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La ansiedad

Un enemigo sin rostro


Serie: Salud
JAVIER SCHLATTER NAVARRO

LA ANSIEDAD
Un enemigo sin rostro

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.


PAMPLONA
Primera edición: Octubre 2003

© 2003. Javier Schlatter Navarro


Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España
Teléfono: +34 948 25 68 50 - Fax: +34 948 25 68 54
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PRETEXTO. Estafeta, 60. 31001 Pamplona

Imprime:
GRÁFICAS ALZATE, S.L. Pol. Ipertegui II. Orcoyen (Navarra)

Printed in Spain - Impreso en España


Índice

¿QUÉ ES LA ANSIEDAD? ........................................................... 11


1. Ansiedad psíquica y ansiedad física (o somática) ................. 14
2. ¿Es lo mismo la ansiedad que la angustia? ............................ 15
3. Ansiedad exógena (de origen externo) y endógena (de ori-
gen interno) ............................................................................ 16
4. ¿Qué relación existe entre la ansiedad y el estrés? ................ 18
5. ¿Cuándo pierde la ansiedad su eficacia? ............................... 20
6. Miedo y ansiedad ................................................................... 21
7. ¿Es fácil distinguir la ansiedad de la depresión? ................... 22
8. ¿Cómo se relaciona la ansiedad con otras enfermedades? .... 24
9. Otras repercusiones de la ansiedad ........................................ 28

¿CÓMO SE PRODUCE LA ANSIEDAD? ................................... 31


1. ¿Cuáles son las bases biológicas de la ansiedad? .................. 31
1.1. ¿La ansiedad se hereda? ............................................... 32
1.2. ¿Hay alguna zona del cerebro encargada de producir la
ansiedad? ....................................................................... 33
1.3. ¿Cuáles son las bases bioquímicas de la ansiedad? ..... 40
2. Teorías psicológicas de la ansiedad ....................................... 42
2.1. Modelo del psicoanálisis de Freud: ansiedad y neurosis 42
2.2. Modelos cognitivo–conductuales .................................. 44
2.3. Aspectos psicológicos de mayor interés en el origen de
la ansiedad ..................................................................... 49
8 La ansiedad

a) La influencia del entorno familiar ............................ 49


b) Los acontecimientos vitales ..................................... 51
c) El tipo de personalidad ............................................. 52
d) Los estilos de afrontamiento .................................... 57
e) Los aspectos cognitivos en la ansiedad .................... 61
2.4. ¿Es la ansiedad una enfermedad de la sociedad actual? . 63

¿QUÉ ES UN TRASTORNO DE ANSIEDAD? ........................... 71


1. El trastorno de ansiedad generalizada ................................... 73
2. Las fobias ............................................................................... 82
I. La agorafobia ........................................................... 87
II. La fobia social ......................................................... 90
III. Las fobias específicas .............................................. 97
3. El trastorno de pánico (o de angustia) ................................... 100
4. El trastorno obsesivo–compulsivo ......................................... 111
5. La reacción a estrés agudo ..................................................... 119
6. El trastorno por estrés postraumático .................................... 129
7. El trastorno de adaptación ..................................................... 135

¿CÓMO PODEMOS COMBATIR LA ANSIEDAD? ................... 141


1. Tratamiento de la ansiedad habitual o fisiológica ................. 141
a) El ejercicio físico ...................................................... 143
b) La apertura a los demás ............................................ 143
c) El enriquecimiento personal ..................................... 144
d) El sentido del humor ................................................. 145
e) El sentido trascendente de la vida ............................ 145
f) Las aficiones ............................................................. 146
g) Los tratamientos naturales ........................................ 146
2. Tratamiento de la ansiedad patológica .................................. 147
2.1. ¿Qué medicamentos disminuyen la ansiedad? ............. 148
a) Los ansiolíticos ......................................................... 148
b) Los antidepresivos .................................................... 152
c) Otros fármacos contra la ansiedad ........................... 156
2.2. ¿Son eficaces las terapias psicológicas contra la an-
siedad? ........................................................................... 158
2.2.1. Psicoeducación ......................................... 160
Índice 9

2.2.2. Terapias de conductas .............................. 161


a) Técnicas para controlar la activación
propia de la ansiedad .......................... 161
• Técnicas de relajación muscular .... 161
• Técnicas de respiración controlada .. 164
b) Técnicas de exposición ....................... 166
• Exposición progresiva e inundación 166
• Desensibilización sistemática ........ 171
c) Control del tiempo y programación de
actividades .......................................... 172
2.2.3. Terapias cognitivas ................................... 175
a) Autoinstrucciones ............................... 175
b) Parada del pensamiento ...................... 177
c) Distracción cognitiva .......................... 177
d) Reestructuración cognitiva ................. 178
e) Entrenamiento en resolución de pro-
blemas ................................................. 182
f) Inoculación del estrés ......................... 185

GLOSARIO ........................................................................................ 187


¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una sensación subjetiva que presentamos ante


situaciones que valoramos como amenaza o riesgo, ya sea por su
carácter novedoso o imprevisto, o por la intensidad del estímulo.
Esta situación pone en alerta al cerebro, que es el encargado de
promover la respuesta adecuada. Algunas de estas respuestas se
encuentran «programadas» y son por tanto automáticas, mientras
que otras se realizarán de manera consciente. En último caso, la
parte consciente debería estar capacitada para moderar, dirigir y
poner punto final a las distintas reacciones desencadenadas por la
situación desencadenante. Como puede verse, se trata de un fenó-
meno tan antiguo como la vida misma, cuya finalidad es utilizar
al máximo nuestros recursos ya sea para enfrentarse al «agresor»
o para huir, pero teniendo siempre como objetivo de fondo el ins-
tinto de supervivencia.
La ansiedad normal habrá que distinguirla —como veremos
en su momento— de la ansiedad patológica, en la que la respues-
ta de alerta es desproporcionada para la situación existente, se
prolonga excesivamente en el tiempo o se presenta sin un motivo
aparente.
Aunque la ansiedad se pueda presentar y valorar como un
síntoma aislado, lo normal es que se presente dentro de un grupo
de síntomas, o síndrome ansioso, que incluirá otras manifestacio-
nes como son:
12 La ansiedad

a) Síntomas motores: ocasionados por el aumento de la ten-


sión muscular, como la dificultad o incapacidad para rela-
jarse, la inquietud, el temblor, los dolores de cabeza y el
cansancio;
b) Síntomas fisiológicos: debidos a la mayor actividad del
sistema nervioso autónomo (o vegetativo) y al aumento de
adrenalina y cortisol en la sangre, como las palpitaciones,
sudoración, mareos, sequedad de boca, diarreas, etc.
c) Síntomas psicológicos: en relación con un estado de hi-
pervigilancia o de alerta, como insomnio inicial o de con-
ciliación, preocupación, temores, irritabilidad, distraibili-
dad o aprensividad.
Así pues, ante una situación determinada, primero el cerebro
la califica como amenazante. Posteriormente pone en activación
algunos circuitos cerebrales específicos, y éstos desencadenan
una respuesta fisiológica, a través de determinadas hormonas y
del sistema nervioso periférico, ordenada a defendernos del su-
puesto agresor.
Puede volver a servirnos el tradicional ejemplo de la reacción
que tenemos cuando nos encontramos ante un animal peligroso.
Las alternativas habituales son: salir huyendo o enfrentarnos a él.
En ambos casos, y sin tiempo para plantearnos nada, se produce
una reacción en nuestro organismo dirigida a ponernos en las me-
jores condiciones para huir o pelear. El corazón va más rápido
para aportar más sangre a los músculos; las pupilas se dilatan
para intentar estar más atentos; la respiración también se acelera
para aportar más oxígeno; la sangre se desplaza de los vasos de la
piel a los del interior, por lo que nos ponemos pálidos y con esca-
lofríos, etc. Todas estas operaciones las realiza el ya mencionado
sistema nervioso autónomo, más en concreto una parte de este
sistema denominado sistema nervioso simpático.
Frecuentemente, este agresor es manifiesto (el animal peligro-
so), pero en otras ocasiones —y esto se podría entender como una
ansiedad más genuina— no existe tal agresor, y la ansiedad se
presenta incluso en situaciones de relax aparente. En estos casos,
¿Qué es la ansiedad? 13

FIGURA 1
Esquema de la reacción estímulo-respuesta

Estímulo

Sistema
nervioso
Sistema nervioso central autónomo o
(cerebro) vegetativo

Reacción
psicológica de alerta

Respuesta Respuesta
motora y corporal fisiológica

• Síntomas motores • Aumento de cortisol


• Síntomas cardiorrespiratorios • Aumento de adrenalina, etc.
• Síntomas grastrointestinales, etc.

el desconcierto por la situación de alerta creada y su malestar acom-


pañante pueden actuar cerrando el circuito, y aumentando por
tanto la ansiedad inicial. Se trataría en este caso de lo que algu-
nos han calificado miedo al miedo o como miedo a un «enemigo
sin rostro».
La ansiedad normal suele acompañar al proceso de creci-
miento individual, a cambios y nuevas experiencias que van su-
cediéndose a lo largo de su vida, y al propio descubrimiento por
parte del individuo de su identidad y del sentido de la vida. De
ahí que determinadas fases del crecimiento infantil, la adolescen-
cia, el inicio de la universidad o del primer trabajo, los comien-
zos al formar una familia, los inicios de la menopausia, la jubila-
ción, una enfermedad terminal, el desempleo, etc., se encuentren
estrechamente relacionados con esta ansiedad normal.
14 La ansiedad

TABLA 1
Efectos del sistema nervioso autónomo en la ansiedad
Efectos Objetivos
Aumento de la frecuencia y de la Mayor riego sanguíneo (oxígeno y
fuerza de contracción cardíacas. glucosa) a los músculos.
Aumento del tamaño de los vasos Mayor riego sanguíneo (oxígeno y
sanguíneos de los músculos. glucosa) a los músculos.
Aumento de la frecuencia y profun- Mayor aporte de oxígeno a la san-
didad respiratorias, y del diámetro gre.
de los bronquios.
Aumento del tamaño de las pupilas. Mayor campo de visión.
Disminución del tamaño de los vasos Mayor aporte sanguíneo a los mús-
de la piel (palidez), digestivos, etc. culos y órganos fundamentales.
Aumento de la producción de sudor. Mayor disipación del calor produci-
do por el esfuerzo muscular.
Aumento de la conversión de gluco- Mayor glucosa disponible en los
sa almacenada (glucógeno) en glu- músculos.
cosa disponible.

1. ANSIEDAD PSÍQUICA Y ANSIEDAD FÍSICA (O SOMÁTICA)

La distinción entre ansiedad psíquica y ansiedad somática es


más que nada teórica, ya que en el fondo se trata de las dos caras
de un mismo fenómeno. La ansiedad psíquica se refiere funda-
mentalmente al componente de preocupación, obsesividad, mie-
do, necesidad de búsqueda de ayuda, percepción de pérdida del
control, etc. La ansiedad disminuye la concentración y por tanto
dificulta el aprendizaje; distorsiona las percepciones; reduce la
memoria, sobre todo por afectarse la capacidad de retención de
nuevos datos; además de alterar la capacidad de asociar o relacio-
nar conceptos. La ansiedad somática, en cambio, se refiere a las
manifestaciones corporales: palpitaciones o aceleración del ritmo
cardíaco, temblor, escalofríos, hormigueos, sequedad de boca,
sudoración, dificultad para respirar o para tragar, sensación de
inestabilidad, etc.
¿Qué es la ansiedad? 15

FIGURA 2
Manifestaciones somáticas de ansiedad

Sensación de falta de aire


Mayor frecuencia respiratoria

Diarrea Aumento de los


reflejos periféricos
Nauseas
ANSIEDAD Hormigueos en
Aerofagia extremidades
Digestión pesada Sensación de
inestabilidad

Hipertensión arterial Sudoración aumentada Temblores


Taquicardias Aumento de la frecuencia Tensión muscular
Dolor precordial Urgencia urinaria Inquietud psicomotriz
Desvanecimiento Bostezos Cefaleas
Sequedad de boca Cervicalgias

Esta relación tan estrecha entre ambos tipos de ansiedad se


manifiesta en el hecho de que cualquier idea, imagen o recuerdo
que genere ansiedad psíquica, automáticamente se manifestará
por algunos o todos los síntomas somáticos mencionados. En el
sentido contrario, la percepción de los síntomas somáticos (tem-
blor de las manos, voz quebrada, rubor de la cara, etc.) desenca-
denará la aparición de ansiedad psíquica, al ser más consciente la
persona de la sensación de peligro, o por vergüenza ante la ima-
gen que pueda estar dando hacia el exterior.

2. ¿ES LO MISMO LA ANSIEDAD QUE LA ANGUSTIA?

Son dos términos que tienden a usarse indistintamente, pero


que merece la pena comentar, pues la mayoría de las personas
creen poder distinguir ambos síntomas. La angustia es un tipo de
16 La ansiedad

ansiedad, en la mayoría de los casos de tipo patológico, que se


vive con sensación de gravedad. En nuestro entorno, suele utili-
zarse como una sensación de profundo temor o indefensión, que
los pacientes localizan como opresión en el centro del pecho o
como una especie de «nudo en el estómago», que ocasionalmen-
te se calma rompiendo a llorar, y que de no conseguirlo se puede
volver insoportable. La angustia tiene un componente más visce-
ral que la ansiedad, que es más psicológica. La ansiedad tiende a
acelerar o activar a la persona, mientras que la angustia suele ser
paralizante. La angustia se refiere sobre todo al temor a algo fu-
turo, mientras la ansiedad hace más referencia a algo presente.

TABLA 2
Diferencias entre la ansiedad y la angustia
Ansiedad Angustia
• Más psíquica • Más visceral
• Aceleración vital • Paralización vital
• Actividad inquieta • Actividad sobrecogida e inhibida
• Temor indefinido a algo presente • Temor indefinido a algo futuro
• Sensación de falta de aire • Opresión en la «boca» del estó-
mago

De forma más específica se habla de crisis de angustia (o de


pánico) para los episodios de ansiedad en los que además de la
ansiedad psíquica y somática habitual existe un miedo secunda-
rio a morirse, a perder el control o a volverse loco, que suele aso-
ciarse a la necesidad de escapar de ese lugar o situación.

3. ANSIEDAD EXÓGENA (DE ORIGEN EXTERNO)


Y ENDÓGENA (DE ORIGEN INTERNO)

La diferencia entre estos dos tipos de ansiedad hace referen-


cia al origen del desencadenante de la ansiedad. Hablamos de an-
¿Qué es la ansiedad? 17

siedad exógena cuando el origen se encuentra en un estímulo


exterior al sujeto, como una situación estresante en sí misma o
el efecto de alguna sustancia, por ejemplo los psicoestimulantes
(como una dosis mayor a la habitual de café). La ansiedad en-
dógena estaría originada por el propio sujeto, ya sea dentro de
un trastorno de ansiedad o por una disfunción fisiológica (cam-
bios hormonales en torno a la menstruación, hipertiroidismo, etc).
En la Tabla 3 hemos recogido algunas de las enfermedades no
psiquiátricas que cursan con ansiedad, como exponentes de ansie-
dad endógena.

TABLA 3
Enfermedades no psiquiátricas y fármacos que generan ansiedad
Sistema cardio-respiratorio Arritmias, asma, hipertensión arte-
rial, infarto de miocardio, embolia
pulmonar
Sistema nervioso Epilepsias, esclerosis múltiple, acci-
dentes vasculares cerebrales, de-
mencias, migraña
Sistema endocrino Hipoglucemias, hipertiroidismo, me-
nopausia, síndrome premenstrual
Alteraciones sistémicas e inflamatorias Artritis reumatoide, lupus eritema-
toso
Fármacos (intoxicación o abstinencia) Broncodilatadores, antihistamínicos,
hormonas esteroideas, ansiolíticos,
hipnóticos, antihipertensivos, teofi-
lina, cannabis, anfetamina, cocaína,
nicotina, cafeína, opiáceos

La ansiedad endógena es predominantemente somática, mien-


tras que la exógena es más psíquica y suele tener un mayor com-
ponente familiar y aparecer a edades más tempranas. La ansiedad
exógena dependerá más en su evolución de que permanezca o no
el estímulo desencadenante sin que vuelva en principio a reapare-
cer, mientras que la endógena es más fácil que perdure o que haya
recaídas futuras.
18 La ansiedad

Por último, en los casos de ansiedad endógena existen algu-


nas sustancias que cuando se administran a estas personas desen-
cadenan la ansiedad, como el ácido láctico, cosa que ocurre con
menor frecuencia en las personas con ansiedad exógena.

TABLA 4
Diferencias entre la ansiedad exógena y endógena
Ansiedad exógena Ansiedad endógena
Origen Externo. Desencadenado Interno. Espontáneo
Antecedentes familiares Ausentes Presentes
Tipo de ansiedad Predominio psíquico Predominio somático
Curso Contínuo y fluctuante Crisis
Evolución Depende del estímulo Independiente del
estímulo
Presentación Todas las edades En jóvenes
Conciencia de No: Lo atribuye al Sí: lo atribuye a
enfermedad ambiente enfermedad
Marcadores No Sí (por ejemplo, lactato)
Pronóstico Remite al ceder el estrés Recidivante
Pérdida del control Menor Mayor
Respuesta a psicoterapia Buena Mala

4. ¿QUÉ RELACIÓN EXISTE ENTRE LA ANSIEDAD Y EL ESTRÉS?

Son dos conceptos estrechamente relacionados, de manera


que muchas personas lo usan de manera indistinta. Se denomina
estrés a aquella situación en la cual los mecanismos adaptativos
del organismo se ven superados ante estímulos intensos, repetiti-
vos o duraderos. El estrés supone un cambio, una respuesta diri-
gida a recuperar la normalidad. Que un suceso sea percibido
como estresante depende de la naturaleza del suceso y de los re-
cursos, de las defensas psicológicas y de la forma de afrontar los
problemas de la persona. El estrés puede ser agudo o crónico.
¿Qué es la ansiedad? 19

El estrés agudo se produce ante una situación marcadamen-


te intensa o traumática que pone en peligro objetiva o subjetiva-
mente la integridad psíquica o física del sujeto de manera puntual.
Sería el caso de un accidente de tráfico o un asalto a mano arma-
da. Estos estímulos suelen generar una activación en determina-
das zonas (núcleos) del cerebro, como la amígdala, a la vez que
se produce un aprendizaje, de manera que en el futuro la persona
asociará cualquier estímulo que le recuerde el acontecimiento
inicial (por ejemplo pasar en coche por el sitio del accidente) con
su cuadro de ansiedad, y tenderá a la evitación del hipotético
daño. En definitiva, se trata de un mecanismo de defensa muy bá-
sico y algo grosero, pues funciona de manera casi automática, y
sin tiempo para plantearse posibles consecuencias o soluciones
alternativas. En último lugar, cumplirá en mayor o menor medi-
da con su objetivo de contribuir a la supervivencia del individuo.
Habitualmente, las personas utilizamos otras partes del cerebro
(sobre todo la corteza cerebral) para defendernos de una manera
más racional y consciente de los posibles peligros que nos ame-
nazan.
El estrés crónico aparece cuando un estímulo intenso se man-
tiene en el tiempo hasta agotar los mecanismos de defensa adap-
tativos (es el caso del estrés de los llamados cuidadores, o perso-
nas que atienden a enfermos crónicos o muy limitados). En estos
casos, algunos cambios hormonales como los referidos al corti-
sol parecen tener un papel especialmente importante. En contras-
te con el estrés agudo, en el que se podría decir que el organismo
se encuentra en situación de alerta para obtener una mayor efica-
cia de los recursos, en el estrés crónico los datos son más de ago-
tamiento de los recursos, como si se hubiera «quemado el siste-
ma». Esto se manifiesta de formas tan distintas como son la
disminución de las defensas del organismo, anemia, carencias vi-
tamínicas, etc.
Esta situación de estrés crónico también podría darse sin la
presencia de un determinado acontecimiento desencadenante man-
tenido en el tiempo, sino como la manifestación frecuente en una
persona del desajuste existente entre su mundo externo (ritmo o
20 La ansiedad

estilo de vida) y su mundo interno (rasgos de personalidad, de-


fensas psicológicas, principios vitales, etc.). En estas ocasiones,
la persona no es consciente de su situación de estrés mantenido
hasta que no aparecen las primeras molestias corporales, típica-
mente con mala respuesta a los tratamientos habituales (insomnio
resistente, frecuentes malas digestiones, cefaleas que no respon-
den a los analgésicos habituales, etc.).

5. ¿CUÁNDO PIERDE LA ANSIEDAD SU EFICACIA?

La ansiedad es eficaz cuando permite a la persona obtener un


mayor rendimiento de sus capacidades, lo cual es necesario para
solventar las situaciones que se salen de lo ordinario. Se diría que
es como el recurso a utilizar el acelerador para ir más rápido o
cambiar la marcha del automóvil para disponer de más potencia
y subir una cuesta empinada. Esta ansiedad no es dañina salvo
que se mantenga excesivo tiempo, y en cualquier caso suele pre-
cisar un periodo de relajación de diversa intensidad para recupe-
rar la situación originaria y estabilizarse. Antes de un examen o
si queremos levantarnos temprano y realizar una serie de tareas
antes de llegar al avión, es buena una cantidad de ansiedad que
nos hace de hecho rendir a un buen nivel reteniendo más datos o
realizando las tareas con mayor rapidez. Esa ansiedad, a partir de
un cierto nivel, empieza a ser ineficaz y muy posiblemente más
dañina, haciendo que no retengamos lo estudiado o nos confun-
damos de capítulo del temario, o que se haga realidad el famoso
refrán de «vísteme despacio que tengo prisa».
La ineficacia es una de las características de la ansiedad pato-
lógica. Esta ineficacia se deriva entre otras cosas de que la ansie-
dad patológica focaliza su atención en la propia respuesta del in-
dividuo ante la amenaza, y no tanto en la amenaza en sí, por lo que
no resolverá la situación tan fácil y adecuadamente.
¿Qué es la ansiedad? 21

FIGURA 3
Curva de Yerkes-Dodson (ansiedad/rendimiento)

NIVEL MÁXIMO DE ANSIEDAD EFICAZ

Rendimiento
intelectual

Nivel de ansiedad

6. MIEDO Y ANSIEDAD

Se trata de nuevo de dos términos que coloquialmente se tiende


a confundir y que en realidad son fenómenos análogos, es decir,
son en parte coincidentes y en parte distintos. Ambos son señales
de alerta ante un peligro inminente, que incitan a tomar medidas
para defenderse. Sin embargo, el miedo suele ser una respuesta a
una amenaza conocida, externa y definida; mientras que la ansie-
dad es una respuesta a una amenaza desconocida, interior y vaga.
Además, la respuesta del miedo tiende a ser más aguda que la de
la ansiedad.
Así, la emoción causada por un vehículo que vemos que se
acerca a toda velocidad y puede atropellarnos es miedo, mientras
que la situación de las fechas previas a la celebración de la boda
es ansiedad. La persona del primer ejemplo tiene miedo al hecho
concreto de ser atropellado y sufrir daño o perder la vida. La per-
sona que se va a casar sufre una emoción más difusa, de expecta-
22 La ansiedad

tiva, de progresiva proximidad al momento de «abrir el telón», y


de mayor o menor necesidad de controlar o estar alerta ante los im-
previstos propios de estas ocasiones.

7. ¿ES FÁCIL DISTINGUIR LA ANSIEDAD DE LA DEPRESIÓN?

Es indudable que pese a tratarse de dos síntomas o trastornos


que se pueden distinguir claramente entre sí desde el punto de vis-
to conceptual, guardan algunos puntos en común y suelen darse
juntos con mucha frecuencia. De hecho, algunos síntomas pue-
den ser comunes a ambos tipos de trastornos, mientras que otros
podrían ayudar a distinguirlos entre sí.

FIGURA 4
Relación entre los síntomas de ansiedad y de depresión

DEPRESIÓN COMUNES ANSIEDAD

Miedo
Tristeza Aprensión
Pérdida del disfrute
Dolores crónicos
y del placer
(anhedonia) Quejas gastrointestinales Hipervigilancia
Cambios de peso Preocupación excesiva Agorafobia
Pérdida de interés Agitación Conductas
(apatía) obsesivas
Dificultad para concentrarse
Ideas de suicidio Alteraciones del sueño
Sentimientos Cansancio y debilidad
de culpa

Se podrían distinguir dos grandes enfoques sobre este asunto.


El primero es el de aquellos autores que opinan que la ansiedad y
la depresión son dos extremos de un mismo fenómeno. Es decir,
que todo el mundo que tuviera depresión tendría ansiedad y vice-
¿Qué es la ansiedad? 23

versa, de manera que se puede tener desde una depresión intensa


con muy poca ansiedad a un trastorno de ansiedad grave con muy
poca depresión. Esta idea coincide con el modelo de la moneda
con dos caras: estaríamos ante una sola enfermedad con dos ma-
nifestaciones que se devían en cada caso en mayor o menor me-
dida: la ansiedad y la depresión.
En este sentido es verdad que personas que acuden a consul-
ta pidiendo ayuda o se quejan de sufrir ansiedad o estrés, tienen
en el fondo una depresión. En ocasiones, cuando la persona que
sufre ansiedad toma ansiolíticos o intenta descansar para relajar-
se aparece con más fuerza el ánimo bajo o la apatía propias de la
depresión.
Coincide con este enfoque el hecho cada vez más contrasta-
do de que los tratamientos vayan coincidiendo y que en muchos
casos se recomiende un antidepresivo —posiblemente en dosis más
bajas— en los trastornos de ansiedad. Biológicamente se sabe
que ambos trastornos guardan relación con cambios en los mis-
mos transmisores del cerebro (especialmente la serotonina y la
noradrenalina), lo que refuerza este modelo.
Otros autores sostienen que se trata de dos trastornos absolu-
tamente diferenciables y que sencillamente, al ser muy frecuentes
los dos, en muchas ocasiones se dan a la vez. Los mismos auto-
res estiman que aunque se tomen antidepresivos en ambos casos,
sin embargo, actúan en sitios distintos o funcionan de manera di-
versa (y ponen como ejemplo la administración de Aspirina no
para el dolor sino para disminuir el riesgo de enfermedades del
corazón y circulatorias).
Muy probablemente, y desde un punto de vista fundamental-
mente práctico, se trata de dos fenómenos que aunque distintos
se encuentran muy relacionados, de manera que parece lógico que
una persona con depresión tenga una disminución de sus defen-
sas anímicas y aumente la sensibilidad ante situaciones que puedan
resultar estresantes o causantes de ansiedad. Los sentimientos de
incapacidad y de mayor inseguridad tan propios de la depresión
potenciarían esta circunstancia. A su vez, una situación de tensión
mantenida que no acaba de resolverse y que va minando las resis-
24 La ansiedad

tencias es muy lógico que acabe ocasionando un cuadro de de-


presión con el tiempo, como la cuerda tensa que termina por rom-
perse.
En cualquier caso, se dan en la vida real pacientes que pade-
cen un cuadro depresivo puro sin síntomas de ansiedad destaca-
bles, y pacientes con un trastorno de ansiedad sin aparente sinto-
matología depresiva.

