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El Pudor Del Pornografo PDF
El Pudor Del Pornografo PDF
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ALAN PAULS I
Elpudor del
. pornilgrafor
EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIBES
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"A menudo pienso durante muchas horas
Y ?,.3 únicamente en el cartero. Tiene que llegar .
UAR 2ó 2004
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Quefu hccho el dePósito qac Previe'
nc to by 77.721t. @ lilSIh Editorinl
Sufumirü:arn Soóúedd Antnimq
col|¿ Humbc¡to Io 6tl, Buetrr,s Airca
ISBN 960'0?{111il
1
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Ursula solfa esperarme en el amplio parque que se
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l, extiende frente p mi easa. Convencida de que en sole-
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dad mi trabajo gan'abe'en efieiencia y rapidez, habla
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elegido el panque porque desde alll
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l -por un¿ ra¡z6n
posician&l- le era posible divisar el peque[o balcón
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de mi casa, una blanea saliente eon r;ja; a h que yo
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me asomaba a fin de apacigr¡ar con gestos su erpecta-
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tiva. Entre carta y carta, yo salfa al aire y perm¿ne-
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cla alll unos minutos, fijado en la contemplación de su
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,:' pequefla silueta, Qüe ella acomod¿ba eon decoro eR
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uno de los descoloridos banpos del p¿rque. Cuando
ella alzaba los ojos hacia el balcón (su cabeza parda,
ll,o en la que los reflejos del sol se entrelazaban, ascendfá
i.
levemente como si yo la hubiese ll¿mado eon silen-
ciosa consigna), yo intentaba haeerme entender por
medio de contorsiones corporales. Ursula se incorpo-
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,, :;lli raba de pronto, creyendo sin duda que lo que yo te
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anunciaba con mi aparición en el balcón era el térmi-
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no de una nueva jornada de trabajo. ¡Cuánto me cos-
taba entonces disuadirla: expliearle eon ademanes
que me mostraba ante ella con el solo objeto de pre-
servar nuestro contaeto!
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EL PuDoR DEL PonNocnAro 11
10 ALAN PAULS
otro: ¡ro^to eI lozo óptbo gue noe encú,etwbol Obser' -
Más tarde el trabcio aumentó; las eartas comenz4- vóndola desde el balcón, me pareela estar ,'frente A
ron a llegar por paquetes que un fatigado cartero uno de esos vidrios que permiten la visión de qülen
abandon"f,, dlscuidadamentl frente a mi puerta. En- está detrás, impidiendo sin embargo que este reco-
tonces ursula modificó sensiblemente su forma de es- nozca a qulen lo contempla, dado que eso que el que
perar. En una ocasión, aprove.ehando le p?ull 98gs contempla toma por vidrio (por transparencia), solo
vezmás estrecha entre una carla y otra, sall al balcón es para el contemplado una superficie opaca.
con la intención de ofreeerme a ella, 8la que imagins- Desde entonces, Ursula nunca volvió a interrumpir
ba ya exasperada por la espera, mirando insistente- mi trabajo. Sin duda debido al creciente nfimero de
mrnt" h¿cia el balión comó quien aguafda la salida cart¿s que yo recibl¿, y tambié:¡ a gierto hastlo deri-
de un llder religioso. Pero' para mi sorpresa, ellA no vado ,de la espera, prefirió aparecer, enigmática' en
estaba alll. Queá¿ unos "instantes como enclavado en aquellas rófagas de visión, como üna suerte de piezA
el banco en el que sorla sentarse, detenido en la mor} piincipal camuflada en elemento accésorio. Ftqg*en-
sa verifieacién de su ausencia, hasta que mis oios' los dsContemplaeión: pegue[os cu¿dros de los que el
desplazóndose lentos por toda la exten¡ión det par- cuerpo de Ursul¡, enfund¿do en vestidos de colores
que, fueron a dar a uni zontlateral, sombrfa; allf dis-' extravagantes, hacl¿ su propio escenario, el lugar de
tinguieron la masa compacta de unos árboles agita- su expocieión,
dOs por el viento Y, .reeortad¿ contra ellos' una Nobescribiré aquf lo que de ella pude constatar en
*an*h, viva, una siiueta en l¿ qUe reconocieron el aquellas visiones; diré, sl, que si bien ella quedaba
cuerpo de Ursula. marginada del sentido de mis "envlos" 0os gestos
Sf¡bitos interrogantes me asaltaron3 ¿por qué alll' a que yo improvisaba a falta de un sistema de cOmuni''
gué obedecfa ese lnesperado cambio de posición, 9ué cación más eonveniente), no por ello parecfa molests
efectos desencadenaria? La respuesta de este f¡ltimo por'la contemplación unilateral a la gue ella misma,
Ii ir.
me serla dada de inmediato, spenas intentara des' cambiando su postura en relación al balcón, ge habla
I,
cifrar aquella mancha rojiza que se debatla en F zona entregado, sino todo lo eontrario: de est¿ visión $olo
p"nurbiosa: conforme a esta arbitrafl -r9disp9-$ ñh, que Ie era del todo imposible correspondef, IJf-
ción del espacio, resultaba que yo pos*la de ell¡ una
,1,'
i.
sula supo sin dud¿ explotar las peculiaridades.
visión ruyr relativa claridad me facilitaba el acceso I
sus detalies; pero he aqul que ella, al dirigirlg
yo mis
enfáticos geslos con sus correspondientes significs-
dos, no p"i"cla cap az de recogerl,os, alejada mi figura
- al parecef -por d; los llmitás de su campo visual.
Quedábamos, asl decir, desconectados utio del
EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 13
a.
eontrar rbclinada contra zadas sobre su cabe ?,a, en contaeto directo con la ru-
y
iaog"ida como abandonada al frescor de la tarde, eI gosidad del enorme tronco, mi Ursula se abocara con
,espáctóculo qué seofreció a mis ojos reveló entl9 rye- cuidado a la tarea de &rremangar su pollera hasta
detalles el i"tm"o de un trastorno. Reconócf on desnudar sus piernas a la altura de la mitad de los
[*
fr
,aqueila silueIa colorida a mi Ursula, pero fue su pos-
muslos, que aquel rítmieo vaivén no dejaba de aproxi-
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14 ALAÑ PAuLs :
q *o¡o qup nos permitiera introducirnos' por¿sl decir, enun.iár nuestros deseos -, €s que trl no pierdas n8-
uno otro. y ese camino, th lo has hallado y me lo
"o "i para que yo también tome cartas en el da, ni el trozo más insignificante de lo que tengo para
propones
decirte!
¿ronto. Itlrnejorable camino, ursul¿,9ü€ sin embargo Además: si por una parte te he tranquilizado ase-
no creo póa"t recorrer sin tropezar, aquí { "ll{: con gurándote que tu earta ha llegado' por otra habré de
cierto, ar.ollos. Como tú s¿bes, con mi "trabajo" ten- confesarte que tus preoeupaciones no carecen de fun-
go ya suficiente correspondencia Pa.{a leer y contes-
lil
damento. Por lo tanto, si realmente está en nuestro
í"t. (¡Oh, not No lo diie para que te enfadases'fran- rni
deseo el llevar adelante esta "eorrespondeneia" (¡qué
amor, mi ausente, sino- para confiarte con toda
extratla me suena esa palabra: como de otra épocat)'
queza'las penurias de mi situación, de la que ttt-1o nos aseguraremos de que cada carta goce de todas las
tienes por qué participar, perg sí estar al tanto' ¿Me
:5Y--
, ,
medidaé de seguridad. eon' qüe seamos capaees de
prometes nó odscarte? Deberh |abe.r atgírn P:fq: :
preservarla; eunque ¿qué mejor gsrantla que entre-
poder tachar lo que uno ha escrito sin qle el otro lo gártela a ti personalmente, verdad? Pero si asl fuera,
advierta.) comprenderás entonces que frente
a tus
d" tomar una serie de medidaq a fin it a ml nada me apartase de nosotros' entonces ¿qué
envlos yo habtS necesidad habrla de escribirnos? Te confieso lo que
mezclen eon los otros, de los que-terno la
de que no se
18 ALAN PAULS
22 ALAN PAULs
sula!, ¿es que la realidad reserva algun lugar par¿ s€- no cotno el hornbre qusioso y débil que firm¿ estas
mejante instrumento? ¿Y qué sentido tieng gasüar cartas, sino eomo ese hombre que ofreee dulcemente
¡- no gasüar sino: ¡despilfarrart- todas mis fuerzas su cuello a._tus labios piira luego protegerte entre sus
en eldeseo de tal instrumento, desolada inveneión de brazos.
una mente sublevada contra las ligaduran que la en-
cadenan al régimen despótico del escribir?
Por eso, Ursula, eualquier signo tuyo me llena de
felicidad. Por eso la dedicatoria que egcribiste sobre
el borde derecho de la fotograffa representa para ml
el punto en que mós eercs estamos uno del otro, el lu-
gar en que tod¿s las dlst¡ncias pareeen abolirse,
euando en realidad solo se suspenden...
Tengo miedo: un miedo nepentino, Ursul¿. ¿Llega-
rá esta carta que ahora escribo eon pulso febril, 8ün-
que en el camino deba pasar por las sueias manos de
quienes la'llevarán hasüa ti?; ¿llegará aunque alguien
que nos desea mal se inmiscuya y desgarre nuestra
intimidad, develando nuestros secretos? Apenas la
haya echado al buzón, el tenor me llevar f el eneierro
y s la desesperación. ¿Cuándo enviarás la respuesta?
¿No puedes lograr que algún bonocido, alguien qué te
. deb¿ algún fbvor, alguien de quien tú puedas exigirlo
todo sin temor al rech Lzo,se eneargue de transportar
nuestra eorrespondencia? Nada- me harfa más feliz.
Ño hay seguridad ninguna para mf. El miedo me
acorrala y por las noches busco avivar las escasas
fuerzar que me quedan en la contemplación de tu fo-
tografla. Ella me permite sobrevivir hasta la llegada
de tu siguieñte carta.
