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ALAN PAULS I

Elpudor del
. pornilgrafor

EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIBES
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"A menudo pienso durante muchas horas
Y ?,.3 únicamente en el cartero. Tiene que llegar .

eorreo, pienso. ¡Correo! ¡Correo! ¡'JVoúrci¿sJ Al-


\q 8'l^ gún dla llegaró una carta que no te defraudará,
¿De quién? No serla agradable, querido doctor,
abrir una cart¿ y decirse: ¡Vaya, voy a morir el
241',
\

"No quibiera otra cosa que tenerte tomada


de l¡ mano y sentir tu proqimidad. ¿Modesto
deseo? Y sin embargo no rasga ni la lejanfa ni
I ld noehe."
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LIBRARY
il;

UAR 2ó 2004

IMPRESO EN LA ARGENTINA
Quefu hccho el dePósito qac Previe'
nc to by 77.721t. @ lilSIh Editorinl
Sufumirü:arn Soóúedd Antnimq
col|¿ Humbc¡to Io 6tl, Buetrr,s Airca

ISBN 960'0?{111il
1

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I
Ursula solfa esperarme en el amplio parque que se
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l, extiende frente p mi easa. Convencida de que en sole-
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dad mi trabajo gan'abe'en efieiencia y rapidez, habla
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elegido el panque porque desde alll
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l -por un¿ ra¡z6n
posician&l- le era posible divisar el peque[o balcón
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de mi casa, una blanea saliente eon r;ja; a h que yo
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me asomaba a fin de apacigr¡ar con gestos su erpecta-
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tiva. Entre carta y carta, yo salfa al aire y perm¿ne-
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cla alll unos minutos, fijado en la contemplación de su
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I.,
,:' pequefla silueta, Qüe ella acomod¿ba eon decoro eR
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uno de los descoloridos banpos del p¿rque. Cuando
ella alzaba los ojos hacia el balcón (su cabeza parda,
ll,o en la que los reflejos del sol se entrelazaban, ascendfá
i.
levemente como si yo la hubiese ll¿mado eon silen-
ciosa consigna), yo intentaba haeerme entender por
medio de contorsiones corporales. Ursula se incorpo-
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,, :;lli raba de pronto, creyendo sin duda que lo que yo te
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anunciaba con mi aparición en el balcón era el térmi-
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no de una nueva jornada de trabajo. ¡Cuánto me cos-
taba entonces disuadirla: expliearle eon ademanes
que me mostraba ante ella con el solo objeto de pre-
servar nuestro contaeto!
- |.,:
EL PuDoR DEL PonNocnAro 11
10 ALAN PAULS
otro: ¡ro^to eI lozo óptbo gue noe encú,etwbol Obser' -
Más tarde el trabcio aumentó; las eartas comenz4- vóndola desde el balcón, me pareela estar ,'frente A
ron a llegar por paquetes que un fatigado cartero uno de esos vidrios que permiten la visión de qülen
abandon"f,, dlscuidadamentl frente a mi puerta. En- está detrás, impidiendo sin embargo que este reco-
tonces ursula modificó sensiblemente su forma de es- nozca a qulen lo contempla, dado que eso que el que
perar. En una ocasión, aprove.ehando le p?ull 98gs contempla toma por vidrio (por transparencia), solo
vezmás estrecha entre una carla y otra, sall al balcón es para el contemplado una superficie opaca.
con la intención de ofreeerme a ella, 8la que imagins- Desde entonces, Ursula nunca volvió a interrumpir
ba ya exasperada por la espera, mirando insistente- mi trabajo. Sin duda debido al creciente nfimero de
mrnt" h¿cia el balión comó quien aguafda la salida cart¿s que yo recibl¿, y tambié:¡ a gierto hastlo deri-
de un llder religioso. Pero' para mi sorpresa, ellA no vado ,de la espera, prefirió aparecer, enigmática' en
estaba alll. Queá¿ unos "instantes como enclavado en aquellas rófagas de visión, como üna suerte de piezA
el banco en el que sorla sentarse, detenido en la mor} piincipal camuflada en elemento accésorio. Ftqg*en-
sa verifieacién de su ausencia, hasta que mis oios' los dsContemplaeión: pegue[os cu¿dros de los que el
desplazóndose lentos por toda la exten¡ión det par- cuerpo de Ursul¡, enfund¿do en vestidos de colores
que, fueron a dar a uni zontlateral, sombrfa; allf dis-' extravagantes, hacl¿ su propio escenario, el lugar de
tinguieron la masa compacta de unos árboles agita- su expocieión,
dOs por el viento Y, .reeortad¿ contra ellos' una Nobescribiré aquf lo que de ella pude constatar en
*an*h, viva, una siiueta en l¿ qUe reconocieron el aquellas visiones; diré, sl, que si bien ella quedaba
cuerpo de Ursula. marginada del sentido de mis "envlos" 0os gestos
Sf¡bitos interrogantes me asaltaron3 ¿por qué alll' a que yo improvisaba a falta de un sistema de cOmuni''
gué obedecfa ese lnesperado cambio de posición, 9ué cación más eonveniente), no por ello parecfa molests
efectos desencadenaria? La respuesta de este f¡ltimo por'la contemplación unilateral a la gue ella misma,
Ii ir.
me serla dada de inmediato, spenas intentara des' cambiando su postura en relación al balcón, ge habla
I,

cifrar aquella mancha rojiza que se debatla en F zona entregado, sino todo lo eontrario: de est¿ visión $olo
p"nurbiosa: conforme a esta arbitrafl -r9disp9-$ ñh, que Ie era del todo imposible correspondef, IJf-
ción del espacio, resultaba que yo pos*la de ell¡ una
,1,'
i.
sula supo sin dud¿ explotar las peculiaridades.
visión ruyr relativa claridad me facilitaba el acceso I
sus detalies; pero he aqul que ella, al dirigirlg
yo mis
enfáticos geslos con sus correspondientes significs-
dos, no p"i"cla cap az de recogerl,os, alejada mi figura
- al parecef -por d; los llmitás de su campo visual.
Quedábamos, asl decir, desconectados utio del
EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 13
a.

más, por decirlo de algrtn modo, uiiibte, consistl¿ en


el hecho de que Ursula yaela sentada en el piso, a la
sombra de un árbol de voluminoso troneo, sentada y
con la delicada espalda apoyada eontra aquel, inmóvil'
todo su cuerpo a no ser por la tenue vibración de una
de sus piernas, que ella se ocupaba de mantener
2 abiert¿s y flexionadas, como aprestadas a un parto,
vibración que me parecla destinada a, Íozar un muslo
con otro bajo la débil resisteneia del vestido' que se
Peculiar fue, en verdad, la forma en que Ursula entrelazaba y jugueteaba en sus tobillos desnudos. A
sprovechó aquella modificación de nuestro vlneulo medida que Ursula prolongaba su ejercicio, cuyo re-
;'óptico"; aún encerrada en el marco de mi campo vi-
gocijo no era ajeno a su cambio de ubicaeión en el par-
,uil, el heeho de que su nueva posición me excluyera que,- ni al hecho de que, des$e mi lugar, arln he era
del royo pareció cbnferirle un derecho que no esperó posible asistir a s'Us- demostraciones, las inciertas
muchó üómpo pars comenz1t a ejereer. La primera lensaciones que experimentaba, extratlas para ml en
vez)habiendo vb salido al.balcón y dirigido mi mirada aquellos escareeos primitivos, debieron hallar en'el
hacia la zona 'ieste" del farque, zoBa cuyas sombras ruave tejido que envolvla su cuerpo un obstáculo pa-
n¿da bueno auguraban, ñsca de la silueta de mi ra su prosec¿ción, ya que de otra forma no se hubiera
UrsUla, a la que "n
eomo siempf€ - esperaba ell-
- l¡r ruinosa casilla, €D postura
explicado que con ayuda de sus dos manos, antes al-
)

eontrar rbclinada contra zadas sobre su cabe ?,a, en contaeto directo con la ru-
y
iaog"ida como abandonada al frescor de la tarde, eI gosidad del enorme tronco, mi Ursula se abocara con
,espáctóculo qué seofreció a mis ojos reveló entl9 rye- cuidado a la tarea de &rremangar su pollera hasta
detalles el i"tm"o de un trastorno. Reconócf on desnudar sus piernas a la altura de la mitad de los
[*
fr
,aqueila silueIa colorida a mi Ursula, pero fue su pos-
muslos, que aquel rítmieo vaivén no dejaba de aproxi-
\

'tura anorm¿I, la variaeión e¿si imperceptible de al-


mar uno al otro en un concertado dispositivo mecáni-
que obtigó a fi-
:grto miembno de su cuerpo amado, lo co. Arretnangada la molesta prenda, desnudadas las
,í"r, mi ¿tención de un modo inusual en el desarrollo
dos piernas en incesante fricción, Ursula procedió en-
áe h escena. En efeeto, una transformación se h¿bla tonces a extenderlas sobre el piso de tierra, abrién-
op"i.d;, HIerfuima, en su cuerpo' en la armoniosa dolas en una asombrosa areada y volviendo a
¿'isp*ición-de sus miembros, transformaeión cuyas eerrarlas impetuosamente, aceleración que levantó
repercusiones interiores no supe en ese inst¿nte eva- on torno del cuerpo recostado una gran nube de pol-
ioi" con ta debida prudencia, y cuya señ¿l mós nftida' vo, polvo negruzco y ensuciador detrás del cual toda
\.-

14 ALAÑ PAuLs :

mi ursula derapareció vlctima de un prodigioso_efec'


to teatraL;;;bahda por un designio sobre el
qle
comenzaba
fo, desde el balcón, incapa z de conjurarlo,
a interrogsrme.

reeibl tu imprevista carta, Ursula, hace unos pocos


minutos, tiempo necesario par¿ sobreponefme',¿ la
sorpresa y ¿l cabo dgl cual ya estaba sentado escri-
biéndote la re$puest¿. No tieneo ya'nada que temer,
amor: tui'lfneas se hallan en mi poder, tu carta no se
ha extraviado, Y yo eelebro el feliz momento en que
ge te ocurrió eicribirme. "Par¿ sustituir la espera",
me escribes; pero ¿por qu9 recurres a un¿ justificis-
ción que yo sérfa incapa z de pedirüe? No tengo nada
que preguntarte acerea de tu decisión, nada scerca
rie hI rizones que te han estimulado a adopt¿rla¡ Pe-
ro ya que th mslas comunicas, ¿qué me queda a rnf si'
no apliudirlaslEl tiempo que tú pgrmaneclss en el
1$
I
psrqu€, ¡ la espera de mis noticias h menudo tan pe-
nosamente enviadas que tú no aleanzabas a enten-
derlas), era Un tiempo perdido, X no veo cuál pueda
ler la objeción al hecho. de que tú hayas resuelto
¡bandonAt ese preCario rirodo de ponernos "en eon-
tacto".
¡Enhorabuenl, Ursulat Pues tu cart¿ ha cafdo
¡oúre ml como desde l¿s nubes (yo no la eEperaba: es-
pero diariaménte otro tipo de cartas, que son'l¿s que
EL PUDOR DEL PORNOGRAFO T7
1,6 ALAN PAULS

contaminación. Además, aeostumbrado ya a contes-


nos obligaron a suspender nuestros encuéntros),
tar ese tipo de cartas, me ato¡menta la idea de que
cuando ya -comenz¿ba a inquietarme el destino de
el ante las tuyas no sepa ya qué decir (¡porque es
nuestr r\iiiirón. Fue como si tri hubieses c,aptado
tanto!) Adivino que no lograré transcribir con fluidez
deseo que en ml comenzaba p desnertarse' Y'-lpenas
nada de lo que previamente componga'dentro de un
convocado, reclamaba urgeriie satisfacción. Y tanto
orden. Es cierto que mi memoria es débil, pero inclu-
el tono como el contenido, Ursula, l€ otorgan a tu car-
so la mejor de las memorias serla incapaz de ayudar-
ta eI valor de preómbulo para una ulterior correspon-
me a transcritqir con exactitud. un párrafo, por pe-
dencia que taÍ vezestreche aún más nuestro vfnculo.
queño que sea, pensedo y retenido de antemano; pues
Entre ttl y Yo, una pubrta comienza a abrirse o al me-
dentro de eada frase hay transicioqes que deben per-
nos ambos tenemos la mano sobre el picaporte. Yqué
manecer en suspenso con anterioridad a, su redac-
nos sea dado descubrir del otro lado, eso depe-nderá '
ción. Cuando me siente luego, con el objeto de escri-
del curso que siga nuestro intercambio' Todo lo
'
que
it bir la retenida frase, no veré sino fragmentos que es-
sé,Ursul","'quehabiendopuestorep€ntinofina tarán alll, y que no lograré atravesar ni sobreP4gar
if, ,.sesiones de contemplación mútua" a tr¿vés de
esas con la mirada. Si siguiera et dictado de mi indolencia
las cuales uno pretendla sab"r todo del otro, se habla
i

no haría otra cosa que tirg la pluma. ¡Y Yo, Ursula, si


vuelto para ml'imperiosa la necesidad de encontrar el
i

hay algo que quiero - añora que es el momento de


I

q *o¡o qup nos permitiera introducirnos' por¿sl decir, enun.iár nuestros deseos -, €s que trl no pierdas n8-
uno otro. y ese camino, th lo has hallado y me lo
"o "i para que yo también tome cartas en el da, ni el trozo más insignificante de lo que tengo para
propones
decirte!
¿ronto. Itlrnejorable camino, ursul¿,9ü€ sin embargo Además: si por una parte te he tranquilizado ase-
no creo póa"t recorrer sin tropezar, aquí { "ll{: con gurándote que tu earta ha llegado' por otra habré de
cierto, ar.ollos. Como tú s¿bes, con mi "trabajo" ten- confesarte que tus preoeupaciones no carecen de fun-
go ya suficiente correspondencia Pa.{a leer y contes-
lil
damento. Por lo tanto, si realmente está en nuestro
í"t. (¡Oh, not No lo diie para que te enfadases'fran- rni
deseo el llevar adelante esta "eorrespondeneia" (¡qué
amor, mi ausente, sino- para confiarte con toda
extratla me suena esa palabra: como de otra épocat)'
queza'las penurias de mi situación, de la que ttt-1o nos aseguraremos de que cada carta goce de todas las
tienes por qué participar, perg sí estar al tanto' ¿Me
:5Y--

, ,
medidaé de seguridad. eon' qüe seamos capaees de
prometes nó odscarte? Deberh |abe.r atgírn P:fq: :
preservarla; eunque ¿qué mejor gsrantla que entre-
poder tachar lo que uno ha escrito sin qle el otro lo gártela a ti personalmente, verdad? Pero si asl fuera,
advierta.) comprenderás entonces que frente
a tus
d" tomar una serie de medidaq a fin it a ml nada me apartase de nosotros' entonces ¿qué
envlos yo habtS necesidad habrla de escribirnos? Te confieso lo que
mezclen eon los otros, de los que-terno la
de que no se
18 ALAN PAULS

yo harl¿ si fuese el cartero: si yo fuese el e¿rtero en-


cargado de llevar esta carta a tu casa, no d.ejarfa que
nadie me contara el paso, que nada me impidiera atra-
vesar en llnea rect¿ todas las habitaciones hasta ll€-
gar a ti y depositar la carta en tu propia mEno. ¡En tu
propia manol Pero debes gaber, Ursula, que pese a to
dos los "inconvenientel" que te he citado, poso a los
temores que me asaltan, ardo en deseos de abrir esa 4
puerta en euya cerradura juntos la llave hemos intro- /
ducido; puert¡ detrás de la cual encontr¿remos lo que
uno desóa para el otro y para ambos: ¿la felicida¿f ¡cuántas cosas nos separsr, Ursula, cuántas
cosa$
Bien, amor, €l tiernpo apremia. Debo volver a mis hechas de palabras, cuántas palabras que no pose'
"otras" eartas, aunque tbdo mi deseo me arragtre ha" emos! Y entre las palabras: ¡cuántas irrelevantes,
cia la tuya, sobre la que en este instante pongo mi qué sorprendente cantidad de insignificaneias! Si no
mano para sentir que la poseo. furta pór el extraflo y tenaz poder que tienp,n-de dis'
tanci¡rnos, por el empefto que ponen en diferir el
;;;.on'ti que soüamos una y otra ve?.,las archiva-
rla cono a un viejo traje que ye comienza a traicionar
PD. Una pregunür; casi al mismo tiempo que guardo las verdaderas iormas del cuerpo. Harla con ellas
esta carta dentro del sobre: ¿de quién fue la idea (¡oh, cómo lo deseo, Ursulal) una pulpa informe, lae
de eseribirme? ¿Tuya, o de alguien a quien, tlle- aplastarla y entremeuclarla de m¿neras tan diversas'
gado I ti, tú diste parte de la singularid¿d de que nadie serla eepaiz de reeonocer lue$o en ellas el
nuestra situación? resto de ningfin mensaje.
Pero, ¡ayt, ellas no me dejary fne sujetan, Y si acaso
hago algtln gesto que denuncia imprudentemente mis
inhneiónes para con ellas, de inmediato se produce
un revuelo, una agftación general de lrs cosas: otra
vezel üimbre que suena, otra vez una ristra de cartas
esperándome en el eseritorio -Y la desolación se
apodera de ml y rindo mis fuerzas al desigual comba-
te.
Pero ttt y yo bien sabemos que no 8e trata solo de
\

22 ALAN PAULs

respuesta. ¿Desde dónde la envfas? ¿Cuóles son las


precauciones que tomas psra evitar que ella sucumba
de un modo u otro al poder de las "influencias" que te
he mencionado, "influeneias'l qüe sutilmente en torno
a nosotros tejen su peligroso cereo?
' Es tarde. Esta invoeación debe llegar a su fin. Hay
sobre mi escritorio cantidades de cartas que esperan
mi respuesta: innumerables espfritus deseoncertadoq Q

aguardando.una luz que gufe su camino. Yó, Ursula, b


yo soy el seflalado: ¡sobre mis hombros pega la res-
ponsabilidad de iluminar a los extr¡viados! No puedo
abandonarlos, aunque tri te quejes de que ocupen una adorada, distante Ursula:
Debes saber que las cartas ya no me deian en liber-
desmesurada parte de mi tiempo. Todo mi tieñpo, en
üad ni siquiera por unos rninutos: debo enüonces 8ce'
realidsd, no está lleno sino de palabras palabras
-
que mi amor por ti ordena y seleceiona y- Que nunca lerar et ritmo qu€ sigue mi lectur¿ (que, como tú sa'.
dirón con todas los lctru la inmensidad que las inspi. bes, suele ser desdichadamente lento), y spresurar
rB, ¡oh Ursulat también la velocidad que mi pulso imprime sobre el
eseribir.
Pero contigo todo es distinto, para ti arrancg tit*-
po de mis en[ranas: tus cartas desfilan ante mis ojos
nn" y mil vec€s, y a cada leetura me parece eomo si
durante el breve tiempo que tu earta ha pasado el-
cerr¿da en el cajón (eñ ml escritorio poseo un caión
exelusivamente destinado I guardar lo que tú me
escribes), una mano invisible, ls fuerza de nuestros
u inmensos deseog, agregara' entre llneas nuevas fra-
ses, ¡frases'llenas de esperanzas y sueflol qu9 ereo no
haber leldo antest ¿Te áas cuenta, urgula, hasta qué
,itt6os puede arrastrarrne la necesidad de hallar-
me junto a tif Pero: ¿cómo sortear los infinitos obstó'
culos que se interponen? Pienso en el tiempo' amor'
en el,tiempo que tlrdarla en llegar tir en el tiempo
"
q;" ;nt t"para, y exporimento la horrible sensación
EL PUDOR DEL FORNOGRAFO 26
24 ALAN PAULS
''l

haber padecido el torpe rigor de los empleados de


de su brevedad: he caleulado apenas diez, quinee mi- correo que transporüaron hasta mf tu sobre, puede
nutos a lo sumo. Y esüa brevedad ds horribie porque advertirse en tus mejillas el resto ya empalidecido de
es ercesiva: todo tiempo, por fugaz que sea, sé me un rubor cuyb origen deberás explicarme en cartas
sp8reee interminable en relación con la intensidad de posteriores, si es que lo deseas, asl como justificar los
mi deseo de llegar junto a ti; supera mis fuerzas y á"racostumbrados pliegues gü€, en la zona inferior,
aplaza mis deseos mós imperativos... Tú sabes de I¿s afean considerablemente tu apostllra... fuY gué
condiciones en las que.me eneuentro, y tal pausa puedes decirme de la singular sonrisa que turba tus
-por mfnima que sea- se torna asf desc¿bellida. labios? ¿Dirlas que se trata de la sonrisa eon que
Por eso, ursula, mi más ferviente deseo es que am- sueles regalar la contemplación de los dichosos fo-
bos aproveehemos hasta la más imaginaria posibili- tógfafos que eliges para ser tomada como modelo?
dad de acercamieúto, lo que trl has hecho m¿ri"illosa-
¿Has p,,rcibido ya eómo, de qué modo pérfido y mali-
mente, antieipándote a mi,ruego, tl enviarme en tu cioso, sobre la comisura izquierda de tu boca, asoma
última carta esta fotografla que, al parecer, por lo un pequeño eolmillo, producto sin duda de algún eo-
que puedo distinguir en el fondo sobre el eual tu in- mentario obsceno que tu hermosura suscitó en ese
comparable cuerpo se recorta, te hiciste tomar en el "fotóglafo"?)
parque, deseosa seguramente de mitigar de alguna Basta: tantas preguntas acabarán por cansarte. Y
forma la espera a la que no yo, tpor Dios!, sino este si pudieras imaginar por un momento la eantidad que
terrible trabajo mfo, nos condena. sft es el parque, no no puedo formular, ya sea porque nunca me a,lcanza-
hay dudas. Veo alll, a tus espaldss, €l tronco monu- rla el tiempo, o porque nunca habrá suficiente papel y
mental del órbol que hablas elegido para que yo te tinüa para'eseribirlas, seguramente desistirlas de le-
eontemplara desde mi balcón, €l mismo troneo contra er yA miS eartAs... Todos mis sueños, Ursula, están
el cual dfas pasados, antes de que interrumpiéramos at¿dos indisolublemente a lo imposible. Quisiers' por
aquella modalidad, decidiste sentarte con lai piernas ejemplo, que mi mano comiera a una velocidad tan
muy abiertas y el vestido recogido hasta las rodillas. extraordinaria que me fuera posible escribir todo lo
Doy gracias al cielo, Ursula, por haber heeho que el que tengo para decirte; quisiera disponer de una má'
fotógrafo que tuvo a su cargo esta fotografla ilágara quina que registrara por escrito cada uno de mis pel'
en otro momento y se evitara asl el extra4o samientos en el orden en que se presentan a mi esill
espeetáculo que tú seguramente brindabas a riq ritu y solo en ese orden; una máquina que exeluyera
ojos, y solo a ellos. (Porque trl no podlas verme a ml, tanto la omisión como la seleceión; Un artefacto dota'
¿verdad?) do del poder sobrenatural de decirlo todo sin olvidar
En cuanto a la foto, te ves hermosa como siemprb, nAda, ni siquiera lo más insignificante... Pero, ¡ay, Ur'
Ursulr, x aunque el color no sea rnuy bueno y pare zea,
26 ALAN PAULS ' Et PuDoR DEL PoRNocRAFo 2?

