto la Iglesia como garante de las Escrituras, en Roma la
descubrió como madre de todos los cristianos, en Hipona la descubría como
necesitada de la ayuda de sus mismos hijos. Desde ese momento continuó, es cierto,
promoviendo la vida monástica, pero recomendó insistentemente a los monjes el
aceptar, cuando la Iglesia lo demandara, el sacerdocio"6.

La última parte de la cita anterior nos dice por qué aceptó el sacerdocio ahora y por
qué aceptará el episcopado después: por amor a la Iglesia.

Agustín lloró y sus lágrimas fueron muy mal interpretadas, pues más de uno pensó
que lo hacía porque no lo ordenaban obispo de una vez; en realidad "Gemía por los
muchos y graves peligros que veía cernerse sobre sí con el régimen y gobierno de la
Iglesia; y por eso lloraba"7.
5. El segundo monasterio (de laicos).

"Ordenado, pues, presbítero, luego fundó un monasterio junto a la iglesia, y comenzó a


vivir con los siervos de Dios según el modo y la regla establecida por los apóstoles.
Sobre todo miraba a que nadie en aquella comunidad poseyese bienes, que todo fuese
común y se distribuyese a cada cual según su menester, como lo había practicado él
primero, después de regresar de Italia a su patria"8.

El sermón antes citado, 355,2, continúa así: "Y como había proyectado vivir en un
monasterio con los hermanos, al conocer mí propósito y mi deseo, el anciano Valerio,
de feliz recuerdo, me dio el huerto donde se halla ahora el monasterio. Comencé a
reunir hermanos con el mismo buen propósito, pobres y sin nada como yo, que me
imitasen. Como yo había vendido mi escaso patrimonio y dado a los pobres su valor,
así debían hacerlo quienes quisiesen estar conmigo, viviendo todos de lo común. Dios
sería para nosotros nuestro grande, rico y común patrimonio",

Desde un principio Agustín insistió en la vida común, vida de fraternidad y de


amistad, como distintivo de su fundación; es lo que se llama carisma (ver Lecc. 18,2).
"La regla del convento no era demasiado austera, ni excesivamente blanda. Con su es-
píritu eminentemente práctico, Agustín había comprendido que la mejor regla de
conducta en la vida era saber conservar la justa medida entre los excesos opuestos.
Había hecho escribir en la pared del refectorio un dístico latino que, traducido, decía
así: 'El que gusta de calumniar de los ausentes, sepa que es indigno de sentarse a esta
mesa'. Un día, nos cuenta San Posidio,... que, como algunos de sus amigos y colegas en
el episcopado hubieran olvidado esta sentencia, los reprendió con severidad y dijo,
lleno de un caritativo rigor, que o habían de borrarse aquellos versos o él se retiraría
inmediatamente..."9.

Un aspirante a ser agustino recoleto debe ser sociable, amistoso, capaz de relacionarse
con los demás; desde la comunidad se ora, se es apóstol... se es todo.

La vocación de Agustín fue ser monje antes que presbítero. Cuando las circunstancias
cambiaron para él, al ser ordenado sacerdote, hizo lo posible por no renunciar ni a lo
uno ni a lo otro; nunca se preguntó si debía ser sólo monje o sólo sacerdote, como era
la costumbre; pensó en ser las dos cosas a la vez, y lo logró: monje porque esa era su
inclinación natural; sacerdote por obediencia a la Iglesia. Nace así un nuevo estilo de
vida, que no se conocía ni en oriente ni en occidente: el monje-presbíte-ro; monje
para enriquecer a la Iglesia y presbítero para sostener al monje.
"Agustín promovió la vida monástica, la defendió, la organizó con verdadera pasión;
sin hacer caso de la incomprensión por parte del clero, de la oposición por parte de los
donatistas, de las deficiencias por parte de los mismos religiosos. Veía en aquella
forma de vida no sólo un alto ideal evangélico que resumía y adaptaba, extendiéndola
a todas las condiciones sociales, el estilo sapiencial de los antiguos filósofos; sino
también un medio eficaz para resolver suerte de la Iglesia africana.

Mirando alrededor se percató de la triste situación en que esta se encontraba, el


paganismo todavía influyente la vida cristiana en muchos aspectos sin vigor, las
insidias del maniqueísmo, la lucha despiadada del donatismo, las infiltraciones del
arrianismo. Aguijoneado más que atemorizado por las dificultades de la empresa, se
propuso darle un rostro nuevo a aquella Iglesia de Cipriano, de Perpetua y de
Felicidad. Para este fin debía servirle el movimiento monástico con la fuerza del
ejemplo y la potencial reserva de los doctos y píos sacerdotes"10.
El Señor se comportó distintamente con tres hombres. A uno que se ofreció a seguirlo, lo
rechazó a otro que no se atrevía, lo animó a ello; por fin a un tercero que lo difería, lo
censuró S.A.: Sermón 100,1)

El monasterio de Agustín se convirtió en un semillero de vocaciones para la Iglesia


hasta tal punto que "Con grandes instancias comenzó -la Iglesia- primero a pedir y
recibir obispos y clérigos del monasterio que había comenzado a existir y florecía con
aquel insigne varón: y luego lo consiguió. Pues unos diez santos y venerables varones,
continentes y muy doctos, que yo mismo conocí, envió San Agustín a petición de varias
iglesias, algunas de categoría. Y ellos también, siguiendo el ideal de aquellos santos,
dilataron la Iglesia, y fundaron monasterios..."11.

6. Preparación espiritual e intelectual. La Biblia.


"Agustín ejercía en Hipona el cargo de presbítero, de superior del convento y de
apóstol. Atendía a la predicación y a la instrucción de los catecúmenos. Defendía a la
Iglesia contra los disidentes, Trataba a toda costa de eliminar los abusos introducidos
en la comunidad, a causa de la condescendiente debilidad del viejo obispo Valerio"12.

En cuanto al ministerio de la predicación, que será, junto con la lucha antiherética, el


distintivo del obispo de Hipona, San Posidio I dice que fue la primera vez en que un
presbítero recibía el encargo I de predicar en la iglesia, facultad reservada únicamente
al obispo. "Después, propagándose la fama de este hecho, como de un buen ejemplo
precursor, algunos presbíteros, facultados de sus obispos, comenzaron también a
predicar al pueblo delante de I sus pastores"13.
Con Agustín, pues, se van introduciendo cambios esenciales en la marcha de la Iglesia
de África; cada paso, cada cambio que da Agustín hacia adelante, contribuye a su
engrandecimiento y santidad.

El mayor anhelo de San Agustín fue siempre dedicarse a la investigación y al estudio


teológico, especialmente a raíz de la responsabilidad que se le vino encima como
sacerdote. Ya antes, en Tagaste, quería hacerlo pero no tenía tiempo; ahora en Hipona
tampoco lo tiene pero la urgencia lo obliga a emprender la tarea de autoformarse
teológicamente, empresa que duró hasta la muerte.

"Se entregó por eso con extraordinario empeño al estudio de la teología, que quería
decir, en concreto, estudio de la Escritura y de los autores eclesiásticos"14.

La Biblia será para él el texto casi único de estudio y meditación; llegará a recitar y a
citar de memoria innumerables textos a lo largo de todas sus obras. Peter Brown, en la
p. 42, de su obra citada (p. 47), afirma que San Agustín cita la Biblia 42.816 veces en
todas sus obras; pueden ser un poco menos o mucho más; lo que importa es darse
cuenta de que el teólogo auténtico es el que se hace Biblia en mano y, sobre todo, en
largos ratos de oración como nuestro santo que "Meditaba día y noche en la divina
ley"15.

Esta autoformación teológica comenzó a producir frutos, no sólo espirituales sino


también intelectuales. En efecto: contra el racionalismo maniqueo (Lecc. 4,4) escribió
una obra sobre La utilidad de creer; se refiere sobre todo a la credibilidad de la fe
católica.
En el año 393 sucedió otro caso curioso, que indica la confianza que tenían en el joven
presbítero Agustín y la nueva excepción que hicieron con él: todos los obispos
africanos se reunieron en un concilio plenario en Hipona; a él le encomendaron un
discurso que, recogido en un libro y publicado por voluntad de sus amigos se convirtió
en otra obra*. La fe y el símbolo. Se trata de una rápida síntesis de doctrina católica
según los artículos del credo, Es muy importante para darnos cuenta de los avances
del autor en materia teológica en ese momento.

Al mismo tiempo (no hay que olvidar que Agustín trabajaba en varias obras
simultáneamente) abordó otros tres temas: la explicación del Génesis, la doctrina de la
salvación según San Pablo y los preceptos morales del Evangelio. Nacieron entonces
las siguientes obras: Del Génesis a la letra, incompleto, Exposición de algunos
textos de la carta a los romanos, Exposición de la carta a los Gálatas, Exposición
incoada déla Carta a los Romanos, Sobre la doctrina cristiana (tres de los cuatro
libros que la componen) y Cuestiones de los Evangelios.

A medida que pasa el tiempo aumentan las necesidades y también las


responsabilidades, como se ve a continuación.

7. La carga del episcopado.

Agustín era un verdadero tesoro para la Iglesia africana, y especialmente para la de


Hipona. Su monasterio se convirtió muy I pronto en un semillero de vocaciones para
la Iglesia (ver. no. 5), entre ellos Alipio, que fue obispo de Tagaste, y el mismo Posidio,
después obispo de Calama.

Valerio tenía miedo de que se lo llevaran como obispo para alguna sede vacante; en
cierta ocasión cuando vinieron, como de costumbre, al monasterio a buscar obispo
para otra ciudad, Valerio lo escondió. Y como aumentaban los rumores de un posible
episcopado fuera de Hipona, el anciano obispo, después de consultar a la máxima
autoridad, Aurelio, obispo de Cartago y primado de África, se decidió a consagrarlo
obispo contra la legislación eclesiástica que prohibía elegir obispo antes de morir el
anterior, para que no hubiera dos en la misma sede. De nuevo se hacía una excepción
con Agustín.

No faltaron los contratiempos: el que debía consagrarlo era Megalio, obispo de Calama
y primado de Numidia, pero se negó al principio llevado por alguna falsa acusación de
los donatistas, a quienes Agustín ya empezaba a atacar. Lo acusaban, en efecto, de
haber participado en un maleficio (o brujería) amoroso contra una mujer, incluso con
la aprobación del marido de ésta (¡ridícula acusación!). Cuando Megalio se dio cuenta
de que todo era una calumnia, pidió perdón públicamente y accedió a consagrarlo.

"La consagración episcopal de Agustín no fue menos agitada que la ordenación


sacerdotal. También en este caso el obispo insistió, el candidato resistió, el pueblo
aclamó"16.

La aclamación del pueblo formaba parte del rito. No resisto a la tentación de citar la
carta 213,2, que habla del nombramiento de sucesor del mismo Agustín el 26 de
septiembre del año 426; Cuando Agustín dijo: "Quiero que mi sucesor sea el
presbítero Heraclio, el pueblo aclamó veintitrés veces: '¡Alabado sea Dios!, ¡Alabado
sea Cristo!, después por dieciséis veces: '¡Cristo, escúchanos! ¡Viva Agustín!; después
por ocho veces: '¡A ti padre, a ti obispo!'. Y poco después el pueblo gritó treinta y seis
veces: '¡Gracias a Dios!, ¡Alabado sea Cristo!'; por trece veces: '¡Cristo, escúchanos!
¡Viva Agustín!'; por ocho veces: '¡A ti padre, a ti obispo!'; por veinte veces: '¡Es digno y
justo!'...

Más o menos así debió ser la consagración de Agustín 31 años antes, hacia el 395, pues
no hay seguridad absoluta sobre la fecha de su consagración episcopal. La mayoría de
los estudiosos la colocan en este año.

El episcopado fue para él una carga pesada: nunca la amó como dignidad sino como
servicio a Dios a través de la Iglesia. El lema de estos 35 años de ministerio episcopal
será: Presidir es servir.
8. El tercer monasterio (de clérigos)
La principal razón que motivó la fundación de este tercer monasterio, ahora para
clérigos, la da el mismo Agustín:
"Llegué al episcopado, y vi la necesidad para el obispo de ofrecer hospitalidad a los
que sin cesar iban y venían, pues al no hacerlo se mostraría inhumano. Delegar esa
función al monasterio parecía inconveniente. Por esa razón quise tener en esta casa
episcopal el monasterio de clérigos. He aquí cómo vivimos. A ninguno le está
permitido en la comunidad el tener nada propio..."17.

Entre los que formaban este monasterio se cuenta el monje Jenaro, famoso porque San
Agustín lo declaró traidor cuando descubrió que tenía bienes a escondidas. Este
monasterio estaba formado por presbíteros, diáconos y subdiáconos. El mismo
Agustín tenía allí un sobrino llamado como su padre, Patricio; no dice qué orden
sagrada tenía. La vida que allí se llevaba era siempre de estilo comunitario
agustiniano, dejando, claro está, más cabida al apostolado clerical.
1. LECTURA

San Posidio, primer biógrafo de San Agustín

"Santo hermano y coepíscopo Posidio"18. Ese es San Posidio: un santo


hermano de San Agustín, ligado a él no sólo con el vínculo de la más antigua
biografía, sino también por una amistad ejemplar, sostenida a lo largo de
cuarenta años de comunicaciones, de luchas y victorias comunes...

No se conoce el origen de la amistad sellada entre ambos, pero fue uno de los
primeros religiosos que abrazaron la vida común en Hipona y el que nos
conservó los recuerdos y secretos de su gran amigo. Sin duda fue africano, y
probablemente de Calama o Guelma, cuya sede episcopal ocupó durante
muchos años. Con Alipio, Severo y Evodio perteneció al circulo más íntimo de
los atraídos por el prestigio y la fuerza de simpatía de San Agustín, y convivió
con él en el monasterio de Hipona, formándose en su escuela de santidad.
Aquel monasterio fue un plantel de obispos aguerridos, cuyo recuerdo perdura
en estas palabras del Santo: "Yo os confieso delante del Señor, que escruta el
fondo de mi alma y es testigo de lo que digo, que desde que me consagré a su
servicio, así como difícilmente he hallado hombres mejores que los formados
en los monasterios, tampoco he visto peores que los que cayeron allí. Y si nos
entristecen algunas escorias, también tenemos el consuelo de hallar muchas
piedras preciosas"...

Posidio fundó en Guelma un monasterio de religosos para vivir con ellos en


vida común, lo mismo que en Hipona y Tagaste19.

1. Posidio, Vida, cap. 3


2. Conf. IX,6,14
3. Vida de San Agustín, de Posidio, nota 6, Ed. BAC
4. Oroz Reta, ob. cit. p. 108
5. Sermón 355,2
6. Agustín Trape, ob. cit. p. 98. (Ver Carta 48,2).
7. Posidio, Vida, c. 4
8. Posidio, Vida, cap. 5
9. Oroz Reta, ob. cit. p. 108
10. Agustín Trape, ob. cit. p. 101
11. Posidio, Vida, cap. 11
12. Oroz Reta, ob. cit. p. 110
13. Vida, c. 5
14. Agustín Trape, ob. cit. p.104
15. Posido, Vida, c. 3
16. Agustín Trape, ob. cit. p. 10
17. Sermón 355,2
18. San Agustín, Carta 104,1
19. Tomado de la BAC, obras de San Agustín, Vol. I, Intr. a la Vida de San
Cuestionario
1. Un amigo te pregunta: ¿qué pasó con Adeodato? Respóndele.
2. En pocas palabras, describe la vida de Agustín en Tagaste.
3. ¿A qué fue Agustín a Hipona en el año 391?
4. ¿Qué le sucedió allí?
5. Según dice el mismo Agustín en el sermón 355,1-2, ¿deseaba ser
sacerdote y obispo?
6. Al ser ordenado sacerdote, ¿continuó Agustín la vida de comunidad con
sus amigos?
7. ¿Cómo colaboró el obispo Valerio para que San Agustín continuara su
vida de comunidad?
8. Hubo una mala interpretación en la ordenación sacerdotal de Agustín;
explícala.
9. También en la ordenación episcopal; explícala.

