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HISTORIAS
DE
SUFÍES
Kitab rawd ar-rayahín
fi hikayat as-salihín

al-Yafi’i
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Colección Blanca 9

Título: HISTORIAS DE SUFÍES

Autor: AL-YAFI’I

Caligrafía de la portada: «quien busca, encuentra»

Selección, traducción e introducción


©SANTIAGO MARTÍNEZ DE FRANCISCO
santidefranciscosi@yahoo.es

© De esta edición: Mandala Ediciones, 2010


Tarragona 23, Local. 28045 Madrid (España)
Tel: +34 914 678 528
E-mail: info@mandalaediciones.com
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I.S.B.N.: 978-84-8352-279-0
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De Dios venimos y a Él hemos de volver.


Corán, 2, 156
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Introducción

La aparición del islam

Sobre los mimbres de sus escasos conocimientos de las tradicio-


nes judaica y cristiana, en sus vertientes ortodoxa y heterodoxa,
Mahoma (570-632 d. C.) recibe la revelación del Corán entre los
años 610 y 632 después de Cristo. Con ella cambiaron la mentali-
dad y el modo de vida de los árabes, que pasaron de ser un conjunto
de tribus idólatras enfrentadas entre sí a constituir una nación
guiada por Dios que cambiaría la faz de la Tierra, desarrollando la
civilización más brillante de la Edad Media. Incorporando algunas
características y costumbres árabes (verbigracia la peregrinación a
La Meca y el culto a la Piedra Negra, o la creencia en los genios,
así como la consagración de la lengua árabe), el islam no es sino la
enésima restauración de la religión eterna de la Humanidad, cons-
tantemente adulterada por los hombres y constantemente purifi-
cada y renovada por Dios a través de sus sucesivos profetas. El islam

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hace suyos los apóstoles del judaísmo (además, y en primer lugar, de


Cristo), así como otros judeo-arábigos, e incluso se alude positiva-
mente a religiones como la de los magos o la de los sabeos1.
Como dice el profesor Cruz Hernández, «el islam no puede
explicarse como peculiar hijuela del judaísmo o del cristianismo,
o como una simbiosis de ambos, como las especies no se explican
surgiendo linealmente una de otra. Lo comprendemos mejor bro-
tando como rama paralela, más o menos convergente, del común
Mundo de la Profecía»2.

Islam, espiritualidad y camino sufí

El Corán, y también los hadices, colección de dichos y hechos referi-


dos a Mahoma, son un vasto corpus de creencias religiosas, consejos
de conducta y leyes civiles. Su resultado no es un culto minoritario
sino un Estado basado en los preceptos divinos que sobrevivió a
través de guerras con los enemigos politeístas y se expandió des-
pués a expensas de otras civilizaciones. ¿Cómo una religión apa-
rentemente tan mundana podría haber producido desde dentro
una vía de contemplación mística y realización espiritual como el
sufismo? Los historiadores y estudiosos occidentales tradicional-
mente se han inclinado a suponer un origen exógeno para el esote-
rismo islámico, bien cristiano, como asevera el padre Asín Palacios
en El islam cristianizado, bien indio u oriental, como apuntan otros
trabajos. Ello no empecería, no obstante, las potencialidades espiri-
tuales del Corán o de las tradiciones proféticas auténticas.

1 Véase Corán, 22, 17, 2, 62 y 5, 69. Con los sabeos se identificará más tarde a los
gnósticos paganos de Harrán (Mesopotamia) y a los hindúes.
2 Miguel Cruz Hernández: Historia del pensamiento en el mundo islámico. 1. Desde
los orígenes hasta el siglo XII. Alianza Universidad. Alianza Editorial, S.A., Madrid
1981, pág. 42.

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En efecto, junto a disposiciones legales aparecen en el Libro


Sagrado historias bíblicas y otras donde se vierten aquí y allá con-
ceptos metafísicos o esotéricos, como las múltiples descripciones
del Paraíso, especialmente la sura del Acontecimiento, donde se
distinguen los compañeros de la derecha y de la izquierda (bue-
nos musulmanes y pecadores) de los adelantados o allegados, que
serían los elegidos o iniciados 3. También suelen inspirarse los
sufíes en el célebre pasaje del mi’rach 4 o ascensión de Mahoma,
donde se alude a su viaje nocturno de La Meca al templo de Jeru-
salén (para los musulmanes la Mezquita al-Aqsà) y de ahí, según
la tradición, al cielo y al infierno, lo que simbolizaría el recorrido
espiritual de los místicos. En el mismo Corán se hace referencia
al significado oculto de algunas aleyas, y la inmanencia y el amor
de Dios a los hombres se hace explícito en algunos pasajes como
los siguientes:
Cuando mis siervos te pregunten por Mí, diles que estoy cerca
y que escucho la oración del que ora cuando Me invoca.
(Cor., 2, 186)
Porque Yo estoy más cerca del hombre que la vena de su
corazón.
(Id., 50, 16)
En verdad hay en la tierra signo para los que realmente creen.
También los hay en vosotros mismos.¿Qué? ¿No los veis?
(Id., 51, 20-21)
Dios suscitará a un pueblo al cual Él ame y del cual sea
amado.
(Id., 5, 54)

3 Corán 56, 8-11.


4 Corán, 17, 1.

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Pero donde más guiños hay al tasawwuf, o esoterismo islá-


mico, es en el extensísimo corpus de los hadices, tradiciones o
enseñanzas del Profeta. Para la mayoría de los estudiosos occi-
dentales, y algunos orientales, gran parte de estos hadices serían
apócrifos, fruto de la piedad e imaginación de generaciones de
musulmanes, que harían remontar esa sentencia o anécdota al
Profeta a través de una larga cadena de transmisores para justifi-
car tal o cual punto de vista moral o político. Incluso los compila-
dores ortodoxos de hadices seguros (sahih), como Bujari, Muslim,
Tirmidhi y otros, hubieron de excluir de sus colecciones algunos
hadices por falsos, y otros los dejaron como dudosos o débiles (por
faltar algún eslabón en la cadena transmisoria, por ejemplo). Pero
puede que muchas de esas sentencias fueran efectivamente pro-
nunciadas por el Profeta, entre ellas algunas sapienciales o espi-
rituales. Tienen menos autoridad que el Corán, palabra de Dios
para los muslimes, pero en alguno el propio Mahoma se declara
inspirado, y otros, los hadiz qudsi o santos, serían palabras de Dios
reveladas al Profeta.
Si bien son claras las concomitancias cristianas, neoplatónicas,
hindúes o incluso budistas de gran parte de las doctrinas y prácti-
cas de los sufíes, no se puede pasar por alto la adhesión explícita de
estos a las fuentes islámicas, hasta el punto de referirse continua-
mente en sus escritos al Corán y el hadiz, así como a las propias
revelaciones de algunos santos sufíes. Las cadenas de transmisión
de las tariqas o cofradías místicas remontan de maestro en maestro
hasta el propio Profeta, pasando por alguno de los cuatro califas
ortodoxos, aunque la mayoría de ellas lo hace a través de Alí, quien
también es el primer imam para los shi’íes 5.

5 He oído que la tariqa Naqshbandiyya, implantada en Turquía, dice remon-


tarse a Abu Bakr. Más extraño me resultaría imaginarme al impetuoso Omar o al
aristócrata Uthmán como maestros sufíes.

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Por tanto, el sufismo podría haberse originado bien con el


propio Mahoma, como pretenden los sufíes, bien por injerto de
otras tradiciones o bien por generación espontánea en contacto
con estas. Ninguna de estas hipótesis es descartable. Recordemos el
pasaje del Evangelio que compara el Espíritu al viento, que «sopla
donde quiere 6».
¿Cuándo se puede reconocer al sufismo como algo compacto
y diferenciado dentro del islam? Parece que los primeros sufíes
reconocibles como tales son del siglo viii o ix después de Cristo
(ii y iii de la hégira). A pesar de que el islam condenó el mona-
cato, ordenó la guerra santa y trazó directrices para vivir en este
mundo (aunque sin descuidar la espiritualidad), muchos musul-
manes piadosos que se vieron de la noche a la mañana rodeados
de las riquezas, lujos y honores que les habían proporcionado las
conquistas, optaron por renunciar a ellos y consagrarse a una vida
de meditación y oración. Según Nicholson, primero habrían sido
ascetas y quietistas para devenir poco después místicos 7. En Persia
oriental se llamaron primero ‘árif o hakim (sabios), pero pronto
se generalizó el término sufí, para el que se han propuesto distin-
tas etimologías, como la raíz arábiga que significa ‘pureza’, safà, o
la que por el momento está más aceptada y que lo haría derivar
del término árabe suf, ‘lana’, siendo sufí, o más bien mutasáwwif 8,
aquel a quien se concedía el sayal de lana o jirqa, semejante al de
los eremitas cristianos, que significaba la renuncia al mundo y la
vinculación al maestro y a la cofradía mística. Personalmente me
convence más la que lo hace derivar del griego sofós, ‘sabio’, siendo

6 Juan, 3, 18.
7 Nicholson, Reynold A.: Poetas y Místicos del Islam. Editorial Barath. Madrid,
1986, pág. 18.
8 El que se ha iniciado en el sendero del sufismo. El sufí es en realidad el que ha
realizado la Identidad Suprema.

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el término árabe que designa el sufismo, sufiyya, la transliteración


de la Sofía (Sabiduría) griega.
Los primeros sufíes históricos pueden rastrearse en torno a
(o en connivencia con) las primeras manifestaciones de repliegue
del mundo shi’í, no mucho después del asesinato del imam Husayn
en Kerbela’ (680 d. C.). Hasan al-Basri (Medina 21/642-Basora
110/728) es reivindicado como fundador por la práctica totalidad
de las cofradías islámicas. Propugnaba una comunidad única (ni
shi’í ni sunní) y condenaba tanto la ocultación como la violencia.
Se cree que el iman Alí le habría revestido del manto iniciático. De
Basora fueron también Malik ibn Dinar (m. en 774) y al-Muhá-
sibi (m. en Bagdad en 857). De lo que ahora es Iraq, Irán y más al
este son los más importantes sufíes del siglo ix, como Abu Yazid
Bistami (discípulo del imam shi’í Ya’far as-Sádiq), Sahl ibn Abad
at-Tustari, Shibli, o al-Yunayd; siendo el más llamativo y el más
conocido por los occidentales Husayn Mansur al-Hallach (Irán
857-Bagdad 922), que fue ejecutado por las autoridades ortodoxas
por exteriorizar sus vivencias místicas, incluso más de lo que era
aceptable para la mayoría de los mutasawwifún. No en vano su
doctrina debía permanecer batiní (esotérica). Hubo y hay también
mujeres místicas, como Rabi’a al-Adawiyya y otras que, como ella,
aparecen en esta antología.
De Oriente Próximo el sufismo pasaría enseguida a Egipto con
Du n-Nun al-Misri («el egipcio», 796-859), conocido alquimista y
teósofo, y de ahí al Magreb y al-Ándalus, donde daría figuras de la
talla de Ibn al-Arabi, «el más grande de los maestros» (1164-1240).
Normalmente los sufíes se apartaban del mundo, como
Dawud Ta’i, de Kufa (m. en 778-79 o 781-82), que renunció al
estudio del derecho y arrojó sus libros al Eúfrates, consagrándose a
la ascesis y la vida solitaria. También al-Gazali (m. 1105) renunció
a su posición de jurista para consagrarse al estudio de la teología y

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la mística, y emprender una vivificación del islam. Pero en general


los místicos no desprecian la ley islámica (sharí’a) y recomiendan
su cumplimiento. No obstante, en la zona que va de Irán a la India,
las manifestaciones de los sufíes han sido, por así decirlo, más libres
e iconoclastas, como en el caso del propio Abu Yazid o del persa
Abu Sa’id ibn Abi l-Jayr, que llega a decir, en nombre de los dervi-
ches vagabundos:
Nuestra santa obra no se habrá concluído hasta que yazcan
en ruinas todas las mezquitas que se levantan debajo del sol.
El verdadero musulmán no se manifestará hasta que sean
una sola cosa la fe y la infidelidad 9.
O en el de las sabias extravagancias de Mulá Nasrudín, también
conocido entre los árabes como el tonto Yuha. O las aparentemente
blasfemas e incrédulas Ruba’iyyat del persa Omar Jayyam. Pero en
el Magreb, y en general en el mundo árabe, la enseñanza de los
maestros sufíes se ciñe lo más posible a la ortodoxia, lo mismo que
hace al-Yafi’i, el sufí de origen yemení pero afincado en La Meca,
que recoge las historias que ahora presentamos.

Doctrina y método sufíes

El viajero (sálik) del camino espiritual busca la transformación de


su ser humano para llegar a ser lo que en realidad es, y producir su
identificación con la Realidad suprema que es Dios, haciéndose real
la afirmación de al-Hallach: «Yo soy la Verdad».
Esta vía se divide en etapas espirituales permanentes o maqa-
mat y estados espirituales pasajeros ahwal. La meta es el conoci-
miento (ma’rifa).

9 Nicholson, op. cit., pág. 78.

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Según el Kitab al-Luma’ de as-Sarrach, el sendero consta de las


siguientes siete jornadas: 1. Arrepentimiento de la vida anterior, por
lo que se decide emprender el camino poniéndose a las órdenes de un
maestro (sheij). 2. Abstinencia. 3. Renuncia. 4. Pobreza. 5. Paciencia.
6. Confianza en Dios. 7. Satisfacción.
Estas etapas pueden variar de un autor a otro, pero en general
el místico debe luchar denodadamente contra su alma, nafs, para
eliminar de ella sus bajas tendencias, que son las que le impiden la
contemplación y la unión con Dios. Se cuenta que dijo el Profeta al
volver de una batalla contra los infieles: Hemos vuelto de la guerra
santa menor a la guerra santa mayor 10, refiriéndose a la que se desa-
rrolla en el corazón del creyente.
Hacia el exterior, el místico debe ser todo caridad, desprendi-
miento y servicio a los demás. Es lo que en el Corán se llama ihsán,
es decir, que adores a Dios como si Le vieras, pues si tú no Le ves, Él sí te
ve a ti 11. Hacia el interior debe recogerse y practicar los medios de
propiciar la iluminación divina. Medios como la oración, la vigilia,
el ayuno, la meditación, el dhikr o repetición incesante de breves
jaculatorias o del nombre de Dios, normalmente acompañado del
ritmo respiratorio apropiado, o letanías místicas de origen corá-
nico, e incluso la audición (sama’) de música espiritual, acompa-
ñada o no por la danza, prácticas estas dos últimas condenadas por
algunos sufíes más rigurosos.
La identificación con la Realidad suprema se describe como un
faná, «extinción en Dios», que sería muy similar al nirvana budista

10 Este hadiz no aparece en la recopilación de Wensinck. Sí en la Encyclopedia of


Jihad, editada por R. K. Pruthi. Anmol Publications Pvt. Ltd. New Delhi, 110002
(India), vol. 1, págs. 60-71, donde lo cita como débil o dudoso, aunque el autor
cita otro hadiz de donde entiende deducirse el término yihad como espiritual. El
otro hadiz de la guerra santa mayor también aparece en diccionarios de términos
sufíes.
11 Hadiz. Wensinck, tomo I, pág. 467.

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o vedántico si no fuera porque tiene una contrapartida optimista:


el baqá o subsistencia en Dios del alma transformada. Luego puede
incluso venir un nuevo descenso purificado al mundo para ayudar
a los otros. Como dice Fernando Valera, los místicos musulmanes
recorrían tres grandes jornadas. La primera consistía en renunciar
a sí mismos; la segunda, en morar y gozarse en Dios; y la tercera, en
consagrase al servicio y guía espiritual de la Humanidad 12.
Estos son los grandes rasgos del esoterismo islámico o sufismo,
que el lector encontrará reflejados en estas historias.

Vida y obras de al-Yafi’i

Al-Yafi’i nació en el Yemen ca. 698/1298. Después de su primera


peregrinación a La Meca inició una vida de asceta bajo la tutela
del maestro sufí Alí at-Tawashi. En 1319 viajó de nuevo a La Meca
para completar su formación religiosa. Allí renunció a su matri-
monio para vivir como asceta en los dos santuarios, La Meca y
Medina. En 1335 viajó por Palestina y Egipto. Se adhirió a la tariqa
Qadiriyya (que se remonta al maestro Abd al-Qádir al-Yilani), de
la cual fundó una rama, la Yafi’iyya, que todavía existe en el Yemen.
De vuelta de sus viajes se estableció en La Meca, donde gozaba de
prestigio y era solicitado por su conocimiento y por su dirección
espiritual. Entre sus discípulos se cuenta Shah Ni’mat Allah (m.
1431), fundador de la orden Ni’matullahi, que se extendió mucho
por Irán y Turquía. Murió en La Meca en 1367, y sus ropas fueron
vendidas como reliquias. Al-Yafi’i enseñó sobre todo hadiz, comba-
tiendo tanto el racionalismo mu’tazilí como el antropomorfismo de
Ibn Taymiyya. Escribió libros sobre el sufismo, entre ellos el texto
que presentamos, cuyo título original es Rawd ar-rayahín fi hikayat

12 Nicholson, op. cit. pág. 14.

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as-salihín ( Jardín de los arrayanes sobre las historias de los virtuo-


sos), y que sin duda es una recopilación de relatos tradicionales. He
preferido traducir Historias mejor que cuentos por el carácter pre-
suntamente verídico con que el autor los presenta. También escri-
bió en defensa de maestros como al-Yilani, Ibn Arabi y al-Hallach,
así como numerosos poemas de índole mística.

El Jardín de los arrayanes. Texto y traducción

Conocí estos cuentos a través de la selección que de ellos publicó


Emilio García Gómez en su Antología de árabe para principiantes,
que aún hoy manejan los estudiantes universitarios de árabe. G.
Gómez dice haber utilizado el resumen que aparece al margen de
las Qisas al-anbiya’ (Historias de profetas), de Za’labi, publicadas
por Alamiyya en El Cairo en 1929. La edición que yo he utilizado
de esta misma Qisas al-anbiya’, sin data ni lugar de edición, es la
publicada por el Hayy Abd es-Salam b. Muhammad b. Shaqrún,
imprenta ‘Atif e hijo, la única que he podido encontrar en las biblio-
tecas de Madrid, que es muy defectuosa, con múltiples errores
de imprenta o de copia, habiendo tenido a veces que deducir qué
letra o qué palabra es la que debería ir en vez de la que aparece, con
muchos puntos diacríticos borrados o cambiados y por supuesto
sin vocales ni signos auxiliares. Pido disculpas por los errores que
puedo haber cometido, especialmente en los versos.
Para la transcripción de los fonemas de los términos árabes
me he valido de los signos normales en el teclado latino, por ser
difícil o muy costoso para las imprentas convencionales emplear
puntos diacríticos. Para algunos fonemas he empleado grupos de
letras conocidos por el lector medio, como el grupo sh que suena
como en inglés o como la ch francesa; o la y, que a veces repre-
senta un sonido como el de la j en francés o inglés, teniendo que

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representar otras veces ese mismo sonido por la ch para que no


se lea como vocal, como en el nombre al-Hayyach, donde se daba
tres veces el mismo sonido. La h es un sonido aspirado en árabe;
el signo z transcribe la silbante alveolar sonora, que suena como
la s francesa intervocálica, mientras que el fonema interdental
de zapato se representa con th; el signo dh es un sonido fricativo
alveolar sonoro, como la th inglesa en this. Este mismo fonema
velarizado, he tenido que representarlo también por el signo z, en
nombres árabes como zuhr (melodía). Un sonido muy caracterís-
tico de la lengua árabe, el ‘ayn, fricativa faringal sonora, así como
la hamza, que es más suave (oclusiva glotal sorda), los represento
por el apóstrofe (‘) si van en medio de palabra, o por nada si van
al comienzo. Como el sonido del artículo al se asimila a las con-
sonantes llamadas solares, así lo reflejo en las transcripciones. La
frecuente locución ibn, ‘hijo de’, es abreviada generalmente en b.
Jaculatorias muy repetidas son a veces eliminadas o reducidas a
las iniciales, por ejemplo e. s., ‘ensalzado sea’, que suele seguir al
término «Dios». A menudo utilizo el vocativo árabe ya en lugar
de oh. Las notas a la Introducción y al texto son siempre del tra-
ductor.
Las historias que ahora ofrecemos, que constituyen la mayor
parte de la recopilación de al-Yafi’i, tratan de la espiritualidad ascé-
tico-mística musulmana, incluyendo desde problemas teológicos
y milagrerías ingenuas hasta moralidades edificantes de enorme
intensidad poética. Desfilan por ellas iniciados bajo la apariencia de
cantantes de tabernas, sabios y sabias que pasan por locos o locas,
príncipes albañiles, princesas bizantinas que se convierten al islam,
ejemplos de virtud de cristianos que indefectiblemente acaban
convirtiéndose al islam, discusiones teóricas entre sufíes y monjes
cristianos y hechos prodigiosos o cotidianos protagonizados por
místicos, así como revelaciones privadas con las que Dios se dirige a

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los santos, o estos a Él, con una proximidad inhabitual, todo salpi-
cado de sermones del autor o de poemas profanos utilizados en un
sentido espiritual.
Esperamos que el lector disfrute de la lectura de estas pin-
torescas y edificantes historias, que pueden ayudar a ampliar el
horizonte de nuestros conocimientos de ese vasto mundo que es
el islam.

Santiago Martínez de Francisco


Getafe, 1 de agosto de 2010

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Bibliografía

Arberry, Arthur J.: An Introduction to the History of Sufism.


Orient Longman Limited. New Delhi, 1992.
Asín Palacios, Miguel: El islam cristianizado. Estudio del sufismo
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D. F., 5ª edición, 1979.
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Nicholson, Reynold A.: Poetas y místicos del islam. Editorial
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Wensinck, A. J.: Concordance et indices de la tradition musulmane.
E. J. Brill. Leiden, 1936-1988.

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Exordio

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso. Alabado sea


Dios, el Magnífico, el Munífico, el Misericordioso, el Clemente, el
cual creó al hombre y lo adornó con la articulación del lenguaje, que
favorece a quien quiere de sus seguidores y le conduce al camino
de la fe, que distinguió a esta nación con la oración, el ayuno y la
recitación del Corán, y suscitó en ella santos y puros, mártires y
virtuosos, gente del Conocimiento dotados del mérito y la fe,
cuyos pechos abrió para perdonarles sus faltas y guiarles al Camino
Recto, el camino de Dios, el Glorioso, el Munífico, que les favoreció
con su gracia, les prodigó de su generosidad y les escanció con las
copas de su amor, bebiendo de cuya cercanía se reconfortaron los
corazones y los cuerpos, y les prometió que contemplarían Su noble
rostro, coronándoles con la corona de la dignidad y vistiéndoles con
las túnicas de colores de Su satisfacción. Loado sea por Su mérito
universal, Su generosidad magnífica y Su benevolencia antigua; Él
es el Subsistente y todo lo demás es perecedero. Le adoro a lo largo

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de las eras y me vuelvo a Él arrepentido y Le pido perdón con una


petición que hace innegable el perdón; y doy testimonio de que no
hay más dios que Dios Solo y sin asociado, el Misericordioso, el Cle-
mente, y doy testimonio de que nuestro señor Muhammad, Dios le
bendiga y salve, es Su siervo y Su enviado, la mejor criatura entre
los humanos y los genios. Dios mío, bendice a este profeta generoso
y enviado grandioso con una bendición y una paz eternas e insepa-
rables a lo largo del tiempo.
En cuanto a lo demás, he aquí unas advertencias excelsas y
magníficas que transcribí del libro Jardín de los arrayanes sobre los
méritos de los virtuosos, Dios nos prodigue con las bendiciones de
ellos en los dos reinos y por su recuerdo haga descender hasta noso-
tros las misericordias y las bendiciones. Aparecen en estas historias
noticias de las señoras, virtudes de los guías y bondades de la gente
de las felicidades, con relatos verídicos para que la preocupación y
la cavilación se alejen de quienes las lean, y los encantos de aquellas
vidas conmuevan a sus oyentes, de modo que su escucha reanime los
cuerpos y su lectura aleje las tristezas. Este es el momento de comen-
zar con ello, y pedimos a Dios, ensalzado sea, que nos aproveche con
los santos y nos reúna con el grupo de la gente de la santidad.
Entre estas historias está lo que se contó de nuestro señor
Du-n-Nun el egipcio, Dios esté satisfecho de él.

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1. UN SUFÍ SOBRE LAS OLAS

Contó: Navegaba yo una vez por el mar y viajaba conmigo un joven


de hermoso rostro. Cuando estuvimos en medio del mar el dueño del
barco perdió una bolsa con dinero, por lo que empezó a inspeccionar
a todo el que se hallaba en el barco. Y cuando llegó al joven para ins-
peccionarle este saltó del barco para sentarse en el mar, y se elevaron
para él las olas a semejanza de un lecho, y nosotros le observábamos
desde el barco. Luego dijo: Señor mío, estos me han acusado y yo Te
conjuro, Amado de mi corazón, a que ordenes a todas las bestias de
este mar que saquen la cabeza y que en la boca de cada una haya
una joya. Relató Du-n-Nun: Y no había acabado el joven de hablar
cuando vimos a las bestias del mar, que habían sacado sus cabezas
y en la boca de cada una había una joya que destellaba y brillaba
como un relámpago. Luego saltó el joven por segunda vez del mar a
las olas, empezó a andar y no se mojaban sus pies, mientras recitaba:
A Ti adoramos y a Ti rendimos culto13, hasta que se ocultó de mi vista.
Dijo Du-n-Nun: Y eso me incitó a nadar, mas recordé el dicho del
Profeta, Dios le bendiga y salve: No dejará de haber en mi Comunidad
treinta hombres cuyo corazón será como el corazón de Abraham, el íntimo
del Clemente, y cada vez que muera uno, Dios le sustituirá con otro14.

G
13 Corán, 1, 5
14 Hadiz dudoso. No viene en el índice recopilatorio de los hadices canónicos de
Wensinck. Viene en una enciclopedia de hadices de Muh. Al-Sa’id Zaglul, que lo
toma de Ithaf al-sadat al-muttaqin de al-Zubaydi, edición Beirut, 8: 917, y de Ta’rij
Asbahan de Abi Nua’im, de Asbahan, edición Europa, 1: 180. Los abdal serían una
élite de santos ocultos que gobernarían la Tierra. Según Ibn Arabi sólo serían siete.

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2. EL AMO GENEROSO

Se contó que Ya’far as-Sádiq 15, Dios esté satisfecho de él, tenía un
criado que cierto día vertió agua sobre la mano de su señor. El reci-
piente cayó de su mano a la jofaina y el agua llegó a su ropa. Le
dirigió una mirada reprobatoria, y dijo el criado: Oh mi señor, ¿y
los que contienen la cólera? Dijo Ya’far: Contengo mi cólera. Y dijo
el criado: ¿Y los que perdonan a la gente? Dijo Ya’far: Te perdono.
Y dijo el criado: Pues Dios ama a los bienhechores. Dijo Ya’far: Ve,
eres libre, por Dios, ensalzado sea, y te doy mil dinares de mi pecu-
nio. Y estas son algunas de las generosidades y buenas costumbres
de ellos; Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de ellos.

3. LA BALANZA

Se cuenta de uno de ellos, Dios esté satisfecho de él y nos apro-


veche por él: Vi en sueños a uno de los pecadores después de su
muerte, y le pregunté: ¿Qué ha hecho Dios contigo? Y dijo: Fue-
ron pesadas mis obras buenas y mis obras malas, y pesaron más
las malas que las buenas. Me quedé perplejo, y estando yo así cayó
un envoltorio del cielo sobre un platillo de la balanza, y pesó más.
Luego oí una voz que decía: Y aún si se trata de un grano de mostaza
lo tendremos en cuenta. ¡Bastamos nosotros para ajustar cuentas! 16
Dijo: Luego se desató el envoltorio y había en él un puñado de
tierra que yo había echado a la tumba de un musulmán. Así que

15 Sexto imam shi’í y maestro de sufíes como al-Bistami. Vivió entre 83 h/703 d.
C. y 148 h./765 d. C.
16 Corán 21, 47

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Dios me perdonó por aquello y me hizo entrar al Paraíso. Mira la


generosidad de Dios, ensalzado sea, y la dulzura de su benevolen-
cia con sus siervos.

G
4. LA MANSIÓN SIN TACHA

Se contó de uno de los virtuosos, Dios, ensalzado sea, esté de él


satisfecho: Un rey construyó una mansión y se esmeró en su cons-
trucción, la engalanó y puso en ella comida. Invitó a la gente a su
casa e hizo sentarse a la puerta a esclavos y criados para que pre-
guntaran a todo el que saliera: ¿Habéis visto algún defecto? Y res-
pondían: No. Y no impedían la entrada a nadie, hasta que llegaron
unas personas de lo más bajo de la escala social, cubiertos de andra-
jos. Y cuando hubieron entrado y comieron del banquete, les salie-
ron al encuentro los esclavos y criados, y les preguntaron: ¿Habéis
observado algún defecto? Y respondieron: Sí, hemos observado dos
defectos. Relató: Y les apresaron y volvieron con el rey, al que infor-
maron de lo que habían dicho. Y dijo el rey: No me satisfaría con
un solo defecto, ¿cómo voy a estar satisfecho con dos defectos? Y
ordenó: Traédmelos. Los llevaron ante él y el rey les preguntó cuá-
les eran los dos defectos. Y explicaron: Esta casa, ¿se vendrá abajo y
morirá su dueño? Dijo el rey: ¿Conocéis una casa que no se venga
abajo y cuyo dueño no muera? Respondieron: Sí. Y dijo el rey: ¿Y
dónde está? Entonces le recordaron el Paraíso y sus delicias y le
hicieron desearlo, y le recordaron también el infierno y le hicieron
temerlo, invitándole a adorar a Dios, ensalzado sea, a lo que respon-
dió favorablemente: salió de su reino huyendo a Dios arrepentido.
A Él pedimos, ensalzado sea, el arrepentimiento y el perdón.

