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El Campo Argentino:

Crecimiento con exclusión.


Mario Lattuada – Guillermo Neiman

Autor:
Luciano Bugallo Di Prinzio
El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

EL CAMPO ARGENTINO: CRECIMIENTO CON EXCLUSIÓN


Mario Lattuada – Guillermo Neiman
1º Edición, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2005.

INTRODUCCIÓN

Es indudable que el sector agropecuario no ha permanecido ajeno a los cambios


políticos y estructurales que se han producido en Argentina en los últimos tiempos. En
el libro, “El Campo Argentino: Crecimiento con exclusión” de Mario Lattuada y
Guillermo Neiman, escrito en el año 2005., los autores elaboran un diagnóstico ajustado
de las perspectivas generales que se presentan para el campo en nuestro país y ejercen
una aguda y solvente crítica de aquellos aspectos que requieren de una cuidadosa
revisión.

Analizando el contexto y los hechos que se sucedieron en el país en esta etapa de


nuestra reciente historia argentina, se buscará comparar con otros autores cada uno de
los puntos abordados en el libro. De ésta manera se pretenderá llegar a un análisis del
libro de una forma ampliamente fundamentada.

“El Campo Argentino”, es un libro que forma parte de la colección “Claves para
Todos”, dirigida por José Num, ex Secretario de Educación de la Presidencia de la
Nación.

Los autores:

Mario Lattuada es licenciado en Antropología por la Universidad Nacional de


Rosario. Investigador Independiente del CONICET. Actualmente se desempeña como
su Vicepresidente de Asuntos Tecnológicos. Ha sido profesor de grado y postgrado en
numerosas universidades argentinas.

Guillermo Neiman es licenciado en Sociología (UBA) y MS en Sociología Rural de la


Universidad de Wisconsin-Madison, USA. Es Director de la Maestría en Estudios
Sociales Agrarios de FLACSO. Investigador del CONICET. Director del Centro de
Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-PIETTE). Profesor Adjunto de la Facultad
de Ciencias Sociales. Ha desarrollado numerosas investigaciones relacionadas con la
problemática del desarrollo rural, el empleo y la estructura agraria.

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

CAPITULO I

Sinopsis.

Durante la década de 1990, se produjeron profundos cambios en la economía, en la


sociedad, y en el Estado argentino.

La apertura unilateral de la economía, el ajuste fiscal, la retracción de los mecanismos


de regulación e intervención del Estado, la privatización y la convertibilidad fijaron un
nuevo escenario para las políticas públicas y condicionaron profundas
transformaciones en la estructura socioeconómica del país.

El sector agropecuario argentino no resultó ajeno, mientras duplicó su producción y el


volumen de las exportaciones sufrió a la vez un muy acelerado proceso de
concentración y exclusión agraria. (Lattuada – Neiman, 2005. Pág. 9)

El libro aborda los cambios en la estructura social agraria a partir de las tendencias de
residencia de su población rural, el deterioro de la situación de los pequeños y medianos
productores y su expulsión.

Los autores dividen su análisis, en aquellos puntos que consideran centrales en la


problemática analizada, como ser:

• Las reformas políticas.


• La agricultura familiar.
• Trabajo y trabajadores.
• El boom de la soja.
• Los megaproductores.
• Gremialismo y poder.

De esta manera, a través del revisionismo histórico se analizan todas las áreas del sector
agropecuario y sus correspondientes cambios generados a raíz de las políticas llevadas
adelante en los años ´90.

Hipótesis.

Las políticas micro y macroeconómicas liberales de los años ´90, fueron las
responsables del proceso de concentración y exclusión en la estructura social agraria
argentina.

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DESARROLLO TEÓRICO

Reformas políticas.

En la última década del siglo XX se verificaron profundas transformaciones en el


escenario internacional y doméstico. Estos cambios en la economía mundial exigieron
una mayor articulación y dependencia del sector primario al capital industrial,
comercial y financiero, y como consiguiente su subordinación de políticas económicas
domésticas a decisiones supranacionales.

La crisis hiperinflacionaria de fines de los ochenta y el endeudamiento externo


contribuyeron a crean las condiciones para una reforma estructural basada en un
drástico ajuste económico, retracción estatal, mayor presión fiscal, apertura
económica, privatizaciones y desregulaciones, la fijación por ley del tipo de cambio, la
autonomía del Banco Central, la constitución y fortalecimiento del MERCOSUR, etc.

Las funciones del Estado se redujeron a estrategias orientadas, al menos en teoría, al


objetivo de remover los factores limitantes a la competitividad de la producción local.
(Lattuada – Neiman, 2005. Pág.11 -12)

En esa dirección, el Estado, llevó a cabo, una reforma del aparato estatal por medio de
tres etapas:

-Leyes de emergencia económica y de reforma del Estado (1989): cuyo objetivo


central fueron las privatizaciones de empresas y servicios a cargo del Estado, que de
todos modos no produjo cambios estructurales sustanciales en la estructura del área
agropecuaria.

-Aprobación del Decreto 2.284 de desregulación económica (1991): que abordó con
mayor profundidad la reorganización institucional al eliminar la mayoría de los
organismos que habían sido creados para diseñar y ejecutar la política sectorial del
Estado.

-Segunda reforma del estado (1995): que profundizó la reducción del personal y se
incorporaron algunas innovaciones menores que condujeron a un efecto cuanto menos
paradójico, ya que emigraron al sector privado muchos de los recursos humanos de
mayor capacidad y eficiencia.

Las principales modificaciones directamente relacionadas al sector agropecuario fueron


las siguientes:

En granos. Se disolvió la Junta Nacional de Granos (JNG), cuya función era la


regulación y supervisión de los mercados a través de la fijación de precios internos y de
exportación, la negociación y ejecución de exportaciones, el mantenimiento de stocks
reguladores, la operación de levadores terminales y silos en campaña, el control del
funcionamiento del mercado granario, etc.

Las funciones principales de la JNG fueron transferidas al sector privado, mientras las
secundarias quedaron bajo la dependencia de la Secretaría de Agricultura, Ganadería,
Pesca y Alimentación (SAGPyA). La operatoria del comercio externo e interno de

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granos, pasó a cumplirse en un régimen de libre mercado sin actuación Estatal. Los
controles de calidad sobre los granos tanto en el mercado interno como externo, también
quedó en manos privadas.

En carne. De igual manera que la JNG, la Junta Nacional de Carnes (JNC) fue disuelta.
Esta realizaba actividades de promoción, exportación y administración de cuotas en el
comercio exterior de productos cárnicos, establecía acuerdos comerciales y sanitario en
el comercio interior, elaboraba estadísticas y desarrollaba políticas específicas párale
sector ganadero.

De esta manera se eliminó la intervención estatal en la concreción de negocios de


exportación, que más tarde fue necesario crear por ley un nuevo organismo, el Instituto
para la Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA), para cumplir con esa función.

Las funciones de estadísticas y la administración de cuotas de exportación fueron


retenidas en manos del Estado, mientras otros asuntos se transfirieron al SENASA, que
hasta entonces sólo se limitaba a problemáticas de sanidad animal. La DGI colaboró en
el control comercial vinculado a aspectos fiscales, en particular la evasión en el pago de
impuestos.

