Está en la página 1de 3

En el año 1976 la asamblea legislativa de El Salvador decreto el 1er proyecto de Transformación Agraria

(TA), el plan más temido de redistribución de tierras, en el cual se establecía que la zona no podía
superar las 35 hectáreas y concedía un poder decisivo al Instituto Salvadoreño. El gobierno del Coronel
Molina lo llamo como tal, a pesar de que no tenía nada de revolucionario, y consiente de que una
reforma agraria tiene cambios profundos. El objetivo de este plan era: aumentar el número de
propietarios privados y propiciar la reactivación de la economía nacional mediante el desarrollo de un
mercado interno. El proyecto fue presentado como el seguro de vida para el futuro del capitalismo.

La TA genero debate. Ese puede analizarse como un intento de parte del gobierno y propietarios
privados por hacer cambiar de opinión al oponente. Se pueden distinguir 3 fases: 1. El gobierno
mantiene la posición favorable frente a la TA, porque resolvería la injusticia social. Mientras las
empresas privadas estaban en contra; lo que quiere decir que una parte consideraba el plan como la
tabla de la salvación para el sistema democrático, pero para el otro lado era el medio para su
destrucción. 2. El gobierno mantiene la posición, pero aun así le presta atención al valor de la
productividad dicho por las empresas privadas, estos últimos refuerzan su posición diciendo que la TA es
una medida comunista. 3. Ambas posiciones se esforzaron por mantener su postura y demostrar su
actitud frente al tema. Los empresarios y terratenientes esgrimieron del derecho natural a la propiedad
privada. Todo culmino con la victoria de los empresarios y la anulación de la TA.

Ahora bien, surge la pregunta ¿cambio realmente la actitud de quienes desde el gobierno habían
propiciado la TA? Muchos psicólogos suelen argumentar que para que se produzca cambios sociales
significativos, deben cambiar primero las actitudes de las personas.

Como parece ser el caso, fueron las presiones económicas y políticas más que los argumentos
ideológicos los que hicieron el cambio de la actitud del gobierno hacia la TA, o por lo menos el cambio
en su comportamiento. La conclusión que se puede dar hasta este punto es que las personas son mucho
más reacias a cambiar sus actitudes fundamentales, sobre todo aquellas de más honda significación
social, de lo que se había pensado o de lo que podrían llevar a concluir ciertos estudios de laboratorio.

Sobre la dificultad de poder cambiar las actitudes hablan también los métodos que desde 1951 se
conocen como lavado cerebral (término empleado por Hunter). Las técnicas de este método se hicieron
famosas en la guerra de corea cuando los chinos intentaron cambiar la mentalidad de los prisioneros
obteniendo resultados insuficientes o pocos.

Los dos casos expuestos anteriormente dan paso a mostrar la importancia que tienen las actitudes en
los procesos históricos o al menos el valor que tiene el concepto de actitud para poder analizar los
hechos psicosociales más significativos en la vida de una sociedad.

Al llegar a este punto, hablemos del concepto de actitud. Es un término de uso casi que cotidiano,
aunque esto no quiere decir que siempre o en todas partes se use con la misma significación; teniendo
en cuenta que su uso es de una manera arraigada en la cultura muchas veces escuchamos cosas como:
“actitud positiva”, “actitud de severidad”, “actitud agresiva”, “actitud crítica”, entre otros.

La palabra actitud proviene del italiano attitudine , este término alude entonces a la posición que el
artista le daba al cuerpo de su estatua o representación gráfica. Por lo tanto, actitud, es una postura
corporal en la que se materializa y expresa la postura del espíritu. Existen varias definiciones sobre este
término; desde una perspectiva corporal, podemos decir que la actitud es una estructura preparatoria,
una orientación determinada del cuerpo que prepara al individuo para percibir y actuar de una
determinada forma.

