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Seminario Arquidiocesano de Catequesis

Parroquia San Juan Bosco y Santo Domingo Savio


Av. Colón 6500
C.P. 5003 - Córdoba

Encuentro nº 2 (4 de junio)
Temas: Pedagogía en el Antiguo y Nuevo Testamento.
Objetivos:
1. Reflexionar sobre la pedagogía divina en la Sagrada Escritura.
2. Descubrir la propuesta de valores e ideales en la pedagogía salesiana.

La pedagogía de Dios en el Antiguo Testamento


«El objetivo de la Revelación es la salvación de cada persona que se realiza a través de
una original y eficaz pedagogía de Dios a lo largo de la historia. Dios en la Sagrada
Escritura se revela como un Padre misericordioso, un maestro, un sabio (Cf. Dt 8,5; Os
11,3-4; Prov 3,11-12), que encuentra al hombre en la condición propia y lo libera del mal,
atrayéndolo hacia Él con lazos de amor. Poco a poco y con paciencia, conduce a la
madurez al pueblo elegido y a cada persona que lo escucha. El Padre, como brillante
educador, transforma los acontecimientos de su pueblo en enseñanzas de sabiduría (Cf.
Dt 4,36-40; 11,2-7), adaptándose a las edades y situaciones en las que vive. Da lecciones
que se transmitirán de generación en generación (Cf. Éx 12,25- 27; Dt 6,4-8; 6,20-25;
31,12-13; Jos 4,20-24), amonesta y educa también a través de pruebas y sufrimientos (Cf.
Am 4,6; Os 7,10; Jr 2, 30; Hb 12,4-11; Ap 3,19)»1.
Un texto que puede orientar la reflexión es el siguiente: Dt 32,10-12
10 Lo encontró en una tierra desierta
en la soledad rugiente de la estepa:
lo rodeó y lo cuidó
lo protegió como a la pupila de sus ojos.
11 Como el águila que impulsa a su nidada
revoloteando sobre sus pichones
así extendió sus alas,
lo tomó y lo llevó sobre sus plumas.
12 El Señor solo lo condujo,
no había a su lado ningún dios extranjero.

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PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN, Directorio para la
catequesis, no 158.
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«Este pasaje no es aislado, sino que expresa una persuasión constante de la Escritura:
Dios es el gran educador de su pueblo. El castigo más terrible que podría golpear a los
hombres de la Biblia no sería el de los castigos particulares, sino el de sentirse
abandonados por este guía amoroso, sabio, incansable.
La acción educativa implica momentos de ruptura con el pasado (la salida de la tierra del
desierto, de la tierra de los aullidos solitarios); se realiza a través de un crecimiento
progresivo, propiciado por gestos de atención y amor (lo educó, lo cuidó, lo guardó);
implica una "asociación" y una profunda elevación del espíritu (levantado en sus alas);
requiere una confianza absoluta e incondicional (el Señor lo guiaba solo, no había ningún
Dios extraño con él).
Estoy convencido de que muchos fracasos educativos tienen su raíz en no haber
comprendido que "Dios educa a su pueblo", en no haber captado la fuerza del programa
educativo expresado en las Escrituras, en no estar aliado con el verdadero educador de la
persona. Por otra parte, estoy convencido de que una renovada confianza en la fuerza
educativa del Evangelio puede dar aliento a muchos de nuestros educadores, quitarles el
sentimiento de tener que llevar un peso mayor que sus propias fuerzas y de luchar contra
fuertes enemigos.
Al poner en el centro la acción de Dios, la actividad tanto del educador como del sujeto a
educar se pone en una luz más clara: el alumno es estimulado a colaborar con la fuerza
interior que hay en él, de la que la comunidad educativa es aliada. Prevalece, pues, el
respeto al proceso de autotrascendencia moral, intelectual y religiosa del adolescente en
su camino hacia su auténtico yo, aquello que “fue hecho por la Palabra” y que ahora es
un acontecimiento mediado por la Palabra misma»2.

La pedagogía de Dios en el Nuevo Testamento


«Jesús cumple su misión como salvador y pone de manifiesto la pedagogía de Dios. Los
discípulos han experimentado la pedagogía de Jesús, de quien los Evangelios narran los
rasgos distintivos: la acogida al pobre, al sencillo, al pecador, el anuncio del Reino de
Dios como buena noticia, el estilo de amor que libera del mal y promueve la vida. La

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C. M. MARTINI, Carta pastoral Dios educa a su pueblo, no 6.
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palabra y el silencio, la parábola y la imagen se convierten en una verdadera pedagogía