Dada la magnitud que había alcanzado el problema de la evasión fiscal en Carnes y


granos, la reforma del Estado de 1995 creó un ente específico: el ONCCA.

Las funciones operativas del principal mercado concentrador de hacienda del país
(Mercado de Liniers) también pasaron a manos privadas.

En yerba, azúcar, leche. Los organismos Estatales a cargo de estas áreas también
fueron disueltos, y muchas de las funciones que éstos cumplían pasaron a quedar en
manos de las correspondientes provincias en que las distintas producciones se
desarrollaban.

Con respecto a la leche, el FOPAL (Fondo Promotor de la Actividad Lechera) y la


Comisión de Concertación de Políticas Lecheras que constituían los mecanismos para la
regulación en el mercado lácteo vía fijación de precios máximos o concertados, también
fueron disueltos, pasando el sector lácteo argentino a operar en función exclusiva de las
leyes de mercado y totalmente desregulado.

En comercialización. La desaparición del Estado como operador en los mercados de


granos unido a la existencia de estabilidad económica por primera vez, hizo posible el
desarrollo de un conjunto de instrumentos de mercado, como los warrants y los
mercados de futuros. Siendo estos cambios los que contribuyeron al crecimiento
exhibido entre 1991 y 1997. (Lattuada – Neiman, 2005, pág. 19)

Otros programas como el PROCAR y el PROMEX, desarrollados con financiamiento


externo del BID-BIRF estaban orientados a la promoción de exportaciones de carnes y
producciones no tradicionales.

En sanidad animal. El cambio conceptual más relevante fue transferir la


responsabilidad primaria de las tareas de erradicación y control de enfermedades a los

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beneficiarios, es decir, a los productores, pasando el Estado a cubrir un rol de


promoción y auditoria.

Con respecto al desarrollo rural. Se planteó la necesidad de reconvertir las


explotaciones productivas a partir de asistencia técnica y financiera. El estado
impulsaba formas de intervención segmentadas, tendiendo a la participación de los
interesados a través de formas asociativas y promoviendo a la construcción de las redes
de apoyo, como ser: Cambio Rural, Programa Social Agropecuario, PROSUD, etc.

Recursos y programas. El proceso de reorganización institucional de la administración


agropecuaria sectorial tuvo las siguientes características:

a) Eliminación de organismos y atribuciones que significaban intervenciones


directas y regulaciones en los mercados de productos agropecuarios.
b) Concentración en la órbita de la SAGPyA de las atribuciones de definición de
las políticas sectoriales, monitoreo de mercados, generación de información y
supervisión de todo el conjunto institucional.
c) Redistribución entre un pequeño número de organismos de algunas funciones
técnicas que continúan siendo ejercidas por el Estado.
d) Programas estatales de reconversión empresarial y asistencia para los sectores
más vulnerables de la estructura agraria.
e) Una nueva institucionalidad publica sectorial con numerosos programas
provisorios, escasamente articulados entre si.

Agricultura familiar.

El sector agropecuario, y en especial la región pampeana, demostraron su capacidad de


reconversión y potencialidad. Esto ocurrió sobre la base de un crecimiento significativo
de la agricultura sobre la ganadería, y de la producción de soja y derivados sobre las
restantes actividades agrícolas. Estableció un punto de inflexión respecto de la
composición de la estructura social agraria.

La población del campo.

Entre 1947 y 2001 la población rural de Argentina se redujo prácticamente a la mitad,


mientras que la población total se duplicó. De todos modos, se debe tener en cuenta que
ese promedio nacional estuvo fuertemente influido por el peso de la región pampeana en
la población rural del país, ya que por ejemplo, en las regiones del noroeste (NEA),
noroeste (NOA) y Cuyo, prácticamente duplican el promedio nacional, y llegan a
triplicar el de la región pampeana.

Crecimiento del sector agrario.

La evolución del sector agrario en Argentina durante el período 1990-98 en términos


tecnológicos, productivos y de exportación fue excepcional. El aporte del sector
primario y agroindustrial al PBI, estuvo en torno al 30%.

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La producción de cereales pasó de las 22,6 millones de toneladas en la campaña


1990/91 a 40,7 millones en la campaña 1997/98. La oleaginosa aumentó desde 15,7
millones a 25 millones de toneladas.
En la ganadería la evolución fue desigual. Si bien la producción de leche tuvo un
intenso dinamismo, aumentando casi un 50%, el sector cárnico fue la excepción,
manteniendo sus niveles en el subsector bovino, pero reduciéndose en ovinos, caprinos
y porcinos.

Este dinamismo del sector granos, fue posibilitado por la ampliación de la superficie
productiva a partir del aprovechamiento de tierras marginales, propiciado por el
importante proceso de cambio tecnológico, equipamientos modernos, insumos
químicos, la siembra directa, etc., que contribuyeron tanto al aumento de los
rendimientos como a la expansión de la frontera agrícola.

No obstante, el dinamismo y el crecimiento económico del sector agropecuario en los


`90 en el total de las exportaciones argentinas tuvo un fuerte retroceso en términos
relativos. Mientras en el período 1985/86 los productos primarios representaban el 76%
de las exportaciones argentinas, para el año 1999 esa participación ya había caído al
57%. Ese espacio perdido fue ocupado por las exportaciones de manufacturas de origen
industrial, sumado a combustibles y energía.

Apoyo a la reconversión.

A mediados de los `90 se comenzó a advertir que las condiciones macroeconómicas y


políticas generarían oportunidades y amenazas diferentes, respecto de las posibilidades
de inclusión y distribución de la riqueza.

La eficiencia microeconómica, la escala de producción, el nivel tecnológico, la mayor


productividad del trabajo, la opción por modelos intensivos, la integración
agroindustrial y la capacitación empresarial eran considerados factores determinantes
para la supervivencia de las explotaciones agrarias.

La adaptación de los agricultores a estas condiciones implico fuertes cantidades de


inversión de capital y largos periodos de maduración de los proyectos. A estos
requisitos solo podían acceder aquellas explotaciones que generaban un considerable
nivel de excedentes económicos, no estaban endeudadas y gozaban de suficiente
solvencia para obtener nuevas vías de financiación.

En 1992 el INTA diagnostico que alrededor del 60% de las explotaciones agrarias
argentinas, en particular las medianas y pequeñas de la pampa húmeda, no eran viables
en las condiciones económicas que planteaba la citada coyuntura.

Las grandes explotaciones no contarían con una política especifica, pues ellas se debía
encargar el mercado, las medianas explotaciones y el conjunto menos empobrecido del
estrato de los pequeños agricultores contarían con el programa Cambio rural, y los
pequeños productores con el Programa Social Agropecuario.

A las acciones públicas se sumaron acciones desarrolladas pro algunas instituciones


privadas, como el caso de la Federación Agraria Argentina (FAA), que a través de un
convenio con el BID, con el programa Fortalecer, organizó una estructura de servicios

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integrada por consultores privados y profesionales para prestar, a costos


subvencionados, servicios de información, capacitación, asistencia técnica y estudios de
preinversión a los pequeños y medianos agricultores y sus cooperativas.