sula!, ¿es que la realidad reserva algun lugar par¿ s€- no cotno el hornbre qusioso y débil que firm¿ estas
mejante instrumento? ¿Y qué sentido tieng gasüar cartas, sino eomo ese hombre que ofreee dulcemente
¡- no gasüar sino: ¡despilfarrart- todas mis fuerzas su cuello a._tus labios piira luego protegerte entre sus
en eldeseo de tal instrumento, desolada inveneión de brazos.
una mente sublevada contra las ligaduran que la en-
cadenan al régimen despótico del escribir?
Por eso, Ursula, eualquier signo tuyo me llena de
felicidad. Por eso la dedicatoria que egcribiste sobre
el borde derecho de la fotograffa representa para ml
el punto en que mós eercs estamos uno del otro, el lu-
gar en que tod¿s las dlst¡ncias pareeen abolirse,
euando en realidad solo se suspenden...
Tengo miedo: un miedo nepentino, Ursul¿. ¿Llega-
rá esta carta que ahora escribo eon pulso febril, 8ün-
que en el camino deba pasar por las sueias manos de
quienes la'llevarán hasüa ti?; ¿llegará aunque alguien
que nos desea mal se inmiscuya y desgarre nuestra
intimidad, develando nuestros secretos? Apenas la
haya echado al buzón, el tenor me llevar f el eneierro
y s la desesperación. ¿Cuándo enviarás la respuesta?
¿No puedes lograr que algún bonocido, alguien qué te
. deb¿ algún fbvor, alguien de quien tú puedas exigirlo
todo sin temor al rech Lzo,se eneargue de transportar
nuestra eorrespondencia? Nada- me harfa más feliz.
Ño hay seguridad ninguna para mf. El miedo me
acorrala y por las noches busco avivar las escasas
fuerzar que me quedan en la contemplación de tu fo-
tografla. Ella me permite sobrevivir hasta la llegada
de tu siguieñte carta.
Adióg, omor mfo, te deseo una budna noehé. Temo
que mi earta, plagada de padecimientos, perturbe tu
descanso. Deseo estar presente en tus sueños; pero
EI, PUDOR DEL PORNOGRAFO 29

tíficos utilizan para eselarecer sus reflexioneg. Una


de estas representaeiones quizá sirva para darte una
idea aproximada: mi "trabajo" es eomo un perfecto
mecanismo de s¿c ci6n de cuyo eomplejo engranaje mi
cuerpo no es sino la principal fuente de aldmentwihn
Esas cartas, Ursula, esas carradas de cartas que,,re-
cibidas, van apropiándose de mis energfas, se
6 adhieren como ventosas a mi piel y con invisibles la-
bios extraen de mis arterias la sangre que yo solo
saerificarla sin vacilar para encontrarme eontigo,
tni ursula: aunque fuera apenas unos segundos.
tQué delicioso enojo advierto en tu cartal Al leerla Pero esa sangre, amor mlo, esa sangre .que l?t 9?{-
no puedo evitar imaginar todo tu cuerpo puesto al tas extraen de ml sin piedad, yo la recupero milagro-
servieio de tus palabras, tu rostro teñido de un rubor samente al leer las tuy&s, al proaeerrne tú dé tus nt>
que quisiera estar preseneiando en persona, a tu la- ticias... Ya lo ves: lo que aquellas me quitan, tú me lo
do, como si juntos eonfabuláramos contra un tereero. devuelaes purificado, redoblado én su vigor. Es como
Pero el destinatario de esa eólera soy yo o, eomo tú si tú, dadora anónima y desinteresada, te ofrecieras
me escribes, mi tácíta negativa a informarte acerca incondieionalment e' a rescatar de la agonla a este
de mi "trabajo". pobre cadáver desangrado que soy. Es el flujo'ince-
¡Amor mfo! ¿No erees que semejante minucia es in- sante de tus cartas lo que permite que yo me manten-
digna de obstruir la flui dezde nuestra comunicaeión? ga aún en pie, y que por mis venas arln eireule la
Y sin embargo pones tanto énfasis en Ia cuestión que sangre que me anima.
estoy easi dispuesto a ereer que las eartas qu" Te empeltas en una queja infantil ¡y por ello mismo
diariamentb recibo, eartas QUe, mal que me pese, tan adorablel Al interrogarme tan insistentemente
constituyen el principal sustento de mi penosa exis- acerca de.mi trabajo, demuestras un desmedido inte-
tencia, son más importantes para ti que para ml mis- rés bemejante al de un verdadero "hombre de cien-
mo. ¿Es posible? ¡Ah, Ursulal Si trl supieras..j cia") por saber sobre este insecto que se aferra a mis
De mi "trabajo" puedo confesarte algo que supon- venas pa{a vaciarlas sin delatarse; y yo siento que si
go te aterrará: me siento cada vez más absorbid,o por me dpcidiera a narrarte alguna de las cartas que
é1. Uno de mis aislados entretenimientos de solitario diariamente solicitan mi respuesta, si bien estarfa asf
eonsiste en representármelo a veees bajo formas eumpliendo satisfactoriamente con un urgente pedi-
extrallas, a la manera de esos diagramas que los eien_ do tuyo, al mismo tiempo, y esto desde uT punto de
r! '
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'81
30 ALAN PAut s V EL PUDOB DEL FONNOGBATO
t

mb, estarla ocupando de un modo íúebülo un


vist a vfctima dd un impulso atroz, viola la correspondencia
espacio y un tiempo que mi erplritu eonéidefa in- ajena...
-
violablee y sagfados - un elpacio y un tiempo que Eo' Pero ys es suficiente. Antes de ac¿bar: ¿qué hay de
lo eoncibo destinados a inüercambiar palabrag referi- ese "ntens¿jero" que dices haber encontrado, al que
, dab exelusivamente a nosotros dos, y que no podrla propones entreguemos nuestras eartas, y del gue' se-
dedicar a otro.propósito sin sentir que cometo üna gún afirmabas en tu último fragmento, ya menos ell-
penosa transgregión... fadada, tal como se puede notar claramente en ty
Setrata,además,enes8s..eart88,,[esllcitoque escritura, que lenta y sin qpererlo se suavba...r f8 Do
las nombremos eon la misma palabra que designa I me cabrá sospech¿r?
i nuesüra correspondencia?), de asuntos en su m¿yorfa Nd te rlas, amor mlo, no te rfas; en estos momentos
i sucios, X de los-que me eostarla gran esfu etzo hablar' es psrs ml una cosa espantosamente seríe el sigUien-
i te. A vdces, él hedor que despiden esog papeluehos te deseot ¡si estuvieras aquf!
(¡hedor de toda una clvilizaeión, mi querida, de la qup
a menudo nos siento tan aislados!) es tan pen'et vttt;e,
gue termina por asquearme a ml mismo. ¡A ml, que
por frecuqntarlo asiduamente me crefa inmune I sus
tufosl Me escriben, afnor mlo (ly cómo me cuecte
escribir acerea de ello, transmitlrtelot), de lrs cbsas
más abyectas que tú puedas imaginar (aunque de ello
yo nunca te creerfa capazh detallan eon deleite sus
variadas abominaciones! ya sea para pedirme consc-
jo, o bien ofreeiendo sus erperienc'iU como eiempb
para los demás "desorientados" que, acUden I mf en
.,''busea
- de una gula... i

]Y tü amor tto,-nada menos que tú, me pües que


no te deje ol morgen dv estas terribles narraeione¡t
¡Y'no sélo me lo pides, gino que no vaciles en enojarte
ante mi negativa I concedértelol Entiende, Ursuh
mfa" que si yo eondescendiera en algtln momento I re-
ferirtl al menos una parte, una simple lfnea, de lo que
me llega, I eomunicártelo d ti que esperas mis ngti'
sias, me hundirfa-en la sombrfa vergüewa de quien,
/,

EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 33

alguno"; y finalmente; "no tenemos por qué entreg(trr-


niosal hedor que tú mencionas".
En efeeto, yo eseribf esa palabra "hedor", que tú
ahora vincülas en una misma frase con este "enttre-
garnos" euyo sentido, preso en esta nueva relación
que así tú estableees, se me eseapa; pero cuando lo
,escriblaludfaaalgoquett1noeesábasdepedirmey
7 eü€, al apropiarte de esta palabia en cuestión, "he-
dór", no deberías haber perdido de vista - pedido al
que yo juré nunca aceeder y cuya improeedencia creo
tu mensajero llegó pop fin, en el mismo momento .haber dejado sentada de manera irréversible en mi
en gue, inquietos por la inusual espera, mis pensa- earta. /
mientos comenzaban a impacientarse. Pero he aqul De modo que: ¿cómo tomar esta "entrego", que tú di--
que tu tardanza se debió a que finalmente resolviste ces puede ser cic,ga y sin riesgos, dado que Wra ü¿ este
acudir I esa "persona de eonfianza", en quien has de- mensajero eonstituye una "persona de confianra"?
legado la responsabilidad de trasladar de aqul a alló Desearla en verdad conocer las razones que te han
nuestras cartas. Person¿ de la que, p€se a tus obser- llevado a tan entusiasta disposición de ánirño, y cuya
vaciones, muy elogiosas para con ella y de serena con- validez no pongo en'duda; pero, con todo, no-puedo
fianza en su honest¿dnd, lamento no poder manifes- dejar de inforrnarte aeerea de los aconteeimientos
tarme por entero satisfecho. que rodearon la aparición de este "mensajero"; por-
Utilizss, psra designarlo, la expreiiOn 'lpersona de que todas mis dudas derivan precisamente del carác-
confianza", expresión que asl dicha result& a mis ojos ter peculiar de tales aeontecimientos, y Do, como.sos-
bastante oscur& Pero tú escribes más abajo: "Se tra- pecho que estarás suponiéndolo tú ahora, Ursula, al
ta de un hombre (...) al que podemos entregarnos sin leer estas líneas, de mi naturaleza asustadiza. !.

vacilar, ciegamente". ¿Debo tom¿r entonees esta fra- Esta "persona de eonfia nza" (no hago otra eost que
se eomo aquello sin lo cual la expresión t'persona de citar tug propins palnbras, Ursula) llegó justamente
confianza" carece de sentido? Si es asf, amor mfo, no euando me hallaba sujeto a una'carta de la que no
veo con claridad, el significado eonereto que trl le eon- eonseguía urdir-una respuesta eonvineente. Relefdas
fieres al término "entregarnos", y más arln eonside- sus rlltimas líneas, había esbozado el comienzo de mi
rando los variados contextos en que aparece. Escri- réplica, que distaba mueho de ser lo que yo deseobo.
bes: "al que podemos entrdigarnos eiegamente", para En ese instante, digo, sonó el timbre. Comprenderós
luego deeir: "entrégalc a él tu earta sin miedo mi estupor, Ursula mía, si piensas en el aislamiento al
.l

84 'ALaN PAtrLs
EL puDon DEL poRNocRAFo 86
que yo mismo me he eonfinado y en el heeho de que
-he eliminado toda posibilidad. de reeibir visitas. Con Durante el tiernpd que tardé en reponerme dd Ia
las dos últimas frases de la carta dan zándorne en la sorpresa, observé nuevo s detallps, pequefledes, cosi-
cabeza, abrí la puerta. No era el cartero, ni la mujer tes de nada, eomo por ejemplo la asombrosa palide¿
que me provee de alimentos, sino un hombre joven, qué contrastaba con el traje lueüuoso, la palidez de
alto, algo quebradizo, vestido con un impeeable traje las lnanos entrel azadas sobre el pubis, las aureolas
neg¡o. Dirás: ..Y bien: ¿qué?"- La particularidad de violáceas que cercaban sus ojgs, el color tenue de
este "hombre", impeeable traje negro' presencia de- aquellos labios, esa textura rugosa, como rasgada, de
maerada, consistía en que ocultaba sys ojos bajo un la boea, 8l cuerpo delgado, casi raqultico envuelto en-
neglo antifa z, tan negro como el traje que le colgaba el traje negro de solapas puntiagudas, los hombros
holgadamente del cuerpo. , oo r .
levantados y reetos, como vértices de un atmazén de
madera"..
¿Te das euenta, amor mío? ¡Un antifaz! Voy a abrir
la puerta (puesto que han tocado el timbre y estoy Observado en sus detalles, en sus partes (porque
aquí sold, siempre meditando lo recientemente leldo, pareela haberse quedado quietb para que yo lo obser-
y ¿qué me encuentro? Un hombre disfr azado; un mo- aq,se), se adelantó, entrendo en la habitaeión eon un
nigote en quien la apostura y la seriedad del traje paso amplio, lleno de solemnid&d, que yo no interrunt-
que viste parecen perteneeer a otro, ridiculizados en pf . Un a véz adentro, buseó en sus bolsillos y ertrajo
el contraste con el burdo antífaz. uns carta, entregóndomeln sostenida con los dedos.'
Pregunto, mi ambr: ¿era necesario? No me refiero pulgar e lndiee y alejando de éstos a los demás dedos,
al mensajero como tal, función que creo imprescin- que se arqueaban eomo huyendo de la siniestra eom-
dible para nuestro tráfico de cartas, sino ala cora del binación digital. lQué delgad ez de dedos, la de aquel
"hombre de eonfia nza" a quien tú quieres que yo me hombre! iQué delgadez, la de los dedos que me [en-
entregu,e: ¿era necesario gue ese antif.ag me impi' dieron tu carta, Ursula querida!
diera ver su verdadero rostro, hacla falta todo ese ri- La sens&eión de poseer una earta tuya me expulsó
dículo carnoufh,ge? fuera de allí por un momento; pero la impasibilidad
Desde la puerta, desde su antif.az, me sonreía. Yo eon que el rnensajero se mantenfa sin hablar en la ha-
supuse que no era otro que el mensajero del que tú bitación,'de pie junto a mi escritorio, a corta distan-
hablas hablado. Pero no-lo sab lq no estaba segurp de cia del papel donde un anónimo confidente exhibla
que fuera el "hombre de confianza". ¿Cómo el para mí sus "experiencit$", desnudándose en ma-
'ihombre de confia nza" llevaría un antifaz? ¿Qué cla' eabro relato, e igualmente próximo a la hoja donde yo
se de eonfianza depositarías tú en alguien que velara habla comen zado a bosquejar una respuesta ineierta
su rostro eon un antif.az negro? (porque: ¿qué tenía yo para responder a aquella exhi'
bición?) volvió a atraer mi ateneión.
ALAN PAULS EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 87
'\
"Comprendl entonces, ¡oh Ursula!, que- este un hombre de confia nza" , dije. Me di euenta de que
"hombre de confianza" a quien tú te entregarlas, "si yo nd habla dieho "la señ,oro Ursula", como debí,deeir
. 'fuera preciso, con los ojos cerrados y maniatada", €$- en caso de que hubiera querido que él se retraetase
. peraba; y haciendo demasiado visible su espera me de su omisión,anterior o cobrase conciencia de su fal-
incolhodaba, alll parado como un siru'tente; pero no ta. "Nadie debe üener seeretos Wra rnl", dijo, reeal-
' eom o cualqu,í,er sirviente, sino como un tipo especial eando las dos últimas palabras en lugar de poner én-
de sirviente, una clase de la que él constitula el pri- fasis en,"secretos", eü€ a mi juicio era más importan'
mer y único representante, una clase compuesta pgr te en aquel enunciado vanidoso. El segula esperando:
un solo elemento: é1, paliducho, enfermizo, las ropas €ra como si en mi presencia efeetuase un ejereicio de
chorreándole de los huesos como de una pereha, él se esper& "V& a tener que esperrr", dije. Porque debla
hablradueñado del papAl de sirviente y -no resulta. leér tu carta, Ursula, la carta que me hablan entrega-
l; ba difícil ¿dvertirlo - estaba dispuesto a desempe- do los dedos huesudos. El sonrió, abriendo un poeo
ü- narlo no de cualquier forrl&, tampoco de la forma ho, los labios "tajeados, detrás de los cuales brillaron
blanqulsimos dientes que pareclan reeién eolocados.
ü
ll ni de guantes blancos en las manos. "Tiene su estilo", Sonrió cuando yo le dije que esperara, Ursula. Al
[ pensé en un momento. Un estilo de sirviente distinto "hombre de eonfianza" le gusüo esperar. ¿No es algo
' ,
de todos los dernás. Me pareció, mi Ursula, recono- extraño? A una persona, rüorrnal el hecho de esperar
t. puede no perüurbarla mayormente; pero de alll a que
li cerle un estilo de sirviente macabro. ¿Sabes lo que in-
tento decir? ¿Has visto esas manos, ese rostro, esos 1". g,rctp, de alll I que encuentre cierto placer en espe-
!1, rar... ¿Sabes qué me dijo enüonces, después de apro-
J pómulos salientes, esas sdmbras abalanzándose
sus ojos? ¿No parec€, & deeir veriad, un cadú" ximarse, de reducir la distancia que nos separaba?
il.' nY" Dijo que cuando yo tuviese la respuesta lista la arro-
jase por debajo de la puerta, eu€ él pasarla a reco-
I gerla. Ni una palabra más, Ursula: "Cuando usted
f fue necesario que yo devanara mis sesos para hallar
fl : la fórmula; é1, seraicinl, me informó que tú esperabas tenga su respuesta lista, arrójela por,'debajo de la
I una respuesta de mí. "Ursula espera una respuesta puerta; yo pasaré a reeogerla", dijo. Eso diio,
I de usted", fue lo que dijo. Dijo "tlrsula"; no: "la sefl,o- sonriendo, mientras las palabr as pareclan brotarle
raUrsula", lo que confirmó los privilegios de su estir- de los dientes. Al despedirse no hubo revereneias, e(>
I ' mo era de prever: la suya fue una retirada de sirvien-
F ,' pe. Mencionó tu nombre .con gran naturalidad, como
[;' ii su léxico estuviera acostumbrado a contar con él te, acompañada del silencio de toda retirada de sir-
I con rel¿tiva frecuencia. Antes de contestarle, le re- vidnte, p€fo al mismo tiempo hubo algo que la dife-
, renciaba de cualquier retirada de sirviente, y era,
i
i,
cordé tus palabras. "LJrsul¿i me ha dicho que usted es
I
t

¡
'(
EL PUDoB D.EL poBNocRAFo 'gg
gB " ALAN BAuLs
I PD. Sufro, querid¿, de solo p€nsar que esos dedos es-
ctreo, el hecho de que sns dientes hubiesen tenido la pantosamente delgados te entregar án a ti mi ear-
ú,ltima p,Inb*u. Desapareció üras un portazo que no ta, la mism¿ que Xo, a mi vez,le habré entregado
resonó, absorbldo por el sepulcrol silencio que habla I él no sin reiquemores...
ereado nuestra eonversación; y yo quedé junto al
esCritorio con tu e¿rta en las manos' y por vezprime-
ra mis pensamientos se entretuvieron en otr¡ eosa
¿ntes de desgarrar el sobfe...
Portodasestasr8zones,Ursula,¿noteresultatl8-
tural, incluso prudeneial, el que yo me interrognre
aeerea del sentido de la entrega que tú me reclamas
en tus cartas? Además: ¿no tengo yo el dereeho de
preguntarte g úi por ese hombre? ¿De dónde lo cono
.rri¿Sabes ,itgoi*.t.a de su palíd"r,las razones de
su raquitigmo, las c¿usas que lo han impulsado I
aceptar el papel que tú le has ofrecido? üQué tipo de
vlneulo te ata a él? ¿Es que te debe algo? ¿Es que hay
algo en tu pasado qqe af¡n no me'has ddcho? No, amor,
no estoy conforme con esta gituación, sunque sé con
certeza que no te ha guiado sino la mejor de las int€Il-
;hombre de confia nza" rposee la
eiones. En euanto al
terrible virtud de despertar en ml el demonio de la
interrogación. .