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5. MISTERIOSO RELEVO

Se cuenta de uno de los santos —Dios, ensalzado sea, esté de él satis-


fecho— que dijo: Yo era un barquero en el Nilo que hacía pasar a la
gente de la orilla oriental a la occidental. Y estando yo un día sentado
en mi barca vi a un jeque de rostro resplandeciente que se acercó
a mí, me saludo y me dijo: Llévame, por Dios. Respondí: Sí. Luego
añadió: Y dame de comer, por Dios. Dije: Sí. Y subió a la barca y le
hice pasar al lado occidental. Llevaba un hábito remendado y en la
mano un bastón y una cantimplora. Y cuando se apeó dijo: Quiero
confiarte un encargo. Pregunté: ¿De qué se trata? Y explicó: Mañana
al mediodía me encontrarás muerto bajo ese árbol. Lávame y amor-
tájame con el sudario que encontrarás bajo mi cabeza, reza por mí y
entiérrame bajo el árbol, pues esa es mi tumba. Y cuando termines
conmigo toma este hábito, la cantimplora y el bastón; y cuando llegue
alguien que te los pida, dáselos. Dijo: Me maravillé de su caso y me
dejó. Se fue y yo pasé la noche meditando. Cuando amanecí esperé la
hora que me había señalado el sheij, mas cuando llegó el momento
del mediodía, me olvidé, y no volví a caer en la cuenta hasta cerca de
la media tarde17. Fui a él rápidamente y lo encontré muerto bajo el
árbol, y bajo su cabeza encontré un sudario que exhalaba un perfume
a almizcle. Contó: Lo lavé y amortajé con él, recé por él y excavé bajo
el árbol, y he aquí que hallé un sepulcro construido en mármol y lo
enterré en él. Luego volví a mi sitio por la noche, llevando conmigo
el hábito, la cantimplora y el bastón. Y cuando se alzó la aurora y se
aclaró el aire vi que estaba junto a un joven que había llegado. Clavé
mi vista en él y supe que era uno de los muchachos juglares que dan-
zaban y cantaban, llevaba ropas finas, las manos teñidas y un aro bajo
su sobaco. Se acercó a mí, me saludó y me dijo: ¿Eres tú Fulano hijo

17 El zuhr (mediodía) y el asr (media tarde), son dos horas del día y asimismo dos
de las cinco oraciones canónicas que debe ejecutar el musulmán.

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de Fulano? Respondí: Sí. Dijo: Dame el depósito que se te ha con-


fiado para mí. Pregunté: ¿Y qué es? Dijo: Un hábito remendado, un
bastón y una cantimplora. Pregunté: ¿Y cómo lo sabes? Dijo: Sólo
sé que estaba yo ayer en la boda de Fulano bailando y cantando
cuando llamó a la plegaria el muezzín y me dormí para descansar. Y
estando yo dormido un hombre me despertó y me dijo: Levántate.
Dios, loado y ensalzado sea, se ha llevado el espíritu del santo Fulano
y te ha puesto a ti en su lugar, y el jeque te ha dejado un depósito
consistente en un hábito remendado, un bastón y una cantimplora.
Contó el santo: Y se los ofrecí. Entonces se quitó sus ropas y se
lavó e hizo las abluciones rituales en el río, se vistió las ropas viejas
y me entregó las suyas, diciendo: Da estas ropas en limosna. Luego
partió y me dejó, y no se dónde fue. Me pasé el día llorando hasta
la noche, y cuando me dormí vi al Señor de la Gloria que me decía
en sueños: Ya Fulano, ¿acaso es duro para ti que yo sea benévolo con
uno de mis siervos, que era un pecador y le acogí? Es sólo una gracia
mía que concedo a quien quiero, pues mi misericordia lo abarca todo.

G
6. EL PRÍNCIPE ALBAÑIL

Se cuenta de uno de ellos —Dios, ensalzado sea, esté de él satis-


fecho— que dijo: Vivía yo en Bagdad y tenía un conventito rui-
noso. Necesitaba construir un muro que se había derrumbado de
él y salí hacia el punto de reunión de los albañiles para buscar un
hombre que me construyera el muro. Vi a un muchacho esbelto, de
rostro limpio, me acerqué a él y me detuve delante de él. Luego le
pregunté: Amigo mío, ¿quieres el trabajo? Y respondió: Sí. Y dije:
Ven con la bendición de Dios, ensalzado sea. Mas precisó: Con una

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condición que te pongo. Pregunté: ¿Cuál? Dijo: Que el jornal sea de


un dirham y un sexto de dirham. Asentí, y él añadió: Y que si llama
el muezzín a la oración me dejes rezar con la comunidad. Dije: De
acuerdo. Y fue conmigo a mi casa. Me hizo un trabajo como no
lo he visto igual ni mejor. Después le recordé que era la hora del
almuerzo, y dijo: No. Y supe que estaba ayunando. Y cuando llegó
el momento de la oración del zuhr y oyó la llamada me recordó:
La condición, señor. Dije: Sí. Se desabrochó el cinturón e hizo una
ablución como no la he visto mejor. Luego salió a hacer la oración
con la comunidad en la mezquita. A continuación volvió a su tra-
bajo, hasta que oyó la llamada del asr 18 y dijo: La condición, señor.
Se la concedí y salió a rezar el asr con la comunidad, luego volvió
a su trabajo. Entonces fui a él y le dije: Querido mío. El trabajo de
los albañiles es hasta el asr, pero tú no descansas. Replicó: Gloria
a Dios, así fuera mi trabajo hasta la noche. Cuando llegó la noche
le saqué dos dirhams, y al verlos dijo: ¿Qué es esto? Respondí: Por
Dios, señor, son una parte de tu jornal, porque te has esforzado en
tu trabajo. Me los tiró y dijo: Por Dios, no aumentaré nada a lo
convenido entre tú y yo. Le supliqué, pero no pude con él. Tomó el
dirham y sexto y se fue. Al día siguiente volví al mismo lugar y no lo
encontré. Pregunté por él y me dijeron: Sólo viene aquí de sábado a
sábado. Y cuando llegó el sábado fui a buscarle y lo encontré. Sonrió
al verme, y le dije: En el nombre de Dios, [trabajarás] bajo la con-
dición que señales. Y dijo: Sí. Se fue conmigo y trabajó su jornada
como anteriormente, e incluso más, le di el jornal, lo cogió y se fue.
Cuando llegó el tercer sábado fui al lugar y no lo encontré; pregunté
por él y me dijeron: Está enfermo en la tienda de Fulana. Era esta
una anciana que tenía una tienda en el cementerio, y era célebre por
su santidad y piedad. Me dirigí a ella y encontré allí al joven, acos-

18 Véase la nota 17

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tado sobre el suelo, sin nada debajo, salvo un ladrillo bajo su cabeza,
y su rostro resplandecía de luz. Contó: Le saludé y me devolvió el
saludo, y me senté junto a su cabeza, llorando por su corta edad y su
alejamiento de su tierra. Entonces le pregunté: Querido, ¿necesitas
algo? Me dijo: Sí, ven mañana aquí hacia el duhà 19, me encontrarás
muerto: lávame y amortájame en esta tienda, y cava mi tumba en
ella; no informes de eso a nadie, rompe el bolsillo de este jubón, saca
lo que hay en él y retenlo contigo; cuando me entierres y acabes con
lo mío, llégate a Harún al-Rashid, dale lo que habrás encontrado en
el bolsillo y envíale mis saludos. Relató: Y al día siguiente llegué a la
tienda y lo encontré muerto —la misericordia de Dios, ensalzado
sea, recaiga sobre él—. Me entristecí mucho por él; luego empecé a
lavarle y a prepararle, lo amortajé y recé por él en la tienda, y cavé
su fosa en ella como me había dicho. Después rasgué su bolsillo y
vi en él un jacinto que valía mil dinares. Me maravillé de aquello y
exclamé: Por Dios, ha practicado en el mundo el mayor ascetismo.
Y cuando terminé con él esperé la salida de Harún al-Rashid en su
cortejo, le salí al paso en su camino y le entregué el jacinto. Cuando
lo vio cayó desmayado y sus sirvientes formaron un círculo a mi
alrededor. Cuando despertó dijo: Dejadle libre. Me tomó la mano
y se fue conmigo a su salón, donde me preguntó: Hermano, ¿qué ha
hecho Dios con el dueño de este jacinto? Le dije: Ha muerto en la
misericordia de Dios, ensalzado sea. Después le conté toda la his-
toria. Y al-Rashid empezó a llorar y a decir: Sacó provecho el hijo
y se malogró el padre. Entonces llamó: ¡Fulana!, y vino una mujer
que parecía una hurí; cuando me vio quiso volverse, pero al-Rashid
le dijo: ¡Entra! Entró y saludó; él le arrojó el jacinto y cuando ella
lo vio dio un grito y se desmayó. Cuando despertó dijo: Ya emir de
los creyentes, ¿qué ha sido de mi hijo, el dueño de este jacinto? Y él

19 Media mañana.

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me ordenó: Cuéntale toda la historia. Y le conté todo lo referente


a su hijo, y ella empezó a llorar y a exclamar: ¡Cuánto te echo de
menos, frescura de mi ojo! ¡Ojalá no te hubiera escanciado cuando
no tenías quien te escanciara, ni hubiera sido tu amiga cuando no
encontrabas un amigo! Luego lloró intensamente.
Y me dijo el emir de los creyentes: Hermano, este hijo mío
estaba conmigo antes de que yo accediera a esta autoridad, fre-
cuentaba a los ulemas y se sentaba con los santos. Y cuando accedí a
esta autoridad huyó y se alejó de mí, y dije a su madre: Tu hijo se ha
abandonado a Dios, loado y ensalzado sea, y sólo pueden alcanzarle
las desgracias y sufrimientos más tristes. Dale este jacinto para que
le aproveche en sus días de necesidad. Y se lo dio y le invitó a que lo
guardara, y no hemos tenido noticia de él hasta ahora, que nos ha
arrojado nuestro mundo y ha encontrado a Dios en un encuentro
sin tacha. Relató: Y salí con él a su tumba y lloró largamente, y me
pidió que le acompañara. Le dije: Oh emir de los creyentes, tengo
en tu hijo una advertencia y una lección. Luego me alejé de él, triste
por ese muchacho, la misericordia de Dios Altísimo sea sobre él y
esté satisfecho de él.

G
7. EL PROFETA Y EL BEDUINO

Se cuenta de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,


que dijo: Mientras el Profeta estaba dando las vueltas a la Kaaba,
oyó a un beduino que decía: Oh Generoso. Y dijo el Profeta, Dios
le bendiga y salve, tras él: Oh Generoso. Y pasó el beduino al lado
de la esquina yemení y dijo: Oh Generoso. Y dijo el Profeta, Dios
le bendiga y salve, tras él: Oh Generoso. Y pasó el beduino al lado

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del desagüe y dijo: Oh Generoso. Y dijo el Profeta tras él: Oh Gene-


roso. El beduino se dio la vuelta hacia el Profeta y dijo: Oh hermoso
de rostro y esbelto de talle, ¿te burlas de mí porque soy un beduino?
Por Dios, que si no fuera por la belleza de tu rostro y la esbeltez de
tu talle, me quejaría de ti a mi amado Muhammad, Dios lo bendiga
y salve. Refirió: Y se sonrió el Profeta, Dios lo bendiga y salve, y
dijo: ¿No conoces a tu Profeta, oh hermano de los árabes? Y dijo
el beduino: No. Y preguntó el Profeta, Dios lo bendiga y salve: ¿Y
cuál es tu fe en él? Y respondió: Tengo fe en su profecía aunque no
lo he visto, y creo en su misión aunque no me he encontrado con
él. Y dijo el Profeta: Oh beduino, yo soy tu profeta en este mundo
y tu intercesor en el otro. Relató: Y empezó el beduino a besarle los
pies al Profeta, Dios lo bendiga y salve, pero éste dijo: Oh hermano
de los árabes, no hagas conmigo como hacen los bárbaros con sus
reyes, pues Dios, loado y ensalzado sea, me envió como albriciador
y predicador. Relató: Y descendió Gabriel sobre el Profeta, Dios lo
bendiga y salve, y le dijo: Oh Muhammad, el que es Él mismo la
Paz te envía la paz y te hace objeto de las salutaciones y el agasajo, y
te dice: Dile al beduino que no le engañen Nuestra generosidad ni
Nuestra benevolencia, pues mañana le ajustaremos cuentas por lo
poco y por lo mucho, por el pábilo y la película del hueso del dátil. Y
cuando se le dijo, preguntó el beduino: ¿Nos ajustará cuentas nues-
tro Señor, oh Enviado de Dios? Dijo: Sí, te ajustará cuentas, si Dios
quiere. Y dijo el beduino: Por Su gloria y Su Majestad, si me ajusta
las cuentas yo se las ajustaré a Él 20. Y dijo, Dios lo bendiga y salve:
¿De qué le vas a echar cuentas a tu Señor, oh hermano de los ára-
bes? Y dijo el beduino: Si me ajusta las cuentas por mi pecado, yo
se las ajustaré por Su perdón, y si me las ajusta por mi rebeldía, yo se

20 El texto dice «no se las ajustaré», pero entiendo que es un error del copista o
del impresor por lo que dice a continuación.

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las ajustaré por Su indulgencia; y si me hace responsable de mi ava-


ricia, yo le haré responsable de Su generosidad. Relató: Y se puso a
llorar el Profeta, Dios lo bendiga y salve, hasta mojársele la barba. Y
descendió Gabriel, sobre él la paz, sobre el Profeta, Dios le bendiga
y salve, y le dijo: Oh Muhammad, la Paz te envía su saludo y te dice:
Oh Muhammad, reduce tus llantos, pues ya se aligeró la carga del
Trono por las alabanzas de ellos. Di a tu hermano el beduino que no
Me juzgue y no le juzgaremos, pues es tu compañero en el Paraíso.

G
8. EL LOCO DE DIOS

Se cuenta de Abderrahmán ibn al-Muhallab, Dios esté satisfecho de


él, que dijo: Pasé cierto día por un mercado de esclavos y encontré
a uno que pregonaba a un esclavo diciendo: Lo vendo a pesar de su
defecto. Y pregunté al pregonero: ¿Cuál es el defecto que tiene este
esclavo? Y me respondió: Mi señor, pregúntale. Me acerqué al mozo
y le pregunté: ¿Cuál es el defecto que tienes? Y respondió: Mi señor,
mis defectos son muchos, y no sé por cuál me han dado a conocer. Y
dije al pregonero: ¿Cuál es el defecto de este mozo? Y dijo: La enfer-
medad de la locura. Y pregunté al joven: ¿Cómo viene a ti esta epi-
lepsia; cada año, cada mes, cada semana o cada día? Y respondió:
Mi señor, cuando la enfermedad del amor se apodera del corazón,
se propaga por los miembros; y cuando alcanza a las extremidades,
extiende el velo del amor sobre el resto del cuerpo y golpea a la razón
con el recuerdo del Amado; y le acontece al corazón una posesión
total y al cuerpo el silencio, y el ignorante lo considera locura. Dijo
Abderrahmán: Y comprendí que el joven era uno de los amigos de
Dios, ensalzado sea, y le pregunté al pregonero: ¿Qué precio quie-

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res por este joven? Y dijo: Doscientos dirhams. Dije: Y veinte más
para ti. Le pesé el precio y cogí al mozo y me lo llevé a casa. Allí le
ordené entrar, pero rehusó, diciendo: Mi señor, ¿tienes familia? Dije:
Sí. Alegó: ¿Y quién puede mirar a la mujer21 de otro? Le dije: Te doy
licencia para eso. Y exclamó: ¡Dios me libre!, pero cualesquiera que
sean tus necesidades yo me haré cargo de ellas, mas a este lado de la
puerta. Dijo Abderrahmán: Me marché y le dejé allí. Más tarde le
saqué el almuerzo, y dijo: Estoy ayunando. Cuando se hizo de noche
le saqué la cena, y dijo: Llamo a tu puerta. Y se instaló en mi casa, en
el pasillo. Fui a él a medianoche y lo encontré de pie, rezando, y no
me sintió. Cuando terminó su plegaria se prosternó y lloró intensa-
mente, y le oí decir en sus confidencias [con Dios]: Dios mío, los reyes
han cerrado sus puertas mientras tu puerta permanece abierta a
los que te imploran. Dios mío, se pusieron los astros y se durmie-
ron los ojos, pero Tú eres el Viviente, el Subsistente al que no cogen el
sopor ni el sueño 22; Dios mío, extendiste la alfombra y cada amante
se retiró a solas con su amado, mas Tú eres el Amado de los que se
esfuerzan y el Compañero de los solitarios. Dios mío, si me expul-
sas de tu puerta, ¿a qué puerta recurriré? Dios mío, si me alejas de
tu lado, ¿en qué puerta me refugiaré? Dios mío, si me castigas, yo
merezco el castigo y el bienestar, y si me perdonas, para eso Tú
posees la longanimidad y la generosidad. Luego se sentó, alzó las
manos, lloró y dijo: Señor mío, a ti se consagran los gnósticos, por tu
merced se salvan los virtuosos y por tu misericordia se arrepienten
los negligentes, oh el del bello perdón, hazme gustar la respuesta de
tu perdón y la dulzura de tu indulgencia, pues si yo no soy digno
de ello, Tú sí lo eres, oh poseedor de la piedad y el perdón. Dijo Abde-
rrahmán: Me volví a mi sitio y no le molesté.

21 Harim o harén: esposa o esposas.


22 Corán 2, 255

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Cuando amaneció fui a él, le saludé y le pregunté: ¿Cómo ter-


minó ayer? Y respondió: Mi señor, ¿acaso puede dormir quien teme
al infierno y a ser presentado al Rey Omnipotente cuando al día
siguiente es la reprensión por los pecados y los crímenes? Luego
lloró largamente, y le dije: Eres libre, por Dios, ensalzado sea. Y lloró
y me dijo: Mi señor, yo tenía dos salarios, el salario de la esclavitud y
el salario del trabajo, y ya he perdido uno de ellos, Dios te preserve
del calor de su Gehenna.
Dijo Abderrahmán: Le quise entregar una cantidad pero se
negó a aceptarla, y dijo: El que garantiza los sustentos está vivo y
no puede morir. Luego salió golpeándose el rostro y no sé dónde
fue, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él. ¡Ay los señores de los
corazones, qué desgracia lo efímero de lo perseguido, oh recluso en
la cárcel del descuido! Fui al valle de las tinieblas y vi las tiendas del
pueblo 23 batidas junto a la orilla del mar, era poco de la noche lo
que dormían, y escuché unos pájaros cuyos pesares estaban sobre
las ramas de sus tristezas, que entonaban unas melodías y encanta-
mientos pidiendo perdón [a Dios]. Y no guardaba su corazón tur-
biedad y se dedicaban al Amado y triunfaban.

Y con el testimonio y la mirada


este Amante con el amado acudió,
y perdonó todo lo que había ocurrido y pasado,
y corrió entre los amantes Su vino,
en un beber puro cuyo esplendor casi arrebata la vista.
¡Qué suerte que se repitió para nosotros el recuerdo del
Amado!24
Ya turbaste nuestros oídos, oh músico de la pobreza.

23 Al-qawm, la comunidad de los místicos o iniciados.


24 Habib, amado o amante. Mahbub, amado en el 2º verso, es claramente pasivo y
se refiere al hombre.

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Cuando uno entra en la zona de protección se inclina.


No hay duda de que el Amado del pueblo ha acudido.
Y entonces mira los estandartes que se han levantado.
Los encabeza el estandarte de la unión que ya ha se ha
desplegado:
es la reunión de todos los hombres para el Amado, en su
totalidad.
La copa circula entre ellos al alba,
y quien les escancia resplandece y no tiene semejante,
a menos que se le parezca un sol sin luna.
Quien llega a Él pobre no encuentra rechazo,
sino a Él, que le inscribe en la multitud de los faquires.
Este es el Oyente con el que se curan los pechos.
Este es el Amado que deja perplejo el pensamiento.
Sufíes que cuando se angustiaron sus corazones,
apartó de ellos todas las dudas y preocupaciones.

G
9. LA ESCLAVA MÍSTICA

Se cuenta de Muhammad b. Abu l-Farag, Dios, ensalzado sea, esté


satisfecho de él, que dijo: En el mes de Ramadán tuve necesidad de
una esclava que me preparase la comida, y vi en el zoco una esclava
por la que me pedían un precio modesto: era de color pálido, cuerpo
delgado y piel seca. La compré, Dios tenga misericordia de ella, y la
llevé a casa. Le dije: Coge recipientes y ven conmigo al zoco para que
compremos las cosas de Ramadán. Y dijo ella: Mi señor, yo estuve
con un pueblo que todo su tiempo era Ramadán. Y supe que era una

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de las virtuosas. Y velaba toda la noche durante el mes de Ramadán,


y cuando llegó la noche de la fiesta le dije: Vamos al zoco a comprar
las cosas para la fiesta. Y preguntó: Mi señor, ¿qué cosas de la fiesta
quieres? ¿Las cosas en general, las cosas de comer que se acostum-
bran en la fiesta o las cosas específicas para el retiro del mundo, el
aislamiento y el vaciamiento para el servicio [divino], la privación y
el acercamiento por la obediencia al Rey Glorioso con la obligación
de los siervos humildes? Y le dije: Sólo quiero las cosas de comer. Y
repuso: Señor, ¿a qué comida te refieres, la comida de los cuerpos o la
de los corazones? Y le dije: Descríbemelas. Y explicó: La comida de
los cuerpos es el alimento habitual; en cuanto a la comida de los cora-
zones, es el abandono de los pecados y la corrección de los defectos,
el goce en la contemplación del Amado y la satisfacción de alcanzar
lo buscado, y sus asuntos son la humildad, la piedad, el abandono
del orgullo, la oración de petición, la vuelta al Señor, la confianza en
Él en la intimidad y la salvación. Luego ella se puso a rezar y en la
primera rak’a25 recitó la sura de La vaca del principio al final, luego
empezó con La familia de Imrán hasta el final, y no paró de terminar
una sura tras otra hasta llegar a la sura de Abrahán, con la frase de
Dios, ensalzado sea: Lo beberá a tragos y apenas podrá tragarlos, vendrá
a él la muerte de todas partes y no llegará a morir. Después le espera un
tormento duro26. Y no cesó de repetir esta aleya y de llorar hasta que
perdió el sentido y cayó al suelo. La moví y vi que estaba muerta,
Dios, ensalzado sea, tenga misericordia de ella.

G
25 Conjunto de inclinaciones, prosternaciones y recitaciones que, en grupos de
dos, tres o cuatro, constituyen una oración canónica.
26 Corán 14, 17.

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10. LA MUJER Y EL LEÓN

Se cuenta de al-Asma’i —Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de


él—, que dijo: Salí en peregrinación a la casa sagrada de Dios por el
camino de Siria, y mientras avanzábamos salió contra nosotros un
león enorme de aspecto espantoso, interceptando el paso a la cara-
vana. Dije a un hombre que se encontraba a mi lado: ¿No hay en esta
caravana un hombre capaz de coger una espada y alejar de nosotros
este león? Respondió: Un hombre no sé, pero sí sé de una mujer
que lo rechazará sin espada. Pregunté: ¿Y dónde está? Se levantó y
le seguí hasta un palanquín cercano a nosotros, y gritó: Hijita, baja
y aleja de nosotros este león. Dijo ella: Padre mío, ¿acaso place a tu
corazón que me mire el león, siendo él macho y yo hembra? No obs-
tante dile: Mi hija Fátima te envía un saludo y te conjura, por Aquel
al que no afectan ni el sopor ni el sueño: ¡ea, apártate del camino de
la gente! Y por Dios que no había terminado sus palabras cuando vi
al león huyendo de nosotros. Esta, por Dios, es una de las pruebas
de los santos y un signo de los gnósticos, aprovéchenos Dios por
ellos, amén.

G
11. ENCUENTRO EN LA ESTEPA

Y se contó de uno de los virtuosos, Dios, ensalzado sea, esté satis-


fecho de él, que vio a una muchacha en la estepa que caminaba y
se regocijaba y no iba con ella nadie. Y preguntó él: ¿De dónde vie-
nes? Y respondió: De junto al Amado. Y le preguntó: ¿Y a dónde
vas? Dijo ella: Hacia el Amado. Dijo él: ¿Y no sientes nostalgia tú
sola en esta estepa? Y ella alzó la voz y clamó en el tono más alto:

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Conoce lo que penetra en la tierra y lo que sale de ella, lo que desciende


del cielo y lo que sube a él, y Él está con vosotros donde quiera que estéis,
pues Dios se percata de lo que hacéis 27. Luego dijo: Oh héroes, quien
se acostumbra a Dios siente repulsión por lo que Le perjudica, y
quien busca Su satisfacción es paciente con lo que le destina. Luego
se alejó de mí y ya no la vi. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de
ella.

G
12. LA ESCLAVA CANTORA

Se cuenta de al-Sari al-Saqati, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de


él, que dijo: Cierta noche me desvelé y no podía pegar ojo, y me dije:
Saldré a los cementerios, quizás saque provecho de la visión de las
tumbas y la meditación sobre la resurrección y la otra vida, y cesen
así mi preocupación y mis cuitas. Así que fui allí, pero no encontré
que mi corazón se regocijara, y me dije: Iré a los mercados, acaso el
mezclarme con la gente aleje de mí el infortunio. Lo hice, pero allí
tampoco se alivió mi corazón, y me dije: Entraré al manicomio y me
fijaré en los enfermos y locos y en sus actos, tal vez saque provecho
de sus estados de ánimo. Entré allí y encontré que mi corazón se
interesaba, y dije: Señor mío, me enviaste a este sitio y por su causa
me arrancaste de mi sueño. Y fui llamado en secreto: «Sólo te tra-
jimos a este lugar porque tenemos en él una noticia y un asunto».
Dijo al-Sari: Y avancé hacia donde estaban los locos y vi allí a una
esclava de color pálido, alterada y con las manos esposadas al cuello,
y ella se dedicaba al recuerdo de Dios, ensalzado sea. Dije al respon-

27 Corán, 57, 4

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sable de los locos: ¿Qué le pasa a esta esclava? Dijo: Es una esclava
cuya razón se ha perturbado y su amo la ha encarcelado. Y cuando
la esclava oyó sus palabras suspiró y recitó estos versos:

Oh comunidad de la gente, no me he vuelto loca,


pero yo estoy ebria y mi corazón está sereno.
Me habéis esposado las manos y no he cometido falta,
salvo mi desgarro por Su amor y mi deshonra.
Soy seducida por el amor del Amado.
No deseo abandonar Su puerta.
Mi piedad es lo que visteis como depravación,
y mi depravación es lo que visteis como piedad.

Contó al-Sari: Y cuando oí sus palabras éstas me intranquilizaron,


y la agitación de mi congoja y mis aflicciones me hicieron llorar.
Y cuando vio mis lágrimas corriendo por mi cara dijo: Ya Sari, no
ignoré desde que conocí, ni flojeé desde que serví, ni interrumpí
desde que llegué, ni oculté desde que hice alto, pues la gente de las
etapas [místicas] se conocen unos a otros. Refirió al-Sari: Y le dije:
Oh esclava, veo que te acuerdas del amor y manifiestas la unidad.
¿A quién amas? Respondió: A quien nos gobierna con su agasajo,
nos hace amar su beneficio y prodiga sobre nosotros sus dones
abundantes. Él es el cercano de los corazones y el alivio de los pesa-
res, benévolo con quien se rebela contra Él y respondedor de quien
le invoca. Refirió al-Sari: Y le pregunté: ¿Quién te ha traído aquí?
Respondió: Unos envidiosos que me odian y se han confabulado
para acusarme de locura, pero ellos son más dignos de ese nombre
que yo. Y recitó:
Oh quien me vio solitaria y me familiarizó con la cercanía de Su
unión y me reconfortó. Oh mi morador, no he abandonado la morada
de mi vida ni me he alejado en el tiempo. Me afligió lo que perdí de Él, y

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ha llamado con su beneficencia acercándose a mí y desviándose también


así. Y cuando mi Amor me conoció entre el universo fui quien se moría
de amor por la compañía de un íntimo que me acompañara; estuve en el
descuido y me llamó la atención, estuve dormida y me despertó 28.
Relató al-Sari: Y le pregunté: ¿Cómo te llamas? Y respondió:
Deja el nombre, te es suficiente, pues lo que oíste ya te sirve. Y estába-
mos así cuando llegó su amo y dijo al encargado: ¿Dónde está Bid’a?
¿La ha visitado el jeque al-Sari? E intercambiaron unas razones a las
que ella prestó atención. Y entró su amo y vio a al-Sari junto a ella y
le honró y le besó la mano, diciendo: Mi señor, te apiadaste con tu
bendición. Y le dijo [al-Sari]: ¿Qué cosa has desaprobado de ella? Y
respondió: Mi señor, esta esclava tocaba el laúd y me maravilló, por
lo que la compré con toda mi fortuna, que ascendía a 20 000 dirhams,
por su enorme belleza y su habilidad con el laúd; esperaba ganar con
ella una suma similar a su precio. Llegué a ella un día y tenía el laúd
sobre su regazo, mientras cantaba y recitaba estos versos:

Por tu verdad no rompí nunca una promesa,


ni enturbié después de la claridad un amor.
Se llenaron mis costados y el corazón de emoción.
¿Cómo me estableceré, mi contento, y me tranquilizaré?
Oh quien no tengo señor sino Él,
que me ha convertido en un siervo entre la gente.

Y cuando terminó su canto lloró largamente, luego arrojó el laúd


al suelo y lo rompió. Y empezó a insultar y a gritar con la mente
aturdida. Le acusé de amor a lo creado, luego investigué su estado y
no encontré rastro de eso. Refirió al-Sari: Le pregunté: Oh esclava,
¿así aconteció? Y le replicó con estas palabras poéticas:

28 Parece un poema, aunque en el texto árabe no tiene forma de versos ni rimas.

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Me respondió el Verdadero desde dentro


como si mi amonestación estuviera en mi lengua.
Me acercó a Él y me alejó después,
me dedicó a Él y me eligió.
Y respondí a aquello a lo que fui invitada, obedeciendo
y diciendo sí al que me invitaba.
Y cuando enloquecí por Él temí
lo que aflige el amor con los deseos.