Ingresos que no alcanzan.

A pesar de los múltiples programas, el deterioro de la situación económica y social de


los agricultores se profundizó durante el transcurso de esa década, especialmente de los
pequeños y medianos productores.

Varios factores convergieron, la fluctuación de los precios internacionales de los granos


y la evolución de los precios relativos a partir de la aplicación del Plan de
Convertibilidad de 1991 y su paridad cambiaria ocuparon un lugar central.

El nivel de ingresos de los productores estuvo estrechamente asociado a la oscilación de


sus precios internacionales. Se debe recordar que a partir de las reformas económicas de
1991 dejó de existir la posibilidad de implementar mecanismos amortiguadores o
compensadores de las fluctuaciones de los precios internacionales.

La escala necesaria para la reproducción y crecimiento de las explotaciones agrarias


había crecido sensiblemente durante los años `90. Un agricultor en 1979-1983 tenía que
cultivar 38 ha. para obtener un ingreso equivalente a 1.200 dólares mensuales, a
mediados de 1994, necesitaba 161 ha. para mantener el mismo ingreso.

Competencia por la tierra.

La competencia sin límites por el alquiler de tierras y el consiguiente aumento de su


valor de compra y canon de arrendamiento, fueron factores adicionales que
contribuyeron a la situación de crisis socioeconómica de los pequeños y medianos
agricultores.

Las nuevas condiciones económicas en las que debían desarrollarse las explotaciones
agrarias impulsaban a acrecentar de forma sustancial la superficie de tierra trabajada
para mantener los mimos niveles de ingresos, esto a su ves generaba un considerable
aumento en los costos de producción, donde nuevos actores acrecentaban a su vez la
competencia, como el caso de los capitales financieros orientados a la agricultura a
través de los pooles de siembra.

Además de suba del precio de al tierra, un segundo factor fue su integración en un


modelo tecnológico cada vez más intensivo que requería de una creciente disponibilidad
financiera para el desarrollo de las actividades productivas, mucho mayor que en
cualquier otro período.

Endeudamiento.

Hacia fines del año 1999 los agricultores argentinos registraban un endeudamiento
cercano a los 6.000 millones de dólares con el sistema financieros, principalmente con
el Banco Nación (3.000 millones) y bancos provinciales. Además se añadía una deuda
comercial con las empresas de abastecimiento de insumos, de 3.000 millones de dólares.
Sobre el endeudamiento con sistemas de crédito no formales, tan habituales y

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significativos en el sector agrario a través de ellos los agricultores accedieron a recursos


financieros con menores requisitos que los bancos, pero con intereses muy superiores al
sistema de crédito formal.

La importancia adquirida por la problemática del endeudamiento de la población rural


tuvo su expresión en el surgimiento de nuevas asociaciones reivindicativas en el sector
agropecuario argentino, como el denominado Movimiento Mujeres Agropecuarias en
Lucha, entre otros.

Concentración y exclusión.

Hacia fines de los años `90, había en el país 421.221 establecimientos agropecuarios
dedicados a la producción en diferentes rubros agrícolas, ganaderos y forestales. Los
resultados del Censo Nacional Agropecuario 2002, muestran una caída importante de
los establecimientos en producción cercana al 25% y equivalente a algo más de 100 mil
unidades productivas.

La evolución de la superficie media en producción refleja la concentración que se habría


dado en al última década en el agro argentino, ya que como promedio nacional la misma
pasa de 421 a 539 ha. por establecimiento.

Este proceso pudo haber ocurrido bajo dos modalidades: una en términos de una clásica
concentración de la propiedad de la tierra y otra como concentración de la producción
bajo las conocidas formas de agricultura de contrato incluyendo el arrendamiento, los
denominados contratos accidentales o el uso de los contratistas de producción.

De los aproximadamente 82 mil establecimientos que desaparecieron en la década


mencionada, prácticamente el 75% tiene menos de 100 ha, de superficie total,
previsiblemente identificado con agricultores familiares.

La crisis de la organización territorial se manifiesta con la eliminación de servicios que


anteriormente habían sido un eje fundamental de su dinamismo, resultado de las
políticas privatizadoras y desreguladoras de la intervención estatal que caracterizaron la
última década del siglo XX (por ejemplo: ferrocarriles).

Trabajo y trabajadores.

La mano de obra ocupada en la agricultura representa aproximadamente el 10% de la


población ocupada en el país, valor que se aproxima a lo que ocurre en otros países
desarrollados, pero que está por debajo del porcentaje de los países latinoamericanos.

Los autores enuncian acerca de la dificultad para llegar a un número confiable de


ocupados, dado que la actividad agraria tiene serios problemas para registrar a los
trabajadores, como situaciones de subdeclaración de los mismos por parte de los
establecimientos. Tal es el caso de los trabajadores familiares que no tiene una
remuneración específica, incluso muchas veces tienden a no considerarse como tales.

La mayor proporción de asalariados permanentes corresponden a unidades medianas,


que tienen una dotación permanente entre 2 a 4 trabajadores.

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Se destaca un importante cambio de residencia con rumbo a zonas urbanas por parte de
los ocupados, que antes desempeñaban sus tareas en áreas rurales cercanas a los
mismos. Tendencia asociada a las mejores condiciones de vida en los centros urbanos, y
a la estacionalidad en la demanda de trabajo agropecuario, debido a la tecnología en la
producción.

El boom de la soja.

La producción de granos, experimentó un notable crecimiento en los años ´90 por efecto
de la combinación de un aumento en la superficie sembrada y los incrementos en los
rendimientos de los principales cultivos, principalmente la soja.

La soja, ha llevado al país a ser el dueño del 40% del mercado mundial de aceites, y del
30% de harinas, ubicándolo en el 1º y 2º lugar respectivamente en las exportaciones de
ambos productos. Sólo el 5% de la producción nacional, es destinada al consumo
interno.

El hecho de que la soja, requiera la mitad de recursos para la producción, comparado


con otros cultivos, apoyado en las dificultades de financiamiento de los productores, ha
hecho favorable el crecimiento vertiginoso del área sembrada, principalmente en la
región pampeada, donde encontramos el 70% del complejo agroindustrial sojero.

En lo social. El desplazamiento de otras actividades de base agraria a expensas de la


soja parece haber sido una constante en varias regiones del país. En córdoba, por
ejemplo, el stock ganadero vacuno cayó casi un 20%, incluyendo la actividad tambera,
con el agravante en este último caso, de necesidades decrecientes de mano de obra.

Con respecto al aumento notorio de la escala necesario, producida con estos nuevos
sistemas productivos, la tenencia de la tierra ha sido un tema de importancia.

Con respecto al mejoramiento genético. La difusión de semillas transgénicas aceleró


la expansión de la soja por un lado, y la sustitución de algunos cultivos por el otro. La
cuarta parte de las semillas transgénicas, que se utilizan en el mundo, corresponden a la
Argentina, principalmente la RR. Este hecho ha logrado simplificar el manejo del
cultivo, reducir costos de producción, y ambos favorecidos más aún por la difusión de la
siembra directa. En efecto, estas mejoras han acarreado aumentar rindes, aumentar la
producción total, y reducir importantemente la demanda de mano de obra.

