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Art. 2, Inc. 2.- A la igualdad ante la ley.

Nadie debe ser discriminado por motivo de origen,


raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole.

Igualdad. Concepto

14. El Tribunal Constitucional tiene dicho que la cláusula de igualdad, del inciso 2) del artículo 2 de la Constitución, no
contiene un mandato de trato igual a todos, no importando las circunstancias en las que se encuentren, sino una exigencia
de trato igualitario si se encuentra en una situación análoga, y de trato desigualitario si no se está en igualdad de condiciones.
Detrás de esta última exigencia –también se ha dicho–, para que un trato diferenciado no resulte lesivo de la cláusula de la
igualdad es preciso que este se sustente en razones objetivas y razonables, quedando proscrito, por tanto, cualquier
tratamiento diferenciado que solo se sustente en razones subjetivas, como el sexo de una persona, su raza, opción política,
religiosa, idioma, origen, opinión, condición económica o de cualquier otra índole.

En el caso, y por lo que se refiere al primero de los motivos que se han alegado, el Tribunal considera que no existe una
discriminación que sea contraria al principio de igualdad. En primer lugar, pues el tratamiento estatutario que se brinda a la
sustanciación de una denuncia no se ha previsto en términos personales, esto es, como exclusiva y excluyentemente
relacionada al caso del recurrente, sino con una vocación de generalidad, aplicable para todos los casos. Se trata, en efecto,
de una norma estatutaria general, preexistente al procedimiento al que se sometió al actor.

En segundo lugar, el Tribunal considera qué cláusulas de esa naturaleza se encuentran protegidas por la potestad de
autoorganización de la persona jurídica. Esta, en efecto, tiene la capacidad de establecer libremente la manera cómo ha de
iniciarse un procedimiento sancionador, lo que incluye los requisitos que deben acompañarse. E incluso, la posibilidad de
realizar un tratamiento diferenciado, en lo que se refiere a los requisitos que se debe acompañar, si la denuncia es formulada
por un asociado o, por el contrario, si se trata del inicio del procedimiento disciplinario por iniciativa de uno de los órganos
a los que estatutariamente se ha encomendado velar por el respeto de los fines sociales.

Exp. Nº 3360-2004-AA/TC

47. Es constante la línea jurisprudencial del Tribunal Constitucional según la cual, la cláusula de igualdad prevista en el
artículo 2º2 de la Constitución, no implica el derecho a un tratamiento “uniforme”, esto es, que no supone un principio de
protección frente al trato diferenciado sino, tan solo, frente al discriminatorio, entendido este como aquel juicio de distinción
que no se sustenta en base razonable, objetiva y concretamente verificable. Dicho de otro modo, desde la perspectiva de
quien se considera afectado en su derecho a la igualdad “en la ley”, no basta alegar la existencia de una determinada
circunstancia que lo asemeja a quien pretende utilizar como término de comparación, sino que es necesario incidir en la
ausencia de un criterio razonable que permita diferenciarlos en atención a la materia que es regulada por la norma; y, desde
la perspectiva de quien considera legítima una determinada diferenciación legal, no bastará incidir en un criterio accesorio
o inocuo de distinción, sino en la existencia de una diferencia objetiva y esencial a la luz de la materia regulada por la norma.

Exps. Nºs 001-2004-AI/TC y 002-2004-AI/TC (El Peruano, 07 de octubre de 2004)


Igualdad. Como principio y derecho

6. La igualdad ante la ley es un principio constitucional a la vez que un derecho subjetivo que garantiza el trato igual de los
iguales y el desigual de los desiguales. En ese sentido, y con el objeto de determinar cuándo se está frente a una medida
que implica un trato desigual no válido a la luz de cláusula de la igualdad, la medida diferenciadora no solo debe sustentarse
en una base objetiva, sino, además, encontrarse conforme con el test de razonabilidad. Mediante este test se controla si el
tratamiento diferenciado está provisto de una justificación. En segundo lugar, si entre la medida adoptada y la finalidad
perseguida existe relación. Y, finalmente, determinar si se trata de una medida adecuada y necesaria, esto es, si respeta el
principio de proporcionalidad.

Exp. N.º 05822-2006-PA/TC

9. Antes de desarrollar el análisis sobre si tal trato configura, efectivamente, uno discriminatorio, debe advertirse que el
artículo 2°, inciso 2 de nuestra Constitución consagra, a su vez, el principio de igualdad y el derecho a la igualdad. La
igualdad, en tanto principio, es uno de los pilares del orden constitucional que permite la convivencia armónica en sociedad.
Por su parte, la igualdad, en tanto derecho, implica una exigencia individualizable que cada persona puede oponer frente al
Estado para que éste lo respete, proteja o tutele.
Exp. N.° 0606-2004-AA/TC

4. Este Tribunal, en reiteradas ejecutorias (Exp. Nº 0261-2003-AA/TC, Exp. Nº 010-2002-AI/TC, Exps. Acumulados Nºs
0001/0003-2003-AI/TC) ha definido la orientación jurisprudencial en el tratamiento del derecho a la igualdad. Al respecto,
se ha expuesto que la igualdad es un principio-derecho que instala a las personas, situadas en idéntica condición, en un
plano de equivalencia. Ello involucra una conformidad o identidad por coincidencia de naturaleza, circunstancia, calidad,
cantidad o forma, de modo tal que no se establezcan excepciones o privilegios que excluyan a una persona de los derechos
que se conceden a otra, en paridad sincrónica o por concurrencia de razones.

Exp. Nº 3533-2003-AA/TC (El Peruano, 29/10/2004)

20. La Constitución reconoce el derecho principio igualdad en el artículo 2, inciso 2, en los siguientes términos: “Toda
persona tiene derecho: (…) A la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma,
religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole”.

Como este Tribunal ha afirmado, la igualdad consagrada constitucionalmente, detenta la doble condición de principio y
derecho fundamental . En cuanto principio, constituye el enunciado de un contenido material objetivo que, en tanto
componente axiológico del fundamento del ordenamiento constitucional, vincula de modo general y se proyecta sobre todo
el ordenamiento jurídico. En cuanto derecho fundamental, constituye el reconocimiento de un auténtico derecho subjetivo,
esto es, la titularidad de la persona sobre un bien constitucional, la igualdad, oponible a un destinatario. Se trata del
reconocimiento de un derecho a no ser discriminado por razones proscritas por la propia Constitución (origen, raza, sexo,
idioma, religión, opinión, condición económica) o por otras (“motivo”“de cualquier otra índole” ) que, jurídicamente, resulten
relevantes.

En cuanto constituye un derecho fundamental, el mandato correlativo derivado de aquel, respecto a los sujetos destinatarios
de este derecho (Estado y particulares), será la prohibición de discriminación. Se trata, entonces, de la configuración de una
prohibición de intervención en el mandato de igualdad.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
igualdad. Como principio

61. Sin embargo, la igualdad, además de ser un derecho fundamental, es también un principio rector de la organización del
Estado social y democrático de derecho y de la actuación de los poderes públicos. Como tal, comporta que no toda
desigualdad constituye necesariamente una discriminación, pues no se proscribe todo tipo de diferencia de trato en el
ejercicio de los derechos fundamentales; la igualdad solamente será vulnerada cuando el trato desigual carezca de una
justificación objetiva y razonable13. La aplicación, pues, del principio de igualdad, no excluye el tratamiento desigual; por
ello, no se vulnera dicho principio cuando se establece una diferencia de trato, siempre que se realice sobre bases objetivas
y razonables.

Exp. Nº 0048-2004-PI-TC

25. Este Colegiado considera también que ello afectaría el principio de igualdad. En efecto, tal como ha sostenido, “(...) la
igualdad, además de ser un derecho fundamental, es también un principio rector de la organización del Estado social y
democrático de derecho y de la actuación de los poderes públicos” (Caso Regalías Mineras, STC 0048-2004-AI,
Fundamento 61).
El principio de igualdad proscribe la posibilidad de que el legislador otorgue idéntico tratamiento a dos instituciones
sustancialmente distintas, sin base objetiva y razonable que justifique su decisión.

Exp. Nº 0019-2005-PI/TC (El Peruano 22/07/2005)


Igualdad. Como derecho

59. La igualdad como derecho fundamental está consagrada por el artículo 2 de la Constitución de 1993, de acuerdo al cual:
“(...) toda persona tiene derecho (…) a la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo,
idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”. Contrariamente a lo que pudiera desprenderse
de una interpretación literal, estamos frente a un derecho fundamental que no consiste en la facultad de las personas para
exigir un trato igual a los demás, sino a ser tratado de igual modo a quienes se encuentran en una idéntica situación.

Exp. Nº001-96-I-TC

118. En tal sentido, el derecho a la igualdad se constituye, prima facie, en aquel derecho que obliga, tanto a los poderes
públicos como a los particulares, a encontrar un actuar paritario con respecto a las personas que se encuentran en las
mismas condiciones o situaciones, así como a tratar de manera desigual a las personas que estén en situaciones desiguales,
debiendo dicho trato dispar tener un fin legítimo, el mismo que debe ser conseguido mediante la adopción de la medida más
idónea, necesaria y proporcional.

Exp. Nº001-96-I-TC

23. La igualdad es un principio derecho reconocido por el inciso 2) del artículo 2º de la Constitución, según el cual toda
persona tiene derecho a la igualdad ante la ley. De este modo, se reconoce un derecho subjetivo a obtener un trato igual
aplicable tanto a las personas físicas como a las jurídicas, trato igual que exige que ante supuestos de hecho iguales deben
ser aplicadas similares consecuencias jurídicas.

Exp. N.° 01405-2010-PA/TC


Igualdad. Doble dimensión del derecho a la igualdad

10. El derecho de igualdad, a su vez, tiene dos dimensiones: formal y material. En su dimensión formal, impone una
exigencia al legislador para que éste no realice diferencias injustificadas; pero también a la administración pública y aun a
los órganos de la jurisdicción, en el sentido de que la ley no puede aplicarse en forma desigual frente a supuestos semejantes
(igualdad en la aplicación de la ley).

Exp. N.° 0606-2004-AA/TC

11. En su dimensión material, el derecho de igualdad supone no sólo una exigencia negativa, es decir la abstención de
tratos discriminatorios; sino, además, una exigencia positiva por parte del Estado, que se inicia con el reconocimiento de la
insuficiencia de los mandatos prohibitivos de discriminación y la necesidad de equiparar situaciones, per se, desiguales.
Tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales, pues, no se traduce en el derecho a ser objeto del mismo trato, con
independencia del contexto o la circunstancias en las que un sujeto se encuentre, sino a que se realice un tratamiento
diferenciado si es que dos sujetos no se encuentran en una situación igual. Por tanto, el problema es determinar qué tratos
diferenciados son constitucionalmente admisibles, lo que deberá de analizarse en cada caso concreto conforme al test de
razonabilidad y proporcionalidad.

Exp. N.° 0606-2004-AA/TC


Igualdad. Doble faceta

60. Constitucionalmente, el derecho a la igualdad tiene dos facetas: igualdad ante la ley e igualdad en la ley. La primera de
ellas quiere decir que la norma debe ser aplicable por igual a todos los que se encuentren en la situación descrita en el
supuesto de la norma; mientras que la segunda implica que un mismo órgano no puede modificar arbitrariamente el sentido
de sus decisiones en casos sustancialmente iguales, y que cuando el órgano en cuestión considere que debe apartarse de
sus precedentes, tiene que ofrecer para ello una fundamentación suficiente y razonable12.

Exp. Nº 0048-2004-PI-TC

123. El principio-derecho de igualdad, a su vez, distingue dos manifestaciones relevantes: la igualdad en la ley y la igualdad
en la aplicación de la ley. La primera manifestación (igualdad en la ley) constituye un límite para el Legislador, en tanto la
actividad de legislar deberá estar encaminada a respetar la igualdad, encontrándose vedado establecer diferenciaciones
basadas en criterios irrazonables y desproporcionados. En otros términos, el actuar del legislador tiene como límite el
principio de igualdad, en tanto que dicho principio le exige que las relaciones y situaciones jurídicas determinadas que vaya
a determinar deban garantizar un trato igual y sin discriminaciones.
Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

124. Respecto de la segunda manifestación: la igualdad en la aplicación de la ley, si bien esta segunda manifestación del
principio de igualdad no será examinada en el presente caso, cabe mencionar, de modo referencial, que se configura como
límite al actuar de órganos públicos, tales como los jurisdiccionales y administrativos. Exige que estos órganos, al momento
de aplicar la ley, no deban atribuir una consecuencia jurídica a dos supuestos de hecho que sean sustancialmente iguales.
En otros términos, la ley debe ser aplicada de modo igual a todos aquellos que estén en la misma situación, sin que el
aplicador pueda establecer diferencia alguna en razón de las personas o de circunstancias que no sean las que se
encuentren presentes en la ley.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC
Igualdad. Concepto de diferenciación

.2 La igualdad ante la ley y el concepto de diferenciación

Como se ha señalado anteriormente, el principio de igualdad no se encuentra reñido con el reconocimiento legal de la
diferencia de trato, en tanto ésta estuviere fundada en una base objetiva, razonable, racional y proporcional.

El tratamiento jurídico de las personas debe ser igual, salvo en lo atinente a la diferencia de sus “calidades accidentales” y
a la naturaleza de las cosas que las vinculan coexistencialmente.

La idea de la igualdad se desprende de la dignidad y naturaleza de los seres humanos. El tratamiento desigual no será
injustificado en tanto no se afecte dicha dignidad.

Lo expuesto supone por definición dos o más hechos, situaciones y relaciones jurídicas que sean comparables entre sí para
determinar la regulación coexistencial y la generación de un trato igual o diferenciado para las personas involucradas. En
ese contexto se introduce el análisis de la naturaleza de las cosas, lo cual liga distintivamente las relaciones coexistenciales
de las personas ubicadas en un mismo espacio, tiempo y sujeción estatal.

