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HISTORIA

'wWMDQ
A n ig v o

SUMER Y AKKAD
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
HISTORIA
“ lMVNDO
ANTiGVO

ORIENTE
Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de
ninguna forma o por cualquier
medio, ya sea electrónico,
mecánico, por fotocopia, por
registro u otros métodos, sin el
permiso previo y por escrito de
los titulares del Copyright.»

© E d ic io n e s A k a l, S . A ., 1 9 88
Los B e rro ca le s del Jaram a
Apdo. 4 0 0 - T orrejón de Ardoz
M adrid - España
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D e pósito legal: M. 3 7 .7 6 3 -1 9 8 8
ISBN: 8 4 -7 6 0 0 -2 7 4 -2 (O bra com pleta)
ISBN: 8 4 -7 6 0 0 -3 3 7 -4 (Tomo I)
Im preso en G REFO L, S. A.
Pol. II - La Fuensanta
M ósto le s (M adrid)
Pinted in Spain
Sumer y Akkad

A. Caballos-J.M. Serrano
Indice

Págs.

I. Los condicionantes geográficos (A. Caballos Rufino) ................................... 7


1. El Próxim o O rie n te ............................................................................................ 7
2. M esopotam ia ....................................................................................................... 7
3. Orígenes e interpretación del nom bre «M esopotam ia» ........................... 8
4. Los ríos Tigris y Eufrates ................................................................................. 10
5. C aracterísticas clim áticas ................................................................................. 11
6. Las grandes unidades fisiográficas de laBaja M esopotam ia .................. 12
6.1. El estuario .................................................................................................... 12
6.2. La zona de m arism as ................................................................................ 14
6.3. El delta .......................................................................................................... 14
6.4. La llan u ra fluvial ....................................................................................... 14
6.5. Las m esetas desérticas y las terrazas fluviales .................................... 14
7. Evolución del proceso de los a se n ta m ie n to s.............................................. 14

Π. La época predinástica (A. Caballos Rufino) ................................................ 16


1. Los inicios de la civilización en el Próxim o O riente .............................. 16
2. La evolución histórica de la Baja M esopotam ia durante la época
predinástica .......................................................................................................... 18
2.1. La cultura de El-Obeid ............................................................................. 19
2.2. La época de U ruk ...................................................................................... 22
2.3. La etapa de D je m d e t-N a sr...................................................................... 23
3. La revolución u r b a n a ........................................................................................ 24
4. Las actividades de intercam bio y la difusión de la civilización sum eria .. 27
5. El origen de la e s c ritu r a ................................................................................... 28

III. El protodinástico en Mesopotamia (A. Caballos R u fin o )................ 31


1. Introducción .......................................................................................................... 31
2. Fuentes y periodificación ................................................................................. 32
3. Los períodos P rotodinástico I y I I ................................................................. 32
4. El Protodinástico I I I .......................................................................................... 35
IV. Akkad (2330-2150 a.C.) (J.M . Serrano Delgado) ....................................... 39
1. S a rg ó n ..................................................................................................................... 39
2. La dinastía acadia .............................................................................................. 42
3. Valoración del Im perio de A k k a d .................................................................. 44
4. La organización del estado a c a d io ................................................................ 46
5. La aportación cultural de A kkad ................................................................... 48

V. El período intermedio de los guti y la IIIa dinastía de Ur (2100-2000 a.C.)


(J.M . Serrano) ..................................................................................................... 50
1. El período interm edio de los guti .................................................................. 50
2. La revitalización del sur m esopotam io: Lagash ....................................... 50
3. La III.8 dinastía de U r (2100-2000 a.C. aproxim adam ente) .................... 52
3.1. La expulsion de los guti ........................................................................... 52
3.2. U r-N am m u: los orígenes de la III.8dinastía de U r ........................... 53
3.3. La dinastía de U r III ................................................................................. 55
3.4. La organización estatal de U r I I I .......................................................... 59
3.5. La vida económ ica en U r III .................................................................. 66
3.6. La cultura sum eria en la época de U r I I I .......................................... 68

B ibliografía.................................................................................................................. 70
Sumer y Akkad 7

I. Los condicionantes geográficos

1. El Próximo Oriente al este, M esopotam ia al sureste, Siria


y C an aá n en las costas orientales del
El desarrollo de las culturas sum eria M editerráneo, Asia M enor al noroes­
y acadia y de todas las que se sucedie­ te form ando la Península A natólica
ron en M esopotam ia es incom prensi­ y, por últim o, Egipto.
ble sin un profundo conocim iento de
los condicionantes del m edio físico 2. Mesopotamia
en el que estos pueblos se asentaron.
Resulta ineludible, y en este caso A pesar de su difícil individualiza­
más que en ningún otro, partir del ción geográfica, M esopotam ia es una
análisis de la naturaleza del terreno de las regiones que m ás destaca de
para conocer en qué m edida la pre­ entre las citadas. Tradicionalm ente se
sión del m edio intervino en la estruc­ define con este nom bre a la región
tura, actividad, com posición y com ­ que com prende la m ayor parte de las
portam iento de los prim itivos asenta­ cuencas fluviales de los ríos Tigris y
m ientos h um anos y en su evolución Eufrates, y que constituye el núcleo
hacia form as de organización consi­ central de la extensísim a zona que,
deradas com o superiores. por su forma, ha recibido el nom bre
El Próxim o Oriente, com o unidad de «Creciente Fértil».
histórica, es el m arco donde surgie­ Si Egipto, citando com o ejem plo
ron y se desarrollaron las prim eras otra de las regiones próxim o-orienta-
altas culturas de la hum anidad. Se les m ás típicas, tiene unas fronteras
halla lim itado p or N ubia, A rabia y el naturales bien m arcadas, que lo defi­
Golfo Pérsico al sur, el M ar Negro y nen geográficam ente y lo im pulsan a
el C áucaso al norte, al este, la meseta la unidad, M esopotam ia a este res­
irania y, por últim o, el M ar M edite­ pecto es notoriam ente diferente. Se
rráneo y el desierto líbico, que for­ trata de una región sin límites n atu ra­
m an su frontera occidental. Sin em ­ les bien definidos, ya que únicam ente
bargo, estos am p lio s territorios no el desierto arábigo al sur constituye
constituyen una u n id ad geográfica e una frontera clara. Al este y norte se
incluso se distribuyen en dos conti­ encuentran el Elam , los m ontes Z a­
nentes diferentes. Son cinco las regio­ gros y A rm enia, no tan hostiles e in ­
nes que, a m odo de unidades am bien­ franqueables com o los desiertos que
tales y con u n a fuerte personalidad, rodean Egipto; la frontera por el oeste
podem os diferenciar claram ente: Irán la form a una región de estepas más
8
A kai Historia del M undo Antiguo

que de verdaderos desiertos, por d o n ­


de nunca se perdieron los contactos
con Siria y, a través de ella, con Pales­
tina y la cuenca del M editerráneo. • Kanesh
La prim era resultante de estas fron­
teras tan poco definidas es la falta de
inclinación a la unidad y la existen­
cia de aspectos regionales muy acusa­ c?
dos, presentando M esopotam ia una Qr
gran perm eabilidad y una escasa re­ • Karatepe
sistencia a la penetración de culturas
alóctonas.
•T arsus Charran
Frente a esta falta de hom ogenei­
dad geográfica, la historia, que hunde Karkenísh

sus raíces en el glorioso pasado sum e­


rjo, es la que nos perm ite entender a
Mesopotamia como una unidad, defi­ U^arit
nida a lo largo de los tiempos como
foco de irradiación cultural y polo de • Ebla Ft· Eufrates

atracción de todo el Próxim o Oriente MAR


asiático. DJEBEL BISHRI
MEDITERRANEO
»Arward
3. Orígenes e • Kadesh

interpretación del Byblos ·


nombre «Mesopotamia»
Aunque genéricamente se use el nom ­
bre Mesopotamia, considerando su
sentido etimológico, para definir el ?
área, entre los ríos Tigris y Eufrates, y Qr
sea éste el sentido que, para evitar
confusiones, aquí utilicemos, sin em ­ • Megiddo
bargo resulta muy ilustrador hacer un
análisis de la significación originaria
y extensión del término.
Jericó ·
La primera referencia conocida del
nombre concreto de M esopotam ia se
encuentra en la «Anábasis de A lejan­
dro» (VII, vii, 3) de Arriano, que vivió
en el siglo II d.C., aunque este autor
expresamente indica que se basó en
obras muy anteriores, de la época del
mismo Alejandro Magno. En el texto
se dice que este nombre geográfico
fue dado por los propios habitantes
para designar la parte de Siria situa­
da entre los ríos Tigris y Eufrates.
Esta interpretación del nombre, vi­ El Próximo Oriente Asiático
gente ya al menos desde la época he­
lenística no es, sin embargo, la origi­
naria. El profesor J.J. Finkelstein, de
Sumer y Akkad

MAR

Lago Van CASPIO

/Λ?
o
*··

• Tell Halaf

• Tepe Gawra
• Tell-Brak

®Nín¡ve -p p
m * Kalach ?eo ^ °
Tell Hassuna

ÿ *J a rm o
^5· Asur ©
ç·' Ekallatum ®Nuzi
• Terqa SUBARU * GUTIUM
DJEBEL-HAMRIN <&■
Q
* M a ri <£■
• Anat #S am arra

• Tell Asmar (ESHNUNNA)


T , . *T e ll Agrab
• Tutul Φ Kafadji
• Rapiqum LULUBI
>Dêr
S ip p a r · ψ *A k s h a k
Uqair / • Djemdet-Nasr
• Kish ELAM
Babilonia * λ ^N
0 I ddut
e Nlppur ^5S

. . Susa i
* ls in
Adab
Shuruppak© *U m m a AWAN
«Lagash
«U ruk
Hajji Muhammas · eLarsa

El-Obeid · R. U'a'
• Ur
• Eridu

GOLFO

PERSICO
10 AkaI Historia d el M undo Antiguo

la U niversidad de C alifornia en Ber­ u n a línea que iría de S am arra junto


keley, concluye que los nom bres para al Tigris a la localidad de Tutul en el
«M esopotam ia» en las lenguas anti­ Eúfrates, pues en esa zona concluye
guas, tales com o el aram eo Nahara- la lla n u ra fluvial. E sta lla n u ra de
yim y sus variantes, y los más anti­ in undación que se extiende al sur es­
guos Blrltim y sim ilares, se asocian tá com puesta por una com binación
con un río —el Eufrates— y no con de zo n as llan as y áreas rib ereñ as
los dos. Los nom bres antiguos consi­ afectadas por las inundaciones perió­
derados equivalentes al de Mesopota­ dicas, ju n to con los terraplenes n atu ­
m ia, en su sentido original y estricto, rales del río, muy bien definidos. H a­
se refieren precisam ente al territorio cia el norte la m eseta caliza que cons­
rodeado p or tres lados por la gran tituye el desierto de Al-Yazira («la
curva del Eufrates al norte del parale­ isla», naturalm ente fluvial, com o vi­
lo 35°, sin hacer m ención a ningún mos m ás arriba) separa las cuencas
otro río. En los térm inos (mât) blrltim de am bos ríos. M ientras que en esa
y blñt narim tenem os el equivalente zona el Tigris, por sus m uchos afluen­
acadio para «península», o m ás con­ tes orientales, da lugar a una fértil lla­
cretam ente p ara designar una «pe­ nura elevada denom inada en época
nínsula ñuvial». su m ero -acad ia Subaru, la posterior
Com o prueba de lo anterior las ciu­ Asiría, el Eufrates se encallejona en
dades de las que explícitam ente se un estrecho valle form ando el país
decía que estaban incluidas en esta de Amurru.
región eran las m ás occidentales, y
sólo con el paso del tiem po el térm ino
M esopotam ia se fue extendiendo pro­ 4 . Los ríos Tigris
gresivamente hacia el Oriente, englo­ y Eufrates
b an d o finalm ente el área del Tigris
en la concepción popular, tal com o lo La presencia de los dos ríos Tigris y
observam os en fuentes sirias. Así tam ­ Eufrates, que nacen en la meseta de
bién fue usado para describir sola­ A rm enia, realizan un recorrido p ara­
m ente la parte norte de las tierras b a­ lelo en dirección NO-SE y desem bo­
jas entre los dos ríos, m ientras que la can en el Golfo Pérsico, es uno de los
parte sur se llam ó Babilonia. Plinio pocos rasgos geográficos que caracte­
fue el prim er autor conocido que ex­ rizan a la totalidad de M esopotam ia.
tendió sus lím ites hasta el Golfo Pér­ El río Tigris, el m ás oriental, es el
sico, haciéndolo el equivalente apro­ de m ayor caudal de los dos, situán­
xim ado del actual Irak y, por tanto, d o se en u n o s v a lo re s m e d io s de
confiriéndole el sentido al que se re­ 1.240 m 3/Sg., com o resultado de p o ­
fieren los m odernos historiadores. seer u n a extensísim a cuenca y de re­
La disparidad entre el norte y el sur cibir num erosos afluentes a lo largo
del área que conocem os com o M eso­ de todo su recorrido. Por su parte el
potam ia, y que ha quedado patente a E úfrates tiene u n a cuenca fluvial más
través del análisis del nom bre, ya era reducida, recibiendo sus aguas de las
claram ente sentida p or sus antiguos altiplanicies del Asia M enor. Su cau­
habitantes, y se justificaba por las di­ dal m edio es tam bién m ucho m enor
ferentes características del m edio físi­ —unos 710 m 3/Sg.—, tanto por la ele­
co, que co n dicionaban en estos m o­ vada evaporación, com o por la falta
m entos de u n a m anera determ inante de afluentes en su curso m edio y bajo,
las pautas de conducta de sus h a b i­ no recibiendo m ás aportes a partir de
tantes. Si hem os de establecer una S iria q u e los p ro c e d e n te s del río
frontera entre am bas regiones la de­ K habur.
beríam os situar aproxim adam ente en El caudal de los dos ríos presenta
Sum er y Akkad 11

un carácter irregular e im predecible, la línea de costa en la época sum eria


inseguridad que tuvo que reflejarse había sido aproxim adam ente sim ilar
sin lugar a dudas en los m odos de a la actual. C om probaron que el pro­
co m p o rtam ien to de sus habitantes, ceso de deposición aluvional en la
contrastando con los del país del N i­ costa era contrarrestado por u n a co­
lo, acostum brados al régim en inalte­ rrespondiente y opuesta subsidencia
rable de su río. D urante los meses de continental de la corteza del área del
M ayo y Junio coinciden la m áxim a estuario de los dos ríos, lo que ha
pluviosidad prim averal de las tierras m antenido una situación de práctico
de A natolia con las aguas proceden­ equilibrio.
tes de la fundición de las nieves de Seton Lloyd aporta un dato que ob­
Arm enia, y es en esa época cuando via la aparente contradicción entre
pueden tener lugar im portantes in u n ­ esta teoría y las afirm aciones de los
daciones en el valle. textos antiguos: entre los restos de las
Este peligro se une a otro, menos ofrendas que se hicieron en la ciudad
aparatoso pero no m enos grave, pues­ de Eridú al dios Enki se han detecta­
to que fue precisam ente el que llevó a do espinas de una especie de percas
la desertización de am plias zonas de que sólo pueden vivir en las aguas sa­
M esopotam ia dan d o lugar al paisaje lobres de los estuarios m arinos. Se
actual. Nos estam os refiriendo a las puede deducir de ello que en época
sales del subsuelo y llevadas en sus­ sum eria Eridú había estado conecta­
pensión por los ríos, que afloran y se da con el estuario a través de una se­
depositan con la evaporación, trans­ rie de canales que unirían el paisaje
form ando los cam pos, otrora fértiles, lacustre de las desem bocaduras flu­
en agrícolam ente im productivos. viales y que, de la m ism a m anera
Uno de los mayores problem as que tam bién la ciudad de U r habría esta­
plantea el análisis de la paleogeogra­ do en contacto con un antiguo curso
fía de M esopotam ia es el estudio de del m ism o Eufrates.
la desem bocadura de los dos ríos, T i­
gris y Eufrates.
Según los propios textos sum erios 5. Características
se consideraba a la ciudad de Eridú climáticas
la más antigua del m undo, afirm án­
dose explícitam ente que se encontra­ A ctualm ente la clim atología del área
ba a la orilla del m ar; por otra parte, a que analizam os se caracteriza por la
Ur, ciudad situada m uy próxim a y al existencia de dos estaciones bien m ar­
norte de la anterior, arribaban barcos cadas, con breves etapas de transi­
dedicados al com ercio m arítim o. C o­ ción entre una y otra: Por una parte el
m o am bas ciudades, bien identifica­ invierno, entre los meses de diciem ­
das, se en cuentran a unos 150 Kms. bre a m arzo, que se caracteriza tanto
de la línea de costa actual, la deduc­ por ser relativam ente muy frío si lo
ción lógica y generalm ente adm itida com param os con el caluroso verano,
fue suponer que el estuario de los dos lo que es resultado del desplazam ien­
ríos se ad en trab a m ucho más al inte­ to hacia el sur del anticiclón conti­
rior del continente en época sum eria, nental siberiano, com o por una m e­
estando una gran parte de la actual dia de p lu v io sid ad en torno a los
llanura aluvial bajo el mar, y desa­ 120 1/m2, hum edad que se observa so­
guando los dos ríos por bocas dife­ bre todo en las áreas del norte por la
rentes. llegada de m asas de aire húm edo pro­
Sin em bargo, y en contra de este lu­ cedentes del M editerráneo. El verano
gar com ún, los geólogos Falcon y Lees dura de m ayo a octubre y se caracteri­
d em o straro n in d u b itab lem en te que za por ser una estación seca y muy
12 Akal Historia del M undo Antiguo

calurosa, con periódicas oleadas de tas desérticas y en las terrazas flu­


fortísim o calo r favorecidas p o r los viales sólo es posible, en estado n atu ­
vientos desecantes, que son resultado ral, u n a vegetación desértica o semi-
de la intensa insolación. desértica.
Tom ando en consideración todo el
área del C reciente Fértil durante pe­ 6. Las grandes unidades
ríodos am plios de tiem po, y excep­
tuando las transform aciones resulta­ físiográfícas de la
do de la acción antrópica, esta situa­ Baja Mesopotamia
ción clim ática que hem os descrito se
h abría m antenido a grandes rasgos Si bien las tierras de la Baja M esopo­
prácticam ente casi invariable. Excep­ tam ia poseen una serie de caracterís­
tu an d o las n o rm ales fluctuaciones ticas físicas uniform es que le confie­
entre unos años y otros, y teniendo en ren u n a cierta u n id ad am biental y
cuenta sólo la situación clim ática m e­ u n a peculiar identidad entre las re­
dia para m ayores períodos de tiempo, giones que co m p o n en el C reciente
las tem peraturas h ab rían sido sim ila­ Fértil, que la evolución histórica se
res a las actuales al m enos desde hace encargó de afianzar, un estudio más
unos 10.000 años, y la hum edad, salvo detallado nos perm ite distinguir una
breves coyunturas, h abría sido desde serie de unidades físiográfícas. El an á­
hace unos quince o veinte m ilenios lisis de estas unidades nos hará cono­
com o la del presente. Sólo algunas cer de una m anera más directa e in ­
m odificaciones, com o la dcsertiza- m ediata las m otivaciones y las suce­
ción de la Baja M esopotam ia produc­ sivas etapas de poblam iento del área
to de la s a lin iz a c ió n de los s u e ­ y, consecuentem ente, com prender el
los, h an variad o p arcialm en te este proceso que llevó al surgim iento de
panoram a. form as superiores de civilización, por
La vegetación natural correspon­ la transform ación y aprovecham iento
diente a los factores bióticos, edafoló- de las condiciones del medio.
gicos, clim áticos y geom orfológicos Buringh, al que seguimos, analizó
de este área pertenece a la biócora de m a g istra lm e n te el p ro b lem a , d iv i­
pradera. Por su trascendencia para el diendo el territorio de la Baja M eso­
desarrollo histórico nos interesa des­ potam ia en cinco regiones:
tacar que las especies arbóreas endé­
micas serían los tam ariscos, álam os,
adelfas y acacias, m ientras que hoy
6.1. El estuario
predom inan los palm erales. Faltarían El perfil longitudinal de la cuenca en
los árboles m aderables, y esta caren­ este sector es casi horizontal, por h a ­
cia de materiales de construcción (por ber llegado los ríos prácticam ente a
su estru ctu ra g eom orfológica ta m ­ su nivel de base. D ebido a ello las va­
bién escasea la piedra) sería uno de riaciones de caudal por los aportes
los incentivos que obligaron a los h a­ lluviales quedan elim inados o al m e­
bitantes de la Baja M esopotam ia a nos enm ascarados por las m areas del
organizar expediciones com erciales, G olfo Pérsico, que provocan una su­
e incluso a in ten tar extender su dom i­ bida y bajada m áxim as de las aguas
nio político al norte y noroeste, para en torno al m etro y m edio un p ar de
controlar las áreas de producción de veces diarias. La m orfología del área
estas materias primas. Las zonas in u n ­ nos m uestra u n a alternancia de zo­
dadas estacionalm ente se secan en nas ribereñas bajas, terraplenes flu­
verano y en ellas se desarrollan am ­ viales y p equeños cauces irrigados
p liam en te los estrato s h erb áce o y p or el ritm o diario de crecida de las
arbustivo. F inalm ente, en las m ese­ aguas.
Sumer y Akkad 13

' Samarra <5^


ft >·
• V /s
LLANURA

TERRAZAS
FLUVIAL

R- Euf,r3tes • Kafadji

FLUVIALES • Maris

*■· Uqair
DELTA

* %*NiV>pur

• Isin
• Umm al-Aqarib
• Lagash MARISMAS
Tall al M a dam *
• Urukuga
MESETAS •U ru k • N in a . ·*
Al-Ubaid .
• *JUr
• Usaila
• Eridu ESTUARIO
DESERTICAS

GOLFO PERSICO

Geomorfología y asentamientos

Moderna llanura de inundación de los ríos Tigris y Eufrates.

Terrazas fluviales, mesetas y montañas.

Principales áreas cultivadas con anterioridad al 3000 a.C.

@ Poblados y ciudades fundados antes del 3000 a.C.