Los megaproductores.

En los años ´90 se destaca la aparición de empresas controladoras de grandes


extensiones de tierra, que introducen fuertes innovaciones en aspectos tecnológicos, y
en la organización económica de la actividad agropecuaria. Tal es el caso del Grupo
Benetton, con inversiones en patagonia y Provincia de Buenos Aires con un total de 900
mil hectáreas, destinadas principalmente a ovinos, bovinos, agricultura y forestal.

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También se suman a esta lista, IRSA – CRESUD, propiedad de George Soros


acumulando alrededor de 400 mil ha. en todo el país; Los Grobo, como ejemplo de un
caso local, propiedad de la familia Grobocopatel con un total de 70 mil ha. trabajadas en
Argentina, Uruguay y Paraguay.

Gremialismo y poder.

Desde fines del siglo XIX hasta mediados de la década de 1950 se crearon asociaciones
que organizaron y asumieron la representación del agro y sus intereses. Integrado por
cuatro referentes, el gremialismo del agro paso a estar representado por la Sociedad
Rural Argentina (SRA), Federación Agraria Argentina (FAA), Confederaciones Rurales
Argentinas (CRA), y la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO).

Las cuatro entidades nacionales fueron las que se constituyeron como interlocutores
válidos y excluyentes del sector agropecuario ante el Estado, y con las organizaciones
gremiales sindicales y patronales de la industria, el comercio y las finanzas.

Nuevos y viejos actores.

El proceso hiperinflacionario jugó sin lugar a dudas un rol decisivo en la disciplina de


los sectores sociales y en la progresiva aceptación por parte de la sociedad argentina de
una ideología y un discurso neoliberal. Los sindicatos y las organizaciones gremiales
perdieron parte del poder, y en su lugar los grupos económicos que se beneficiaron con
el proceso de concentración económica, las agencias multilaterales de crédito y los
acreedores e inversores extranjeros se constituyeron en los interlocutores privilegiados
de las decisiones estatales.

Las organizaciones gremiales empresariales pasaron de ser actores centrales en el


proceso de toma de decisiones a actores intermedios debido a:
- la mayor heterogeneidad de intereses en el agro,
- su menor capacidad de conflicto a partir de la disminución de la importancia del triple
rol estratégico que el sector cumplía (proveedor de divisas, recursos fiscales y bienes
salarios),
- el desplazamiento del estado como centro del conflicto.

Los años ´90 para el sector agropecuario significó un cambio paradójico. Por un lado
duplicó la producción y las exportaciones de granos y otros productos de este origen,
así como la venta de insumos, maquinarias y equipamientos, acelerando la
modernización del sector. Pero, por otra parte generó una mayor concentración de la
estructura agraria, a partir de un vertiginoso proceso de endeudamiento y expulsión de
pequeños y medianos productores cuyas explotaciones no lograron ser reconvertidas
con los apoyos públicos implementados durante esa década. (Lattuada – Neiman, 2005.
Pág. 81).

Las cooperativas agropecuarias, en la década del ´90 redujeron su número de asociados,


incluso algunas llegaron a desaparecer, consecuencia del proceso de crisis y
concentración, dejando su espacio a empresas del sector privado.

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Las que quedaron, han tenido que sufrir un cambio y reestructuración interna, obligado
por los nuevos intereses y demandas de sus productores asociados, principalmente
orientado a lo productivo, tecnológico y comercial.

Situación similar, vivieron las entidades gremiales. Por ejemplo FAA y CONINAGRO
sumaron a su tradicional discurso neorrural elementos del discurso empresarial,
promovieron la reconversión de las explotaciones y de las cooperativas. En el caso de
CRA, su discurso liberal pasó a un segundo plano, incorporando demandas
regulacionistas e intervencionistas, mientras que la ARA profundizó su discurso cada
vez menos específico sobre lo agropecuario y más amplio y diversificado.

El cambio más significativo en el discurso gremial tomado en su conjunto ha sido el de


abandonar la demanda de un tratamiento igualitario al de los restantes sectores de la
economía, para reclamar una política de protección especial.

Las asociaciones históricas, sin perder su perfil reinvidicativo, han ampliado su radio de
acción y han intentado acrecentar una función más económica, han participado en el
escenario internacional en diferentes organismos y redes, así también han colaborado en
la ejecución de programas gubernamentales nacionales a partir de su organización
territorial y del aporte de profesionales y técnicos vinculados a sus entidades. También
han encarado con mayor énfasis, actividades y diversidades en propuestas y acciones
conjuntas.

A pesar de los cambios realizados, se han mostrado ineficientes o insuficientes para dar
una respuesta adecuada a los problemas de rentabilidad, capacidad de reproducción
de las pequeñas y medianas explotaciones y deterioro de las condiciones de vida en el
mundo rural. (Lattuada – Neiman, 2005. Pág. 88).

En respuesta a ello, han surgido formas alternativas de asociación y acción colectiva,


con características distintivas respecto de los sindicatos y las organizaciones gremiales
tradicionales. Por ejemplo, movimientos de defensa o de resistencia, como el
Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha, orientado a la manifestación solidaria
exigiendo mejor distribución de recursos, refinanciamientos de deudas y el bloqueo de
remates de propiedades rurales.

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CONCLUSIONES

A través del análisis por separado de los distintos factores que han influido en la
estructura social del agro argentino, se ha podido analizar el grado de incidencia de
éstos y la correspondiente reacción producida por parte de los distintos integrantes del
sector.

Cada sector social ha respondido de diversas formas a los cambios producidos en la


economía, en la sociedad, y en el Estado argentino.

Los productores con menores opciones y rango de acción han sido los pequeños, que
prácticamente se vieron obligados a desprenderse de sus propiedades rurales o a
incorporar, a través de endeudamiento nuevos sistemas productivos, ocasionando en el
futuro inmediato un abandonamiento directo de la actividad para pasar a ser rentistas, en
el mejor de los casos, cediendo el control de los campos a productores medianos a
grandes, pudiendo de ésta manera asegurarse la propiedad de las mismas y hacer frente
a las obligaciones contraídas en las deudas anteriores.

Los productores medianos, que han llegado a los ´90 libres de deudas financieras
contraídas anteriormente, y con mayor capacidad de reacción han podido en muchos
casos, superar con mayor holgura el cambio tecnológico, al que se vieron prácticamente
obligados de adoptar. Aquellos casos con menores capacidades, han tenido que terminar
con la misma suerte que los pequeños productores.

Situaciones diferentes han vivido aquellos productores de mayor tamaño, en que la


optimización de recursos impulsó más aún el crecimiento, llegando a acrecentar sus
superficies a raíz del cambio estructural en el que se vieron inmersos, siendo los más
beneficiados de la década. Su capacidad de afrontar los cambios, el fácil acceso a
financiamiento y créditos para este grupo de productores, y los nuevos sistemas
productivos, favorecieron en todos los sentidos a la supremacía de este segmento de
socioeconómico del agro argentino.

