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Coros descriptivos de los estados de alma de Dido

Giuseppe Ungaretti

Coro I

Disipándose la sombra
En lontananza de años
Cuando no laceraban los afanes,

El entonces – oyes – pueril


Pecho erguirse deseado
Y el ojo tuyo alarmado.

Fuego incauto desvelar de abril,


Desde una olorosa mejilla.

Escarnio, espectro solicito


Que vuelves al tiempo inerte
Y largamente su furia denota:

¡El roído corazón despeja!

¿Pero podría mudas luchas


adormecidas, disiparse de la edad, noche?

Coro II

La tarde se prolonga
Por un suspendido fuego
Y un estremecimiento en las hierbas poco a poco
Parece que infinito a suerte reúne

Lunar entonces, inadvertida nació


Eco y se fundió al escalofrío de las aguas.

No sé quién fue más vivo


El susurro hasta el río ebrio
O la atenta que tierna calló.
Coro III

Ahora el viento se hizo silencioso


Y silencioso el mar;
Todo calla; pero grito
El grito, sola, de mi corazón,
Grito de amor, grito de vergüenza
De mi corazón que arde
Desde que te miré y me has mirado
Y no soy más que un objeto débil.

Grito y arde mi corazón sin paz


Desde cuando ya más no soy
Sino cosa en ruina y abandonada.

Coro IV

Sólo tengo en el alma cubiertos quebrantos


Ecuadores selváticos, sobre ciénagas
Brumosos grumos de vapores donde
Delira deseo,
En el sueño, de nunca haber nacido.

Coro V

No destetados aún, sino pupilos


A quienes muy de prisa crecen impaciencias,
El ansia nos transportaba a lo largo del sueño
¿Hacia cuál otro lugar aún?
Se coloreó y el aroma se dio a esparcir
Así aquella primicia que, por tiernas astucias
Abriéndose sorprendida en la luz,
Ofreció solo la verdadera suculencia
Más tarde, ya encarnizados nosotros en la vigilia.

Coro VI

Todos los engaños suyos perdido


ha el misterio,
A vida larga usual corona,
Y si, en sí mismo mudado,
Concede la hiel de los
remordimientos a gotas.
Coro VII

En la tiniebla, muda
Caminas por campos vacíos de todo trigo;
Altivo, a tu lado ya más nadie espera.

Coro VIII

Viene del mío a tu rostro tu secreto;


Replica el mío las caras facciones tuya
Nada contiene más nuestros ojos
Y, desesperado nuestro amor efímero
Eterno brama en las velas de una demora.

Coro IX

No me atraen los paisajes errantes


Del mar, ni del alba la lacerante
Palidez sobre estas o aquellas hojas;
Ni siquiera ya contrasto con la roca
Antigua noche que sobre los ojos llevo
¿Las imágenes qué fin
para mí, olvidadas?

Coro X

¿No oyes del plátano,


Hoja no oyes de pronto crujir
Que cae a lo largo del río sobre piedras?
Mi declinar embelleceré, esta tarde;
A hojas secas se verá ligado
Un resplandor rosáceo.

Coro XI

Y sin darse sosiego


Ya que el espacio suyo fuga de una
Nube ofrecía a nuestros íntimos fuegos,
Incubándoles a la recíproca
Las ingenuas almas nuestras
Gemelas se despertaron, ya en curso.
Coro XII

En la tormenta se ha abierto, a oscuras un puerto


Que dieron por seguro.
Fue golfo constelado
Ya parecía inmutable su cielo
Más ahora, ¡cómo ha cambiado!

Coro XIII

Descendido de su encantadora cúspide


Si aún surgir debiera
Su amor, impasible haría
Numerar, las innumerables espinas suyas
Esparciéndose en las horas, en los minutos.

Coro XIV

Para padecer la luz


Las miradas tuyas, que se encejan
Extraviadas de los codiciosos, en los intrépidos
Ojos suyos, que en ti no se detendrían
Nunca más, ya nunca más.

Para padecer el extraño, el loco


Orgullo que todavía adoras
A tus culpas con vana imploración
La suerte imputaría
Tus ojos ya opacos, secos
Empero alguna gracia alguna más no encontrarían,
ni siquiera para salpicar un solo rayo
O una sola lágrima,
A tus ojos opacos, secos,
Opacos, sin rayos.

Coro XV

No verás sino errores tuyos, desierta


Ya sin humo que al umbral te avíe
Del sueño, sumisamente.
Coro XVI

No desembocarían sombras desde verduras


Como en el tiempo en que eras acecho rosado
Y volvía a distenderse la noche
Con suspiros esfumándose en prado,
Y a los primeros dorados te desflecabas,
Incierta, furtiva, en duermevela.

Coro XVII

Traerías de crepúsculo
Un ala interminable
Con sus plumas más fugaces
A distraídas estrías sombreando
Sin fin la arena
Acaso reavivarías.

Coro XVIII

Dejó los campos a las espigas la ira adversos


Y la ciudad, poco más tarde,
También sus escombros perdió.
Ardes errar cinereas solo veo
Entre ciénagas y matas,
Atemorizadas aullantes junto a los nidos
Y los excrementos de voraces hijos
Aunque aparezca solo una corneja.
Por hedores se extiende
La fama que te queda,
Y el otro signo ya de ti no muestras
Si no las paralíticas
Formas de vileza
Si en tus desagradables gritos te miro.

Coro XIX

Depuesto has la soberbia en los horrores,


En los desolados errores.

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