14 AkaI Historia del M undo Antiguo

6.2. La zona de marismas 7. Evolución del proceso


El área donde se aproxim an y conflu­ de los asentamientos
yen los ríos Tigris y Eufrates presenta
un nivel de las aguas freáticas muy Buringh cree que los asentam ientos se
elevado y en ella predom inan los p a n ­ fueron desarrollando en la Baja M e­
tanos. Ya hem os h ab lado con anterio­ sopotam ia, regiones de Sum er y Ak­
ridad del doble proceso p o r el que la kad, de sur a norte, com o consecuen­
continua colm atación de los p a n ta ­ cia de las progresivam ente mayores
nos se ve contrarrestada p o r fenóm e­ posibilidades de adaptación y apro­
nos opuestos de subsidencia. vecham iento del m edio que suponen
los avances tecnológicos. A este p ro ­
6.3. El delta ceso de traslado de la población de
N os referim os con este térm in o al sur a norte tam bién contribuyó una
am plio lecho de in u n dación que for­ progresiva salinización de los suelos
m an los dos ríos aproxim adam ente en época ya plenam ente histórica, que
entre el paralelo de U q air y la ciudad com enzó en las zonas de m ás tem ­
de Ur, y cuya superficie se halla reco­ p ra n a irrigación y fue progresando
rrida por infinidad de canales n atu ra­ hacia el norte.
les com unicados entre sí y cuyos cur­ Posiblemente los más antiguos asen­
sos no son fijos. Las riadas anuales, tam ientos en la Baja M esopotam ia se
im predecibles en el tiem po y en el establecieron en el área del estuario,
caudal, h ab rían originado periódicas ya que las condiciones naturales per­
catástrofes, de no ser por el hecho de m itirían allí u n relativam ente fácil
que sus consecuencias se vieron dis­ aprovecham iento agrícola a las u n i­
m inuidas p o r la am plitud de la cuen­ dades de producción familiares. Esta
ca y el escaso desnivel de la superfi­ teoría, no obstante, carece de la debi­
cie, que contribuyen a dism inuir la da com probación arqueológica por la
velocidad de las aguas. rápida sedim entación y los fenóm e­
nos de subsidencia, que perm iten su­
6.4. La llanura fluvial poner que cualquier hipotético resto
En esta región las aguas aportadas se hallaría a gran profundidad. Estos
por el Eufrates, el Tigris y el Diyala, fenóm enos se observan tam bién y en
ju n to con un elevado gradiente del m ayor m edida en la zona de m aris­
perfil contribuyen a form ar riberas mas, donde a la arqueología le resulta
altas que, u na vez desbordadas por im p ra c tic a b le estab le cer c u a lq u ie r
las crecidas, dan lugar a in u n d acio ­ hipótesis en relación a los ase n ta­
nes catastróficas. Frente a esta situa­ m ientos.
ción invernal gran parte de los res­ En u n a segunda etapa se ocuparía
tantes cursos fluviales son estaciona­ el delta. A quí la existencia de peque­
les, secándose en verano. ños e innum erables cauces facilitó la
irrig a c ió n de los cam pos. P ara su
aprovecham iento agrícola debió h a ­
6.5. Las mesetas desérticas berse alcanzado previam ente un n i­
y las terrazas fluviales vel suficiente de organización social,
Estas áreas se caracterizan por la difi­ así com o conocim ientos técnicos su­
cultad del aprovecham iento del agua periores a los requeridos para la ex­
para el riego, p o r estar la superficie de plotación del estuario. Se debía abrir
los terrenos m uy elevada sobre el ni­ brechas en los terraplenes ribereños
vel de la cuenca, así com o por discu­ que se h ab ían ido form ando n atu ra l­
rrir el nivel freático a relativa p ro ­ m ente para que, a través de ellas y
fundidad. con u n a m ínim a labor de canaliza­
Sumer y Akkad 15

«Estandarte de Ur». La guerra y la paz


(hacia 2685 a.C.)
M useo U niversidad de Pennsylvania

ción, las aguas p udieran in u n d ar los sólo pudo ser explotada y colonizada
cam pos. El asentam iento m ás anti­ en u n a tercera etapa, cuando hacia el
guo conocido, ya que habría sido fun­ 2600 a.C. las tribus sem íticas semise-
dado con anterioridad al período de dentarias de estirpe acadia se asenta­
El-O beid (c. 4300-3500 a.C.), es el de ron aquí. Pero sólo se lograría su ple­
Eridú, que está situado precisam ente no rendim iento cuando el grueso de
en el extrem o sur del delta, lo que p a­ la población se fue trasladando p au ­
rece confirm ar la teoría de que el p ro ­ latinam ente a esta zona hacia el siglo
ceso del p o b lam iento se realizó de XIX a.C.
sur a norte. Por sus facilidades para el La explotación de las mesetas de­
cultivo esta zona del delta fue el cen­ sérticas y de las terrazas fluviales exi­
tro de la actividad agrícola, y por tan ­ ge el conocim iento de técnicas depu­
to de la vida u rbana, hasta el segundo radas de elevación del agua, para sal­
m ilenio a.C. var el escalón de casi diez metros con
La llan u ra fluvial perm ite el desa­ respecto al nivel de los ríos. Esta tec­
rrollo de am plios pastizales, pero las nología no se logró hasta plena época
avenidas tum ultuosas e imprevisibles asiría, y así la com pleta ocupación y
exigen un m ayor esfuerzo y dom inio aprovecham iento del área de las te­
técnico p ara lograr un pleno aprove­ rrazas no tuvo lugar hasta aproxim a­
cham iento agrícola. Por tanto este área dam ente el 1100 a.C.
16 A kal Historia del M undo Antiguo

II. La época predinástica

1. Los inicios de la terior y tuvieron unas consecuencias


tan trascen d en tales en la p osterior
civilización en el trayectoria histórica que seguiría la
Próximo Oriente h u m an id ad que, para su descripción,
ju stific an la ado p ció n del térm ino
Dos grandes ideas extraerem os com o «revolución» usado p o r V. G ordon
resum en del análisis de las condicio­ Childe. Sin em bargo, y a pesar de teo­
nes m edioam bientales de M esopota­ rías excesivam ente sim plistas, esto no
mia que resultan m uy ilustradoras a debe llevam os a suponer que los cam ­
la hora de entender el proceso del po- bios fueron instantáneos; antes al con­
blam iento de este área. E n prim er lu ­ trario, fue necesario un largo proceso
gar, el p an o ram a de B abilonia no era evolutivo para que, paulatinam ente,
tan idílico com o tradicionalm ente se surgieran esta serie de innovaciones y
nos ha querido hacer ver, ya que las avances. Adem ás, este largo proceso
condiciones naturales eran muy du­ no se produjo de form a continua, ni
ras y, para su aprovecham iento, exi­ afectó de igual m anera a todas las re­
gieron un gran esfuerzo de organiza­ giones próxim o-orientalcs.
ción y adaptación. E n segundo lugar, Podem os retrotraer el inicio de es­
y sin que ello suponga una contradic­ tos cam bios a fines del Paleolítico. La
ción con lo anterior, u n a vez lograda últim a glaciación cuaternaria conclu­
la adaptación al m edio, y su transfor­ yó h ac ia el 8000 a.C. ap ro x im a d a­
m ación por el trabajo y los avances m ente; com o consecuencia de ello la
técnicos, este territorio perm itía unos fauna fría, base de la econom ía y la
elevados rendim ientos y la constitu­ cultura m agdaleniense, se desplaza­
ción de excedentes, que están en la ron hacia el norte. A partir de enton­
base del crecim iento poblacional y de ces divergen de m anera clara las tra­
la constitución de civilizaciones so­ yectorias históricas de las diferentes
cialm ente diferenciadas y tecnológi­ regiones que constituyen Eurasia, y
c a m e n te d e s a rro lla d a s , d e fin itiv a ­ que hasta entonces habían sido prác­
m ente superiores. ticam ente uniform es. E n E uropa el
Las transform aciones que tuvieron M esolítico supone u n a civilización
lugar en M esopotam ia son de tal al­ económ icam ente en regresión, lo que
cance, suponen unos cam bios tan ra­ tiene su reflejo en u n a clara dism inu­
dicales con respecto a la situación an ­ ción de la población y en un empo-
Sumer y Akkad 17

brecim iento de la cultura m aterial.


En el Próxim o O riente, por el con­
trario, com ienza en unas fechas en
torno al 7000 a.C. ese largo y gradual
proceso de sustitución de la econo­ Diosa arcaica
m ía de recolección por la econom ía
productora, definido por G ordon Chil-
de com o la «revolución neolítica». A
partir de ahora el hom bre no se verá
totalm ente condicionado por los ava-
tares de la naturaleza y las posibilida­
des de subsistencia del medio, sino
que podrá influir de m anera más de­
cisiva en su propio destino. De reco­
lector y cazador, actividades que no
se ab an d o n aro n p o r com pleto en la
nueva etapa, el hom bre se transform ó
en agricultor y ganadero. Pero el p ro ­
ceso no concluyó ahí; el paulatino
afianzam iento de la econom ía de pro­
ducción, frente a la de mero consu­
mo, trajo com o consecuencia una se­
rie de nuevos avances y d esc u b ri­
m ientos en cadena.
El proceso de neolitización no tuvo
su origen, sin em bargo, en la Baja
M esopotam ia, ya que este área no
reunía unas condiciones naturales lo
suficientem ente idóneas com o para
perm itir una agricultura rudim enta­
ria, propia de un neolítico incipiente.
Los prim eros yacim ientos detectados
de esta etapa se situán en las zonas de
alturas m edias de las fronteras del
Próxim o Oriente, donde se localizan
los yacim ientos de Jericó en Palesti­
na, Ugarit en la costa siria, Catal Hü-
yiik y, p o sterio rm e n te , H a c ila r en
A n ato lia y Jarm o en el K urdistán.
Las innovaciones se fueron p ro p a­
gando desde estas zonas, donde exis­
ten las condiciones más idóneas para
el desarrollo natural de los cereales, a
las áreas bajas p or donde discurren
los ríos Tigris y Eufrates, y de allí al
resto del m undo conocido. En el 6000
a.C. o poco después ya encontram os
los prim eros asentam ientos neolíticos
establecidos de m anera perm anente
en el valle. H assuna, en Asiría, es el
yacim iento prototípico m ás antiguo
conocido en esta zona.
AkaI Historia d el M undo Antiguo

El «templo blanco» sobre un Zigurat


(Hacia 3500-3000 a.C.)
U ruk

2. La evolución histórica seguir y tam b ién im p o sib ilitará en


gran m edida el h allar la respuesta a
de la Baja Mesopotamia m uchas, tal vez las m ás significativas,
durante la época de entre las cuestiones que se p la n ­
tean. Pese a ello estam os ahora en
predinástica condiciones de diseñar, aunque sólo
U na realidad previa de la que debe­ sea a grandes rasgos, el proceso histó­
mos partir, y que no debe apartarse rico seguido por las poblaciones asen­
de nuestra vista, consiste en el hecho tadas en la Baja M esopotam ia.
de que en tre los m uchos in co n v e­ Esta región fue poblada en una eta­
nientes con que debe enfrentarse el p a relativam ente tardía en relación
historiador a la h o ra de in ten tar re­ con el resto del Creciente Fértil, no
construir el pasado m ás rem oto de la h ab ién d o se detectado ningún yaci­
antigua M esopotam ia, el prim ero y m iento paleolítico. El nivel freático
básico de entre ellos se refiere a la p lantea serios problem as a la investi­
p arq u ed ad de fuentes y a que éstas, gación arqueológica, siendo el asen­
p ara estos prim eros m om entos, son tam ien to m ás antiguo conocido en
de carácter estrictam ente arqueológi­ este área el del Tell de Abu Shah rein,
co. Ello condicionará substancialm en­ donde se han excavado templos y otros
te los resultados que podríam os con­ edificios públicos. Este sería el em-
Sum er y Akkad 19
plazam iento de la ciudad de Eridú,
que los sum erios muy significativa­
m ente estim ab an com o la prim era
del m undo. Tras las cam pañas desa­
rrolladas p or F. Safar y S. Lloyd se
pudo deducir u na datación para este
y ac im ien to que p u ed e re m o n ta rse
hasta el sexto m ilenio, así com o su
adscripción al círculo de Tell Halaf,
cultura que alcanzaría su apogeo h a­
cia el 4500 a.C.
Desde entonces y hasta la época
protodinástica, en que las fuentes lite­
rarias nos perm iten salir del an o n i­
m ato de la Prehistoria, conocer con
m ay o r d etalle la evolución de los
acontecim ientos históricos, y con ello
la sucesión de dinastías reales, se de­
sarrolla la den o m in ada época predi-
nástica. Esta etapa concluiría hacia el Planta del «templo blanco» sobre
2900 a.C. y ha sido dividida por los su Zigurat
arqueólogos en tres períodos, que re­ (Según H. Frankfort)
ciben su nom bre de los yacim ientos
donde prim ero o de una forma más pantanosos, con lo que creció enor­
nítida fueron individualizados: m em ente la superficie de las áreas
— Período de El-Obeid: 4400-3700 cultivables.
a.C. Las explotaciones agrícolas se b a ­
— Período de Uruk: 3700-3000 a.C. saban en el trabajo de núcleos fam i­
— Período de D jem detN asr: 3100- liares organizados en pequeños po­
2900 a.C. blados autosuficientes, repartidos por
el territorio y cuyas funciones y for­
2.1. Cultura de El-Obeid m as de organización eran similares
Esta etapa recibió el nom bre de un en todos ellos. Los escasos excedentes
pequeño yacim iento situado a 7 kms. de la producción de estos pequeños
al occidente de la ciudad de Ur, exca­ núcleos fam iliares se intercam biaban
vado p o r H.R. H all y luego por L. norm alm ente en el interior de los pro­
Woolley; pero se docum enta cultural­ pios p o b lad o s, sin so b re p a sa r sus
m ente tam bién en otros m uchos en ­ límites.
claves de la Baja M esopotam ia, ya A rqueológicam ente, com o la ante­
que prácticam ente todas las grandes rior etapa de Eridú, se caracteriza es­
ciudades rem ontan sus orígenes a es­ ta época por su cerám ica, ahora de
tos momentos. Cronológicamente abar­ color m arrón o m ás raram ente rojizo.
caría aproxim adam ente del 4400 al Las decoraciones son fundam ental­
3700 a.C., siendo u n a de sus caracte­ m ente de carácter geométrico, au n ­
rísticas más llam ativas el que ahora, que tam bién existen representaciones
a diferencia de etapas anteriores, es el naturalistas, de form as más com ple­
sur m esopotám ico el que tom a cultu­ jas que las de la anterior fase de Eri­
ralm ente la iniciativa. dú. El escaso control técnico sobre los
Esta prim acía del sur se correspon­ hornos cerám icos hace que los reci­
de con un aum ento de la producción, pientes se sobrecalienten, con lo que
debido a que ya se h ab ían iniciado la arcilla llega al punto de vitrifica­
las labores de drenaje de los terrenos ción, adquiriendo una tonalidad ver-
20 Aka! Historia d el M undo Antiguo

El Próximo Oriente desde el 10000 al 2000 a.C. (I)

Fechas Egipto Mesopotamia Elam Levante Anatolia


a.C.

9000 Hacia 10000-9000: Natufiense


Paleolítico

8000 Hacia 8000: Hacia 8500-7000:


comienzo del Mureybet
Neolítico
Hacia 7500: Jericó
(Neolítico A
precerámíco)

7000 Hacia 7000: Jericó Catal Hüyük


(Neolítico B
precerámíco)
Hacia 6300: Jarmo

6000 Hacia 6000:


adopción de
la cerámica
Hacia 5700-5400: Tahuniense
Epoca de Hassuna
en el Norte Hacilar

5000 Tasiense Hacia 5500-5000: Yacimientos


Epoca de Samarra de Susiane
en el Sur (Djaffarabad...)
Badariense Epoca de Tell Halaf
Apogeo hacia 4500 Yarmukiense
en Jericó

4000 Hacia 4000-3500: Hacia 4400-3700: Fin V milenio:


Nagada I Epoca de El-Obeid fundación de Susa
época amratiense Hacia 3700-3000: cerámica llamada
Epoca de Uruk de Susa I
Hacia 3500-3100: civilización Susa, época
Nagada II protourbana protourbana
época gerzeense
Ka
Den
Narmer
Hacia 3100: Hacia 3300:
aparición de la Uruk, nivel IV b
escritura aparición de la
escritura

3000 Hacia 3100-2700: Hacia 3100-2900: 3100-2800:


Epoca Tinita Epoca de Susa
1.a Dinastía: Djemdet-Nasr época protoelamita
Aha-Ménes civilización
Djer protourbana
Hacia 3100-2900 reciente
El rey Serpiente
(Uadji)
Den
Adjib
Semerkhet
Oa
Sum er y Akkad 21

El Próximo Oriente desde el 10000 al 2000 a.C. (II)

Fechas Egipto Mesopotamia Elam Levante Anatolia


a.C.

II Dinastía: Peribsen Epoca de las Byblos: presencia


hacia 2900-2700 Dinastías Arcaicas de egipcios
Khasekhemuy I hacia 2900-2750 templo de la
hacia 2700-2200: II hacia 2750-2600 «señora de Byblos»
Antiguo Imperio

III Dinastía: Djeser


2700-2650

IV Dinastía: III a hacia


2500 hacia 2620-2500: 2600-2500
Snéfru Mesalim
Keops
Didufri
Kefrén
Micerino

V Dinastía: III b hacia 2500-2330 Hacia 2400:


hacia 2500-2350: Epoca de las Dinastía d'Awan Reino de Ebla
Userkaf tumbas reales de Ur en Siria del Norte
Neferirkaré Lagash: (según G. Pettinato)
Niuserre Ur-Nanshe
Djedkaré-lsesi Eanatum
Unas Entemena
Urukagina
Umma:
Lugaslzagessi

VI Dinastía: Hacia 2330-2150: Hacia 2300:


hacia 2350-2200: Epoca de Akkad destrucción de las
Pépi I Sargón ciudades de
Troya II
Pépi II Rimush Palestina por
Manishtusu Hacia 2200: Hacia 2200:
amorritas
Puzur-in- Tumbas reales
Naram-Sin
Sharkalisharri Shushinak de Alaga Huyuk

Primer período Invasión de


intermedio hacia los guti:
2200-2060 Anarquía
VII, VIII, IX, X, Hacia 2150-2000:
comienzo XI Epoca neo-sumeria
Dinastías: Khéti Lagash:
hacia 2100 Ur-Bau
Gudea
Ur: III Dinastía
Ur-Nammu,
fundador

Hacia 2060-1786: Shulgi Dominio de Ur


Imperio Medio Amar-Sin
Fin XI D in a s tía : Shu-Sin Dinastías locales
Hacia 2060-1991 Ibbi-Sin
Nebhépetré-
Mentuhotep Invasiones amorritas
Séankhkaré-
Mentuhotep
22 A kal Historia del M undo Antiguo

de oscura e incluso, por el excesivo La Lista Real Sumeria


calor, llegando a veces a deform arse
el recipiente. «En-me-barage-si, el que trajo como botín
N o podem os p asar por alto entre las armas de la tierra de Elam, fue rey y rei­
las innovaciones técnicas el inicio de nó 900 años; Aka, el hijo de En-me-bara-
ge-si, reinó 625 años. 23 reyes reinaron
una incipiente m etalurgia, basada en sus 24.510 años, tres meses y tres días y
el trabajo del cobre con el cual se rea­ medio. Kish fue herida por las armas; la
lizaban los más diversos objetos, de realeza fue elevada a Eanna.
carácter fu n d am en talm ente su n tu a ­ Mes-kiag-gasher, hijo de Utu, fue sumo
rio, p o r el procedim iento del m arti­ sacerdote y rey, y reinó 324 años. Mes-
llado. kiag-gasher fue al mar, y salió (de él) hacia
La arqueología nos docum enta la las montañas. En-mer-kar, el hijo de Mes-
existencia de creencias religiosas p ro ­ kiag-gasher, rey de Uruk, el que construyó
fundam ente arraigadas, tanto p o r la Uruk, fue rey y reinó 420 años; el divino
Lugal-banda, un pastor, reinó 1.200 años;
abu n d an cia de figurillas de terracota el divino Dumuzi, un... — su ciudad (era)
rep resen tan d o a la «diosa m adre», Ku’a(ra)— , reinó 100 años; el divino Gilga-
com o por la existencia de tem plos, los mesh — su padre era un genio lillú— , un
edificios arquitectónicos m ás signifi­ alto sacerdote de Kullab, reinó 126 años...»
cativos y m ejor diferenciados dentro
de los poblados que, com o precurso­ (Col. II, 35 - III, 20)
res de los posteriores zigurats o tem ­
plos escalonados, se construyeron so­ anteriores. A hora los recipientes se
bre una terraza artificial. Si bien en elaboran con ayuda del torno rápido
un principio eran m uy sencillos, for­ y n o rm alm en te carecen de decora­
m ados p or un a hab itación no supe­ ción, au n q u e tam bién se constatan
rior a los 3 m. de lado, la p lan ta se iría cerám icas pintadas de color rojo, gris
co m p lican d o p a u la tin a m e n e y a u ­ o negro con la superficie b ruñida.
m e n tan d o el n ú m ero de estancias. O tro rasgo arqueológico típico es la
Com o m aterial constructivo se utilizó desaparición de las figurillas de terra­
el ladrillo ya desde u n a etapa m uy cota y otros pequeños objetos, tan
tem prana. abundantes en épocas anteriores.
Podem os considerar que en estos
2.2. La época de üruk m om entos la cultura sum eria se halla
La siguiente fase en la evolución his­ plenam ente form ada y ha adquirido
tórica de la Baja M esopotam ia recibe sus rasgos definitivos, culm inando con
el nom bre de la ciudad sum eria de dos innovaciones trascendentales en
Uruk, la m oderna Warka. Allí los ar­ la historia de la hum anidad: el surgi­
queólogos alem anes N. N ôldcke, J. m iento de la ciudad y la aparición de
Jordan y, posteriorm ente, H.J. Leuzen la escritura, tem as de gran im portan­
identificaron dieciocho niveles arcai­ cia y a los que, de m anera porm enori­
cos, hab ien d o proporcionado los cin­ zada, dedicarem os los próxim os ca­
co m ás antiguos (XV1IÏ al XIII) cerá­ pítulos.
m icas correspondientes a las culturas T radicionalm ente se había supues­
de Eridú y El-Obeid. to (K. W ittfogel) la existencia de unas
Tras u n a etapa de transición, muy relaciones causa-efecto en la necesi­
breve y correspondiendo a los niveles dad de las canalizaciones y el surgi­
XIV al XII com ienza la que, desde el m iento de las ciudades. Sin em bargo
punto de vista cultural, se ha definido hoy estam os en condiciones de afir­
más específicam ente com o etapa de m ar que estas labores de drenaje fue­
Uruk. A rqueológicam ente se la iden­ ron haciéndose más complejas y abar­
tifica p or la aparición de u n a cerám i­ cando zonas m ás am plias, hasta co n ­
ca totalm ente diferente a la de etapas cluir con la construcción de grandes
Sumer y Akkad 23
canales, a la p ar y no antes de que au ­
m entasen las dim ensiones de los p o ­
blados y cam biase su funcionalidad.
E n cualquier caso, y aunque con un
alcance todavía local, cobraron ahora
un m ayor im pulso las labores de dre­
naje de las áreas pantanosas, con las
consecuencias co n catenadas que se
venían observando ya en etapas ante­
riores: aum ento de la producción y
del núm ero de habitantes, que se fue­
ron co n cen tran d o en los poblados,
co n lo q u e ésto s a u m e n ta ro n de
tam año.
Precisamente la m ayor de estas con­
centraciones era la ciudad de Uruk,
m uy superior en extensión a lo nor­
m al en los antiguos poblados, ya que
se ha calculado que ocuparía una su­
perficie de unas 80 Ha., de las cuales
un gran porcentaje, aproxim adam en­
te un tercio del total, estaría constitui­
da p or edificios públicos, fundam en­
talm ente templos. La m isión alem ana
pudo identificar gran parte de estos
edificios, entre los que destacan el
Templo Blanco, p o r estar sus m uros
pintados externam ente de este color,
el tem plo del E an n a y el zigurat de la
diosa In an n a, que la tradición atribu­
ye al héroe mítico G ilgam esh.
El nivel V del gran tem plo del E an ­
na se ha considerado com o la etapa
en la que se inició la construcción de
los prim eros grandes edificios públi­
cos, así com o es precisam ente en el
nivel IV, con una cronología de hacia
el 3300 a.C., donde se h an encontrado
los m ás antiguos testim onios escritos
de la h um anidad.