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CAPITULO II

Para contextualizar la década de los ´90 en que se centra la investigación del libro,
conviene analizarla desde lo general a lo particular, empezando por un plano global,
pasando por las diversas situaciones que se dieron en el continente americano, más
precisamente América latina, el MERCOSUR, y culminando con nuestro país.
Analizando cada uno de los puntos identificados por los autores en el libro, y
contrarrestándolos con otros autores o trabajos publicados vinculados al tema en
estudio.

Vale recordar, los principales puntos en que Lattuada y Neiman centran su estudio, ya
que en ellos se basará, a manera de guía este segundo capítulo:
- las reformas políticas,
- la agricultura familiar,
- trabajo y trabajadores,
- el boom de la soja,
- los megaproductores, y por último,
- el gremialismo y poder.

Las reformas políticas.

A los años que se viven, pasada la Segunda Guerra Mundial se los conoce como la
década de oro del capitalismo industrializado. Los ´50 disfrutaban de los beneficios del
fordismo: crecimiento de la productividad, incrementos salariales, importantes índices
de consumo y altas tasas de inversión. Eran años de una fuerte presencia estatal en
los que el Estado asumía un papel activo en materia económica y social, regulando la
producción de bienes y servicios así como interviniendo en la gestión monetaria y
fiscal, esto fue comúnmente denominado Estado de Bienestar. A fines de los `60
comienza a observarse que esta armonía sufre ciertos desequilibrios.

La productividad había dejado de crecer al ritmo que lo venía haciendo, lo que


implicaba una baja en las tasas de ganancia y consecuentemente una notoria
disminución de salarios. Aquí las nuevas circunstancias chocaban con el descontento de
los obreros acostumbrados al pleno empleo y un alto nivel de sindicalización. Las
limitaciones técnicas, económicas y sociales mostraban cada vez más la decadencia del
régimen de acumulación taylorista y fondista, y su ineficiencia para afrontar estas
dificultades.

El nuevo contexto da lugar a la emergencia de un modelo que se caracterizaría por un


tipo de producción en el cual se da la implementación de nuevas tecnologías y se
conforma de a poco un mercado mundial en el que la producción se divide en partes
manufacturadas en diversas regiones del mundo bajo la dirección de una sede central.

Este modelo fijará nuevas reglas del juego: reducción de los costos de producción,
incorporación de innovaciones en materia de tecnología y organización, y una
permanente búsqueda de incremento de la competitividad a nivel mundial. En términos
teóricos, esto implicó la aceptación generalizada de ideas tales como que las fuerzas del
mercado eran las encargadas de asignar naturalmente los recursos a nivel mundial. En

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términos prácticos se observaría una creciente concentración del poder económico en un


núcleo acotado de grandes agentes.
Los cambios económicos y las transformaciones políticas son procesos que se
retroalimentan e implican mutuamente. La supresión de fronteras al capital a nivel
internacional implicaría modificaciones a nivel interno. Algunos ejemplos de esto son
las privatizaciones de empresas públicas, o la eliminación de organismos públicos como
el caso de la Junta Nacional de Grano, la de Carnes, el Fondo Promotor de la Actividad
Lechera, etc.

El neoliberalismo va más allá de aquella frase que caracterizaba al liberalismo


económico en la que se afirmaba que la mano invisible podía gobernar el interés de
todos, neoliberal es aquel pensamiento que sostiene que el poder político debe quedar
eximido de influencia alguna en los movimientos del capital y los negocios. El
neoliberalismo rechaza todas las políticas intervensionistas de los años anteriores y
afianza el pensamiento individualista que prioriza los intereses de los individuos por
encima de cualquier otro y en el que todo es medido en términos de costo y beneficio.
El desmantelamiento del Estado de Bienestar es el pilar central que sostiene a este
pensamiento neoliberal. De esta manera, el neoliberalismo aparece como el único
sistema posible. (María Eugenia Sconfienza, 2000. Pág. 1)

Acorde con el modelo neoliberal, el ajuste estructural en la agricultura se ha


construido en estas décadas a través de la aplicación de una serie de medidas
conducentes a la desaparición de cualquier atisbo de reforma agraria que comporte la
distribución de los recursos productivos. Asimismo, ha promovido la reducción del
papel normativo del Estado, la disminución significativa del apoyo público directo e
indirecto al sector agropecuario y la liberalización comercial; medidas a las que hemos
de añadir el brindar facilidades para la penetración de capital extranjero tanto en la
actividad agraria como en la industria agroalimentaria, y el impulsar las reformas
legales que faciliten la libre compraventa de los recursos agropecuarios y forestales. El
estandarte de estos años lo ha constituido, por encima de todo, la liberalización de los
mercados internacionales de productos agropecuarios a través de los diferentes
acuerdos multilaterales (las Rondas comerciales auspiciadas por la OMC, el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte, la Comunidad Andina o MERCOSUR, por
ejemplo), y mediante la presión ejercida por organismos internacionales y/o grandes
potencias sobre algunas economías nacionales para forzar la apertura de sus mercados
internos (caso de las acciones impulsadas por el FMI, el Banco Mundial, los Estados
Unidos o la propia Unión Europea). (Francisco García Pascual, 2003, Pág. 3).

En este sentido, la visión de estos últimos autores, expresa total coincidencia con
respecto a los lineamientos que Lattuada y Neiman referencian en libro El Campo
Argentino. Para ellos, el neoliberalismo en su sentido estricto de reducir al mínimo la
intervención estatal en materia económica y social, defendiendo el libre mercado
capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico
de un país, es responsable directo del abandono de los productores en su conjunto por
parte del estado.

Luciano, Bugallo Di Prinzio - 15 -


El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

La agricultura familiar - El trabajo y los trabajadores.

Continuando con la línea de investigación que abordan los autores, el segundo y tercer
punto es preciso analizarlo en conjunto, dado la interrelación directa que existe entre
estos, principalmente entre los pequeños y medianos productores, con respecto a la
exclusión generada por la concentración de la tierra en manos de los otros integrantes
del tejido social agrario, los grandes productores.

Datos del Censo Nacional Agropecuario (CNA) realizado en 2002, en todo el territorio
de la Argentina, muestran una fuerte caída de la cantidad de explotaciones
agropecuarias del país. En el nivel nacional, la disminución es del 24,5%, en relación
con el CNA de 1988. Pero la proporción aumenta sustancialmente en provincias como
Buenos Aires (33%), Córdoba (36,4%), Neuquén (41,4%), Tucumán (41,2%),
Corrientes (35,7%), San Luís (39,3%) y Mendoza (31,6%). Esta tendencia a la
concentración agraria fue anunciada por trabajos académicos, consultoras privadas y
el mismo INDEC. A fines de la década del noventa, se calculaba que desaparecían 435
tambos lecheros por año.

Según el CNA, la superficie media por explotación para 2002 es de 538 ha., es decir, 68
ha. más por explotación que en 1988 (470 ha.). Esta cifra es aún más significativa si la
comparamos con los promedios de las explotaciones agrarias de EEUU, que no
superan las 200 ha., o de la Unión Europea, que no superan las 50 ha. Estos rasgos del
campo argentino surgen como resultado de una dé- cada de políticas neoliberales tanto
en el nivel de la economía general como otras referidas al sector agrario. (Norma
Giarraca, 2003. Pág. 254-253).