Dijo al-Sari: Le pedí a su amo: Libérala contra el pago de un pre-


cio. Y gritó su amo: ¡Pobre de ti! ¿Cómo vas a tener el precio de
esta esclava? Respondió al-Sari: No te apresures y quédate aquí
hasta que vuelva a ti con su precio. Contó al-Sari: Marché a mi
casa con los ojos derramando lágrimas, y el corazón tranquilo a
causa del amor por ella, y comencé a suplicar a Dios, ensalzado
sea, y a dirigirme a Él y a depositar mi confianza en Él para la
resolución de mis asuntos, y estaba yo así cuando alguien llamó
a mi puerta, y pregunté: ¿Quién está a la puerta? Y se me res-
pondió: Uno de los amados. Vi a un joven de los de más bello
rostro entre las personas, al que acompañaba un siervo sobre cuya
cabeza iban cinco sacas, y pregunté: ¿Quién eres, Dios tenga mise-
ricordia de ti? Respondió: Ahmad b. Muthannà. El Todopode-
roso, glorificado y ensalzado sea, me ha dado y no ha escatimado
sus dones. Me ha prodigado de sus bienes lo que no pueden car-
gar los hombres: estando yo durmiendo oí una voz que venía de
Dios, glorificado y ensalzado sea, que me llamaba diciendo: Oh
Ahmad, ¿estás en nuestro trato? Dijo: Y se me había quitado el
sueño a mí y a quien es más digno de eso que yo. Y me ordenó
que llevara al sheij al-Sari cinco sacas para que se las entregara
al amo de Bid’a a fin de que la liberara de la esclavitud y obtu-
viera su manumisión, «pues Nosotros tenemos por ella solicitud,

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benevolencia y consideración». Así es que te he traído este dinero


y te he informado de la situación. Relató al-Sari: Me prosterné
dando gracias a Dios, ensalzado sea, y cogí a Ahmad de la mano
y fuimos juntos al manicomio. He aquí que el encargado estaba al
lado de ella, volviéndose a izquierda y a derecha, y cuando me vio
dijo: Bienvenido, ve con ella, pues está apesadumbrada pero tiene
junto a Dios una santidad y un rango. Refirió: Nos presentamos
ante ella y la escuchamos declamar estos versos:

Fui paciente hasta que


Por tu Amor perdí la paciencia.
Y escondí la emoción, pero
no puede esconderse lo mío contigo.
Si estás satisfecho de mí
no me preocuparé en todo mi tiempo.
Tú eres para mí el mejor Compañero.
Oh, de nosotros mi súplica y mi tesoro.
¿Quién quiere manumitir mi esclavitud
y liberar hoy mis ataduras,
sino Tú, Señor mío y Dios mío?
Tú eres para mí el descubridor de mi mal.

Y mientras ella recitaba llegó su amo llorando y sollozando, y le dije:


No importa, te he traído lo que pesé para la esclava: 5000 dirhams.
Dijo: No, por Dios. Entonces ofrecí: Por 10 000 dirhams. Y dijo: No,
por Dios. Me rendí: Pon tú el precio. Y aclaró: No, por Dios, aunque
me dieras el mundo con todo cuanto contiene, no aceptaría nada
por ella, pero ella es libre, por Dios, ensalzado sea. Contó al-Sari: Y
le pedí: Cuéntame la historia. Y empezó: «Maestro, ayer se me pre-
sentó uno en el sueño que me reprendía y me hablaba duramente,
diciendo: "Estás ofendiendo a una amiga nuestra, enemigo de Dios".

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Y me desperté aterrado y el mundo perdió su valor para mí. Por


Dios, ensalzado sea, me separé de todo cuanto poseía, y huí hacia Él
con la esperanza de que me acoja». Luego lloró y se marchó como
loco.
Siguió contando al-Sari: Me volví a Ahmad b. Al-Muthannà
y lo encontré llorando y sollozando, con las lágrimas corriendo
sobre sus mejillas, y habían aparecido las señales de la acepta-
ción sobre él. Y le pregunté: ¿Qué te hace llorar, Ahmad? Y res-
pondió: Mi Señor no se contentó conmigo, hasta el punto que no
me invitó a Él, y yo no encontré aceptación para mi dinero ante
Él. Te juro que he sido separado de Él, y ello era una limosna, por
Dios, ensalzado sea.
Contó al-Sari: Dije: ¡Qué magníficas fueron las bendiciones
de Bid’a para todos! Entonces se levantó Bid’a, se quitó todo lo que
llevaba encima, se vistió un jubón de lana y un velo de pelo y salió
como loca. Salí con ella, que recitaba este poema:

Huí de mí hacia Él,


lloré por Él.
Su derecho es ser mi Señor,
siempre estoy ante Él,
hasta que reciba y obtenga
lo que Le he pedido.

Contó al-Sari: Y no dejamos de seguirla hasta que salió a las afueras


de la ciudad mientras seguía recitando estos versos:

Oh Amado de los corazones, Tú eres mi Amado.


Alegría de la alegría, Tú eres mi alegría.
Oh vida de las almas, Tú eres mi vida.
Amigo mío, tu eres la Luz de mi luz.

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Luego continuó huyendo hasta que la perdimos de vista. Des-


pués llegó su amo y me acompañó, lo mismo que a Ahmad b. Al-
Muthannà, por un tiempo, hasta que murió el amo y quedamos
Ahmad b. al-Muthannà y yo. Entonces decidimos peregrinar a
la Casa Sagrada de Dios. Y cuando estábamos dando vueltas a la
Kaaba, se oyó una voz lacerada que brotaba de unas entrañas heri-
das y recitaba estos versos:

Me desgarré por Tu amor.


¿Cómo puedo acceder a Tu proximidad?
Eres benévolo con mi corazón
que sufre la violencia de Tu lejanía.
Puesto que, oh alma vil,
dañas a tu Señor con tu pecado,
pide públicamente el perdón,
y la satisfacción por parte de tu Señor.

Relató al-Sari: Seguí la voz y encontré a una mujer como una visión
que aturdía la razón y la mente, y cuando me vio, dijo: La paz sea
contigo, Sari. Y contesté: La paz sea contigo, ¿quién eres, Dios tenga
misericordia de ti? Y respondió: No hay más dios que Dios, sur-
gió el desconocimiento después del conocimiento. Hasta ahora
estás velado, y tu corazón frustrado: soy Bid’a. Contó al-Sari: Le
dije: ¿Qué es lo que te concedió el Verdadero después de tu aparta-
miento de la gente?
Y dijo recitando:

Me concedió todos los deseos


y distinguió a mi corazón con la opulencia.
Apartó mi Señor
de mi interior el peso de la fatiga.

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cuando no me dio lo que


pedía, y si no, ¿quién soy yo?

Refirió al-Sari: Y cuando terminó sus palabras empezó a llorar y a


sollozar, se turbó y se agitó. Luego alzó la cabeza y dijo: «Mi Amo
y Señor, triunfó una gente que se encontró, y se salvó quien fue pia-
doso y fracasó aquel cuya suerte fue el alejamiento y la desgracia. Y
te pregunto, oh Señor: ¿No acercaste la unión y el encuentro, cuando
había flojeado contigo? Pues llévame ahora contigo, ya que no nece-
sito seguir viviendo». Entonces gritó y cayó al suelo. La moví y estaba
muerta, la misericordia de Dios sea sobre ella. Refirió: Y la miró
Ahmad b. al-Muthannà y voló su corazón y se quedó estupefacta su
inteligencia. Lloró, sollozó, vibró, se agitó, lanzó suspiros y gemidos.
Luego gritó y cayó al suelo; lo moví y ya había muerto. Contó al-Sari:
Me maravillé del caso de ambos y de la proximidad de sus muertes.
Me puse a lavarlos, prepararlos y enterrarlos. Dios, ensalzado sea,
tenga de los dos misericordia y nos beneficie por su mediación.

G
13. HISTORIA DEL SANTO JOB

Se cuenta que cuando se abatió la desgracia sobre Ayyub 29, sobre él


la paz, vino a él el pavo real del cielo, Gabriel, sobre él la paz, con la
orden de Dios, glorificado y ensalzado sea. Y le dijo: Ayyub, tu Señor
te hará llegar de desgracias y terrores lo que las montañas no pue-
den soportar. Y respondió Ayyub: Si permanezco en unión con el
Amado tendré paciencia hasta que se diga: Asombroso, asombroso.

29 Job.

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Y fue llamado en secreto: Ayyub, prepárate para la prueba junto al


descenso de mi sabiduría y mi decreto. Y la causa de su sufrimiento
era que Iblis 30 el maldito le envidiaba y usaba contra él toda clase de
ardides y malicias, pero no podía con él. Decía: Dios mío, la única
causa del agradecimiento y obediencia de Ayyub a tu respecto es
lo que le prodigaste de riquezas, hijos, propiedades y salud. Si me
dieras poder sobre él para que le arrebatase todo eso, no te obede-
cería lo que dura un pestañeo. Y dijo Dios, glorificado y ensalzado
sea: Ve, te doy poder sobre él, pero él no cambiará. Relató: Y el pri-
mer día de su tribulación se apoderó de sus hijos, pero Job aumentó
en el servicio de Dios y en el esfuerzo hasta el límite. El segundo
día le cogió los bienes y los quemó y los destruyó. Y dijo Ayyub:
Los dones son sus dones, si quiere me los arrebata y si quiere me los
dispersa. Al tercer día sopló Iblis en su cuerpo cuando rezaba la
oración del Fagr 31 y jugaron los gusanos por todo su cuerpo. Mas
no cesó de invocar a Dios, ensalzado sea, en la intimidad y pública-
mente. Y decía: Loado sea Dios que me eligió para servirle, el cual
está sobre mí por su mérito y su bien, y no me ocupó con otra cosa
que Él. Relató: No dejó Ayyub de invocar a su Señor, alabando y
agradeciendo, hasta que se desgarró su piel, se deshizo su carne y se
debilitaron sus huesos, y los gusanos recorrían su cuerpo mañana
y tarde para alimentarse; y él no expresaba una queja, cada vez que
un gusano caía de su cuerpo al suelo, lo volvía a poner donde estaba
y le decía: Cómeme, pues esta es la mesa de mi cuerpo, que ya está
puesta. Relató: Y descendió sobre él el leal Gabriel, sobre él la paz,
le saludó y él no le devolvió el saludo, por estar su lengua impe-
dida de hablar. Le saludó por segunda vez y entonces le devolvió
el saludo. Y le preguntó por la no respuesta la primera vez y dijo:

30 El diablo. N. del t.
31 Oración superrogatoria que se hace al clarear el alba.

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Oh hermano Gabriel, el Rey amoroso me ha enviado huéspedes


de entre los gusanos para que los alimente con mi carne sobre la
mesa de mis huesos. Y estaban algunos de esos huéspedes sobre mi
lengua y temí devolverte el saludo por si se caían de su sitio y fuese
yo la causa del impedimento de su sustento y se me reclamara su
alimento y hubiese sido rebelde a mi Señor y su Señor.

G
14. NAUFRAGIO
Y CONVERSIÓN DE UN CRISTIANO

Se contó del imam Muhammad b. Idrís al-Shafi’í, Dios, ensalzado


sea, esté satisfecho de él, que dijo: Vi en La Meca a un cristiano que
imploraba al cielo mientras daba vueltas en torno a la Kaaba, y le
pregunté: ¿Qué es lo que te desencantó de la religión de tus padres?
Respondió: La cambié por otra mejor. Le pregunté: ¿Y cómo fue
eso? Y me contó: Me ocurrió una historia maravillosa y un suceso
insólito. Fue ello que me embarqué en un barco y cuando estába-
mos en medio del mar se nos rompió el barco, y me salvé sobre una
de sus tablas. Las olas no cesaron de empujarme hasta que me arro-
jaron sobre una isla de las que había en el mar. Vi en ella muchos
árboles, que daban frutos más dulces que la miel y más blandos que
la mantequilla. Vi también un río de agua dulce, y dije: Loado sea
Dios, comeré de estos frutos y beberé de este agua hasta que lle-
gue Dios con la alegría. Y cuando se fue el día y llegó la noche tuve
miedo de las bestias y leones, por lo que trepé a un árbol y me senté
sobre una de sus ramas. Me dormí sobre esa rama y cuando llegó
la medianoche vi una bestia sobre la superficie del mar que alababa
a Dios, ensalzado sea, con una lengua clarísima, y decía: No hay

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más dios que Dios, el Poderoso, el Perdonador; Muhammad es el


Enviado de Dios, el Profeta Elegido; Abu Bakr es su compañero en
la cueva 32; Omar es la llave de las ciudades; Uthmán, el asesinado
en su casa; Alí es la espada de Dios contra los infieles, Alí es su
aborrecedor, el Rey Todopoderoso los maldiga, su morada será el
infierno, ¡qué pésimo paradero! Y no dejó de proferir esas palabras
hasta que alboreó el alba. Y cuando se propuso partir añadió: No
hay más dios que Dios, el Todopoderoso, Muhammad es el Enviado
de Dios, el Guía Recto; Abu Bakr al-Siddiq, el muy sincero; Omar
b. al-Jattab, un muro de hierro; Uthmán b. Affán, el asesinado y
mártir; Alí b. Abu Tálib es el de valor enorme, Alí es su aborrece-
dor [de los infieles], Dios Glorioso los maldiga. Y cuando llegó ese
animal a tierra he aquí que su cabeza era una cabeza de avestruz,
su cara un rostro humano, sus patas eran de camello y su cola de
pez. Tuve miedo de él, y se volvió hacia mí y dijo: Detente. Y me
detuve ante él. Me preguntó: ¿Cuál es tu religión? Le respondí: La
religión cristiana. Me dijo: ¡Qué mala religión! ¡Ay de ti, desgra-
ciado, vuelve a la religión monoteísta, pues tú has hecho alto en la
explanada de un pueblo de creyentes de entre los genios, de los que
no se salva más que el musulmán. Relató: Y le pregunté: ¿Y cómo es
el islam? Me dijo: Testimonias que no hay más dios que Dios y que
Muhammad es el Enviado de Dios. Lo dije y dijo: completa tu islam
con la satisfacción de Abu Bakr, Omar, Uthmán y Alí. Dije eso y
luego le pregunté: ¿Quién os enseñó eso? Respondió: Un pueblo
que habitó junto al Enviado de Dios y le oyeron decir: Cuando sea
el día de la resurrección y lleguen los genios, clama con una lengua
clara: «Dios mío, tú me prometiste que erigirías mis pilares», y les
dirá el Glorioso, ensalzada sea su gloria: Erigí vuestros pilares con
Abu Bakr, Omar, Uthmán y Alí, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-

32 La cueva en la que se refugiaron en su huida (hégira) de La Meca a Medina.

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cho de todos ellos. Luego me dijo la bestia: ¿Quieres quedarte con


nosotros o volver con tu gente? Elegí volver con los míos, y me dijo:
Quédate aquí hasta que llegue un barco. Relató: Y permanecí allí y
volvió la bestia al mar, y apenas la había perdido de vista durante
una hora cuando pasó junto a mí un gran barco con pasajeros. Les
hice señas y me llevaron con ellos. Miré y vi que en el barco iban
doce hombres, todos cristianos, y les conté mi caso y mi historia. Se
hicieron todos musulmanes, y supe que aquellos seres guardaban
un gran secreto, pues por su bendición nos había llegado el islam y
se nos había dado el más alto rango, Dios sea alabado por el éxito
y el logro de lo deseado, y recité estos versos:

Un pueblo que tiene junto al Señor del Trono


santidad, hermosuras y honor,
que triunfaron por la compañía del mejor de la creación
y fueron descritos con su descripción.
Comprendieron las gentes las señales,
pues en Abu Bakr al-Siddiq ya aparecieron
las huellas de sus méritos en el recuerdo de las sentencias,
y después Omar al-Faruq, su compañero.
Con al-Faruq se completó el islam,
así como por el pío Uthmán el mártir,
en la noche hay un manantial y en el Corán una dere-
chura,
y al imam Alí al-Murtadà33 se le concedieron
respeto, estima y honor.
Son los compañeros del Elegido, ya se hizo evidente.
Llegó la buena senda y sobre las buenas obras permane-
cieron.

33 El aceptado (por Dios).

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Sobre ellos sea lo mejor de la paz de Dios,


cuando el Día de la Duda la gente rompa el ayuno o ayune.

G
15. VISITA AL PARAÍSO

Y se contó de Rafi’ b. Abdallah, Dios esté satisfecho de él, que dijo:


Me dijo Háshim b. Yahyà al-Kinani: ¿No quieres que te cuente una
historia que he visto con mis propios ojos, he oído con mis oídos, he
sido testigo de ella personalmente y Dios me ha aprovechado con
ella? Tal vez te aproveche a ti también. Le dije: Cuéntamela, ya Abu
l-Walid. Y relató: Atacamos la tierra de los cristianos el año ochenta
y ocho34, e iba con nosotros un hombre al que llamaban Sa’id b. al-
Harz, y estaba dotado para la adoración, ayunaba por el día y velaba
por la noche, y si marchábamos, estudiaba el Corán, y si nos dete-
níamos, invocaba a Dios, ensalzado sea. Llegó una noche en la que
tuvimos miedo, y salimos él y yo a vigilar a la gente, pues estábamos
asediando al enemigo en una de sus fortalezas que se nos había hecho
difícil tomar. Y vi de Sa’id esa noche en la oración y en su paciencia
sobre el cansancio lo que me maravilló. Y cuando despuntó la aurora
le dije: Dios tenga misericordia de ti, tu alma tiene un derecho sobre
ti, y si te apiadaras de ella sería mejor para ti. Lloró y dijo: Oh her-
mano, sólo son alientos que son injustos con una vida que termina y
unos días que se acaban, y yo soy un hombre que aguarda la muerte.
Relató: Eso me hizo llorar, y le dije: Te conjuro por Dios a que entres
en el campamento y descanses. Y entró y durmió un poco; yo estaba
sentado fuera de la tienda y oí unas palabras dentro y sólo estaba él

34 De la hégira, lo que equivale al 707 d. C.

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en la tienda. Me acerqué a él y he aquí que reía en su sueño y hablaba.


Recuerdo de sus palabras que decía: No quiero volver. Luego alargó
su mano derecha como si buscara algo; después la devolvió a su sitio
suavemente, mientras reía. Luego dijo: A la noche. Entonces saltó
de su sueño y se estremeció. Le abracé contra mi pecho prolongada-
mente y él se volvía a derecha e izquierda hasta que se tranquilizó y
volvió a él su consciencia; entonces empezó a gritar La ilaha illa Allah
y Allahu Akbar35, y le pregunté: ¿Qué ha pasado? Cuéntamelo. Res-
pondió: Sí. Le dije: Te oí, hermano, que decías: «No quiero volver», y
te vi alargar la mano y luego volverla a su sitio con suavidad. Y dijo:
No te lo contaré. Y le conjuré y dijo: Pero guárdalo en secreto. Y dije:
Sí, mi señor. Entonces contó: Vi que había llegado la resurrección y la
gente salía de sus tumbas y estaban inmóviles esperando la orden de
su Señor. Y estando yo así llegaron a mí dos hombres tan hermosos
como no los había visto nunca; me saludaron y les devolví el saludo, y
me dijeron: Oh Sa’id, regocíjate, pues han sido perdonadas tus faltas,
agradecido tu esfuerzo, aceptada tu obra y concedidas tus peticiones,
y se te dan albricias por adelantado. Parte con nosotros para que te
enseñemos lo que Dios ha preparado para ti de delicias. Y partí con
ellos hasta que me sacaron de ese lugar, y he aquí que cabalgábamos
unos caballos a los que ningún otro aventajaba, eran como el relám-
pago raudo o el soplo del viento tempestuoso. Cabalgamos y avanza-
mos hasta llegar a un palacio elevado cuyo fin la vista no alcanzaba;
parecía construido de plata y tenía una luz que destellaba. Cuando
llegamos a él se abrió su puerta antes de que llamáramos. Entramos y
vimos lo que no se puede describir ni se le ocurre al corazón del hom-
bre, pues había allí huríes, pajes y esclavos en número semejante a los
astros. Y cuando nos vieron empezaron con las más bellas gracias en

35 No hay más Dios que Dios y Dios es el más grande.

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palabras hermosas en distintas melodías, y decían: Este es un amigo


de Dios que ha llegado, bienvenido, estás en casa.
Seguimos avanzando hasta que llegamos a unas asambleas de
lechos de oro reluciente, coronados de joyas, rodeados de sillones
de jacintos. Sobre cada lecho había una muchacha más bella que el
sol y la luna, ninguna criatura podría describirla. Y en medio de ellas
había una sublime, superior a ellas en altura, perfección y belleza. Y
dijeron los dos hombres: Esta es tu casa y esta es tu gente, y aquí es
el lugar de tu siesta. Luego se alejaron de mí. Y brincaron las mucha-
chas hacia mí con la bienvenida y el saludo efusivo, como se hace
con el ausente cuando vuelve. Luego me llevaron y me sentaron
sobre el lecho del medio, al lado de la muchacha. Y dijeron: Esta es tu
esposa, y tienes otra similar cuya espera por ti se prolonga. Le hablé
y me habló, y le pregunté: ¿Dónde estoy? Y respondió: En la morada
del Paraíso. Le pregunté: ¿Quién eres? Respondió: Yo soy tu esposa
eterna. Dije: ¿Y dónde está la otra? Dijo: En tu otro palacio. Le dije:
Pasaré este día contigo y me trasladaré mañana con la otra. Entonces
alargué mi mano hacia ella y la rechazó suavemente diciendo: Lo que
es hoy no, pues tienes que volver al mundo donde permanecerás tres
días. Repliqué: No quiero volver. Pero insistió: No hay más remedio,
y desayunarás con nosotras después de los tres días, si Dios quiere.
Luego se levantaron de su reunión y me levanté a despedirlas. Y me
desperté, hermano, y no tengo paciencia para esperarlas.
Dijo Háshim: Me embargó el llanto y dije: Felicidades, Sa’id,
renueva a Dios tu agradecimiento pues Dios te ha revelado una
recompensa por tus obras. Preguntó Sa’id: ¿Alguno ha visto lo que
tú has visto? Respondió: No. Dijo: Pues por Dios, hermano, guarda
el secreto de lo que has oído de mí en tanto siga con vida. Luego se
levantó, se purificó y se perfumó, cogió sus armas y se dirigió al lugar
de la batalla, y estaba en ayunas. Y combatió hasta la noche, después
se volvió. La gente se hizo lenguas de su modo de luchar, y dijeron: No

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hemos visto nada como lo que ha hecho Sa’id hoy, hasta se arrojaba
bajo las flechas y piedras del enemigo; y todos lo elogiaban. Refirió:
Y me dije a mí mismo: Si conocieran su caso rivalizarían por actuar
como él. Luego se quedó rezando hasta el final de la noche, y enton-
ces empezó a ayunar y a combatir más intensamente de lo que lo
había hecho la víspera. Dijo Abu l-Walid: Me fui con él para ver qué
era de él: no cesó de arrojarse a los peligros hasta el ocaso, y no le
alcanzaba ninguna de las piedras ni las otras cosas que le lanzaban,
hasta que cuando se ponía el sol llegó una flecha a su garganta y cayó
derribado, y le miré y reía. La gente se alborotó y corrieron hasta él;
le cogieron y le llevaron al campamento y murió, Dios, ensalzado sea,
tenga misericordia de él. Y le dije: Felicidades, Sa’id, ojalá yo estu-
viera contigo allí donde desayunarás esta noche. Dijo Háshim: Y se
mordió el labio inferior y rió por su muerte. Dijo: Loado sea Dios, en
cuya promesa creímos. Y grité: Oh siervos de Dios, este es un ejemplo
para que lo pongan en obra los que obran. Escuchad y os narraré lo
más asombroso que hayáis visto de este vuestro hermano. Y se reunió
toda la gente y les conté su historia y lo que había sido de él. Y no he
visto llantos como los de ese día. Luego exclamamos: Dios es el más
grande, y las tropas se agitaron por su causa y se divulgó su historia,
llegando la noticia a Maslama, al que pusimos a rezar por él. Dije:
Reza por él, oh emir. Y repuso: No, que rece por él el que conoció de
su caso lo que conoció. Y rezamos por él y lo enterramos en su tumba,
y pasamos la noche hablando de él. Y cuando rompió el día discuti-
mos su historia, y los musulmanes profirieron un grito al unísono y
cargaron contra los asociadores, y Dios, ensalzado sea, conquistó esa
fortaleza aquel día por su bendición, Dios, ensalzado sea, tenga mise-
ricordia de él y nos beneficie en los dos mundos. Amén.

G
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16. DOS MONJES MILAGREROS

Se contó de Abu Ya’qub al-Tabari, Dios, ensalzado sea, esté satis-


fecho de él, que dijo: Salí de viaje hacia Siria y me perdí unos días,
llegando a estar a punto de perecer. Y estando en esa situación vi a
dos monjes que caminaban como si hubiesen salido del mismo sitio
y se dirigieran a un convento suyo cercano. Me acerqué a ellos y les
pregunté: ¿Dónde vais? Respondieron: No sabemos. Y les pregunté:
¿Y de dónde venís? Y dijeron: No sabemos sino que estamos en Su
reino y ante Él. Refirió: Y me maravillé de eso y me dije: Vaya, estos
dos monjes tienen confianza firme. Y les pregunté: ¿Me dais per-
miso para acompañaros? Dijeron: Concedido. Y caminamos hasta
que nos atardeció. Rezaron sus plegarias y yo recé la plegaria del
magreb 36. Hice el tayammmum 37 y recé. Y cuando me miraban mien-
tras hacía el tayammum y rezaba se maravillaban de ello. Y cuando
terminaron con sus oraciones se puso uno de ellos a buscar en la
tierra y brotó una fuente de agua y al lado apareció comida colocada.
Y aumentó mi asombro por ello. Me dijeron: Acércate, come y bebe.
Relató: Y comimos y bebimos e hice la ablución para rezar. Luego se
perdió el agua en la tierra y desapareció la comida. Y cuando llegó
la segunda noche hizo el segundo como había hecho el primero. Y
cuando llegó la tercera noche me dijeron: Oh musulmán, esta noche
te toca a ti. Relató Muhammad b. Ya’qub: Me avergoncé de sus pala-
bras y me embargó una gran preocupación, y dije para mí: Dios mío,
sé que mis pecados no me hacen acreedor de un gran honor, pero
te imploro por el honor de tu Profeta Muhammad, Dios lo bendiga
y salve, que no me deshonres ante estos dos y no los decepciones
respecto a la religión de tu Profeta Muhammad, Dios lo bendiga y

36 La que se hace después de la puesta del sol.


37 La purificación con arena que se hace en medio del desierto, cuando no hay
agua.

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salve. Refirió: Y he aquí que había allí una fuente de agua que había
brotado, y a su lado comida abundante. Comimos y bebimos, luego
alabamos a Dios, ensalzado sea, por todo. Y seguimos con esa tónica
hasta que llegó el tercer turno 38. Y cuando aparecieron el agua y la
comida estallé en sollozos pues no pude contenerme, y a ellos les
pasó lo mismo. Alzamos nuestras voces llorando y cuando acaba-
mos me preguntaron: ¿Por qué lloras? Y respondí: Yo soy un hom-
bre descomedido con mi alma y no tengo del lado de Dios ni honor
ni dignidad que me hubieran podido transmitir este carisma. Dije-
ron: ¿Y cómo se te manifestó? Expliqué: Yo solamente le imploré
por la gloria de Su Profeta Muhammad, Dios lo bendiga y salve, que
no me deshonrara ante vosotros, y accedió a mi ruego. Y dijeron:
Hemos comprendido que su religión es la verdadera, pues él es grande
al lado de Dios. Extiende tus manos: yo doy testimonio de que no hay
más dios que Dios y que Muhammad es el Enviado de Dios. Contó:
Y se hicieron musulmanes y fuimos juntos a La Meca, a la que Dios,
ensalzado sea, ennoblezca, y permanecimos en ella un tiempo. Des-
pués salimos hacia Siria y nos separamos, y por Dios que no los men-
cioné sino porque el mundo se me hizo despreciable e insignificante
a mis ojos. Y a propósito de esto recité unos versos:

Cuando te vi presente
en el corazón, aumentó en mí el orgullo.
Y mezclo mis copas con la satisfacción
públicamente, pues no tengo paciencia.
Giraron sobre Moisés el interlocutor
y apareció hacia el monte 39 un fuego

38 Parece, según las líneas anteriores, que ya había llegado el turno del musul-
mán, había hecho la petición a Dios y se la había concedido. Debe ser un gazapo
del editor del texto árabe y/o de los copistas anteriores.
39 El monte Sinaí, donde Dios se reveló a Moisés.

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que era suave, mas cuando lo probaron


los amados, volaron hacia el Amor.
Le entregaron sus almas
y cargaron sobre las cabalgaduras del pueblo.
Y hacia Él por el mar del amor
cabalgaron y con los espíritus corrieron.
Le pidieron un derecho de los corazones
y cuando le miraron se quedaron perplejos;
le amaron perdidamente, ya
gustaron por su cercanía los aduares,
y vieron las señales del Amor
aparecérseles, y se iluminaron.

A estos dos monjes les apareció una cantidad de fe como el agujero


de una aguja. Y vieron la senda y siguieron el camino del crédito, y
tú, pobre, tu vida se ha desaprovechado en la rebeldía y tu tiempo
se ha perdido en el perjuicio. Estás sumergido en el mar de la negli-
gencia, y las brisas de la aceptación y la fe han desaparecido. Estás
borracho del vino de la desobediencia, y no despiertas.

G
17. CONVERSACIÓN CON DIOS

Se contó de Abu Sulaymán al-Darani, Dios, ensalzado sea, tenga


misericordia de él y nos aproveche por él, que solía decir en algu-
nos de sus secreteos [con Dios]: Señor, si me reclamas por mi
culpa, yo te reclamaré por Tu indulgencia, y si me reclamas por
mi avaricia, yo te reclamaré por Tu generosidad y largueza; si me
reclamas por mi mala conducta, yo te reclamaré por tu buena

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conducta, y si me mandas al infierno, informaré a la gente de mi


amor por Ti. Y fue llamado: Oh Abu Sulaymán, no te mandare-
mos al infierno ni te castigaremos jamás, al contrario, te envia-
remos al Paraíso para que informes a su gente de Nuestro Amor
por ti, y para que informes a la gente del infierno de tu amor por
Nosotros, pues el sitio de los amantes es el Paraíso, y el sitio de los
enemigos es el infierno. Los hermanos del amor son una novia
cuya dote son las voluntades, y a él se someten los cuellos y las
cabezas, pues él revela a su gente los secretos y por él se aclaran
las turbiedades y se hacen transparentes los significados de las
primeras ideas, que son para los conocimientos una luz, mientras
el ignorante es un fuego. Cuando se mezcla el aroma del amor con
la gente del Paraíso de la unión amorosa, se hacen agradables para
ellos las mañanas y los atardeceres, y el Amado se manifiesta para ellos
sin velo, y los ángeles de la alegría entran a ellos desde todas las
puertas. Sobre los que leen el Libro de Dios sean la bienaventu-
ranza y el buen lugar de regreso, apoyados en él sobre estrados, ¡qué
buena recompensa!

