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ESTRUCTURAS CLINICAS: PSICOSIS Y PERVERSION

PSICOSIS
Definición
En clínica psiquiátrica, el concepto «psicosis» se toma casi siempre en una extensión extremadamente
amplia, comprendiendo toda una serie de enfermedades mentales, tanto si son manifiestamente
organogenéticas (como la parálisis general progresiva) como si su causa última es problemática (como la
esquizofrenia).
El psicoanálisis no se ocupó desde un principio de construir una clasificación que abarcara la totalidad de las
enfermedades mentales de las que trata la psiquiatría; su interés se dirigió primero sobre las afecciones más
directamente accesibles a la investigación analítica y, dentro de este campo, más restringido que el de la
psiquiatría, las principales distinciones se establecieron entre las perversiones, las neurosis y las psicosis.
Dentro de este último grupo, el psicoanálisis ha intentado definir diversas modalidades: paranoia (en la que
incluye, de un modo bastante general, las enfermedades delirantes) y esquizofrenia, por una parte; por otra,
melancolía y manía.
Fundamentalmente, la psicosis, es una perturbación primaria de la relación libidinal con la realidad lo que,
según la teoría psicoanalítica, constituye el denominador común de las psicosis, siendo la mayoría de los
síntomas manifiestos (especialmente la construcción delirante) tentativas secundarias de restauración del lazo
objetal.
La aparición del término «psicosis» en el siglo XIX marca una evolución que condujo a erigir las
enfermedades mentales en un dominio autónomo, diferenciándolas no sólo de las enfermedades del cerebro o
de los nervios, como enfermedades del cuerpo, sino también de lo que la tradición filosófica consideraba
como «enfermedades del alma»: el error y el pecado. Durante el siglo XIX, la noción de psicosis se difunde,
sobre todo en la literatura psiquiátrica de lengua alemana, para designar las enfermedades mentales en
general, la locura, la alienación, aunque ello no presuponga una teoría psicogenética de las mismas. Sólo a
finales del siglo XIX se establece el par de términos opuestos neurosis-psicosis, que se excluyen entre sí, por
lo menos desde el punto de vista conceptual. En efecto, la evolución de estos dos términos se realizó en
planos diferentes: el grupo de las neurosis se fue limitando poco a poco a partir de cierto número de
afecciones consideradas como enfermedades de los nervios; ya sea porque se tratase de afecciones que se
manifestaran en un determinado órgano, pero en las cuales, por faltar lesiones, se incriminara a un mal
funcionamiento del sistema nervioso (neurosis cardíaca, neurosis digestiva, etc.), o porque existieran signos
neurológicos sin lesión detectable y sin fiebre (corea, epilepsia, manifestaciones neurológicas de la histeria).
Esquemáticamente puede decirse que este grupo de enfermos consultaba al médico y no era enviado al asilo

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y, por otra parte, el término «neurosis» implicaba una clasificación de tipo etiológico (enfermedades
funcionales de los nervios).
A la inversa, la noción de psicosis designa entonces las afecciones que pertenecen al alienista y se traducen
por una sintomatología esencialmente psíquica, lo que en modo alguno implica que, para los autores que
utilizan este término, las psicosis no tengan su causa en el sistema nervioso.
En Freud, desde sus primeros trabajos y en su correspondencia con W. Fliess, se encuentra una distinción
bien establecida entre psicosis y neurosis. Así, en el manuscrito H del 24-1-1894, en el que propone una
clasificación de conjunto de las defensas psicopatológicas, Freud designa como psicosis la confusión
alucinatoria, la paranoia y la psicosis histérica (que diferencia de la neurosis histérica); asimismo, en los dos
textos que dedica a las psiconeurosis de defensa, parece considerar como establecida la distinción entre
psicosis y neurosis, nombrándola «psicosis de defensa» . De todos modos, en este período, la principal
preocupación de Freud consiste en hacer resaltar el concepto de defensa y descubrir sus diversas modalidades
que intervienen en las distintas afecciones.
Considerado en su comprensión, el concepto de psicosis sigue estando definido en psiquiatría, de un modo
más intuitivo que sistemático, por medio de datos tomados de los más diversos registros. En las definiciones
más usuales coexisten a menudo criterios como la incapacidad de adaptación social (problema de la
hospitalización), la mayor o menor «gravedad» de los síntomas, la perturbación de la facultad de
comunicación, la falta de conciencia de enfermedad, la pérdida de contacto con la realidad, el carácter
«incomprensible» (según término de Jaspers) de los trastornos, el determinismo orgánico o psicogenético, las
alteraciones más o menos profundas e irreversibles del yo.

