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SERMÓN

Brillar por Jesús ¡Es Posible!


I. Introducción
En la Palabra de Dios, la Biblia, encontramos muchos ejemplos de personas que fueron
luz para otros. Brillaron por su buen comportamiento, por sus actos generosos, por
obedecer a Dios y a sus padres, por sus palabras de bondad y ternura.
Es un privilegio brillar por Jesús, él se alegra cuando llevamos la luz de su amor, a
las personas que viven en tinieblas y sin esperanza.
Veamos la siguiente comparación que la Sierva del Señor presenta: “Como los rayos
del sol penetran hasta los remotos rincones de la tierra, así la luz del Sol de justicia
brilla sobre toda alma”… "El que me sigue --dijo Jesús,-- no andará en tinieblas, mas
tendrá la luz de la vida." (DTG, 429, 430).
Desde el momento cuando conocemos a Jesús y entregamos nuestras vidas a
él, “su luz brilla en nosotros”. Dios nos ha llamado de las “tinieblas a su luz admirable”,
él desea que vengamos y permanezcamos en su presencia, en su luz, a fin de de
purificar nuestras almas, transformar nuestros caracteres, y capacitarnos para reflejar
su luz a todos aquellos que están en las tinieblas del pecado.
Como podemos ver, “brillar por Jesús, ¡es posible! Porque él es la luz verdadera,
mientras nos mantengamos en constante comunión con él y con nuestro prójimo,
reflejaremos esa luz a través de nuestras miradas, palabras y acciones.
En esta reflexión, vamos a recordar a una niña y a un niño que fueron luz para
otros, los encontramos registrados en la Santa Palabra de Dios, la Biblia:
El primer caso lo encontramos en el segundo libro de Reyes capítulo 5,
versículos 2-3. Es la experiencia de la niña cautiva. Con toda seguridad, al ser tomada
prisionera por los soldados de Siria y llevada a un lugar extraño, aparentemente
olvidada de Dios y sin esperanza sintió algo de temor y nostalgia, pero al igual que
José, decidió ser fiel a Dios y a los principios que había aprendido desde pequeñita.
No le importó ser la sirvienta de la esposa de Naamán, estando en la condición de
esclava y lejos de su hogar testificó con fidelidad en ese hogar pagano. Mientras
realizaba sus deberes, no pensaba mal de los soldados que la habían capturado, ni se
molestaba cuando veía al capitán Naamán, tampoco hacía mala cara a la esposa de
Naamán, a quien servía. Más bien, ella recordaba su país, su hogar, la bondad y
ternura de sus padres, los cantos de alabanza a Dios, y sobre todo recordaba el poder
de Dios manifestado en los milagros de curación que el profeta Eliseo había hecho. Y
al ver que su amo sufría una terrible enfermedad, sintió compasión por él, fue con su
ama y le dijo: “Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo
sanaría de su lepra” (Versículo 3). Ella sabía que el poder de Dios podía sanarlo. El
registro sagrado nos dice que Naamán fue a Israel, se dirigió al rey, quien vencido por
sus temores, se molestó mucho y no pudo ver que Dios podía obrar el milagro.
Cuando el profeta Eliseo se enteró de lo ocurrido, le envió este mensaje: “Por qué está
Su Majestad tan molesto?” ¡Mándeme usted a ese hombre, para que sepa que hay
profeta en Israel!” (Versículo 8).
Naamán fue al Jordán, siguió las indicaciones del profeta “¡Y su piel se volvió como la
de un niño y quedó limpio!”. El poder de Dios brilló nuevamente al curar a este hombre
pagano, brilló a través del profeta Eliseo y a través del testimonio fiel de la niña cautiva.
Después de este milagro Naamán, su esposa y la niña cautiva, podían disfrutar las
bendiciones de brillar para Jesús: Salud, felicidad, armonía, y sobre todas las cosas
tenían el conocimiento de un Dios Todopoderoso que está atento a las necesidades de
sus hijos, respondiendo con fidelidad a la fe manifestada por sus hijos, ya sean niños,