G
18. REVELACIÓN DE DIOS A DAVID

Se dijo: Dios, ensalzado sea, inspiró a su profeta David, sobre él la


paz: Oh David, ámame y ama a quien me ame, y haz que mis sier-
vos me amen. Y dijo David: Señor, ¿cómo voy a amarte, a amar a
quien te ame y a hacer que tus siervos te amen? Y dijo: Recuérdame
a ellos y recuérdales mis favores y mis gracias, pues ellos no cono-
cían de Mí sino la belleza y la benevolencia.

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19. ADVERTENCIA DE DIOS A ABRAHÁN

Se dijo: Dios, ensalzado sea, inspiró a su profeta más amado, sobre


él sea la paz, y le dijo: Oh Abrahán, tú eres para mí querido y yo soy
para ti querido. Ten cuidado no suba a tu corazón y lo encuentre
ocupado en otra cosa que Yo porque esté interrumpido tu amor a
Mí. Yo solamente escojo para Mi amor a aquellos a quienes si les
prendiera fuego su corazón no se volvería de Mí, ni se ocuparía de
otra cosa que de Mí. Y si es así establezco mi Amor en su corazón
y se suceden sobre él mis bondades, le acerco a Mí y le concedo Mi
Amor. Y, ¿qué dicha se equiparará a ésa junto a Mí, y qué honor
habrá mayor ante Mí? Pues por Mi poder curaré su pecho hacién-
dole mirarme, y ello porque yo amo a quien me ama.

Mis hermanos:
Si su Amor ha precedido al siervo en la solicitud antigua,
¿cómo no va a seguir el siervo el Camino Recto?, así como se dice
que Dios, ensalzado sea, dice: Oh Gabriel: Duerme a Fulano y des-
pierta a Mengano, pues el amante está de pie ante el Amado, inse-
parable de su servicio y estupefacto por su amor, y no hay sobre él
censor ni reprensor.

Oh censor del corazón en su enamoramiento


y reprensor del enamorado en su seducción.
Deja las censuras y abandona mi crítica,
pues el amor es un concepto que no conoces.
En mi conciencia está quien no descubro,
y en mis entrañas quien no nombro.
Ha asombrado a la vista por sus bellezas
y ha dejado perplejo al corazón por sus significados.
Velado, los corazones lo desean,

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invisible, la pasión lo manifiesta,


pues su rostro me encaró donde estuve,
nada lo oculta o lo tapa.
Si llego a Él suplicante, mi esperanza
dice «heme aquí» en Su elevación.
Aquí estoy, acercándome a Ti y aproximándome,
toma la unión y responde al amigo sincero.

20. EXIGÜIDAD DEL NÚMERO DE ELEGIDOS

Y se contó de Muhammad b. Ahmad al-Muqayyad, Dios, ensal-


zado sea, tenga misericordia de él, que dijo: Oí a al-Yunayd, Dios,
ensalzado sea, esté satisfecho de él, decir: Estaba cierta noche dur-
miendo en casa de Sari al-Saqati, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-
cho de él, y me despertó y me dijo: Oh Yunayd, me he visto a mi
mismo ante Dios, ensalzado sea, y me ha dicho: Oh Sari, he creado
las criaturas y todas ellas pretenden Mi amor, pero creé el mundo
físico y huyeron de Mí nueve décimas partes y quedó un décimo.
Creé el Paraíso y huyeron de mí nueve décimos del décimo y quedó
un décimo del décimo. Di poder sobre ellos a un átomo de pesar y
huyeron de mí nueve décimos del décimo del décimo, quedando
un décimo del décimo del décimo. Y dije a los que quedaban: No
quisisteis ir hacia el mundo, ni buscasteis el Paraíso, ni huisteis del
pesar, así pues, ¿qué es lo que queréis y lo que buscáis? Respondie-
ron: Tú eres lo que queremos, si nos mezclaras con el pesar no nos
desligaríamos del amor y el cariño. Y les dije: He impuesto sobre
vosotros de pesar y terrores lo que no pueden soportar las monta-

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ñas: ¿tendréis paciencia con el pesar? Respondieron: Claro que sí,


si Tú eres el que nos afliges, haz lo que quieras con nosotros. Estos
son mis siervos de verdad y mis amados sinceros.
Hermanos:
La aflicción es la encargada de los amantes. Sus cuerpos se han
debilitado y se han afirmado sus corazones, y no cesan de estar así
hasta llegar al Amado. Uno de los gnósticos recitó estos versos:

Dios construyó para los amados una casa cuyo cielo


son las preocupaciones y las tristezas; sus paredes, el daño;
sus guijarros, aflicción y congoja, y su techo,
la enfermedad y los dolores con los que se angustia el pecho.
Y los introdujo en ella y cerró su puerta,
y les dijo: La llave de vuestra casa es la paciencia.

21. EL BORRACHO ARREPENTIDO

Y de Sari as-Saqati, Dios esté satisfecho de él, que dijo: Pasé junto a
un borracho que estaba tirado sobre el suelo y el vino rebosaba de su
boca, mientras decía: Dios, Dios. Contó Sari: Me maravillé de ello y
elevé mi vista al cielo, diciendo: Dios mío, una lengua que te invoca
no es así. Luego pedí agua, le lavé la boca y me fui. Cuando despertó,
un grupo de personas le informó: Sari as-Saqati hizo contigo esto y
esto. El hombre se avergonzó y se ruborizó, y se reprendió y se cen-
suró a sí mismo, diciendo: Ay de ti, alma mía, si no te avergüenzas
ante Dios y sus santos, ¿ante quién te avergonzarás? Luego se arre-
pintió de lo que había hecho y juró por su alma que no reincidiría.

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Contó Sari: Pasé aquella noche pensando en el caso de ese hombre y


vi al Señor de la Gloria en un sueño diciendo: Oh Sari, tú purificaste
su boca por Nosotros, y Nosotros hemos purificado su corazón por
ti. Dijo Sari: Y cuando amanecí me alegré mucho por ello, después
pregunté por ese hombre y le encontré en una mezquita. Estaba de
pie rezando, y cuando acabó la plegaria me saludó y me dijo: Dios te
recompense por mí con un bien. Y le pregunté: ¿Cómo estás? Y me
dijo: Señor, ¿cómo me preguntas mi estado cuando ya te informó el
Señor Generoso, al decirte: «Hemos purificado su corazón por ti»?
Refirió Sari: Me maravillé de ello y le pregunté: ¿Quién te ha infor-
mado de eso? Respondió: El que purificó mi corazón de lo que no es
Él y me prodigó con su perdón y su satisfacción.

G
22. RABI’A AL-ADAWIYA
O EL DESPRECIO DEL PARAÍSO

Se dijo de Rabia al-Adawiyya, Dios esté satisfecho de ella, que pasó


junto a un hombre que invocaba el Paraíso y lo que Dios había pro-
digado en él para su gente. Y le dijo Rabi’a: Oye, ¿hasta cuándo te
ocuparás de las cosas diferentes del Único, el Todopoderoso? Ay
de ti, ten cuidado con el vecino y la casa. Replicó él: Vete, loca. Y
aclaró ella: No estoy loca, el loco es quien no comprende lo que digo.
Y añadió: ¡Pobre hombre! El Paraíso es una cárcel para quien no
es Su íntimo y Su contertulio. ¿No ves cómo Adán, sobre él sea la
paz, cuando estaba en el Paraíso se ahitaba, y cuando Iblis le incitó a
que comiera del árbol se convirtió en una cárcel? Ibrahim el íntimo

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guardó el secreto de su Señor cerca de sí y Lo eligió; y cuando fue


arrojado al Fuego, caminó sobre él, frío y en paz. Y recitó estos versos:
Mi espíritu y mi solaz están cuando estás presente,
y si te ausentas el mundo es para mí una cárcel.
Si no compitiera por tu amor
y no sintiera celos por Ti,
¿por quién podría competir?

G
23. PALABRAS DE VARIOS MÍSTICOS

Se dijo: Abu Yazid al-Bistami 40, Dios le tenga en su seno, decía en


sus confidencias con Dios: Dios mío, no me asombro de mi amor
por Ti, yo soy un siervo miserable, de lo que me maravillo es de
Tu amor por mí, pues tú eres un Soberano Poderoso. Y Yahyà b.
Mu’ad al-Razi decía en su confidencia: Dios mío, no es maravilla
que un siervo vil ame a un Señor excelso, la maravilla es que un
Señor excelso ame a un siervo vil.
Dijo uno de los gnósticos, Dios e. s. esté satisfecho de él: El amor
es una semilla que se planta en la tierra de los corazones, se riega con
el agua de los intelectos y crece en la medida de la bondad de la tierra
y pureza del agua, pues el terreno bueno hace crecer sus plantas con
permiso de su Señor. Y el que es maligno no produce sino maldad.

G
40 Uno de los grandes místicos iranios. Discípulo de Ya’far as-Sádiq, vivió en
Tabaristán entre 800 y 874 ó 848 d. C.

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24. LA ESCLAVA PERSA

Y se dijo: Abdallah b. al-Husayn tenía una esclava no árabe41 que


era de los amigos de Dios, e. s. Relató: Algunas noches la vi que se
había levantado de su sueño, se había esmerado en la ablución y había
comenzado su plegaria. Y cuando la terminó murmuró prosternada
ante Dios: Señor, por Tu amor a mí, ¿hasta cuándo me perdonarás?
Y le dije: ¡Ay de ti!, no digas eso, di más bien por mi amor a Ti. Y
replicó ella: ¡Largo de mi lado, vano! Si no fuera por Su amor a mí no
me haría dormir ni levantarme, ni detenerme ante Él. Por Su amor a
mí me sacó del registro de los asociadores y me inscribió en el registro
de los creyentes. Refirió Abdalá: Y le dije: Vete, eres libre, por Dios
Altísimo. Y dijo: Mi señor, yo tenía dos sueldos, y se han convertido
en un sueldo único, Dios manumita tu cuerpo del Fuego. Luego aña-
dió: Esta es la manumisión de mi señor menor, pero ¿cómo conseguir
la manumisión de mi Señor el mayor? Luego cayó prosternada ante
Dios, ensalzado sea; la moví y he aquí que estaba muerta, la miseri-
cordia de Dios descienda sobre ella. Y me dije: Estas, por Dios, son las
cualidades de los amantes, cuyos corazones dependen del amor del
Señor de los mundos. Y recité estos versos:

En el amor hay dulzura y amargura


y te consagras y desgarras con los signos precursores
de lo que quiere hacer con el amante, pues ciertamente
la ley del amor está en la mano del Amado que manda.
Y si yo poseyera en el amor el poder de Aquel a quien amo,
este sería mi compañero íntimo y mi contertulio nocturno.

G
41 ‘Ayamí significa 'no árabe' y normalmente, como en este caso, 'persa'.

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25. EL MAR DE LA EXTINCIÓN

Y se preguntó a uno de los amantes: ¿Cómo has visto el amor? Y


respondió: Me paré ante la costa de un mar inmenso que no tenía
fin, cuando se acercó a mi un bote: Quien se acerca a Mí un palmo,
yo me acerco a él una braza 42. Me subí al bote correspondiéndole y
siguiéndole. Y contestó el espíritu a quien le invocó: En el nombre
de Dios, que navegue y llegue a buen puerto 43. Y cuando estuvimos
en alta mar se hizo difícil el camino de la peregrinación. Y no cesé
hasta que me reunió en el lugar de reunión del mar en que los ama y
Le aman. Y yo estaba entre la permanencia y la extinción hasta que
llegué a esa extinción y felicidad.
Las letras del amor mezcladas nos anuncian la consecución de
los deseos, pues la mim es de muerte (mamat), la hà’ de vida (hayat),
la bà’ de pesar (balá’) y la ha’ de felicidad (haná’)44. No te sientas
seguro, pues, con la bondad del encuentro y la duración de la per-
manencia sin extinción. Hemos guardado la unión con el borde de
las puntas de flecha, pues si encuentras lo moreno de las lanzas nos
encuentras a nosotros. No sustituyas el contacto del sufrimiento y
el calor del daño pues en ellos está la felicidad. Así que muere como
murió la gente del amor.
Murieron de nostalgia y recibieron la muerte, y no les perju-
dicó cuando les llamé desde lo alto del monte Sinaí: Yo soy.

G
42 Hadiz qudsi, esto es, que en él habla directamente Dios. Véase Wensick, tome
V, pág. 453, y Dr. M. Muhsin Khan: Sahih alBujari (Arabic-English), Islamic Uni-
versity-Al Medina al-Munauwara. 1391 Hijry. Vol. IX, Tawhid, 50 (pág. 473).
43 Corán 11, 41
44 La palabra árabe para amor es mahabbah.

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26. MATRIMONIO DE ADÁN Y EVA

Y de Wahhab b. Munábbih, Dios esté satisfecho de él, se cuenta que


dijo: Cuando Dios creó a Adán, sobre él sea la Paz, sopló en él de su
Espíritu y abrió sus ojos, éste miró a la puerta del Paraíso y vio sobre
ella escrito: No hay más dios que Dios y Mahoma es el Enviado de
Dios. Y dijo: Señor, ¿has creado alguna criatura más estimada por Ti
que yo? Y respondió el Glorioso, ensalzada sea su gloria: Sí, Adán,
es un profeta de tu descendencia, a quien enviaré al final del tiempo
con los signos y la Prueba45. Será el mejor de los profetas y su nación
la mejor de las naciones. Y cuando Dios, ensalzado sea, creó a Eva,
inspiró en Adán el deseo, y dijo éste: Señor, despósame con ella. Y
dijo Dios: Aporta su dote. Y preguntó Adán: Mi Señor, ¿cuál sería
su dote? Respondió: Reza sobre el portador de este nombre cien
veces y yo te casaré con ella. Y dijo Adán: Señor, si hago eso, ¿me
casarás con ella? Dijo Dios, glorificado y ensalzado sea: Sí. Y Adán,
sobre él sea la Paz, rezó por el Profeta, Dios lo bendiga y salve, cien
veces, y Dios le casó con ella.

G
27. LA ORACIÓN POR EL PROFETA

Una mujer vio que su hijo después de morir era castigado, y se


entristeció y lloró por ello. Más tarde lo vio en la luz y la miseri-
cordia. Refirió la mujer: Le pregunté sobre aquello y me dijo: Pasó
junto a nosotros un hombre que se paró en medio del cementerio
y rezó por el Profeta, Dios lo bendiga y salve, y regaló el premio por

45 El Corán.

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su oración a la comunidad de los muertos. Yo cogí mi parte de esa


misericordia y perdón y Dios me perdonó.
Y contó uno de los gnósticos, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-
cho de él: Una noche recé la oración del isha’, la última, y cuando
me senté en el suelo para dar el testimonio de la fe 46 olvidé la ple-
garia por el Profeta, Dios lo bendiga y salve, y más tarde lo vi en
sueños diciéndome: Oye, olvidaste la oración por nosotros 47, y me
disculpé: Enviado de Dios, estaba ocupado con la alabanza a Dios.
Y dijo: ¿No sabes que Dios, alabado y ensalzado sea, no acepta su
alabanza sino con la plegaria sobre mí? ¿No has oído lo que dice
Dios en su Libro Glorioso: Oh los que creéis, rezad por él y deseadle la
mejor paz 48? Y me levanté de mi sueño y recité estos versos:

Rezad sobre aquel cuyas buenas nuevas ya llegaron,


el hashemí cuyos orígenes fueron buenos.
Es el Profeta, que propagó su mensaje
por la creación múltiple, y se divulgaron sus gestas.
Es el Enviado, por quien se afanan los reyes
sobre las cabezas, y llegan a ellos sus glorias.
Este médico guía a todo el mundo, cura al enfermo,
y es para el derrotado curandero.
Que le bendiga el Dios del Trono mientras ascienda
el sol y zuree sobre la rama el pájaro.

G
46 Que no hay más dios que Dios y que Muhammad es su Profeta, que se dice al
final de todas las oraciones.
47 Por el Profeta y su familia. Esta oración superrogatoria la suelen hacer los mís-
ticos y otros musulmanes al final de la oración canónica.
48 Corán, 33, 56.

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28. SALVADO POR UN JEQUE EN EL DESIERTO

Y de Abderrahmán b. Ya’far, Dios tenga misericordia de él, se cuenta


que dijo: Estaba en Basora rezando las cinco oraciones en una mez-
quita de mis huéspedes conocida como la mezquita de los madere-
ros. Había en ella un imam magrebí llamado Abu Sa’id, famoso por
el bien y la piedad, que tras la plegaria del sobh 49 pronunciaba en la
mezquita un sermón que no le entendía nadie. Pues bien, un año
que hacía mucho calor, salí como peregrino hacia la Casa Sagrada.
Yo precedía la caravana para que me siguieran mis compañeros.
Una de las noches, como de costumbre, me dormí apartándome
del camino, y la caravana se puso en marcha sin apercibirse de mí.
Continué durmiendo hasta que salió el sol y cuando me desperté
no sabía cuál era el camino. Elevé mi vista al cielo y dije: Señor mío
y Dios mío, me has traído hasta aquí y me has cortado el camino
hacia Tu Casa. ¿Qué mal te haría si me hicieras llegar? Luego
anduve hasta que me vi incapaz de seguir y se me hizo duro el calor
del mediodía. Desesperé de la vida y me arrojé sobre una duna a
esperar la muerte. Y estando en esa situación oí a alguien que me
llamaba por mi nombre. Me levanté a mirar y he aquí que era el
jeque Abu Sa’id. Le saludé y me devolvió el saludo. Después me
entregó un pan caliente, lo comí y se atascó en mi garganta. Enton-
ces me dio una bota con un agua más dulce que la miel, más fría que
la nieve y más blanca que la leche. Bebí de ella y me lavé la cara, con
lo que volvió a mí el espíritu. Luego dijo: Sígueme, Abderrahmán.
Y yo me alegré. Y añadió: Quédate aquí pues la caravana llegará a
ti dentro de tres días. Después me dio una hogaza de pan y se fue.
Y cada vez que comía de ese pan, me saciaba. Duró el pan conmigo
tres días, hasta que llegó la caravana. Me reuní con mis compañe-

49 La que se reza al amanecer, antes de la salida del sol.

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ros y cuando acampamos en Arafat 50 vi al jeque que estaba de pie


junto a las rocas ocupado con una oración de petición. Cuando
acabó le saludé y me devolvió el saludo, diciendo: ¿Necesitas algo,
Abderrahmán? Y dije: Mi señor, quiero que pidas por mí. Y pidió
por mí. A continuación bajamos de la colina y no le vi más. Cuando
terminé la peregrinación y volví a Basora me llegué a su mezquita
para verle. Cuando le vi, vino a mí, le saludé y me estrechó fuerte-
mente la mano, por lo que comprendí que ocultaba su secreto. Y
cuando se rezó la plegaria y salimos, pregunté al almuédano por la
ausencia del jeque de la mezquita durante los días de la peregrina-
ción. El almuédano juró que el jeque Abu Sa’id no había dejado de
rezar las cinco oraciones en su mezquita en absoluto, ni por una
sola hora. Dijo Abderrahmán: Y supe que era uno de los notables
sustitutos, los señores de los hombres, Dios nos reitere sus bendi-
ciones y conceda sus peticiones en este mundo y el otro. Amén.

G
29. LAS MORADAS DE LOS PRÓXIMOS

Y de Abu l-Ashhal el Viajero, Dios, ensalzado sea, tenga misericordia


de él y nos aproveche por él, que dijo: Vi a un muchacho en el camino
de La Meca que se ponía a rezar cada cierto número de millas. Se
había separado de la caravana y me puse a observarle y él prolongó su
oración. Y cuando pronunció el saludo final le dije: La paz sea sobre
ti, a lo que respondió: Y sobre ti la paz. Le dije: Te has apartado de
la caravana, ¿tienes un compañero que tenga amistad contigo para
que le alcances? Lloró y dijo: Sí. Pregunté: ¿Dónde está? Respondió:

50 Colina cercana a La Meca, una de las etapas de la peregrinación.

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Delante y detrás de mí, a mi derecha y a mi izquierda. Me dije que era


un gnóstico, y le pregunté: ¿Tienes víveres? Dijo: Sí. ¿Dónde?, pre-
gunté. Repuso: En mi corazón está mi fidelidad a mi Señor. Le dije:
¿Te importa que te acompañe? Y repuso: El compañero distrae del
recuerdo de Dios, y no amo a nadie que me aparte del recuerdo de
Dios, ensalzado sea, ni lo que dura un parpadeo. Le pregunté: ¿Qué
comes? Dijo: El que me alimentó en la oscuridad del vientre de mi
madre de pequeño se hace cargo de mi sustento de mayor, y cuando
necesito comida aparece delante de mí. Aún le pregunté: ¿Necesitas
algo? Y dijo: Sí, si me ves a partir de hoy no me hables. Le rogué: Os
pido, mi señor en Dios, que pidáis por mí. Y dijo: Que Dios te impida
cualquier rebeldía o distracción de lo que te acerca a Él. Le dije: Mi
señor, ¿dónde podemos encontrarnos después de esto? Respondió:
No queda encuentro posible después de hoy; pero si eres de la gente
de la proximidad búscame mañana en las moradas de los próximos.
Luego desapareció de mi vista y no le vi más, Dios, ensalzado sea, esté
satisfecho de él y nos sea provechoso por él. Amén.

G
30. EL SANTO PECADOR

Se cuenta de Málik b. Dinar, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de


él, que dijo: Tenía yo un vecino que era descomedido con su alma,
que no distinguía el hoy del ayer, y se congregaron los otros vecinos
ante mí para quejarse. Le hice comparecer y le dije: ¿Qué pasa? Tus
rebeldías se multiplican. O te arrepientes o dejas la casa. Respondió:
Estoy en mi propiedad y no saldré de ella. Le dije: Nos quejaremos de
ti al sultán. Y me replicó: Yo soy uno de los amigos del sultán. Enton-

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ces le dije: Pediremos la ayuda de Dios contra ti. A lo que repuso:


Mi Señor es más misericordioso que vosotros. Luego se levantó y se
fue de mi casa. Cuando se hizo la noche alcé mis manos al cielo a la
hora del alba para pedir la ayuda de Dios contra él, y me llamó una
voz: Oh Málik, no pidas contra él pues es uno de mis santos51. Al
momento me levanté y llamé a su puerta. Salió creyendo que había
venido a echarlo de su casa. Empezó a llorar y a disculparse, diciendo:
Mi señor, oigo y obedezco; dejaré la casa. Yo le dije: No te preocupes,
no he venido a eso, sino para informarte de lo que me pasó: Elevé mis
manos y quise pedir a Dios contra ti, pero me gritó una voz: Ya Málik,
no nos pidas contra él pues es uno de nuestros santos. Al oír esto
el hombre se puso a llorar intensamente y se arrepintió enseguida.
La gente empezó a visitarle y a desearse bendiciones en su nombre y
se formaron aglomeraciones en torno a su casa. El año siguiente salí
en peregrinación a La Meca, y estando yo en la mezquita sagrada al
mediodía, a la sombra de un muro, vi a una multitud que se había
reunido a un lado del templo y entre ellos había un hombre tumbado
en el suelo. Me le quedé mirando y he aquí que era mi amigo, que
experimentaba las angustias de la muerte. Refirió Málik: Me senté
junto a su cabeza, llorando, y abrió los ojos y me vio. Entonces dijo:
Ya Málik, ¿crees que mi Señor perdonará esas culpas y faltas y tendrá
compasión de estas lágrimas, después de que abandoné a mi gente
y mi patria y salí de aquel lugar por vergüenza de ti, siendo tú una
criatura? ¿Cómo compareceré mañana ante el Creador, glorificado y
ensalzado sea? Luego tomó aliento, dio un estertor y murió. La mise-
ricordia de Dios Altísimo sea sobre él. Amén.

G
51 Walí, amigo [de Dios] o santo.

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31. CONVERSIÓN
DE LA PRINCESA DE CONSTANTINOPLA

[Se cuenta] de al-Yunayd 52 que dijo: Cierto año decidí hacer la


peregrinación a la Casa Sagrada de Dios, así que monté mi came-
lla y la encaminé hacia la Kaaba —ennoblézcala y engrandézcala
Dios, ensalzado sea—. Pero ella torció su cuello y lo dirigió hacia
Constantinopla. Le corregí la dirección varias veces y ella volvía a
su empeño, y dije para mí: Por Dios, en esto hay un secreto oculto.
Y la solté y exclamé: Señor mío y Dios mío, no puedo hacer nada,
si quieres alejarme de tu casa, tú eres el que manda. Contó: Y la
camella empezó a marchar a buen ritmo hasta que entró en Cons-
tantinopla. Cuando entré en la ciudad vi a la gente en tumulto y
agitación, y pregunté qué pasaba. Me explicó un hombre: La hija
del rey ha perdido el juicio y buscan con urgencia un médico que
la cure. Me dije: Por la gloria de mi Señor, por eso me desvió de Su
templo este año. Dijo al-Yunayd: Y les dije: Ya ha llegado el médico.
Me preguntaron: ¿Tú la sanarás? Y les dije: Sí, si Dios, ensalzado
sea, lo quiere. Contó: Y me cogieron de la mano y me condujeron
hasta el rey, al que refirieron lo que les había dicho. Me pusieron
condiciones, obedecí y pedí ayuda a Dios. Entonces me hicieron
entrar a una cámara donde oí el tintineo del hierro y una voz que
decía: «Ya Yunayd, la camella tiraba de ti hacia Nosotros y tú tira-
bas de ella hacia la Kaaba». Relató al-Yunayd: Mi razón quedó
aturdida con esas palabras; luego entré y vi una muchacha como
no había visto de bella; estaba aherrojada y encadenada. Le dije:
¿Qué estado es este en que te encuentras? Respondió: Ya médico
de los corazones, recétame una medicina que me libre de mis aflic-

52 De familia oriunda de Irán occidental, discípulo de Saqati y maestro de al-


Hallach, fue uno de los grandes iniciados del misticismo islámico. Vivió en Bag-
dad, donde murió en 298/911.

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ciones. Le dije: Repite: No hay más dios que Dios y Muhammad es


el Enviado de Dios. Y alzó su voz declarando: No hay más dios que
Dios y Muhammad es el Enviado de Dios. En ese momento cayeron
sus grilletes y cadenas, y cuando vio su padre eso, exclamó: ¡Qué
buen médico eres!, te pido por Dios que me cures como has curado
a mi hija. Relató al-Yunayd: Y le dije: Repite: No hay más dios que
Dios y Muhammad es el Enviado de Dios. Y lo dijo y se hizo musul-
mán, y fue bueno su islam; luego vino su madre y se islamizó, y se
islamizaron todos los que estaban en la ciudad con ellos. Me decidí a
partir, pero me dijo la muchacha: No tengas prisa en salir, mi señor,
pues he pedido a Dios que se lleve mi alma y tú estés presente para
ocuparte de mi purificación y reces por mí. Entonces pronunció la
profesión de fe y cayó muerta; la purificamos y la enterramos, Dios,
ensalzado sea, tenga misericordia de ella.

32. EN LA MEZQUITA DE TIRO

Se contó de Abdallah b. al-‘Ahnaf, Dios esté satisfecho de él, que


dijo: Salí de Egipto hacia Ramala para visitar al jeque az-Zayadi,
Dios, e. s., esté satisfecho de él, y me vio por el camino ‘Isà b. Yunus
el egipcio y me dijo: ¿Quieres que te oriente hacia lo que es un bien
para ti? Y dije: Sí. Y dijo: Tienes que ir a Tiro, pues en ella están
un jeque y un joven que se han unido para hacer vigilia, y si les
echaras una mirada te compensaría por el resto de tu vida. Refi-
rió: Y me fui hacia allí hasta llegar donde ellos dos. Tenía hambre
y sed y no llevaba nada que me protegiera del sol. Los encontré
orientados hacia la quibla. Les saludé y les hablé, pero no me res-

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pondieron. Y exclamé: ¡Os conjuro por Dios el Magnífico a que me


habléis! Entonces alzó la cabeza el sheij y dijo: Oh Ibn al-‘Ahnaf,
¡qué pequeño fue tu afán hasta que llegaste a nosotros! Luego bajó
la cabeza y me puse en pie ante ellos hasta que rezamos la oración
del zuhr y la del ‘asr, y me desaparecieron el hambre, la sed y el can-
sancio. Y dije al joven: Predícame algo que me sea útil. Y repuso:
Nosotros, la gente de las calamidades, no tenemos la lengua de la
predicación. Permanecí con ellos tres días con sus noches sin comer
ni beber, y cuando llegó la tarde del cuarto día me dije: Tengo que
pedirles un sermón que me aproveche. Y levantó la cabeza el joven
y me dijo: Tienes que cultivar la compañía de quienes recuerdan a
Dios, ensalzado sea, con su mirada y te exhortan con la lengua de
sus actos, no de sus palabras. Después se dio la vuelta y no los vi
más, y me entristecí por su separación, Dios, e. s., esté satisfecho de
ambos y nos sea útil con sus bendiciones. Amén.