LA PÉRDIDA DE REALIDAD Y EL DELIRIO COMO RESTITUTORIO EN LA PSICOSIS


Si bien el trabajo Freudiano estuvo centrado en la clínica de la neurosis, no deja de ser desde una época muy
temprana, la psicosis, una preocupación a lo largo de toda su obra. Arduo camino de elaboración teórica que
se fue revisando, modificando y forjando en el tiempo, hasta demostrar su pertinencia dentro del campo
psicoanalítico.
Ahora trabajaremos la pérdida de la realidad en la psicosis, apoyándonos en los primeros escritos
psicopatológicos sobre el tema, a saber, el primer modelo de la defensa psicótica y su causalidad psíquica,
para abordar lo que Freud denomina como el mecanismo de la proyección.
Recurriremos a las “Puntualizaciones sobre un caso de paranoia autobiográficamente descrito” (Caso del
presidente Schreber – 1911), a fin de descubrir cómo a partir de la clínica conquista grandes avances en su

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teorización, llegando a enunciar la idea innovadora de que “el delirio no es la enfermedad sino la cura”,
afirmación que no sólo avizora una restitución subjetiva, sino también un tratamiento psicoanalítico posible.
LOS PRIMEROS ESCRITOS PSICOPATOLÓGICOS FREUDIANOS. LA PARANOIA COMO
DEFENSA
Resulta interesante comprender que en Freud la cuestión no pasa principalmente por la interpretación de los
síntomas, sino por la causalidad psíquica, es decir que lo que le interesaba especialmente era dar cuenta del
mecanismo puesto en juego en la psicosis y su diferencia de la represión como mecanismo específico de la
neurosis.
En los textos sobre las neuropsicosis de defensa de 1894 y 1896, Freud se pregunta por la etiología de las
enfermedades, por sus disposiciones y características psíquicas. Diferencia los casos de neurosis obsesiva e
histeria, donde la defensa secundaria opera escindiendo voluntariamente la representación del afecto, es decir
que los pacientes gozaron de buena salud psíquica hasta el momento en que sobrevino una sensación que
despertó un afecto tan penoso al yo, que la persona decidió olvidarla. La tarea que el yo defensor se impone
es la de tratar como “no acontecida” la representación intolerable, al ser indisoluble a él intentará arrancarle
el afecto, la suma de excitación. Afirmará que esta suma de excitación divorciada de la idea intolerable será
aplicada a otro empleo. En el caso de la histeria, el modo de volver inocua la representación inconciliable al
yo es transponiendo la suma de excitación a una representación de una parte del cuerpo, mecanismo
denominado como conversión. En las neurosis obsesivas, el yo para defenderse de una idea inconciliable
emprende un divorcio de ella y su afecto, que permanecerá en el ámbito psíquico, por medio del mecanismo
del falso enlace. (es decir, se asocia a otra idea inocua, pero el afecto no desaparece)
Ahora bien, ¿Qué nos dice Freud en un comienzo respecto del mecanismo de defensa en la psicosis?:
Freud por 1894 nos dirá que “… existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa, que consiste
en que el yo desestima (werwerfen) la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si
la representación nunca hubiera comparecido.” El yo se arranca de la representación intolerable, pero al
hacerlo y por encontrarse indisolublemente ligada a un fragmento de la realidad objetiva, también lo hace de
ella, total o parcialmente. Condición bajo la cual se imparte a las representaciones propias una vividez
alucinatoria que, tras una defensa exitosa, la persona cae en confusión alucinatoria. Nos da el ejemplo de
una madre que pierde a su hijo y mece un leño en sus brazos, dando cuenta de cómo las alucinaciones si bien
son gratas y están a la altura de los deseos del yo, lo hacen al carísimo costo de un desprendimiento de su
realidad traumática inmediatamente anterior.