2.3. La etapa de Djemdet-Nasr


Esta etapa es una continuación es­
tricta de los últim os m om entos de la
cultura de U ruk, de la que puede con­
siderarse u n a fase m ás, correspon­
diente al nivel III del E an n a de Uruk.
Se la define tam bién com o etapa pro-
toliteraria p o r corresponder a ella los
prim eros estadios del sistem a de es­ Vaso esculpido de Uruk
critura sum erio, de carácter aún pic­ (3500-3000 a.C.)
tográfico. M useo de Iraq, Bagdad
24 Akal Historia del M undo Antiguo

A esta m ism a fase de D jem det N asr de la llanura y con una anchura de
o protoliteraria corresponden los se­ u n o a dos Km. Los m ás antiguos
llos m ás antiguos encontrados, p ri­ asentam ientos hum anos se solían si­
mero de form a p lan a y luego cilindri­ tu ar precisam ente en estos diques n a­
cos, que servían p ara que, im presos turales form ados por el proceso de se­
sobre los recipientes una vez cerra­ dim en tació n fluvial típico de estas
dos, g arantizasen la in alterab ilid ad zonas.
de su contenido, siendo por tanto su G racias a su situación, próxim a a
finalidad la de facilitar el funciona­ los cursos de agua y protegida de las
m iento del sistem a productivo agili­ inundaciones, la m ayoría de los asen­
zando los intercam bios comerciales. tam ientos situados sobre los diques
fueron ad q u irien d o una progresiva
m ayor im portancia, según un proceso
paulatino que enunciam os con ante­
rioridad, convirtiéndose en las locali­
dades p rincipales de los diferentes
asentam ientos que definíam os como
poblados.
Esta dualidad dentro de un mismo
territorio entre la ciudad y los pobla­
dos no se refiere solam ente a las dife­
rentes dim ensiones de estos núcleos,
sino que supone tam bién una dife­
renciación cualitativa entre am bos,
b asada en su respectiva funcionali­
dad y en una subordinación de los
poblados a las ciudades. En esta d u a­
lidad ciudad-poblado se fundam enta
la trascendental revolución urbana,
que supone en esencia y esquem áti­
cam ente las siguientes tran sfo rm a­
ciones:
— D iversificación y esp ecializa­
ción de la producción, centrándose
Cabeza femenina de Uruk las actividades de transform ación en
(3500-3000 a.C.) la ciudad, donde a la par aparecen
M useo de Iraq, Bagdad
nuevas técnicas, entre las que debe­
3. La revolución urbana mos citar la de la m etalurgia, com o
una de las de mayores consecuencias
El térm ino acuñado por V. G ordon para el futuro.
C hilde para designar el segundo gran — Com o resultado de los avances
salto cualitativo en la historia cultu­ tecnológicos aum entaron los rendi­
ral del Próxim o O riente nos sirve p a ­ m ientos de los cultivos hasta consti­
ra titular este parágrafo en el que tra­ tuir excedentes.
tarem os del surgim iento de las ciuda­ — El superavit de productos agrí­
des en la Baja M esopotam ia. colas perm itió que existiesen perso­
D urante las crecidas de los ríos las nas liberadas de las labores agrícolas
aguas se d esbordaban y depositaban y dedicadas a las ya citadas activida­
los sedim entos sobre am bas orillas, des artesanales de transform ación, lo
form ándose un as elevaciones o d i­ que supuso una paulatina y progresi­
ques paralelos al cauce con una altu­ va división social del trabajo.
ra de uno a dos m etros sobre el nivel — P aralelam ente los trabajos del
Sumer y Akkad

Plano de Nippur
(1500 a.C.)

sector prim ario vieron com o su acti­ definida de la com unidad, con una
vidad era valorada socio-económ ica­ jerarquización en el acceso al poder y
m ente por debajo de la de las perso­ la tom a de decisiones.
nas dedicadas a las actividades de — Este poder político, por supues­
transform ación. Esta incipiente jerar- to concentrado en las ciudades, radi­
quización económica se agudizó cuan­ caba en el tem plo, cuya actividad no
do, p o r el desarrollo de los asenta­ era únicam ente cultural, puesto que
mientos, se fueron haciendo más com­ en ellos se centraban tam bién el m a­
plejas las actividades dirigidas a la yor porcentaje de las actividades eco­
organización y adm inistración de la nóm icas de transform ación, alm ace­
colectividad. El personal dedicado a nam iento y comercialización, así como
las actividades burocráticas («funcio­ la adm inistración de la com unidad,
narios»), de defensa (policías y m ili­ surgiendo de allí las decisiones que
tares) y de control ideológico de la afectaban a la totalidad del cuerpo
po b lació n (sacerdotes) ocuparían a social.
partir de entonces los escalones más — El proceso de concentración del
elevados de la sociedad. poder político no concluyó en el seno
— El resultado fue la configura­ de la m ism a ciudad, puesto que de­
ción de una organización política bien sem bocó en la form ación de organi-
26 AkaI Historia del M undo Antiguo

zaciones políticas superiores a la ciu­ 9,5 Km. de longitud con más de 900
dad, que llevarían a la constitución torres de defensa sem icirculares, que
de las prim eras organizaciones de ti­ servían de refugio y protección a la
po estatal. com unidad. Las m urallas aseguran la
Este proceso, que de una m anera eternidad de la ciudad a la p a r que
esquem ática hem os intentado descri­ sim bolizan la frontera entre el orden
bir, y que fue el resultado de una lar­ y la organización internos y el caos
guísim a evolución, llevó aparejada la exterior. La ciudad es un rem anso de
asunción p o r parte de la ciudad de un paz y seguridad, donde todo está or­
núm ero cada vez m ás elevado y di­ ganizado, frente a los peligros de los
versificado de funciones, que no se territorios sin cultivar de las estepas y
d eten ían en las m eram ente econó­ m ontañas, donde reina la inseguri­
micas. dad y de donde proceden las am en a­
En prim er lugar un o de los elem en­ zas de destrucción.
tos m ateriales que caracterizan a la La ciudad es un don divino y fue
ciu d ad es su c in tu ró n am urallado, considerada siem pre com o obra de
que en el caso de U ruk llegaba a los los dioses, incluso aunque éstos inter­

Tablilla de contabilidad de la época arcaica


(3000-2500 a.C.)
Sumer y Akkad 27
viniesen por interm edio de los reyes, 4. Las actividades de
sus representantes en la tierra. Los
sum erios asignaban a la divinidad un intercambio y la difusión
papel clave en las actividades p ro ­ de la civilización sumeria
ductivas, com o protectora de la co­
m u n id ad y la única capaz de hacer A la p ar del surgim iento de las ciuda­
funcionar o rdenadam ente a la colec­ des las actividades de intercam bio se
tividad. La benevolencia de los dioses vieron profundam ente m odificadas,
se consideraba estrictam ente necesa­ no solam ente en lo que se refiere al ti­
ria, de form a consciente o no, para po y volum en de los productos, sino
que los cam pos fructificaran, con lo tam bién a la form a en que se estable­
que era tan im portante para la pro­ cen estos intercam bios y a la exten­
ductividad de la tierra el realizar ple­ sión de los circuitos comerciales. Tras
garias a la divinidad com o sem brar, la definitiva configuración de la civi­
el edificar un tem plo com o construir lización sum eria com o una civiliza­
un canal de drenaje. ción de base u rb an a se estableció un
El tem plo es, p o r consiguiente, el prim er nivel de intercam bios que su­
segundo elem ento arquitectónico que ponía el com ercio de los productos
sim boliza y caracteriza a la ciudad y, agrícolas de los poblados y de las m a­
en m uchos casos, fue el núcleo agluti­ terias elaboradas o m anufacturas que
nante a p artir del cual éstas se fueron la ciudad, único lugar que contaba
desarrollando. Es la residencia de la con la tecnología y la capacidad de
divinidad y a la p ar sede de la reale­ organización requeridas, producía.
za. Ello resulta de la concepción por U n segundo nivel supuso el esta­
la cual las ciudades sum erias pertene­ blecim iento de un com ercio de m ayor
cen a la vez al m undo de los dioses y radio de acción en busca fundam en­
al de los hum anos, sin que aparezca talm ente de los m inerales y m ateria­
ninguna incom patibilidad o disconti­ les de construcción y ornam entales
n uidad entre am bos planos, prueba, de que Sum er carecía, lo que obliga­
com o dice F. Brüschweiler, que para ba a la organización de grandes ex­
los sum erios prevalecía la im agen de pediciones.
un universo que englobaba todos los La inclusión del sur m esopotám ico
aspectos de lo perceptible en una rea­ en una vasta red com ercial ejerció
lidad única y sin ruptura. una influencia decisiva sobre toda su
Pero ju n to a la d ivinidad se en ­ econom ía, y que si bien supuso unos
cuentra el rey, representante en la tie­ niveles de prosperidad hasta enton­
rra de la potestad divina y sin cuya ces no alcanzados, a la p ar introdujo
existencia no tiene sentido la ciudad. un factor de inestabilidad en el m o­
Las m isiones del rey, com o rector y mento en que ese intercam bio de mer­
guía de la com unidad, son las de con­ cancías, base de la potencia de las
trolar la producción y adm inistrar los ciudades sum erias, dejase de funcio­
recursos económ icos, encargándose n a r norm alm ente.
para ello de las grandes obras públi­ Este correcto funcionam iento se de­
cas y de los intercam bios, edificar y bía b asar en gran m edida en el con­
engrandecer los edificios religiosos, trol sobre todas las regiones incluidas
que, como sedes de la divinidad, son el en los circuitos com erciales sumerios,
corazón de la ciudad y la razón de ser para lo cual las ciudades no contaban
de su existencia, cu idar de la adm i­ con recursos suficientes. Por ello el
nistración de la justicia y del m ante­ nivel de progreso y relativo bienestar
nim iento del orden establecido en el alcanzado por la civilización sumeria
interior, así como de la seguridad fren­ se hizo vulnerable, no sólo a las crisis
te a las am enazas externas. internas, sino tam bién a toda distor-
28 AkaI Historia dei M undo Antiguo

Lista de las principales ciudades de la Baja Mesopotamia


según las inscripciones y listas reales

Babilonia meridional Babilonia central Babilonia septentrional

Uruk Surrupak Kish


Ur Adab Akshak
Lagash Nippur Sippar
Umma Larak
Eridú
Larsa
Badtibira

sión en los centros de aprovisiona­ conocido, problem a que se com plica


m iento del extranjero, así com o en las al existir varios dialectos no bien iden­
ru tas com erciales. E sta su b o rd in a ­ tificados. Siguiendo la descripción de
ción económ ica con respecto a los Kram er, esta lengua consta de seis vo­
asuntos exteriores se hizo aún m ayor cales, tres abiertas (a, e, o) y las tres
cuando las ciudades se engrandecie­ cerrad as correspondientes (à, é, u),
ron hasta tal punto que los recursos que se iban m o dificando según la
de las regiones vecinas no podían ase­ norm a de la arm onía vocálica y que a
g u rar su ap ro v isio n am iento, y éste m enudo podían elidirse. Las conso­
dependía entonces del establecim ien­ nantes por su parte eran quince (b, d,
to de u na inestable y extensísim a red g, p, t, k, z, s, sh, ch, r, 1, m, n, ñ). La
com ercial sobre ám bitos no controla­ frase se com pone norm alm ente de las
dos políticam ente. siguientes partes:
U n resultado secundario de estas 1. U na serie de sustantivos com ­
actividades de intercam bio, que fue plejos que pueden estar form ados o
de trascendental im portancia para la bien sólo por un nom bre, o bien por
historia futura del Próxim o Oriente, u n nom bre con todos sus m odifican­
es la difusión, ya desde la época de tes com o genitivos, adjetivos, cláusu­
Uruk, de la cultura sum eria por todos las de relativo y pronom bres posesi­
los ám bitos vecinos a M esopotam ia, vos. Estos sustantivos pueden consti­
desde el interior de A natolia y la cos­ tuir, en relación con el predicado, un
ta sirio-palestina hasta el Irán, sin sujeto, objeto directo, objeto dim en ­
que ni siquiera Egipto escapase a este sional u objeto indirecto.
im pacto cultural. Entre otros m uchos 2. Las partículas gram aticales que
ejem plos que podríam os citar, la ciu­ expresan las relaciones entre sustan­
dad de Ebla, de tanta actualidad por tivo y predicado, colocadas siem pre
sus sorprendentes archivos y su pecu­ al final y
liar cultura, es uno de los resultados 3. El predicado que consiste en la
m ás espléndidos de la fructificación ra íz verbal p re ced id a de u n a p a r­
de la civilización sum eria en ám bitos tícula tem ática y u n a serie de infijos
m uy alejados de los que le vio nacer. que indican las relaciones entre la
raíz y los sustantivos.
Frente a la lengua, que acabam os
5. El origen de la escritura de describir sum ariam ente, la escritu­
La lengua sum eria es una lengua aglu­ ra, inventada, desarrollada y genera­
tinante que, al no ser flexional, se di­ lizada por los sum erios no es un he­
ferencia de las lenguas de raíz in ­ cho natural, sino la consecuencia de
doeuropea o sem ítica, y a la que no se la adquisición de un grado elevado
le ha encontrado ningún parentesco de desarrollo cultural.
Sumer y Akkad 29

El desarrollo de la escritura cunei­ lidas de bienes, su descripción, desti­


forme sum eria, con su triple peculia­ no, y vías y form as de intercam bio.
ridad de ser sem iideográfica, semifo- Para solucionar estas cuestiones sur­
nética y polifónica, y su aceptación gieron los precedentes de lo que po­
general com o m edio de co m u n ica­ dem os considerar el p rim er sistema
ción p o r todos los pueblos civilizados genuino de escritura. La escritura su­
del Creciente Fértil no fue debido úni­ meria com enzó siendo un sistema pic­
cam ente a u n a intuición genial, sino tográfico. Esta fue la prim era tentati­
a un proceso de gestación largo y com ­ va con la que, de una m anera siste­
plicado. C om plicación que los súm e­ m ática, se intentó fijar el lenguaje.
n o s sim bolizaron en la atribución de C ada signo o pictografía consistía en
esta invención a los dioses. el dibujo de un objeto fácilmente iden-
En Sumer, en la segunda m itad del tificable, que representaba una pala­
IV m ilenio, la adm inistración había bra cuyo significado era el del objeto
llegado a un nivel de com plejidad tal d ib u jad o o algo m uy directam ente
que sobrepasaba las posibilidades de relacionado con él. Este sistema no
un control memorístico. Los poderes resulta descifrable para nosotros en
del estado d eb ían conocer en todo la totalidad de los casos, ya que los
m om ento el registro de entradas y sa­ signos no poseen un significado uní-

u i
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mméim,

Tablilla arcaica
(3000-2800 a.C.)
30 A kal Historia del M undo Antiguo

voco y sólo tenían el valor de auxiliar


de la capacidad finita de la m em oria
para personas que de antem ano esta­
b an al corriente de lo que los signos
representaban.
U n sistem a de este tipo adolecía de
una serie de defectos para un uso ge­
neral y universalm ente aceptado: los
signos m uchas veces eran m uy com ­
plicados, podían ser interpretados en
ocasiones de m últiples m aneras, eran
incapaces de representar cuestiones
abstractas y su gran núm ero dificulta­
ba el aprendizaje de tal sistem a de re­
presentación escrita. En la solución
de estos problem as p o r u n a parte los
escribas fueron sim plificando los sig­
nos y haciéndolos m ás convenciona­
les, con lo que acab aron p o r m odifi­
car su antigua apariencia sin perder
su aceptación general. A ello contri­
buyó el hecho de que el m aterial más
generalm ente utilizado com o soporte
de la escritura fuera la tablilla de ar­
cilla, que se prestaba m al a la repro­
ducción rápida de dibujos de contor­
nos sinuosos. Así surgieron los signos
que, desde com ienzos del siglo XVIII, Tablilla de arcilla que recoge
y por su apariencia se denom inaron recetas médicas
cuneiform es. Por otra parte se supri­
m ieron los dos tercios de un total de de la escritura pueden calificarse co­
unos 20.000 signos, que se ha supues­ mo de revolucionarias en cuanto que
to que existiría originalm ente. Esta im pulsó hacia adelante la adm inis­
drástica reducción se llevó a cabo por tración y facilitó sobrem anera la o r­
varios procedim ientos, com o el de uti­ ganización de la sociedad y de la pro­
lizar un solo signo para nociones pró­ ducción. Pasar de la tradición oral a
xim as e incluso para todos los hom ó­ la tradición escrita no suponía sola­
nim os o, en un proceso de im portan­ m ente cam b iar el m odo de com uni­
tísim as co n se cu en c ia s, su stitu ir el cación entre los hom bres, sino tam ­
valor ideográfico de los signos p o r su bién transform ar fundam entalm ente
valor fonético, lo que se vio favoreci­ la propia cualidad de sus mensajes, la
do por la estructura aglutinante de la m anera de verlos y recibirlos y, en re­
lengua sum eria. A p artir del m om en­ sum idas cuentas, la propia m anera
to en que el signo escrito se refiera no de pensar. Todo m ensaje escrito que­
ya a un objeto, sino a u n sonido, será daba fijado y, por ese m ism o hecho,
posible fijar p or escrito la lengua si­ se h acía in d ep en d ie n te del que lo
guiendo su propio sistem a lingüísti­ em itió y estaba a la disposición de
co. Lo que necesitó de un largo proce­ cualquiera que pudiera leerlo. Y no
so, que podem os considerar com o ple­ únicam ente esto, ya que la invención
nam ente concluido a m ediados del de la escritura contribuyó a la p ar a
tercer milenio. un excepcional desarrollo del pensa­
Las consecuencias de la aparición m iento especulativo.
Sumer y Akkad 31

