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JIII .,.".

MONTESQUIEU

GRANDEZA
y

DECADENCIA
DE LOS ROMANOS
Segunda edición

7253
UniyprsicJad
Iberoamericana

ESPASA - CALPE ARGENTINA, S. A.


BUENOS AIRES - MÉXICO
10
MONTESQUIEU GRANDEZA Y DECADE,NCIA
DE LOS ROMANOS
Espíritu de las Leyes, [uero« relativamente estérile«,
Su salud se había quebrantado mucho, y, casi ciego, re-
curría a su hija parra que le leyese lo que él no podía
leer. «Yo me acabo -escribía-; he quemado todos mis
cartuchos y se han apagado todas mis bujías». Y su vida
se apagó, en efecto, en 1755. «¿ Corruprendéis dl/.lAÍtn grarlr
de es Diost», le decía en el momento supremo. el sacer-
CAPíTULO PRIMERO
dote. «¡Sí -respovndió Montesquieu-, y cuán pequeños
son los hombrest»
Las Co.nsideracio.nes, historia filosófica de Roma, no Primeros tiempos de Roma. - Sus guerras.
son, en realidad, más que ~m capítulo ampliamente des-
arrollado y como un fragmento desgajado del Espíritu Las ciudades de hoy no pueden darnos idea de lo.
de las Leyes, historia filosófica de la Hum,anidad. Las que era Roma en sus comienzos, a no. ser las de Cri-
Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de- mea, hechas para guardar el botín, los ganados y los
cadencia de Ios romanos se consideran, C01l, razón, oomo frutos .del campo. Todos los antiguos nombres de loa
la obra. más perfecta y clásida de Montesquieu, por su principales lugares de Roma se relacionan con esta cos-
u'Yllidadadmirable, por su precisión y concisión extraor-
dinarias y crmipara,bles a las de Salustio 11 Tácito, por tumbre.
La ciudad no. tenía calles, a menos de considerar co-
su estilo constantement(il noble y elevado, en, fin, por el mo. tales la continuación de los caminos que a ella con-
arte acabado de la composición. Respecto al fondo, de ducían. Las casas, colocadas sin orden, eran muy peque-
la obra, aun después de los grandes trabajos de Niebuhr, ñas; porque los hombres, siempre en el trabajo. o. en la
Mommsen, Duruy y otros tantos, «a pesar de la e;7"udi- plaza pública, apenas permanecían en ellas.
ción moderna, las Co.nsideracio.nesSiguen en pie». «El Perú la grandeza de Roma apareció pronto en sus
conj~tnto de los juicios de Montesqui(ilu -afirma por su edificios públicos. Las obras que han dado. y que hoy
parte Sorel- continúa siendo justo, domo ell método de dan aún la más alta idea de su poder, se realizaron en
su libro y como su estilo» Imciuimo» el diálogo de Sila tiempo. de los reyes (1). Empezaba ya a edificarse la
y de Eúcrates, escrito por Montesqui!cu en 1745, e in-
cluma por él en, la edición de la GRANDEZA y DECADENCIA Ciudad Eterna.
Bómulo y sus sucesores estuvieron casi siempre en gue-
DE LOS ROMANOS, de 1748. rra con los vecinos, para tener ciudadanos, mujeres o
tierra; volvían a Roma con los despojos de los pueblos
derrotados gavillas de trigo y rebaños. Esto. producía
gran alegría,' y constituyó el origen de los triunfos, que
fueron después la causa principal de la grandeza a que
llegó esta ciudad.
Roma aumentó grandemente sus fuerzas al unirse con
los ~abinos, pueblos duros y belicosos, como los lacede-
momos, de quienes descendían (2). Bómulo tomó de ellos

(1) Véase la extrañeza de Dionisio de Halicarnaso ante las alcantari,


Das que hizo Tarquino. Antiquit. Rom. III, 20. Subsisten aún.
(2) Plutarco: Vida de Róm'Ulo.
12 XONTESQUIEU GRANDEZA Y DEOADENOIA DE LOS ROMANOS 13