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En 1896 Freud con el análisis del caso de la señora P. profundizará sus estudios sobre la paranoia crónica.
Dirá que es una psicosis de defensa y por tanto proviene de la represión de recuerdos penosos, y que sus
síntomas son determinados en su forma por el contenido de lo reprimido.
Por medio de la alucinación o el deliro, como efecto de una operación psíquica de defensa, el enfermo no
sólo rechaza lo intolerable, sino que crea una realidad nueva, a la altura de los deseos del Yo. Freud
entiende a la realidad como una construcción subjetiva, capaz de ser transformada, modificada e
incluso perdida.
Observamos como en un primer momento Freud estudia la representación delirante según el modelo de la
construcción de una representación obsesiva, ¿qué quiere decir esto?, considera que el origen de la
representación delirante es consecuencia de perturbaciones afectivas y debe su intensidad a un proceso
psicológico, entendiendo a la paranoia como un modo patológico de defensa, que avasalla al Yo por
completo. Es decir que Freud por este tiempo está utilizando la noción de represión al igual que lo hace en
las neurosis, compara los dos tiempos al del proceso neurótico, momento de represión y de retorno de lo
reprimido.
La paranoia tiene como propósito defenderse de representaciones inconciliables al Yo, proyectando ese
estado al mundo exterior. El reproche es reprimido por un camino que denomina proyección, puesto que
erige el síntoma defensivo de la desconfianza hacia otros, el sujeto logra mantener al reproche interno lejos
del yo, lo traslada afuera porque así se lo puede desautorizar (restarle importancia). El reproche a diferencia
de la neurosis obsesiva no es autorreproche, sino que viene de afuera. En este punto, es la realidad misma la
que tiene un agujero, agujero donde irá a alojarse o por el cual se colaría la alucinación, que tendrá la
característica de ser intrusiva y hostil al yo, ya que, como compensación se protegerá contra los reproches
que retornan dentro de las ideas delirantes. La realidad es algo que se construye, se transforma pero que
también se pierde, esta noción de construcción y pérdida de la realidad es localizada por Freud, en un
primer momento, como decisiva para la distinción que aquí nos interesa.

Freud para continuar estudiando la psicosis trabajará con una originalidad nunca antes realizada el caso
autobiográfico del presidente Schreber para dar cuenta de su teoría, considerándolo a dicho escrito como el
material más adecuado para abordar estas nuevas cuestiones clínicas, introduciendo así una nueva manera de
pensar y analizar el delirio.
Podemos leer que el historial de Paul Schreber está organizado en tres partes: la primera - “Historial Clínico”
donde relata la enfermedad de Schreber, en un segundo apartado - “Intentos de interpretación”, centrando la

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atención en la formación delirante y el complejo paterno y por último “Acerca del mecanismo paranoico”
donde intentará vislumbrar los mecanismos específicos del delirio.
Freud cuando emprende el estudio del historial del presidente se aboca a estudiar los motivos de la
enfermedad. Es así que “identifica como motivación de la paranoia el avance de libido homosexual y la
sitúa en el terreno familiar del Complejo Paterno, poniendo de manifiesto cómo el material infantil es
utilizado por la enfermedad paranoica para representar un conflicto actual” (Baumgart). Revisemos la
afirmación de esta premisa:
Entre lo que llamamos la primera y segunda enfermedad de Schreber, tiene aparición la fantasía de
duermevela “qué agradable sería ser una mujer en el momento del coito”, idea rechazada con total
indignación a nivel consciente. Comienza nuevamente con alucinaciones visuales y auditivas, delirios de
persecución, ideas hipocondríacas cada vez más fuerte hasta llegar a un estado de estupor alucinatorio y
paranoico, que conllevan su segunda internación. Su cuadro progresa y paulatinamente va sistematizando sus
ideas delirantes. Freud plantea que en el transcurso del tiempo se alterará su cuadro desde un delirio
alucinatorio (primer momento) hasta un cuadro paranoico, en el que Schreber construye un complejo delirio,
que sus médicos lo describen de la siguiente manera: “Se considera llamado a redimir el mundo, y
devolverle la bienaventuranza perdida, pero que sólo lo lograría luego de haberse transformado de hombre
en mujer”. Tomaremos los dos temas básicos en la formación delirante:
1º El papel redentor. Su actitud ante dios ocurre de manera singular y llena de circunstancias
contradictorias.
2º La transformación en mujer (que suponía la emasculación). En un primer momento Freud lo postula
como un delirio primario de persecución sexual, que sólo posteriormente se va a ver transfigurado en un
delirio religioso de grandeza. Idea acorde al orden universal que “justificaría” la imposición de su posición
transexual. Esta transformación en mujer, constituye el delirio primario, primero constituye un acto de grave
daño para el sujeto, formaba parte de un delirio de persecución donde intentaban abusar de él.
Secundariamente esta transformación entrará en relación con el delirio de grandeza, de redención, acorde al
orden universal y a la voluntad divina.
Respecto a estos dos puntos mencionados Freud dirá que la posición femenina, homosexual de Schreber
frente a Dios, enlaza estas dos piezas fundamentales del delirio. ¿Cuál es el origen de estas ideas
delirantes, tan firmes e inconmovibles que alejan al presidente de la realidad?, afirmará que ciertos tipos
de delirio, bastante frecuentes, tienen su raíz en los intentos del sujeto por defenderse de la angustia
producida por la emergencia de deseos homosexuales inconscientes, siendo el núcleo del conflicto en la

