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3.

Rol del hígado en el metabolismo lipídico

Como se ha descrito brevemente, el hígado realiza la metabolización de la mayoría de


los lípidos (o grasas) que entran en el organismo. Las células hepáticas emplean
algunas grasas para generar ATP para su propio uso; utiliza algunas para sintetizar
lipoproteínas, tromboplastina (una proteína de coagulación) y colesterol; a continuación,
libera el resto a la sangre en forma de productos de descomposición de grasas
relativamente pequeños (1). El metabolismo y los usos de las grasas se muestran:

(Figura A)

En el hígado ocurre lipolisis: degradación de triglicéridos en glicerol y ácidos grasos, que


son degradados en acetilcoenzima A y no son reconvertidos en glucosa. En la fase
postprandial, la liberación de ácidos grasos por el tejido adiposo llega a 5g/h, siendo
utilizada con fines energéticos tras conversión en acetilcoenzima A por betaoxidación
mitocondrial. El hígado participa del metabolismo de la mayoría de los ácidos grasos,
excepto de los ácidos linoleico y linolénico, que deben ser suministrados por la
alimentación. Los ácidos grasos originados en la lipólisis contribuyen a la síntesis de
triglicéridos en el hígado, excretados en forma de lipoproteínas de bajo peso molecular
(2).
La lipogénesis, síntesis de ácidos grasos a partir de acetilcoenzima A y de triglicéridos
a partir de ácidos grasos y glicerolfosfato, es una vía alimentada exclusivamente por la
glucólisis. El acetilcoenzima A resulta de la acción de un piruvato deshidrogenasa sobre
el piruvato en el interior de la mitocondria; posteriormente, en presencia de biotina en el
citoplasma el acetilcoenzima A se convierte en malonil-coenzima A, que es el primer
intermediario de la síntesis de ácidos grasos. La introducción de una unión al ácido
palmítico o al ácido esteárico, forman respectivamente los ácidos palmitoleico y oleico,
que son el origen de ácidos grasos mono o polisaturados (2)
La síntesis de triglicéridos se hace por esterificación de ácidos grasos libres en el
hígado. Hay además producción de fosfolípidos y lipoproteínas, como la apoproteína B,
que se ligan a los triglicéridos y pasan a la circulación, reacción estimulada por la
insulina. En la luz intestinal, los triglicéridos sufren hidrólisis parcial por la acción de la
lipase, produciendo glicerol que es hidrosoluble y es transportado hacia el hígado, por
otro lado, donde formará complejos con las sales biliares, los ácidos grasos promueven
nueva síntesis de triglicéridos en el intestino, a través de nueva conjugación con glicerol
(2).
Aunque se trata de un lípido muy importante en la dieta, el colesterol no se utiliza como
combustible energético. En lugar de eso, sirve como la base estructural de las hormonas
esteroides y de la vitamina D y es un bloque de formación principal de las membranas
plasmáticas. Puesto que en los medios de comunicación se oye hablar tanto de “reducir
nuestro aporte de colesterol”, siempre resulta sorprendente aprender que sólo el 15%
del colesterol de la sangre aproximadamente procede de la dieta. El otro 85%
aproximadamente lo produce el hígado. El colesterol se pierde del cuerpo cuando se
descompone y se secreta en las sales biliares, que acaban saliendo del organismo en
forma de heces (1).
Debido a la importante función que desempeña en el transporte de las grasas y del
colesterol, las lipoproteínas, una clase de proteínas producidas por el hígado y
conocidas como HDL y LDL, merecen un poco más de atención (1).
Los ácidos, las grasas y el colesterol son insolubles en agua, así que no pueden circular
libremente en el flujo sanguíneo. En lugar de eso, son transportados unidos a los
pequeños complejos de lípidos y proteínas denominados lipoproteínas. Aunque toda la
historia es compleja, lo más importante que hay que saber es que las lipoproteínas de
baja densidad (o LDL) transportan colesterol y otros lípidos hasta las células del
organismo, donde se utilizan de varias formas. Si hay una gran cantidad de LDL en
circulación, la posibilidad de que las sustancias grasas se depositen en las paredes
arteriales, para iniciar la aterosclerosis, es alta. Debido a esta posibilidad, las LDL se
conocen como “lipoproteínas malas”. En cambio, las lipoproteínas que transportan
colesterol desde las células tisulares (o arterias) hasta el hígado para su paso a la bilis
son las lipoproteínas de alta densidad (o HDL). Los elevados niveles de HDL se
consideran “buenos” porque el colesterol está destinado a descomponerse y eliminarse
del cuerpo. Es obvio que tanto las LDL como las HDL son “buenas o necesarias”; es
simplemente su porcentaje relativo en la sangre lo que determina si los depósitos de
colesterol potencialmente letal se establecerán o no en las paredes arteriales. En
general, parece que el ejercicio aeróbico, una dieta baja en grasas saturadas y
colesterol, así como no fumar ni beber café favorecen un porcentaje deseable de
HDL/LDL (1).
OBJETIVOS

 Reconocer el rol sumamente importante que juega el órgano del hígado, en


el metabolismo de lípidos e Identificar los aspectos que relacionan el
funcionamiento del hígado con respecto a triglicéridos y el colesterol.
CONCLUSIONES
El organismo utiliza los triglicéridos sobre todo para el suministro de energía a los
diferentes procesos metabólicos, función que comparten casi por igual con los hidratos
de carbono. Sin embargo, algunos lípidos, especialmente el colesterol, los fosfolípidos
y pequeñas cantidades de triglicéridos, se emplean para elaborar las membranas de
todas las células del organismo y para ejecutar otras funciones celulares.

1.- Elaine N. Marieb. Anatomía y fisiología humana. 9na Edición. Madrid-España.


Pearson educación s.a. (2008) pp 498-502. CAP 15: Sistema Digestivo y metabolismo
corporal
2.- V. Gomes da Silveira, J. Ribeiro Filho. Anatomía y fisiología hepática. (2014) pp 33-
35
3.- Figura A Disponible en: Elaine N. Marieb ´´Anatomía y fisiología humana´´ p. 499

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