Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Motu pr. Porta fidei, 11 de octubre de 2011, 5: L’Osservatore Romano, edición en lengua
española, 23 de octubre de 2011, p. 3.
2
Cf. can. 16 § 3 CIC; can. 1498 § 3 CCEO.
22
El nexo con el tema al que acabo de aludir —la recta interpretación de
la fe— ciertamente no se reduce a una mera asonancia semántica, puesto
que el derecho canónico encuentra su fundamento y su sentido mismo en
las verdades de fe, y la lex agendi no puede sino reflejar la lex credendi.
La cuestión de la interpretación de la ley canónica, por lo demás,
constituye un tema muy amplio y complejo respecto al cual me limitaré a
algunas observaciones.
Ante todo la hermenéutica del derecho canónico está estrechamente
vinculada a la concepción misma de la ley de la Iglesia.
En caso de que se tendiera a identificar el derecho canónico con el
sistema de las leyes canónicas, el conocimiento de aquello que es jurídico
en la Iglesia consistiría esencialmente en comprender lo que establecen los
textos legales. A primera vista este enfoque parece valorar plenamente la
ley humana. Pero es evidente el empobrecimiento que comportaría esta
concepción: con el olvido práctico del derecho natural y del derecho
divino positivo, así como de la relación vital de todo derecho con la
comunión y la misión de la Iglesia, el trabajo del intérprete queda privado
del contacto vital con la realidad eclesial.
En los últimos tiempos algunas corrientes de pensamiento han puesto
en guardia contra el excesivo apego a las leyes de la Iglesia, empezando
por los Códigos, juzgándolo, precisamente, como una manifestación de
legalismo. En consecuencia, se han propuesto vías hermenéuticas que
permiten una aproximación más acorde con las bases teológicas y las
intenciones también pastorales de la norma canónica, llevando a una
creatividad jurídica en la que cada situación se convertiría en factor
decisivo para comprobar el auténtico significado del precepto legal en el
caso concreto. La misericordia, la equidad, la oikonomia tan apreciada en
la tradición oriental, son algunos de los conceptos a los que se recurre en
esa operación interpretativa. Conviene observar inmediatamente que este
planteamiento no supera el positivismo que denuncia, limitándose a
sustituirlo con otro en el que la obra interpretativa humana se alza como
protagonista para establecer lo que es jurídico. Falta el sentido de un
derecho objetivo que hay que buscar, pues este queda a merced de
consideraciones que pretenden ser teológicas o pastorales, pero al final se
exponen al riesgo de la arbitrariedad. De ese modo la hermenéutica legal
se vacía: en el fondo no interesa comprender la disposición de la ley, pues
esta puede adaptarse dinámicamente a cualquier solución, incluso opuesta
a su letra. Ciertamente existe en este caso una referencia a los fenómenos
vitales, pero de los que no se capta la dimensión jurídica intrínseca.
Existe otra vía en la que la comprensión adecuada a la ley canónica
abre el camino a una labor interpretativa que se inserta en la búsqueda de
la verdad sobre el derecho y sobre la justicia en la Iglesia. Como quise
evidenciar en el Parlamento federal de mi país, en el Reichstag de
Berlín3[3], el verdadero derecho es inseparable de la justicia. El principio,
3
Cf. Discurso al Parlamento de la República federal de Alemania, 22 de septiembre de
2011: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de septiembre de 2011, pp. 6-7.
23
obviamente, también vale para la ley canónica, en el sentido de que esta
no puede encerrarse en un sistema normativo meramente humano, sino
que debe estar unida a un orden justo de la Iglesia, en el que existe una ley
superior. En esta perspectiva la ley positiva humana pierde la primacía que
se le querría atribuir, pues el derecho ya no se identifica sencillamente con
ella; en cambio, en esto la ley humana se valora como expresión de
justicia, ante todo por cuanto declara como derecho divino, pero también
por lo que introduce como legítima determinación de derecho humano.
Así se hace posible una hermenéutica legal que sea auténticamente
jurídica, en el sentido de que, situándose en sintonía con el significado
propio de la ley, se puede plantear la cuestión crucial sobre lo que es justo
en cada caso. Conviene observar al respecto que, para percibir el
significado propio de la ley, es necesario siempre contemplar la realidad
que reglamenta, y ello no sólo cuando la ley sea prevalentemente
declarativa del derecho divino, sino también cuando introduzca
constitutivamente reglas humanas. Estas deben interpretarse también a la
luz de la realidad regulada, la cual contiene siempre un núcleo de derecho
natural y divino positivo, con el que debe estar en armonía cada norma a
fin de que sea racional y verdaderamente jurídica.
En esta perspectiva realista el esfuerzo interpretativo, a veces arduo,
adquiere un sentido y un objetivo. El uso de los medios interpretativos
previstos por el Código de derecho canónico en el canon 17, empezando
por «el significado propio de las palabras, considerado en el texto y en el
contexto», ya no es un mero ejercicio lógico. Se trata de una tarea que es
vivificada por un auténtico contacto con la realidad global de la Iglesia,
que permite penetrar en el verdadero sentido de la letra de la ley. Acontece
entonces algo semejante a cuanto he dicho a propósito del proceso interior
de san Agustín en la hermenéutica bíblica: «el trascender la letra le hizo
creíble la letra misma»4. Se confirma así que también en la hermenéutica
de la ley el auténtico horizonte es el de la verdad jurídica que hay que
amar, buscar y servir.
De ello se deduce que la interpretación de la ley canónica debe
realizarse en la Iglesia. No se trata de una mera circunstancia externa,
ambiental: es una remisión al propio humus de la ley canónica y de las
realidades reguladas por ella. El sentire cum Ecclesia tiene sentido
también en la disciplina, a causa de los fundamentos doctrinales que
siempre están presentes y operantes en las normas legales de la Iglesia. De
este modo hay que aplicar también a la ley canónica la hermenéutica de la
renovación en la continuidad de la que hablé refiriéndome al concilio
Vaticano II5, tan estrechamente unido a la actual legislación canónica. La
madurez cristiana lleva a amar cada vez más la ley y a quererla
comprender y aplicar con fidelidad.
4
Cf. Exhort. ap. postsinodal Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010, 38: AAS 102 (2010)
718, n. 38.
5
Cf. Discurso a la Curia romana, 22 de diciembre de 2005: AAS 98 (2006) 40-53.