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paranoia la invitación de la fantasía de deseo homosexual, que por vía del mecanismo proyectivo le
vuelve desde el exterior como temor a ser objeto de los abusos por Fleschig. Comprendamos la irrupción de
libido homosexual no en términos de elección de objeto amoroso, sino por el contrario como un accidente,
una particularidad determinada por la no inscripción de la castración.
Freud, a propósito de su análisis del caso Schreber, explicará que existen diferentes tipos de delirio:
persecutorio, erotomaníaco, celotípico y de grandeza.
PÉRDIDA DE REALIDAD, DELIRIO COMO RESTITUCIÓN
Retomando las puntualizaciones teóricas revisadas observamos como el trabajo fundamental del deliro es el
de construir una nueva realidad, intento de reparación, de curación, que produce un movimiento de retroceso
que anula o deshace el proceso represivo. La represión que se presenta en la psicosis muestra que el enfermo
ha retirado de las personas, de las cosas que lo rodean y del mundo la carga de libido, catástrofe interior de su
mundo subjetivo, desde donde retira sus lazos de amor.
En 1924 dirá que “la neurosis sería el resultado de un conflicto entre el Yo y su Ello, en cambio, la psicosis,
el desenlace análogo de tal perturbación de las relaciones entre el Yo y el mundo exterior” (Neurosis y
Psicosis). Lo que intenta en este momento de conceptualización teórica y resulta interesante es diferenciar
cómo funciona la represión (con sus dos momentos) en ambos casos de estructuración psíquica, dirá que en
la neurosis lo que es reprimido luego es proyectado al exterior, el Yo se rebela contra este destino y se
procura por caminos sobre los cuales no ejerce el Yo poder alguno, una satisfacción sustitutiva como
transacción, el síntoma. El proceder del Yo obedece a los mandatos del Super-Yo, los cuales proceden de
influencias del mundo exterior. En la psicosis este mecanismo del retorno de lo reprimido se da de otra
manera: no se trata de una proyección de esto reprimido al exterior sino que lo reprimido viene, vuelve desde
el exterior. Lo interiormente suprimido retorna desde el exterior. El mundo exterior domina al Ello por dos
caminos: mediante percepciones actuales y por el acervo mnémico de percepciones anteriores, la realidad
queda comprometida a consecuencia del conflicto pulsional. Mientras que en la psicosis la realidad va a
aparecer comprometida de entrada, en un primer tiempo con la pérdida de realidad, sólo en un segundo
tiempo se dará en formación delirante el intento de restaurar, restituir, los lazos coartados con la realidad.
Freud postula un fracaso de la defensa y una falta de censura, que darían cuenta de la desorganización del
aparato psíquico. A diferencia, en la neurosis podemos pensar al segundo momento como patológico, al
retorno de lo reprimido y su consecuente formación sintomática.
Entonces, en la neurosis se evita un trozo de la realidad, como un intento de huída, no la niega sino que
intenta no saber nada de ella; en la psicosis es elaborada y transformada, podríamos decir que es la realidad