Adióg, omor mfo, te deseo una budna noehé. Temo
que mi earta, plagada de padecimientos, perturbe tu
descanso. Deseo estar presente en tus sueños; pero
EI, PUDOR DEL PORNOGRAFO 29
vacilar, ciegamente". ¿Debo tom¿r entonees esta fra- Esta "persona de eonfia nza" (no hago otra eost que
se eomo aquello sin lo cual la expresión t'persona de citar tug propins palnbras, Ursula) llegó justamente
confianza" carece de sentido? Si es asf, amor mfo, no euando me hallaba sujeto a una'carta de la que no
veo con claridad, el significado eonereto que trl le eon- eonseguía urdir-una respuesta eonvineente. Relefdas
fieres al término "entregarnos", y más arln eonside- sus rlltimas líneas, había esbozado el comienzo de mi
rando los variados contextos en que aparece. Escri- réplica, que distaba mueho de ser lo que yo deseobo.
bes: "al que podemos entrdigarnos eiegamente", para En ese instante, digo, sonó el timbre. Comprenderós
luego deeir: "entrégalc a él tu earta sin miedo mi estupor, Ursula mía, si piensas en el aislamiento al
.l
84 'ALaN PAtrLs
EL puDon DEL poRNocRAFo 86
que yo mismo me he eonfinado y en el heeho de que
-he eliminado toda posibilidad. de reeibir visitas. Con Durante el tiernpd que tardé en reponerme dd Ia
las dos últimas frases de la carta dan zándorne en la sorpresa, observé nuevo s detallps, pequefledes, cosi-
cabeza, abrí la puerta. No era el cartero, ni la mujer tes de nada, eomo por ejemplo la asombrosa palide¿
que me provee de alimentos, sino un hombre joven, qué contrastaba con el traje lueüuoso, la palidez de
alto, algo quebradizo, vestido con un impeeable traje las lnanos entrel azadas sobre el pubis, las aureolas
neg¡o. Dirás: ..Y bien: ¿qué?"- La particularidad de violáceas que cercaban sus ojgs, el color tenue de
este "hombre", impeeable traje negro' presencia de- aquellos labios, esa textura rugosa, como rasgada, de
maerada, consistía en que ocultaba sys ojos bajo un la boea, 8l cuerpo delgado, casi raqultico envuelto en-
neglo antifa z, tan negro como el traje que le colgaba el traje negro de solapas puntiagudas, los hombros
holgadamente del cuerpo. , oo r .
levantados y reetos, como vértices de un atmazén de
madera"..
¿Te das euenta, amor mío? ¡Un antifaz! Voy a abrir
la puerta (puesto que han tocado el timbre y estoy Observado en sus detalles, en sus partes (porque
aquí sold, siempre meditando lo recientemente leldo, pareela haberse quedado quietb para que yo lo obser-
y ¿qué me encuentro? Un hombre disfr azado; un mo- aq,se), se adelantó, entrendo en la habitaeión eon un
nigote en quien la apostura y la seriedad del traje paso amplio, lleno de solemnid&d, que yo no interrunt-
que viste parecen perteneeer a otro, ridiculizados en pf . Un a véz adentro, buseó en sus bolsillos y ertrajo
el contraste con el burdo antífaz. uns carta, entregóndomeln sostenida con los dedos.'
Pregunto, mi ambr: ¿era necesario? No me refiero pulgar e lndiee y alejando de éstos a los demás dedos,
al mensajero como tal, función que creo imprescin- que se arqueaban eomo huyendo de la siniestra eom-
dible para nuestro tráfico de cartas, sino ala cora del binación digital. lQué delgad ez de dedos, la de aquel
"hombre de eonfia nza" a quien tú quieres que yo me hombre! iQué delgadez, la de los dedos que me [en-
entregu,e: ¿era necesario gue ese antif.ag me impi' dieron tu carta, Ursula querida!
diera ver su verdadero rostro, hacla falta todo ese ri- La sens&eión de poseer una earta tuya me expulsó
dículo carnoufh,ge? fuera de allí por un momento; pero la impasibilidad
Desde la puerta, desde su antif.az, me sonreía. Yo eon que el rnensajero se mantenfa sin hablar en la ha-
supuse que no era otro que el mensajero del que tú bitación,'de pie junto a mi escritorio, a corta distan-
hablas hablado. Pero no-lo sab lq no estaba segurp de cia del papel donde un anónimo confidente exhibla
que fuera el "hombre de confianza". ¿Cómo el para mí sus "experiencit$", desnudándose en ma-
'ihombre de confia nza" llevaría un antifaz? ¿Qué cla' eabro relato, e igualmente próximo a la hoja donde yo
se de eonfianza depositarías tú en alguien que velara habla comen zado a bosquejar una respuesta ineierta
su rostro eon un antif.az negro? (porque: ¿qué tenía yo para responder a aquella exhi'
bición?) volvió a atraer mi ateneión.
ALAN PAULS EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 87
'\
"Comprendl entonces, ¡oh Ursula!, que- este un hombre de confia nza" , dije. Me di euenta de que
"hombre de confianza" a quien tú te entregarlas, "si yo nd habla dieho "la señ,oro Ursula", como debí,deeir
. 'fuera preciso, con los ojos cerrados y maniatada", €$- en caso de que hubiera querido que él se retraetase
. peraba; y haciendo demasiado visible su espera me de su omisión,anterior o cobrase conciencia de su fal-
incolhodaba, alll parado como un siru'tente; pero no ta. "Nadie debe üener seeretos Wra rnl", dijo, reeal-
' eom o cualqu,í,er sirviente, sino como un tipo especial eando las dos últimas palabras en lugar de poner én-
de sirviente, una clase de la que él constitula el pri- fasis en,"secretos", eü€ a mi juicio era más importan'
mer y único representante, una clase compuesta pgr te en aquel enunciado vanidoso. El segula esperando:
un solo elemento: é1, paliducho, enfermizo, las ropas €ra como si en mi presencia efeetuase un ejereicio de
chorreándole de los huesos como de una pereha, él se esper& "V& a tener que esperrr", dije. Porque debla
hablradueñado del papAl de sirviente y -no resulta. leér tu carta, Ursula, la carta que me hablan entrega-
l; ba difícil ¿dvertirlo - estaba dispuesto a desempe- do los dedos huesudos. El sonrió, abriendo un poeo
ü- narlo no de cualquier forrl&, tampoco de la forma ho, los labios "tajeados, detrás de los cuales brillaron
blanqulsimos dientes que pareclan reeién eolocados.
ü
ll ni de guantes blancos en las manos. "Tiene su estilo", Sonrió cuando yo le dije que esperara, Ursula. Al
[ pensé en un momento. Un estilo de sirviente distinto "hombre de eonfianza" le gusüo esperar. ¿No es algo
' ,
de todos los dernás. Me pareció, mi Ursula, recono- extraño? A una persona, rüorrnal el hecho de esperar
t. puede no perüurbarla mayormente; pero de alll a que
li cerle un estilo de sirviente macabro. ¿Sabes lo que in-
tento decir? ¿Has visto esas manos, ese rostro, esos 1". g,rctp, de alll I que encuentre cierto placer en espe-
!1, rar... ¿Sabes qué me dijo enüonces, después de apro-
J pómulos salientes, esas sdmbras abalanzándose
sus ojos? ¿No parec€, & deeir veriad, un cadú" ximarse, de reducir la distancia que nos separaba?
il.' nY" Dijo que cuando yo tuviese la respuesta lista la arro-
jase por debajo de la puerta, eu€ él pasarla a reco-
I gerla. Ni una palabra más, Ursula: "Cuando usted
f fue necesario que yo devanara mis sesos para hallar
fl : la fórmula; é1, seraicinl, me informó que tú esperabas tenga su respuesta lista, arrójela por,'debajo de la
I una respuesta de mí. "Ursula espera una respuesta puerta; yo pasaré a reeogerla", dijo. Eso diio,
I de usted", fue lo que dijo. Dijo "tlrsula"; no: "la sefl,o- sonriendo, mientras las palabr as pareclan brotarle
raUrsula", lo que confirmó los privilegios de su estir- de los dientes. Al despedirse no hubo revereneias, e(>
I ' mo era de prever: la suya fue una retirada de sirvien-
F ,' pe. Mencionó tu nombre .con gran naturalidad, como
[;' ii su léxico estuviera acostumbrado a contar con él te, acompañada del silencio de toda retirada de sir-
I con rel¿tiva frecuencia. Antes de contestarle, le re- vidnte, p€fo al mismo tiempo hubo algo que la dife-
, renciaba de cualquier retirada de sirviente, y era,
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cordé tus palabras. "LJrsul¿i me ha dicho que usted es
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EL PUDoB D.EL poBNocRAFo 'gg
gB " ALAN BAuLs
I PD. Sufro, querid¿, de solo p€nsar que esos dedos es-
ctreo, el hecho de que sns dientes hubiesen tenido la pantosamente delgados te entregar án a ti mi ear-
ú,ltima p,Inb*u. Desapareció üras un portazo que no ta, la mism¿ que Xo, a mi vez,le habré entregado
resonó, absorbldo por el sepulcrol silencio que habla I él no sin reiquemores...
ereado nuestra eonversación; y yo quedé junto al
esCritorio con tu e¿rta en las manos' y por vezprime-
ra mis pensamientos se entretuvieron en otr¡ eosa
¿ntes de desgarrar el sobfe...