el escudo, que era ancho, substituyendo el pequeño es- afrentan no ve más que su desgracia, y añade a ella to-
cudo argivo que usara hasta ertonees. Y debe hacerse dos los males posibles.
notar que lo que ha contribuído en mayor grado a que Es cierto, sin embargo, que la muerte de Lucrecia no
los romanos se hiciesen dueños del mundo es que, com- fué sino la ocasión de la revolución subsiguiente; porque
batiendo sucesivamente contra todos los pueblos, renun- un pueblo orgulloso, emprendedor, atrevido y encerrado
ciaron a sus propias costumbres siempre que encontra- entre murallas, necesariamente ha de sacudir el yugo
ban otras mejores. o cambiar de carácter.
En las repúblicas de Italia se pensaba entonces que Una de las dos cosas tenía que suceder: o Roma
los tratados hechos con un rey no eran válidos para su cambiaba de Gobierno, o sería siempre una monarquía
sucesor; era una especie de derecho de gentes (1); así, pequeña y pobre.
todo lo que un rey de Roma había sometido, se procla-
La historia moderna nos ofrece un ejemplo de lo
maba libre en el reinado siguiente, y las guerras nacían que entonces ocurrió en Roma, y esto es muy nota-
siempre de las guerras.
ble; porque como los hombres han tenido en todo tiem-
El reinado de Numa, largo y pacífico, era muy a pro-
pósito para que Roma no saliera de una. medianía; y si pos las mismas pasiones, aunque difieran las ocasiones,
en esa época su territorio hubiera sido menos limitado y que provocan los grandes cambios, las causas son siem-
su poder mayor, es probable que su suerte habría que- pre las. mismas.
dado determinada para siempre, Enrique VII, 'rey de Inglaterra, aumentó el poder
Una de las causas de su prosperidad es que todos sus de los comunes para humillar a los grandes; Servio
reyes fueron grandes hombres. La Histozia no registra Tulio, mucho antes que él, había: extendido los pri-
en ningún otro lugar una serie no interrumpida de hom- vilegios del pueblo para rebajar al Senado (1). Pero
bres de Estado semejantes y de capitanes de tal altura. el pueblo, cada: vez más atrevido, derribó ambas mo-
En las sociedades nacientes, los jefes de las repúblicas narquías.
son los que hacen la institución; y después la institución El retrato de Tarquino no ha sido favorecido; to-
es la que forma los jefes de laa repúblieas. dos los oradores que han hablado contra la tiranía
Tarquino se apoderó de la corona, sin ser elegido por han pronunciado su nombre. Pero la conducta: que
el Senado ni por el pueblo (2). El poder se hacía he- observó antes de su destronamiento, previsto por él
reditario; él lo convirtió en absoluto. A estas dos revolu- según parece; su dulzura con Ios pueblos vencidos;
ciones siguió pronto la tercera. su liberalidad con los soldados; el arte que tuvo para
Su hijo Sexto, al violar a Lucrecia, hizo una cosa que interesar a tantas gentes en su sostenimiento; sus obras
casi siempre arroja a los tiranos de la ciudad en que públicas; su valor en la guerra; su constancia en la
dominan; porque el pueblo, ante accionestales, se da ple- adversidad; la' guerra que sin reino y sin bienes sostu-
na cuenta de su esclavitud, y súbitamente toma una re- vo durante veinte años y obligó a: sostener al pueblo
solución extrema. romano; sus recursos inagotables, demuestran clara-
Un pueblo puede sufrir pacientemente nuevas exigen- mente que no era un hombre despreciable.
cias de tributos; acaso el empleo dado al dinero que le Los lugares que la posteridad otorga están sujetos,
piden redundará en beneficio suyo; pero cuando le como los demás, a los caprichos de la fortuna. j Des-
(1) Esto se ve en toda la historia d. los reyes de Roma. (1) Véase Zonaras y Dionisio de Halicarnaso, lib. IV. (Refiérese
(2) El Senado nombraba un magistrado del interregno, que elegia Montesquieu en esta nota a Zonaras, historiador griego del siglo XII,
al rey, cuya elecci6n habla de confirmar el pueblo. Véase Dionisio de autor de unos Anales que van de la creación del mundo hasta la muerte
HalicarnaBo, libs. Ir, IIr, IV. de Alejo Oomenio, 1118).
r 11, JIONTESQUIEU
~
GRANDEZA Y DECADENCIA DE LOS ROMANOS 15