8. ¿CÓMO SE RELACIONA LA ANSIEDAD CON OTRAS


ENFERMEDADES?

Además de la ya mencionada y frecuente asociación de la an-


siedad con la depresión, tiene interés comentar algo acerca de un
grupo de cuadros orgánicos que pueden entenderse como mani-
festaciones orgánicas o somatizaciones de la ansiedad. En estos
casos, además de tratar las alteraciones somáticas que existan,
será imprescindible el tratamiento de la ansiedad.
Es bastante frecuente que las personas ansiosas sufran moles-
tias físicas difusas y tengan una personalidad aprensiva o hipo-
condríaca. La capacidad de focalizar la atención y destacar lo que
no va, hace que perciban con frecuencia diversas sensaciones cor-
porales. Es fácil que hagan una primera valoración negativa dán-
dole una importancia excesiva (enfermedad grave) a la molestia.
A esta valoración puede seguirle otra, que interpretará esa «enfer-
medad grave» como incurable y ante la que hay que hacer algo,
lo que le producirá gran ansiedad. Esta ansiedad activará el siste-
ma nervioso autónomo, lo que conlleva un auténtico malestar
real (taquicardias, sudores, dolores por tensión muscular, etc.),
que «certificará» la realidad de su enfermedad. A la vez, para cal-
mar o controlar la ansiedad, la persona aprensiva buscará la ayu-
da de los servicios médicos, le dará vueltas en su cabeza para in-
tentar encontrar una respuesta a sus males, y se hará constantes
autochequeos (tocarse, hacer movimientos diversos, etc.) para
cerciorarse de si siguen ahí o han desaparecido los sintomas. La
ausencia de un diagnóstico orgánico por parte de los médicos y
¿Qué es la ansiedad? 25

de tratamiento para esa «enfermedad grave» aumentará la valo-


ración catastrófica de enfermedad incurable y nos hará focalizar
aún más la atención en esas molestias.

FIGURA 5
Modelo psicológico de la hipocondriasis

Percepción de molestia

No diagnóstico definitivo
Interpretación errónea
de molestia como No remiten las molestias
enfermedad

Valoración catastrófica
de enfermedad grave Conductas de búsqueda de
seguridad-tranquilidad:

Servicios médicos
ANSIEDAD
Rumiación de ideas
Autochequeos

Activación del sistema


nervioso autónomo MALESTAR OBJETIVO

Hay algunos rasgos o criterios que pueden guiarnos para des-


cubrir estas somatizaciones de la ansiedad:

a) Conducta de búsqueda de ayuda médica: el paciente no se


queja inicialmente de ansiedad sino que cuando pide ayu-
da lo hace por las molestias físicas que padece.
b) Atribución somática: cuando el paciente consulta al mé-
dico, considera que esas molestias orgánicas responden a
una enfermedad orgánica. Si habla de síntomas de ansie-
dad lo justifica como consecuencia lógica de la preocupa-
ción por no resolverse los síntomas orgánicos, o por el ma-
lestar que padece.
26 La ansiedad

c) Trastorno de ansiedad: el paciente reúne, a criterio del mé-


dico, los suficientes indicios de ansiedad como para ser
diagnosticado de trastorno de ansiedad.
d) Respuesta al tratamiento: en opinión del especialista, el
tratamiento de los síntomas de ansiedad de base mejorará
los síntomas somáticos. Este dato puede apoyarse en las
circunstancias que hacen fluctuar los síntomas somáticos
y en la mejoría ante pautas sencillas farmacológicas o psi-
cológicas contra la ansiedad, como aumentar el descanso
o disminuir temporalmente alguna circunstancia estre-
sante.

Uno de los cuadros orgánicos que más se asocian a la ansie-


dad es el síndrome del intestino irritable. Este síndrome, tam-
bién conocido como colon irritable, se caracteriza por la presencia
de dolor en el abdomen acompañado de cambios en el ritmo intes-
tinal, tanto en forma de diarrea como de estreñimiento. Se calcula
que se da hasta en el 25% de la población adulta, aunque menos
de la mitad busquen ayuda médica. Tiende a permanecer de por
vida, ya sea de manera continua o por temporadas. Habitualmen-
te se tratará de temporadas con mayor estrés o ansiedad acumu-
lada. Algunos autores dicen que no siempre su causa es la ansie-
dad, y que más que la causa, la ansiedad determinaría el modo de
vivir esta enfermedad. En cualquier caso, es evidente la influen-
cia de la ansiedad y el estrés sobre la evolución del colón irrita-
ble. Se han probado muchos tratamientos que incluyen fármacos,
dietas y diversos tipos de psicoterapia con relativa eficacia.
La relación entre la úlcera gástrica o duodenal y la ansiedad
sigue siendo contradictoria. Aunque no parece que las personali-
dades más ansiosas se asocien más a estas enfermedades, sí pue-
de afirmarse que la ansiedad mantenida puede agravar una enfer-
medad ulcerosa, y sobre todo la percepción e importancia con que
se viven estas molestias.
El vértigo, la sensación de inestabilidad y los pitidos en los
oídos se presentan muchas veces asociados a cuadros de ansie-
dad. Aunque se pueda encontrar una clara asociación entre las
¿Qué es la ansiedad? 27

circunstancias estresantes y estos síntomas, no siempre la res-


puesta al tratamiento es buena, y pueden llegar a ser enfermeda-
des muy incapacitantes.
Los cuadros de tetania en los que la persona puede sufrir con-
tracturas de pies y manos, así como hormigueos e incluso crisis
convulsivas, se encuentran asociados con el aumento del ritmo
respiratorio propio de la ansiedad. Ésta causa que la respiración
se haga entrecortada y más rápida, con lo que el intercambio de
oxígeno y carbónico es peor. Esto producirá unos cambios fisio-
lógicos en la sangre que provocarán la tetania y convulsiones,
que podrían confundir con una auténtica crisis epiléptica.
Otro cuadro que relaciona la ansiedad con el sistema respira-
torio es el asma. Se sabe que la proporción de pacientes asmáti-
cos es mayor entre las personas con ansiedad, y que las situaciones
de mayor estrés pueden desencadenar episodios de asma. Para
complicar un poco más las cosas, es posible que algunos de los
fármacos que se inhalan como tratamiento para el asma puedan
por sí mismos producir síntomas de ansiedad.
Algunos tipos de arritmias se pueden desencadenar por epi-
sodios de ansiedad. Lo más habitual es que se trate de personas
con una predisposición, en las que el aumento de la frecuencia
cardíaca propio de la ansiedad les desencadene un episodio de al-
teración del ritmo cardíaco más mantenido, o que no sólo supon-
ga un aumento, sino también cambios en el ritmo cardíaco.
La urticaria crónica también se asocia con frecuencia a cua-
dros de ansiedad, y suele darse más en el sexo femenino. Es muy
típico observar las coincidencias de un aumento del estrés con la
reaparición de las lesiones de urticaria. En general, esta asocia-
ción también se da en mayor o menor medida en muchas enfer-
medades de la piel. El mecanismo de esta asociación parece ser
la alteración de la inmunidad que producen la ansiedad y el es-
trés.
Por último, y sin ánimo de ser exahustivos, mencionar que la
estrecha relación existente entre el sistema hormonal y la esfera
psíquica hace que los episodios de ansiedad y de estrés alteren la
estabilidad hormonal de una persona que padece una diabetes o
28 La ansiedad

una enfermedad del tiroides, o que pueda alterar el ritmo mens-


trual habitual de una mujer.

9. OTRAS REPERCUSIONES DE LA ANSIEDAD

La evolución a veces crónica de los cuadros de ansiedad ori-


gina que, además del sufrimiento propio por la sintomatología
ansiosa, existan una serie de repercusiones añadidas en el terreno
familiar, laboral, social, etc.
Desde el punto de vista personal, el paciente suele ver limita-
da en mayor o menor medida su capacidad de actuación. Su inse-
guridad, la tendencia a evitar aquello que le genera ansiedad y sus
diferentes mecanismos de defensa pueden tender a que se aísle y
aísle a su grupo de apoyo, lo que conllevaría déficits laborales,
sociales, etc.
En el ámbito familiar las repercusiones suelen ser inmediatas.
Los pacientes evitadores arrastrarán a la familia a esas mismas
conductas o pueden generar en ellos sentimientos de culpa por
funcionar independientemente de ese miembro de la familia para
determinados planes que, en muchos casos, serían de descanso o
distracción. Los pacientes obsesivos pueden tender a incluir a fa-
miliares en sus conductas obsesivas. Si es así el paciente se que-
da más tranquilo, pero retrasa su curación, además de suponer
una mayor carga familiar; y si no lo es pueden generar tensiones
entre el paciente y la familia. Además, lo irracional de la ansie-
dad en muchas ocasiones puede producir un mayor malestar e in-
comprensión familiar. Estas repercusiones familiares son mayo-
res cuando el paciente es el ama de casa, o la persona que debería
sustentar económicamente a la familia, pues, habitualmente, se
altera su rendimiento laboral.
El aislamiento social es una de las repercusiones más fre-
cuentes entre los pacientes ansiosos por motivos muy diferentes,
aunque se hace especialmente llamativa en los pacientes con fo-
bia social y con agorafobia.
¿Qué es la ansiedad? 29

Otro aspecto importante, que puede terminar en la ruina per-


sonal y familiar es la repercusión que puede tener sobre el ren-
dimiento laboral. En algunos casos, además de frecuentes bajas
laborales, la situación deriva hacia una incapacidad total para lle-
var adelante un trabajo profesional. Esto a su vez generará pro-
blemas en el nivel económico y social de la persona y su familia.
Desde el punto de vista sanitario, se trata de personas que
suelen requerir e incluso demandar frecuente ayuda de los recur-
sos sanitarios. Baste recordar las frecuentes visitas a los servicios
de urgencias de las personas con crisis de angustia que creen es-
tar sufriendo un infarto de miocardio, o las frecuentes somatiza-
ciones de los pacientes ansiosos que generan exhaustivas pruebas
o exploraciones así como voluminosas historias clínicas.
¿Cómo se produce la ansiedad?

1. ¿CUÁLES SON LAS BASES BIOLÓGICAS DE LA ANSIEDAD?

Como ya hemos apuntado, la ansiedad puede estudiarse des-


de su vertiente biológica o psicológica. En principio, el estudio
biológico parece más sencillo por la posibilidad de objetivar y
medir los resultados. Lo cierto es que, ya sea por la complejidad
que entraña la ansiedad, ya sea por las limitaciones de estudiar
manifestaciones o síntomas originados en el cerebro, todavía
quedan muchas lagunas.
El estudio biológico abarca en primer lugar los estudios de
genética. Aunque parece que algunos de los trastornos de ansie-
dad tienen un mayor carácter hereditario, la opinión más general
es que se hereda una vulnerabilidad general a los trastornos de
ansiedad. Menos datos hay sobre la posible carga genética de las
personas que son ansiosas, pero no padecen un trastorno de an-
siedad.
Las últimas técnicas de neuroimagen cerebral superan las po-
sibilidades del tradicional escáner y de la resonancia magnética,
pues muestran el grado de función o actividad de las células del
cerebro (neuronas). Esto ha permitido localizar mejor las zonas
del cerebro relacionadas con los trastornos de ansiedad, aunque
las múltiples conexiones existentes entre las distintas partes del
32 La ansiedad

cerebro no han permitido aún obtener datos absolutamente con-


cluyentes.
El cerebro es, junto con las glándulas hormonales, la parte del
cuerpo que produce casi todas las sustancias químicas necesarias
para la vida. Algunas de estas sustancias químicas son las cono-
cidas como neurotransmisores, pues sirven para transmitir infor-
mación entre las neuronas del cerebro. Los neurotransmisores
más relacionados con la ansiedad son la serotonina y la noradre-
nalina. El avance en su conocimiento ha permitido la fabricación
de nuevos fármacos, más eficaces.
Pese a todos los avances realizados en estos campos, de los que
vamos a resumir los de mayor interés, siguen planteadas muchas
dudas acerca de los mecanismos básicos que ponen en marcha la
ansiedad, así como de la íntima conexión existente entre la ansie-
dad como emoción o fenómeno psíquico y sus bases biológicas.

1.1. ¿La ansiedad se hereda?

En principio, nadie dudaría que puede existir un componente


hereditario en las personas ansiosas. Todos conocemos personas
que lo son más, y que al comentarlo nos aclaran que «lógicamen-
te» han salido a su padre o a su madre, o a los dos. Estamos ha-
blando de una persona ansiosa, que no llega a tener un trastorno
de ansiedad. Estas personas pueden tener de manera habitual un
nivel de ansiedad superior al normal, o sencillamente reaccionar
de una manera especialmente ansiosa ante los estímulos.
Son personas que tienden a los dolores de cabeza de tipo «ten-
sional», o a padecer contracturas musculares, o que tienen una
especial dificultad para relajarse y disfrutar de actividades más
relajadas. Este parecido con uno o ambos padres podría guardar
relación con una cuestión puramente genética debido al tempera-
mento heredado, o a poseer una mayor sensibilidad en su sistema
nervioso central y periférico que le hace responder de manera
desproporcionada ante un estímulo que interpreta como peligro-
so. Pero también es verdad que la persona ha podido aprender de
¿Cómo se produce la ansiedad? 33

su padre o madre una serie de razonamientos, conductas o actitu-


des que generan ansiedad. Este aprendizaje puede ser transmiti-
do a través de mensajes concretos tanto por el contenido como
por la forma de decirlos («mira lo que le pasó a tu primo por
acercarse a un perro», «di siempre la verdad porque se coge an-
tes a un mentiroso que a un cojo», etc.). También puede apren-
derse sin una transmisión directa; la persona ve cómo razonan o
se comportan sus padres y aprende de esa manera (por ejemplo la
madre o padre que renuncia a subirse en un avión por miedo y
que razona que no hace falta viajar en avión para ser feliz).
De todos los trastornos de ansiedad, los que han demostrado
un mayor componente hereditario son los llamados trastornos de
pánico o de angustia, que veremos más adelante. En estos casos,
se sabe que alrededor de un 30% de los familiares en primer gra-
do (hermanos, hijos) de los pacientes que lo sufren tendrán tam-
bién esta enfermedad. En cambio, sólo un 2-4% de los familiares
en primer grado de una persona sana padecerán este trastorno.
Esta asociación familiar también se ha comprobado cuando se es-
tudian hermanos gemelos. La agorafobia (resumidamente, la an-
siedad ante situaciones o lugares en los que la persona tiene te-
mor a sufrir una crisis, y no poder escapar a un lugar seguro),
también parece tener un mayor componente hereditario, y de he-
cho se asocia con frecuencia a los trastornos de angustia. Existen
menos datos sobre otros trastornos de ansiedad como las fobias o
los trastornos obsesivo-compulsivos. Curiosamente, el trastorno
de ansiedad en el que lo característico es el estado habitual de an-
siedad (el trastorno de ansiedad generalizada), es el que parece
tener un menor componente hereditario.

1.2. ¿Hay alguna zona del cerebro encargada de producir


la ansiedad?

No resulta fácil hacer un planteamiento científicamente rigu-


roso y a la vez divulgativo de cómo se produce la ansiedad en el
cerebro. Algunos de los motivos de esta dificultad son:
34 La ansiedad

a) La gran complejidad de estructuras del cerebro, con un


papel de mayor o menor rango, lo que nos llevará a men-
cionar tan sólo las estructuras que se sabe tienen un papel
fundamental en la ansiedad.
b) Las múltiples comunicaciones o conexiones que existen
entre estas estructuras. El recurso pedagógico de simpli-
ficar los sistemas de conexiones dentro del cerebro a rela-
ciones en una sola dirección (A actúa sobre B, y B actúa
sobre C, etc.) no debería hacernos olvidar que también se
producen conexiones múltiples e incluso se da el caso de
dos estructuras que se estimulan o frenan mutuamente.
c) Las funciones que desarrolla cada estructura del cerebro
son múltiples, de forma que una lesión en una zona del
cerebro puede producir muy variadas alteraciones en fun-
ciones que podría pensarse que no se encuentran relacio-
nadas entre sí.
d) Para que una función cerebral u operación mental se lle-
ve a cabo se necesita que estén en perfectas condiciones
muchas estructuras cerebrales, y esto vale tanto para ope-
raciones intelectualmente muy sencillas (la marcha o el
equilibrio), como para aquellas tan complicadas como
atender una llamada telefónica mientras estamos escri-
biendo en el ordenador un texto sobre la ansiedad.
e) Aunque seamos capaces de conocer muchas o todas las
estructuras que participan en una función psíquica, y co-
nozcamos la mayoría de las conexiones que se están lle-
vando a cabo para desarrollar esa función, parece lógico
pensar que detrás de las funciones superiores haya un Yo
personal que aúne y rija dichas funciones, y que no puede
ubicarse en una zona concreta del cerebro.

Para poder explicar los mecanismos neuroanatómicos de la


ansiedad hemos seleccionado los dos circuitos del cerebro que
más se relacionan con este fenómeno. Se trata de dos circuitos
que están encargados de desencadenar una respuesta de alarma o
¿Cómo se produce la ansiedad? 35

alerta ante un estímulo hipotéticamente amenazante. Lógicamen-


te, y a eso podrían deberse algunos trastornos de ansiedad, este
mecanismo también podría ponerse en funcionamiento sin exis-
tir ningún estímulo, o ante un estímulo de baja intensidad en pro-
porción con el nivel de intensidad previsto para ponerse en mar-
cha en condiciones normales.

FIGURA 6
Núcleos del cerebro implicados en la ansiedad

Corteza Tálamo
cerebral

Hipocampo
Hipotálamo

Amígdala

I. El primero de estos circuitos tiene como pieza clave a la


amígdala (en griego «almendra», por su parecido). Este
núcleo interviene en organizar las respuestas de conducta
y orgánicas ante múltiples situaciones, como aquellas que
generan miedo, ira o repugnancia. En concreto, ante un
estímulo como el de ver que se nos acerca un animal pe-
ligroso a toda velocidad, la amígdala organizará una res-
puesta conductual (chillar o salir corriendo), una respuesta
del sistema nervioso autónomo (sudor frío, temblor, pali-
dez, etc.) y una respuesta hormonal (aumento del cortisol,
entre otras). La amígdala haría las veces de un interruptor
que se dispararía por diferentes vías. Según el tipo de es-
tímulos, existen tres tipos de mecanismos distintos para
encender dicho «interruptor».
36 La ansiedad

1.a) Uno de estos mecanismos es considerado el más pri-


mitivo y posiblemente más antiguo en la evolución
del hombre. Se trata de un mecanismo más bien sen-
cillo y burdo, poco específico, que se pondría en
marcha ante un estímulo sencillo, como un ruido de
grandes dimensiones inesperado o la sensación re-
pentina de estar suspendido en el aire. Parece que
estos estímulos son recibidos por una estructura del
cerebro denominada tálamo, que haría de interme-
diario antes de la llegada a la amígdala. Este meca-
nismo sería también el responsable de los estímu-
los que generan ansiedad de una manera aprendida.
Es decir, por ejemplo el que haría que cuando una
persona ha sido agredida físicamente con anteriori-
dad, ante el estímulo de ver que alguien le levanta la
mano, tienda a cubrirse o retirarse. Sería casi auto-
mático y no tendría como protagonista a la corteza
cerebral.
1.b) Un segundo mecanismo estaría encargado de proce-
sar estímulos más complejos. En este caso serían al-
gunas zonas de la corteza cerebral, conocidas como
corteza de asociación sensorial, las cuales ponen
en relación varios estímulos entre sí. Sería el caso
de la reacción de ansiedad que puede producir el ver
que se acerca corriendo por la misma acera un perro
ladrando. Lógicamente, para que tenga lugar esta
reacción, primero tenemos que ver y oír al perro.
Estas informaciones de zonas de la corteza relacio-
nadas con los distintos sentidos externos (la vista, el
oído, etc.) irán a parar a la amígdala, que pondrá en
marcha la respuesta de alerta.
1.c) Por último, el tercer mecanismo que podría activar
la amígdala es el que se utiliza para los estímulos
más complejos. Estos estímulos suelen implicar a
otras personas, y se refieren fundamentalmente a si-
tuaciones sociales. Analizar y hacerse cargo de una
¿Cómo se produce la ansiedad? 37

situación social implica no sólo analizar la informa-


ción de los sentidos externos, sino también las expe-
riencias anteriores y recuerdos, juicios de valor, etc.
Incluiría algunas de las operaciones más complejas
que realiza el cerebro humano, y aunque tienda a
darse una mayor importancia a alguna zona deter-
minada de la corteza cerebral, no se ubica en ningu-
na región de la corteza en concreto. Un ejemplo de
estímulo para este mecanismo sería el de una persona
que entra en una reunión social: primero analiza la
información de los sentidos de quiénes están y cómo;
y a eso asocia el ruido y tono de la voz, los recuer-
dos de reuniones anteriores, la experiencia de cómo
se ha relacionado hasta ahora con esas personas,
etc.; y la conclusión podría ser de alerta al pensar
que puede haber metido la pata apareciendo ahí o al
hacerlo con retraso.

FIGURA 7
Papel de la amígdala en la ansiedad
Estímulos Estímulos Estímulos Estímulos
instintivos aprendidos sensoriales combinados sociales

CORTEZA
CEREBRAL DE CORTEZA
TÁLAMO CEREBRAL
ASOCIACIÓN

AMÍGDALA
Memoria Planificación
de respuesta
HIPOTÁLAMO LOCUS COERULEUS
Sistema Nervioso
Autónomo
Cortisol
Adrenalina
38 La ansiedad

Sea cual sea el mecanismo generador de ansie-


dad que pone en marcha a la amígdala, ésta se en-
carga con posterioridad de organizar una serie de
respuestas que serán comunes. Por un lado, gracias
a su conexión con otra zona del cerebro llamada hi-
potálamo, se produce una liberación de hormonas
entre las que destaca el cortisol, causante a su vez
del aumento de la tensión arterial, la disminución
de la respuesta inflamatoria y de las defensas inmu-
nitarias, de la capacidad fértil, etc. De otra parte, la
amígdala, a través del denominado locus coeruleus
y de nuevo del hipotálamo, activa una parte del sis-
tema nervioso periférico denominado sistema ner-
vioso vegetativo o autónomo, llamado así porque
su control no es voluntario. Este sistema utiliza la
adrenalina, que produce síntomas como temblor, su-
dor, aumento de la frecuencia cardíaca, sequedad de
boca, mayor necesidad de orinar, etc. Igualmente, la
amígdala, al conectar con algunas zonas de la cor-
teza cerebral, pone en marcha la planificación de
conductas que irán dirigidas a la neutralización del
estímulo que ha producido la ansiedad. Por último,
también se llevan a cabo operaciones más compli-
cadas como el almacenamiento de la experiencia
vivida.
II. El segundo modelo neuroanatómico que explicaría la pro-
ducción de la ansiedad es conocido también como el «sis-
tema de evaluación del riesgo», y tiene como protagonista
al hipocampo. Se trata de un sistema que evalúa los estí-
mulos que recibimos y los compara con los que esperába-
mos recibir. En este circuito intervienen algunas de las es-
tructuras más complejas del cerebro. Ante un estímulo
ambiental, especialmente si se trata de un estímulo nove-
doso, o que genera rechazo, o incluso innato, se podría
activar este sistema, que generaría distintas conductas:
una inhibición de la conducta o bloqueo que puede llegar
¿Cómo se produce la ansiedad? 39

hasta la parálisis; un aumento del análisis del medio en


que se ha recibido el estímulo, para lo cual se ponen los
sentidos en alerta y se dirige la atención de manera prefe-
rencial a determinados puntos; y un aumento de la con-
ducta de defensa que podría conllevar una actitud de huida
o de ataque. El hipocampo sería el encargado de compa-
rar los estímulos recibidos con los esperados y pondría en
marcha las respuestas fisiológicas de la ansiedad. El hipo-
campo está conectado con una parte de la corteza cere-
bral, que será la encargada de elaborar un plan de res-
puesta.

FIGURA 8
Papel del hipocampo en la ansiedad,
o sistema de evaluación del riesgo

Estímulos Estímulos
percibidos esperados

HIPOCAMPO

HIPOTÁLAMO LOCUS CORTEZA


COERULEUS CEREBRAL

Sistema
Nervioso
Autónomo

Adrenalina
Cortisol
Planificación
de conductas Memoria
40 La ansiedad

1.3. ¿Cuáles son las bases bioquímicas de la ansiedad?