24
Estas actitudes de fondo se aplican a todas las clases de interpretación:
desde la investigación científica sobre el derecho, pasando por la labor de
los agentes jurídicos en sede judicial o administrativa, hasta la búsqueda
cotidiana de las soluciones justas en la vida de los fieles y de las
comunidades. Se necesita espíritu de docilidad para acoger las leyes,
procurando estudiar con honradez y dedicación la tradición jurídica de la
Iglesia para poderse identificar con ella y también con las disposiciones
legales emanadas por los pastores, especialmente las leyes pontificias así
como el magisterio sobre cuestiones canónicas, el cual es de por sí
vinculante en lo que enseña sobre el derecho 6. Sólo de este modo se
podrán discernir los casos en los que las circunstancias concretas exigen
una solución equitativa para lograr la justicia que la norma general
humana no ha podido prever, y se podrá manifestar en espíritu de
comunión lo que puede servir para mejorar el ordenamiento legislativo.
Estas reflexiones adquieren una relevancia peculiar en el ámbito de las
leyes relativas al acto constitutivo del matrimonio y su consumación y a la
recepción del Orden sagrado, y de aquellas que corresponden a los
procesos respectivos. Aquí la sintonía con el verdadero sentido de la ley
de la Iglesia se convierte en una cuestión de amplia y profunda incidencia
práctica en la vida de las personas y de las comunidades, y requiere una
atención especial. En particular, hay que aplicar todos los medios
jurídicamente vinculantes que tienden a asegurar la unidad en la
interpretación y en la aplicación de las leyes que la justicia requiere: el
magisterio pontificio específicamente concerniente en este campo,
contenido sobre todo en los discursos a la Rota romana; la jurisprudencia
de la Rota romana, sobre cuya relevancia ya os he hablado 7; las normas y
las declaraciones emanadas por otros dicasterios de la Curia romana. Esta
unidad hermenéutica en lo que es esencial no mortifica en modo alguno
las funciones de los tribunales locales, llamados a ser los primeros en
afrontar las complejas situaciones reales que se dan en cada contexto
cultural. Cada uno de ellos, en efecto, debe proceder con un sentido de
verdadera reverencia respecto a la verdad del derecho, procurando
practicar ejemplarmente, en la aplicación de las instituciones judiciales y
administrativas, la comunión en la disciplina, como aspecto esencial de la
unidad de la Iglesia.
Antes de concluir este momento de encuentro y de reflexión, deseo
recordar la reciente innovación —a la que se ha referido monseñor
Stankiewicz— según la cual se han transferido a una Oficina de este
Tribunal apostólico las competencias sobre los procedimientos de dispensa
del matrimonio rato y no consumado, y las causas de nulidad del Orden
sagrado8. Estoy seguro de que se dará una generosa respuesta a este nuevo
compromiso eclesial.
6
Cf. Juan Pablo II, Discurso a la Rota romana, 29 de enero de 2005, 6: AAS 97 (2005) 165-
166.
7
Cf. Discurso a la Rota romana, 26 de enero de 2008: AAS 100 (2008) 84-88.
8
Cf. Motu pr. Quaerit semper, 30 de agosto de 2011: L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 9 de octubre de 2011, p. 2.
25
Alentando vuestra valiosa obra, que requiere un trabajo fiel, cotidiano
y comprometido, os encomiendo a la intercesión de la santísima Virgen
María, Speculum iustitiae, y de buen grado os imparto la bendición
apostólica.
SENTIDO DE LA ENFERMEDAD
20120211. Mensaje. Campaña de Fraternidad en Brasil
Que esta Campaña, con su ejemplo ante los ojos, según el verdadero
espíritu cuaresmal, inspire en el corazón de los fieles y de las personas de
buena voluntad una solidaridad cada vez más profunda con los enfermos,
que muchas veces sufren más por la soledad y el abandono que por la
enfermedad, recordando que Jesús mismo quiso identificarse con ellos:
estaba «enfermo y me visitasteis» (Mt 25, 36). Que al mismo tiempo les
ayude a descubrir que, si por una parte la enfermedad es una prueba
dolorosa, por otra puede ser, en unión con Cristo crucificado y resucitado,
una participación en el misterio de su sufrimiento por la salvación del
mundo. Dado que, «ofreciendo nuestro dolor a Dios por medio de Cristo,
podemos colaborar en la victoria del bien sobre el mal, porque Dios hace
fecundo nuestro ofrecimiento, nuestro acto de amor» (Discurso del Santo
Padre durante el encuentro con los enfermos, Turín, 2 de mayo de
2010: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de mayo de
2010, p. 10).
PURIFICARSE Y REVITALIZAR LA FE
20120622. Discurso. Obispos Colombia ad limina primer grupo
Colombia no es ajena a las consecuencias del olvido de Dios. Mientras
que años atrás era posible reconocer un tejido cultural unitario,
ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a cuanto
inspirado en ella, hoy no parece que sea así en vastos sectores de la
sociedad, a causa de la crisis de valores espirituales y morales que incide
negativamente en muchos de sus compatriotas. Es indispensable, pues,
reavivar en todos los fieles su conciencia de ser discípulos y misioneros de
Cristo, nutriendo las raíces de su fe, fortaleciendo su esperanza y
vigorizando su testimonio de caridad.
4. El creciente pluralismo religioso es un factor que exige una seria
consideración. La presencia cada vez más activa de comunidades
pentecostales y evangélicas, no sólo en Colombia, sino también en muchas
regiones de América Latina, no puede ser ignorada ni minusvalorada. En
este sentido, es evidente que el pueblo de Dios está llamado a purificarse y
a revitalizar su fe dejándose guiar por el Espíritu Santo, para dar así nueva
pujanza a su acción pastoral, pues «muchas veces la gente sincera que sale
de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen,
sino fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales
sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino
208
pastorales; no por problemas teológicos sino metodológicos de nuestra
Iglesia» (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe, Documento conclusivo, n. 225). Se trata, por tanto, de ser mejores
creyentes, más piadosos, afables y acogedores en nuestras parroquias y
comunidades, para que nadie se sienta lejano o excluido. Hay que
potenciar la catequesis, otorgando una especial atención a los jóvenes y
adultos; preparar con esmero las homilías, así como promover la
enseñanza de la doctrina católica en las escuelas y universidades. Y todo
esto para que se recobre en los bautizados su sentido de pertenencia a la
Iglesia y se despierte en ellos la aspiración de compartir con otros la
alegría de seguir a Cristo y ser miembros de su cuerpo místico. Es
importante también apelar a la tradición eclesial, incrementar la
espiritualidad mariana y cuidar la rica diversidad devocional. Facilitar un
intercambio sereno y abierto con los otros cristianos, sin perder la propia
identidad, puede ayudar igualmente a mejorar las relaciones con ellos y a
superar desconfianzas y enfrentamientos innecesarios.