para revelar el misterio de su amor.
Jesús cuidó con esmero la formación de sus discípulos en vista de la evangelización. Se
presentó ante ellos como el único maestro y, al mismo tiempo, como un amigo paciente
y fiel (Cf. Jn 15,15; Mc 9,33-37; Mc 10,41- 45). Él ha enseñado la verdad a lo largo de
su vida. Les planteó preguntas (Cf. Mc 8,14-21.27). Les explicó con mayor profundidad
lo que proclamó a la multitud (Cf. Mc 4,34; Lc 12, 41). Les enseñó a orar (Cf. Lc 11,1-
2). Los envió a una misión no solos, sino como una pequeña comunidad (Cf. Lc 10,1-20).
Les prometió el Espíritu Santo que los guiaría a la verdad plena (Cf. Jn 16,13),
sosteniéndolos en los momentos difíciles (Cf. Mt 10,20; Jn 15,26; Hch 4,31). Por tanto,
la forma de relacionarse de Jesús se califica con rasgos delicadamente educativos. Jesús
sabe acoger y, al mismo tiempo, llevar a la mujer samaritana hacia un camino de
aceptación gradual de la gracia y de disponibilidad para la conversión. Resucitado, se
acerca a los dos de Emaús, camina con ellos, dialoga, comparte sus sufrimientos. Al
mismo tiempo, invita a abrir el corazón, conduce a la experiencia eucarística y abre los
ojos para ser reconocido; finalmente, se hace a un lado para dejar espacio a la iniciativa
misionera de los discípulos.
Jesucristo es «el Maestro que revela a Dios a los hombres y al hombre a sí mismo; el
Maestro que salva, santifica y guía, que está vivo, que habla, exige, que conmueve, que
endereza, juzga, perdona, camina diariamente con nosotros en la historia; el Maestro que
viene y que vendrá en la gloria»1. En todos los diversos medios utilizados para enseñar
quién era, Jesús evocó y obtuvo una respuesta personal de sus oyentes. Esta es la respuesta
de la fe y, aún más profundamente, la obediencia de la fe. Esta respuesta, debilitada por
el pecado, necesita una conversión permanente. De hecho, Jesús como maestro presente
y operante en la vida de la persona, la instruye desde el interior llevándola a la verdad
sobre Él y guiándola hacia la conversión. «La alegría del Evangelio llena el corazón y la
vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son
liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo
siempre nace y renace la alegría»3.

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PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN, Directorio para la
catequesis, no 159-161.
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Parroquia San Juan Bosco y Santo Domingo Savio
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La Espiritualidad Juvenil Salesiana4 como propuesta de valores


Esta espiritualidad se enlaza con el Sistema Preventivo; es el desarrollo del Proyecto
Educativo-Pastoral Salesiano ofrecido a todos los sujetos de la Comunidad Educativo-
Pastoral, traducido en itinerarios de mayor compromiso. Los núcleos son:

1. La vida diaria como lugar del encuentro con Dios


En la raíz de esta percepción de lo cotidiano y de la valoración positiva de la vida está la
fe y la constante comprensión del acontecimiento de la Encarnación: una espiritualidad
que se deja guiar por el misterio de Dios que, con su encarnación, muerte y resurrección,
afirma su presencia salvadora en toda la realidad humana.
Don Bosco se inspiró en San Francisco de Sales, como maestro de una espiritualidad
sencilla porque es esencial, popular porque está abierta a todos, atrayente porque está
cargada de valores humanos y, por lo mismo, es particularmente apropiada para la acción
educativa.

2. Una espiritualidad pascual de la alegría y del optimismo


La verdad decisiva de la fe cristiana es el Señor resucitado. La gloria eterna es nuestra
meta última ya desde ahora, porque se ha hecho realidad en el cuerpo de Jesucristo. La
espiritualidad juvenil salesiana es pascual y escatológica.
Don Bosco entendió, e hizo entender a sus jóvenes, que compromiso y alegría van unidos,
que santidad y alegría son un binomio inseparable. Don Bosco es el santo de la alegría de
vivir y sus jóvenes aprendieron bien su lección de vida, en lenguaje típicamente
oratoriano: la “santidad consiste en estar siempre alegres”. La Pastoral Juvenil Salesiana
propone un camino de santidad sencilla, alegre y serena.

3. Una espiritualidad de la amistad y de la relación personal con Jesús


La espiritualidad juvenil salesiana conduce al joven al encuentro con Jesucristo y hace
posible una relación de amistad con Él, alimentada por la confianza, conun vínculo vital
y con una adhesión fiel. Muchos jóvenes sienten un deseo sincero de conocer a Jesús y

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Cf. SALESIANOS DE DON BOSCO, La pastoral juvenil salesiana. Cuadro de referencia, 93-99.
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buscan una respuesta a las cuestiones sobre el sentido de la propia vida, respuesta que
solo Dios puede dar.
Amigo, Maestro y Salvador son los títulos que describen la centralidad de la persona de
Jesucristo en la vida espiritual de los jóvenes según el método salesiano.

4. Una espiritualidad de comunión eclesial y mariana


La experiencia y la adecuada comprensión de la Iglesia son distintivos de la espiritualidad
cristiana. La Iglesia es comunión espiritual y comunidad que se hace visible a través de
gestos y convergencias operativas; es servicio a los hombres, de los que no se separa
como una «secta» que solo considera buenas las obras que llevan el sello de la propia
pertenencia; es el lugar elegido y ofrecido por Cristo, en el tiempo y en el espacio de la
historia, para poder encontrarlo a Él.
En María Auxiliadora tenemos un modelo y una guía para nuestra acción educativa y
apostólica. Se nos propone para que le demos culto y la imitemos con amor y admiración,
participando en las celebraciones en su honor y recordando sus mensajes. Madre y
maestra de nuestra experiencia formativa, la invocamos de manera especial en la oración.

5. Una espiritualidad del servicio responsable


La vida asumida como encuentro con Dios, el camino de identificación con Cristo, el
compromiso por el Reino, la Iglesia percibida como comunión- servicio, donde cada uno
tiene un puesto y donde se necesitan los dones de todos, hacen surgir y madurar una
convicción: la vida encierra en sí misma una vocación de servicio. La Espiritualidad
Juvenil Salesiana, por tanto, quiere ayudar a cada joven en el camino vocacional, para
que descubra el sentido de su vida, en la verdad, en el diálogo con Dios.

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