Existen distintas teorías o modelos que tomados en su con-


junto nos ayudan a tener una idea más cabal de las bases biológi-
cas de la ansiedad, pero que en ningún caso pretenden explicar
todos los procesos relacionados con ella.
Uno de los modelos más conocidos es el del lactato o «teoría
metabólica». Se sabe que a la mayoría de las personas que pade-
cen de manera espontánea crisis de angustia se les puede inducir
una nueva crisis inyectándoles lactato por vía intravenosa. Sólo
unos pocos de los que padecen otros cuadros de ansiedad o de las
personas sanas sufrirán una crisis tras el lactato. Las críticas a
este modelo son que las personas padecen los síntomas somáticos
propios de las crisis de angustia pero no tanto los síntomas psí-
quicos. Además, el que a una persona propensa a sufrir crisis de
angustia se le someta a una inyección que sabe que le puede pro-
ducir una crisis de esas que tanto teme, se podría entender como
un estímulo estresante en sí mismo, que se solaparía con el efec-
to del lactato. En todo caso, se trataría de un modelo válido para
algunos casos de personas con ansiedad.
Otro modelo es el de la «teoría de la falsa alarma», que se
apoya en que hay una mayor sensibilidad en el cerebro al anhí-
drido carbónico (CO2), y se percibe una situación de asfixia
donde no la hay. En las personas sanas hay un dispositivo que de-
tecta cuándo puede estar produciéndose una asfixia (p.ej. que
aumente el anhídrido carbónico en la sangre). Este mecanismo
estaría mal regulado en estas personas, de manera que con un li-
gero aumento del anhídrido carbónico se dispara automática-
mente una respuesta de aumentar el ritmo de ventilación, acom-
pañado de una sensación de dificultad respiratoria. Sería lo
equivalente a un mecanismo de defensa contra incendios que
estuviera regulado tan a la baja que saltara con el humo de un
cigarrillo, sin que realmente exista un incendio. Esta hiperven-
tilación y sensación de dificultad respiratoria serían las causan-
tes del aumento de la ansiedad y no al revés. Hay autores que
han llegado a decir que algunas personas ansiosas tienen de ma-
¿Cómo se produce la ansiedad? 41

nera habitual una cierta hiperventilación por esta mayor sensibi-


lidad, aunque no se ha llegado a demostrar.
La noradrenalina es un neurotransmisor que actúa como
mensajero tanto en el torrente circulatorio como en el sistema ner-
vioso. En el sistema nervioso central hay un núcleo denominado
locus coeruleus que contiene gran cantidad de noradrenalina, y
que es considerado como uno de los responsables de las reaccio-
nes de alerta del organismo. De hecho, si se estimula eléctrica-
mente esa zona en un animal, se produce una respuesta fisiológica
similar a cuando se trata de un peligro real. Por el contrario, si ex-
tirpamos esa zona desaparece la capacidad del animal para res-
ponder a dichos estímulos. Además, hay sustancias que estimulan
o bloquean la noradrenalina, y se sabe que repercuten en ambos
sentidos sobre los síntomas de ansiedad. Por último, permanece
aún la controversia de si este aumento de la noradrenalina es cau-
sa o consecuencia de la reacción del organismo ante la ansiedad.
Una teoría que ha cobrado especial interés recientemente es
la que sitúa a otro neurotransmisor, la serotonina, como el prin-
cipal mediador de la ansiedad. El interés aumentó hace pocos
años, cuando se comprobó que los antidepresivos que actuaban
sobre la serotonina tenían un efecto terapéutico contra la ansie-
dad. Estos datos iniciales se han ido confirmando posteriormente,
de manera que actualmente estos antidepresivos se han conver-
tido en el tratamiento de elección para algunos casos de trastor-
nos de ansiedad. Como ya hemos señalado en el caso de la no-
radrenalina, también hay sustancias que estimulan o bloquean la
acción de la serotonina, y que vendrían a confirmar su importan-
cia en la génesis de la ansiedad. En este sentido, interesa comen-
tar que sustancias que actúan aumentando la acción de la sero-
tonina, como algunos psicoestimulantes que se consumen como
sustancias tóxicas (por ejemplo el LSD o algunas drogas de sín-
tesis tan extendidas entre la juventud) están relacionadas con el
desarrollo de trastornos de ansiedad entre sus consumidores.
42 La ansiedad

TABLA 5
Sustancias implicadas en las bases neuroquímicas de la ansiedad
• Serotonina
• Noradrenalina
• Anhídrido Carbónico (CO2)
• Ácido láctico

2. TEORÍAS PSICOLÓGICAS DE LA ANSIEDAD

2.1. Modelo del psicoanálisis de Freud: ansiedad y neurosis

El concepto de ansiedad tiene un papel central en la teoría psi-


coanalítica de Freud y en su modo de entender las neurosis. Este
autor sitúa a la ansiedad como el componente central de las neu-
rosis. En contraposición con autores anteriores como Cullen, que
es quien emplea por primera vez este término, Freud sostiene que
la neurosis tiene un origen psicógeno. Para llegar a esa conclusión
llegó a elaborar hasta tres teorías a lo largo de su vida.
Su primera teoría, denominada «hipótesis de la transforma-
ción», defiende que la ansiedad se produce por la transformación
de una energía en otra. Dice que cuando no se descarga la ener-
gía de la libido se acaba transformando en otra manifestación so-
mática, que es la ansiedad. Al reprimir la libido, aparece la ansie-
dad. Llegó a matizar que la ansiedad era proporcional a la libido
reprimida.
Posteriormente reformuló su teoría, pues no explicaba sufi-
cientemente el aspecto psicológico de la ansiedad. De este modo,
propuso como punto fundamental en la génesis de la ansiedad el
modo en que la persona se enfrentó a la primera experiencia trau-
mática de su vida. El resultado de este —digamos— combate
marcará el grado de ansiedad de cada uno. Aparece ya la idea de
la ansiedad como una reacción ante un peligro externo, y consi-
dera la ansiedad del adulto como un reflejo de experiencias afec-
tivas desagradables en la infancia.
¿Cómo se produce la ansiedad? 43

Por último, realiza una última formulación para poder ade-


cuarla a su teoría estructural del aparato psíquico del hombre, di-
vidido en: Ello, Yo y Super-Yo. Llamó a esta hipótesis la «ansiedad
señal», y en ella distingue una ansiedad «automática» que apare-
ce cuando una persona se enfrenta a un peligro extremo, y una
ansiedad «señal», que aparece cuando el individuo anticipa una
posible amenaza futura, y que le sirve como señal para ponerse
en guardia. En ocasiones, el peligro es un deseo que la persona
tiene reprimido, por lo que empleará unos mecanismos de defen-
sa para controlar esos deseos. Según esta nueva formulación, la
ansiedad provocaría una represión, y no al revés, como proponía
en su primera hipótesis. Desde este punto de vista, el tratamiento
de la ansiedad se dirigiría a estudiar los conflictos internos que
dan lugar a la ansiedad, su significado inconsciente para la perso-
na, y los mecanismos de defensa que ha desarrollado el sujeto
para controlarla.

FIGURA 9
Origen psicológico de la ansiedad según la teoría psicoanalítica

Percepción de la amenaza

Conflicto Represión

ANSIEDAD Mecanismos de defensa

Psicoterapia
44 La ansiedad

2.2. Modelos cognitivo–conductuales

La mayoría de los modelos que se emplean actualmente se


encuentran dentro de este apartado. Son modelos más operativos
que el psicoanalítico y apoyan sus hipótesis en trabajos experi-
mentales. De todas formas, la mayoría de estos estudios experi-
mentales se han realizado en animales de laboratorio, para des-
pués extrapolar los resultados al hombre. Lógicamente, aunque
se intenta buscar modelos de funcionamiento animal que se pa-
rezcan lo más posible al humano, se trata de funciones sencillas,
con diferente capacidad de extrapolación, y sin contar con el com-
ponente intelectual. En este sentido, no sorprende que pese a ha-
ber arrojado alguna luz sobre el comportamiento humano —en este
caso, sobre la ansiedad—, no pasen de ser modelos, y no se en-
cuentran exentos de críticas. El supuesto principal de la mayoría
de estas teorías es que la ansiedad es una respuesta aprendida. Por
la complejidad de algunos de estos modelos vamos tan sólo a
describir de manera sintética los más conocidos.
a) Una de las primeras teorías explicativas de la génesis de la
ansiedad fue la planteada por el psicólogo norteamericano James
y el fisiólogo danés Lange. Según estos autores, las situaciones
que generan emociones provocan un conjunto de respuestas fi-
siológicas, tales como temblor, sudor y aumento de la frecuencia
cardíaca. A la vez, estas situaciones también producen algunas
conductas como la de apretar los puños o la mandíbula, o lanzar-
se a la lucha. Así, el cerebro captaría estas manifestaciones fisio-
lógicas y conductuales, y serían éstas las que desencadenarían la
ansiedad: por eso cuando vemos que temblamos y nos sentimos
mal, experimentamos miedo.
Esta teoría puede chocarnos de entrada, y parecernos contra-
dictoria con nuestra experiencia. Tendemos a pensar que las emo-
ciones nacen siempre directamente del interior, y que las mani-
festaciones externas no son sino acontecimientos secundarios.
Esta teoría podría venir apoyada por experiencias como la de po-
nernos colorados ante el comentario de otra persona sin que ha-
yamos apreciado una sensación de vergüenza. Sería en todo caso
¿Cómo se produce la ansiedad? 45

discutible que no haya existido un pensamiento intercalado que


haya generado esa emoción y esas manifestaciones externas. Tam-
bién podrían apoyar esta hipótesis las emociones simuladas. Es
decir, cuando una persona simula una emoción (como los acto-
res), esto puede generar cambios en las manifestaciones periféri-
cas y acabar sintiendo realmente esa emoción. Por último, el hecho
de que las emociones sean «contagiosas» —como la risa que pro-
duce el ver a otra persona reírse— podría tener que ver con ese pro-
ceso digamos inverso, de que sea lo externo lo que genera las
emociones internas.
De todas formas, aunque la percepción de las manifestacio-
nes de esa reacción fisiológica alimente y perpetúe la propia an-
siedad, no puede deducirse de ahí que ese sea su único origen.

FIGURA 10
Teoría de James y Lange sobre el origen psicológico
de la ansiedad

SITUACIÓN
ANSIÓGENA

MANIFESTACIONES MANIFESTACIONES
FISIOLÓGICAS MOTORAS

ANSIEDAD

b) Unos años más tarde, a inicios del siglo XX, Watson y


Rayner intuyeron, al observar un caso de fobia en un niño, que la
ansiedad podría ser una respuesta emocional aprendida (condi-
cionada de tipo negativo). En el famoso experimento de Paulov
46 La ansiedad

con perros, después de asociar durante varios días el sonido de


una campanilla a la comida, se observó que cuando se tocaba la
campanilla, automáticamente el perro segregaba el jugo gástrico.
Siguiendo estos principios conductistas, estos autores concluye-
ron que cuando una persona asocia un hecho en principio neutro
con una experiencia desagradable como la ansiedad, y esto se re-
pite, acabará padeciendo ansiedad ante la aparición del estímulo
neutro. De todas formas, esta teoría no explica la mayoría de las
ansiedades y miedos de las personas, pues no siempre existe una
asociación de este tipo o, si la hay, puede tratarse de un suceso
aislado, como por ejemplo el miedo al ascensor después de que
un día nos quedáramos bloqueados y lo pasáramos mal. Si esto
no se repite, según esta teoría, el miedo o la ansiedad deberían ir
desapareciendo, y no siempre ocurre así.

FIGURA 11
Teoría de Watson y Rayner sobre el origen psicológico
de la ansiedad

ESTÍMULO NEUTRO ANSIEDAD

ESTÍMULO NEUTRO ANSIEDAD

ESTÍMULO NEUTRO ANSIEDAD

ESTÍMULO ANSIEDAD

c) Posteriormente, Eysenck sostuvo que la ansiedad o el mie-


do se pueden incubar ante estímulos muy intensos de corta dura-
ción, pues lo que refuerza la ansiedad es asociar el final del estí-
mulo con la desaparición de la ansiedad. Dicho de otro modo,
¿Cómo se produce la ansiedad? 47

asociamos el bienestar a la finalización del estímulo (por ejem-


plo, a la llegada del ascensor a la planta y abrirse las puertas), por
lo que valoraremos como positiva la desaparición del estímulo o
su evitación. Además, existen unos rasgos de la personalidad que
facilitarían en la persona este aprendizaje y que tenemos todos,
aunque cada uno en mayor o menor cantidad. Según este autor,
para curarse la persona tendría que exponerse durante mucho
tiempo al estímulo.

d) Otros autores sostienen que hay unos estímulos determi-


nados que se pueden asociar a la ansiedad mejor que otros. Ha-
bría un aprendizaje evolutivo en la especie, la cual, para adaptarse,
tiende a evitar o temer esos estímulos potencialmente peligrosos,
que pasarían a ser instintivos. Sería como el hecho de que un
niño, aunque nadie le hubiera agredido nunca ni lo hubiera visto,
sufriera miedo ante alguien que le levanta la mano. Su carácter
instintivo haría que se aprendieran fácilmente, fueran irraciona-
les y costara mucho vencerlos.
Como puede observarse, todas estas teorías anteriores dan
muy poca o ninguna importancia al papel de los factores cogniti-
vos en la génesis de la ansiedad, más allá del aprendizaje. Más
recientemente han surgido teorías que intentan relacionar proce-
sos psicológicos cognitivos con otros biológicos (genéticos, fi-
siológicos, etc.). Estaríamos hablando de un aprendizaje en per-
sonas que tienen una predisposición. Una de estas teorías es la de
Ohman, que se basa en el procesamiento de la información, apli-
cada inicialmente a las fobias. Según este autor, tenemos dos for-
mas de procesar los estímulos: un procesamiento automático que
actuará de manera rápida e inespecífica, y otro procesamiento que
denomina controlado y requiere una atención consciente y volun-
taria, y que será más lento, creativo y concreto. En principio, un
estímulo importante dispara el procesamiento automático con ur-
gencia, lo que conlleva una respuesta fisiológica y unas conduc-
tas muy parecidas entre sí. Otros estímulos serán procesados de
manera controlada, siguiendo dos pasos consecutivos: primero
evaluamos las características del estímulo, y posteriormente va-
48 La ansiedad

loramos nuestra capacidad para hacer frente a esa situación. Para


esta segunda evaluación podemos contar con experiencias vividas
u oídas, así como con los modos más o menos arraigados en que
hemos afrontado con anterioridad situaciones similares. Como re-
sultado de estas dos evaluaciones, la persona seleccionará una res-
puesta. Posiblemente, en los cuadros de ansiedad más resistentes,
el procesamiento automático puede con el controlado.

FIGURA 12
Teoría de Ohman sobre el procesamiento
de la información y la ansiedad

Estímulo intenso Estímulo no intenso

Procesamiento Procesamiento
controlado
automático

1.ª evaluación
del estímulo Memoria de
experiencias
anteriores
Respuesta
fisiológica y 2.ª evaluación
del estímulo Estilos de
conductual afrontamiento
inespecífica
Respuesta
específica

e) Por último, resumiremos la teoría de la expectación del


miedo y ansiedad de Reiss y McNolly, planteada en la década de
1980. Esta teoría se apoya en que la mayoría estamos motivados
a eliminar estímulos que provocan expectativas de peligro, y va-
mos aprendiendo los estímulos ambientales que nos ponen ansio-
sos. La ansiedad total será la suma de la motivación que sintamos
¿Cómo se produce la ansiedad? 49

hacia la evitación del peligro más la que sintamos hacia la evita-


ción de la ansiedad (teniendo en cuenta que cada persona tiene
distinta «sensibilidad a la ansiedad»).
Como puede verse en este abreviado recorrido histórico por
las diferentes teorías psicológicas sobre la génesis de la ansiedad,
existe una cierta polarización hacia las fobias, posiblemente por la
mayor facilidad para realizar estudios experimentales. Ninguna
de estas teorías explica la totalidad del fenómeno de la ansiedad;
cada una explica de una manera mejor, aunque no absoluta, una
parte del complejo fenómeno de la ansiedad.

2.3. Aspectos psicológicos de mayor interés en el origen


de la ansiedad

Para facilitar el acercamiento más actual a las bases psicoló-


gicas de la ansiedad, queremos destacar algunos aspectos de es-
pecial relevancia, en nuestra opinión, que haría las veces de un
resumen desde una perspectiva actual. Para ello hablaremos del
papel de la educación centrada en la familia, de la importancia de
los acontecimientos vitales y el modo de afrontarlos, y de algu-
nos aspectos cognitivos de especial relevancia.

a) La influencia del entorno familiar sobre el desarrollo de


la personalidad de los hijos es obvia. Evidentemente, esa influen-
cia no determina la personalidad, pero es fundamental. Como es-
tamos hablando de los factores psicológicos, no entraremos al
aspecto genético del temperamento que heredamos de nuestros
padres, y que hace que un hijo pueda parecerse a uno de sus pro-
genitores en los rasgos ansiosos, incluso sin haberlo conocido.
Nos centraremos por tanto en dos aspectos que aunque no tendrían
por qué ser propiamente de la familia, sí guardan una mayor re-
lación con ella: la ansiedad de separación y el aprendizaje vica-
rio de la ansiedad.
La ansiedad de separación es una conducta hasta cierto punto
normal en algunas etapas del desarrollo, especialmente entre los
50 La ansiedad

6 meses y los 2 años de edad. Se trata de una reacción emocional


ante el hecho real o imaginario de la separación de una persona
con la que el niño está relacionado emocionalmente; típicamen-
te, la madre. Se puede ver como un mecanismo de defensa unido
al instinto de supervivencia, de evitar quedar desamparado. Tie-
ne dos fases: una primera fase en la que el niño realiza conductas
dirigidas a buscar ayuda (fase de protesta), y una segunda en la
que se abandona (fase de conductas pasivas).
Además de este fenómeno de la infancia, algunos autores han
querido ver una asociación entre la ansiedad de separación de la
infancia y los cuadros de ansiedad en el adulto. En concreto, su-
gieren que estas dos fases explican por qué algunas personas re-
accionan ante acontecimientos vitales negativos emocionalmen-
te con cuadros de ansiedad (como si se quedara en la actitud de
protesta) mientras que otras sufrirían alteraciones del estado de
ánimo (con conductas pasivas propias de la desesperanza). Algu-
nos estudios no corroborados muestran que personas que han pa-
decido ansiedad de separación en la infancia sufrían con más
frecuencia trastornos de ansiedad de adultos. Por último, el mis-
mo mecanismo que produce la ansiedad de separación en el niño
podría estar relacionado con la ansiedad que le genera a una per-
sona dependiente emocionalmente, o con una personalidad emo-
cionalmente inestable, la separación real o posible de aquellas
personas o situaciones con las que se encuentre especialmente
vinculada.
El segundo aspecto que creemos interesante comentar es el
aprendizaje vicario. Según esta teoría, para adquirir una habili-
dad o conocimiento no es necesario que la persona realice esa ac-
tividad personalmente, sino que puede aprenderla simplemente
observando como la realiza otra persona. En nuestro caso, un hijo
puede aprender un comportamiento ansioso y con tendencia a la
evitación, o unas manifestaciones de ansiedad somática, viendo
a alguno de sus padres comportarse de ese modo. Es el caso del
hijo que ve que su padre o madre no se quiere subir sistemática-
mente en atracciones como la montaña rusa por un miedo más o
menos manifestado, o que ve en alguno de sus padres conductas
¿Cómo se produce la ansiedad? 51

repetidas de asegurarse de que está cerrado el gas, o que siempre


mira los cambios porque «nunca se sabe cuándo te engañan» o
«basta que te confíes para que se aprovechen de ti», etc.

b) Otro factor importante es el papel de los acontecimientos


vitales, tanto como desencadenantes del cuadro de ansiedad,
como en su mantenimiento en el tiempo. Vimos con anterioridad
que no tiene por qué existir un acontecimiento previo a la ansie-
dad, como si fuera una relación causa-efecto. Es más, un dato
que puede ayudarnos a distinguir la ansiedad del miedo es, preci-
samente, cuando no hay un factor desencadenante. Puede decirse
que la ausencia de un factor causal es más genuino de la ansiedad
frente al miedo. De todas formas, es bastante frecuente que la an-
siedad se produzca tras un acontecimiento vital puntual o, toda-
vía más frecuente, durante una situación mantenida en el tiempo.
Algunos autores han definido los acontecimientos vitales como
experiencias objetivas que alteran o amenazan con alterar las ac-
tividades usuales del individuo, causando un reajuste sustancial
en su conducta. Evidentemente, esa experiencia será objetiva en
cuanto forma parte de la realidad, pero su percepción puede ser
muy distinta según la persona. En cualquier caso, esos aconteci-
mientos vitales exigen un cambio en la conducta del individuo, y
se puede concluir que cuanto mayor sea el cambio exigido, ma-
yor es el potencial de tensión o ansiedad que puede generarse.
Del mismo modo que cuanto mayor sea la diferencia de altura
del agua que cae en las centrales hidroeléctricas, mayor cantidad
de energía o tensión producirá.
A veces son acontecimientos vitales que podríamos calificar
como mayores, capaces de generar por sí solos un cuadro de an-
siedad que puede perpetuarse en el tiempo. Este tipo de situacio-
nes —lo veremos— pueden llegar a producir enfermedades o
trastornos de ansiedad como la reacción a estrés agudo, o el tan
conocido (por el cine comercial), trastorno por estrés postraumá-
tico. En general, son situaciones traumáticas desde el punto de
vista físico o psíquico (accidentes, pérdida de algún ser querido,
sufrir o presenciar conductas violentas, etc.).
52 La ansiedad

Con más frecuencia son situaciones o acontecimientos de me-


nor intensidad pero mantenidos en el tiempo los que provocan
un estado de ansiedad. Puede ser problemas de tipo práctico, fas-
tidiosos y que no se pueden resolver (por ejemplo, el tráfico), su-
cesos fortuitos incontrolables (como las inclemencias del tiempo),
o contrariedades en las relaciones interpersonales (discusiones,
etc.).
Aunque en muchos casos sea indiscutible el papel de los
acontecimientos vitales, suele ser más importante el modo en que
los percibimos y nos enfrentamos a ellos. Como dice el refrán «todo
depende del color del cristal con que se mira». En este caso, el
«cristal» utilizado es en sentido amplio el tipo de personalidad, y
en sentido más estricto los estilos de afrontamiento que tenga una
persona.

c) Por lo que respecta a los tipos de personalidad, hay algu-


nos que parecen estar más asociados con los cuadros de ansiedad.
De entre todos ellos destacaremos tres, que en algunas clasifica-
ciones, como la de la Asociación Americana de Psiquiatría, se en-
cuentran agrupados según se trate de personas temerosas y ansio-
sas.
El primero de estos tipos de personalidad es la denominada
Personalidad ansiosa o evitativa. Estas personas se caracterizan
por tener frecuentes sentimientos de temor o tensión. Presentan
una preocupación excesiva por ser criticados o ante el miedo a
fracasar, lo que les lleva a tener un estilo de vida muy restrictivo,
sin «riesgos». Esto les dificulta, entre otras cosas, entablar nue-
vas relaciones interpersonales por la inseguridad de saber si serán
aceptados o no. Son personas que no buscan lo novedoso, y que
ante la duda tenderán sistemáticamente a la evitación. Exterior-
mente pueden dar una imagen de adecuación, en cuanto parecen
personas prudentes y sensatas, que se conforman con poco. Esto
puede valerles más de un halago por parte de otras personas, pero
en el fondo, se comportan así no porque hayan valorado de ma-
nera libre y madura sus conductas, sino porque se ven impulsa-
dos a actuar así de acuerdo a su forma de ser.
¿Cómo se produce la ansiedad? 53

Un segundo tipo de personalidad implicado es la Personali-


dad dependiente. En este caso, la persona tiende a permitir o fo-
mentar que otros asuman responsabilidades importantes en su
vida, y a necesitar el consejo o la confirmación de otras personas
para tomar decisiones. Estas personas se sienten mal, con sensa-
ción de abandono, cuando se encuentran solos; o temen, sin mo-
tivo aparente, que las personas de las que dependen les abando-
nen, por lo que pueden adoptar conductas de sumisión para evitar
a toda costa esa posibilidad. Una forma de dependencia más fre-
cuente y sibilina es la que podemos tener de la imagen que da-
mos al exterior; cuando nos influye decisivamente lo que pensa-
mos que se espera de nosotros, frecuentemente, las expectativas
de los padres o de otra persona querida. Estas personas soportan
muy mal pensar que han podido herir a otra, que se ha podido
malinterpretar algo que han dicho o hecho, y se sienten obligadas
a poner remedio cuanto antes a esa situación. La dependencia
como tal conlleva una cierta falta de libertad, lo cual permitirá
distinguirla de aquellas conductas fruto del amor o el respeto a
padres, cónyuge, etc.
Por último, la Personalidad anancástica, cuyo nombre pro-
viene del griego y significa obligado, forzado. Son personas ten-
sas, con dificultad para decidir y preocupaciones excesivas moti-
vadas por su inseguridad. Esta misma inseguridad les lleva a darle
muchas vueltas a las cosas —a rumiarlas— antes, durante y des-
pués de llevarlas a cabo. Como si tuvieran la impresión de que
por darle más vueltas van a acertar, cuando todos sabemos que a
partir de un número determinado de vueltas ya no se avanza sino
que se retrocede en la seguridad. Suelen ser personas controlado-
ras, a quienes les gusta prevenir los posibles riesgos y alternati-
vas, lo que hace que estén excesivamente en los detalles y que
tiendan a ampliar, comprobar y confirmar la información que ne-
cesitan. También por esta tendencia les tranquiliza hacer listas y
repasar mentalmente las tareas, para no olvidarse de nada. Son
personas perfeccionistas en su modo de hacer las cosas. El per-
feccionismo no es el deseo de hacer bien las cosas, sino una des-
proporción desde varios puntos de vista. Por un lado hay despro-
54 La ansiedad

porción entre el esfuerzo aplicado y el resultado pretendido, como


el alumno que repite los apuntes por haberse confundido al seña-
lar con colores o separar un párrafo de otro. Desproporción tam-
bién en que, aunque hagamos algo lo mejor que cabe, lo valora-
remos no como diez sino como cinco. Este perfeccionismo está
potenciado por la tendencia demasiado frecuente en estas perso-
nas a hacer valoraciones.
El anancástico tiende a dar una mayor importancia a cues-
tiones morales, o de justicia, que las personas de su entorno; a
la vez que le resulta difícil hacer alguna trampa o cometer in-
fracciones. El perfeccionismo les lleva a tener una preocupa-
ción excesiva por el rendimiento de sus actividades, dando una
importancia desproporcionada a los resultados frente al esfuer-
zo y la intención con la que realizaron esa tarea. La inseguridad
les llevará a ser rígidos y obstinados, y no tanto porque estén
seguros de que son los mejores o de que llevan la razón, sino
porque ese es el modo en que «hay que» hacer las cosas, o como
se han hecho siempre. Por último, tienen una cierta dificultad
para expresar las emociones, quizá por su necesidad de dar una
imagen de adecuación y de que sus emociones no le dejen en nin-
gún momento «fuera de control». En definitiva, se trata de una
personalidad fantástica para el buen funcionamiento del trabajo,
la casa, la sociedad, etc., pero a costa de un precio muy alto: el
bienestar de la persona.