5. Movidos por el celo apostólico y mirando al bien común, no dejen
ustedes de individuar cuanto entorpece el recto progreso de Colombia,
buscando salir al encuentro de los que se hallan privados de libertad por
causa de la inicua violencia. La contemplación del rostro lacerado de
Cristo en la Cruz les ha de impulsar también a redoblar las medidas y los
programas tendentes a acompañar amorosamente y a asistir a cuantos se
hallan probados, de modo peculiar a los que son víctimas de desastres
naturales, a los más pobres, a los campesinos, a los enfermos y afligidos,
multiplicando las iniciativas solidarias y las obras de amor y misericordia
en su favor. No olviden tampoco a quienes tienen que emigrar de su patria,
porque han perdido su trabajo o se afanan por encontrarlo; a los que ven
avasallados sus derechos fundamentales y son forzados a desplazarse de
sus propias casas y a abandonar sus familias bajo la amenaza de la mano
oscura del terror y la criminalidad; o a los que han caído en la red infausta
del comercio de las drogas y las armas. Deseo alentarles a proseguir este
camino de servicio generoso y fraterno, que no es resultado de un cálculo
humano, sino que nace del amor a Dios y al prójimo, fuente en donde la
Iglesia encuentra su fuerza para llevar a cabo su tarea, brindando a los
demás lo que ella misma ha aprendido del ejemplo sublime de su divino
Fundador.
6. Queridos hermanos en el Episcopado, si la gracia de Dios no lo
precede y sostiene, el hombre pronto flaquea en sus propósitos por
transformar el mundo. Por eso, para que la luz de lo Alto continúe
haciendo fecundo el empeño profético y caritativo de la Iglesia en
Colombia, insistan en favorecer en los fieles el encuentro personal con
Jesucristo, de modo que oren sin desfallecer, mediten con asiduidad la
Palabra de Dios y participen más digna y fervorosamente en los
sacramentos, celebrados a tenor de las normas canónicas y los libros
litúrgicos. Todo esto será cauce propicio para un idóneo itinerario de
Iniciación Cristiana, invitará a todos a la conversión y a la santidad y
cooperará a la tan necesaria renovación eclesial.
209
NO TEMEMOS AUNQUE TIEMBLE LA TIERRA
20120622. Discurso. Visita a Emilia-Romaña por terremoto
Como sabéis, nosotros los sacerdotes —aunque también los religiosos
y no pocos laicos— rezamos cada día con el «Breviario», que contiene la
Liturgia de las Horas, la oración de la Iglesia que marca la jornada.
Oramos con los Salmos, según un orden que es el mismo para toda la
Iglesia católica, en todo el mundo. ¿Por qué os digo esto? Porque en estos
días, al rezar el Salmo 46, he encontrado esta expresión que me ha
conmovido: «Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor
en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se
desplomen en el mar» (Sal 46, 2-3). ¿Cuántas veces he leído estas
palabras? Innumerables veces. Soy sacerdote desde hace sesenta y un
años. Y sin embargo, en ciertos momentos, como este, esas palabras me
conmueven profundamente, porque tocan el corazón, dan voz a una
experiencia que ahora vosotros estáis viviendo, y que comparten todos los
que rezan. Pero, como veis, estas palabras del Salmo no sólo me
impresionan porque usan la imagen del terremoto, sino sobre todo por lo
que afirman respecto de nuestra actitud interior ante la devastación de la
naturaleza: una actitud de gran seguridad, basada en la roca estable,
inquebrantable, que es Dios. Nosotros «no tememos aunque tiemble la
tierra» —dice el salmista— porque «Dios es nuestro refugio y nuestra
fuerza», es «poderoso defensor en el peligro».
Queridos hermanos y hermanas, estas palabras parecen contrastar con
el miedo que inevitablemente se siente después de una experiencia como
la que habéis vivido. Una reacción inmediata, que puede imprimirse más
profundamente si el fenómeno se prolonga. Pero, en realidad, el Salmo no
se refiere a este tipo de miedo, que es natural, y la seguridad que afirma no
es la de superhombres que no albergan sentimientos normales. La
seguridad de la que habla es la de la fe, por la que, ciertamente, podemos
tener miedo, angustia —la experimentó también Jesús, como sabemos—,
pero en medio de todo miedo y angustia tenemos, sobre todo, la certeza de
que Dios está con nosotros; como el niño que sabe que siempre puede
contar con su mamá y su papá, porque se siente amado, querido, ocurra lo
que ocurra. Así, con respecto a Dios, somos pequeños, frágiles, pero
seguros en sus manos, es decir, abandonados a su Amor, que es sólido
como una roca. Este Amor lo vemos en Cristo crucificado, que es el signo
del dolor, del sufrimiento y, a la vez, del amor. Es la revelación de Dios
Amor, solidario con nosotros hasta la extrema humillación.
Sobre esta roca, con esta firme esperanza, se puede construir, se puede
reconstruir.
9
Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 1.
340
naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la
reconciliación entre los hombres.
Y, sin embargo, las numerosas iniciativas de paz que enriquecen el
mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El
deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en
cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. En
otras palabras, el deseo de paz se corresponde con un principio moral
fundamental, a saber, con el derecho y el deber a un desarrollo integral,
social, comunitario, que forma parte del diseño de Dios sobre el hombre.
El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios.
Todo esto me ha llevado a inspirarme para este mensaje en las palabras
de Jesucristo: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán
llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).
La bienaventuranza evangélica
2. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús (cf. Mt 5,3-
12; Lc 6,20-23) son promesas. En la tradición bíblica, en efecto, la
bienaventuranza pertenece a un género literario que comporta siempre una
buena noticia, es decir, un evangelio que culmina con una promesa. Por
tanto, las bienaventuranzas no son meras recomendaciones morales, cuya
observancia prevé que, a su debido tiempo –un tiempo situado
normalmente en la otra vida–, se obtenga una recompensa, es decir, una
situación de felicidad futura. La bienaventuranza consiste más bien en el
cumplimiento de una promesa dirigida a todos los que se dejan guiar por
las exigencias de la verdad, la justicia y el amor. Quienes se encomiendan
a Dios y a sus promesas son considerados frecuentemente por el mundo
como ingenuos o alejados de la realidad. Sin embargo, Jesús les declara
que, no sólo en la otra vida sino ya en ésta, descubrirán que son hijos de
Dios, y que, desde siempre y para siempre, Dios es totalmente solidario
con ellos. Comprenderán que no están solos, porque él está a favor de los
que se comprometen con la verdad, la justicia y el amor. Jesús, revelación
del amor del Padre, no duda en ofrecerse con el sacrificio de sí mismo.