G
33. EL CADÍ AVARO
Y EL CRISTIANO GENEROSO

Se cuenta de uno de ellos —Dios le haya perdonado— que dijo:


Había en tiempos del califato de Mu’awiya ibn Abu Sufián —Dios
esté satisfecho de ambos— una mujer de la familia de Alí que tenía
tres hijas. Su situación era estrecha y su pobreza intensa, y cierto
día que lloraban las hijas de dolor y de hambre les dijo su madre:
Tened paciencia, que voy a pedir al cadí algo para vosotras del
tesoro público de los musulmanes. Siguió contando: Y al oír eso
de ella sus hijas tuvieron paciencia hasta la mañana. Entonces fue

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su madre a casa del cadí, y cuando llegó pidió permiso para entrar,
entró y saludó al cadí, devolviéndole éste el saludo. Luego dijo:
¿Qué necesitas, noble señora? Respondió: Ya mi señor, tengo tres
hijas a las que he dejado hambrientas, y he llegado a ti esperando
que nos des algo de limosna del tesoro público de los musulmanes.
Y cuando oyó el cadí sus palabras le dijo: Mañana te daré algo. Y
salió de casa del cadí y volvió con sus hijas que estaban llorando del
hambre intenso. Y les dijo: Hijas mías, calmad vuestros corazones,
pues el cadí me ha prometido que mañana nos dará limosna; y si
Dios —ensalzado sea— quiere, mañana volveré a él como dijo y os
traeré algo de su casa. Contó: Y pasaron esa noche regocijándose,
y cuando llegó la mañana fue la madre a casa del cadí; lo encontró
sentado a la puerta de su casa, lo saludó y él la devolvió el saludo.
Le dijo la mujer: Mi señor, me habíais prometido darme algo, y
vengo a ti anhelante a pedirlo. Mas cuando el juez oyó sus palabras
la insultó y la rechazó, diciendo: ¡Aléjate de mí! La mujer regresó
entristecida y llorando y llegó a una ruina que había al lado de su
casa, entró allí y lloró intensamente, diciendo: Dios mío, con qué
cara volveré a mis hijas y con qué ojos las miraré, y con qué lengua
las responderé. Y se prolongó su llanto y aumentaron su súplica y
sus sollozos. Continuó el narrador: Y había en el pueblo un cris-
tiano llamado Sayduk que tenía mucho dinero y criados, y era su
corazón amigo del islam; y pasó una vez junto a esas ruinas y oyó el
llanto y las quejas de la mujer; se aturdió su juicio y dijo a algunos
de los mozos: Traedme a esa mujer. Y fueron los criados a ella y la
llevaron ante él. La miró y las lágrimas la corrían sobre las mejillas,
y le dijo: ¿Cuál es la causa de tu llanto, noble señora? Y respondió
ella: Tengo tres hijas y las he dejado hambrientas. Y le contó su his-
toria. Y dijo Sayduk a sus criados: Dadle mil dinares y un vestido
de seda. Contó: Y le dieron eso y lo tomó la mujer, e hizo votos
para que se convirtiera al islam. Se fue con sus hijas y les compró

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con un dinar varias clases de alimentos; entró con ellas, comieron


y se saciaron, luego dijo: Dios mío, provéele de tus beneficios en el
Paraíso. Luego cortó para sus hijas varias clases de vestidos.
Siguió relatando: Y cuando llegó la noche vio el cadí en su
sueño como si el juicio final ya se hubiera celebrado. Luego fue
cogido el cadí y llevado al Paraíso, ante un palacio exento de oro
rojo, con las almenas de perla blanca; entre cada dos almenas lucía
una muchacha de ojos rasgados más brillante que el sol y más bella
que la luna. Y cuando lo vieron le gritaron a la cara: ¡Desgraciado,
éramos para ti todas, y este palacio era para ti, y este Paraíso con lo
que contiene de delicias permanentes, y ahora somos para Sayduk
el cristiano! Luego echaron al cadí, le sacaron del Paraíso y le mos-
traron su sitio en el infierno. Relató: Y se despertó el cadí temeroso
y asustado, diciendo: ¡Qué desgracia, lo que he perdido! Enseguida
salió apresurado hacia casa de Sayduk el cristiano. Llamó a su
puerta y acudió uno de los criados de Sayduk, que dijo: ¿Quién está
a la puerta? Respondió: El cadí. Y volvió el muchacho e informó a su
señor que el cadí estaba a la puerta, y su señor le dio permiso para
entrar. Entró, y cuando Sayduk lo vio, le dio la bienvenida y le hizo
sentarse, y le preguntó: ¿Qué necesitas esta noche? Y le preguntó el
cadí: ¿Has hecho algún bien esta noche? Y dijo Sayduk: He pasado
la noche borracho, ¿qué bien podría haber hecho? Pero el cadí no
le creyó y dijo: El que has hecho esta noche con exactamente mil
dinares. Y dijo Sayduk, deseoso de conocer la historia: Infórmame
para que te sirva. Relató: Y el cadí le informó de lo que había visto
en su sueño y lo que le había sucedido. Y cuando oyó Sayduk el
cristiano esa visión, se puso de pie de un salto sobre sus dos pies,
se vistió un traje nuevo y se sentó delante del cadí, y dijo: Extiende
tu mano, pues yo atestiguo que no hay más dios que Dios, Uno, sin
asociado, y que Muhammad es su Enviado, que envió para traer
el camino de la salvación y la verdadera religión. Relató: Y salió

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el cadí de su casa llorando y triste. Pues mira, —oh hermano—


lo que es la avaricia, cómo fue colocado el cadí entre la gente del
infierno por su avaricia y el cristiano fue colocado entre la gente
del Paraíso por su generosidad, y terminó en el bien y el islam.
¡Qué asombroso y qué hermosa cosa es!

G
34. HISTORIA DE UN HERRERO

Se contó de uno de ellos, Dios, e. s., esté satisfecho de él, que dijo:
Vivía en nuestro barrio un herrero que metía su mano en el fuego y
sacaba con ella el hierro al rojo, y no lo afectaba el fuego. Lo buscaba
un hombre para averiguar la verdad de eso. Cuando entró al pueblo
preguntó por el herrero y se le indicó. Y cuando le miró y le observó
lo vio trabajar como le habían descrito. Dio tiempo al hombre para
que terminara su trabajo. Entonces fue a él, le saludó y el otro le
devolvió el saludo. Y dijo el hombre: Seré tu huésped esta noche. Y
le dijo el herrero: De mil amores. Y se fue con él a su casa, cenó con
él y pernoctaron ambos. Y se abstuvo de trabajar y durmió hasta la
mañana. Y dijo el hombre para sí: Quizás se ha ocultado de mí esta
noche. Y pasó en su casa una segunda noche, y el herrero no variaba
su rutina. Entonces le dijo el hombre: Hermano, he visto lo que te
ha honrado Dios, y lo he visto patente en ti. Luego miré tu esfuerzo
y no vi en ti abundancia de trabajo y no aumentó tu obligación, ¿de
dónde te viene este rango? Y repuso el herrero: Hermano, la mía es
una historia asombrosa y un hecho emocionante y extraordinario, y
es que tenía yo una bella vecina de la que me había enamorado, y la
solicitaba muchas veces sin conseguir nada de ella por buscar ella

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refugio en la piedad. Vino un año de sequía, hambre y carencia de


alimentos, y el hambre se hizo común al género humano. Un día
estaba yo sentado en mi casa cuando alguien llamó a la puerta. Salí
a ver y he aquí que era ella, que de pie junto a la puerta decía: Her-
mano mío, me ha alcanzado un hambre intenso, ¿querrías darme
de comer, por Dios? Le repuse: ¿No sabes dónde estoy yo por tu
amor y lo que he sufrido por ti? No te daré de comer a menos que
te entregues a mí. Y dijo ella: Antes la muerte a la rebeldía contra
Dios, ¡ensalzado sea! Se fue a su casa y cuando pasaron dos días vol-
vió a mí y me dijo lo que la primera vez, y le respondí lo mismo que
entonces. Entró y se quedó en la casa y ya estaba a punto de morir.
Y cuando puse la comida delante de ella se le humedecieron los ojos
de lágrimas y rogó: Hazlo por Dios. Y respondí: No, si no te entre-
gas a mí. Y se levantó sin comer nada; salió de mi casa y se fue a la
suya. Y cuando pasaron dos días he aquí que llamó a la puerta; salí
a ella y vi que estaba de pie a la puerta y el hambre había apagado
su voz y estaba arruinada físicamente. Y rogó: Hermano, me son
imposibles las astucias y no puedo dirigirme a otro que a ti, ¿que-
rrías por Dios darme de comer? Y dije: No, si no me dejas hacerte
mía. Y bajó la cabeza un momento, luego entró y permaneció en la
casa. En mi casa no había comida hecha, así que me levanté, encendí
el fuego y preparé una comida. Y cuando estuvo lista la comida y la
puse ante ella me alcanzó paulatinamente la gracia de Dios, ensal-
zado sea, y dije para mí: ¡Ay de ti! Esta mujer está falta de juicio y la
religión la impide comer, y ella no tiene poder contra la religión. Ha
insistido una y otra vez por el dolor del hambre y tú no te has abste-
nido de pecar contra Dios ¡ensalzado sea! Luego dije: Dios mío, me
arrepiento a Ti de lo que pretendía, no me acercaré a ella en pecado
jamás. Y entré con ella y estaba comiendo, por lo que le dije: Come
y no tengas temor, pues esto es sólo por Dios, loado y ensalzado sea.
Y cuando oyó eso levantó la cabeza hacia el cielo y dijo: Dios mío, si

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es sincero hazle invulnerable al fuego en este mundo y el otro. Dijo:


Y la dejé comer y me levanté para apagar el fuego, era la estación
del invierno. En ese momento me cayó una brasa en el pie y no me
quemó, y volví a ella alegre y contento y le dije: ¡Regocíjate, pues
Dios, ensalzado sea, ha escuchado tu petición! Y arrojó el bocado de
su mano y se prosternó dando gracias a Dios. Y dijo: Dios mío, me
mostraste mi propósito en esto, toma mi espíritu ahora mismo. Y se
llevó Dios su espíritu estando ella prosternada. Dios, ensalzado sea,
tenga misericordia de ella y nos aproveche por intercesión de ella.
Y esta es mi historia, hermano, y Dios, loado y ensalzado sea, sabe
mejor lo que es justo.

G
35. EL ASCETA ISRAELÍ

Se cuenta de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, le haya perdonado,


que dijo: Había un hombre de los israelíes que adoraba a Dios en
una cueva en la montaña y no se dejaba ver por nadie ni lo veía
nadie. Junto a él había una fuente con cuyo agua hacía sus abluciones
rituales y bebía, y se alimentaba de las plantas de la tierra. Ayunaba
de día, velaba de noche, no abandonaba la adoración y portaba las
marcas de la felicidad. Tuvo Moisés, sobre él sea la paz, noticia de
él y lo buscó por el día y lo encontró ocupado rezando y haciendo
dhikr 53. Después lo buscó por la noche y lo encontró enfrascado en
la confidencia con el Excelso. Le saludó Moisés, sobre él la paz, y
le dijo: Se benévolo contigo mismo, pues nuestro Señor es gene-
roso. Y respondió: Oh profeta de Dios, temo ser castigado por una

53 Invocación mística encantatoria.

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negligencia y que se decrete mi muerte y esté descuidado en el ser-


vicio de mi Señor. Y le preguntó Moisés, sobre él sea la paz: ¿Acaso
necesitas a tu Señor? Y le respondió: Sí, pídele que me otorgue su
satisfacción y no me distraiga con nadie que no sea Él hasta que se
decrete mi muerte y Lo encuentre. Y cuando Moisés, sobre él sea
la paz, se entregó a la confidencia con su Señor y se sumergió en el
gozo de la conversación con su Creador, olvidó la conversación con
el devoto. Y Dijo Dios, glorificado y ensalzado sea: Ya Moisés, ¿qué
te dijo mi siervo el devoto? Y respondiole Moisés: Mi Señor, Tú
sabes mejor lo que dijo. Y dijo Dios, ensalzado sea: Ve a él y dile que
adore cuanto quiera por la noche o por el día, pues ya es de la gente
del infierno por sus faltas y crímenes anteriores. Y fue a él Moisés,
sobre él la paz, y le informó de lo que le había dicho su Señor y
de sus anteriores culpas y pecados. Y dijo el devoto: Bienvenidos
sean Su decreto y Su dictamen, pues todo está bajo Su poder. Luego
lloró y dijo: Oh Moisés, por Su poder y Su gloria, no abandonaré Su
puerta ni aunque me expulse, ni me apartaré de Su lado aunque me
quemara y me desgarrara. Luego empezó a recitar:

¿Quién sería más dulce como casa si me cortara la pasión


en pedazos?
Hacia Tu encuentro yo no aumentaría sino en amor.
Por él no he cesado de ser prisionero de una emoción y una
pesadumbre
hasta que se decrete por su amor una muerte.

Relató: Y cuando se entregó Moisés, sobre él la paz, a sus con-


fidencias, invocó: Dios mío, Tú sabes mejor lo que ha dicho tu
siervo el devoto. Y dijo Dios, glorificado y ensalzado sea: Oh Moi-
sés, ve a él y albríciale que es de la gente del Paraíso, y que le he
concedido la misericordia y la gracia, y dile: Acogiste mi decreto

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con paciencia y satisfacción, y estuviste satisfecho de Mí con la


más dura de las sentencias y decretos. Por eso, aunque tus cul-
pas llenaran los cielos y la Tierra y el espacio y llenaran todas las
regiones, Yo te las perdonaría, pues soy el Poderoso y Clemente.
Moisés, sobre él sea la paz, se alegró y fue a informarle de lo que
le había dicho el Poderoso y Sapientísimo. El asceta cayó pros-
ternado ante Dios, ensalzado sea, y alabó a su Señor. Y no dejó
de estar prosternado hasta que Dios ensalzado sea decretó su
muerte. Dios esté satisfecho de él, nos aproveche por él y nos per-
done a nosotros y a él. Amén.

G
36. EL NOBLE CANTANTE

Se contó de Abu l-Qásim al-Yunayd, Dios, ensalzado sea, esté satis-


fecho de él, que dijo: Estaba en una mezquita mía cuando vi a un
hombre que había entrado y rezó dos rak’ás 54. Luego se acomodó
a un lado de la mezquita y me hizo una señal. Acudí y me dijo: Ya
Abu l-Qásim, ha llegado el momento del encuentro con Dios, ensal-
zado sea. Lávame, amortájame, reza por mí y entiérrame. Cuando
acabes conmigo llegará a ti un joven cantante egipcio. Cuando se
presente, entrégale mis andrajos, mi bastón y esta mi bota. Dijo
al-Yunayd: ¿Cómo puede ser? ¿A un cantante? Respondió: Oh
Yunayd, él ha alcanzado la jerarquía de la ejecución del servicio de
Dios, ensalzado sea, y ha sido establecido en esa estación. Relató:
Y cuando se decretó la muerte del hombre y terminamos de ocul-

54 Conjunto de inclinaciones y prosternaciones que, en grupos de dos, tres o cua-


tro, constituyen una oración canónica.

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tarlo en la tierra, llegó a nosotros un joven egipcio que nos saludó


y preguntó: ¿Dónde está el depósito, Abu l-Qásim? Le dije: ¿Cómo
es eso? Infórmame de tu condición, joven. Y dijo: Mi señor, estaba
yo en la fiesta 55 de los hijos de Fulano cuando oí una voz que me
ordenaba: Ve con al-Yunayd y toma el depósito que está con él, que
te dejó Fulano y consiste en esto y aquello, pues tú vas a ocupar su
lugar entre los ‘abdal (sustitutos) 56. Relató al-Yunayd: Le entregué
ese depósito y se quitó las ropas, hizo la ablución mayor, se vistió los
andrajos y se encaminó hacia Siria, por lo que no le volví a ver, Dios,
ensalzado sea, esté satisfecho de él y nos aproveche por él. Amén.

G
37. EL POLICÍA LADRÓN

Se contó también de él, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,


que dijo: Tenía yo una mezquita y vivía a su lado un policía que yo
sabía que robaba sus bienes a los musulmanes. Y cuando le sobre-
vino el deceso le trajeron a mi mezquita para que rezara por él,
mas yo me negué a ello, diciendo: Sacadlo de aquí y rezad por él en
cualquier otra mezquita que esté lo más lejos posible de la mía. Y
lo cogieron y se lo llevaron de mi lado. Cuando llegó la noche vi al
policía vestido con unas ropas verdes y pavoneándose en el Paraíso.
Y dijo al-Yunayd: Y le pregunté: ¿No eres aquel a quien expulsé
ayer? Y dijo: Sí. Inquirí: Infórmame de tu caso. Relató: Cuando me
pasó lo que me pasó y me expulsaste y te negaste a rezar por mí,
me entró un terror intenso, y cuando me sacaron de tu lado oí una

55 Mashrabah, lugar donde se bebe.


56 Véase nota 14.

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voz que me decía: No te entristezcas, pues vas hacia un generoso.


Y me desapareció el miedo que me embargaba, y cuando me pre-
senté ante Él puse mi confianza en Él. Y dijo Dios, glorificado y
ensalzado sea: Siervo mío, ¿qué te dijo al-Yunayd? Y respondí: Mi
Señor, vos sabéis mejor lo que dijo. Entonces dijo Dios, glorificado
y ensalzado sea: Por mi poder y mi gloria, si al-Yunayd te ha expul-
sado, yo te he aceptado, pues yo acepto a los expulsados y perdono
a los pecadores: Llevad a mi siervo al Paraíso por mi misericordia.
Yo soy el más misericordioso de los misericordiosos. Dios mío, ten
misericordia de nosotros como la tuviste de él, y apiádate de todos
los musulmanes.

G
38. EL SEPULTURERO LADRÓN

Y se contó de uno de los virtuosos, Dios, ensalzado sea, nos beneficie


por él, que dijo: Había entre nosotros un sepulturero que robaba las
mortajas de las tumbas. Por entonces murió una mujer de las devo-
tas y mucha gente acudió a rezar por ella y entre ellos el sepulturero
de marras. Salieron hacia su tumba y el sepulturero iba con ellos
para indicarles la tumba. Cuando se hizo la noche fue el sepulturero
hacia su tumba y descendió dentro de ella. En ese momento Dios,
glorificado y ensalzado sea, confirió el don de la palabra a la muerta,
que dijo: ¡Loado sea Dios, un hombre al que han perdonado roba la
mortaja a una mujer a la que han perdonado! Y se extrañó el sepul-
turero: Si es cierto que Dios te ha perdonado a ti, ¿cómo es posible
que me haya perdonado a mí? Y respondió la mujer: Dios nos ha
perdonado a mí y a quienes han rezado por mí. Y el sepulturero salió
de la tumba y se arrepintió ante Dios, ensalzado sea, y fue bueno

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su arrepentimiento gracias a la bendición de ella, y se entregó a la


devoción hasta el día en que murió, Dios, ensalzado sea, tenga mise-
ricordia de él, de ella y de los difuntos musulmanes, amén.

G
39. UN DEVOTO POCO HABLADOR

Se contó de Du n-Nun al-Misri, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho


de él, que dijo: Andaba yo por las comarcas de la Siria cuando me
encontré en un jardín verde en el que había un joven que rezaba
bajo un manzano. Me acerqué a él, le saludé y no me devolvió el
saludo. Le saludé una segunda vez y abrevió la oración y escribió
con su dedo en la tierra estos versos:

Impide a la lengua hablar porque es


la cueva del pesar y acarreadora de males.
Si te hacen hablar, sé de tu Señor recordador.
No le olvides y adórale en todas las situaciones.

Relató Du n-Nun: Lloré abundantemente, luego escribí con mi


dedo en la tierra:

¿Y qué escritor no será atribulado


y permanecerá en el tiempo lo que escribió su mano?
No escribas con tu letra más que
lo que te alegre en la Resurrección cuando lo veas.

Refirió: Y dio el joven un grito y murió, Dios, ensalzado sea, se


apiade de él. Me puse a lavarle y oí una voz que me decía: Déjale,

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pues Dios, ensalzado sea, le ha prometido que no se encargarán de él


más que los ángeles. Dijo Du n-Nun, Dios, e. s., esté satisfecho de él:
Entonces me dirigí al árbol y recé varias rak’ás. Luego volví al lugar
donde había muerto el joven y no encontré rastro de él ni tuve noti-
cia de él, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él y nos beneficie por
medio de él y por su bendición. Amén.

G
40. BAYAZID EN EL CONVENTO

Y se contó de Abu Yazid al-Bistami57, Dios esté satisfecho de él, que


dijo: Estaba yo un día de viaje disfrutando de mi soledad y mi tran-
quilidad, ensimismado en mi meditación y dedicándome a la invo-
cación, cuando fui llamado en secreto: Oh Abu Yazid, ve al convento
de Sam’án y preséntate ante los monjes el día de su fiesta y la euca-
ristía. Dijimos: En eso hay una noticia y un asunto importante.
Relató: Y busqué refugio en Dios contra esa ocurrencia 58 y dije:
No me arriesgaré. Y cuando llegó la noche volvió a mí la voz en el
sueño y me repitió las mismas palabras. Me desperté de mi sueño
aterrado y meditando, apesadumbrado del asunto. Entonces fui lla-
mado claramente: Ya Abu Yazid, no te inquietes, tú eres para Noso-
tros uno de los santos y estás inscrito en registro de los
bienaventurados. Ponte un hábito de monje y cíñete por Nosotros el
cíngulo, pues no tienes en eso pecado ni nada reprobable. Refirió

57 Uno de los más antiguos y más grandes místicos del islam iranio. Vivió en
Tabaristán entre 184/800 y 261/874, o bien 234/848.
58 Pues creía que era una ocurrencia de las que acuden fortuitamente a la mente,
y no una inspiración divina.

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Abu Yazid: Me levanté rápidamente por la mañana y, obedeciendo


las órdenes, me puse el hábito de monje y me presenté ante ellos en
el convento de Sam’án. Cuando apareció su superior y se reunieron
y le prestaron oídos, se estremeció su estado y no fue capaz de hablar,
como si hubiera un freno sobre su corazón. Y le preguntaron los
sacerdotes y los monjes: ¿Qué es lo que te impide hablar, padre?
Pues nosotros nos guiamos por tu palabra y seguimos el ejemplo de
tu ciencia. Y repuso: Lo que me impide hablar y manifestarme no es
sino un hombre que se encuentra entre vosotros que es mahome-
tano. Tal vez haya llegado a vosotros para probaros y atacaros. Dije-
ron: Muéstranoslo para que le matemos ahora mismo. Respondió:
No lo mataremos si no es con una señal y una prueba. Y dijeron:
Haz lo que quieras, nosotros sólo hemos venido para sacar prove-
cho. Relató: Y se alzó el superior sobre sus dos pies y llamó: ¡Oh
mahometano, por la verdad de Mahoma, yérguete para que te mire-
mos! Abu Yazid se levantó mientras su lengua no dejaba de proferir
alabanzas a Dios y jaculatorias. Y le dijo el patriarca: Mahometano,
quiero hacerte unas preguntas; si las respondes te seguiremos, y si
eres incapaz de responder, te mataremos. Respondió: Pregunta
sobre lo que quieras de lo inteligible y lo transmitido, pues Dios es
testigo de lo que decimos. Dijo el otro: Infórmame de un uno que no
tiene segundo y de dos que no tienen tercero, de tres que no tienen
cuarto, de cuatro sin quinto, de cinco sin sexto, de seis sin séptimo,
de siete sin octavo, de ocho sin noveno, de nueve sin décimo, de un
diez perfecto, de once, de doce, de trece y de catorce que hablaron
con el Señor de los mundos. Infórmanos de un pueblo que negó [la
Revelación] y fueron llevados al Paraíso, de un pueblo que creyó y
fueron llevados al infierno. Infórmame de la morada de tu espíritu
en tu cuerpo, de las que cargan cargas y de las que corren con facili-
dad y de los que distribuyen algo. Infórmame de algo que respire sin
espíritu, de una tumba que marche con su ocupante, de un agua que

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no ha caído del cielo ni brotado de la tierra, de cuatro que no son ni


genios ni humanos y no han salido del lomo de un padre ni del vien-
tre de una madre. Infórmame de la primera sangre que fue derra-
mada en la Tierra, de algo que Dios creó y luego tuvo por grande, de
la mejor de las mujeres, del mejor de los mares, de la mejor de las
montañas, de la mejor de las bestias, del mejor de los meses, de la
mejor de las noches, de la catástrofe y de un árbol con doce ramas en
el que en cada rama hay treinta hojas y en cada hoja cinco frutos, dos
al sol y tres a la sombra. De algo que peregrina a la Casa Sagrada de
Dios y no tiene espíritu ni se le han impuesto oraciones obligatorias.
Dinos cuántos profetas ha creado Dios, y cuántos aceptados y no
aceptados. Háblanos de cuatro cosas de diferente sabor y color y un
mismo origen. Infórmanos del tronco de palmera hueco, la cuerda
de palma y la película del hueso del dátil, del pelo y de la lana, del
piélago y la caries. Infórmanos de lo que dice el perro en su ladrido y
el burro en su rebuzno, de lo que dicen el toro en su mugido y el
caballo en su relincho, y de lo que dicen el ruiseñor en su gorjeo y la
rana en su alabanza, y lo que dice el mosquito en su picoteo. Infór-
manos de un pueblo al que se le reveló Dios que no es de los genios,
ni de los hombres ni de los ángeles. Dinos dónde va la noche cuando
llega el día y dónde va el día cuando llega la noche. Y dijo Abu Yazid:
¿Quedan más preguntas? Respondió el otro: No. Y dijo: Si os las
explico y respondo, ¿creeréis en Dios y su Enviado Muhammad,
Dios lo bendiga y salve? Respondieron: Sí. E invocó: Dios mío, Tú
eres testigo de lo que han dicho. En cuanto a vuestra pregunta de un
uno sin segundo, es Dios, glorificado y ensalzado sea. En cuanto a la
pregunta de dos sin tercero, son la noche y el día, según las palabras
de Dios, ensalzado sea: Hicimos de la noche y el día dos signos 59. En
cuanto a vuestra pregunta de tres sin cuarto, son el trono, el solio y

59 Corán, 17, 12

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el cálamo. En cuanto a vuestra pregunta de cuatro sin quinto, son los


libros revelados, a saber: la Torah, el Evangelio, los Salmos y el Cri-
terio (el Corán). En cuanto a vuestra pregunta de cinco sin sexto,
son las cinco oraciones obligatorias para todo musulmán y musul-
mana. En cuanto a vuestra pregunta de seis sin séptimo, son los seis
días que mencionó Dios en su Libro Excelso cuando dijo: Hemos
creado los cielos y la tierra y cuanto contienen en seis días. En cuanto a
vuestra pregunta de siete sin octavo, son los siete cielos, según dijo
Dios, ensalzado sea, que creó siete cielos en estratos. En cuanto a
vuestra pregunta de ocho sin noveno, son la comitiva del Trono, por
el dicho de Dios, e. s. : Llevarán el Trono de Dios sobre sí ese día ocho 60.
En cuanto a vuestra pregunta de nueve sin décimo, son las nueve
personas que corrompen la tierra, conforme al dicho del Altísimo:
Había en la ciudad nueve personas que corrompían la tierra y no eran
virtuosos61. En cuanto a vuestra pregunta de diez completos, son las
obligaciones que se imponen en La Meca al peregrino, que son
sagradas, según las palabras del Altísimo: El ayuno son tres días en la
peregrinación y siete cuando volváis, esos son diez en total. En cuanto a
vuestra pregunta sobre los once, son los hermanos de José, sobre él
sea la Paz, según las palabras del Altísimo: He visto once planetas,
más el sol y la luna 62. En cuanto a vuestra pregunta sobre un pueblo
que mintió y fueron destinados al Paraíso, son los hermanos de
José, que trajeron su camisa teñida de sangre y mintieron. En cuanto
a la pregunta sobre un pueblo que creyó y fue destinado al infierno,
son los judíos: Dijeron los judíos: Los cristianos no tienen razón en nada.
Y dijeron los cristianos: Los judíos no tienen razón en nada63. Pues ellos

60 Corán, 69, 17
61 Corán, 27, 48
62 Corán, 12, 4
63 Corán, 2, 113

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dijeron la verdad y fueron destinados al infierno. Por lo que se refiere


a vuestra pregunta de la sede del espíritu en el cuerpo, se encuentra
entre tus oídos en la imagen de la cara. En cuanto a vuestra pregunta
sobre los que corren veloces, son los cuatro vientos; y en cuanto a las
que son transportadas, son las nubes. En cuanto a vuestra pregunta
sobre las que corren con facilidad, son las naves que navegan por el
mar. En cuanto a vuestra pregunta sobre los que distribuyen algo,
son los ángeles, que distribuyen sobre la gente sus alimentos en la
noche de la mitad de Sha’bán. Por lo que se refiere a vuestra pre-
gunta sobre catorce que hablaron con el Señor de los mundos, son
los siete cielos y las siete tierras, según las palabras de Dios, ensal-
zado sea, que les dijo a ellos y a la tierra: ¡Venid de grado o a la fuerza!
Y respondieron: Venimos de grado 64. En cuanto a vuestra pregunta
sobre una tumba que marcha con su ocupante, ésta es el pez de
Jonás, sobre él sea la Paz. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo
que respira sin espíritu, es el amanecer. Por lo que concierne a la
pregunta sobre un agua que no ha descendido del cielo ni manado de
la tierra, es la que envió [la reina] Bilquís a Salomón en un frasco, del
sudor de los caballos. A la pregunta de cuatro que no son ni genios,
ni humanos, ni ángeles, ni vienen del lomo de un padre ni del vientre
de una madre, la respuesta es: el carnero de Isma’il, la camella de
Salih, Adán y Eva. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo que creó
Dios y luego lo desaprobó, es el rebuzno del burro; como dijo Dios,
ensalzado sea: desapruebo el sonido que emite el burro65. En cuanto a
vuestra pregunta sobre la primera sangre derramada sobre la faz de
la Tierra, es la sangre de Abel cuando lo mató Caín. En cuanto a
vuestra pregunta de algo que creó Dios y tuvo por grande, es la astu-
cia de las mujeres, conforme a las palabras de Dios: Vuestra astucia es

64 Corán 41, 11
65 Corán 31, 19

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grande 66. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo que su principio es


madera y luego es espíritu, es el cayado de Moisés, según el dicho del
Altísimo: ¿Qué tienes en tu mano derecha, Moisés?67 En cuanto a vues-
tra pregunta sobre las mejores mujeres, son éstas: Eva, madre del
género humano, Jadiya, Aysha, Asia 68 y María hija de ‘Imrán 69. En
cuanto a vuestra pregunta sobre los ríos más caudalosos, estos son:
Sayhún, Yayhún70, el Eúfrates y el Nilo de Egipto. En cuanto a vues-
tra pregunta sobre la mejor montaña, esta es el Monte [Sinaí]. En
cuanto a vuestra pregunta sobre las mejores bestias, son los caballos.
El mejor de los meses es Ramadán y la mejor de las noches es la
Noche del Destino 71. Por lo que respecta a vuestra pregunta sobre la
catástrofe, es el día de la Resurrección. En cuanto a un árbol que
tiene doce ramas y en cada rama treinta hojas y en cada hoja cinco
flores, dos al sol y tres a la sombra, el árbol es el año y las ramas los
meses, las hojas los días y las cinco flores son las cinco plegarias, las
del día y las de la noche. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo que
peregrinó a la Casa Sagrada de Dios y dio vueltas a la Kaaba y no
tiene espíritu ni le impusieron obligaciones rituales (oraciones), es el
arca de Noé, sobre él sea la Paz. Por lo que respecta a vuestra pre-
gunta de cuatro cuyo sabor y color es diferente teniendo una raíz
única, son los ojos, los oídos, la nariz y la boca. Pues el agua del ojo es

66 Corán, 12, 28
67 Corán, 20, 18
68 Las dos primeras fueron esposas de Mahoma. Asia fue esposa de Faraón y
según la tradición se convirtió al judaismo.
69 La virgen María. ‘Imrán es Joaquín en la literatura cristiana apócrifa.
70 Nombres míticos de ríos árabes. Aparecen en la enciclopedia geográfica árabe
Mu’yam al-buldán, situándolos en el Jorasán, la India, el Sind (en el actual Pakis-
tán) Anatolia o Mawarannahr. Véase Yaqut al-Hamawi: Mu’yam al-buldán, Dar
al-kutub al-‘ilmiyya , Beirut, 1990, pág. 228. N. del T.
71 La noche 27 o 28 de Ramadán, en la que se cree que fue revelado el Corán
íntegramente. N. del T.