graciada reputación la d~un príne oprimido por un pobres, imponiéndoles el pago de una renta a favor de
partido que llega a domn~r, o e~ñado en destruir la república.
un prejuicio que le sobrwivs l Los cónsules, no pudiendo obtener el honor del triun-
Cuando Roma arrojó ~.los reY~estableció cónsu- fo más que por la conquista o la victoria, hacían la
les anuales i esto es lo qur la l1evó;an alto, grado de guerra con ímpetu extraordinario i se lanzaban rectos
poder. Los príncip?s tienm en su ~ períodos de am- hacia el enemigo, y la fuerza decidía desde luego.
bición; a los que siguen tiras pasl,s o la ociosidad. Roma estaba, pues, en guerra eterna y siempre vio-
No ocurría lo mismo en Ü repúbliqos jefes se reno- lenta i y una nación constantemente en guerra (1),
vaban todos los años, y reseando ar huellas de su por principio de Gobierno, o había de perecer, o des-
paso por la magistratura Jara obte otros cargos no truir a las demás, que ya en guerra, ya en paz, nun-
había' hora perdida por l¿ ambiciócomprometía~ al ca estaban tan prontas para' atacar ni tan preparadas
Senado para que propuse se al Plo la guerra, y para defenderse.
cada día le mostraban mevos en~os.
Por eso adquirieron los romanos tan profundo co-
Esta institución' se incliraba, natlmente
. , hacia ese nocimiento del arte militar. En las guerras tempora-
lado i importunada sin ce¡a~ por 11uejas y exigen- les, la mayor parte de los ejemplos se pierden i la
cias del pueblo trataba de distraerls sus inquietudes paz da otras ideas, y se olvidan sus faltas y hasta sus
y entretenerlo fuera del prís (1). virtudes. (
Además, la guerra agralaba casimpre al pueblo, Otra consecuencia del principio de la guerra conti-
porque, distribuyendo sabiimenta e]tín se encontró nua fué que los romanos nunca firmaron una paz, si-
el medio de hacerla útil. '
no como vencedores ien efecto, t de qué servía una
.
En Roma, ciudad sin canercio Yisisin artes , los paz deshonrosa con un pueblo, para ir a atacar a otro 1
particulares no podían emquecertino por el pi_ Pensando así, sus pretensiones aumentaban siem-
llaje, ' ,
pre a medidas de sus desastres i con esto amedrenta-
El saqueo estaba sujeto a discipl y se guardaba ban a los vencedores y se imponían a sí mismos ma-
en él próximamente el misno ordene hoy observan yor necesidad de vencer.
los pequeños tártaros.
Expuestos en todo momento a las venganzas más
Se reunía todo el botín y se ha la distribución horribles, les fueron indispensables la constancia y el
entre los' soldados i nada SI perdía ila soldado, an- valor; y estas virtudes llegaron a identificarse con
tes de partir, había jurado no oculnada en prove- ellos de tal modo, que Se confundían con el amor a
cho propio. Y los romanos eran el no más religio- sí mismos, a su familia, a su patria y a todo lo más
so del mundo para el jurammto, que siempre nervio caro al hombre (2).
de su disciplina militar.
También los ciudadanos tue qued¡ dentro de la ¡j (1) Los romanos consideraban a los extranjeros como enemigos, La
ciudad gozaban del fruto re
la victo Parte de las
palabra hostis - enemigo -
linuua latina, IV, el extranjero
significaba al principio, según Varrón,De
que vivía bajo sus propias leyes.
tierras del pueblo vencido se confi:an, y de ellas . (2) En la edición de 1734 figura en este lugar el siguiente trozo:
«Sucedió a Italia 10 que en nuestros días ha ocurrido en América: 10.
se hacían dos porciones: ura se vem, beneficio del naturales del país, débiles y dispersos, cedieron sus tierras a nuevos ha-
público i la otra era distriluída entos ciudadanos bitantes, y hubo tres naciones diferentes: los toscanos, los galos y los
griegos. Los galos no mantenían relación alguna con los griegos ni con
los toscanos; éstos formaban una asociación con su lengua, sus maneras
y costumbres propias; y las colonias griegas, oriundas de pueblos diferen·
(1) Además, la autoridad del Se:ado era m~n los negocios ex-
teriores que en los de 1,.ciudad. tes, Q veces enemigos, tenían intereses bastante separados.
aquellos tiempos no era como el de hoy; los viajes, las eonquístas,
El mundo de
el co-

