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Bogotá, Colombia
Ese día desayunó muy tarde comiendo de nuevo pastel, los que
preparaba su vecino Glotoncito, esos pasteles que antes
arrojaba en la cara de alguien o se los arrojaba él mismo, pero
las cosas habían cambiado drásticamente y ya no podía darse
esos lujos.
Por eso le fueron con scadas casi todas las fotos de Pulguita y
sus vestidos. Bajo la amenaza de destierro esa vez rmó el
compromiso de olvido y fue liberado de inmediato.
La tristeza lo había vencido y al no poderse recuperar de la
muerte de Pulguita, al poco tiempo fue puesto en cuarentena y
como Risita seguía inmerso en la depresión fue llamado a juicio.
Y condenado a ser desterrado a los tres meses los cuales se
vencían justamente hoy.
«Molin molin ruan tan tan» eran las circenses palabras que
heredó de su padre y que había usado toda su vida como grito
de batalla, él creía que decía lo más divertido y fantástico del
mundo pero en realidad no tenía ni idea lo de que decía. Esas
palabras las acababa de recordar gracias a un a che de su
circo al lado de la única posesión que le quedaba de su padre, la
cual era una imagen de un payaso muy raro, muy antiguo y al
parecer de un lugar que no era Pueblín, era alguien usando una
máscara de payaso con una inscripción muy extraña en un
idioma que desconocía.
Risita dijo:
Sigo sin entender que dice.
Pituquito le dijo:
Ayer, el corazón de un demonio.
Esta mañana un hombre santo.
El hombre santo y el demonio no se diferencian.
Y Pituquito dijo:
Ha muerto, como le pasó a tu perrito; las cosas mueren, nunca
lo olvides; éste lugar trató de desterrar la muerte al mismo tiempo
que a la tristeza, pero Risita, todos morimos, como esta or o
como tu perrito, tú mismo lo viste.
Risita lloró de nuevo al recordar a Pulguita y se despidió de
Pituquito.
Pituquito dijo:
Te has encontrado con el destino, con la tristeza, con la muerte
y con la impermanencia. Disfruta del nal, es también divertido,
y te aseguro que todas las respuestas serán dadas en la mitad del
desierto.