En ese aspecto, el concepto de naturaleza de las cosas explica que en una relación jurídica pueden existir un determinado
orden, peculiaridades y características singulares que en consuno dan sentido y razón de ser a esta. Por ende, en aras de
plasmar el mayor grado de justicia posible, es deseable que en un vínculo imperativo-atributivo queden claramente
delimitados los rasgos esenciales que generan su existencia normativa, dado que ellos son los que deben condicionar
axiológicamente la materia objeto de regulación.

En puridad, dicho orden y rasgos específicos e intransferibles son los que hacen que una relación jurídica sea de un
determinado tipo y no de otro.

El principio de igualdad no impide al operador del derecho determinar, entre las personas, distinciones que expresamente
obedezcan a las diferencias que las mismas circunstancias prácticas establecen de manera indubitable.

Un texto normativo es coherente con los alcances y el sentido del principio de igualdad, cuando su imperio regulador se
expande a todas las personas en virtud de no acreditar ningún atisbo de discriminación; y cuando, luego de satisfacer dicha
prioridad, adjudica beneficios o castigos diferenciadamente, a partir de rasgos distintivos relevantes. En ese mismo contexto,
es igualmente aceptable para el derecho que la pauta basilar de la igualdad esté subordinada al desarrollo pleno de otros
principios constitucionales, valorados como de superior jerarquía en específicas y concretas circunstancias.

La existencia de una diferente regulación normativa o de un trato distinto, derivado de la interpretación-aplicación de la ley,
deben ser apreciadas en relación con la finalidad y los efectos de la medida legal adoptada sobre la materia. El
establecimiento de una diferenciación jurídica ha de perseguir un resultado jurídico legítimo, a la luz de la moral y los valores
del derecho.

A mayor abundamiento, la finalidad debe ser concreta, palpable y verificable en sus consecuencias efectivas.

La diferenciación debe perseguir una intencionalidad legítima, determinada, concreta y específica, cuyo fin sea la
consecución o aseguramiento de un bien o valor constitucional, o de un bien o valor constitucionalmente aceptable. Es decir,
deberá asentarse en una justificación objetiva y razonable, de acuerdo con certeros juicios de valor generalmente aceptados.
En ese sentido, no cabe hablar válidamente de un proceso diferenciador de trato, cuando este se basa en supuestos de
hecho o en situaciones subjetivas.
La diferenciación implica una relación efectiva entre el trato desigual que se establece, el supuesto de hecho y la finalidad
que se persigue alcanzar.

Ahora bien, a lo expuesto debe agregarse la regla de proporcionalidad. Para tal efecto, debe tenerse en cuenta la armonía
y correspondencia en relación con la situación de hecho y la finalidad perseguida. En consecuencia, la diferenciación será
válida si demuestra ser proporcional a la situación de hecho y a la finalidad perseguida.

Más aún, a la base objetiva y razonable de la diferenciación debe añadirse la racionalidad. Ésta debe ser entendida como
la necesidad de acreditar la adecuación del medio empleado por la ley con los fines perseguidos por ella. Esto implica la
existencia de una conexión o vínculo eficaz entre el trato diferenciado que se legaliza, el supuesto de hecho que lo justifica
y la finalidad que se pretende alcanzar.

A manera de colofón cabe señalar que la noción de igualdad ante la ley no se riñe con la existencia de normas
diferenciadoras, a condición de que se acredite: a) la existencia de una norma diferenciadora; b) la existencia de distintas
situaciones de hecho y, por ende, la relevancia de la diferenciación; c) una finalidad específica; d) razonabilidad, es decir,
su admisibilidad desde la perspectiva de los preceptos, valores y principios constitucionales; e) racionalidad, es decir,
coherencia entre los supuestos de hecho y la finalidad que se persigue; y f) proporcionalidad; es decir, que la consecuencia
jurídica diferenciadora sea armónica y correspondiente con los supuestos de hecho y la finalidad.

Exp.Nº 0261-2003-AA/TC - LIMA


Igualdad. Concepto de discriminación

43. La discriminación es, en conclusión, el trato diferenciado que se da a una persona por determinadas cuestiones, lo que
imposibilita su acceso a oportunidades esenciales a las que otros, en su misma condición tienen derecho. Pues si bien, la
aplicación de la causal de renovación no implica una sanción administrativa, trunca el desarrollo profesional de los invitados
al retiro.

Exp. Nº 0090-2004-AA/TC (El Peruano 16/07/2004)


Igualdad. Distinción entre diferenciación y discriminación

62. Estas precisiones deben complementarse con el adecuado discernimiento entre dos categorías jurídico-constitucionales,
a saber, diferenciación y discriminación. En principio, debe precisarse que la diferenciación está constitucionalmente
admitida, atendiendo a que no todo trato desigual es discriminatorio; es decir, se estará frente a una diferenciación cuando
el trato desigual se funde en causas objetivas y razonables. Por el contrario, cuando esa desigualdad de trato no sea ni
razonable ni proporcional, estaremos frente a una discriminación y, por lo tanto, frente a una desigualdad de trato
constitucionalmente intolerable.

Exp. Nº 0048-2004-PI-TC

56. Estas precisiones deben complementarse con el adecuado discernimiento entre dos categorías jurídico-constitucionales,
a saber, diferenciación y discriminación. En principio, debe precisarse que la diferenciación está constitucionalmente
admitida, atendiendo a que no todo trato desigual es discriminatorio; es decir, se estará frente a una diferenciación cuando
el trato desigual se funde en causas objetivas y razonables. Por el contrario, cuando esa desigualdad de trato no sea ni
razonable ni proporcional, estaremos frente a una discriminación y, por tanto, frente a una desigualdad de trato
constitucionalmente intolerable.

Exp. Nº 0034-2004-PI/TC
Igualdad. Vinculación negativa y positiva de los poderes públicos

11. El principio de igualdad en el Estado constitucional exige del legislador una vinculación negativa o abstencionista y otra
positiva o interventora. La vinculación negativa está referida a la ya consolidada jurisprudencia de este Colegiado respecto
de la exigencia de “tratar igual a los que son iguales” y “distinto a los que son distintos”, de forma tal que la ley, como regla
general, tenga una vocación necesaria por la generalidad y la abstracción, quedando proscrita la posibilidad de que el
Estado, a través del legislador, pueda ser generador de factores discriminatorios de cualquier índole. Sin embargo, enfocar
la interpretación del derecho a la igualdad desde una faz estrictamente liberal, supondría reducir la protección constitucional
del principio de igualdad a un contenido meramente formal, razón por la cual es deber de este Colegiado, de los poderes
públicos y de la colectividad en general, dotar de sustancia al principio de igualdad reconocido en la Constitución. En tal
sentido, debe reconocerse también una vinculación positiva del legislador a los derechos fundamentales, de forma tal que
la ley esté llamada a revertir las condiciones de desigualdad o, lo que es lo mismo, a reponer las condiciones de igualdad
de las que la realidad social pudiera estarse desvinculando, en desmedro de las aspiraciones constitucionales.

Exps. ACUMS. Nº 0001-2003-AI/TC y 0003-2003-AI/TC

27. Debe enfatizarse, asimismo, que no es lo mismo el establecimiento de restricciones o prohibiciones a una persona
natural o jurídica, que prescribir aquellas en el régimen o estatuto jurídico de quien desempeña un cargo de relevancia en
los organismos del Estado. Mientras que en el primer caso existe la necesidad de determinar si el tratamiento diferenciado
efectivamente vulnera el derecho de igualdad, en el segundo caso las diferencias de trato entre las diversas autoridades no
pueden interpretarse como actos discriminatorios, pues el Estado y sus funcionarios no se organizan con sujeción a la regla
de la autonomía de la voluntad, sino al principio de la competencia regulado en la ley. En el Estado no todos ejercen las
mismas funciones por el hecho de haber recibido el mandato popular, sino en virtud a que el ordenamiento jurídico
expresamente les ha reconocido el ejercicio de tales; lo que no obsta para recordar que todas las autoridades y funcionarios,
en su condición de personas, gozan de derechos fundamentales, según se precisa en la Sentencia del Tribunal
Constitucional Nº 0008-2005-PI/TC (Caso Ley Marco del Empleado Público).

TRIBUNAL CONSTITUCIONAL PLENO JURISDICCIONAL 0024-2005-PI/TC


Igualdad. Derecho a la igualdad en la ley

47. Es constante la línea jurisprudencial del Tribunal Constitucional según la cual, la cláusula de igualdad prevista en el
artículo 2º2 de la Constitución, no implica el derecho a un tratamiento “uniforme”, esto es, que no supone un principio de
protección frente al trato diferenciado sino, tan solo, frente al discriminatorio, entendido este como aquel juicio de distinción
que no se sustenta en base razonable, objetiva y concretamente verificable. Dicho de otro modo, desde la perspectiva de
quien se considera afectado en su derecho a la igualdad “en la ley”, no basta alegar la existencia de una determinada
circunstancia que lo asemeja a quien pretende utilizar como término de comparación, sino que es necesario incidir en la
ausencia de un criterio razonable que permita diferenciarlos en atención a la materia que es regulada por la norma; y, desde
la perspectiva de quien considera legítima una determinada diferenciación legal, no bastará incidir en un criterio accesorio
o inocuo de distinción, sino en la existencia de una diferencia objetiva y esencial a la luz de la materia regulada por la norma.

Exp. Nº001-96-I-TC

13. Evidentemente, en dicho alegato (tal como ocurre con la mayoría de los cuestionamientos presentados en la demanda)
subyace la errónea interpretación de que el decreto de urgencia impone el mecanismo de reactualización de la deuda
previsto en su artículo 5, en desmedro de los cálculos de indexación y de intereses moratorios contemplados en los artículos
1235, 1242 y sgtes. del Código Civil.
Al tratarse de una simple opción prevista en la norma, no existe posibilidad de vulneración del derecho a la “igualdad en la
ley”, toda vez que tal afectación únicamente podría presentarse en los supuestos en los que el trato diferenciado se proyecte
como una imposición surgida desde la misma ley y no en circunstancias en que, como en el presente caso, la ley se limita
a regular un procedimiento cuya utilización queda a discreción del particular.
Por este mismo motivo debe ser desestimado el alegato del recurrente según el cual el artículo 3 de la norma, que establece
las características del bono de reconocimiento y pago de la deuda actualizada, contravendría el derecho a la igualdad.

Exp. Nº 0009-2004-AI/TC (El Peruano, 28/03/2005)


Igualdad. Derecho a la igualdad en la aplicación de la ley

2. Aunque se haya alegado la violación del derecho de igualdad ante la ley, lo cierto es que no es tal dimensión clásica del
derecho de igualdad la que aquí interesa, a efectos de dilucidar el fondo de la controversia; es decir, el problema que ahora
este Tribunal tiene que resolver no versa sobre un tópico en el que el legislador, mediante la ley, haya introducido un
tratamiento diferenciado, sin base objetiva y razonable, que pese sobre el recurrente, como se ha expuesto en los
antecedentes de esta sentencia, sino, en realidad, su aplicación en forma diferenciada. Esto es, una eventual violación del
“derecho de igualdad en la aplicación de la ley”.
El derecho de igualdad, en efecto, no sólo se proyecta prohibiendo tratamientos diferenciados, sin base objetiva y razonable,
en el contenido normativo de una fuente formal del derecho, sino también en el momento de su aplicación. Ella se ha de
aplicar por igual a cuantos se encuentren en una misma situación, quedando proscritas, por tanto, diferenciaciones basadas
en condiciones personales o sociales de sus destinatarios, salvo que estas se encuentren estipuladas en la misma norma.
Impone, pues, una obligación a todos los órganos públicos de no aplicar la ley de una manera distinta a personas que se
encuentren en casos o situaciones similares. Esta dimensión del derecho a la igualdad vincula, esencialmente, a los órganos
administrativos y jurisdiccionales, los que son los llamados a aplicar las normas jurídicas.

Exp. N.° 1279-2002-AA/TC

3. Independientemente de cualquier consideración relacionada con el respeto de este derecho en el ámbito jurisdiccional,
este Tribunal Constitucional considera que, en sede administrativa, el derecho a la igualdad en la aplicación de la ley exige
que un mismo órgano administrativo, al aplicar una misma ley, o una disposición de una ley, no lo haga de manera
diferenciada o basándose en condiciones personales o sociales de los administrados. Se prohíbe, así, la expedición por un
mismo órgano administrativo de actos o resoluciones administrativas arbitrarias, caprichosas y subjetivas, carentes de una
base objetiva y razonable que la legitime. Dicha dimensión del derecho de igualdad jurídica se encuentra, como es obvio,
directamente conectado con el principio de seguridad jurídica que este Tribunal Constitucional ha proclamado como un
principio implícito de nuestro ordenamiento constitucional: “Ningún particular puede ser discriminado o tratado
diferenciadamente por los órganos –judiciales o administrativos– llamados a aplicar las leyes” (STC 0016-2002-AI/TC, Fund.
Jur. N°. 4).

Exp. N.° 1279-2002-AA/TC

4. Para que se genere una violación del derecho de igualdad en la aplicación de la ley, aparte de la necesidad de que se
trate de un mismo órgano administrativo que los haya expedido, es preciso que exista una sustancial identidad entre los
supuestos de hecho resueltos por el órgano administrativo en forma contradictoria. Tal identidad de los supuestos de hecho,
desde luego, no tiene por qué ser plena. Basta que existan suficientes elementos comunes como para considerar que los
supuestos de hecho enjuiciados son jurídicamente iguales y que, por tanto, debieron merecer una misma aplicación de la
norma.
Asimismo, la aludida vulneración requeriría que el tertium comparationis que se ofrezca, exprese una “línea constante” de
comprensión y aplicación de la norma, de modo que el juicio de invalidez sobre el acto o resolución administrativa sea
consecuencia de que, en el caso concreto, el apartamiento de la “línea constante” sea expresión de un mero capricho. Ese
tertium comparationis, por cierto, puede comprender casos sustancialmente análogos resueltos con anterioridad al acto o
resolución administrativa que se impugne. Y, finalmente, es preciso que no exista una fundamentación adecuada que
justifique la variación del criterio interpretativo, pues es claro que el apartamiento de la “línea constante” de interpretación y
aplicación de una norma a un supuesto fáctico sustancialmente igual, puede legítimamente provenir de que judicialmente
se haya declarado su invalidez, o de que se haya decidido apartarse del precedente administrativo por los órganos
competentes (ordinal 2.8 del artículo V del Título Preliminar de la Ley del Procedimiento Administrativo General).