Cuando se acoge a Jesucristo, Hombre y Dios, se vive la experiencia
gozosa de un don inmenso: compartir la vida misma de Dios, es decir, la
vida de la gracia, prenda de una existencia plenamente bienaventurada. En
particular, Jesucristo nos da la verdadera paz que nace del encuentro
confiado del hombre con Dios.
La bienaventuranza de Jesús dice que la paz es al mismo tiempo un
don mesiánico y una obra humana. En efecto, la paz presupone un
humanismo abierto a la trascendencia. Es fruto del don recíproco, de un
enriquecimiento mutuo, gracias al don que brota de Dios, y que permite
vivir con los demás y para los demás. La ética de la paz es ética de la
comunión y de la participación. Es indispensable, pues, que las diferentes
culturas actuales superen antropologías y éticas basadas en presupuestos
teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, en virtud de los
cuales las relaciones de convivencia se inspiran en criterios de poder o de
beneficio, los medios se convierten en fines y viceversa, la cultura y la
educación se centran únicamente en los instrumentos, en la tecnología y la
341
eficiencia. Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la
dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente
autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible
ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. La
paz es la construcción de la convivencia en términos racionales y morales,
apoyándose sobre un fundamento cuya medida no la crea el hombre, sino
Dios: « El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con
la paz », dice el Salmo 29 (v. 11).
La paz, don de Dios y obra del hombre
3. La paz concierne a la persona humana en su integridad e implica la
participación de todo el hombre. Se trata de paz con Dios viviendo según
su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y
con toda la creación. Comporta principalmente, como escribió el beato
Juan XXIII en la Encíclica Pacem in Terris, de la que dentro de pocos
meses se cumplirá el 50 aniversario, la construcción de una convivencia
basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia10. La negación de lo
que constituye la verdadera naturaleza del ser humano en sus dimensiones
constitutivas, en su capacidad intrínseca de conocer la verdad y el bien y,
en última instancia, a Dios mismo, pone en peligro la construcción de la
paz. Sin la verdad sobre el hombre, inscrita en su corazón por el Creador,
se menoscaba la libertad y el amor, la justicia pierde el fundamento de su
ejercicio.
Para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable
cuidar la dimensión trascendente y el diálogo constante con Dios, Padre
misericordioso, mediante el cual se implora la redención que su Hijo
Unigénito nos ha conquistado. Así podrá el hombre vencer ese germen de
oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el
egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la
intolerancia, el odio y las estructuras injustas.
La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento
de que, en Dios, somos una sola familia humana. Como enseña la
Encíclica Pacem in Terris, se estructura mediante relaciones
interpersonales e instituciones apoyadas y animadas por un « nosotros »
comunitario, que implica un orden moral interno y externo, en el que se
reconocen sinceramente, de acuerdo con la verdad y la justicia, los
derechos recíprocos y los deberes mutuos. La paz es un orden vivificado e
integrado por el amor, capaz de hacer sentir como propias las necesidades
y las exigencias del prójimo, de hacer partícipes a los demás de los
propios bienes, y de tender a que sea cada vez más difundida en el mundo
la comunión de los valores espirituales. Es un orden llevado a cabo en la
libertad, es decir, en el modo que corresponde a la dignidad de las
personas, que por su propia naturaleza racional asumen la responsabilidad
de sus propias obras11.
10
Cf. Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963): AAS 55 (1963), 265-266.
11
Cf. ibíd.: AAS 55 (1963), 266.
342
La paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible. Nuestros
ojos deben ver con mayor profundidad, bajo la superficie de las
apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que
existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido creado a imagen
de Dios y llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo
nuevo. En efecto, Dios mismo, mediante la encarnación del Hijo, y la
redención que él llevó a cabo, ha entrado en la historia, haciendo surgir
una nueva creación y una alianza nueva entre Dios y el hombre
(cf. Jr 31,31-34), y dándonos la posibilidad de tener « un corazón nuevo »
y « un espíritu nuevo » (cf. Ez 36,26).
Precisamente por eso, la Iglesia está convencida de la urgencia de un
nuevo anuncio de Jesucristo, el primer y principal factor del desarrollo
integral de los pueblos, y también de la paz. En efecto, Jesús es nuestra
paz, nuestra justicia, nuestra reconciliación (cf. Ef 2,14; 2Co 5,18). El que
trabaja por la paz, según la bienaventuranza de Jesús, es aquel que busca
el bien del otro, el bien total del alma y el cuerpo, hoy y mañana.
A partir de esta enseñanza se puede deducir que toda persona y toda
comunidad –religiosa, civil, educativa y cultural– está llamada a trabajar
por la paz. La paz es principalmente la realización del bien común de las
diversas sociedades, primarias e intermedias, nacionales, internacionales y
de alcance mundial. Precisamente por esta razón se puede afirmar que las
vías para construir el bien común son también las vías a seguir para
obtener la paz.
Los que trabajan por la paz son quienes aman, defienden
y promueven la vida en su integridad
4. El camino para la realización del bien común y de la paz pasa ante
todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiples
aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural.
Auténticos trabajadores por la paz son, entonces, los que aman, defienden
y promueven la vida humana en todas sus dimensiones: personal,
comunitaria y transcendente. La vida en plenitud es el culmen de la paz.
Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.
Quienes no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y, en
consecuencia, sostienen por ejemplo la liberación del aborto, tal vez no se
dan cuenta que, de este modo, proponen la búsqueda de una paz ilusoria.
La huida de las responsabilidades, que envilece a la persona humana, y
mucho más la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán traer
felicidad o paz. En efecto, ¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el
desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente,
sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando
por los que aún no han nacido? Cada agresión a la vida, especialmente en
su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la
paz, al ambiente. Tampoco es justo codificar de manera subrepticia falsos
derechos o libertades, que, basados en una visión reductiva y relativista
del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas
encaminadas a favorecer un pretendido derecho al aborto y a la eutanasia,
amenazan el derecho fundamental a la vida.
343
También la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y
promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos
de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente
distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su
desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel
insustituible en la sociedad.
Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del
derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza
humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda
la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter
confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su
afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se
niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la
verdad de la persona humana, una herida grave inflingida a la justicia y a
la paz.
Por tanto, constituye también una importante cooperación a la paz el
reconocimiento del derecho al uso del principio de la objeción de
conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan contra
la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia, por parte de los
ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia.