Como puede verse, hay algunos rasgos de personalidad que


son comunes a varios tipos de personalidad, y otros que resultan
más específicos de un tipo determinado. Desde este punto de vis-
ta, querríamos ahora resaltar aquellos rasgos de personalidad más
relacionados con la tendencia a padecer ansiedad:

• La inseguridad. Una persona insegura carece de firmeza


en sus opiniones, conductas y actitudes; resulta fácilmente
influenciable y tiende a ceder ante las presiones exterio-
res. La inseguridad se asocia directamente al miedo a co-
meter errores o al fracaso. Tanto la propia situación de duda
¿Cómo se produce la ansiedad? 55

como la posibilidad de cometer ese error son causas muy


frecuentes de ansiedad. El inseguro realmente busca la cer-
teza, no la verdad. Para encontrar esa certeza rebusca en el
pasado, en experiencias anteriores o datos acumulados, e
intenta atar cabos para conseguir una seguridad en el futu-
ro; y cuando se da cuenta que los cabos son tan pequeños
que no le permiten hacer el «nudo» y dar por zanjado el
asunto, se pone tenso. No se da cuenta de que la verdad se
busca hacia delante, arriesgándose al error, a la aventura,
renunciando de algún modo a las seguridades.
• La baja autoestima puede contribuir al componente ansio-
so de la personalidad. Además se asocia muchas veces a la
inseguridad. La persona con baja autoestima tiende a pen-
sar en lo que se espera de ella más que en lo que realmen-
te quiere hacer. La baja autoestima hace ver más dificultosa
la consecución de sus objetivos y tiene que dar el máximo de
sí para poder «estar a la altura». Podrá, equivocadamente,
intentar apoyar su autoestima en la consecución de deter-
minadas metas o resultados, lo que le mantendrá en una
tensión frecuente para obtener nuevos logros y conservar
los que ya tiene.
• La introversión también puede tener un papel importante.
No hay que confundir introversión–extroversión con el
número de palabras por minuto. La introversión es la ten-
dencia a replegarse sobre uno mismo, una desproporción
entre la mirada y vida hacia dentro y hacia fuera. La per-
sona tiene dificultad para comunicar y expresar sus emo-
ciones, y se vuelve más analítica. Como si tuviera su propio
«laboratorio» interior donde pretende resolver las situa-
ciones o conflictos, y para eso utiliza como materia prima
su rico mundo interior de pensamientos, recuerdos y expe-
riencias. La introversión dificulta el necesario contacto
exterior para poder valorar las cosas de manera proporcio-
nada y más realista. Además, la menor expresión de senti-
mientos puede facilitar que aparezcan tensiones interiores
que no pueda o sepa resolver, o sencillamente vaciar. Como
56 La ansiedad

bien decía santa Teresa de Jesús, todas las personas nece-


sitamos nuestros «desaguaderos».
• Otro rasgo de personalidad interesante es la dependencia
emocional. Este rasgo representa la necesidad afectiva que
puede tener una persona de otra. No estamos hablando por
tanto de una necesidad de dos personas que se quieren y se
necesitan de una manera libre. Realmente no siempre es
fácil detectar esta diferencia, pero al menos sí podemos
decir que, en el caso de la dependencia, se pierde la pro-
porcionalidad y la libertad. Las personas con mayor de-
pendencia emocional, cuando tienen cerca a la persona de
la que dependen, temen que se pueda producir la separa-
ción y viven con la tensión de no hacer nada que pueda
provocar que la otra persona le deje; y cuando se encuen-
tran separadas es como la tensión que se percibe cuando
se separa un imán del metal al que estaba pegado.
• Por último, hablaremos de la tendencia a la evitación, aun-
que nos detendremos algo más cuando hablemos de los
estilos de afrontamiento. No en vano, como vimos con an-
terioridad, hay un tipo de personalidad denominada ansio-
sa o por evitación. Lógicamente, la persona que tiende a
evitar como modo de solucionar las cosas que teme nunca
se acostumbrará a ellas, y, lo que es peor, nunca sabrá si
realmente le resultará negativa esa experiencia, o si es fru-
to de su imaginación y necesidad de controlar la situación.
El niño que evita dormir con la luz apagada por miedo a
que aparezca el «coco» y no lo pueda ver, nunca podrá com-
probar que realmente no existe tal «coco», y seguirá dur-
miendo con la luz encendida; o el adulto que evita actuar
en un karaoke por el miedo al ridículo nunca llegará a sa-
ber lo divertido que puede ser. Por lo demás, son muy po-
cos los problemas que se solucionan evitándolos, y si no
que se lo pregunten a las avestruces.
¿Cómo se produce la ansiedad? 57

TABLA 6
Importancia de la personalidad en el origen de la ansiedad

Tipo de personalidad Rasgos de personalidad


• Personalidad ansiosa o evitativa • Inseguridad
• Personalidad anancástica • Baja autoestima
• Personalidad dependiente • Introversión
• Dependencia emocional
• Tendencia a la evitación

Como dijimos con anterioridad, el estudio del tipo de perso-


nalidad puede ser orientativo, pero tiende quizá a encasillar a las
personas y resulta menos específico. En cambio, puede resultar
de mayor interés repasar los rasgos de personalidad, como ya he-
mos hecho, y los distintos modos de afrontar las situaciones pro-
blemáticas. En algunos casos, el modo de afrontar puede ser la
causa de la ansiedad, tanto por no conseguir resolver la situación
como por ser un modo de hacerlo que aumente la tensión, o ambas
cosas a la vez. El término «afrontamiento» se utiliza habitual-
mente para referirse al estrés, pero por analogía lo podemos uti-
lizar también para referirnos a la ansiedad. Se puede definir como
el esfuerzo cognitivo y conductual que hace el individuo para ma-
nejar las situaciones internas y externas que generan ansiedad,
así como la propia ansiedad generada.

d) Existen varias teorías que intentan explicar los diferentes


estilos de afrontamiento. Una de las primeras nos habla de un
componente denominado represor–sensibilizador. Estos dos tér-
minos serían los extremos opuestos, de manera que se puede ser
desde muy represor y nada sensibilizador, hasta muy sensibiliza-
dor y nada represor, pasando por todas las posibilidades interme-
dias. Cuanto más represor es un individuo, más tiende a evitar o
negar el problema. Aparentemente es bueno porque genera de en-
trada menos ansiedad, pero estas personas son las que tienen más
alteraciones fisiológicas de ansiedad. La «procesión va por den-
58 La ansiedad

tro». Es como la persona que ingiere un alimento que no consigue


digerir, y aunque no sea todavía consciente de que le ha sentado
mal por no haber dado la cara, habría determinaciones fisiológi-
cas de la mala digestión. Es más, a medio plazo puede ocasionar
mayor malestar haberlo «reprimido» que resolverlo de manera
directa. En el otro extremo están los muy sensibilizadores y poco
represores. Estos, por el contrario, tienden a manifestar abierta-
mente el problema y de hecho manifiestan una ansiedad mayor
que lo que se registra fisiológicamente. Son personas vigilantes,
controladoras, que anticipan mentalmente el modo en que van a
hacer frente al problema. Esta anticipación les añade inicialmen-
te mayor ansiedad por la incertidumbre.
Una segunda teoría sobre las diferentes respuestas de afron-
tamiento habla de tres dimensiones diferentes:

i) El método empleado: activo o evitativo, según la tenden-


cia sea ponerse a resolver el problema o alejarse del mis-
mo.
ii) La naturaleza del medio: si se trata de un enfoque cogni-
tivo o conductual, según se quiera resolver en la esfera
mental o mediante conductas.
iii) La focalización: podemos centrarnos en formas de resolver
el problema planteado o la situación emocional creada.

Estas tres dimensiones pueden combinarse entre sí. De mane-


ra que, por ejemplo, un método activo, cognitivo y focalizado en
el problema sería replantearse los términos de éste para intentar
buscar una alternativa. Esto lo hacen las personas más racionales
y analizadoras. O, por ejemplo, un método evitativo, conductual
y focalizado en la emoción, como la persona que después de la
pérdida de un ser querido evita a toda costa hablar de esa perso-
na e intenta sacar temas siempre distantes para evitar el dolor del
recuerdo.
Tal y como hicimos con los tipos de personalidad, también
aquí podríamos plantearnos si más que hablar de tipos o estilos
de afrontamiento, sería más real hablar de dimensiones que esta-
¿Cómo se produce la ansiedad? 59

rán presentes en todos los casos, y que cada persona utilizará con
distinta intensidad. Algunos autores como Folkman y Lazarus
clasificaron estas dimensiones o factores en ocho:

I. Confrontación: realizar acciones directas dirigidas ha-


cia la situación creada, como protestar ante la persona
causante del problema. «Coger el toro por los cuer-
nos».
II. Distanciamiento: intentar olvidarse del problema me-
diante la distracción, negarse a tomarlo en serio, fun-
cionar como si nada de eso hubiera sucedido, etc.
«Ojos que no ven, corazón que no siente».
III. Autocontrol: tratar de controlar la situación, cuidando
de no precipitarse en las decisiones; o quedarse con los
problemas dentro sin que se note desde fuera, dando la
impresión de adecuación. «Aguantar el tirón».
IV. Búsqueda del apoyo social: va desde contar el proble-
ma a una persona cercana, hasta pedir ayuda de un
modo concreto a alguien que pensamos puede ayudar-
nos a resolverlo, pasando por la petición de consejo.
V. Aceptación de la responsabilidad: es la tendencia a dis-
culparse, criticarse a uno a sí mismo, reconocerse res-
ponsable de lo sucedido, etc. Se entiende que esto es
independiente de si realmente se es culpable o no.
VI. Escape-evitación: evitar el contacto con otras personas,
tomar alcohol o una cantidad de medicación suficiente
para «desconectar», o sencillamente encamarse. «Po-
ner tierra por medio».
VII. Planificación de solución de problemas: establecer una
estrategia y ceñirse a los pasos previstos.
VIII. Reevaluación positiva: verlo como una experiencia con
la que hemos aprendido, que pese a lo ocurrido no
siempre es así o que no todo el mundo es así, o que de
hecho se madura más con las cosas dificultosas o que
no van como uno quisiera.
60 La ansiedad

TABLA 7
Importancia del afrontamiento en el origen de la ansiedad
Estilos Factores o dimensiones
de afrontamiento del afrontamiento
1. Represión-sensibilización 1. Confrontación
2. Distanciamiento
2. Dimensiones del método de 3. Autocontrol
afrontamiento
4. Búsqueda de apoyo social

• Activo–evitativo 5. Aceptación de la responsabilidad


• Cognitivo–conductual 6. Escape-evitación
• Focalizado en el problema/en
la emoción 7. Planificación de solución de
problemas
8. Reevaluación positiva

Lógicamente, cada persona utiliza unos mecanismos más


que otros, tanto por su personalidad como por las caracte-
rísticas del problema y, por supuesto, por su decisión libre
de actuar de un modo u otro.
En el terreno «ideal», existe una proporcionalidad en el
uso de estos mecanismos a la que habría que tender. De
manera que un exceso de planificación puede conducir a
la obsesividad y a la rigidez en el modo de hacer las co-
sas, o un exceso de búsqueda de apoyo social llevaría a
debilitarse y crear o potenciar relaciones de dependencia.
También puede ocurrir que ante una misma situación
problemática convenga actuar de manera distinta en el
tiempo. Por ejemplo, para una persona ingresada por un
cáncer incurable, durante el ingreso para el tratamiento
inicial puede ser bueno el distanciamiento y hasta la ne-
gación, pero una vez sea dada de alta podría llegar a ser per-
judicial.

e) Después de ver el papel de la familia, de los aconteci-


mientos vitales y de la personalidad y estilos de afrontamiento,
¿Cómo se produce la ansiedad? 61

veamos por último los aspectos cognitivos en la ansiedad. Se-


gún las teorías cognitivas hay determinados estilos de pensa-
miento defectuosos o distorsionados que acompañan o preceden
a los trastornos ansiosos. Por culpa de estas distorsiones cogniti-
vas, los pacientes tenderán a sobreestimar la capacidad amena-
zante de los estímulos y a infravalorar sus capacidades de afron-
tamiento.
La importancia de las distorsiones cognitivas está en la hipó-
tesis de que las emociones o las conductas no surgen porque sí.
Cuando experimentamos un suceso, fabricamos uno o más pen-
samientos en relación con ese suceso. Cada pensamiento lleva a
un sentimiento o emoción, que provocará a su vez una conducta.
Un ejemplo clásico, sacado del personaje de Daniel Defoe
Robinson Crusoe, nos muestra las distintas emociones que pudo
sentir Robinson según cuál fuera su modo de pensar y plantear-
se la situación en que se encontraba. En un extremo, tenemos al
Robinson «positivo» que piensa: «Al menos no me he ahogado
como los demás», «hay comida de sobra y toda para mí», «hace
buena temperatura», «no existen animales peligrosos ni rivales».
En cambio, un Robinson «negativo» pensaría: «estoy perdido en
una isla desierta», «no tengo ropa», «no tengo armas para defen-
derme». Los sentimientos serán lógicamente bien distintos en un
caso y en otro, y, lo más interesante, las conductas del Robinson
«positivo» no sólo generan más bienestar, sino que mejorarán
sus disposiciones y capacidades de poner remedio a su situa-
ción.
Como en el capítulo dedicado a los tratamientos psicológi-
cos de la ansiedad detallaremos las distorsiones cognitivas más
relacionadas con la ansiedad, vamos aquí a hacer un resumen
del conjunto de las distorsiones originariamente recogidas por
su autor, A. Beck. Con idea de hacerlas más comprensibles he-
mos añadido algunos ejemplos derivados de una sencilla histo-
ria: una madre con jaqueca recibe a comer por primera vez a la
novia de su hijo, y decide cocinar una tortilla francesa por lo bien
que le salen según éste, y porque la cocina no funciona bien desde
esa mañana.
62 La ansiedad

1. Focalización: centrar la atención en un aspecto concreto


por su matiz negativo. «Aunque todos han dicho que es-
taba riquísima la tortilla, mi hijo no ha repetido, y eso es
mala señal».
2. Abstracción selectiva: seleccionar del pasado y del pre-
sente sólo la información congruente con su visión, des-
preciando la que es contraria o no la apoya. «Siempre que
tengo invitados me pasa lo mismo. No quiero ni acordar-
me de la vergüenza que pasé cuando vinieron los vecinos
a cenar y se quemó el postre. ¡Ya me decía mi madre que
no sabía a quién había salido!»
3. Inferencia arbitraria: sacar conclusiones negativas sin evi-
dencias suficientes. «No ha dicho nada sobre la tortilla. Se-
guro que no le ha gustado. Pues la próxima vez que la haga
ella».
4. Pensamiento catastrófico: valorar la posibilidad más ne-
gativa entre las posibles o darle una probabilidad del 100%:
«Seguro que me va a salir mal la tortilla precisamente hoy
que viene la novia de mi hijo a comer. Siempre tiene que
pasar algo».
5. Pensamiento dicotómico: ver las cosas en términos abso-
lutos, en los extremos: blanco o negro. «Si hago una torti-
lla y no está perfecta es que está fatal».
6. Sobregeneralización: tender a ver un hecho aislado como
una regla general, pudiendo incluso aplicarlo a cuestiones
no relacionadas: «Nunca conseguiré hacer una tortilla en
condiciones. Vaya desastre de ama de casa».
7. Minimización y maximización: quitar importancia o rele-
vancia a lo positivo y sobrevalorar lo negativo. «Aunque
esté con una jaqueca insoportable es imperdonable que no
sepa hacer ni una mísera tortilla».
8. Personalización: culparse de algo que no es de su respon-
sabilidad en su totalidad. «Este hornillo funciona como le
da la gana, y encima con esta jaqueca... Pensarán que la he
hecho sin interés o que no sé ni hacer tortillas».
¿Cómo se produce la ansiedad? 63

TABLA 8
Distorsiones cognitivas en el origen de la ansiedad
• Focalización de la atención
• Pensamiento catastrófico
• Abstracción selectiva
• Pensamiento dicotómico

2.4. ¿Es la ansiedad una enfermedad de la sociedad actual?

Los diferentes estudios de ámbito internacional sobre la fre-


cuencia de los trastornos mentales muestran que como grupo de
enfermedades, los trastornos de ansiedad son los más frecuentes,
por delante de los trastornos depresivos y aquellos causados por
abuso de sustancias. Esta alta frecuencia apoya, aunque no con-
firma, que sea el estilo de vida de la sociedad actual una de las
causas de esta abundancia de trastornos de ansiedad. Vamos a re-
pasar a continuación algunos de los posibles factores que estarían
haciendo de nuestra sociedad una fuente de ansiedad.

Mayor flujo de información

Aunque pueda sonar un poco a tópico, no cabe duda que la


denominación de «era de las comunicaciones» para referirse a es-
tas últimas décadas es una gran verdad. Es indudable que los mo-
dos y medios para transmitir información se han multiplicado de
forma exponencial. Este aumento de la cantidad y rapidez de in-
formación se encuadra dentro de lo que se podría entender ac-
tualmente como globalización de la información. A los medios de
comunicación tradicionales se han sumado con especial fuerza la
telefonía móvil e internet.
Una de las claves para entender cómo el aumento de informa-
ción puede aumentar nuestra ansiedad es valorar que la informa-
ción no es sólo transmisión de conocimientos, sino que tiene tam-
64 La ansiedad

bién una dimensión práctica o pragmática. Cuando nos dan una


información, la otra persona busca o pretende que actuemos de
una forma concreta o, sencillamente, que genere en nosotros una
respuesta o actitud ante lo transmitido. Viene al caso aquella esce-
na de un número cómico en el que uno de los actores, al recibir
una amenaza sin escapatoria del otro actor, le responde con un sen-
cillo « Y, ¿qué hago?, ¿me preocupo? o ¿no me preocupo?».
Esta componente pragmática de la información supone que el
aumento de los mensajes que recibimos y, secundariamente, de la
cantidad de información recibida, nos hace estar más tiempo en
actividad de alerta y de respuesta a toda esa información.
Por otra parte, se trata de información que, al llegar más rápi-
do, es más actual, lo que hace que sea más susceptible de activar-
nos emocionalmente y de que nos sintamos más empujados a res-
ponder.
En definitiva son como pequeños impulsos que mantienen la
«rueda» de la alerta en movimiento o que incluso la aceleran, y
esto de manera continua.

Aumento del tiempo útil

Gadamer, en una de sus obras más conocidas, trata sobre el


fenómeno de la fiesta, explica la distinción entre lo que podemos
llamar el «tiempo útil» o «tiempo-para-algo», y el «tiempo cero».
Este autor pone como modelo de «tiempo-para-algo» el emplea-
do durante el trabajo. Este tiempo de trabajo supone la disgrega-
ción de la familia y su grupo social para sumar su tiempo al de
otros en aras de la producción. En el polo opuesto está la fiesta,
donde impera el «tiempo-cero», donde las personas se ponen de
acuerdo para emplear el tiempo en reunirse sin el objeto de pro-
ducir algo. Sólo para disfrutar juntos. Otros prefieren hablar de
tiempo «útil» y tiempo «para mí».
En nuestra sociedad actual se encuentra multiplicado este
«tiempo útil» y no sólo por desarrollar una serie de horas de tra-
¿Cómo se produce la ansiedad? 65

bajo. El empleo del ordenador portátil, la posibilidad de derivar


llamadas a donde puedan localizarnos con seguridad, el poder rea-
lizar cada vez mas gestiones vía internet sin tener que desplazar-
nos al lugar habitual, etc., son medios que si los empleamos para
tener más «tiempo para mí» y los míos, sería fantástico, pero que
si sólo nos sirven para acelerar la rueda de la producción, posi-
blemente no sólo no aumentemos el tiempo para mí, sino que esa
aceleración acabará haciendo que atropellemos el tiempo reser-
vado para nuestras cosas.
Por otro lado, lo lógico sería que si estamos trabajando más,
también descansáramos más. Mientras no consigamos que el día
tenga más horas, cosa nada fácil de conseguir aunque algunos se
empeñen o se lamenten, esta sencilla regla de tres no funcionará.
Cuando trabajamos más le robamos tiempo al parón del mediodía,
a las cosas «superfluas» como el deporte o ir al cine o de excur-
sión, o incluso al descanso, de manera que cuanto más trabajamos
menos descansamos, o sea, «el mundo al revés». Esta situación
mantenida en el tiempo podrá acabar fácilmente en la quiebra fí-
sica y psíquica de la persona, y no pocas veces en la de la familia
y el proyecto profesional.

Competitividad

Otro de los aspectos de nuestra sociedad que ejerce un efecto


ansiógeno sobre nosotros es el aumento de la competitividad. La
influencia del libre mercado en lo social, y la mentalidad de cier-
tos sectores anglosajones en lo personal, ha disparado el sentido
de competitividad. Tendemos a identificar la excelencia de la per-
sona o del trabajo con el éxito que alcanza, con los resultados, ya
sean traducidos en la cantidad de euros que gana, en la posición
social obtenida, o en el grado de seguridad que ha conseguido para
sus futuros ingresos.
Como señalaba recientemente Alejandro Llano, muchas de
las tensiones de la sociedad actual nacen de plantear los valores
en términos comparativos. «No se trata de ser competente sino de
66 La ansiedad

ser competitivo. No basta con ser rico: tengo que serlo más que
mi cuñado (...). Hay pocas maneras más eficaces de amargarse la
vida que la de adoptar como lema el más alto, más rápido, más
fuerte».
Esto supone una lucha sin tregua por estar entre los mejores
sólo por el hecho de estar ahí, focalizando el esfuerzo y nuestra
capacidad de preocupación primero en conseguirlo y después —y
siempre— en no perderlo, lo cual nos impide pararnos. Algo re-
cuerda al famoso mito griego de Sísifo y el peñasco, en el que el
protagonista es condenado por los dioses a subir una piedra redon-
da a una cima, y en cuanto llegaba caía por el otro lado, y vuelta a
subir, y así indefinidamente. En este caso, lo interminable sería el
esfuerzo por mantener a toda costa la piedra en la cima. Indirecta-
mente, esto hace que cada vez tengamos menos vacaciones y,
cuando las tenemos, no podemos irnos los días suficientes para
desconectar, de manera que buscamos que sean descansos muy
«intensos» (deportes de riesgo, excitantes), viajes rápidos a sitios
exóticos, etc., con intención de descansar el máximo en el mínimo
de tiempo. Una auténtica bicoca que suele saber a poco y que se
acompaña muchas veces de una gran carga emocional, que aun-
que sea un modo de descansar, no siempre es suficiente.

Despersonalización
Como sugería intuitivamente hace casi dos siglos el Carde-
nal Newman, uno de los efectos perniciosos que iba teniendo la
industrialización salvaje, dejada a su curso, era el de la enajena-
ción de la persona, al derretirse el valor de la persona en el mag-
ma del valor del trabajo realizado. Lo importante según la men-
talidad actual es que el individuo trabaje bien, que sea eficaz, sin
entrar tanto a valorar cómo es el trabajo de la persona, su calidad
de vida en él y fuera de él, la seguridad en el trabajo, la comuni-
cación entre los trabajadores, etc. Se tiende a entender el papel
de los trabajadores como simples recursos humanos para mejo-
rar la producción, y no como el auténtico capital y riqueza de la
empresa.
¿Cómo se produce la ansiedad? 67

Podría encajar aquí el conocido paradigma de la producción


y la operación. La producción está fuera de nosotros, es una ac-
ción en el tiempo que concluye cuando la acción llega a su término.
Por ejemplo, cuando fabrico una mesa todavía no la he hecho; y
cuando la he hecho, dejo de hacerla. Por medio de la fabricación
de la mesa no pretendo realizarme a mí mismo, sino realizar una
cosa. En cambio, la operación nace y termina en nosotros. No hago
nada, sino que me hago a mí mismo: si digo la verdad, soy since-
ro. La operación nos deja algo, nos enriquece y en esa medida nos
deja satisfechos. Lo que deja la producción queda fuera de noso-
tros y nos satisface en la medida en que producimos más, y vuel-
ta a empezar. La tendencia de la sociedad actual es a producir, a
conseguir más resultados, dejando en segundo lugar la realización
de las personas.

Menor interioridad y contemplación

Por último, y no por eso menos importante, la falta de con-


templación, actividad necesaria para todas las personas. En esto
cabe también una proporción atendiendo a las distintas formas de
ser de las personas y a la educación recibida, pero ojo, porque es
fácil llegar a conclusiones erróneas. A veces nos encontramos
con personas muy activas, que no paran, que hacen el deporte en
el que hay que invertir menos tiempo —como el squash—, y como
se dice «no paran quietas». Curiosamente, cuando se habla con
estas personas, aunque de entrada dicen que son así y que les va
ese ritmo, al preguntarles reconocen en muchos casos lo bien que
les viene un rato o una mañana realizando actividades de contem-
plación de la naturaleza (excursiones al campo, sentarse a con-
templar cómo llueve o nieva, ver una hoguera o los movimientos
del mar, etc.), de lo artístico (música clásica, pintura, etc.), o con-
templación interior. Cuántas veces nos hemos sorprendido al ver
o enterarnos de que una persona habitualmente ansiosa e hiperac-
tiva disfruta con una afición que exige una paciencia increíble, o
que se va de pesca o de excursión con una frecuencia germánica
68 La ansiedad

porque lo necesita casi de manera vehemente. Aunque sugiera un


nuevo «irse al extremo opuesto» tan propio de estas personas, se
trata de una necesidad universal que se hace indispensable para
ellos cuando quieren reducir los niveles de tensión.
Una consecuencia indudable del «aceleramiento» personal y
social que vivimos es la disminución del tiempo para pensar.
Son pocos los espacios que encontramos para ello, y muy poca
la costumbre que tenemos de parar y plantearnos las cosas. Esta
menor dedicación a pensar supone a su vez una fuente de mayor
ansiedad, con lo que se cierra un círculo vicioso. Además de re-
percutir en la menor contemplación, pensar menos tiene otras
consecuencias, como la falta de autoconocimiento. Esta falta de
autoconocimiento dificulta la autoafirmación y nos hace más
vulnerables a las presiones externas, a la vez que nos dificulta
actuar o resolver problemas de acuerdo con unos principios que
hacen de pilares de nuestra personalidad. Es uno de los peligros
de la persona que tiende a preguntarse para qué hace o para qué
le sirven las cosas, en vez de plantearse por qué las hace o si real-
mente quiere hacerlas. El conocimiento personal forma parte de
la maduración de la persona y contribuye a la serenidad y a la
estabilidad emocional, al permitir un buen engarce entre esas
dos «piezas» tan difíciles de aunar como son la cabeza y el co-
razón.
El tiempo para hablar es otro déficit de la sociedad actual que
puede estar repercutiendo en el aumento de los cuadros de ansie-
dad. En estrecha relación con el tiempo para pensar, cuando ha-
blamos y expresamos nuestros pensamientos, preocupaciones,
ilusiones, sentimientos, etc., no sólo damos salida a las cargas
emocionales que llevan tantas cosas de la vida. Al compartir es-
tas emociones con los demás aprendemos otros modos de afron-
tar las distintas situaciones estresantes y nos resulta más fácil re-
lativizar los acontecimientos a la luz de las interpretaciones de
los demás. Todos conocemos personas con las que da gusto ha-
blar, grandes conversadores, y no sólo porque nos atienden o nos
entienden —que también—, sino porque notamos un beneficio di-
recto de esas conversaciones.
¿Cómo se produce la ansiedad? 69

Otras actividades que tendemos a reducir casi sin darnos


cuenta son las aficiones, o aquellas actividades que nos enrique-
cen personalmente, como leer, oír música, etc. Muchas personas
—y no sólo las ansiosas— las viven como auténticos tesoros in-
tocables. Qué duda cabe que al realizar una tarea que nos produ-
ce disfrute, que nos divierte, estamos automáticamente abriendo
una gran válvula por la que se escapa la ansiedad a toda presión.