En este caso, luego de haber detallado en el Capítulo I, las posturas publicadas en “El
Campo Argentino” por Lattuada y Neiman, con respecto a la concentración y exclusión
en el agro, para tener una imagen más amplia es interesante contrastarlas con otras
posturas de autores diferentes.

Para ello, por un lado tenemos a James Petras, sociólogo americano y Profesor de Ética
Política en la Universidad de Binghamton (Nueva York), con una postura marcada de
enfrentamiento a la ideología neoliberal; Aldo Ferrer, economista argentino,
autoproclamado en variadas oportunidades progresista, al que lo ubicaremos en el
centro de los extremos ideológicos; y Eduardo Azcuy Ameghino, Dr. en Economía y
Sociólogo, investigador del Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios de la
Facultad de Ciencias Económicas (UBA), con una visión más general del tema en
cuestión, dada su formación profesional.

Por un lado, con respecto a los trabajadores, James Petras, enumera cambios
organizacionales con respecto a ellos en el sector agrario, entre los que podemos resaltar
los siguientes de un listado total de siete puntos a lo que hace referencia en varios
escritos publicados:

- Las trasnacionales subcontratan a granjeros locales la mayoría de la


producción, mientras ellos ganan de la venta de insumos y la comercialización.
Así, el "granjero independiente" es de hecho, un empleado del complejo agro-
industrial. La organización de las cooperativas rurales, está vinculada con las
trasnacionales y eso determina que los cooperativistas dependan de la

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

producción, la distribución y los precios de las trasnacionales, las que también


deciden la elección de mercancía y mercados.

- Los complejos agroindustriales han transformado la fuerza laboral, al


introducir la tecnología y la producción especializada, aumentando así el
volumen del excedente de mano de obra. La misma está fragmentada en una
masa de trabajadores temporales y una pequeña minoría de empleados
permanentes.

- El Estado neoliberal, a través de sus políticas de precios bajos, altos tipos de


intereses, libre comercio favorece a los grandes exportadores, socava a los
productores locales a pequeña escala, llevándolos a la bancarrota. El
desplazamiento masivo de poblaciones rurales a las ciudades, ha sido una
manera de promover la agricultura extensiva de los agroexportadores. El
desplazamiento de productores pequeños, también crea excedente de mano de
obra, lo cual baja los sueldos en el campo y en la ciudad.

Siguiendo esta misma línea, Aldo Ferrer en diferentes pasajes de su libro “La economía
Argentina”, referencia las consecuencias de las políticas neoliberales para los
trabajadores y productores rurales del país:

- El resto del tejido productivo, formado por empresas medianas y pequeñas en


todos los sectores de bienes transables y sujetos ala competencia internacional,
no soportó el cambio de las reglas del juego…

- Los sectores en los cuales se concentró el aumento de la productividad y las


ganancias tuvieron dos rasgos principales: la presencia dominante de filiales de
empresas extranjeras y la concentración de la producción en un número
reducido de firmas. (Aldo Ferrer, 2005. Pág. 333)

- Un rasgo de la reorganización de la producción es la creciente distinción entre


el propietario de la tierra y el operador que la explota. Esto transformó la
naturaleza del régimen de arrendamientos a cargo ahora de empresas agrarias
en la frontera tecnológica que explota tierras propias y de terceros. La distinta
capacidad de diversos estratos de propietarios y productores agropecuarios ha
aumentado la heterogeneidad dentro del sector. (Aldo Ferrer, 2005. Pág. 342)

- El aumento de la producción agraria, resultado de la transformación de los


procesos productivos, no retuvo población en el campo, dado el carácter
capital-intensivo e insumo-intensivo de las nuevas tecnologías. Las zonas
rurales siguieron así desplazando personas hacia los centros urbanos… (Aldo
Ferrer, 2005. Pág. 35).

- La región pampeana revela una pérdida relativa de la población debido al


comportamiento del Gran Buenos Aires, cuya participación en la población
total del país declinó del 35,7% al 33,5% entre los censos de 1980 y 1991.
(Aldo Ferrer, 2005. Pág. 354)

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

Y continuando el análisis social, en el trabajo de Eduardo Azcuy Ameghino, se puede


rescatar los siguientes tres puntos, cada uno de ellos, en concordancia con lo expuesto
hasta ahora:

- El paquete de medidas económicas y políticas públicas implementadas a partir


de 1991, mediante la puesta en marcha del plan de convertibilidad, potenció la
dinámica del proceso de acumulación/desacumulación del capital agrario,
frente a lo cual las políticas de sostén para los pequeños y medianos
productores de la región pampeana no pudieron compensar los fenómenos
macroeconómicos desfavorables.

- La evolución de los precios de los principales granos percibidos por el


productor tuvo un peso fundamental, aunque diferenciado, en el destino que
corrió cada tipo de explotación. La eliminación de las regulaciones –como los
precios sostén-, que existían operadas por la Junta Nacional de Granos,
contribuyó a estimular la concentración económica en los años de bajos precios
internacionales.

- Cuando los precios de venta de los granos decrecen, la ganadería no genera


rentabilidad a tono con los ingresos producidos por los campos aptos para
agricultura, el tipo de cambio se retrasa, el crédito es caro y el endeudamiento
acelerado, los costos de producción mayores por las pequeñas escalas
operadas, y además no existen programas oficiales de sostén para las pymes, el
resultado es que una parte de las explotaciones agropecuarias en el mejor de
los casos alcanzan a mantenerse dificultosamente en el mercado (reproducción
simple); y en el peor, luego de un período más o menos prolongado de
quebrantos (reproducción incompleta), se ven obligados a abandonar la
producción por quiebra o por la imposibilidad de afrontar el financiamiento de
la operatoria comercial. (Eduardo Azcuy Ameghino, 2005)

Por lo expuesto hasta aquí, los autores consultados, afirman que estas nuevas
condiciones de producción, más allá de haber generado cierto crecimiento en los rindes
por hectárea, también han impulsado una mayor concentración de la tierra y de la
producción y un despoblamiento rural. Esto se debe a que no todos los productores
estaban preparados económica y financieramente para cambiar las viejas prácticas
productivas por este nuevo sistema.

Los productores y contratistas rurales con gran solvencia económica y escala vieron
especialmente atractivo el negocio de invertir en la nueva tecnología, ya que podían
afrontar el alto costo que significaban las máquinas de siembra directa y maximizar su
capacidad operativa (mucho mayor que las tecnologías convencionales).

Sin embargo, en el sector de los pequeños y medianos productores y contratistas,


acceder a las máquinas de siembra directa y semillas transgénicas (aún sin aranceles y
con un dólar bajo) significa un costo alto respecto a sus posibilidades financieras.
Además, estas máquinas representaban un costo fijo alto para los chacareros en la
medida que trabajaban explotaciones pequeñas o medianas, con la consecuente
subutilización de los equipos.

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

El boom de la soja.

El cultivo de soja tuvo un significativo desarrollo en la Argentina a partir de 1970. De


esta forma, en el siguiente cuadro se resume la evolución de las variables productivas
más características de la actividad.