Exp. N.° 1279-2002-AA/TC


Igualdad. En el ámbito jurisdiccional

3. Merituados los argumentos de las partes así como las instrumentales obrantes en el expediente, este colegiado considera
que la presente demanda resulta legítima en términos constitucionales, habida cuenta de que: a) tanto el proceso de
cumplimiento interpuesto por la Municipalidad Distrital de Carabayllo como el promovido por la Municipalidad Distrital de
San Juan de Lurigancho, se sustentan en la renuencia de la Municipalidad Metropolitana de Lima de acatar la Ley Nº 26664,
sobre administración de parques zonales y áreas verdes de uso público, conforme se aprecia tanto de las instrumentales
de fojas 12 a 22 de los autos como de fojas 145 a 148; b) mientras que la resolución emitida respecto a la Municipalidad
Distrital de Carabayllo, se sustenta en que son irrelevantes todo tipo de articulaciones “(...) para el cabal cumplimiento del
mandamus contenido en la Ley de Transferencia de los Parques y Áreas Verdes” ya que se trata de una “norma
autoaplicativa que no requiere ni de reglamentación ni de trámite previo alguno para su cumplimiento (...)”, por ende, se
revoca la apelada y se declara fundada la demanda (fojas 99 a 100 de los autos), la resolución emitida para el caso de la
Municipalidad Distrital de San Juan de Lurigancho enfatiza que “(...) en el caso sub materia, se connota la circunstancia de
improcedencia prevista en el inciso 4) del artículo 6 de la Ley Nº 23506, dado que por la naturaleza de los aspectos alegados
por el actor se pretende el cumplimiento de la Ley Nº 26664 de un organismo oficial por otro semejante”, motivo por el que
se confirma la apelada que declara improcedente la demanda; c) si bien resulta incuestionable que la Sala Corporativa
Transitoria Especializada de Derecho Público, al igual que cualquier otro colegiado, tiene la facultad para variar los criterios
de su propia jurisprudencia, tanto más cuando el segundo párrafo del artículo 9 de la Ley Nº 23506 [4]contempla tal
posibilidad, no es menos cierto que para optar por dicha alternativa se necesita, conforme lo establece el mismo dispositivo,
explicar las razones de hecho y de derecho en que sustenta tal cambio de criterio; d) en el caso de autos queda claro que
la Sala emplazada, no obstante tramitar dos procesos en forma simultánea, donde el petitorio es el mismo, al igual que la
naturaleza de las partes que en ellos participan, no ha debido adoptar fórmulas diferenciadas, pues tal proceder lesiona el
principio de igualdad, el cual queda sometido a una discrecionalidad judicial donde los principios constitucionales no tienen
ningún referente objetivo; e) considerada la sentencia cuestionada dentro de un contexto como el descrito, es evidente que
su emisión rompe la estructura de lo que constituye un proceso justo o debido, motivo por el que no puede considerarse el
proceso de cumplimiento cuestionado como regular, no obstante que se trata incluso de uno de naturaleza constitucional,
pues como ya lo tiene definido este colegiado, aun en el supuesto de que lo que se cuestione sea un proceso de defensa
de los derechos constitucionales, este último cede su presunción de constitucionalidad, cuando existe una trasgresión
objetiva del derecho fundamental al debido proceso; f) queda claro, finalmente, que al emitirse el presente pronunciamiento,
tampoco se está merituando el tema de fondo, que es responsabilidad exclusiva de las autoridades jurisdiccionales que
puedan conocer del proceso de cumplimiento una vez que el mismo quede corregido. En tal sentido, el nuevo fallo que se
expida puede optar por las alternativas que le provea el marco constitucional, sin que este colegiado tenga que
pronunciarse [5].

EXP. Nº 1975-2002-AA/TC
Igualdad. Discriminación positiva

63. Por otro lado, debe tenerse en consideración que el Estado en algunas oportunidades promueve el trato diferenciado
de un determinado grupo social, otorgándoles ventajas, incentivos o, en general, tratamientos más favorables. Esto es lo
que en doctrina constitucional se conoce como “discriminación positiva o acción positiva –affirmative action–”. La finalidad
de esta acción afirmativa no es otra que compensar jurídicamente a grupos marginados económica, social o culturalmente;
persigue, pues, que dichos grupos puedan superar la inferioridad real en la que se encuentran con acciones concretas del
Estado.

Exp. Nº 0048-2004-PI-TC
Igualdad. Relación con otros derechos fundamentales

121.Como tal, el principio-derecho de igualdad se constituye en un presupuesto indispensable para el ejercicio de los
derechos fundamentales. Posee además una naturaleza relacional, es decir, que funciona en la medida en que se encuentre
relacionada con el resto de derechos, facultades y atribuciones constitucionales y legales. Dicho carácter relacional sólo
opera vinculativamente para asegurar el goce, real, efectivo y pleno del plexo de derechos que la Constitución y las leyes
reconocen y garantizan.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

122. En efecto, el examen sobre la vulneración del principio-derecho de igualdad, siempre va a estar relacionado con el
examen sobre la vulneración de otros derechos. Con mucha frecuencia, y tal como ha tenido oportunidad de constatar este
Colegiado, han sido frecuentes los casos en los que se vulneraba el derecho a la igualdad y, a su vez, derechos como a la
libertad de empresa o al trabajo, entre otros. Al respecto, el Tribunal Constitucional ha sostenido que, en función de su
carácter relacional, el derecho a la igualdad:

funciona en la medida [en] que se encuentre conectado con los restantes derechos, facultades y atribuciones
constitucionales y legales (...); precisamente, opera para asegurar el goce real, efectivo y pleno del plexo de derechos que
la Constitución y las leyes reconocen y garantizan.[27]
Seguidamente conviene distinguir las diferentes manifestaciones que puede adoptar la igualdad ante la ley.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC
Igualdad. Principio de igualdad en materia tributaria

46. De ahí que la Constitución establezca, como uno de los límites expresos a la potestad legislativo-tributaria del Estado,
el respeto al principio de igualdad. Sobre el particular, debe tenerse presente que la potestad tributaria del Estado tiene
como objetivo primordial el aseguramiento de la consecución de uno de sus deberes primordiales, cual es la promoción del
bienestar general, que se fundamenta en la justicia y en el desarrollo equilibrado de la Nación, elemento primordial del
Estado social de derecho. En tal medida, cuando la Norma Fundamental exige al legislador el respeto al principio de igualdad
al momento de regular los tributos, lo que en buena cuenta le exige es que no pretenda alcanzar el desarrollo equilibrado,
desconociendo —en signo claro de incongruencia y arbitrariedad— el desequilibrio económico existente entre los sujetos
que se verán afectados por el tributo.
Exp. N.° 0029-2004-AI/TC

47. El principio de igualdad en materia tributaria tiene estrecha relación con el principio de capacidad contributiva, de manera
tal que la carga tributaria sea directamente proporcional a la capacidad económica de los concretos particulares que se ven
afectados por el tributo. De ahí la necesidad, por ejemplo, de que la alícuota sobre la base imponible sea establecida en un
valor numérico porcentual.

Exp. N.° 0029-2004-AI/TC

49. No es, pues, la pertenencia o no a un determinado régimen pensionario el factor que deba tenerse en cuenta para
determinar si la cláusula de igualdad en materia de tributos ha sido afectada por la ley impugnada, sino, antes bien, si el
principio de capacidad contributiva ha sido desconocido por el legislador al regular el tributo cuya inconstitucionalidad se
reputa.

Exp. N.° 0029-2004-AI/TC


Igualdad. Proscripción de discriminación sexual

87. Este Colegiado considera que el artículo 269 del CJM es inconstitucional por las razones siguientes:

a) En primer lugar, es inconstitucional el segundo párrafo del artículo 269, en cuanto prevé que: “Si se ejerciere violencia,
amenaza, abuso de autoridad o cualquier otro medio de intimidación o coerción para perpetrar el delito (contra la libertad
sexual), será reprimido, además, si fuese oficial, con pena de prisión, aplicándose la pena de expulsión como accesoria. En
los individuos de tropa se tendrá en circunstancia como atenuante”.

En la Nº STC 0017-2003-AI/TC, este Colegiado ha precisado que, de conformidad con el artículo 173 de la Constitución
Política del Estado, el ámbito de la justicia militar está estrictamente restringido al juzgamiento de los denominados “delitos
de función”. En efecto, allí enfatizó (F.J. Nº 110 y sgtes.) que lo que caracteriza al delito de función no es la condición de
militar del agente activo, sino la infracción de bienes jurídicos propios de las instituciones castrenses. Evidentemente, el
bien protegido en el segundo párrafo del artículo 269 de la Constitución no compromete ningún bien jurídico de dichos
institutos castrenses sino, concretamente, la libertad sexual de quien padece contra su voluntad el acto sexual.

b) En segundo lugar, es inconstitucional que el juzgamiento y la sanción por la práctica de un “acto deshonesto” y “contra
natura” se haya confiado a la justicia militar. Como se ha sostenido precedentemente, si entre las instituciones
“administración” y “justicia” militar no existe equiparidad, entonces la calificación y enjuiciamiento de conductas de esa
naturaleza no puede estar confiada a un órgano al cual se ha encargado el juzgamiento y la sanción de los delitos de función.

c) En tercer lugar, es inconstitucional, por afectar el principio de igualdad, que solo se haya previsto como una conducta
antijurídica no importa ahora si en el sentido de naturaleza disciplinaria o como figura delictiva– la práctica de un acto
deshonesto contra una persona del mismo sexo, y no, por el contrario, con igual razón, la práctica deshonesta contra una
persona de sexo diferente. Si lo antijurídico es la práctica de una conducta deshonesta, no existe razón objetiva ni base
razonable, para que se sancione solo las efectuadas entre personas del mismo sexo.

d) En cuarto lugar, es inconstitucional, por ser desproporcionado (además de no constituir un delito de función), que se haya
previsto como delito la práctica de un acto deshonesto. Acto inconstitucional, además, por violar el principio de legalidad
penal y, particularmente, la exigencia de lex certa, pues con la expresión “acto deshonesto” no se precisa la conducta
considerada como prohibida.

e) En quinto lugar, es inconstitucional la fracción de disposición que señala que si el acto deshonesto es practicado por un
miembro de la tropa, la sanción será la prisión. Inconstitucional porque, por un lado, frente a una conducta que no constituye
un delito de función, se ha previsto la posibilidad de restringir la libertad individual de una persona; y, por otro, porque ella
afecta el principio de legalidad de la pena, puesto que no contempla ni un mínimo ni un máximo de lapso temporal que
pueda durar la prisión. Mutatis mutandis, este último criterio es extensivo al caso de la prisión que se pueda decretar cuando
el sujeto activo sea un oficial de los institutos castrenses.

g) Y, finalmente, es inconstitucional, por afectar el principio de igualdad, que se haya previsto que los actos sexuales contra
natura, realizados en sede militar, sean considerados como faltas disciplinarias y/o delitos (según se trate de un oficial o
miembro de la tropa), y no se haya previsto en iguales términos –en rigor, como un supuesto de falta disciplinaria–, la
práctica, en general, de cualquier relación sexual en sede militar, no destinada a esos fines.

Exp. Nº. 001-96-I-TC


Igualdad. Diferenciación en las tarifas de transporte público

64.A la luz del principio de idoneidad o adecuación, debe analizarse si con el establecimiento de los pases libres y pasajes
diferenciados, se persigue un fin constitucionalmente legítimo y si, para ello, dicha medida es idónea. Para este Colegiado,
no cabe duda que la norma persigue objetivos constitucionales legítimos; esto es, se busca concretar el mandato de los
artículos 44 y 59 que declaran que: “(...) El Estado promueve el bienestar general que se fundamenta en la justicia y en el
desarrollo integral y equilibrado de la nación (...)”; “(...) El Estado brinda oportunidades de superación a los sectores que
sufren cualquier desigualdad (...)”.

Exp. Nº 0034-2004-PI/TC

65. Es así como la Constitución reconoce un resguardo especial a aquellos casos que presumiblemente generan las
mayores causas de trato discriminatorio (artículo 2.2 Constitución); en nuestro ordenamiento jurídico, la revisión de la
legislación en materia de transporte urbano e interurbano da cuenta de que existe un tradicional reconocimiento a
determinados sectores de la población (estudiantes, bomberos y policías), que por circunstancias económicas y sociales,
necesitan mayores facilidades por parte del Estado para acceder al servicio.

Exp.Nº. 001-96-I-TC
Igualdad. Principio de razonabilidad y proporcionalidad

26. De lo anterior se concluye que el principio de razonabilidad y de proporcionalidad, en cuanto par conceptual para
examinar la constitucionalidad de los supuestos de eventual discriminación, comprenden los siguientes aspectos:
determinación de la finalidad del tratamiento diferenciado, examen de idoneidad y de necesidad.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Igualdad. Razonabilidad de la medida diferenciadora

6. La igualdad ante la ley es un principio constitucional a la vez que un derecho subjetivo que garantiza el trato igual de los
iguales y el desigual de los desiguales. En ese sentido, y con el objeto de determinar cuándo se está frente a una medida
que implica un trato desigual no válido a la luz de cláusula de la igualdad, la medida diferenciadora no solo debe sustentarse
en una base objetiva, sino, además, encontrarse conforme con el test de razonabilidad. Mediante este test se controla si el
tratamiento diferenciado está provisto de una justificación. En segundo lugar, si entre la medida adoptada y la finalidad
perseguida existe relación. Y, finalmente, determinar si se trata de una medida adecuada y necesaria, esto es, si respeta el
principio de proporcionalidad.

