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Primera edición 2014

textos por René Segura


Ilustraciones por Jim Pluk
http://plukart777.blogspot.com/

No. de ejemplares :
Bogotá, Colombia

Este libro no podrá ser reproducido, ni


total ni parcialmente, sin el previo permiso
escrito del autor. Todos los derechos reservados.
El verdadero secreto de la felicidad
consiste en ser feliz.
El gran secreto de la tristeza
nunca fue un secreto.
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Esta es la historia de Risita, uno de los cientos
de payasos que año tras año son desterrados
de su ciudad natal y enviados al desierto de los
payasos para morir en ese despiadado lugar. Es
la dramática historia de un payaso desterrado
por el único delito de ya no ser gracioso en un
lugar en apariencia feliz, es el recuento de unos
sucesos reales que claramente no deberían
repetirse.
1:

Su verdadero nombre era Pinponcito, el payaso alegre, ese era


su nombre de pila, pero como nunca le gustó al parecerle
ridículo y poco sonoro, cuando llegó a la mayoría de edad,
decidió cambiárselo legalmente a Risita, el payaso Risita. Un
nombre mucho más apropiado para él.

El día de su destierro, Risita se despertó muy temprano por las


carcajadas que escuchó en su sueño, había vuelto a soñar con
su divertida rutina en su gran circo. Ese sueño lo había
acompañado algunos meses; ese sueño lo reconfortaba y lo
tenía desde que Pulguita, su perrito también payaso había
muerto. Esas funciones oníricas eran su único consuelo.
Al despertar, ya no habían risas ni circo, estaba en su
colorida pocilga rodeado de fotos de Pulguita y de otros
objetos que le recordaban épocas mucho mejores que su
presente. Fotos a todo color y a ches que anunciaban el
Gran Circo de Risita y Pulguita.

Hoy era el día su destierro, así lo tenía marcado en su


calendario de Clavelito, el payaso que habló con dios, un
payaso cristiano que siempre admiró.

Vio unas fotos de sus padres alzándolo a él cuando era tan


solo un payasito bebé, él era hijo único de Chipilín el payaso
de la felicidad y de Panelita la payasita dulce. Lloró al ver esa
foto del circo donde había nacido, y recordó como habían
desaparecido primero su padre y después su amorosa
madre, recordó claramente el día que al llegar a casa del
colegio no estaba su padre y como desde ese día su madre
empezó a jugarle y hacerle reír con mucho más esmero, sobre
todo cada vez que él preguntaba por su desaparecido padre.
Hasta que también ella desapareció y tuvo que vivir solo.
Encontró también una foto de la primera función del Gran
Circo de Risita y Pulguita y lloró desconsoladamente; desde la
muerte de su perrito la tristeza lo había vencido, desde el día del
entierro de Pulguita no pudo reír más, ni mucho menos hacer reír.
Por eso su destino era el inclemente desierto de los payasos.

No podía evitar recordar a su compañero Pulguita y de pensar


en cómo sería diferente todo si aún estuviera con él en el circo.
Ahora estaba esperando a los Payasos del tribunal para que
cumplieran la sentencia y lo desterraran de Pueblín, la ciudad
donde había nacido y donde había vivido siempre, ahora a sus
treinta años sería desterrado al agreste desierto con muy pocas
posibilidades de sobrevivir.

El desierto era su último destino y aunque se oía el rumor que


Galochín un payaso que vivió hace más de doce años en Pueblín
fue desterrado y logró salir del desierto y llegó a una ciudad de
personas sin disfraces, a una ciudad sin payasos. A rman que
ahora se hace llamar Bichita para borrar su pasado. Se dice
también que es todo un éxito teniendo su propio show en
televisión en ese lugar y además es la imagen de una gran
cadena de restaurantes.
. Pero Risita estaba tan derrumbado que estaba seguro que no
podría salir de ese desierto y que en verdad estaba vencido.

Ese día desayunó muy tarde comiendo de nuevo pastel, los que
preparaba su vecino Glotoncito, esos pasteles que antes
arrojaba en la cara de alguien o se los arrojaba él mismo, pero
las cosas habían cambiado drásticamente y ya no podía darse
esos lujos.