AGUSTINISMO EN 20 LECCIONES ...

LECCIÓN 9
EL PASTOR (Edad: 4l-76 años)

1. Razón de una carga.


"Agustín tenía razón de insistir sobre el peso del episcopado. En el siglo IV, en África,
En una ciudad como Hipona, a cuyo puerto se acercaban forasteros de todas partes, en
cuyas plazas se encontraban hombres de cultura y paisanos de tierra adentro, en
medio de un pueblo afectuoso, pero rudo y violento, religiosa y socialmente dividido,
la tarea de un obispo estaba lejos de ser fácil. Sobre todo cuando se trataba de un
hombre del temple y de la radicalidad de Agustín.

La predicación, la catequesis, los sacramentos, el cuidado de los pobres, la defensa de


los humildes y de los pequeños, la formación del clero, la visita a los enfermos, la
administración de los bienes eclesiásticos y, sobre todo, la administración de la
justicia eran tareas que reclamaban tiempo, empeño, energía. Sin decir nada de la
tarea más universal de defender la integridad de la fe contra las herejías, y la unidad
de la Iglesia contra el cisma.

Era particularmente pesado para Agustín -y podemos pensar que no lo fuese para él
sólo- la administración de la justicia. Sentarse por horas y horas en el tribunal,
escuchar, amonestar, decidir, era una tarea fatigosa y extenuante. Agustín se mantenía
ahí sin descanso, dedicándole gran parte de la jornada, a veces hasta la hora de la
meditación, o todo el día, en ayunas"1.

La extensa cita anterior nos dice cómo era la responsabilidad de un obispo en la época
de Agustín. Desde luego, no todos trabajaban con la misma intensidad; nuestro obispo
se impuso mucho más de lo que se le exigía, por ejemplo en el campo de la apologética
o defensa de la Iglesia y de la fe. Nadie antes que él había tomado tan a pecho la lucha
contra las herejías, lucha que le valió el título de martillo de los herejes (Ver no. 4).

2. El juez.
¿Qué clase de justicia administraba San Agustín? Muy distinta a la de hoy, aunque no
menos pesada y comprometedora. Hoy el juez escucha a los reos, examina sus causas,
dicta sentencia sin importarle el estado del alma de los contendientes.

Para un obispo como Agustín lo más importante no era el veredicto condenatorio o


absolutorio en sí, sino la salvación del alma, que se adquiere con el cumplimiento de
ambas leyes: la humana y la divina; a un juez hoy no le interesa sino la primera; a San
Agustín le interesaban las dos y, sobre todo, la segunda; así nos ¡ lo hace saber San
Posidio:

"Y siempre miraba en todo el estado espiritual de los cristianos, interesándose de su


aprovechamiento o defección de la fe y buenas costumbres; y según la oportunidad,
instruía a los contendientes en la ley de Dios, inculcando su cumplimiento y dándoles
consejos de la vida eterna, sin buscar en los favorecidos más que la devoción y la
obediencia cristiana, debidas a Dios y a los hombres"2.

No sólo administraba justicia directamente sino también, podemos decir,


indirectamente, o sea, intercediendo por los reos ante otros jueces, pero de tal manera
que no incomodara. "Cuando él se veía en la necesidad de interceder por alguien, lo
hacía con tanta modestia y recato que no causaba ninguna molestia y pesar, sino
admiración"3. Y esta delicadeza que usaba en sus peticiones traía buenos resultados,
como el caso en que tuvo que interceder por un reo ante un vicario de África, llamado
Macedonio; cuando éste recibió la carta de Agustín quedó admirado de su sabiduría y
humanismo y le respondió: "Por eso inmediatamente he procurado complacer tu
deseo en favor de los recomendados, pues ya tenía abierto el camino de la
esperanza"4.
3. El predicador.
San Posidio resume así casi cuarenta años de ministerio de la palabra:
"Hasta su postrera enfermedad predicó ininterrumpidamente la palabra de Dios en la
iglesia con alegría y fortaleza, con mente lúcida y sano consejo"5.

Y Agustín Trape en su obra citada completa esta actividad así: "Aunque frágil de salud,
débil de voz, buscador insaciable de quietud para el estudio y la meditación, Agustín
predicó mucho. No sólo en su Hipona, sino en todas las iglesias del África a donde fue
invitado o llegó de paso, especialmente en Cartago"6.

Predicaba de ordinario dos veces por semana, sábados y domingos; con frecuencia
todos los días y, en ocasiones, dos veces por día. Si consideramos que predicó durante
casi cuarenta años podemos deducir la cantidad de sermones que pronunció; de éstos
hoy conservamos apenas una mínima parte: 695, sin contar 28 descubiertos en 1993
en Alemania.

La predicación constituía para él una gran fatiga y un tormento: fatiga por el esfuerzo
físico, pues como se dijo antes, su voz era débil (ver Lecc. 10,5); y tormento porque no
veía proporción entre su preparación y la grandeza de la Palabra de Dios.

Su principal fuente de inspiración era la Sagrada Escritura y la vida real: la creación,


los acontecimientos humanos, las celebraciones especialmente litúrgicas etc.

Se preocupaba mucho porque el pueblo le entendiera; sin descuidar la elegancia y los


recursos literarios, prefería a veces usar términos populares con tal que el pueblo le
entendiera.

No tenía acepción de personas en el sentido de predicar unos temas a los cultos y


otros a los ignorantes, sino que todos los temas eran para todos pero acomodándose a
cada estrato social; tomemos, por ejemplo, un tema tan difícil y profundo como el de la
Santísima Trinidad: a todos se lo predicaba por igual, pero a unos de una manera y a
otros de otra. ¿Cómo hacía, por ejemplo, para explicar que "El Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros" sin dejar de ser Dios? Con una comparación (recurso muy fre-
cuente en él): Yo les estoy hablando -les dice-: mi voz llega a ustedes, a cada uno en
particular, con el mensaje que les quiero transmitir, el cual no se aparta de mí y sin
embargo sale de mí para llegar a todos ustedes.

Era un verdadero psicólogo de las multitudes: captaba fácilmente en qué grado de


atención y disponibilidad estaban los fieles, y no dudaba en decirles esto o algo
parecido: "Veo que están cansados; les pido un poco de paciencia para terminar el
tema"; o "como los veo tan atentos, me voy a extender un poco más"; incluso uno
puede adivinar hoy hasta la temperatura de la iglesia: "Los veo inquietos; esto se debe
al calor que está haciendo".

No recitaba de memoria sino que llevaba esquemas, muy bien preparados, sobre el
tema y las lecturas del día, y los iba desarrollando a medida que las circunstancias se
lo permitían; mientras tanto, amanuenses o taquígrafos iban tomando apuntes (a ellos
debemos la conservación de los sermones que tenemos). Pero no le costaba
improvisar como un día, cuando el lector se equivocó y leyó el texto que no era (ver
Serm. 352,1), o en el caso de la conversión de un tal Firmo, presente en la iglesia, para
hacer cambiar al cual Agustín varió completamente el tema, como nos dice San
Posidio7.

Teniendo presente que en ese tiempo el obispo predicaba sentado y los fieles
escuchaban de pies, es de admirar el hecho de que "El pueblo lo seguía con atención,
con avidez, con inteligencia: reaccionaba, interrumpía, aplaudía. El orador por su
cuenta aprovechaba tales reacciones para una útil digresión, pero no se apartaba de la
idea principal. Ni se turbaba por los aplausos, aun cuando eran frecuentes y
prolongados"8.

¿A caso nos eligió el Señor porque éramos buenos? No eligió a quienes eran buenos, sino
a quienes quiso hacer buenos (S.A.: Sermón 229F,2)
La predicación de Agustín se divide en tres categorías: comentarios al Evangelio y a la
primera Carta de San Juan (3 volúmenes); comentarios a los salmos (4 vol.) y
sermones varios (6 vol.)

“Hoy mismo, al leer sobre el papel los discursos de Agustín, sentimos que nos
transmiten algo de la grandeza de su alma; pero para sentir toda su fascinación habría
que escucharlo, tenerlo cerca, convivir con él. Nos lo asegura Posidio, el primer
biógrafo, que convivió con él por casi cuarenta años. Se lo podemos creer"9.

4. El polemista. Martillo de los herejes.


Como el carpintero golpea y golpea el clavo con el martillo hasta hundirlo
completamente en la madera, así Agustín martillaba y martillaba con su palabra y sus
escritos hasta convencer a los herejes del error en que estaban, o al menos lograr
callarlos.

De la misma manera que el Agustín-juez y el Agustín-predicador tienen sus


características, así también tiene las propias el Agustín-polemista.

"El obispo de Hipona es sin duda un polemista formidable. Madura en el estudio sus
ideas y las defiende con fuerza, con claridad, con habilidad. No se pierde en los
detalles, sino que va derecho a lo esencial. Con segura intuición ve las consecuencias
de un principio errado y las saca con lógica inexorable. Dialéctico consumado,
descubre las cavilaciones del adversario y lo pone en condiciones de tener que
defenderse, obligándolo con el arma inexorable del dilema. Para él hay un solo modo
de ser coherentes: ceder a la verdad; cuya victoria no humilla, sino que eleva. El está
cierto de su fe, y sabe poner en el terreno todos los argumentos para defenderla. A
quien, a falta de argumentos, contesta en vano, recuerda, no sin apenada ironía, que
no hay peor condición que la de quien no sabe ni hablar ni callar.

Pero la polémica agustiniana nace del amor y es alimentada por el amor; un amor
tierno y conmovido por la verdad, en cuya fuerza de atracción siempre confía, y por
los errantes. Es una polémica constringente; pero además humilde, generosa, honesta,
constructiva.

“El obispo de Hipona nunca olvidará su pasada experiencia del error. Este recuerdo lo
hace modesto y longánime..."10.

Podemos resumir, con otras palabras, las características del polemista en los
siguientes puntos:
a. Confianza absoluta en la fuerza de la verdad. Enamorado toda la vida de esta
virtud, la buscó a toda costa y fue su principal táctica en su lucha antiherética. A este
deseo de andar siempre en la verdad se debe su honestidad científica, consistente en
enterarse cuidadosamente por sí mismo de los hechos y de los escritos de los herejes
para refutarlos; nada de "me contaron", "me parece que oí decir", "eso es lo que se oye
por ahí"... Su criterio en las reuniones y discusiones públicas con los herejes era
siempre el mismo: que los taquígrafos tomaran nota de todo para que después "no
dijeran que dije lo que no dije, o dejé de decir lo que sí dije" (son sus propias
palabras). En una ocasión en que estaba a punto de empezar una controversia pública
con un hereje, lanzó la mirada a todas partes y, al no ver a los taquígrafos preparados,
mandó postergar el comienzo hasta que éstos llegaran.
b. Pero sobre todo era la fuerza del amor lo que más le movía a polemizar: amor a la
Iglesia y amor a los enemigos, que eran sobre todo los herejes. Todo lo que se saliera
del amor y de la verdad no entraba en sus esquemas mentales. De ahí su famoso lema:
hay que amar a los hombres y no a los vicios de los hombres.
c. Del amor nacía el respeto hacia la persona de los adversarios "Quieran o no, son
nuestros hermanos. No serán más nuestros hermanos solamente cuando ya no digan
más 'Padre nuestro"11. Si algo les dolía a los donatistas era eso: que Agustín los
llamara "hermanos". Este movimiento de su corazón no podía nacer sino del amor.
d. Y con el respeto, la generosidad, llevada hasta el extremo de hacer firmar a los
obispos católicos un compromiso: si eran vencidos por los donatistas, dejarían sus
episcopados en favor de ellos; pero si salían derrotados los herejes, no se les obligaba
a hacer lo mismo.

A veces la polémica se volvía fuerte y vivaz hasta el punto de cruzarse los adversarios
algún insulto, como en el caso de Juliano, un violento e impulsivo hereje pelagiano,
que trató a Agustín de "Patrono de los asnos", recibiendo de éste exactamente el
mismo trato: "¿Qué es lo que dices, Oh calumniador de los católicos} colaborador de
los maniqueos? ¿Qué cosa dices? Te deberías avergonzar de tanta estupidez aunque
tuvieras cabeza de asno, ¿Por qué no entiendes, asno, que... los hombres no pueden
nacer sin pecado y sí pueden nacer los asnos?... Reconoce, pues, la concupiscencia y la
naturaleza de las bestias y la pena del hombre, si no tienes un alma de asno"12.

La lucha antiherética duró toda la vida. Para tratar de llevar algún orden, diremos que
empezó atacando a los maniqueos en Roma, después de la muerte de Mónica; no había
terminado con ellos cuando empezó contra los donatistas, casi hasta el final de su
vida. Y cuando estaba en plena controversia con ellos, aparecieron los pelagianos; la
muerte lo sorprendió luchando especialmente contra estos. También fueron objeto de
sus ataques los arríanos y otros herejes menores.

LECTURA
Los oyentes de San Agustín
Dentro de la variedad de gentes que acuden a la escucha del sermón de Agustín,
podemos concluir de la lectura de sus sermones cómo se dan cita las más variadas
personalidades y ambientes, según las circunstancias y los tiempos. Personas del
pueblo rústico y de la clase más elevada, personas de mínima formación y personas
que todavía necesitan una catequesis continuada y elemental. Tiene ante él un público
de lo más heterogéneo, tanto a nivel ideológico como social, y a éste trata de
responder en sus discusiones y disquisiciones en torno al Evangelio. Se siente
frecuentemente preocupado por los más necesitados, sobre todo desde el punto de
vista cultural, y trata de responder a sus exigencias colocándose a su nivel. Otras veces
nos encontramos con alusiones de asistencia entre el público de personas
consagradas13.
1. Agustín Trape, ob. cit. p. 112
2. Vida, c. 19
3. Ib. c. 20
4. Ib.
5. Vida, c. 31
6. p. 114
7. Vida, c. 15
8. Agustín Trape, ob. cit. p. 118
9. Agustín Trape, ob. cit. p. 119
10. Agustín Trape, ob. cit. p. 164
11. Comentario al Salmo 32,29
12. Contra Juliano, obra incompleta, 4,56
13. BAC, Vol. Vil, Introducción general a los sermones, p. 16
Cuestionario
o Enumera algunos de los oficios que tenía un obispo en tiempos de San
Agustín.
o Resume, en una sola palabra, todo el ministerio pastoral de San Agustín:
o Hablando de la predicación, ¿qué diferencia ves entre la actitud de los
fieles en tiempos de San Agustín y la que toman los cristianos de
nuestros tiempos?
o ¿Quién era mayor en dignidad: Aurelio, obispo de Cartago, o Agustín,
obispo de Hipona?
o Cuando alguna iglesia necesitaba obispo, iban a buscarlo a Hipona; ¿por
qué?
o ¿Cómo era la justicia que administraba Agustín?
o ¿Cómo se prueba que Agustín era psicólogo de las multitudes?
o Enumera algunas características del Agustín polemista.
LECCIÓN 10
LECTOR, ESCRITOR Y SANTO
1. Lector.
Se habla mucho del Agustín-escritor y poco del Agustín-lector Es de suponer que el
escritor debe ser un gran lector para poder escribir. Agustín, es cierto, tenía una
inteligencia súper dotada pero esto no le era suficiente para dejarnos la producción
literaria que tenemos de él.
El mismo dice, refiriéndose a Varrón, uno de sus autores preferidos: "Leyó tantas
obras que nos maravilla tuviera tiempo para escribir algo; y escribió tantas cuantas
apenas podemos creer capaz a alguien de leer"1. Esta frase se la podemos aplicar a él
mismo; En las lecciones 2,6 y 5,2 se hizo alusión a la capacidad de la limitación que
tenemos todos: olvidar pronto lo que se ha leído y tener que repetirlo: UA mí mismo
me ha sucedido -dice-que al terminar de leer una página tengo que volver a leerla
porque no me acuerdo de su contenido".