HI. El protodinástico en
Mesopotamia

1. Introducción quía com o el sistema típico de gobier­


no, siendo el rey el representante y
A partir del surgim iento de la escritu­ agente del dios en ía tierra, aún sin al­
ra podem os considerar iniciada una canzar los rasgos de divinización pro­
nueva etapa en la evolución histórica pios de la época acadia. P aralelam en­
de la civilización m esopotám ica. Las te se observa el paulatino aum ento
fuentes arqueológicas siguen siendo del papel desem peñado por el p ala­
im prescindibles, pero ju n to a ellas la cio, com o institución diferenciada del
d o cu m en tació n escrita nos perm ite tem plo. Al respecto los edificios más
describir a grandes rasgos la sucesión antiguos que pueden identificarse co­
de los acontecim ientos históricos y mo tales corresponden a las etapas
conocer m ás directam ente sus p ro ta­ del Protodinástico II/III en Eridú y al
gonistas y su organización socio-eco­ Protodinástico TI en Kish.
nóm ica y política. La hom ogeneidad cultural, la pro­
Esta nueva etapa, que concluirá con gresiva consolidación del sistema de
la fundación del reino de A kkad por ciudad-estado, las tendencias expan-
p a rte de S argón, fue d e n o m in a d a sionistas propias de este tipo de orga­
«época protodinástica» p o r la infor­ nización y la existencia de u n territo­
m ación que poseem os acerca de las rio m uy restringido y con lim itados
prim eras dinastías reales que se fue­ recursos trajeron como inevitable con­
ron sucediendo en el gobierno de las secuencia el enfrentam iento entre las
ciudades m esopotám icas. ciu d ad es su m erias y u n estado de
Uno de los aspectos que caracteri­ g uerra endém ico. Por el m om ento
zan históricam ente esta etapa consis­ ninguna ciudad podía aspirar a con­
te en que la p au latin a inm igración vertirse en la capital de toda Babilo­
desde el noroeste de gentes de origen nia, aunque tres de entre ellas se h u ­
sem ita, los acadios, cuyo asentam ien­ bieran revestido de un cierto prestigio
to en el sur m esopotám ico dio lugar a sobre las dem ás: Uruk, cuya fam a se
la consolidación en esta época de una rem ontaba a u n a época muy antigua,
civilización mixta, donde la coexis­ Kish, cuyo título real era m uy presti­
tencia de sum erios y semitas, aunque gioso y, por últim o, N ippur que como
con un neto predom inio de los rasgos sede del culto a Eulil era el principal
culturales sum erios, es el aspecto más centro religioso de M esopotam ia.
destacable. El enfrentam iento entre las dife­
En lo político se afirm a la m o n ar­ rentes ciudades sum erias y la hege­
32 Akal Historia del M undo Antiguo

m o n ía que alg u n as de en tre ellas portancia que en ellos tuvieron lugar,


fueron consiguiendo tem poralm ente y a partir de estos criterios confeccio­
p u sie ro n los fu n d a m e n to s p a ra la naron listas de nom bres de años, que
creación de unidades políticas supe­ muy posiblem ente h ab rían sido las
riores. Este proceso concluiría en épo­ fuentes utilizadas para la elaboración
ca acadia y había sido ya preparado de esta «lista real sum eria».
de antem ano p o r la identidad cultu­ El pensam iento sum erio no había
ral de la Baja M esopotam ia que, en el alcanzado el grado de generalización,
ám bito religioso, hab ía dado lugar a definición y abstracción intelectual
la constitución de un sistem a teológi­ que caracteriza a la historia tal com o
co suprarregional al m enos desde co­ la entendem os hoy en día. Así se ex­
m ienzos del Protodinástico III. plican, por ejemplo, las largas d u ra­
ciones atribuidas a los reinados de
los prim eros m onarcas o la conside­
2. Fuentes y periodificación ración com o sucesivas de dinastías
A partir de la docum entación arqueo­ que se h a com probado que fueron
lógica, aún insustituible para el cono­ coetáneas. Estas distorsiones, propias
cim iento histórico, se ha dividido la de la peculiar m entalidad sum eria,
época protodinástica según u n esque­ h ab ían llevado a considerar la lista
ma tripartito originariam ente elabo­ real com o totalm ente im aginaria; sin
rado a p artir de los resultados de las em bargo otros testim onios literarios
excavaciones de P. Delougaz y S. Lloyd se h a n encargado paulatinam ente de
en la r.egión del D iyala, al este de confirm ar la existencia de m uchos de
Bagdad. Este sistem a se m antiene vi­ los personajes y acontecimientos m en­
gente p or la com probación de la vali­ cionados en ella. Y así, a p artir del
dez de este m ism o esquem a cronoló­ hallazgo por Sir Leonard Woolley en
gico para otros yacim ientos m esopo- 1919 de u n a tablilla de fundación en
támicos. El-Obeid con la m ención de los reyes
— Protodinástico I (2900-2750 a.C.): M esanepadda y A anepadda de Ia I
El final de esta etapa queda fijado dinastía de U r se han disipado las du­
por la aparición de las tablillas arcai­ das acerca de la validez histórica de
cas de Ur. m uchos de los datos contenidos en
— Protodinástico II (2750-2600 a.C.): este excepcional docum ento.
A m urallam iento de las ciudades me-
sopotám icas. Epoca de M ebaragessi 3. Los períodos
de Kish. Protodinásticos I y II
— Protodinástico III a (2600-2500
a.C.): Epoca de M esilim de Kish. La prim era parte de la Lista Real se de­
— P rotodinástico III b (2500-2330 dica a m encionar los reyes sum erios
a.C.): Epoca de las tum bas reales de hasta el diluvio, inform ando escueta­
U r y de la dinastía de U r-N anshe de m ente de los años de reinado y las
Lagsh. cinco ciudades que sucesivamente fue­
La fuente literaria más valiosa para ron detentando la hegem onía: Eridú,
reconstruir la historia de la época pro­ B ad-tibira, Larak, Sippar y Shurup-
todinástica es la den om inada «lista pak. A nte la falta de constatación ar­
real sum eria», m agistralm ente edita­ queológica y la inverosím il duración
da p o r T horkild Jacobsen y de la cual de los reinados podem os considerar
se h a n conservado diferentes versio­ por ahora a esta etapa, a la que deno­
nes con variantes, com puestas con m inam os Protodinástico I, y a los ocho
m ucha posterioridad a los hechos que m o n arcas no m b rad o s com o p le n a ­
narran. Los sum erios n o m braban los m ente legendarios y, por tanto, sin
años por los acontecim ientos de im ­ significado histórico.
Sumer y Akkad 33

Macho cabrio y árbol de Ur


(Hacia 2600 a.C.)
M useo U niversidad de Pennsylvania
34 A kaI Historia del M undo Antiguo

Tras el diluvio se iniciaría una eta­


pa a la que hem os dado en describir
com o P ro to d in ástico II. E n ella la
m o n a rq u ía fue de nuevo im p u e s­
ta p o r los dioses, fu n d án d o se la I
d in a stía de K ish. El p rim e r so b e­
rano del que la lista real m en cio ­
na acontecim ientos concretos es del
rey E ta n a , el d ec im o tercero de la
dinastía:

«E tana, un pastor, el que al cielo


subió,
el que consolidó todas las tierras,
fue rey y reinó 1560 (¿1500?) años»

Existe tam bién una leyenda acadia


m uy p o pular que lo m uestra com o un
rey piadoso y cuyo gobierno dejó una
huella im borrable en el recuerdo del
pueblo sum erio. Se sucedieron una
serie de reyes, ocho concretam ente,
de los que algunos tenían nom bre se­
mita. Tras ellos:

«En-m e-barage-si,
el que tom ó com o botín
las arm as del país de Elam,
fue rey y reinó 900 años»

Este rey está plenam ente certifica­


do com o un personaje histórico a p ar­
tir de otros testim onios literarios. Le
sucedió su hijo Agga y, tras éste, el
poder pasó a la ciudad de Uruk, de la
que la lista real m enciona varios m o­
narcas. De ellos Enm erkar, construc­
tor de la ciu d ad de Uruk, se halla
ta m b ié n d o c u m e n ta d o h is tó r ic a ­
m ente y es el sujeto de u n a epope­
ya su m eria m uy an tig u a. A c o n ti­
n u ació n L u g alb an d a, que llegó a ser
d iv in iz a d o m u c h o d esp u és, com o
recu erd o del im p o rta n te p ap el j u ­
gado en la h isto ria de U ruk. C on
su sucesor G ilgam esh, que desem ­
peñó el rol de héroe civilizador por
a n to n o m a s ia en la lite r a tu r a de
p r á c tic a m e n te to d a s las c iv iliz a ­
c io n e s p ró x im o -o rie n ta le s , p o d e ­
Incrustaciones en la caja de resonancia
de un arpa, p ro ce d e n te de Ur
m os c o n s id e ra r in iciad o el P ro to ­
(Hacia 2600 a.C.) dinástico III.
Sumer y Akkad 35

4. El Protodinástico III para nosotros incom prensible de unas


creencias religiosas m uy p ro fu n d a­
A partir de ahora contam os definiti­ m ente sentidas.
vam ente con un a docum entación re­ Son famosas las tum bas de la reina
lativam ente ab u n d an te com o para re­ Pu-abi (cuyo nom bre fue leído con
construir de form a suficiente la civi­ anterioridad com o Shubad), de Aka-
lización sum eria y la sucesión de los lam dug, M eskalam dug y la m ayor de
acontecim ientos históricos. ellas, que Woolley describió con el n.°
Desde el punto de vista arqueológi­ 1.237, dedicada a un personaje cuyo
co uno de los yacim ientos de m ayor nom bre desconocem os y cuyo recinto
interés para conocer esta época es el incluía los cadáveres de 74 personas.
de la ciudad de Ur, la actual M uqay- Se accedía por u n a ram pa, en el fon­
yar, situada a orillas de un antiguo do de la cual se encontraron los res­
cauce del Eufrates. Al sureste del zi- tos de los servidores ju n to a la cám a­
gurat del dios lu n ar N a n n a y bajo los ra de enterram iento principal, entre
cim ientos de la m uralla construida los cuales se incluyen incluso carros

Zigurat de Ur
(Hacia 2100 a.C.)

por N abucodonosor encontró L. Woo­ con los esqueletos de los anim ales de
lley los restos de u n a gran necrópolis tiro aún uncidos form ando parte del
con unas 1.850 tum bas pertenecientes cortejo funerario, que estaba dispues­
a la época de la I dinastía de Ur, que to ordenadam ente y form ado por per­
cronológicam ente se debe incluir en sonajes de diferente rango y posición
el Protodinástico III b (2500-2330 a.C.). social revestidos de sus mejores galas.
D estaca un grupo de dieciséis tum ­ Por su parte las fuentes literarias
bas form adas por u n a o varias cám a­ del P rotodinástico III, aunque se de­
ras y con un extraordinario y riquísi­ tengan casi exclusivamente en la m en­
mo ajuar, que dem uestran la existen­ ción de los acontecim ientos militares,
cia de un com plicado ritual funera­ nos inform an de la existencia de una
rio, que sim boliza el m ito de D um uzi federación de ciudades-estado, de las
de la m uerte y la posterior resurrec­ cuales en un m om ento dado sólo una
ción. Las m uertes rituales y la inexis­ ostentaba la hegem onía sobre todas
tencia de señales de violencia en los las demás.
cadáveres nos testim onia la fuerza Si anteriorm ente las fuentes men-
36 A k a l Historia del M undo Antiguo

d o n a b a n exclusivam ente cam pañas hasta la llegada al poder de Sargón


m ilitares realizadas en el extranjero, de A kkad la ciudad de Lagash se ve
ahora, por prim era vez, se relatan lu ­ particularm ente favorecida debido al
chas p or la hegem onía entre los p ro ­ azar de que un alto porcentaje de do­
pios reyes babilónicos. Com o resulta­ cum entos referentes a ella han llega­
do m aterial de este estado de hostili­ do hasta nosotros.
dad latente surgen ahora los prim eros Por inscripciones dedicatorias de
recintos am u rallad o s desarrollados. Lagash sabem os que hacia m ediados
La m ás antigua de estas m urallas es del tercer m ilenio un rey que llevaba
la de Uruk, obra precisam ente de G il- el nom bre, probablem ente semita, de
gam esh, personaje considerado com o M essilim controlaba toda M esopota­
legendario pero del que un núm ero mia. A unque no aparece m encionado
suficiente de testim onios confirm an en la lista real sum eria, son num ero­
irrefutablem ente su existencia histó­ sas las fuentes por las que sabem os
rica. De estos docum entos tal vez el que este m onarca, tal vez originario
más interesante sea el encontrado en de alguna ciudad del norte del país,
diferentes versiones tanto en U r com o ostentó el prestigioso título de «rey de
en N ip p u r y que m enciona los n om ­ Kish». Es conocida su actuación en el
bres de los reyes que reconstruyeron conflicto que, p o r una cuestión de de­
el santuario de Tum m al dedicado a la lim itación de territorios, enfrentaba a
diosa N inlil en la ciudad de N ippur. las ciudades de Lagash y U m m a, so­
Las guerras de G ilgam esh de U ruk m etidas am bas al poder de M essilim,
contra los reyes de Kish, M ebaragessi siendo la decisión del rey parcial en
y su hijo Agga, son los testim onios favor de la prim era.
m ás antiguos que d o cu m en tan los No m ucho después de esta época
conflictos m ilitares por el control de un personaje llam ado U r-N anshe lle­
la Baja M esopotam ia. Estas luchas y gó al poder en Lagash, fundando una
las que le sucedieron ocasionaron un nueva dinastía y poniendo los cim ien­
grave debilitam iento de la fuerza m i­ tos sobre los que se basó el poderío
litar y el potencial económ ico de las de Lagash durante los próxim os de­
ciudades sum erias, lo que fue aprove­ cenios. Si atendem os a su nom bre
chado por los elam itas para hacerse nos en contraríam os aquí de nuevo
con el poder. con u n sem ita procedente po sib le­
Se inicia así un a etapa en la que la m ente de la localidad occidental de
hegem onía fue recayendo sucesiva­ T idnum .
m ente en ciudades sum erias y extran­ Su hijo Akurgal, de breve reinado,
jeras. Prim ero le tocó el turno a la vio renacer los problem as con la ciu­
ciudad elam ita de Awan; de allí el p o ­ dad de Um m a. Sin em bargo E anna-
der pasó a ser detentado por los reyes lum, su nieto, llevó a Lagash a uno de
de la II dinastía de Kish. Se siguió de sus m om entos de m ayor esplendor y
nuevo otra dinastía elam ita centrada poderío. La prim era etapa de su go­
en la ciudad de H am azi y, tras ella, la bierno la dedicó a reconstruir y refor­
II dinastía de Uruk. zar el país, debilitado por las derrotas
De U ruk el control pasó a Ur, a de Akurgal frente a Um m a. Tras ello
partir de lo cual nos sigue inform an­ inició una etapa de sistem áticas cam ­
do la lista real sum eria cóm o el po­ pañas m ilitares: contra las ciudades
der, p or la fuerza de las arm as, pasó a sum erias de U ruk y U r al occidente,
Adab en la época del rey Lugal-Anne- c o n tra el E lam y contra la propia
m undu, quien llegó a controlar un ex­ U m m a, su rival p o r el norte. Las vic­
tenso territorio desde Irán a Siria. torias de E annatum , una de cuyas re­
En el conocim iento histórico de la presentaciones es la m agistral Estela
etapa que abarca desde este reinado de los Buitres, y el reconocim iento de
Sumer y Akkad 37

Estela de los «buitres» erigida por el


rey Eannatum de Lagash (Fragm ento)
(Hacia el 2560 a.C.)
Museo de Louvre

sil poder p or el resto de las potencias no occidental de M ari. A unque logró


sum erias le perm itió utilizar el título una im portante victoria sobre sus ene­
de «rey de Kish». migos, pudiendo reincorporarse a sus
En la etapa de tran quilidad que si­ tareas constructoras, E annatum h a ­
guió, sustentada por la fuerza de las bría de m orir pronto y posiblem ente
arm as, pudo iniciar E annatum obras de form a violenta, si consideram os
de drenaje de gran envergadura. Sin que no fue su c e d id o p o r su hijo,
em bargo la paz fue efímera, estallan­ co m o h u b ie ra sid o n a tu ra l, sin o
do de nuevo la guerra en todos los por su propio herm ano, de nom bre
frentes. Los elam itas fueron los p ri­ E nannatum .
meros en tom ar la iniciativa atacan­ El nuevo m onarca tuvo que dedi­
do el territorio de Lagash; y, aunque carse inm ediatam ente a luchar con­
fueron rechazados p o r E annatum , es­ tra u n a revuelta de sus eternos rivales
ta vez no tuvieron que sufrir la inva­ los um m aitas. Puesto que Enannatum
sión de su propio territorio. Las tro­ debía ser un anciano por estas fechas,
pas de Lagash se vieron obligadas a es su hijo E ntem ena el que acaudilló
luchar contra Kish, A kshak y de nue­ los ejércitos de Lagash, que lograron
vo los elam itas, a los que se alió el rei­ u n a gran victoria, au n q u e efímera.
38 Akal Historia del M undo Antiguo

E ntem ena logró u n statu quo en la Enetarzi y L ugalanda fue una época
antigua y espinosa cuestión de los lí­ de convulsiones sociales y abusos de
m ites com unes con U m m a, p o r lo poder que debilitaron aún m ás la ca­
que podem os considerarlo el últim o pacidad de salida de la crisis. Urukagi­
gran caudillo de Lagash. Su hijo Enan- na se jacta de haber puesto fin a aquel
natum II rein aría sólo brevem ente. estado caótico, de haber devuelto la
Ni Enetarzi, ni L ugalanda, ensis de libertad a la población y restablecido
Lagash, h ab rían pertenecido a la lí­ la justicia. Acabó con los abusos im ­
nea de sucesión legítima. positivos por parte del Estado y con
U rukagina, m ediante u n golpe de los privilegios de la casta sacerdotal.
estado, detentó a continuación el po­ Su reinado, sin em bargo, sólo duró
der en Lagash. Este personaje ha p a­ ocho años. Lugalzagesi, m onarca de
sado a la historia no por sus acciones U m m a, logró apoderarse por las ar­
militares sino, fundam entalm ente, por m as de U ruk, Ur, Kish y el resto de
sus reform as sociales. Al llegar al po­ las ciudades de Sumer. La propia L a­
der la ciudad se h allaba m uy debilita­ gash fue destruida. Por prim era vez
da por una larga etapa de continuas en la historia los dom inios de una
guerras, que, aun q u e victoriosas en su ciudad sum eria, en este caso Um m a,
m ayoría, h ab ían resultado estériles, incluyeron todo el C reciente Fértil
puesto que los territorios controlados hasta el M editerráneo: «desde el M ar
p o r Lagash se h ab ían visto reducidos Inferior, a lo largo del Tigris y el E u­
a sus lím ites iniciales. La etapa de frates, hasta el M ar Superior».

Estela del rey Eannatum


— Estela de los Buitres— de Lagash
(Hacia 2560 a.C.)
(Fragm ento)
Sumer y Akkad 39

IV. Akkad (2330-2150 a.C.)

1. Sargón Akki, un personaje hum ilde como evi­


dencia su oficio de jard in ero o agua­
El cxito del intento sin precedentes de dor, con el que creció. Este arm azón
Lugalzagesi para m antener unifica­ im preciso y m isterioso en torno a su
dos los am plios territorios que llegó a origen, no exento de contradicciones,
controlar había de resultar efímero. puede reflejar una extracción no no­
La Lista Real Sum eria le asigna un ble, incluso quizás exterior a las zo­
reinado de 25 años, período tras el nas de antigua tradición sedentaria
cual se vio superado por la aparición de la Baja M esopotam ia. En efecto,
de uno de los protagonistas m ás ex­ los textos inform an que «Sargón cre­
traordinarios de toda la historia de ció entre el ganado», que su lugar de
M esopotam ia, cuya actividad y per­ origen fue A zupiranu (¿«ciudad del
sonalidad supusieron destacadas in ­ azafrán»?), probablem ente un m erca­
novaciones y dejaron un recuerdo per­ do caravanero m ás que una auténtica
durable en los pueblos que habitaron ciudad, y que su familia provenía de
entre el Tigris y el Eufrates: Sargón de la m ontaña. Se puede proponer que
Akkad. Aparece frecuentem ente co­ su procedencia últim a estaría en gru­
mo el personaje central en oráculos y pos sem itas en vías de sedentariza-
augurios, inscripciones y textos litera­ ción que se m overían en torno al va­
rios que, copiados u n a y otra vez, lle m edio del Eufrates y cuenca del
configuran una tradición mítico-legen- Khabur.
daria que hay que estudiar con aten­ En la vertiginosa carrera que reali­
ción y cautela a la hora de valorarla y za es auspiciado por los dioses Ishtar,
utilizarla para la reconstrucción his­ su am ante y protectora en guerra y en
tórica. paz, y M arduk, lo que es sin duda un
Su padre pudo ser un tal Laipum , anacronism o de las fuentes pues sólo
semita sin duda a ju zg ar por el n om ­ m ucho m ás tarde se hará popular es­
bre. M ás extendida estaba otra tradi­ ta deidad babilonia. Lo que nos inte­
ción según la cual no lo conoció. Su resa en cualquier caso destacar es el
m adre, quizás una sacerdotisa culpa­ significado de la intervención divina,
ble de haberlo engendrado, lo a b a n ­ pues en M esopotam ia en general la
donó en una cesta em betunada en el realeza se legitim aba p o r la elección
Eufrates, de lo que se salvó m ilagro­ de los dioses m ás que por el origen;
sam ente (ya em pieza a m anifestarse incluso se convirtió en un recurso co­
el favor divino), siendo recogido por m ún para evidenciar el respaldo ce­
40 A ka l Historia del M undo Antiguo

lestial el co n trap o n er u n a extracción gún los textos Sargón «lavó sus arm as
hum ilde a los éxitos alcanzados. Este en el m ar», quizás com o un sacrificio
será el caso de Sargón: personaje in ­ a los dioses, consciente de las h a z a ­
fluyente (copero o m ayordom o) en la ñas realizadas, o com o un acto expia­
corte de U r-Z ababa de Kish, uno de torio. Incluso reivindicará su autori­
los grandes núcleos de sem itización dad sobre tierras allende el m ar (Til-
de la Baja M esopotam ia y cuyos p rín ­ m un, actual isla de Bahrein).
cipes ostentan antropónim os sem itas La brillantez de la victoria le per­
desde m uy an tiguo, no ta rd a rá en mite lanzarse a u n a actividad auténti­
independizarse. Inicia u n a costum ­ cam ente im perialista fuera de los tra­
bre de gran éxito en la posterior histo­ dicionales límites de la Baja M esopo­
ria del Próxim o O riente con la fu n d a­ tam ia. S argón se nos p re sen ta así
ción de su propia residencia o ciudad realm ente com o un pionero que se­
capital, cuyo em plazam iento exacto ñala las directrices a seguir por los
aú n no ha sido localizado pero que posteriores soberanos babilonios con
con toda seguridad se h allaría en la am biciones expansionistas. R em on­
región de Kish y B abilonia. La llam a tando el Eufrates alcanza M ari, Iar-
Akkad, y él m ism o adopta el nom bre m uti (que se ha querido identificar
real de Sharrukin, que quiere decir con u n puerto de la costa fenicia) y
«rey justo», «rey legítim o» o «verda­ Ebla, que se m antiene evidentem ente
dero», del que deriva Sargón. com o un a entidad im portante a u n ­
La expansión m ilitar y territorial que su época m ás brillante coincidió
que supuso a la postre la creación del con el período anterior, el P rotodi­
gran im perio de A kkad hay que en ­ nástico (Petinatto). Llega hasta los
tenderla en principio com o u n a reac­ «Bosques de C edro», que m ás que
ción ante la presión de Lugalzagesi, con el L íbano hay que relacionar con
que se había anexionado Kish y aspira­ los m ontes A m anus, al norte de Siria,
ba a som eter toda la región al norte y las «M ontañas de la Plata», en la
de N ippur. U n relato nos presenta a zona del Taurus. H asta se habla de
Sargón rehusando aceptar las intim i­ que atravesó el m ar para someter otras
daciones de Lugalzagesi. Si nuestra tierras, C hipre o C reta, o tal vez aún
reconstrucción de los acontecim ien­ m ás lejos, aunque quizás sea m ás real
tos es correcta, el acadio dem ostró ser suponer que se trataría de una nave­
un audaz e inteligente estratega: con gación hacia la costa m eridional ana-
un m ovim iento envolvente de so r­ tolia a través del G olfo de lssos. La
prendente rapidez, aprovechando sin m em oria de estas cam pañas sin pre­
duda la red de canales para sus des­ cedentes en tan lejanos horizontes
plazam ientos, se presenta de im pro­ otorga a Sargón un halo épico a tra­
viso en el sur, tom ando la iniciativa; vés del cual es difícil extraer la reali­
ataca la capital de su rival, U ruk, y fi­ dad de los acontecim ientos históri­
nalm ente lo derrota en com bate, h a ­ cos; hay un relato conocido com o «El
ciéndolo prisionero. La caída de Lu­ Rey de la B atalla» en el que aparece
galzagesi no significó la sum isión de el soberano acadio aventurándose en
un país trad icionalm ente com parti- Asia M enor para socorrer a un grupo
m entado en un a serie de entidades de m ercaderes; al m argen de la exac­
autónom as; p o r el contrario Sargón titud de los datos que ofrece es in d u ­
debe co n tin u ar la lucha con Ur, L a­ dablem ente un texto que bebe de la
gash, U m m a, etc., ciudades que van tradición de Sargón com o arquetipo
cayendo u na tras otra y cuyas m u ra­ del conquistador y que apunta muy
llas son sistem áticam ente destruidas. sig n ificativ am en te h acia la funda-
Al alcan zar el Golfo Pérsico consigue m en tac ió n económ ica com o factor
el som etim iento de todo Sumer; se­ dom inante del estado acadio. Sargón
Sumer y Akkad 41