Después del desayuno se alistó porque sabía que se acercaba su


nal y a pesar de la desgarradora tristeza él sentía que debía
estar a la altura de un payaso y así lo hizo. Se alistó para su
última y desértica función.
2:

Poco tiempo después mientras revisaba unos recortes de prensa


encontró el documento de destierro que le había sido
entregado unos días antes.

Leía y releía con tristeza esa carta en la cual le informaban que


el Alto Tribunal de la Risa y el Ayuntamiento de Pueblín habían
decidido desterrarlo al desierto de los payasos. No podía evitar
pensar en lo injusta de esa sentencia, pues aunque había sido
vencido por la tristeza consideraba algo exagerada esa
expulsión. Recordó ese absurdo juicio que tuvo en el cual la
única posibilidad de defensa no fue usada por él gracias a su
amargo dolor y su abogado defensor de nombre Papelito,
terminó haciendo una rutina con aviones de papel en medio
del juicio.

Continuaba mirando todos esos papeles y especialmente las


fotos de Pulguita, Risita se encontró con la muerte cuando su
perrito murió, ese encuentro había marcado su destino y por
eso ahora había un desierto que lo esperaba.
Él recordó que hacía poco tuvo que enfrentarse al mismo
tribunal que ordenó su destierro cuando murió Pulguita ya que
se sospechaba que él podía empezar a recordarlo en su acto
circense, algo que estaba completamente prohibido, así como
hablar de la muerte del perro.

Por eso le fueron con scadas casi todas las fotos de Pulguita y
sus vestidos. Bajo la amenaza de destierro esa vez rmó el
compromiso de olvido y fue liberado de inmediato.
La tristeza lo había vencido y al no poderse recuperar de la
muerte de Pulguita, al poco tiempo fue puesto en cuarentena y
como Risita seguía inmerso en la depresión fue llamado a juicio.
Y condenado a ser desterrado a los tres meses los cuales se
vencían justamente hoy.

Por un momento paró de buscar más recuerdos mientras


aprendía que las despedidas son más tristes de lo que él podía
soportar. Desempolvar recuerdos era su mejor forma de
despedirse y comenzar a morir. Había estado pensando en
visitar a Tornillito, su gran amigo de la infancia pero no quería
entristecerlo y que tuviera que enfrentarse al Tribunal de la Risa
y ser desterrado como a él le estaba pasando.
Entonces pre rió no ir a despedirse, igual ya llevaba casi cuatro
meses de encierro y nadie lo extrañaba, además simplemente
desaparecería, ya para que despedirse y volverlo más dramático.

De sus amigos, Tornillito era único que le quedaba porque su otro


gran amigo, Peluquita, desapareció como le sucedió a sus padres
y a muchos conocidos, la muerte no existía en Pueblín, de un
momento a otro no se volvía a ver ni a saber de algún payaso, y
nadie preguntaba más por él. Estaba por pensar que sus padres y
Peluquita habían muerto como le había pasado a Pulguita.

Cosas muy extrañas le habían empezado a suceder al morir


Pulguita, como esos payasos del ayuntamiento de Pueblín que
con una orden del juez le con scaron muchas de las fotos de
Pulguita así como todos los vestidos y le ordenaron rmar el
documento que lo comprometía a no hablar nunca más de él. Al
parecer ni la muerte ni la tristeza podían existir en Pueblín, ni
siquiera esos recuerdos estaban permitidos y por eso los
ciudadanos desaparecían.
En Pueblín, Los únicos recuerdos eran solo felices, no se recordaba
lo malo; por eso un payaso con una depresión clínica era tratado
como si tuviera la más terrible enfermedad, por eso en su puerta
estaba la marca de la innombrable peste, con pintura roja habían
pintado una boca de payaso riendo y con un liquido parecido a
una mermelada, que nadie sospechaba que podía ser sangre
habían tachado esa misma boca, esa era la marca para que
nadie se acercara a ese lugar y para que los payasos que
cumplirían su destierro reconocieran fácilmente el lugar.