Exceptuada esta limitación, hay que afirmar que Agustín era un lector ágil y rápido,
dato más de admirar cuanto que no contaba con los métodos de lectura y
comprensión rápidas de que disponemos hoy.

¿Qué leía San Agustín? Todo lo que le servía según las circunstancias y épocas de su
vida. De estudiante leyó, como se dijo antes, a Varrón, Cicerón, Porfirio, Plotino... y, en
general, todos los temas relacionados con la literatura griega y romana. Cuando se
hizo maniqueo se adentró de tal manera en los escritos de esta secta que después le
sirvieron para atacarla de modo contundente.

Dominaba los temas relacionados con la astronomía y la astrología, sobre todo lo que
hoy correspondería a los horóscopos, muy aceptados por él en un principio y
rechazados después en la época de la conversión. Pero sobre todo dominó el tema de
la mitología griega, que le será de gran utilidad en la composición de la monumental
obra La ciudad de Dios; lo mismo que la historia, ciencia de la cual se vale para
responder a las acusaciones de los paganos contra los cristianos: los hechos históricos
-les dice-prueban que al Imperio romano no le llegaron los males cuando llegó el
cristianismo sino que mucho antes del nacimiento de Cristo ya los estaba sufriendo. Y
para probarlo enumera una serie de hechos (guerras, pestes, fenómenos naturales,
degradaciones, inmoralidades...), que necesariamente aprendió del estudio aplicado
de la historia.

Pero especialmente llegó a dominar, a través de una continua y cuidadosa lectura, la


Biblia. Una vez convertido se dio cuenta de que tenía que profundizar en la fe y de que
el único medio eran las Sagradas Escrituras, de las cuales adquirió tal dominio que las
I citaba espontáneamente (Lecc. 8,6), no como acostumbramos hoy para acuñar o dar
fuerza a nuestras ideas, sino como son en realidad: fuente de vida y crecimiento
espiritual. Gran parte del éxito en su polémica contra los herejes se debe a que los
atacaba Biblia en mano. La fuente de sus argumentos contundentes e irrebatibles era
doble: la razón, formada y educada en las leyes de los silogismos filosóficos, y las
Sagradas Escrituras, cuyas verdades no se discuten.

Leía también cuidadosamente todos los escritos de los herejes hasta tal punto que
muchas de las obras, totales o parciales que se conservan de ellos, se deben a Agustín,
que las copiaba al pie déla letra para irlas refutando párrafo por párrafo A esto se e
llama honestidad científica (Lecc. 9,4). Su capacidad y espíritu de lectura se ven
reflejados en el difícil trabajo que emprendió al final de su vida: leer todas sus obras
para revisarlas y corregirlas ( lecc.,7).

No sobra decir que era también un lector de la creación, donde el alma del místico
encuentra a veces mucho más que en los libros (Ver no. 3)

2. Escritor.

Escribir era su fuerte: "Fue tanto lo que dictó y escribió, lo que disertó en la iglesia, lo
que extractó y enmendó, ya en publicaciones lanzadas contra los diversos herejes, ya
en escritos ordenados para la declaración de las Escrituras canónicas y edificación de
los fieles, que apenas un hombre estudioso bastará para leerlos y conocerlos"2.

Si atendemos a los títulos, son 123 las obras entre grandes y pequeñas que nos
quedan del santo-, actualmente están publicadas en 41 volúmenes en español y latín,
por la Editorial BAC de España.

Agustín fue un trabajador incansable, que no sabía lo que era perder el tiempo, a lo
cual hay que agregar el método de estudio, muy práctico y eficaz: tomaba apuntes
mientras leía y meditaba, pues no se confiaba de la memoria. "Medito en la ley del
Señor, si no en el día y en la noche, al menos en los ratos que puedo y confío a la
escritura mis meditaciones, a fin de que no me traicione la memoria"3.

Algunas veces hacía anotaciones marginales directamente sobre el texto bíblico, las
cuales, reunidas después por sus discípulos, a veces sin saberlo él mismo, terminaban
por formar un libro; ese es, por ejemplo, el origen de la obra

Anotaciones al Libro de Job.


El método que seguía era muy didáctico y disciplinado: concebía, la obra en la mente,
leía fuentes (=bibliografía), tomaba apuntes y poco a poco iba componiendo la obra,
no una después de otra sino varias simultáneamente. Muchos de los apuntes se
quedaron solamente en eso: apuntes, como los que empezó con la intención de
componer la gran enciclopedia sobre Las disciplinas, que se han perdido (Lecc. 7,2).
Otras veces se publicaron antes de tiempo, sin permiso del autor, y tomaron el
nombre de una obra completa; así nació, por ejemplo, La inmortalidad del alma.

"Sobre todo hay que recordar un hecho: cuando Agustín hablaba en la iglesia -en
Hipona, en Cartago y dondequiera que se encontraba- los notarios apuntaban sus
palabras con sorprendente habilidad. El orador, entonces, revisaba el discurso y
permitía su difusión. Hablando, pues, no pensaba sólo en los oyentes, sino también en
los lectores..."4.

Otros dos hechos hay que anotar en relación con Agustín escritor: primero, su
preparación retórica, que le era de gran ayuda en la redacción y dictado de sus obras;
segundo, la ayuda de los religiosos o monjes, que debió ser invaluable para ordenar
los volúmenes en la biblioteca, consultar o confrontar los textos etc.

Agustín fue escritor toda la vida. 'Nunca se le oyó decir: "ya no más, estoy viejo". Todo
lo contrario, mientras más se acercaba el final de su vida más trabajaba con la pluma;
incluso redujo notablemente el ritmo del trabajo pastoral a fin de dedicarse con más
intensidad a leer, meditar y escribir. He aquí su testimonio:
"Ahora, con ayuda de la misericordia de Cristo, voy a hacer lo que hasta ahora no he
hecho. Bien sabéis lo que hace algunos años quise hacer y no me dejasteis. En atención
al estudio de las Escrituras, que los colegas en el episcopado, padres y hermanos míos,
se dignaron imponerme en los dos concilios de Numidia y Cartago, convinimos
vosotros y yo en que nadie me molestase durante cinco días de la semana. Se levantó
acta y vosotros lo aclamasteis. Hago que se lea vuestro asentimiento y vuestras
aclamaciones. Por muy poco tiempo se cumplió por lo que a mí respecta, pues en
seguida volvisteis a irrumpir con violencia y no se me permite dedicarme a lo que
quiero"5.

El momento en que habla a los fieles es el segundo intento que hace de dedicar cinco
días a la semana al estudio y redacción de obras; en esta ocasión tiene mejor suerte.
Fruto de esta especie de retiro es la terminación de varias obras, especialmente contra
los herejes, y el comienzo de otras tres que quedarán inconclusas en el momento de
morir:

Las herejías, Las revisiones y Contra Juliano, obra incompleta.


3. El místico y santo.
Hasta ahora no se ha encontrado una razón que explique cabalmente el origen de
tanta actividad. Es cierto que Agustín tenía una inteligencia asombrosa, un gran amor
a la Iglesia y una disciplina y método de trabajo poco usuales. Pero esto no es
suficiente para explicar cuanto se ha dicho en los dos números anteriores. La
explicación hay que buscarla más arriba; es de carácter sobrenatural. Agustín era ante
todo un santo, un místico.

San Posidio resume así toda una vida de santidad: "Vivía para Dios con ayunos,
oración y buenas obras, meditando día y noche en la divina ley"6.

El verdadero santo es al mismo tiempo verdadero apóstol (Lecc. 8,1): "Tal era su
ocupación, trabajando de día y meditando por la noche. Era como aquella gloriosísima
María, tipo de la Iglesia celestial, de la que está escrito que, sentada a los pies del
Salvador, escuchaba atenta su palabra"7.

El apostolado de San Agustín era, pues, fruto de su santidad, una especie de desahogo
espiritual, que lo llevaba a hacer partícipes a los demás de las delicias que encontraba
en la oración.

Era también un amante de la belleza, un místico. Su primera obra, recordemos,


llevaba por título Lo bello y lo conveniente, en "dos o tres libros", dice él mismo, y
que seguramente manifestaban los sentimientos del joven Agustín, amante siempre de
lo bello y armónico; es una lástima que no tengamos esta su primera obra, que se le
perdió a él mismo: "Lo tengo ya olvidado y no los conservo por habérseme extraviado
no sé cómo"8.

El amor de Dios era su norte; "Ama y haz lo que quieras", su consigna. ¿Qué o quién es
Dios para él? Es difícil responder y él mismo prefería decir qué no era Dios para tratar
de aproximarse a lo que realmente era. Tal es el tema del hermoso capítulo 6 del Libro
X de Las Confesiones.

"No me cabe duda alguna, antes estoy plenamente seguro en mi conciencia, Señor, de
que te amo. Golpeaste mi corazón con tu palabra y te amé. Además, el cielo y la tierra y
todo lo que hay en ellos, me están diciendo por dondequiera que te ame y no cesan de
decírselo a todos los hombres, para que no tengan excusa...

Más, ¿qué es lo que amo cuando te amo? No es la belleza de un cuerpo, ni el encanto de


un tiempo, ni el esplendor de la luz, amable a mis ojos de aquí abajo, ni las dulces
melodías de cualquier suerte de cantilenas, ni el suave olor de las flores, de los
perfumes, de los aromas, ni el maná, ni la miel, ni los miembros acogedores a los
abrazos de la carne. No es eso lo que amo, cuando a mi Dios amo.

Y, no obstante, amo una luz y una voz y un olor y un alimento y un abrazo, cuando a mi
Dios amo: luz, voz, olor, alimento, abrazo del hombre interior que está en mí, donde
brilla para mi alma lo que no cabe en lugar, y donde resuena lo que no arrebata el
tiempo, y donde se exhala una fragancia que el viento no dispersa, y donde se saborea
lo que la voracidad no disminuye, y donde se anuda un abrazo que la saciedad no
afloja. Esto es lo que amo cuando a mi Dios amo.
¿qué es esto? Pregunté a la tierra y contestó: 'No soy yo'. Y todo lo que hay en ella hizo
la misma confesión...Y dije a todos los seres que rodean las puertas de mi carne:
'Decidme de mi Dios, ya que no lo sois vosotros, decidme algo de él'. Y exclamaron con
una voz potente: 'El nos ha hecho'. Mi pregunta era mi contemplación y su respuesta,
su hermosura".

La anterior cita es apenas una muestra del grado de santidad y misticismo a que había
llegado San Agustín. Este misticismo natural puede ser una de las razones que
explican el hecho de sentirse tan gran pecador al recordar las faltas de la vida pasada
frente a la infinita misericordia que Dios tuvo con él.

4. Viajero contra su voluntad.


El hecho de que Agustín no hubiera vuelto al extranjero no quiere decir que no hiciera
muchos viajes dentro de su propia patria. Es muy común imaginarnos a un Agustín
sedentario, moviéndose únicamente entre la oficina y la iglesia; y en verdad que ese
era su natural y así hubiera vivido si los compromisos pastorales no lo hicieran salir
frecuentemente de su querida Hipona. La solicitud del pastor no era solamente por
ésta su sede, sino también por el resto de las iglesias de África.

"La participación en los concilios (que estaban en programa cada año, aunque no
siempre se tuvieron), y la invitación de los colegas. Estos deberes lo forzaban a viajar
seguido: viajes por tierra, como se ha dicho, pero largos y azarosos, que le ocupaban
mucho tiempo. Fue muchas veces, unas veinte, a Cartago, recorriendo una u otra de las
tres vías que conducían desde Hipona, distante entre 280 y 340 kilómetros, según la
vía que se escogía: la del litoral, que era la más corta, o aquella que pasaba por Tagaste
y descendía hacia Sica Venérea, que era la más larga. El viaje podía durar, sin contar
las desviaciones suplementarias, de ocho a diez días"9.

Viajó mucho dentro de Numidia visitando Cirta, Calama, Milevi, Thiave, Tagaste etc.

Un día, a la edad de 64 años, fue, como de costumbre, a Cartago-, el papa Zósimo le


pidió no regresar todavía a Hipona sino que se dirigiera en misión pastoral a Cesárea
de Mauritania, al occidente. Esta vez recorrió alrededor de 2.000 km., así; Hipona-
Cartago, 300; Cartago-Cesarea de Mauritania, 1.000; Cesárea de Mauritania-Hipona,
700.
A la edad de 70 años emprendió otro viaje en compañía de su amigo Alipio, obispo de
Tagaste, a la Fortaleza romana de Tubune, situada en los límites del Sahara; allí se
encontraba su gran amigo, el conde Bonifacio, encargado de velar por la paz romana
en aquella región; Agustín quería visitarlo y compartir un rato con él. No se sabe qué
ruta siguió, pero de todas maneras el recorrido fue entre 800 y 1.000 Km.

Sin temor a exagerar se puede afirmar que solamente durante su episcopado pudo
haber recorrido alrededor de 20.000 Km., que equivalen a un viaje de ida y regreso
Bogotá-España-Bogotá. El dato no significaría mayor cosa si lo comparamos con los
tiempos modernos; pero en la época de Agustín se viajaba a pie o a caballo, y es
entonces cuando uno se queda pensando...
5. Salud física.
Frente a tanta actividad, y considerando su existencia relativamente larga (76 años),
nos preguntamos cómo era su salud física y, tal vez antes de tener la respuesta de su
propia pluma, estemos tentados a pensar que era una salud excelente, una especie de
super-man, que no sentía el peso del tiempo, ni la fatiga del trabajo, ni los agobios de
la vejez. Todo lo contrario: su salud era frágil, aunque resistente; sana pero sujeta a
continuas enfermedades.

La primera enfermedad de que se tiene noticia la padeció siendo todavía muy niño:
"Tu viste, Señor, como cierto día, siendo aún niño, fui presa repentinamente de un
dolor de estómago que me abrasaba y puso en trance de muerte"10.

Recién llegado a Roma, después de escapar de Cartago, otra enfermedad no precisada


lo puso al borde de la muerte: "Aquí fui yo recibido con el azote de una enfermedad
corporal, que estuvo a punto de mandarme al sepulcro"11.
En Milán, por los efectos del clima y el excesivo trabajo como profesor de retórica, se
sintió tan afectado del pulmón que llegó casi a perder la voz. Acababa de pasar la
escena del jardín o conversión: "Así que cuando en este mismo verano, debido al
excesivo trabajo literario, había empezado a resentirse mi pulmón y a respirar con
dificultad, sintiendo los dolores de mi pecho herido, no podía emitir una voz clara y
prolongada"12.

Tampoco estuvo exento del dolor de muelas, como le sucedió en el retiro de Casiciaco:
"¿Cuándo podré recordar todo lo de aquellos días de vacaciones? Pero lo que no he
podido olvidar ni voy a callar es la aspereza de tu azote y la admirable rapidez de tu
misericordia.

Me atormentabas en aquellos días con un dolor de muelas. Y llegando a agravarse


hasta el extremo de que no podía hablar, surgió en mi espíritu la idea de recomendar a
todos los míos que allí se encontraban que te rogasen por mí, Oh Dios de toda salud.

Lo escribí en una tablilla y lo di para que lo leyesen. Apenas doblamos las rodillas en
un sentimiento de súplica desapareció el dolor aquel. Pero ¡qué dolor! Y ¡qué manera
de desaparecer! Quedé espantado, lo confieso, Señor mío,.."13.

Recién llegado a Tagaste, a su regreso de Italia, escribió a su amigo Nebridio, que se


encontraba en Cartago, diciéndole que la debilidad corporal le impedía hacer todo lo
que quería. ¡Y eso que todavía no empezaba su actividad de pastor!. "Añádase a esto la
debilidad corporal, por la que, como sabes, tampoco yo puedo lo que quiero y tengo
que renunciar en absoluto a querer más de lo que puedo"14.

En el año 397, desde Hipona, le escribía así a Profuturo, su colega en el episcopado:


"Estoy bien por lo que toca al espíritu,... pero en cuanto al cuerpo, estoy en cama. Ni
puedo caminar, ni mantenerme en pie, ni sentarme, por la hinchazón y dolor de las
hemorroides"15.

