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Al hacer su reinterpretación del complejo de Edipo, Lacan conceptualizará un periodo

de desarrollo complementario cuya resolución marcará las bases que sostendrán el devenir
del Edipo: el Estadio del espejo (Lacan, 1936. en Dor, 1985). Sintéticamente, Lacan entiende
el estadio del espejo como:
“una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber, la
transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen, cuya predestinación
a este efecto de fase está suficientemente indicada por el uso, en la teoría, del término
antiguo imago.” (Lacan, 1949. p. 100)
Hasta que el niño cumple aproximadamente seis meses de vida, la experiencia
coproral del sujeto es la de un “cuerpo fragmentado” (Laca, 1949. p. 103), en tanto su
vivencia somática se ve marcada por un estado disgregado que gatilla en el infante
sentimientos de angustia (Dor, 1985). Esta angustia se acordará mediante el establecimiento
de una “Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como ligada a la especie” (Lacan, 1949.
p. 101), la cual se facilita en el contacto del niño con su imagen reflejada en un espejo,
teniendo un papel fundamental el rol de la madre como modulador de esta percepción,
producto de la “relación de alienación” (Dor, 1985. p. 91) que todavía mantiene con su deseo.
Descriptivamente, este proceso de identificación primordial consta de tres tiempos
característicos. Parafraseando a Lacan, Joël realiza una distinción sintética que se hace muy
útil para dar cuenta de estos momentos:
“Al comienzo, es como si el niño percibiera la imagen de su cuerpo como la de un ser
real al que intenta acercarse o atrapar. En otras palabras, este primer tiempo de la
experiencia demuestra que hay una confusión primera entre uno mismo y el otro,
confusión ampliamente confirmada por la relación estereotipada que el niño mantiene
con sus semejantes y que prueba, sin duda alguna, que al principio vive y se localiza
en el otro” (Lacan, 1948. en Dor, 1985. p. 92).
Al referirse al segundo momento, Dor lo entiende como punto crítico en tanto:
“el niño llega a descubrir subrepticiamente que el otro del espejo no es un ser real
sino una imagen. Además de que ya no intenta atraparla, la totalidad de su
comportamiento indica que desde ahora sabe distinguir la imagen del otro de la
realidad del otro.” (Dor, 1985. p. 92)
Finalmente, el tercer tiempo se caracteriza porque el niño “dialectiza” (Dor, 1985. p. 92) las
fases anteriores, entiendiendo que lo del espejo es su propia imagen reflejada, teniendo lugar
la conquista del cuerpo como punto culmine de la identificación primordial:
“ [el infante] adquiere la convicción de que sólo es una imagen que es la suya. Al re-
conocerse a través de esa imagen, el niño reúne la dispersión del cuerpo fragmentado
en una totalidad unificada que es la representación del cuerpo propio. La imagen del
cuerpo es, entonces, estructurante para la identidad del sujeto que realiza en ella su
identificación primordial.” (Dor, 1985. p.92)
De este modo, Lacan entiende que “la función del estadio del espejo se nos revela
entonces como un caso particular de la función de la imago, que es establecer una relación
del organismo con su realidad” (Lacan, 1949. p. 102), en la cual se manifiesta:

“la matriz simbólica en la que el yo [je] se precipita en una forma primordial, antes
de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje
le restituya en lo universal su función de sujeto. Esta forma por lo demás debería más
bien designarse como yo-ideal si quisiéramos hacerla entrar en un registro conocido,
en el sentido de que será también el tronco de las identificaciones secundarias, cuyas
funciones de normalización libidinal reconocemos bajo ese término.” (Lacan, 1949.
p. 100)

Siguiendo este razonamiento, se entiende que con el estadio del espejo:


“se sitúa la instancia del yo, aun desde antes de su determinación social, en
una línea de ficción, irreductible para siempre por el individuo solo; o más
bien, que sólo asintóticamente tocará el devenir del sujeto, cualquiera que sea
el éxito de las síntesis dialécticas por medio de las cuales tiene que resolver
en cuanto yo [je] su discordancia con respecto a su propia realidad.” (Lacan,
1949. p. 100)

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