Portodasestasr8zones,Ursula,¿noteresultatl8-
tural, incluso prudeneial, el que yo me interrognre
aeerea del sentido de la entrega que tú me reclamas
en tus cartas? Además: ¿no tengo yo el dereeho de
preguntarte g úi por ese hombre? ¿De dónde lo cono
.rri¿Sabes ,itgoi*.t.a de su palíd"r,las razones de
su raquitigmo, las c¿usas que lo han impulsado I
aceptar el papel que tú le has ofrecido? üQué tipo de
vlneulo te ata a él? ¿Es que te debe algo? ¿Es que hay
algo en tu pasado qqe af¡n no me'has ddcho? No, amor,
no estoy conforme con esta gituación, sunque sé con
certeza que no te ha guiado sino la mejor de las int€Il-
;hombre de confia nza" rposee la
eiones. En euanto al
terrible virtud de despertar en ml el demonio de la
interrogación. .
fancia, ür hombre ante el cual no hay seereto alguno moniosarnente en la esbelta silueta de un jov en corno
que no pueda ser develado, un hombre que conoce de todos." Yo entendfa, aún en mi situación de sospechp,
ml lo güe, exc€ptuándote, nadie sabe?", me escribe que al mensajero le gustara el heeho de que nuestra
en un tono no exento de indignación. "¿Sabes qué,me correspondencia pasara necesariamente por su euer-
dijo", escribe, "euando le propuse lo que eontigo, tras Po; es más: que este mismo hecho lo llerwra de felici-
mucho deliberar, convinimos? Sus ojos se abrieron de dad resultaba para mí un fenómeno curioso, pero
admiración y dijo, estrechándome en sus btazos, diio: aeeptable.
, ,1"
"Nada me harla más feliz", y luego volvió a deeir, con Pero si todo estaba bien, si todos nos "llenábamos
los ojos llenos de lógfim&s, que en aerdad, nada lo ha- de felicidad", si uno llenaba al otro a través de un ter-
tfa-más feliz". IJrsula afirma que todas mis "especula- ceto que de estar lleno se regodeaba, ¿acaso no habla
algo fieticio en este "eolmo de felicid&d", acaso este
,a
üal delque él intenüaba sacar partido merced al vigor respecto de mis "divagaciones", no reproduciré aquí.
de sus descontrolados múseulos, dely que yo ya me Baste con dejar bien sentado que el antifaz no consti-
adivinaba perdedora, más afin teniendo en cuenta tufa, para Uisula, motivo de inquietud, y menos de
que mi socavada resistencia comenzaba a librar a sus rotp".ha, Era un "accesorio destinadO", ¡¡€ eseribió,
embates ciertas zonas indefensas que él aprovechaba "a ¿legrar un pocO más cada acto de entrega".
para rasgpñar con sus manos crispadas. Atinél',
escribe Ursula, "eomo riltimo recurso antes de ceder,
a clavar mis uñas en la piel de su frente y en el espa-
cio existente entre los ojos, región de su cara que me
era próxima dado güe, aproximándola a mis piernas,
que él habla apartado eon violdncia y desnudado, y
frotándola desesperadamente contra la piel de rylis
' muslos, era utilizada por él como el arma que le abri-
rla el camino haeia el supremo blaneo de su ataque".
Afirma Ursula que "ensangtentado el rostro por la
profu rdidad de las heridas, el contacto de los labios
de aquel alienado con la abundante sangre apaciguó
repentinamente sus convulsiones, devolviéndolo a
esa primitiva timidez", eseribe Ursula, "dg la que yo
hubiera preferido que nunca saliera". A partir de en-
. tonces, escribe Ursula, "lo que entre aquel joven y yo
-habfa comenzado a insinuarse tlebió, nntural,mente,
limitarse a un contaeto protoeolar y distante-en cuyo
transcurso el arrepentido joven evidenció su recupe-
. ración, ostentando en la zona herida un'eoqueto anti-
faz negror pors que yo", eseribe Ursula, "segtln él
rnismo osó confesármelo, no recordara lo pasado cada
vez que lo eneontrase".
(¡Oh debilidad del escribir, que otro escribir provo
' ca y alime¡rta!)
H"y, en la misma carta, una tercera "explicación" \
I I,'
, EL PUDOñ QEr, PORNOGRAFO 4l
jante método de intereambio, s€ desvanr.í*ron ante
la brusca aparieión de nuevas series de obstáculos
- obstáculos Qü€, representados fugazmente en mi
. pensamiento, resultaban ser aún más perjudiciales
que volver a restablecer este orden ilusorio, debo La llegada de tus cartas, eD cambio, ejerce sobre
apilar mis respuestas en una caja que deposito junto m{ un et"cto mucho más complejO, que no sé si estaré
a la eama. Te preguntarás por qué no me deshago de en condiciones de describirte. No sabes, Ursula, no
ellasdejándolasdirectamenteenlapuertadeentra. puedes darte una idea de la intensidad con que yo es'
da, antes de acostarme.. Pues bien, Ursula: en primer p"to cada una de tus cartas, intensidad qle me ha-ce
lugar, porque no puedo expenerme a que una sola de pensar que solo hay una eosa de la que sin,.lugar a du.-
esas cartas se pierda; de modo que cuanto menos drr pu"áo ser eapaz,i esperar F para rlf, la impacien'
tiempo estén fuera de mi alcanee, mayor será mi se- eia no es otra eosa que el pasatiempo de la espera).
guridad; y en segundo lugar, mi cansancio es tal, y Podrás imaginarte sin dificultad, entonces' la reac-
tan foderosa la inercia que se adueña de mis ción que.provocó en mí tu última carta, que me fue
miembros, que apenap poseo la fuerza suficiente psra entregadá preeisamente cuando me encontraba en
trasladar la gran caja desde el escritorio hasta mi ca- ese estado qu" describo más arrib d, y en la gue cifra-
rna, desde donde puedo vigilarla. Entenderás cuán ba todas mis esperanzas de pasar una buena noche.
imposible es para ml bajar las escaleras cargando con Tarde f &, estaba.todavfa abocado a la tarea de con-
la caja llena de cartas. testar uno de los pedidos del día, cuando llaman a mi
Duermo unas pocas horas, apremiado por la estric- puerta esos tlmidós golpes que nuestro "mensajero",
ta iuntualidad eon que el correo suele pasar por mi iesde el primer momento, adoptó a modo de carta de
casa. La mayorla de las veces me despierto en rnedio presentación. Abrl la puerta y lo hice pasar. Desde su
de la noehe, sobresaltado. La eaja está alll, tal como antifa z, élme obsequiába su acostumbrado cadaveris-
yo'la he dejado al acostarme. Faltan dos horas para rDo, una sonrisa p¿úaa, eomo de enfermo, le torcía los
que llegue el correo, de modo que intento reanudai el Iabios. De inmediato solieité de él lo que tú me hablas
sueño. Pero ya no es posible, Ursula: permanezco enviado. ceremonioso-, él hizo un movimiento extra-
sentado en la cama, completamente a oseuras, miran. ño con su capa negr a y extrajo de un bolsillo el incon-
do hacia la ventana abierta, mientras en el delirio m[ ]
fundible sobre con tu escritura y mi nombre, sobre
cerebro imagina sin parar que me arrojo por la venta- que al punto le arrebaté de las manos eomo si se tra'
D&, después de lo eual les toea el tumo a los automévi- tara de un milagroso suero que debiera ingerir para
les que, uno tras otro, pasan por eneima de mi euerpo combatir una eof"rmedad mortal, y con el que volvf a
tendido sobre la calle desierta, ahondando y en- tomar asiento en mi escritorio, dispuesto a desentra'
sanehando los dos tajos: el del cuello y el de las pier- ftar su contenido antes de reanudar mi trabajo. Pero
nas. Pero, ¿por qué te digo todo esto? De nuevo sólo nuestro "mensajero" permanecla a mis espaldas, las
eon el fin de atraerte hacia ml por medio de la coÍnpa- piernas un poco abiertas y entrelAzadas las manos, QII
sión. un" posieión que, apenas hube comenzado la leetura
t,
r,ilil
EL PUDoR DEL t on¡¡o8RAF 0 58
viJnh?.ieorquéestebrüscoapropiarsedellug?l
ajeno? Nada encuentro en tu carta que me lo expli-
qíe, nada hay en ella que insinrle una respuesta. Y
tbm.bién me pregunto, Ursula: ¿por qué esa incorre-
gible voeación elusiva que creo leer en tus cartas, Por
qué bse empeño en no contestar, €tr esquivar la répli-
ca, en contar otras cosas, sucesos pertenecientes a tu
vida, lo sé, pero que yo no me resigno a admitir
dentro de nuestra correspondencia, y menos arln en
el desgraciado estado en que me hallo..'?
¡Contarl ¿Cuánto tiempo crees trl que el "enmasea-
rado" permaneció en usurpación de puesto? ¿Cuá'nto
tiempó dirlas tú que requiere la leguperación de un
hombre qge ha "eorrido Ínucho"
'y está "muy
cansado"? TodO lo que pudieras responderme sería
imensajero",
inútil, porque nu"riro "nttaldnton¿do
por no sé qué confianzu, prohijado por no sé qué im-
punidad, n-o'sólo se apropió de un lugar que no le
correspondla, sino -y he aqul lo peor' Ursula- que
hizo dé semejante apropiación una estq'dfn, un modo
subreptiiio y canalla de quednrse alllinstalado, en si-
lencio, como un viejo mueble en desuso, ajeno a mi
EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 55
.eibí yo más que sus pálidos ecos: resonancias que sin y de todo lo que en ti esperaba para manifestarse con
el objeto de verterse en un lenguaje nuevo'
duda falsearon lo que el grito quería decir.