Estela del rey Naram Sin, de Susa


(Hacia 2300-2200 a.C.)
M useo del Louvre
42 A ka l Historia del M undo Antiguo

Tradiciones en torno a Sargón cia que im plicaba, y tras vencer a Lu-


galzagesi, «rey del País (de Sumer)».
A) El origen: A p artir de ese m om ento aparece un
«Sargón el poderoso rey, el rey de A k­
conjunto de expresiones que consa­
kad, soy yo. Mi madre fue una «cambia­
da», a mi padre no lo conocí. Los herma­
gran la visión universal de su poder:
nos de mi padre amaron las colinas. Mi Sargón será «El Rey del País, a quien
ciudad es Azupiranu, que está situada en Enlil no opuso rival, a quien Enlil dio
las riberas del Eufrates. Mi «cambiada» el M ar Superior (M editerráneo) y el
madre me concibió y me dio a luz secreta­ M ar Inferior (Golfo Pérsico)», «el que
mente. Me colocó en una cesta de juncos, ha recorrido las cuatro zonas» (en
y selló con pez mi tapadera. Me echó al que se divide el universo según la
río, que no se alzó (sobre) mí. El río me concepción m ítica sum eria), «el que
transportó y me llevó a Akki, el aguador.
gobierna las cuatro zonas» o incluso
Akki, el aguador, me sacó cuando hundía
su pozal. Akki, el aguador, me hizo hijo su­
el «rey de las cuatro zonas».
yo y me crió. Akki, el aguador, me hizo su Pese a ello, la extensión y heteroge­
jardinero. Mientras yo era jardinero Ishtar neidad de los territorios conquistados
me otorgó su amor...». hicieron m uy difícil su control, suce-
diéndose las insurrecciones que dela­
B) Sus hazañas: tab an u n a in estab ilid ad endém ica.
«Sargón, el rey de Kish, ganó 34 bata­ H acia el final de su vida, Sargón tuvo
llas; destruyó las murallas hasta el borde que reprim ir una sublevación general
del mar. Amarró al muelle de Akkad los
que incluso llegó a am enazar su m is­
navios de Meluhha, los navios de Makkan
y los navios de Tilmun. m a capital.
Sargón, el rey, se postró en adoración
ante Dagan en Tuttul. Dagan le dio el país
superior: Mari, larmuti y Ebla, hasta el Bos­
2. La dinastía acadia
que de Cedros y las Montañas de Plata. Los sucesores de Sargón tienen que
Sargón, el rey a quien Enlil no dio rival: asu m ir esta h e ren cia precaria. Ri-
5.400 hombres comen cada día ante él. m ush debe enfrentarse a una nueva
El que destruya esta inscripción ¡qué An insurrección de las ciudades sum e­
destruya su nombre! ¡qué Enlil acabe con rias, lideradas quizás por Ur, así co­
su estirpe! ¡qué Inanna.J».
mo contra el Elam. Es el prim er cau­
dillo m eso p o tám ico que según las
com pleta su expansión en el este al fuentes aplicó u n a sistem ática políti­
someter, o al m enos h um illar m ilitar­ ca de represión violenta: destrucción
mente, al Elam y, rem ontando el Ti­ de m urallas e incluso de alguna de
gris, al incorporar el país de Subaru, las principales ciudades sublevadas,
que incluye el territorio que luego se m asacres de enemigos, y parece que
llam ará Asiría, con el que aparecen tam b ién d ep o rta cio n es m asivas, si
vinculados algunos de los sucesores entendem os así textos que inform an
de Sargón (M anishtushu y N aram - que «hizo salir 5.700 hom bres de las
Sin) y en una de cuyas ciudades p rin ­ ciudades de Sum er y los estableció
cipales, Nínive, apareció un retrato después en un cam pam ento».
del fundador de Akkad. R im ush m uere en una intriga p ala­
La am plitud del estado y la nueva ciega, a la que quizás no fuera ajeno
concepción m onárquica que se está su herm ano y sucesor M anishtushu,
gestando im ponen una significativa que adem ás, según la Lista Real Su­
evolución de la titulatura real de Sar­ m eria, era el mayor. E n cualquier ca­
gón: al principio se hace llam ar sen­ so tam bién lucha por conservar la in ­
cillam ente «rey de A kkad», título al tegridad del im perio en el sur y en el
que añade el de «rey de Kish», con to­ este, conflicto en el cual hay que ins­
do el antiguo prestigio y preem inen­ cribir una cam paña que realizó «más
Sumer y Akkad 43

allá del M ar Inferior (Golfo Pérsico)», ción es reconocida por el propio N a­


al país de Sherihum o M eluhha. So­ ram -Sin, que com ienza el texto en el
bre su localización se ha discutido que describe su triunfo final con la
m ucho; algunos autores la llevan has­ expresión: «C uando las cuatro regio­
ta la costa oriental africana (Etiopía), nes unidas se rebelaron contra mí...».
pero parece m ás probable que se re­ Se le atribuyen cam pañas, rem ontan­
fiera a zonas ribereñas del Golfo Pér­ do los dos ríos, contra M ari, Ebla, el
sico, quizás en g lo b an d o incluso el norte de Siria y localidades de Asia
valle del Indo, con cuya civilización M enor oriental, todo lo cual es sospe­
están probados los contactos en épo­ chosam ente sim ilar a las hazañ as de
ca de Akkad. Sargón, con el que se puede estar bus­
Este soberano realiza notables es­ cando la asim ilación. M ás interesan­
fuerzos p or dotar al estado de una or­ te es la bien constatada victoria sobre
g an izació n in tern a que le otorgará el país de M akkan y su rey M anium ,
cohesión y que resultará m ás eficaz pues se ha pretendido u n a identifica­
que la dureza con que se condujo su ción con Egipto e incluso, ignorando
predecesor. Al m enos es lo que se el evidente anacronism o en que se in­
puede deducir de docum entos tales curre, con el prim er faraón, Menes.
com o el obelisco que lleva su nom bre En realidad es m uy difícil aceptar al­
y que contiene disposiciones sobre gún tipo de contacto directo m ilitar
distribución y explotación de tierras. entre Akkad y Egipto, aunque existie­
El buen gobierno de las provincias es ran intercam bios pacíficos; por otra
tam bién objeto de su atención: en Su­ parte últim am ente se apuesta por la
sa le dedican una estatua los gober­ localización de M akkan en la costa
nantes locales; en S ubaru encontra­ sur del Golfo Pérsico y del M ar de
mos inscripciones suyas en A ssur y A rabia, zonas ricas en canteras de
Nínive, ciudad ésta últim a en la que piedra dura y en m ineral de cobre
se le atribuía en época asiría la fun­ que exportaban a Sumer.
dación del célebre tem plo de Ishtar. La docum entación de N aram -Sin
M erece la pena m en cio n ar que en pone el acento en el fortalecim iento
época de M anishtushu se constatan a de la concepción m onárquica: el so­
través de la arqueología y la antropo- berano se vanagloria de haber hecho
nim ia los prim eros datos de la pre­ lo que ninguno de sus predecesores,
sencia en el norte de M esopotam ia de h ab er conquistado m ás ciudades y
del elem ento hurrita, llam ado a jugar alcanzado las fronteras m ás lejanas.
tan gran papel en la historia del P ró­ Utiliza sistem áticam ente el título de
ximo Oriente. «Rey de las cuatro partes» e incluso
C on N aram -S in, el sucesor de M a­ se aprecian francam ente los prim eros
n ishtushu, encontram os otra perso­ rasgos de divinización real. N aram -
n alidad fuerte que m arca profunda­ Sin se hace llam ar «dios de Akkad»,
m ente la historia del estado acadio y lo que se plasm a gráficam ente en la
cuyo recuerdo puede com pararse al célebre estela que lleva su nom bre: el
de Sargón. Com o sus predecesores, se m onarca aparece por encim a de sus
vio obligado a m an tener una activa soldados, de m ayor tam año, dando
política m ilitar para conservar el im ­ una sensación de om nipotencia, tute­
perio. Sin duda el episodio m ás con­ lado por los sím bolos divinos y lu­
flictivo fue u na insurrección general ciendo él m ism o la tiara con cuernos
de ciudades de la Baja M esopotam ia de los dioses.
en cabezadas p o r Kish, desatendida Sin em bargo, tras toda esta brillan­
p or los soberanos acadios (el título de tez hay signos preocupantes. La m is­
«rey de Kish» h ab ía dejado de utili­ m a estela que acabam os de m encio­
zarse). La gravedad de la crítica situa­ n a r c o n m em o ra la victoria co n tra
44 Aka! Historia del M undo Antiguo

unos pueblos bárbaros y faltos de uni­ contra Uruk). Adem ás, la presión de
dad política de las m ontañas del n o r­ los pueblos m arginales es insosteni­
te de M esopotam ia (Zagros, zona del ble. S harkalisharri derrota a los guti y
Zab) y que, alojados en un terreno d i­ se enfrenta a los m artu o am orreos
fícil y proclives a hacer razzias en las que aparecen bien docum entados por
tierras fértiles de los valles, eran de vez prim era y que parece estaban pro­
sum isión dudosa e insegura. De h e­ duciendo la inseguridad y ruina de la
cho será u n o de estos pueblos, los cam piña. La dinastía term inará en la
guti, el causante últim o del colapso anarquía; S harkalisharri m uere ase­
de Akkad. F rente al E lam N aram -S in sinado y se producirá un vacío de po­
va a optar —significativam ente— por der que aparece bien expresado en la
los pactos, considerándolos preferi­ Lista Real Sum eria cuando hace su­
bles al riesgo de in tentar som eterlo ceder cuatro reyes en tres años y ex­
por las arm as. Parece que la situación clam a finalm ente «¿quién era rey?,
económ ica está tam bién deteriorán­ ¿quién no era rey?». El golpe de gra­
dose. H ay u n a obrita de considerable cia lo d arán los guti que destruyen
extensión, que se puede incluir en el A kkad y arrasaran la Baja M esopota­
género de los «lam entos» tan típicos m ia y el Elam.
de la literatura sum eria, que se cono­
ce com o la «M aldición de Akkad»;
en ella se hace un canto doloroso a la 3. Valoración del
decadencia de esta ciudad, atribuyén­
dola a una sacrilega acción de N aram -
Imperio de Akkad
Sin, al que se le im puta la destrucción El período acadio supone una nota­
del santuario de Enlil en N ippur, p ro ­ ble dinam ización del proceso históri­
vocando la venganza divina e incluso co así com o unos aportes civilizado­
el ab an d o n o de la diosa-patrona de res en general tan im portantes que no
Akkad, In an n a-Ish tar. El desastre se es ex trañ o c o n stata r que los h a b i­
presenta así inevitable, pero al m ar­ tantes de la Baja M esopotam ia eran
gen de los elem entos míticos, el deta­ conscientes de ello, guardando un rico
lle m ás llam ativo históricam ente h a ­ recuerdo que se refleja en m últiples
blan d o es la m ención a dificultades tradiciones. Sin embargo cometeríamos
p or las que atraviesa el país: baja de u n error de apreciación histórica si
la productividad agrícola, alza de los insistim os en el contraste con la etapa
precios, con la consiguiente crisis de precedente. A caballo entre el Proto-
subsistencias, etc. dinástico y el esplendor neosum erio
Este declive se hace m anifiesto con de U r III, el Im perio de Akkad parti­
S harkalisharri, quien pese a su nom ­ cip a de la civ iliz ació n su m eria, a
bre (que significa «rey de todos los re­ la que enriquece con contribuciones
yes») ab a n d o n a la titulatura am pulo­ propias.
sa de su predecesor; tan sólo en algu­ Etnica y lingüísticam ente h ab la n ­
na inscripción aislada se le denom ina do los acadios son semitas. Las repre­
a ú n « d io s d e l p a ís d e A k k a d » , sentaciones artísticas tipifican adm i­
apareciendo norm alm ente con el sen­ rab le m en te su diferente fisonom ía
cillo título de «rey de Akkad». Su te­ racial, m ás esbelta, lu ciendo larga
rritorio se ha reducido de form a con­ b arb a y am plia cabellera, en contras­
siderable: el Elam se ha independiza­ te con los tipos sum erios. Es preciso,
do definitivam ente (incluso alguno por otra parte, rechazar cualquier idea
de sus príncipes u su rpa el título im ­ de oposición entre lo sem ita y lo su-
perial de «rey de las cuatro zonas»), m erio en A kkad, por lo pronto p o r­
al igual que p arte de las ciudades que el establecim iento del im perio no
de Sum er (se conm em oran cam pañas se produjo com o consecuencia de una
Sumer y Akkad

Cabeza acadia de bronce, Ninive


(Hacia 2300-2200 a.C.)
M useo de Iraq, Bagdad

irru p ció n violenta y m asiva de un de lo que es estrictam ente el país de


nuevo pueblo (com o ocurre en otros Sum er (zona de M ari, desem bocadu­
m om entos de la historia babilonia: ra del Diyala, etc.) el proceso de semi-
penetración de los guti, am orreos, ka- tización es m ás fuerte, pero tam bién
sitas, etc.). La coexistencia de sum e­ las ciudades sum erias experim entan
rios y sem itas en la Baja M esopota­ el enriquecimiento racial: así por ejem­
m ia está perfectam ente co n statad a plo Kish, la ciudad prim era de Sar­
desde los tiem pos m ás remotos. La gón, U m m a u otras localidades en las
interrelació n n ó m ad a-sed en tario es que las prácticas com erciales, los pro­
m ucho m ás estrecha de lo que co­ ductos, la antroponim ia denotan la
m únm ente se dice. La faja de tierra presencia sem ita. Por poner un ejem ­
esteparia o de vegetación arbustiva plo el m ism o padre de Lugalzagesi, a
que separaba los valles fluviales de ju zg ar por su nom bre, tendrá sangre
las zonas desérticas eran los ám bitos semita.
p or excelencia en los que se desarro­ U na vez dicho esto, el ascenso de
llaba el nom adism o o sem inom adis- Akkad debe encuadrarse en las conti­
mo de pueblos en general sem itas que nuas luchas que las ciudades de Su­
se infiltran pacíficam ente en las ciu­ m er están protagonizando en la fase
dades de Sum er y se irán integrando. final del P rotodinástico en disputa
La procedencia de Sargón podría h a ­ por la hegem onía. La única novedad,
ber sido sencillam ente ésta. Al norte en principio, es que la ciudad que
46 A ka l Historia del M undo Antiguo

ahora la consigue es em inentem ente al norte), no se puede h ab lar de un


sem ita en cuanto a su origen e inclu­ antagonism o étnico o conflicto de ra­
so ya francam ente en la figura de sus zas. Los pocos indicios de ello son
g o b ern an tes. Pero la c u ltu ra es la m uy débiles y discutibles: así se alude
m ism a; no hay que insistir en distin­ a la dureza de R im ush contra las ciu­
ciones. C om o dice F rankfort: «Los dades sum erias, pero al m ism o tiem ­
intentos de relacionar ciertos elem en­ po este so b eran o dota e sp lé n d id a ­
tos de la cultura m esopotam ia con los m ente a N ip p u r. R especto a la ya
elem entos del hab la sum eria o con m encionada historia de la «M aldi­
los de la lengua sem ítica de la p o b la­ ción de Akkad», hay que explicarla
ción no han tenido m ucho éxito, p o r­ m ás bien com o u n intento de N aram -
que am b o s esta b a n c o m p re n d id o s Sin de reconstruir, engrandeciéndolo,
d en tro de u n a resistente estructura el santuario de Enlil, lo cual fue mal
cultural». entendido por la población sum eria.
Los propios soberanos de A kkad Si no, no se com prenderían las m ues­
tuvieron m ucho cuidado em peñados tras de devoción de este soberano que
en aparecer com o continuadores, res­ m encionábam os un poco antes. En
petuosos con las tradiciones m ás p u ­ una m atriz de ladrillos encontramos la
ram ente sum erjas, sobre todo en m a­ leyenda «N aram -Sin, constructor del
teria religiosa (que, no lo olvidemos, tem plo de Enlil»; adem ás, Sharkalis-
fundam entaba el poder terreno de los harri, siguiendo con seguridad la obra
reyes); así, por ejem plo, u n a hija de paterna aparece com o «el hijo bien
Sargón será sacerdotisa de N a n n a en am ado de Enlil, el fuerte, el rey de
Ur. La devoción preferente y las m a­ Akkad y de los súbditos de Enlil, el
yores atenciones regias se las llevará co n stru cto r del Ekur, el tem plo de
por supuesto el dios suprem o del p an ­ Enlil en N ippur».
teón sumerio, Enlil, así com o su ciu­
dad-santuario, N ippur: fam iliares de
los soberanos ocupan puestos sacer­ 4. La organización del
dotales (como es el caso de u n a hija estado acadio
de N aram -S in) e incluso el cargo de
gobernador de esta ciudad será ocu­ El estado de A kkad reposaba en una
pado frecuentem ente por el heredero concepción fortalecida de la m onar­
al trono. Los soberanos tendrán la quía. C ontinuando con el proceso de
costum bre de dedicar estatuas o este­ concentración del poder que se apre­
las que conm em oren sus hazañas en ció claram ente a m edida que avanza­
el tem plo, al que colm arán de d o n a­ ba el período Protodinástico, se afian­
ciones y que ag ran d arán co n tin u a­ za la autoridad y dignidad del sobe­
mente. Enlil será, en com pensación, rano. Se ha tratado incluso de ver en
el garante de la legitim idad de la n u e­ el período acadio la prim era apari­
va m o narquía en la m ás pura tradi­ ción de lo que tradicionalm ente se
ción sum eria, el rey acadio será acla­ llam a el sistema del despotism o orien­
m ado como «vicario de Enlil», «aquél tal. E n realidad un estado que preten­
a quien Enlil dio la realeza», «aquél a día englobar el com plejo m undo de
quien Enlil otorgó su am istad». las ciu d ad es-estad o s sum erias, tan
Así, aunque por supuesto se es cons­ hab itu ad as a la autonom ía, así com o
ciente de que coexisten dos tradicio­ pueblos de varias etnias y en diferen­
nes culturales diferentes, la sum eria y tes etapas del desarrollo cultural, ade­
la acadia, con su propia lengua, con­ m ás en un m arco com o el de M eso­
cepciones religiosas, etc. (que h arán potam ia que carecía de la clara u n i­
entender la Baja M esopotam ia com o d a d g e o g rá fic a q u e p o r e je m p lo
una dualidad: Sumer, al sur, y Akkad, m uestra el valle del Nilo, sólo podía
Sum er y Akkad
47
salir adelante con u na férrea direc­ Sargón pudo ser ya de más de cinco
ción. A kkad supone el prim er intento mil hom bres. D esaparece el viejo y
serio de su p eració n de las form as pesado sistem a de com bate sumerio,
político-económicas de la ciudad-tem ­ el carro de guerra, de dudosa eficacia
plo sum eria hacia lo que podríam os (en buena m edida p o r el uso de o n a­
llam ar un «estado universal». gros en lugar de caballos), la form a­
M uchos detalles ap u n tan hacia ese ción com pacta de infantería (la «fa­
fortalecim iento m onárquico, entre los lange sum eria»). E n su lugar entran
cuales no es despreciable el principio en acción tropas de vestim enta más
dinástico que aparece b ie n afirm ado ligera, agrupadas en unidades m óvi­
por vez prim era, pero quizás el más les, organizadas por portaestandartes
llam ativo sea la supuesta div in iza­ que dan u n a notable flexibilidad y
ción de los soberanos: algunos reyes capacidad de m aniobra; se busca el
acadios recibieron culto en épocas cuerpo a cuerpo con escudos peque­
posteriores; el m ism o título de «rey ños, hachas de com bate y m azas, o
de las cuatro zonas» sólo lo habían bien el ataque a distancia por m edio
recibido anteriorm ente algunas divi­ de arcos y jabalinas. La figura semi-
nidades principales. La figura del rey desnuda de N aram -Sin en la estela,
acadio aparece caracterizada con ras­ abrazado a un arco, un hacha de m a­
gos sobrehum anos o heroicos, tan bien no y una jabalina, es todo un símbolo.
expresados en la leyenda de Sargón o Respecto a la adm inistración civil
en las tradiciones en torno a N aram - del im perio, realm ente son pocos los
Sin, a quien, p or ejem plo, se exalta en docum entos que tenem os com o para
u n a inscripción p or h ab er derribado intentar una reconstrucción com ple­
personalm ente un auroch. Se les vincu­ ta. Es evidente que fue preciso crear
la estrecham ente con los dioses: Sar­ un am plio cuerpo de funcionarios de­
gón disfruta de los favores (y am ores) pendientes directam ente del sobera­
de Ishtar, N aram -S in es llam ado «es­ no y pagados por él, bien en especie o
poso de Ishtar», etc. Este últim o sobe­ incluso concediéndoles tierras en usu­
rano llegará a an tep o ner el determ i­ fructo (como se aprecia en las ins­
nativo divino a su nom bre, se presen­ cripciones del obelisco de M anishtus-
tará en los relieves con la tiara de hu). Sabem os con certeza que algu­
cuernos, e incluso, com o vimos, ap a­ nos de los funcionarios de U r III exis­
recerá h o n rad o en algunas dedicacio­ tían ya en época acadia. De todas for­
nes com o «dios de Akkad». Pero es mas en cuanto a la adm inistración de
poco probable que fueran considera­ los territorios conquistados, los reyes
dos efectivam ente com o dioses, al acadios prefirieron m antener las tra­
m enos en vida. M ás bien habría que diciones g u b ern ativ as locales (por
p en sar en u n a expresión o recurso ejemplo, los ensi de las ciudades-es­
para justificar el necesario increm en­ tado sum erias) lim itándose sencilla­
to del poder real y su intención orga­ m ente a colocar acadios en los pues­
nizadora de la vida de los hom bres tos de poder y a m antener destaca­
—sus súbditos— entrando así en lo m entos m ilitares y fortalezas en los
que trad icio n alm en te se considera­ p u n to s estratégicos. U no de estos
b a n las fu n cio n es de la d iv in id ad puestos fuertes en los que parece que
(J. Bottero). se fundam entaba el m antenim iento
Este nuevo proyecto estatal preci­ de la unidad de Akkad fue excavado
saba de eficaces apoyos, tanto en lo por M allowan en Tell-Brak, en la Alta
civil com o en lo m ilitar. Surge un M esopotam ia, situado en las rutas ca­
nuevo ejército, m ás num eroso y dife­ ravaneras que conectaban Sum er y
renciado en cuanto a su arm am ento, Elam con A natolia oriental; su aspec­
con u n núcleo perm anente que con to sólido y bien defendido, su sistema
48 A k a l Historia del M undo Antiguo