Entre los derechos humanos fundamentales, también para la vida
pacífica de los pueblos, está el de la libertad religiosa de las personas y las
comunidades. En este momento histórico, es cada vez más importante que
este derecho sea promovido no sólo desde un punto de vista negativo,
comolibertad frente –por ejemplo, frente a obligaciones o constricciones
de la libertad de elegir la propia religión–, sino también desde un punto de
vista positivo, en sus varias articulaciones, comolibertad de, por ejemplo,
testimoniar la propia religión, anunciar y comunicar su enseñanza,
organizar actividades educativas, benéficas o asistenciales que permitan
aplicar los preceptos religiosos, ser y actuar como organismos sociales,
estructurados según los principios doctrinales y los fines institucionales
que les son propios. Lamentablemente, incluso en países con una antigua
tradición cristiana, se están multiplicando los episodios de intolerancia
religiosa, especialmente en relación con el cristianismo o de quienes
simplemente llevan signos de identidad de su religión.
El que trabaja por la paz debe tener presente que, en sectores cada vez
mayores de la opinión pública, la ideología del liberalismo radical y de la
tecnocracia insinúan la convicción de que el crecimiento económico se ha
de conseguir incluso a costa de erosionar la función social del Estado y de
las redes de solidaridad de la sociedad civil, así como de los derechos y
deberes sociales. Estos derechos y deberes han de ser considerados
fundamentales para la plena realización de otros, empezando por los
civiles y políticos.
Uno de los derechos y deberes sociales más amenazados actualmente
es el derecho al trabajo. Esto se debe a que, cada vez más, el trabajo y el
justo reconocimiento del estatuto jurídico de los trabajadores no están
adecuadamente valorizados, porque el desarrollo económico se hace
344
depender sobre todo de la absoluta libertad de los mercados. El trabajo es
considerado una mera variable dependiente de los mecanismos
económicos y financieros. A este propósito, reitero que la dignidad del
hombre, así como las razones económicas, sociales y políticas, exigen que
« se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por
parte de todos, o lo mantengan »12. La condición previa para la realización
de este ambicioso proyecto es una renovada consideración del trabajo,
basada en los principios éticos y valores espirituales, que robustezca la
concepción del mismo como bien fundamental para la persona, la familia
y la sociedad. A este bien corresponde un deber y un derecho que exigen
nuevas y valientes políticas de trabajo para todos.
Construir el bien de la paz mediante un nuevo modelo de desarrollo
y de economía
5. Actualmente son muchos los que reconocen que es necesario un
nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía.
Tanto el desarrollo integral, solidario y sostenible, como el bien común,
exigen una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar
teniendo a Dios como referencia última. No basta con disposiciones de
muchos medios y una amplia gama de opciones, aunque sean de apreciar.
Tanto los múltiples bienes necesarios para el desarrollo, como las opciones
posibles deben ser usados según la perspectiva de una vida buena, de una
conducta recta que reconozca el primado de la dimensión espiritual y la
llamada a la consecución del bien común. De otro modo, pierden su justa
valencia, acabando por ensalzar nuevos ídolos.
Para salir de la actual crisis financiera y económica – que tiene como
efecto un aumento de las desigualdades – se necesitan personas, grupos e
instituciones que promuevan la vida, favoreciendo la creatividad humana
para aprovechar incluso la crisis como una ocasión de discernimiento y un
nuevo modelo económico. El que ha prevalecido en los últimos decenios
postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica
individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su
capacidad de responder a las exigencias de la competitividad. Desde otra
perspectiva, sin embargo, el éxito auténtico y duradero se obtiene con el
don de uno mismo, de las propias capacidades intelectuales, de la propia
iniciativa, puesto que un desarrollo económico sostenible, es decir,
auténticamente humano, necesita del principio de gratuidad como
manifestación de fraternidad y de la lógica del don 13. En concreto, dentro
de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como
aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y
los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad. Realiza la actividad
económica por el bien común, vive su esfuerzo como algo que va más allá
de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y
12
Carta enc., Caritas in veritate (29 junio 2009), 32: AAS 101 (2009), 666-667.
13
Cf. ibíd., 34. 36: AAS 101 (2009), 668-670; 671-672.
345
futuras. Se encuentra así trabajando no sólo para sí mismo, sino también
para dar a los demás un futuro y un trabajo digno.
En el ámbito económico, se necesitan, especialmente por parte de los
estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del
progreso social y la universalización de un estado de derecho y
democrático. Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración
ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de
ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se
cause daño a los más pobres. La solicitud de los muchos que trabajan por
la paz se debe dirigir además – con una mayor resolución respecto a lo que
se ha hecho hasta ahora – a atender la crisis alimentaria, mucho más grave
que la financiera. La seguridad de los aprovisionamientos de alimentos ha
vuelto a ser un tema central en la agenda política internacional, a causa de
crisis relacionadas, entre otras cosas, con las oscilaciones repentinas de los
precios de las materias primas agrícolas, los comportamientos
irresponsables por parte de algunos agentes económicos y con un
insuficiente control por parte de los gobiernos y la comunidad
internacional. Para hacer frente a esta crisis, los que trabajan por la paz
están llamados a actuar juntos con espíritu de solidaridad, desde el ámbito
local al internacional, con el objetivo de poner a los agricultores, en
particular en las pequeñas realidades rurales, en condiciones de poder
desarrollar su actividad de modo digno y sostenible desde un punto de
vista social, ambiental y económico.
La educación a una cultura de la paz: el papel de la familia y de las
instituciones
6. Deseo reiterar con fuerza que todos los que trabajan por la paz están
llamados a cultivar la pasión por el bien común de la familia y la justicia
social, así como el compromiso por una educación social idónea.
Ninguno puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia,
célula base de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético,
pedagógico, económico y político. Ésta tiene como vocación natural
promover la vida: acompaña a las personas en su crecimiento y las anima
a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. En concreto, la
familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las
personas según la medida del amor divino. La familia es uno de los sujetos
sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz. Es
necesario tutelar el derecho de los padres y su papel primario en la
educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y religioso. En
la familia nacen y crecen los que trabajan por la paz, los futuros
promotores de una cultura de la vida y del amor14.
En esta inmensa tarea de educación a la paz están implicadas en
particular las comunidades religiosas. La Iglesia se siente partícipe en esta
gran responsabilidad a través de la nueva evangelización, que tiene como
pilares la conversión a la verdad y al amor de Cristo y, consecuentemente,
14
Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1994 (8 diciembre 1993),
2:AAS 86 (1994), 156-162.
346
un nuevo nacimiento espiritual y moral de las personas y las sociedades.
El encuentro con Jesucristo plasma a los que trabajan por la paz,
comprometiéndoles en la comunión y la superación de la injusticia.
