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-Introducción:
-Yo no vengo a daros una conferencia, sino a haceros una
confesión personal: mi libro de guardia es Juan de Mairena.
-Este acto es un homenaje:
-A D. Antonio Machado
-A D. Francisco Giner de los Rios, fundador de la ILE.
-A todos los maestros y profesores de la República que
fueron represaliados después de la Guerra Civil de 1936.
-A los profesores que he tenido en mi vida.
“Todo poeta –dice Juan de Mairena- supone una metafísica; acaso cada poema debiera
tener la suya –implícita-, claro está –nunca explícita-, y el poeta tiene el deber de
exponerla, por separado, en conceptos claros. La posibilidad de hacerlo distingue al
verdadero poeta del mero señorito que compone versos.”1
-El personaje: Juan de Mairena nos es presentado por don Antonio Machado
como un profesor de instituto peculiar y heterodoxo, que imparte clases de
Gimnasia por la mañana y clases voluntarias y gratuitas por la tarde de Retórica
y Sofística.
1
OM, II, 706.
2
“Juan de Mairena es un filósofo amable, un poco poeta y un poco escéptico, que tiene
para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de
indulgencia. Le gusta combatir el <<snob>> de las modas en todas las materias. Mira
las cosas con su criterio libre-pensador, un poco influenciado por su época de fines del
siglo pasado, lo cual no obsta para que ese juicio de hace veinte o treinta años pueda
seguir siendo completamente actual dentro de otros tantos años.” (OM, IV, 2280)
2
La copla popular flamenca dice: “Tu mare no dice ná / tu mare es de las que muerden /con la
boquita cerrá”.
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“Cada día, señores, la literatura es más escrita y menos hablada. La consecuencia es que
cada día se escriba peor, en una prosa fría, sin gracia, aunque no exenta de corrección, y
que la oratoria sea un refrito de la palabra escrita, donde antes se había enterrado la
palabra hablada. En todo orador de nuestros días hay siempre un periodista chapucero.
Lo importante es hablar bien: con viveza, lógica y gracia. Lo demás se os dará por
añadidura” (JM, I, 76).
-La prosa conversacional del Juan de Mairena deja oír la voz del
personaje y, al leerla, se oye su música, su tonalidad, asunto que considero de la
máxima importancia, pues si la cara es el espejo del alma, la voz y su tono es el
alma misma. El tono de Mairena, la voz de su alma, es coloquial y dialogante,
natural y corriente (su naturalidad) frente al tono engolado, declamatorio y
magistral de Ortega o profético y de predicador laico de Unamuno (ambos
impostados y grandilocuentes). Dice don Antonio en uno de los Proverbios y
cantares: “El tono lo da la lengua, / ni más alto ni más bajo; / sólo acompáñate
de ella”.
aunque de una forma bien peculiar y original. Juan de Mairena acaricia la idea
de fundar su propio centro de enseñanza: La Escuela Popular de Sabiduría
Superior. Una escuela que, como su propio nombre indica, pretende reivindicar
la sabiduría popular.
“Juan de Mairena había pensado fundar en su tierra un Escuela Popular de Sabiduría.
Renunció a este propósito cuando murió su maestro, a quien él destinaba la cátedra de
Poética y de Metafísica. Él se reservaba la cátedra de Sofística.
-Es lástima –decía- que sean siempre los mejores propósitos aquellos que se
malogran, mientras prosperan las ideícas de los tontos, arbitristas y revolvedores de la
peor especie. Tenemos un pueblo maravillosamente dotado para la sabiduría, en el
mejor sentido de la palabra: un pueblo a quien no acaba de entontecer una clase media,
entontecida a su vez por la indigencia científica de nuestras Universidades y por el
pragmatismo eclesiástico, enemigo siempre de las altas actividades del espíritu. Nos
empeñamos en que este pueblo aprenda a leer, sin decirle para qué y sin reparar en que
él sabe muy bien lo poco que nosotros leemos” (JM, I, 267).
El propósito de la Escuela:
“Mas yo quisiera dejar en vuestras almas sembrado el propósito de una Escuela Popular
de Sabiduría Superior. Y reparad bien en que lo superior no sería la escuela, sino la
sabiduría que en ella se alcanzase. Conviene distinguir. Porque nosotros no decimos:
<<Buena es para el pueblo la sabiduría>>, como dicen: <<Buena es para el pueblo la
religión>> los que no creen ya en ella. Éstos, al fin, dan lo que desprecian, y nosotros
daríamos lo que más veneramos; un saber de primera calidad” (JM, I, 268).
El maestro de la Escuela:
“Para ella necesitamos –sigue hablando Mairena- un hombre extraordinario, algo más
que un buen ejemplar de nuestra especie; pero de ningún modo un maestro a la manera
de Zaratustra, cuya insolencia eticobiológica nosotros no podríamos soportar más de
ocho días. Nuestro hombre estaría en la línea tradicional protagóricosocráticoplatónica,
y también, convergentemente, en la cristiana” (JM, I, 269).
“Reparad en cómo yo, que tengo mucho –bien lo reconozco – de maestro Ciruela,
no esgrimo, sin embargo, nunca la palmeta contra vosotros (…) porque de ningún modo
conviene que enturbiemos con amenazas el ambiente benévolo, fuera del cual no hay
manera de aprender nada que valga la pena de ser sabido (JM, II, 130).