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misma la que tiene un agujero, en el cual irá a alojarse la alucinación. Aún por estos años Freud intenta
colegir la psicosis diferenciándola no por su etiología sino por el mecanismo de defensa utilizado por el yo:
la proyección y como resultado las formaciones delirantes como síntomas.
Alejandro Ariel en su ponencia “Alucinación y transferencia”, plantea que un psicótico es un mar de
explicaciones que no encuentra punto de partida, donde todas las explicaciones hacen signo, donde todas son
posibles, demasiadas y a la vez pocas. El psicótico trabaja, lucha por un orden en el que él se ha perdido, es
aquel que tiene a diferencia del neurótico su imaginación desarreglada, no pueden reposar en los objetos del
mundo porque se le tornan desconocidos. Ya lo planteaba Freud cuando hablaba del juicio de existencia: uno
no puede reconocer afuera más que lo que ya tiene adentro, el psicótico parece estar privado justamente de
eso.
Quienes elegimos pensar a las enfermedades mentales como construcciones discursivas, entendemos que el
delirio nada tiene que ver con ideas falsas o erróneas, mucho menos incorrectas, por el contrario, apostamos a
la palabra y a la escucha comprendiendo la importancia de su atmósfera de certeza, su función estabilizadora
y del mismo modo la soledad a la que inexorablemente aboca. Apostamos como hizo Freud a creer que
“aman al delirio como a sí mismos” porque depositan en él sus mayores esperanzas de reequilibrio.
Modalidades clínicas
Esquizofrenia-Paranoia, desde los inicios del psicoanálisis, las tentativas de Freud de tratar pacientes
psicóticos mediante el psicoanálisis como método resultaron un fracaso e incluso contraproducentes y por
eso Freud desaconsejó claramente el uso de este método creado por él en estos casos, introduciendo la
importancia de un tiempo de prueba con el objetivo de, justamente descartar un diagnóstico de psicosis.
Por eso la importancia del diagnóstico diferencial.  
PARANOIA. El que delira a partir de una posición en la que él es objeto exclusivo de goce de un Otro.
ESQUIZOFRENIA. Se experimenta el goce como fragmentación del cuerpo y como un automatismo del
lenguaje. El tratamiento que da el esquizofrénico al cuerpo (por ejemplo en las auto-mutilaciones), o a un
objeto externo (por ejemplo con la estereotipia), tiene como función enfrentar el Goce del Otro.
MELANCOLÍA. La pérdida del objeto o su negativización, se transforma en una perturbación y
empobrecimiento del sentimiento de sí hasta alcanzar una delirante expectativa de castigo y un extrañamiento
de la realidad. Su opuesto es la MANÍA DELIRANTE.
EL AUTISMO. Repliegue de sí mismo que llega hasta la ausencia de relación de objeto, lo que implica una
limitación extrema en las relaciones con los otros y el mundo exterior, que parece excluir todo lo que no sea
estar sumergido en sí mismo.

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La estructura psicótica abarca a la psicosis paranoica -cuando el sujeto ha construido un delirio de


persecución- y la esquizofrenia -el sujeto esquizofrénico tiene un delirio de fragmentación del cuerpo-. En la
psicosis ya no se habla de síntomas, sino de «fenómenos elementales», los cuales van desde el delirio, hasta
las alucinaciones (de voces o visuales) y construcción de nuevas palabras (neologismos). Lo que
fundamentalmente caracteriza al psicótico es que se trata de un sujeto de la certeza: él tiene una certeza sobre
lo que le está pasando, y esta certeza funda su delirio -por ejemplo: «soy la mujer de Dios y he venido a crear
una nueva raza de hombres» (caso Schreber de Freud, 1911)-.
Para diagnosticar una estructura psicótica, el psicoanálisis lacaniano busca, entonces, lo que se denomina
«fenómenos elementales», es decir que para esta estructura no se habla de síntomas, como en la estructura
neurótica, sino de fenómenos elementales. Estos fenómenos se pueden presentar incluso antes del
desencadenamiento de una psicosis, de un delirio, y es lo que se denomina prepsicosis; por esto es muy
importante buscar dichos fenómenos elementales de forma metódica en un sujeto en el que se sospecha que
sea psicótico.
Los fenómenos elementales se pueden clasificar en tres grandes grupos; ellos son:
1° lo que en la clínica psiquiátrica francesa clásica denomina fenómenos de automatismo mental, los cuales
aluden fundamentalmente a “la irrupción de voces, del discurso de otros, en la más íntima esfera psíquica”.
En estos casos el sujeto dice escuchar una voz, que viene de afuera, que viene del Otro, que le dice cosas, le
ordena hacer algo o lo insulta.
2° fenómenos que involucran el cuerpo: “fenómenos de descomposición, de despedazamiento, de
separación, de extrañeza, con relación al propio cuerpo”. Es decir que el sujeto psicótico tiene un delirio en el
que su cuerpo es percibido como extraño o fragmentado. También es posible encontrar una distorsión en la
percepción del tiempo y el espacio: el sujeto no sabe dónde se encuentra y en qué período del tiempo se
encuentra.
3° “fenómenos que conciernen al sentido y a la verdad”. En estos casos, el sujeto testimonia tener
experiencias inefables o experiencias de certeza absoluta, ya sea con respecto a su identidad -“yo soy Simón
Bolívar”-, hostilidad de un extraño -“mi familia me quiere envenenar”-, o “expresiones de sentido o
significación personal. En otras palabras, es cuando el paciente dice que puede leer, en el mundo, signos que
le están destinados, o que contienen una significación que él no puede precisar, pero que le están dirigidos
exclusivamente a él”.