Y lo más nueao ha sido que en tu carta demostra-
No te será diffcil, Ursula, informada de todo lo que
ras conoeer al dedillo todo aquello que yo siempre me
anteeede, imaginar mi ánimo al retornar al trabajo, )
ndgué a confiarte por considerarlo indigno, toda es&
después de haber sido sacudido, por asl decir, por la
masa de palabras obscenas que siempre qui$e conser-
notable sem ejanza que deseubrl entre aquella mujer
y tu figura, y por la estreeha relación que liga la esee-
var para iltf, como quien guarda para sl un esea'
l
lofriante seereto familiat. ¿Cómo ha podido ser' Ur-
na presenciada a las narraeiones que diariamente me ,
que él no titubeó en comunicarme apenas le hube que habfa gonprendido quo de ellas h¿bfa surgido el
aUierto la puerta. Y tu mensaie, Ursula, salió de su equfvoeo, sino por medio de gestos, tomándome por
boca tal eomo tú, sin duda, lo depositaste en ella: los hombros, empujándome suevemente hasta sen-
"Ella quiere saber", ttto comunicó el "mensajefo". Y tarme en el escritbrio donde yacfan las cartas
en su rostro no habfa ninguna expresión, ningún ras- (¡milesl) por responder. Me exeu$arás ante é1, Ursula, .1
go que se agudizara en desmedro de otro, ninguna in- úot mi descontroh pero ¿ún ahora pársiste en mf la
[enciOn de-refleiar nada; apenas ese irreproducible óólera, tl pensar en lo que debiste eondeseender I re- '
enunciado, ese presente: "yo quierO saber", Y como velarle para logfar que él reprodujese tu "mensaje"-
yo tard¿se en reaccionar, él aprovechó pars reiterar Porque no irás a decirme que todo lo que él sabla era
ll "mensaje" que supuestamente tú, a modo de suple' que tú querlas saber.
mento verbal, le hablas encomendado transmitirme: lNo, Ursula! Tu carta te delata desde el principio
"Ella quiere saber". ¡T{t querlas sabert - y yO (obser- hasta el final: ¡que tú sabeS, la carta delata, y que lo
vB, Ursula, cómo mi esplritu, I pesar de todos estos que sabes es muchol Y eon lo que sabes srmas un p8'
infortunios, permanece fiel a lo único que ama incon' quete én forfna de carta que luego me envfas a mf, tlr-
- dicionalmente: tu nombre), ingenuo' crédulo, ato[ta- iula, que supe antes gue nadie eso de lo que ahore, sl
do por ese presente que el enmascarado usaba, crel saber, lte vanaglorias!
gU€ tl¡ estabas allf, en algún lado, e¿ ese ,nornento, ¡Ah, amor mfol ¿Debo repetírtelo? Es para mf un
matizando la espera con las ganas de saberl ¡Sl! ¡Aun' tormento it en contra de tus deseos, deseos gue tú
que parczea increlble, Ursula' spareeiste en mi men- misma no vacilas en definir como "urgentes" y de los
fr, aill, esperando que yo bajara a encontrarme eoR' Qü€, cualesguiera fuesen su condicién su
y origen, fo
tigol Y ¿qué iba a haeer sino bajar tropezando las no sabrla impedirme la participación. Me escribes:
etcaleras, acudir eOrriendo A. tu encuentro? Pero l¿ "Sabet mús acerea de las eartas es mi deseo más uf'
decepción fue tan gfande como la eufori4, squella al gente", Y me pregunto entonces: ¿Cómo podrla yo
no hillarte en la puerta de entrada, esta al imaginar' eumplir semejante deseo si tti, por algún medio que
te esperándome alll donde no habrlas de estar, ¡Ah' aún desconozco X Que, se ve' te ernpeflas bien en, ocul'
presente enganoso! tarme, te las ariegtas para procurarte "información"
De rnodo que ouando volvl a subir, toda mi desilu- (y qué informacihu ¡detalles!) seerca de ese materlal
sión se virtió como ira sobre el "mensajero" que, €x- del que me eulpas por mantenerte a distancia?
ceptuando ligerlsirnos carnbios, no se habfa movido ¿Dónds, Pues, estús, Ursula? ¿Dónde estaré seguro
do la posición en qqe mi vertiginosa esctpada lo ha- de hallarte, cuando te busque? ¿En el saber' en la lg'
bla dejado -ira que el "entnasearado" se esfoní por norancia, o en la triste ostentación que, digimulándo-
atenuar no mediante palabras, ya que er¿ evidente se, asf se manifiesta al esplritu? ¿Córno puedes pedir-
72 ALAN PAULS
EL PUDoR DEL poRNocRAFo 73
me "más", "más" €n cuanto al saber sobre mis cartas, retiraran, no sin oposición, a la eocina, dejándome a
si luego en las tuyas te regodeas citándolas con pun. solas, transitoriamente, con el más joven-de lbs tres
tos y eomas, como si tú fueras la destinataria de esos
QUe, sentado en absurda postura, estaba atareado sin
atroees envíos? duda en disimular lo que la visión que a sus ojos mis
Infringiré pues, por un instante, mis propias leyes piernas ofrecla habfa suscitado en él: efecto inme-
de Silencio, para ilustrar lo descabellado de tu pedido diato del que quise a toda costa asegurarme, para lo
eon la ayuda de una vieja carta de la que pasaré a cual, aprovechando la ausencia de los otros dos, lo lla'
narrarte ciertos detalles significativos. Se trata del mé a tgmar lugar a mi lado, lo que é1, enrojeciendo re-
relato de una mujer joven güe, perseguida por el pentinamente, hizo no sin vacilación, viniendo a sen-
aburrimiento, decidió convocar en su domicilio a sus tarse en el mismo sillón en que yo me hallaba, pero a
tres más "fntimos" amigos, amigos que no tardaron una distaneia que imposibilitaba toda comprobación.
en acudir ala cita, alarmados seguramente por la ur- Lo obligué I acercarse", me escribla Elisa, "hasta
gencia que ella evidenció al llamarlos, y de los que estrechar nuestros respeetivos cuerpos; el mío, al
ella pensaba eon ra;z6n obtener ciertos beneficios. que notaba ardiendo bajo la leve trlnica; el de é1, en
"Reunidos mis tres amigos", me eseribió ella, matu- erupeión bajo la ropa, erupción de la que hacla deno-
fiado su nombre bajo un sobrio "Elisa", "pasamos los dados esfuerzos por no traicionar los signos.
cuatro al living de mi casa, por el que yo paseé cubier- Estrechados, habiendo yo descrüzado completamen-
to el cuerpo con una ligera thnica de seda, tejido que, te mis largas piernas y'habiéndolas abierto de par en
antes que cubrir, anunciaba, y del que ellos, sentados par, me aboqu é a susurrarle al oldo ciertas palabras
frente a ml, no consegulan despegar los ojos, ávidos de las que conoclala efieacia, palabras que él recibió,
por verificar de un modo más concreto si lo que a por fin, con una sonrisa, aeompañándose con un gesto
ellos se hs permitia ver concordarla en verdad con lo del btazo derecho que deslizó primero sobre mis
que más tarde libremente se les ofrecerla. Culminado hombros desnudos, luego por mi talle, enseguida por
mi pavoneo, euya lunción se reducla a'poner en si- los contornos de mi cadera, hasta posarlo finalmente
tuaeióh'a mis turbados amigos, tomé asiento frente a sobre mi muslo dereeho, para eomen zar alll a arre-
ellos, cruzando las piernas de manera tal que el deba- mangar con delicadeza la falda de la túnica. Incapaz
jo de mis muslos no pasara para ellos desapercibido, de resistirme a semejante iniciativa, cuya eonsuma-
cuidando bien de eihibir la parte de la carne en la ción habla esperado además con ardor, e inclinándo-
que la liga cava su surco tornándola asl de un color me ligeramente sobre é1, lleúé una de mis manos al
más rojizo que el del resto del muslo. IJna vez alll ubi- sector donde suponla que mis atractivos y su explora-
cada, envié a dos de mis 'inVitados'a preparar algo de ción manual estarlan surtiendo efecto, sector al que
beber, orden cuyo eumplimiento exigió que ambos s'e accedl tras desabrochar unos euantos botones inopor-
74 ALAN PAUTS EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 76
. tunos y donde tropecé con lo que habls sospechado, cuatro", escribfa Elisa, eerebral y regocijada, "engta-
sólo gúe dotado dé una sorprendente dimensión. No nados por la precisién de nuestros movimienüos^ rno
. vi obligada, vislumbr¿ndo que de aquella situación
ac¿baba yo de proteger entre mis dedos aquel mons-
truo orgulloso, cuando por la puerta de la coeina re- nos serla imposible extraer un disfrute mayor, a di-
apareciéron los otros dos invitados trayendo e¡r las solver eI cu¿dro, invitóndolos a pasar eonmigo ¿l dor-
manos unos vssos que el estupor no tardó en derri' mitorlo, donde el espacio permitla una eombinatoria
joven más plena. Fue diffcil arrancarlos de rus diferentes,
bar, haciéndolos trizas en el süelo. Y comb mi
pu¡tenaire", escribla Elisa, "se atareara febril a l¿S complementaiias aetividades; pero como , enten-
violentas caricias a las que sometla mi muslo desnu- dieran que la invitación solo apuntaba a un perfec-
dado, dedicando simultáneamente su bocs a lamer mi eionamiento, y no I una interrupción, acordaron sus-
cuello, fui yo la que tuvo que pedir a los dos restantes pender el intenso trajln para reanudarlo en el sitio ¿l
que sg sumaran at ¡uego, pedido del que ellos, al pare' que yo aspiraba a trasladarlos. Ya en el dormitorio",
.¿r, tri¡uieran sabiáo preJcindir,.ya que de inmediato escribfa Elisa, ¡en el dormitoriol, "todo escapó a mi
los tuve frente ¿ ñ1, uno acuclillándose en la abertura control, todo se desaforó, todo a la violenta pasión se
de mis piernas, el otro introduciendo sus rápidas
ma' rindió: ne habfa terminado yo de penetr¿r en el euar-
nos en el interior de la't{¡nica, donde palpó derespera' to -los tres venlan I mis espaldas*, cuando sentf
do mis senos. En cuestión de segundos, pues",-escri' ere, a la altura de los muslos unos brazos titánicos a
,
hASta el extremo de desgsrrarlas, lo que arrancó de Porque otra eartade las que he recibido aparece ci-
mi boca un grito suficientemente sostenido para que tada literalmente- en la tuya; otra vez eonoces
la senteneia que allf se alojaba, a punto de verters€, Y nombres y apellidos, detalles, narraciones güe, en
que pertenecla al que en ese mismo instante se entro-
¡principio, solo a ml estaban destinadas. ¿Cómo es po-
metla con su lengua en mi regocijado tesoro, fuera sible? ¿Cómo reincides habiéndome sumido Xa, con tu
despedida, posibilitando que viniese a rellenar su lu- carta anterior, en la peor de las ineertidumbres? ¿A
gqr la que de mi trasero habla sido injustamente de- través de qué oscuras operaeiones has logrado pe-
salojada por el que, tras haber humedecido con minu- netrar en rni archivo, saeando a luz lo que yo hubiera
cioso euidado mi entrada posterior, faena para la cual dejado morir en la oscuridad?
