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Rastreando El Modelo Educativo Por Competencias
Rastreando El Modelo Educativo Por Competencias
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Reseña
El siguiente artículo intenta develar las intenciones pedagógicas del modelo por
competencias. La delgada línea que separa la competencia instrumental con la competencia
para la formación integral, parece sutil y cobra alta relevancia en las finalidades que pretende;
mientras que la primera responde a exigencias socio-económicos específicas, de sectores que
han construido su visión mundo, el gran orden mundial de unos cuantos, la competencia con
visión pedagógica trasciende a intereses globalizadores.
Una mirada a los enfoques que se encaminan a pensar que los cambios pueden ser positivos
para el bien común, constituyendo lo que podemos denominar como el paradigma teleológico
de la educación al que sirven los sistemas escolares (Gimeno, 2011).
Palabras clave
Autor
Mtro. Pedro Chagoyán García
Maestro en pedagogía con estudios de Doctorado en Educación.
Académico de licenciatura y maestría asignado al área de investigación
Escuela Normal Superior Oficial de Guanajuato.
Correo electrónico: chagoyanes@gmail.com
"Cada vez que se inicia una reforma se produce una ofensiva conservadora que trata
de hablar de la pérdida de valores y de los errores que se producen con los cambios"
(Delval, 1990).
Los cambios educativos enarbolan un lenguaje pedagógico que sugiere una visión inexistente
en el pasado, a ciencia cierta, se recogen tradiciones pedagógicas antes probadas, lo
aparentemente novedoso se fundamenta con marcos teóricos de grandes pensadores
educativos de antaño. Esto sugiere que no existen modelos educativos que planteen
profundos cambios pedagógicos, se esbozan nuevas estrategias didácticas frente a escenarios
diversos y la concepción de formación se sitúa bajo nuevas perspectivas de la época en que
se gesta, es decir, sólo cambia el escenario y los actores; las filosofías pedagógicas hoy día
se hacen y rehacen frente a una base pedagógica ya existente, lo construido en otros
momentos históricos se retoma para replantear los modelos educativos actuales.
Es el caso del "modelo por competencias", que es posible rastrear su origen pedagógico e
intentar comprender sus lógicas, siempre bajo la mirada educativa, sin negar que toda
estrategia educacional lleva consigo una carga política que la enaltece y que se caracteriza
por acciones que pueden inclusive contradecir la esencia de lo que se busca.
Con la modernidad el concepto hombre
cambia; ciencia y tecnología desplazan las finalidades ontológicas del ser humano por la
búsqueda del logos (conocimiento), reconfigura nuevas formas de percibir la realidad. "El
dominio de la racionalidad instrumental (como lo dijo Weber) o (como lo articuló Marx) del
rol determinante de la economía: las bases de la vida social condujo a una progresiva
emancipación de la economía de sus tradicionales ataduras políticas, éticas y culturales"
(Bauman, 2000). La institución escolar se erige como centro del conocimiento, emergen
pedagogías de diversas tradiciones del pensamiento buscando la configuración del "hombre";
así, el estructuralismo construye su noción mediante pedagogías con una visión reproductiva
basado en el instruir e informar, mientras que la llamada escuela nueva transfiere el
pensamiento del hombre positivista con un saber actuar, instruyendo en el hacer científico;
por otro lado las concepciones existencialista, personalista y comunista transfieren en sus
modelos educativos una pedagogía transformadora encaminada a la formación de la
personalidad, socialización y liberación del individuo. Todas ellas, conforman grandes
tradiciones teóricas pedagógicas bien fundamentadas que se traducen en didácticas
educativas, intentando responder a épocas, contextos diferenciados, métodos, técnicas y
destinatarios. La escuela se transforma en el aparto ideológico por excelencia ante una
complejidad social de gran incertidumbre:
Sin embargo, este enfoque educativo constructivista no fue suficiente para contrarrestar el
fuerte empuje ideológico de "la globalización", empeñado en homogenizar y estandarizar al
individuo; la depredación cultural que hace este modelo económico socava la identidad de
las personas; la conquista del mercado presupone un asalto a las ideas, a la forma de pensar,
inclusive a las formas de ser, gustos e intereses, con una sola bandera "lo económico".