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salada, la de los oídos amarga y la de la boca dulce. En cuanto a vues-


tra pregunta sobre la cuerda de palma, la película del hueso del dátil
y el agujero en el hueco del dátil, el agujero es lo que está en el envés
del hueso, la cuerda de palma es lo que está en su interior, y la pelí-
cula es la cáscara que está sobre él. En cuanto a vuestra pregunta
sobre el pelo y la lana, es el pelo de los borregos y las cabras. En
cuanto a vuestra pregunta sobre el piélago y la caries, son las nacio-
nes que pasaron antes de Adán, sobre él sea la Paz. Lo que dice el
burro en su rebuzno, es que ve a Satanás y dice: Maldiga Dios al
publicano. Lo que dice el perro en su ladrido es: ¡Ay de la gente del
infierno, que enfurecieron al Todopoderoso! Lo que dice el caballo
en su relincho es: ¡Alabado sea mi guardián, porque se encontraron
los héroes y se preocuparon los hombres por los hombres! En cuanto
a vuestra pregunta sobre lo que dice el camello adulto en su berreo,
dice: Me basta y me es suficiente Dios como protector. Lo que dice
el ruiseñor en su gorjeo es: Loado sea Dios cuando atardecéis y
cuando amanecéis. En cuanto a lo que dice la rana en sus alabanzas,
dice: Alabado sea el que es adorado en desiertos y páramos, loado
sea el Rey Todopoderoso. En cuanto a lo que dice el mosquito en su
picoteo, dice: Alabado sea Dios por la verdad, de las teorías del hijo
de Adán en este mundo, a occidente o a oriente, no ves una que per-
manezca. En cuanto a vuestra pregunta sobre un pueblo al que se le
reveló Dios y no es de los genios, de los hombres ni de los ángeles, son
las abejas, según las palabras del Altísimo: Tu Señor reveló a las abe-
jas 72, etcétera. En cuanto a la cuestión de dónde va la noche cuando
llega el día, y el día cuando llega la noche, pues ambos están en la
oscuridad de la ciencia de Dios, ensalzado sea. A continuación pre-
guntó Abu Yazid: ¿Os quedan otras preguntas? Respondieron: No.
Y les dijo: Decidme cuáles son la llave del Paraíso y la llave de los

72 Corán, 16, 68

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cielos. Y se callaron y no dijeron palabra. Y dijo Abu Yazid: Me


habéis hecho muchas preguntas y os las he respondido, y os he hecho
una sola pregunta y no la habéis respondido. ¿Os véis incapaces de
hacerlo? Dijeron: Sí. Luego se volvieron a su superior y le pregunta-
ron: ¿También te ves incapaz? Respondió: No me veo incapaz, pero
temo que no estéis de acuerdo conmigo. Dijeron: Nada de eso, esta-
remos de acuerdo pues tú eres nuestro superior y lo que quiera que
digas, nosotros oímos y estamos de acuerdo. Entonces dijo: La llave
del Paraíso y los cielos es: No hay más dios que Dios y Mahoma es el
Enviado de Dios. Y lo repitieron los otros y se hicieron musulmanes
del primero al último, y fue bueno su islam. Salieron del convento, lo
derruyeron, construyeron una mezquita y se cortaron sus cíngulos.
Y entonces fue llamado Abu Yazid: Por nuestra causa fue apretado
un cinturón y cortamos por tu causa quinientos cinturones.
Hermanos: Mirad a todos estos, cómo fueron infieles en las
tinieblas y Dios, ensalzado sea, los salvó de la muerte con la luz de la
buena senda, y todo por la bendición de nuestro profeta Muhammad,
Dios lo bendiga y salve. Mirad la palabra de la fe sincera, qué gran-
des son sus bendiciones y qué provechosos sus efectos. Refrescad
vuestras lenguas con ella para recibir la bendición de su beneficio
y conseguiréis la dulzura de su gracia y entraréis en el santuario de
su seguridad, pues ella es una fortaleza inexpugnable y una coraza
holgada. Y ya dijo Dios, e. s., en sus libros revelados: Repetid la frase
La ilaha illa Allah 73, pues ella es mi fortaleza y quien entra en mi
fortaleza se pone a salvo de mi castigo. Y dijo uno de los compañe-
ros74: Quien dice «No hay más dios que Dios» con corazón sincero
y le extiende la exaltación, Dios le perdona 4000 pecados, y si no
los ha cometido le perdona los pecados de su familia y sus vecinos.

73 No hay más dios que Dios.


74 De Mahoma. N. del T.

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Dijo Ibn Abbás, Dios esté satisfecho de él: La noche y el día tiene
veinticuatro horas y las letras de La ilaha illa Allah wa-Muhammad
rasulu l-Lah 75 son veinticuatro letras, y quien dice «No hay más dios
que Dios y Mahoma es el Enviado de Dios», Dios le perdona por
cada letra los pecados de una hora, sin que quede pecado sobre él.
Mirad, hermanos, cómo ha distinguido Dios a esta comunidad con
esta misericordia. Haced de su repetición vuestra ocupación y con-
seguiréis la satisfacción de vuestro Señor.

G
41. LA ESCLAVA DEFECTUOSA

Y de Málik b. Dinar, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él, que


dijo: Caminaba por las callejas de Basora cierto día cuando vi a una
de las esclavas de los reyes cabalgando, y con ella criados y un esclavo
joven. Me acerqué a ella y le dije: Oh esclava, ¿te vende tu amo? Y
respondió la esclava: Y si me vendiera mi amo, ¿podría uno como tú
comprarme? Respondí: Sí, y a una mejor que a ti. Se rió y me ordenó
que la llevara hasta la casa de su amo. La llevé y cuando entró con
su amo le contó el caso, por lo que se rió y ordenó que entrase yo.
Entré y le saludé, y cuando me vio me dijo: ¿Qué necesitas? Res-
pondí: Véndeme tu esclava. Y dijo: ¿Eres capaz de pagar su precio?
Respondí: Sí. Su precio para mí son dos huesos carcomidos. Y se rió
y dijo: ¿Cómo tiene su precio para ti ese valor? Respondí: Por sus
muchos defectos. Y preguntó: ¿Cuáles son sus defectos? Respondí:
Si no se perfuma huele mal, si no se da almizcle le huele el aliento;
si no se peina y afeita se llena de piojos, y si vive largo tiempo se

75 No hay más dios que Dios y Muhammad es el Enviado de Dios.

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vuelve decrépita, con menstruación, orín, suciedades, tristeza, pesar


y molestias. Y acaso ella no te ama sino por sí misma, y no te quiere
sino para que le des buena vida, sin cumplir su contrato ni ser sin-
cera en tu amor, sin que la falte después de ti nadie a quien no vea
como a ti. Y yo conozco, al margen de lo que te pregunté sobre el
precio de tu esclava, otra esclava que fue creada de cadenas de alcan-
for, de almizcle, ámbar y luz; y si se mezclara con su saliva la sal, sería
agradable; y si fuera convocado por sus palabras un muerto, respon-
dería; y si se mostrara su muñeca al sol éste no se oscurecería ni se
ocultaría; y si surgiera su frente entre las tinieblas, brillarían y res-
plandecerían; y si fueran confrontados los horizontes con su ornato
y sus trajes, se perfumarían y se engalanarían. Creció entre jardines
de almizcle y azafrán, varas de jacinto y coral, y fue confinada en
las tiendas de la delicia y alimentada con bebida de ambrosía. No
falta a su promesa ni cambia su amor. Ella es por tanto más digna de
elevar el precio que esta tu esclava. Dijo el rey: Oh hermano, ¿dónde
está la que me describiste? Dije: Su precio y su novio se encuentran
en todos los tiempos. Dijo: ¿Qué precio tiene, Dios tenga miseri-
cordia de ti? Dije: Aquel en que es poco lo que hay que dar para
conseguir una esperanza importante, y consiste en dedicar una hora
de tu noche para rezar dos rak’ás destinadas a tu Señor, que dejes
la comida y despiertes tu hambre, que quites del camino piedras o
basura, que consumas tus días con escasez de medios, que quites tu
interés de esta morada de engaño y descuido y vivas en el mundo
con el poder del contentamiento y vengas a la parada confiado en el
mañana, y que habites en el jardín de la Casa de la Dicha al lado del
Señor Generoso eternamente. Y dijo el rey: Esclava, ¿has oído lo que
ha dicho este nuestro maestro? Dijo ella: Perfectamente. Preguntó:
¿Dijo la verdad o mintió? Dijo ella: En absoluto, dijo la verdad y fue
sincero. Y dijo su amo: Eres libre, por Dios, ensalzado sea, y te doy
un depósito de esto y esto como limosna para ti. Y vosotras, esclavas

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y esclavos, sois libres, por Dios, ensalzado sea, con un depósito de


esto y esto como limosna para vosotros. Y esta casa y cuanto con-
tiene las entrego en limosna, y todo mi dinero lo pongo en el camino
de Dios. Luego extendió su mano hacia una cortina basta que había
sobre una de las puertas, tiró de ella y se quitó todo lo que llevaba
puesto de seda y brocado. Y cuando la esclava vio lo que había hecho
su amo, dijo: No hay vida para mí después de ti, oh mi señor; luego
arrojó su vestido y se vistió como su amo y salió con él. Málik los
despidió y emprendió su camino. Aquellos dos se consagraron al
servicio de Dios hasta que llegó la muerte y los encontró en estado
de adoración. Dios los perdone y a nosotros nos beneficie por ellos.
Amén.

G
42. TRUEQUE DE PALACIOS

Y se contó de Ya’far b. Sulaymán, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-


cho de él, que dijo: Pasamos Málik b. Dinar y yo por Basora y dando
vueltas por la ciudad pasamos junto a un palacio donde estaba sen-
tado un joven con un rostro como no había visto igual de bello.
Daba órdenes para la construcción del palacio y decía: Haced así y
así. Dijo Málik: ¿No ves, Ya’far, este muchacho de bello rostro y su
afán por construir este palacio? ¡Cuánto desearía pedir a mi Señor
que lo salve y lo coloque entre los jóvenes del Paraíso! Y añadió:
¡Ya’far, vamos a él! Refirió: Y fuimos a él y lo saludamos y nos devol-
vió el saludo; y no había conocido a Málik b. Dinar, pero cuando lo
conoció se levantó hacia él y dijo: ¿Acaso necesitas algo, mi Señor?
E inquirió Málik: ¿Cuánto te propones gastar en este palacio? Dijo:
100 000 dírhames. Y dijo Málik: ¿Por qué no me das ese dinero para

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que lo emplee en lo que lo merece y te garantice, por Dios, ensal-


zado sea, un palacio mejor que éste con sus esclavos y sus criados
coronados de perlas y jacintos incrustados de joyas, siendo su suelo
de azafrán y su pavimento de almizcle, más espacioso que este pala-
cio que tienes ahora, que no se arruinaría ni lo tocarían las manos,
pues no lo construye un constructor, sino que el Excelso le dijo «sé»
y fue? Y le dijo el joven: Mi señor, dame de plazo esta noche, hasta
mañana. Y convino: De acuerdo. Refirió Ya’far: Y Málik pasó la
noche pensando en el joven y cuando llegó la hora del alba invocó
a Dios, ensalzado sea, y multiplicó las invocaciones. Y cuando ama-
necimos fuimos temprano a él y he aquí que el joven estaba sen-
tado, y cuando vio a Málik ibn Dinar dijo: Lo que decías ayer. Dijo
el otro: ¿Lo hacemos? Dijo: Sí. Y trajo el dinero inmediatamente,
así como un tintero y un papel, y Málik escribió: En el nombre de
Dios, el clemente y Misericordioso. Esto es lo que garantiza Málik
b. Dinar a Fulano hijo de Fulano. Te garantizo por Dios un palacio
a cambio de tu palacio, con su descripción como es descrito y lo
que Dios ensalzado sea quiera aumentarlo. Y te compro con este
dinero un palacio en el Paraíso más espacioso que el tuyo, bajo una
sombra espesa, cerca del Glorioso y Excelso. Luego plegó el escrito y
se lo entregó al joven, y nos llevamos el dinero de su casa. Pronto se
quedó Málik sin la cantidad de comida necesaria para un día. Pero
no fue al joven en cuarenta días, hasta que encontró un libro colo-
cado en su mihrab al terminar la plegaria de la mañana. Lo cogió
Málik y he aquí que en su interior estaba escrito sin tinta: Este es
un documento de Dios el glorioso y Sabio para Málik b. Dinar: Ya
hemos pagado al joven el Paraíso que le garantizaste, aumentándolo
setenta veces. Dijo: Y me maravillé de eso y me fui con Ya’far a la
casa del joven, y he aquí que la puerta estaba cerrada y se escuchaba
llanto en la casa. Y pregunté: ¿Qué ha sido del joven? Y me dijeron:
Murió ayer. Y nos trajeron al lavador de cadáveres y le pregunta-

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mos: ¿Lo has lavado tú? Dijo: Sí. Y pidió Málik: Cuéntanos cómo
lo hiciste. Y relató el lavador de cadáveres: Ya sidi, él me hizo venir
antes de morir y dijo: Cuando me laves y me amortajes mete este
libro entre mi mortaja y mi cuerpo. E hice así y lo enterré con ello.
Refirió: Y sacó Málik el documento, lo leyó el lavador y le dijo: Oh
señor, este es el mismo escrito. Dijo: Y se desbordaron en llantos y
sollozos. Luego se levantó otro joven y dijo: Ya Málik, toma de mí
doscientos mil dirhemes y garantízame lo mismo que garantizaste
al joven difunto. Pero replicó Málik: ¡Quita allá! Ha sido lo que ha
sido y ha pasado lo que ha pasado, y Dios decide lo que quiere. Y
cada vez que Málik se acordaba del muchacho rompía a llorar y
decía: ¡Enhorabuena por él! E imploraba la misericordia de Dios.
Tenga Dios misericordia de nosotros por mediación de todos ellos.

43. EL PRÍNCIPE DISOLUTO

Y se contó de Muhammad b. as-Sammak, Dios esté satisfecho de él,


que dijo: Muhammad b. Sulaymán al-Hashimí era de los que lleva-
ban una vida más regalada de los Banu Omeyya, y el más generoso
consigo mismo. Se entregaba completamente a los apetitos de su
alma por toda clase de placer, en la comida, en la bebida, en el ves-
tir, el perfume, las muchachas y los muchachos. No tenía otro pen-
samiento ni objeto de preocupación que no estuviera en esas cosas.
Era un joven hermoso, de rostro como la redondez de la luna, y la
gracia de Dios se había prodigado en él. Se llevaba cada año unos
trescientos tres mil dinares de oro, que gastaba íntegros en su vida
y sus placeres. Tenía una terraza elevada en la que se sentaba para
mirar a la gente, con puertas que apuntaban a sus jardines. Y había

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construido una cúpula de marfil recubierta de plata y de oro, y él


estaba sobre un lecho vistiendo una túnica de brocado y con un tur-
bante sobre su cabeza coronado con perlas. Y bajo esa cúpula estaban
con él sus comensales y sus contertulios. Los criados estaban de pie
delante de él en una reunión fuera de la cúpula donde podía verlos. Y
cuando quería escuchar a las esclavas cantoras miraba hacia la cor-
tina, y cuando quería que se callaran hacía una señal con la mano
hacia la cortina. Y esta era su costumbre hasta que llegaba la noche
y salían los comensales y se quedaba a solas con quien deseaba. Y
cuando amanecía estaba ocupado mirando a los que jugaban al aje-
drez y otras cosas. No se mencionaba delante de él una muerte, ni
una dolencia, ni enfermedad, ni tristeza o pesar o preocupación. Sólo
se mencionaban el solaz, la alegría y los chistes, y se esparcían de las
diferentes clases de perfumes y aromas lo que había en el momento.
Pasaron veintisiete años, y estaba él cierta noche en su edificio abo-
vedado después de la media noche cuando oyó la melodía de una
voz que emocionaba de manera distinta a lo que había escuchado
de sus cantoras. Y se apoderó de su corazón y se volvió conturbado
por lo que había en ello. Hizo una seña a sus contertulios para que
se contuvieran y después sacó su cabeza por una de las ventanas del
palacio en dirección al campo abierto para oír lo que había llegado a
su corazón, y entonces la melodía a veces la oía y a veces se le ocul-
taba. Gritó a sus criados que buscaran al dueño de esa voz, y ese día
estaba bajo los efectos de la bebida. Salieron los criados a dar vuel-
tas y encontraron a un joven de cuerpo delgado y piel pálida cuyo
vientre se confundía con su espalda, que llevaba dos andrajos con los
que se cubría, con los pies descalzos y los labios ajados, que estaba
en la mezquita manteniendo confidencias con su Señor, glorificado
y ensalzado sea. Relató: Y lo sacaron de la mezquita y se fueron con
él hasta que lo dejaron ante el príncipe. Y lo miró y dijo: ¿Quién es
este? Dijeron: El dueño de la melodía que escuchaste. Y preguntó:

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¿Dónde lo encontrasteis? Dijeron: En la mezquita, rezando y reci-


tando. Y le preguntó: Ya joven, ¿qué recitabas? Dijo: Las palabras de
Dios, ensalzado sea. Y le dijo: Hazme oír esa melodía. Y dijo: «Me
refugio en Dios de Satanás el lapidable. En el nombre de Dios el Cle-
mente y Misericordioso. Los bienaventurados estarán en el Paraíso sobre
estrados desde los que mirarán. Conocerías por sus rostros la belleza del
Paraíso. Se les dará de beber de un néctar sellado con almizcle, y sobre eso
se disputan los disputadores, y su mezcla será de ambrosía, una fuente de
la que beberán los aproximados»76. Luego añadió: Oh tú, engañado,
son diferentes de tu asamblea y tu terraza, son estrados de interiores
acolchados con brocado sobre camas verdes y alfombras excelentes
junto a las que está Dios, ensalzado sea, sobre dos jardines en los que
hay dos fuentes que manan y en los que en cada árbol frutal hay dos
cónyuges no separados ni impedidos, en una vida satisfecha, en un
jardín elevado en el que no oirán futilidades y en el que habrá una
fuente manante, lechos elevados y copas colocadas, cojines alineados
y alfombras extendidas a la sombra, fuentes y frutas de las que pre-
fieren y carne de pájaros de la que tanto gustan comer, por siempre,
y sombras, esa es la recompensa de los que creyeron, mientras que
la recompensa de los infieles será el fuego del fuego, y ¡qué fuego!:
los criminales estarán permanentemente en la gehenna, no podrán
zafarse de ella y estarán allí afligidos, en el extravío y el calor, el día
en que sean arrastrados al infierno a pesar suyo. ¡Gustad el contacto
del fuego infernal! 77 Querría el criminal librarse del castigo ese día,
con sus hijos, su compañera, su hermano, su familia que le acogería
y todo cuanto hay en la Tierra. Pero le comunica Dios: ¡Quiá! Es un
fuego llameante que se inclina a la crepitación. Se lamentará quien
retrocedió y se dio a la fuga para amasar dinero, para despertarse en

76 Corán, 83, 22
77 Sigue de cerca la sura al-Waqi’a, Corán 56, y otros pasajes del Libro, menos de
cerca en las siguientes frases.

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una fatiga buscada y un castigo duro, pues fue odiado por el Señor de
los mundos, y ellos no lo sacarán de allí.
Refirió: Y se levantó al-Hashemi de su asiento y abrazó al joven
y lloró por su alma. Y dijo a los contertulios: alejaos de mí. Y salió al
patio de su casa y se sentó sobre una estera con el joven para llorar la
pérdida de su juventud y lamentarse de ella. El joven le estuvo amo-
nestando hasta que amaneció, y se comprometió ante Dios, ensal-
zado sea, a no volver a su desobediencia jamás. Y cuando amaneció
manifestó su arrepentimiento y ordenó que le trajeran la plata, el oro,
las joyas y todas las clases de ropas: lo vendió todo y lo entregó en
limosna y se quitó sus propias retribuciones, y devolvió las fincas reti-
radas y vendió sus cortijos, esclavos y esclavas y manumitió a quien
eligiera la manumisión; donó todos sus bienes como limosna y
vistió la lana áspera y comió la cebada después de haberse dado
a la buena vida con las mejores comidas y bebidas. Se apegó a la
mezquita y a la devoción y vivía por la noche y ayunaba por el día,
hasta el punto de que lo visitaban los piadosos y justos y le decían:
Sé benévolo con tu alma, pues el Señor es generoso y agradece lo
poco y perdona lo mucho. Mas decía: Oh gentes, dejadme, pues
yo me conozco y sé que mi pecado es enorme, pues he desobede-
cido a mi Señor de noche y de día. Y lloraba a mares. Luego salió
en peregrinación, descalzo y vistiendo nada más que un saco,
y llevando sólo una cantimplora y un zurrón, hasta que llegó a
La Meca y cumplió su peregrinación. Y permaneció allí hasta
que fue llevado a la misericordia de Dios, ensalzado sea. Y solía
entrar a su habitación de noche y lloraba por su alma, diciendo:
Mi Señor, se fueron mis apetitos pero quedaron mis secuelas. ¡Ay
de mí el día que te encuentre! ¡Ay, ay de mi página cuando sea
desplegada llena de mis escándalos y mis pecados! Luego recitó
estos versos:
Me rebelé como ignorante, oh el de los méritos.

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Se alivió lo que ves de mi mal estado.


¿Hacia quién se volverá el esclavo sino
a su Señor? Oh Señor de los señores,
Tú eres el dotado de misericordia y perdón,
acogedor de los arrepentidos y generoso en los favores.

G
44. EL JOVEN QUE SALIÓ DEL MAR

Y se cuenta del profeta de Dios Salomón ibn David, sobre ellos sea la
paz, que dijo: Estaba yo sentado sobre el trono de mi reino agrade-
ciendo a Dios los beneficios que me había concedido, cuando me ins-
piró: Sal hacia la orilla del mar tal y verás una maravilla de la creación
de Dios, ensalzado sea. Contó Salomón, sobre él sea la paz: Y salí e
iban conmigo hombres y genios, animales salvajes, pájaros y especies
parecidas. Y cuando llegué a la orilla miré a derecha e izquierda
y no vi nada, y dije a un ifrit 78 de los genios: Sumérgete en este
mar y tráeme lo que encuentres en él. El ifrit se sumergió y volvió
al cabo de una hora, diciendo: Oh profeta de Dios, he buceado una
distancia así y así y no he llegado a su fondo ni he visto nada. Y dijo
Salomón, sobre él sea la paz, a otro ifrit: Bucea en este mar y tráeme
lo que encuentres. Y se sumergió el ifrit y volvió al cabo de dos horas
diciendo lo mismo que el primero. Salomón, sobre él sea la paz, se
asombró de eso, y dijo el ifrit: Oh profeta de Dios, he buceado dos
veces lo que buceó el primero y no he encontrado nada. Y ordenó
Salomón, sobre él sea la paz, a Asaf b. Barjiyya, su visir: Entra en este

78 Especie de genio. Según la tradición islámica Salomón reinaba sobre hombres


y genios.

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mar y tráeme lo que haya en él. Relató: Y se sumergió Asaf en el mar


durante una hora y le trajo una cúpula grande de alcanfor blanco con
cuatro puertas, una de perla, otra de jacinto, otra de gemas y la otra
de topacio verde. Todas las puertas estaban abiertas y no entraba por
ellas una gota de agua, y estaba la cúpula en un lugar profundo. Salo-
món, sobre él sea la paz, la puso delante de él, la miró y he aquí que en
el centro de ella había un joven, bello con la belleza de los jóvenes, con
ropas limpias, que estaba de pie rezando. Salomón entró hacia él, le
saludó y preguntó: ¿Qué te ha hecho descender al fondo de este mar?
Y respondió: Oh profeta de Dios, ¿te cuento mi historia? Dijo: Sí. Y
relató: Yo tenía un padre paralítico y una madre ciega, y permanecí al
servicio de ambos setenta años, y cuando le llegó la parca a mi madre,
dijo al morir: Dios mío, prolonga la vida de mi hijo en tu obediencia.
Y cuando mi padre falleció dijo al morir: Dios mío, hazte servir por
mi hijo en un lugar donde Satanás no tenga medio contra él. Y res-
pondió Dios [favorablemente] a la súplica de ambos. Y cierto día salí
para esparcirme y llegué a la orilla de este mar. Vi esta cúpula colo-
cada sobre la orilla del mar y entré en ella a mirar lo que había dentro,
y el Rey de reyes la transportó y la bajó al fondo de este mar, como
ves, oh profeta de Dios. Y dijo Salomón: ¿En qué época fue? Dijo: En
tiempos de Abrahán, sobre él sea la paz. Salomón, sobre él sea la paz,
creyó la historia y le calculó dos mil cuatrocientos años, sin embargo
él era un muchacho que carecía de canas. Y se maravilló Salomón,
sobre él sea la paz, de aquello y le dijo: ¿Y qué comías y qué bebías en
este mar? Y respondió: Oh profeta de Dios, todos los días venía a mí
un pájaro verde con algo amarillo, parecido a la cabeza de un hom-
bre, en su pico, y yo lo comía; y encontré comida todos los días en
este mundo y no tuve hambre ni sed, calor ni frío, sueño ni tristeza.
Y dijo Salomón: ¿Quieres venir con nosotros o volver a tu sitio? Y
dijo: Devuélveme a mi lugar, o profeta de Dios. Y ordenó Salomón:
¡Devuélvele a su sitio, Asaf ! Y le devolvió a su sitio y dijo Salomón:

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Mirad cómo satisface Dios las súplicas; así pues, guardaos de desobe-
decer a vuestros padres y Dios os tendrá misericordia. Luego se fue
Salomón asombrado del caso, y Dios es más sabio.

G
45. GENEROSIDAD
DE UN MÉDICO CRISTIANO

Se cuenta del sheij Abu Bakr ash-Shibli79, Dios, ensalzado sea, esté
satisfecho de él, que dijo: Salí un día a ver a mis discípulos, que eran
cuarenta y tantos hombres, y les dije: Oh pueblo, Dios, ensalzado sea,
ya se encarga de los medios de vida de sus siervos; y ha dicho: hon-
rado sea El que dice: Quien teme a Dios, Dios le saca de apuros y le provee
de donde no pensaba80. Tened confianza en Dios y apoyaos en él. Luego
los dejé y me fui, y permanecieron tres días en los cuales Dios no les
socorrió con nada. Y cuando llegó el cuarto día fui a ellos y les dije: Oh
gente, Dios, ensalzado sea, ha permitido a sus siervos buscarse la vida
de diferentes maneras, y ha dicho: Él es quien ha hecho para vosotros la
tierra dócil; id por sus lados y comed su sustento81. Pues mirad al más sin-
cero de vosotros y hacedle salir, tal vez os traiga algo de comida. Y eli-
gieron a un hombre pobre de entre ellos y fue por las calles de Bagdad
y Dios no le socorrió con nada; lo cogió el hambre, lo fatigó la sed y
acabó deteniéndose junto al establecimiento de un médico cristiano
al que acudía una gran multitud de personas, y él recetaba a cada una
su remedio. El cristiano miró al pobre y le preguntó: ¿Qué te pasa?

79 Sufí de Bagdad (861-945 d. C.).


80 Corán, 65, 2-3
81 Corán, 67, 15

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El pobre aborreció quejarse del hambre al cristiano, pero le extendió


la mano para que la palpara. Y cuando la hubo palpado el cristiano,
dijo: Conozco tu enfermedad y tengo su medicina. Luego se volvió a
su criado y le dijo: Ve al zoco y tráeme un arrelde de pan, un arrelde
de asado y un arrelde de dulce. Y se fue el mozo al mercado y le trajo
aquello, y dijo: Toma, esta es la medicina para tu enfermedad. Y dijo
el faquir al cristiano: Ciertamente eres verídico en tu sabiduría. Pues
esta es la enfermedad de cuarenta hombres como yo. Y dijo el cris-
tiano a su criado: Ve al mercado rápido y tráeme cuarenta arreldes de
eso. Y fue el criado al mercado y le trajo todo eso sobre un mozo
de cuerda. Y dijo el cristiano: Llévale eso a tus compañeros. Y se fue
el faquir con el mozo de cuerda, el cristiano siguiéndolos de lejos para
informarse de la veracidad de aquel faquir. Y cuando llegó el faquir
a sus compañeros en el conventículo se quedó el cristiano de pie tras
la ventana para observarles, y el faquir repartió la comida entre ellos.
Luego llamaron al jeque Abu Bakr al-Shibli, que llegó y les preguntó
por aquello, y el faquir le contó su historia con aquel cristiano. Y les
preguntó al-Shibli: ¿Estáis satisfechos comiendo la comida de un
cristiano sin retribuirle? Preguntaron: ¿Y cuál sería su retribución?
Dijo: Que hagáis votos por él en el islam antes de comer su comida.
E hicieron votos por él y él lo oía. Y cuando el cristiano les vio abste-
nerse de la comida para pedir por él, dejó la ventana e hizo pedazos
el cinturón [cristiano], entró con ellos y dijo: Oh Shibli, extiende tu
mano, pues yo atestiguo que no hay más dios que Dios y atestiguo
que Muhammed es el Enviado de Dios. Y fue bueno su islam y llegó a
ser uno de los discípulos de Shibli. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho
de todos ellos y nos aproveche por ellos. Amén.