de am plios patios rodeados de alm a­ res participan de form a autónom a en


cenes y depósitos revela bien a las el m undo de la producción y de los
claras la fu n cio n alidad del m ism o. intercam bios lo cual se ha relaciona­
Otro «palacio» de época acadia ha si­ do, al igual que una posible expan­
do localizado en Tell-Ashm ar (Esh- sión de la propiedad privada de la tie­
nunna), tal vez un a residencia real, a rra, con la tradición sem ita acadia.
ju zg ar por las salas de recepción, h a ­ En cualquier caso el período acadio
rén, etc., que se identifican fácilmente. es un m om ento de buena coyuntura
Q uizás sea el punto de vista econó­ económ ica, al m enos en su prim era
mico el más adecuado para com pren­ mitad.
der la justificación histórica del im ­
perio de A kkad y calibrar sus objeti­
vos. A bandonando, com o dijim os, la 5. La aportación cultural
concepción de la ciudad-tem plo (que de Akkad
de todas form as seguirá gozando de
b uena salud en el territorio sum erio Si innovador es el período acadio des­
estricto), los acadios se ab riero n a de el punto de vista de la organiza­
m ás am plios horizontes. No preten­ ción política y la concepción del esta­
dieron tanto anexar sistem áticam ente do, no lo es m enos desde el artístico o
tierras cuanto que asegurar la tran ­ de otras parcelas de la cultura. Las ar­
quilidad de las rutas caravaneras y tes figurativas acadias aportan un n a ­
las vías de com unicación de las que turalism o y expresividad que no pue­
dependía el bienestar económ ico de den p o r m enos ser com parados con el
la Baja M esopotam ia. El estado aca- esquem atism o y la relativa rigidez del
dio, am bicioso, intentó asegurarse el período sum erio primitivo. Y son los
abastecim iento de m aterias prim as relieves, las estelas triunfales, su m a­
que faltaban en el valle de los dos ríos nifestación más espectacular; en frag­
(m adera, piedra, metal) ora contro­ m entos atribuidos a Sargón y Rim ush
lando directam ente las zonas de p ro ­ aún se conserva la clásica división en
ducción, ora m anteniendo contactos registros heredada del período P roto­
fu n d am en talm en te com erciales. E n dinástico y sin em bargo el cam bio es
el prim er caso estarían las cam pañas ya patente: aunque los tem as sigan
que llevan a Sargón y N aram -Sin has­ siendo en buena m edida iguales (por
ta Siria y Asia M enor oriental («Las ejem plo, el tópico de los enemigos co-
M ontañas de la Plata» y los «Bos­ gidos en u n a red) los personajes están
ques de Cedro») y en el segundo, la tratados con m ás agilidad, el m odela­
apertura y regularización de las rela­ do gana en riqueza, el diálogo de las
ciones con regiones m ás distantes en figuras es m ás vivo. En la estela de
las que era im pensable un control p o ­ N aram -Sin, sin duda una de las obras
lítico: Tilm un, M akkan, M eluhha, etc. m ás im portantes del arte m esopota-
A unque las form as de creación y mio, se supera ya la división en fran­
distribución de riqueza de períodos jas y se nos ofrece una escena única y
anteriores siguen existiendo, h an sur­ total que p o r otra parte está ricam en­
gido novedades: ju n to al tem plo co­ te articulada en una gran variedad te­
mo trad icio n al p ro p ietario y nego­ m ática: el rey-héroe vencedor, el ejér­
ciante aparecen otros anim adores de cito acadio en m archa, el pánico y la
la vida económ ica, em pezando por el calam idad del enem igo derrotado, el
m ism o soberano que va acum ulando fondo paisajístico, que juega su p ro ­
riquezas y propiedades, fu n d am en ­ pio papel, etc. Esta creatividad com ­
talm ente tierras, necesarias para m an­ positiva encuentra quizás su cam po
tener el ejército y a los funcionarios. m ás idóneo en la glíptica: los perso­
Es evidente que los sim ples particula­ najes, anim ales, m onstruos u hom -
Sumer y Akkad
49
bres, form an un cuadro agrupado fre­
cuentem ente en torno a una inscrip­
ción ce n tral. Los tem as m íticos y
religiosos, de gran fuerza narrativa,
parecen sugerir que se ha producido
un avance en la elaboración del p a n ­
teón y la fijación de los ciclos m itoló­
gicos. Tam bién la estatuaria presenta
esa frescura; los acadios incorporan
u n perfecto dom inio del trabajo de
las piedras duras, y sen tarán los pre­
cedentes de la célebre estatuaria de
G udea (cuyo pu n to de p artida formal
son las estatuas de M anishtushu). El
m ejor exponente, esta vez en metal, es
la espléndida cabeza de bronce en ­
co n trad a en N ínive que representa
supuestam ente a Sargón. Se podría
decir que esta evolución artística se
reflejó en la plasm ación de la escritu­
ra. Los textos cuneiform es de época
acadia ofrecen una nueva claridad y
arm onía en la ordenación de los sig­
nos. Ya de entrada fue un gran logro
la adaptación del sistem a cuneiform e
sum erio para p lasm ar el acadio (la
prim era lengua sem ita que se escribe,
com o se ha hecho notar). El acadio es
la lengua p or excelencia de la zona
septentrional (Akkad, Kish), así como
de las provincias m arginales (Elam).
E n cam bio en las ciudades sum erias
la lengua nativa es la que predom ina Estatua de Gudea, de Lagash
au n q u e en los docum entos escritos (Hacia 2150 a.C.)
oficiales el bilingüism o se im pone: en
U m m a por ejemplo se ha podido cons­ telares de Akkad), El (la típica divini­
tatar que el sum erio aparece en los dad semita), etc. Tam poco aquí ten­
docum entos relativos a los asuntos d re m o s c o n flic to sin o q u e se irá
que podríam os llam ar internos de la avanzando progresivam ente hacia un
com u n id ad (contratos, juicios, etc.), sincretismo: la In an n a sum eria se aso­
m ientras que aquéllos que reflejaban cia con Ishtar, la protectora de Sar­
las obligaciones y contrapartidas res­ gón, N a n n a se asim ila al dios lu n ar
pecto al poder central de A kkad se re­ acadio Sin. Se aprecia no obstante la
dactan en la lengua semita. sem itización de la religión: la belico­
La religión m uestra, com o era de sidad de Ish tar-In an n a se superpone
esperar, la introducción, junto a las al carácter de deidad de la fertilidad
deidades tradicionales sum erias, de (diosa-m adre) que había tenido en el
dioses sem itas, cósm icos, brillantes, panteón sum erio, se produce un as­
de una personalidad m ás desarrolla­ censo del dios solar U tu-Sham ash, en
da que se refleja en el enriquecim ien­ contraste con el discreto papel que
to del universo mitológico. A parecen h a b ía ten id o en el p erío d o p rece­
D agan, Z ababa (uno de los dioses tu­ dente, etc.
50 «4fca/ Historia del M undo Antiguo

V. El período intermedio de los guti


y la III dinastía de ür (2100-2000 a.C.)

1. El período intermedio de la Baja M esopotam ia y a Elam . La


franja m eridional, el país de Sumer,
de los guti parece que resultó m enos afectada,
aunque algunas localidades, com o Ur,
La desaparición del estado acadio se p u d ie ro n ser d estru id as. Los c o n ­
deberá a los guti, un pueblo bárbaro, quistadores, que carecían de la sensi­
inferior culturalm ente y que, estable­ bilidad y civilización de los acadios
cidos en las tierras altas al norte de (aunque tom en algunos elem entos de
M esopotam ia, constituían una am e­ la civilización superior a la que han
n aza latente desde la época de N a ­ ido a parar) inauguran un dom inio
ram -Sin, m om ento a p artir del cual se irregular que pasa por ser uno de los
inicia un proceso de influencia cultu­ períodos m ás oscuros de la historia
ral acadia (utilización de su lengua y de B abilonia. Q uizá sólo ocuparían
sistem a de escritura, an tro p o n im ia, algunas plazas fuertes de form a per­
etc.). La natural inestabilidad de A k­ m anente, m an ten ien d o la am enaza
kad, así com o los tiem pos difíciles m ilita r sobre el resto del país. En
que se abren a p artir de N aram -S in cualquier caso las fuentes sum erio-
van a im pulsarles a intentar el asalto acadias apenas m encionan a los guti
a las ricas tierras de los valles siguien­ si no es para recalcar el carácter rudo
do u n a m ecánica que se repetirá una y salvaje de este pueblo y la desastro-
y otra vez en la historia de M esopota­ sidad de su dom inio, o bien ju s ta ­
mia. La m aduración de este objetivo m ente para celebrar su expulsión, que
aparece m anifiesta en algunos deta­ fue saludada com o u n a liberación y
lles: antes incluso de la derrota defi­ el despertar de un triste interm edio.
nitiva de Akkad, u n rey guti ostenta el
título im perial de «rey de las cuatro
zonas», y p o r o tra parte, entre los
2. La revitalización
cuatro príncipes que se disputan el del sur mesopotamio:
trono acadio a la m uerte de S harka­ Lagash
lisharri, uno al m enos tiene nom bre
claram ente guti (Nanum). El hecho de que Sum er saliera relati­
Esta presión term in ará por tener vam ente indem ne de la invasión guti,
éxito: u n a irrupción violenta destrui­ así com o la extinción del poder de
ría la ciudad de A kkad y afectaría al A kkad tuvo por consecuencia la reac­
m enos a toda la zona septentrional tivación de los antiguos centros su-
Sumer y Akkad 51
merios, que volvieron a poner en prác­ La expulsión de los guti
tica el sistem a económ ico, religioso y «Enlil: Gutium, la serpiente, el escorpión
político de la ciudad-tem plo, más o de las montañas, que había violentado a
menos autónom a. Q uizás U ruk fue la los dioses, que había llevado al extranjero
ciu d ad en la que prim ero se pudo la realeza de Sumer, que había colmado
apreciar este aliento renovador, pero Sumer de iniquidad, que había arrebatado
en cualquier caso será Lagash, con su su mujer a aquél que tenía una mujer, que
había arrebatado su hijo a aquél que tenía
II dinastía, la que por la cantidad y
un hijo, que había instalado la iniquidad y
calidad de la docum entación que ha la violencia en el país; Enlil, el rey de todas
aportado merece ser objeto preferen- las tierras, encargó a Utuhegal, el hombre
cial de n u estra aten ció n . Sus ensi fuerte, el rey de Uruk, el rey de las cuatro
ofrecen u na renovada im agen m ás zonas, el rey que no falta a su palabra, la
próxim a a los príncipes del P rotodi­ misión de aniquilar el nombre de Gutium.
nástico, adm inistradores terrenales de Utuhegal se acercó a Inanna, su señora,
los dom inios del dios de la ciudad, y le hizo esta súplica: ¡Oh, mi señora, leo­
que de la m onarquía universal acadia na de los combates, tú que embistes a los
países enemigos!, Enlil me ha encargado
de tendencia despótica. Así por ejem ­
restaurar la realeza en Sumer. ¡Sé mi apo­
plo G udea, el m ás célebre sin duda yo! ¡Qué las hordas de Gutium sean extir­
de los personajes de esta dinastía, apa­ padas! Tirigan, el rey de Gutium, ha habla­
rece com o designado para el puesto do: nadie ha marchado contra él. Se ha
p o r el dios de Lagash de entre todos establecido en las dos orillas del Tigris.
los habitantes de esta ciudad; un tex­ Hacia abajo, ha saqueado los campos de
to describe cóm o fue presentado a los Sumer; hacia arriba ha atacado las carava­
dioses de la siguiente forma: «el día nas. Sobre las rutas del país ha dejado que
en que N ingirsu echó u n a m irada be­ la hierba crezca alta.
El rey que Enlil dotó de fuerza, que Inan­
nevolente sobre la ciudad y escogió
na escogió en su corazón Utuhegal, el
en el país (de Sumer) para pastor p ia­ hombre fuerte de Uruk avanzó contra Tiri­
doso a G udea, donde, de en m edio de gan. En el templo de Iskur ofreció un sacri­
la m asa de los hom bres, su m ano le ficio. Arengó a los habitantes de su ciudad:
tomó». El m ism o nom bre de G udea «Enlil me ha entregado Gutium. Mi señora
quiere decir «el llam ado». Se apre­ Inanna es mi apoyo. Dumuzi, que es Ama-
cian, no obstante, algunos elementos ushumgal-ana, ha pronunciado mi desti­
de la tradición acadia: los súbditos de no. El me ha dado por protector a Gilga-
G udea le llam an en alguna rara oca­ mesh, el hijo de Nin-suna». Llenó de ale­
gría el corazón de los habitantes de Uruk,
sión «dios de Lagash».
de los ciudadanos de Kullab. Su ciudad le si­
La po lítica in tern a cio n al de L a­ guió como un solo hombre. Hizo honor a sus
gash aparece m al docum entada. Pa­ obligaciones... Tirigan se tendió a los pies
rece que p o nen en práctica un inteli­ de Utuhegal, el rey. Este le puso el pie en
gente y ventajoso pacifismo. Tan sólo la nuca... Restableció la realeza en Sumer».
se celebra un a victoria de G udea so­
bre el Elam , que quizás más bien de­
ba entenderse com o u n a escaram uza aparece com o sacerdotisa de N an n a
defensiva ante un intento de agresión en Ur; el m ism o G udea conm em ora
elam ita. Es posible que con esto se re­ viajes a las distintas ciudades sum e­
lacione la dedicación por parte de es­ rias, am pliando o restaurando san ­
te príncipe de u n a serie de m azas de tuarios y realizando generosas d o n a­
com bate votivas. En cualquier caso ciones. Esta capacidad de movimientos
parece que Lagash ocupa una situa­ puede resultar un tanto sorprendente
ción preem inente ejerciendo una he­ dada la presencia de los guti com o ár­
gem onía o tutelaje sobre buena parte bitros en la Baja M esopotam ia; hay
del país de Sumer: la hija de uno de que suponer que Lagash debió m an ­
los prim eros príncipes de la dinastía ten er relaciones con ellos, incluso
52 Aka! Historia del M undo Antiguo

quizás una actitud de franco colabo­ sum erio, com o la célebre serie ya cita­
racionism o que en contrapartida su­ da que representa al m ism o Gudea.
p ondría la perm isividad de los guti y
u n a libertad de acción en buena parte
de Sumer. O tra posibilidad que se b a­
3. La III dinastía de Clr
raja, aunque es m uy difícil de asentar (2100-2000 a.C.
cronológicam ente, es que G udea y el aproximadamente)
esplendor de Lagash fueran posterio­
res a la derrota y expulsión de los gu­
ti, lo cual h ab ría supuesto una real y 3.1. La expulsión de los guti
com pleta autonom ía. La liberación plena de la Baja M eso­
Sea cual sea su posición política, potam ia provino de la vieja y presti­
Lagash es ante todo un centro que se giosa ciudad de U ruk que, al igual
ha relanzado económ icam ente de for­ que Lagash, había gozado de una no­
ma brillante. La actividad com ercial table autonom ía bajo los guti, y qui­
y bancaria, artesanal y de construc­ zás aún en los últim os m om entos de
ción, agrícola, etc., producen una abun­ Akkad, con una dinastía propia. C o­
d ante docum entación que suponen el nocem os bastante bien los episodios
m ás claro precedente de lo que será el concretos de la expulsión del opresor
estado de U r III. La capital, situada gracias a una espléndida inscripción
en G irsu, un núcleo adyacente de L a­ histórica que probablem ente estaría
gash, se engrandece con el aflujo de destinada en su form a original a or­
riqueza. G udea reconstruye el tem plo n am en tar la estatua triunfal del cau­
de su dios protector N ingirsu; los m a­ dillo que realizó la hazaña, U tuhegal
teriales que se em plearon y sus proce- de Uruk. El texto no ahorra los califi­
deiTcias son u n a b u en a m uestra de la cativos duros a la hora de calibrar el
am plitud del com ercio lagashita: m a­ dom inio de los guti, que son «la ser­
deras preciosas de roble, plátano, ci­ piente, el escorpión de las m ontañas
prés y cedro que llegan de Ebla y el que hab ía violentado a los dioses, que
A m anus (los célebres «B osques de había elevado al extranjero la realeza
Cedros») b ajan d o p o r el Eufrates, o a de Sumer, que había llenado Sum er
través de Tilm un. Tam bién hay pie­ de iniquidad, que había arrebatado
dra de calid ad (incluido m árm ol y su m ujer a aquél que tenía una mujer,
diorita) de las m o n tañas del norte, que h a b ía a rreb a ta d o a su niño a
del Alto Tigris y de M akkan; cobre, aquél que tenía un niño, que había
polvo de oro y plom o de M eluhha extendido la violencia y la iniquidad
com pletan esta lista de m ateriales. en el país...». Se hace alusión expresa
El desarrollo de la producción ar­ a las dificultades económ icas que es­
tística y cultural en general no es m e­ tab an provocando, cortando las co­
nor. Lagash enm arca u n m ovim iento m unicaciones: «Abajo, ha saqueado
de reelaboración de los elem entos tra­ los cam pos de Sumer; arriba, ha sa­
dicionales sum erios que alcanzará su queado las caravanas. Sobre los ca­
culm inación con U r III, y que se co­ m inos del país h a dejado que la hier­
noce convencionalm ente com o el R e­ ba crezca alta». Pero esto va a term i­
nacim iento Sumerio. Se em piezan a nar; la desgracia de los guti se expresa
e n c o n trar textos largos en sum erio en u n eclipse de luna que significa el
sobre tem as religiosos o exaltando la ab an d o n o de uno de los dioses p rin ­
figura del príncipe (por ejem plo, los cipales de los invasores, Sin (la luna).
que cubren m uchas de las estatuas de La victoria de U tuhegal se entenderá
Gudea). Las artes plásticas, em pezan­ com o u n triunfo del pueblo y de la ci­
do p o r la estatuaria, producen algu­ vilización sum eria; es significativo el
nas de las obras m ás bellas del arte apoyo que tiene de los grandes dioses
Sum er y Akkad 53

Cabeza de Gudea, de Lagash


(Hacia 2150 a.C.)

del pan teó n tradicional sum erio: En- yo del sacerdocio de N ippur, que le
lil (que le h a encargado expresam en­ otorga legitim idad y le perm ite titu­
te la m isión de «restituir la realeza en larse, ju n to a «rey de Uruk», «rey de
Sumer»), In a n n a (que le apoya en la las cuatro regiones». La expulsión de
lu ch a com o «leona en los co m b a­ los guti produjo u n a reacción y exal­
tes»), D um uzi, o G ilgam esh, el héroe tación «nacional» que alim entará de
sum erio que tam bién es patrono de vigor al últim o período de protago­
Uruk. Es m uy probable que un poe­ nism o histórico del pueblo sumerio.
m a o him no que celebra la victoria de
la diosa In a n n a (cuyo santuario p rin ­ 3.2. Ür-Nammu: los orígenes
cipal, no olvidem os, está en Uruk) so­
bre u n a divinidad de los Zagros (la de la 111 dinastía de ür
tierra de los guti), que aparece signifi­ El fundador de U r III, U r-N am m u,
cativam ente con forma de dragón, sea parece que en principio era el gober­
una trasposición al p lano mítico de la nad o r de U r dependiente de U tuhe­
victoria de U tuhegal (Schmóckel). En gal. N o sabem os cóm o se produjo el
cualquier caso éste cuenta con el apo­ cam bio de poder, pero posiblem ente
54 Akal Historia del M undo Antiguo

el origen de las diferencias entre am ­ mo se pretende en algunos docum en­


bos estuviera en un arbitraje de U ruk tos y la expulsión de los guti fue p a u ­
en un conflicto de tierras limítrofes la tin a y d ific u lto s a e x ig ie n d o el
entre U r y Lagash, que benefició a es­ esfuerzo de varios caudillos sumerios.
ta última. U na inscripción nos infor­ Incluso pudo ser que U r-N am m u pe­
ma que «Utuhegal, el rey de las cua­ reciera en esta lucha, a ju zg ar por
tro regiones, ha restituido la frontera una tradición p osterior que nos lo
de Lagash que el hom bre de U r (sin presenta m uerto en el com bate (¿fren­
duda U r-N am m u) h ab ía reclam ado». te a los guti?).
Sea com o fuere, U r-N am m u se con­ Visto esto, no es de extrañar que
vierte en el nuevo hom bre fuerte de haya notables dudas respecto al terri­
Sumer. Probablem ente él m ism o se­ torio que llegó a controlar. Se h an en­
ría originario de U ruk, incluso p a ­ contrado débiles indicios de su pre­
riente de U tuhegal (herm ano o hijo, sencia en Tell-Brak, co n statán d o se
según las diferentes propuestas). Ello b u e n a s y p acíficas relacio n es con
explica que, en la pro paganda real, la Mari. Pero lo cierto es que la activi­
dinastía se considere em parentada con dad de U r-N am m u se desarrolla en
el gran héroe de Uruk, G ilgam esh, y las principales ciudades de Sumer, y
que esa ciudad fuera tratada siem pre que no aparecen docum entos suyos
con notable respeto, hasta el punto de más allá de lo que es la frontera con
que funcionó com o una segunda ca­ el territorio acadio, entre N ip p u r y
pital: así el prim ogénito ocupaba con Kish. La extensión de su estado ap a­
frecuencia el puesto de gobernador rece bien caracterizada tam bién en la
de Uruk, y algunas reinas tuvieron prudente lim itación de la titulatura
allí su residencia, quizás por deferen­ real que utiliza: renuncia al am bicio­
cia a In an n a, que contó entre los sa­ so y excesivo título de «rey de las cua­
cerdotes destinados a su culto a algu­ tro regiones» que había ostentado Utu­
nos m iem bros de la fam ilia real, in ­ hegal y se conform a con «rey de Ur»
cluido el m ismo U r-N am m u. y «rey de Sum er y Akkad», título nue­
Tiene que realizar una intensa acti­ vo que aparece p o r vez prim era y que
vidad m ilitar para afianzarse, aunque m uestra un im portante cam bio con­
la escasez general de datos histórico- ceptual en cuanto a la unidad esen­
políticos en la docum entación de este cial de la Baja M esopotam ia: signifi­
período im pide conocer los detalles. ca el reconocim iento oficial de la dua­
Algunas inform aciones sugieren que lidad de un país que gozaría de una
el m arco de sus h azañ as se dilató des­ única civilización y que integraría esas
de el Golfo Pérsico (el M ar Inferior), dos partes en que se dividía desde
al M editerráneo (el M ar Superior), Sargón el bajo valle del Tigris y del
pero posiblem ente se trate de una im a­ Eufrates. El antiguo «país de Sumer»
gen que la literatura de propaganda ha am pliado definitivamente sus fron­
real repite siste m átic am en te desde teras.
Lugalzagesi y a la que no hay que dar P or otra p arte U r-N am m u se ve
dem asiado crédito. M ás real es, por el obligado a dedicarse a una intensa la ­
contrario, el enfrentam iento con L a­ bor de reconstrucción y reorganiza­
gash, la única gran rival que le que­ ción interna de un país afectado por
d ab a en Sum er, u n a vez som etida el dom inio guti y por los conflictos
Uruk. También aparece luchando con­ del final de ese período, lo que in d u ­
tra los guti, lo cual puede interpretar­ dablem ente hacía im pensable cual­
se de dos m aneras: o bien es una ter­ quier veleidad im perialista. Fiel ex­
giversación p ara arreb atar la gloria ponente del «Renacim iento Sumerio»,
del triunfo a U tuhegal, o bien la vic­ hará patente una voluntad de devol­
toria de éste no fue tan com pleta co­ ver a Sum er su grandeza; las inscrip-
Sum er y Akkad 55