el que lamía la principal habla prestado valiosa ayu- Me hablas, esta vez, de Dora Diamante, cuyo caso
da, se empeftaba en incrustar en ella su magistral, demuestras manejar eon conoeimiento de causa al
aeerada lanza: Bloqueadas todas las salidas de mi mencionarme morbosa y detenidamente cada una de
€uerpo", escribla Elisa, ¡bloqueada!, "todo mi orga' sus "hazañas". ¿De dónde has sacado su nombre, de
nismo convertido en una máquina de absorber, relle' dónde la earta, si ella permanece aún en mi archivo
nada hasta lo hltimo, aquf, allá, adelante, abajo y tal como yo la eoloqué, aunque tal vezun poco arruga-
atrás, meta pujo y meta fricción, lancé entonces el da (como si una rnano invasora la hubiese tocado)? Y
grito", escribla, rellenada, "el grito de '¡Más, Más, no te limitas únicament e & "describirla", o psrafrase-
Más!!!"' ar desde la distancia sus propias palabras, sino eü€,
De más está aclarar, Ursula, que el referirte a ti es- esta véi, v h" aqul lo que me asombra de ti, pareees
te relato "privado" solo encuentra su plena justifica- deleitarte con lo que te encargas de retransmitirme.
ción en esa última palabra repetida tres veces, pa- üQué, si no ese deleite, se desprende de frases como:
labra eü€, oh coincidencia, figura también reiterada "¿Has pensado algun& vez en el casi infinito abanieo
en tu pedido, y de la que te aferras eiegamente. En tu de posibilidades que se abre a una mujer eüe, como
caso, como en el de la protagonista de la bochornosa Dora Diamante, se ofreee desnudn t toda improvisa-
orgfa, tal palabreia sobru Sl, está de más tanto en ción amorosa, sin otro bagaje que el inmenso peso de
una boca como en otra b hasta aquí, Ursula, llega mi sus deseos? ¿No resulta notable eü€, tan pronto como
comparación, quiero que lo sepas): en la'de aquella su marido se ocultó en el interior del armario,
- por estar, segfin sus propias palabras, "rellenada has- cumpliendo asl el paeto que ambos, de perfeeto gra-
ta lo último"; en la tuya, por fin, debido a que, sabién- do, habl¿n eonvenido, y dejando a su mujer 'a solas'
dolo todo, no eoncibo la posibilidad de que sepas más. eon la primera vlctima de las improvisaciones, una
¿Con qué derecho me pides acreeentar tu saber, si el mujer de deslumbrante belleza que habla acudido a
que tu carta revela casi supera al mío propio? Dora con el objeto de hacerse haeer por ella un vesti-
\i
notardééninirodueirenterorutodemisdedos'?Esa
es la rlnica manera' creo YO", esCfibe$,
"de fesponder
a semejantes relatos"." : , !
tfi te embarcss en la tarea de impa¡'
¡Y tti, Ursula!, la
tirme conse¡osl ¡Túr Qü€ en todo esto no ves sino :
EL PUDOR DEL PORNOGRAT'O 81
82 ALAN PALII,S
i
l EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 83
\,,
,1,
tísmo? ¿Cómo pudiste pensar que alll donde escriblas se me agolpa y me urge decir todo euanto tengo
"aceptaré tus razones" yo leerla solo que aceptarlas deeirte, como una mu*hedumbre que quiere entrar ¿l
mis razones? No, amor mlo; si asl lo hiciste, si presu- mismo tiempo por una estreeha puerta." ¡Pero el que
pusiste en mf tan poca lucidez, si de mi espíritu sólo ii '*uchedu*ürr" no consiga aüravesar la "estrecha
tuviste en cuenta la capacidad que tiene de ence- fuerta" no significa, Ufsula, qul trl estésque
capacitada
cofnp¡¡
guecersefrentealoinmediato,debodecirtequehas pai¿ seleccionar, de entre los elementos
nen esa ln8sa, aquellos gue creeg tnerecen entrart ¡Lo
errado el camino. Y te diré por qué. Porque allf donde
pactado violadoí y es eso, precisamente, lo que haces
afirmabas observar una ley - la de rni sileneio, en :
verdad tantas veces ultrajada - r er realidad no ha- ln tu hltimq envlo: ¡un desvlol Porqü€, no obstante
elas sino violar otra, cuya relación con la presunta- afirmar que dejarás de lado aquello gue yo he califiea-
(por lo menos aquú en
do com oio que no debe decirse
mente."respetada" ("aeeptaré tus razones") no puedo
este lugar),-y ?pesar de que tu estilo adquiere un to-
:
nes. Penetrará,en mí, límpido, el flujo que desaloje de me asomo pa,ra t)er. No te preguntaré "en lugar de
mi espfritu las innobles preoeupacionés, los intérro- qué dejaste aquí ese abismo"; sino "hacia qué direc-
gantes eon los que me obstiné Ln atormentarte. Tu ción iban encaminadas tus palabras psra tener que
carta llegó en. el momento en que de mi euerpo ei interrumpirse". Y es precisamente en este lugar don-
arrepentimiento tomaba posesión, y en ella leí ló que de viene a acoplarse la otra carta. Una vez enterada,
é1, el arrepentimiento, dentro de rí, removiéndose entenderás quizá el" sentido que le atribuyo a seme-
como un inquieto peseado, procedía a advertirme. jante cópula. '
Las lfneas finales, QUe profetizan una horrorosa me_ Cuenta su autora, una mujer que asegura haberme
tamorfosis (escribes: 'ese dfa rne deseonocerás'), bas- escrito en más de una oportunidad, eneubierto
taron para evoear en mi euerpo un desgarramiento siempre su nombre por ligeras alteraciones, QUe¡
del que ya no recordaba los signos, x QUe, abriéndose hallándose sentada en el escritorio de su esposo, &l
lr'
paso por mis entrañas, aportó, ardiente tras el dolor, que aeudla a menudo pera leer ciertos "documentos"
,'
ii "1
una maravillosa sensaeión de alivio. secretos que lo aludlan, y que aquel se ocupaba de de-
.t
ilr "Lefda tu earta, en la que también te interrogabas jar al aleanee de ella, sabedor del inaplaeable interés
acerca de la parte que de todo esto decidl darle a ,Don que les prestaba, tuvo la ocurrencia de componer a
4lt;
\t,, rr;
I
t,r
l,
lJt
Irl
r,
Máscara' (asf es como lo llamo yo; ¿no es divertido?), partir de ellos un prolijo "inventario" que detallase
r,l I
procedl a esclsreeer eon é1, en persona exhaustivamente las diversas "estr&tegias amoro-
il¡
trll
d'i
I
'
mientras lel él permaneció a mi lado, lejos de -ya que sas" consignadas al eorrer cle la pluma en aquellos
irl;1,
tu car-
ta, desde luego , esa partieipaeión que tú pareees "doeumentos". "Me atrafa", escribe, "la idea de reeo-
-
{,
il;
juzgar 'equlvoea'. 'Don Máseara' escuchó atentamen- lectar estos vohimenes sagrados que reúnen todo mi
te mi exposición, al eabo de la cual, aproximándose y 'pasado'y el de mi marido, para luego enviárselos con
arrodillándose frente a mf, que me eneontraba senta- el objeto de que usted pudier a participar de ellos".
da, eon la earta en las manos, aseguró que sóln toma_ Aprovechando la ausencia de su esposo, el prlncipe
r(n de nuestro situacihn ta parte qu¿ yo aceptara de Carmasor&, la mujer, que se hace llamar Lisa, eo-
entregarlp". menz6 a frecuentar eon metódieo rigor aquellos
Allf, o mejor dicho aquí, inconcluye tu carta; en es- cuadernos, de los que "extraería toda la sabidurfa
ta euriosa palabra, "entregarle", se interrumpe el flu_ que ambos pusimos al servieio del plaeer". En-
jo de palabras, flujo de arrepentimiento, de peniten- elaustrada en el estudio, no tardó en experimentar
eia y de lamento. Y "se interrumpe" no quiere decir: bajo los efectos de la lectura las mismas sensaciones
¡finalizal;no aeaba, por est4r ausentes de ella los pun_ que la habían estremecido cuando tanto ella eomo el
tos, señales de todo final, y al no acabar su límite es prlneipe protagonizaran lo que ahora ella vela por
algo así eomo un abismo, üD abismo. Ursula, &l que escrito. Durante horas su mirada se paseaba con agi-
i1
taeión por las "delieiogas páginas", saltando de llñfl eorportrdo al 'infortne' que ya le enviaré: el calor me
parte a otra e imaginando desenfrenada las posibles tr¿ oUtigado a vestir'?pen¿s un tenue camisón negto,
combinaeiones que sin duda "Aumentarfan sensible' debajo del cual he eonservadp mi ropa interior, con-
l
mente la intensidad de aquellas experiencias fe' junto del que percibo ün reflejo voluptuoso en las ll-
gistradas". L¿s tardes de encierro fueron derlvando ,r neas Qüe, óUrá del prlncipe, persisten bajo mis ojos.