“Porque de nuestra Escuela no habría de salir tampoco una nueva escolástica, la cual
supone una Iglesia y un Poder político más o menos acordes en defender y abrigar un
dogma, con su tabú correspondiente, sino todo lo contrario. Nuestro hombre no tendría
nada de sacerdote, ni de sacrificador, ni de catequista, como sus alumnos nada de
sectarios, ni de feligreses, ni siquiera de catecúmenos” (JM, I, 269).
“Porque la finalidad de nuestra escuela, con sus dos cátedras fundamentales, como dos
cuchillas de una misma tijera, a saber: la cátedra de Sofística y la de Metafísica,
consistiría en revelar al pueblo, quiero decir al hombre de nuestra tierra, todo el radio
de su posible actividad pensante, toda la enorme zona de su espíritu que puede ser
iluminada y, consiguientemente, obscurecida; en enseñarle a repensar lo pensado, a
desaber lo sabido y a dudar de su propia duda, que es el único modo de empezar a creer
en algo” (JM, I, 270).
“Nosotros militamos contra una sola religión, que juzgamos irreligiosa: la mansa y
perversa que tiene encanallado a todo el Occidente. Llamémosle pragmatismo, para
darle el nombre elegido por los anglosajones del Nuevo Continente, que todavía ponen
el mingo en el mundo, para bautizar una ingeniosa filosofía o, si os place, una ingeniosa
carencia de filosofía. La palabra pragmatismo viene un poco estrecha a nuestro
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concepto, porque nosotros aludimos con ella a la religión natural de casi todos los
granujas, sin distinción de continentes” (JM, I, 271).
El primero que practica esa autocrítica es el maestro, pues Mairena advierte una
y otra vez a sus alumnos contra sí mismo: “No toméis demasiado en serio -
¡cuántas veces os lo he de decir!- nada de lo que diga. Desconfiad sobre todo del
tono dogmático de mis palabras. Porque el tono dogmático suele ocultar la
debilidad de nuestras convicciones” (JM, I, 348).
Una escuela que corrija los defectos nacionales: “En nuestra Escuela
Popular de Sabiduría Superior procuraríamos estar un poco en guardia contre el
hábito demasiado frecuente de escupir sobre todo lo nuestro, antes de
acercarnos a ello para conocerlo” (JM, I, 276). Un propósito que recuerda la
afirmación de Gracián en El Criticón sobre los españoles: “Abrazan todos los
extranjeros, pero no estiman los propios”.
Una escuela que está en contra de la pedagogía del juego: “no pienso yo
que la cultura, y mucho menos la sabiduría, haya de ser necesariamente alegre y
cosa de juego. Es muy posible que los niños, en quienes el juego parece ser la
actividad más espontánea, no aprendan nada jugando; ni siquiera a jugar” (JM,
I, 325). En eso coincide con su querido y admirado maestro Miguel de
Unamuno.
“Hay una cierta pedagogía que huye de las dificultades, huye del verdadero trabajo, huye
de la austeridad. Parece que nos asusta enseñar a los niños todo lo duro, todo lo recio
que es el trabajo. Y de ahí ha nacido lo de que aprendan jugando, que acaba siempre en
que juegan a aprender. Y el maestro mismo que les enseña jugando, juega a enseñar. Y
ni él, en rigor, enseña, ni ellos, en rigor, aprenden nada que lo valga. Y luego, no olvide
usted que importa más lo que se ha de enseñar y aprender que el modo de enseñarlo y
aprenderlo. No hagamos de la Ciencia un mero medio para aplicar la pedagogía.” 3
Una escuela crítica y cautelosa, del pensar a la contra y, sobre todo, también
en contra de sí mismo, una crítica de la creencia pura, un elogio de la
incertidumbre.
3
M. de Unamuno, “Arabesco pedagógico” en Inquietudes y meditaciones, Espasa-Calpe, Madrid
1975, pág. 71.
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“Hay hombres que nunca se hartan de saber. Ningún día – dicen – se acuestan sin
haber aprendido algo nuevo. Hay otros, en cambio, que nunca se hartan de ignorar.
No se duermen tranquilos sin averiguar que ignoraban profundamente algo que
creían saber” (JM, I, 107).
Una escuela igualitaria. Atención a la diversidad: los más torpes los primeros y
a los que más se dirige.
“En nuestra Escuela Popular de Sabiduría Superior habría pocos alumnos, lo que no
supondría un daño para la Escuela; pero serían muchos, en cambio, los enemigos de
ella, los que pretendieran cerrarla. Y aun días pudieran llegar en que a profesores y
alumnos de tal escuela nos oliese la cabeza a pólvora”. (JM, II, 22)
cosas que Juan de Mairena tiene claras de manera meridiana. Y esa es la que
podemos llamar la parte positiva y doctrinal de su enseñanza, frente a
su magisterio negativo y crítico. En octubre de 1937, en la entrega mensual
que hacía para la revista Hora de España de las meditaciones de su Juan de
Mairena, titulada en esta ocasión “Algunas ideas de Juan de Mairena sobre la
guerra y la paz”, resume don Antonio Machado su ideario pedagógico en ocho
ideas principales:
“Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad;
pero su espíritu fino, delicado, no podía adoptar la forma tosca y violenta de la
franqueza catalana, derivaba necesariamente hacia la ironía, una ironía desconcertante y
cáustica, con la cual no pretendía nunca herir o denigrar a su prójimo, sino mejorarle.
Como todos los grandes andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de
pandereta, del andaluz mueble, jactancioso, hiperbolizante y amigo de lo que brilla y de
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