ACCIÓN DE AMPARO - Exp. N° 649-2002-AA/TC -Lima


Igualdad. Juicio de razonabilidad

23. En este contexto, la razonabilidad aparece como una exigencia de fundamento, de una razón o base que justifique el
tratamiento diferente. Aquí, el tratamiento diferente aparece como un medio para la prosecución de una finalidad. La
comprensión del principio de razonabilidad en estos términos ha sido acogida por este Tribunal cuando ha manifestado que:
“Por virtud del principio de razonabilidad se exige que la medida restrictiva se justifique en la necesidad de preservar,
proteger o promover un fin constitucionalmente valioso. Es la protección de fines constitucionalmente relevantes la que, en
efecto, justifica una intervención estatal en el seno de los derechos fundamentales. Desde esta perspectiva, la restricción
de un derecho fundamental satisface el principio de razonabilidad cada vez que esta persiga garantizar un fin legítimo y,
además, de rango constitucional”.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Igualdad. Razonabilidad y proporcionalidad
151. En efecto, como se ha mencionado, más allá de los diferentes significados que ha asumido la razonabilidad tanto en
doctrina como en jurisprudencia comparada, de los que puede dar muestra la jurisprudencia de este Colegiado, cabe
destacar, prima facie, que en el ámbito del juicio de igualdad una medida que establezca un trato diferente será razonable
sólo cuando haya superado el juicio de proporcionalidad. Por ello, el principio de proporcionalidad se constituye, a su vez,
en un mecanismo (medio) que sirve para llegar a una decisión razonable (fin), es decir, a una decisión ponderada y
equilibrada.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC
Igualdad. Pasos a seguir en el test de igualdad

128. Con la finalidad de evaluar si una medida limitativa de derechos o principios constitucionales resulta conforme con el
principio-derecho de igualdad establecido en la Norma Fundamental, es necesario someter esta medida a una evaluación
estructurada en distintos pasos. Dicha evaluación es entendida, a juicio de este Tribunal, como un test de igualdad, el cual
será desarrollado a continuación, para luego aplicarlo en el examen de la disposición legal cuestionada.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC
Igualdad. Acto que descrimina a la mujer por razón de su estado de gravidez es nulo

3. La discriminación por razón de sexo comprende aquellos tratamientos peyorativos que se fundan no sólo en la pura y
simple constatación del sexo de la víctima, sino en la concurrencia de razones o circunstancias que tengan con el sexo de
la persona una conexión directa e inequívoca. Tal como sucede con el embarazo, elemento o factor diferencial que, en tanto
que hecho biológico incontrovertible, incide de forma exclusiva sobre las mujeres. Por lo tanto, cualquier distinción de trato
(distinción, exclusión o restricción) en el ámbito público o privado que sea desfavorable para la mujer por razón de su estado
de gravidez, debido a que le impide injustificadamente gozar o ejercer los derechos fundamentales de que es titular,
constituye un acto discriminatorio que es nulo de pleno de derecho por contravenir el inciso 2) del artículo 2. ° de la
Constitución.

Exp. N.° 01151-2010-PA/TC


Igualdad. Igualdad ante la ley y justificación de normas diferenciadoras

4. El artículo 2º, inciso 2), de la Constitución establece que toda persona tiene derecho “A la igualdad ante la ley. Nadie
debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra
índole”. Al respecto, como lo ha señalado anteriormente este Colegiado en la sentencia recaída en el Expediente N.º 0018-
2003-AI, “(...) el principio de igualdad no se encuentra reñido con el reconocimiento legal de la diferencia de trato, en tanto
ésta se sustente en una base objetiva, razonable, racional y proporcional. El tratamiento jurídico de las personas debe ser
igual, salvo en lo atinente a la diferencia de sus `calidades accidentales´ y a la naturaleza de las cosas que las vinculan
coexistencialmente”. Asimismo, “el principio de igualdad no impide al operador del derecho determinar, entre las personas,
distinciones que expresamente obedezcan a las diferencias que las mismas circunstancias prácticas establecen de manera
indubitable (…). Un texto normativo es coherente con los alcances y el sentido del principio de igualdad cuando, ab initio,
su imperio regulador se expande a todas las personas en virtud de no acreditar ningún atisbo de discriminación; por ende,
luego de haber satisfecho dicha prioridad, adjudica beneficios o castigos diferenciadamente, a partir de rasgos distintivos
relevantes. “(...) la noción de igualdad ante la ley no se riñe con la existencia de normas diferenciadoras, a condición de que
se acredite: a) la existencia de distintas situaciones de hecho y, por ende, la relevancia de la diferenciación; b) la acreditación
de una finalidad específica; c) la existencia de razonabilidad, es decir, su admisibilidad desde la perspectiva de los preceptos,
valores y principios constitucionales; d) la existencia de proporcionalidad; es decir, que la consecuencia jurídica
diferenciadora sea armónica y correspondiente con los supuestos de hecho y la finalidad; y e) la existencia de racionalidad,
es decir, la coherencia entre los supuestos de hecho, el medio empleado y la finalidad que se persigue”.

Exp. N.° 05301-2008-PA/TC


Igualdad. Derecho-principio de no discriminación religiosa

19. El derecho-principio genérico de igualdad ante la ley y la prohibición de toda clase de discriminación tiene su
especificidad en materia religiosa en el derecho-principio de no discriminación o de igualdad religiosa, reconocido en el
artículo 2°, inciso 2, de la Constitución. Conforme a esta norma: “Toda persona tiene derecho: (…) A la igualdad ante la ley.
Nadie puede ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier
otra índole” (énfasis agregado).

Exp. N.º 00002-2010-CC/TC


Igualdad. Como principio y derecho fundamental

10. Tal como este Tribunal ha enfatizado en reiteradas ocasiones, la igualdad consagrada constitucionalmente, detenta una
doble condición, a saber, la de principio, y, a su vez, la de derecho fundamental. En cuanto principio, constituye el enunciado
de un contenido material objetivo que, en tanto componente axiológico del fundamento del ordenamiento constitucional,
vincula de modo general y se proyecta sobre todo el ordenamiento jurídico. En cuanto derecho fundamental, constituye el
reconocimiento de un auténtico derecho subjetivo, esto es, la titularidad de la persona sobre un bien constitucional (la
igualdad) oponible a un destinatario. Se trata del reconocimiento de un derecho a no ser discriminado por razones proscritas
por la propia Constitución (origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica) o por otras (“motivo” “de
cualquier otra índole”) que, jurídicamente, resulten relevantes (Cfr. SSTC 0045-2004-PI, F. J. 20; 0027-2006-PI, F. J. 4;
0033-2007-PI, F. J. 57, entre otras).

Exp. N. º 0024-2010-PI/TC
Igualdad. Imponer a algunos detención preventiva o preliminar y a otros medida restrictiva de vigilancia con
fiscalización de institución constituye un trato diferenciado

20. Ahora bien, a juicio del Tribunal Constitucional, si la medida que determina un trato diferenciado viola manifiestamente
el contenido constitucionalmente protegido de un principio o derecho fundamental, su declaración de inconstitucionalidad
será imperativa, con prescindencia de si ella persigue o no una finalidad constitucionalmente legítima. En tal circunstancia,
la invalidez constitucional de la medida diferenciadora en sí misma, estará determinada por su violación flagrante del
principio o derecho constitucional concernido y, por derivación, por violar el principio-derecho a la igualdad.

Por ello, en vista de que los artículos 3.2 —literal a) y literal b), in fine— y 3.4, y la Tercera Disposición Complementaria
Final del Decreto Legislativo N.º 1097, interpretados en conjunto, dan lugar a un trato diferenciado constitucionalmente
inválido, resultan, a su vez, violatorios del principio-derecho a la igualdad, reconocido en el artículo 2º, inciso 2, y en el
primer párrafo del artículo 103º de la Constitución.

Exp. N. º 0024-2010-PI/TC
Igualdad. Sobreseimiento de militares y fiscales por superación de plazo máximo de la instrucción lesiona
derecho a la igualdad

40. Así planteadas las cosas, a juicio del Tribunal Constitucional, son distintas las razones que permiten sostener la
inconstitucionalidad del artículo 6.2 del Decreto Legislativo N.º 1097:

a) A pesar de que, en apariencia, el precepto pretende proteger el contenido constitucionalmente protegido del derecho
fundamental a que el proceso penal no se extienda más allá de un plazo razonable, exige al juez penal dictar el
sobreseimiento por la sola superación del plazo máximo de la instrucción. Ello, tal como se ha referido, no guarda
correspondencia con el contenido del aludido derecho —el cual se encuentra relacionado con la duración del proceso in
toto— ni con ningún otro derecho de relevancia constitucional. Tal circunstancia, permite sostener que el artículo en cuestión
limita sensiblemente el derecho fundamental a la verdad, al debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva (artículo 139º,
inciso 3, de la Constitución), sin finalidad constitucionalmente válida alguna, lo cual evidencia su irrazonabilidad y
consecuente inconstitucionalidad.

Desde luego, lo expuesto no significa sostener que la superación de los plazos fijados en el artículo 202º del Código de
Procedimientos Penales, carezca de relevancia alguna. Estando fijados por el legislador dentro del marco de lo
constitucionalmente posible, es obligación de los jueces penales respetarlos escrupulosamente, bajo apercibimiento de que,
en caso contrario, se les impongan sanciones ejemplares que desmotiven objetivamente dicha conducta en el futuro. De
hecho, a ello parece apuntar el propio artículo 202º, al establecer que el juez penal no debe superar dichos plazos, “bajo su
responsabilidad personal y la de los magistrados que integran la Sala Superior”. Resulta tan sólo que, por no implicar dichos
plazos desarrollo directo de derecho fundamental alguno, su superación irregular no puede dar lugar al sobreseimiento de
la causa, pues ello implicaría afectar otros derechos fundamentales irrazonablemente.
b) Lo expuesto en el primer párrafo del literal anterior, resulta singularmente grave, si se toma en cuenta que, de acuerdo al
precepto analizado, el sobreseimiento debe ser dictado en un proceso en el que se investiga la grave violación de derechos
humanos. En otros términos, el artículo exige que presentada una afectación del sistema de carácter meramente legal, se
archive el procesamiento por una causa en la que se investigan sucesos y se busca determinar a los responsables por la
muy grave afectación del cuadro más esencial de valores que reconoce la Norma Fundamental y los tratados internacionales
de derechos humanos, generando la renuncia del Estado a cumplir con los mandatos de los artículos 1.1 y 2 de la
Convención Americana de Derechos Humanos, y su deber de “garantizar la plena vigencia de los derechos humanos”
(artículo 44º de la Constitución). Ello, desde luego, hace que la irrazonabilidad e inconstitucionalidad en la que incurre el
artículo analizado alcance márgenes de singular entidad.

c) Por otra parte, por vía del precepto en cuestión, el plazo razonable ha pretendido ser fijado en abstracto, es decir,
renunciando a toda valoración en función de las características de cada caso, lo cual no guarda correspondencia con las
características del derecho fundamental que supuestamente se pretende proteger, y viola el principio de independencia en
el ejercicio de la función jurisdiccional (artículo 139º, inciso 2, de la Constitución).

d) Como se ha quedado establecido, se trata de una medida de la que sólo gozan los militares y policías acusados de
graves violaciones a los derechos humanos. Se trata además, según se ha sustentado, de una medida que viola los
derechos fundamentales a la verdad, al debido proceso, a la tutela jurisdiccional efectiva, a la independencia judicial y el
deber del Estado peruano de investigar y sancionar las graves violaciones a los derechos humanos. En consecuencia, se
trata, a su vez, de un trato que viola el principio-derecho a la igualdad, reconocido en el artículo 2º, inciso 2, y en el primer
párrafo del artículo 103º de la Constitución.

e) De acuerdo a la Segunda Disposición Final del Decreto Legislativo N.º 1097, la declaración del sobreseimiento por
superación del plazo máximo de la instrucción, puede, además, ser declarada en cualquier estado en el que se encuentre
el proceso. En otras palabras, aún cuando haya precluido la etapa instructiva o de investigación y el proceso se encuentre,
por ejemplo, en la etapa del juicio oral o juzgamiento, la causal podría ser alegada y el sobreseimiento declarado. A juicio
del Tribunal Constitucional, ello supone una flagrante violación del artículo 103º de la Constitución que prohíbe, salvo
determinadas excepciones, la aplicación retroactiva de la ley, máxime si, tratándose de un regla procesal, atenta contra el
principio tempus regit actum.

Verdad es que podría alegarse la favorabilidad material de la medida, y pretenderse su aplicación retroactiva. No obstante,
ésta sería una pretensión carente de posibilidad de éxito, puesto que —y sin perjuicio de lo discutible que pudiera resultar,
en este caso, su condición de norma procesal o material— la aplicación retroactiva de la norma penal más favorable, prevista
en el artículo 103º de la Constitución, como no podía ser de otro modo, se encuentra condicionada a que dicha norma
resulte constitucional, lo que, según quedó dicho, no ocurre con el artículo 6.2 del Decreto Legislativo N.º 1097. En palabras
de este Tribunal, “el principio de aplicación retroactiva de la ley penal más favorable no puede ser interpretado desde la
perspectiva exclusiva de los intereses del penado [o procesado]. Si tal fuera el caso, toda ley más favorable, incluso aquellas
inconstitucionales, inexorablemente deberían desplegar sus efectos retroactivos (…). [L]as leyes inconstitucionales que
conceden algún beneficio (…) no podrán desplegar tales efectos porque, siendo el control difuso un poder-deber de toda la
judicatura (artículo 138º de la Constitución), el juez a quien se solicite su aplicación retroactiva deberá inaplicarla por resultar
incompatible con la Constitución. La retroactividad benigna sustentada en una ley inconstitucional carece de efectos
jurídicos” (Cfr. STC 0019-2005-PI, F. J. 52).