Cambia el concepto hombre; satisfacción de vida y felicidad de la persona se constriñen a lo
material; la homogenización marca la pauta en la construcción de las ideas a través de los
medios; las subculturas ganan adeptos en cuanto al nuevo modelo de felicidad planteado
desde lo mercadológico; el "hombre economicus", deja como secuela la deshumanización:
"es un mito global que las sociedades que llegan a industrializarse, alcanzan el
bienestar, reducen sus desigualdades extremas y facilitan a los individuos el máximo
de felicidad. Esa concepción tecnoeconómica ignora los problemas humanos de la
identidad, de la comunidad, de la solidaridad, de la cultura" (Morin, 2006).
El modelo del constructivista queda soslayado al surgir nuevos actores que se empeñan en
plantear las necesidades de la educación en este gran escenario global bajo una mirada
económica. Los intereses económicos del capitalismo mundial son impuestos como "tabula
rasa" por organismos hegemónicos que plantean políticas educativas que no precisamente
buscan la trascendencia en el ser humano, estos actores llamados OCDE (Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico), BM (Banco Mundial), FMI (Fondo Monetario
Internacional) han puesto la educación bajo una sola noción de "calidad," y derivado de esto
el estándar y alto desempeño son los rasgos más importantes para entender al hombre
educado.
Esta sería una lógica consecuente de la era global si el "hombre economicus" fuera altamente
materialista y deshumanizado por la estructura social dispuesta donde la formación requerida
debería ser altamente instrumentalista, centrada sólo en la pasividad conductual más que en
la posibilidad de la comprensión y reflexión, pero la pedagogía llama a lo contrario; siempre
apegándose a la naturaleza del ser humano y sus cualidades (ser pensante con emociones), a
la formación integral del individuo.
Estas políticas educativas permanecen distantes ante la definición del concepto hombre que
se requiere para contrarrestar la era global. La educación sigue siendo el único aparato social
que permite desenmascarar los sistemas hegemónicos impuestos, la política de la
complejidad como diría Morín:
"La política de la complejidad requiere del pensamiento complejo para enfrentar los
problemas que implican incertidumbres, imprevisibilidades e interdependencias"
(Morín, 2006).
La educación siempre pensante y avasallante culmina en una de sus mejores visiones de la
formación con las ideas de Jacques Delors y Edgar Morín. En el caso de Delors en 1996
elabora para la UNESCO una propuesta para elevar la calidad de la educación basada en una
perspectiva más humanista del aprendizaje "la educación encierra un tesoro", sus cuatro
pilares: aprender a conocer, aprender hacer, aprender a convivir, y aprender a ser, constituyen
el eje fundamental de la formación integral. Para Delors "las políticas educativas deben ser
como un proceso permanente de enriquecimiento de los conocimientos, de la capacidad
técnica, pero también, y quizás sobre todo, como una estructuración privilegiada de la
persona y de las relaciones entre individuos, entre grupos entre naciones" (Delors, 1996).
Aquí hablar de calidad es hacerlo desde la esencia de mejores desarrollos en todos los
sentidos, no desde el estándar o la homogeneidad del desempeño, no desde la manipulación
instrumental, es situar al hombre como eje fundamental de su propio porvenir
"es hacer del progreso y del conocimiento un instrumento del género humano, no de
discriminación" (Delors, 1996).
Esta es la delgada línea que separa la competencia instrumental con la competencia para la
formación integral; parece sutil pero cobra alta relevancia en las finalidades que pretende,
mientras que la primera responde a pedimentos socio-económicos específicos, a sectores que
han construido su visión mundo, el gran orden mundial para unos cuantos, la competencia
con visión pedagógica trasciende a intereses globalizadores.
Aquí comienza a gestarse el "modelo por competencias para la educación" cuando Edgar
Morín en 1999 descarga su pensamiento reflexivo en una prospectiva sobre la educación, un
trabajo para la UNESCO sobre cómo educar para un futuro sostenible en su obra magna "Los
siete saberes necesarios para la educación del futuro":
Nota: Entendido como un dogma, una doctrina sostenida por una organización de autoridad
que no admite réplica, como tal una forma extremista de imponerse.
Bibliografía