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PERVERSION
Perversión desde el Psicoanálisis 
La perversión es una de las tres grandes estructuras clínicas que aisló Lacan de Freud, junto a las psicosis y a
las neurosis. Es un concepto clínico que Freud describió como una desviación con respecto al acto sexual,
haciendo referencia a la práctica sexual y a su condición erótica. Freud al elaborar su teoría de la sexualidad,
encuentra en la perversión la persistencia o reaparición de un componente parcial de la sexualidad en la
manera perversa de consecución de la gratificación sexual.
El término perversión proviene de la descripción clínica y fue escogido, junto con el de inversión, por Krafft
Ebing. [1] En 1886, escribió Las psicopatías sexuales, este libro es un estudio cabalmente desarrollado, que
presenta una variada casuística sobre prácticas perversas. De acuerdo a éstas, clasifica las perturbaciones
sexuales utilizando referencias literarias, de las cuales extrajo sus nombres propios. Así del Marqués de Sade
estableció el término sadismo, y de Sacher Masoch usó su apellido para dar nombre al masoquismo. Este
psiquiatra legista fue la referencia de Freud para su elaboración de Los tres ensayos para una teoría sexual,
de 1905.
Tres ensayos de teoría sexual: La opinión popular piensa que la sexualidad faltaría en la infancia, advendría
en la época de la pubertad y en conexión con el proceso de maduración que sobreviene en ella, se
exteriorizaría en las manifestaciones de atracción irrefrenable que un sexo ejerce sobre el otro, y su meta
sería la unión de los genitales. Para Freud es correcto hablar de degeneración solo cuando: coinciden varias
desviaciones graves respecto de la norma, o cuando la capacidad de rendimiento o de supervivencia
aparezcan gravemente deterioradas. Se llama objeto sexual a la persona de la que parte la atracción sexual,
y meta sexual a la acción hacia la cual fuerza la pulsión. Existen distinto tipo de desviaciones:
- Desviaciones respecto al objeto sexual: zoofilia, pedofilia, necrofilia, etc.
- Desviaciones en cuanto a la meta sexual: voyeurismo, exhibicionismo, sadismo, masoquismo.
Fetichismo: sustituto inapropiado del objeto sexual, que guarda relación con este, pero es completamente
inadecuado para servir de meta sexual. Cierto grado de fetichismo pertenece al amor normal. Lo patológico
deviene cuando el fetiche se fija y reemplaza la meta sexual normal.
Algunas transgresiones son un componente de la vida sexual normal. Se tropieza con un problema si se
quiere trazar un límite preciso entre el quehacer normal y el patológico dentro de la sexualidad. Si la
perversión no se presenta junto a lo normal (meta sexual y objeto) cuando circunstancias favorables la
promueven, sino que suplanta a lo normal en todas las circunstancias, es un síntoma patológico. Se considera
patológica la exclusividad y la fijación en la perversión la sexualidad está condicionada por el psiquismo. La

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pulsión sexual está compuesta de distintos componentes, que en las perversiones tienden a separarse. Para
conocer la vida sexual de los psiconeuróticos es necesario someterlos al psicoanálisis. Las psiconeurosis
descansan en fuerzas pulsionales de carácter sexual. Los síntomas son la práctica sexual de los enfermos. En
los neuróticos se presencia una cuota de represión superior a lo normal. La neurosis es el negativo de la
perversión, porque manifiesta en sus síntomas lo que los perversos actúan. En la vida anímica de todos los
neuróticos se encuentran fijaciones de la libido en personas del mismo sexo, inclinaciones a las
transgresiones anatómicas. En los síntomas neuróticos desempeñan un papel importante las pulsiones
parciales, que se manifiestan como pares de opuestos.  