1..
16 MONTERQUIEU GRANDEZA Y DEOADENOIA DE LOS ROMANOS 1"1

Los pueblos de Italia desconocían las máquinas de Las ciudades latinas eran colonias de Alba, funda-
guerra de sitio (1); y como los soldados no tenían sol- das por Latino Silvio (1). Además de su origen co-
dada, era imposible retenerlos largo tiempo ante una mún con los romanos, tenían también los mismos ri-
plaza; por eso sus guerras casi nunca fueron decisi- tos; y Servio Tulio (2) las indujo a construir en Roma
vas. Peleaban para saquear el campo enemigo y apo- un templo que fuese el centro para la unión de los
derarse de sus tierras; y después, vencedores y ven- dos pueblos. Por perder la decisiva batalla del lago
cidos se retiraban a' sus ciudades respectivas. Esto es Regilo, viéronse sometidos a una 'alianza y sociedad
lo que ocasionó la resistencia de los pueblos de Italia bélica con los romanos (3).
y el terco empeño de los romanos en subyugarlos; por Claramente se vió en el breve tiempo que duró la
esto las victorias obtenidas, dejándoles en toda su po- tiranía de los decenviros hasta qué punto el engran-
breza, no fueron un elemento corruptor. decimiento de Roma dependía de su libertad. El es-
Si hubiesen conquistado rápidamente las ciudades tado perdió el alma que le hacía moverse (4).
vecinas, Pírro, los galos y Aníbal habrían encontrado Ya no hubo en la ciudad más que dos clases de gen-
un pueblo decadente ya, destinado, como casi todos tes: los que sufrían la esclavitud y los que, por su
los Estados del mundo, a un tránsito demasiado sú- interés particular, trataban de hacerla sufrir a los
bito de la pobreza a la riqueza, y de la riqueza a la demás. Los senadores se alejaron de Roma como de
corrupción. una ciudad extraña, y los pueblos vecinos no encon-
Pero Roma, esforzándose siempre y encontrando traron resistencia alguna.
continuamente obstáculos que vencer, hacía sentir su Cuando el Senado halló el medio de señalar una
fuerza sin poder extenderla, y se ejercitaba, dentro paga a los soldados se emprendió el sitio de Veyes.
de su pequeño círculo, en la práctica de unas virtu- Duró diez años. Los romanos mostraron un nuevo ar-
des que iban a ser fatales al mundo. te de la guerra; sus éxitos fueron más brillantes, sus
No todos los pueblos de Italia eran igualmente be- victorias más provechosas y mayores sus conquistas;
licosos; los toscanos eran un pueblo debilitado por el fundaron más colonias; en fin, la toma de Veyes fué
lujo y por las riquezas; los tarentinos, los capuanos, una especie de revolución.
casi todas las ciudades de la Magna Grecia, llevaban Mas no disminuyeron las dificultades. Si pudieron
una vida lánguida, sumidos en la ociosidad y en el combatir más rudamente a los toscanos, ecuos y vols-
placer. Pero los latinos, hérnieos, sabinos, ecuos y cos, esto mismo contribuyó a que los latinos y hérni-
volscos, amaban la guerra con pasión; estaban situa- cos, aliados de los romanos, con iguales armas y la
dos alrededor de Roma y le presentaron una resisten- misma disciplina, les abandonasen; entre los toscanos
cia inconcebible. Fueron sus maestros en cuestión de se formaron ligas defensivas; y los samnitas, el pue-
.terquedad. . blo más belicoso de Italia, les declararon la guerra
con furor. .
mercio, la fundaci6n de los grandes Estados, la invenci6n de los correos, Desde que el Senado estableció la paga para los
de la imprenta, de la brújula, cierto general cultivo de trato han facili-
tado las comunicaciones y asentado entre nosotros el arte llamado politica; soldados ya no distribuyó entre ellos las tierras de los
cada uno abarca en una mirada cuanto se mueve en el Universo, y tan
pronto como un pueblo demuestra tener ambici6n, en el acto despierta el
temor de los demés.» (1) Como se lee en el tratado Oriao gentis romanoe, atribuido a Au-
relio Victor. '
(1) Dionisio de Halicarnaso lo afirma taxativamente en el lib. IX, Y
se ve en la Historia. N o sabían construir galerías para guarecerse de (2) Véase Dionisio de Halicarn aso, lib. IV.
]08 sitia.dos; se empeñaban en tomar las ciudades escalando los muros. (3) En Dionisio de Halícarnaso, lib. IV, está 'Uno de los tratados que
Eforo ha escrito que ArternoD, el ingeniero inventó las grandes máquinas firmaron. .
para batir los muros más sólidos. PericIes' las usó el primero en el sitio (4) Con el pretexto de dar al pueblo leyes e~critas, apoderáronse del
de Samos; asi lo refiere Plutarco en la Vida de Pericte s. Gobierno. Véase Dionísío de Halicarnaso, lib. IX.
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18