jóvenes o adultos.
El segundo personaje que también “brilló” por Jesús, lo encontramos en el
Evangelio de Juan capítulo 6:1-13. Aquí se nos habla del milagro que realizó Jesús,
cuando a la vista humana no había manera de alimentar a tanta gente, Jesús mismo
dice probando a su discípulo ¿dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente?
Enseguida llega Andrés que era hermano de Simón y le dijo: “Aquí hay un muchacho
que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero, ¿qué es esto para tanta
gente?”(Vers. 9) (El comentario Bíblico Adventista, explica que la palabra utilizada para
“muchacho”, literalmente se traduce “niñito”). No se nos da el nombre, ni la edad de
este muchachito, lo importante es que también seguía a Jesús y sin duda se mantuvo
lo más cerca que podía. Tengo la seguridad que Jesús ya lo había visto entre la
multitud, también vio en él un corazón bondadoso y generoso que estaba dispuesto a
compartir su alimento con los demás.
Jesús sabía lo que iba a hacer, así que ordenó a sus discípulos “Hagan que se sienten
todos” (Versículo 10). Luego le trajeron los panes y los pescados que el niño compartió
con mucha alegría. “Jesús tomó entonces los panes, dio gracias y distribuyó a los
que estaban sentados todo lo que quisieron. Lo mismo hizo con los pescados”
(Versículo 11).
Puedo ver al niñito con sus ojos bien abiertos mirando el grandioso milagro de
multiplicar los panes y los peces. Puedo ver a Jesús sonreírle en señal de aprobación
y aceptación de su humilde y pequeño don.
“Después que la multitud hubo sido alimentada, sobraba abundante comida;
pero el que dispone de todos los recursos del poder infinito dijo: "Recoged los pedazos
que han quedado, porque no se pierda nada." Estas palabras significaban más que
poner el pan en los cestos. La lección era doble. Nada se había de desperdiciar... No
debemos descuidar nada de lo que puede beneficiar a un ser humano. Recójase todo
lo que aliviará la necesidad de los hambrientos de esta tierra. Debe manifestarse el
mismo cuidado en las cosas espirituales. Cuando se recogieron los cestos de
fragmentos, la gente se acordó de sus amigos en casa. Querían que ellos participasen
del pan que Cristo había bendecido. El contenido de los canastos fue distribuido entre
la ávida muchedumbre y llevado por toda la región circundante. Así también los que
estuvieron en el festín debían dar a otros el pan del cielo para satisfacer el hambre del
alma. Habían de repetir lo que habían aprendido acerca de las cosas admirables de
Dios. Nada había de perderse. Ni una sola palabra concerniente a su salvación eterna
había de caer inútilmente al suelo” (DTG, 335, 336).
Al reflexionar en este pasaje de la Biblia, descubrimos la importancia de
mantenernos cerca de Jesús y de entregarle con alegría lo que tenemos. La merienda
de este muchachito puesta en las manos de Jesús, fue suficiente para alimentar más o
menos unas 10,000 personas y todavía alcanzó para que esas personas llevaran y
compartieran con otros las bendiciones recibidas. Nuestros dones en las manos de
Jesús, se multiplican iluminando las vidas de muchas personas que vagan sin Dios y
sin esperanza.
II. Brillar por Jesús implica:
A. Un Privilegio (Juan 15: 16)
De los millones de personas que habitan este mundo, somos privilegiados al ser
escogidos por el Señor, para reflejar su amor. Jesús dice: "No me elegisteis
vosotros a mí, mas yo os elegí a vosotros; . . . para que vayáis y llevéis fruto." (Juan
15: 16). Él mismo ha dicho en Mateo 5:14, “Ustedes son la luz del mundo”. Jesús
nos honra al hacernos sus mensajeros. Al decir “ustedes” se refiere a hombres y
mujeres, niños y jóvenes, a todo aquél que ha conocido y aceptado la gracia
redentora de Cristo Jesús.