Exp. N. º 0024-2010-PI/TC
Igualdad. Concepción formal o negativa y material o positiva

9. La igualdad, por lo demás, es un derecho que, como lo tiene definido este Colegiado, responde a dos tipos de concepción.
Una formal o negativa y otra material o positiva. Mientras que con la primera se trata de evitar la discriminación por motivos
o circunstancias de suyo personales (raza, sexo, opinión, religión, idioma, etc.), con la segunda se pretende garantizar que
la condición personal distintiva con la que todo ser humano se ve acompañado a lo largo de su vida no sea un obstáculo o
impedimento para recibir trato igual al de sus propios semejantes. En dicho contexto, el Estado y la sociedad (incluso los
particulares) adquieren un rol protagónico pues antes que abstenerse (perspectiva meramente negativa), deben actuar
promoviendo condiciones a favor de los derechos (perspectiva positiva).

Exp. Nº 05680-2009-PA/TC
Igualdad. Constitucionalidad de medidas de diferenciación razonables y justas

11. En el contexto descrito, cabe entonces apreciar que la igualdad en cualquiera de sus dos variantes (sea que se presente
como un derecho, sea que se presente como principio) asume un rol capital dentro del esquema constitucional. Bien que
trascendente debe ser, sin embargo, adecuadamente entendida en todos sus alcances. De acuerdo con ellos y como ya se
ha dicho, su invocación no significa la proscripción absoluta de cualquier forma o expresión de trato desigual, sino
específicamente de aquellas que no obedezcan a motivaciones objetivas o elementalmente razonables (justas). Por
consiguiente, no está prohibido que el Estado, la sociedad o los individuos en particular puedan introducir tratamientos
diferenciados, sino que dichas diferenciaciones resulten irracionales, grotescas o arbitrarias, sea por no poseer un elemento
objetivo que las justifique o una justificación razonable que las respalde.

Exp. Nº 05680-2009-PA/TC
Igualdad. Contenido constitucional

7. En diversas oportunidades este Tribunal ha hecho referencia al contenido constitucionalmente protegido de la igualdad
jurídica. En la STC 00045-2004-AI/TC, recordamos que la igualdad

“detenta una doble condición, de principio y de derecho fundamental. En cuanto principio, constituye el enunciado de un
contenido material objetivo que, en tanto componente axiológico del fundamento del ordenamiento constitucional, vincula
de modo general y se proyecta sobre todo el ordenamiento jurídico. En cuanto derecho fundamental, constituye el
reconocimiento de un auténtico derecho subjetivo, esto es, la titularidad de la persona sobre un bien constitucional, la
igualdad, oponible a un destinatario. Se trata de un derecho a no ser discriminado por razones proscritas por la propia
Constitución (origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica) o por otras (“motivo” “de cualquier otra
índole”) que, jurídicamente, resulten relevantes” [F.J. Nº 20].

Exp. N.º 00019-2010-PI/TC

2. La igualdad, como derecho fundamental, está consagrada por el artículo 2.2º de la Constitución de 1993, de acuerdo al
cual: “(...) toda persona tiene derecho (…) a la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza,
sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”. Contrariamente a lo que pudiera
desprenderse de una interpretación literal, se trata de un derecho fundamental que no consiste en la facultad de las personas
para exigir un trato igual a los demás, sino de que sean tratadas de igual modo a quienes se encuentran en una idéntica
situación.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC

4. El artículo 2º, inciso 2), de la Constitución reconoce el derecho-principio de igualdad, que será vulnerado cuando el trato
desigual carezca de una justificación objetiva y razonable, configurándose así un acto de discriminación [STC 0048-2004-
PI/TC].

Exp. N.º 04482-2011-PA/TC


Igualdad. Como derecho fundamental y principio rector

4. Sin embargo, la igualdad, además de ser un derecho fundamental, es también un principio rector de la organización del
Estado Social y Democrático de Derecho y de la actuación de los poderes públicos. Como tal, comporta que no toda
desigualdad constituye necesariamente una discriminación, pues no se proscribe todo tipo de diferencia de trato en el
ejercicio de los derechos fundamentales; la igualdad solamente será vulnerada cuando el trato desigual carezca de una
justificación objetiva y razonable. La aplicación, pues, del principio de igualdad, no excluye el tratamiento desigual; por ello,
no se vulnera dicho principio cuando se establece una diferencia de trato, siempre que se realice sobre bases objetivas y
razonables.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC


Igualdad. Acciones afirmativas a favor de grupos vulnerables

12. Como este Tribunal ha expresado en reiteradas oportunidades “hoy en día la igualdad expresa una concepción propia
del Estado Democrático y Social de Derecho. […] En su dimensión liberal, la idea de igualdad conlleva la prohibición de
arbitrio, tanto en el momento de creación de la norma que introduce la diferencia como en el de su aplicación. La igualdad,
desde la perspectiva del principio democrático, excluye que ciertas minorías o grupos sociales en desventaja puedan
quedarse ´aislados y sin voz`. Desde el punto de vista social, la idea de igualdad legitima un derecho desigual a fin de
garantizar a individuos y grupos desventajados una igualdad de oportunidades” (STC 0004-2006-PI/TC, FJ. 114).

El principio-derecho de igualdad no puede abordarse unidimensionalmente, como una mera exigencia de trato paritario
entre personas situadas en condiciones idénticas o similares. La evolución del Estado Constitucional, que ha incorporado
las exigencias éticas derivadas del principio de dignidad humana, imponen que este principio alcance un contenido más
amplio, que incluya la necesidad de realizar acciones positivas tendientes a equiparar a las personas en la satisfacción de
sus derechos y necesidades básicas. De este modo, el principio de igualdad, visto en su dimensión sustantiva, exige que
se brinden a las personas las mismas oportunidades para el goce real y efectivo de los derechos fundamentales que la
Constitución reconoce. Esta exigencia, por lo demás, vale tanto para la equiparación de derechos civiles básicos, como el
derecho a la defensa en juicio (que puede requerir del Estado una acción positiva, en el caso de litigantes o procesados sin
recursos económicos), de derechos políticos, como el derecho al voto y a la participación política (donde las medidas de
discriminación positiva a favor de poblaciones tradicionalmente excluidas, como el caso de las cuotas electorales, son
frecuentes), y de derechos sociales, como el derecho a la alimentación, salud, vivienda o educación (donde la necesidad
de medidas positivas que favorezcan a personas que no tienen satisfechas estas necesidades básicas es más urgente).
Como ha sostenido este Tribunal:

“El principio de igualdad en el Estado constitucional exige del legislador una vinculación negativa o abstencionista y otra
positiva o interventora. La vinculación negativa está referida a la ya consolidada jurisprudencia de este Colegiado respecto
de la exigencia de “tratar igual a los que son iguales” y “distinto a los que son distintos”, de forma tal que la ley, como regla
general, tenga una vocación necesaria por la generalidad y la abstracción, quedando proscrita la posibilidad de que el
Estado, a través del legislador, pueda ser generador de factores discriminatorios de cualquier índole. Sin embargo, enfocar
la interpretación del derecho a la igualdad desde una faz estrictamente liberal, supondría reducir la protección constitucional
del principio de igualdad a un contenido meramente formal, razón por la cual es deber de este Colegiado, de los poderes
públicos y de la colectividad en general, dotar de sustancia al principio de igualdad reconocido en la Constitución. En tal
sentido, debe reconocerse también una vinculación positiva del legislador a los derechos fundamentales, de forma tal que
la ley esté llamada a revertir las condiciones de desigualdad o, lo que es lo mismo, a reponer las condiciones de igualdad
de las que la realidad social pudiera estarse desvinculando, en desmedro de las aspiraciones constitucionales” (STC 0004-
2006-PI/TC, FJ. 120).

Exp. N. º 0033-2010-PI/TC

6. Por otro lado, debe tenerse en consideración que el Estado en algunas oportunidades promueve el trato diferenciado de
un determinado grupo social, otorgándoles ventajas, incentivos o, en general, tratamientos más favorables. Esto es lo que
en doctrina constitucional se conoce como “discriminación positiva o acción positiva –affirmative action–”. La finalidad de
esta acción afirmativa no es otra que compensar jurídicamente a grupos marginados económica, social o culturalmente;
persigue, pues, que dichos grupos puedan superar la inferioridad real en la que se encuentran con acciones concretas del
Estado.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC


Igualdad. Diferenciación y discriminación

41. Estas precisiones deben complementarse con el adecuado discernimiento entre dos categorías jurídico-constitucionales,
a saber, diferenciación y discriminación. En principio, debe precisarse que la diferenciación está constitucionalmente
admitida, atendiendo a que no todo trato desigual es discriminatorio; es decir, se estará frente a una diferenciación cuando
el trato desigual se funde en causas objetivas y razonables. Por el contrario, cuando esa desigualdad de trato no sea ni
razonable ni proporcional, estaremos frente a una discriminación y, por tanto, frente a una desigualdad de trato
constitucionalmente intolerable.

Exp. N.° 02835-2010-PA/TC

5. Estas precisiones deben complementarse con el adecuado discernimiento entre dos categorías jurídico-constitucionales,
a saber, diferenciación y discriminación. En principio, debe precisarse que la diferenciación está constitucionalmente
admitida, atendiendo a que no todo trato desigual es discriminatorio; es decir, se estará frente a una diferenciación cuando
el trato desigual se funde en causas objetivas y razonables. Por el contrario, cuando esa desigualdad de trato no sea ni
razonable ni proporcional, se estará frente a una discriminación y, por tanto, ante una desigualdad de trato
constitucionalmente intolerable.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC

5. El principio-derecho de igualdad distingue dos manifestaciones relevantes: la igualdad en la ley y la igualdad en la


aplicación de la ley. La primera manifestación constituye un límite para el legislador, mientras que la segunda se configura
como límite del actuar de los órganos jurisdiccionales o administrativos, exigiendo que los mismos, al momento de aplicar
las normas jurídicas, no atribuyan distintas consecuencias jurídicas a dos supuestos de hecho que sean sustancialmente
iguales (Cfr. STC Nº 0004-2006-PI/TC, fundamentos 123 y 124). El presente caso se configura como uno de igualdad en la
aplicación de la ley.

Exp. N.º 04482-2011-PA/TC


Igualdad. Ante la ley y en la ley

39. Constitucionalmente, el derecho a la igualdad tiene dos facetas: igualdad ante la ley e igualdad en la ley. La primera de
ellas quiere decir que la norma debe ser aplicable, por igual, a todos los que se encuentren en la situación descrita en el
supuesto de la norma; mientras que la segunda implica que un mismo órgano no puede modificar arbitrariamente el sentido
de sus decisiones en casos sustancialmente iguales, y que cuando el órgano en cuestión considere que debe apartarse de
sus precedentes, tiene que ofrecer para ello una fundamentación suficiente y razonable [Hernández Martínez, María. «El
principio de igualdad en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional español (como valor y como principio en la aplicación
jurisdiccional de la ley)». En Boletín Mexicano de Derecho Comparado, N.° 81, Año XXVII, Nueva Serie, setiembre-
diciembre, 1994. pp. 700-701].

Exp. N.° 02835-2010-PA/TC

3. Constitucionalmente, el derecho a la igualdad tiene dos facetas: igualdad ante la ley e igualdad en la ley. La primera de
ellas quiere decir que la norma debe ser aplicable por igual a todos los que se encuentren en la situación descrita en el
supuesto de la norma; mientras que la segunda implica que un mismo órgano no puede modificar arbitrariamente el sentido
de sus decisiones en casos sustancialmente iguales, y que cuando el órgano en cuestión considere que debe apartarse de
sus precedentes, tiene que ofrecer para ello una fundamentación suficiente y razonable.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC


Igualdad. Legislador y su vinculación negativa (abstencionista) y positiva (interventora)

11. Ha de recordarse, igualmente, que el contenido protegido por el derecho a la igualdad ante la ley imponía al legislador
tanto una vinculación negativa o abstencionista y otra positiva o interventora. La primera de ellas, la vinculación negativa,
está referida a la exigencia de “tratar igual a los que son iguales” de forma tal que la ley, como regla general, tenga una
vocación necesaria por la generalidad y la abstracción, quedando proscrita la posibilidad de que el Estado, a través del
legislador, pueda ser generador de factores discriminatorios de cualquier índole. En tanto que en su vinculación positiva, el
derecho de igualdad ante la ley exige del legislador dictar medidas orientadas a revertir las condiciones de desigualdad
material “o, lo que es lo mismo, a reponer las condiciones de igualdad de las que la realidad social pudiera estarse
desvinculando, en desmedro de las aspiraciones constitucionales” [fundamento 11]. Con base en ello, se precisó que

“… cuando el artículo 103° de la Constitución prevé la imposibilidad de dictar leyes especiales “en razón de las diferencias
de las personas”, abunda en la necesaria igualdad formal prevista en el inciso 2) de su artículo 2°, según la cual el legislador
no puede ser generador de diferencias sociales; pero en modo alguno puede ser interpretado de forma que se limite el
derecho y el deber del Estado de, mediante “acciones positivas” o “de discriminación inversa”, ser promotor de la igualdad
sustancial entre los individuos” [fundamento 12].

Exp. N.º 00030-2010-PI/TC


Test de igualdad. Primer paso: Verificación de la diferenciación legislativa

129. En este primer nivel, debe analizarse si el supuesto de hecho acusado de discriminación es igual o diferente al supuesto
de hecho que sirve de término de comparación (tertium comparationis). De resultar igual, la medida legislativa que contiene
un tratamiento diferente deviene en inconstitucional por tratar diferente a dos supuestos de hecho que son similares. De
resultar diferente, entonces debe proseguirse con los siguientes pasos del test de igualdad, pues el hecho de que se dé un
tratamiento legislativo diferente a dos situaciones jurídicas distintas no implica que tal medida sea constitucional, pues debe
aún superar los siguientes pasos del mencionado test.