ciones lo exaltan com o «el que ha Código de Ur-Nammu (selección)


restablecido el antiguo orden de co­
sas» y realm ente eso fue el resultado «Si la mujer de un hombre, empleando sus
de u n a actividad extraordinaria: rea- encantos, sigue a otro hombre y duerme
condiciona el sistem a de drenaje de con él, ellos (las autoridades) matarán a la
los cam pos y la red de canales, re­ mujer, pero ese hombre quedará libre...
Si un hombre se divorcia de su primera
co n stru y e o am p lía casi todos los esposa, deberá pagar una mina de plata...
grandes santuarios: Uruk, N ippur, Eri-
du y p o r supuesto Ur, donde com ien­ Si la mujer de la que se divorcia era an­
za la c o n s tru c c ió n del z ig u ra t de teriormente una viuda, deberá pagar me­
dia mina de plata...
N an n a. E n la preocupación por la es­
Si un hombre acusa a (otro) hombre de
tabilización de la realeza se encuadra brujería (?) y el (acusador) lo llevó al dios
la co nstru cció n de u n palacio real río, y el dios río lo declaró puro, entonces
(G iparu) en la capital. Esta obra dio el hombre que lo llevó (es decir, el acusa­
buenos resultados; así, por ejemplo, dor) deberá pagarle tres sidos de plata...
se reabren las vías com erciales esen­ Si un hombre corta la nariz de otro con
ciales para la subsistencia del país (se un cuchillo de cobre, pagará dos tercios
m enciona la vuelta de los navios de de una mina de plata...
M ak k an ). U r-N am m u dejó u n re­ Si un hombre actúa como un testigo (en
un proceso) y se prueba que ha sido per­
cuerdo de buen gobierno que dio pie
juro, deberá pagar 15 sidos de plata...
a la recreación de su figura en him ­ Si un hombre inundó el campo de otro
nos religiosos, narraciones, etc., p a­ hombre con agua, deberá medir para él
sando a integrarse en la galería de tres kor de cebada por iku de tierra...».
personajes históricos heroizados que
guardaba la m em oria colectiva de los prendida por su predecesor: aparte de
pueblos del Tigris y Eufrates. la ya habitual práctica de restaura­
ción y engrandecim iento de los tem ­
plos, se puede apreciar una reform a
3.3. La dinastía de CJr 111 de los sistem as de pesos y m edidas,
C o n trastan d o n o tab lem en te con lo que consistían básicam ente en u n a
que hab ía sido la dinastía de Akkad, regularización: nos h an quedado bue­
la sucesión en el trono en la época de nas pruebas de ello en algunos pesos
la III dinastía de U r no se veía nor­ de piedra con inscripciones como és­
m alm ente aco m p añ ada de la necesi­ ta: «Para N anna, su señor, Shulgi, el
dad de sofocar sublevaciones de pue­ hom bre fuerte, el rey de Ur, el rey de
blos sometidos. El estado de U r III Sum er y A kkad, ha certificado este
era m ucho m ás hom ogéneo (y más peso de m edia m ina». H ay un curio­
pequeño) y adem ás se dotó de un ex­ so him no en el que se exalta a este so­
celente aparato adm inistrativo; a ello berano com o preocupado por el siste­
hay que u n ir la solidez que ofrece ya m a de com unicaciones, y, a ju zg ar
el principio dinástico, paralelo a una p o r las expresiones que se em plean,
co n sag ració n de la dignidad de la su obra debió ser im portante en este
m onarquía. Por ello Shulgi, el hijo de ám bito; Shulgi es «el que ha am plia­
U r-N am m u, p u d o acceder al trono do las sendas y enderezado los cam i­
sin que hay an quedado testim onios nos del país»; ha restablecido la segu­
de dificultades. ridad y edificado un sistem a de posa­
La prim era parte de su larguísim o das que perm ite que «aquél que viene
reinado (46 ó 48 años, según la Lista de abajo, aquél que viene de arriba
Real Sum eria) está m uy poco docu­ pueda refrescarse en la som bra, que el
m entada; parece que se dedicó a con­ viajero que m arche por un cam ino de
tin u ar y com pletar la obra de reorga­ noche pueda encontrar refugio en ellas
nización interna que había sido em- como en una ciudad bien amurallada».
56 AkaI Historia del M undo Antiguo

Los pocos datos de este período ini­ Los dos sucesores inmediatos, Amar-
cial concernientes a la política exte­ Sin y Shu-Sin, gozan aún de u n a si­
rior expresan un pacifism o (alianzas tuación estable. Es curioso com o la
m atrim oniales con el Elam). Sin em ­ progresiva sem itización étnica y cul­
bargo ya en el año 5 se data la reedifi­ tural que afecta a todo lo sum erio se
cación de las m urallas de Der, puerto ap recia hasta en la m ism a fam ilia
fronterizo con el territorio elam ita, y real: tanto Shu-Sin com o el últim o
el año siguiente se refuerza Kazallu, rey de la d inastía (Ibbi-Sin) llevan
tam bién en la m ism a zona. H acia la nom bres semitas, al igual que la es­
m itad de su reinado parece que se posa principal de Shulgi. La activi­
precisa u na reform a m ilitar al m ismo dad de Shu-Sin se caracterizará signi­
tiem po que un a actitud m ás agresiva ficativam ente por u n a creciente preo­
que sugiere que Shulgi consideraba el cupación fronteriza; la presión exte­
m om ento ya m ad u ro p ara u n a ex­ rior obliga a increm entar el poder de
p an sión territorial: en el año 19 se los generales y funcionarios destaca­
m encionan levas de arqueros o lance­ dos en zonas lim ítrofes p a rtic u la r­
ros; se va a in co rp o rar a la titulatura m ente am enazadas, lo que, a la larga,
real la fórm ula de «rey de las cuatro repercutió en el deterioro de la autori­
zonas» que sin duda expresa la nueva dad real. En el año 4 de su reinado se
concepción im perial o despótica de la co n m em o ra u n a victoria sobre los
m o n arq u ía de U r III y finalm ente am orreos y tras ello se edifica el «M u­
Shulgi com ienza u na serie de cam p a­ ro del Oeste» llamado «el que mantiene
ñas al norte y noreste. Llegará a con­ alejados a T idnun» (térm ino éste que
trolar A ssur y au n q u e algunos textos se u tilizaba para designar a los am o­
poco fiables quieran extender su do­ rreos). Se ha discutido m ucho sobre
m inio hasta Ebla o Biblos, en la costa el carácter de esta construcción; es di­
fenicia, es difícil aceptar que U r III fícil pensar en una m uralla continua
llegara alguna vez a poseer un territo­ de varios cientos de kilómetros, com o
rio parecido al de Akkad. Es m ejor pretenden algunos autores (por lo m e­
p en sar que disfrutaría de u n dom inio nos algún resto se h ab ría localizado
directo de la Baja y M edia M esopota­ en ese caso). Otros historiadores se
m ia y una influencia política fuerte decantan por un canal o fosa in u n d a ­
en algunas zonas m arginales, como da, lo cual es m ás factible y conecta
el Elam , que du ran te u n cierto tiempo m ejor con las tradiciones sum erias.
fue prácticam ente u na provincia más. Q uizás el «M uro de Shi-Sin» fuera
Com o sucede en Akkad, a Shulgi le sencillam ente una fortaleza o, mejor,
preocupa m ás la pacificación de las u n a cadena de fortines y puntos ar­
rutas p or las que afluyen los produc­ m ados que sería m ás eficaz para pre­
tos deficitarios en M esopotam ia, que venir las incursiones nóm adas. En
dedicar su esfuerzo a una continua todo caso no funcionó, y el sucesor de
am pliación de fronteras, de dudoso Shu-Sin, Ibbi-Sin, será el últim o rey
futuro. Además, hab ía que estar co n ­ de Ur III y de la historia de Sum er en ­
tinuam ente alerta frente a los pueblos tendida com o entidad política.
de las m ontañas septentrionales, tra­ El colapso final tuvo su m anifesta­
dicionalm ente inquietos, a los que se ción m ás espectacular, tal y com o nos
une cada vez m ayor penetración de lo describen las fuentes, en la irru p ­
hurritas y de sem itas am orreos. S hul­ ción de varios pueblos extranjeros que
gi se veía obligado a m an ten er un aunque h a n sido anteriorm ente m en­
fuerte aparato defensivo frente a estos cionados, convendría quizás tipificar
p u eb lo s, que recib e el n o m b re de con m ás detalle, no solo por el episo­
«M uro de la Tierra» y que será el p re­ dio concreto al que nos estam os refi­
cedente de obras posteriores. riendo sino por su frecuente apari-
Sumer y Akkad 57

Escultura sumeria
(2500 a.C.)
58 A ka l Historia del M undo Antiguo

c ió n a lo larg o de la h is to ria de u n ir el Tigris y el Diyala). Por esa re­


Babilonia. Por un lado están los am o- gión fronteriza p asarían adem ás las
rreos (en sum erio martu, térm ino que principales rutas de abastecim iento
significa «oeste» según unos, y según de m aterias prim as a la Baja M eso­
otros sencillamente «obreros» o «peo­ potam ia.
nes», tanto en sentido civil com o m i­ Por otra parte el golpe definitivo vi­
litar). Este pueblo, cuya lengua perte­ no de la parte del Elam. Los elam itas
nece al grupo sem ita-occidental, se eran un pueblo que pudieron crear
conoce de m uy antiguo, siendo citado una civilización avanzada basándose
en los relatos m íticos del ciclo de Gil- en la yuxtaposición de la agricultura
gam esh, en la « M ald ició n de A k­ de la altiplanicie del sur iranio y de
kad», etc. A parecen descritos con los las riquezas m ineras y forestales de
clásicos caracteres del pueblo n ó m a­ las m ontañas que la rodean. Desde el
da cuya form a de vida resultaba into­ Protodinástico aparecen com o el tra­
lerable y b árb ara para los habitantes dicional enem igo del país de Sumer,
de Sum er y Akkad: son la gente «que por cuya superior cultura, no obstan­
no conocen el grano», que no tienen te, se dejan influir: form as artísticas,
casa, esencialmente ganaderos. La pri­ concepción m onárquica, escritura cu­
m era m ención histórica fiable es de neiform e, que ad a p ta n a su propia
época de S harkalisharri, quien tiene lengua, el elam ita, m uy difícil de rela­
que organizar u n a expedición p u n iti­ cio n ar con el resto de las conocidas.
va p ara im pedir sus incursiones. D es­ Estructurados en varias entidades po­
de el final de Akkad y a lo largo de líticas relativam ente inestables, la que
todo el período de U r III se van intro­ tiene m ás relación con la Baja M eso­
duciendo en las tierras de los seden­ potam ia es la zona de Susa, que sufri­
tarios, norm alm ente de form a pacífi­ rá la condición de vasalla en época
ca, integrándose m uchos de ellos en de A kkad, aunque con el declive de
las estructuras socioeconóm icas del ésta va recobrando su independencia.
estado neosum erio en los m ás diver­ Afectada tam bién por la invasión de
sos puestos y oficios. T ra d ic io n a l­ los guti, Shulgi la convierte en una es­
m ente se ha venido aceptando que la pecie de protectorado dependiente de
zona nuclear de los am orreos estaría U r III, produciéndose entonces una
en Siria, y que las b an d as que ataca­ fuerte asim ilación a Sumer. Este so­
rían U r III debieron p artir de la zona berano practicará una inteligente po­
m ontañosa del Djebel-Bishri que se lítica integradora: engrandece Susa,
ha pretendido identificar con el Kur- colm ando de favores el tem plo de la
M artu (las «tierras altas de los am o­ divinidad principal, In-Shushinak, y
rreos») donde los textos neosum erios perm ite que los elam itas se integren,
colocan la am enaza. Parece que el com o m ercenarios, en las tropas del
problem a es m ás com plejo y que los estado neosum erio. Los reyes poste­
pueblos denom inados genéricam ente riores se m ostrarán en cam bio m enos
am orreos no tenían una localización hábiles y diplom áticos. La secesión
única y fija; en concreto los que co­ definitiva del Elam respecto a U r III
laboran a provocar la caída de U r III se produce en el com ienzo del reina­
posiblem ente arran caro n de la zona do de Ibbi-Sin; a p artir del año tres de
noroeste (D jebel-H am rin), donde es­ este soberano desaparecen los docu­
taría localizada otra «M ontaña de los m entos sum erios en Elam , que se pre­
m artu» (M ichalowsky). La argum en­ p arará para colaborar en la ruina fi­
tación tiene b uena lógica, puesto que nal de su anterior dom inador.
es en esa zona donde se desarrollarán Los episodios concretos de la caída
los mayores esfuerzos defensivos, co­ de U r III son relativam ente bien co­
mo el M uro de Shu-Sin (que pudo nocidos gracias a la correspondencia
Sumer y Akkad 59

real de Ur, integrada fu n d am en tal­


m ente p or cartas de los soberanos de
la segunda m itad de la dinastía (so­
bre todo de Ibbi-Sin) y de algunos al­
tos funcionarios y gobernadores pro­
vinciales. Estas piezas se convirtieron
en obras clásicas que fueron copiadas
una y otra vez, com o m odelo de escri­
tura y estilo, en las escuelas de escri­
bas, y la inform ación histórica que
ofrecen, m uy valiosa, pudo así salvar­
se en lo esencial. A ello se unen ins­
cripciones reales y otros docum entos
de m enor entidad.
G racias a ello sabem os que, tras los
prim eros años de reinado, Ibbi-Sin,
consciente del peligro, se preparará
reparando las m urallas de U r y N ip ­
p u r y m ostrando un a m ayor agresivi­
dad de cara al Elam . Sin em bargo, el
desbordam iento se produce en la zo­
na septentrional, donde los am orreos
superan fácilm ente las defensas fron­
terizas y penetran en el país. Las m i­
sivas en dem anda de inform es o de
ayuda, a veces dram áticas, se suceden
entre el soberano y sus generales o
gobernadores. Entre éstos destaca el
La diosa Lilith
«H om bre (o gobernador) de Mari», (Hacia 2025-1763 a.C.)
un sem ita llam ad o Ishbi-E rra, que Colección C oronel N. C olville, Gran Bretaña
actuará hábilm ente en su propio be­
neficio en este turbulento período fi­ cios. En estas circunstancias parece
nal: aunque, a diferencia de otros que que incluso llega a pedir auxilio al
defeccionan rápidam ente, m antiene Elam , pero fue inútil. Será precisa­
en principio la fidelidad a Ur, se apo­ m ente un golpe de m ano de los ela­
derará de Isin, desde donde responde mitas, apoyados por un pueblo de los
a las peticiones de ayuda y abasteci­ Zagros, los su, el que destruya final­
m ientos que le hace Ibbi-Sin con re­ m ente Ur, y prorrogue el final de la
clam aciones exorbitadas. F inalm ente dinastía.
consigue el dom inio sobre N ippur, la
ciudad santa, y con ello obtendrá el 3.4. La organización estatal
soporte ideológico-religioso necesa­
rio para p roclam ar su independencia.
de ür III
M ientras tanto en Sum er la situa­ La III d in astía de U r es sin duda
ción es confusa. Los am orreos vagan uno de los períodos de la historia de
librem ente creando una inseguridad M esopotam ia que ha proporcionado
crítica. Ibbi-Sin se m antiene aún al­ el m ayor núm ero de docum entos. Las
gún tiem po controlando a duras pe­ excavaciones h a n sacado a la luz m i­
nas U r y sus alrededores, pero en m e­ les de tablillas relacionadas con la
dio de u na trem enda crisis económ i­ adm inistración, el trabajo, las activi­
ca que se m anifiesta en una carestía dades bancarias, el comercio, do n a­
general y u n a notable alza de los pre­ ciones, pleitos, etc. De todas formas
60 A ka l Historia del M undo Antiguo

Estela de Ur-Nina

la m ayoría está aú n sin publicar, y el nos h ab lan de la divinización del so­


carácter sucinto de la inform ación berano. El resultado no se obtuvo de
que ofrecen ha dificultado n o to ria­ inm ediato, sino que fue consecuencia
m ente su utilización para la recons­ de u n proceso. E n los docum entos del
trucción histórica. C on todo, es posi­ m ism o U tuhegal se anteponía a su
ble presentar un esbozo de las líneas nom bre el determ inativo divino, pero
generales de la organización estatal. se explica p o r el nom bre del dios Utu
La m ism a profusión docum ental es contenido en el antropónim o. Este
reflejo de un reforzam iento del poder signo de divinización no aparece en
central y de las oficinas y funciona­ las inscripciones de U r-N am m u (a
rios que de él dependen, de la adm i­ excepción de algunas dedicaciones
nistración en definitiva, que supone postum as) quien tam poco se hace re­
un control tan m inucioso y atento del presentar en los relieves con los atri­
trabajo y la riqueza que algún autor butos celestiales, com o había sido el
lo ha asim ilado con un auténtico des­ caso de N aram -S in, sino que, por el
potism o estatal (Diakonoff). El vérti­ contrario, nos ofrece una im agen m u­
ce lo ocupa, com o era de esperar, la cho m ás próxim a a la del tradicional
in s titu c ió n m o n á rq u ic a , p ero u n a ensi de la ciudad-tem plo sumeria. Elay
m o n arq u ía que ha increm entado su que esperar hasta bien entrado el rei­
protagonism o político y su capacidad nado de Shulgi para apreciar un cam ­
de acción. N o es extraño, por tanto, bio: es calificado com o «dios de su
que reaparezcan los elem entos que país»; título que conservará hasta el
Sumer y Akkad 61

últim o príncipe de Ur III. A partir de


ahora se utilizará librem ente el deter­
m inativo divino p ara nom bres de re­
yes, y, com o a los grandes dioses, se
les dedicarán him nos, se les construi­
rán capillas, se utilizarán sus nom ­
bres para antropónim os teóforos, etc.
E n los relieves (fu n d am en talm en te
en la glíptica) aparecen representa­
dos como dioses recibiendo a sus súb­
·,. I
ditos, que son introducidos respetuo­
sam ente por otra divinidad.
P odríam os h acer sin em bargo al­
gunas puntualizaciones: parece que
la m ayoría de los testim onios del cul­
to real proviene de fuera del territorio
n u clea r sum erio (q uizás porque la
tradición política y religiosa de Su­
m er se resistía a aceptar algo que le
era tan ajeno) y, adem ás, puede tra­
tarse sencillam ente de u n a venera­
ción (o adulación) p o pular que qui­
zás no contara con el reconocim iento
del sacerdocio y de la religión oficial. WÊÊmWm
H ay que ser cautelosos a la hora de
h ab lar de divinización de los sobera­ I;
nos en U r III y en general en toda la
historia de M esopotam ia. N unca se & ·': ...

alcanzó el carácter formal, la justifi­


I ' <
cación teológica, la fuerza en definiti­ ftëiï ·-
va que tenía el dogm a de la divinidad
del faraón en el valle del Nilo. Parece
ϋδ:·'-mm
que los rasgos que los reyes tom an de
los dioses en U r III y en períodos pos­
teriores no son esenciales a la condi­
ción m onárquica, sino que arran can
de unas funciones m uy concretas que
debe cu m p lim en tar el soberano. Se
trata del antiguo ritual de las N upcias
Sagradas, festival de la fertilidad en el Estatua de Gudea, de Lagash
(Hacia 2150 a.C.)
que In a n n a (en su papel de diosa m a­
dre) se une a su pareja divina, D um u-
zi, que era personificado por el rey, car su m ayor intervencionism o en la
contribuyendo así a la regeneración vida política y social de sus súbditos
m ágica del año y de la vida. Siguien­ (como había pasado en Akkad), arro­
do la interpretación de Frankfort, es gándose prerrogativas que anterior­
probable que la base justificativa de m ente se consideraban exclusivas de
la asunción de rasgos divinos por los los dioses: nom bram iento de sacer­
reyes estuviera en la función que rea­ dotes y ensi, edición de norm as de
lizan en las N upcias Sagradas. Esa convivencia (los célebres códigos y
aproxim ación relativa del rey a lo di­ recopilaciones de leyes, que encuen­
vino le perm ite, en todo caso, justifi- tran aquí su fundam ento), etc.
62 Akal Historia del M undo Antiguo