Las instituciones culturales, escolares y universitarias desempeñan una
misión especial en relación con la paz. A ellas se les pide una contribución
significativa no sólo en la formación de nuevas generaciones de líderes,
sino también en la renovación de las instituciones públicas, nacionales e
internacionales. También pueden contribuir a una reflexión científica que
asiente las actividades económicas y financieras en un sólido fundamento
antropológico y ético. El mundo actual, particularmente el político,
necesita del soporte de un pensamiento nuevo, de una nueva síntesis
cultural, para superar tecnicismos y armonizar las múltiples tendencias
políticas con vistas al bien común. Éste, considerado como un conjunto de
relaciones interpersonales e institucionales positivas al servicio del
crecimiento integral de los individuos y los grupos, es la base de cualquier
educación a la auténtica paz.
Una pedagogía del que trabaja por la paz
7. Como conclusión, aparece la necesidad de proponer y promover una
pedagogía de la paz. Ésta pide una rica vida interior, claros y válidos
referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. En efecto, las
iniciativas por la paz contribuyen al bien común y crean interés por la paz
y educan para ella. Pensamientos, palabras y gestos de paz crean una
mentalidad y una cultura de la paz, una atmósfera de respeto, honestidad y
cordialidad. Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse a la
paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia. Es
fundamental que se cree el convencimiento de que « hay que decir no a la
venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin
exigirlas y, en fi n, perdonar » 15, de modo que los errores y las ofensas
puedan ser en verdad reconocidos para avanzar juntos hacia la
reconciliación. Esto supone la difusión de una pedagogía del perdón. El
mal, en efecto, se vence con el bien, y la justicia se busca imitando a Dios
Padre que ama a todos sus hijos (cf. Mt 5,21-48). Es un trabajo lento,
porque supone una evolución espiritual, una educación a los más altos
valores, una visión nueva de la historia humana. Es necesario renunciar a
la falsa paz que prometen los ídolos de este mundo y a los peligros que la
acompañan; a esta falsa paz que hace las conciencias cada vez más
insensibles, que lleva a encerrarse en uno mismo, a una existencia
atrofiada, vivida en la indiferencia. Por el contrario, la pedagogía de la paz
implica acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia.
Jesús encarna el conjunto de estas actitudes en su existencia, hasta el
don total de sí mismo, hasta « perder la vida »
(cf. Mt 10,39; Lc 17,33; Jn 12,35). Promete a sus discípulos que, antes o
después, harán el extraordinario descubrimiento del que hemos hablado al
15
Discurso a los miembros del gobierno, de las instituciones de la república, el cuerpo
diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura,
Baabda-Líbano (15 septiembre 2012): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, 23
septiembre 2012, p. 6.
347
inicio, es decir, que en el mundo está Dios, el Dios de Jesús,
completamente solidario con los hombres. En este contexto, quisiera
recordar la oración con la que se pide a Dios que nos haga instrumentos de
su paz, para llevar su amor donde hubiese odio, su perdón donde hubiese
ofensa, la verdadera fe donde hubiese duda. Por nuestra parte, junto al
beato Juan XXIII, pidamos a Dios que ilumine también con su luz la
mente de los que gobiernan las naciones, para que, al mismo tiempo que
se esfuerzan por el justo bienestar de sus ciudadanos, aseguren y
defiendan el don hermosísimo de la paz; que encienda las voluntades de
todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos
de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar
la recíproca comprensión, para perdonar, en fin, a cuantos nos hayan
injuriado. De esta manera, bajo su auspicio y amparo, todos los pueblos se
abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan
anhelada paz16[8].
Con esta invocación, pido que todos sean verdaderos trabajadores y
constructores de paz, de modo que la ciudad del hombre crezca en fraterna
concordia, en prosperidad y paz.
16
Cf. Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963): AAS 55 (1963), 304.
348
pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas, políticas y
sociales?
Todas estas importantes cuestiones requieren un esmerado estudio. Sin
embargo, más allá de su evaluación técnica, la Iglesia católica tiene la
convicción de que la luz para una solución adecuada sólo puede provenir
del encuentro con Jesucristo vivo que suscita actitudes y comportamientos
cimentados en el amor y la verdad. Ésta es la fuerza decisiva para la
transformación del Continente americano.
Queridos amigos, el amor de Cristo nos urge a dedicarnos sin reservas
a proclamar su Nombre en todos los rincones de América, llevándolo con
libertad y entusiasmo a los corazones de todos sus habitantes. No hay
labor más apremiante ni benéfica que ésta. No hay servicio más grande
que podamos prestar a nuestros hermanos. Ellos tienen sed de Dios. Por
ello es preciso asumir este cometido con convicción y gozosa entrega,
animando a los sacerdotes, a los diáconos, los consagrados y los agentes
de pastoral a purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a través
del trato sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los
sacramentos. A esto ayudará una adecuada catequesis y una recta y
constante formación doctrinal, con fidelidad total a la Palabra de Dios y al
Magisterio de la Iglesia y buscando dar respuesta a los interrogantes y
anhelos que anidan en el corazón del hombre. De este modo, el testimonio
de vuestra fe será más elocuente e incisivo, y se acrecentará la unidad en
el desempeño de vuestro apostolado. Un renovado espíritu misionero y el
ardor y generosidad de vuestro compromiso serán una aportación
insustituible que la Iglesia universal espera y necesita de la Iglesia en
América.
349
SAGRADA FAMILIA
20121230. Ángelus
Hoy es la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En la liturgia, el
pasaje del Evangelio de san Lucas nos presenta a la Virgen María y a san
José que, fieles a la tradición, suben a Jerusalén para la Pascua junto a
Jesús, que tenía doce años. La primera vez que Jesús había entrado en el
Templo del Señor fue a los cuarenta días de su nacimiento, cuando sus
padres ofrecieron por Él «un par de tórtolas o dos pichones» (Lc 2, 24), es
decir la ofrenda de los pobres. «Lucas, cuyo Evangelio está impregnado
todo él por una teología de los pobres y de la pobreza, nos da a entender...
que la familia de Jesús se contaba entre los pobres de Israel; nos hace
comprender que precisamente entre ellos podía madurar el cumplimiento
de la promesa» (La infancia de Jesús, 88). Hoy Jesús está nuevamente en
365
el Templo, pero esta vez desempeña un papel diferente, que le implica en
primera persona. Él realiza, incluso sin haber cumplido aún los trece años
de edad, con María y José, la peregrinación a Jerusalén según cuánto
prescribe la Ley (cf. Ex 23, 17; 34, 23s): un signo de la profunda
religiosidad de la Sagrada Familia. Sin embargo, cuando sus padres
regresan a Nazaret, sucede algo inesperado: Él, sin decir nada, permanece
en la Ciudad. María y José le buscan durante tres días y le encuentran en
el Templo, dialogando con los maestros de la Ley (cf.Lc 2, 46-47); y
cuando le piden explicaciones, Jesús responde que no deben asombrarse,
porque ese es su lugar, esa es su casa, junto al Padre, que es Dios (cf. La
infancia de Jesús, 128). «Él —escribe Orígenes— profesa estar en el
templo de su Padre, aquel Padre que nos ha revelado a nosotros y de quien
ha dicho ser el Hijo» (Homilías sobre el Evangelio de san Lucas, 18, 5).