Exp. Nº001-96-I-TC

130. Sobre el particular, cabe mencionar que el Tribunal Constitucional Federal Alemán, ha sostenido, en criterio que
comparte este Colegiado que “el derecho fundamental a la igualdad ante la ley es violado cuando un grupo de destinatarios
de la norma, por comparación a otros grupos, es tratado de forma distinta, siempre que entre estos grupos no existan
diferencias de tal clase y de tal peso que permitan justificar la diferencia de trato”.[29] En este primer paso, el juicio de
igualdad se identifica con la necesidad de determinar la semejanza o diferencia entre las situaciones jurídicas que se
comparan.

Exp .Nº001-96-I-TC
Test de igualdad. Interveción en la igualdad

34. La intervención en la igualdad. La intervención consiste en una restricción o limitación de derechos subjetivos orientada
a la consecución de un fin del poder público. En tanto supone una relación finalista, la intervención del legislador aparece
como opción legislativa, un medio del que aquel se sirve para la obtención de un fin. La intervención en la igualdad consiste
en la introducción de un trato diferenciado a los destinatarios de la norma que, en cuanto medio, está orientada a la
consecución de un fin y que, prima facie, aparece como contraria a la prohibición de discriminación.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Test de igualdad. Segundo paso: determinación del nivel de intensidad de la intervención en la igualdad

132. Como lo ha sostenido este Colegiado, en este paso deben evaluarse los diferentes grados o intensidades de la medida
legislativa que va a intervenir en el principio-derecho de igualdad. Así:

a) Una intervención es de intensidad grave cuando la discriminación se sustenta en alguno de los motivos proscritos por la
propia Constitución (artículo 2, inciso 2: origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica) y, además, tiene
como consecuencia el impedimento del ejercicio o goce de un derecho fundamental (v.gr. derecho a la participación política)
o un derecho constitucional.

b) Una intervención es de intensidad media cuando la discriminación se sustenta en alguno de los motivos proscritos por la
propia Constitución (artículo 2°, inciso 2: origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica) y, además, tiene
como consecuencia el impedimento del ejercicio o goce de un derecho de rango meramente legal o el de un interés legítimo.

c) Una intervención es de intensidad leve cuando la discriminación se sustenta en motivos distintos a los proscritos por la
propia Constitución y, además, tiene como consecuencia el impedimento del ejercicio o goce de un derecho de rango
meramente legal o el de un interés legítimo.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

36. La relevancia de la determinación de la intensidad de la intervención en la igualdad radica en que se trata de una variable
a ser empleada en el análisis del principio de necesidad y de proporcionalidad en sentido estricto. En efecto, por una parte,
en el análisis del subprincipio de necesidad se ha de proceder a una comparación entre las intensidades de la intervención
del medio adoptado por el legislador y del medio hipotético para, según ello, examinar si este último es de menor intensidad
o no respecto al primero. Por otra parte, en el examen de ponderación o proporcionalidad en sentido estricto, la intensidad
de la intervención en la igualdad constituye una variable que ha de compararse con la intensidad o grado de realización u
optimización del fin constitucional.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Test de igualdad. Tercer paso: verificación de la existencia de un fin constitucional en la diferenciación

133. La existencia de una diferente regulación normativa o de un trato distinto deben ser apreciadas en relación con la
finalidad constitucional de la medida legal adoptada sobre una determinada materia. El establecimiento de una
diferenciación jurídica ha de perseguir siempre un fin constitucional. Si la medida legislativa que establece un trato diferente
a supuestos de hecho diferentes no contiene un fin constitucional, entonces tal medida resulta inconstitucional. Si contiene
un fin constitucional, entonces corresponde avanzar al siguiente paso.

Exp. Nº001-96-I-TC

137. De presentarse un caso que ofrezca dudas en cuanto a la identificación de la legitimidad de la finalidad del trato
legislativo diferenciado, atendiendo a la mencionada presunción de constitucionalidad de la ley, debe considerarse que la
diferenciación contiene, prima facie, un fin constitucional.

Exp. Nº 001-96-I-TC

138. Si bien puede identificarse un fin constitucional en la diferenciación efectuada por el Legislador, ello no implica que la
medida adoptada no vulnere el principio-derecho de igualdad, pues hace falta verificar si resulta proporcional, aspecto que
debe verificarse en los siguientes tres pasos.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

37. La finalidad del tratamiento diferente. El fin del tratamiento diferenciado comprende dos aspectos que deben ser
distinguidos: objetivo y fin. El objetivo es el estado de cosas o situación jurídica que el legislador pretende conformar a través
del tratamiento diferenciado. La finalidad o fin viene a ser el derecho, principio o bien jurídico cuya realización u optimización
se logra con la conformación del objetivo. La finalidad justifica normativamente la legitimidad del objetivo del tratamiento
diferenciado.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC

126. En efecto, no basta que el legislador verifique que dos situaciones jurídicas son diferentes y que por tanto les puede
aplicar un tratamiento legal diferente, sino que también debe verificar si el fin que se pretende obtener con la diferenciación
legislativa es constitucional y si en todo caso la diferenciación legislativa resulta proporcional con el fin que se pretende
obtener, de manera que resulte razonable.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC
Test de igualdad. Juicio de proporcionalidad

125. Ya en el plano de la igualdad en la ley, cabe mencionar que el respectivo juicio de igualdad sobre la actuación del
legislador requiere de la verificación entre otros, del principio de proporcionalidad, toda vez que si bien el legislador puede,
en base a sus atribuciones constitucionales, establecer un trato diferente ante situaciones que sean diferentes, debe también
tomar en consideración si la medida dictada resulta proporcional con el fin que se pretende obtener. Por ello, el principio de
proporcionalidad se constituye en uno de los elementos esenciales a evaluar en el juicio de igualdad.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC
Test de igualad. Cuarto paso: examen de idoneidad

140. Este paso exige que la medida legislativa que establece la diferencia de trato deba ser congruente con el fin legítimo
que se trata de proteger. En otras palabras, se evalúa si la medida legislativa es idónea para conseguir el fin pretendido por
el Legislador. Por el contrario, si se verifica que la medida adoptada por el Legislador no guarda ninguna relación con el fin
que se trata de proteger, esta limitación resultará inconstitucional.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

141. El principio de igualdad exige, entre otros requisitos, que exista coherencia entre las medidas adoptadas y el fin
perseguido y, especialmente, que la delimitación concreta del grupo o categoría así diferenciada se articule en términos
adecuados a dicha finalidad.

Exp. Nº 001-96-I-TC
63. En reiterada jurisprudencia el Tribunal Constitucional ha utilizado el test de proporcionalidad para la evaluación de
medidas que presuponen afectación de unos bienes constitucionales a favor de otros (STC Nº 0016-2002-AI/TC, Nº 0008-
2003-AI/TC, Nº 0018-2003-AI/TC, entre otras). En ese sentido, de acuerdo a los presupuestos desarrollados en la STC Nº
0048-2004-AI/TC (regalías mineras), dicho test se desarrolla a través de tres subprincipios: de idoneidad o de adecuación;
de necesidad y de proporcionalidad en stricto sensu.

Exp. Nº 0034-2004-PI/TC

38. Examen de idoneidad. La idoneidad consiste en la relación de causalidad, de medio a fin, entre el medio adoptado, a
través de la intervención legislativa, y el fin propuesto por el legislador. Se trata del análisis de una relación medio-fin.
Tratándose del análisis de una intervención en la prohibición de discriminación, el análisis consistirá en examinar si el
tratamiento diferenciado adoptado por el legislador conduce a la consecución de un fin constitucional. En caso de que el
tratamiento diferenciado no sea idóneo, será inconstitucional.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Test de igualdad. Quinto paso: examen de necesidad

144. En cuanto al ámbito del examen de necesidad, la evaluación de la eventual vulneración de la igualdad por parte de
una disposición legal no debe realizarse del mismo modo y con el mismo rigor, dependiendo siempre del caso concreto. Tal
evaluación no va a tener la misma intensidad, por ejemplo, en el caso en que se alegue la vulneración del principio-derecho
de igualdad por una ley que establece que la inscripción de bienes inmuebles se realiza mediante formulario registral
legalizado por notario –y no mediante Escritura Pública– cuando el valor del inmueble no sea mayor a veinte Unidades
Impositivas Tributarias (UIT)[39]; que en aquel otro caso en el que se alegue la vulneración del principio-derecho de igualdad
por una ley que establece sanciones para efectivos militares por conductas homosexuales –y no por conductas
heterosexuales– que se realicen dentro o fuera del ámbito militar.[40] En el primero de los casos antes mencionados, existe
una mayor libertad de configuración del Legislador, constituyendo una intervención de intensidad leve. En el segundo, al
tratarse de una diferenciación legislativa por razón de sexo, constituye una intervención de intensidad grave.

Exp. Nº001-96-I-TC

145. Como ya ha mencionado en el segundo paso, existen determinadas materias que exigen un juicio de igualdad más
riguroso, que se va a plantear de modo especial en la evaluación de “necesidad” de la medida legislativa cuestionada. Así,
por ejemplo, cuando se trate de leyes que diferencian por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición
económica (artículo 2, inciso 2, de la Constitución) o cuando se trate de leyes que limiten el ejercicio de un derecho
fundamental, entre otros, el subprincipio de necesidad exige que la medida adoptada por el Legislador, para ser
constitucional, deba ser absolutamente indispensable para la consecución del fin legítimo, pues de existir una medida
alternativa que, siendo igualmente idónea para conseguir el mencionado fin, influya con menor intensidad en el respectivo
bien constitucional, entonces la medida legislativa cuestionada resultará inconstitucional.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

146. Situación distinta se aprecia respecto de materias que, a diferencia de las antes mencionadas, exigen un juicio de
igualdad flexible cuando se trate de ámbitos en los que la Constitución ha otorgado al Parlamento una amplia libertad de
configuración, por lo que en el caso de la evaluación de la necesidad de la medida legislativa cuestionada bastaba que esta
no sea manifiesta y evidentemente innecesaria.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

63. En reiterada jurisprudencia el Tribunal Constitucional ha utilizado el test de proporcionalidad para la evaluación de
medidas que presuponen afectación de unos bienes constitucionales a favor de otros (STC Nº 0016-2002-AI/TC, Nº 0008-
2003-AI/TC, Nº 0018-2003-AI/TC, entre otras). En ese sentido, de acuerdo a los presupuestos desarrollados en la STC Nº
0048-2004-AI/TC (regalías mineras), dicho test se desarrolla a través de tres subprincipios: de idoneidad o de adecuación;
de necesidad y de proporcionalidad en stricto sensu.

Exp. Nº 0034-2004-PI/TC
39. Examen de necesidad. Bajo este test ha de analizarse si existen medios alternativos al optado por el legislador que no
sean gravosos o, al menos, que lo sean en menor intensidad. Se trata del análisis de una relación medio-medio, esto es, de
una comparación entre medios; el optado por el legislador y el o los hipotéticos que hubiera podido adoptar para alcanzar
el mismo fin. Por esto, el o los medios hipotéticos alternativos han de ser igualmente idóneos.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Test de igualdad. Sexto paso: examen de proporcionalidad en sentido estricto

147. Finalmente, cabe mencionar que, en general, de acuerdo con el examen de proporcionalidad en sentido estricto,
también conocido con el nombre de ponderación, para que una intromisión en un derecho fundamental sea legítima, el
grado de realización de la finalidad legítima de tal intromisión debe ser, por lo menos, equivalente al grado de afectación del
derecho fundamental. En otros términos, la proporcionalidad en sentido estricto exige la comparación entre dos pesos o
intensidades: 1) aquel que se encuentra en la realización del fin de la medida legislativa diferenciadora; y, 2) aquel que
radica en la afectación del derecho fundamental de que se trate, de manera tal que la primera de estas deba ser, como se
ha mencionado, por lo menos, equivalente a la segunda.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

148. En el caso del test de igualdad, este subprincipio exige que, habiéndose determinado previamente el peso de los bienes
jurídicos en pugna, las ventajas que se vayan a obtener con la medida legislativa que establece una diferenciación deban
ser proporcionales con la intervención en otros bienes constitucionales, es decir, que el trato desigual no “sacrifique”
principios o derechos fundamentales (incluido el principio-derecho de igualdad) que tengan un mayor peso que el bien
constitucional que se quiere satisfacer mediante el aludido trato.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

150. De este modo, cuando el resultado del juicio de proporcionalidad indique que el fin constitucional de la medida
legislativa diferenciadora es, por lo menos, “equivalente” a los bienes constitucionales con los que encuentran en conflicto,
entonces se podrá sostener que tal medida, además de proporcional, resulta razonable.

Exp. Nº 0004-2006-PI/TC

32. De esta forma, el principio de proporcionalidad que normalmente es empleado para examinar las intervenciones
legislativas en los derechos constitucionales, ahora, es proyectado para examinar el supuesto concreto de una eventual
contravención del derecho-principio de igualdad.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC

40. Proporcionalidad en sentido estricto. La proporcionalidad en sentido estricto o ponderación (Abwägung), proyectada al
análisis del trato diferenciado, consistirá en una comparación entre el grado de realización u optimización del fin
constitucional y la intensidad de la intervención en la igualdad. La comparación de estas dos variables ha de efectuarse
según la denominada ley de ponderación. Conforme a esta:

“Cuanto mayor es el grado de la no satisfacción o de la afectación de un principio, tanto mayor tiene que ser la importancia
de la satisfacción del otro”.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Test de igualdad. Forma de aplicación del juicio de proporcionalidad

41. Forma de aplicación. Los subprincipios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto o ponderación
han de aplicarse sucesivamente. Primero, se ha de examinar la idoneidad de la intervención; si la intervención en la igualdad
–el trato diferenciado– no es idónea, entonces, será inconstitucional. Por tanto, como se afirmó, no corresponderá
examinarlo bajo el subprincipio de necesidad. Por el contrario, si el trato diferenciado –la intervención– fuera idóneo, se
procederá a su examen bajo el subprincipio de necesidad. Si aun en este caso, el trato diferenciado superara el examen
bajo este principio, corresponderá someterlo a examen bajo el principio de proporcionalidad en sentido estricto o
ponderación.