Risita solo esperaba que su destierro fuera consumado ese día,


como lo decía el arrugado papel que yacía ahora en el piso de su
pocilga justo al lado de sus lágrimas, lágrimas que no paraban de
caer desde hacía más de cuatro meses, lágrimas que según lo
estipulado, al nal del día caerían sobre la caliente arena del
desierto.
3:

A las once de la mañana golpearon la puerta, Risita tomó una


gran bocanada de resignación pensando que era el momento
del destierro, abrió la puerta y con sorpresa vio que era un niño
payasito el cual apenas Risita abrió le echó confeti e hizo sonar
una ruidosa corneta.

A Risita le sorprendió esa visita porque desde que tenía la marca


no le golpeaba nadie a la puerta, tenía la marca del payaso que
no era gracioso y era como ser marcado por tener la peste.

Le preguntó al niño payasito por qué había golpeado a su


puerta y el niño dijo que la felicidad estaba aún en los payasos
no tan graciosos, pero Risita no sonrió y le cerró la puerta.
Ese niño le recordó a Peluquita, su amigo de la infancia y sus
primeras rutinas con agua, rutinas que perfeccionó tiempo
después con Pulguita.

Después de esto escuchó música circense, sus clásicos favoritos


para recordar sus mejores rutinas y mejores épocas.
La mañana pasaba muy despacio, tal vez pasaba así por el peso
de sus recuerdos que se aferraban al piso de su pocilga, pero aún
no era medio día y creía que faltaban algunas horas para que
llegaran por él, lo que signi caba más tiempo de recuerdos.
Risita siempre había gozado de buena salud, salvo algunas
enfermedades típicas de payasos, cosas que no iban más allá de
algunos puntos anaranjados en la piel, dolores de barriga
acompañados de graciosos y atulentos sonidos, algunas
alegres convulsiones que eran curadas con un divertido golpe en
la cabeza; nada que no pudiera ser curado en el peor de los
casos con una grandísima y colorida inyección.

Por eso se sorprendió mucho cuando le fueron enviados los


Doctores de la Risa para que lo hicieran reír de forma sorpresiva
en algunos momentos del día. Algo que no funcionó porque ellos
le recordaban su infancia con su madre y las rutinas de ella para
que no recordara ni preguntara por su padre.

Después de ese fallido tratamiento fue tratado como alguien


infectado, pero él era alguien vencido por su dolor; sería
irrevocablemente enviado al desierto de los payasos, lugar cuyo
verdadero nombre ellos ni siquiera nombraban, no podían decir
El desierto de los payasos tristes, ni tampoco podían decir que
eran enviados allá a morir por su tristeza.
Para ellos el desierto era un lugar terrible del que nunca se
hablaba. La palabra tristeza ni siquiera se pronunciaba, por eso
era conocido simplemente como el desierto de los payasos.
Recordó también como un compañero del colegio de nombre
Chicharrita sufrió una fuerte enfermedad y después de un
tiempo simplemente desapareció.

Risita hasta el día de hoy creyó que era una coincidencia la


desaparición de Chicharrita estando enfermo, hoy sospechaba
que había muerto por esa enfermedad y había sido
desaparecido.

Parecía que sus recuerdos se multiplicaban tanto o más que su


tristeza y hasta tuvo que volver a maquillarse pues sus lágrimas
habían abierto canales en sus mejillas. Volvió a verse al espejo
pero no quería ver más a un payaso vencido por la tristeza, así
que con el maquillaje que le quedaba pintó en el espejo un
payaso, un payaso feliz era su último y falso re ejo.
4:

«Molin molin ruan tan tan» eran las circenses palabras que
heredó de su padre y que había usado toda su vida como grito
de batalla, él creía que decía lo más divertido y fantástico del
mundo pero en realidad no tenía ni idea lo de que decía. Esas
palabras las acababa de recordar gracias a un a che de su
circo al lado de la única posesión que le quedaba de su padre, la
cual era una imagen de un payaso muy raro, muy antiguo y al
parecer de un lugar que no era Pueblín, era alguien usando una
máscara de payaso con una inscripción muy extraña en un
idioma que desconocía.

«Yesterday, the heart of a demon,


This morning, the face of a bodhisattva
A demon and a bodhisattva,
no distinction is existent.»