Menor sentido de la trascendencia


Para terminar, la disminución o empobrecimiento de los va-
lores y el menor sentido de la trascendencia están colaborando
también a que estemos en una sociedad más ansiógena. Cuando
se vive sistemáticamente al día y en lo inmediato, es fácil que se
valoren excesivamente los resultados, que se afronten peor las
cosas que no van como uno desearía, o que incluso en cuanto ter-
mine una actividad placentera o que valoramos como positiva es-
temos ya en tensión de espera ante la próxima. Dice Leonardo
Polo que «aunque un individuo haga proyectos y así encare el fu-
turo, el primado del cuidado hace que en realidad su vida esté su-
mida en ocupaciones apremiantes, para las que debe mirar cons-
tantemente su reloj. Tiene así que estar corriendo de una parte a
otra, con una vida en presente, agotada en la inmediatez de las
horas que una tras otra va gastando». Algunas virtudes o actitu-
des ante la vida como la paciencia, la tolerancia, el estar por en-
cima de la imagen que uno pueda dar o del éxito-fracaso, crecen
con más facilidad y naturalidad cuando se posee un sentido tras-
cendente de la vida.
En conclusión, existen algunas características de la sociedad
actual como las ya vistas que, o bien contribuyen a aumentar la
ansiedad, o dificultan que podamos disminuirla o quemarla. Ló-
gicamente, cada persona tendrá que valorar a la hora de ir desve-
lando o descubriendo cuál es el «guión de su película», cómo no
dejarse quemar por la ansiedad. Acertar con un guión apropiado
y con el presupuesto adecuado para llevarlo a cabo es tarea de cada
uno.
70 La ansiedad

TABLA 9
Factores ansiógenos de la sociedad actual
• Mayor flujo de información
• Aumento del «tiempo útil»
• Competitividad
• Despersonalización
• Menor interioridad y contemplación
¿Qué es un trastorno de ansiedad?

Como ya señalamos al inicio de este texto, la ansiedad es una


emoción que en muchos casos viene bien. Nos permite estar aler-
ta, sensibles al ambiente, y con un mínimo de motivación nece-
sario para poder afrontar las distintas situaciones que se planteen.
Ante situaciones realmente amenazantes o que requieren un es-
fuerzo máximo o suplementario, la ansiedad es útil y hasta nece-
saria para su resolución. El problema aparece cuando con fre-
cuencia se alcanzan niveles desproporcionadamente elevados de
ansiedad, o durante tiempos prolongados, o ante situaciones que
no son realmente amenazantes (falsas alarmas). En estos casos, la
ansiedad no solo no es útil o necesaria, sino que es desadaptativa,
fuente de malestar en sí misma, y puede entorpecer o incluso lle-
gar a ser incapacitante.
Se entiende por trastornos de ansiedad aquellos cuadros en
los que predominan los síntomas de ansiedad, presentándose de
manera irracional y excesivamente intensos, persistentes y per-
turbadores para la persona (en lo personal, en sus relaciones in-
terpersonales, en su rendimiento profesional, etc.).
Estos trastornos de ansiedad se encuadrarán en distintos diag-
nósticos o categorías según los síntomas que predominen. Dividir
los trastornos de ansiedad en un número concreto de enfermeda-
des es una forma muy útil de podernos comunicar y transmitir co-
nocimientos, así como una manera más asequible para la práctica
72 La ansiedad

TABLA 10
Diferencias entre la ansiedad normal y la patológica
Ansiedad normal Ansiedad patológica
Proporción al estímulo SÍ NO
Ligera Elevada
Intensidad
(activa la conducta) (inhibe la conducta)
Duración Normal Excesiva
Adaptación al medio Buena Mala
Eficacia para supervivencia SÍ NO
Incapacitación NO SÍ

clínica diaria y para llevar a cabo tareas de investigación. Lógica-


mente, al tratarse de una clasificación consensuada, existen mu-
chos puntos de unión y solapamiento entre los distintos trastornos
de ansiedad, y con las fronteras no claramente definidas aún. En
este sentido hay dos clasificaciones de enfermedades mentales de
alcance internacional: la conocida como DSM (del inglés, Diag-
nostic and Statistical Manual of Mental Disorders) que se en-
cuentra en su cuarta edición revisada (DSM-IV TR), realizada por
la Asociación Americana de Psiquiatría; y la Clasificación Inter-
nacional de Enfermedades (CIE) en su décima revisión, realizada
por la Organización Mundial de la Salud (CIE-10).
Cualquiera de estas dos clasificaciones podría servirnos para
adentrarnos en los distintos trastornos de ansiedad. Básicamente
coinciden, aunque existen algunos puntos de divergencia que es-
capan al objetivo de este libro. Por proximidad, vamos a utilizar
la clasificación elaborada por la OMS, la CIE-10.
Aunque podrían incluirse algunos trastornos más de los que
vamos a presentar, hemos preferido centrarnos en los más desta-
cados: el trastorno de ansiedad generalizada, las fobias, el trastor-
no obsesivo-compulsivo, el trastorno de angustia, la reacción a
estrés agudo, el trastorno por estrés postraumático y los trastornos
de adaptación.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 73

1. EL TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA

Caso clínico de trastorno de ansiedad generalizada

Tomás es bancario desde hace 15 años. Reconoce que siempre ha


sido muy nervioso, pero que lo de los últimos años es demasiado. Ya de
pequeño tardó varios años en acostumbrarse a dormir con la luz apagada.
Durante los años de estudiante lo pasaba muy mal con los exámenes, lle-
gando a no presentarse en alguna ocasión. Era muy responsable, no falta-
ba nunca a clase y se sacrificaba lo que hiciera falta para entregar las ta-
reas en su día.
A los 25 años empezó a trabajar en la misma oficina bancaria en
que trabaja actualmente, donde es muy considerado por compañeros y
clientes. Al poco tiempo de casarse se agudizaron los problemas que
siempre había tenido de malas digestiones y diarreas. El médico de la
empresa le dijo que tenía el colon irritable y que le convenía hacer más
deporte y tomarse las cosas menos en serio.
Hace dos años, a raíz de un accidente que sufrió el autobús en el
que viajaba su hija —aunque ésta no tuvo ni un rasguño— se encuentra
más nervioso. Según cuenta su mujer, hace frecuentes comentarios pesi-
mistas sobre cuestiones económicas del futuro, los estudios de la hija, las
amistades del hijo pequeño, etc. Por la noche, cuando se tumba en la
cama tarda en dormirse dándole vueltas a cosas del día. Reconoce que
incluso llega a inventarse situaciones que pueden ocurrir sin ningún fun-
damento, pero es incapaz de quitárselas de la cabeza.
Con frecuencia se queja de palpitaciones y de que le sudan mucho
las manos. El médico de la empresa le ha dicho que es todo de lo mismo,
y que haga deporte y se relaje. Pero Tomás dice que no tiene tiempo
para hacer deporte y que no consigue estar relajado ni viendo la televi-
sión. En alguna ocasión ha manifestado que es muy fácil decir que no se
preocupe, y que él había aprendido de su padre que «hombre precavi-
do vale por dos».
Ha notado que cuando toma un par de cervezas o una copa de li-
cor se tranquiliza algo durante un rato, pero afirma que no tiene pro-
blemas con el alcohol. Probó la cocaína varias veces durante la carrera,
pero no le gustó la experiencia porque le causaba tensión y desasosiego.
Por fin, acude a un especialista por recomendación del médico de
la empresa, que le diagnostica un trastorno de ansiedad generalizada.
Inicia tratamiento farmacológico con un antidepresivo, y unas sesiones
de psicoterapia cognitiva que según dice le están ayudando a ver las co-
sas de otra manera.
74 La ansiedad

Esta enfermedad ha despertado especial interés últimamente


por distintos motivos, aunque aparece en los textos como tal en
el siglo XIX. Históricamente, destacan las aportaciones de S.
Freud y J.J. López-Ibor. El primero la incluía dentro de las neu-
rosis de ansiedad, que ya explicamos al repasar los factores psi-
cológicos como causa de la ansiedad. El psiquiatra español Juan
José López-Ibor (1906-1991), con su concepto de «angustia vi-
tal» como realidad psicológica y somática a la vez, contribuyó al
mejor conocimiento de esta enfermedad.
Podríamos decir que se trata del trastorno de ansiedad más
auténtico, en cuanto a que destaca por la presencia de ansiedad
de manera habitual y crónica, de forma que no se limita a circuns-
tancias o momentos concretos. En estos pacientes, la ansiedad
es una respuesta habitual ante múltiples —reales o no— y míni-
mas señales externas o internas que la persona interpreta como
amenazantes. Realmente se podría decir que conforma un esti-
lo de vida o un talante ansioso. El malestar, la intensidad de la an-
siedad, podrá variar en el tiempo según las diferentes circunstan-
cias, pero siempre estará presente. Algunos autores han llegado
a decir que más que un tipo de trastorno es un tipo de personali-
dad.
Nosotros mantendremos la opinión actual de la OMS, que la
clasifica como un trastorno de ansiedad independiente. Según la
mayoría de los autores, el síntoma fundamental de este trastorno
es la preocupación. Una preocupación crónica, bastante inespecí-
fica, que estaría relacionada con muy diferentes circunstancias de
la vida, y que en gran medida no sería controlable.
Como veremos en los demás trastornos de ansiedad, los sín-
tomas predominantes son muy variables. De todas formas, desta-
can especialmente las quejas de sentirse constantemente nervioso,
con temblores, tensión muscular, sudoración, mareos, palpitacio-
nes, vértigos y molestias digestivas.
Son frecuentes también los temores a que uno mismo o una
persona allegada vaya a caer enfermo o pueda sufrir un acciden-
te u otro tipo de desgracia, además de otros tipos de preocupacio-
nes y presentimientos.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 75

FIGURA 13
Síntomas del trastorno de ansiedad generalizada

Insomnio Cefaleas PSICOLÓGICOS:


Terrores nocturnos Ruidos en oídos
Preocupaciones excesivas
Depresión Mareos
Miedos anticipatorios
Obsesiones
Despersonalización Sensibilidad al ruido

Falta de concentración
Sequedad de boca
Irritabilidad
Dificultad para tragar
Inquietud
Aumento de
ritmo respiratorio Palpitaciones
Sensación de ahogo Molestias precordiales
Taquicardia

Molestias gástricas Mayor frecuencia


urinaria Temblor
Aerofagia
Hormigueos
Diarreas Urgencia urinaria
Dolores musculares
Digestiones pesadas Disfunción sexual

Por otra parte, es muy frecuente que este trastorno se solape


o coincida con otras enfermedades mentales, especialmente con
las fobias y con depresiones. Algunos pacientes consumen alco-
hol u otras sustancias tóxicas con intención de calmar la ansiedad
o «desconectar» de su tendencia a las preocupaciones, y acaban
desarrollando un alcoholismo o una enfermedad por abuso de sus-
tancias tóxicas. Para algunos autores sólo entre el 10 y el 25% de
los pacientes con esta enfermedad la padecen sin ninguna otra
enfermedad mental coincidente. Además, es también muy frecuen-
te que estas personas padezcan otras enfermedades orgánicas, o
del entorno de lo que se denomina medicina psicosomática, como
el colon irritable o el síndrome de fatiga crónica.
Según los estudios realizados a escala internacional, este tras-
torno lo padecen a lo largo de su vida entre el 8 y el 10% de la
76 La ansiedad

población, siendo estos valores superiores en las zonas más desa-


rrolladas económicamente. La edad de inicio más frecuente es la
década de los 20 a los 30 años. También apuntan estos estudios a
que es más frecuente entre las mujeres, y suele estar relacionada
con algún tipo de estrés ambiental crónico. En parte por este mo-
tivo, su curso tiende a ser crónico, aunque la intensidad es varia-
ble en los distintos momentos de la vida.
Ninguno de los estudios publicados hasta ahora ha demostra-
do con claridad que este trastorno se transmita genéticamente,
por lo que parece que el mayor peso corresponde a los factores
ambientales y psicológicos.
Así pues, este trastorno se caracteriza por la persistencia du-
rante más de seis meses de síntomas agrupables en tres categorías
distintas:

a) Aprensión, entendida como preocupaciones sobre cala-


midades venideras (tendencia a «ponerse en lo peor»), di-
ficultades de concentración y pérdidas de memoria, senti-
mientos de encontrarse al límite, sensación de falta de
realidad, etc.
b) Tensión muscular. La persona se encuentra inquieta y le
cuesta mucho relajarse aunque quiera, con frecuentes ce-
faleas tensionales, temblores, necesidad de andar o de
mover constantemente las piernas o jugar con algo en la
mano, sensación de nudo en la garganta, etc.
c) Síntomas del sistema nervioso autónomo o vegetativo au-
mentados. Este sistema nervioso, como ya comentamos al
inicio del texto, funciona de manera autónoma —no vo-
luntaria—, y en este caso se trata de la respuesta fisioló-
gica propia ante una situación de peligro o amenazante.
Es una respuesta inespecífica, o es decir, da igual el peli-
gro, incluso si es real o estamos anticipando algo en sí muy
improbable, la respuesta es la misma. Estos síntomas se
«dispararían» por la aprensión ya mencionada, aunque
pueden seguir después un curso independiente, e incluso
pueden suponer un nuevo motivo de preocupación para la
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 77

persona. Los síntomas vegetativos más frecuentes son: ta-


quicardia, mareos, sensación de inestabilidad, pitidos en
el oído, sudoración, sequedad de boca, respiración entre-
cortada o más rápida, diarreas, mayor necesidad de orinar,
etc.

Lógicamente, estos síntomas y molestias no deberían produ-


cirse como causa directa de una enfermedad orgánica. Por ejem-
plo, es relativamente frecuente encontrar situaciones de origen
orgánico que produzcan ansiedad de manera habitual durante
mucho tiempo, como el aumento de función del tiroides (hiperti-
roidismo). También hay enfermedades neurológicas (como las
demencias) que pueden originar una ansiedad habitual. Si el cua-
dro de ansiedad dura unos dias o semanas, la posibilidad de que
se deba a una enfermedad orgánica es mayor. De ahí, la impor-
tancia de que esté presente la ansiedad de manera constante du-
rante más de seis meses sin que aparezcan otros síntomas indica-
tivos de una enfermedad orgánica como la causa. Habitualmente,
una visita al médico de cabecera puede bastar para descartar una
posible causa orgánica, mediante una historia clínica adecuada,
una exploración física, una analítica general y un electrocardio-
grama.
También existen algunos tratamientos farmacológicos que
podemos tomar de manera habitual en otras enfermedades, y que
pueden producir ansiedad como efecto indeseable. Este sería el
caso de algunos tratamientos para el asma, los corticoides, hor-
monas tiroideas, anticonceptivos orales, algunos antiinflamato-
rios, etc.
Lógicamente existen sustancias tóxicas, fundamentalmente
estimulantes, que pueden causar ansiedad mientras dure el con-
sumo, y que pueden desencadenar también esta enfermedad, que
seguirá su curso independientemente de que cese el consumo.
Entre estas sustancias destacan especialmente la cocaína, las an-
fetaminas, los alucinógenos y las drogas de síntesis. En menor
medida, el cannabis, la cafeína y el alcohol. Es frecuente atender
pacientes que refieren padecer un cuadro de ansiedad crónica des-
78 La ansiedad

de un día en que consumieron alguna de estas sustancias tóxicas,


ya sea justo después del consumo, o despertarse con una crisis de
ansiedad la noche siguiente.
Cuando se da en los niños, este trastorno se manifiesta de ma-
nera algo distinta, predominando una necesidad constante de se-
guridad manifestada en miedos y en la necesidad de estar acom-
pañado, así como recurrentes quejas somáticas, en su mayoría
referidas al abdomen.
Aunque más adelante entraremos a fondo sobre los distintos
tratamientos disponibles para los trastornos de ansiedad, vamos
a comentar lo que puede resultar más específico de este trastor-
no. Antes que nada conviene recordar que estamos ante una si-
tuación de ansiedad patológica (desmesurada, que no ayuda
sino que hace sufrir) constante y duradera. Lógicamente ya se
entiende que no bastarán las típicas medidas para reducir los ni-
veles habituales de la ansiedad normal. Al tratarse de una enfer-
medad, o ante esa posibilidad, habría que acudir al médico de
cabecera. Este se encargará de descartar las posibles causas or-
gánicas, y de iniciar el tratamiento de esta enfermedad en caso
de confirmar el diagnóstico. Si viera que se trata de un caso
complicado por el motivo que sea, o que ofrece una mayor re-
sistencia al tratamiento, o entendiera necesario el tratamiento psi-
cológico (psicoterapia), le derivará al especialista en psiquiatría
o al psicólogo.
El tratamiento psicofarmacológico utilizado ha variado en las
últimas décadas. En un inicio se utilizaban sólo ansiolíticos (vul-
garmente, tranquilizantes). El motivo era obvio: era el modo más
directo de que desapareciera sobre la marcha la ansiedad. De to-
das formas, se fue viendo que este enfoque tenía algunos proble-
mas:

a) No se trata el origen del problema, el «motor» de la ansie-


dad, de manera que al suspender los ansiolíticos la ansie-
dad tiende a reaparecer.
b) El tiempo que permanecen los ansiolíticos en la sangre es
limitado, y luego desaparece, por lo que al tener ansiedad
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 79

de manera habitual hay que tomar varias veces al día los


ansiolíticos para tener siempre cantidades suficientes del
fármaco en la sangre.
c) Al ser una ansiedad crónica, el tratamiento con ansiolíti-
cos también lo sería. El problema es que el cuerpo se
acostumbra a estos fármacos, por lo que cada vez hay que
aumentar más la dosis (tolerancia). De hecho, la Agencia
Española de Medicamento limita a un tiempo determina-
do el uso de los tranquilizantes.
d) Otra consecuencia de que el cuerpo se habitúe a los ansio-
líticos es que se crea una dependencia, y cuando dejan de
tomarse de golpe se produce un «efecto rebote», es decir,
aparece una ansiedad que suele ser mayor incluso que la
que padeceríamos sólo por el trastorno de ansiedad.
e) Por último, cuando sólo se toman ansiolíticos es frecuen-
te que, al menos en algunos momentos del día, se note
somnolencia, o que haya que restringir o evitar el uso de
máquinas o la conducción, así como el consumo de alco-
hol. En fin, una serie de circunstancias que limitan de ma-
nera considerable la calidad de vida de la persona.

TABLA 11
Ventajas y desventajas de las benzodiacepinas
en el tratamiento de la ansiedad
Ventajas Desventajas
Inicio de acción rápido Dependencia–abstinencia
Bien toleradas Sedación
Genéricos disponibles Interacción con el alcohol
Pocas interacciones con otros fármacos Deterioro de la coordinación motora
Mínima alteración cardiovascular Deterioro de la memoria a corto plazo

Todos estos motivos impulsaron la búsqueda de otras alterna-


tivas al tratamiento con ansiolíticos. De hecho, desde hace unos
años la mayoría de autores coinciden en que el tratamiento far-
80 La ansiedad

macológico fundamental son los antidepresivos. Al tratarse de


personas con una alta vigilancia también para los posibles efectos
secundarios, con una especial sensibilidad, que además tienden
a anticipar los posibles problemas secundarios a la medicación,
y en general, aprensivos, se ha generalizado el uso de los antide-
presivos de más reciente aparición, que poseen menos efectos se-
cundarios.
Los más utilizados en la actualidad son los antidepresivos de-
nominados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina
(ISRS) y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotoni-
na y noradrenalina (IRSN). En este momento en España sólo tie-
nen la indicación oficial para este trastorno la paroxetina (un ISRS)
y la venlafaxina (el único IRSN en el mercado). Es muy probable
que en próximas fechas se amplíe esta indicación, pues la expe-
riencia clínica con otros fármacos parecidos es igualmente posi-
tiva. Los motivos de utilizar un antidepresivo —habitualmente
en dosis bajas— para este trastorno son:

a) Son más eficaces que los ansiolíticos para los aspectos


psíquicos de la ansiedad, que forman parte del núcleo de
este trastorno (preocupación, obsesividad, etc.).
b) Menos problemas derivados de su uso crónico, pues no
causan dependencia y producen menos tolerancia.
c) Sirven también para tratar las depresiones que concurran,
tan frecuentes entre estos pacientes.
d) Habitualmente, poseen un mejor perfil de efectos secun-
darios.

Es de interés destacar que como el efecto con el antidepresi-


vo suele tardar en aparecer de 2 a 4 semanas, interesa que mien-
tras tanto el paciente tome algún ansiolítico, que posteriormente
se retirará gradualmente. Por otro lado, a veces los antidepresivos
pueden producir una cierta reacción de ansiedad al inicio que,
como el resto de efectos secundarios irá desapareciendo con el
paso de los días. En cualquier caso, la toma de ansiolíticos al ini-
cio y el comenzar el tratamiento con una dosis mínima de antide-
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 81

presivos disminuye la posibilidad de tener que abandonar el trata-


miento por estas molestias.
Una vez se ha controlado la ansiedad con los antidepresivos,
la pregunta es si conviene seguir tomándolos para evitar una re-
caída. La respuesta es que sí. Aunque no se sabe cuánto tiempo
sería necesario, sí se sabe que en los primeros meses, tras la desa-
parición de los síntomas, las personas que toman un placebo tie-
nen un riesgo de recaída cinco veces mayor que las que continú-
an tomando el antidepresivo.
Por lo que se refiere al tratamiento psicológico, se compone
fundamentalmente de:

a) Tratamiento psicoeducativo, que consiste entre otras co-


sas en describir al paciente qué es la ansiedad y las distin-
tas formas de manifestarse, explicarle el contenido del
tratamiento y motivarlo para la terapia en su totalidad.
b) Técnicas de relajación y de control de la respiración, que
han sido los tratamientos psicológicos más utilizados en
este trastorno.
c) Técnicas cognitivas, destinadas a intentar cambiar los enfo-
ques de pensamiento (que hacen por ejemplo que la perso-
na tienda a generar ansiedad por interpretar algunos estímu-
los como peligro o amenaza, cuando no lo son), a mejorar
su autoestima, disminuir su inseguridad, etc.
d) Entrenamiento en solución de problemas, como una for-
ma de mejorar los estilos de afrontamiento del estrés que
ya vimos al explicar los mecanismos psicológicos de la an-
siedad.

