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Humanismo en La Actualidad
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Humanismo en La Actualidad
La crisis de la modernidad
“A todo comienzo le es inherente un encanto que nos protege y nos ayuda a vivir”,
hace decir Herman Hesse a uno de los personajes de su novela El juego de
abalorios. Todo comienzo tiene en sí algo de excitante, de prometedor. Nadie se
embarca en un proyecto si piensa que está de antemano abocado al fracaso. Los
Ilustrados no fueron excepción, y en cierta manera sus expectativas optimistas se
vieron afortunadamente confirmadas. Los beneficios que el esfuerzo de la
Modernidad ha reportado a la humanidad, particularmente en los dos últimos
siglos, han sido extraordinarios:
Estos aspectos negativos podrían considerarse sin más como simple escoria del
proceso, un subproducto aberrante e indeseado de la Modernidad. Hanna Arendt
ha mostrado sin embargo cómo el Holocausto judío lejos de ser un producto
residual indeseado de la “civilización racional” pertenece al núcleo mismo. El
nuevo orden social de la Modernidad estaba organizado, de modo semejante al
sistema productivo, con arreglo a criterios de estricta racionalidad. Tales criterios
no eran otros que el de optimización del beneficio, al margen de cualquier otra
consideración de tipo histórico o ético. La Modernidad propicia la división
esquizofrénica del comportamiento humano en dos ámbitos completamente
separados: los asuntos públicos -en los que la actuación ha de regirse por criterios
de estricta racionalidad, es decir, de eficacia- y los asuntos privados, que cada uno
gestiona con arreglo a criterios personales libremente elegidos (éticos, religiosos,
afectivos...). Así se entiende, por ejemplo, la figura del comandante del campo de
exterminio nazi que pasa con toda naturalidad de las cámaras de gas (asunto
público: razones de Estado) al cuarto de juego de sus hijos, donde se comporta
como un padre afectuoso (asunto privado: su vida en familia); o el propietario
capitalista que sometía a sus obreros a unas condiciones de vida miserables
(asunto público: economía) mientras el domingo asistía piadosamente al oficio
religioso (asunto privado: religión).
Estas cuestiones hacen que el aspecto redentor del proyecto Ilustrado, el énfasis
moral en la mejoría no sólo de las condiciones de vida sino del hombre mismo, de
su propio corazón, se vea muy seriamente cuestionado. No sólo “el sueño de la
razón produce monstruos”, como pensaban los ilustrados del Siglo de las Luces; la
historia del último siglo ha mostrado fehacientemente que también en estado de
vigilia los puede provocar.