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Congreso de Vienna PDF
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23-28
Las guerras internacionales que estallan en Europa occidental en el siglo XIX están
ligadas a la cuestión de la unidad italiana (en 1859) y de la unidad alemana (en
1863-1864, 1866 y 1870-1871). En líneas generales, el ascenso del nacionalismo
caracteriza los años 1815 a 1914. Sin embargo, el término “nacionalismo” encubre
aspiraciones y realidades diversas.
NACIONES Y PUEBLOS.
LA UNIDAD ITALIANA.
A mediados del siglo XIX, ésta aparece muy quimérica. Primero porque Austria
controla una parte de Italia y, no tiene intención alguna de soltarla. Después, más
profundamente, porque desde finales del siglo VI Italia nunca ha conocido la unidad
política, bajo cualquier forma que fuese. El recuerdo de la unidad parcial instaurada por
Napoleón afecta solamente al norte de Italia. Nápoles y Sicilia están lejos, al otro lado
de los Estados pontificios que no sería fácil suprimir de un plumazo... Así pues, lo que se
pretende, con criterio realista, es una Confederación.
La intervención militar de Francia al lado del reino de Cerdeña (dicho de otro
modo, de la casa de Saboya) pone fin, en 1859, a la hegemonía austríaca. En unos
meses, todo el norte de Italia (excepto Venecia, que Francia deja a Austria), se une a la
casa de Saboya. Al sur, en cambio, es Garibaldi, a la cabeza de la Expedición de los Mil
(1860), quien fuerza el destino. Italia forma así un reino unitario que muy pocos
preveían. Venecia (en 1866) y Roma (en 1870) caerán como frutas maduras.
LA UNIDAD ALEMANA.
Para conseguir su unidad, los alemanes disponen de un marco político: la
Confederación germánica. En 1848-1849, el parlamento de Frankfurt lo intenta en vano,
porque la realidad del poder está en otra parte, en las dos capitales rivales: Viena y
Berlín. Prusia dispone desde 1815 de una clara ventaja geográfica: del Niemen al Mosela
forma el primer Estado «panalemán». Hacia ella se vuelven los partidarios de la unidad
más que hacia Austria, tan ''danubiana'' como alemana. Todavía es necesario superar la
rivalidad austro-prusiana: lo conseguirá Bismarck, por la astucia y la fuerza, en menos
de diez años, desde su accesión al puesto de canciller de Prusia en 1862 hasta la funda-
ción del Imperio alemán en 1871.
El nuevo Imperio, levantado en torno a Prusia, conserva un carácter federal que
defienden con celo los Estados alemanes supervivientes, en particular los del sur. Sin
embargo, la exclusión de Austria parte en dos la incipiente nación alemana, cuestión
que volverá a surgir en el siglo XX.
Sin necesidad de analizar las causas de la Primera Guerra Mundial, se percibe que ha
contribuido a ella el reforzamiento de los nacionalismos, que los mismos Estados han
orquestado. Paradójicamente, la Gran Guerra, a su vez, los ha consolidado en la
«solidaridad de las trincheras». La Segunda Guerra Mundial, en muchos aspectos,
prolonga la primera. Se diferencia, sin embargo (entre otros aspectos), en su desenlace:
después de 1945, en todo caso, los nacionalismos pierden en la Europa del oeste su
virulencia.
La humanidad no había conocido antes una guerra tan mortífera. En Europa, se oponen:
- de un lado, Alemania, Austria-Hungria, Bulgaria y el Imperio otomano;
- del otro, al oeste, Francia, Bélgica (invadida por los alemanes en agosto de 1911,
aunque era neutral), Gran Bretaña, Italia (a partir de abril de 1915) y Portugal (a partir
de 1916, pero cuyo papel es más bien modesto); al este, Rusia, Serbia y Rumania.
En 1917, Estados Unidos declara la guerra a Alemania y participa desde entonces
en los combates del frente occidental. Aquel mismo año, tras la Revolución de Octubre,
Rusia se retira del conflicto. En noviembre de 1918. primero Austria-Hungría y luego
Renania firman los armisticios.
Con Alemania, los vencedores firman el tratado de Versalles (junio de 1919); con
Austria, el tratado de Saint-Germain (septiembre de 1919). Al oeste, Alemania devuelve
Alsacia-Lorena a Francia y, cede a Bélgica Eupen-Malmedy, y a Dinamarca Schleswig del
Norte. Pierde además territorios al este, principalmente a favor de Polonia: el «corredor
polaco» separa Prusia oriental del resto de Alemania. Danzig es declarada ciudad libre.
Austria-Hungría se despedaza y nacen dos Estados nuevos: Checoslovaquia y
Yugoslavia. En líneas generales, la población de lengua alemana del ex Imperio se
encuentra distribuida en tres Estados: en la propia Austria, muy escasa; en
Checoslovaquia (alemanes de Bohemia); y en Italia, que en 1919 consigue anexionarse el
germanófono Tirol meridional. Contra los deseos de la población austríaca de la época,
los aliados incluyen en los tratados la prohibición de cualquier tipo de unión entre
Austria y Alemania. Además del Tirol meridional y del Trentino (de lengua italiana),
Austria cede a Italia la Venecia Julia(Trieste y su región), poblada en parte por eslovenos
y croatas.
Sin relación directa con la Primera Guerra Mundial, el problema de Irlanda
encuentra en 1920-1921 una solución, poco satisfactoria, pero que será duradera: la
división de la isla en un Estado libre de Irlanda, casi independiente, e Irlanda del Norte,
que permanece en el Reino Unido.
EL PERÍODO DE ENTREGUERRAS.
Las dificultades económicas, sociales, etc., a las que deben hacer frente los
regímenes democráticos, llevan a la instauración en algunos países de poderes
autoritarios de un nuevo tipo. La primera que sucumbe es Italia: Mussolini, jefe del
gobierno a partir de 1922, monta en pocos años un Estado fascista. En Alemania, Hitler
liquida, en 1933-1934 el régimen de la república de Weimar, fundado en 1919. Si-
multáneamente, en Austria, Dollfuss instituye un Estado corporativista. En Portugal, el
Estado corporativista que Salazar dirigirá hasta 1968 toma forma en 1933. En España, la
república instaurada en 1931 ve cómo se levanta contra ella un movimiento llamado
"nacional", que en tres años de guerra civil (1936-1939) sale victorioso: el régimen
autoritario del general Franco sólo acabará después de su muerte, acaecida en 1975.
LA POSGUERRA.
LA UNIFICACIÓN DE ALEMANIA.