Esa imagen la tuvo siempre, su padre nunca le dijo como la


había obtenido. Solo hasta el día de hoy le interesó saber su
origen.
Lo pensó un poco más y en ese día tan extraño que estaba
viviendo no sería más absurdo si buscara la explicación del lema
de esa imagen, algo que siempre se había preguntado. Así que
pensó en la única persona que podría saber eso era Pituquito el
payasito viejito, un payaso amigo de su padre que no había
desaparecido y que era muy sabio, decidió ir a hablar con
Pituquito, preguntarle algunas cosas y volver antes de que lo
vinieran a desterrar. Sería de mala educación que no estuviera
en casa en el día de su destierro.

Llegó a la casa de Pituquito y sonó la chicharra, después de


varios minutos abrió la puerta. Risita se presentó y le dijo:

Pituquito, soy yo, Risita, el payaso Risita, ¿me recuerda? El hijo


de Chipilín y Panelita.
Pituquito sacando unas gafas muy grandes lo reconoció de
inmediato. Aunque le preguntó si era ese su nombre original ya
que lo conocía como Pinponcito.
Risita dijo:
¿Sabe algo? me destierran hoy, me expulsan de Pueblín, la
tristeza me ha vencido y me llevarán al desierto.
Pituquito dijo:
Es el destino, es el desierto, ellos expulsan lo que quieren y ya.
Risita le preguntó:

¿Pero por qué me destierran?


Pituquito respondió:
Ellos lo hacen porque usted pone en peligro la felicidad en éste
lugar, le contaré algo que no muchos saben, y otros quieren
olvidar. Existieron payasos como Poguito, que no fueron
atendidos por su tristeza y atentaron contra la población, Él
consiguió un camión y tanques de gas in amable, los mismos
que usan para in ar globos y los instaló en un camión lleno de
confeti, dulces y juguetes de piñata.

Los activó en la más importante calle de Pueblín, en una plaza


repleta de transeúntes, el resultado, dieciséis payasos muertos o
mejor dicho desaparecidos y algunos heridos que también
fueron desaparecidos al no poder explicar lo sucedido al resto de
los habitantes; y en un lugar en donde la muerte y la tristeza no
pueden existir, este atentado fue algo devastador.
O como la vez que un payaso que se llamó chimbombín sufrió
una muy fuerte tristeza, consiguió también un camión y tanques
de gas y pintura blanca que hizo mezclando pinturas de todos
los colores, pintó de blanco con una gran explosión una esquina
de Pueblín, matando a cinco payasos, un atentado que dio
directamente en el centro del horror vacui que sufrimos, por eso
nuestro desmesurado uso del color. Ese fue el día negro de
Pueblín. Del que poco se habla, un día negro teñido de blanco en
una colorida ciudad de payasos.

El problema había crecido demasiado con la cantidad de


payasos suicidas que empezaron a aparecer y su único control
posible es el destierro a quienes presentan los terribles síntomas,
en lugar de matarlos solo los mandan al desierto.

¿Pero qué culpa tengo yo? Dijo Risita.


Ninguna contestó Pituquito , pero ellos actúan así para
preservar el orden. La ilusión de felicidad es su misma vida y no
puede ser alterada. Por eso en Pueblín no existía la muerte y
gracias al maquillaje no se veía fácilmente la vejez, y hacía poco
las estas habían sido prohibidas para evitar la tristeza de
cuando terminan.
Risita, usted es una amenaza para su forma de vida, solo puede
aceptar la condena. Es lo único que debe hacer.
Risita sabía que esa había sido su acertada solución.
Pituquito dijo:
¿Eso explica el porqué de su destierro?
Pues ahora entiendo un poco más Dijo Risita.
Las explicaciones no son necesarias dijo Pituquito. La or
orece porque orece, el payaso es payaso porque es payaso.
Pueblín te destierra porque destierra.
Después de un largo silencio Risita preguntó:
¿Y qué es la felicidad?
Pituquito contestó después de un silencio y unos gestos
divertidos que representaban estar pensando muy seriamente:
La felicidad es como una rosa o como un alibombo y dijo
ngiendo la voz a un divertido falsete:

Para unos era un plato


Para otros era un globo
Muchos otros discutían
Es cuadrado; no, es redondo
Parecía un gran trapecio
O tal vez mejor un rombo
Pero todos coincidian
Tiene forma de alibombo.
Risita después de eso dijo:
La verdad yo ya me quiero ir al desierto, ya no me
interesa la felicidad, no quería irme pero ahora si quiero.
¡Molin molin ruan tan tan!