Hacia el año 410, a los 56 años de edad, tuvo que salir de Hipona a convalecerse de
una enfermedad, que le repitió unos días después; así se lo hace saber a un tal
Dióscoro, a quien le escribe la Carta 118: "De todos modos, yo no hubiese osado
tratarlos (problemas de Dióscoro) si no me hubiese sacado de Hipona una
convalecencia... Algunos días después se me han presentado de nuevo la fiebre y los
achaques"16.
En el mismo año 410 presentaba excusas a un colega en el episcopado y a todos los
fieles por no poder viajar cuanto hubiera querido a causa de sus achaques: "No ha sido
la falta de voluntad, sino la deficiente salud corporal, la que me ha excusado siempre
de esas otras fatigas"17.

Agustín tenía tres amigos especiales: Albino, Piniano y Melania, nobles romanos que
más tarde se decidieron a vivir la vida común agustiniana en sus respectivas casas
(Ver Lecc. 13,2). A ellos les dice lo siguiente a comienzos del 411: "No puedo tolerar el
frío, o por mi estado de salud o por mi complexión. Pero nunca padecí mayores
ardores que en este cruel invierno, al no poder correr ni volar a veros, ahora que
estáis tan cerca"18.

El 18 de diciembre del año 425 predicó en la iglesia un largo sermón que terminaba
así: "Mucho he hablado; disculpad a esta vejez locuaz, pero tímida y débil. Como veis,
los años me acaban de hacer anciano, mas por la debilidad de mi cuerpo lo soy desde
hace ya tiempo"19.

Cuando tenía 73 años su amigo el Conde Bonifacio fue a visitarlo a Hipona y lo


encontró tan desmejorado que apenas podía hablar: "Bien sabes cómo me viste en
Hipona, cuando te dignaste venir a verme, pues apenas me permitía hablar mi
agotamiento"20.

La vejez y el frío eran, pues, los mayores inconvenientes que tenía Agustín para
realizar lo que hubiera querido: viajar más. Poco antes del 430, año de su muerte, un
tal Nobilio, obispo,lo invitó a visitarlo; él se excusa nuevamente y, en forma poética, se
expresa así: "... mi voluntad arrastraría a mi cuerpecillo para ir si no lo retuviese la
enfermedad. Podría ir si no estuviésemos en invierno. Podría despreciar el invierno si
fuese joven. El frío de la estación lo soportaría el valor déla edad, o el calor del verano
templaría el frío de la edad"21.

El enemigo ha dispersado por todas partes hartos hipócritas con hábito del monje (S.A.:
El trabajo de los monjes 28,36)

Finalmente, son muchas las veces en que, sobre todo predicando, confesaba estar
cansado y pedía mucho silencio para hacerse oír: "Mi voz es sólo suficiente con un
gran silencio"22.; "Les pido silencio y quietud para que mi voz, después del esfuerzo
de ayer, pueda sostenerse con algún vigor"23.

He querido traer todas estas citas para que nos demos cuenta de que el amor a Dios, al
trabajo y a la Iglesia es capaz de suplir lo que la salud no da.

6. Vida privada.
'Sus vestidos, calzado y ajuar doméstico eran modestos y convenientes: ni demasiado
preciosos ni demasiado viles, porque estas cosas suelen ser para los hombres motivo
de jactancia o de abyección, por no buscar por ellas los intereses de Jesucristo, sino los
propios... La mesa era parca y frugal, donde abundaban verduras y legumbres, y
algunas veces carne, por miramiento a los huéspedes y a personas delicadas... Usaba
sólo cucharas de plata, pero todo el resto de la vajilla era de arcilla, de madera o de
mármol; y esto no por una forzada indigencia, sino por voluntaria pobreza. Se
mostraba también siempre muy hospitalario. Y en la mesa le atraía más la lectura y la
conversación que el apetito de comer y beber. Contra la pestilencia de la murmuración
tenía este aviso escrito en verso:

'El que es amigo de roer vidas ajenas, no es digno de sentarse en esta mesa'.
Y amonestaba a los convidados a no salpicar la conversación con chismes y
detracciones; en cierta ocasión, en que unos obispos muy familiares suyos daban
rienda suelta a sus lenguas, contraviniendo a lo prescrito, los amonestó muy
severamente, diciendo con tristeza que o habían de borrarse aquellos versos o él se
levantaría de la mesa para retirarse a su habitación. De esta escena fuimos testigos yo
y otros comensales"24.

Tal vez sea demasiado poco lo que nos dice San Posidio sóbrela vida privada de
Agustín, pero sí es suficiente para tener una idea general de cómo vivía. En cuanto a la
pobreza y administración de los bienes, dice su biógrafo: "Alternativamente delegaba
y confiaba la administración de la casa religiosa y de sus posesiones a los clérigos más
capacitados. Nunca se vio en su mano una llave o un anillo y los ecónomos llevaban los
libros de cargo y data. A fin de año, le recitaban el balance, para que conociese las
entradas y salidas y el remanente en la caja, y fiábase en muchas transacciones de la
honradez del administrador, sin I verificar una comprobación personal minuciosa. No
quiso nunca I comprar casa, campo y hacienda, pero si alguna persona los ofrecía para
la Iglesia en donación o con título de legado, no los rehusaba, sino mandaba
aceptarlos"25.

"No se interesaba tampoco por las edificaciones nuevas para evitar la disipación de su
espíritu, que quería conservarlo siempre libre de todo afán temporal: con todo, no
cortaba los animosa |los emprendedores de obras nuevas, salvo a los inmoderados.
Cuando estaban vacías las arcas de la iglesia, faltándole conque socorrer a los pobres,
luego lo ponía en conocimiento del pueblo fiel. Mandó fundir los vasos sagrados para
socorrer a los cautivos y otros muchísimos indigentes, cosa que no recordara aquí,
sino supiera que va contra el sentido carnal de muchos. Lo mismo dijo y escribió que
era un deber hacerlo en semejantes necesidades Ambrosio, de santa memoria.
Amonestaba también alguna vez al pueblo del descuido en la colección de las limosnas
y el suministro de lo necesario para el servicio del altar. Y me recordaba a mí el Santo
cómo, cuando asistía a los sermones de San Ambrosio, le oyó tocar este punto"26.

La vida común, nuestra mejor herencia del Santo, era su punto de mira: "Vivían con él
los clérigos con casa, mesa y ajuar común"27. La comunidad de bienes y de almas es el
tema esparcido a lo largo de todas sus obras, especialmente cuando se refiere al
monacato.

7. Enfermedad y muerte.
En mayo del año 430 los vándalos que venían de Europa hacia el sur arrasándolo todo
y sembrando de muerte las regiones por donde pasaban, atravesaron el estrecho de
Gibraltar, y a finales del mismo mes o comienzos de junio ya estaban en los
alrededores de Hipona, a la que mantuvieron en asedio. El Conde Bonifacio, el gran
amigo de Agustín, reunió allí todo su ejército para tratar de impedir la acción de los
bárbaros invasores, pero no pudo hacer nada.

"Penetraron en nuestras provincias, dejando en todas partes huellas de su crueldad y


barbarie, asolándolo todo con incendios, saqueos, pillajes, despojos y otros
innumerables y horribles males. No tenían ningún miramiento al sexo ni a la edad; no
perdonaban a sacerdotes y ministros de Dios, ni respetaban ornamentos, utensilios ni
edificios dedicados al culto divino"28.
En cuanto a Hipona, "Catorce meses duró el asedio completo, porque bloquearon la
ciudad totalmente hasta de la parte litoral. Allí me refugié yo con otros obispos, y
permanecimos durante el tiempo del asedio"29.

¿Cómo reaccionó Agustín, ya sin fuerzas físicas pero con la mente abierta y lúcida?
"Más de lo acostumbrado se alimentó del pan de lágrimas día y noche; y los últimos
días de la senectud llevó una existencia amarguísima y más triste que nadie. Pues veía
aquel hombre las ciudades destruidas y saqueadas; los moradores de las granjas,
pasados a cuchillo o dispersos; las iglesias, sin ministros y sacerdotes; las vírgenes
sagradas y los que profesaban vida de continencia, cada cual por su parte..."30.

Parecía, pues, venirse a tierra cuarenta años de trabajo pastoral, y en realidad así fue
si miramos las cosas desde afuera, solamente bajo el aspecto material; en cuanto a lo
espiritual, este fue el comienzo del crecimiento de Agustín hasta hoy.

Los últimos momentos fueron emocionantes, como los de todos los hombres grandes:
"Y una vez, estando y conversando en la mesa con él, nos dijo: 'Habéis de saber que yo,
en este tiempo I de angustia, pido a Dios, o que libre a la ciudad del cerco délos
enemigos, o, si es otro su beneplácito, fortifique a sus siervos para cumplir su
voluntad, o me arrebate a mí de este mundo para llevarme consigo'... Y he aquí que en
el tercer mes del I asedio, el Santo enfermó con unas fiebres, y aquella fue la última I
prueba de su vida. No privó Dios a su buen siervo del fruto de su I plegaria. Porque
para sí y para la misma ciudad alcanzó oportunamente la gracia que con lágrimas
pidiera. Me consta también que él, sacerdote y obispo, fue suplicado para que orase
por unos energúmenos, y con llanto rogó al Señor, y quedaron libres I del demonio. En
otra ocasión, un hombre se acercó a su lecho I con un enfermo rogándole le impusiera
las manos para curarlo.
Le respondió que si tuviera el don de las curaciones, primeramente lo emplearía en su
provecho. El hombre añadió que había tenido una visión en sueños y le habían dicho:
'Vete al Obispo Agustín para que te imponga las manos y serás salvo'. Al informarse de
esto, luego cumplió su deseo, e hizo el Señor que aquel enfermo al punto partiese de
allí ya sano"31.

El enfermo se iba agravando poco a poco y, convencido de que todo cristiano, por más
santo que sea, debe hacer penitencia antes de partir de este mundo, ordenó que le
escribieran los salmos de David que se llaman penitenciales y teniéndolos delante de
sí en la pared, los miraba y leía llorando copiosamente; pedía insistentemente que lo
dejaran solo para estar mejor con el Señor.

"Y al fin, conservando íntegros los miembros corporales, sin perder ni la vista y el
oído, asistido de nosotros, que lo veíamos y orábamos por él, durmióse con sus
padres, disfrutando aún de buena vejez"32. Era el 28 de agosto del año 430,
"Asistimos nosotros al sacrificio ofrecido a Dios por la deposición de su cuerpo y fue
sepultado. No hizo ningún testamento, porque, como pobre de Dios, nada tenía que
dejar. Mirando a los venideros, mandaba siempre que se guardasen con esmero toda
la biblioteca de la iglesia y los códices antiguos"33.
LECTURA
Las reliquias de San Agustín
Los restos de San Agustín fueron depositados en la Basílica de La Paz, en Hipona,
donde el santo había ejercido su ministerio pastoral. Al cabo de casi 70 años, ante el
peligro de ser profanados por las bandas invasoras, los obispos de África los
trasladaron a la isla de Cerdeña (Italia), donde permanecieron 223 años, en la iglesia
de San Saturnino de Cagliari. Cuando la isla cayó en poder de los sarracenos, el
piadoso rey de los lombardos, Luitprando, los rescató por 70.000 escudos de oro, y los
trasladó en el año 730 a la ciudad de Pavía, Italia, depositándolos en la iglesia de San
Pedro "En cielo aúreo". Varios papas prohibieron su exhibición pública, pues se
estaban robando parte de los mismos. Por este motivo se perdieron las noticias y la
memoria del sitio donde estaban, hasta que en el año 1695, con ocasión de hacerse
algunas reparaciones en la iglesia, se descubrieron nuevamente en una caja de plata
con esta inscripción: Augustinus. El Papa Benedicto XIII las declaró auténticas. En
1832 el Obispo de Pavía las trasladó a la catedral de la misma ciudad por miedo a
nuevas profanaciones debidas a los trastornos políticos de Italia, hasta que en el año
de 1900, el Padre Tomás Rodríguez, Superior General de la Orden Agustiniana, logró
que fueran devueltas a la iglesia de San Pedro, propiedad de los Agustinos; allí
reposan actualmente.

A estos sagrados restos faltan el brazo que fue enviado a Cartago el año 1842 a
petición de Monseñor Dupunch, primer Obispo de Argel, y el corazón que se conserva
en Lyon34.
1. Ciudad de Dios, VI,2
2. Posidio, Vida, c. 18
3. La Trinidad 1,3,5
4. Agustín Trape, ob. cit. p. 199
5. Carta 213,5
6. Vida, c.3
7. Posidio, Vida, c. 24
8. Conf.lV,13,20
9. Agustín Trape, ob. cit. p. 196
10. Conf. 1,10,17
11. lb.V,9,16
12. Ib. IX,2,4
13. lb.lX,4,12
14. Carta 10,1
15. Carta 38,1
16. Carta 118,534
17. Carta 122, 1
18. Carta 124,1
19. Sermón 355,7
20. Carta 220,2
21. Carta 269
22. Sermón 68,1
23. Comentario al Salmo 50,1); otros lugares en que se queja
de la voz: Sermones 42,1; 94; 320; 348,4; 350,2; Tratado
sobre el Evangelio de San Juan 19,20
24. Posidio, Vida, c.22
25. Vida, 24
26. Ib.
27. Ib.c.25
28. Posidio, Vida, 28
29. Ib.
30. Ib.
31. Ib., 29
32. Ib. 31
33. Ib.; 31
34. Tomado de Semblanzas de San Agustín, del P. Julián
Ongay, p. 500
Cuestionario
1. Trata de explicar el significado de los siguientes títulos dados a San Agustín:
a. martillo de los herejes;
b. águila de Hipona.
4. ¿Qué pedía Agustín a Dios durante el asedio de Hipona?
5. San Agustín gozó de una excelente salud física hasta el momento de su muerte;
¿es esto cierto?
6. En su lecho de muerte Agustín recordaba todo su pasado así (subraya lo que
creas verdadero):
a. con indiferencia;
b. con una tremenda angustia;
c. con una gran paz y tranquilidad de conciencia.

2. En qué consistió el testamento de Agustín?


3. ¿Qué significa el hecho de que San Agustín haya recomendado tanto el cuidado
de su biblioteca?
4. San Agustín perdió el conocimiento antes de morir; ¿es esto cierto?
5. Para la Iglesia, la fiesta de un santo es el día de su muerte; ¿cuándo es,
entonces, la fiesta de San Agustín?
6. Se dice que San Agustín es "el más santo de los humanos y el más humano de
los santos"; ¿cómo se entiende esta frase?

LECCIÓN 11
OBRAS PRINCIPALES
1. Temática general.
EN LA LECCIÓN COMPLEMENTARIA, se da la lista completa de todas las obras de San
Agustín que se conservan actualmente. La única Editorial en el mundo que las ha
publicado en español es la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos) de España.

Para mejor información, esta es la clasificación por temas de todas las obras y los
volúmenes que comprenden cada tema. La Lección Complementaria trae la
localización de cada una en la BAC.
CARTAS: Vols. VIII, Xla y Xlb.
CONFESIONES: Vol. II.
ESCRITOS APOLOGÉTICOS: Vols. IV, V, XVI, XVII.
ESCRITOS BÍBLICOS: Vols. XV, XVIII, XXVII, XXVIII, XXK
ESCRITOS FILOSÓFICOS: Vols. I, III.
ESCRTIOS HOMILETICOS: Vols. VII, X, XIII, XIV, XIX, XX. XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXV,
XXVI.
ESCRITOS MORALES: Vol. XII.
ESCRITOS ANTIMANIQUEOS: Vols. XXX, XXXI.
ESCRITOS ANTIDONATISTAS: Vols. XXXII, XXXII. XXXIV.
ESCRITOS ANTIPELAGIANOS: Vols. VI, IX, XXXV. XXXVI, XXXVII.
ESCRITOS ANTIARRIANOS Y OTROS: Vols. XXXVI XXXIX, XL.
ESCRITOS ATRIBUIDOS: Vol. XLI.
(ÍNDICES GENERALES: Vols. XLII, XLIII)

2. Obras filosóficas.
El retiro de Casiciaco fue el período filosófico de Agustín. AI compuso las cuatro obras
de que se hace mención en la Lección 7,1).

a. Contra los académicos. "Dichos libros fueron escritos en el retiro de Casiciaco en


el año 386, los días 11, 12, 20,21 y 22 de noviembre, y dedicados a su bienhechor
Romaniano,... Los compuso para robustecer el anhelo profundo y esperanza de hallar
la verdad, debilitada por los argumentos de los escépticos. Al problema de la certeza
consagró las primicias de su pensamiento, liberado de la duda,..."1.

b. De la vida feliz. "Es el triduo de conversaciones filosóficas con que San Agustín
obsequió a la colonia de Casiciaco el día de su cumpleaños y los dos siguientes (13-15
de noviembre del 386)"2. "La cuestión debatida era de perenne actualidad: ¿'Dónde se
halla la Bienaventuranza? ¿Cómo el hombre puede ser feliz?"3. "Por eso la tesis capital
de este librito es la siguiente: la vida feliz consiste en el perfecto conocimiento de
Dios... Esta doctrina alimentará siempre el pensamiento agustiniano...