v:encidos; impuso otras condiciones, obligando a éstos A :f[in de que pudiesen soportar armas de mayor
a pagar una soldada al ejército, durante cierto tiem- peso. Cguelas de los demás hombres, preciso era que
po, y a dar trigo y vestidos (1). se hlCliesen más' que hombres; esto lo consiguieron au-
Al ser tomada Roma' por los galos no perdió nada ~en~¡ndo su fuerza por un trabajo continuado y con
de su fuerza; el ejército, más que vencido, disuelto, eJercHCiospropios para darles agilidad, que no es sino
se retiró casi intacto a Veyes; el pueblo se refugió un eX:acto empleo de las fuerzas que se poseen.
en las ciudades vecinas, y el incendio de Roma no fué ~s . de notar que nuestros! ejércitos perecen hoy,
más que el incendio de algunas cabañas de pastores. pnnc1ipalmente, por el trabajo inmoderado de los sol-
dados (1); y, sin embargo, gracias a un trabajo in-
menso, se conservaban los romanos. Se explica ello, a
m~ Pl\.~ecer,porque entre éstos la fatiga era continua;
CAPíTULO II mlent:ras que nuestros soldados pasan constantemen-
te dej trabajo excesivo a una extremada ociosidad;
Del arte de la guerra entre los romanos. y no hay cosa más a propósito para destrozar los.
Ve<i lo que nos dicen los autores respecto a la edu-
caciór¡ del soldado romano (2). Se le acostumbraba a
Para los romanos no existía más arte que la guerra;
andar, al paso militar, es decir, veinte millas en cinco
a ella se destinaban, Y en perfeccionarla pusieron to-
horas, y a veces veinticuatro millas (3). Durante es-
do su espíritu y todo su talento. «No hay duda que
fué un dios -dice Vegecio (2)_ quien les inspiró la tas Diarchas se le obligaba a llevar pesos de sesenta
libras, Se le hacía practicar continuos ejercicios de
legión.» correr y saltar completamente armado, llevando espa-
Pensaron que era preciso dotar a los soldados de das, dardos y flechas de doble peso que el ordinario,
la legión de armas ofensivas y defensivas más fuer-
y est~s ejercicios se verificaban continuamente (4).
tes y pesadas que las de ningún otro pueblo (3).
Vera como en la guerra hay cosas de imposible rea- Peto la escuela militar no era únicamente el cam-
lización para un cuerpo pesado, quisieron que la le- pam~nto; en la' ciudad había Un lugar donde los ciu-
gión tuviera tropa ligera, que pudiera destacarse 'Y dadanos iban a ejercitarse -era el Campo de Mar-
emprender el combate, o la retirada, si a: ello se veían te-o Después se arrojaban al Tíber, para limpiarse
precisados; que tuviesen también caballería arqueros Y el P<ilvoy el sudor y no perder la costumbre de na-
honderos para perseguir a los fugitivos rematar la y dar ~5).
. y ~ no tenemos una idea justa de los ejercicios fí-
victoria; estaba defendida por toda clase de máquinas
de guerra que arrastraba tras sí; debía atrincherarse SICOS;el hombre que se dedica a ellos demasiado nos
en cada ataque, para ser, como dice Vegeeio (4), una pare~e despreciable, porque la mayor parte de estos
especie de plaza de guerra.
(1) Sobre todo en remover tierras.
. ~2) Vegecio, lib. I; Tito Livio, lib. XXVI, cap. Ll, refieren los ejer·
(1) Véanse los tratados. CIClO~ que Escipión Africano mandaba hacer' a los soldados, después de
(2) Libro U, cap. 1. toma"" Carthago Nova. Mario, a pesar de su vejez, iba todos los días al
(3) En Polibio y en Josefo - de Bello judaico -, lib. IU, se dsscrí- CamPI de Marte. Pompeyo, a la edad de cincuenta Y ocho años, iba lO
ben las armas del soldado romano. «Poco difieren - dice este último- lucha] armado con los mozos; montaba a caballo, cernía al galope Y lan-
los caballos cargados y el soldado romano.» «Llevan - dice Cicerón- zaba lardos, Plutarco, Vida. de Marío y de Pompeuo.
comida para más de quince dtas, todo lo que es de uso <Jorriente, todo (3) Milla es próximamente 1.400 metros. (N. del T.).
lo necesario paya fortalecerse; Y en eu arrto a sus armas, no les molestan (4) Vegecio, lib. I, caps. XI, XII, XIII Y XIV.
más que las manos.» TU8culana.s, U, XV.
(5) Vegedo, lib. I, cap. X.
(4) Libro U, cap. XXV.
20 MONTESQUIEU lrDEZA y DEOADENOlA DE LOS ROMANOS 21