Esta realeza precisaba un num ero­ zas, donde hacía falta un poder con­
so cuerpo de auxiliares, funcionarios centrado y fuerte para hacer frente a
en definitiva, que asegurarán la fun­ situaciones com prom etidas. Estos je ­
cionalidad del sistema. Los adivina­ fes fronterizos constituían una espe­
mos a través de las miles de tablillas cie de grupo cerrado, una élite con
que producen o que les están destina­ notable capacidad de autonom ía que
das, y que, pese a su núm ero, presen­ incluso m ostró en ocasiones su desa­
tan num erosas dificultades para la ti­ cuerdo con el poder central. Así, por
pificación de la jerarq uía burocrática ejem plo, la C orrespondencia Real los
de U r III. Los docum entos están re­ m uestra partidarios de una m ayor fir­
pletos de térm inos que reflejan sin m eza y ofensiva frente a los pueblos
duda cargos, de los que apenas pode­ que presionaban a U r III, lo que con­
mos saber algo m ás que el ám bito de trasta con la política francam ente de­
sus funciones o el servicio al que se fensiva de los últim os reyes de la di­
h allan asignados. En condiciones así, nastía, que se m anifestó claram ente
incluso es com prom etido d ar u n a tra­ ineficaz (M uro de Shu-Sin).
ducción a n u estra lengua, m áxim e Por debajo, en los niveles medio e
porque la concepción del servicio al inferior se encuentra una m ultitud de
estado era muy diferente de la actual. oficiales, capataces, policías, etc., p a­
Así, por ejem plo, hay u n a confusión, ra cuya caracterización hay que espe­
o m ejor dicho, indiferenciación, de lo rar que se realicen estudios sectoria­
que son las com petencias civiles y les. U no de los mayores problem as
militares, que se yuxtaponen con toda que se nos plantea es saber cóm o se
naturalidad en un m ism o cargo. Por im bricaban y se interrelacionaban to­
otra parte la coexistencia de la adm i­ dos estos elem entos de la adm inistra­
nistración de los tem plos y la estatal ción de U r III. Q uizás en esto juga­
hace difícil en ocasiones concretar de rían un gran papel los sukkal, especie
cuál de ellas depende un determ ina­ de correos o em isarios que actuaban
do oficial o funcionario (Garelli). adem ás com o vigilantes o inspecto­
Sabem os que los soberanos de U r res; a su frente estaba uno de los per­
III se ocuparon activam ente de la or­ sonajes m ás poderosos y prestigiosos
denación del territorio (buena m ues­ del estado neosumerio, el sukkal-makh.
tra de ello es el «texto catastral» de Todo lo que acabam os de exponer
U r-N am m u) fijando los límites y de­ justifica la im agen que podem os dar
finiendo claram ente las provincias. de la estructura social: en el vértice
C ada un a de ellas estaba regida por estaría el rey y su familia, seguido por
u n ensi, ahora reducido a la categoría lo que ha sido definido en ocasiones
de funcionario suprem o del gobierno com o u n a « a risto cracia fu n c io n a -
provincial. C on frecuencia se encuen­ rial». En la base se encuentra el pue­
tra a su lado el shagin, una especie de blo llano, las fuerzas productivas (ar­
jefe m ilitar que tiene el m ando del tesanos, agricultores, pastores, m ari­
ejército pero que tam bién se ocupa de nos o pescadores, etc.).
aspectos civiles de la adm inistración A unque se puede aplicar en princi­
(obras públicas, sobre todo apertura y pio el tradicional criterio de diferen­
m an ten im ien to de canales, grandes ciación libre-esclavo, la realidad es
em presas agrarias, etc.). Este sim ple m ás com pleja. D entro de los hom ­
esquem a no es fijo: hay circunscrip­ bres libres existen varias categorías:
ciones donde sólo existe la figura del los mushkenum tienen un status ju rí­
ensi (a veces incluso dos al m ismo dico inferior a los individuos ricos o
tiempo), y otras están dirigidas única­ con una posición desahogada. Los
m ente p o r un shagin. Este caso es el eren son un grupo relativam ente im ­
que se da en las provincias fronteri­ portante num éricam ente; en Lagash
Sumer y Akkad 63
se calcula que h ab ría unos 6.000 (un anim al de carga). Les está perm itido
tem plo de esta ciudad —y no de los contraer m atrim onio con libres, con­
principales— disponía de varios cien­ dición que tendrán igualm ente los h i­
tos de ellos). Su definición es difícil; jos de estas uniones mixtas. Incluso
en principio el térm ino puede signifi­ tien en d efensas legales c o n tra sus
car tanto «obreros» o «trabajadores» amos: pueden provocar u n a investi­
com o «soldados» o «tropa»; podría­ gación judicial referente a la legitim i­
mos entenderlos com o peones que lo dad de su condición servil, pueden
m ism o se utilizan para actividades ci­ cam biar de propietario en determ ina­
viles que com o soldados. A parecen das circunstancias, etc.
encuadrados en unidades o destaca­ La fam ilia que aparece en la docu­
m entos, según un sistem a decim al, m entación de U r III es claram ente
bajo el m ando, en efecto, de oficiales patriarcal: el padre, com o hem os vis­
civiles o m ilitares. En fin, se puede to, puede vender al resto del grupo fa­
decir que los eren son una población m iliar, repudiar a la esposa con facili­
dependiente, asignada bien al tem plo dad, etc. Se presta m ucha atención a
o a la corona, som etida a una servi­ la continuidad de la fam ilia (buscan­
dum bre que le im pone notables lim i­ do, fundam entalm ente, evitar la ex­
taciones (no pueden viajar sin perm i­ tinción del culto dom éstico y de los
so, p o r ejem plo) y dedicada a u n a antepasados); por ello es frecuente la
serie de actividades agrarias (siem bra práctica de la adopción y se reconoce
y cosecha) y obras públicas en gene­ al m arido el derecho de tom ar una se­
ral (lim pieza y m antenim iento de ca­ gunda esposa si la prim era resulta es­
nales sobre todo), au nque si se consi­ téril. Pese a todo lo dicho, la situación
dera necesario se constituyen en u n i­ de la m ujer es bastante buena en rela­
dades militares. D entro de este grupo ción con el resto de las culturas del
encontram os tanto hom bres libres co­ m undo antiguo: tiene derecho a sus
mo esclavos, lo que apunta a una equi­ propiedades, a actuar com o em presa-
paración en estos niveles sociales infe­ ria, a intervenir en la vida social (co­
riores más por la situación económica mo testigo en los pleitos, por ejemplo)
o laboral que p or el status jurídico. o fam iliar, sobre todo en ausencia del
La esclavitud en la época de la III m arido.
dinastía de Ur, com o se ha repetido La capacidad y buen sentido orga­
continuam ente, tiene m uy poco que nizativo de U r III alcanza quizás su
ver con su hom ologa grecorrom ana. más original expresión en la prim era
P ropiedad de un individuo o una ins­ codificación de leyes conservada. Es­
titución (un tem plo, p or ejemplo), los ta pieza excepcional, el C ódigo de
esclavos son gente en general cuyo U r-N am m u, se encuentra, por desgra­
status se h a visto rebajado, bien por cia en m uy m al estado, en una tabli­
deudas o cualquier otra circunstan­ lla que fue exhum ada por las excava­
cia; incluso un p adre puede vender a ciones norteam ericanas en N ippur, y
su hijo u otros m iem bros de su fam i­ cuyo prim er estudio y valoración se
lia (pero com o m áxim o por un tiem ­ debe al gran sum erólogo S.N. K ra­
po de tres años). La esclavitud ali­ mer. A unque m arca el inicio de la ri­
m entada p o r los prisioneros de gue­ ca trayectoria legislativa de los pue­
rra debía ser la m ás penosa, pero se blos del Próxim o O riente, hay que
puede afirm ar que la situación de los suponer que depende de una tradi­
esclavos en U r III no era en general ción jurídica sum eria preexistente. Es
m ala; tienen p erso n alid ad jurídica, razonable p ensar que el desarrollo de
pueden poseer, em prender negocios y la civilización y la cada vez m ás com ­
com prar su libertad (el precio oscila­ pleja articulación de las relaciones
ba, pero se puede eq uiparar al de un socio-económ icas que son patentes
64 A ka l Historia d el M undo Antiguo

«La mies»
Impresión de un sello
(2500 a.C.)

en el P rotodinástico evidenciaron la Los avances hacia la divinización


necesidad de su p erar las prácticas del soberano, como vimos, con la obli­
consuetudinarias y de dotar a la ciu­ gación de asegurar un orden justo y
dad-tem plo de unas norm ativas váli­ arm onía entre los ciudadanos, facili­
das para todos, que garantizasen el tarán la justificación necesaria para
buen funcionam iento de la com uni­ esta nueva facultad de los reyes: la
dad. Ciertas alusiones respecto a la prom ulgación de leyes será una fun­
actividad de algunos ensi de ese pe­ ción real, pero p o r delegación de los
ríodo pueden ap u n tar en esta direc­ dioses. N ada lo ejem plifica m ejor que
ción: así, U r-E ngur de Ur, o, en La­ el m ism o prólogo del código, en el
gash, E ntem ena y sobre todo U ruka- que se declara que U r-N am m u «ha
gina, cuyas célebres reform as fueron establecido la equidad en el país, y ha
acom pañadas con seguridad de la edi­ extirpado el desorden y la injusticia»
ción de unas norm as o leyes. Algunos con la asistencia y por encargo del
textos de G udea declaran que ha bo­ dios N anna. La función de com isio­
rrado la iniquidad del estado, prote­ nado del dios es evidente. H asta se ha
giendo a los débiles, y son quizás el interpretado un fragm ento de la este­
precedente m ás inm ediato. la de U r-N am m u que presenta al so­
Sumer y Akkad 65

berano delante de ese dios com o una tura. Tras darnos algunas preciosas
representación del m andam iento di­ inform aciones de valor histórico (en­
vino para la edición del código (qui­ frentam iento con Lagash, reform as
zás se trate de u na sim ple escena de adm inistrativas, etc.) U r-N am m u de­
adoración). Por otra parte hay una clara que «el huérfano no fue som eti­
inscripción en la que se inform a que do al poderoso, la viuda al rico, ni el
U r-N am m u «hizo resplandecer el de­ hom bre de un siclo al hom bre de una
recho equitativo de Utu e hizo estable m ina». Respecto a las leyes en con­
las decisiones (de la justicia)», lo que creto, lo poco que nos ha quedado
ha sido entendido por algunos como perm ite ap reciar que consistían en
un a referencia al código; si es así, es disposiciones relativas a la familia y
interesante la vinculación con la divi­ esclavos, a la vida agrícola, a penas
n id ad solar (Utu, el p osterior Sha- por haber inflingido lesiones físicas a
m ash) que será la que estará ligada otro, etc. Es de destacar la aplicación
generalm ente a la obra legisladora de de m ultas y com pensaciones en m etá­
los soberanos. S h am ash es el dios lico en lugar de castigos físicos, a di­
que figura en el relieve que corona el ferencia de las codificaciones poste­
C ódigo de H am m u ra b i entregando riores, así com o la utilización de la
las leyes al soberano. ordalía fluvial para acusaciones de
La obra en sí, aunque breve, alcan­ brujería, lo que se convertirá en una
za en algunos parajes una notable al­ constante en el derecho m esopotá-

Fragmento de la estela de Ur-Nam m u


El rey ante el dios
66 A ka l Historia d el M undo Antiguo

m ico, igual que p a ra el ad u lterio . tivo estatal, dependiente del palacio,


Es difícil hacernos una idea del al­ y que en definitiva tiene el m ayor
cance efectivo del código, pero sospe­ protagonism o. A m bos van a estar es­
cham os que no debió ser m uy am ­ trecham ente relacionados. Los m o­
plio, pues el estado de U r III (como narcas continúan siendo fieles a una
los que le sucedieron) carecían de la tradición que les obliga a m antener el
infraestructura necesaria. O tro p ro ­ esplendor de los santuarios, m ultipli­
blem a interesante surge de la data- can d o las donaciones de anim ales
ción de la copia, de época de H am ­ para los sacrificios, alim entos, m eta­
m urabi y m uy posterior por lo tanto a les (en bruto o com o objetos m anu­
la edición original; es difícil acep­ facturados), etc., lo cual no im pide
tar que en ese m om ento estuviera aún que en un m om ento de apuro echen
en rigor en Sum er (o para la pobla­ m ano de los bienes así acum ulados,
ción sum eria) la codificación de Ur- com o si de una últim a reserva se tra­
N am m u, m áxim e porque la obra de tara; el caso de Ibbi-Sin apoderándo­
H am m urabi iba orientada ju stam en ­ se de las riquezas de los templos para
te hacia la unificación jurídica de sus p aliar la desesperada situación eco­
súbditos. Es preferible p o r lo tanto nóm ica del final de su reinado es el
pensar que, puesto que se convirtió m ejor ejemplo.
en una obra clásica, era uno de los La tierra fértil aparece esen cial­
textos norm alm ente copiados en las m ente com o propiedades del tem plo
escuelas de escribas, y que gracias a o el palacio, que explotan una parte
ello ha llegado hasta nosotros. directam ente, m ientras que el resto lo
Se conocen otros fragm entos de le­ arriendan a particulares o bien se asig­
yes en sum erio que se atribuyen a la n an a servidores y dependientes para
época de U r III o inm ediatam ente que la hagan producir y dispongan
después, así com o m ultitud de docu­ del usufructo. Se han encontrado muy
m entos conteniendo actas de pleitos, pocos docum entos que se refieran a
procesos, etc., que pueden d ar una la propiedad privada de la tierra, lo
id e a b a s ta n te a p r o x im a d a d e la que h a sido utilizado para argum en­
p ráctica ju ríd ic a n eosum eria, cuya tar su práctica inexistencia. Algunos
lengua se convertirá, hasta H am m u ­ autores (D iakonoff, Kram er) no com ­
rabi, en la clásica para este tipo de parten esta opinión, y suponen que el
textos. estado y el tem plo no m onopolizan el
derecho de propiedad, sino que aris­
3.5. La vida económica en (Jr 111 tócratas, fam ilias o clanes y particula­
res de todo tipo disfrutan de la plena
Quizás sea el económ ico el sector p a­ posesión de tierras. Es probable que
ra el que m ayor cantidad de datos po­ el hecho de que la inm ensa m ayoría
dem os obtener de la docum entación de nuestra docum entación provenga
de este período. C asi todas las tabli­ de los archivos oficiales, estatales o
llas se refieren a él de form a más de los santuarios, distorsione la im a­
o m enos directa, y nuevam ente será gen de una realidad que debe ser más
nuestra m ayor dificultad el esquem a­ com pleja y articulada. Por otra p a r­
tismo y la escasa expresividad de los te, la gran difusión que tiene la pro­
textos. De entrada podem os decir que p ie d a d p riv a d a de la tie rra en el
ya no estam os en la vieja entidad ce­ período inm ediatam ente posterior a
lular de la ciudad estado (o ciudad- U r III, con a b u n d a n te s d o c u m e n ­
tem plo) sum eria. En U r III se p ro d u ­ tos que m uestran un form ulario muy
ce la co ex isten cia del tem plo que d e s a rro lla d o (y que ev id e n te m e n ­
continúa com o centro económ ico im ­ te im p lic a u n o s p re c e d e n te s ), es
portante y el nuevo aparato organiza­ un b u e n in d ic io de su ex isten c ia
Sumer y Akkad 67

p u ja n te en el p e río d o de U r III. res más notable y m ejor estudiado es


Sería un tan to tedioso en u m erar el del metal, que alcanzó un avanza­
los productos agropecuarios que lle­ do desarrollo: se sabe batir y tem plar
nan los documentos; bastará con m en­ el metal, se utiliza el m olde com pues­
cionar los que aparecen más frecuen­ to, el procedim iento de la cera perdi­
temente en las «tablillas de alimentos», da, se conocen bien las técnicas de
que indican las raciones destinadas a incrustar m etal sobre metal, filigra­
los trab ajad o res y que nos pueden nas, etc. Los m etales em pleados son
d ar u n a idea de la dieta alim enticia: el oro y la plata, preferentem ente en
h arin a de cebada, aceite, dátiles, ce­ trabajos de orfebrería, el plom o que
bollas y legum bres en general, pesca­ se em plea com o fundiente, algo de es­
do, cerveza (la hay de varios tipos), taño y sobre todo el cobre, que incluso
carne de ovino en ocasiones, etc. A par­ se utiliza ju n to con la plata, com o va­
te de la cebada se produce tam bién el lor de cambio. Hay muy poco bronce, y
trigo y la espelta; com o edulcorante de baja calidad (justam ente por la es­
se consum e una especie de miel que casez de estaño). Se ha discutido bas­
se extrae de la palm era datilera, cuyo tante acerca de la procedencia del
cultivo racionalizado está muy exten­ m etal, que no existe en la Baja M eso­
dido. En cuanto a la ganadería desta­ potam ia. El cobre proviene de A nato­
can el asno y el buey com o anim ales lia O riental, las m ontañas del norte
de carga, cabras y ovejas para la car­ m esopotam io y A rabia (a través de
ne y la lana. B ahrein, que fu n cio n ab a com o un
Buena prueba de la atención esta­ ce n tro re e x p o rtad o r); tam b ién del
tal hacia la ganadería y su buen apro­ Golfo Pérsico llegaba el oro. La plata
vecham iento es la existencia de un procede del Elam y en cuanto al esta­
gran centro en P u zrish -D ag an (ac­ ño el poco que hay es difícil determ i­
tual Drehem ), cerca de N ippur. Fue n ar su origen; se propuso una posible
establecido p o r Shulgi en el año 39 de procedencia m editerránea (incluso de
su reinado, y se consideró un aconte­ Europa occidental) pero es preferible
cim iento tan im portante que se utili­ pensar en el Caúcaso o Irán. Los gran­
zó oficialmente para identificar el año. des centros m etalúrgicos son Ur, La­
Se trataba de u na inm ensa estación gash y U m m a, donde proliferan talle­
ganadera cuya m isión era proporcio­ res, oficinas perfectam ente organiza­
n ar provisiones de carne para la cor­ das, que controlan escrupulosam ente
te, pagar a soldados y vasallos y sobre el metal que se entrega a los técnicos
todo abastecer con anim ales para los y los productos que se obtienen, p a­
sacrificios al gran santuario de N ip ­ gan a los trabajadores y rinden cuen­
p ur y, en m ucha m enor m edida, a los tas al estado o al templo. Otra activi­
de U r y Uruk. N o sólo era el palacio dad m anufacturera im portante es la
el que contribuía a m antenerlo; tam ­ textil, que em plea gran cantidad de
bién había entradas provenientes de m ano de obra, la m ayor parte m uje­
particulares y principalm ente de las res. Sólo en Lagash los talleres texti­
distintas ciudades sum erias, que te­ les y telares ocupan casi 7.000 trab a­
nían obligación, por tu m o m ensual, jadores.
de m an ten er el centro nacional de Toda la actividad económ ica de U r
Enlil en N ippur. De esta form a P u z­ III se en cu en tra a n im ad a por una
rish-D agan actuaba com o una espe­ apertura internacional que ve florecer
cie de alm acén que centralizaba im ­ los intercam bios. E sencialm ente se
puestos y contribuciones de muy va­ exportan m anufacturas y algunos pro­
riadas procedencias. ductos agropecuarios com o co n tra­
La actividad artesanal estaba bas­ partida de las im prescindibles m ate­
tante diversificada. U no de los secto­ rias p rim as. E n re la ció n con esto
68 Akat Historia del M undo Antiguo

progresan notablem ente la actividad


bancaria (préstam os, com pras a cré­
dito), los sistem as de contabilidad,
etc., dependientes no sólo del estado
o los tem plos sino tam bién de com ­
p añías privadas. A parecen los prim e­
ros atisbos del uso del dinero, prácti­
ca que alcanzará su plena m adurez
en el período siguiente.

3.6. La cultura sumeria en


la época de CJr III
En general la cultura de U r III consti­
tuye la continuación del florecim ien­
to de las ciudades sum erias (en p ar­
ticular Lagash) que ya se m anifestó
durante la dom inación de los guti, y
que hem os llam ado el R enacim iento
Sumerio. Desde el punto de vista de
las artes plásticas hay, efectivamente,
una vuelta a las formas tradicionales
sum erias, u n a voluntad de fidelidad a
esa herencia artística que bien es ver­
dad que produce un estilo algo acade-
m icista, pero refinado inevitablem en­
te por la aportación acadia. Buena
m uestra de ello son los relieves: en la
estela de U r-N am m u se encuentra la
clásica división en registros horizon­
tales, que ya se había reutilizado en
obras de la época de G udea y sin em ­
bargo el tratam iento de las figuras y
la com posición tienen una frescura
que faltan en el arte del Protodinásti-
co. Respecto a la arquitectura destaca
la plasm ación definitiva de la torre-
tem plo o zigurat, que alcanza su for­
m a m ás clásica en el que U r-N am m u
erige en honor de N anna; aparte de
Texto de un himno sumerio ello, la im portancia cada vez m ayor
(1900 a.C.) de la m onarquía, tan próxim a a los
dioses, alcanza su expresión m onu­
m e n tal en la ed ific ació n de p a la ­
cios y m ausoleos para los reyes, co­
mo el que se hace construir Shulgi
en Ur.
El estado de U r III es naturalm ente
bilingüe. El proceso de sem itización
avanzó m ucho y no sólo en la zona
septentrional (el país de Akkad); en
lo que es Sum er propiam ente dicho
Sumer y Akkad 69
debía ser tam bién el acadio la lengua igualm ente la brillante síntesis de los
m ás com únm ente em pleada. Sin em ­ elem entos acadios o sem itas que se
bargo la lengua oficial de la adm inis­ su p erp o n en cad a vez m ás al viejo
tración es el sum erio. Justam ente en substrato sum erio; sin em bargo aún
este período se produce la gran flora­ estam os en u n a cultura sum eria y así,
ción de la literatura sum eria; ahora se en un docum ento procedente de M ari
ponen p o r escrito o adquieren su for­ en el que aparece un panteón que
m a definitiva poem as, narraciones, yuxtapone deidades sem itas y sum e­
textos sapienciales y religiosos, etc., rias, son éstas las que o c u p a n las
m uchos de ellos de un valor histórico posiciones m ás honorables, que tan
in dudable (La M aldición de Akkad, sólo parecen com partir con la gran
la inscripción que detalla las hazañas diosa sem ita ïs h ta r (asim ilad a por
de U tuhegal, etc.). U na innovación otra parte, com o dijim os, a Inanna).
será la dedicación de him nos a los re­ Serán la síntesis y concretización de
yes en relación con la divinización de la religión que se elabora en U r III
los soberanos (antes sólo se destina­ las que actúen com o base para toda
ban a los dioses). la p o sterio r evolución religiosa en
E n el cam po de la religión aparece M esopotam ia.

Placa del sacerdote Dudu


(2500 a.C.)
70 Aka! Historia del M undo Antiguo

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