Exp. Nº 045-2004-PI/TC
Test de igualdad. Instrumento idóneo para verficar la lesión del derecho a la igualdad

7. Ahora bien, a efectos de determinar si en un caso concreto se está frente a una quiebra del derecho-principio a la igualdad,
la jurisprudencia y la doctrina constitucional han desarrollado mecanismos para determinar cuándo estamos frente a un trato
desigual con base en justificaciones objetivas y razonables; o cuándo frente a un trato arbitrario, caprichoso e injustificado
y, por tanto, discriminatorio. Precisamente, uno de esos instrumentos a los que habrá de recurrir nuevamente este Tribunal
es al test de igualdad.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC


Test de igualdad. Término de comparación válido (tentium comparationis)

30. La identificación de tal diferenciación jurídicamente relevante se realiza mediante la comparación. Ella comporta un
análisis del trato que se cuestiona con un objeto, sujeto, situación o relación distintos. Su finalidad es identificar que a
supuestos iguales se haya previsto consecuencias jurídicas distintas, o si se ha realizado un trato semejante a situaciones
desiguales. En el juicio de igualdad, ese objeto, sujeto, situación o relación con el cual se realiza el contraste, se denomina
término de comparación (tertium comparationis).

Exp. N.º 00025-2010-PI/TC

46. Este Tribunal recuerda que por muchas que fueran las dificultades financieras que pueda suponer la provisión de
recursos a necesidades sociales de alto costo como ésta, el Estado, a través de sus órganos competentes, no puede dejar
de buscar las formas de aplicar y cumplir con una Ley dictada con el objeto de superar un grave déficit de protección social,
que supone una afectación amplia y sistemática de derechos fundamentales. Por tanto, la carencia de regulación del Listado
de Enfermedades de Alto Costo y de los procedimientos para el funcionamiento del FISSAL constituye un supuesto de
inconstitucionalidad latente, que debe ser superada en el lapso más breve posible. Tal constatación, sin embargo, no puede
suponer la declaratoria de invalidez de la LMAUS, pues ésta no resulta en sí misma inconstitucional, sino sólo la situación
de hecho constituida por su no aplicación. De ahí que este Tribunal se vea obligado a llamar la atención del Ministerio de
Salud, en tanto órgano rector del proceso de aseguramiento universal en salud y encargado de regular las omisiones
detectadas, a fin de que adopte las medidas necesarias y adecuadas para superar dicho estado de cosas inconstitucionales.

Exp. N. º 0033-2010-PI/TC

18. La exclusión de una persona es discriminatoria si no se sustenta en un motivo objetivo y razonable. Sin embargo, de
modo previo a este análisis debe determinarse si el término de comparación –la persona o situación incluida por la Ley– es
sustancialmente igual al de la persona excluida. Sólo si la persona excluida o situación excluida es sustancialmente igual al
de la persona incluida –el término de comparación– puede procederse a examinar si el trato distinto se sustenta en un
motivo objetivo y razonable.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC

6. En este contexto, conforme al test de igualdad, desarrollado por este Colegiado en las SSTC 00045-2004-PI/TC y 00004-
2006-PI/TC, se procederá a verificar si la diferenciación que se cuestiona es discriminatoria. Para ello se hace imprescindible
establecer un término de comparación válido (tertium comparationis) para efectuar el análisis de la situación denunciada,
término que debe basarse en la misma situación objetiva en la que se encuentran los dos ex trabajadores públicos, ya que
dicha condición resulta aplicable para la asignación del nivel remunerativo.

Exp. N.º 04482-2011-PA/TC


Test de igualdad. Características del tertium comparationis (validez, idoneidad y educación)

57. Por otro lado, también hemos recordado que con el propósito de determinar la existencia de un trato diferenciado, es
preciso comparar dos situaciones jurídicas: aquella que se juzga recibe el referido trato, y aquella otra que sirve como
término de comparación para evaluar si en efecto existe la diferenciación. Desde luego, la situación jurídica que se propone
como término de comparación no puede ser cualquiera. Ésta debe ostentar ciertas características mínimas para ser
considerada como un término de comparación “válido”, “idóneo” o “adecuado”. Tales características son, cuando menos,
las siguientes:

“a) Debe tratarse de un supuesto de hecho lícito. El fundamento de esta exigencia, desde luego, consiste en que de
aceptarse un término de comparación ilícito para reputar un tratamiento como discriminatorio, la declaración de nulidad de
éste, por derivación, ampliaría el espectro de la ilicitud, siendo evidente que el deber de todo operador jurídico es
exactamente el contrario.

Exp. N.° 00012-2011-PI/TC


Derecho a no ser discriminado. Conducta cuestionada debe recaer sobre personas o situaciones
sustancialmente iguales

19. Debe precisarse que este segundo nivel de análisis tiene lugar únicamente si, en el paso anterior, se ha concluido en
que se trata de personas o situaciones sustancialmente iguales. Si el término de comparación no es correcto, es decir, si la
persona excluida no es sustancialmente igual a la incluida, entonces, no existe una discriminación, sino sólo un trato
constitucional diferenciado y, por tanto, no hay menester de plantearse el segundo nivel de análisis.

Exp. N.° 02776-2011-PHD/TC


Derecho a no ser discriminado. Supuestos que configuran discriminación

43. Igualmente, en diversas oportunidades, hemos recordado que el principio de igualdad no supone necesariamente un
tratamiento homogéneo pues, de hecho, es constitucionalmente lícito el trato diferenciado cuando éste se encuentra
justificado. En ese sentido, hemos precisado que existirá una discriminación cuando para supuestos iguales se hayan
previsto consecuencias jurídicas distintas, o cuando se haya realizado un trato semejante a situaciones desiguales y siempre
que, para cualquiera de los dos casos, se carezca de justificación.

Exp. N.° 0015-2011-PI/TC

7. Desde luego, como en más de una ocasión se ha enfatizado, y, en buena medida, el juicio común permite advertir, el
derecho a la igualdad no consagra llanamente la prohibición de diferenciación, sino la prohibición de diferenciación
constitucionalmente injustificada, es decir, aquélla que no se sostiene en criterios objetivos o razonables. Lo que es tanto
como sostener que la diferenciación que la Constitución juzga inválida, es aquélla que no supera el denominado test de
igualdad, y que, en razón de ello, debe ser considerada como un trato discriminatorio.

Exp. N.° 00015-2010-PI/TC


Igualdad. Principio de igualdad

8. Por otra parte este Colegiado también ha efectuado un desarrollo extenso sobre el alcance del derecho y/o principio de
igualdad. Así, en una noción básica de ella, se ha manifestado que:

[…]La igualdad como derecho fundamental está consagrada por el artículo 2º de la Constitución de 1993, de acuerdo al
cual: “(...) toda persona tiene derecho (…) a la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza,
sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”. Contrariamente a lo que pudiera
desprenderse de una interpretación literal, estamos frente a un derecho fundamental que no consiste en la facultad de las
personas para exigir un trato igual a los demás, sino a ser tratado de igual modo a quienes se encuentran en una idéntica
situación” (STC 00009-2007-PI/TC, FJ 20).

STC Exp. Nº 02362-2012-PA/TC


Igualdad. Las entidades deben implementar medidas estructurales si advierte situaciones desiguales entre
educandos

11. Al respecto si bien resulta cierto que el derecho a la educación también genera en el educando la obligación de cumplir
con las exigencias administrativas que genera la relación educativa (párrafo segundo del fundamento 7 supra), como lo será
el pago de derechos administrativos o el cumplimiento de un promedio mínimo para aprobar un curso, entre otros; dicha
obligación no exonera a las instituciones educativas de implementar medidas estructurales, académicas o de otro tipo,
cuando se advierta la existencia de una situación desigual entre educandos que pueda generar un perjuicio en su desarrollo
académico, pues al igual que el Estado (y todas sus instituciones), los particulares también se encuentran en la obligación
de respetar los derechos fundamentales (eficacia horizontal), entre los que se encuentra el derecho a la igualdad y a la
educación.

Por ello aun cuando la recurrente había hecho ejercicio del número máximo de los exámenes suplementarios que el
reglamento de estudios regula, ello no es un argumento que justifique la ausencia de la implementación de un trato
diferenciado cuando se acredite debidamente una situación de desigualdad, razón por la cual, al margen de que dicho
argumento invocado por la Escuela de Posgrado emplazada resulte cierto, en el caso de autos, es necesario verificar si los
requisitos administrativos, particularmente los de evaluación académica, que regula el reglamento de estudios referido –y
que definitivamente son exigibles en todos los casos–, han sido debidamente adecuados a las condiciones especiales que
la recurrente manifiesta padecer, pues lo contrario implicaría que los referidos requisitos habrían constituido una limitación
irrazonable del derecho a la educación invocado.

STC Exp. Nº 02362-2012-PA/TC


Igualdad. Supuestos que configuran discriminación

43. Igualmente, en diversas oportunidades, hemos recordado que el principio de igualdad no supone necesariamente un
tratamiento homogéneo pues, de hecho, es constitucionalmente lícito el trato diferenciado cuando éste se encuentra
justificado. En ese sentido, hemos precisado que existirá una discriminación cuando para supuestos iguales se hayan
previsto consecuencias jurídicas distintas, o cuando se haya realizado un trato semejante a situaciones desiguales y siempre
que, para cualquiera de los dos casos, se carezca de justificación.

STC Exp. Nº 00015-2012-PI/TC


Derecho al libre desarrollo de la personalidad. Protección constitucional

17. En el presente caso, en cuanto a las posiciones iusfundamentales protegidas por el derecho al libre desarrollo de la
personalidad, cabe mencionar que tal como lo ha sostenido el Tribunal Constitucional [Exp. N.° 02868-2004-AA/TC FJ 14],
dicho derecho, reconocido en el artículo 2°, inciso 1), de la Constitución, “garantiza una libertad general de actuación del
ser humano en relación con cada esfera de desarrollo de la personalidad (…) es decir, de parcelas de libertad natural en
determinados ámbitos de la vida, cuyo ejercicio y reconocimiento se vinculan con el concepto constitucional de persona
como ser espiritual, dotada de autonomía y dignidad, y en su condición de miembro de una comunidad de seres libres”.

STC Exp. Nº 00008-2012-PI/TC


Derecho al libre desarrollo de la personalidad. Se protegen potestades inherentes a la realización de la vida
privada

18. Evidentemente no se trata de amparar constitucionalmente cualquier clase de facultades o potestades que el
ordenamiento pudiera haber reconocido o establecido a favor del ser humano. Por el contrario, estas se reducen a todas
aquellas que sean consustanciales a la estructuración y realización de la vida privada y social de una persona, y que no
hayan recibido un reconocimiento especial mediante concretas disposiciones de derechos fundamentales.

STC Exp. Nº 00008-2012-PI/TC


Derecho al libre desarrollo de la personalidad. Libertad sexual

20. Evidentemente, uno de esos ámbitos de libertad en los que no cabe la injerencia estatal, porque cuentan con la
protección constitucional que les dispensa el formar parte del contenido del derecho al libre desarrollo de la personalidad,
ciertamente es la libertad sexual. En efecto, como lo ha sostenido el Tribunal Constitucional “las relaciones amorosas y
sexuales (…) se hallan bajo el ámbito de protección del derecho al libre desarrollo de la personalidad (…) se trata de una
actividad estrictamente privada, consustancial a la estructuración y realización de la vida privada (…) de una persona, propia
de su autonomía y dignidad [Exp. N.° 03901-2007-PA/TC, FJ 13 y Exp. N.° 01575-2007-PHC/TC FJ 13].

STC Exp. Nº 00008-2012-PI/TC


Derecho al libre desarrollo de la personalidad. Contenido constitucional de la libertad sexual
21. En general, la libertad sexual puede ser entendida como la facultad de las personas para autodeterminarse en el ámbito
de su sexualidad. Tiene como contenido constitucional, una dimensión negativa vinculada con la exigencia dirigida hacia al
Estado o cualquier persona de no interferir en el libre desarrollo de la actividad sexual de un ser humano, así como
una dimensión positiva conformada por la libertad de decidir la realización del acto sexual, es decir, de decidir con quién,
cómo y en qué momento se puede realizar acto sexual.

STC Exp. Nº 00008-2012-PI/TC


Derecho al libre desarrollo de la personalidad. Adolescentes entre 14 y 17 años pueden ser titulares del
derecho a la libertad sexual

22. En cuanto a la titularidad del derecho a la libertad sexual como parte de su derecho al libre desarrollo de la personalidad,
queda claro que son titulares todos los mayores de 18 años de edad. En lo que al caso importa, el Tribunal Constitucional
estima que, conforme a determinados elementos normativos y fácticos que operan en el ordenamiento jurídico peruano,
prima facie, los menores de edad entre 14 años y menos de 18 también pueden ser titulares de dicho derecho. Las razones
que justifican tal consideración son las siguientes:

i) La Convención sobre los Derechos del niño, aprobada mediante Resolución Legislativa N.° 25278 de fecha 3 de agosto
de 1990, establece lo siguiente: “artículo 1: Para los efectos de la presente Convención, se entiende por niño todo ser
humano menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la
mayoría de edad”, y artículo 6°: “1. Los Estados Partes reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida”, y “2.
Los Estados Partes garantizarán en la máxima medida posible la supervivencia y el desarrollo del niño”.

El artículo 5° de dicha convención prevé que “Los Estados Partes respetarán las responsabilidades, los derechos y los
deberes de los padres o, en su caso, de los miembros de la familia ampliada o de la comunidad, según establezca la
costumbre local, de los tutores u otras personas encargadas legalmente del niño de impartirle, en consonancia con la
evolución de sus facultades, dirección y orientación apropiadas para que el niño ejerza los derechos reconocidos en la
presente Convención” [resaltado agregado], lo que, en términos de la Defensoría del Pueblo, en el informe adjuntado en
autos, se encuentra vinculado fundamentalmente al principio de evolución de facultades del niño y del adolescente, el mismo
que “ocupa un lugar central en la búsqueda del equilibrio entre el reconocimiento de los niños, niñas y adolescentes como
protagonistas activos de su propia vida, y la necesidad de recibir protección en correspondencia con su situación de
vulnerabilidad, en la medida que las personas menores de edad, especialmente los y las adolescentes, siguen siendo
vulnerables frente a diversas situaciones perjudiciales, entre ellos el abuso sexual”.