en un ejercicio solitario que aproveehaba de aquel i Resueita a acabar ys con lo que emprendf cono un ri-
trabajo clasificatorio para procurarse un disfrute sin ; guroso 'tr¿bajo', y disuadida de la espe,r9;nna de ser
Itmites¡ "Cómo evitar el instintivo earnino de ml ma' i lorprrndida pbr h visita de mi esposo, al_qu.e en-reali-
yi-
ro, al leer lo gue mi m¿rido habla coneignado en dad'yo sorprlnderla por haber sabido adivinar su
il abocado de lleno I corregir las diversas
,
mús suavemente posible'. ¿Cómo evitar que mi mano de cerror con llave, sehaúa a mis espaldas, fuera del
aeuda de inrnediato a ¿oáde debe scudir' colno si campo de mi visión, actualmente consagrada I rete'
fuera ella la gue lee las páginas y no ¡nis ojos, como si
, ner irs palabras escritas sobre las páginas. A este
deseara repróducir sobre mi cuefpo la voluptuosidad '
hecho se debe, sin duda, que la vigoross mano fnsscu-
de esas narraciones?" lina que ahora mismo ha aparecido por un costado de
Al cabo de unos dfas, en cuyo transcurso recorrió' la silla y se posa sobre uno de mis pechos mn violenta
todas aquellas páginas secretas y se libró a infinid"d ,
presión, deipierte en ml a, la vel?, la sorpresa y el
. de soliloquios earnales, Lisa comen z6 a lamentar que , estremecimlento; l¿ primera porque al hallarme de
semejantls prácticas tuviesen lugar en Eusencia del espaldas a la ,puerta, dedicada a la lectura de los ma'-
'esperó coR ardqr ntrscritos, no ire sido capaz de advertir la apertura de
prlncipe., Durante eierto tiempo
i¡.on ardor de-manfal) que el prlncipe de Carmasontr la puert¿ y el ingreso al estudlo del que de la activa
s4biéndola deseosa de ser sorprendida en medlo de mano m pbttador; er segundo porque, habiendo el in'
aquellos "&bandonos", creyera sorprenderla potte' vasor Uurlado mi soshñida espera irrumpiendo ligi'
trando en el estudio, cu&ndo en realid¡d era el prfnei' losamente en el estúdio cuando yo habfa ya deíado de
pe quien serla ¡¡torprendidol por Bu mujerr {ü3 lo esperarlo, el asalto que !u mrno ¿eomete sobre mis
p".t os se ha tornado doblemente súbito; doblemente,
""Hoy", ¿nsiosamenJe. permaneeido encefradl
aguardaba
porque si yo no eontaba ya con su visita' tampoco con-
escribe Lisa, "hó
en el estudio, revisando viejas anotaciones que'he in- iaua coñ qu. él aprourcú¿rfa la posibilidad de que yo
88 ALAN PAULS NocRAFo 89
abandonase la espera. Estremecimiento,,, prosigue pone a recitar eon vozentrecortada, al mismo tiernpo
Lisa, y aquf su escritura vacila, pierde pie, "qu" él sa- que sus dos manos, sujetdndo con fuerza los rebordes
be perfeetamente cómo aprovechar, daáo qu; sus dos. de :mi bombaeha, intentan hacerla bajar para desnu-
brazos, Qü€ se han deslizado por debajo de-mis axilas dar lo que en el manuscrito la lengua sabia del prfnci-
hasta ganar las dos firmes turgencias que abultan ba- pe explora con lengüetazos ágiles, de arriba hacia
jo el corpiño, estrujándolas como si buscaran &rr&r- abajo. Pero encontrándose con la involuntaria resis-'
car el tejido que las encubre, de ningún modo me im- teneia de los tejidos, las manos no han encontrado
piden seguir tanto la eseritura eomo la lectura de mejor solución que de$garrar, mereed & los enlo-
esos afanados manuscritos euyos efectos sobre ml el queeidos tirones, los rebordes del ealzfin gü€, cbfdos,
r intruso permiten entrever el color blanco de la carne alll don-
demuestra conocet *úy bien y de los que es-
pera sin duda extraer el más precioso jugo. Libera- de comienza el pardo matorral de vello. Matorral cu-
dos del corpiño que las manos han sabidó dlsprerider yas frondas, en el manuscrito, el prlncipe no vaeila en
sin estorbar mi aetividad, los brazos enérgicor del in- despejar para facilitar el ingreso de su dolmen,
vasor' en cuya fort aleza reeon ozeo la del prfncipe, se gallardo instrumento cuya entradar en el manuscrito,
dedican a palpar mis pechos, & cuyos pezones el movi- parece arrastrarnie a la locura. Locura que el mismo
miento parece imprimir una deliciosa dilatación. Mo- prfncipe, ahora, s€ empeña en promover, para lo cual,
vimiento que no impide la variación de la postura del tras despojarme del arraneado calzón, toma mis pier-
príncipe y que más bien él util iza a modo de impulso nas en eada mano y abiertas las extiende rectas deba:
para colocarse, sin eximir a un pecho de los juguóteos jo del escrltorio, apoyándolas sobre sus hombros de
a los que lo somete (mientras con el otro biaáo toma manera que mi mano continúe libre construyendo es-
apoyo sobre mi muslo dereeho, &l que eneuentra des- tas frases y mi ojo alerta registrando los detalles con
nudo bajo el escritorio), para colocarse finalmente a que el manuserito despliega la eseena. Y si en la págl-
horeajadas entre mis piernas (¡arrodillado!), cuya im- nE", eseribe Lisa, visiblemente sobresaltada, "el dol-
pereeptible abertura él ha sabido propiciar acót."n- men se ha abierto paso a través del tupido vello en
do sus dedos a lá zona en que mis inglés hten bajo la virtud de sueesivos, violentos frotarnientos con las
juntura de la bombacha, y de la que ahora se apro- rugosidades de la hendldura, frotamiento a cuyo rit-
vecha para insinuar todo su peso contra mi vient"e. mo mis quejidos se exhalan, aqul el prlneipe hunde el
Resulta por demás evidente que el príncipe, eono- encendido rostro en el hueco de los muslos que él mis-
ciendo el fragmento de manuserito en el qüe mi vi- mo se encarga de mantener cuidadosamente aparta-
sión se ha detenido, saeudida, piensa valersé ¿" él pa- dos, rostro de euyo conjunto no es diffcil advertir que
ra obtener de sus movirúientos lo qug busca; frag- el prlncipe privilegiq un órgano cuya movilidad lo
mento gü€, al eompás de mi lectura sileneiosa, él se vuelve apto para abrirse camino y que demuestra
PoRNoGRAFTI
1
EL PUDoR DEL 91
90 ALAN PAULS
manipular eon maestrfa, ayudado por las dlid¿s ütl- omisióu ls cart¿ sin embargo no suprime lo qu9 por
tuosidades que de mi gfuta manan. Conseiente de !u progresión estó destinada a decir. No sucede ¿sf
que el asedio con que su lengua me eerca se duplica ñh iuya, donde la inconclusión funciona de una for'
en el que la ininterrumpida lectura fne evoca., el prfn. ',, ma por completo distinta. Porque si bien tanto'una
cipe yergue su cuerpo suavemente,'euid¿ndo de no :i comb h otr¿ me dejan con la boca abbrta, como a la
mover la mesa sobre la que yaee el manuserito y l¿ árp"tt de un bocadó que no llegaró, frente a la prime'
ra yo dispongo de cierta "respuesta", mientfas que
,l
92 al,AN PAULS l
ruborquecontrastacómicamenteconelnegroanti
Íg¡z, Te Lseguro, Ursula, que no le pregunté qué régi- ,
t I
t
96 ALAN PAULS
sillón que hay a mi lado (en este preciso instante alar- '
rlamos la mano. .
r:I, -I'UDOR I)EL PTJRNU(;RA}'0 99
Nada de eso. Salt¿ a la vista gu€, leyendo mi carta de manera que €ü sector aireado fuera ahora el :
al mismo tiempo gue escribfas la tuya, sumer¡nda en corrpiendido entre tu pecho y tu bajo vientre. Posi-
'
I
ese irrespetuoso calor, y habiendo llegado la sen' ción eüe, debo decirte, poco favoreció l¿ claridad de
üu graff¿, euyos saltos se tornaron más pronunciados.
tencia en euestión, exelamaeión cuya trascendencia
querlas dejar bien sentada, debiste proponerte un l
¡Como gpitosl Y volviste I eseribir: "¡Ahl Si estuvierap
cambio de posición que te proporcionara mayor como- agul" -cita que después de repetida se convertls en
didad y frescura, para lo cu.¿l te inst¿laste, sin duda, anhelo. Pero Jo, Ursula ardorosa, no padb estar olll
si no reeuerdo mal las indicaciones que hace tiempo al mismo tiempo que aqut ¡imposible escribirte y
me escribiste acerca de la disposición de tu euarto, de asistir, simultáneamente, 8l momento en que tri leye;
frente a la ventart, el cuerpo extendido libremente ras io egcritol Me propones que nos encontremos.
sobre el lecho, aunque no mirando haeia afuera sino
' "Tras diez dlas de anebatad¿ reflexión", escribes,
"he llegado a la eonclusión de que lo mejor para nG
en sentido inverso. Sentido guyos beneficios aprG
veehaste para entreabrir Ugbramente las pierñas, sotros es que nos eneontremos". Tus observaeiones
permitiendo (eon ese movimiento al parecer involun: i
aeerc¿ del estado de nuestra correspondencia coinei-
den con las mlas, de las que te anticipé fragmentor en
tario) que una reconfortante corriente de aire suavi'
zarlel ardor exaeerbado de tus miembros inferiores. aquella cartt, p€rol lencontrarnost ¿Dónd e? ¿C6mo?