Y sacó la imagen de su bolsillo y haciendo el ademán de un


precario truco de magia preguntó:

¿Qué es esa imagen?


Pituquito la observó y dijo:
Es un regalo de su padre, lo reconozco, es la sagrada
imagen de un Atsara, un payaso de los templos budistas.
Risita no entendía nada.

Pituquito continuó diciendo:


Es una imagen de un hombre con una máscara y sucedió
hace mucho tiempo.
¿Pero usted entiende lo que está escrito? preguntó Risita
Mi padre atesoró tanto esa imagen que quiero saberlo.
Esto es lo que dice, replicó Pituquito.

«Yesterday, the heart of a demon,


This morning, the face of a bodhisattva
A demon and a bodhisattva, no distinction is existent.»
Risita le dijo:
Sí, suena gracioso al oírlo, ¿pero qué dice?

Y dijo esta vez Pituquito:


Ayer, el corazón de un demonio,
Esta mañana la cara de un bodhisattva
Un demonio y un bodhisattva no tienen distinción.

Risita dijo:
Sigo sin entender que dice.

Pituquito le dijo:
Ayer, el corazón de un demonio.
Esta mañana un hombre santo.
El hombre santo y el demonio no se diferencian.

¿Podría explicármelo para que lo pueda entender? dijo Risita


con expresión de no entender absolutamente nada.

Pituquito dijo esta vez:


Ayer, un payaso feliz
Esta mañana, un payaso triste,
más tarde en el desierto de los payasos
no habrán diferencias, payasos ni desiertos.
De nuevo hubo silencio, ese silencio que pocas personas en
Pueblín podrían soportar, un silencio ensordecedor, Pituquito por
su vasto conocimiento del vacío y Risita por estar cerca de la
muerte lo soportaban, Y le regaló la imagen a Pituquito antes de
salir, porque no quería llegar tarde a su viaje al desierto. Y le
preguntó camino a la puerta mientras observaba unas matas en
un recipiente:

¿Qué clase de or es ésta?


Pituquito dijo:
Es una or de tierra, no es como las que conoces, las de plástico,
estas se siembran, viven y crecen pero no como un globo. Es
desde semillas que lo hacen.

Al lado yacía una or muerta y Risita preguntó:


¿Qué pasa con esta otra?

Y Pituquito dijo:
Ha muerto, como le pasó a tu perrito; las cosas mueren, nunca
lo olvides; éste lugar trató de desterrar la muerte al mismo tiempo
que a la tristeza, pero Risita, todos morimos, como esta or o
como tu perrito, tú mismo lo viste.
Risita lloró de nuevo al recordar a Pulguita y se despidió de
Pituquito.

Pituquito dijo:
Te has encontrado con el destino, con la tristeza, con la muerte
y con la impermanencia. Disfruta del nal, es también divertido,
y te aseguro que todas las respuestas serán dadas en la mitad del
desierto.

Sonó una corneta y dijo:


Soy un payaso y no soy un payaso. ¡Yo soy mi propio payaso!
¡Grantico, palmani,y zum!
Y dio una alegre carcajada.

Pituquito cerró la puerta y Risita caminó rumbo a casa.


5:

Al volver a casa de nuevo estaba inmerso en ese día de


recuerdos y despedidas, ya solo pensaba en todo lo que le había
dicho Pituquito. Esos recuerdos que tanto observaba hoy como
despedida eran su mundo, él nunca se interesó por saber de lo
existente afuera de Pueblín, nunca lo creyó necesario, igual
existían teorías de personas que al parecer habían llegado a
otros lugares como dicen le sucedió a Galochín.