ejercicios no tienen hoy más objeto que servir de di- 'fUerza constituía la cualidad preferente del soldado,
versión; mientras que entre los antiguos, todo, hasta :aebilitarlo era degradarlo.
la danza, formaba parte del arte militar. Hombres tan endurecidos eran ordinariamente sa-
y ocurre entre nosotros que nos parece ridícula esa 1l0S. Los autores no dicen que los ejércitos romanos,
destreza excesiva en el uso de las armas de guerra, que hacían la guerra en tantos climas, tuviesen gran
porque desde que la costumbre ha establecido los mortandad ocasionada por las enfermedades; hoy, en
combates singulares, la esgrima se considera como la cambio, ocurre casi continuamente que los ejércitos,
ciencia de los espadachines o de los cobardes. sin haber combatido, se deshacen, por decirlo así, en
Los que critican a Homero porque en sus héroes una: campaña.
destaca de ordinario la fuerza, la destreza o la agili- Entre nosotros las deserciones son frecuentes; por-
dad corporal' deberían encontrar ridículo a Salustio, que los soldados son lo más vil de cada nación, y no
que alaba a Pompeyo «porque corría, saltaba y lleva- hay ninguna que tenga o crea tener ventaja sobre las
ba una carga tan bien como cualquiera de su tiempo». demás. Entre los romanos, estas deserciones era raras;
Siempre que los romanos se creyeron en peligro o los soldados, salidos del seno de un pueblo tan sober-
quisieron reparar pérdidas sufridas, fué su norma bio, tan orgulloso, tan seguro de mandar sobre los de-
afianzar la disciplina militar. En la guerra con los más, no podían pensar en envilecerse hasta dejar de
latinos, tan aguerridos como ellos, Manlio quiere au- ser romanos.
mentar la fuerza de la' autoridad, y condena a muerte
Como los ejércitos no eran numerosos, con facilidad
a su hijo, que, había vencido sin orden suya. Derrota-
dos en Numaneía, Escipión Emiliano empieza por pri- podía atenderse a su subsistencia; el jefe conocía me-
varles de todo lo que les había debilitado (1). Cuando jor a los individuos y apreciaba con más exactitud las
las legiones romanas fueron obligadas a pasar bajo el faltas y violaciones de la disciplina.
yugo en Numidia, Metelo repara esta: afrenta reponien- Sus ejercicios de fuerza y los admirables caminos
do en todo su rigor las antiguas instituciones. Mario, por ellos construídos les colocaban en condiciones de
para combatir a los cimbrios y teutones, empieza por ~af'ler largas y rápidas marchas (1) . Su presencia
desviar los ríos; y Sila hace trabajar de tal modo a Inopinada' helaba' los corazones; se presentaban, sobre
los soldados de su ejército, asustados de la guerra con- todo, después de un fracaso, cuando sus enemigos' se
tra Mitrídates, que éstos le piden como fin de sus encontraban en ese estado de negligencia que propor-
trabajos que los lleve al combate (2). ciona la victoria.
Publio Nasica', sin necesidad, les hizo construir una . En nuestros combates de hoy el soldado aislado no
armada. Se temía más a la ociosidad que a los ene- tiene confianza más que en la multitud; pero cada
migos. I r?mano, más robusto y aguerrido que' su enemigo,
Aulu - Gelio nos da la verdadera razón de la cos- SIempre contaba consigo mismo, tenía el valor natural;
tumbre romana de hacer sangrar a los soldados que e~ decir, esta virtud que es el sentimiento de las pro-
habían cometido algunas faltas (3). Es que como la pies fuerzas.
. C?m? las tropas romanas eran siempre las mejor
(1) Vendió las acémilas del ejército y mandó que cada hombre caro dlsclplmadas, aun en el combate más desgraciado en-
gara con trigo para treinta d ías y siete estacas. Floro, lib. LVII.
(2) Frontino; Estratagemas, lib. I, caps, XI y XX,
•• (1) Véase, sobre todo, la derrota de Asdrúbal y su diligencia contra
(3) Lib. X, cap. VIII. .lrIato.
22 MONTESQUIEU y DEOADENOIA DE LOS ROMANOS 23