Tengo arln tantas cosas que decirte y que pfegun. ,

tarte, pero la masa de eosas que deeir es al¡n mós


. grqnde y más diffcil que la distancia real qu9_nos se-
pare, X ¿mbas parecen ser inveqcibles. Más Ine
valdrfa ser el vigilante noeturno de iu sueño, y no el
lejano enamorado que soy.
EL puDon DEL poRNocRAFo 4L

ciones acerca de la sonrisa, el color de la piel, lb


complexión de su cuerpo, y los demás detoll,es que
conforman su aspeeto" no son más que "divagaciones
propias de un enfermo obsesionado por visio¡es fan-
t¿smales". Tales sus palabrss, glle hablan sido eseri- .

taq con visible energía, porque sobre el final de cada


8. frase la tinta se volvía aún más oscura e intensa, des-
tacando involuntariamente algunas palabras en per-
juicio de otras.
En la prodigiosa debilidad del escribir, he salido ull , La suave brisa que flotaba en el balcón pareció dar-'
instante al balcón. El enmascarado ha de estar ron- me cierta tranquilidad. Al fln de cuenta,s, hac(omos
dand,o por los alrededores, si es que está verdadera- feli¿ a alguien. Ya lo aseguraba Ursula en su carta, y,
mente dispuesto a recoger puntualmente las cartas a deeir verdod, yo no hubiera podido contradgeirla al
que escribo para Ursuls, Y a haeérselas llegar en el contemplar el rostro del m.ensajero en nuestros fuga-
menor tiempo posible. ces encuentros, al asistir i una suerte de desvaneci-
Mi amada ha tolerado mal las preguntas que este miento de su palidez. Entregada la carta que él debla
nuevo protagonista de nuestra correspondencia des- encargarse de transportar hasta Ursula, sus óseas
pertó en mi esplritu, preguntas que aecedió a contes- mejillas se pigmentaban, las negruzcas sombras de
lar, sin embargo, en una sola carta, eon un lenguaie sus ojos pareclan retroceder; y se hubiera dicho que
irónico y burlón del qüe no pude menos que sos' todo su cuerpo, habitualmente encogido por un per-
pechor, " l,Te atreves a dudar de é1, un amigo de la in- manente sentimiento de desazón, se recomponla ar-
a ' ¡ I t I ¡ al

fancia, ür hombre ante el cual no hay seereto alguno moniosarnente en la esbelta silueta de un jov en corno
que no pueda ser develado, un hombre que conoce de todos." Yo entendfa, aún en mi situación de sospechp,
ml lo güe, exc€ptuándote, nadie sabe?", me escribe que al mensajero le gustara el heeho de que nuestra
en un tono no exento de indignación. "¿Sabes qué,me correspondencia pasara necesariamente por su euer-
dijo", escribe, "euando le propuse lo que eontigo, tras Po; es más: que este mismo hecho lo llerwra de felici-
mucho deliberar, convinimos? Sus ojos se abrieron de dad resultaba para mí un fenómeno curioso, pero
admiración y dijo, estrechándome en sus btazos, diio: aeeptable.
, ,1"

"Nada me harla más feliz", y luego volvió a deeir, con Pero si todo estaba bien, si todos nos "llenábamos
los ojos llenos de lógfim&s, que en aerdad, nada lo ha- de felicidad", si uno llenaba al otro a través de un ter-
tfa-más feliz". IJrsula afirma que todas mis "especula- ceto que de estar lleno se regodeaba, ¿acaso no habla
algo fieticio en este "eolmo de felicid&d", acaso este
,a

EL PuDoB DaL p0hr.¡ocnAro 49

infanetdlí qüo, ap¿bullado por el número de cOriipeti'


dores'qu. ie disputabln el migmo tesoro y Y vlctima
dp la naturalezs retralda de su propio carácter, "per-
manecl¡ siempre aistado, leios de rnl, como si llevara
sn su Cuerpo lOs vestigiog de una enfermed¿d mortal'
de lr que quisiera preservarme". Singularrnente
¡ürAlda Por ló qUe denomina en su earta "facultad de
desear en sileneio", virtud rarlsima que_ tlgll.
"lll
aguel Joven enserraba dentro de sf, ursula inició efi.
ceCes,gestiones a fin de "haeerle saber que su deseo
silencioro por el mlo propio era eorrespondido", ges-
tiones que no tardaroo en "dar sus frutos", intensifi.
cando sánsiblemente la freeuencia con que se citaban.
"Fue sn un¡ de esas eitas", ttre eSeribe una Ursula
sareústiea a la que me parece olr relrse a carcajadas,
"euando Aeonteció el sueeso del que el ¿ntifaz consti-
tuye l¡ invariable reminisceneia. H¿llándorye en.pi
laUitaeión, se me irtformó que este joven, &l qu9 ha-
blr eqmenzado a dispensar cautos favores, deseabb
vertne en el acto. Ordené que subiers, I fin de que_ la
espera no lo impaeientase. Cuando penetró en_mi ha-
bilación, cref h¿berme equivoeado de persolla- No era.
egte", cscribelJrsula, "el joven tlmido y educado que
yo habla aceptado por compañla, sino un sujeto tras-
lornado pgr un¿ neeesidad urgente y bestial, para cu-
ya pronia consumación habfa subido las esclleras.
iletiocedf", escribe Ursula, "pues sabfa hasta qué
,:
extremos eiertos apetitos enajenan al hombre, pero
el joveD, demente, se'abalanzf sobre mf buscando un
cuerpo que, confi¡da en que otra habrla de ser la visi-
t¿, yo habfa desdellado eubrir más spropiadamelte.
Nog debatimos", escribe Ursula, "en un forceieo bru-
: r.-

44 ALAN P¡,ULS EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 45

üal delque él intenüaba sacar partido merced al vigor respecto de mis "divagaciones", no reproduciré aquí.
de sus descontrolados múseulos, dely que yo ya me Baste con dejar bien sentado que el antifaz no consti-
adivinaba perdedora, más afin teniendo en cuenta tufa, para Uisula, motivo de inquietud, y menos de
que mi socavada resistencia comenzaba a librar a sus rotp".ha, Era un "accesorio destinadO", ¡¡€ eseribió,
embates ciertas zonas indefensas que él aprovechaba "a ¿legrar un pocO más cada acto de entrega".
para rasgpñar con sus manos crispadas. Atinél',
escribe Ursula, "eomo riltimo recurso antes de ceder,
a clavar mis uñas en la piel de su frente y en el espa-
cio existente entre los ojos, región de su cara que me
era próxima dado güe, aproximándola a mis piernas,
que él habla apartado eon violdncia y desnudado, y
frotándola desesperadamente contra la piel de rylis
' muslos, era utilizada por él como el arma que le abri-
rla el camino haeia el supremo blaneo de su ataque".
Afirma Ursula que "ensangtentado el rostro por la
profu rdidad de las heridas, el contacto de los labios
de aquel alienado con la abundante sangre apaciguó
repentinamente sus convulsiones, devolviéndolo a
esa primitiva timidez", eseribe Ursula, "dg la que yo
hubiera preferido que nunca saliera". A partir de en-
. tonces, escribe Ursula, "lo que entre aquel joven y yo
-habfa comenzado a insinuarse tlebió, nntural,mente,
limitarse a un contaeto protoeolar y distante-en cuyo
transcurso el arrepentido joven evidenció su recupe-
. ración, ostentando en la zona herida un'eoqueto anti-
faz negror pors que yo", eseribe Ursula, "segtln él
rnismo osó confesármelo, no recordara lo pasado cada
vez que lo eneontrase".
(¡Oh debilidad del escribir, que otro escribir provo
' ca y alime¡rta!)
H"y, en la misma carta, una tercera "explicación" \

del antifaz: versión güe, por sery todavla más clnica

I I,'
, EL PUDOñ QEr, PORNOGRAFO 4l
jante método de intereambio, s€ desvanr.í*ron ante
la brusca aparieión de nuevas series de obstáculos
- obstáculos Qü€, representados fugazmente en mi
. pensamiento, resultaban ser aún más perjudiciales

que los que antes nos afanábamos por evadir. Afrora


que ya no debo pensar ni torturarte con mi de{eon-
fianza hacia el correo (¡no sabes qué extraño es sdptir
que lo que antes era terror, ahora no es más que PdSa-
dittat), rutgen en ml inmediatamente nue*ras blrü-
rasí nuevos peligros que "amen az&n" nuestra corres-
pondencia: a veces pienso que no soy sino una má-
quina de medir obstóculos, un obs taculútnetro.
No me eabe dud¿, sin embargo, de que rnis eartas
llegan a destino; tengo la cert ez& de que los torrentes
de pasión que diariamente vierto en ellas no se pier'
den en el eamino, en el, ¡ay!, interminable camino que '

conduce a tu respuest&. De otro modo, me pregunto


cómo harlas tri para escribirme siguiendo ten al pie
de la letra lo que yo te escribo. Pero mi certidumbre
no significa nada cuandq me interrogo aeerca de las
condiciones en que tú recibes mis cartas, condiciones
güe, con la aparición del "mensajero", S€ me vuelven
cada yez más confusas. tQué haces tú cuando el en-
mascarado llama a tu puerta con mis noticias en Ia
rnano? üQué hace él antes de entregártelas? ¿,Cómo
disponen el tiempo para que él esté alll cuando tú
tienes pronta la respuesta? ¿Permanece él en tu casa
.#., mientris tú lees, mientras te abocas a eseribirme?
¿Presencia él toda la eeremonia de la contestaeión, o
úi"n le ordenas que se retire hasta que llegue el mo''
mento? En tal caso, ¿a dónde se dirige é1, y de qué
forma te arreglas para.llamarlo?
10

Ursula amada, me encuentro en un estado desespe-


rante. Después de un dla entero consagrado a la res-
puesta de mi interminable correspondencia, solo.
existe en mí la sensación de un vacío y un agotarnien-
to que" me reduce a la condiCión de un fantasma.
Agrad ezeo, entonces, la distancia que nos separa, la
imposibilidad de que tú vengas a visitarme: la sola
idea de que puedas enfrentarte eon este despojo que
soy basta para desvelarme. Al final de cada jornada,
mi facultad de desear está, por asl decirlo, aniquilada,
y sólo pido dos cosas al cielo, las tlnicas dos que
podrían aplacar esta fatiga: la llegada de una de tus
cartas y algunag horas de sueflo.
.

Pero el sueño, de un modo u otro, tro hace más que


prolongar la esclavitud que me ataa las cartas. Todas
las noches, antes de acostarme, debo poner orden en
mi escritorio, clasificar las respuestas que durante el
día he redactado, escribir cada sobre cuidando de no
equivocarme de destinatario Y, finalmente, colocar
en mi fiehero todas las cartas recibidas. Al cabo de
este. penoso trabajo, que sé por completo inútil, ya
que al dla siguiente todo deberá recomenzar y habrá
.\
l

ALAN PAULS EL PUDoR DEL PoRNocRAr'o 51

que volver a restablecer este orden ilusorio, debo La llegada de tus cartas, eD cambio, ejerce sobre
apilar mis respuestas en una caja que deposito junto m{ un et"cto mucho más complejO, que no sé si estaré
a la eama. Te preguntarás por qué no me deshago de en condiciones de describirte. No sabes, Ursula, no
ellasdejándolasdirectamenteenlapuertadeentra. puedes darte una idea de la intensidad con que yo es'
da, antes de acostarme.. Pues bien, Ursula: en primer p"to cada una de tus cartas, intensidad qle me ha-ce
lugar, porque no puedo expenerme a que una sola de pensar que solo hay una eosa de la que sin,.lugar a du.-
esas cartas se pierda; de modo que cuanto menos drr pu"áo ser eapaz,i esperar F para rlf, la impacien'
tiempo estén fuera de mi alcanee, mayor será mi se- eia no es otra eosa que el pasatiempo de la espera).
guridad; y en segundo lugar, mi cansancio es tal, y Podrás imaginarte sin dificultad, entonces' la reac-
tan foderosa la inercia que se adueña de mis ción que.provocó en mí tu última carta, que me fue
miembros, que apenap poseo la fuerza suficiente psra entregadá preeisamente cuando me encontraba en
trasladar la gran caja desde el escritorio hasta mi ca- ese estado qu" describo más arrib d, y en la gue cifra-
rna, desde donde puedo vigilarla. Entenderás cuán ba todas mis esperanzas de pasar una buena noche.
imposible es para ml bajar las escaleras cargando con Tarde f &, estaba.todavfa abocado a la tarea de con-
la caja llena de cartas. testar uno de los pedidos del día, cuando llaman a mi
Duermo unas pocas horas, apremiado por la estric- puerta esos tlmidós golpes que nuestro "mensajero",
ta iuntualidad eon que el correo suele pasar por mi iesde el primer momento, adoptó a modo de carta de
casa. La mayorla de las veces me despierto en rnedio presentación. Abrl la puerta y lo hice pasar. Desde su
de la noehe, sobresaltado. La eaja está alll, tal como antifa z, élme obsequiába su acostumbrado cadaveris-
yo'la he dejado al acostarme. Faltan dos horas para rDo, una sonrisa p¿úaa, eomo de enfermo, le torcía los
que llegue el correo, de modo que intento reanudai el Iabios. De inmediato solieité de él lo que tú me hablas
sueño. Pero ya no es posible, Ursula: permanezco enviado. ceremonioso-, él hizo un movimiento extra-
sentado en la cama, completamente a oseuras, miran. ño con su capa negr a y extrajo de un bolsillo el incon-
do hacia la ventana abierta, mientras en el delirio m[ ]
fundible sobre con tu escritura y mi nombre, sobre
cerebro imagina sin parar que me arrojo por la venta- que al punto le arrebaté de las manos eomo si se tra'
D&, después de lo eual les toea el tumo a los automévi- tara de un milagroso suero que debiera ingerir para
les que, uno tras otro, pasan por eneima de mi euerpo combatir una eof"rmedad mortal, y con el que volvf a
tendido sobre la calle desierta, ahondando y en- tomar asiento en mi escritorio, dispuesto a desentra'
sanehando los dos tajos: el del cuello y el de las pier- ftar su contenido antes de reanudar mi trabajo. Pero
nas. Pero, ¿por qué te digo todo esto? De nuevo sólo nuestro "mensajero" permanecla a mis espaldas, las
eon el fin de atraerte hacia ml por medio de la coÍnpa- piernas un poco abiertas y entrelAzadas las manos, QII
sión. un" posieión que, apenas hube comenzado la leetura

t,
r,ilil
EL PUDoR DEL t on¡¡o8RAF 0 58

de la intromisión!: ese hombre sobre el que acos-


, tumbras brOmear ("un'amigo de la infancia": eres tú
la que hablas) se interponía entre nosotros, inmiscuía
su cuerpo de cadáver en el circuito de nuestras car-
tas - hecho inadmisible si consideramos que su pre-
sencia junto a ti, junto a mí, su "colaboracióD", solo
fue convocada'.on el objeto de acelerar y garantizar
una comunicación, ¡y no precisamente de obstaculi-
zarla!
sir-
¿Por qué, amor, esta repentina sublevación del :

viJnh?.ieorquéestebrüscoapropiarsedellug?l
ajeno? Nada encuentro en tu carta que me lo expli-
qíe, nada hay en ella que insinrle una respuesta. Y
tbm.bién me pregunto, Ursula: ¿por qué esa incorre-
gible voeación elusiva que creo leer en tus cartas, Por
qué bse empeño en no contestar, €tr esquivar la répli-
ca, en contar otras cosas, sucesos pertenecientes a tu
vida, lo sé, pero que yo no me resigno a admitir
dentro de nuestra correspondencia, y menos arln en
el desgraciado estado en que me hallo..'?
¡Contarl ¿Cuánto tiempo crees trl que el "enmasea-
rado" permaneció en usurpación de puesto? ¿Cuá'nto
tiempó dirlas tú que requiere la leguperación de un
hombre qge ha "eorrido Ínucho"
'y está "muy
cansado"? TodO lo que pudieras responderme sería
imensajero",
inútil, porque nu"riro "nttaldnton¿do
por no sé qué confianzu, prohijado por no sé qué im-
punidad, n-o'sólo se apropió de un lugar que no le
correspondla, sino -y he aqul lo peor' Ursula- que
hizo dé semejante apropiación una estq'dfn, un modo
subreptiiio y canalla de quednrse alllinstalado, en si-
lencio, como un viejo mueble en desuso, ajeno a mi
EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 55

por aqul & recoger su respuest 8," , dijo antes de despe-


áirr", cuando ya había abierto la puerta y deslizado
afuera su volátil osamenta, la capa en perfecta
eomplicidad con las sombras. si hay algo que me in-
Y
quiela, Ursula, es esa perfecta ligazfiA ese asombro-
iO enCajar del "enmAsCarado" etl la nOChe...
No puedo seguir escribiendo. El recuerdo del
"mensa¡tro" es aún demasiado vivo para Íll, y la idea
de que a él deberé encargarle esta carta' que solo
contiene injurias dirigidas contra su persona' me co-
loca en uña situación diflcil, €D la que desearla que tú
fuerasmigufa'¿Harásesoporrrf'Ursula?¿Serásese
fare que ilumina la noche, ahuyentando las tinieblas?
Qü€, sóbre el costado derecho del parque, zolra que'
por coneentrar la sombr a y el necesario freseor' fne
extrafró hallar poeo concurrida. El primer impacto,
Ursulá, derivó del alarmapte parecido que emparen-
taba su rostro con el tuyo, parecido que no residía so-
lo en el rostro y no era decididamente el produeto de
un espejismo ocasionado por la distancia, sino que se
extendía milagrosamente al cuerpo todo, a la postura
11 adoptada e incluso - no temo exagerar, Ursula, lo vi
con mis propios ojos - a la vestimenta, que recorda-
ba fiehénté tut ropas por ti usadas en el transcurso
hoy, poeo anües de recibir tu carta (tod avlame pre- de aquellos "eneuentros". Lo juro: de no ser porque
gunto por qué el "mensajero" prefirió esta vez no te ralla inmovilizacia en tu easa' a la espera de mis
darse a conocer), presencié una escena de cuyo im- cartas, imposibilitada de trasladarte hasta aquí, hu-
pacto aún no he logrado recuperarme. Añorando biera podido asegurar que esa mujer eras tú, incon-
quizás aquellos singulares "contactos visuales" que fundible y única; ¡tú, que habías retornado al viejo
sollamos mantener tiempo atrás, antes de que la "método'i! Parali zado por esta analogía (tú sabes qué
correspondencia nos absorbiera por entero, rle con- raro poder ejércen las semej anzas sobre mi espíritu),
cedl una breve pausa que aproveché para salir al bal- no pude evitar el fijar mis ojos sobre esa figura que,
cón. ¿Te aeuerdas? Desde alll yo intentaba haeerte suavemente apoyacla contra el troneo, parecía ensi-
entender con gestos todo lo que ahora transcribimos mismada, como hundida en una profunda meditación:
enelpapel,ytúmerespondlasdesdeelparQü€,eon. y debió s-er sin duda este estado de fijaeión el que me
testab¿s uno a uno mis ademanes. Y cuando alguna .,

impidió descubrir, pfoveniente del sector más aleja-


de mis señales no llegaba a, ti cla¡ament€, y tú la ilIa- ,
do'del bosqU€, & un segundo personaje, en este caso
linterpretabas y tu cuerpo me enviaba palabras in- masculino, que se eneaminaba cautelosamente hacia
comprensibles: ¡qUé enredo! ¿Recuerdas? Permane- l
el lugar donde la mujer se abocaba a sus reflexiones.
cfamos largo tiempo tratando de deshacer el Cautelosamente, rligo, el hombre se aproximaba por
embrollo, y en verdad pareclamos dos amantes deses- '