Recordó el día que vio por la televisión a un payaso llamado


Coco the clown, un payaso de un curso de inglés, era un curso
de la BBC de Londres y pensó por primera vez que al parecer
existían muchos lugares diferentes a Pueblín. Algunos hablaban
de lugares de personas sin disfraz, un descolorido y triste lugar
donde nadie era payaso, pero para Risita saber de eso nunca
fue de su interés, así como tampoco sabía mucho del desierto
de los payasos. . Solo sabía lo su ciente para entender que no
volvería de dicho lugar. No se había interesado en ningún saber
más allá de sus rutinas, no se había interesado por losofías ni
religiones, nunca necesitó nada de eso. más mínimo.
Él siempre fue un payaso feliz y a pesar de las desapariciones de
sus seres queridos se las arregló para brindar una sonrisa
inclusive cuando quedó solo. Abandonó sus estudios y se unió a
Los Chisquirrisquis, aquellos payasos adolescentes muy famosos
en todo Pueblín.

Y de nuevo recordó a Pulguita, y como decidió después de


encontrarlo abandonado en la parte de atrás de un sucio circo
montar el show con aquel perrito. Dejando atrás a Los
Chisquirrisquis después de casi una década de pertenecer a ellos.
Después de eso tuvo sus merecidos quince minutos de fama al
igual que todos. La cumbre de su carrera fue cuando apareció
con Pulguita en Cachiplum el programa de televisión más visto
en todo Pueblín. El resto fue historia, una historia de un modesto
éxito en su pequeño circo, pero con un momento adverso al
perder a Pulguita, momento que lo derribó por completo, por eso
aquí de nuevo en casa solo espera que se cumpla su destierro.

Risita trató de ver un poco de televisión para que el tiempo


pasara más rápido pero después de un eterno zapping de la
cantidad de innumerables shows de payasos y ninguno de su
agrado decidió apagarla
La tarde al igual que la mañana pasaba muy lento, pero las
enseñanzas de Pituquito le habían ayudado mucho, veía todo muy
diferente y aunque su tristeza seguía, la visión que tenía de su entorno
había cambiado.

A eso de las cinco de la tarde mientras comía el poco helado que le


quedaba con una seca y dura gelatina. Sonó el teléfono, se sorprendió
y esperaba que no fuera un aplazamiento del destierro porque ya
estaba cansado de no poder parar de recordar en este momento
cercano al nal. Pero era de la asociación de sindicatos de payasos que
necesitaban que pagara unas cuotas, él y Pulguita eran los únicos
empleados y formaban parte del sindicato de su propio circo, y dicho
sindicato hacía a su vez parte de una asociación de sindicatos de la
cual debía ya cuatro cuotas; tal vez una ventaja de estar a punto del
destierro es que si antes carecían de importancia esos pagos, ahora
que iba a ser expulsado la insigni cancia de eso era total.

Colgó la bocina y pensó en llamar a Tornillito y despedirse, él fue su


amigo y estaba empezando a creer en que lo correcto era llamarlo,
después de media hora de luchas con su voluntad levantó el gracioso y
gigante teléfono y lo llamó. Nadie contestó, solo se oyó la divertida
canción de Tornillito que invitaba dejar el mensaje, mensaje que Risita
no dejó.

Esa fue su despedida y el n de pensar si lo correcto era despedirse o


no.
6:

Ya era el nal de la tarde y no había almorzado pues se preguntaba


cual podría ser la última cena de alguien que morirá de hambre y al
no encontrar la respuesta dejó que el tiempo solo pasara. Cerca de
las seis de la tarde sucedió lo esperado con ansias por Risita y al
parecer por la sociedad, llegaron los payasos enviados por el
tribunal a cumplir sentencia.

Golpearon a la puerta y sonaron cornetas mientras se bajaban del


colorido furgón. Apenas abrió la puerta Risita simplemente les dijo:
¿Por qué llegan tan tarde?

