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Tanto su devoción por el ballet como el anhelo por la perfección son alimentados
por su madre Erica, una ex bailarina de ballet de éxito moderado. Sin embargo, a
pesar del aislamiento autoimpuesto de Nina del resto de los bailarines, ve a una
rival en Lily (Mita Kunis) cuando se anuncia que el papel de la Reina Cisne se ha
vaciado. Para sorpresa de Nina, el papel se convierte en suyo.
Pero hay una trampa: el director, Thomas Leroy (Vincent Cassel), quiere que un
bailarín interprete a los personajes de White Swan y Black Swan, dos opuestos.
La interpretación que hace Portman del personaje de Nina es, sin duda, una de
sus mejores actuaciones y verdaderamente impresionante. El personaje es
inmensamente expresivo y lleva todo de una escena a otra, de un punto a otro,
hasta el final. La película sigue más o menos el triángulo dramático tradicional: la
escalada lenta y la acumulación del tempo hacia la resolución climática.
La personalidad fluctuante de Nina sigue ese camino, y ella conduce todo con él;
en algún Lugar a lo largo del camino ascendente, su psique se divide y se
manifiesta de una manera sorprendente. Es difícil trazar una Línea divisoria entre
la realidad y lo imaginario, entre la verdad y la 'Luskin. La historia como tal, el
desarrollo psicológico de Nina, está respaldada en gran medida por efectos
visuales y sonoros. El impacto que to deja la película no sería el mismo sin esos
efectos; añaden una sensación aún más sutil de esfuerzo mental.