Períodos Sup. sembrada (miles ha.) Rend. (kg/ha) Producción (miles tt.)
70/1-72/3 95,65 1.500 136,33
80/1-82/3 2.100,00 1.950 3.973,30
90/1-92/3 5.088,67 2.263 11.031,30
2000/01 10.300,00 2.530 25.500,00
2001/02 11.610,90 2.630 29.955,30
Fuente: SAGPyA 2002

Surge del cuadro un muy importante crecimiento de la producción, de este modo la


producción entre la década del ’70 y ’80 crece veintiocho veces a partir de un bajo valor
inicial. Entre la década del ’80 y ’90 lo hace un 178% y desde comienzos del ’90 hasta
el 2000/01 en 131%.

Al analizar los factores de este alto crecimiento en la producción surge que los cambios
en la superficie sembrada entre períodos fueron sucesivamente de: 2095%, 142%,
102% y 13%. A su vez, la variación entre ciclos en el rendimiento fue: 30%, 16%, 12%
y 4%.

De acuerdo a ello surge que el componente significativo de los incrementos productivos


fue el aumento de la superficie dedicada a la actividad por desplazamiento de otros
cultivos y por traslado de actividades ganaderas hacia áreas más marginales. Cabe
aclarar también como aspecto positivo que, la productividad muestra una tendencia
levemente creciente entre periodos a pesar de que la oleaginosa (especialmente durante
la década del ’90) se fue difundiendo hacia áreas ecológicamente más marginales para
el cultivo.

Por último, hay que resaltar que “el importante incremento de área cultivada y a la vez
el aumento de la productividad, fue debido al uso de adecuados paquetes tecnológicos
zonales, es decir que la combinación de variedades adaptadas a los distintos ambientes
ecológicos, unidos a la adecuada fecha de siembra mas el correcto manejo de insumos
y prácticas como la siembra directa permitieron el significativo crecimiento en la
producción nacional de la oleaginosa”. (Ing. Agr. Carlos Ghida Daza, 2002)

Todo lo expuesto hasta acá, en términos productivos es sencillamente ideal, pero no


podemos dejar de lado, la otra cara de la realidad. El cultivo de soja, al menos en la
etapa de producción, como ha sido ya expuesto en reiteradas oportunidades, requiere de
cada vez menos mano de obra. Esto es producto a los avances tecnológicos en genética,
maquinarias, agroquímicos, y manejo. O sea, que la otra cara del “boom de la soja” es la
exclusión.

Sobre la cuestión de la mano de obra desplazada por el cultivo de soja, Gustavo


Grobocopatel, titular de Los Grobo (citado en el libro por Lattuada y Neiman, como uno
de los megaproductores) reconoció que “si bien la tecnología reemplaza a la mano de
obra, "la soja cuando se toma en cuenta todo el sistema, incluyendo los servicios, la

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

mano de obra aumenta". Por ejemplo, hay más camioneros porque hay más
producción, hay más contratistas, hay más proveedores de servicios, hay más
cosecheros, etc”. Advirtió que: “así lo reflejan las estadísticas que señalan que la
mano de obra en el campo "aumentó" a pesar de que hayan disminuido la cantidad de
productores”. (Gustavo Grobocopatel, 2004).

Los Megaproductores.

Para poder interpretar el proceso de concentración de la tierra que sufre nuestro país,
particularmente en las regiones productivas, debemos indefectiblemente centrarnos en el
desarrollo del capitalismo en el agro. Si bien la concentración de la tierra es un
fenómeno histórico en la Argentina (los grandes terratenientes existen desde la época de
la colonia), es a partir la década de los ´60, conectado con la llamada revolución verde,
que el desarrollo del capitalismo en el campo viene estructurando un modelo de
exclusión que se extiende hasta nuestros días. Este modelo, que no solo tiende a
sostenerse sino también profundizarse, se apoya en tres pilares fundamentales:

• Concentración de la tierra,
• Concentración de los medios de producción,
• Concentración de la comercialización de los productos agropecuarios.

Con respecto al primer pilar del modelo de concentración, haciendo alusión al punto
analizado por Lattuada y Neiman, sobre los megraproductores, se observa una
congruencia en el trabajo de Chifarelli, Descalzi, Tieman sobre “La situación de la
Tierra y sus consecuencias sobre la Agricultura Familiar en la Provincia de Misiones”:

Considerando el ultimo censo agropecuario, la variación intercensal (1988-2002) de la


superficie promedio aumentó un 28% siendo hoy de 538 Has, lo cual quiere decir que
se produjo una fuerte concentración en la propiedad de la tierra.

Este dato puede leerse como la verdadera reforma agraria que se está haciendo “de
hecho” en el país. A su vez grandes grupos económicos nacionales y extranjeros
avanzan en el control de la tierra, siendo relevante el tema de la extranjerización de la
misma ya que nos instala el problema de la pérdida de soberanía en territorios enteros
como por ejemplo grandes partes de la patagonia y el norte misionero. En la década de
los 90´ millones de hectáreas han pasado a manos del capital extranjero, proceso que
se ve acelerado con la devaluación del peso. Algunas cifras relevantes que ilustran esta
situación: (Chifarelli, Descalzi, Tieman, 2011. Pág. 3 y 4).

Por lo expuesto hasta aquí, quede demostrada la similitud de argumentos entre ambos
trabajos con respecto a la concentración de la tierra. Queda demostrado, que sea cuál
fuese el autor que analice las consecuencias de esta problemática, todos coincidirán que
“la concentración de la tierra” es uno de los pilares fundamentales en el modelo de
concentración productivo.

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

Gremialismo y poder.

Si bien, durante los años ´90 se han generado cambios en la estructura del sindicalismo
y gremialismo rural, a la vez, algunas características particulares de cada actor se han
mantenido. Hubo comportamientos y situaciones, que simultáneamente han mantenido
una lógica de carácter “tradicional”, al mismo tiempo que se estaba en presencia de
nuevas institucionalidades, nuevos temas y nuevos actores. La lógica de acción tampoco
ha sido en el período siempre la misma: se fue construyendo sobre ambivalencias y
estrategias distintas, no siempre coherentes entre sí.

En materia de relaciones de trabajo, cambiaron casi todas y cada una de las dimensiones
que conformaban el sistema nacional de relaciones laborales. Los abordajes teóricos de
carácter macro social (que priorizan temáticas vinculadas con la legislación, marcos de
representación y reglamentaciones), así como los de carácter micro social (que enfatizan
los estudios sobre las políticas de gestión de personal, tales como ingresos, modalidades
de contratación, sistema de remuneraciones, entre otras), son insuficientes de manera
aislada para explicar los cambios habidos en las relaciones laborales en el país. Las
transformaciones se verificaron tanto en el cambio de los institutos legales, en los
modelos de distribución económica, cuanto en transformaciones tecnológicas y
organizacionales, y así también en las modalidades de contratos de empleo.

En la década del ‘90 se inaugura un cambio de escenario para los actores del mundo
productivo: el modelo de crecimiento de la economía basado en el dinamismo de un
sector industrial protegido y orientado al mercado interno estaba definitivamente
quebrado. La internacionalización de los mercados y de las economías establece nuevos
parámetros para la competitividad de las empresas. Se incorporan nuevos métodos de
producción, así como nuevas modalidades de vinculación entre firmas.