contraban medio de reunirse en algún sitio e introdu-


cir de algún modo el desorden entre los. enemigos. Así
se les ve de continuo en la Historia, aunque superados
CAPÍTULO III
al principio por el número o el ardor de los enemigos,
arrancar al fin la victoria de sus manos.
Ponían especial atención en examinar qué es lo que Cómo pudieron engrandecerse los romanos.
constituía la superioridad del enemigo sobre ellos, y
procuraban igualado. Se acostumbraron a ver la san- Todos los pueblos de Europa tienen hoy, con poca
gre y las heridas en los espectáculos de los gladiado-
diferencia, el mismo arte, las mismas armas, la mis-
res, que tomaron de los etruscos (1).
ma disciplina y la misma manera de hacer la guerra;
Las cortantes espadas de los galos (2), los elefantes por eso nos parece inconcebible la prodigiosa fortuna
de Pirro, no les sorprendieron más que una vez. Su- de los romanos. Por otra parte, existe hoy tal despro-
plieron la debilidad de su caballería (3) quitando las po.rción en el poder, que no es posible que un pequeño
bridas a los caballos para que su impetuosidad no fue- Estado salga por sus propias fuerzas de la inferiori-
se detenida y mezclando entre ellos véli tes (4). Cuan-
do conocieron la espada española abandonaron la su- dad en que la Providencia le ha colocado.
ya (G). Substituyeron la ciencia de los pilotos por Esto pide reflexión; sin ella veríamos sucederse los
la invención de una máquina descrita por Polibio (6). acontecimientos sin comprenderlos : y no sintiendo- la
En fin, como dice Josefo (1), la guerra era para ellos diferencia de las situaciones, creeríamos, al leer la
una meditación, y la paz un -ejercicio. historia antigua, que se trataba de hombres distintos
Si alguna nación poseía, por naturaleza o por ins- de nosotros.
titución propia alguna ventaja particular, en seguida La experiencia diaria ha demostrado en Europa
hacían uso de ella; no descuidaron nada para tener que un príncipe con un millón de súbditos no puede,
caballos númidas, arqueros cretenses, honderos balea- sin arruinarse, sostener más de diez' mil hombres en
res, barcos rodios, armas; por tanto, sólo las grandes naciones pueden
Jamás nación alguna preparó la guerra con tanta tener ejércitos .
./ prudencia, ni la hizo con tanta audacia. No ocurría lo mismo en las antiguas repúblicas;
porque la proporción entre los soldados y el resto del
(1) Véase el fra¡¡mento de Nicolás de Damasco, lib. X. en Ateneo, pueblo, que hoyes de uno a ciento, podía muy bien
lib. LV, cap, XIII. Antes de ir al ejército asistían los soldados a. un
combate de gladiadores. Julio Capitolino, Vida de Máximo y de Balb.no. ser allí de uno a ocho.
(2) Los romance se cubrían con los dardos, que recibían los golpes
y mellaban las hoj as. • Los fundadores de las antiguas repúblicas habían
(3) Era mejor que la de los otros pueblos pequeños de Italia. For· repartido igualitariamente las tierras; sólo esto cons-
mábase con los principales ciudadanos, a quienes el erario costea?a un
caballo. Cuando echaba pie a tierra, no había infantería más tenuble, Y tituía un pueblo poderoso, es decir, una sociedad bien
a veces decidía la victoria. organizada; esto también era lo que formaba un buen
(4) J 6venes ligeramente armados, los más ágiles de la legión. A .Ia
primera señal saltaban a la grupa de los caballos o combatían a pre. ejército, porque cada individuo tenía gran interés en
Valerio Máximo, lib. n, cap. nI, párrafo 39; Tito Livio, lib. XXVI,
cap. IV. defender a su patria.
(5) Fragmento de Polibio, referido por Suidas en el artículo ¡W.XULQU. Cuando las leyes no eran estrictamente cumplidas,
(6) Puente con garfios que caía sobre la nave enemiga y la sujetaba,
dejando paso a la infantería. (N. del T.).
Ocurría lo mismo que hoy 'entre nosotros; la avaricia
(7) De bello iudaico, lib. IU, cap. VI. de algunos particulares y la prodigalidad de otros
'~4 MONTESQUIEU IANDEZ.d. y DEOADENOI.d. DE LOS ROM.d.NOS 125