No consiste, pues, la felicidad en la posesión y disfrute de perfecto"4.

c. Del orden. "Los dos libros acerca del orden fueron fruto de tres conversaciones
tenidas sobre la Providencia divina en los días 16,17 y 23 de noviembre del año 386, y
nos descubren una de las facetas del espíritu agustiniano... Constituyen el primer
intento de sondeo de los problemas del universo, y en ellos se manifiesta un agudo
sentimiento de la naturaleza, que ha influido en la educación de la sensibilidad del
espíritu de Europa"5.

Todas las criaturas han sido hechas con medida, hermosura y orden. Al orden
establecido por el Creador se opone el desorden impuesto por la criatura, que es el
origen del mal. Tal es, muy brevemente, el contenido de esta obra.
d. Los soliloquios. "Los compuso en Casiciaco a fines del año 386 o a principios del
siguiente, dándoles forma dialogada, cuyos interlocutores son la razón y San Agustín.
Su tema central es el doble conocimiento de Dios y del alma, pues para San Agustín
hay conexión entre ambos. Dios y: alma son dos luces hermanas que mutuamente se
ayudar: iluminan... Son los libros más religiosos de Casiciaco,sec; lo comprueba la
maravillosa oración que les sirve de pórtico

e. Otras obras filosóficas: El libre albedrío, La dimensión del alma, El maestro,


Naturaleza y origen del alma La naturaleza del bien.

3. Las Confesiones.
Las Lecturas 1 y 2 hablan sobre Las Confesiones de San Agustían. Fueron escritas al
comienzo del episcopado, cuando había cumplido ya los 40 años de edad. ¿Por qué las
escribió? Hay muchas! suposiciones: tal vez lo presionaron algunos amigos, entre ellos
Paulino de Ñola, para que pusiera por escrito lo que les contaba I verbalmente; o tal
vez, acosado por tantas alabanzas y (ama, quiso defenderse de ellas contando su vida;
o a lo mejor país buscar un consuelo en las duras fatigas del apostolado o romper el
silencio de la soledad en que muchas veces se sentía en la casa episcopal.

"Las Confesiones ciertamente son una larga carta a Dios, en la cual el autor trata todo
lo que le concierne y le interesa: los hechos de su vida, los misterios de la gracia, la
profundidad de la filosofía, la interpretación de la Escritura.
Las ascensiones interiores, las maravillas de lo creado. Las Confesiones se convierten
por eso en autobiografía, filosofía, teología, mística y poesía juntas. Esta riqueza de
aspectos ha hecho de la carta agustiniana a Dios una obra de la literatura universal,
muy leída ayer y más leída hoy... La nota dominante es por tanto la alabanza, como lo
pide precisamente la palabra bíblica confesión, Agustín explica con frecuencia que hay
una doble confesión: la confesión de alabanza y la confesión de pecados. Más aún,
la segunda está ligada íntimamente a la primera, porque confesar los propios pecados
es ya un alabar a Dios"7.

"Ciertamente las Confesiones no son un libro fácil. Para captar los diversos aspectos y
sobre todo para comprender su estilo y el tono es necesario entrar bien a fondo en el
ánimo del autor, en el cual se traban juntas agudas exigencias intelectuales y
profundas aspiraciones místicas, un vivo sentido del pecado y una trepidante espera
de la salvación.

En las Confesiones Agustín se pone a narrarse a sí mismo; pero no narra todo de sí;
narra solamente lo que entra en su perspectiva, que es aquella de la conversión:
conversión a la fe y conversión al servicio de Dios. Lo que no entra en esta perspectiva
no le importa y lo deja fuera. Por esto, con gran pesar nuestro, encontramos que
acorta algunos períodos aun importantes, como la segunda permanencia en Roma, con
un rápido 'Me dejo muchos acontecimientos, porque voy con mucha prisa'8. Por esto
omite el nombre del amigo cuya muerte imprevista le causó tan vivo dolor. Por esto
no nos dice nada o casi nada de su vida de profesor en Cartago, que duró ocho años.

Pero también en los hechos que narra hay que distinguir los hechos mismos y los
juicios sobre los hechos; aquellos -los hechos, pertenecen al Agustín narrado, éstos -
los juicios-, al Agustín narrante. Son dos Agustines, pero ambos verdaderos y
auténticos. El autor de las Confesiones narra fielmente los hechos como ocurrieron,
como la memoria los había recogido y los conservaba -dice estar cierto cuando está
cierto, dudar cuando duda, no recordar cuando no recuerda- pero de aquellos hechos
da el juicio que le sugería la conciencia formada y afinada en la escuela del
Evangelio"9.

No se sabe por qué les agregó los últimos tres libros (XI, XII y XIII), cuyo estilo y
contenido es muy diferente de los nueve primeros; el X también es diferente de todos
(Ver Lecc. 7,4). Posiblemente más de uno le pidió completar las Confesiones expo-
niendo la vía que solía recorrer para llegar a Dios. Para este tema le pareció más
conveniente elegir como fuente de inspiración el Génesis.

4. La ciudad de Dios.
"Obra grande y ardua", la llama el mismo autor; y tenía razón: duró casi 14 años
componiéndola (se calcula que durante estos años compuso alrededor de ¡36 obras
más!).

Fueron los paganos quienes, culpando a los cristianos de los males que caían sobre el
mundo romano, incitaron a Agustín a salir e defensa de éstos, pues "Las acusaciones
contra el cristianismo atacaban la dogmática y la moral, la historia, la credibilidad, la
eficacia. Se proclamaba absurda la Encarnación, imposible y dañina la moral del amor
de los enemigos y del perdón, ridículo el cambio entre el Viejo y el Nuevo Testamento,
vana la esperanza en la vida futura, locura la resurrección de los muertos"10.

Muchos amigos, entre ellos el tribuno Marcelino, acudieron a Agustín para que dijera
algo que pusiera las cosas en claro; Agustín respondió, no sólo verbalmente sino por
escrito en cartas y sermones. "Pero el tribuno Marcelino no quedaba satisfecho e
insistía para que escribiera una obra de gran envergadura. Te ruego que escribas un
libro sobre este argumento, libro que, eliminando todas estas dudas, pueda ayudar de
manera extraordinaria a la Iglesia sobre todo en los tiempos que ahora vivimos"...

No diré « ¡Oh Señor!, di a mi hermano que divida conmigo la herencia», sino: «di a mi
hermano que la posea conmigo »
Esta demanda, que venía de un amigo, el cual era también un óptimo cristiano, fue la
chispa que puso en movimiento un grandioso proyecto que Agustín llevaba en mente
desde hacía mucho tiempo: nació La Ciudad de Dios. Una obra fatigosa y gigantesca,
que es a la vez apología del cristianismo, filosofía y teología déla historia, política y
espiritualidad"11.

Consta de 22 libros publicados a intervalos: en el 414 salieron a la luz pública los


primeros tres; en el 415, el cuarto y el quinto; en el 417, del sexto al décimo; el 14 lo
publicó durante los años 418-419; y hacia el 425-26, los restantes cuando ya tenía 70
años de edad.

"Aunque elaborada en tantos años y publicada en tiempos diversos, la obra responde


a un proyecto original... El plan es simple y a la vez grandioso: comprende la historia
de la humanidad, que se resume en la historia de sólo dos hombres -Adán y Cristo- y
se concretiza en torno a dos grandes amores: de sí y de Dios. Comprende dos partes:
una polémica -los diez primeros libros- y otra doctrinal -los otros doce-. La primera
está destinada a refutar el paganismo, la segunda a exponer la doctrina cristiana. Las
dos partes están divididas en cinco secciones: dos en la primera y tres en la segunda.
Los primeros cinco libros demuestran la impotencia social del paganismo, esto es, la
insuficiencia del culto de los dioses para procurar la prosperidad terrena; los otros
cinco están dedicados a demostrar la impotencia espiritual del paganismo: el culto
pagano no estaba en condición de procurar la felicidad eterna. La segunda parte está
dividida en tres secciones de cuatro libros cada una, que describen respectivamente el
origen, el curso y el destino de las dos ciudades, de Dios y del mundo. Los 22 libros
desarrollan cada uno un argumento particular en el ámbito de las secciones y de las
partes. La arquitectura es perfecta, aun cuando las digresiones, que responden: las
exigencias del momento, sean muchas.

El mismo método es simple, pero no fácil. Consiste esencialmente en tres puntos


comprometedores: oponer a la sabiduría pagana sobre la cual confiaban los epígonos
de la antigua religión, la sabiduría cristiana; poner de relieve todo lo que en aquella
era válido y laudable; demostrar que todo esto, perfeccionado, se encuentra en el
cristianismo"12.
El tema central es el de las dos ciudades, compendiado en esta célebre frase de San
Agustín " Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el
desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial"13.
Este tema no es nuevo en San Agustín; por el contrario, "La idea de las dos ciudades
nació muy pronto en su pensamiento. La encontramos ya esbozada en la obra La
verdadera religión, escrita de laico en el 390; más explícitamente enunciada, después
de diez años, en la otra obra sobre el Modo de catequizara los simples; confirmada en
el Génesis según la letra, donde se promete ya la Ciudad de Dios"14.

Es tal vez la obra más trabajada, mejor pensada y que más información exigió a San
Agustín (ver Lecc. 10,1). Es, como se dijo antes, apología del cristianismo, filosofía y
teología de la historia, política y espiritualidad; ¡una verdadera enciclopedia!.

5. La Trinidad.
Esta obra tomó más tiempo y no menos esfuerzo que la Ciudad de Dios, pues "Los
libros sobre la Trinidad, sumo y verdadero Dios, los comencé siendo joven y los he
publicado ya anciano"15.

En efecto, comenzados en el 399 apenas se terminaron de componer un poco después


del 420. La obra la dictó a intervalos y se detuvo en el libro 12 (son 15 en total); a
Evodio le decía lo siguiente en el año 415: "Ni siquiera quiero continuar ahora los
libros sobre La Trinidad, que desde hace tiempo traigo entre manos y que aún no he
concluido. Me dan demasiada fatiga, y me imagino que son pocos los que podrán
entenderlos; más me urgen los que, según mi esperanza, serán útiles a muchos"16.

La publicación de esta obra fue agitada, como lo demuestran los siguientes hechos: los
amigos, cansados de esperar que la terminara, se apoderaron de los 12 libros ya
compuestos, posiblemente con la complicidad de algún clérigo del monasterio
agustiniano, y los publicaron sin permiso del autor; Agustín se disgustó muchísimo,
pues no había autorizado la publicación porque aún no había revisado este tema tan
difícil, negó la paternidad, o sea la autoría de los mismos y prometió no escribir más
sobre el tema. Pero los amigos le rogaron calmarse y continuar la obra, especialmente
Aurelio, obispo de Cartago, quien tenía una gran influencia sobre el ánimo de Agustín;
al fin éste accedió, revisó, completó y terminó la obra.

Estos libros tan fatigosamente compuestos son una poderosa obra de teología y de
filosofía; pero son también una profunda obra de mística. Los motivos, en efecto, que
los inspiraron fueron dos: teológicos y místicos. Terminando las Confesiones, Agustín
habla del misterio trinitario en términos de profundo estupor: ¿Quién llegará jamás a
comprender la Trinidad omnipotente? ¿Y quién no habla de ella, si es que de ella
habla? Rara es el alma que, cuando habla de ella, sabe lo que dice'17.

Agustín teólogo quería aclarar algunas dudas y preguntas que los santos Padres no
habían hecho. "Para responder a estas preguntas Agustín se propone exponer,
defender, formular, ilustrar el dogma trinitario. Lo expone estudiando las
manifestaciones de la Trinidad en la economía de la salvación (estudio de la Escritura:
libros 1-4), lo defiende (contra los argumentos de los arríanos) profundizando la
doctrina de las relaciones (libros 5-7), aclara la formulación a través de la doctrina del
lenguaje (libros 5-7), nos ilustrad profundo misterio recurriendo al misterio del
hombre, el cual, por haber sido creado a imagen de Dios, es una misteriosa trinidad
(libros 9-15). Vasto programa teológico, rico de originalidad aun en el surco de la
tradición, que aquí no es posible exponer. Basta haberlo indicado"18.

6. Cartas.

Las Cartas de San Agustín pueden considerarse como el complemento de la


maravillosa producción literaria del santo. A pesar de las que se nos han perdido, que
deben ser muchas, poseemos una abundante colección que asciende a 276. No todas
sonde Agustín: entre esas hay 53 que sus destinatarios le han dirigido a él. Hay 29 más
descubiertas últimamente.

Las Cartas de San Agustín son más que todo de carácter didáctico. Siempre tiene que
demostrar, esclarecer o defender la verdad. De aquí el tono de gravedad solemne,
doctrinal, catedrático, que se asemeja un poco a los tratados y a los sermones.

Las Cartas agustinianas son importantes porque nos dan a conocer un aspecto más de
la actividad del obispo de Hipona, la evolución de su pensamiento y las condiciones
intelectuales, morales y culturales de la época. Una multitud de religiosos, de laicos, de
emperadores, de herejes, de virtuosos, de culpables escriben y reciben cartas de
Agustín.

7. Las Revisiones.
Se llaman también Retractaciones; este término no quiere decir retractar, desdecir,
desmentir, sino tratar de nuevo, reexaminar, revisar. Es la obra más original de
San Agustín; pensó en componerla por primera vez en el año 412 pero sólo la empezó
14 años después. No la escribió por motivos de vanagloria y de orgullo, sino con un
profundo sentido de religiosidad y responsabilidad: quiere juzgarse a sí mismo para
no ser juzgado por Dios.

Para escribirla debió leer de nuevo cuidadosamente todas sus obras, lo que confirma
lo dicho en la Lección 10,1.

"Agustín, pues, se confiesa de nuevo. Esta vez no de su vida, sino de sus escritos. De
cada uno da a los lectores el argumento, la ocasión, el orden cronológico, la clave
interpretativa: no quiere que lo sigan cuando se ha equivocado, pero tampoco que le
atribuyan errores que no ha cometido. Un examen de conciencia y una apología a la
vez, que se vuelve para nosotros una guía insustituible para conocer la obra literaria,
el pensamiento y el ánimo de Agustín ya mayor de 70 años.