Algunas de estas técnicas podrán llevarse a cabo en terapias


de grupo, que han demostrado una gran eficacia en la mayoría de
los cuadros de ansiedad.
82 La ansiedad

FIGURA 14
Tratamiento psicológico del trastorno de ansiedad
generalizada

Estímulos ansiógenos
Tratamiento
psicoeducativo Reestructuración
cognitiva

Pocos recursos de afrontamiento


Percepción de incontrolabilidad
Técnicas de Entrenamiento
relajación y en la solución
control de de problemas
respiración

Preocupaciones excesivas

2. LAS FOBIAS

Como una primera aproximación, la fobia puede definirse


como el temor angustioso, desproporcionado y obsesivo, por lo
general de naturaleza patológica, ante una situación, persona,
animal u objeto que actúa como estímulo desencadenante especí-
fico.
Las fobias son conocidas desde muy antiguo. El término fo-
bia parece que fue acuñado por Celso, en la Grecia clásica, que lo
empezó a utilizar para referirse a la hidrofobia, en relación con el
miedo intenso y desproporcionado al contacto con el agua, que
llevaba a algunas personas a evitar la cercanía o el contacto con
los ríos o el mar. Históricamente se ha mantenido la palabra fobia
añadida a los innumerables estímulos susceptibles de desencade-
nar una situación parecida.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 83

Caso clínico de fobia social

Martina es una mujer soltera de 36 años, la menor de seis herma-


nas, que vive con su madre viuda. Siempre ha sido tímida. Desde que
estaba en el colegio le ha costado relacionarse con los demás, por lo
que se pegaba mucho a su hermana mayor. Pasaba mucha vergüenza
cuando tenía que hablar en clase, y de hecho los compañeros se metían
mucho con ella por este motivo. Cuando le hacían salir a la pizarra le
temblaba la mano y notaba que su voz no era la misma; se ponía colo-
rada y hasta tartamudeaba.
Hizo bien la carrera de Derecho y está trabajando en el bufete
que tenía su padre, aunque no le gusta tratar con los clientes y nunca
acude a las vistas en el juzgado porque se considera incapaz, realizan-
do un papel más propio de administrativa. Dice que es muy «casera»,
pero la verdad es que se le hace muy difícil quedar para salir. Lo pasa
mal cuando va a las tiendas y tiene que dirigirse a los dependientes,
por eso acaba siempre comprando en las grandes superficies, o deja
que sea su madre quien haga las compras, con la excusa de que está
ocupada y que a su madre le viene bien salir.
Viste de una manera muy convencional y afirma que teme mu-
cho hacer el ridículo o llegar a sentirse incómoda en las relaciones con
otras personas o determinadas situaciones sociales. Hasta el punto de
decir que ha renunciado a muchas cosas y que prefiere vivir tranquila,
que es feliz así; aunque en el fondo le gustaría acabar de vencer esos
miedos.
Hubo un compañero de trabajo que intentó quedar con ella va-
rias veces y de hecho salieron en dos ocasiones, pero ella lo pasó muy
mal y decidió dejarlo. No sabía de qué hablar y se sentía torpe. Tiene
una amiga íntima a la que conoce desde hace muchos años, con la que
hace todos los planes y a la que describe como muy parecida a ella.
Le cuesta hablar por teléfono, sobre todo delante de otros y es-
pecialmente si es con desconocidos. Por eso, se ha conseguido un telé-
fono móvil y cierra la puerta cuando tiene que hablar con alguien.
Ha comenzado a acudir junto con su amiga a una terapia de gru-
po. Se ha dado cuenta de que tiene una enfermedad, y que hay más
personas con sus mismas dificultades. Le han dicho que se llama Fobia
Social y que tiene tratamiento. Ha comenzado a salir sola y está en-
frentándose con situaciones con las que hasta ahora no se atrevía.
84 La ansiedad

Aunque la lista de estos estímulos y por tanto de los distintos


tipos de fobia sería interminable, existen algunos tipos de fobia
que se han hecho más conocidos en la sociedad por el cine o la li-
teratura, como la aracnofobia (a las arañas), la claustrofobia (a los
espacios cerrados, típicamente los ascensores o el avión), o fobia
social (a las actuaciones sociales o en público). De tal modo que,
hasta hace poco tiempo, las fobias se clasificaban según el estí-
mulo que la desencadenaba. En la segunda mitad del siglo XX se
dio un avance importante tanto en la comprensión y definición de
las fobias en general, como en la realización de clasificaciones
que además del estímulo tuvieran también en cuenta otras caracte-
rísticas de estos trastornos.
Posiblemente, la persona que más ha contribuido en este as-
pecto es el psiquiatra Isaac Marks. Este autor sugiere algunas ca-
racterísticas que distinguen el miedo normal hacia algo de las fo-
bias. Para que exista un trastorno de tipo fóbico tienen que darse,
según él, las siguientes características:

a) El miedo debe ser desproporcionado a la situación que lo


desencadena. Es distinto tener cierto miedo a los perros o
que una persona no se sienta cómoda acariciando a uno,
que tener fobia a los perros. Sentir miedo cuando se nota
que tiembla la tierra en un terremoto o ante una fiera sal-
vaje es proporcionado, pero no lo será si se trata de un pe-
rro diminuto que difícilmente nos haría daño, o que está en-
jaulado, o incluso el temor ante el hecho de ver la foto de un
perro o sencillamente oír un ladrido.
b) Se trata de un miedo que no puede ser explicado o razo-
nado por el sujeto. La propia persona es consciente de
que no es un miedo razonable. Esto no quita para que en-
cuentre una justificación en su inicio, es decir, que reco-
nozca que desde que le mordió un perro cuando era pe-
queño ha adquirido ese miedo fóbico a los perros. Esta
experiencia anterior no justifica que oír ladrar a un perro
le produzca automáticamente un sentimiento de terror, el
impulso de huir, etc.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 85

c) Por otra parte, para ser fóbico este miedo debe encontrar-
se fuera del control voluntario del individuo. Es decir, se
trata de un miedo que surge de manera automática siem-
pre que se expone al estímulo, e invencible.
d) Por último, el miedo fóbico acaba provocando una evita-
ción de las situaciones u objetos que lo desencadenan. Otra
posibilidad es que no se pueda evitar el estímulo fóbico,
pero que cada vez que se exponga a ese estímulo consiga
aguantar, si bien a costa de experimentar mucho males-
tar. Tampoco es extraño que una persona tenga fobia a un
estímulo tan infrecuente que es como si no padeciera di-
cha fobia. Por ejemplo, una persona que tenga fobia a las
serpientes pero que vive en una ciudad y pasa los perio-
dos de vacaciones en otra ciudad es muy difícil que vea
serpientes, y por tanto no ejercitará la evitación ni le oca-
sionará sufrimientos ni limitaciones en su calidad de vida.

Este mismo autor ha propuesto una clasificación de las fobias


que no responde sólo a los diferentes estímulos que la causan. En
este sentido, divide las fobias en dos grandes grupos según estén
motivadas por estímulos externos o internos. Las Fobias a estí-
mulos externos se pueden subdividir en fobias a animales, ago-
rafobia (ver más adelante), fobia social y un grupo de otras fobias
a estímulos concretos. Las Fobias a estímulos internos se sub-
dividen en nosofobia (temor obsesivo de tener una enfermedad
grave, inexistente realmente, aunque no exista ningún síntoma
detectable, y que induce a la persona a tomar excesivas precau-
ciones tanto para prevenirla como para evitarla o curarla), y fo-
bias obsesivas. Esta clasificación tiene la virtud de que no es sólo
teórica, sino que diversos estudios sobre los síntomas, la evolu-
ción o el tratamiento empleado han concluido que realmente se
puede tratar de subtipos distintos de fobias.
Los cuadros de fobia suelen iniciarse en edades tempranas,
antes de los 25 años, aunque aparezcan a veces en personas ma-
yores, muchas veces después de sufrir una experiencia especial-
mente dura o aterradora. Otras veces, aparecen de pronto sin un
86 La ansiedad

TABLA 12
Clasificación de las fobias
• Fobias a animales
• Fobias a otros estímulos concretos
Fobias a estímulos externos
• Agorafobia
• Fobia social
• Nosofobias
Fobias a estímulos internos
• Fobias obsesivas

acontecimiento desencadenante aparente. Además de estos posi-


bles desencadenantes, parece claro que hay dos aspectos que pue-
den predisponer a determinadas personas a padecer fobias: algunos
rasgos de personalidad (la timidez, la introversión, la importan-
cia que uno da a la imagen exterior, la dependencia emocional de
otras personas, la inseguridad y la inestabilidad emocional); y los
antecedentes de sobreprotección materna y de temores en la in-
fancia.

TABLA 13
Factores que pueden predisponer a padecer un cuadro de fobia
Rasgos de personalidad Antecedentes
• Timidez • Sobreprotección materna
• Introversión • Temores en la infancia
• Importancia de la imagen exterior
• Dependencia emocional
• Inseguridad
• Inestabilidad emocional
• Tendencia a la evitación
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 87

I. La agorafobia se puede definir como el temor patológico


a padecer una crisis de angustia o síntomas relacionados con ella
(mareos, pérdida del conocimiento, etc.) en situaciones en las
que parece difícil escapar o puede resultar embarazoso, o en las
que no se puede disponer de ayuda. Como algunos autores han
sugerido, el componente básico de la agorafobia podría ser el
«miedo al miedo». Existen algunas situaciones concretas que son
las que producen agorafobia con más frecuencia, como quedarse
solo en casa o salir solo a la calle, mezclarse entre la gente (espe-
cialmente en una multitud), viajar en medios de transporte colec-
tivos o conducir el coche sin acompañante, permanecer en lugares
cerrados y públicos (por ejemplo el cine o teatro, grandes alma-
cenes, ascensores, etc.), atravesar un puente o un túnel, o senci-
llamente alejarse del hogar o de un sitio donde haya un hospital
cerca.

TABLA 14
Situaciones que producen agorafobia con más frecuencia
• Ascensor • Grandes almacenes
• Cines y teatros • Autobuses
• Cima de un monte y espacios abiertos • Bares y cafeterías
• Aviones • Aparatos de resonancia magnética
• Túneles y puentes • Trenes y metros

Aunque se haga referencia a sitios característicos, no es propia-


mente un tipo determinado de sitios, ni siquiera el hecho concreto
de encontrarse solo materialmente lo que provoca esa sensación
de indefensión irremediable, sino que es más bien la percepción
que tiene la persona de poder padecer la crisis de angustia la que
le genera el miedo. Habitualmente, una persona con agorafobia
siente temor ante varias situaciones, en mayor o menor medida.
En algunos casos, la intensidad de la fobia llega a ser tal que li-
mita el espacio vital y la calidad de vida, a la vez que genera una
situación muy negativa en el entorno familiar. Así, se dan casos
88 La ansiedad

de personas que sólo pueden vivir o pasar las vacaciones cerca de


un hospital para poder acudir al servicio de Urgencias «en caso
de...».
Como ya hemos mencionado, lo propio de los miedos fóbi-
cos es que la persona vea como única solución (o como la más
segura) el evitar exponerse al estímulo fóbico. En muchas oca-
siones la evitación no es tan clara como dejar de ir o de entrar en
un sitio. También puede ser, por ejemplo, sentarse en el cine o tea-
tro en el primer asiento de la fila para poder salir corriendo «en
caso de...», conducir con la ventanilla bajada o sin cerrar del todo,
etc.
Otra cuestión es que la persona, para defenderse de los senti-
mientos negativos que puede producirle ver que no es capaz de
enfrentarse a estas situaciones, se «invente» razones, «racionali-
ce» estas evitaciones. Así en algunas ocasiones expresiones co-
mo «no voy porque no me gustan las masas» o «no me gusta con-
ducir en carretera» pueden encubrir algunas ansiedades de tipo
agorafóbico.
Una complicación añadida a la agorafobia es la frecuente
dependencia que pueden crear en su entorno. Así por ejemplo,
es posible que la persona que teme quedarse sola en casa pre-
sione o incluso obligue a otros miembros de su familia a perma-
necer a su lado, o a acompañarle cuando viaje en coche, o que
los paseos o planes de distracción no les alejen de la casa o del
hospital más cercano. En algunos casos no llega a ser necesaria
la presencia de otra persona, pero sí la de un animal de compa-
ñía o algún objeto material, como el teléfono móvil. En este
sentido de dependencia, también puede entenderse la necesidad
que pueden sentir de llevar encima alguna medicación ansiolí-
tica o tranquilizante para «en caso de...». No hay que olvidar
que muchas veces las personas que padecen agorafobia tienen
en su personalidad un rasgo más acentuado de inseguridad, que
ha podido contribuir a convertirle en una persona ansiosa y a la
tendencia a evitar o anticipar situaciones de incertidumbre. Esta
inseguridad por si sola también puede acentuar esa dependen-
cia.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 89

Con bastante frecuencia, la agorafobia se padece después de


una primera crisis de angustia. Un caso típico es el de la persona
que sufre una primera crisis de angustia a mitad de película en un
cine. No sabe qué le está pasando pero sufre un gran temor, con
todo el cortejo de síntomas de ansiedad (taquicardias, sudores fríos,
temblores, etc.). Puede llegar a creer que le está dando un infarto
o que se va a morir; también puede pensar que va a perder el co-
nocimiento y va a montar un «numerito» en mitad del cine, o que
va a «perder los papeles», chillar o descontrolarse. Además, pue-
de que haya ido solo o que no se atreva a decirlo a quienes le
acompañen, entre otras cosas porque no sabe qué le está pasando
realmente. En definitiva, una situación angustiosa, que no ve
cómo controlar y que vive como una tragedia con gran dramatis-
mo y sufrimiento. Esa persona, que habitualmente acaba salién-
dose del cine, podrá desarrollar una agorafobia y no solamente a
volver a un cine, sino que puede ser ampliable a otras situaciones
que guarden una cierta relación. Si la persona tiende a evitar esas
situaciones y/o fomenta las conductas de dependencia puede con-
seguir a corto plazo quedarse tranquila, pero en el fondo está ali-
mentando la situación de «calma-tensa», y la posibilidad de que
se repitan las crisis más adelante. En otras ocasiones, la agorafo-
bia antecede a las crisis de angustia, o sencillamente se puede te-
ner agorafobia sin crisis de angustia.
Por último, y esto es válido para cualquier tipo de fobias, es-
tas personas suelen tener un componente de aprensividad en su
personalidad, tienen un cierto nivel de ansiedad elevada durante
gran parte del día y pueden presentar en distinto grado lo que se
conoce como ansiedad anticipatoria. Es decir, anticipan en su
mente la posibilidad de encontrarse en una situación que les po-
dría desencadenar el malestar, y eso les hace incrementar su an-
siedad antes incluso de exponerse al estímulo, lo que puede au-
mentar las posibilidades de que se produzca la temida crisis de
angustia.
Por lo que se refiere al tratamiento, se ha mostrado muy útil
la psicoterapia cognitivo–conductual mediante la cual se enseña
a la persona a responder de manera diferente a las sensaciones
90 La ansiedad

FIGURA 15
Modelo de aparición y mantenimiento de la agorafobia

Crisis de angustia

Ansiedad anticipatoria
(miedo a nueva crisis)

AGORAFOBIA

Evitación Dependencia de personas,


de las tranquilizantes, objetos, etc.
situaciones temidas

corporales desencadenadas por la ansiedad y a manejarse de for-


ma distinta frente a situaciones estresantes (por ejemplo utilizan-
do técnicas de reestructuración cognitiva, o técnicas de exposi-
ción con prevención de respuesta, autoinstrucciones, parada del
pensamiento, etc.). En el capítulo dedicado al tratamiento psico-
lógico de la ansiedad haremos una descripción de estas técnicas,
algunas de las cuales podrán abordarse dentro de terapias de gru-
po. La mayoría de los autores recomiendan actualmente asociar
un fármaco de tipo antidepresivo, y sólo puntualmente algún an-
siolítico.

II. La fobia social ha despertado un creciente interés en los


últimos años. Podría definirse como el miedo intenso y persisten-
te a situaciones sociales o actuaciones en público, en las que el
sujeto está expuesto a ser juzgado por parte de otras personas.
Las características esenciales de este trastorno son por tanto:
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 91

1) Temor a ser juzgado o criticado por otras personas en si-


tuaciones sociales.
2) Un marcado y persistente temor a las situaciones de ac-
tuación en público, en las que puede producirse alguna hu-
millación o sentir vergüenza.
3) Reconocer que el miedo es excesivo e irracional, pero que
no puede controlarlo.
4) Evitar las situaciones temidas.

Hemos recogido en la siguiente tabla las situaciones que con


más frecuencia desencadenan los síntomas de fobia social.

TABLA 15
Situaciones que con más frecuencia producen
síntomas de fobia social
• Hablar o escribir en público
• Ser presentado por otra persona
• Comer o beber en presencia de otra persona
• Saludar a personas con alguna autoridad
• Hablar por teléfono
• Ser observado mientras se hace algo
• Recibir visitas
• Ser objeto de un comentario chistoso
• Utilizar un lavabo público

Cuando la persona queda expuesta a una de estas situaciones


sociales temidas, lo habitual es que presente una preocupación
constante por la posibilidad de que resulten embarazosas y teme
que los demás le vean como a un individuo ansioso, débil, loco o
estúpido. Piensa que los demás van a notar que tiembla, o que le
cuesta articular palabras, o que se está poniendo «colorado», etc.
Esto le produce un cuadro de ansiedad que tiene manifestaciones
corporales como sudoración, tensión muscular, sensaciones de
92 La ansiedad

frío o calor, temblor, palpitaciones o taquicardia, sequedad de


garganta, sensación de ahogo, cefalea, visión borrosa, sensación
de desvanecimiento o de vacío en el estómago, etc. Otras perso-
nas se quejan menos de estos síntomas, pero sí experimentan
gran timidez, temor, aprensión, se ruborizan, apartan la mirada,
etc.
Algunos estudios han sugerido que llegan a padecer esta en-
fermedad a lo largo de su vida entre un 10 y un 15% de la pobla-
ción en los países occidentales. Se cree que su frecuencia ha au-
mentado en los países de mayor nivel de desarrollo económico, y
dentro de estos en las poblaciones urbanas y con mayor nivel cul-
tural, lo que hace pensar que se relacione con circunstancias so-
cioambientales. Esta fobia se puede sufrir en todo tipo de situa-
ciones sociales, o sólo en algunas. Podría sorprender, pero hay
personas que son capaces de hablar en televisión o ante grandes
multitudes, y en cambio lo pasan mal en grupos reducidos. Recor-
demos que en la definición hemos hablado del miedo a ser juzga-
do por los demás; sería coherente que una persona tema más los
grupos reducidos por la cercanía de los asistentes y por la mayor
conciencia que puede tener el sujeto de estar siendo contemplado
por los demás.
Un planteamiento más de moda actualmente es partir de que
todos tenemos una mayor o menor ansiedad social. Entendemos
por ello la que se produce ante situaciones sociales o actuaciones
en público. Las personas que padecen una mayor ansiedad social
serían las «candidatas» a evitar esas situaciones, pudiendo hablar
entonces más propiamente de fobia social. Así, hay muchas per-
sonas que pese a lo mal que lo pasan, consiguen afrontar esas si-
tuaciones sociales. En todo caso, se trata de una discusión más
dirigida a expertos.
Una pregunta que podemos plantearnos es qué diferencia hay
entre la fobia social y la timidez. Al igual que hemos hecho con
la ansiedad social, viéndola como un componente que todos tene-
mos en mayor o menor medida, también puede hablarse de la ti-
midez como un rasgo de personalidad que en grados extremos
llevaría a la fobia social. Esta timidez extrema se puede confun-
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 93

dir con ese tipo de fobia social que se da en todas las situaciones
sociales (llamada «generalizada»), y no en aquella que se da sólo
ante determinados estímulos (llamada «específica»). Además, la
timidez debería poder vencerse y no suele generar una gran inca-
pacidad ni interfiere de manera importante en la calidad de vida
de la persona.
Sobre el origen de esta enfermedad se discute acerca de dife-
rentes teorías que abarcan la genética, la psicología, y los facto-
res ambientales. Parece ser que el hecho de que uno o ambos pa-
dres padezcan esta enfermedad aumenta las posibilidades de que
los hijos la tengan. Lo que no está tan claro es si se debe a un fac-
tor puramente hereditario, o si es mayor la influencia del apren-
dizaje que se puede experimentar en el hogar familiar. Lógica-
mente, ver y oír que alguno de los padres o hermanos mayores
presentan este tipo de conductas y los mensajes que pueden lan-
zar en referencia a estas manifestaciones puede influir en el desa-
rrollo de la persona. En pocas palabras: el miedo puede aprender-
se, por lo que la pregunta de si se nace o se hace, en este trastorno
—una vez más— no tiene aún respuesta.
En cuanto a los factores ambientales, cabe destacar la impor-
tancia que se ha dado a los acontecimientos vitales, al observar que
muchas personas son capaces de recordar que este trastorno pudo
desarrollarse a raíz de una experiencia social en la que sintieron
una especial vergüenza. El hecho de que este trastorno suela ini-
ciarse en la adolescencia —etapa en la que hay una especial vul-
nerabilidad ante la humillación social— apoya el papel de estos
acontecimientos en el origen de la fobia social.
Por último están los factores psicológicos, que pensamos son
los de mayor interés, y que recientemente han cobrado mayor re-
levancia. En el plano conductual las manifestaciones más impor-
tantes son las conductas de escape y evitación y el aislamiento
social, mientras que en el plano cognitivo destacan el miedo des-
proporcionado a la evaluación negativa y a la desaprobación. Pa-
recen existir también unos rasgos de personalidad que con fre-
cuencia se asocian a la fobia social, como la susceptibilidad a la
crítica y a la valoración negativa de los demás (lo que aumenta-
94 La ansiedad

ría el temor a ser juzgado o valorado en una situación social), la


dificultad para autoafirmarse (que hará que uno tienda a compa-
rarse y tener una actitud tensa o de alerta también previamente a
la exposición), el temor al rechazo (que hace ver como más nega-
tiva la posibilidad de ser criticado por el posible rechazo poste-
rior) y la baja autoestima (que tiñe de negativo las expectativas
de ser juzgado y aumenta los sentimientos de vergüenza o humi-
llación).

TABLA 16
Rasgos de personalidad más relacionados
con la fobia social
• Timidez
• Susceptibilidad a la crítica
• Dificultades en la autoafirmación
• Dependencia emocional y temor al rechazo
• Baja autoestima
• Inseguridad
• Tendencia a la evitación

Estos pacientes realizan un procesamiento de la información


que reciben que les hace memorizar de una forma particular, foca-
lizar la atención de manera selectiva, e interpretar a su modo los
distintos acontecimientos. En concreto, los pacientes tienden a:

— Interpretar de forma negativa los acontecimientos socia-


les. Consideran negativos acontecimientos sociales ambi-
guos (por ejemplo, si al llegar a una reunión algunos no
responden al saludo, piensa que no es bien recibido), y
valoran como catastróficos sucesos sociales ligeramente
negativos para la mayoría (por ejemplo si otra persona nos
da una respuesta negativa cuando le invitamos a ir al cine,
concluyen que nunca querrá porque «debe pensar que soy
un pelma»).
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 95

— Aumentar la atención focalizada hacia uno mismo y dis-


minuir la entrada de información social externa. Si uno
no está mínimamente atento al efecto que su conducta
produce en los demás, no podrá darse cuenta de que la re-
percusión de su conducta no es tan negativa y no aprende-
rá a exponerse a esas situaciones sin miedo.
— Dar más importancia a las señales sociales negativas que a
las positivas. Estos sujetos detectan perfectamente cuándo
entre el público asistente a su conferencia alguien ha bos-
tezado o está mirando hacia otro lado, como si no le inte-
resara, y no se fija tanto en el interés de todos los demás.
— Obtener involuntariamente el efecto interpersonal negati-
vo que se deseaba evitar. Como ocurre cuando uno evita
ir a algún tipo de reuniones sociales para que no se le note
que se pone nervioso o tenso, con objeto de que «no pien-
sen que soy raro», y de hecho la imagen que acaba dando
es poco atractiva, de persona que no se relaciona y que no
actúa como los demás.
— Seleccionar de forma anticipatoria y negativa la informa-
ción antes de enfrentarse a la situación socialmente temi-
da. Estas personas tienden a planificar de manera antici-
pada cómo escaparán de esa situación, una buena excusa;
o bien se imaginan los juicios negativos de la otra perso-
na y piensan el modo de rebatirles. Podría ser el caso del
chiste de aquél al que se le avería el coche en una noche
cerrada y se va acercando a una cabaña con luz, imagi-
nando las cosas negativas que le pueden ocurrir cuando le
abran la puerta (y si es una persona malvada, y si se ríe de
mí, y si me hace daño, etc.) hasta que llega el momento
de llamar a la puerta de la cabaña, y antes de que el due-
ño abra la boca, le dice de malas maneras que no necesita
su ayuda para nada.
— Procesamiento negativo de la información después del
suceso. Es frecuente que vengan a la cabeza de manera
repetida y sin uno desearlo recuerdos o pensamientos de-
sagradables que nos dificultan la concentración para las ta-
96 La ansiedad

reas que estemos realizando. Esto dificultará que quera-


mos volver a exponernos en un futuro a estas situaciones.

Averiguar si estos procesos selectivos de información se dan


en una persona puede ser muy útil de cara al tratamiento psicoló-
gico para disminuir la respuesta ansiosa.
Existen algunos aspectos que tienen una especial importancia
en la fobia social:

a) El hecho de que se inicie habitualmente durante la adoles-


cencia suele interferir en el desarrollo normal de las rela-
ciones sociales e interpersonales, y disminuir las capaci-
dades futuras en el terreno social, laboral y familiar.
b) Algunas personas pueden utilizar medios químicos para,
de una manera artificial, vencer la evitación o superar las
molestias que le generan estas situaciones. Así es frecuen-
te que se automediquen con tranquilizantes, o que consu-
man algo de alcohol o algún otro tipo de sustancia tóxica
para conseguir una cierta desinhibición. De este modo lo
que era un problema —difícil y molesto, pero un solo pro-
blema—, se convierte en dos problemas: la fobia social y
un cuadro de adicción al alcohol, a otra sustancia tóxica
(fundamentalmente de tipo estimulante, como la cocaína
o drogas de diseño) o a psicofármacos. Se calcula que,
entre las personas con fobia social, el 20% abusan del al-
cohol, y un 15% de otras sustancias tóxicas. En este sen-
tido parece que el motivo de que acudan al médico más
mujeres que hombres por esta enfermedad es reflejo de
que los hombres tienden a encubrirlo con más facilidad
con este consumo de sustancias tóxicas, por la mayor per-
misividad social.
c) Un tercer punto de interés es la frecuencia con que este
trastorno se acompaña de episodios depresivos, debido
fundamentalmente a las limitaciones que suele acarrear
en la calidad de vida, y que podrían acabar por deprimir a
la persona.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 97

Con respecto al tratamiento, interesa destacar la importancia


del tratamiento precoz, durante la adolescencia, para que reper-
cuta lo menos posible en las futuras relaciones personales, labo-
rales y sociales. El tratamiento psicológico en estos casos consis-
te fundamentalmente en mejorar las relaciones interpersonales, la
autoafirmación y la autoestima, además de exponer progresiva-
mente al paciente a los estímulos sociales temidos. Pueden resultar
de especial interés las terapias de grupo. Habitualmente, se reco-
mienda una combinación de técnicas conductuales (como la ex-
posición progresiva para desensibilizarse o los ensayos simula-
dos de situaciones sociales en la consulta, las autoinstrucciones,
etc.) y técnicas cognitivas (como la reestructuración cognitiva, la
intención paradójica, etc.), además del entrenamiento en habili-
dades sociales. En el capítulo dedicado al tratamiento psicológi-
co de la ansiedad se puede encontrar una explicación más detalla-
da de estos procedimientos.
Recogemos en la siguiente tabla algunos consejos relativa-
mente específicos para la familia del paciente con fobia social,
especialmente si está recibiendo una psicoterapia de tipo cogniti-
vo–conductual, que es la más frecuente en la actualidad.