detrás, y los movimientos de su cuerpo no traslucían


perados.Puesbien:laescenadelaquehablotuvolu- sino una oscura intención que la mujer estaba incapa-
'gar en ese mismo parque, p@o después de mediodfa,
eitada para detectar, dado que, hallándose de espql-
horaenquelatemperaturaasciendeyparececalci. das a éi, y de frente a mí, que la eontemplaba a medi-
nai los árboles. Descubrl a la protagonista reeliRada' l'i da que ta iUan eereando, no par ecía dar signos de vi-
contra uno de los gruesos troncos que forman el bos-
58 ALAN PAUL$
EL PLIDOR DNL PORNOGNAT'O 59
da: de ¿llf qrc todo su cuerpo $e contraiera en una
que resultaba extraflo en el comportamiento de su
mueca viqlenta cuando el segundo personaie, exten
diendo sus brazos por ambos costados del tronco y cqerpo, hasta entonces de una irreproehable digni-
aprisionando fuertemente los de ella, haeiéndolos dad, era ese desequilibrio, el hecho de que por una
tenderse y oprimiéndolos contra el tronco, la inmovi'
parte prosiguiera tenazmente la resistencia - lo que
lizó del modo más cruel e inesperado poniéndola I i era evidente por las saeudidas de su pierna de'
recha - y por otra no fuera ya eapaz de persistir en
merced de sus aberrantes objetivos. Atada, pof 4sl .
decir, al árbol, sujetadas sus muñecas por el vigor del j ella, lo que se infería de la lasitud en que su pierna iz'
quierda habfa cafdo, suspendida en el aire y en pro-
asaltante, la mujer comen z6 a saeudir desordenada
mente las piernas en unos ¡iataleos convulsivos, de l
nunciada abertura respecto de la otra, que conti-
nuaba agitándose.
los que sólo obtuvo como resultado que el tenue vesti-
do que llevaba se arremangara involuntariamente en
Mis sospechas, Ursula, se vieron eonfirmadas cuan-
dirección de las inglqs, desnudÓndole asl los muslos. i do, habiéndose agregado el tercef protagonista, del
que sólo me era visible la espalda pues enfrentaba di-
Absorto yo en la contemplación de tan ominoso es'
peetáeulo, incapa z de adivinar el eurso que tomarlan j rectamente a la vfctima, cuyo cuerpo sujetado yo aún
los aeontecimientos, advertl que desde el seetor infe- divisaba, aquella pierna izquierda, abandonada en
rior de mi campo visual, ingresando en el euadro con suave molicie, se abrió aún más, apartándose decidi.
paso8presurado,untercerpersonajehacíasuapari= dampnte de la que resistla como para acoger (¡sí, aun'
que ello te suene descabellado!) el impulso con que el
ción con la evidente finalidad de sumafse al drio inmo-
vilizado en torno del árbol, dúo del que se distingula ,
segundo verdugo se aproximaba a ella. No me extra-
ñó entonces que este, disfrutando de la ayuda inapre'
con claridad el esfuerzo que la mujer efectuaba para
ciable que su eompañero le ofrecla al maniatarla, re-
I

liberarse, desesperado, las dos piernas desnudadas


debatiéndoseenelairetp€foencuyaténsiónrnepa. solvierá rodear tal miembro laxo'ben su bttzo de"
reelo ver, simultáneamente eon el arribo dei te-"eer recho y a partir de allí allzat bruscamente el cuerpo
personaje, un eierto aflojamiento, una suerte de eese, de la mujer a la altura de su vientre. (Espero, IJrsula,
que mi deseripcíón haya podido ponerte en situación,
como si al trabajo aloeado de uno de los miembros no
le eorrespondiera ya un idéntico trabajo en el otro, si- '"
y que gracial a ella estés en condición de juzgar el
no un cierto ablandamiento: señal de cuerpo que qu- cuadro con lU misfna amplitud de que yo gocé al eon-
cumbe al dolor o se resigna. No era difícil supon€f,
templarlo.) Desde el instante en que el segundo ver'
Ursula, que la mujer, vfetima finalmente de la malé- dugó se acomodó entre las piernas de la mujer, todo
vola torsión de brazos a que la sometía su primer ver- re detaruolló vertiginosamente; habiendo cesado las
piernas toda resisteneia, entrel azadas sobre la espal-
;

dugO, comen zaba a abandonarse a su suerte, pero lo


da del segundo verdugo, el.primer verdugo, hasta ese
60 ALAN PAULS EL PUD0R DEL PORNOGRAFO ql

momento dedicado a inmov ilizer los brazos de la víc-


4
idea de su dimensión si piensas en la distancia que me
tima, liberó uno de los ellos, permitiendo que fuera .
siparaba del lugar) prenda negra en estado de hara-
ese miembro el que encab ezara la dudosa resistbncia po por el feroz tironeo, que con hábil ademán el se-
-resisteneia que no prosperó,yx que el segundover- gundo verdugo enüregó al prirnero para que éste, a su
. dugo, atento a toda'reacción, lo contuvo en el aire.an- lrr, en lugár de anojarla, como cualquiera su-
tes de que golpease; sujetado el primer brazo, el se- pondríá, la conser YaFa en un bolsillo. ¡En el bolsillo!
gundo protagonista procedió a liberar al restante Ño les bastaba solo con arranearla, apartarla de su lu-
Qu€, a difereneia del pnimero, fue a apoyarse suave- *
gar correspondiente mediante abominables tironeos,
mentesobreelhombrodelsegundoverdugo,Qüien rino que aáemás la conservaban:'¡trofeo de maldad,
era el encargado, ahora que el segundo protagonista i premi,o del vilísimo ataque! Y así los dos verduBos,
había abandonado su posición y función iniciales, de primero y segundo, se complementaban en el ejerci-
soportar el pesg del cuerpo de la mujer y de mante- : lio d" desprender: mientras el primero' sosteniendo
nerlo en el aire contra el troneo del árbol, merced a a la mujer con una mano, con la otra desgarraba el
una dura presión de su propio cuerpo sobre el de ella. vestido a la altura del cuello, el segundo, a la vez que
De nuevo se provocó el juego pendular de la resis- con la mano izquierd4 se ocupaba de arremangar la
tencia, distribuido desigualmente en los dos brazos: parte inferior hasta deseubrir el blanco vientre feme-
uno de los cuales, febril, luchaba contra el poderío del nino, con la mano derecha hurgaba en sl mistro, se de-
.segundoverdu8o,mientraselotro,"comoadormeci- sabrochaba y desprendía a sí mismo para que vienlre
do,iniciabaunrecorridoporsobrelanucadeaquélal con vientre, desnudos verdugo y vlctima quedaran
que aparentemente tales maniobras divergentes ins' enfrentados. SQué r.esto de resistencia podla pedirse
taban a proseguir la empresa. Empresa eue, siendo que quedara en algún miembro, Ursula, tras tamaña
dos los agresor€s, y ambos de robusta complexión, ¿Y de qué modo iustificar una sospecha
musculosos, se convertía en juego de niiios, tal como "tt"tnetida?
acerca de la blandura de aquellas piernas si, entrela-
lo demostrara la facilidad con que el segundo verdu- zadas en torno a la cintura del segundo verdugo, am-
go, respaldado por la eolaboración del primero, que bas formaban parte del conjunto veneido del cuerpo'
ahora sostenía a la mujer por las axilas, contra el avas&llada toda voluntad de oponerse? En breves ins-
tronco, introducía sus manos libres debajo del arre- tantes la boca de la víctima se acoplÓ, de un solo gol-
m¿ngado vestido, y alll abajo de la bombacha tirone- pe efic az, alvientre que tanto primero como segundo
habían eontribuido a desvestir, vientre que el prime-
'

aba, furioso, haciendo que el cuerpo eada vez más


inerte de la mujer cabalgara, por asl decir, espoleado fo, vigilando de cerca la acción' procuraba hacer
por su ardor. De tanto tironear, Ursula mla, cedió lo ',
vibrar al ritmo convenido, al ritmo dó respiración; pe-
que buscaban arrancar: una minúseula (tendrás una ro de aquel gfito amargo, fruto de tanto sufrir, Do fe-
- EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 68
62 AI,AN PALTLs ,
,/

.eibí yo más que sus pálidos ecos: resonancias que sin y de todo lo que en ti esperaba para manifestarse con
el objeto de verterse en un lenguaje nuevo'
duda falsearon lo que el grito quería decir.
Y lo más nueao ha sido que en tu carta demostra-
No te será diffcil, Ursula, informada de todo lo que
ras conoeer al dedillo todo aquello que yo siempre me
anteeede, imaginar mi ánimo al retornar al trabajo, )
ndgué a confiarte por considerarlo indigno, toda es&
después de haber sido sacudido, por asl decir, por la
masa de palabras obscenas que siempre qui$e conser-
notable sem ejanza que deseubrl entre aquella mujer
y tu figura, y por la estreeha relación que liga la esee-
var para iltf, como quien guarda para sl un esea'
l
lofriante seereto familiat. ¿Cómo ha podido ser' Ur-
na presenciada a las narraeiones que diariamente me ,

sula? ¿Cómo? ¿Si yo siempre intenté que en mis car-


veo obligado a leer, narraeiones de las que tú, en esta
tas tbdo ese "aipecto" pasara desapereibido, quedara
última carta, pareces estar al tanto a pesar de mi ng-
gativa L referlrtelas, lo cual me llena de asombro. ':," autornáticamenie excluido de nuestr& corresponden-
cia, f aun tuve que luehar denodadamente eontra tu
¿Cómo han llegado a tus ofdos? ¿Por qué subterráneo i ciegá voluntad de saber. ¡saber! Y ahora que sabes:'
camino las has recibido? más
Ni bien abandoné mi lugar en el balcón, negándo- ¿q;é has obtenido a cambio? Seguramelte nada
que sospeehas acbrca de mi "honestidad", dudss acer-
me a seguir observando aquel espectáculo, y me diri.
gl al escritorio, donde las cartas estaban aguardándo-
.t ¿" *i "franqueza", Y Ult escepticismo general-re¡-
pecto det futuró de nuestra correspondencia. Todo 1o
me, Bdveftf que por debajo de la puerta hablan desli-
cual es perfectarnente eomprensible para ñ1, ya que'
zado un sobre que reeonoef como uno de los tuyos y
de no entenderlo, ¿qué me hubiera impulsado a rehu-
:

cuya llegada anónima no dejó de sorprenderme. Tras


sar durante tanto tiempo el revelarte este "lado oscu-
reeogerlo del suelo, abrf la puerta con la espera nza
ro" de mi vida? Y hasla entenderla sin dificultad el
de toparme eon nuestro "mensajero", del que solo me
hecho de que resolvieras suspender tus cartas, otor-
llegó el sonido inequlvoco dq sus pasos huyendo esea- garte una pausa para reflexionar y ealcular los bene-
leras abajo. Alarmado por este nuevo "procedimien-
li.ior que te . proporcionarla la continuación de
to" que me tomaba desprevenido (a ñf, Ursul&, gue
ya estaba aeostumbrándome a las visitas del '*enmas.
. nuestro epistolario, aun con el riesgo - eon el espan-
de que, habiendo evaluado dete'
earado"), abrí de inmediato el sobr€ y, tomando asi€n- ,'
toso riesgo, amor - dejar de escribir'
nidamente la situaeión, decidieras
to frente al escritorio, leí tu carta. me para siempre. Y aun así lo entiendg: Ursula; pese
Aparentemente, aquel era un dla de imprevistos, a qúe significirla mi calda irremediable, eualquiera
de modificaciones, porque: ¡qué distinta tu earta, q,ué
fuera tu resoluciór, yo la aceptarla sin titubear, inca-
eambiada tu voz pareeía _llegarme a través de las pa-
p*z dé rebatir tus srgumentos. Para colmo, Ursula,
Iabras escritas! Era como si otra persona, otra "LJrsu-
esa carta que tú citas en tu filtima carta, carta que
la" hubiese tomado tu lugar, adueñándose de tu mano
¿
EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 65

Y si mi énfasis te resulta excbsivo, Ursula, deberás


atribuirlo a que no encontré en tu carta..signo de alar-
ma alguno por este nuevo giro que ha cobrado
nuestro intercambio: antes bien, me pareció notar
que el hecho de ser por fin partícipe de mi "trabajo",
de acceder a las abominaciones que me escriben, te
provocaba una excitaeión... juvenil, una suerte de en-
tusiasta curiosidad como la que invade a un novio que
descubre un dla el diario íntimo de su prometida. Pe-
ro debo advertirte, Ursula, que no encontrarás alll
nada "mlo", ninguna palabra que me pertenezco, nin-
guna frase euya autorla pudiera yo reclamar. ¡Nada!
Excepto esa sarta de "experieneias íntimas" que los
desorientados cornpulsivamente busean compartir, y
que .han encontrado en mí el reeipiente ideal para
verterse. Me preguntas, querid¿ -y aqul es donde
reparo en eierta enfermiza inquietud -, qué les escri-
bo yo, de qué forma me las arreglo para "ayudarlos".
¿Quieres que te conteste con franqu eza? Pues no lo
sé. Ireo cada carta como sumergido en un vértigo, las
sienes me laten, el pulso se aceler &, y cuando termino
procuro perpetu¿r ese vértigo, de tal modo que mi
respuesta hilvanada cabi de inmediato se asimile lo
más posible a la condición de tales cartas - condición
que deploraría si no estuviera, precisamente, atrapa-
do en dicha maquinaria. Es como si, eiego, debiese di-
sertar sobre lo que ignoro; entonces tomo impulso,
me dejo arrastrar... y así logro contestar todas las
preguntas satisfactoriamente; tal es así que he reeibi-
do cartas de algunos correspondientes que me alaba-
ban por haber "sabido comprender y cornpartir la in-
tensidad de mis experiencias". ¡Haber sabido! ¡Sa-
EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 67

'66 ALAN PAULS


caliente que me dollan los huevos y podla sentir el ti-
'bio extremo de mi pija contra el muslo'; o las respues-
ber! Estoy metido en un equlvoeo tan gfande que me
parece imposible poder salir algrln dfa de é1. , l
tas gue pueden ocurrlrsete frente a semejante pre-
Me p*rmltrrás una afirmación, Ursull, X la rebati' gunta:'Nos pasamos toda la tarde y Ia noche cojiendo
i paseándonos desnudos por la casa' Nunca gocé tan-
rás si no eoineides eon ella: creo qüe, de alguna formq,
seliales que distingo en tu carta, tú parti' to ¿ una mujer corno a Felisa. ¿No cree usted que es
;;; la deseé en silencio durante. muchos años?"'
íurnbién de esté equfvoco, y te diré por qué. Te
[ipr*"tgunas porqüe
-
dedicas deseubrir, ."ri a citar eon palabras tex-.
I Dices, Ursula, que se te hace diffcil imaginarme le-
;

tuales, una carta que integra mi arehivo


(curiosamen- i yendo semejante párrafo, y sin embargo una vezmás
te se trata de un envfo müy reciente que, según te he :
me fuerzas a leerlo, una vezmás me obligas a enfren-
coqlenüado, representa el extremo a que puede llegar tar la ignominia, desplegándola ante mis ojos con to-
elrelatodeeiertas..desviaciones''}..Leyendotu das las letras, sin olvidar nada. Y eE ese "ir dereeho a
á*r.tifción, se rne dio por pensar que tal carta estaba la cuestión", ese certero "apuntar", lo que no deja de
realmente en tu pod,ei,lo óual es imposible, ya
que al preocüparme. üQué extrallas influencias pesan sobre
eonsultar mi arehivo comprobé que permaneela
en mi tu eabecita, amor mlo? üQué influencias sobre las que
propiedad. Y repentinamente me pregunté: ¿por
qué nada puedo, y que te incitan a escribir tales cosas? Si
Lr"'*inuciosidad, por qué esa pasión por detallar lo es verdad que detrás de todo esto Se eseonde un ter-
que yo ya he leldo, por qué referirfne otra vez lo que cero, alguien cuyo nombre desconozco y cuyas inten'
Y la res- ciones resultan pata ml diffciles de suponer' entonces
vo intento olvidar confinándolo al archivo?
puesta reside en esa "participación" que te concedo, tendremos que tomar ciertos recaudos' Ursula: nos
en el entusiasmo que tu delata. Evocas las veretnos obligados a encerrar nuestra corresponden-
"r.ritura
eseenas más repugnantes, las palabras más soeees; cia en el interior de un cerco inexpugnable' cerco que
nada en tu earta tiende a euitar, sino que- tsdo
pareee I proteja cada una de nuestras palabras y gue se enc¿r-
dirigido deliberadamente a enfrentar lo más "t!t^ Sut de hacer que tanto las tuyas como las mías lle-
noró de ta cuestión. Bastará con que te recuerde
uno I 1

guen I destino sin sufrir modificación alguna. Pero


de los pasajes de tu carta, aquel en el que escribes: i [uta ello deberé contar con tu apoXo, Ursul t, Y tú me
iM" ur Aifln y por eso milmo me atrae - imagi- apoyarás si abandonas esa innoble euriosidad por mi
, - '

"lrabajo" de la que te acuso más arriba. El "uni-


*rietr9 leyendo
',, Ilalt ¡\t Y-- yo he deseubierto por prime,ra
rVJ srrr¡\' lo-que
vez;imaginar tu ictilud al encontrarte con págafos verso" que te vanaglorias de haber conocid,o a través
como este:
,Nos besamos largamente y con violencia, de la carta citada sólo me concierne a mí, asl como so-
' t ru r*ngua se meneaba rápida dentro de mi bo*_l' lo yo debo hacerme cargo del sufri,miento que implica
Deslicé mi mano bajo el eorto vestido y froté las
nal' nadar diariamente en é1. ¿Sabes, Ursula, lo que signi-
gas de su eulo a tr¿vés de la bombacha. Estaba tan
l
t2
¡quiero! ¡Quiero! iQuiero! ¿Es que hay alguna pa-
labra en tu carta, Ursula, que no encubra esta impe-
riosa necesidad, este pedido desmesurado? ¡Y no solo
deslizas por lo bajo tu querer "a toda costa", sino que
cada tanto lo escribes sin disimulos, desnudando su
insistente inconveniencia! No era esta la elase de co-
laboración que yo esperaba de ti; al parecer, habién-
dote pedido que apaeiguaras tu querer, tri no has
hecho más gue aereeentarlo, malinterpretando mi so-
licitud o bien desoyéndola abiertamente. ¿No te das
cuenta de que, cuanto más crecen tus g@rurc, más difl-
cil se torna para mí la posibilidad de satisfacerlas? Y
tanto más cuanto eü€, insatisfecha con reclamarme
tú, el cumplimiento de tus deseos, no vacilas en dele-
gar en la figura del "enmascarado" el poder de recor-
dármelo. ¿Era acaso de esta forma como te sugerí
que Ie dípras parte de nuestra relación?
Pero he aqul que esta noche, €l "enmascarado" se
presenta en mi euarto, en una mano portando tu car-
ta (carta que yo suponía ser una nueva serie de in-
terrogantes de los que yo debla urdir las contesta-
ciones) y en su cavidad bucal, incubado, tu mensaje,
70 ALAN PAULS EL PUDOR DEL FORNOGRAFO TT

que él no titubeó en comunicarme apenas le hube que habfa gonprendido quo de ellas h¿bfa surgido el
aUierto la puerta. Y tu mensaie, Ursula, salió de su equfvoeo, sino por medio de gestos, tomándome por
boca tal eomo tú, sin duda, lo depositaste en ella: los hombros, empujándome suevemente hasta sen-
"Ella quiere saber", ttto comunicó el "mensajefo". Y tarme en el escritbrio donde yacfan las cartas
en su rostro no habfa ninguna expresión, ningún ras- (¡milesl) por responder. Me exeu$arás ante é1, Ursula, .1

go que se agudizara en desmedro de otro, ninguna in- úot mi descontroh pero ¿ún ahora pársiste en mf la
[enciOn de-refleiar nada; apenas ese irreproducible óólera, tl pensar en lo que debiste eondeseender I re- '

enunciado, ese presente: "yo quierO saber", Y como velarle para logfar que él reprodujese tu "mensaje"-
yo tard¿se en reaccionar, él aprovechó pars reiterar Porque no irás a decirme que todo lo que él sabla era
ll "mensaje" que supuestamente tú, a modo de suple' que tú querlas saber.
mento verbal, le hablas encomendado transmitirme: lNo, Ursula! Tu carta te delata desde el principio
"Ella quiere saber". ¡T{t querlas sabert - y yO (obser- hasta el final: ¡que tú sabeS, la carta delata, y que lo
vB, Ursula, cómo mi esplritu, I pesar de todos estos que sabes es muchol Y eon lo que sabes srmas un p8'
infortunios, permanece fiel a lo único que ama incon' quete én forfna de carta que luego me envfas a mf, tlr-
- dicionalmente: tu nombre), ingenuo' crédulo, ato[ta- iula, que supe antes gue nadie eso de lo que ahore, sl
do por ese presente que el enmascarado usaba, crel saber, lte vanaglorias!
gU€ tl¡ estabas allf, en algún lado, e¿ ese ,nornento, ¡Ah, amor mfol ¿Debo repetírtelo? Es para mf un
matizando la espera con las ganas de saberl ¡Sl! ¡Aun' tormento it en contra de tus deseos, deseos gue tú
que parczea increlble, Ursula' spareeiste en mi men- misma no vacilas en definir como "urgentes" y de los
fr, aill, esperando que yo bajara a encontrarme eoR' Qü€, cualesguiera fuesen su condicién su
y origen, fo
tigol Y ¿qué iba a haeer sino bajar tropezando las no sabrla impedirme la participación. Me escribes:
etcaleras, acudir eOrriendo A. tu encuentro? Pero l¿ "Sabet mús acerea de las eartas es mi deseo más uf'
decepción fue tan gfande como la eufori4, squella al gente", Y me pregunto entonces: ¿Cómo podrla yo
no hillarte en la puerta de entrada, esta al imaginar' eumplir semejante deseo si tti, por algún medio que
te esperándome alll donde no habrlas de estar, ¡Ah' aún desconozco X Que, se ve' te ernpeflas bien en, ocul'
presente enganoso! tarme, te las ariegtas para procurarte "información"
De rnodo que ouando volvl a subir, toda mi desilu- (y qué informacihu ¡detalles!) seerca de ese materlal
sión se virtió como ira sobre el "mensajero" que, €x- del que me eulpas por mantenerte a distancia?
ceptuando ligerlsirnos carnbios, no se habfa movido ¿Dónds, Pues, estús, Ursula? ¿Dónde estaré seguro
do la posición en qqe mi vertiginosa esctpada lo ha- de hallarte, cuando te busque? ¿En el saber' en la lg'
bla dejado -ira que el "entnasearado" se esfoní por norancia, o en la triste ostentación que, digimulándo-
atenuar no mediante palabras, ya que er¿ evidente se, asf se manifiesta al esplritu? ¿Córno puedes pedir-
72 ALAN PAULS
EL PUDoR DEL poRNocRAFo 73

