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INVESTIGACIÓN ARTÍSTICA MÉTODO Y

TÉCNICA

                              
                                                Investigación artística
Investigación artística es un enfoque de
investigación particularmente adecuado para los
estudiantes e investigadores que se dedican al arte.
De acuerdo con Rubén López Cano, este enfoque
"implica la reflexión crítica sobre diferentes
elementos de la práctica artística, como el proceso
creativo, los hábitos y estudio, las influencias
teóricas y prácticas". Desde algunas perspectivas,
este tipo de investigación considera las prácticas
artísticas como formas particulares de producción de
conocimiento, que se distinguen de otras formas de
saber no sólo por sus contenidos, sino también por
sus metodologías y principios epistemológicos.
En las últimas décadas, la investigación artística ha
tenido una amplia difusión en diversas universidades
y centros de investigación, particularmente en
Norteamérica y Europa, siendo así que al día de hoy
existen diversas instituciones, publicaciones,
congresos internacionales y proyectos que permiten
considerarla como un campo académico en su
propio derecho.

Diferentes aproximaciones y perspectivas de la


investigación artística
De acuerdo con Frayling existe una distinción entre
tipos de investigación en las artes, diferenciando
entre “investigación dentro del arte”, “investigación
para el arte” e “investigación a través del arte”. En la
literatura especializada se han utilizado varios
términos y expresiones para denotar la investigación
artística. Los más comunes son “investigación
basada-en-la-práctica”, “investigación guiada-por-la-
práctica” y “práctica como investigación”. La
investigación basada-en-la-práctica es una noción
general y amplia que puede aplicarse cualquier
forma de investigación en las artes orientada
hacia la práctica. Ya que el artista trabaja con
un lenguaje expresivo que atañe a los sentidos
y no necesariamente con el lenguaje cognitivo,
resulta pertinente hablar de una investigación
artística que refleje la relación del artista con su
propia práctica, y llegue a cuestionar ¿cómo
sucede el arte? La Arts. and Humanities
Research Council actualmente prefiere el
término investigación guiada-por-la-práctica
para denotar la investigación que está
centrada-en-la-práctica. El término más
explícito de todos es práctica como
investigación, ya que expresa el
entrelazamiento directo de investigación y
práctica. La expresión “investigación artística”,
que a veces se elige para destacar la
especificidad de la investigación en el arte,
evidencia no sólo el vínculo comparativamente
íntimo entre teoría y práctica, sino que también
encarna la promesa de un camino diferente, en
un sentido metodológico, que diferencia la
investigación artística de la investigación
académica predominante
                         Método de investigación
El método artístico
Se piensa en el método científico como una forma certera de obtener conocimiento;
aunque en realidad no existe tal método, sino un conglomerado de prácticas y
estrategias vertebradas en torno a un esqueleto común: el empleo sistemático de la
experimentación, la medida y la razón. La observación controlada y reproducible de los
fenómenos, la búsqueda de regularidades,  la propuesta de hipótesis verificables, el
establecimiento de leyes expresadas en términos matemáticos, la emisión de teorías,
el uso de modelos… todo ello configura eso que se conoce como Ciencia.
A medida que se sigue esta forma de proceder se van obteniendo datos, se
encuentran relaciones entre ellos y se obtiene una visión y una explicación más
completa de los hechos conocidos. La ciencia crece, al igual que lo hacen sus
aplicaciones y, supuestamente, el control que tenemos sobre nuestro medio.
Aplicando el método científico se genera ciencia. ¿Cabría pensar en la existencia de
un proceso similar para el Arte? ¿Se podría hablar de ciertas formas de actuar y de
pensar que conducen a la creación artística; es decir, aplicando un método es posible
generar Arte?
Cuando se pregunta a los artistas sobre su método, sobre la sucesión de pasos que
les han conducido a la creación de sus obras, no se obtiene una respuesta concreta.
Suelen hablar de su forma de trabajar, de sus rituales, sus manías y sus rutinas, de
situaciones y de estados que propician o dificultan su trabajo, de inspiración… pero no
es posible extraer de estas conversaciones un método tan reproducible como puede
llegar a serlo el método científico.
La obra de arte es racionalizable pero no surge de la razón. No se puede sistematizar,
aunque haya sistemas y técnicas que la hacen más posible. Si el artista no es capaz
de enumerar la secuencia de pasos que le ha conducido hasta el resultado final,
posiblemente sea porque esta secuencia no existe, porque el proceso creativo no ha
sido lineal sino transversal, entretejido y con bucles en el tiempo.
Cuando los paleontólogos intentan dilucidar sobre lo que se considera humano y lo
que no, las expresiones artísticas se admiten como una de las evidencias más claras
de la presencia y de la acción de los humanos de otro tiempo. Las pinturas rupestres,
las figuras talladas, la disposición de abalorios y utensilios en una tumba son
creaciones intencionadas que no pueden vincularse directamente con la
supervivencia. Cierto es que las manifestaciones artísticas, lo mismo que las
manifestaciones religiosas, pueden explicarse en términos de cohesión de grupo, de
biología social, de ventaja evolutiva adquirida mediante el empleo de símbolos; pero
esta explicación no parece suficiente para justificar la capacidad que tienen estas
obras de conmover, de despertar las emociones miles de años después. Ignorar esto
es empeñarse en elaborar una visión simplista, por muy complicada que esta sea, del
hecho humano.

Lamentablemente, esta es la visión sobre la


que se construyen los sistemas educativos
actuales; todos ellos fundamentados en el uso
de la razón y tratando de encontrar una forma
científica de educar; es decir, buscando un
método racional que garantice el aprendizaje.
Aunque, como ya apuntan las neurociencias,
no hay aprendizaje sin emoción y el Arte está
más cercano a ella que la razón. No basta con
el manejo racional de las emociones, eso que
se conoce como inteligencia emocional, que
solo palia pero no resuelve la gran ineficacia de
nuestra forma de educar. El Arte y la Ciencia
son dos formas diferentes de buscar, de
obtener conocimientos. Una se apoya en la
emoción y la otra en la razón. Pero hay
razonamiento en lo artístico y emoción en lo
científico. El gran problema de nuestras
escuelas es ignorar que esta interrelación
existe, actuar como si no existiera.
Lo que llamamos pensar consiste en la
traducción de nuestras sensaciones y
emociones en palabras y en el uso de estas
palabras siguiendo las reglas del lenguaje con
el que hayamos aprendido a hablar y de la
lógica en la que se nos haya educado.
Convertimos nuestras vivencias en un relato
para darles forma, para adquirir la falsa ilusión
de que podemos manejarlas. Interpretamos el
mundo hablando y creemos que así lo
podemos controlar.
El Arte interpreta y traduce la realidad de otra
manera. Es una forma de comprender y hacer
más manejable aquello para lo que no son
suficientes las palabras; y por eso emplea el
trazo, los colores, las formas, los sonidos, el
movimiento y el ritmo, entre los múltiples
recursos expresivos que tenemos a nuestro
alcance. Desde este punto de vista, el proceder
artístico es más globalizador y, posiblemente,
impacta más en nuestra biología y produce
aprendizajes más duraderos.
En las escasas ocasiones que se habla de
incorporar el Arte en la escuela,
inmediatamente se piensa en incluir más
dibujo, música o danza, por ejemplo, en lo que
allí se hace; se piensa en la creación y los
resultados y se da por supuesto el proceso.
Pero la esencia del hecho artístico no son sus
obras sino la forma en que se llega a ellas. Y
eso es lo que debería enseñarse: la actitud, el
proceder y los requisitos necesarios para
colocarse en disposición de que las musas
lleguen.

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