III. Las fobias específicas se pueden ver como el modelo


más genuino de fobia. En este caso el miedo se debe a objetos o
situaciones muy concretos y determinados. Como ya hemos co-
mentado en los casos anteriores, esta exposición provoca un cua-
dro de ansiedad que puede llegar hasta la crisis de angustia, y que
lleva al sujeto a evitar esos estímulos en un futuro.
Estas fobias pueden desarrollarse espontáneamente, o bien
iniciarse tras una experiencia de tipo traumático o tras presentar
una crisis de angustia espontánea en una situación concreta. En
estos casos, a diferencia de la agorafobia, el miedo no es a tener
una nueva crisis de angustia y perder el control, sino al mordisco
del perro, al accidente del avión, a la picadura de la araña o ser-
piente, o a los efectos trágicos de un rayo en una tormenta. Los ti-
pos más frecuentes de fobias específicas son:
98 La ansiedad

a) Fobias a los animales: las más habituales son a los perros,


arañas, serpientes, pájaros, etc.
b) Fobias a fenómenos naturales, como los truenos o relám-
pagos, el agua, etc.
c) Fobias a la sangre y las heridas e inyecciones. Este tipo de
fobias tienen dos características que las diferencian: pa-
recen tener un mayor componente familiar que las demás
fobias, y, curiosamente, tienden a mostrar una respuesta
orgánica en parte distinta, pues produce una bajada de la
tensión que puede desencadenar un desvanecimiento con
posible pérdida de la conciencia.

TABLA 17
Consejos para la familia del paciente con fobia social
• Aunque haya una cierta vulnerabilidad que puede reflejarse en los rasgos
previos de su personalidad, el paciente no tiene la culpa de la enfermedad
que padece, y no ha sido consecuencia de su carácter débil o de su falta de
voluntad.
• Su familiar no está loco. Él es el primer interesado en vencer la conducta
evitativa y poder realizar una vida normal, pero hasta ahora el malestar
ocasionado por la ansiedad y los efectos negativos experimentados le han
impedido enfrentarse a los estímulos fóbicos.
• Felicítele y anímele cuando consiga realizar las exposiciones graduales
acordadas con su terapeuta, y no evite las situaciones sociales que le de-
sencadenan ansiedad.
• Los síntomas derivados de la ansiedad ante la exposición no desaparecen
de manera brusca sino progresivamente. No incida en comentarle la evo-
lución de estos síntomas: lo importante es la exposición continua y gra-
dual, que le hará romper el círculo vicioso establecido de la evitación.
• Si nota que su familiar está evitando la exposición, y que usa argumentos
donde se ve que está engañándose para no llevar a cabo esa tarea, o por
ejemplo, le pide que le acompañe para vencer más fácilmente la ansiedad,
hágale ver que eso supondría reforzar la enfermedad, y anímele a expo-
nerse a esa situación, manteniendo una actitud comprensiva si definitiva-
mente no consigue afrontarla.
• Si no es de acuerdo con el terapeuta, evite plantear a su familiar tareas de
exposición que podrían ser demasiado dificultosas, y que de no poder afron-
tarlas podrían suponer un reforzamiento de la conducta evitativa futura.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 99

d) Fobias situacionales. Referidas a transportes públicos, a


los túneles o puentes, a los ascensores, etc. Son las más
frecuentes y podrían representar una forma menor de la
agorafobia ya comentada.
e) Fobias a otros estímulos. Como el miedo a atragantarse o
a contraer alguna enfermedad (aunque clásicamente solía
ser el cáncer, más recientemente se ha incorporado a este
listado el SIDA).

Por lo que se refiere al tratamiento de los trastornos fóbicos


en su conjunto, los más empleados son el tratamiento farmaco-
lógico y el psicológico (psicoterapia). Aunque algunos casos
responden bien a uno solo de estos tratamientos, la recomenda-
ción general es el uso de ambos. De esta manera parece que au-
menta el número de éxitos y la mejoría es más global.
En cuanto al tratamiento psicofarmacológico, la tendencia
actual en general es al uso de un antidepresivo, a dosis bajas ha-
bitualmente, con el apoyo de un ansiolítico o tranquilizante. Este
ansiolítico se suele usar más el primer mes, mientras empieza a
notarse el efecto del antidepresivo, y de manera puntual a lo lar-
go de la evolución. No estaría indicado por tanto el tratamiento
exclusivo con ansiolíticos, como se hacía antes, por su menor efi-
cacia a medio y largo plazo, y por la complicación de ser cada
vez menos eficaces (tolerancia) y su tendencia a «enganchar»
(dependencia). Aunque los antidepresivos clásicos han demostra-
do su eficacia en muchos casos, se prefiere utilizar los de última
generación debido a sus menores efectos secundarios, especial-
mente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina
(ISRS).
Por lo que se refiere a la psicoterapia, aunque en un inicio
tuvo mucha importancia la terapia psicoanalítica ha descendido
progresivamente su uso, al menos como terapia única y en su glo-
balidad. De manera que actualmente el principal mérito de esta
teoría es que ayuda a entender algunos aspectos importantes de
esta enfermedad.
100 La ansiedad

Posteriormente se ha dado mayor importancia a la terapia con-


ductual. Esta teoría se basa en que el miedo fóbico es el resulta-
do de un aprendizaje. La persona asocia la reacción de miedo a una
situación, objeto, etc., que por sí mismo no tendría que producir-
lo. La persona tiende a evitar estos estímulos, y eso, aunque en
ese momento le libere del malestar, hace que se refuerce su ten-
dencia a evitarlo. Las terapias conductistas suponen fundamen-
talmente que la persona se exponga de manera progresiva a los
estímulos temidos, y frenar la respuesta de ansiedad y la tenden-
cia a evitar el contacto con el estímulo mediante otras técnicas
como las de relajación.
Recientemente, las técnicas más utilizadas combinan algunos
aspectos de la terapia conductual con terapias de tipo cognitivo.
Según la teoría cognitiva estos miedos son el resultado de pensa-
mientos o representaciones mentales alteradas debido a la ten-
dencia de la persona a sobreestimar el grado del peligro. También
en este tipo de fobias, las terapias de grupo han demostrado su
eficacia, especialmente en la agorafobia y en la fobia social.

3. EL TRASTORNO DE PÁNICO (O DE ANGUSTIA)

El trastorno de angustia o de pánico consiste en la repetición


de crisis de angustia, típicamente de forma espontánea, aunque
pueden darse también desencadenadas por determinados estímu-
los. Se denomina crisis de angustia al hecho de padecer de mane-
ra repentina (suele alcanzar su máximo en unos minutos) una
sensación de malestar intenso —aprensión, miedo o terror— que
suele asociarse al presentimiento de una catástrofe inminente
(sensación de pérdida del control, de estar volviéndose loco o de
muerte inminente). A su vez, la persona siente una necesidad ur-
gente de huir o escapar de esa situación.
La historia más «genuina» de una crisis de angustia es la de
una persona que quizá haya sido siempre algo tensa, o que puede
encontrarse en una situación de mayor estrés, y que mientras ve
tranquilamente la televisión, o andando por la calle, o en mitad
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 101

de la noche, presenta una primera crisis de angustia con todo su


cortejo de síntomas corporales. Estas molestias se acompañan de
un pensamiento de tipo catastrófico como los ya mencionados,
añadido al hecho de desconocer lo que le está pasando y cómo re-
solverlo.

TABLA 18
Síntomas más frecuentemente asociados a las crisis de angustia

• Palpitaciones, sacudidas del • Náuseas o molestias abdominales


corazón
• Inestabilidad, mareos o desmayos
• Taquicardia
• Sensaciones de falta de realidad
• Sudoración o extrañeza
• Temblores o sacudidas musculares • Miedo a perder el control o a
volverse loco
• Sensación de ahogo o falta de aire
• Miedo a morir
• Sensación de atragantamiento o
asfixia • Sensaciones extrañas en la piel
(parestesias)
• Opresión o malestar torácico
• Escalofríos o sofocos
• Boca seca

Las crisis de angustia pueden originarse de tres formas:

a) Crisis de angustia espontáneas, como la ya referida.


b) Crisis de angustia secundaria a determinados estímulos, y
que suelen repetirse ante ellos. Son más propias de las fo-
bias, y tienden a ceder cuando la persona evita el estímu-
lo que la desencadena.
c) Crisis de origen químico. Con frecuencia, el consumo de
sustancias estimulantes, desde la cafeína a la cocaína o an-
fetaminas y drogas de diseño, así como el cannabis, pue-
den desencadenar automáticamente o con cierta demora
crisis de angustia.

En los trastornos de angustia deben presentarse una serie de


crisis de angustia de forma recurrente durante un periodo de
102 La ansiedad

Caso clínico de trastorno de angustia

Amelia es licenciada en Farmacia y trabaja en una oficina de far-


macia situada frente al centro de salud mental de su barrio. Siempre
ha sido una persona responsable, le gusta llevar con orden su trabajo
y ha alcanzado la total confianza de su jefe, quien le permite tomar la
mayoría de las decisiones del negocio. Una mañana de verano, con
poco trabajo, se encontraba ordenando unos papeles cuando de pron-
to empezó a sentirse mal. No sabía qué le estaba pasando pero empe-
zó a notar escalofríos acompañados de un sentimiento de terror. El co-
razón se le aceleró, le temblaban las manos y le costaba respirar. No
podía estarse quieta. Se sentía acalorada, como atrapada, desorienta-
da, y empezó a pensar que le podía estar dando un infarto y que po-
dría morirse en segundos.
Pensó en llamar al teléfono de urgencias o en cerrar la farmacia
momentáneamente y acudir al centro de salud. Intentó tranquilizarse,
bebió un poco de agua pero le temblaban las manos y le costaba tra-
gar. Estuvo unos minutos abanicándose y paseando por la farmacia,
pero no mejoraba. Apareció un cliente, que le preguntó si le pasaba
algo, y lo despachó en cuanto pudo. Con la pregunta del cliente se an-
gustió más, y decidió llamar a su marido, que le recomendó que fuera
al centro de salud.
El médico que la atendió le dijo después de explorarla que no te-
nía ningún problema cardíaco, que sería una crisis de ansiedad. Le dio
un ansiolítico y le dijo que procurara descansar. Se marchó a casa más
tranquila, pero esa misma tarde, mientras estaba en el cine con su ma-
rido volvió a sentir las mismas molestias, y tuvo que salir del cine. Ha-
bló con su jefe y se tomó unos días libres para descansar.
En las siguientes dos semanas continuó teniendo crisis cada va-
rios días, y comenzó a tener miedo a salir sola o a quedarse sola en
casa, aunque hacía el esfuerzo para no complicarle la vida a su marido
y hermanas. Después de un mes sin conseguir una mejoría se decidió a
ir a un especialista que le recomendó una amiga, quien le diagnosticó
un trastorno de angustia. Quedaron para iniciar una psicoterapia y co-
menzó a recibir tratamiento psicofarmacológico. Al inicio del trata-
miento notó más inquietud, se preocupó y llamó al especialista. Éste le
recomendó esperar unos días pues esas molestias suelen ir desapare-
ciendo en poco tiempo, como así fue.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 103

tiempo. Aunque lo más llamativo sean las manifestaciones de las


crisis, estas personas suelen presentar también algunos pensa-
mientos en relación con las crisis que pueden resumirse en:

— miedo a una desgracia física, como tener una enfermedad


grave o morirse durante la crisis, habitualmente por un in-
farto; de hecho, son pacientes habituales de los servicios
de urgencias;
— miedo a perder el control y volverse loco;
— temor social a que otros puedan presenciar su crisis, o
miedo a algunas de las consecuencias temidas de la crisis.

Como acabamos de comentar, es frecuente que en las prime-


ras crisis la persona acuda a un servicio de urgencias buscando el
remedio, o sencillamente una explicación a sus molestias, que él
atribuye a un infarto, hemorragia cerebral u otra patología grave.
El hecho de oír repetidas veces que no tiene nada patológico y
que ha debido ser fruto de la ansiedad debería tranquilizar al pa-
ciente. Sin embargo, no es raro que el paciente piense que no es
diagnosticado por error médico, o que si el médico que le ha aten-
dido le ha visto ansioso no ha tomado en serio sus molestias por
dar por sentado que será «de los nervios», o que debe ser «tan
grave lo suyo que no se ve fácilmente» y hay que ir a un especia-
lista mejor. Por último, la persona acepta —habitualmente con
cierta prevención— acudir a un especialista para ver si se trata de
un trastorno de angustia y ponerse a tratamiento.
Además de las crisis de angustia, es frecuente que estas per-
sonas presenten síntomas de ansiedad de manera habitual o in-
dependientemente de las crisis, o que desarrollen preocupaciones
en referencia con la salud o integridad física propia o de su fa-
milia. También parece que estas personas muestran una especial
sensibilidad a los fármacos, y no sólo porque se quejen de que
les producen algún tipo de molestia sino que, a veces de manera
sorprendente, realmente presentan manifestaciones de intoleran-
cia a bastantes fármacos en comparación con la población gene-
ral.
104 La ansiedad

Como ya explicamos al hablar de la agorafobia, estas perso-


nas suelen desarrollar también conductas de evitación de las si-
tuaciones que les recuerdan crisis anteriores o sencillamente de si-
tuaciones en las que pueda ser más difícil recibir atención médica
en caso de presentarse la crisis (como realizar viajes, alejarse algo
de casa o conducir solos).
Otra consecuencia de estos trastornos es la progresiva desmo-
ralización que puede producir en los sujetos, sobre todo hasta que
reciben ayuda médica, que origina cuadros depresivos en cerca
de la mitad de estos pacientes en algún momento de la evolución.
Un pensamiento que suele desmoralizar es creer que lo que le ocu-
rre es un signo de debilidad de carácter, con los consiguientes sen-
timientos de incapacidad personal.
Por último, las crisis de angustia pueden presentarse aisladas
o repetirse en alguna otra ocasión a lo largo de la vida, sin que
ello constituya un trastorno, y también pueden aparecer en el cur-
so de otro trastorno psiquiátrico (preferentemente de tipo ansio-
so o depresivo), sin que ello signifique necesariamente que se ten-
gan dos enfermedades a la vez.
Uno de los modelos más empleados para entender este tras-
torno es el modelo del «miedo al miedo», según el cual las crisis
se producen por una interpretación errónea catastrófica de las
sensaciones corporales. Este miedo-al-miedo produciría un cír-
culo vicioso entre los síntomas corporales y la angustia. Si inter-
preto catastróficamente una sensación corporal («este pinchazo
en el costado es el inicio de un infarto»), me pondré nervioso.
Esta ansiedad me puede producir nuevos síntomas corporales
(por ejemplo una aceleración de la respiración) que puedo inter-
pretar a su vez como confirmación de que algo grave me está
ocurriendo, en este caso «el infarto ya me está produciendo asfi-
xia». De todas formas, este sencillo modelo no explica entre otras
cosas cómo se produce la primera crisis de angustia, máxime
cuando se da en una situación de aparente relajación.
Para valorar la gravedad de este trastorno deberíamos tener
en cuenta la frecuencia de las crisis, su intensidad y duración, la
ansiedad anticipatoria (miedo a padecer una nueva crisis), las con-
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 105

FIGURA 16
Modelo psicológico del trastorno de angustia

Primera crisis de angustia

Ansiedad anticipatoria Nuevas crisis


(miedo a nueva crisis) de angustia

Evitación Dependencia de personas,


de las tranquilizantes, objetos, etc.
situaciones temidas

Aumento de la
aprensión

ductas de evitación ante determinadas situaciones (agorafobia),


la sensibilidad y miedo ante las sensaciones corporales, y las al-
teraciones en el rendimiento laboral y en las relaciones sociales e
interpersonales.
Por lo que se refiere al tratamiento, una vez más lo aconseja-
ble en general es la asociación de un tratamiento farmacológi-
co y otro de tipo psicológico. El tratamiento psicofarmacológico
más recomendado combina un antidepresivo y un ansiolítico. Se
trata de conseguir que no se repitan las crisis de angustia, y que
desaparezca la ansiedad que puede existir de manera habitual, y
sobre todo la denominada ansiedad anticipatoria o miedo a que
se puedan repetir las crisis. En algunos casos, y esta tarea será
fundamentalmente de psicoterapia, también habrá que vencer la
agorafobia, o las conductas evitativas que la persona adopta para
106 La ansiedad

defenderse del miedo a una nueva crisis, y que tanto limitan la ca-
lidad de vida.
El tratamiento antidepresivo se realizará sobre todo con un
fármaco que actúe sobre la serotonina, pues se ha comprobado su
mayor eficacia en estos trastornos. El objetivo fundamental del
antidepresivo es evitar que se produzca una nueva crisis de an-
gustia. Como corresponde a su mecanismo de acción habitual,
pasarán entre 2 y 4 semanas antes de que empecemos a notar su
efecto. Los ansiolíticos suelen recomendarse desde el inicio y
cumplirán tres funciones distintas:

a) Eliminar la ansiedad habitual que suelen tener estas per-


sonas en los periodos entre crisis.
b) Eliminar la ansiedad anticipatoria de poder tener una cri-
sis de angustia. No hay que olvidar que tanto la ansiedad
habitual como la anticipatoria, por sí mismas, pueden de-
sencadenar una nueva crisis en una persona predispuesta.
c) Controlar una crisis de angustia que está iniciándose o en
curso.

Para los dos primeros tipos de ansiedad, al tratarse de un tra-


tamiento preventivo de las crisis, se prefieren ansiolíticos que du-
ren más tiempo en la sangre, para que realmente puedan prevenir
el mayor tiempo posible. Este tipo de ansiolíticos tienen menos
capacidad de crear adicción, por lo que son los recomendados
desde el inicio. En cambio, para controlar una crisis que se está
iniciando se recomiendan otros de acción más rápida y una vida
más corta en la sangre, para que una vez realizada su función de-
saparezcan y no notemos la sedación durante el resto del día. Es
frecuente aprovechar el inicio del efecto del antidepresivo para
empezar a disminuir la dosis de ansiolíticos, de manera que, de
forma ideal, el paciente permanezca con el antidepresivo y un
solo ansiolítico para cuando parezca que se está iniciando una
crisis de angustia.
De nuevo, la psicoterapia más extendida para tratar este tras-
torno es la de tipo cognitivo-conductual. Esta psicoterapia tendrá
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 107

como fines que se produzcan los cambios precisos en la forma de


ser del paciente para que genere menos ansiedad ante las distintas
circunstancias de la vida; ayudarle a descubrir modos de dismi-
nuir la ansiedad que vaya acumulando; enseñarle en qué consiste
una crisis de angustia y cuáles son los mecanismos biológicos y
psicológicos que la desencadenan y hacen que se repitan; y apor-
tarle algunas herramientas para enfrentarse a las situaciones en las
que parece que la crisis de angustia es inminente.

TABLA 19
Consejos psicoeducativos ante las crisis de angustia

• Las sensaciones son reacciones corporales fisiológicas, normales


• No son perjudiciales
• Describa lo que está sucediéndole
• Espere a que pase el miedo y observe cómo va desapareciendo
• Céntrese en lo que está haciendo y en lo que va a hacer después
• No añada pensamientos negativos o catastróficos
• Valórelo como una nueva oportunidad de avanzar frente a la ansiedad
• Comience entonces lentamente

La descripción de los rasgos de personalidad que pueden ge-


nerar mayor ansiedad y las técnicas para manejarla aparecen re-
cogidos en otros capítulos de este texto. Aquí nos vamos a cen-
trar en lo más específico del trastorno de angustia. Por lo que
respecta al modo de pensar, es interesante valorar el modo pecu-
liar de procesar la información que tienen estas personas. Lógi-
camente, estos modos de procesar la información predisponen
pero no determinan que vayan a padecer este trastorno. Por otro
lado, conseguir cambiar estos modos de procesar la información
será sin ninguna duda el mejor modo de prevenir una futura re-
caída. Estas alteraciones en el procesamiento de la información
fueron descritas entre otros por Aaron Beck, y entre ellas, desta-
caremos:
108 La ansiedad

a) La focalización de la atención. Es la tendencia que pode-


mos tener a centrar y focalizar la atención en los concep-
tos relacionados con peligros y amenazas. Una experien-
cia que apoya esta tendencia es cuando nos muestran una
lista de palabras escritas con distintos colores. Dentro de
la lista hay palabras que orientan a peligro o amenaza y
otras que no. Se ha comprobado que la persona ansiosa
tiende a recordar antes y mejor los colores de las palabras
que expresan peligro y amenaza. Esto hace que entre las
innumerables sensaciones corporales que tenemos mien-
tras hacemos una tarea, sólo la interrumpamos ante una
molestia que nos genere más tensión por su posible signi-
ficado de peligro, como un pinchazo en el pecho.
b) Los pensamientos catastróficos. Sería una exageración
del famoso ejemplo de la botella medio vacía, pues este
modo de pensar nos lleva a quedarnos con el pensamien-
to más negativo entre los posibles, y a aumentar la pro-
babilidad de que algo negativo pueda ocurrir. De este
modo, podemos espontáneamente sugestionarnos con
padecer una crisis, o bien ponernos en lo peor ante los
primeros indicios de ansiedad: como la muerte fulminan-
te por un infarto de miocardio, o la posibilidad de hacer
un ridículo espantoso ante los que presencian nuestra cri-
sis de angustia que no podremos resistir y nunca olvida-
remos. Lógicamente esta tendencia a lo catastrófico, lo
irremediable, multiplica los niveles de ansiedad con gran
rapidez.
c) La abstracción selectiva. Cuando tenemos este modo de
pensar tendemos a centrarnos en la información del pasa-
do o del presente que sea congruente y refuerce nuestras
creencias y modos de pensar ansiosos, dejando de lado
los que puedan contradecirlo. Así, cuando sentimos un
pinchazo en el costado izquierdo, en vez de recordar y
considerar las innumerables veces que lo hemos tenido
antes sin ninguna trascendencia posterior, tendemos a
abstraer el recuerdo de un primo que falleció de un infar-
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 109

to y el hecho de que tengamos más de 50 años, que, según


vimos en una revista, es de la edad de mayor riesgo de in-
farto, y que en el último chequeo médico el médico de la
empresa nos dijo que teníamos un poco alto el colesterol
y que deberíamos cuidarnos, etc.
d) El pensamiento dicotómico. Es la tendencia que podemos
tener ante una situación de peligro a hacer una valoración
con dos polos opuestos, blanco o negro. Siguiendo con el
ejemplo del pinchazo en el costado, pensaremos que o te-
nemos un infarto mortal y fulminante, o no tenemos nada.
El gran peligro es que cualquier dato, sensación o pensa-
miento, por pequeño que sea, si no es blanco, será negro,
o al menos aumentará la duda de que lo sea, y la sola duda
ya supone ansiedad.

TABLA 20
Alteraciones en el procesamiento
de la información de las personas con trastorno de angustia
• Focalización de la atención
• Pensamientos catastróficos
• Abstracción selectiva
• Pensamiento dicotómico

La psicoterapia cognitiva irá dirigida por tanto a modificar


estos procesos cognitivos del paciente de manera que le generen
una menor ansiedad. Otros aspectos interesantes en la psicotera-
pia, de tipo más psicoeducativo, son:

— Que el paciente valore que sí tiene una enfermedad, y que


los síntomas principales son la ansiedad y sus distintas
manifestaciones. No se lo está inventando ni, como pue-
de oír cuando le hacen un electrocardiograma de urgen-
cia, «no tiene nada». Tiene algo, ansiedad, y eso es frecuen-
te y tiene tratamiento.
110 La ansiedad

— Que la ansiedad de la crisis de angustia es pasajera: podrá


durar más o menos, ser de mayor o menor intensidad, pero
es pasajera.
— Que tendrá que poner los medios necesarios para que no
reaparezcan las crisis o sobrellevarlas, pero que no se tra-
ta de evitar las crisis «a toda costa». No pasa nada nuevo
si hay una nueva crisis, ni eso quiere decir que esté peor
o pase a ser irremediable. No utilizar «el lenguaje» de la
ansiedad de evitar por todos los medios la crisis o de «con-
trol total». Del mismo modo que el excursionista que tro-
pieza por el campo con un perro que ladra y aspecto te-
mible pero sujeto con una cadena tiene dos opciones:
acercarse al perro y «ganárselo» para que desaparezca el
miedo al asegurar que no le hará daño, o sencillamente —y
no sin cierto esfuerzo— seguir su camino, y comprobar
que, aunque no inmediatamente —como querría la ansie-
dad—, los ladridos y el temor van desapareciendo poco a
poco.
— Que la ansiedad no es grave, ya que aunque puede causar
mucho sufrimiento, no mata. Curiosamente, en el sentido
amplio, puede producirnos un sufrimiento mayor el mie-
do a las crisis y las limitaciones que nos impongamos
para defendernos, que las propias crisis en sí, aunque sólo
sea por la duración del malestar.