Simultáneamente, cambia el mercado de trabajo, que acompañado por institutos


desreguladores, registra un aumento considerable de la desocupación, así como de
distintas formas de subocupación y de trabajo precario. En resumen, el cambio en las
condiciones de la competencia genera nuevas presiones sobre las formas de contratación
y uso de la fuerza de trabajo. Se transforman así las oportunidades de empleo, las
condiciones de contratación, las calificaciones requeridas y el nivel y la modalidad de
los sistemas de remuneraciones.

Finalmente, la mayor presencia de inversión extranjera directa y la privatización de


empresas públicas nacionales y provinciales constituyen dimensiones que también se
agregan al escenario y lo transforman, hecho que se produce de manera simultánea a la
importante mortandad de pequeñas y medianas empresas de capital nacional.

De esta manera, tanto las entidades gremiales del agro, como los sindicatos, perdieron
parte del poder que tuvieron durante la etapa sustitutiva de importaciones para influir o
vetar las políticas, en su lugar fueron los grupos económicos, los agentes internacionales
de créditos, e inversores los que tomaron el puesto de interlocutores en las decisiones
estatales.

Esta nueva etapa comienza a consolidarse desde principios de los ‘90 -por medio de la
reestructuración productiva, la innovación tecnológica y la globalización-, también el
estado se retira del centro de la escena. En su repliegue, desarticula los institutos

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

laborales típicos de la regulación anterior, favorece formas de flexibilización de la


contratación y de disciplinamiento laboral. Por otra parte, la negociación centralizada
pierde validez ante la heterogeneidad de las situaciones laborales que el proceso de
reconversión productiva y/o privatización genera en las empresas, y queda limitada su
significación a nivel nacional. Los gremios líderes de la época anterior ya no son
referencia nacional en materia de niveles salariales o de condiciones de trabajo. Las
relaciones sindicato-empresa sufren una suerte de “privatización” en la medida en que
el gobierno renuncia a su función equilibradora entre actores sociales asimétricos.
(Marta Novik, 2003).

Frente a este escenario de los años ´90, los gremios y entidades del sector agrario se han
visto en la necesidad imperiosa de reestructurar sus funciones, debido a los cambios
surgidos en ésta década, tanto desde afuera, como hacia adentro.

Hacia fuera, las entidades estaban amenazadas por el abandono del Estado en las
actividades de intervención y redistribución intersectorial del excedente agropecuario.
En esta etapa, se esperaba que los interlocutores sectoriales fueran más específicos (por
producto o actividad), que las asociaciones reivindicativas desplazaran el contenido
político-ideológico de sus funciones gremiales y sus acciones defensivas por una
actividad pro-positiva y de colaboración, con carácter predominantemente técnico-
profesional, asumiendo responsabilidades comparativas en la implementación de las
iniciativas gubernamentales, y que presentaran una mayor variedad de servicios a sus
asociados.

Desde adentro, a su vez, los asociados exigían una red de representación de intereses
agropecuarios más amplia y heterogénea en cuanto a sus actores y que diera cuenta de
sus necesidades y demandas; en consecuencia, presionaba a una adaptación de las
corporaciones históricas para satisfacer aquellas demandas ante el riesgo de perder sus
“clientelas” y su rol de interlocutor válido en los ámbitos públicos.

Todo esto, sumado a nuevas expectativas y necesidades de los sectores agrícolas más
empresariales (tecnológicos y de gestión), se tradujo en una demanda de
transformaciones en las formas asociativas y en sus estrategias de acción colectiva.

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

CONCLUSIONES

El tema central en estudio, los cambios en la estructura social agraria a partir de las
políticas neoliberales de la década del ´90 ha sido analizado en reiteradas situaciones
por numerosos especialistas e intelectuales en prácticamente todo el mundo. Las
conclusiones a las que se han llegado en los estudios, prácticamente son similares en
todos los casos, tal vez debido a la proximidad histórica de los hechos, o tal vez a que
las consecuencias de los mismos hoy son parte del presente.

A lo largo del trabajo se han identificado los principales condicionantes que impactaron
en la evolución de los costos, ingresos, márgenes y rentabilidad de las explotaciones
agrícolas, teniendo especialmente en cuenta sus efectos variables según las diferencias
de envergadura económica y escala de producción.

De este modo se ha remarcado el papel de:


1. Las políticas públicas implementadas en el período bajo estudio: apertura
externa, régimen cambiario, privatizaciones, rutas y ferrocarriles, desregulación,
actividad de organismos directamente vinculados al sector.
2. La posibilidad de acceso al crédito y las tasas de interés disponibles para cada
clase de empresa agrícola.
3. La renta de la tierra (en sus distintos escenarios: sea que la explotación la pague
a terceros o la retenga en calidad de propietaria del suelo).
4. El proceso de cambio tecnológico (siembra directa, ingeniería genética,
agroquímicos, riego) y organizacional (economía de red, tercerización, etc.).
5. La evolución de cultivos como la soja, por encima de otras producciones
agropecuarias, y economías regionales.
6. La incursión de nuevas organizaciones productivas como los pooles de siembra,
los megaproductores, etc.
7. Nuevos actores sociales, que frente a nuevos desafíos se reinventan grupos
sociales para resolver problemáticas comunes.

Teniendo en cuenta todas estas determinaciones, estrechamente asociadas con la suerte


corrida por las diferentes explotaciones agropecuarias, se ha comprobado la postura con
diferentes autores, llegando todos prácticamente a la misma conclusión.

Mediante las políticas neoliberales, especialmente dadas las diferencias de escala


productiva, se acentuaron los procesos de diferenciación social en la estructura agraria
mediante los cuales una parte de las explotaciones agropecuarias avanzó (y continúa
haciéndolo en las nuevas condiciones) en la concentración de los factores productivos
fundamentales. Los cuales en buena medida provienen de las pequeñas y medianas
empresas, mayoritariamente de tipo familiar, que sufrieron con dureza las consecuencias
de la descapitalización, el endeudamiento y/o la quiebra antes de 2002, quedando
posteriormente en una situación de inferioridad económica para sostener la desigual
competencia que continúan imponiéndoles los agentes económicos del capital agrario
concentrador (terratenientes capitalistas, grandes arrendatarios, pooles, fondos y
fideicomisos). En este contexto, la ausencia de regulaciones y control por parte del
estado, la carencia de protección de los sujetos sociales más débiles, y el predominio de
las concepciones más crudamente "productivistas", continúan profundizando las
tendencias hacia el diseño de un paisaje rural donde cada vez menos los hombres son la
medida del desarrollo y la construcción social.

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

Por todo lo expuesto en este trabajo, y más aún, que las consecuencias del
neoliberalismo, aún en la actualidad son visibles, se pude inferir que la teoría expuesta
al comienzo del mismo es aceptada.

Las políticas micro y macroeconómicas liberales de los años ´90, fueron las
responsables del proceso de concentración y exclusión en la estructura social agraria
argentina.

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El Campo Argentino: Crecimiento con Exclusión (Lattuada – Neiman)

BIBLIOGRAFIA

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