Tenía como programa repasar los libros, las cartas y los discursos. Las gravosas
ocupaciones de los últimos años no le permitieron, desgraciadamente, llevarlo a
término... Así, las cartas y los discursos, que eran muchos, se quedaron sin la guía
preciosa que el autor pensaba ofrecer a los lectores. ¡Lástima!"19.
1. BAC, Vol. III, Introducción a "Contra los académicos", p. 18
2. BAC, Vol. I, De la vida feliz, Introducción, p. 537
3. Ib.
4. Ib. p. 539
5. BAC, Del orden, Introducción, p. 589
6. BAC, Soliloquios, Introducción, p. 429
7. Agustín Trape, ob. cit. p. 209
8. Conf.9,8,17
9. Agustín Trape, ob. cit. p. 211
10. Agustín Trape, ob. cit. p. 178
11. Agustín Trape, p. 180
12. Agustín Trape, ob cit. p. 180
13. Ciudad de Dios, XIV,28
14. Agustín Trape, ob. cit. p. 186
15. Carta 174
16. Carta 169,1
17. Conf. 13,11,12
18. Agustín Trape, ob. cit. p. 220
19. Agustín Trape, ob. cit. p. 226
Cuestionario
1. En el aspecto literario, ¿qué hizo Agustín durante el retiro de Casiciaco?
2. ¿Cuántos personajes crees que aparecen en Los Soliloquios?.
3. ¿Por qué las Confesiones se pueden llamar "Carta a Dios"?.
4. Explica los motivos que llevaron a Agustín a componer la Ciudad de
Dios.
5. La Ciudad de Dios es una obra circunstancial; trata de explicar esto.
6. Narra brevemente el disgusto que tuvo San Agustín con los libros sobre
la Trinidad.
7. ¿Qué son las Revisiones? ¿Por qué se las llama Las últimas
confesiones?

LECCIÓN 12
LA HERENCIA DE SAN AGUSTÍN: EL MONACATO
1. El espíritu sigue vivo.
Ya se dijo en la Lección 10,7 que San Agustín murió sin dejar testamento; exceptuada
la biblioteca y las recomendaciones sobre la conservación de la misma, ninguna otra
cosa material quedó de él.

Conservamos, sin embargo, su espíritu: esa manera característica de ser cristiano, de


ser santo, de ser pastor y... de ser monje; y aquí está precisamente lo más valioso de
su herencia, no sólo para los agustinos, sino también para la Iglesia universal.

No es fácil resumir en una lección el ideal monástico de San Agustín. Entre todos sus
escritos no encontramos uno dedicado exclusivamente al monacato, aunque algunos sí
lo hacen de manera más detenida. Las ideas sobre el mismo se encuentran esparcidas
a lo largo de todas sus obras. No obstante, hay que decir que "La Regla, los opúsculos
sobre el Trabajo de los monjes y la Santa virginidad, varias de sus cartas,
sermones y comentarios a los salmos, así como las Confesiones y algún capítulo de
la Ciudad de Dios han servido de alimento a incontables generaciones de
religiosos"1.

Ser monje en el Obispo de Hipona es ser Agustín mismo; es decir, toda su vida está
dominada por esta idea. Antes y después de la conversión, durante el sacerdocio y los
largos años del episcopado, en sus predicaciones al pueblo, en sus cartas, polémicas y
demás escritos vibra siempre el ideal de ser monje. Por eso a San Agustín se le puede
dar el título de Monje y padre de monjes.

Es cierto que "Agustín conoció el monacato por casualidad y en edad relativamente


tardía"2; pero en el fondo, repito, su vocación era la de monje aun sin darse cuenta él
mismo.

El obispo de Hipona era intelectualmente curioso, pero con una curiosidad de lo


divino; su afán de ser monje sólo se entiende a la luz de la búsqueda de Dios. Ya se
habló también de sus luchas por encontrar la verdad. Ser monje en San Agustín
significa y exige adentrarse en el misterio de Dios, conocerlo por la fe y poseerlo a
través del amor.

2. Empeño de vida común.


Poco antes de convertirse hace un primer intento de vida común, pero todo se viene al
suelo ante las dificultades presentadas por el matrimonio. Después de convertido, en
Casiciaco, en Tagaste y durante los primeros años en Hipona, logra hacer que la idea
del monacato sea una realidad, pero una realidad un poco idealista: se conmueve ante
la belleza de la naturaleza, vive un tanto apartado del bregar diario de sus
contemporáneos, absorto en la reflexión sobre Dios y el alma. La experiencia pastoral,
la polémica antimaniquea y el estudio más atento de San Pablo le abren un panorama
más real y universal.

La ordenación sacerdotal hace cambiar a Agustín su concepción sobre el monacato. Se


da cuenta de que debe liberarse de esa especie de egoísmo espiritual y entregarse a
la obra de la Iglesia. Quería estar dedicado por entero a la oración, a la meditación y
contemplación y al estudio de la Sagrada Escritura; pero la inmensa comunidad
llamada Iglesia es más importante que la pequeña comunidad agustiniana. Ante el
servicio de la Iglesia de Cristo es necesario, a veces, sacrificar el retiro y la
tranquilidad del monasterio.

Según lo anterior, quien quiera vivir la herencia espiritual de San I Agustín, tiene que
saber ser religioso y pastor, activo y contemplativo, estudiante y maestro, hombre de
oración y misionero. Todo esto al mismo tiempo. Pero tiene que ser ante todo
obediente: a la Iglesia y a la comunidad.

3. El itinerario monástico de San Agustín.


San Agustín tuvo que recorrer todo un camino para llegar a convertirse en Monje y
padre de monjes. Es lo que se llama con el nombre del itinerario monástico del
santo.

El descubrimiento de su vocación de monje tuvo lugar el año 386, a los 32 años de


edad, cuando Ponticiano, "cristiano de largas y frecuentes oraciones"3, narró a
Agustín algunos detalles de la vida de Antonio el Ermitaño y de otros más (ver Lecc.
6,7), | de lo cual Agustín nada sabía. La narración se clavó en su alma de tal manera
que desencadenó en ella aquella feliz tempestad que lo llevó a la conversión definitiva.
Agustín era ya un creyente antes del encuentro con Ponticiano: creía en Dios, en
Cristo, en la espiritualidad del alma y en otras verdades del cristianismo. El ejemplo de
Antonio y de los cortesanos de Tréveris, que habían abandonado a sus respectivas
novias para consagrarse a Dios en la vida monástica, vino en ayuda de su flaca
voluntad, sacudió su cobardía, la despegó de la carne y la condujo a la victoria final.
Después de convertido, Agustín no sería más un cristiano ordinario. La lucha lo había
renovado y salía de ella "sin deseo de mujer ni esperanza alguna en este siglo"4.

En Casiciaco inaugura un plan de vida que no responde plenamente a ningún modelo


precedente. En este sentido se puede hablar de San Agustín, no sólo como fundador
sino también como inventor de un nuevo estilo de ser monje. Allí, en compañía de sus
amigos, dedica largas horas al estudio de la Escritura, al trabajo manual, al rezo de los
salmos y a la contemplación religiosa. Pero era un ensayo primerizo que necesitaba
urgentemente de retoques, correcciones y complementos, y Agustín no tardará en
introducirlos. La experiencia y el estudio le manifiestan poco apoco el verdadero
rostro del monacato. Recordemos los viajes que hizo visitando monasterios y
conociendo diferentes estilos de vida monacal para escoger el suyo (Ver Lecc. 7,5).

Admira a los anacoretas por el retiro y la soledad, pero no se siente atraído por ellos;
también tiene simpatía por los cenobitas, que son anacoretas de vida común, pero
tampoco lo satisfacen plenamente; él tiene sus preferencias: la vida común, la
concordia délos corazones, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la
moderación y la libertad en el uso de las cosas, el trabajo manual, el estudio y, sobre
todo, la caridad. La caridad es la reina de los monasterios. Ella regula el alimento, las
palabras, el vestido, el semblante. Cuanto ofende a la caridad es inmediatamente arro-
jado del monasterio pues saben que "Cristo y los apóstoles la recomiendan tanto que
donde falta, todo es vano y donde está presente, todo es pleno"5.

Este será entonces el estilo del monacato agustiniano: una copia lomas fiel posible del
estilo de vida de los primeros cristianos6.

4. Fundaciones monásticas en tiempos de San Agustín.


a. Tagaste.
A fines del año 388 Agustín funda su primer monasterio en Tagaste y comienza a vivir
en comunidad con sus amigos.
Desgraciadamente sabemos poco de la vida cotidiana de este grupo de amigos. No
tenemos horarios ni reglamentos que nos informen sobre la distribución de los días y
de las horas, sobre los requisitos para entrar a formar parte de la comunidad, sobre
las obligaciones de sus miembros y sus relaciones con el superior. Ni siquiera
sabemos cuántos eran y si todos estaban bautizados. Con seguridad sólo consta la
presencia de Adeodato, el hijo de Agustín, y de Alipio, Evodio y Severo. San Posidio
hace un resumen de la manera como vivían (Ver Lecc. 8,1).

Lo que hizo Agustín en Tagaste fue un ensayo de vida común, mucho más estructurada
y organizada que en Casiciaco, pero todavía sujeta a cambios y perfeccionamientos.

b. Hipona. Monasterio del huerto.


En Tagaste Agustín era un simple monje, contento de "ser el último en la casa del
Señor". Pero en el año 391 su vida da un giro de 90 grados. Con la ordenación
sacerdotal se da cuenta de que no puede dedicarse exclusivamente a lo que él llama el
"ocio santo", es decir, la vida de oración y contemplación de la Verdad Suprema.

La ordenación sacerdotal pudo haber echado por tierra la vida y el ideal monástico del
santo, ya que en su tiempo la vida sacerdotal era incompatible con la vida monacal: o
lo I uno o lo otro, pero no las dos cosas a la vez. Afortunadamente el anciano obispo
Valerio comprendió la necesidad que sentía I Agustín de vivir en compañía de sus
hermanos y le dio permiso de fundar otro monasterio junto a la iglesia de Hipona, en
el huerto, donde siguió viviendo el estilo de vida de Tagaste,

Al principio este monasterio se nutrió de monjes venidos de Tagaste, aunque con


seguridad sólo podemos identificar a Evodio. Pero muy pronto el proselitismo de
Agustín encontró I nuevas vocaciones, pertenecientes a todas las edades y a I todas las
clases sociales (ver LECTURA). A todos se les exigía I la renuncia a sus bienes y a la
perfecta vida común.
"Comencé a reunir hermanos de buena voluntad -dice San Agustín- que, al igual que
yo, nada poseyeran y estuvieran dispuestos a imitar mi modo de vivir, es decir, que
como yo había vendido mi pobre patrimonio y había repartido el fruto entre los
pobres, hicieran lo mismo quienes quisieran vivir conmigo y todos viviéramos del
común. En cambio, todos poseeríamos en común un campo grande y fertilísimo, al
mismo Dios"7.

En Hipona, al ideal monástico de San Agustín se le agrega el ideal apostólico. Cuando


la madre Iglesia pide nuestra colaboración, no se le puede negar, es el lema del santo.
Al apostolado lo llama el negocio justo, así como a la contemplación la llama el ocio
santo.

c. Hipona. Monasterio de clérigos.


La ordenación episcopal fue otro momento delicado en el itinerario monástico de
Agustín. Había que conciliar la soledad y retiro propios del monasterio con la
actividad pastoral y las exigencias sociales del episcopado. Al parecer, tendría que
renunciar a la vida común. Pero esta renuncia era demasiado dolorosa. Agustín no
había nacido para vivir solo. Necesitaba de la compañía de los hermanos, y esa
necesidad aguzó su imaginación y le permitió eludir el obstáculo y transformarlo en
estímulo: abriría las puertas de la casa episcopal a los clérigos y con ellos compartiría
techo, mesa y ajuar.

En ella acogió a cuantos clérigos estaban dispuestos a vivir en común y a compartir el


ideal de la pobreza evangélica. Este monasterio le servía, además, para formar el clero
de la diócesis, según el alto concepto que él tenía del sacerdocio.

La vida en este monasterio descansa sobre las mismas bases que en el huerto: vida
común perfecta, absoluta pobreza individual, equilibrio entre la acción y la
contemplación. Sólo el trabajo manual desaparece, o al menos, mengua notablemente,
para dejar paso al trabajo apostólico. Toáoslos clérigos participan activamente en la
vida de la diócesis, Diariamente acuden a la iglesia para la Eucaristía y el rezo de las
horas litúrgicas. Los sacerdotes substituyen alguna vez al obispo en la celebración de
la Eucaristía, en la predicación y en la administración de los sacramentos.
Las almas de muchos hombres son muchas también; pero, si se aman, son una sola alma
(S.A.: Tratados sobre el Evangelio de San Juan 14,9)

d. El monasterio de las vírgenes.


La vida virginal apareció pronto en la iglesia africana. Sus dos grandes doctores,
Tertuliano y San Cipriano, la promovieron con entusiasmo, fomentando la unión y la
colaboración! de unas vírgenes con otras.

San Agustín fundó, al menos, un monasterio de vírgenes en Hipona, del cual fue
superiora por muchos años su hermana, I y al que se retiraron también algunas de sus
sobrinas. No consta la fecha exacta de su fundación. San Agustín amó este monasterio
con especial afecto. Amor que brotaba espontáneo de su estima de la virginidad y de la
vida religiosa.

De su régimen de vida y de su orientación espiritual sabemos muy poco. Todo, sin


embargo, hace suponer que no se diferenciaba gran cosa de la de los monjes.
Practicaban la vida i común perfecta y dividían la jornada entre la oración y el trabajo,
sin excluir, quizá, la lectura y la copia de códices o I manuscritos antiguos.

El número de monjas debió de ser bastante elevado. Agustín I habla de una copiosa
congregación. La mayoría eran, vírgenes, pero se admitía también a algunas viudas.
La hermana de Agustín entró en él a la muerte de su esposo. Consta también de la
presencia de algunas niñas huérfanas.

LECTURA
El Monasterio Agustiniano.
El monasterio de San Agustín se convirtió en un auténtico mosaico de caracteres
humanos. Los moradores eran muy diversos unos de otros por edad, ilustración y
origen social. La mayoría provenía de las capas inferiores de la sociedad. Agustín
habla de esclavos, libertos, agricultores, obreros y artesanos. Pero no faltaban
miembros de familias acaudaladas y aun senatoriales. Había monjes ilustrados y
monjes ignorantes, aunque los analfabetos debían de constituir una exigua minoría. Al
que, al ingresar en el monasterio, no sabía leer, se le instruía inmediatamente. Tam-
bién la edad variaba. Consta de la presencia de algunos niños y jóvenes. Al parecer,
"entraban en el monasterio en calidad de pupilos", y sólo a los 16 o 18 años se decidía
su retorno al siglo o su definitiva incorporación al monasterio. La casi totalidad de los
monjes eran legos, o sea, hermanos no clérigos. Pero, en algún tiempo, quizá ingresara
algún clérigo y, con certeza, algunos monjes fueron agregados a la clerecía. Monjes del
monasterio del huerto, en Hipona, Fueron Evodio, Posidio, Severo y Antonio, obispos,
respectivamente, de Uzala, Calama, Milevi y I Fussala, así como varios otros8.
1. Ángel Martínez Cuesta, La Orden de Agustinos Recoletos, Evolución
Carismática. Cuadernos de Recolección, número 1, Editorial Agustinus, Madrid,
1988, p. 18
2. Ángel Martínez Cuesta, ob. cit, p. 11
3. Coní. Vlll,6,4
4. Conf. VIH, 12,30
5. Costumbres de la Iglesia Católica, 1,33,73
6. Hechos 4,32-35
7. Sermón 355,2
8. Martínez Cuesta Ángel, San Agustín monje y padre de monjes. En
MAYEUTICA,1980, No. 16,
Cuestionario
1. Al monasterio agustiniano entraban muchas personas, con todas las diferencias
habidas y por haber; ¿qué las unía a todas entre sí?
2. Además de sus escritos, ¿qué se conserva y se conservará siempre de San
Agustín?
3. ¿Cuándo descubrió su vocación de monje?
4. ¿Cuál crees que debe ser la principal preocupación de un Agustino Recoleto,
según el espíritu de San Agustín?
5. El monacato o estilo de vida de San Agustín es (subraya):
a. copia de Antonio el ermitaño;
b. invento suyo;
c. copia de los anacoretas y cenobitas.
6. Todas las comunidades religiosas tienen más o menos los mismos elementos:
APOSTOLADO, VIDA COMÚN, ORACIÓN, TRABAJO, ESTUDIO. Ordena estos
elementos según la importancia que deben tener para un Agustino Recoleto: 1.
2. 3. 4. 5.
7. Lee Hechos 4,32-35; de los cuatro versículos escribe el que crees que es el más
importante en una comunidad agustino recoleta.
8. ¿Cuál crees que es la principal condición de un aspirante a la vida agustino
recoleta?
9. Escribe el significado de las siguientes expresiones:
a. ocio santo:
b. negocio justo:
10. ¿Por qué un agustino recoleto tiene que ser apóstol?
11. Según esta lección, ¿cuántos monasterios fundó San Agustín?

