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El siguiente texto trata de la conciencia que puede o no, llegar a tener el sujeto de sí
mismo, en contraste con la enajenación y el tedio que se produce en el ser humano en la
modernidad.
Eric Hobsbawm, que fue un historiador marxista británico de origen judío, dirá de la
Revolución Industrial, lo siguiente.
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Un ejemplo de cambio en la ciudad, lo podemos encontrar en la aparición de los
famosos pasajes (passages), los cuales podríamos considerar como el tipo primigenio de lo
que hoy son los centros comerciales (mall).
Los acogedores pasajes fueron la primera arquitectura moderna para el público. Pero
fueron también las primeras casas de ensoñación de los consumidores, construidas al
servicio de la adoración de la mercancía. (Buck-Morss, 1995, p. 165)
Los pasajes a los que se refiere Buck-Morss, son los parisinos, no obstante, la
tipología arquitectónica de los pasajes, se extendió por varios países europeos, como España,
e Inglaterra. Cabe notar como estos países fueron los primeros en adoptar o vivir el auge del
capitalismo, experimentando tanto sus beneficios como sus perjuicios. Adoración de la
mercancía, sería el equivalente –leyendo a Marx–, a la idea de la fetichización de la
mercancía, es decir a ese acto de mirar o de dotar a los objetos de poderes mágicos o
sobrenaturales.
Para poder satisfacer estos deseos que le provocan las mercancías, el trabajador
mismo se convierte en mercancía «y para él es una suerte poder llegar hasta el comprador»
(Marx, 2016, p. 66). Y lo hace, porque solo así puede conseguir su salario, para satisfacer la
gran variedad de necesidades que el mercado le ofrece –necesidades que, en la mayoría de
las veces, son superfluas o innecesarias– y le hace pensar que son necesarias bajo el hechizo
de la fetichización.
Al hablar del conocimiento que tiene el sujeto de sí mismo, quisiera primero referirme
a la moral. Entiendo esta, como un dispositivo de poder, que se instaura y que manifiesta las
pretensiones, creencias y valores de la clase hegemónica. Se disuelve a través de la
superestructura, la cual está bajo el dominio de la clase social que encabeza el poder, es decir
la burguesía, el propietario, el capitalista. La forma en la que pensamos, actuamos,
trabajamos, hablamos, no son más que manifestaciones de las ideas producidas por la clase
dominante.
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producción material y sus relaciones materiales transforman también, al transformar esta
realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que
determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. (Engels & Marx, 2012,
p.52)
Marx enfatiza, que son las personas quienes crean tanto su mundo material, como sus
ideas. Lo que me lleva a pensar que, cuando la persona no es consciente y a la vez, se ve
enajenada de su humanidad, esta se ve condenada a vivir en esclavitud, la persona se ve como
un ente determinado, y confía en que su existencia en este mundo tiene un propósito, y que
será en un más allá, donde podrá cambiar su vida, donde será feliz. En el más allá, todos
seremos iguales, mientras que en el aquí, en la vida diaria, se sufre, se llora, se pasa hambre,
se muere, también se pasan momentos bellos –no podemos caer en solo negatividades–, pero
la pregunta es ¿por qué no hacer esos cambios en este mundo, que hasta el momento es el
único mundo posible, el único del que tenemos conocimiento, el único que hemos vivido?
La prohibición, viene dada por la ley, y la ley se lleva muy bien con la moral,
recordemos que Baudelaire escribe para el dandy y el flanèur, para el borracho, el drogadicto,
el obrero, para el habitante de la vida moderna. En el caso de la cita anterior, el hombre a que
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hace referencia es al trabajador, que, al no serle accesibles ciertas mercancías culturales,
espirituales, o de simple ocio, encuentra en el hachís una poción de escape que le brinda
felicidad momentánea, sin embargo, estas formas de escape se ven censuradas. No estoy
queriendo invitar a vivir en un paraíso artificial, lo que quiero es hacer evidente hasta qué
punto la opresión y el ritmo de vida productivista que caracteriza al capitalismo, puede llevar
a querer vivir en una ficción, a la que se accede no por los mejores medios.
Marx describe muy bien la condición enajenada en la que viven los obreros, y además
ve como la Economía Política, es tanto ciencia de la riqueza, como de la renuncia. La moral
del obrero tendría en su base una renuncia a la propia humanidad.
Vemos como, tanto en Baudelaire como en Marx hay una preocupación por la
existencia, y por el ser conscientes de las formas en las que se vive. Ambos reclaman un
despertar, abren el camino a la autodeterminación, ya que, para ambos, el ser humano no está
determinado. Lo anterior me lleva a pensar en Camus, el cual considera, que el ser humano
al entrar en una crisis existencial debe de asumir la ausencia de un sentido de la vida,
despojándose de este modo de cualquier idea que intente determinarnos. Desde el
existencialismo de Camus cada persona tiene la responsabilidad de trazar su propia historia,
no se trata de escapar de la realidad y sus circunstancias, sino de enfrentarla con todas sus
consecuencias, sabiendo que somos capaces de cambiarla.
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Pero qué pasa cuando tanto el producto del trabajo, como la acción misma del trabajo,
se encuentran en un estado de enajenación. La pregunta que debemos de hacernos hoy, es,
cómo el trabajo, que es la acción histórica, por medio de la cual los seres humanos producen
los medios de vida necesarios para satisfacer sus necesidades, puede convertirse en un medio
de realización y no de enajenación. La sociedad capitalista engrandece la individualidad, cada
quien trabaja por intereses particulares, no por el interés común. Cómo lograr servir al
prójimo sin otra satisfacción más que la solidaridad, como lo expresa Camus y el mismo
Marx y en cierto punto Baudelaire al decir «me mato porque soy inútil a los otros y peligroso
a mí mismo».
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Bibliografía
Engels, F. & Marx, K. (2012). Escritos sobre materialismo histórico. C. Rendueles (Ed).
Madrid: Alianza Editorial.
Engels, F. & Marx, K. (2017). Manifiesto Comunista (P. Ribas, Trad.). Madrid: Alianza
Editorial. (Trabajo original publicado en 1848).