La preocupación de María y de José por Jesús es la misma de todo
padre que educa a un hijo, que le introduce a la vida y a la comprensión de
la realidad. Hoy, por lo tanto, es necesaria una oración especial por todas
las familias del mundo. Imitando a la Sagrada Familia de Nazaret, los
padres se han de preocupar seriamente por el crecimiento y la educación
de los propios hijos, para que maduren como hombres responsables y
ciudadanos honestos, sin olvidar nunca que la fe es un don precioso que se
debe alimentar en los hijos también con el ejemplo personal. Al mismo
tiempo, oremos para que cada niño sea acogido como don de Dios y
sostenido por el amor del padre y de la madre, para poder crecer como el
Señor Jesús «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los
hombres» (Lc 2, 52). Que el amor, la fidelidad y la dedicación de María y
José sean ejemplo para todos los esposos cristianos, que no son los amigos
o los dueños de la vida de sus hijos, sino los custodios de este don
incomparable de Dios.
Que el silencio de José, hombre justo (cf. Mt 1, 19), y el ejemplo de
María, que conservaba todo en su corazón (cf. Lc 2, 51), nos hagan entrar
en el misterio pleno de fe y de humanidad de la Sagrada Familia. Deseo
que todas las familias cristianas vivan en la presencia de Dios con el
mismo amor y con la misma alegría de la familia de Jesús, María y José.
Índice
Jesús es la bendición de Dios......................................................................1
Santa María, Madre de Dios........................................................................3
Características esenciales del ministerio.....................................................4
Epifanía: Jesús es la luz del mundo.............................................................7
Misiones: Hacer resplandecer la Palabra de verdad....................................7
La responsabilidad educativa del bautismo.................................................8
Bautismo: Somos hijos de Dios.................................................................10
Sin la luz divina, el mundo está en sombras..............................................12
Madurar un renovado humanismo.............................................................12
El papel decisivo de un guía espiritual......................................................13
Las graves amenazas del laicismo radical.................................................14
El presbítero debe ser reflejo de la Palabra eterna.....................................17
Llevar Cristo a los hombres y los hombres a Cristo.................................18
La interpretación de la ley canónica..........................................................21
Dejarnos transformar a imagen de Cristo..................................................24
Silencio y Palabra: camino de evangelización..........................................25
Seremos transformados por Jesucristo......................................................28
Seminaristas: El mundo de hoy espera santos...........................................29
Estamos ante una profunda crisis de fe.....................................................30
Jesús traduce el poder en humildad y amor...............................................32
Finalidades de la Jornada para la Vida Consagrada...................................33
¿Cómo reaccionar ante la enfermedad?.....................................................34
Jesús, nuestro contemporáneo...................................................................35
No la Iglesia, sino Cristo transformará todo..............................................37
Enfermos: Penitencia, Unción y Eucaristía...............................................37
Sentido de la enfermedad..........................................................................40
Dejémonos tocar y purificar por Jesús......................................................41
Seminaristas: Dejémonos transformar por el Señor..................................42
Dos lógicas opuestas que se enfrentan siempre.........................................46
Sentido del ministerio petrino en la Iglesia...............................................47
Responsabilidad recíproca y corrección fraterna.......................................50
El tiempo de cuaresma: La Redención está disponible.............................54
El signo litúrgico de la ceniza....................................................................57
Sacerdotes: Andad como pide vuestra vocación........................................60
Diagnóstico y terapia de la infertilidad......................................................68
Jesús es tentado en el desierto: paciencia y humildad...............................70
Las vocaciones, don de la caridad de Dios................................................71
El sacrificio de Abrahán y la Transfiguración..........................................74
El misterio de la Transfiguración en la cuaresma.....................................77
La crisis actual del matrimonio y de la familia.........................................78
La confesión, camino para la nueva evangelización.................................80
Acoger la gracia de Dios...........................................................................82
368
El celo del amor que paga en carne propia................................................83
Jóvenes: Alegraros siempre en el Señor....................................................84
Misericordia de Dios y responsabilidad del hombre.................................91
México: Anunciar a Dios y educar las conciencias...................................92
México: Peregrino de fe, esperanza y caridad...........................................96
Si Cristo nos cambia, podremos cambiar el mundo..................................97
Crea en mí, Señor, un corazón puro..........................................................98
Amar a María es vivir según las palabras de Jesús..................................101
Que Jesucristo sea conocido, amado y seguido.......................................102
No ceder a la mentalidad utilitarista........................................................104
La regeneración del mundo precisa hombres rectos................................105
Cuba: El significado de la encarnación...................................................105
Cuba: Edificar la vida sobre la roca firme: Cristo...................................107
Cuba: Jesús, la verdad, os hará libres......................................................108
Cuba: Cristo es el factor principal del desarrollo....................................110
El don de Jesús con su Via Crucis: Dios es amor....................................111
El Concilio Vaticano II, signo de Dios y gran fuerza..............................112
Santa Clara de Asís: una conversión al amor...........................................113
El núcleo de todo: ¿Quién es para nosotros Jesús?..................................116
Jóvenes: Hablad de Cristo sin complejos ni temores...............................119
Configuración con Cristo, base de toda renovación................................120
Jesús, en comunión con Dios Padre hasta la cruz....................................123
Familia y cruz. Miremos a la cruz de Cristo............................................126
La túnica sagrada de Jesús: mensaje y significado..................................127
Pascua es la fiesta de la nueva creación..................................................128
Resucitó Cristo, mi esperanza.................................................................130
La resurrección, el misterio decisivo de nuestra fe.................................131
La transformación de la pascua en los discípulos....................................132
El culto cristiano es encuentro con el Resucitado...................................135
Bernardita, Labre y el misterio pascual: Señales.....................................136
El porqué del “por muchos” en lugar de “por todos”..............................139
Inspiración y verdad de la Biblia.............................................................143
Jesús Resucitado entre sus discípulos......................................................144
Mucho que aprender todavía de la Pacem in terris..................................145
El rasgo cualificador del pastor: dar la vida............................................146
El Señor llama, pero no lo escuchamos y tememos................................149
La búsqueda de Dios es fecunda para la inteligencia..............................150
Una visita a la catedral, testigo de fe.......................................................152
La educación religiosa y la formación en la fe........................................154
Es indispensable estar unidos a la vid, Jesús...........................................157
San Juan de Ávila, auténtico renovador..................................................158
La misión necesita la relación personal con Cristo.................................159
Os he destinado para que vayáis y deis fruto...........................................160
Transformarse para configurarse con Jesús.............................................161
Atreverse a una nueva partida.................................................................163
María, la mujer del “heme aquí” a Dios..................................................164
Ascensión del Señor................................................................................165
369
La historia, una lucha entre dos amores..................................................166