Ya al resguardo del calor (por atrós), proseguiste la ¿Te des cuenta de lo que esta posibilidad eneiema, mi
respuesta que habfas interrumpido precisamente en amor? ¿Alcanzas a coneebir la magnitud de semejan-
la cita de mi exc'lamación "¡Ah! Si estuvieras aqul", te proposición? Porque si bien mi primera impresión
reeopióndola sin darte cuenta de que ya una vez tigu'
ha sido la adhesión ineondieional I tu propuesta, la
raba en tu texto, aunque con la primera modificaeiún adhesión regoedjado a, tu propuesta, €D una segunda
de tu escritura. Los efectos del ardor aplacado de- instaneia todos los temores vinieron a golpear I mi
bieron ser intensos a juzgar por la soltur&, por el de'
puerta; temores concernientes al lugar de nuestro
leitadop8voneodetuletra,aunqueeadatanto,en encuentro, ¿ la hora, a lo que tendrlamos para dec,ir-
medio de las frases, se advirtiera una suerte de crisis nos, a l¿s cosss que descubrirla nuevas en ti y a las
que üú descubrirlas en ilí, I las dificultades que
en la que repentinamente los trazos se volvfan rfgi-
podrlan presentárseme en el camino haeia nuestro
dos y tendf¿n a encimarse sobre el renglón superior.
encuentro. Y todos estos temores, ¿crees tri que per-
¡Espasmos de ealor, ealorfferas arcadas! Y alll, tras menecieron afuera, esperando que yo les abriera la
continuar algunas llneas de la carta, el ardor debió
puerta? No: penetraron en mi cuarto y ¿lll se han ins.'
reanud¿rse (porque el ardor es eomo la manfa) y tu
talado desde que recibl tu earta, con ellos me codeo y
encendido cuerpo, ¡pese a"lo sutil de la vestimenta!,
con ellos aprendo a eonvivir.
cambiar otra vez de postura, coloearse "boca arriba"
:
104 i ALAN P^{ULS
EL PI.IDOR DEL P0RNOGRAFO 105
Y cuando trl escribes eüe, anticipándote pruden- PD. ¿Cómo harás pata hacerme saber de tus
eialmente a los terrores que pudieran asaltarme, te "arreglos"? óQué lugar le eoncederás al "mensa-
r encargarás en persorb de arreglar todo para la cita, jero" en nuestro encuentro? Contéstame cuanto
¿crees con ello estar disipándolos? No, Ursula, esos antes, amor, antes de que la esp etanza me derri-
temores me han aeompañado siempre, forman parte ta como a una vela.
de ml del mismo modo que el cerebro, el eorazfin o la
facultad de escribir cartas. Tanto es asl que no sé de
,nada que no me dé miedo, y la tazfinque me impulsa a
'aceptir sin titubear tu propuesta es la ilusién de ere-
erque,atulado,elmundodejatá,deatérrorizar.me.
Por eso mi respuesta inmedibta es sl, amor, sl a lo
quemepropones,slaloúnicoquepuedesalvarnos,sf
a que mi exclamación desdichp(a ("¡Aht ¡Si estu-
vieras aqul!") deje de ser una pretensión y se eonvier-
ta en la tinica realidad de nuestros cuerpos. Abando-
naré todo por esa cita, amor, arrojarla al fuego todo
mi archivo de cartas si tti lo exigieras como condi-
ción. Sólo que: ¿con qué cara me enfrentaré a,ti? Me
miro al espejo y lo que alll veo es un fantaima; Do, pe-
or que eso: la sombra de un fantasma que fue ufi
hombre, un hombre al que tú amaste casi sin cono-
eerlo. En los días que queden, amor, haré todo lo p9-
sible por rescatar a ese hombre de la cueva en la que
me he convertido. Porque en estas eondieiones, si al ',
ir¡r
,
20
i,
"sirviente
:
un aristocrático mayordomo- No como-el
qu€
no sepas; sóio diré que T:l:o.::*t-l3"t"TlT:"ffi *a.aUro" q;; habla sido algun L YCú,y del th-oP'
ilfit;;;';¡;ió"; po"
impuesto
tn:1:-T:T::::lY"
a' nuestro encuentro'
I
se anulaba en Ia cauta cobertura de sus manos (tan rada.mente de mi memoria? Dispuestos a salir, me di-
afeetas, con todo, a la acción), por'otra continuaba in- rigla hacia,el éseritorio a reeoger el archivo cuando el
sinuándose en un extr¿ño destello que me parecla "enmasearado", interponiéndose ágilmente en mi ca-
ver irradiarse de sus labios, suerte de afeminado mino, me disuadió de tal idea, mostrándome en sus
brillo que'desde la boquita se propagaba por todo el manos enguantadas la única carta que ese dfa, miste-
rostro y cuyo fundamento, el por qué del brillito, riosa coincidencia, rl€ habla llegado. Ante mi deseon-
quedarla esclarecido por el papel que el "enmascara- cierto (¿se atrevla él a desobedecer las instrueciones
do" desempeflarla en aquella ocasión. De gala sus la- de Ursula?) dijo: "Con ésta bastará". Y como yo lo in-
bios, engalanado todo el cuerpo bajo la negra capa terr.ogara acerea de las indicaciones de Ursula, éL
gue se derramaba en pliegues desde sus hombros, el : sonrió, €l destello se deslizó velozmente sobre los
"enmascarado" encarnaba at dedillo su función de.ea- labios sonreídos: "Ursula ha dicho que con ésta basta-
ballero galante. ¡Con qué refinada aplicación me vis- rá". Dicho lo eual introdujo la carta en uno de sus bol-
tió, qué delicaden de movimientos al introducir mis sillos, carta que yo ni siquiera habla atinado a revisar,
piernas en los lujosos pantalones que é1, siguiendo los sabiendo qge ese día foda respuesta rne seria impo-
sabios consejos de Ursula, habla traldo envueltos en sible, y empujándome suavemente del brazo (¡con Jut
cuidado paquetel Admirados nos conternplamos por . manos enguantadas!) me condujo hasta la puerta.
fin en el espejo, donde una junto a la otra nuestras si- En la calle nos aguardaba un extenso áutomóvil
luetas simulaban las de dos hermanos prestos & la negro como los que se utilizan en los cortejos fú-
conquista: yo de negro de pies a cabeza; él también, nebres. Gentil, el "en¡nascarado" abrió la puerta tra-
sólo que con el agregado antifaa a,ecesorio que bien sera y ensayó una reverencia gue hizo que la negra
podfa predisponerlo para un baile carnavalesco. El capa se arrastrase desagradablemente por el suelo.
"enmascarado" dio algunas vueltas 'en torno a, nnl, tln el interior del automóvil flotaba un añejo perfume
corrigiendo aqul los pequeños defectos que enconttra- ,le flores que pareela emanar del tapizado de los
ba en mi vestimenta, limpiando allá las pelusas que el asientos. El "enmascarado" tomó posio,ión frente al
tiempo habfa dejado sobre las solapas graves del sa- volante y sin pronunciar palabra alguna encendió el
eo; y en eu detenida inspeeción no dejaba de emitir motor, produciendo apenas un zumbido muy leve que
entrecortadas exclamaciones de aprobación, grititos ,
hizo vibrar los vidrios de las ventanas. El automóvil
de modista i no de caballero, que interrumpió de se deslizú eon lentitud por ealles en las que la gente
pronto para asegurarme: "Está usted muy elegante". eomen zaba a raleor; sentado en el asiento trasero, la
Anoehecla, y la oseuridad se abalanzaba sobre los inminencia del eneuentro con Ursula me hao'ía empu-
edificios espqrciendo una's inmensas manchas negr&s. jado a estíujar los bordes de mi saco ("levita", habta
Eeconocerla esa ciudad gue yo habla borrado delibe- dicho el "enmascarado"), de cuya ,.eleganeia" empe-
I
zaba a, sospechar. Inquieto me removla en tquella que con é1, que-en el instante de verla no la reconocí
marehita atmósfera floral, cruz&ndo y descruzando I .b*o h misma de la que para deseender me habla eol-
las piernas, anudando eon firmeza los cordones de i
gado como de un ganqho, Y de alll que me desplomara
mis zapatos psra luego desanudarlos, y finalmente pesad,ornente en el interior del oloroso automóvil,
reanudarlos. Y el "enmascarado" nada decla, en-
i
l.on dolorl Y con el guante de él - guante que me
cerrado en el silencio que cada tanto me enviaba a i reclamó airado para recubrir su cadavérico garfio, X
través del espejo retrovisor, en cuya superficie que yo le bntregué sosteniéndolo de uno de los des-
brillosa el resplandor rojizo de sus labios se multipli- inflados dedos blancos. lQué nerviosos estábamos!
caba y me llegaba como un beso sueio. ¡Sucio beso de ,
¡El por propiciar el encuentro; yo por vislumbrarlo
sus labios inmóviles que ni servlan para hablar! '
inminente! Deseoso de evitar otro percanee' desesti-
Mientras la fachada de la eiudad desfilaba ignorada , mé su segunda ayuda, X8 la mano nuevamente en-
ante mis ojos, yo me entregaba al eonsuelo de saber guantada, y sall a la noehe calurosa con mi traje arru-
que si del "enmascarado" nada salla que no fuese ese : áado de millonario en baja. Abajo
(del automóvil)'
refulgente silencio, ese mudo fulgor, era porque mi '; mientrasil "enmascarado" eerraba puerta, yo ca-
la
Ursula asl sabia lo había dispuesto. ¡Lo sabla! Ursula miné hasta el za,guán de la casa frente a la que nos ha-
estaba detrás de aquel silencio compartido, manipü- blamos detenido; desde atll eontemplé el negro cielo
landoloshiloscomoenigmáticatitiritera:haciendo donde la noehe se desparramaba con indolencia: ¡la
brillar alll los labios del "éhmascarado", obligándome ;
noche, oh, que más tarde contemplarla junto ¿ mi Ur-
aqulacontemplaresebrillosinuosoatravésdeles- sula! Que abatla sus penumbrosos contornos sobre el
pejo donde del rostro solo se reconocla el desfachata- parque,
- cuyos órboles se elevaban...
do antifaz. lY la boca!
C¡Irr¡¡CJto lL,
Lg t rrllCa Pero avanzando con decisión hacia mf, el "enfnasea-
Se volvió hacia rnf, la boca en punta como peligroso i rado" con su cuerpo envuelto en la capa tapó, sf, mi
ariete.¿Hablamosllegado?Subocabienlodijo,bien oscura visión: interrumpió mi éxtasis contemplativo
clar¿mente se oyó: t'Hemos llegadol', y acto seguido, l de ¡ohs! Juntos entramos a la casa, yo en prime_l lo-
deslizando fuera del automóvil su ancho cuerpo abrió , gar, acatando la direceión que él me señalaba; él en
-egundo
mi puerta, la que era trasers, y tendió su mano en- térmiro, cubriéndome las espaldas con los
guantada eon el objeto de ayudarme a descender, rl&- quejidos de murciétago de su capa. Y en el ¿seensor'
no o guante del que me aferré con desesperacióD, XB ¿etáe atrás él asistió a, mi reflejo' ell el espejo
que el miedo parecla encadenarme al qsiento (¡con in- : mientr¿s ascendlamos los einco pisos; espejo frente.
visibles manoplas!), y que en'el tironeo cedió desnu- : al que yo procuraba poner orden a mi apostura y disi-
dando la mano del "enmascarado": ¡una mano de pa; los rastros de inquietud que hablan asomado a mi \
garra y parq agatrar! Tan distinta era sin el guante l Lat". Y mientras yo me atareaba en los retoques, el
'f !.
eontrafa
"enmascarado" me contemplaba desde la falsa ce' fortunada parturienta Qü€, a punto de morir,
y de [a cabecera de la cama
guera del antifaz, Tfachad¿t, contorneando una mueca los múscuro, ventralei
de satisfaceión que reduplicaba el brillito labial. ¡Si- fiera se agairaba; dale puio, dale gemir. ¡La pobrel
nuoso! Conservando en todo momento ula admirable
un ttnstt frla, el "enmAscArAdo" eerró la puerta con
De pronto el ascensor se detuvo. Mi corazÓn dio ,i la partu-
vueleo, s€ suspendieron por un instante sus latidos" extremo cuidado, aunque con los chillidos de
del doctor ni una explosión
Tantas palabras escritas acudieron a mi mente que iirnta y las impre.p.iües
se hubiera sentido en el cuarto de
parir. clav¡ndo en
me quedé sin habla, sin respiración, sin sentidos.