hacía que la propiedad se reuniese en pocas manos', y Los reyes Agis y Cleomenes, viendo que apenas
en seguida se introducían las artes, por las mutuas quedaban en Esparta setecientos de los nueve mil ciu-
necesidades de los ricos y de los pobres. Con esto no 'dadanos existentes en tiempos de Licurgo (1), y que
había ya casi ni ciudadanos ni soldados; porque los de ellos sólo cien poseían tierras (2), y el resto no era
fondos antes destinados a su sostenimiento se emplea- JIlás que un populacho cobarde, intentaron restable-
ban en el de esclavos y artesanos, instrumentos del cer las antiguas leyes (3); Y Laeedemonia recobró su
lujo de los nuevos poseedores, sin lo cual el Estado, primitivo poder y volvió a ser formidable entre los
que a pesar de su desorganización debe subsistir, hu- griegos.
biera perecido. Antes de la corrupción, las ganancias La división de la tierra en partes iguales es lo que
primitivas del Estado se repartían entre los soldados, puso a Roma en condiciones de salir pronto de su me-
es decir, los labradores; cuando la república degene- dianía; esto se notó más cuando se inició la eorrup-
ró, pasaban primero a mano de los ciudadanos ricos, ci6n de costumbres.
de éstos a los esclavos y artesanos, de quienes se sa- Era una pequeña república cuando, habiéndose ne-
caba, por medio del tributo, una cantidad para soste- gado los latinos a dar el socorro de tropas a que es-
ner a los soldados. taban obligados, al momento se reclutaron en la ciu-
Y, esta clase de gentes no era apta para la guerra; dad diez legiones (4). «y ahora -dice Tito Livio-,
cobardes y ya corrompidos por el lujo de las ciuda- si un enemigo apareciese de 'repente ante las murallas,
des y por su arte mismo; sin patria propiamente di- Roma, dueña del mundo, no podría hacer lo mismo;
cha; ejerciendo su industria en todas partes, no síntoma seguro de que no nos hemos engrandecido, si-
tenían gran cosa que perder ni que conservar. no que hemos aumentado el lujo y las riquezas, que
nos desmedran.»
En un censo hecho en Roma' poco después de la ex-
«Decidme -preguntaba Tiberio Graco a los no-
pulsión de los reyes (l), y en el que Demetrio de
bles e') -, ¿ qué vale más: un ciudadano o un per-
Falero hizo en Atenas (2), se encontró poco más o petuo esclavo; un soldado o un hombre incapaz para
menos el mismo número de habitantes; Roma tenía la guerra y ¿ Preferís, para tener unas cuantas fanegas
cuatrocientos cuarenta mil; Atenas cuatrocientos ~ás de tierra que el resto de los ciudadanos, renun-
treinta y un mil. Pero en el momento de hacerse ese CIar a la esperanza de conquistar el mundo o poneros
censo Roma se encontraba en la plenitud de su fuerza en peligro de que los enemigos os arrebaten esas tie-
política; Atenas, en cambio, cuando se hizo el suyo, rras que nos negáis y»
estaba enteramente corrompida. Se vió que el núme-
ro de los ciudadanos púberes equivalía en Roma a la
cuarta parte de sus habitantes, y en Atenas a algo
menos de la vigésima; el poder de Roma y el de Ate-
nas estaban en estas épocas diversas en la relación
de un cuarto a un vigésimo,es decir, que era el de hi (1) Eran los ciudadanos propiamente llamados espartanos. Licurgo
V!O nueve mil partes para ellos y treinta mil para los demás habitantes.
aquélla cinco veces mayor. "a Be Plutarno, Vida de Licwrgo.
(2) Plutarco: Vida de .d.gis y de O!eo1lUlne8.
(8) Véase Plutarco, lbid.
(1) Del que habla Dionisio de Halicarnaso en el lib. IX, articulo XX.J¿ (4) Tito Livio. Primera década, lib. VII, cap. XXV. Fué poco des-
y que creo sea el mismo que refirre al final de su libro VI; suce PUs de la toma de Roma, siendo cónsules L. Furco Camilo y Ap. Olaudlo
dieciséis años después de la expulsión de los reyes. <halO.
(2) Ctesicleo, en .d.teneo. (5) Apiano: De la guerra civil, lib. I, cap. Ir.

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