Escuchar el Concilio Vaticano II: Primacía de Dios................................166
Adultos según el Evangelio.....................................................................170
Pentecostés: Fiesta de la comunión humana............................................172
Juan de Ávila e Hildegarda, doctores de la Iglesia..................................174
En la familia se aprende a no ponerse en el centro..................................175
El sacerdocio es un don precioso.............................................................175
El gran don de la confirmación................................................................177
Cualidades del gobernante según san Ambrosio.....................................180
Interrogantes de las familias sobre la familia..........................................181
La familia, imagen de la Trinidad............................................................187
El Señor está presente y vivo en la Iglesia..............................................189
La familia, el trabajo y la fiesta...............................................................190
El deporte, escuela que educa al hombre.................................................191
El culto de la Eucaristía y su sacralidad..................................................191
La fiesta del Corpus Christi.....................................................................194
Fidelidad de Dios y nuestra fidelidad......................................................195
La profundidad del sacramento del bautismo..........................................196
La fe como amistad personal con Jesucristo...........................................202
Purificarse y revitalizar la fe....................................................................204
No tememos aunque tiemble la tierra......................................................205
La misión de Pedro en la Iglesia..............................................................206
Contigo hablo, niña, levántate.................................................................209
Jesús, el milagro más grande del universo..............................................210
Formar a los formadores: el primer servicio............................................211
San Buenaventura: la centralidad de Jesucristo.......................................213
Teresa de Jesús, estrella resplandeciente de Dios....................................214
Dios es el Pastor de la humanidad...........................................................216
Multiplicación de los panes: Cristo pan de vida......................................217
El centro de la existencia es la fe en Jesús..............................................219
La naturaleza del hombre es relación con el infinito...............................220
Los laicos, no colaboradores sino corresponsables.................................222
Asunción: En Dios hay espacio para el hombre......................................223
Asunción: Invitación a la confianza........................................................225
El significado de la multiplicación de los panes......................................226
Sinceridad: La falsedad es la marca del diablo........................................227
La alegría de la ley: dejarnos llevar por la verdad...................................228
El peligro de la falsa religiosidad............................................................231
Atención especial a los sacerdotes...........................................................232
La mariología a partir del Concilio Vaticano II.......................................233
Sentido de los diez mandamientos...........................................................235
Effetá, Ábrete: Resumen de la misión de Cristo.....................................235
Formar discípulos misioneros de Cristo..................................................236
Líbano: Purificarse para educar e iluminar..............................................238
Para abrir un porvenir de paz, educar en la paz.......................................238
Jóvenes: Buscad buenos maestros espirituales........................................239
Líbano: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?........................................242
370
La realidad que vivimos exige una sólida formación..............................243
Solicitud por los sacerdotes y misión del laico........................................245
El fundamento ético del compromiso político.........................................248
Profunda distancia entre Jesús y sus discípulos.......................................250
Jesús no quiere envidias ni celos en sus discípulos.................................251
Volver a Dios para volver a ser hombres.................................................252
La Iglesia existe para evangelizar............................................................254
El matrimonio constituye en sí mismo un evangelio...............................255
Los santos: los protagonistas de la evangelización.................................256
San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia...................................................257
Santa Hildegarda de Bingen, Doctora de la Iglesia.................................264
“Evangelium”. Sólo Dios puede crear su Iglesia.....................................272
El gran acontecimiento del Concilio Vaticano II.....................................276
Reflexiones sobre el Concilio Vaticano II...............................................279
Año Fe: Cristo, centro del cosmos y de la historia..................................282
La alegría humilde de la Iglesia después del Concilio............................285
El cristianismo es siempre nuevo............................................................286
El apego a los bienes impide la verdadera felicidad................................287
Hay una nueva primavera del cristianismo..............................................288
Derecho a emigrar y a no emigrar...........................................................291
Necesidad de personas de fe iluminada y vivida.....................................291
Servicio al hombre y al Evangelio, como Jesús......................................292
Los vientos contrarios y el viento del Espíritu........................................294
Bartimeo y la nueva evangelización........................................................295
Ser cristiano: entrar en la comunión de los santos...................................298
¿Cómo respondemos a la cuestión de la muerte?....................................299
La causa que más mueve al corazón a amar............................................300
Id y haced discípulos a todos los pueblos................................................301
Analogía de las ciencias, ser participado y creación...............................308
La música sagrada, la fe y la evangelización...........................................309
El óbolo de la viuda: Unidad entre fe y caridad......................................310
Es bello ser anciano: ¡Jamás la tristeza!..................................................311
Si Dios no existe, el mundo no funciona: Valor vida..............................313
El hospital, lugar de evangelización........................................................315
Jesucristo es el nuevo centro de la historia..............................................316
La Iglesia de Cristo es católica................................................................317
Jesús aclara la naturaleza de su reino......................................................319
Jesucristo, Rey del universo....................................................................322
Universitarios: El que os llama es fiel.....................................................322
Adviento: Venida y presencia de Dios en el mundo................................324
De la evangelización deriva un nuevo humanismo.................................325
Un pequeño fuego puede incendiar un gran bosque................................327
El auténtico sensus fidei no contesta al magisterio.................................328
Inmaculada: Nada separa a María de Dios..............................................330
Inmaculada: Silencio, gracia, alegría.......................................................331
Adviento: Juan Bautista prepara el camino de Jesús...............................333
Bienaventurados los que trabajan por la paz...........................................334
371
La fuerza decisiva para transformar América..........................................342
Adviento: alegría, conversión..................................................................343
Vivir la vida ordinaria con rectitud y bondad..........................................345
Da a César lo que es de César, y a Dios lo de Dios.................................346
Familia, Diálogo y Nueva evangelización...............................................348
Adviento: Visita de María a Isabel..........................................................352
No había lugar para Dios en la posada....................................................353
La verdad ha brotado de la tierra.............................................................356
San Esteban y la nueva evangelización...................................................357
Sagrada Familia.......................................................................................358
Saber pararnos a pensar y dar siempre gracias........................................359