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sostenido que “los niños y las niñas ejercen sus derechos
de manera progresiva a medida que desarrollan un mayor nivel de autonomía personal. En consecuencia, el aplicador del
derecho, sea en el ámbito administrativo o en el judicial, deberá tomar en consideración las condiciones específicas del
menor de edad y su interés superior para acordar la participación de éste, según corresponda, en la determinación de sus
derechos” [Caso Atala Riffo y niñas vs. Chile, sentencia del 24 de febrero de 2012, párrafo 199].

ii) Los artículos I y II del Título Preliminar del Código de los niños y adolescentes prevén, respectivamente, que “se considera
niño a todo ser humano desde su concepción hasta cumplir los doce años de edad y adolescente desde los doce hasta
cumplir los dieciocho años de edad” y “el niño y el adolescente son sujetos de derechos, libertades y de protección específica
(…)”.

iii) La capacidad de los adolescentes entre 14 años y menos de 18 para autodeterminarse en el ámbito de su sexualidad en
el ordenamiento jurídico peruano se encuentra acreditada, en general, por determinadas disposiciones legales en materia
civil y penal, tal como lo resalta de manera acertada la jurisdicción penal en el Acuerdo Plenario N.° 4-2008/CJ-116:

7. (…) corresponde establecer, desde la Constitución y las normas legales vigentes, desde qué edad una persona tiene
libertad para disponer de su sexualidad y, por consiguiente, hasta cuándo el Estado tiene el deber de criminalizar conductas
asociadas a la vulneración de la indemnidad sexual.

El Código Civil, aparentemente, determina ese punto al establecer en sus artículos 44° [Son relativamente incapaces: 1.-
Los mayores de dieciséis y menores de dieciocho años de edad]; 46° [La incapacidad de las personas mayores de dieciséis
años cesa por matrimonio o por obtener título oficial que les autorice para ejercer una profesión u oficio. La capacidad
adquirida por matrimonio no se pierde por la terminación de éste. Tratándose de mayores de catorce años cesa la
incapacidad a partir del nacimiento del hijo, para realizar solamente los siguientes actos: 1. Reconocer a sus hijos. 2.
Reclamar o demandar por gastos de embarazo y parto. 3. Demandar y ser parte en los procesos de tenencia y alimentos a
favor de sus hijos]; y 241° [No pueden contraer matrimonio: 1. Los adolescentes. El juez puede dispensar este impedimento
por motivos justificados, siempre que los contrayentes tengan, como mínimo, dieciséis años cumplidos y manifiesten
expresamente su voluntad de casarse]; que la persona mayor de dieciséis y menor de dieciocho años de edad es incapaz
relativa, y que está en condiciones de contraer matrimonio. Ese plexo normativo, de un lado, implicaría que quien tiene esa
edad tiene la capacidad necesaria para autodeterminarse y dirigir sus decisiones de acuerdo a sentido respecto a su vida
sexual; y, de otro lado, zanjaría la cuestión desde la perspectiva jurídico penal (…).

8. Sin embargo, es de señalar que existen otras normas, igualmente vigentes, que se refieren al tema e integran figuras
jurídico penales clásicas de nuestro Derecho punitivo, (…). Así, el artículo 175° del Código Penal, que contempla el tipo
legal de seducción, sanciona al que mantiene relaciones sexuales con una persona que se encuentra en una edad
cronológica comprendida entre catorce años y dieciocho años, viciando su voluntad por medio del engaño. Esta norma trae
como inevitable conclusión que la víctima tiene, en principio, libertad para disponer de su sexualidad, libertad que sin
embargo ha sido afectada por un consentimiento obtenido mediante un medio ilícito (engaño).

De igual manera, el artículo 176°-A del mismo Código, que tipifica el delito de atentado al pudor de menores, castiga a quien
realiza sobre un menor de catorce años o le obliga a efectuar sobre sí mismo o tercero tocamientos indebidos en sus partes
íntimas o actos libidinosos contrarios al pudor (…).

El análisis sistemático de estas dos últimas normas [175° y 176-A del Código Penal] permite concluir que los mayores de
catorce años, en ejercicio de su libertad sexual, pueden consentir, sin que sea penado, que se les haga tales tocamientos
(…).

iv) En el “Estudio Diagnóstico en Adolescentes en el Perú”, elaborado por la Universidad Peruana Cayetano Heredia (2005),
con una población de 2181 adolescentes de 15 a 19 años, de Lima Metropolitana, Huancayo e Iquitos, ciudades que, según
se refiere, son “representativas de los tres ámbitos socio cultural y ecológico de nuestro país”, se sostuvo lo siguiente: “La
edad de inicio de relaciones sexuales reportada en el grupo de 15 a 19 años varía por ciudades, encontrándose las edades
más tempranas en Iquitos. En este grupo etario alrededor del 20% de las mujeres y 40% de los varones reportan ya haber
tenido relaciones sexuales” (p.30) [resaltado agregado].

v) En la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) 2011, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística e
Informática (INEI), se estableció, en cuanto a las características de la población, y específicamente a las “Mujeres en edad
fértil”, que “Las mujeres en edad fértil, de 15 a 49 años de edad, representaron el 25,3 por ciento de la población total del
país y el 49,7 por ciento de la población femenina del país” [resaltado agregado].

vi) En el “Plan Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia 2012-2021”, elaborado por el Ministerio de la Mujer y
Poblaciones Vulnerables y aprobado mediante Decreto Supremo N.° 001-2012-MIMP, se establece en el punto 2.4,
denominado “la adolescencia de 12 a 17 años de edad”, que “de acuerdo a los resultados de la Encuesta Demográfica y de
Salud Familiar –ENDES 2010, el 13,5% de las adolescentes de 15 a 19 años de edad tenían al menos una hija o hijo o
estaban embarazadas de su primera hija o primer hijo” [resaltado agregado].

De lo expuesto, si bien se puede concluir que prima facie, los menores de edad entre 14 años y menos de 18, en tanto
titulares del derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad (en el ámbito de la libertad sexual) pueden ejercerlo,
también se debe concluir a su vez dos asuntos de la mayor importancia: i) que conforme al principio de evolución de
facultades del niño y del adolescente, debe reconocerse que tales adolescentes irán desarrollando, progresivamente, el
nivel psicofísico óptimo de ejercicio del mencionado derecho fundamental, para lo cual es indispensable la educación que
sobre el particular puedan brindar los padres, el Estado y la sociedad en general; y, ii) que poseer dicha libertad sexual
implica también conocer las consecuencias que puede originar su ejercicio, tal como se destaca en el mencionado “Plan
Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia 2012-2021”, según el cual “existe consenso en que el embarazo en
edad temprana es un evento que afecta la salud física, mental y social de la futura madre, así como del recién nacido. Para
las adolescentes madres o embarazadas pobres, la maternidad viene acompañada de una serie de situaciones adversas
que empeoran su condición. Estas madres a menudo sufren carencias y tensiones; además, su ambiente familiar se
caracteriza frecuentemente por graves problemas económicos y sociales, pobreza, desempleo, subempleo, informalidad,
alcoholismo, prostitución, bajos niveles de escolaridad o carencia de ella, violencia, entre otros”.

STC Exp. Nº 00008-2012-PI/TC


Igualdad. Trato diferenciado a nacionales de extranjeros
26. El motivo de tal diferenciación no tiene que ver con los caracteres de la actividad misma, sino con la nacionalidad de los
navieros o empresas navieras que lo puedan practicar. La nacionalidad, como elemento en el que se funda la diferenciación,
no siempre ingresa dentro de la categoría general "de cua lquier otra índole" al que se refiere el artículo 2.2 de la Constitución
y, por tanto constituye en todos los casos un motivo prohibido por la Ley Fundamental. Así sucede, por ejemplo, en aquellos
supuestos en los que es la propia Constitución que en base a la nacionalidad funda la restricción en el goce y ejercicio de
algunos derechos fundamentales [acceso a determinados cargos públicos, algunos derechos políticos, determinados
atributos del derecho de propiedad, etc.]. Por ello, cuando la diferenciación legislativa se funda en la nacionalidad, la
determinación de si ésta constituye o no un motivo prohibido por la Constitución requiere que previamente se identifique el
interés o derecho [constitucional, legal o infralegal] que relacionalmente resulte afectado.

Exp. N° 00020-2011-PI/TC
Igualdad. Discriminación

10. De otro lado, las frases racistas utilizadas por el actor son igualmente condenables. Por ejemplo, el término utilizado por
el actor (“cholas igualadas”) resulta un total contrasentido en un Estado en donde todos los ciudadanos son por igual
merecedores del respeto de su dignidad. Esta concepción de una sociedad ordenada de acuerdo a jerarquías raciales y de
género no hace más que demostrar la existencia de una visión colonial que, ciertamente persiste en un gran sector de la
comunidad, pero no por ello se hace legítima ni constitucionalmente amparable. Debe recordarse que el racismo, en sus
diversas formas y variantes, tiene por propósito la exclusión de ciertos grupos, así como invisibilizar sus derechos
fundamentales. La “otredad” o distinción de tales grupos racializados es determinada por la población dominante con el
objetivo de achacar a los miembros de tales grupos actitudes y características supuestamente inherentes, tales como las
de ser mentirosos, flojos, incompetentes, desconfiados y sectarios, entre otros. Evidentemente, ello es parte de una
construcción social que no tiene base científica ni constitucional alguna. La Carta Fundamental basa enteramente su
postulado ideológico en el igual respeto por la dignidad de todas las peruanas y peruanos. Así, tal como lo establece la
Constitución en su artículo 2.º, inciso 2), “nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión,
opinión, condición económica o de cualquier otra índole”. Es deplorable, pues, apreciar el desapego del demandante al
respeto del principio de igualdad y de dignidad de las personas.

Exp. N° 04147-2012-PA/TC
Igualdad. Como principio y derecho fundamental

42. Este Tribunal tiene afirmado que la igualdad “detenta una doble condición, de principio y de derecho fundamental. En
cuanto principio, constituye el enunciado de un contenido material objetivo que, en tanto componente axiológico del
fundamento del ordenamiento constitucional, vincula de modo general y se proyecta sobre todo el ordenamiento jurídico.
En cuanto derecho fundamental, constituye el reconocimiento de un auténtico derecho subjetivo, esto es, la titularidad de la
persona sobre un bien constitucional, la igualdad, oponible a un destinatario. Se trata de un derecho a no ser discriminado
por razones proscritas por la propia Constitución (origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica) o por
otras (“motivo” “de cualquier otra índole”) que, jurídicamente, resulten relevantes” (STC 00045-2004-PI/TC, Fundamento
Jurídico 20).

Exp. Nº 00015-2011-PI/TC
Igualdad. Se admite trato diferenciado pero no descriminatorio

24. Como también hemos recordado, este derecho no garantiza que todos seamos tratados igual siempre y en todos los
casos. Puesto que la igualdad presupone el trato igual a lo que es igual y desigual a lo que no lo es, hemos afirmado que
su programa normativo admite la realización de tratos diferenciados, y que estos últimos no pueden confundirse con el trato
discriminatorio.

Se cruza la línea de frontera entre una diferenciación constitucionalmente admisible, ingresándose a una discriminación
constitucionalmente prohibida, todas las veces que se constata que la diferenciación practicada carece de justificación en
los términos que demanda el principio de proporcionalidad. Un análisis orientado a ese fin, sin embargo, requiere
previamente que se determine la existencia de una diferenciación jurídicamente relevante; es decir, que el objeto, sujeto,
situación o relación ofrecida como término de comparación tenga la capacidad de operar válidamente como tal. Es decir,
que sea jurídicamente válido y, además, idóneo [Cf. STC 0035-2010-PI/TC].

Exp. Nº 00020-2011-PI/TC
Igualdad. Nacionalidad como criterio de diferenciación no entra per se en la categoría "de otra índole"

26. El motivo de tal diferenciación no tiene que ver con los caracteres de la actividad misma, sino con la nacionalidad de los
navieros o empresas navieras que lo puedan practicar. La nacionalidad, como elemento en el que se funda la diferenciación,
no siempre ingresa dentro de la categoría general “de cualquier otra índole” al que se refiere el artículo 2.2 de la Constitución
y, por tanto, constituye en todos los casos un motivo prohibido por la Ley Fundamental.

Así sucede, por ejemplo, en aquellos supuestos en los que es la propia Constitución la que en base a la nacionalidad funda
la restricción en el goce y ejercicio de algunos derechos fundamentales [acceso a determinados cargos públicos, algunos
derechos políticos, determinados atributos del derecho de propiedad, etc.]. Por ello, cuando la diferenciación legislativa se
funda en la nacionalidad, la determinación de si ésta constituye o no un motivo prohibido por la Constitución requiere que
previamente se identifique el interés o derecho [constitucional, legal o infralegal] que relacionalmente resulte afectado.

Exp. Nº 00020-2011-PI/TC
Igualdad. Pedido de información del estado civil a padres de escolar no constituye un acto discriminatorio

Al respecto, este Tribunal debe dejar aclarado que el solo pedido de información sobre el estado civil de los padres de un
menor no constituye un acto discriminatorio, en la medida que no se convierta en una condición para la admisión del menor;
máxime si se tiene en cuenta que aquella información es pública y de fácil acceso, a través del Registro Nacional de
Identificación y Estado Civil-RENIEC (cfr. Documento Nacional de Identidad de la recurrente, a fojas 1, donde consta que
es soltera). Es importante destacar, además, que la existencia de un acto discriminatorio no debe sustentarse en una mera
presunción, sino que implica aportar una prueba concreta que demuestre la veracidad de lo alegado

STC Exp.04577-2012-PA/TC

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