Según Allport, psicólogo estadounidense (1935, p. 810) “una actitud es un estado de disposición mental
y nerviosa, organizado mediante la experiencia, que ejerce un influjo directivo o dinámico en la
respuesta del individuo a toda clase de objetos y situaciones”.

Podemos distinguir 3 tipos de enfoques que predominan en la psicología social, así: 1. Enfoque de la
comunicación-aprendizaje: la actitud se puede cambiar dependiendo la fuente de credibilidad. Por
ejemplo, nuestra actitud frente a un shampoo, el cual una famosa usa en un comercial diciendo que
gracias a él su pelo está limpio y sedoso. Este mecanismo se trata entonces de aprovechar el prestigio de
una persona (famosa) en un área determinada para influir en nuestro ánimo y convencernos de que
compremos tal producto, lo que hace es despertar una actitud positiva hacia el producto comercial.
Hoyland consideraba que si una fuente creíble producía más cambios de opinión que una no creíble era
debido a su asociación con refuerzos positivos, lo que incrementaba la probabilidad de aprendizaje. 2.
El enfoque funcional, este tipo de enfoque va más de la mano con la actitud, de este modo, la utilidad
de las actitudes residen en que dan respuesta a las necesidades de un grupo o individuo; las actitudes
serían las que materializan los intereses sociales ante los objetos de la realidad. El supuesto de
funcionalidad es el punto más valioso pero más cuestionable; asumir que las actitudes cumplen una
función es partir de un supuesto de que las estructuras psicosociales tienen una historia que no se acaba
en su formalidad. Para entender las actitudes hay que remitirlas a lo que la persona que las mantiene es
o hace y al medio al que esta persona se enfrenta en su vida. El modelo funcional no ha sido
suficientemente apreciado por los psicólogos sociales. 3. El enfoque de la consistencia: se plantea que
la relación entre pensamientos, creencias, actitudes y conducta puede producir motivación. Las
creencias sociales al parecer son naturales en las personas; creen en predicciones, magos y adivinos que
dicen ver lo que ocurrirá durante el año es común en la sociedad. Así no se cumpla lo que ellos dicen las
personas vuelven a buscar y a confiar en sus adivinos. Esto es un problema de gran importancia para la
psicología social, lo cual significa que la evidencia no siempre sirve para refutar las creencias, lo que
quiere decir que cuantas más pruebas se presenten sobre la falsedad de sus predicciones y ciertas
creencias las personas con más fuerza se aferran a ellas y con más impulsos las definen y promueven
creando así fanatismos.

Los modelos sobre las actitudes son tres: 1. Modelo de aprendizaje (las actitudes que tenemos
aprendidas) 2. Modelo funcional (relación actitud y necesidad) 3. Modelo de consistencia (relación
cognoscitivo-creencias). Estos tres modelos coinciden en que las actitudes son disposiciones internas
hacia los objetos. Pero cada uno de los modelos concibe de diversa forma la naturaleza de las actitudes;
para el modelo del aprendizaje se trata de una respuesta implícita, para el modelo funcional se trata de
una disposición instrumental de la persona, y para el modelo de la consistencia, es una estructura de
carácter cognoscitivo y afectivo. Existen dos componentes de una actitud: 1. Unidemensional (una sola
dirección, un solo elemento: las cognisiones): el concepto de actitud pretende explicar el aspecto
evaluativo-afectivo hacia un objeto. 2. Multimensional: se expone el bidimensional (elementos
esenciales: el cognoscitivo y el afectivo) y tridimensional (elementos esenciales en las actitudes: los
conocimientos, los afectos y las tendencias).

El concepto de actitud construye un esfuerzo por encontrar en la persona la razón suficiente de sus
comportamientos y remitir a un mismo principio la diversidad de sus actos en el tiempo y en el espacio.
Una actitud será entonces una estructura cognosvitivo-emocional que canalice la siginificacion de los
objetos y oriente al correspondiente comportamiento de la persona hacia ellos.

También podría gustarte