El fetichismo (1927)
 A pesar que el fetiche es discernido como una normalidad por sus adictos, no lo sienten como un síntoma
que provoque padecimiento. El fetiche es el sustituto del pene de la madre, el falo en la mujer, que tuvo gran
significación en la primera infancia, pero más tarde se perdió. Normalmente debería de ser resignado pero
justamente el fetiche está destinado a preservarlo de su sepultamiento. El fetiche es el sustituto del falo en la
mujer, en el que el varón ha creído y ya no quiere renunciar. El varón rehusó a darse por enterado a un hecho
de su percepción: que la mujer no posee pene. Si la mujer está castrada, su propia posesión de pene corre
peligro, y en contra de ello se revuelve una porción de narcisismo. Lo que el fetichista hace no es reprimir el
falo femenino, sino desmentirlo. Ha conservado la creencia del falo en la mujer, luego que la percepción le
haya demostrado lo contrario, pero también la ha resignado. En el conflicto entre la percepción indeseada, y
la intensidad del deseo contrario se ha llegado a un compromiso inconsciente: en lo psíquico la mujer sigue
teniendo un pene, pero este pene ya no es el mismo que era antes. Se ha designado un sustituto que hereda el
interés que se ha sentido por el primero. Ese interés experimenta un extraordinario aumento porque el horror
a la castración se ha erigido un monumento recordatorio con la creación de un sustituto. Hay una enajenación
respecto de los genitales reales femeninos. El fetiche es un signo de triunfo sobre la amenaza de castración y
protege contra ella. Le ahorra al fetichista ser homosexual, ya que aporta a la mujer algo para que se vuelva
tolerable como objeto sexual. Otras ventajas del fetiche es que los otros no distinguen su significado y casi
siempre esta accesible y resulta fácil obtener satisfacción a través de él. Se retiene como fetiche la última
impresión anterior a la traumática. Los pies o los zapatos hacen referencia al varón que vio el genital
femenino desde abajo, la ropa interior es la etapa previa a la revelación de los genitales: el último momento
en que se pudo considerar fálica a la mujer. Desmiente una parte de la realidad, pero coexisten una junto a la
otra la actitud acorde al deseo y la actitud acorde a la realidad en el fetichista. El fetiche mismo es tanto

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desmentida como aseveración de la castración. Freud en 1905, en el apartado sobre el fetichismo de su


artículo Tres ensayos para una teoría sexual, sostiene que el fetiche es un sustituto del falo materno,
sustituto inapropiado del objeto sexual. Mientras que años más tarde, en 1927, agrega que lo que el fetichista
hace no es reprimir el falo femenino, sino desmentirlo. Aún más, el fetiche lo protege de la amenaza de
castración.El objeto de la libido no es algo material aunque se puede creer que lo vemos materialmente en el
fetichismo, donde el objeto de la elección puede ser el sostén para el objeto de la libido. Por su parte, Miller
[7] comenta un ejemplo en el que el objeto de la elección puede ser una mujer de tacones altos. Si bien el
objeto elegido es la mujer de tacones altos, si luego son necesarios sólo los tacones altos para producir
satisfacción, serán éstos un objeto fetiche. Es una sustitución, y ese fetiche es condición de goce sexual del
objeto de la elección.
  El perverso produce la división en el Otro.
De este modo, al ejercer la voluntad de goce en el partenaire trata de producirle su división subjetiva. Él en
posición de objeto causa la división a partir de ser el objeto, él encarna el objeto.
En esto se diferencia del neurótico, de manera absoluta. Se trata de una posición excepcional en el deseo, una
posición que ningún neurótico consigue, unir el deseo a la voluntad. Por ello no necesita ni la aprobación, ni
el acuerdo del Otro, él anda solo, funciona bien, no tiene razones para cambiar. Él es como una roca dice
Lacan, ya que no se avergüenza, no se ruboriza, ni tiene sentimiento de culpa. No tenemos más que recordar
que el neurótico no tiene una respuesta al goce, le resulta siempre faltante, en déficit y produce síntomas por
doquier.
Ruptura con los pares sadismo-masoquismo, exhibicionismo-voyeurismo.
Dando vueltas por lo ya dicho advertimos que Lacan rompe con la idea de pares. El masoquismo no es la
posición del partenaire del sádico. Son dos posiciones heterogéneas, que Lacan propone estudiar a nivel del
objeto y del sujeto barrado. Uno no es el reverso del otro, porque un perverso, por todo lo antes dicho, no
puede ser partenaire de otro perverso, ya que no puede producir su división subjetiva, es indivisible.
Diríamos que son relaciones asimétricas o en términos freudianos: ninguna pulsión comporta el recorrido
inverso de la otra. El sádico no es partenaire del masoquista, ni el exhibicionista del voyeurista. Por tanto,
los perversos no se dividen, y necesitan producir en el Otro la división subjetiva, causando angustia en el
compañero.
La liquidación de las perversiones, por Fabian Schejtman.
El autor plantea una obscenidad líquida, una obscenidad lavada, pasada por agua. Este es una de la
liquidación actual de las perversiones. Hay una liquidación triple: una liquidación de la práctica perversa, una