G
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46. LA CIUDAD DE LOS INICIADOS

Y se cuenta de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de


ellos y nos aproveche por ellos, que dijo: Vi junto a la tumba del
Profeta, Dios lo bendiga y salve, a nueve hombres de los santos, de
los compañeros preferidos. Les seguí y se volvió a mí uno de ellos
y me dijo: ¿Dónde vas? Y le repuse: Quiero caminar con voso-
tros dondequiera que vayáis, por mi amor a vosotros. Y dijo uno
de ellos: Tú no puedes ir al lugar adonde nos dirigimos, pues sólo
llegan a él quienes han alcanzado los cuarenta años. Y dijo otro:
Déjale, quizás Dios provea a sus necesidades. Relató: Y fui con ellos
y la tierra se plegaba debajo de nosotros, y el amor decía a los aman-
tes: ¡Buen provecho! Y no cesamos de caminar hasta que llegamos
a una ciudad construida de oro y plata, cuyos árboles se entrelaza-
ban, de ríos transparentes y frutos excelentes. Relató: Y entramos
en ella y comimos de sus frutos. Luego cogí tres manzanas y no me
impidieron cogerlas. Al momento de irnos les pregunté por la ciu-
dad y me dijeron: esta es la ciudad de los santos, y cuando los santos
quieren recrearse aparece ante ellos esta ciudad dondequiera que
se encuentren. Y no ha entrado en ella nadie por debajo de los cua-
renta años salvo tú. Dijo: Y cuando regresamos y entramos en La
Meca di a al-Damagani una manzana. Y la tiró y me censuraron
mis compañeros, diciéndome: Devuelve a su lugar lo que se te dio.
Y cada vez que tenía hambre comía de aquella manzana y ella no
se alteraba. Volví con mi familia y me quedaba de las manzanas
una sola que no era la que me había guardado para mí. Mi her-
mana me abrazó y me preguntó: ¿Dónde está el regalo que nos has
traído de tu viaje? Y repuse: ¿Y qué regalo queréis que os traiga si he
estado alejado del mundo y del descanso, como un faquir? Y dijo mi
hermana: ¿Dónde está la manzana? Dije: ¿Qué manzana? Y dijo:
¡Pobre de ti! A mí me introdujeron en la ciudad teniendo veinte

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años, pero tú no la viste sino después que te rechazaron. Yo, por


Dios, fui atraída hacia ella una larga distancia y avancé hacia ella
por mis pasos. Relató: Y me maravillé de sus palabras y dije: Her-
mana, el noble mayor de ellos me dijo que no había entrado nadie
de menos de cuarenta años excepto yo. Dijo ella: Sí, hermano, de los
aspirantes 82, pero en cuanto a los deseados, entran en ella y no se
satisfacen con ella, y cuando quieras te lo mostraré. Y dije: Ahora
quiero. Y dijo: «¡Oh ciudad verde!». Y por Dios que vi la ciudad en
cuestión, que te apeas ante ella y eres impulsado hacia ella. Exten-
dió la joven su mano y dijo: ¿Dónde están tus manzanas? Y me
cayeron encima desde el manzano gran cantidad. Se rió ella y dijo:
¿Quién viviendo en esta casa necesita tu manzana? Refirió: Y por
Dios que me desprecié a mí mismo por eso, pues no sabía que mi
hermana era uno de los grandes santos, Dios esté satisfecho de ellos
y nos beneficie por su mediación en los dos reinos, y nos ofrezcan la
ayuda de sus almas puras. Amén.

G
47. LA OVEJA QUE DABA LECHE Y MIEL

Y se cuenta del jeque Abu l-Rabi’a al-Malaqi que dijo: Oí hablar


de una mujer de las devotas y virtuosas en cierta aldea cuyo caso
se hizo famoso. Teníamos por costumbre no visitar a una mujer,
mas la necesidad nos impulsó a visitarla para examinar sus carismas.
Bajamos a la aldea en la que vivía, y como nos habían dicho que en
su casa había una oveja que daba leche y miel, compramos un vaso

82 Murid, discípulo, novicio; hace juego de palabras con murad/muradún, que


viene a continuación.

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nuevo en el que no habían echado nada. Nos llegamos a ella y la


saludamos, y le dijimos: Queremos esta baraka 83 que nos han con-
tado que tienes con esta oveja. Y dijo: De mil amores. Nos trajo la
oveja y la ordeñamos en ese vaso; a continuación bebimos y encon-
tramos que era leche y miel como nos habían descrito. Y cuando
vimos eso preguntamos a la mujer por la historia de la oveja, y dijo:
Sí, os lo contaré: Teníamos una ovejita y nosotros éramos gente
pobre y no teníamos más que a ella. Y me dijo mi esposo, que era
un hombre piadoso: Ven con nosotros a degollar a esta oveja hoy,
pues es un día de fiesta. Le respondí: No haré eso, pues Dios, ensal-
zado sea, nos ha hecho una concesión dejándonosla, y Dios sabe
nuestra necesidad de ella. Y en esto estábamos cuando nos pidió
hospitalidad un huésped aquel día y no teníamos nada de comida
que ofrecerle, por lo que necesitábamos degollar la oveja, y le dije:
Hombre, es un huésped y estamos obligados a honrarle, así que
coge esa oveja y degüéllala. Objetó: Tememos que lloren por ella
los niños. Entonces cógela, sácala de la casa y degüéllala detrás del
muro. La cogió y se fue, y cuando derramó su sangre gritó y vi que
la oveja se agitaba desde lo alto del muro y bajó hacia nosotros.
Pensé que ya se había escapado de él, y salí para mirarla y he aquí
que él estaba degollándola, y le dije: Hombre, he visto algo asom-
broso. Y le conté la historia de esta oveja, que había bajado de lo
alto de la tapia, y dijo el hombre: Quizás Dios, ensalzado sea, nos
la sustituya por algo mejor. Y era así, pues aquella oveja daba leche
y esta da leche y miel, y todo esto fue una bendición para honrar
al huésped.
Siguió: Y nos maravillamos de eso, luego dije: Hijos míos, esta
ovejita nuestra pacía en los corazones de los amantes de Dios y,
cuando eran buenos sus corazones, era buena su leche, y cuando

83 Bendición, influencia espiritual.

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se alteraron sus corazones, cambió su leche. Pues haced que sean


buenos vuestros corazones.
Dije: Y quiso decir con eso ella misma y su esposo, pero nos
lanzó unas palabras que se manifiestan a todos con la voluntad de
dedicárselas con camuflaje e inducción a los discípulos sobre el
ennoblecimiento de los corazones. Cuando son buenos los corazo-
nes se consigue toda bondad amada de las luces y los secretos y el
placer de la vida con la intimidad del Rey Perdonador. Lo que signi-
fica que cuando se hacen buenos nuestros corazones, se hace bueno
lo que tenemos. Mejorad pues vuestros corazones y mejorará lo
que tengáis, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de ella. Amén.

G
48. ACCIDENTE EN EL TIGRIS

Y se contó de uno de los compañeros de Sari Saqati, Dios, ensal-


zado sea, esté satisfecho de él, que dijo: Sari Saqati tenía una
discípula que era una mujer virtuosa y tenía un hijo en casa de
un maestro [de niños]. Un día el maestro lo envió al Tigris. Y
descendió el muchacho al agua y se hundió. Temió el maestro
por su vida y fue a Sari Saqati y le informó de lo ocurrido. Sari
se afligió y dijo: Venid con nosotros a su madre (estaba con ellos
al-Yunayd). Y habló Sari Saqati con la madre del chiquillo sobre
la paciencia y el contentamiento. Y dijo la mujer: Señor, ¿qué
quieres decir con eso? Y le respondió Sari: Tu hijo se ha ahogado.
Y repuso ella: Dios, ensalzado y glorificado sea, no ha hecho eso.
Luego dijo: Venid con nosotros. Y partieron con ella hasta que
llegaron al río, entonces dijo la mujer: ¿Dónde se ha ahogado mi

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hijo? Y dijo el maestro: Aquí. Y le llamó: Hijo, Muhammad. Y


la contestaron desde el río: Aquí me tienes, madre. Y bajó y lo
cogió por la mano y se fue con él a su casa. Sari se volvió hacia
al-Yunayd y dijo: ¿Qué es esto? Y dijo al-Yunayd: Digo que esta
mujer es observadora de lo que atañe a Dios, loado y ensalzado
sea, y esta es la sabiduría de quien era observadora de lo concer-
niente a Dios, glorificado y ensalzado sea, y por eso no ocurre
ningún suceso sin que lo conozca, y puesto que era su costumbre
que no ocurría ningún suceso sin que lo conociera, negó aquello
y dijo: Mi Señor no ha hecho eso, y ello por la sinceridad de su
fe en su Señor. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de ella y nos
beneficie por ella en este mundo y en el otro y nos ayude por ella.
Amén.

49. UN NIÑO SABIO

Y se contó de al-Buhlul, Dios esté satisfecho de él, que dijo: Un


día paseaba yo por las calles de Basora cuando me encontré con
unos chiquillos que jugaban con almendras y nueces, y había un
chico que les miraba y lloraba. Y me dije: Este niño llora dolido
por lo que tienen los otros niños no teniendo él nada. Me acerqué
a él y le dije: Hijito, ¿qué te hace llorar?, que te lo compraré para
que juegues con ello con los otros chicos. El niño alzó la cabeza y
dijo: Escaso de seso, no hemos sido creados para el juego. Enton-
ces le pregunté: Hijo, ¿para qué hemos sido creados? Dijo: Para la
sabiduría y la adoración. Y le dije: ¿De dónde sabes esto, Dios te
bendiga? Y dijo: De las palabras de Dios, ensalzado sea: ¿Creísteis

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que fuisteis creados como juego y que hacia Nosotros no seríais devuel-
tos? 84 Dijo Buhlul: Me maravillé de lo que había dicho el chiquillo
a pesar de su corta edad, y le dije: Hijo mío, te veo sabio, amonés-
tame pues. Y recitó estos versos:

Veo al mundo dispuesto para partir.


Remangándose los pies y las piernas.
Pues no permanece el mundo con un vivo,
ni hay un vivo que se quede sobre el mundo.
Como si la muerte y el cambio de los tiempos
fueran en él caballos ganadores hacia el alma del muchacho.
¡Oh engañado por el mundo, despacio!
toma en él a tu alma por la amarra.

Dijo. Luego dirigió su vista hacia el cielo y señaló hacia él con su


mano, con las lágrimas corriéndole sobre la mejilla, y cayó desma-
yado. Llevé su cabeza a mi regazo y limpié la tierra de su rostro. Y
cuando despertó, dije: Hijo, ¿qué te ha pasado, si tú eres un chico
pequeño y no tienes pecados? Y dijo: ¡Largo de aquí, Buhlul! Una
vez vi a mi madre encender el fuego con ramas pequeñas de leña
antes de echar las grandes, y le pregunté: ¿Por qué no enciendes el
fuego con las piezas grandes? Y respondió: Hijo mío, no se encien-
den las grandes sino con las pequeñas. Y yo temo ser una de las
ramitas pequeñas del infierno. Dijo al-Buhlul: Y me desvanecí por
un tiempo y se fue el muchacho de mi lado. Cuando desperté miré
a los chicuelos y no vi al chiquillo entre ellos. Pregunté quién era
ese chico, y me dijeron: ¿No lo conoces? Dije: No. Explicaron: Este
es uno de los hijos 85 de al-Husayn b. Alí b. Abu Tálib, el beneplá-

84 Corán, 49, 12
85 Es decir, descendientes.

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cito de Dios sea sobre todos ellos y nos beneficie por ellos y por sus
almas puras.

G
50. LA ESPOSA MALVADA

Y se cuenta de Habib al-‘Ayami, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-


cho de él, que dijo: Tenía yo una esposa de mal carácter, cuyo genio
temía. Un día me dijo: Si no te socorren, no entres a nosotros y no
nos enseñes tu cara. Refirió: Y me fui de su lado hacia el páramo,
preocupado y apenado. Recé la oración del ‘ishà’, luego llegué a casa
temeroso de sus reprensiones, con el corazón preocupado por su
maldad. Y cuando entré a la casa se levantó contra mí y me dijo:
¿Dónde está tu salario con el que deberías venir? Y le respondí: «El
que me empleó era generoso y me dio vergüenza meterle prisa con
el salario». Y dejó de hablarme y siguió en esa actitud días, y yo iba
al páramo y rezaba hasta la noche y volvía. Y cuando la situación se
le hizo larga, vino a mí y me ordenó: Pídele tu salario o contrátate
con otro. Eso fue penoso para mí, pero le prometí que lo haría. Luego
salí como de costumbre y cuando llegó la noche volví a mi casa con
temor de ella. Y cuando llegué a casa vi humo y una mesa colocada, y
a mi esposa alegre y contenta. Me maravillé de eso y cuando entré en
la casa con mi esposa, me dijo: El que te contrató nos ha enviado lo
que envían los generosos a los pobres, y nos ha dicho su mensajero,
el que nos trajo esto: «Dile a Habib que se esfuerce en el trabajo pues
su patrón no se retrasa en el salario por avaricia ni carencia, sino que
refresca los ojos y perfuma las almas». Luego fue a otra habitación
de la casa y trajo de ella bolsas llenas de oro rojo. Refirió Habib: Y

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lloré por ello y le dije a mi esposa: ¿Sabes quién nos ha enviado eso?
Dijo: El que te contrató. Y le dije: Por Dios, este salario es de un
Generoso en cuya mano están los tesoros de los cielos y la Tierra.
Relató: Y cuando oyó eso le cambió el color, se estremeció y se arre-
pintió ante Dios, ensalzado sea, por su conducta anterior, y juró que
no volvería a ella nunca. Dios, ensalzado sea, tenga misericordia de
ella y por medio de ellos nos beneficie a todos.

G
51. LA HARINA MILAGROSA

Y se cuenta de ‘Atà’ ibn al-Azraq, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho


de él, que dijo: Me dio mi esposa dos dirhams para que comprara con
ellos harina, pues no teníamos nada con que alimentarnos en todo el
día. Y salí hacia el zoco para comprar la harina y vi un esclavo en el
zoco llorando y le pregunté: ¿Por qué lloras? Y dijo: Oh sidi, mi amo
me dio dos dirhams para que le comprara con ellos algo, pero se me
cayeron de la mano y temo volver a él fracasado y que me golpee. Dijo
‘Atà’: Me entristecí por él y le di los dos dirhams y los cogió y se fue
a sus cosas. Luego me dirigí a la mezquita y me puse a rezar hasta la
hora del magreb. Esperé algo pero [Dios] no me socorrió con nada.
Salí de la mezquita a la puesta del sol y me senté en el zoco junto a la
tienda de un amigo mío que era carpintero. Y cuando vio el zurrón
conmigo dijo: toma estas virutas en tu zurrón para que calientes con
ellas el horno. Relató: Y tomé de él algo de serrín en el zurrón y me fui
a mi casa temiendo el maltrato de mi mujer. Abandoné el zurrón en
la casa y me volví rápido a rezar la plegaria del ‘ishà’. Luego permanecí
en la mezquita hasta pasada la media noche por miedo a ella. Cuando

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llegué a casa miré desde detrás de la pared y la encontré cociendo unos


panes de un olor regocijante, me maravillé de aquello y me dije: ¿De
dónde les ha venido esta harina? Entonces entré, aún maravillado, y
pregunté: ¿De dónde os ha llegado este pan? Y dijeron: De la harina
que había en el zurrón. Y me dijo mi esposa: Desde hoy no compres de
otra harina, pues esta es excelente. Y adoré a Dios, ensalzado sea, por
Su bondad con Sus siervos, Su generosidad y Su favor.

G
52. DIÁLOGO ENTRE DOS ÁNGELES

Y se contó de Abu Abdallah al-Yawhari, Dios, ensalzado sea, esté


satisfecho de él, que dijo: Cierto año estaba yo en Arafat86, y cuando
se hizo de noche me dormí y vi dos ángeles que descendían del cielo. Y
dijo uno de ellos a su compañero: ¿Cuántos peregrinos han hecho alto
sobre este monte este año? Dijo el otro: Seiscientas mil personas, pero
Dios no aceptó de ellas sino a seis almas. Y quise abofetearme el rostro
y lamentarme por mi alma, pero dijo el otro: ¿Y qué hizo Dios con el
resto del grupo? Les miró para que no se malograran sus esfuerzos, e
hizo gracia a cada uno de los seiscientos mil, y perdonó Dios por seis
almas a seiscientas mil almas. Y eso es el favor de Dios que Él da a
quien quiere, pues Dios es el dueño del favor inmenso. Dijo Abdallah:
Y alabé a Dios, ensalzado sea, y cesó lo que había en mí.

G
86 Monte próximo a La Meca.

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53. LOS GENIOS


Y EL RAMILLETE DE NARCISOS

Y se contó de Ibrahim al-Jawwás, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-


cho de él, que dijo: Salí cierto año hacia la Casa Sagrada de Dios y a
visitar la tumba del profeta, Dios lo bendiga y salve. Y mientras yo
avanzaba me salió al paso en mi camino un asunto que exigía el ais-
lamiento y la salida del camino mayor. Y cogí un camino que no era
el camino por el que marchaba. Y anduve tres días con sus noches
sin que se me presentara recuerdo de comida ni bebida ni necesidad
en absoluto, hasta que llegué a una tierra verde en la que había toda
clase de frutos y arrayanes; y vi en el centro de ella una laguna. Y
cuando vi todo esto dije: Esto es el paraíso, y me quedé asombrado.
Y en ese momento vi un grupo que se acercaba a mí cuyos signos
eran los signos de los humanos y que llevaban andrajos hermosos.
Llegaron a mí y me saludaron. Les respondí: Y sobre vosotros sean
la paz y la misericordia de Dios y sus bendiciones. Luego se me ocu-
rrió preguntarles si eran de los genios o de los humanos, y les dije
que el lugar era un lugar extraño. Y me dijo uno de ellos: A veces
surge entre nosotros una cuestión y discrepamos sobre ella. Noso-
tros somos un grupo de genios que, cierta noche, oímos las palabras
de Dios a través de su Profeta Muhammad, Dios lo bendiga y salve,
y la melodía de sus palabras nos arrancó de todo el mundo. Dios nos
destinó esta laguna en esta tierra. Refirió Ibrahim: Y les pregunté:
¿Qué distancia media entre mis compañeros y yo? ¿Ha entrado en
este sitio alguien aparte de mí? Respondieron: A este sitio no ha
venido ningún ser humano antes de ti, con la excepción de un joven
de entre tus compañeros, que murió aquí y esta es su tumba. Y me
señalaron el borde de la laguna y vi una tumba a cuyo alrededor
había dos arrayanes y un jardín verde que no había visto más her-
mosos. Luego preguntaron: ¿Sabes qué distancia hay entre tus com-

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pañeros y tú? Respondí: Dios es más sabio. Y dijeron: La distancia


de un año. Dijo Ibrahim: Me maravillé de ello y pedí: Informadme
del joven que ocupa esta tumba. Y contó uno de ellos: Estábamos
sentados al borde de esta laguna tratando del amor y conversando
sobre él, cuando una persona se llegó a nosotros y nos saludó. Le
devolvimos el saludo y le preguntamos: ¿De dónde viene el joven?
Repuso: De la ciudad de Sapur. Y le preguntamos: ¿Cuándo saliste de
ella? Dijo: Hace siete días. Y le dijimos: ¿Y qué es lo que te molestó
de ella y te hizo salir de tu patria? Respondió: Oír las palabras del
Altísimo: ¡Arrepentíos a vuestro Señor y someteos a Él antes de que llegue
a vosotros el castigo y no seáis socorridos! 87. Y le dijimos: ¿Qué significa
el arrepentimiento, y qué significa la sumisión y qué significa el cas-
tigo? Explicó: El arrepentimiento es que vuelvas contigo de ti hacia
Él. Y no mencionó el sometimiento al principio, y quizás quería
decir que el siervo entregue su alma a Dios, ensalzado sea, sabiendo
que Él es más digno de ella. Luego dijo: Y el castigo..., y dio un grito
enorme y murió, la misericordia de Dios sea sobre él. Lo enterramos
y esta es su tumba, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él. Refirió
Ibrahim: Y me maravillé de lo que me describieron de él, me acerqué
a su tumba y encontré junto a ella un ramillete de narcisos como si
fuera una muela grande que tenía escrito sobre una hoja: Este es el
amado de Dios asesinado por los celos. Y sobre otra hoja la cualidad
del arrepentimiento. Relató Ibrahim: Y les leí lo que estaba escrito
sobre los narcisos y se lo expliqué, por lo que les embargó la emo-
ción. Y cuando volvieron en sí dijeron: Ya hemos encontrado res-
puesta a nuestra cuestión. Y me tomó el sueño y no me desperté sino
cerca de mis compañeros en la mezquita de ‘Aysha, Dios, ensalzado
sea, esté satisfecho de ella. Y encontré entre mi manto el ramillete de
narcisos, que había estado conmigo un año entero sin alterarse, pero

87 Corán 39, 54

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poco tiempo después lo perdí y me apené mucho por ello, por lo que
me volví llorando y triste.

G
54. ANTICIPO DE LA RESURRECCIÓN

Y se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de


él, que dijo: Vi en un sueño que los muertos habían salido de sus
tumbas hacia lo visible del cementerio, y he aquí que recogían algo
que no sabía qué era. Me asombré de eso y vi a un hombre de ellos
sentado aparte y solitario que no recogía con ellos. Me acerqué, le
saludé y le pregunté qué era lo que recogían los otros. Y respondió:
Recogen lo que ofrecen los musulmanes entre lecturas [del Corán],
limosnas y peticiones a Dios. Y le dije: ¿Por qué tu no recoges con
ellos? Y dijo: Yo soy rico de eso. Dije: ¿De qué eres rico? Dijo: De una
recitación íntegra del Corán que me recita mi hijo y me la dedica
cada día y cada noche. Le pregunté: ¿Y dónde está? Dijo: Es un joven
que vende pestiños en el mercado de Fulano. Relató: Y cuando me
desperté de mi sueño fui al zoco y he aquí que allí estaba un joven
sentado que vendía pestiños y movía sus labios. Me llegué a él y le
pregunté: ¿Con qué mueves tus labios? Dijo: Con una recitación
íntegra del Corán cuya recompensa dedico a mi padre en la tumba.
Y pasó después de eso un tiempo. Y vi una noche lo mismo que la
primera, pues era el momento en que la gente de las tumbas reco-
gía algo, mas he aquí que el hombre recogía con ellos también. Me
desperté fatigado y fui al zoco a ver lo que había sido del joven, y
descubrí que ya había muerto, la misericordia de Dios, ensalzado
sea, recaiga sobre él. Y pedí a Dios, ensalzado sea, que me mostrara
las estaciones espirituales de la gente de las tumbas, y vi en mi sueño

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como si la resurrección ya se hubiera producido y las tumbas ya se


hubieran hendido, y entre ellos estaba quien dormía sobre brocado,
y quien dormía sobre seda y raso; entre ellos había quien dormía
sobre arrayanes y quien dormía sobre un lecho, entre ellos el que
reía y el que lloraba. Y dije: Señor, si quisieras los igualarías a todos
en una nobleza única. Y me llamó un heraldo de la gente de las tum-
bas: Oh simple, son las mansiones de las obras y las estaciones de los
hombres: en cuanto a los compañeros del brocado son la gente de
buen natural; en cuanto a los que tienen seda y raso, son los márti-
res; los de los arrayanes son los que dan limosnas, y los de la risa son
los compañeros del arrepentimiento. Los del llanto son los pecado-
res. Relató: Y me desperté de mi sueño meditando sobre ellos. Dios,
ensalzado sea, tenga misericordia de todos ellos y de nosotros los
musulmanes, amén. Por la gloria del Señor de los Enviados.

55. LA MADRE DEL DIFUNTO

Y se contó de Sálih al-Marri, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho


de él, que dijo: Me dirigí una noche de viernes a una aljama y pasé
junto a un cementerio y me senté junto a una tumba. Entonces me
venció el sueño y me dormí. Y vi en mi sueño que la gente de las
tumbas había salido de ellas y se habían sentado en círculo a con-
versar, y he aquí que un joven con unas ropas sucias estaba sentado
al lado de la tumba preocupado, afligido y aislado. Luego no perma-
necieron más de una hora cuando llegaron los ángeles con platos de
luz sobre sus manos. Y cada uno de ellos cogía uno de esos platos y
entraba a su tumba, salvo este joven. Pegué la hebra con él y le dije:
Siervo de Dios, ¿qué pasa que te veo triste, y qué son estos platos?

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Dijo: Estas son las limosnas y las peticiones de los vivos por sus
muertos, que llegan a ellos cada noche y cada día del viernes. Luego
lloró intensamente y contó que tenía una madre que se había des-
cuidado de él por el mundo, se había casado y le había abandonado,
dejándole la tristeza y el llanto puesto que no había quien le recor-
dara. Dijo Sálih: Le pregunté dónde era la casa de su madre y me
describió el lugar. Y cuando amanecí me fui a la casa de la madre
del joven y llamé a su puerta. Me respondió desde detrás de la cor-
tina y le conté la historia. Cuando la oyó lloró intensamente, luego
dijo: Ya Sálih, toma estos mil dirhams y repártelos en limosnas por
mi hijo, frescura de mi ojo, a quien yo no olvidaré el resto de mis
años, si Dios, ensalzado sea, lo quiere. Dijo Sálih: Y di en limosnas
por él esos dirhams y cuando llegó el siguiente viernes me dirigí a
la mezquita como de costumbre, entré en el cementerio, apoyé mi
espalda en la tumba y me dormí. Entonces vi que la gente había
salido de sus tumbas y el joven llevaba unas ropas blancas, feliz
y contento. Se acercó a mí y me dijo: Dios te recompense con un
bien por mí, Sálih, ya ha llegado el regalo. Narró Sálih: Y le dije:
¿Vosotros conocéis el día del viernes? Dijo: Sí, y los pájaros cono-
cen el día del viernes y dicen al día del viernes: paz, paz. Dios mío,
extiende sobre nosotros tu misericordia y perdónanos a nosotros
y a los musulmanes.

G
56. LA HURÍ Y EL AMOR DE DIOS
Y se contó también de Du n-Nun el Misri, Dios, ensalzado sea, esté
satisfecho de él, que dijo: Estaba yo haciendo la circunvalación a la
Kaaba cuando brilló una luz unida a la parte visible del cielo. Me

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asombré de esa luz y terminé mi tawaf 88, y apoyé mi espalda contra


la Kaaba pensando en la luz. Entonces oí una voz afligida en un
tono temeroso. Seguí la voz hasta que me llevó junto a una mucha-
cha que estaba enganchada a las cortinas de la Kaaba, que lloraba y
recitaba estos versos:

Tú sabes, querido mío


quién es mi querido, Tú lo sabes.
Y los delgados de cuerpo, y me peleo
con los que descubren mi secreto
pues oculté el amor hasta que
mi pecho llegó angustiarse.

Contó Du n-Nun: Y cuando la vi y oí eso, lloré. Y dijo ella: Dios


mío, Señor mío y Dueño mío, de no ser por tu amor a mí no me
habrías perdonado. Y le dije: Muchacha, ¿por qué no eres respe-
tuosa con Dios en un lugar como éste, hablándole con esas pala-
bras y diciéndole «por tu amor a mí»? ¿Cómo sabes que Él te ama?
Replicó ella: ¡Largo de mi lado, Du n-Nun! ¿No sabes que de Dios,
alabado y ensalzado sea, son unas gentes a las que ama y que Le
aman, pues Él los amó antes de que le amaran a Él? ¿Y no oíste las
palabras del Altísimo en su Libro Glorioso: Llegará Dios con un pue-
blo a los que ama y que Le aman 89? Y precedió Su amor a ellos al amor
de ellos por Él. Refirió Du n-Nun: Le pregunté: Muchacha, ¿cómo
has sabido que yo soy Du n-Nun, si no me has visto antes de hoy? Y
dijo ella: ¡Largo de mi lado, inútil! Los corazones recorren el campo
de los secretos, y el Glorioso y Perdonador me ha hecho conocerte.

88 Circunvalación a la Kaaba.
89 Corán 5, 54.

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Refirió Du n-Nun: Le dije: Muchacha, te veo débil y delgada de


cuerpo, ¿cuál es tu dolencia? Y recitó ella estos versos:

El amante de Dios está en el mundo enfermo.


Se prolonga su dolencia y su medicina es una enfermedad.
Así le pasa al que está enamorado del Creador;
entre ellos Le recuerda hasta que Lo ve.

Luego dijo: Ya Du n-Nun, mira detrás de ti. Y me volví detrás de mí


y no vi a nadie; volví mi rostro hacia ella y no la vi, y no supe dónde
se había ido. Me apené por su partida y rogué a Dios, ensalzado sea,
por ella, y vi por su bendición la respuesta, la aceptación y la obten-
ción del bien. Dios nos beneficie por medio de ella.

G
57. ROGATIVA POR LA LLUVIA

Y se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,


que dijo: Cierto año faltó la lluvia en Bagdad, hasta el punto de que su
gente casi estaba para perecer. Se lavaron, se purificaron y salieron al
desierto para pedir a Dios, ensalzado sea, que les diera la lluvia. Pero
no se la dio, y era esto en los tiempos del califa Harún al-Rashid, la
misericordia de Dios, ensalzado sea, recaiga sobre él. Y mientras se
refugiaban y rogaban a Dios, ensalzado sea, he aquí que un hombre
de la gente del bien, la virtud y la devoción había llegado del exte-
rior del desierto, desgreñado y cubierto de tierra, tanto que nadie se
volvía hacia él; y con él iban tres hijas vírgenes que parecían lunas. Y
se detuvo con sus hijas en el camino y pasaba junto a él la gente y le
saludaban y les devolvía la paz, y preguntó: Oh pueblo, ¿qué os pasa
que estáis reunidos? Y le respondieron: Oh jeque, hemos salido al

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desierto a pedir a Dios Altísimo que nos otorgue la lluvia, mas no


nos la otorgó. Y les interrogó el jeque: ¿Acaso Él estaba ausente de
vosotros en la ciudad para que salierais al desierto a pedirle? ¿No se
encuentra en cada lugar y despliega su respuesta a toda su extensa
creación? No habéis oído Sus palabras, ensalzado sea, de que está
con vosotros dondequiera que estéis, y que Dios está enterado de lo
que hacéis? Relató: Y llegaron a Harún sus palabras y dijo: Estas son
las palabras de un hombre que comparte con Dios un pensamiento
secreto. Y añadió: Traédmelo. Y cuando le hicieron comparecer ante
él y unos saludaron a otros, Harún al-Rashid le estrechó la mano y
le hizo sentarse a su lado. Luego le dijo: Oh jeque, pide a Dios, ensal-
zado sea, que nos conceda la lluvia. Tal vez tengas junto a Dios un
honor. Se sonrió el jeque y dijo: Ya Harún, ¿quieres que te pida a mi
Dios y mi Señor? Dijo: Sí. Y dijo el jeque: ¡Arrepentíos con nosotros
a Dios! Contó: Y fue proclamado el arrepentimiento y se arrepintie-
ron a Dios, ensalzado sea. Luego se adelantó el jeque y rezó dos rak’ás
ligeras. Y cuando dio el saludo final cogió a sus hijas a la derecha y a
la izquierda y extendió sus manos hacia su Creador, corrieron sus
lágrimas sobre sus mejillas y empezó a invocar unas peticiones que
no se habían oído más hermosas. Refirió: Y apenas había terminado
sus peticiones cuando se cubrió el cielo de nubes y atronaron relám-
pagos y llovió como bocas de odres. Relató: Y se alegró al-Rashid por
ello y se reunieron con él los notables de su grey y la gente de su reino
para felicitarle y regocijarse con él por eso. Dijo Harún: Traedme al
hombre virtuoso. Lo buscaron y lo encontraron prosternado en el
desierto, entre el agua y el lodo, ante Dios, el Señor de los mundos.
Y dijeron a las hijas: ¿Qué le pasa a vuestro padre que no levanta su
cabeza? Y dijeron: Es su costumbre cuando se prosterna no levantar
la cabeza hasta después de tres días. Relató: E informaron a al-Rashid
de eso, y lloró y dijo: Dios mío, te pido y te ruego, por la santidad de
los virtuosos junto a Ti, que nos otorgues por ellos y que derrames

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sobre nosotros sus bendiciones en las dos mansiones, y sobre todos


los musulmanes, oh el más misericordioso de los misericordiosos.

