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A los titanes, les siguieron los soberbios e irascibles cíclopes,unos seres gigantescos de un
solo ojo y una fuerza inmensa. Eran tres hermanos: Brontes, Estéropes y Arges, el más
violento de todos.
A continuación Gea alumbró otros tres hijos enormes, los gigantes hecatónquiros: Coto,
Briareo y Giges. Cada uno poseía cien brazos y cincuenta cabezas, lo que les confería una
fuerza monstruosa, casi imparable.
El fin de Urano
Urano no era un buen padre sino un déspota y cruel progenitor, cuya tiranía le iba a costar
perder el reino de los dioses y una parte fundamental de su anatomía. Por malevolencia, cada
vez que Gea iba a alumbrar un nuevo hijo, Urano lo retenía en su interior, por lo que la pobre
madre estaba ya a punto de reventar ante la cantidad de criaturas a punto de nacer que
guardaba en su vientre.
Sin embargo, no en vano Gea era una fuerza principal del Cosmos y urdió un plan para
desembarazarse del pesado de Urano. Con brillante acero forjó una hoz de afilados dientes y
se la entregó al más valiente de sus hijos: Cronos. Ignorando lo que le aguardaba, llegó Urano
conduciendo la noche y se echó a descansar cuan largo era. Aprovechando el descuido, su hijo
salió de un escondite y de un solo tajo le cercenó los testículos y los arrojó tan lejos como le
permitieron las fuerzas. Privado de su virilidad, a Urano no le quedó más remedio que delegar
su mando en Cronos, no sin antes insultar a tan rebeldes hijos llamándoles «los que por su
intento recibirán su justo castigo», una especie de juego de palabras del que proviene el
nombre de titanes (titaínontās, «en su intento»; «tísin, castigo»).
De las gotas de sangre que dejaron a su paso los rebanados genitales nacieron las Erinias, los
poderosísimos Gigantes y las ninfas Melias que viven en los bosques de fresnos.
Pero, además, cuando cayeron al mar, los testículos de Urano provocaron una espuma de la
que surgió la más hermosa y seductora de las diosas: Afrodita, diosa del amor, del placer, de
la dulzura y de los engaños.
Cuenta Hesíodo que antes de llegar a la morada de los dioses, Afrodita viajó por el mar y pasó
por las islas de Citerea y Chipre, de donde provienen dos de sus habituales epónimos,
Afrodita citerea y Afrodita Ciprogénea. En su viaje estuvo acompañada por Eros y el
bello Hímero, personificación del deseo amoroso.
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Los hijos de la Noche
Hoy día la luz eléctrica ha difuminado nuestros temores nocturnos en la claridad del día; pero,
en la antigüedad, la oscuridad de la noche, tan solo paliada por las tenues caricias lunares,
cobraba mucha más importancia en el devenir cotidiano: cuando caía el Sol, el trabajo se
detenía y tan solo los más osados y los malintencionados se atrevían a deambular entre las
tinieblas, momento en el que también encallan los barcos y se aproximan los traidores
enemigos, entre otros sucesos funestos. Por tanto, no resulta extraño que los griegos le
atribuyesen a la Noche (Nyx) una descendencia de lo más espantosa.
El primero de los hijos que alumbró sin intermediación de padre alguno fue a Moros («la
Suerte»), al que siguieron Ker y el alado Tánato («la Muerte»). Parió también a Hipnos («el
Sueño») y a la tribu de los Sueños. Por si fueran pocos, además fue madre de Momo («la
Burla»), el doloroso Lamento, y las Hespérides, unas ninfas que custodiaban un jardín,
situado en el extremo occidental del mundo, en el que crecían frutos de oro.
Del vientre de la Noche también nacieron la Moiras y las Keres. Las primeras se llamaban
Cloto, Láquesis, Átropo y eran la personificación del destino. Con el tiempo, los poetas las
imaginaron como tres ancianas que fijaban la duración de la vida de los mortales. Cada vida
era un hilo que una hermana hilaba, otra devanaba y la tercera cortaba poniendo fin a la
existencia del humano a quien correspondiese.
Las Keres, por su parte, son otra deidad abstracta muy compleja. En el mismo Hesíodo
aparecen de forma confusa, ora como una sola persona, ora como varias. En tiempos arcaicos
quizá se imaginaban como unos seres alados, de negra piel y afilados dientes blancos, que se
llevaban a los muertos del campo de batalla. De hecho, parece ser que personificaban el
destino de los héroes o los combatientes.
Así mismo, de la funesta Noche nacieron Némesis («la Venganza»), Apate («el
Engaño»), Gera («la Vejez»), Eris («la Discordia») y el único de sus hijos que no me parece
terrible: Filote («la Ternura»).
Pero peores aún fueron las criaturas que alumbró la funesta Eris, quien también sin
compañero tuvo al Olvido, al Hambre, los Dolores, los Combates, las Guerras, Matanzas,
Masacres, Odios, Mentiras, los falsos Discursos, las Ambigüedades, al Desorden, la
Destrucción y al Juramento.
Todas estas abstracciones representan fuerzas cósmicas que solo volverán a aparecer en los
mitos como figuras metafóricas.
Resumen
Bueno, los dioses empiezan a entrecruzarse, son cada vez más y corremos el riesgo de
empezar a perdernos. No te preocupes, por el momento tan solo es importante que recuerdes
que tras los primeros instantes del Universo ha aparecido una primera generación de dioses,
llamados titanesy comandados por Cronos, que han destronado a su padre Urano. Además,
ha nacido ya Afrodita, una diosa fundamental en el mundo clásico.