LECCIÓN 13
EL MONACATO AGUSTINIANO: EXPANSIÓN, ECLIPSE Y RESURGIMIENTO.
(Siglos IVXII).
1. Expansión.
La obra monástica de San Agustín no se limitó solamente a su tiempo y a su diócesis,
sino que por el contrario desbordó todos los límites y se fue abriendo paso a través de
los siglos y en distintos lugares. Pocas cosas deseó con tanto ardor como el
florecimiento de la vida común. Durante toda su vida luchó por difundirla, defenderla
y perfeccionarla de palabra, por escrito y por medio de amigos y discípulos. Y ni
siquiera la muerte pudo contra su afán proselitista: su palabra ha continuado
resonando, con muy breves pausas, a lo largo de los siglos y todavía hoy encuentra
acogida en el corazón de los hombres.
Además de los monasterios mencionados en la Lección anterior, ya de simple
sacerdote Agustín había logrado establecer otro en Cartago hacia el año 392, al
amparo del obispo metropolitano Aurelio. Lo que Valerio fue para Agustín en Hipona,
lo fue Aurelio en Cartago.

Cartago era entonces el centro civil, cultural y religioso de toda el África, y Agustín
necesitaba acudir a sus archivos y bibliotecas en busca de documentación para sus
polémicas. Los monjes podrían consultarlos con facilidad, recoger el material
necesario y remitirlo a Hipona. Las demás ocupaciones serían muy semejantes a las de
los monjes de Hipona.

La fama de los monjes formados por Agustín hacía que los obispos los aceptaran con
agrado en sus diócesis y los dedicaran a la predicación, cargo que era propio de los
obispos.

2. Contagio.
Toda institución religiosa se propaga, no sólo por obra de su fundador, sino también
de los amigos y seguidores de éste. Así, Evodio, Severo, Posidio, Profuturo y Fortunato,
obispos, fundaron monasterios clericales en sus sedes, y algunos de ellos tambien
monasterios de laicos y de vírgenes. Incluso hubo dos obispos, Novato y Benenato que,
sin ser abiertamente discípulos de Agustín, fundaron monasterios con el espíritu del
mismo, gracias I a las relaciones que mantenían con el santo. También Alipio fundó su
monasterio clerical en Tagaste.

En el año 411 sucedió algo digno de mención en Tagaste: una pareja de nobles
esposos, Piniano y Melania, venidos de Roma, decidieron renunciar al uso del
matrimonio y, movidos por el ejemplo de los monjes agustinos, se fueron
desprendiendo poco a poco de sus inmensas riquezas, repartiendo su fruto entre los
pobres y dotando generosamente a los monasterios e iglesias de la región, mientras
que ellos mismos se decidían a abrazar la vida común. Melania vivió en comunidad
con sus 130 siervas; y Piniano, con sus 80 esclavos. Seis o siete años se prolongó su
estancia en Tagaste, entregados a una vida de trabajo y penitencia. Melania se
distinguió por sus austeridades y, también, por la atención prestada a la instrucción de
sus monjas y a la transcripción de códices. De la vida de Piniano y sus monjes no
quedan detalles. En el año 417 la noble pareja abandonó el África y viajó a Jerusalén
para establecerse definitivamente en el monte de los Olivos. Melania fue santa.

Del monasterio clerical de Hipona salieron dos sacerdotes, Leporio y Bernabé, que
fundaron otros dos monasterios.
Hacia el año 400 Cartago tenía ya varios monasterios. En alguno de ellos comenzaron
a circular ideas contrarias al trabajo manual; el obispo Aurelio pidió a Agustín que
interviniera, y con este motivo escribió la obra El trabajo de los monjes.

Consta que en vida de Agustín existían ya 17 monasterios, aunque cada uno estaba
vinculado con el santo de manera diferente.-Tres de ellos, es decir, el laical de Tagaste
y los dos primeros de Hipona, eran obra exclusiva suya; él les dio el ser, la orientación
espiritual y la estructura jurídico-material. Otros monasterios tuvieron relación con
Agustín apenas ocasionalmente aunque siguiendo su espíritu. Existen noticias de
otros nuestros monasterios en el Norte de África mientras vivía Agustín, aunque no
consta de sus relaciones con el obispo de Hipona. Pero probablemente serían
frecuentes y profundas. No parece exagerado afirmar que nacieron y crecieron a la
sombra benéfica del santo. Todos ellos eran fundaciones de amigos y discípulos suyos,
que no hicieron más que trasplantar a sus sedes la experiencia vivida y asimilada en
su compañía. Y, al instalarse en sus respectivas diócesis, ninguno rompió los vínculos
con Hipona. Agustín seguía siendo el maestro y orientador del grupo, a quien se
acudía en momentos de apuro.

Cualquier cosa que posea mi hermano, si no siento envidia por ello y lo amo, es mío (S.A.:
Sermón 162ª,4)
Se pueden contar, pues, unos 26 monasterios existentes en vida de San Agustín,
fundados con el espíritu del santo. Estos monasterios no constituían unidad jurídica
alguna. No había entre ellos ni reglas comunes ni vínculos legales: todavía no había
sonado en la Iglesia la hora de las congregaciones religiosas. Sólo se sentían ligados
entre sí por el origen, el común reconocimiento del ascendiente de Agustín y las
costumbres generales de la época. Por lo demás, cada monasterio era una comunidad
autónoma, que se gobernaba por estatutos particulares y por la legislación de los
concilios. El abad gozaba de gran libertad a la hora de escoger y aplicar las normas
concretas. Los monasterios clericales dependían del obispo diocesano.
3. Persecución.
El empuje de las fundaciones agustinianas comenzó a retroceder muy pronto debido a
las invasiones de los vándalos; Genserico (429-477) y su hijo Hunerico (477-484), que
eran arríanos, se ensañaron contra los obispos y religiosos. Se calcula que entre el año
430 y el 484 el episcopado africano perdió casi cien de sus miembros, bajando el
número de 675 a 584. Los monasterios que más sufrieron fueron los de clérigos y de
vírgenes.

En febrero del año 484 Hunerico dio el golpe final deportando a la casi totalidad de los
obispos y entregando a los moros los monasterios de hombres y mujeres.

Pero la persecución no acabó con todos los monasterios africanos. Precisamente la del
año 484 nos descubre la existencia de dos monasterios en Gapsa y Biguá. El primero
era un monasterio de laicos y clérigos, habitado por siete monjes: Liberato, Bonifacio,
Severo, Rústico, Rogato, Séptimo y Máximo. Todos ellos sellaron sus vidas con el
martirio y fueron enterrados en el monasterio Cartaginés de Biguá. La Orden celebra
su fiesta el 26 de Agosto.

4. El Agustín Abreviado.
Entre los santos agustinos más antiguos e importantes se cuenta a San Fulgencio
(462-527), obispo de Ruspe, actual Rosfa, en Túnez. Era recaudador de impuestos en
Cartago. Se sintió movido a abrazar la vida religiosa después de leer el comentario de
San Agustín al salmo 36. Cultivó intensamente la doctrina agustiniana, como lo
denotan sus obras. Su vida monástica se ajusta en líneas generales a la mentalidad y al
estilo de vida de San Agustín. Ha sido llamado con razón el Agustín abreviado. Amó
profundamente la vida de comunidad y la comunión de vida. No acertaba a vivir sin
monjes. Por eso fundó varios monasterios, lo mismo en su patria que en el destierro
de Cerdeña, Italia, a donde había sido deportado por el rey Trasamundo, junto con
otros sesenta obispos. Viajó mucho, unas veces por iniciativa personal y otras por
motivos políticos. Al fin pudo regresar a Ruspe, donde murió probablemente el día 1
de enero del 527 tras larga y penosa enfermedad. Su fiesta, en toda la Orden, es el 3 de
enero.

"No menos de diez monasterios aparecen en su biografía. En el segundo monasterio


de Cagliari instauró un sistema de vida lleno de resonancias agustinianas: amor a la
vida común, delicadeza con cada religioso, preferencia por el trabajo intelectual"1.
5. Eclipse.
Con la muerte de San Fulgencio, el monje más ilustre de África después de San
Agustín, las tinieblas vuelven a cubrir la historia del monacato agustiniano, sin que los
esfuerzos de arqueólogos y epigrafistas hayan logrado aclarar este período oscuro de
la Orden. Excavaciones e inscripciones nos han proporcionado datos útiles, pero no
han logrado suplir la casi total carencia de documentación literaria. Existen noticias
pasajeras acerca de la existencia de monasterios durante el siglo VI. Las noticias sobre
el siglo VII son todavía más fragmentarias. Ni un solo documento escrito ha llegado
hasta nosotros sobre el monacato africano de orientación latina y agustiniana. Sin
embargo, consta de la existencia de unos 12 monasterios africanos durante esta época,
y no hay duda de que había otros muchos.

Además de África, hubo monasterios de orientación agustiniana también en Italia,


España y Francia. No solamente los vándalos perjudicaron el desarrollo del monacato
agustiniano; también los árabes le dieron el golpe de gracia durante el siglo VIL Pero
semejantes catástrofes no lograron opacar la figura de San Agustín; su influencia sigue
en pie, y se nota en algunas de las reglas monásticas de la época, como la de San
Benito y otras, el cual "Debe a San Agustín el sentido de la persona y sus relaciones
dentro de la comunidad, la puesta en común de los bienes y la atmósfera de amor
evangélico que templa el verticalismo de su regla"2.

Durante los siglos VII y VIII el monacato en general todavía no tenía una estructura
definida. Cada monasterio era autónomo y se gobernaba por leyes propias; no se
podía, pues, hablar de una orden religiosa clara y definida.

Poco a poco se fue imponiendo la reforma monástica; influyeron en esto los


emperadores, especialmente Carlomagno, que en el año 787 mandó sacar una copia
auténtica de la regla de San Benito, multiplicándose y dándose a conocer hasta tal
punto que San Agustín y su monacato quedaron relegados a un segundo plano.
6. Los Canónigos Regulares de San Agustín.
Pero la vida religiosa no era vivida solamente por los monjes. Había un grupo de
clérigos que también la vivían: eran los canónigos o consejeros del obispo. Estos
prefirieron el espíritu de San Agustín y no el de San Benito, pues les llamaba más la
atención la vida común perfecta y la pobreza individual proclamada por San Agustín.

No todos los canónigos compartían esto último. Hubo muchas reformas y divisiones
entre ellos mismos. Unos, los no reformistas, se convirtieron en clero diocesano; otros,
los reformistas, siguieron el espíritu agustiniano: fueron los CANÓNIGOS REGULARES
DE SAN AGUSTÍN (Regular = el que sigue una regla), quienes después de muchos
experimentos optaron por quedarse con la regla del santo obispo de Hipona, la cual
suplantó poco a poco a las demás reglas, hacia los años 1120-1130.
7. Resurgimiento definitivo.
A partir del papa Inocencio II (1130-1142), la Santa Sede asigna la regla de San
Agustín a todas las comunidades de canónigos. Con ello recobra un puesto eminente
en la historia religiosa occidental, y su regla emprende una brillante carrera que llega
hasta el día de hoy. A fines del siglo XII y principios del XIII la adoptan varias
congregaciones nuevas dedicadas al servicio de los enfermos, a la redención de los
cautivos o a la predicación.

Hasta el momento, son 146 Órdenes y Congregaciones masculinas y 212 femeninas las
que se inspiran y siguen la regla de San Agustín. Entre las masculinas más importantes
tenemos Los mercedarios, hospitalarios, dominicos, etc.

No en todas las congregaciones tuvo la misma importancia. En una de esas alcanzó, sin
embargo, mayor relieve. La carencia de un fundador concreto y de prestigio induce a
sus miembros a acentuar el culto a la persona de San Agustín y al estudio de su
doctrina. Poco a poco esta congregación va identificando a San Agustín como fundador
y padre y hacia él vuelve los ojos en busca de inspiración e ideales. Así nace la ORDEN
DE ERMITAÑOS DE SAN AGUSTÍN, de cuya historia se ocupará la Lección siguiente.
1. Martínez Cuesta, La Orden de Agustinos Recoletos,
Evolución carismática, pp. 17-18
2. Martínez Cuesta, ob. cit. p. 20

LECTURA
La Regla de San Agustín
Desde sus comienzos, las comunidades religiosas se han constituido alrededor de una
regla de vida. Las reglas, unas veces son escritas por el mismo fundador; otras, por
algún discípulo del fundador pero aprobadas por éste; o bien, han sido escritas por
varios autores, pero siempre aprobadas por el fundador. En otras ocasiones, una
congregación toma la regla de otra, como ha ocurrido con la de San Agustín.

San Agustín escribió su propia regla, llamada "Regla a los siervos de Dios",
posiblemente para los monjes del monasterio laical de Hipona, hacia el año 397; estos
dos últimos datos no son completamente seguros, pero sí los más probables. Es el
documento monástico más importante de San Agustín, pero también el más
controvertido. Unos dicen que es adaptación de la carta 211 dirigida a las monjas de
Hipona; otros, que es una simple acomodación de los sermones 355 y 356 de San
Agustín. Después de muchas investigaciones, los estudiosos agustinólogos han
descubierto que dicha regla sí fue escrita directamente por San Agustín y para
varones. Consta de 8 capítulos y comienza así: "Ante todo, queridos hermanos,
amemos a Dios; después, también al prójimo, porque éstos son los mandatos
principales que se nos han dado".
Cuestionario
1. ¿Qué circunstancias favorecieron la fundación de un primer monasterio en
Cartago?
2. ¿Quiénes eran y qué hicieron Piniano y Melania?
3. ¿Por qué escribió San Agustín El trabajo de los monjes?
4. ¿Cuántos monasterios había en tiempo de San Agustín y qué relación tenían
con él?
5. Completa esta frase: el empuje de las fundaciones agustinianas no duró mucho
tiempo debido a:
6. ¿Qué bien produjo la persecución del 484?
7. ¿A quién y por qué se le llama "Agustín abreviado"?
8. Explica las influencias de Carlomagno y del Papa Inocencio II en la difusión de
la Regla de San Agustín
9. Explica el origen de los Canónigos regulares de San Agustín

LECCIÓN 14
LA ORDEN DE ERMITAÑOS DE SAN AGUSTÍN LA GRAN UNION DE 1256
(Siglos XIII-XVI)
1. Origen,
El origen de la Orden de Ermitaños de San Agustín es muy oscuro. Todo se ha ido en
leyendas y narraciones poco fundamentadas; lo que se sabe se debe a la historia
general de la época. Muy poco es lo que sabemos acerca de los ermitaños y
concretamente de sus casas. Sin embargo, las investigaciones históricas avanzan
lentamente y nos permiten llegar a las siguientes conclusiones: 1) la formación de la
Orden fue lenta y difícil; 2) no entronca directa ni indirectamente con las fundaciones
de San Agustín; 3) fue el resultado de la unión de varios grupos eremíticos
independientes; 4) en esa unión tuvo una influencia decisiva la Santa Sede,
especialmente a través del Cardenal Annibaldi.

"Algunos de estos eremitorios se remontan a mediados del siglo XII; otros eran de
creación más reciente. Sus moradores eran hombres sencillos, con un alto concepto de
la majestad de Dios, a quien, de acuerdo con las ideas del tiempo, creían servir mejor
en la soledad. Su espiritualidad era muy heterogénea, ya que cada grupo era libre de
organizarse según sus preferencias. El trabajo manual, las prácticas penitenciales y la
recitación reiterada de oraciones vocales llenaban su jornada. A veces cuidaban de
alguna capilla rural o atendían a los caminantes"1.