G
58. SALVADO POR LA FE

Y se contó de Málik b. Dinar, Dios, e.s., esté satisfecho de él, que


dijo: Vi en Basora a una gente que transportaba un féretro y no
había con ellos nadie que acompañara al féretro. Pregunté por
ello y se me dijo: Este hombre era uno de los grandes pecadores,
rebeldes y derrochadores. Relató Málik: Y fui con ellos hasta que
rezamos por él, lo metimos en su tumba y se fueron los que habían
venido con él. Luego me dirigí a una sombra junto a su tumba y
me dormí. En mi sueño vi dos ángeles que habían descendido del
cielo y habían abierto su tumba y había bajado uno de ellos hacia el
muerto y dijo a su compañero: Inscríbele entre la gente del infierno,
pues no tiene un miembro que haya salido sano de las rebeldías y
crímenes. Y le respondió su compañero: Hermano, no te precipi-
tes con él: examina sus ojos. Y dijo el primero: Ya los he exami-
nado y los he encontrado llenos de miradas a las cosas prohibidas
por Dios, ensalzado sea. Dijo el otro: Examina sus oídos. Y dijo:
Ya los he examinado y los he encontrado llenos de la audición de
las fornicaciones y las malas acciones. Dijo: Pues examina su len-
gua. Dijo: La examiné, y la encontré llena de discusión y comisión
de pecados. Dijo: Pues examina sus manos. Y respondió: Las he
examinado, y las he encontrado llenas de la obtención de lo prohi-
bido y de lo que se obtiene de los placeres y deseos. Dijo entonces:
Examina sus piernas. Y respondió: Las examiné y las encontré que
habían corrido hacia las impurezas y las cosas reprobables. Y dijo

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el otro: Hermano, no te apresures con él y déjame que baje hacia él.


Y bajó el ángel segundo con él y permaneció una hora con él. Por
fin dijo: Hermano, lo he examinado y lo he encontrado lleno de fe.
Inscríbelo feliz y perdonado, pues la gracia de Dios es enorme, así
como su misericordia. Dijo Málik: Y lo oí todo. Y me desperté de
mi sueño asombrado de lo que había visto. Entonces oí una voz que
pronunciaba estas palabras:

Cuando le vieron sojuzgado por Mi obediencia


juzgaron que Yo no soy Excelente en Mi misericordia.
Mi benevolencia es general, y no se angustiará por Mí la
humanidad.
¿Quién pondrá límites a Mis órdenes y a Mi voluntad?

Dijo Málik: Y no resultó esta felicidad para este hombre sino por
una inclinación anterior; y no resulta esto para todo rebelde ni
es engañado el hombre por ello. Pues todos los rebeldes están en
peligro de la voluntad [divina], incluso los obedientes descono-
cen su futuro. Pidamos a Dios, ensalzado sea, un buen final y el
perdón y la indulgencia de Dios, junto con Su asistencia, Su mise-
ricordia, Su favor, Su dispensa, Su generosidad, Su bondad y Su
gracia. Amén.

G
59. EL JEQUE Y EL PATRIARCA

Y se contó de Abdallah el Mawsulí, Dios, ensalzado sea, esté satis-


fecho de él, que dijo: Vivía entre nosotros un hombre conturbado

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que era llamado Rama de Sauce Llorón, y nadie podía dirigirle


la palabra por lo grande de su prestigio y su santidad. Lloraba
mucho, y me unieron a él los destinos en la soledad y le pregunté:
Hermano, ¿qué es lo que te distrae de Él? ¿Y cuál es la causa de tu
tristeza y tu aislamiento de las personas? Y me dirigió una mirada
reprobatoria, luego lloró, palideció su color y se desmayó. Cuando
despertó le traté afablemente con las palabras, le traté benévola-
mente con el discurso y le pregunté por aquello, conminándole
por Dios a que me contara la causa. Y me lo contó llorando. Dijo:
Hermano, yo servía a un jeque que era de los nobles sustitutos 90,
y le serví cuarenta años. Se esforzaba en la adoración, y cuando
faltaron tres días para su muerte me rogó: Oh Abdallah, yo tengo
sobre ti un derecho, y tú tienes sobre mí un derecho. Y la plenitud
de mi derecho sobre ti es que escuches lo que te digo y cumplas mi
testamento. Le dije: Sí, mi señor, de mil amores. Y declaró: Hijo
mío, me quedan tres días de vida y voy a morir fuera de la religión
del islam. Si muero, méteme en un ataúd con mis ropas y lleva el
ataúd por la noche a la tierra tal y tal, fuera del pueblo; perma-
nece allí hasta que salga el sol, y cuando veas que llega un grupo
y que con ellos va un ataúd que depositan al lado del mío, coge
el ataúd que traían y vuelve a la zawiya. Saca al hombre que esté
en él y haz con él lo que tenías que hacer conmigo. E inquirí: Oh
señor, ¿cómo así? Y dijo: Hijo mío, eso estaba en el Libro Escrito,
es lo que viene en la Tabla Guardada, pues todo está en manos de
Dios, tanto el pasado como el futuro 91. No se Le pregunta por lo que
hace, pero ellos sí serán preguntados 92. Relató: Y cuando pasaron
los tres días se agitó el sheij y cambió su color y se ennegreció su

90 Abdal, véase nota 14.


91 Corán 30, 4
92 Corán, 21, 23.

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rostro, se giró hacia oriente y se desplomó sobre su rostro. Lloré


intensamente por eso y me alcanzó por él de tristeza lo que sólo
sabe Dios, ensalzado sea. Luego me acordé del testamento del
sheij y lo metí en el ataúd y cuando llegó la noche salí hacia el
lugar que me había indicado. Permanecí allí hasta que salió el sol
y vi a un grupo que se acercaba con un ataúd; lo colocaron al lado
del ataúd del sheij y se adelantó un hombre y trató de cargar ese
ataúd, pero se lo impedí, diciéndole: No habrá forma de que lo
cojas hasta que no me cuentes la historia del dueño de este ataúd.
Y dijo el hombre: Sí, hermano: yo he sido siervo de este patriarca
que está en este ataúd durante cuarenta años, y cuando faltaban
tres días para su muerte me hizo venir y me dijo: «Hijo mío, yo
tengo sobre ti un derecho y tú tienes sobre mi un derecho, y la ple-
nitud de este derecho está en que cumplas mi testamento y escu-
ches lo que te ordeno». Dije: Así haré. Y prosiguió: «Hijo mío, me
quedan tres días de vida y moriré en la religión del islam. Cuando
muera introdúceme en un ataúd con mis ropas y sal conmigo por
la noche hacia tal lugar; allí encontrarás un ataúd colocado, pues
coloca mi ataúd a su lado y coge el ataúd que estará allí y regresa
con él a la iglesia; y lo que tenías que hacer conmigo hazlo con
el ocupante de ese ataúd, pues era uno de los ‘abdal’». Y cuando
pasaron tres días resplandeció el rostro del patriarca de alegría, y
pronunció los dos testimonios y murió como musulmán. Yo hice
lo que me había ordenado y lo traje aquí y esta es mi historia,
hermano. Relató el otro: Y cargué con el ataúd que habían traído
y ellos cogieron el ataúd del sheij y se fueron con él. Llegué con el
otro ataúd a la zawiya, hice venir a los faquires y les abrí el ataúd, y
he aquí que en él había un anciano con una luz brillante. Lo saqué
del ataúd, le quité las ropas, lo lavamos los pobres y yo, rezamos
por él y lo enterramos y rezamos por él, y fue un día memorable.
Y esta es mi historia, hermano. Después de enterrarlo salí errante

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por temor a un mal final, y esta es la causa de mi arrepentimiento.


Pidamos a Dios, ensalzado sea, un buen final, y refugiémonos en
Él de su astucia, su cólera y su castigo.

¡Ay del que dejó el camino de la Buena Senda


y se le escapó de Ti la consecución del anhelo!
A quien acudió a Tu baluarte le diste asilo.
Su apoyo en Tu poder no es agraviado.
¡Cuántos virtuosos colocaron sus pies
en la noche en que vierte sus lágrimas el llorador!
Y no tienen suerte, sino que a ellos
les hizo desgraciados su Señor por lo largo de la existencia.
¡Cuántos cercanos fracasaron en su creencia
y no obtuvieron sino el castigo y la venganza!
¡Cuántos lejanos recibieron lo que esperaban,
y recogió al final la más alta estación [mística]
quien no era de su recepción merecedor,
sin que sirvan la cercanía ni el precaverse!
El azote del destino no transgrede:
¡Despertad pues de vuestro sueño, durmientes!
Oh pecador, levántate y discúlpate,
y arrepiéntete de tu pecado y tus prevaricaciones.
¿Hasta cuándo te veremos acudir mañana
y tarde a la diversión todo el tiempo?
Conviértete y arrepiéntete a Dios, sigue el camino recto,
antes de que bebas la copa de la muerte.
Y si temes la fealdad de los pecados que pasaron,
deléitate en lo mejor de la creación, la luna llena,
Muhammad el elegido de Háshim,
el mejor de los que peregrinaron, respondieron heme aquí
y ayunaron.

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Dios lo bendiga, mientras brillen


los signos precursores de la mañana y siga la oscuridad.

G
60. LO IMPORTANTE ES EL FINAL

Y se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho


de él, que dijo: Había antiguamente dos hombres, uno de ellos
piadoso y el otro libertino, y eran hermanos uterinos. El piadoso
deseaba ver al diablo —Dios lo maldiga— en su mihrab. Y un día
se le apareció y le dijo: Oh Fulano, ¡ay de ti! Has perdido tu vida
fatigando tu alma, han transcurrido cuarenta años y te queda
de tu vida otro tanto. Pues corre a tus pasiones y placeres veinte
años y arrepiéntete de ello y vuelve a la devoción los otros veinte,
pues Dios, ensalzado sea, es perdonador, misericordioso. Y dijo
el devoto: Bajaré con mi hermano que está en la parte baja de la
casa y me conchabaré con él para la diversión, el juego, las pasio-
nes y el placer durante veinte años. Luego me arrepentiré y ado-
raré a Dios, ensalzado sea, los otros veinte. Y no sabía que eso era
una treta del diablo —maldígalo Dios, ensalzado sea—. Mientras
tanto dijo su hermano, el que seguía sus malas inclinaciones: He
consumido mi vida en los pecados, y mi hermano entrará en el
Paraíso y yo entraré en el infierno. Por Dios, voy a levantarme
y subir donde mi hermano y me uniré a él en la obediencia y la
piedad por el resto de mi vida, quizás Dios, ensalzado sea, me per-
done. Y subió el pecador con el propósito del arrepentimiento y
bajó el piadoso con el propósito de la desobediencia. Y resbaló el
piadoso y cayó sobre su hermano y murieron los dos. Y fue juzgado

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el piadoso por la intención del pecado y fue juzgado el pecador


por la intención del arrepentimiento. Mira pues, hermano, cómo
terminó la cosa para el obediente y cómo terminó para el rebelde.
Como dijo el Profeta, sobre él la salvación y la paz: Los actos valen
por sus finales 93. Y también dijo: Las obras valen por las intencio-
nes 94. Y también: Para cada hombre es lo que se propone. Pidamos a
Dios, ensalzado sea, que sea buena la conclusión, y pidámosle la
seguridad en la permanencia de la fe. Amén.

61. EL PÁJARO VERDE

Y se contó del jeque llamado Yawhar al-Shakur, enterrado en Adén,


Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él, que era un esclavo y fue
manumitido. Y vendía y compraba en los zocos, sólo que él asistía a
la reunión de los fuqara’ 95 y creía firmemente en ellos y era un hom-
bre leal. Y cuando le llegó la muerte al jeque, el conocedor en Dios,
ensalzado sea, jeque de la tariqa de Adén enterrado allí después, se
reunieron en torno a él los pobres y dijeron: Oh señor, ¿quién va a
ser el sheij después de ti? Y respondió el jeque: Aquel sobre cuya
cabeza se pose el pájaro verde el tercer día después de mi muerte,
cuando la gente y los fuqara’ se reúnan junto a mi tumba. Ese será
el sheij vuestro. Después murió el jeque en la misericordia de Dios,
ensalzado sea. Y se reunieron los fuqara’ junto a su tumba por tres
días esperando lo que les prometió el sheij, Dios, ensalzado sea,

93 Hadiz. Wensinck, tomo II, pág. 10.


94 Hadiz. Wensinck, tomo IV, pág. 385.
95 Pobres en [Dios], plural de faqir, iniciado al misticismo. N. del T.

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esté satisfecho de él. Y estando ellos en esa situación he aquí que


el pájaro verde apareció cerca de ellos y se elevó. Y cada uno de los
fuqara’ empezó a desear ser él el prometido. Y estaban ellos así espe-
rando la promesa noble y lo que había en ella de destino del Glo-
rioso y Sabio cuando el pájaro se posó sobre la cabeza de Yawhar,
cosa que no se le había pasado por las mientes ni a él ni a ninguno de
los fuqara’. Y se pusieron los foqaras a conducirle solemnemente a
la zawiya y lo establecieron en la dignidad del sheij. Y lloró Yawhar
y dijo: ¿Cómo voy a valer para eso si yo soy un hombre del mercado
y no conozco el camino de los fuqara’, además de que tengo res-
ponsabilidades, y entre la gente y yo hay relaciones comerciales? Y
dijeron los fuqara’: Esta es la orden de Dios, glorificado y ensalzado
sea, pues Dios te ha investido, te ha designado y te ha conferido
la dignidad de los santos. Y les dijo Yawhar: Pues dadme un plazo
para que vaya al zoco y quede libre de las obligaciones de los hom-
bres. Accedieron a ello y fue al zoco y pagó a todos a los que debía.
Volvió con los fuqara’ y abandonó el mercado y se apegó a la zawiya
y a los fuqara’ y devino una joya como su nombre. Y tuvo de caris-
mas y méritos lo que alargaría demasiado su mención. La alabanza
al Dadivoso, al Generoso Dueño del Trono Excelso. Y perseveró en
la piedad hasta que murió. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él.

G
62. ESPIANDO A BISHR

Se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,


que dijo: Había en Bagdad un comerciante del que oí que había
atacado el derecho de los señores del sufismo con palabras feas.

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Volví a verle poco tiempo después de eso, y se había unido a su


compañía y gastaba su dinero en ellos. Y le dije: Antes los odiabas.
Dijo: Sí, mi corazón estaba lleno de ese sentimiento, pero recé la
oración del viernes cierto día en una mezquita de Bagdad, luego
salí y vi a Bishr al-Hafi, Dios esté satisfecho de él, saliendo de la
mezquita a toda prisa. Y me dije a mí mismo: Mira este hombre,
descrito con la abstinencia y la piedad, que no es capaz de per-
manecer en la mezquita una hora. Le seguí hasta que entró en
el mercado y se detuvo frente al panadero y compró un pan por
un dirham. Luego avanzó hasta el mielero y compró miel por un
dirham. Después compró dulces por un dirham. Y me dije: No le
dejaré hasta que vea qué hace con esto. Salió hacia el desierto y le
seguí, y yo decía: Busca el agua y el verdor. Y no cesó de caminar,
y yo detrás de él, hasta que entró en otra mezquita en la que había
un enfermo. Se sentó a su cabecera y empezó a darle de comer
bocado tras bocado mientras yo le miraba. Me levanté para con-
templar esa mezquita y lo que había alrededor. Me ausenté un
rato, volví a la mezquita y no hallé a Bishr al-Hafi. Pregunté al
enfermo: ¿Dónde está el que te daba de comer? Dijo: ¿Bishr al-
Hafi? Dije: Sí, ¿dónde está? Respondió: Se encaminó a Bagdad.
Le pregunté: ¿Qué distancia hay entre nosotros y Bagdad? Res-
pondió: Cuarenta parasangas, es decir, cinco jornadas. Refirió: Y
dije: ¡No hay fuerza ni poder sino en Dios, el Altísimo, el Gran-
dioso! ¿Qué es lo que he hecho de mí mismo, si no hay aquí nada
que pueda alquilar para cabalgar ni puedo caminar? Relató: Y me
senté junto al enfermo en la mezquita hasta el siguiente viernes.
Entonces llegó ese viernes y Bishr traía algo para dar de comer al
enfermo. Y cuando terminó de hacerlo le dijo el enfermo: Oh Abu
Nasr, este hombre te acompañó desde Bagdad el viernes pasado y
se ha quedado conmigo. Relató: Y me miró Bishr como encoleri-
zado y dijo: ¿Por qué me seguiste? Y respondí: ¿Acaso hice mal,

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mi señor? Pido perdón a Dios el Grande por lo que hice. Y dijo


Bishr al-Hafi : Levántate y anda. Y anduve con él hasta cerca de
la hora del ocaso. Y entró en Bagdad y dijo: ¿Dónde está tu casa?
Dije: En la casa de Fulano. Y dijo: Ve y no vuelvas a hacer esto. Y
me arrepentí a Dios, ensalzado sea, y me hice compañero suyo,
Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él y nos beneficie por él en
los dos reinos. Amén.

G
63. AL-RASHID ENCIERRA A UN MÍSTICO

Y se contó de Harún al-Rashid, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho


de él, que vio a un hombre de la gente del bien y le oyó ordenar lo
permitido y prohibir lo prohibido. Y fue eso molesto para Harún al-
Rashid e hizo comparecer al hombre ante él. Y cuando compareció,
ordenó que se le metiera en una casa y se cerraran la puerta y las
ventanas hasta que muriera. Hicieron eso con él, y al cabo de cinco
días dijo uno de los contertulios de Harún al-Rashid: Mi señor, he
visto al hombre al que ordenaste encerrar pavoneándose en el jar-
dín tal. Y dijo al-Rashid: Traédmelo. Y lo trajeron, y cuando lo vio
al-Rashid le preguntó: ¿Quién te ha sacado de la casa? Respondió:
El que me hizo entrar en el jardín. Dijo: ¿Y quién te hizo entrar en
el jardín? Respondió: El que me sacó de la casa. Y se rió al-Rashid
y dijo: Esto es asombroso. Y añadió el hombre: ¿Y qué asunto de
tu Señor no es asombroso? Relató: Y lloró al-Rashid y ordenó que
se le tratara bien, le hizo cabalgar un caballo de los mejores de su
caballería y ordenó a un pregonero que fuera delante de él pre-
gonando: «Este es un siervo que apreció su Señor y al que Harún
quiso ofender y no pudo». Luego le prodigó de beneficios, honores y

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respeto. Estas son algunas de sus cualidades, que Dios nos beneficie
por ellas. Amén.

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64. LA ENEMIGA DEL AHORRO

Y se contó del sheij Shah b. al-Shuya’ al-Kirmani, Dios, ensalzado


sea, esté satisfecho de él, que tenía una hija que leía el Corán, ayu-
naba por el día y velaba por la noche, y era extraordinariamente
bella y bondadosa. Oyó hablar de ella el rey de Kirmán y fue a
su padre para pedirla en matrimonio, y el sheij le pidió un apla-
zamiento de tres días. Luego empezó el padre a dar vueltas por
las mezquitas para ver a un hombre pobre y casarlo con ella. Y
estaba así cuando vio a un muchacho joven de hermoso rostro que
rezaba y se esmeraba en su oración. Y cuando terminó la plegaria
le dijo: Muchacho, ¿quieres una esposa que lee el Corán, ayuna
por el día y vela por la noche, bella y limpia? Y dijo el muchacho:
¿Y quién va a casarme con ella, mi señor? Y dijo: Yo te casaré con
ella. Toma un dirham de pan, otro de condimento y otro de per-
fume y la cosa está echa. Luego concluyó el contrato matrimonial
de su hija a favor del joven y volvió a su casa e informó a la hija de
aquello. Y cuando ella entró en la casa del muchacho vio un pan
redondo duro sobre la boca de una jarra de agua. Y cuando lo vio
dijo: ¿Qué es esto? Y le dijo el mozo: Esto es un pan que compré
ayer para que desayunáramos con él. Y cuando ella oyó eso quiso
volver a su casa, y le dijo el joven: Ya sabía que la hija de Shah al-
Kirmani no estaría contenta de mi pobreza ni satisfecha de que yo
sea su marido. Mas replicó ella: La salida de la hija de Shah de tu
casa no es por tu pobreza, sino por la debilidad de tu fe. Y no me

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asombro de ti, sólo me asombro de mi padre cuando me dijo: Te he


casado con un joven continente. Pues, ¿cómo me ha sido descrito
con la continencia quien no se apoya sobre Dios, loado y ensalzado
sea, sino conservando un pan? Relató: Y cuando el joven escuchó
sus palabras, dijo: Me excuso de eso, será mejor que me perdones.
Y dijo ella: Dalo en limosna a quien lo merezca, pues yo no quiero
establecerme en una casa en la que hay un medio fijo de subsisten-
cia; o lo das en limosna o yo salgo de la casa. Y lo dio en limosna el
muchacho y ella se quedó en la casa.
Dije: Fue público este casamiento a causa del jeque conocedor
en Dios, ensalzado sea, el mencionado Shah ibn al-Shuya’, después
de lo mucho que hizo ascesis en el mundo abandonando el reino
y entrando en el camino del pueblo, Dios esté satisfecho de ellos, y
por eso he presentado su historia en esta colección. Dios, ensalzado
sea, esté satisfecho de él y nos beneficie con sus bendiciones en este
mundo y el otro. Amén.
Y si todas las mujeres fueran como la que hemos mencionado,
ciertamente aventajarían a los hombres.

Y no es el género femenino un defecto para el nombre del sol,


ni el masculino un motivo de orgullo para el cuarto cre-
ciente.

65. EL OSO Y LA JARRA DE LA ABLUCIÓN

Y se contó de Sahl b. Abdallah al-Tustari, Dios esté satisfecho de


él, que dijo: Lo primero que vi de las maravillas y los carismas fue
que yo salí cierto día a un lugar desierto fuera del pueblo en el que

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habitaba y me plugo permanecer en él, pues encontré mi corazón


próximo a Dios, honrado y ensalzado sea. Y llegó la hora de la ple-
garia y quise hacer la ablución, pues era mi costumbre desde la
infancia renovar la ablución para cada plegaria. Me afligí mucho
por la falta de agua y me quedé perplejo. Y estaba yo así cuando vi
algo que venía caminando sobre sus dos patas, y me imaginé que
sería un ser humano; pero cuando se acercó a mí he aquí que era
un gran oso y llevaba una jarra de agua agarrada con la mano. Y
cuando se hubo acercado a mí colocó la jarra delante de mí, de lo
que me maravillé enormemente, y dije: ¿De dónde son esta jarra y
este agua? El oso habló y me saludó diciendo: Oh Sahl, nosotros, el
pueblo de las fieras, estamos consagrados a Dios, ensalzado sea, con
el propósito firme del amor y la confianza en Dios, ensalzado sea.
Y he aquí que, cuando estábamos nosotros hablando con nuestros
compañeros sobre una cuestión, fuimos llamados: «¡Ea, Sahl quiere
agua para renovar su ablución!». Y me levanté de entre mis amigos
y puse esta jarra que estaba vacía entre mis manos, y he aquí que
había dos ángeles cerca de mí. Me acerqué a ellos y vertieron en
ella el agua del aire, y yo oí el murmullo del agua en la jarra. Dijo
Sahl, Dios esté satisfecho de él: Cuando oí aquello caí desvanecido;
y cuando me desperté he aquí que la jarra estaba colocada ante
mí y no sabía dónde había ido el oso. Contó Sahl: Hice la ablución
y recé, y cuando terminé la plegaria quise beber del agua, mas oí
una voz del valle que decía: «Oh Sahl, no te está permitido beber de
este agua». Y la dejé y he aquí que la jarra se agitaba y yo la miraba
asombrado, y no supe dónde se fue. Dios los perdone y nos beneficie
con sus bendiciones. Amén.

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Índice

INTRODUCCIÓN ......................................................................................9
La aparición del islam.............................................................................9
Islam, espiritualidad y camino sufí ................................................. 10
Doctrina y método sufíes ................................................................... 15
Vida y obras de al-Yafi’i....................................................................... 17
El Jardín de los arrayanes. Texto y traducción ........................... 18
BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................... 21
EXORDIO ..................................................................................................... 23
1. UN SUFÍ SOBRE LAS OLAS ............................................................ 25
2. EL AMO GENEROSO ......................................................................... 26
3. LA BALANZA ......................................................................................... 26
4. LA MANSIÓN SIN TACHA ............................................................ 27
5. MISTERIOSO RELEVO ..................................................................... 28
6. EL PRÍNCIPE ALBAÑIL .................................................................... 29
7. EL PROFETA Y EL BEDUINO ........................................................ 32
8. EL LOCO DE DIOS ............................................................................... 34

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9. LA ESCLAVA MÍSTICA .................................................................... 37


10. LA MUJER Y EL LEÓN .................................................................... 39
11. ENCUENTRO EN LA ESTEPA .................................................... 39
12. LA ESCLAVA CANTORA .............................................................. 40
13. HISTORIA DEL SANTO JOB ....................................................... 47
14. NAUFRAGIO Y CONVERSIÓN DE UN CRISTIANO.... 49
15. VISITA AL PARAÍSO ....................................................................... 52
16. DOS MONJES MILAGREROS ..................................................... 56
17. CONVERSACIÓN CON DIOS .................................................... 58
18. REVELACIÓN DE DIOS A DAVID ........................................... 59
19. ADVERTENCIA DE DIOS A ABRAHÁN .............................. 60
20. EXIGÜIDAD DEL NÚMERO DE ELEGIDOS ...................... 61
21. EL BORRACHO ARREPENTIDO .............................................. 62
22. RABI’A AL-ADAWIYA
O EL DESPRECIO DEL PARAÍSO ............................................. 63
23. PALABRAS DE VARIOS MÍSTICOS......................................... 64
24. LA ESCLAVA PERSA ........................................................................ 65
25. EL MAR DE LA EXTINCIÓN ...................................................... 66
26. MATRIMONIO DE ADÁN Y EVA ............................................ 67
27. LA ORACIÓN POR EL PROFETA ............................................. 67
28. SALVADO POR UN JEQUE EN EL DESIERTO .................. 69
29. LAS MORADAS DE LOS PRÓXIMOS ..................................... 70
30. EL SANTO PECADOR ..................................................................... 71
31. CONVERSIÓN DE LA PRINCESA
DE CONSTANTINOPLA .............................................................. 73
32. EN LA MEZQUITA DE TIRO ...................................................... 74
33. EL CADÍ AVARO Y EL CRISTIANO GENEROSO ............ 75
34. HISTORIA DE UN HERRERO..................................................... 78
35. EL ASCETA ISRAELÍ ........................................................................ 80
36. EL NOBLE CANTANTE ................................................................. 82
37. EL POLICÍA LADRÓN .................................................................... 83

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38. EL SEPULTURERO LADRÓN...................................................... 84


39. UN DEVOTO POCO HABLADOR ........................................... 85
40. BAYAZID EN EL CONVENTO ................................................... 86
41. LA ESCLAVA DEFECTUOSA ...................................................... 94
42. TRUEQUE DE PALACIOS............................................................. 96
43. EL PRÍNCIPE DISOLUTO ............................................................. 98
44. EL JOVEN QUE SALIÓ DEL MAR ..........................................102
45. GENEROSIDAD DE UN MÉDICO CRISTIANO .............104
46. LA CIUDAD DE LOS INICIADOS ..........................................106
47. LA OVEJA QUE DABA LECHE Y MIEL ...............................107
48. ACCIDENTE EN EL TIGRIS ......................................................109
49. UN NIÑO SABIO .............................................................................110
50. LA ESPOSA MALVADA................................................................112
51. LA HARINA MILAGROSA .........................................................113
52. DIÁLOGO ENTRE DOS ÁNGELES ........................................114
53. LOS GENIOS Y EL RAMILLETE DE NARCISOS .............115
54. ANTICIPO DE LA RESURRECCIÓN ....................................117
55. LA MADRE DEL DIFUNTO .......................................................118
56. LA HURÍ Y EL AMOR DE DIOS ...............................................119
57. ROGATIVA POR LA LLUVIA ...................................................121
58. SALVADO POR LA FE ...................................................................123
59. EL JEQUE Y EL PATRIARCA .....................................................124
60. LO IMPORTANTE ES EL FINAL..............................................128
61. EL PÁJARO VERDE .........................................................................129
62. ESPIANDO A BISHR ......................................................................130
63. AL-RASHID ENCIERRA A UN MÍSTICO ..........................132
64. LA ENEMIGA DEL AHORRO ...................................................133
65. EL OSO Y LA JARRA DE LA ABLUCIÓN ............................134

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COLECCIÓN
BLANCA

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Biomúsica. Afinándonos con la vida
Guillermo Cazenave
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Historias de sufíes

el mes de noviembre de 2010


en los talleres de Reprográficas Malpe,
Polígono Industrial Los Olivos
(Getafe, Madrid)

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