me "más", "más" €n cuanto al saber sobre mis cartas, retiraran, no sin oposición, a la eocina, dejándome a
si luego en las tuyas te regodeas citándolas con pun. solas, transitoriamente, con el más joven-de lbs tres
tos y eomas, como si tú fueras la destinataria de esos
QUe, sentado en absurda postura, estaba atareado sin
atroees envíos? duda en disimular lo que la visión que a sus ojos mis
Infringiré pues, por un instante, mis propias leyes piernas ofrecla habfa suscitado en él: efecto inme-
de Silencio, para ilustrar lo descabellado de tu pedido diato del que quise a toda costa asegurarme, para lo
eon la ayuda de una vieja carta de la que pasaré a cual, aprovechando la ausencia de los otros dos, lo lla'
narrarte ciertos detalles significativos. Se trata del mé a tgmar lugar a mi lado, lo que é1, enrojeciendo re-
relato de una mujer joven güe, perseguida por el pentinamente, hizo no sin vacilación, viniendo a sen-
aburrimiento, decidió convocar en su domicilio a sus tarse en el mismo sillón en que yo me hallaba, pero a
tres más "fntimos" amigos, amigos que no tardaron una distaneia que imposibilitaba toda comprobación.
en acudir ala cita, alarmados seguramente por la ur- Lo obligué I acercarse", me escribla Elisa, "hasta
gencia que ella evidenció al llamarlos, y de los que estrechar nuestros respeetivos cuerpos; el mío, al
ella pensaba eon ra;z6n obtener ciertos beneficios. que notaba ardiendo bajo la leve trlnica; el de é1, en
"Reunidos mis tres amigos", me eseribió ella, matu- erupeión bajo la ropa, erupción de la que hacla deno-
fiado su nombre bajo un sobrio "Elisa", "pasamos los dados esfuerzos por no traicionar los signos.
cuatro al living de mi casa, por el que yo paseé cubier- Estrechados, habiendo yo descrüzado completamen-
to el cuerpo con una ligera thnica de seda, tejido que, te mis largas piernas y'habiéndolas abierto de par en
antes que cubrir, anunciaba, y del que ellos, sentados par, me aboqu é a susurrarle al oldo ciertas palabras
frente a ml, no consegulan despegar los ojos, ávidos de las que conoclala efieacia, palabras que él recibió,
por verificar de un modo más concreto si lo que a por fin, con una sonrisa, aeompañándose con un gesto
ellos se hs permitia ver concordarla en verdad con lo del btazo derecho que deslizó primero sobre mis
que más tarde libremente se les ofrecerla. Culminado hombros desnudos, luego por mi talle, enseguida por
mi pavoneo, euya lunción se reducla a'poner en si- los contornos de mi cadera, hasta posarlo finalmente
tuaeióh'a mis turbados amigos, tomé asiento frente a sobre mi muslo dereeho, para eomen zar alll a arre-
ellos, cruzando las piernas de manera tal que el deba- mangar con delicadeza la falda de la túnica. Incapaz
jo de mis muslos no pasara para ellos desapercibido, de resistirme a semejante iniciativa, cuya eonsuma-
cuidando bien de eihibir la parte de la carne en la ción habla esperado además con ardor, e inclinándo-
que la liga cava su surco tornándola asl de un color me ligeramente sobre é1, lleúé una de mis manos al
más rojizo que el del resto del muslo. IJna vez alll ubi- sector donde suponla que mis atractivos y su explora-
cada, envié a dos de mis 'inVitados'a preparar algo de ción manual estarlan surtiendo efecto, sector al que
beber, orden cuyo eumplimiento exigió que ambos s'e accedl tras desabrochar unos euantos botones inopor-
74 ALAN PAUTS EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 76

. tunos y donde tropecé con lo que habls sospechado, cuatro", escribfa Elisa, eerebral y regocijada, "engta-
sólo gúe dotado dé una sorprendente dimensión. No nados por la precisién de nuestros movimienüos^ rno
. vi obligada, vislumbr¿ndo que de aquella situación
ac¿baba yo de proteger entre mis dedos aquel mons-
truo orgulloso, cuando por la puerta de la coeina re- nos serla imposible extraer un disfrute mayor, a di-
apareciéron los otros dos invitados trayendo e¡r las solver eI cu¿dro, invitóndolos a pasar eonmigo ¿l dor-
manos unos vssos que el estupor no tardó en derri' mitorlo, donde el espacio permitla una eombinatoria
joven más plena. Fue diffcil arrancarlos de rus diferentes,
bar, haciéndolos trizas en el süelo. Y comb mi
pu¡tenaire", escribla Elisa, "se atareara febril a l¿S complementaiias aetividades; pero como , enten-
violentas caricias a las que sometla mi muslo desnu- dieran que la invitación solo apuntaba a un perfec-
dado, dedicando simultáneamente su bocs a lamer mi eionamiento, y no I una interrupción, acordaron sus-
cuello, fui yo la que tuvo que pedir a los dos restantes pender el intenso trajln para reanudarlo en el sitio ¿l
que sg sumaran at ¡uego, pedido del que ellos, al pare' que yo aspiraba a trasladarlos. Ya en el dormitorio",
.¿r, tri¡uieran sabiáo preJcindir,.ya que de inmediato escribfa Elisa, ¡en el dormitoriol, "todo escapó a mi
los tuve frente ¿ ñ1, uno acuclillándose en la abertura control, todo se desaforó, todo a la violenta pasión se
de mis piernas, el otro introduciendo sus rápidas
ma' rindió: ne habfa terminado yo de penetr¿r en el euar-
nos en el interior de la't{¡nica, donde palpó derespera' to -los tres venlan I mis espaldas*, cuando sentf
do mis senos. En cuestión de segundos, pues",-escri' ere, a la altura de los muslos unos brazos titánicos a
,

';á-ñig, lee mf se aferraban, empujándome h¿cia el lecho donde


v aqul viene lo ejemplirizador, Ursula,
,'mi cuerpo era desbordado por una delicioss si- cafmos en desord€r, yo y el que me habfa atae¿do por
bien,
multaneidad ar asaltos de los que no querla perder detrás, cuya cqra me fue imposible ver; en el scto, los
ninguna ventaja, y pera cuyo favorecimiento mi euer- otros dOs se reunieron con nosotros, eomo en una por-
po se adaptaba aios reclamos de los tres violadores fecta maquin¿ria; y mientras mi tr¿sero asaltante se
que, con habilidad de expertqs, se distribufsn eguit¡' ocupaba de despojarme de la ttlnica, rápid¿mente los
tivamente los placeres: ót m¿s joven' cuyl mano ha- otios dos tornaban posición: uno, resbalando por de-
bla progresado hasta encontrar, erguidt, itPonente' bejo de mi euerpo, en sentido inverso al gue yo elta.
mi fuenir de deleite, frotándol¿ entre sus dedos unts' b¿, h¿sta obtener de su reptar lo que buscaba: beber
dos; el que, aeuclillado entre mis piernas abiertas,
h¿- con ¡us taüios mis innobles unciones, mientrat con
bía ,u*Lrgido su cab ezabajo la túnica arrernangada, violencia sus manbs logratran en mi propia bocs encE'
dando de azotes con su lengua eontra mi encendido jar Io qué deqeaban, con furor de bestia; un tparato
matorrah el tercero, cuy-o tremendo vigor sentla yo enofme cuyos l¿tidos estremecfan, tremendos; el
en la furiosa presión eJercida sobre mis senos, Ju- otro, más brutrl, despl¿zando de un golpe el que en el
gueteando con los pezones encantAdos' Asf los lecho me h¡bfa tumb¡do, procedió ¡ abrir ni¡ piernar
76 LAN PAULS EL PUDoR DEL poRNocRAFo 77

hASta el extremo de desgsrrarlas, lo que arrancó de Porque otra eartade las que he recibido aparece ci-
mi boca un grito suficientemente sostenido para que tada literalmente- en la tuya; otra vez eonoces
la senteneia que allf se alojaba, a punto de verters€, Y nombres y apellidos, detalles, narraciones güe, en
que pertenecla al que en ese mismo instante se entro-
¡principio, solo a ml estaban destinadas. ¿Cómo es po-
metla con su lengua en mi regocijado tesoro, fuera sible? ¿Cómo reincides habiéndome sumido Xa, con tu
despedida, posibilitando que viniese a rellenar su lu- carta anterior, en la peor de las ineertidumbres? ¿A
gqr la que de mi trasero habla sido injustamente de- través de qué oscuras operaeiones has logrado pe-
salojada por el que, tras haber humedecido con minu- netrar en rni archivo, saeando a luz lo que yo hubiera
cioso euidado mi entrada posterior, faena para la cual dejado morir en la oscuridad?
el que lamía la principal habla prestado valiosa ayu- Me hablas, esta vez, de Dora Diamante, cuyo caso
da, se empeftaba en incrustar en ella su magistral, demuestras manejar eon conoeimiento de causa al
aeerada lanza: Bloqueadas todas las salidas de mi mencionarme morbosa y detenidamente cada una de
€uerpo", escribla Elisa, ¡bloqueada!, "todo mi orga' sus "hazañas". ¿De dónde has sacado su nombre, de
nismo convertido en una máquina de absorber, relle' dónde la earta, si ella permanece aún en mi archivo
nada hasta lo hltimo, aquf, allá, adelante, abajo y tal como yo la eoloqué, aunque tal vezun poco arruga-
atrás, meta pujo y meta fricción, lancé entonces el da (como si una rnano invasora la hubiese tocado)? Y
grito", escribla, rellenada, "el grito de '¡Más, Más, no te limitas únicament e & "describirla", o psrafrase-
Más!!!"' ar desde la distancia sus propias palabras, sino eü€,
De más está aclarar, Ursula, que el referirte a ti es- esta véi, v h" aqul lo que me asombra de ti, pareees
te relato "privado" solo encuentra su plena justifica- deleitarte con lo que te encargas de retransmitirme.
ción en esa última palabra repetida tres veces, pa- üQué, si no ese deleite, se desprende de frases como:
labra eü€, oh coincidencia, figura también reiterada "¿Has pensado algun& vez en el casi infinito abanieo
en tu pedido, y de la que te aferras eiegamente. En tu de posibilidades que se abre a una mujer eüe, como
caso, como en el de la protagonista de la bochornosa Dora Diamante, se ofreee desnudn t toda improvisa-
orgfa, tal palabreia sobru Sl, está de más tanto en ción amorosa, sin otro bagaje que el inmenso peso de
una boca como en otra b hasta aquí, Ursula, llega mi sus deseos? ¿No resulta notable eü€, tan pronto como
comparación, quiero que lo sepas): en la'de aquella su marido se ocultó en el interior del armario,
- por estar, segfin sus propias palabras, "rellenada has- cumpliendo asl el paeto que ambos, de perfeeto gra-
ta lo último"; en la tuya, por fin, debido a que, sabién- do, habl¿n eonvenido, y dejando a su mujer 'a solas'
dolo todo, no eoncibo la posibilidad de que sepas más. eon la primera vlctima de las improvisaciones, una
¿Con qué derecho me pides acreeentar tu saber, si el mujer de deslumbrante belleza que habla acudido a
que tu carta revela casi supera al mío propio? Dora con el objeto de hacerse haeer por ella un vesti-
\i

EL PLIDOR DEL POR¡.IOGRAFO 7g


18 ALAN PAUTS
j
"fatuidad de todo límite"! ¿Cuándo com enz.óesta ce-
I .
do, ella experimentara en su 'propig cyg-rPo',
-!^ -¡-¡¡rll ie,qor^da-
s¿r¿¡Ardó
,
guera tuya, amor rnlo, euándo se produjo - rile pre-
;;;;;p.['u'as,l8definitivafatüidaddetodollmite, gunto - el sutil desvlo que ahora, cada vea más, eon-
sensaciónqueellanodudóenponerenpróctieacuan. duee tus c¿rtas haeia la adhesiótu alejándolas de la
do, habienáo arrnudado & su amiga y lraPiéndose
co r paráfrasis? Porque tu simpatla rcspecto de todo este
desde la
loeado las dos en posición tal que iu marido, material que has recibido me induce a pensar, ¡desca-
i

prqu"ña abertura de la puerta del armario, púdiera ;


bellado!, que bien pudieras tú ocupar el lugar de las
,ont"*plarlas actuar coo libertad, 'av8ncé hacit Ju' protagonistas de tales narraciones; lugar eu€, lejos
lia y pote mis manos sobre sus senos' cuyos P"tgn:t de inspirarüe repulsa, pareee atraerte peligrosamen-
alertados alcanzaban el tamaño de una moneda.
Julia te. ¿Entiendes, amor, lo que este pens¿miento signifi-
solo cerró los oios y echó suavemente la ca para ml? ¡Trl, en el lugar de Dora Diamante! Tú, en
no se movió,
eabeza hacia atrás. Fue enton.ur cuando,
presintien- '
la apologla del desenfreno. Ttl: ¡ignominiosat
do la aetividad febril a la que se entregaba mi esposo Por lo tanto, te pediré que suprimas de tus próxi-
su-
dentro del armario, vretima de la contemplación' mas cartas todo reclamo acerea de mi "trabajo". Pa-
tetas
surré al oído de Julia: (qué magnlfico par de rece magia, Ursula: cuanto más me pides saber, y
tienesD, susurro cuya intensidad me encargué
de-ql' cuanto más firme es mi negativa a satisf¿cerüe, más
llegaseaoldosdemiespo3o,yalqu9^aeompaf1é.ju. información psreces ser crpaiz de recoger. [Será
gando eon
Strrru-
vv-- los pezones ersuidos de JuHa. Julia orien'l' cuestión, quizá, de comen zat a cambiar el método?)
por asl
tó mi eabeza en direcciónáe etlos y los hundió, Lo que sl puedo asegurarte es que el dla en que des-
por un mo-
decir, en mi boca, ¿no has intentado, solo cubra a quien ha violado mi arehivo, mi silencio, toda
pri- la dignidad que yo rne obstinaba en preservar en
mento, poo€rte *o ál lugar d"l esposo' espectador
vilegiado de la ,r."nt que las dos rnujeres, en
el nuestra correspondencia, ese dla me desconocerás:
cent-ro del cuarto, silenciosamente le dedicaban,
e pasaré a tu lado, pero la furia desdibujará mi rostro,
imaginar'8unquefueraporun-ossegund9.,lanatura- y trl no tendrás tiempo de detenerme.
de le
lezade sus sentimientos euando, por la.abertura
pu"ti", divisó a su,mujer-desabroctrylo I
lt5v-r!'t-'--al
¡ ¡
con la her-
La $P:lt-
l¡ L¡¡

dose de ropa, para lueio dedicarse a'iugar


-

mosa, negfa, peluda Joneha de Julia, en cuyo horno ,

notardééninirodueirenterorutodemisdedos'?Esa
es la rlnica manera' creo YO", esCfibe$,
"de fesponder
a semejantes relatos"." : , !
tfi te embarcss en la tarea de impa¡'
¡Y tti, Ursula!, la
tirme conse¡osl ¡Túr Qü€ en todo esto no ves sino :
EL PUDOR DEL PORNOGRAT'O 81

que resulta para ml replicarte en el extraño período


por el que atraviesa nuestra correspondencia), alen-
t¿do por la idea de que con mi respuesta tu reciente
postura sufrirá alguna modificación benévola, en el
acto recibo la siguiente eue, lejos de adecuarse a mis
eirpectativas, parece insisüir en la tónica que yo
deploro, insistencia cuyos efectos sobre mi esplritu
13 serían mucho más leves si a ella no viniera a acoplár-
sele, como es el caso ahora, otra carta, perteneeiente
esta vez a mi "trabajo", en cuya natutaleza advierto
¿es que acaso este acontecer de las cosas no se in- ciertos rastros que la tornan "sospechosa". Más "sos-
terrumpirá nunca? ¿No pueden los fenómenos dejar pechosa" sin duda que el resto, cuyo contenido' aun
de ocurrir, aunque fuera por un fnomento, apenas el habiéndome yo negado a revelártelo, oscuramente
tiempo suficiente para que yo recobre el aliento y, re- has descifrado. Y en la expresión "más so.spechosa"
agrupando las "defensas" en torno a mi asediado debes leer, Ursula, "digna de serte referida". No
cuerpo, pueda hacer frente al fenómeno que no tarda- "digna'] en el sentido d^ algún supuesto valor moral
rá en presentarse? del eüe, descubierto en ella, mereeerías partieipar, si-
Porque si hay algo que está mirwndo mis fuerzas, no en el sentido de que exige que tú tomes parte en lo
Ursula, las que tú sabes que ya por naturaleza, son es- que describe. ¡Hasta qué punto es esta carta "digll&",
:asas, es esta sucesión, este implacable encadenarse que me impulsa voluntariamente a transmitlrtela,
le los hechos. ¡Interminable! A menudo me siento, pervirtiendo así mi más precioso juramento!
trente a esta lógica de los sucesos, como si me hallara Juramento del que tú, en tus riltimas cart&s, y con
presenciando una extraña pellcula euyas imágenes progresivo énfasis, te has empeñado en prescindir
desfilan a un ritmo tal, que no habiendo terminado yo por considerarlo "en exceso pudoroso", o porque a
de descifrar la última, y& debo ocuparme de la si- través de él vislumbrabas en ml una secreta inten-
guiente. Asl van aumentando las cosas que escapan a ción de rnantenerte al margen de esta "parte impor-
mi comprensión; asl una sobre otra las dudas se acu- tante de tu vida" 0as comillas indican que eres tú la
mulan en desordenadci'aeoplamiento. que habla). Pero en tu último envlo, que el'lenrnasca-
Y debo confesarte, Ursula, que la llegada de cada rado" se preocupó por entregarme sin rnostrar Ia ca-
una de tr¡s cartas no escapa a dicha "aeumulación"; ra, llegas al extremo de simular el respeto de dicho
porque ni bien respondo lb Éltima que el "mensajero" juramento, cuando en realidad por debajo lo violas de
me tra heeho llegar (bien éabes, además, lo costoso la forma más desfachatada. ¿Acaso creíste que en el
i
,1