Desde mediados del siglo XIII las cosas empezaron a cambiar: este género de vida se
había quedado anticuado y era necesario optar por "Una mayor inserción en la vida
social, un apostolado más intenso y una organización más centralizada y
homogénea"2. La Iglesia intervino: el concilio IV de Letrán (1215) había aprobado
oficialmente tres reglas: la de san Benito, san Basilio y san Agustín; algunos grupos
eremíticos de Italia fueron obligados a acogerse a una de estas tres reglas. Los grupos
que ya existían en el momento de la Gran Unión, tres de los cuales se habían acogido a
la regla de San Agustín, son los siguientes:
2. Ermitaños de San Juan Bueno (1169-1249).
Juan Bueno nació en Mantua, Italia, hacia el año 1169. Dejo-ven vivió
desordenadamente, recorriendo campos y ciudades en calidad de juglar. Hacia 1210
una enfermedad lo indujo a cambiar de vida y se retiró al campo a vivir solo,
posiblemente hada 1217. Allí fue reuniendo discípulos con los que comenzó a com-
partir la vida penitente de los ermitaños de la época, sin regla ni vínculos jurídicos
especiales. Pero esta forma de vida, un tanto libre y anárquica, estaba en desacuerdo
con las normas de la Iglesia, empeñada en la organización y supervivencia de la vida
religiosa; entre las normas que había dado estaba la ya mencionada: cada grupo debía
acogerse a una de las reglas existentes y aprobadas por la Iglesia.

Juan Bueno sintió la urgencia de dar estabilidad a su fundación, y fue entonces cuando
se acogió a la regla de San Agustín, impuso el hábito de ermitaños a sus compañeros y
todos comenzaron a vivir regularmente, es decir, de acuerdo con una regla ya I
elegida. Esto ocurrió hacia el año 1225. Su estilo de vida varió muy poco: silencio,
ayunos prolongados, vestido pobre, repetición de oraciones vocales... Andaban
descalzos y vivían de limosna. Nada de esto nos ha de extrañar puesto que ese era el
modo como vivían los ermitaños de la época.

Una nota curiosa: rasgos agustinianos no aparecían por ninguna parte; adoptaron la
regla de San Agustín simplemente porque tenían que acogerse a alguna, pero no por
conocer y seguir al santo obispo de Hipona. El verdadero maestro y fundador
continuaba siendo Juan Bueno, que tenía fama de líder y de santo.

Como casi todos los miembros de esta comunidad eran laicos, el apostolado quedaba
en un segundo lugar; poco a poco fueron entrando sacerdotes o se ordenaron
ermitaños laicos, con lo cual el apostolado adquirió gran importancia. El mismo Juan
Bueno, al ordenarse sacerdote, fue un gran apóstol.

La fundación creció rápidamente hasta tal punto que Juan Bueno, ya viejo, analfabeto
y enfermo, tuvo que renunciar a la dirección de la comunidad, que en el año de su
muerte (1249) contaba con más de 15 casas en el norte de Italia. En este mismo año la
comunidad se dividió en dos bandos por diferencias de opiniones y criterios, pero se
volvió a unir en 1252. Preparándose así para la Gran Unión de 1256. La Orden celebra
la fiesta de San Juan Bueno el 16 de octubre, junto con la de San Guillermo el ermitaño.

3. Ermitaños de Bréttino.
Por la misma época, y sólo a unos 60 kilómetros de donde había surgido el grupo
anterior, nace uno nuevo en la localidad de Bréttino, para luchar allí contra los vicios
de la carne y alcanzar la vida eterna. Nada se sabe del fundador, origen, número,
posición social y primeros pasos de estos solitarios. En 1227 disponían ya de una
iglesia dedicada a san Blas, con regla y organización bajo la protección de San Pedro.
Pero ni su regla ni sus costumbres eran las aprobadas por la Iglesia, y por eso tuvieron
que acogerse a la regla de San Agustín a quien, como los anteriores, poco conocían. En
1235 ya poseían constituciones y organización propias, aprobadas por la Santa Sede.
Tenían algún acto común, pero el centro de su vida lo ocupaba el ascetismo
manifestado en el hábito humilde, en la pobreza privada y común, y en los ayunos
severos y prolongados.

La pobreza era muy rígida; vivían del trabajo y en momentos de escasez pedían
limosna, como los demás ermitaños de la época, A este respecto tuvieron
problema con los franciscanos, pues como vestían casi el mismo hábito que éstos,
los fieles los contundían y les daban a ellos las limosnas destinadas para los ermitaños
de San Francisco. Estos se quejaron ante la Santa Sede, la cual solucionó el problema
dándoles hábito distinto a los unos y a los otros.

Al igual que otros movimientos eremíticos de la época, también los Brettinenses


fueron evolucionando hacia una forma de vida más apostólica y comunitaria, y menos
eremítica. Hacia 1238 ya estaban muy extendidos por el norte de Italia. En 1243 la
Santa Sede los aprobó como comunidad apostólica y jurídicamente organizada,
permitiendo la entrada a la Orden de laicos y sacerdotes. En medio de este
florecimiento llegaron a la Gran Unión de 1256.
4. Guillermitas.
Deben su nombre a San Guillermo el Grande, muerto en 1157, y sobre el cual se han
tejido muchas leyendas. Sólo se sabe que era un militar francés y que, a raíz de su
conversión en 1145, se retiró primero a Pisa y luego a Malavalle (Italia), donde llevó
una vida penitente y solitaria. En el momento de su muerte sólo contaba con dos
discípulos, uno de los cuales, Alberto, se encargó de cuidar su sepulcro, convertido en
lugar de peregrinación por la (ama de las virtudes y milagros obrados por el santo.

Pronto se fueron reuniendo más discípulos alrededor de los dos que había dejado su
fundador, hasta tal punto que la nueva orden comenzó a extenderse fuera de Italia,
por Francia, Alemania, Hungría y otros países. El Papa Gregorio IX les impuso la regla
de San Benito en 1238. A diferencia de los dos grupos anteriores, los guillermitas no
quisieron dedicarse al apostolado en las ciudades ni a la petición de limosna. A pesar
de haber tenido la regla de San Benito fueron incluidos en la Gran Unión pero no
perseveraron en ella fuera de algunos conventos alemanes.
5. Ermitaños de Monte Favale.
Aparecen en 1225. De todos los grupos es el que tiene un origen más oscuro y una
historia muy pobre. Consta que el Papa Honorio III les permitió vivir bajo la regla de
San Guillermo, o sea, con orientación benedictina. También fueron incluidos en la
Gran Unión de 1256, pero inmediatamente salieron de ella porque ya en 1255 habían
pedido hacerse cistercienses.
6. Ermitaños de la Orden de San Agustín de Toscana.
Casi por la misma época de los grupos anteriores aparecieron. También en Italia,
diferentes casas de ermitaños que, por estar situadas en lugares deshabitados y solos,
recibieron el nombre de yermos.
En cada yermo vivían varios ermitaños, completamente independientes de los demás.
Cada yermo se regía por leyes propias y llevaban diferentes estilos de vida. Nada se
sabe sobre su origen, fundador, posición social, etc.

Los yermos fueron aumentando rápidamente en número, hasta que los mismos
ermitaños tomaron la iniciativa de unirse por un vínculo común. Con este fin enviaron
cuatro delegados a Roma a finales de 1243 y el Papa Inocencio IV aceptó su petición, I
asignándoles la regla de San Agustín. De este modo todos comenzaron a girar
alrededor del obispo de Hipona.

Se tiene así una primera unión: la de todos los yermos en 1243, I con el nombre de
Ermitaños de la Orden de San Agustín I de Toscana, terminando así su completa
independencia y uniéndose, no sólo por la regla de San Agustín, sino también por
otros aspectos: el apostolado, la liturgia, la vida común etc.

Parece que la unión no fue fácil al principio, ya que algunos yermos se resistieron a
entrar en ella; con todo, para 1250 ya habían entrado en la unión no menos de 61
yermos toscanos, y en todos ellos se tenía conciencia de pertenecer al único cuerpo,
con la consiguiente obligación de vestir un mismo hábito, de obedecer a un mismo
superior y de acomodar su vida a una misma regla y constituciones.

Entre ellos había sacerdotes y laicos. El Papa Inocencio IV se preocupó mucho de que
no se salieran de las líneas agustinianas.

La unión de 1243 favoreció enormemente la expansión territorial de la orden. En


1245 ya había traspasado los confines de Toscana. Extendiéndose por Inglaterra.
Francia. Suiza. Alemania. Bélgica. España y Portugal. A fines de 1250 o principios de
1251 se establecieron en Roma.

Este es el grupo más agustiniano de los 5, y el que se considera como el tronco de la


Orden de Ermitaños de San Agustín.
7. La Gran Unión de 1256.
Se llama así a la unión de todos los grupos anteriores. Por orden del Papa Alejandro IV
todos los grupos enviaron delegados al capítulo que se reuniría en Roma y que daría
origen a la nueva comunidad religiosa. "El capítulo tuvo lugar en marzo de 1256 en la
iglesia romana de Santa María del Popólo*, en él los cinco grupos renunciaron a su
autonomía y se fusionaron para dar vida a una nueva orden religiosa con nombre,
hábito, gobierno, observancias y objetivos únicos y propios. Se llamaría ORDEN DE
ERMITAÑOS DE SAN AGUSTÍN, vestiría hábito negro, se dedicaría al apostolado y, de
acuerdo con el modelo mendicante, no podría poseer bienes terrestres. El nueve de
abril el papa ratificaba los acuerdos del capítulo en su bula Licct Ecclesiae" 3.

"El capítulo impuso la unión a los cinco grupos asistentes y les señaló el apostolado
como fin específico. Ninguno de los dos objetivos era fácil de lograr. Los ermitaños de
San Guillermo y de Monte Favale, que seguían la regla de san Benito y los estatutos del
Císter, no se sintieron a gusto en una orden que nacía bajo el signo de san Agustín y el
modelo mendicante; ambos abandonaron inmediatamente la unión. Sólo unos
monasterios guillermitas prefirieron continuar en ella"4. La historia de la nueva
Orden se puede resumir así:

Primer período: 1256-1303. Es el período de acoplamiento y progresiva expansión


de la Orden por toda Europa. En el momento de la Unión la Orden contaría con unos
170 conventos y unos 2000 frailes, número que fue aumentando considerablemente.
Se organizó en provincias con superiores generales y provinciales elegidos
periódicamente. Poco a poco fueron dejando los eremitorios y se trasladaron a las
ciudades para atender el apostolado. Ya en 1284 se elaboraron las primeras
constituciones que, con algunas enmiendas, estuvieron vigentes hasta 1581.

Segundo período: 1303-1350. Esplendor y florecimiento espiritual. "Para el año


1300 los agustinos ya han completado su evolución. En cuatro decenios de esfuerzo
admirable habían acomodado su legislación y su vida al modelo mendicante. Eran ya
frailes plenamente reconocidos por la curia romana, con casas en las principales
ciudades y villas de la cristiandad, completamente integrados en el apostolado y en el
mundo universitario. I El laico había cedido el puesto al clérigo, el yermo al convento,
la soledad a la ciudad, y la devoción ingenua y sencilla al estudio y al apostolado.

En 1295 la Orden estaba dividida en diecisiete provincias situadas en Italia, Francia,


Inglaterra, Alemania y España. Poco más tarde aparecieron tres nuevas en Alemania,
dos en Francia y una en España. Hacia 1350 contaba con unos cinco mil frailes
distribuidos en quinientos conventos" 5.

A esta época pertenecen algunos de los santos más importantes de la Orden, lo que
prueba su florecimiento espiritual: san Nicolás de Tolentino (? -1305) "Fraile afable,
muy dado a la oración y a la penitencia; se distinguió también por su amor a las almas,
su dedicación al confesionario y a la predicación y su devoción a las almas del
purgatorio" 6. Su fiesta es el 10 de septiembre.

Santa clara de Montefalco (1268-1308), que "Fue una mujer de singular energía,
prudente y enamorada de la pasión de Cristo; procuró el bienestar de la comunidad
durante las diecisiete años que la gobernó y la preservó de las insidias de falsos
maestros" 7. Fiesta: 17 de agosto.

También son de esta época los Beatos Clemente de Osimo, Agustín de Tarano,
Santiago de Viterbo, y Simón de Casia.

Poco a poco aumenta el interés por la persona y obra de San Agustín. En 1376 el Papa
Gregorio XI le da por primera vez el título de FUNDADOR.

Tercer período: 1350-1539. Decadencia y confusión. Al esplendor anterior


siguieron dos siglos de decadencia por el relajamiento de las costumbres, de la
pobreza individual y comunitaria y de la vida espiritual en general, aunque también
hubo movimientos de observancia que se pueden considerar como antecedentes al
nacimiento de la RECOLECCIÓN (Ver Lee. 15,1).

Entre otras, se suelen citar las siguientes causas de ese relajamiento: 1) la peste negra
(1348-1350) o bubónica (de "bubón, tumor), que mató cerca de 40 millones de
habitantes de los 80 que tenía Europa; 2) el cisma de occidente (1378-1417), que así
como dividió a la Iglesia dividió también a la Orden con dos Superiores Generales al
mismo tiempo; 3) el secularismo de la vida religiosa que trajo como consecuencia
ideas paganas del primer renacimiento; 4) las guerras locales que obligaban a los
frailes a abandonar los monasterios; 5) la paulatina desaparición del ideal primitivo
con el consiguiente oscurecimiento del carisma.
En cuanto a bienes espirituales, considera tuyo lo que amas en el hermano, y él considere
suyo lo que ama en ti (SA .-Sermón 205,2

El fruto más negro de este relajamiento fue la defección de Lutero (padre del
protestantismo) que, junto con la de Enrique VIII, causó un desgarrón en la Iglesia.
Prácticamente desaparecieron todos los conventos de observancia que había en
Alemania; también los diez que tenía la provincia de Tierra Santa, pero esta vez
debido al avance de los turcos por el Mediterráneo oriental.

LECTURA
El eremitismo en la Edad Media
A mediados del siglo XI el eremitismo occidental comienza un período de esplendor
que se prolongó hasta bien mediado el siglo XIII. Por todas partes aparecen almas
inquietas, deseosas de lo absoluto y enamoradas de la soberanía divina que, en grupos
o en solitario, abandonan la naciente civilización urbana y corren hacia la soledad.
Generalmente se establecen en lugares inhóspitos, al borde de la selva, y allí se
entregan a una vida de trabajo, penitencia y oración. Otros abrazan el eremitismo para
hacer penitencia de sus pecados y otros, en fin, para seguir la corriente de la época o
atraídos por el magnetismo de algún ermitaño famoso de la región.

El ermitaño no es necesariamente un ser huraño, enemigo del mundo y reconcentrado


todo él sobre sí mismo y sobre una falsa idea de la divinidad. De ordinario, es una
persona de gran inquietud religiosa, con un alto concepto de la majestad de Dios y de
la perfección cristiana, insatisfecha con los modelos religioso-morales que ofrece el
mundo circundante. En consecuencia, huye del mundo y se refugia en la soledad para
correr en ella con absoluta libertad tras su ideal. Practica la hospitalidad. A menudo
abandona el retiro y recorre campos y poblados predicando la penitencia y la
conversión. Otras veces se establece a la vera de los caminos o junto a alguna ermita
para prestar ayuda a peregrinos y caminantes. Casi todos reúnen discípulos, a quienes
dirigen por la vía de la perfección.
1. Martínez Cuesta, ob. cit. p. 24
2. Ib.
3. Martínez cuesta, ob. cit. p. 26
4. Martínez Cuesta, ob. cit. p. 28
5. Martínez Cuesta, ob. cit. pp. 29-30
6. Martínez Cuesta, ob. cit. p. 30
7. Ib.
CUESTIONARIO
1. ¿Cómo le explicarías a un grupo de jóvenes el origen, la formación y desarrollo de la
ORDEN DE ERMITAÑOS DE SAN AGUSTIN?

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