Era su último chiste en Pueblín, un chiste malo en un lugar donde


escaseaban los buenos chistes.
Le preguntaron si tenía equipaje pero él no llevaba nada de eso, el
desierto era la muerte para él. Como no opuso resistencia no le
fueron puestas las grandísimas esposas. Subió al furgón rodeado
de una nube de confeti amenizada por tambores y cornetas para
disimular y de esta forma sacar de forma discreta a Risita sin ser
observados y sin llamar la atención, si no hacían ruido ni rutinas
cómicas serian reconocidos realizando ese destierro.
Después de varias rutinas y de que cantaran canciones como la
que dice «vamos de paseo en un auto feo» el viaje inició.

Por la ventana del furgón observó la salida de Pueblín, él nunca


había salido de ahí porque nunca lo consideró necesario, ahora
estaba viendo los verdes valles que contrastaban con todos los
colores de Pueblín. Todo el camino tuvo muchos más recuerdos
como la vez que Pulguita se enfermó y viajaron en la ambulancia
del doctor Animalín para ser curado.

Él nunca había montado en un furgón como esos, solo se


transportaba en su monociclo o caminaba, Risita sentía mucha
tristeza en ese momento, cada kilometro avanzado era más dolor
que aparecía, al saber que era desterrado y tratado como si
tuviera la peor peste.

El paisaje cambió, así como había cambiado su vida y su destino,


habían llegado al desierto de los payasos, atrás había quedado
Pueblín, los verdes valles y ese día plagado de recuerdos y
descubrimientos, ahora estaba rodeado de arena. Sintió un poco
de miedo al no ver colores, toda su vida había estado rodeado de
ellos y ahora estaba en un lugar que estaba compuesto solo por
arena. Entendió que ese era su destino, su nuevo y último telón de
fondo.
Después de recorrer el desierto, el furgón se detuvo y descendieron.
Estando en la mitad del desierto de los payasos le leyeron una
graciosa noti cación de su destierro y la advertencia de que no
podía volver a Pueblín.

Haciendo entre ellos una divertida rutina tergiversando y


confundiendo las palabras que leían.

Y pateándolo divertidamente se volvieron a montar a su colorido y


ruidoso furgón, gritándole mientras se marchaban «chao pescao,
hasta luego talego, adiosín payasín» y demás frases divertidas al
compás de estruendosas cornetas, mientras le arrojaban mucho
más confeti.
7:

Risita quedó solo en la mitad del desierto, había llegado al vacío


y a la verdad, sin quererlo había llegado a un vacío con forma de
desierto, si es que el desierto y el vacío tienen forma. Bajo sus
grotescos y gigantes zapatos el camino de la risa y el llanto por
n había terminado.

Fue en ese punto que lo perdió todo; por n se liberó de la


felicidad y la tristeza, la batalla de la dualidad había terminado.
Entonces recordó lo que le había dicho Pituquito: «Ayer un
payaso feliz, esta mañana un payaso triste, más tarde en el
desierto de los payasos no habrán diferencias, payasos ni
desiertos.»

A partir de ese momento Risita simplemente fue.


Estando en el desierto Risita volvió a reír. Pero esta vez fue una
risa genuina; unas carcajadas auténticas y poderosas como
nunca había tenido, porque cuando se pierde todo, se encuentra
la verdadera felicidad; la felicidad por encima de la realidad
aparente.
Sus nuevas carcajadas no fueron oídas, eran inaudibles
carcajadas que provenían de la suprema felicidad sin
discriminación, carcajadas que eran el símbolo de la
felicidad que sentía un ser inexistente, una felicidad que no
era digna de un lugar como Pueblín ni de algún otro sitio.
Epí-
logo
Risita murió en pocos días de inanición y su colorido cadáver
adornó por muy poco tiempo el vasto e inclemente desierto de
los payasos, cerca de otros cadáveres que tenían verdaderas
sonrisas imborrables y mejillas también marcadas por antiguas
lágrimas de ignorancia. Ese desierto era en realidad el lugar más
feliz del universo; era el lugar donde se anulaba la dualidad y se
llegaba a la felicidad más allá de la felicidad misma. Un lugar
inhabitado e inhabitable. Un lugar que está demasiado lejos de
la realidad y justo en el medio de lo que alguna vez se tuvo que
crear y se tuvo que destruir.

Ahora Risita realiza divertidas rutinas con Pulguita en su nuevo


circo en el colorido y bullicioso cielo de los payasos.

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