82 ALAN PALII,S
i
l EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 83
\,,
,1,

"aseetismo" de tu carta yo no leerla más que tal asee- qub


L'

tísmo? ¿Cómo pudiste pensar que alll donde escriblas se me agolpa y me urge decir todo euanto tengo
"aceptaré tus razones" yo leerla solo que aceptarlas deeirte, como una mu*hedumbre que quiere entrar ¿l
mis razones? No, amor mlo; si asl lo hiciste, si presu- mismo tiempo por una estreeha puerta." ¡Pero el que
pusiste en mf tan poca lucidez, si de mi espíritu sólo ii '*uchedu*ürr" no consiga aüravesar la "estrecha
tuviste en cuenta la capacidad que tiene de ence- fuerta" no significa, Ufsula, qul trl estésque
capacitada
cofnp¡¡
guecersefrentealoinmediato,debodecirtequehas pai¿ seleccionar, de entre los elementos
nen esa ln8sa, aquellos gue creeg tnerecen entrart ¡Lo
errado el camino. Y te diré por qué. Porque allf donde
pactado violadoí y es eso, precisamente, lo que haces
afirmabas observar una ley - la de rni sileneio, en :
verdad tantas veces ultrajada - r er realidad no ha- ln tu hltimq envlo: ¡un desvlol Porqü€, no obstante
elas sino violar otra, cuya relación con la presunta- afirmar que dejarás de lado aquello gue yo he califiea-
(por lo menos aquú en
do com oio que no debe decirse
mente."respetada" ("aeeptaré tus razones") no puedo
este lugar),-y ?pesar de que tu estilo adquiere un to-
:

tolerar que desconozcas. ¿Me preguntarás de qué ley tu


no máB so$egadó, como el de los primeros tiempos,
hablo, qué ignorado jurimento iraigo ahora a colá-
carta no dejá de ser una carta dnfraetora. ¡Infraetora
ción? (¡Traición!) Pues bien: no hago sino referirme a 'por inconclúsal Has enviado un& carta sin final, sin si-
lo que, Bn un principio, h¿blamos establecido eomq el ' quiera continuaeión: un& carta que asl eomo da co'
precepto básieo de nuestra eorrespondeneia z el de de-'
mienao se interrumpe abruptaniente, ¡¿bortada! Y
ctmoslo todo. ¿Recuerdas? ¿Sobrevive atin esa ley en
este aborto de earta, ¿qué es lo que contiene sino la
tu memoria? Si de ella se ha borrado, seré yo quien se
evidencia misma de qué tras infringido la ley d*-l de'
encargará de regucitarla; porquó sin ella todo eorre
cirlo todo, ley que er8, por asl decirlo, la fuente de vi-
el riesgo de desmoronarse, las palabras (escritas o- da que nutrirla nuestra correspondeneia? Porque de
por escribir) de perder su efecto, el mundo de desapa-
pronto dices, y en rnedio del silencio empiezas a de'
recer. Habfamos convenido, eomo en riguroso pacto,
intenta¡ deeirlo todo, aun sabiendo lo imposible de
.lt, t asl eo*ó arrancas-, $el mismo modo en'gue te
arrancas I ti misma del enmudecimiento, asl te
semejante pretensión. Y tal imposibilidad, que yo lo
callas, r;r r."rr"Jio que arnenaza con ser dicho. Por
acepté siempre, no te atribuye de ningún rhodo el de-
tanto, Ursula, üQué quiere$ trl que piense.acerca de
recho a desistir de aquella ambicióní antes bien, te si- (¿o preser-
esa sorpresiva mutilCción con qle caltlFas
tú¿ en la postura de esfotzarte por aleanz&r ese pun- vas?) lo que tienes que decir? Y lo más interes¿nte de
to ideal que, alean zado, tornarla inritil toda inteneión toao rrridr justamente en la naüuralezade tal mutila'
de seguir diciendo. ;

;ió", jmutiüción punitiva -o preservativa? ¿Mutilrr-


Pero:¡quédiferenciaüntreelprincipioylosfina- ción piofiláótica o dict¡torial?
'les!
"Algunas veees, ignoro cuál pueda ser el motivo,
M; escribes: .No quiero mós. Aceptaré tus rauo-
',
84 ALAN PAULS EL PUDoR DEL PoRNocRAFo 85

nes. Penetrará,en mí, límpido, el flujo que desaloje de me asomo pa,ra t)er. No te preguntaré "en lugar de
mi espfritu las innobles preoeupacionés, los intérro- qué dejaste aquí ese abismo"; sino "hacia qué direc-
gantes eon los que me obstiné Ln atormentarte. Tu ción iban encaminadas tus palabras psra tener que
carta llegó en. el momento en que de mi euerpo ei interrumpirse". Y es precisamente en este lugar don-
arrepentimiento tomaba posesión, y en ella leí ló que de viene a acoplarse la otra carta. Una vez enterada,
é1, el arrepentimiento, dentro de rí, removiéndose entenderás quizá el" sentido que le atribuyo a seme-
como un inquieto peseado, procedía a advertirme. jante cópula. '

Las lfneas finales, QUe profetizan una horrorosa me_ Cuenta su autora, una mujer que asegura haberme
tamorfosis (escribes: 'ese dfa rne deseonocerás'), bas- escrito en más de una oportunidad, eneubierto
taron para evoear en mi euerpo un desgarramiento siempre su nombre por ligeras alteraciones, QUe¡
del que ya no recordaba los signos, x QUe, abriéndose hallándose sentada en el escritorio de su esposo, &l
lr'
paso por mis entrañas, aportó, ardiente tras el dolor, que aeudla a menudo pera leer ciertos "documentos"
,'

ii "1
una maravillosa sensaeión de alivio. secretos que lo aludlan, y que aquel se ocupaba de de-
.t
ilr "Lefda tu earta, en la que también te interrogabas jar al aleanee de ella, sabedor del inaplaeable interés
acerca de la parte que de todo esto decidl darle a ,Don que les prestaba, tuvo la ocurrencia de componer a
4lt;
\t,, rr;

I
t,r
l,
lJt
Irl
r,
Máscara' (asf es como lo llamo yo; ¿no es divertido?), partir de ellos un prolijo "inventario" que detallase
r,l I

procedl a esclsreeer eon é1, en persona exhaustivamente las diversas "estr&tegias amoro-
il¡
trll
d'i
I

'

mientras lel él permaneció a mi lado, lejos de -ya que sas" consignadas al eorrer cle la pluma en aquellos
irl;1,
tu car-
ta, desde luego , esa partieipaeión que tú pareees "doeumentos". "Me atrafa", escribe, "la idea de reeo-
-
{,

il;
juzgar 'equlvoea'. 'Don Máseara' escuchó atentamen- lectar estos vohimenes sagrados que reúnen todo mi
te mi exposición, al eabo de la cual, aproximándose y 'pasado'y el de mi marido, para luego enviárselos con
arrodillándose frente a mf, que me eneontraba senta- el objeto de que usted pudier a participar de ellos".
da, eon la earta en las manos, aseguró que sóln toma_ Aprovechando la ausencia de su esposo, el prlncipe
r(n de nuestro situacihn ta parte qu¿ yo aceptara de Carmasor&, la mujer, que se hace llamar Lisa, eo-
entregarlp". menz6 a frecuentar eon metódieo rigor aquellos
Allf, o mejor dicho aquí, inconcluye tu carta; en es- cuadernos, de los que "extraería toda la sabidurfa
ta euriosa palabra, "entregarle", se interrumpe el flu_ que ambos pusimos al servieio del plaeer". En-
jo de palabras, flujo de arrepentimiento, de peniten- elaustrada en el estudio, no tardó en experimentar
eia y de lamento. Y "se interrumpe" no quiere decir: bajo los efectos de la lectura las mismas sensaciones
¡finalizal;no aeaba, por est4r ausentes de ella los pun_ que la habían estremecido cuando tanto ella eomo el
tos, señales de todo final, y al no acabar su límite es prlneipe protagonizaran lo que ahora ella vela por
algo así eomo un abismo, üD abismo. Ursula, &l que escrito. Durante horas su mirada se paseaba con agi-
i1

86 ALAN PAULS ' -- EL PUDOR DEL PORNOGRAFO gT

taeión por las "delieiogas páginas", saltando de llñfl eorportrdo al 'infortne' que ya le enviaré: el calor me
parte a otra e imaginando desenfrenada las posibles tr¿ oUtigado a vestir'?pen¿s un tenue camisón negto,
combinaeiones que sin duda "Aumentarfan sensible' debajo del cual he eonservadp mi ropa interior, con-
l

mente la intensidad de aquellas experiencias fe' junto del que percibo ün reflejo voluptuoso en las ll-
gistradas". L¿s tardes de encierro fueron derlvando ,r neas Qüe, óUrá del prlncipe, persisten bajo mis ojos.
en un ejercicio solitario que aproveehaba de aquel i Resueita a acabar ys con lo que emprendf cono un ri-
trabajo clasificatorio para procurarse un disfrute sin ; guroso 'tr¿bajo', y disuadida de la espe,r9;nna de ser
Itmites¡ "Cómo evitar el instintivo earnino de ml ma' i lorprrndida pbr h visita de mi esposo, al_qu.e en-reali-
yi-
ro, al leer lo gue mi m¿rido habla coneignado en dad'yo sorprlnderla por haber sabido adivinar su
il abocado de lleno I corregir las diversas
,

aquellos cuadernos;'Contemplé eon miradas infla*s' i


sita, rne
dis esos tesoros expuestos a mi vista. Alejé 3u mano partes en que he fragment¿do los escritos. Para ello",
con besos ardientes y puse mi lanzt efl ristre. La pa- lscribe, "h-e tomado asiento en la silla que hace juego
"seé sin violencia por la hendidurs' de arriba a rbaio. con el escritorio, de modo tal que la puerüa por la que
Entonces la puse sobre la entrada misrna y la hundf lo se ingresa al estudio, que por preéaución he desistido
l

mús suavemente posible'. ¿Cómo evitar que mi mano de cerror con llave, sehaúa a mis espaldas, fuera del
aeuda de inrnediato a ¿oáde debe scudir' colno si campo de mi visión, actualmente consagrada I rete'
fuera ella la gue lee las páginas y no ¡nis ojos, como si
, ner irs palabras escritas sobre las páginas. A este
deseara repróducir sobre mi cuefpo la voluptuosidad '
hecho se debe, sin duda, que la vigoross mano fnsscu-
de esas narraciones?" lina que ahora mismo ha aparecido por un costado de
Al cabo de unos dfas, en cuyo transcurso recorrió' la silla y se posa sobre uno de mis pechos mn violenta
todas aquellas páginas secretas y se libró a infinid"d ,
presión, deipierte en ml a, la vel?, la sorpresa y el
. de soliloquios earnales, Lisa comen z6 a lamentar que , estremecimlento; l¿ primera porque al hallarme de
semejantls prácticas tuviesen lugar en Eusencia del espaldas a la ,puerta, dedicada a la lectura de los ma'-
'esperó coR ardqr ntrscritos, no ire sido capaz de advertir la apertura de
prlncipe., Durante eierto tiempo
i¡.on ardor de-manfal) que el prlncipe de Carmasontr la puert¿ y el ingreso al estudlo del que de la activa
s4biéndola deseosa de ser sorprendida en medlo de mano m pbttador; er segundo porque, habiendo el in'
aquellos "&bandonos", creyera sorprenderla potte' vasor Uurlado mi soshñida espera irrumpiendo ligi'
trando en el estudio, cu&ndo en realid¡d era el prfnei' losamente en el estúdio cuando yo habfa ya deíado de
pe quien serla ¡¡torprendidol por Bu mujerr {ü3 lo esperarlo, el asalto que !u mrno ¿eomete sobre mis
p".t os se ha tornado doblemente súbito; doblemente,
""Hoy", ¿nsiosamenJe. permaneeido encefradl
aguardaba
porque si yo no eontaba ya con su visita' tampoco con-
escribe Lisa, "hó
en el estudio, revisando viejas anotaciones que'he in- iaua coñ qu. él aprourcú¿rfa la posibilidad de que yo
88 ALAN PAULS NocRAFo 89

abandonase la espera. Estremecimiento,,, prosigue pone a recitar eon vozentrecortada, al mismo tiernpo
Lisa, y aquf su escritura vacila, pierde pie, "qu" él sa- que sus dos manos, sujetdndo con fuerza los rebordes
be perfeetamente cómo aprovechar, daáo qu; sus dos. de :mi bombaeha, intentan hacerla bajar para desnu-
brazos, Qü€ se han deslizado por debajo de-mis axilas dar lo que en el manuscrito la lengua sabia del prfnci-
hasta ganar las dos firmes turgencias que abultan ba- pe explora con lengüetazos ágiles, de arriba hacia
jo el corpiño, estrujándolas como si buscaran &rr&r- abajo. Pero encontrándose con la involuntaria resis-'
car el tejido que las encubre, de ningún modo me im- teneia de los tejidos, las manos no han encontrado
piden seguir tanto la eseritura eomo la lectura de mejor solución que de$garrar, mereed & los enlo-
esos afanados manuscritos euyos efectos sobre ml el queeidos tirones, los rebordes del ealzfin gü€, cbfdos,
r intruso permiten entrever el color blanco de la carne alll don-
demuestra conocet *úy bien y de los que es-
pera sin duda extraer el más precioso jugo. Libera- de comienza el pardo matorral de vello. Matorral cu-
dos del corpiño que las manos han sabidó dlsprerider yas frondas, en el manuscrito, el prlncipe no vaeila en
sin estorbar mi aetividad, los brazos enérgicor del in- despejar para facilitar el ingreso de su dolmen,
vasor' en cuya fort aleza reeon ozeo la del prfncipe, se gallardo instrumento cuya entradar en el manuscrito,
dedican a palpar mis pechos, & cuyos pezones el movi- parece arrastrarnie a la locura. Locura que el mismo
miento parece imprimir una deliciosa dilatación. Mo- prfncipe, ahora, s€ empeña en promover, para lo cual,
vimiento que no impide la variación de la postura del tras despojarme del arraneado calzón, toma mis pier-
príncipe y que más bien él util iza a modo de impulso nas en eada mano y abiertas las extiende rectas deba:
para colocarse, sin eximir a un pecho de los juguóteos jo del escrltorio, apoyándolas sobre sus hombros de
a los que lo somete (mientras con el otro biaáo toma manera que mi mano continúe libre construyendo es-
apoyo sobre mi muslo dereeho, &l que eneuentra des- tas frases y mi ojo alerta registrando los detalles con
nudo bajo el escritorio), para colocarse finalmente a que el manuserito despliega la eseena. Y si en la págl-
horeajadas entre mis piernas (¡arrodillado!), cuya im- nE", eseribe Lisa, visiblemente sobresaltada, "el dol-
pereeptible abertura él ha sabido propiciar acót."n- men se ha abierto paso a través del tupido vello en
do sus dedos a lá zona en que mis inglés hten bajo la virtud de sueesivos, violentos frotarnientos con las
juntura de la bombacha, y de la que ahora se apro- rugosidades de la hendldura, frotamiento a cuyo rit-
vecha para insinuar todo su peso contra mi vient"e. mo mis quejidos se exhalan, aqul el prlneipe hunde el
Resulta por demás evidente que el príncipe, eono- encendido rostro en el hueco de los muslos que él mis-
ciendo el fragmento de manuserito en el qüe mi vi- mo se encarga de mantener cuidadosamente aparta-
sión se ha detenido, saeudida, piensa valersé ¿" él pa- dos, rostro de euyo conjunto no es diffcil advertir que
ra obtener de sus movirúientos lo qug busca; frag- el prlncipe privilegiq un órgano cuya movilidad lo
mento gü€, al eompás de mi lectura sileneiosa, él se vuelve apto para abrirse camino y que demuestra
PoRNoGRAFTI
1

EL PUDoR DEL 91
90 ALAN PAULS

manipular eon maestrfa, ayudado por las dlid¿s ütl- omisióu ls cart¿ sin embargo no suprime lo qu9 por
tuosidades que de mi gfuta manan. Conseiente de !u progresión estó destinada a decir. No sucede ¿sf
que el asedio con que su lengua me eerca se duplica ñh iuya, donde la inconclusión funciona de una for'
en el que la ininterrumpida lectura fne evoca., el prfn. ',, ma por completo distinta. Porque si bien tanto'una
cipe yergue su cuerpo suavemente,'euid¿ndo de no :i comb h otr¿ me dejan con la boca abbrta, como a la
mover la mesa sobre la que yaee el manuserito y l¿ árp"tt de un bocadó que no llegaró, frente a la prime'
ra yo dispongo de cierta "respuesta", mientfas que
,l

cartr que no dejo de escribir, hasta hacer coincidir su -i


preeioia herramienta, brillante de uneiones y enarde. frelte a ú se!¡unda quedo sin palabras, Como quien
cidaporlosfuriososmanot8zoseonlosqueélmigmo dice: mudo.
la azuza, con la zona de la que acaba de retirarse solo Mudo, fvsle en realidad la pena seguir eseribien-
para reincidir eon la herramienüa adeeuada. ?.ow do? Pfegpnta gue, tras evaluar el estado de nuestro
guel', la graffa se hace confusa,'las palabras se super- ;
lnterc¿mbio y ias eada vez más incontrolables viola-
ponen, "en, el manuscrito, al mismo tiempo, está sien- ciones que en su transcurso se han producido, no dejo
doinundadapor.miflujovital',segtinpalabrasdel de formularme, y de la que te pido pienses una res'
prlnciP€,delquemeafanopornoperderniunasola puesta. Olvida, Ursula, todos mis anteriores pedidos;
gota y cuyo dérramamiento'en su interior' me inctti ieprlltalos como si proviniesen de un en&morado que
a aullar eomo una 'yegua'. He aquf que ahora el prfn- tu ausencia hubiese empujado al desvarlo. Toda tu
cipe, cuya vozha vuelto a recitar lo que mis oios rele- i agudeza, todo tu amor, toda tu inquietud deben apli-
en üna y otra vez sln saciarse nunca, orientando su .itt" ahora a la resolución de este interrogante, en el
imponente verga eon ayuda de una de sus manos, ha , que creo reside nuestra única posibilidad de sostener
terminado por hundirla de un solo golpe allf donde, li monstruosa máquina que sin querer hemos cons'
en el manuscrito, la lav¿ arde h¿sta el desvansci- truido, y cUX& necesidad, pese a sngustiarme, me im'
miento, y allf mismo la remueve, la resaea y la reme- pulsa a solicitar tan urgente ayuda de tu parte.
Segurafnente la lectura de esta carta te llenará de
1

te, febril, procurando que mi mirada no se aparte un


solo instante de las llneas ert las que el chorro sigUe un furor gue acabArá por cegarte. Pero como ya es
invadiendo, rotas las eselusas, l¡ gruta gue él perfo' l imposible volver atrái, borrar lo escrito, te ruego
ra. Tiro la pluma !..." qu; olvides también todo lo que en esta se dice, y que
¡El acabóse! ¿No resulta'llamativo, Ursulo, que los te limites a reflexionar acerca de este legltimo pedi-
do que humildemente elevo a ti. Deja de lado, si es po'
'

puntos suspensivos en los que esta carta ge interrum'


pe, dejando al lector boquiabierto y a lr espera; Pre' sibló, hs suposiciones gue puedan comprometer tu
sagian elocuentemente el desenlace gue ellOs mismos l
rectitud, las alusiones que se atrevan a sospeeharte
re eneargan de truncar, omitiéndolo? Truncada por culpable de crlmenes de los 9üe, en reolidad, no poseo
t:1t1

92 al,AN PAULS l

prueba alguna. Se trata ahora de decidir de qué parte,


se coloca uno, y cuál es la parte eü€, de aquí en másl
nos tocará jugar. Nuestra eorrespondencia, que has-l
ta no hace mucho tiempo formó parte de mí y de la re-
laeión que nos une, aparece ahora ante mis ojos como"
la parte enfermo de un cuerpo que habrá que extir--
par si se quiere salvar el todo, si del todo se quiere
preservar la armonla y la salud. L4
Quedo, amor, pendiente de tus noticias, de las que,
espero me des parte de la forma que tú prefieras. En
este rnomento, todo es eontingente excepto tu deci- un día entero ha transcurrido, Ursula, desde que
sión. confié mi últíma carta al "nensajero", y no he recibi-
do nada de ti. Pero esto no debe preoeuparte; tómate
todo el tiempo que requiera tu decisión. Porque: ¿a
qué atribuir la ausencia de noticias sino a la reconfor-
tante evidencia de la responsabilidad con que has
ocupado el lugar que te concedí?
¡Debiste verme cuando enüregué la carta al "en-
mascarado"! Habfu depositado tanta esper& nza en
ella, y mi arrepentimiento por algunas afirmaciones
que allí se me hablan escapado era tan grande, que
apenas hubo. entrado al cuarto me abalancé sobre él
x, poniéndole la carta entre las manos, lo abr aeé eon
fuerza contra mi cuerpo. ¡Hubieras visto la expresión
que sé adueñó de su rostro euando, tras abtazarlo, be-
sé una y otra vez sus manos, las manos que aferraban
turbadas la carta y que yo había convertido en objeto
de adoraeiónr porque a través de ellas tú recibirías mi
pedido, y & través de ellas me contestarías! Esas ma-
nos: ¡eómo han l'crecido" desde la primera vez que las
vi! Y su cuerpo, el cuerpo del "mensajero": ¿notaste
qué extraordinaria modificaeión ha sufrido? En el
s! ALAN PAULS

sbrazo pude sentirlo, Ursula: ya no era un p-uflado de


huesos,.sino un fornido cuerpo, una anatomla alimen-
tada y tozsgante, lejana de aquella sombra cadavéri-
ca que tanto fne habla impactado. Y ni siquiera la pa- ;

lidez del rostro ha conservado, reemplazada por un .