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liquidación de la perversión del fantasma, y una liquidación de la perversión como categoría nosológica.
Sostenidas las tres por una liquidación actual del “hacia el padre”, de la versión del padre. El bello abanico de
perversos de Krafft – Ebing es inexistente en la actualidad. Los cortadores de trenzas, fetichistas muy
frecuentes a finales del siglo XIX, eran siempre coleccionistas. Hoy en día ya no se constatan caso de este
tipo de fetichismo, ni aquellos que se interesaban en la ropa interior de las damas y en sus pañuelos. En esa
época la perversión era entendida como un crimen, perseguida por la policía y pasada por la justicia; luego
fue entendida como patología, se cambió la cárcel por el asilo. Es preciso preguntarse qué lugar queda para
las perversiones, al menos entendidas clásicamente, en una época en que el significante amo esta
pulverizado. Las perversiones prosperan por doquier como transgresiones allí donde el religioso indica con
precisión por dónde anda el pecado, el moralista lo que es censurable, o el médico lo que debe ser curado.
Pero en tiempos de declive de la función del padre, las perversiones se diluyen. La carretera principal se haya
despoblada, y se incentiva a cada uno a que transite sus senderos personales. Hoy está todo permitido, ningún
goce es mejor o peor que otro. El derecho de goce, promovido por el discurso del capitalismo cuando se
solidariza con la democracia liberal y la promoción de los derechos del hombre, da lugar a un empuje – a –
gozar inusitado. No se trata solo del derecho a gozar, sino del deber de hacerlo bajo los parámetros del
mercado: ¡consume! Hay un empuje al goce superyoico imperante en nuestra época. El empuje
contemporáneo al goce ha producido la liquidación de las prácticas perversas tradicionales; y en lugar de esas
prácticas tenemos las perversiones en liquidación, “for sale”. La televisión y la Internet son los lugares desde
se promueven la sustitución del fetichismo clásico. Solo la paidofilia se exceptúa de la exuberante promoción
de las perversiones líquidas ofrecidas por el mercado, legalmente. Si la paidofilia se preserva de la más
generaliza liquidación de las perversiones, ello lo consigue por conservarse en la esfera del delito. Las demás
perversiones pasaron primero al manual de psiquiatría, y de ahí fueron excluidas luego para terminar como
“modos de vida”. Se ve la paidofilia, igualmente, florecer disfrazada al nivel de “turismo sexual”, en el
contrabando de imágenes por Internet, y la promoción de las lolitas en la escena televisiva. El fantasma es
aquello que cisne, pero a la vez ordena, la vida sexual del sujeto homosexuado, enlazándolo férreamente a
determinada sustancia episódica del objeto a. Hoy en día está bastante presente la debilidad, cuando no la
inoperancia, del fantasma, que da por resultado este polimorfismo desbrujulado. Esto se complementa con el
empuje al goce propuesto por el mercado. Esto llega a dar como resultado depresión, cinismo, y franca
perversión polimorfa infantil. En cuanto a la perversión como categoría nosológica podemos decir que
también está despareciendo. El término perversión no figura en el DSM, ha sido reemplazo por “parafilia”.
Se lo acusó de discriminador y cargado de prejuicios, y se lo reemplazo por uno más “inocuo” y “liberal”. La

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ESTRUCTURAS CLINICAS: PSICOSIS Y PERVERSION

psiquiatría clásica ya había realizado este intento de abordar científicamente las perturbaciones de la
sexualidad, haciéndolas entrar en el discurso médico, desprendiéndolas de los resabios religiosos y morales
que las mantenían en el plano del pecado, de lo enjuiciable y condenable. Desde que fue creado en los ’70, el
grupo de las parafilias fue perdiendo integrantes entre sus filas; el retiro más escandaloso fue, a causa de
lobbies, el de la homosexualidad; luego la siguió la gerontofilia. El DSM recoge los efectos del capitalismo
de la promoción universal de los derechos del hombre. Hay versiones post – lacanianas de psicoanalistas que
anuncian que rechazan la perversión como recuerdo de una moralina pasada presente dentro del psicoanálisis.
La verdadera Psicopatología plantea la introducción de hipótesis sobre las causas, interrogarse por estas. La
Psicopatología aborda al perverso más allá de sus prácticas, en su estructura misma, la subjetividad perversa:
como aquel que se aviene a hacerse objeto a, instrumento del goce del Otro, independientemente de las
prácticas perversas.  

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