La sierva del Señor declara: “Es el privilegio de cada creyente hablar primero
con Dios en su intimidad, y luego, como vocero de Dios, hablar con otros. Para
tener algo que impartir, debemos recibir diariamente luz y bendiciones” (Dios nos
Cuida, 166) “Acerquémonos a Cristo para que nuestras almas puedan ser llenadas
de su gracia y de un deseo de dar su gracia a los demás” (Carta 17, 1903). La
causa de Dios necesita niños, jóvenes y adultos, que tengan a Cristo en su corazón,
que sean una bendición en sus hogares, que dejen brillar la luz de Jesús en sus
conversaciones y en su comportamiento.
Para que esto sea una feliz realidad, permanezcamos en Jesús, “la Luz del
Mundo” y gocemos el privilegio de resplandecer por él.

B. Una Responsabilidad – Mateo 5:15


Es evidente que no podemos brillar por nosotros mismos, no tenemos luz propia, así
como la luna. Para que la luna refleje la luz, debe estar en una posición correcta donde
pueda recibir los rayos de luz del sol, solamente así podremos verla brillante e
iluminando la tierra. De la misma manera, a fin de reflejar la luz de Jesús, es nuestra
responsabilidad estar en correcta relación con él, estudiando su Palabra, orando “sin
cesar” y haciendo cuanto podamos para dar felicidad y ayudar a otros. Cada uno de
nosotros formamos la iglesia de Dios y cuando la iglesia realice la obra que se le ha
encomendado, avanzará "hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente
como ejércitos en orden" (Cantares 6: 10).
Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, en repetidas ocasiones presentó la parábola de
la lámpara para enseñarnos varias verdades. “Cuando la dio como parte del Sermón
del Monte (Mat. 5: 14-16), la usó para ilustrar la responsabilidad de los creyentes de ser
ejemplo para el mundo, de hacer brillar su luz individual” (CBA, 5, Marcos 4:21).
Niños y jóvenes, Jesús desea que brillemos primeramente en nuestro hogar, que
disipemos las tinieblas de la desobediencia, de los pleitos, de la ira, y proveamos un
ambiente de obediencia, paz, tranquilidad, perdón.
Es responsabilidad de los padres y las madres, esparcir la luz a través de un
buen ejemplo, ayudando a los más pequeños instruyéndolos con amor, paciencia y
modales corteses. Sobre todas las cosas que la mansedumbre y la ternura de
Cristo sean reflejados en sus vidas.
C. Una Promesa
En el libro de Isaías capítulo 60 versículo 2 encontramos esta hermosa promesa “…
sobre ti será vista su gloria". ¿Sobre quién se verá la gloria de Dios? Sobre nosotros, el
pueblo de Dios, sobre cada uno individualmente. Acaso ¿no es maravillosa esta
promesa. Podemos preguntarnos ¿Qué es la gloria de Dios? A la luz de su Biblia
podemos decir que la gloria de Dios es Su carácter, Su gran bondad, Su perdón. Dios
promete que su carácter que es amor, será visto en cada uno de nosotros. Entonces
resplandeceremos con la gloria de Dios. Todo aquel que ha entregado su corazón a
Jesús “tendrá la luz de la vida”. Dios cumplirá esta promesa con todos aquellos que
confíen en él.
Muy pronto, con mucho gozo, veremos al Rey de Reyes, a Cristo Jesús viniendo por
todos sus hijos, “Vendrá en las nubes del cielo con “poder y gran gloria” (Mateo 24:30),
vendrá para llevar a las mansiones celestiales a todos aquellos que dedicaron sus
vidas para “iluminar a otros”. Es entonces cuando "los entendidos resplandecerán como
el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las
estrellas a perpetua eternidad" (Review and Herald, 17-9-1903).
¡Con qué gozo contemplaremos a Jesús, para siempre estaremos con él!
III. Resultados de brillar por Jesús
La influencia que ejercemos sobre todos aquellos con quienes nos relacionamos, traerá
resultados eternos.
1. En el libro de Isaías capítulo 60 versículo tres dice: “andarán las gentes a tu luz…” es
decir, las gentes verán en nosotros el carácter de Cristo, la “gloria de Dios”.
2. Los niños y niñas en cada hogar, “Si andan como hijos de luz, serán bondadosos y
corteses, amantes y respetuosos de sus padres, a quienes han visto, y así estarán
mejor calificados para amar a Dios a quien no han visto” (CN, 77).
3. Los padres y las madres asumirán con alegría, fidelidad y responsabilidad la obra
que Dios les ha encargado, formando en sus hijos buenos hábitos y preparándolos
para Dios, mediante su ejemplo y enseñanza.
4. Tendremos comunión unos con otros, “Pero si vivimos en la luz, así como él está
en luz, tenemos comunión unos con otros…” (1 Juan 1:7). Esta comunión será
evidente en cada hogar aquí representado y en la iglesia que todos formamos.
5. “Los que reflejan la luz de Dios mostrarán una disposición amante. Serán alegres,
dispuestos, obedientes a todos los requerimientos de Dios…” (Reflejemos a Jesús,
pág. 33).
6. El evangelio será predicado por testimonio y a viva voz.
7. El Nombre de Dios será glorificado (Mateo 5:16). “A Dios sea la gloria y la honra
por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN:
Queridos hermanos, es realmente maravillosa la transformación que Dios puede
obrar en cada corazón. El Señor nos ha elegido para reflejar su gloria a través de
nosotros, y que muchos conozcan de su amor. “Brillar por Jesús es un privilegio, pero
también es una responsabilidad. Todos los que hemos experimentado el gozo de
caminar en la luz de Jesús, podemos compartirlo con otros.
Les invito en el nombre del Señor a permanecer en comunión con Jesús cada día,
para que esto sea una realidad.
Ahora pregunto a todos los niños y niñas presentes, ¿quieren pedirle a Jesús que
les ayude a brillar para él? ¿están dispuestos a consagrar su vida a Jesús? ¿quiénes
quieren hacerlo? (espere una respuesta y enseguida pida que pasen al frente).
Por supuesto, también invito a los jóvenes y adultos a reflejar la luz de Cristo en sus
vidas, ¿Quiénes desean consagrarse a Dios? (Espere. Los adultos que respondan
pueden quedar de pie en sus lugares).
(Todos los niños que respondan al llamado, recibirán una velita decorada para que
lleven de recuerdo.) Termine esta ceremonia de consagración con una oración.
Himno No. 361: Esparcid la luz de Cristo (Primera y segunda estrofas).
Oración final:

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