ruborquecontrastacómicamenteconelnegroanti
Íg¡z, Te Lseguro, Ursula, que no le pregunté qué régi- ,

men alimentieio segula porque ya lo inédito de la


situación (yo abrazándolo y besándole las mano$' 15
¡arrodilhdóI'comosiélfueraunldoloalqueyoeneo-
mendase la tarea de disipar mis sufrimientos) lo po-
nfa algo incómodo, y porque con mis abrazos, tiris con el tiernpo erece mi nuevo enemigo - enemigo
eufórióos palmoteos y mis besos habla terminado por eontra el eual tod¿ lucha es estéril. ¡Tres dlas y nadal
arrugarle ls capa (que ante semejante crecimiento Te ruego no juzgues est¡ exclamación como la apre'
eorporal, dlselo si quieres, ya comienzaa quedarle de' miante exigeneia de un epresuramiento cuyss funes-
masiado estrecha). Lo estreché, Ursula, entre rnis tas eonseeuencias ambos sabrlamos prever. Solo que
brazos lo estreché, y si te pregunta el por qué de tan' tres dlas separado de ti, aleiado, por asl decir, de tu
ta demostración, la razón de tanta efusividad, dlle voztconstituyen un lapso de tiempo que supera la c8'
que fue porgue de él todo mi ser dependla y porq[e pacidad de mi esPera.
en sus manos yo habla delegado nuestra "superviven- 'Imaglname, Ursula, dquf encerrado, debatiéndome
eiat'.
en la vana tentativa de satisfacer a mis confidenteg,
Es imposible apartar de mi cab eza la idea de que cuyas cartas continúan llegándome como pequeños
qulzós en este mismo instante, mientras escribo es' eslabones de una cadena que va cerrando su clrculo a
tis llneas, tú estés sopesando g3svemente las .res- mi alrededor.
puestas que h¿s pensado para mi pedido. No te apre- En un rapto de desesperaeión, h€ llegado a interro-
gar al "enmascarado" aeerca de este tiempo de silen=
sures, rni amor, en contestar; pero, si asf lo desess'
óio, del gue supuse gue él conoeerfa quizás algrln de'
envl¿me Aunque sea algunas lfneas inforrnándome
aeerca del ritmo que siguen tus cavilaciones. Estoy talle revelador. Pero a mi ansiedad, él opuso una
suipendido en el vaclo, Ursula; y espeno eualquier pa mueca de ignorancia y abrió sus brazos robustecidos
labra tuya para colgarme de ella y detener mi calda. en gesto de disculpa.
Entiende, Ursula, gue lo que ohora pido de ti no es
esa respuestA que encierr& nuestro futuro' respuesta
a la qu; (coinciáo aquf con lo que imagino gue tú pien-

t I

t
96 ALAN PAULS

sas) no serla posible acceder de un dla para el otro, si-


no una'frase, una palabra, algo que atóstigüe que en'
el otro extremo de esta "lfnea" sigues aún incondi-
cional, como el soldado en su puesto de combate. No j
pido más que una mlsera prueba, una señal que en la
cerrada oscuridad de la noche condu zca a buen térmi- '
no nuestro deteriorado "viajet'. Y si la idea de escri- ';

bir te desagrada (porque quieres "distanciarte" del :


16
escribir para poder meditar), entonces todo lo que de-
seo es que pongás en boca del "mensajero" esa misma
palabra (y esta vez no habrá equfvoess) L cuya por amor de Dios, ópor qué no me escribes? Ni una
palabra desde hace una semana. Es algo verdadera-
sqm?-ra pueda yo buscar refugio, por Io menos hasta j mente horrible.
gue llegue la hora de la respuesta definitiva. ,¡

¡Ah! Si estuvieras aquf, si estuvieras sentada en el r

sillón que hay a mi lado (en este preciso instante alar- '

go la mano izquierda y lo acerco un poco), mi cabeza,


colmada por tu presencia, por tu proximidad, no , '.,

tendrla lugar para semejantes reelamos. Sl, tendrlas


que estar sentada en este sillón; sf, tú, de quien puede l

que mañana me amenace una respuesta terrible, en


cuyo easo apartaríamos la mesa a un lado y nos da- i

rlamos la mano. .
r:I, -I'UDOR I)EL PTJRNU(;RA}'0 99

ya necesidad de"invitarte a ello, pero no obstante te


lo pido expresamente: no me vuelvas a escribir (¡ni
una palabra!), aettla según te lo dicte el eor az6n. La
pregunta decisiva que te formulé hace siete días
queda contestada por tu silencio, que no pareee ofre-
cer otra salida. Yo tampoco te escribiré a ti, no oirás
ningún reproehe más, no volverás a ser rnolestada.
L7 Solo una cosa te ruego que guardes en la memoria y
es QUe, dure lo gue dure este silencio, yo, hoy como
siempre, te perteneceré al mós leae pero aerdadero
de modo que esto es el final, Ursula, Con este silen. llamado.
cio me despachas y pones fin a, mi esperanza, de re-
construir los pedazos dispersos, tlnica felicidad po-
sible para ml en la tierra. Pero ¿por qué este espanto-
so silencio? ¿Por qué'ni una sola palabra franca? ¿Por
qué desde hace una semana te ensañas conmigo de un
modo tan visible, tan espantosamente claro? Eso no
es ya eompasión de tu parte, pues auñque yo fuera
para ti el más ajeno de los seres tú no podrías dejar
de ver cómo sufro eon esta incertidumbre (¡tanto
sufro que a veees pierdo el sentido!). Y tampoco
puede ser compasión lo que termina en un sileneio
tal. ¿Es que en ti el pensar y el escribir son a tal pun.
to incompatibles, que no eres capaz de enviarme unas
llneas a lo largo de siete dlas, de eontestar aunqu€ so;
lo fuera con un trazo d,e tu puño y letra esas cartas en
las que ni siquiera insisto en la decisión que tienes
que tomar? ¿No te importa acaso consolai en ml la
decdicha de no haber sabido nada de ti durante tanto
tiempo? No eres cupaz de escribir, pero tampoco ereB
capaz de confesarme que no puedes hacerlc,. No
puedo seguir viviendo asl. Probablemente no tenga
. EL punbn DEL PoBNoGRAFo 101

es improbable que salga el amor, ¿verdad Ursula?


Porque leyendo tu carta uno se ve obligado a excla-
mar: ¡qué manera"de reflexionar! iQué prodigio de
pensamiento! Y hasta se te adivin &, t través del pe-
pel y de las palabras eorho a través del vidrio de la
ventar&, atareada en la meditación, en soledad de
cautiverio, abierta y ofrecida solo al deseo de pensar.
18 ¡Con qué ardor habrás pensado, Ursula, en medio de
semejante calor! Porque tendido en la eqma, X& sin
fuerzas, Xo pensaba en ti y te "hacfa" pensendo en tu
la carta ha llegado, ¡dictada por tu eor az6n! cuarto, inclinada sobre mi última carta, recogiendo
Cuando yo ya crela desfalleeer, cuando ya nada ,r con uno de tus adorables deditos la gota de sudor que
más esperaba de ti, llegó la salvación. Salvación, Ur- :
resbalarla lustrosa por tu frente; dedito que después
sula, que largo tiempo te tomaste en concederme. Du- i
secarlas eon tu carfiisón, naturalmente, porque ¿qué
rante estos diez dfas, todo el universo se redujo para otra prenda se podla pretender que usaias con seme-
ml a las cartas que sin cesar segulan llegándome, jante calor (¡y para pensar!)?
¡cantidadest Y yo solo me crela capaz de leer esas co- Y también ereo, Ursula, que en la superticie de tu
sas, de responder eso,s preguntas, que curiosamente l carta puede rastrearse el camino reconido por tu
aumentaron en estricta proporción eon mi atroz pe- ,
acalorado reflexionar, camino signado a menudo por
ríodo de soledad. variaciones de las que los cambios de tu grafla no son
Hablarte de mi sufrimiento en estos días me pare- ': más que un ejemplo. Tal recorrido desemboca en
ee intltil; adivino en ti el mismo sentimiento, solo que r aquél párrafo de mi carta - no Ia últitna, sino aquella
tú crelste necesario ocultarlo bajo tu hermético silen- , en la que yo te pedla la respuesta que tú hoy me
cio, mientras que yo no dejé de traducirlo en pa- entregas - que exclamaba, vlctima de la desazón:
labras. .' "¡Ah! Si estuvieras aqul, si estuvieras sentada en el
Tus lfneas son duras, rli amor, frlas y austeras. ¿Es sillón que hay a mi lado..." En ese excl¿ümación pare-
que no podlas poner un poco más de amor en tu carta, ces haberte detenido bastante, pórque con el visible
después?e diez dlas de ausencia? Pero Do, no tomes objeto de citarla para que yo advirtiera la importan-
esto eomo un reproche, pofque no me asiste ningtln cia que tri le conferías, la reescribes repetidas veces'
dereeho a hacerlo; y si tu estilo me pareee demasiado y asl mi frase "¡Ahl Si estuvieras aqul..." aparece en
eortante,seráporqueloqueleoaquleselproducto tu carta aproximadamente siete veces. ¿Deseuido, o
de diez dfas de intenso reflexionar. Y del reflexionar exceso de reflexión?
\AZ ALAN PAULs
EL puDon DEL FoRNocRAFo 104

Nada de eso. Salt¿ a la vista gu€, leyendo mi carta de manera que €ü sector aireado fuera ahora el :

al mismo tiempo gue escribfas la tuya, sumer¡nda en corrpiendido entre tu pecho y tu bajo vientre. Posi-
'

I
ese irrespetuoso calor, y habiendo llegado la sen' ción eüe, debo decirte, poco favoreció l¿ claridad de
üu graff¿, euyos saltos se tornaron más pronunciados.
tencia en euestión, exelamaeión cuya trascendencia
querlas dejar bien sentada, debiste proponerte un l
¡Como gpitosl Y volviste I eseribir: "¡Ahl Si estuvierap
cambio de posición que te proporcionara mayor como- agul" -cita que después de repetida se convertls en
didad y frescura, para lo cu.¿l te inst¿laste, sin duda, anhelo. Pero Jo, Ursula ardorosa, no padb estar olll
si no reeuerdo mal las indicaciones que hace tiempo al mismo tiempo que aqut ¡imposible escribirte y
me escribiste acerca de la disposición de tu euarto, de asistir, simultáneamente, 8l momento en que tri leye;
frente a la ventart, el cuerpo extendido libremente ras io egcritol Me propones que nos encontremos.
sobre el lecho, aunque no mirando haeia afuera sino
' "Tras diez dlas de anebatad¿ reflexión", escribes,
"he llegado a la eonclusión de que lo mejor para nG
en sentido inverso. Sentido guyos beneficios aprG
veehaste para entreabrir Ugbramente las pierñas, sotros es que nos eneontremos". Tus observaeiones
permitiendo (eon ese movimiento al parecer involun: i
aeerc¿ del estado de nuestra correspondencia coinei-
den con las mlas, de las que te anticipé fragmentor en
tario) que una reconfortante corriente de aire suavi'
zarlel ardor exaeerbado de tus miembros inferiores. aquella cartt, p€rol lencontrarnost ¿Dónd e? ¿C6mo?
Ya al resguardo del calor (por atrós), proseguiste la ¿Te des cuenta de lo que esta posibilidad eneiema, mi
respuesta que habfas interrumpido precisamente en amor? ¿Alcanzas a coneebir la magnitud de semejan-
la cita de mi exc'lamación "¡Ah! Si estuvieras aqul", te proposición? Porque si bien mi primera impresión
reeopióndola sin darte cuenta de que ya una vez tigu'
ha sido la adhesión ineondieional I tu propuesta, la
raba en tu texto, aunque con la primera modificaeiún adhesión regoedjado a, tu propuesta, €D una segunda
de tu escritura. Los efectos del ardor aplacado de- instaneia todos los temores vinieron a golpear I mi
bieron ser intensos a juzgar por la soltur&, por el de'
puerta; temores concernientes al lugar de nuestro
leitadop8voneodetuletra,aunqueeadatanto,en encuentro, ¿ la hora, a lo que tendrlamos para dec,ir-
medio de las frases, se advirtiera una suerte de crisis nos, a l¿s cosss que descubrirla nuevas en ti y a las
que üú descubrirlas en ilí, I las dificultades que
en la que repentinamente los trazos se volvfan rfgi-
podrlan presentárseme en el camino haeia nuestro
dos y tendf¿n a encimarse sobre el renglón superior.
encuentro. Y todos estos temores, ¿crees tri que per-
¡Espasmos de ealor, ealorfferas arcadas! Y alll, tras menecieron afuera, esperando que yo les abriera la
continuar algunas llneas de la carta, el ardor debió
puerta? No: penetraron en mi cuarto y ¿lll se han ins.'
reanud¿rse (porque el ardor es eomo la manfa) y tu
talado desde que recibl tu earta, con ellos me codeo y
encendido cuerpo, ¡pese a"lo sutil de la vestimenta!,
con ellos aprendo a eonvivir.
cambiar otra vez de postura, coloearse "boca arriba"
:
104 i ALAN P^{ULS
EL PI.IDOR DEL P0RNOGRAFO 105

Y cuando trl escribes eüe, anticipándote pruden- PD. ¿Cómo harás pata hacerme saber de tus
eialmente a los terrores que pudieran asaltarme, te "arreglos"? óQué lugar le eoncederás al "mensa-
r encargarás en persorb de arreglar todo para la cita, jero" en nuestro encuentro? Contéstame cuanto
¿crees con ello estar disipándolos? No, Ursula, esos antes, amor, antes de que la esp etanza me derri-
temores me han aeompañado siempre, forman parte ta como a una vela.
de ml del mismo modo que el cerebro, el eorazfin o la
facultad de escribir cartas. Tanto es asl que no sé de
,nada que no me dé miedo, y la tazfinque me impulsa a
'aceptir sin titubear tu propuesta es la ilusién de ere-
erque,atulado,elmundodejatá,deatérrorizar.me.
Por eso mi respuesta inmedibta es sl, amor, sl a lo
quemepropones,slaloúnicoquepuedesalvarnos,sf
a que mi exclamación desdichp(a ("¡Aht ¡Si estu-
vieras aqul!") deje de ser una pretensión y se eonvier-
ta en la tinica realidad de nuestros cuerpos. Abando-
naré todo por esa cita, amor, arrojarla al fuego todo
mi archivo de cartas si tti lo exigieras como condi-
ción. Sólo que: ¿con qué cara me enfrentaré a,ti? Me
miro al espejo y lo que alll veo es un fantaima; Do, pe-
or que eso: la sombra de un fantasma que fue ufi
hombre, un hombre al que tú amaste casi sin cono-
eerlo. En los días que queden, amor, haré todo lo p9-
sible por rescatar a ese hombre de la cueva en la que
me he convertido. Porque en estas eondieiones, si al ',

verme tú huyeras despavorida, Yo no podrla repro


charte nada.
Y:L
PUI)OR DEL PoRNocRAFo 107

mal desconeertado. Y no hay nada que yo necesite


más que esa firmeza tuya, firmeza que te aut otiza a
tomar deeisiones y en la que se funda toda posibili-
dad para nuestro eneuentro.
¿Cuóndo será, amor, X dónde? La idea de salir solo
y reeorrer la diudad me atormenta. Hace ya tanto
tiempo que permanezco aquí reeluido que la eiudad,
19 las calles, las easas, todo constituye para ml el map¿
de una pesadilla similar a aquella del psrque por el
que vagabundeo como un extr¿njero, habl¿ndo un
¡oh, amor, decidida Ursula, tus cartas me hacen idioma qge nadie eonoce,
tanto bien! La resolución y la energla que percibo en ¿Me Suii"Á1,l, mfo? ¿Trtzarás para mf el ca,
tu eseritura contrastan de tal modo con la incerti- mino que me conduzet"*o, sin riesgos hasta ti?
dumbre permanente en la que vivo, que en sueños te
presentas a ml como una idflica fuente a la Qüe, peCe a
hallarse ubicada en el centro de un parque laberlnti-
eo, se llega con absoluta facilidad, como si el eamino
que hasta alll conduce estuviera indicado con señales
luminosas. Pero yo, incupaz de leer esas señales (el
mundo continuamente ofrece a mis ojos señales que
no logro deseifrar), me pierdo por infinitos caminos
laterales, me interno eada vez más en senderos que
no llevan a ninguna parte. Y eso es lo peor: porque
mientras camino fatigosamente por esas vlas erróne-
Es puedo ver, 8l mismo tiempo, I través de pequefl¡s
ventanillas, esa fuente a la que nunea llego; puedo
verla y la veo alejarse progresivamente del lugar gn
el que me encuentro, y sé que cualquier esfuerzo por
volver atrás y retomar el camino que creo acertado
solo me conducirá a un nuevo extravlo.
Pero sin embargo tú sigues allf, inmóvil, firme,
mientras yo doy vueltas a tu alrededor como un ¿ni:
2T
't

ir¡r
,

20
i,

esta bs, amor, la tlltima carta


que recibirás de lfil' puntual, el ..enmascarado'n anunció su llegug? ? It
habiendo yo recibiao J"-_ti ra -trrt¡ma
d" 11i::i* i hora **".t" Ou. habla sido concertada' Aparetió-des-
,
r! lffiJ"j"#. ;i;Jry"r _'_:l"If::u::''
.' $,L"doi que.lj-1":":; de la or.oiiAlA en el vano de la puerla,
irguiendo su
pies, gomo
i:
tal como tú, segrln ét dice, le indicaste tri .o"rpo ,ouo¡iecido sobre'las puntas de los
;::?ilil;;;iilir. v en euas no diré nada que
,

"sirviente
:
un aristocrático mayordomo- No como-el
qu€
no sepas; sóio diré que T:l:o.::*t-l3"t"TlT:"ffi *a.aUro" q;; habla sido algun L YCú,y del th-oP'
ilfit;;;';¡;ió"; po"
impuesto
tn:1:-T:T::::lY"
a' nuestro encuentro'
I

¡prodigio d" saber comer,


engrosar!, l"t saludables
dimensiones de su euerpo lo haulan alejado.
Me llamó
habrá'tiempot),
ffitiffi"J.;'ilñ"
has
rbro rne ha sorprendido
l& una'
i

i la ateneión (fue lo primelg- gue él mostró, apenas


que me ;"'s" ;i;á;t;;; l-: lt:ln*:f::I""*:
sus manos
i entrado) que hubiera decidido recubrir
{Aqul el "mensajero-' nrg--,,
lirr"n;i1"ffil;"*ión.que en lo que digo no hay la con aqueüos gusntes blancos que le
llegaban hasta el
de estirar
testa, pero tír sabes bien codo (icomo ú *,tjerl) y que ¿ltocupaba
menor maldad, Di siluier" t" más
mlnima sospecha') cada vez que una arruga los afeaba' --
ffi;iñ;;; piJ"r=i1".,"ré,y re lo ofrecetlril: *o-
,
guantes
No sé por qué entievl en el uso de aquellos
, mo quien ofrece
-".'lü;;;;-;;;;b * pt9pi1
"iá""-1f,t:iftli":*:I la garanlh dL que el "enmasearado"
(porque conser-
á;i-.enmascarado'. El sabe .ca { u"b" aírn el p"i"nn" antifaz) no intervendrla en la
Asl lo ha- j
, mo llegar hasta ¿on¿e estafé esperándote". consumación de nuestro encuentro sino en lo estric-
yo ha-
' ré¡ tienes mi Palabra' tamente necesario, mlnima participaeión que
tiempo más estare-
Tiemblo de pent"" que en poco bla dejado en manos de ursula confiando que ella
qu"
, mos uno junto al otio, i"^t^::p::"*i sabrlaieconoeer tanto como yo las ventajas de un en-
perturben nuesrras voces. No dor-
'i" -"tp"tios |

ffi:;;"'J;;;; podrla sopor- '' cuentro sin obst&ulog


miré hasta ese momento, mi amor: ¡no pero si por una parte ra "presión" del "mensajero"
tar la intensidad de mis suefios! i
110 ALAN PAULS
EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 111

se anulaba en Ia cauta cobertura de sus manos (tan rada.mente de mi memoria? Dispuestos a salir, me di-
afeetas, con todo, a la acción), por'otra continuaba in- rigla hacia,el éseritorio a reeoger el archivo cuando el
sinuándose en un extr¿ño destello que me parecla "enmasearado", interponiéndose ágilmente en mi ca-
ver irradiarse de sus labios, suerte de afeminado mino, me disuadió de tal idea, mostrándome en sus
brillo que'desde la boquita se propagaba por todo el manos enguantadas la única carta que ese dfa, miste-
rostro y cuyo fundamento, el por qué del brillito, riosa coincidencia, rl€ habla llegado. Ante mi deseon-
quedarla esclarecido por el papel que el "enmascara- cierto (¿se atrevla él a desobedecer las instrueciones
do" desempeflarla en aquella ocasión. De gala sus la- de Ursula?) dijo: "Con ésta bastará". Y como yo lo in-
bios, engalanado todo el cuerpo bajo la negra capa terr.ogara acerea de las indicaciones de Ursula, éL
gue se derramaba en pliegues desde sus hombros, el : sonrió, €l destello se deslizó velozmente sobre los
"enmascarado" encarnaba at dedillo su función de.ea- labios sonreídos: "Ursula ha dicho que con ésta basta-
ballero galante. ¡Con qué refinada aplicación me vis- rá". Dicho lo eual introdujo la carta en uno de sus bol-
tió, qué delicaden de movimientos al introducir mis sillos, carta que yo ni siquiera habla atinado a revisar,
piernas en los lujosos pantalones que é1, siguiendo los sabiendo qge ese día foda respuesta rne seria impo-
sabios consejos de Ursula, habla traldo envueltos en sible, y empujándome suavemente del brazo (¡con Jut
cuidado paquetel Admirados nos conternplamos por . manos enguantadas!) me condujo hasta la puerta.
fin en el espejo, donde una junto a la otra nuestras si- En la calle nos aguardaba un extenso áutomóvil
luetas simulaban las de dos hermanos prestos & la negro como los que se utilizan en los cortejos fú-
conquista: yo de negro de pies a cabeza; él también, nebres. Gentil, el "en¡nascarado" abrió la puerta tra-
sólo que con el agregado antifaa a,ecesorio que bien sera y ensayó una reverencia gue hizo que la negra
podfa predisponerlo para un baile carnavalesco. El capa se arrastrase desagradablemente por el suelo.
"enmascarado" dio algunas vueltas 'en torno a, nnl, tln el interior del automóvil flotaba un añejo perfume
corrigiendo aqul los pequeños defectos que enconttra- ,le flores que pareela emanar del tapizado de los
ba en mi vestimenta, limpiando allá las pelusas que el asientos. El "enmascarado" tomó posio,ión frente al
tiempo habfa dejado sobre las solapas graves del sa- volante y sin pronunciar palabra alguna encendió el
eo; y en eu detenida inspeeción no dejaba de emitir motor, produciendo apenas un zumbido muy leve que
entrecortadas exclamaciones de aprobación, grititos ,
hizo vibrar los vidrios de las ventanas. El automóvil
de modista i no de caballero, que interrumpió de se deslizú eon lentitud por ealles en las que la gente
pronto para asegurarme: "Está usted muy elegante". eomen zaba a raleor; sentado en el asiento trasero, la
Anoehecla, y la oseuridad se abalanzaba sobre los inminencia del eneuentro con Ursula me hao'ía empu-
edificios espqrciendo una's inmensas manchas negr&s. jado a estíujar los bordes de mi saco ("levita", habta
Eeconocerla esa ciudad gue yo habla borrado delibe- dicho el "enmascarado"), de cuya ,.eleganeia" empe-
I

EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 113


TLz ALAN PAULS

zaba a, sospechar. Inquieto me removla en tquella que con é1, que-en el instante de verla no la reconocí
marehita atmósfera floral, cruz&ndo y descruzando I .b*o h misma de la que para deseender me habla eol-
las piernas, anudando eon firmeza los cordones de i
gado como de un ganqho, Y de alll que me desplomara
mis zapatos psra luego desanudarlos, y finalmente pesad,ornente en el interior del oloroso automóvil,
reanudarlos. Y el "enmascarado" nada decla, en-
i
l.on dolorl Y con el guante de él - guante que me
cerrado en el silencio que cada tanto me enviaba a i reclamó airado para recubrir su cadavérico garfio, X
través del espejo retrovisor, en cuya superficie que yo le bntregué sosteniéndolo de uno de los des-
brillosa el resplandor rojizo de sus labios se multipli- inflados dedos blancos. lQué nerviosos estábamos!
caba y me llegaba como un beso sueio. ¡Sucio beso de ,
¡El por propiciar el encuentro; yo por vislumbrarlo
sus labios inmóviles que ni servlan para hablar! '
inminente! Deseoso de evitar otro percanee' desesti-
Mientras la fachada de la eiudad desfilaba ignorada , mé su segunda ayuda, X8 la mano nuevamente en-
ante mis ojos, yo me entregaba al eonsuelo de saber guantada, y sall a la noehe calurosa con mi traje arru-
que si del "enmascarado" nada salla que no fuese ese : áado de millonario en baja. Abajo
(del automóvil)'
refulgente silencio, ese mudo fulgor, era porque mi '; mientrasil "enmascarado" eerraba puerta, yo ca-
la
Ursula asl sabia lo había dispuesto. ¡Lo sabla! Ursula miné hasta el za,guán de la casa frente a la que nos ha-
estaba detrás de aquel silencio compartido, manipü- blamos detenido; desde atll eontemplé el negro cielo
landoloshiloscomoenigmáticatitiritera:haciendo donde la noehe se desparramaba con indolencia: ¡la
brillar alll los labios del "éhmascarado", obligándome ;
noche, oh, que más tarde contemplarla junto ¿ mi Ur-
aqulacontemplaresebrillosinuosoatravésdeles- sula! Que abatla sus penumbrosos contornos sobre el
pejo donde del rostro solo se reconocla el desfachata- parque,
- cuyos órboles se elevaban...
do antifaz. lY la boca!
C¡Irr¡¡CJto lL,
Lg t rrllCa Pero avanzando con decisión hacia mf, el "enfnasea-
Se volvió hacia rnf, la boca en punta como peligroso i rado" con su cuerpo envuelto en la capa tapó, sf, mi
ariete.¿Hablamosllegado?Subocabienlodijo,bien oscura visión: interrumpió mi éxtasis contemplativo
clar¿mente se oyó: t'Hemos llegadol', y acto seguido, l de ¡ohs! Juntos entramos a la casa, yo en prime_l lo-
deslizando fuera del automóvil su ancho cuerpo abrió , gar, acatando la direceión que él me señalaba; él en
-egundo
mi puerta, la que era trasers, y tendió su mano en- térmiro, cubriéndome las espaldas con los
guantada eon el objeto de ayudarme a descender, rl&- quejidos de murciétago de su capa. Y en el ¿seensor'
no o guante del que me aferré con desesperacióD, XB ¿etáe atrás él asistió a, mi reflejo' ell el espejo
que el miedo parecla encadenarme al qsiento (¡con in- : mientr¿s ascendlamos los einco pisos; espejo frente.
visibles manoplas!), y que en'el tironeo cedió desnu- : al que yo procuraba poner orden a mi apostura y disi-
dando la mano del "enmascarado": ¡una mano de pa; los rastros de inquietud que hablan asomado a mi \

garra y parq agatrar! Tan distinta era sin el guante l Lat". Y mientras yo me atareaba en los retoques, el
'f !.

11,4 ALAN PAULS EL PUDOR DEL PORNOGRAFO 115

eontrafa
"enmascarado" me contemplaba desde la falsa ce' fortunada parturienta Qü€, a punto de morir,
y de [a cabecera de la cama
guera del antifaz, Tfachad¿t, contorneando una mueca los múscuro, ventralei
de satisfaceión que reduplicaba el brillito labial. ¡Si- fiera se agairaba; dale puio, dale gemir. ¡La pobrel
nuoso! Conservando en todo momento ula admirable
un ttnstt frla, el "enmAscArAdo" eerró la puerta con
De pronto el ascensor se detuvo. Mi corazÓn dio ,i la partu-
vueleo, s€ suspendieron por un instante sus latidos" extremo cuidado, aunque con los chillidos de
del doctor ni una explosión
Tantas palabras escritas acudieron a mi mente que iirnta y las impre.p.iües
se hubiera sentido en el cuarto de
parir. clav¡ndo en
me quedé sin habla, sin respiración, sin sentidos.
óQué dirfa, una vez puesto frente a Ursula, una vez ml una mirada de reconvención, el "enmascarado" y m.e guió
reencontrados los distanciados amantes? ¿Serla tal el puso un ui"io paternal sgble- mis hombros
por un gotUtto pasillo. ¿Aué hubiera sido de ml de no
impacto que me recostarla a sollozar sobre su rega- protegiend,o
zo? ¡Ni una palabra: sólo besos! El "enmasearado" haber contado.bn gue dr rimpre estaba
abrió la puerta del ascensor y me hizo pasar primero. *X espald,as? Traslornado, como un torpe di los pa-
i"nmascarado" me obligó dar' ¿Con qué
Quedé inmóvil,'como paralizado, frente a una puerta rou qu; ,i 1
le cgltarla
lisa, blanca, chata, sin asperezas ni signos que presa' cara me Presentarla ante Ursul&, X cómo
reunirrne'con elta me habla lleva-
giaran la espera'de Ursula en su interior. "Asl debe que la ansiedad por
parto, p?rto que tenla
ser", dije mienüras el "enmasearado" terminaba de do a presenciar ün infructugso
lugar a pocos pasos y del que afin se olan aüenuados
eerrar las puertas del ascensor, IX empujé sin pensar tenla en su
aquel pedazo de cosa (¡para no repetirl) que me sepa- los penosos quejidort El "énfnascarado"
manojo de llaves; eseogió Ia dup
raba de mi amadal mano enguaniudr un
'¡Krr, que coincidla con la puer-
Tardfa aunque bien intencionada fue la exclema- tenla gd'u"da la letra
intro-
ción del "enmascarado" euando abrl la puerta; tardia ta frente a la cual hablamos llegado, y antes de
porque no impidió que yo viera lo que nadie me habla ducirl& en la cerradura kursuJa, oi bienamada, allf
la caita y me la entregó' murmu-
concedido aer: ni rastros de Ursula tras la puerta encerrada?) extraio
ttlo diio' y
tramposa que por error habla violadó, y que también. rando qu; me haria falta. "Le hará falta",
apretada en
fl por error ofreció a mis ojos el espectáculo de una mu- acto seguido abrió la puerta. con la carta
r¿ mano, entré cautelbsamente en un cuarto sumergi'
jer eue, las piernas en desmesurada abertura (ambos
oscuridad. cuando'quise
tobillos maniatados a las esquinas de la cama), puglla- do en la más impenetrable
su anti-
volverme hacia el "enmascarado", etl vez de
,

ba por parir, por extraer de sus vfsceras esa masa ruido


puerta, que habla cer¡ado sin
negruz,ca que el partero aslade la qabeza y de la que faztropecé con la
y por supuesto ¡con llavei Cerrads"' desde 3luetr¿"'
tironeaba cen desesperación, una y.otra vezsin éxito,
ta felicidad que
acompaltando eon sus esfuerzos los aullidos de la in- con llave].. ¿A qué habla que atribuir
116 Ar,AN PAULS
EL PUDoR DEL PoRNocRAFo LL7
experimenté en ese momento, al verme ..ence*ado,,
y "a oscuras", sino a Ia ereencia de que ¡lll nada! Y si nada hubo mientras en la oscuridad
en alguna par_ tanteé, ¡cuánto rnenos hubo al encénder la luz! Disipa-
te de ese cuaito, conteniendo la resfiraciónl"*p"üa_
da en que su felicidad no la delatar", do lo oscuro que -pensaba yo: crédulo- quizá, la
Urrula me Lrp"_ ocultaba a mi tacto, mi mirada paseó con estupor por
raba en silencio, y a ra convieciJn de que
todos el euarto: ¡Vaeíol Ni siquiera muebles, el cuarto esta-
aquellos detatles significativos puerta,
-la la oscuri- ba pelado eomo una celda, y una celda era porque allí
dad, Ia llave, la letra ¡'K" obedecfin, en realidad, a
-
la juguetona lógica que Ursul" fr¿li" planeado me hablan encerrado con llave, desde afuera, confi-
para nóndome a esas cuatro paredes intactas. ¿Dónde es-
nuestro. eneuentro? porque con ursuia
ú,entro, yo tabas.Ursula, alll donde- no había nada?
automáticamente dejaba de interesarme por
pudiese acontecer afuera: con Ursul¿
lo que Pero de la nada algo sobresalfa, un detalle que pór
adentro, la os- algún motivo quienes habían "limpiado" aquel cuarto
euridad
lo era ya un imprevisto de mal gusto, sino el
clima más apropiado para el leve ,o." que (que yo habla creído ocupado por mi amada) hablan
inaugura_ dejado para que yo, en mi desesperación, lo des-
rfa nuestro "eontacto;': yo caminarla por el euarto
a cubriera: allí, en línea recta, una ventana. Para ser
tienüas, €orl l+s manos extendidas, ."ir"ndo
los ojos advertida, abierts, ópsra que yo me asomase a elta?
como si lo neeesitara, hasta que de pronto,
auí, junto
a la rnsno derecha: argo que parece una rodilla; ¿Y qué me quedaba, en la horrenda soledad, sino obe-
una decer las instrucciones que implícitas de esa ventana
rodilla que parece pertenécer a una pierna;
una pier_ se deduclan? A ella me dirigí, furioso por la traición
na que pareee eomunicar eon una cadera;
una ."d"r" de la que habla sido objeto, recontraengaflado por
que parece conducir a una einturo, güe.a
' semboc¿ en un peeho, su
";; de- aquel fraude de encuentro eue, prometido, Ursula fuo
Qüe a su vezr" inna y desinfla el "enmascarado"?) me negaba, pagándome eon la so
bajo un euell_o, que a su vezsostiene un rostror
su vez... ¡eI de'Ursula, el de Ursuls, el de Qüe 8 ledad y el encierro: ¡miserables ,monedas que yo no
Ursula esl esperabal Pero si se pretendla de ml que abriera esa
No por otra razón ra oscuridad me ergitaba; y
mientras caminaba tanteando el v¿cfo, manoteando ventanr, no era sin duda eon la misrna intención que-
susvemente aqul y allá al aceeho de mi adorada me animaba al aprestarme a haeerlo. Saltaría; en el
pre- duro pavimento acabaría mi tormento de estafado; a
s8, sentfa erecer en mi euerpo la semill¿
de la pasión: sanguinolentos trozos quedaría redueido mi euerpo,
la pasión .que al cuerpo tod; eriza. pero he aquf que
tanto allá eomo acá, no eneontraba nada: no en el que toda pasión habla sido desalojada por el fu-
el óuerpo ror.
sólido' urgente de mi ursula, no algún rastro
de su Rápidamente me deshice de mis ropas. De uno de
persoDc,_ de su perfume, no su vaz
llamándome. No, los bolsillos asomó el borde de la carta, eomo inaitún-
de ursula, atgrln resto, algrln.fragmento,
¡no habfa dome a que la reeogiera. ¿Por qué Do, antes del
118 ALAN PAULS
EL PUDOR DEL PORNOGRAFO I19

sangriento desenlaee? De modo que mientras con un¿ contrs la baranda de tu baleón y, abiertas mis pier-
mano proeedfd a abrir la ventana, pon la otra rompf el nr!, me dispondré a recibir la.arremetida triunfal de
sobre y extr¿je de él la carta en la que esperaba leer ; 'Don Máscara'que, tomando la precaueión de izar mis
aquellas aberraciones conoeidas (destinatario: ¡ya piernas a la altura de su eintura y de mantenerlas allf
nunca más!), pretéxto último que me proporcionarfa ilrmemente,sujetadas, habrá preparado eomo se de-
el valor necesario para eonsumar mi resolución. be su asombfoso sable, tras estrujarlo reiteradamen-
Pero los hechos decisivos acontecieron con ma- te contra mi hendidura".
eabra¡imultaneidad:abiertalaventan¿,reconóefel En efecto, leldas tales advertenciaS, no podla
pargue frente al cual me hallaba. desnudo, meditando rorprender la precisión eon que la operación antieipa-
mis últimas palabras, y más allá, sobrevolando las eo- da se desarrollaba, PBSo a paso, er detenida progre'
pas de los árboles, la elara luz que iluminab¿ una ven- .
¡ión. Cruelmente descuartizado por lo que la carta
tana situad a s la misma altura que la que enmarcab¿. i anuneiabA y por la escena gue ante mis ojos trans-
mi visión, ventana que no dudé en empprentar eon currla, yo ignoraba ya dónde acudir a fin de formar-
aquél1adesdelaeualyomis[lo,otrora,hablaintent* me una idttí aerdaderode todo cuanto aconteela en el
do ponerme en contaeto con Ursult, Qü9 rne aguard¿- ) balcón. ¿Era la carta una detallada deseripción de lo
b¿ en el pargü€, y de la que se destacaba, recortado I
que a distaneia tenla lugar, o era aquella represe¡ta'
eontralaluz,elbalcón,contraeuyabarandadossi. ciOn nocturna la escrupulosa puesta en práctica de lo
lueü¡s humanas eran visible s, fundid,os en yrofurtdo ',, que la e¿rta augurab'a? Cualquiera fuese la respues- '

abrazo; y si aquella evidencia visual no result¿ba sufi- ta, alll donde Ursula narraba el vigor con que el "en'
eiente para eonveneerme de la verdadera f¿rsa de la mascarado" la forz¿ba y alll dOnde ella se retorcla es-
gucyoer8eontemplativoprotagonista,entoneesno pasmódica, aqul describfa cómo "el sublime instru-
mento resbala enérgicamente en mi interior't. Asl,
/
habfa más que leer la earta * carta quei atln habién- i
dome llegado por la vla en que solla recibir el episto- mientras yo avsnzaba en la lectura, ellos no se queda'
lrriode..trabajo'',demostrabahabergidoescritapor ban atrós, y carta y espeetáeulo se eopiaban rlü:
la misrna gue, suponiendo hallarse en el euarto donde tuamente, precediéndose y sucediéndose hasta sÓl-
de hecho no estaba, ofreefa su euerpo al abrazo de darse una con el otrO en perfecto engarce.
aquel contorno rnasculino, figura de cuya identidad : ¡Se vela, se vefa! Lo que aquel
juego de repeti-
l¿s lfneos iniciales de la carta despejaban toda duda: ciones persegula era la perpetuación de mi lugar de
"En el mismo instante en que tú abras la ventan¿ :i
testigo; la innoble pareja buscaba que yo no puilieta
qüG, Gonveneida del privilegio que signifiea ashtir a perdár nada del espectáeulo, ¡ni un detallel Y nadie
un espeetáeulo eomo el que estaré brindando, hemos hubiera osado poner en duda la eficacia de semejante
;

convenido en asignarte, yo habré apoyado mi espalda método, porque si yo deseaba privarme por un mo-
. ALAN PAULS
EL PUDOR DEL PORI-{OGRAFO L?I
L20

mentodelavisión,allíestabalacartaparainformar- iu culo erguido, estremecido por las furiosas aeometi'


' me de aquello que me había negado a prcsenciar; y si das d¿rl "enmasearado", hasta la fuente donde,'aun-
;
abandonaba la lectura de la carta, ¿.qué otra eosa me que áerocupada, ella siente crecer un ardor del que
oftecían aquellas siluetas entrecruzadas sino la reve- busca a toda eosta preservar la intensidad, para lo
laeiónbrutaldeloquehabíaintentadoignorar?¿C& cual "hundo los dop dedos brillosos en la hendidura y
on su interior los remuevo, plegándome al ritmo bes-
rDo, me preguntaba al borde de lA demencia, cómo ha- ;
' cer para no sabe! que si Ursula cambiaba de postura
, t . ?r I --l-?-l-- l-
-^-L--.
tial con que 'Don Máscara' se aboca a la penetración
trasera, de la que ya comienzo a vislumbrar los deli-
I

y prefería eolocarse boca abajo, suspendida sobre la


ciosos frutos". Frutos que al parecer él está dispues-
.

baranda del balcón de la que sus brazos se aferraban :

y exhibiendo el tesoro de su'culo bajo el anttfaz que to a compartir, dado que sin interrumpir el frenético
. r r I 3a.l l- vaivén eleva el rostro enmascarado hacia el cielo, mo-
se encarnvaba en lamerlo, éra fiorque "deseosa de ', -

preservar el chorro que de 'Don Máseara' a punto eS-'l mento sublime en que el éxtasis está por inundarlo y.
que motiva la caída de la máscara, punto cuya culmi-
tá de r¡erterse, le ofrezco a cambio mi prodigioso agu- i

jero posterior que é1, apartando eon viOlencia las nal- i nación Ursqla se encarga de agelerar "aeompañando
g&s, procede a lengüetear hasta obtener de él la con-
por una parte los movimientos de 'Don Maseara' coh
sistenciaylaelasticidadquerequiereparahundirme mi euerpo, y refrotándome por otra con los dedos la
alll su verga"? ¿Cómo ignorar las razones por las' diminuta y rígida protuberancia eü€, entre los enro-
jecidos labios, los jugos han encendido, jugos de los
cuales Ursula, colgada por así decir del balcón, los ;
que no tarda él en pereibir la hirviente temperatura
dos senos bailoteando blandos entre los travesaños, .

aprovecha el momento en que el "enmascarado" lu


y cuyas gotas preciosas cosecha colocando su mano
,,

penetra para "deslizar mi mano (mientras con la otra como guante sobre mi olla, permitiendo así que dedi-
que la rnía al arte de friecionar, mientras él consuma
me sostengo fuertemente de la baranda) hacia la zona
de mi cuerpo de la que el imponente instrumento no
i la incrustación", agitándose salvajemente entre las
nalgas urgentes de Ursula por donde deja escurrir su
cesa de salir y reintroducirse, zona de la que' eon dos
dedos, aparto los untuosos bordes, no tanto para fa-', ravia, elixir que peqe a todo ha debido fluir por el irl-
|
,x,,

vorecer el ritmo incesante del dolmeD", al que no es terior de su culo, porque he aquí que tironeándose
diflcil reconocer cumpliendo sin dificultades su fun- ''i
con violencia, remasajeando su fuente de placer, er
eión (¡romper la resisleneia del restringido recinto!), i medio de la crisis Ursula atina a extender uno de sus
"porque sin mi ayuda la prodigiosa lanza me embute brazos por sobre el balcón, en dirección haeia "donde
entre mis nalgas hasta su empuñadura, sino para em- -r tú no has podido interrumpir tu mirar, y señalándote
beber mis dedos de la viseosa sustancia que humecta ,
con el dedo a través de la distancia, mientras lo que
por mi culo se ha inoculado y lo que irradia mi eufóri-
el agUjero". Sustancia que se ve ella üraslada desde

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