óQué dirfa, una vez puesto frente a Ursula, una vez ml una mirada de reconvención, el "enmascarado" y m.e guió
reencontrados los distanciados amantes? ¿Serla tal el puso un ui"io paternal sgble- mis hombros
por un gotUtto pasillo. ¿Aué hubiera sido de ml de no
impacto que me recostarla a sollozar sobre su rega- protegiend,o
zo? ¡Ni una palabra: sólo besos! El "enmasearado" haber contado.bn gue dr rimpre estaba
abrió la puerta del ascensor y me hizo pasar primero. *X espald,as? Traslornado, como un torpe di los pa-
i"nmascarado" me obligó dar' ¿Con qué
Quedé inmóvil,'como paralizado, frente a una puerta rou qu; ,i 1
le cgltarla
lisa, blanca, chata, sin asperezas ni signos que presa' cara me Presentarla ante Ursul&, X cómo
reunirrne'con elta me habla lleva-
giaran la espera'de Ursula en su interior. "Asl debe que la ansiedad por
parto, p?rto que tenla
ser", dije mienüras el "enmasearado" terminaba de do a presenciar ün infructugso
lugar a pocos pasos y del que afin se olan aüenuados
eerrar las puertas del ascensor, IX empujé sin pensar tenla en su
aquel pedazo de cosa (¡para no repetirl) que me sepa- los penosos quejidort El "énfnascarado"
manojo de llaves; eseogió Ia dup
raba de mi amadal mano enguaniudr un
'¡Krr, que coincidla con la puer-
Tardfa aunque bien intencionada fue la exclema- tenla gd'u"da la letra
intro-
ción del "enmascarado" euando abrl la puerta; tardia ta frente a la cual hablamos llegado, y antes de
porque no impidió que yo viera lo que nadie me habla ducirl& en la cerradura kursuJa, oi bienamada, allf
la caita y me la entregó' murmu-
concedido aer: ni rastros de Ursula tras la puerta encerrada?) extraio
ttlo diio' y
tramposa que por error habla violadó, y que también. rando qu; me haria falta. "Le hará falta",
apretada en
fl por error ofreció a mis ojos el espectáculo de una mu- acto seguido abrió la puerta. con la carta
r¿ mano, entré cautelbsamente en un cuarto sumergi'
jer eue, las piernas en desmesurada abertura (ambos
oscuridad. cuando'quise
tobillos maniatados a las esquinas de la cama), puglla- do en la más impenetrable
su anti-
volverme hacia el "enmascarado", etl vez de
,
sangriento desenlaee? De modo que mientras con un¿ contrs la baranda de tu baleón y, abiertas mis pier-
mano proeedfd a abrir la ventana, pon la otra rompf el nr!, me dispondré a recibir la.arremetida triunfal de
sobre y extr¿je de él la carta en la que esperaba leer ; 'Don Máscara'que, tomando la precaueión de izar mis
aquellas aberraciones conoeidas (destinatario: ¡ya piernas a la altura de su eintura y de mantenerlas allf
nunca más!), pretéxto último que me proporcionarfa ilrmemente,sujetadas, habrá preparado eomo se de-
el valor necesario para eonsumar mi resolución. be su asombfoso sable, tras estrujarlo reiteradamen-
Pero los hechos decisivos acontecieron con ma- te contra mi hendidura".
eabra¡imultaneidad:abiertalaventan¿,reconóefel En efecto, leldas tales advertenciaS, no podla
pargue frente al cual me hallaba. desnudo, meditando rorprender la precisión eon que la operación antieipa-
mis últimas palabras, y más allá, sobrevolando las eo- da se desarrollaba, PBSo a paso, er detenida progre'
pas de los árboles, la elara luz que iluminab¿ una ven- .
¡ión. Cruelmente descuartizado por lo que la carta
tana situad a s la misma altura que la que enmarcab¿. i anuneiabA y por la escena gue ante mis ojos trans-
mi visión, ventana que no dudé en empprentar eon currla, yo ignoraba ya dónde acudir a fin de formar-
aquél1adesdelaeualyomis[lo,otrora,hablaintent* me una idttí aerdaderode todo cuanto aconteela en el
do ponerme en contaeto con Ursult, Qü9 rne aguard¿- ) balcón. ¿Era la carta una detallada deseripción de lo
b¿ en el pargü€, y de la que se destacaba, recortado I
que a distaneia tenla lugar, o era aquella represe¡ta'
eontralaluz,elbalcón,contraeuyabarandadossi. ciOn nocturna la escrupulosa puesta en práctica de lo
lueü¡s humanas eran visible s, fundid,os en yrofurtdo ',, que la e¿rta augurab'a? Cualquiera fuese la respues- '
abrazo; y si aquella evidencia visual no result¿ba sufi- ta, alll donde Ursula narraba el vigor con que el "en'
eiente para eonveneerme de la verdadera f¿rsa de la mascarado" la forz¿ba y alll dOnde ella se retorcla es-
gucyoer8eontemplativoprotagonista,entoneesno pasmódica, aqul describfa cómo "el sublime instru-
mento resbala enérgicamente en mi interior't. Asl,
/
habfa más que leer la earta * carta quei atln habién- i
dome llegado por la vla en que solla recibir el episto- mientras yo avsnzaba en la lectura, ellos no se queda'
lrriode..trabajo'',demostrabahabergidoescritapor ban atrós, y carta y espeetáeulo se eopiaban rlü:
la misrna gue, suponiendo hallarse en el euarto donde tuamente, precediéndose y sucediéndose hasta sÓl-
de hecho no estaba, ofreefa su euerpo al abrazo de darse una con el otrO en perfecto engarce.
aquel contorno rnasculino, figura de cuya identidad : ¡Se vela, se vefa! Lo que aquel
juego de repeti-
l¿s lfneos iniciales de la carta despejaban toda duda: ciones persegula era la perpetuación de mi lugar de
"En el mismo instante en que tú abras la ventan¿ :i
testigo; la innoble pareja buscaba que yo no puilieta
qüG, Gonveneida del privilegio que signifiea ashtir a perdár nada del espectáeulo, ¡ni un detallel Y nadie
un espeetáeulo eomo el que estaré brindando, hemos hubiera osado poner en duda la eficacia de semejante
;
convenido en asignarte, yo habré apoyado mi espalda método, porque si yo deseaba privarme por un mo-
. ALAN PAULS
EL PUDOR DEL PORI-{OGRAFO L?I
L20
y exhibiendo el tesoro de su'culo bajo el anttfaz que to a compartir, dado que sin interrumpir el frenético
. r r I 3a.l l- vaivén eleva el rostro enmascarado hacia el cielo, mo-
se encarnvaba en lamerlo, éra fiorque "deseosa de ', -
preservar el chorro que de 'Don Máseara' a punto eS-'l mento sublime en que el éxtasis está por inundarlo y.
que motiva la caída de la máscara, punto cuya culmi-
tá de r¡erterse, le ofrezco a cambio mi prodigioso agu- i
jero posterior que é1, apartando eon viOlencia las nal- i nación Ursqla se encarga de agelerar "aeompañando
g&s, procede a lengüetear hasta obtener de él la con-
por una parte los movimientos de 'Don Maseara' coh
sistenciaylaelasticidadquerequiereparahundirme mi euerpo, y refrotándome por otra con los dedos la
alll su verga"? ¿Cómo ignorar las razones por las' diminuta y rígida protuberancia eü€, entre los enro-
jecidos labios, los jugos han encendido, jugos de los
cuales Ursula, colgada por así decir del balcón, los ;
que no tarda él en pereibir la hirviente temperatura
dos senos bailoteando blandos entre los travesaños, .
penetra para "deslizar mi mano (mientras con la otra como guante sobre mi olla, permitiendo así que dedi-
que la rnía al arte de friecionar, mientras él consuma
me sostengo fuertemente de la baranda) hacia la zona
de mi cuerpo de la que el imponente instrumento no
i la incrustación", agitándose salvajemente entre las
nalgas urgentes de Ursula por donde deja escurrir su
cesa de salir y reintroducirse, zona de la que' eon dos
dedos, aparto los untuosos bordes, no tanto para fa-', ravia, elixir que peqe a todo ha debido fluir por el irl-
|
,x,,
vorecer el ritmo incesante del dolmeD", al que no es terior de su culo, porque he aquí que tironeándose
diflcil reconocer cumpliendo sin dificultades su fun- ''i
con violencia, remasajeando su fuente de placer, er
eión (¡romper la resisleneia del restringido recinto!), i medio de la crisis Ursula atina a extender uno de sus
"porque sin mi ayuda la prodigiosa lanza me embute brazos por sobre el balcón, en dirección haeia "donde
entre mis nalgas hasta su empuñadura, sino para em- -r tú no has podido interrumpir tu mirar, y señalándote
beber mis dedos de la viseosa sustancia que humecta ,
con el dedo a través de la distancia, mientras lo que
por mi culo se ha inoculado y lo que irradia mi eufóri-
el agUjero". Sustancia que se ve ella üraslada desde