La parte más conductual de la psicoterapia consistirá en irnos


exponiendo de manera progresiva a las situaciones temidas, que
asociamos con la posibilidad de poder sufrir una nueva crisis,
como ya vimos en la parte dedicada a la agorafobia.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 111

4. EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO

Esta enfermedad es conocida desde la antigüedad. Baste re-


cordar el conocido personaje de Shakespeare, Lady Macbeth,
quien para deshacerse de sus pensamientos obsesivos de culpa,
se lavaba y limpiaba las cosas hasta la extenuación. Este trastor-
no lo sufre alrededor del 2% de la población a lo largo de su vida,
y en bastantes casos se hace crónico, aunque con fluctuaciones.
Gracias a los avances en el conocimiento de esta enfermedad su
pronóstico ha mejorado mucho en las últimas décadas. Aunque
se desconocen los factores concretos que pueden desencadenar
un nuevo episodio o un agravamiento de los síntomas durante la
vida del paciente, existe bastante acuerdo en considerar el estrés
como un factor a controlar en su prevención.
Es una enfermedad que afecta por igual a hombres y mujeres,
y aunque algunos estudios han demostrado que se da con más
frecuencia en hijos de personas con este trastorno, lo cierto es
que influyen muchos aspectos relacionados con la convivencia,
el aprendizaje, etc., que hacen difícil valorar hasta qué punto es
una enfermedad hereditaria.
La enfermedad consiste en la presencia repetida y molesta de
obsesiones (pensamientos, imágenes, etc.) y de compulsiones
(conductas, a veces verdaderos rituales), que el paciente quiere
en mayor o menor medida eliminar por el sufrimiento que le pro-
ducen, aunque son muy resistentes. Se incluye dentro de los tras-
tornos de ansiedad por la que nota el paciente cuando se resiste a
las obsesiones y compulsiones, y por cómo desaparece la ansie-
dad cuando ha pasado la compulsión. Lo más frecuente es que la
persona tenga tanto obsesiones como compulsiones, aunque en
algunos casos presenta casi todo obsesiones y en otros casos casi
todo compulsiones.
Las obsesiones se definen como imágenes, pensamientos o
impulsos que se repiten sistemáticamente pese a los esfuerzos de
la persona por eliminarlos, que se ven como inapropiados o irra-
cionales y que por sí mismos producen rechazo o malestar en la
persona. El que una persona esté, como se dice vulgarmente, ob-
112 La ansiedad

Caso clínico de trastorno obsesivo-compulsivo

Fernando es un carpintero de 30 años que acude al médico de


cabecera porque ya no aguanta más. Viene acompañado de sus pa-
dres, con los que convive, que aseguran que se ha hecho imposible vi-
vir con él y «sus manías». Trabaja en el taller de su padre, pero cada
vez va menos a trabajar.
Hace diez años los padres empezaron a encontrarle más nervio-
so y comenzó con algunas manías como no utilizar el cuchillo para co-
mer y no querer entrar en la cocina diciendo que «eso era para muje-
res», cuando antes nunca había actuado así. Hasta que un día, después
de una discusión y de echarse a llorar reconoció que tenía la obsesión
de querer clavarle un cuchillo a su madre. Que le venía el impulso cada
vez que veía un cuchillo o cuando se acordaba, y que lo pasaba muy
mal. Intentaba quitárselo de la cabeza pero no podía. Se sentía muy
mal, quería mucho a su madre, y no se atrevía a decirlo por lo que pu-
dieran pensar de él. Pensó que estaba volviéndose loco y que acabaría
matando a su madre, y eso le hacía sufrir mucho.
Los padres le quitaron importancia, le dijeron que no se agobia-
ra, y que le iban a ayudar. Desde ese día no comían en casa con cuchi-
llos. Su madre se esforzaba por preparar la comida de manera que se
pudiera comer sin cuchillo, y escondió los de la cocina bajo llave.
Hace tres meses, después de ver una serie de médicos en la tele-
visión, se despertó esa noche con un fuerte dolor de cabeza y se fue
convenciendo de que podría ser meningitis. Sus padres al día siguien-
te le tranquilizaron y de hecho pudo comprobar que no tenía fiebre,
pero desde ese momento exigió a su madre que lavara su ropa con le-
jía y separada de la de ellos. Les obligó a limpiar las rejillas del aire
acondicionado, sólo bebía agua mineral y empezó a salir a la calle con
mascarilla.
Como no quería ir al médico porque «son sitios donde te puedes
contagiar con todo», un especialista amigo de la familia accedió a
atenderle en casa. Fernando reconoció que sufría mucho pensando
que podía contagiarse de una meningitis y que era una enfermedad
muy grave de la que la mayoría se mueren en horas. Aunque entendía
que algunas de sus demandas y actitudes eran absurdas lo estaba pa-
sando muy mal, y pensaba que si no lo hacía lo pasaría peor. Accedió a
tomar una medicación específica para los trastornos obsesivo–compul-
sivos, y ahora está también asistiendo a la consulta para realizar una
psicoterapia individual.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 113

sesionado con su futura moto o con el recuerdo de una persona


recientemente fallecida no podría por tanto incluirse aquí. Sí se
incluiría a quien le viene a la cabeza de manera repetida el im-
pulso de hacer daño a alguien muy querido, o la idea de decir
una blasfemia si es una persona creyente, y que eso les venga de
forma involuntaria y les produzca un malestar, sin que puedan
evitar que se repita. Se entiende que no se refieren a simples pre-
ocupaciones excesivas sobre problemas de la vida real, como
pensar frecuentemente en unas oposiciones que se avecinan, sino
que típicamente tiene un tinte de absurdo por falta de coherencia
con la vida real como el ejemplo de la madre que tiene el impul-
so repetido de hacer daño a su hijo. Lógicamente la persona in-
tenta combatirlos con otros pensamientos o conductas, con suer-
te diversa.
Los contenidos más frecuentes de las obsesiones son:

— Temor exagerado a contaminarse por gérmenes al tocar


cosas o personas.
— Pensamientos que van contra los principios morales de la
persona.
— Imágenes o impulsos de agresiones hacia otras personas,
habitualmente con personas apreciadas.
— Dudas sobre conductas realizadas, como si se ha cerrado
el coche, se ha apagado el gas o cerrado el grifo.
— Pensamientos de padecer una enfermedad, habitualmente
grave (cáncer, SIDA, etc.).

Las compulsiones son comportamientos o actos mentales


(contar, repetir mentalmente palabras, etc.) de carácter repetitivo,
que la persona se ve obligada a realizar para que desaparezcan la
obsesión y la ansiedad que la acompaña. Vulgarmente pueden ser
denominadas por quien las ve como «manías», aunque con mu-
cha frecuencia no se ven, porque la persona, consciente de lo ab-
surdo de su conducta, las esconde. Aprovechamos este comenta-
rio para aclarar que todos tenemos nuestros pequeños rituales o
«manías» (cómo tenemos la mesa de trabajo, la secuencia del
114 La ansiedad

aseo personal, el orden de los libros de la biblioteca, etc.) más o


menos razonados, pero eso no significa que tengamos síntomas
de este trastorno. Estos rituales no nos generan una especial an-
siedad si no podemos realizarlos, ni sentimos una extraña necesi-
dad de realizar las cosas exactamente de una manera concreta, y
por supuesto, no nos produce alteraciones en nuestra calidad de
vida ni en nuestro funcionamiento ordinario. El paciente, en dis-
tinta medida, ve también lo absurdo de tener que realizar esa con-
ducta, y de hecho le resulta molesto en sí tener que realizarlo,
pero lo cierto es que le calma la ansiedad y puede acabar cedien-
do ante esa necesidad impuesta. La irracionalidad puede venir de
que no haya conexión lógica entre el pensamiento obsesivo y el
ritual (por ejemplo, contar hasta 10 para que no le pase algo malo
a mis padres) o por la desproporción (por ejemplo, lavarme las
manos por haber tocado el pomo de la puerta). A veces son tan
sencillos como tener que dar tres golpes en algún sitio, pero otras
veces suponen una gran complejidad, como tener que vaciar to-
dos los armarios para volver a poner la ropa «bien ordenada» una
y otra vez, y esto sólo por el presentimiento de que algo de la ropa
se ha debido cambiar, y ya no está como antes. Se entiende tam-
bién que las compulsiones pueden ser no sólo realizar una con-
ducta (lavarse las manos) sino también evitar algún comporta-
miento (evitar dar la mano a nadie o utilizar guantes todo el día).
En general, suponen un enlentecimiento para las actividades co-
tidianas que puede causarnos serios problemas y hacer perder la
paciencia a familiares y amigos.
Las compulsiones más frecuentes son:

— Lavado repetido de las manos para evitar una contamina-


ción.
— Realizar algunos actos cotidianos de manera ritual a con-
ciencia, como si para cepillarnos los dientes tenemos que
coger el bote de pasta siempre con los mismos dedos, po-
ner la pasta en el cepillo sin tocar con la boca del bote el
cepillo, llenar sólo la mitad del cepillo, etc.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 115

— Comprobaciones repetidas de que efectivamente se ha ce-


rrado la puerta o el gas (se entiende que se trata de más de
una comprobación y de algo habitual).
— Tener que realizar un acto sencillo como tocarse la oreja,
pues de esa forma desaparecerá un pensamiento molesto,
o no sucederá una desgracia que uno cree que va a ocurrir
en su defecto.

Como hemos visto, en estos ejemplos hay algunas caracterís-


ticas propias de estas obsesiones y compulsiones que sin ser lo
esencial son muy propias de este trastorno. En concreto:
a) Existe un cierto tinte mágico en la conexión entre la obse-
sión y la necesidad y eficacia de las compulsiones. No es
razonable que por contar hasta tres desaparezca un pensa-
miento obsceno, o no vaya a ocurrir una desgracia.
b) Catastrofismo. No es proporcional el planteamiento de las
obsesiones, de manera que la persona piensa no sólo que
por tocar un picaporte se va a contaminar, sino que además
eso generará una enfermedad infecciosa, que se vive como
algo catastrófico que le llevaría irremisiblemente a la tumba.
c) El contenido de las obsesiones o el tipo de compulsiones
pueden ir cambiando de intensidad con el tiempo o ser
sustituidos por otros.
Cuando padecemos esta enfermedad, es fácil que pensemos
que es culpa nuestra, por darle demasiadas vueltas a las cosas, o
por nuestra falta de voluntad a la hora de cortar con las obsesiones
o con las compulsiones. También suele ocurrir que la familia, es-
pecialmente los padres, se culpabilicen pensando que han educa-
do mal al hijo, o que culpen al paciente por creer que no hace nada
por «corregirse» o que no quiere hacer caso a lo que se le dice, o
incluso que lo consideren como «un loco que tiene sus manías».
Sabemos que el trastorno obsesivo-compulsivo tiene una base
biológica relacionada especialmente con una sustancia que sirve
para la comunicación entre las neuronas del cerebro (neurotrans-
misor) denominada serotonina, y que existen algunos cambios en
116 La ansiedad

la función de las neuronas de algunas zonas del cerebro. Esto úl-


timo puede comprobarse comparando las imágenes obtenidas del
cerebro de una persona sana con el de una persona con esta enfer-
medad mientras está teniendo los síntomas propios de la enferme-
dad, mediante técnicas que miden la función cerebral, como la to-
mografía por emisión de positrones (PET). El hecho de que exista
un probable componente hereditario también apoya la teoría de
que haya una base biológica.
Las bases psicológicas de esta enfermedad incluyen la teoría
del aprendizaje y aspectos cognitivos o del modo de pensar. Nin-
guna de estas teorías daría una explicación global satisfactoria
por sí sola. La teoría del aprendizaje habla sobre cómo la perso-
na puede llegar a asociar el miedo o ansiedad típico de una situa-
ción amenazante a unos estímulos que son neutros o no tan temi-
bles. Si la persona tiende a no enfrentarse con ese malestar, ya
sea evitándolo o haciendo algo para poder controlarlo, reforzará
el temor a que vuelva a aparecer. Los aspectos cognitivos hacen
referencia a unos procesos de pensamiento más propios de estos
pacientes así como a creencias más o menos consolidadas.
Los medicamentos que más beneficio producen son los anti-
depresivos que generan cambios en la serotonina cerebral. Habi-
tualmente las dosis que se necesitan son mayores para este tras-
torno que para las depresiones. La necesidad de usar altas dosis,
entre otras cosas, es lo que lleva a aconsejar como primera elec-
ción el uso de los modernos antidepresivos inhibidores selectivos
de la recaptación de serotonina (ISRS).
De todas formas, y pese a la buena respuesta a estos fármacos,
no suele ser suficiente este tipo de tratamiento para que desapa-
rezcan todas las manifestaciones de la enfermedad. Por eso se
aconseja de manera habitual la psicoterapia individual y el apoyo
familiar.
La psicoterapia que ha demostrado una mayor eficacia es la
técnica de «exposición y prevención de respuesta». En esta téc-
nica, el terapeuta es como el entrenador que explica al paciente el
modo de realizar las tareas. La exposición conlleva enfrentarse a
los objetos, acciones o pensamientos que teme (como tocar el pi-
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 117

caporte de la puerta o pasar por una puerta en la que tendería a to-


car el quicio tres veces). La prevención de respuesta es el proceso
para bloquear las compulsiones y/o disminuir al mínimo la ansie-
dad y los comportamientos evitativos que resultan de la exposi-
ción (en el caso del paciente obsesivo que se ha tocado el picapor-
te la respuesta que hay que prevenir es no tener necesidad de
lavarse las manos varias veces; en el de pasar por la puerta será no
tocar de hecho el quicio un número determinado de ocasiones).
En esta técnica el paciente, de acuerdo con el «entrenador»,
decide qué tareas de exposición va a realizar y por cuál va a em-
pezar. Para eso, realiza un listado de tareas que le provoquen an-
siedad y las puntúa según el malestar o ansiedad que le produz-
can. Es lo que algunos llaman «el termómetro de la ansiedad». Se
tratará de empezar por alguna tarea que ocupe una zona de la
zona baja del termómetro, que el paciente vea que le cuesta algo,
pero que piensa que podrá vencer. Es importante no empezar por
tareas difíciles pues, si fracasara, llevaría al paciente a aumentar
la ansiedad además de perder confianza en la eficacia de esta téc-
nica. Progresivamente, irá disminuyendo la ansiedad que le pro-
ducen las distintas tareas y los rituales. A la hora de ayudar en la
prevención de respuesta suele ser muy útil aprender alguna técni-
ca de manejo de la ansiedad como las conocidas de relajación.
Cuando luchamos por no lavarnos las manos después de tocar el
picaporte, si aparece ansiedad la controlamos con la relajación,
de manera que ya no asociamos el tocar el picaporte o el no la-
varnos a una mayor ansiedad, y vamos sintiéndonos con capaci-
dad para tareas cada vez más difíciles.
Esta técnica se complementa con otros recursos o técnicas de
psicoterapia que aumentarán el porcentaje de éxito. Entre otros
aspectos, ya hemos mencionado la importancia del apoyo fami-
liar centrado sobre todo en no culpabilizar al paciente de su en-
fermedad sabiendo distinguir también lo que es enfermedad de
problemas de conducta o de cuestiones de educación o carácter,
estimularle en los progresos que vaya haciendo, estar pendiente
de que no deje el tratamiento, y ponerle en alerta de posibles in-
dicios de una recaída.
118 La ansiedad

TABLA 21
Consejos para los familiares de un paciente
con trastorno obsesivo-compulsivo

• Es una enfermedad no deseada. No culpe a su familiar. Él no pretende al-


terar la vida familiar, y es el primero que está deseando acabar con el TOC.
• Intente tener un comportamiento lo más normal posible con su familiar,
para que de esa forma disminuya el impacto de las conductas propias de la
enfermedad en la vida diaria.
• Procure leer e informarse sobre esta enfermedad para poder entender me-
jor a su familiar y ayudarle de una manera adecuada.
• Evite envolverse en las obsesiones y rituales compulsivos del paciente, ya
que de esa manera está alimentando la enfermedad. Explíquele que le
apreciamos, pero no queremos la enfermedad, y por eso «no le hacemos
caso a las obsesiones». Mantener en la medida de lo posible la habitual ru-
tina familiar.
• Estimule los éxitos de su familiar frente a la enfermedad, y evite las críticas
o los comentarios negativos, pues empeoran la enfermedad.
• Busque momentos oportunos para charlar con sentido del humor sobre al-
gunos aspectos del TOC, pues contribuye a distanciarse emocionalmente,
e indirectamente es terapéutico. Quizá no sea lo más oportuno en los mo-
mentos de mayor intensidad.
• Fije de acuerdo con el terapeuta, unos límites de conducta que sean acep-
tados por el paciente en la consulta. Esos límites deberán ser flexibles
atendiendo al curso de la enfermedad y al estado de ánimo de ese día del
paciente.
• No compare las conductas del paciente con las de otros miembros de la fa-
milia. Cada persona progresa a su ritmo y a estos pacientes no les benefi-
cia el estrés.
• No haga comparaciones de un día frente a otros, especialmente en los pe-
riodos con más síntomas. La evolución debe valorarse con más margen de
tiempo. No contribuya a la visión dicotómica y pesimista típica del TOC,
tan desanimante para el paciente.
• Esté pendiente de detectar los inicios de una posible recaída con la infor-
mación que tiene sobre la enfermedad, pues puede detectarla antes inclu-
so que el propio paciente.
• Esta alerta es compatible con saber distinguir un mal día o unos días de
mayor tensión, en que podremos hasta conocer las causas, de una autén-
tica recaída. Esto supone ser flexibles con el paciente y cambiar las expec-
tativas en los momentos de aparente retroceso, sin desalentarnos.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 119

FIGURA 17
Disminución de la ansiedad
tras la exposición repetida y prevención de respuesta
ANSIEDAD

Prevención
respuesta

6ª exp 1ª exp
Exposición
TIEMPO

5. LA REACCIÓN A ESTRÉS AGUDO

Vamos a entrar ahora en el primero de los tres trastornos de


ansiedad relacionados con las respuestas que puede adoptar una
persona ante circunstancias estresantes. Como se recoge en la Ta-
bla 22, tanto la respuesta emocional como la corporal son distin-
tas si se trata de una situación de amenaza o de pérdida. Los me-
canismos psicológicos para combatir o asimilar esa situación
serán de tipo consciente (estrategias de afrontamiento) o incons-
ciente (mecanismos de defensa). El éxito dependerá de lo ade-
cuados que sean estos mecanismos, y de la intensidad del acon-
tecimiento estresante.
Este trastorno, desgraciadamente, se va haciendo cada vez más
famoso en la medida en que gracias a la cobertura que hacen los
medios de comunicación somos más conscientes de los innume-
rables hechos violentos que suceden a diario. Lógicamente, el que
120 La ansiedad

Caso clínico de la reacción a estrés agudo

Alejandra es una mujer casada de 52 años, madre de 5 hijos. De


pequeña no pudo realizar casi estudios, para poder ayudar a su madre
a atender la casa y a sus hermanos. Vive en el campo con su marido,
agricultor. Hace un mes, viajaban en tren de vuelta de pasar unos días
en la ciudad cuando el tren descarriló a mitad de la noche. Al poco de
descarrilar hubo una gran explosión y el tren se incendió casi al com-
pleto.
Ella pudo salir gracias a la ayuda de su marido, aunque sufrió un
fuerte golpe en la cabeza. Se oían gritos y personas llorando y pidien-
do ayuda. Al salir del tren su marido quiso atenderla pero ella se que-
dó como ensimismada con una medio sonrisa en la cara. Su marido, al
ver que no estaba del todo mal, se volvió para atender a otras perso-
nas, y cuando regresó, Alejandra no estaba. Otra persona le dijo que se
había metido en el sembrado. Fue tras ella y efectivamente la encon-
tró sentada en el suelo, sangrando todavía por la cabeza. Cuando le
preguntó qué le pasaba ella le dijo que había perdido el tren y que lle-
garían tarde.
Al volver al lugar del accidente ya habían llegado las primeras
ambulancias. Una enfermera se llevó a Alejandra y la trasladaron a un
hospital cercano. A la semana siguiente fue dada de alta tras recibir
ayuda psicológica y farmacológica, con la indicación expresa de acudir
a su especialista en psiquiatría lo antes posible para que hiciera un se-
guimiento cercano de su evolución.
En el momento del alta aún no recordaba bien los momentos si-
guientes al accidente, que le sorprendió mientras dormía, pero poco a
poco iba acordándose de cosas, especialmente a la vez que hablaba del
mismo con su marido y los familiares. Aunque le da un poco de miedo,
ha dicho que no va a dejar de usar el tren pues nunca hasta ahora le
había pasado nada y no tiene por qué volver a pasar.

antes no se difundieran tanto no significa que no ocurrieran. Tam-


bién es evidente que se han multiplicado todos los acontecimien-
tos traumáticos referentes a accidentes en medios de transporte,
hasta el punto de crear una cierta insensibilidad en la población,
que tampoco disminuye el hecho de sufrir una reacción de este
tipo cuando es uno mismo o alguien cercano quien lo padece.
Cualquier acontecimiento adverso nos hace adoptar una acti-
tud de respuesta, que debería ir comandada por el entendimiento,
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 121

TABLA 22
Diferencias entre la respuesta a una amenaza y a una pérdida

Respuestas emocionales al estrés:


• A la amenaza: temor
• A la pérdida: depresión
Respuestas somáticas al estrés:
• A la amenaza: mayor actividad del sistema nervioso autónomo
• A la pérdida: reducción de la actividad física y cansancio

a la hora de valorar el hecho en sí y las posibles repercusiones. Es-


tos pensamientos, más o menos razonados o conscientes, desenca-
denarán unos sentimientos, con una respuesta inicialmente emo-
cional, que puede incluir ansiedad, tensión, irritabilidad, pena, etc.
Después, realizaremos de ordinario un juicio sobre la situación,
abstrayendo todos los elementos que concluyen, y tomando una
decisión sobre el modo de adaptarnos o de intentar resolverla. En
el caso del estrés agudo, se trata de un suceso tan violento y habi-
tualmente inesperado que la respuesta es totalmente emocional.
No hay tiempo o capacidad para desarrollar los mecanismos de
adaptación ni para procesar la información. La carga emocional es
tan importante y brusca que la principal respuesta emocional, de-
finitoria de este trastorno, es el embotamiento emocional.
Nada más producirse el suceso violento o trágico, lo primero
que aparece es este embotamiento emocional, en el que la perso-
na se muestra como «ida», desorientada, sin una respuesta ade-
cuada a los estímulos, como si tuviera la atención concentrada en
un punto fijo, en el «infinito». Es una escena que podemos decir
que nos resulta familiar por haberla visto en múltiples películas,
pero que se hace trágicamente real e impactante cuando se obser-
va en la vida real: ver a una persona deambular sin saber dónde va,
o sonriendo justo después de un accidente violento, o sencilla-
mente sin capacidad de respuesta cuando se le pregunta cómo se
llama o qué ha pasado. Es una auténtica situación de shock emo-
cional.
122 La ansiedad

Aunque no es lo más habitual, fruto de esta situación y de la


desorientación añadida puede presentarse un cuadro de hiperacti-
vidad motora (correr, andar de un lado a otro, etc.), con un estado
emocional cambiante de la risa superficial al llanto inconsolable,
o a una irritabilidad importante incluso con cierta agresividad fí-
sica. También son frecuentes los síntomas propios de una crisis de
angustia, con sudoración, temblores, taquicardia, etc.
En principio, se entiende que el suceso desencadenante debería
ser de una gravedad importante, un estrés psicológico o físico ex-
cepcional. Se trata de una experiencia traumática devastadora, que
supone un riesgo para la seguridad o integridad física propia o de
una persona querida, como puede ser un robo con violencia, un ac-
cidente, una explosión cercana, una violación, etc. También puede
darse en situaciones en que se producen cambios bruscos y amena-
zadores del entorno social o familiar, como el fallecimiento de un
familiar, una quiebra económica, un incendio en el domicilio, etc.
En general, pueden clasificarse en catástrofes:

a) Naturales: terremotos, tifones, etc.


b) Tecnológicas: accidentes de diversa índole.
c) Bélicas: bombardeos, campos de concentración, etc.
d) Sociales: terrorismo, secuestros, violaciones, robos, etc.

Lógicamente, lo que importa es la desproporción metafórica


entre el «recipiente» y el «volumen del contenido» que queremos
introducir. En este sentido, aunque por definición se trata de un
hecho violento como los ya mencionados, es posible que sucesos
menores puedan causar una reacción a estrés agudo en determi-
nadas personas, como aquellas que tienen una estructura de la
personalidad que dificulta la adaptación al estrés. Es el caso de
un individuo muy dependiente emocionalmente que ante la sepa-
ración temporal de una persona querida sufre un episodio de este
tipo. También son más vulnerables las personas con un cociente
intelectual más bajo y que, por tanto, tienen una mayor dificultad
para procesar la información, abstraerla y buscar una salida ade-
cuada al problema.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 123

Un aspecto de indudable interés es el carácter impredecible y


brusco que suelen tener estos sucesos. Se podría decir que cuan-
to más impredecible y más brusco sea, mayor es la dificultad de
asimilación y por tanto más fácil que se produzca una reacción a
estrés agudo. De todas formas, tampoco es extraño que el falleci-
miento de una persona allegada después de una larga enfermedad
pueda producir esta reacción, si tenemos en cuenta que esa per-
sona ha podido vivir la enfermedad de su familiar de una manera
evitativa, no queriendo aceptar en el fondo lo irremediable del
curso de esa enfermedad, y que por tanto la realidad del falleci-
miento sea en ese momento como un despertar a la realidad, como
un mazazo. Será una vez más una desproporción entre las dificul-
tades de asimilación que presenta el suceso y la capacidad para
asimilar que tiene la persona.
Aunque en la mayoría de las ocasiones parece que no hay
tiempo material para poner a prueba la capacidad de adaptación
de la persona al suceso violento, como si fuera prácticamente au-
tomático, el hecho de que unas personas reaccionen así y otras no
cuando presencian un mismo suceso hace pensar que sí influyen
los mecanismos de defensa que pueda tener una persona a la hora
de padecer este trastorno (tendencia a la negación o evitación, fa-
cilidad o dificultad para expresar las emociones, recursos intelec-
tuales, sentido trascendente de la vida, etc.). En este sentido, se
entiende que los ancianos y los niños son una población especial-
mente vulnerable para padecer este tipo de trastornos.
Otro aspecto que podría influir de manera importante es la
experiencia de anteriores sucesos traumáticos. Es posible que
personas que ya han sufrido anteriormente un acontecimiento
muy estresante tengan mayor susceptibilidad para presentar este
tipo de reacciones. Es como si tuvieran la «piel más fina» y por
eso desencadenarán una respuesta que, aunque pretenda ser ade-
cuadamente defensiva, es en sí misma una mala adaptación.
Se sabe también que si la persona padece en el momento de
presentarse el suceso una disminución física, por agotamiento,
por ejemplo, o por un estrés crónico de otra naturaleza, es más fá-
cil que se produzca una reacción a estrés agudo. Por eso las situa-
124 La ansiedad

ciones de guerra son un estímulo trágicamente «idóneo» para es-


tas patologías.
Como su propio nombre indica, la reacción a estrés agudo es
una respuesta, que tiende por sí misma a autolimitarse en el tiem-
po, y por tanto que durará habitualmente horas o días. Lo más ha-
bitual es que la persona se recupere totalmente en ese breve plazo
de tiempo en lo más fundamental, y que queden algunas moles-
tias (algo de insomnio, ansiedad, etc.) que vayan desapareciendo
con el paso de los días. Ocasionalmente, la persona puede pre-
sentar una amnesia total o parcial del suceso estresante, de mane-
ra que puede no recordar nada o casi nada de lo sucedido en el
momento del acontecimiento y en los momentos de embotamien-
to emocional.
Es interesante distinguir la reacción a estrés agudo de una reac-
ción de duelo cuando estamos ante la pérdida de un ser querido.
Estas reacciones de duelo se dan en 4 fases:

1) Fase de shock. Al principio es frecuente que tengamos


sentimientos de incredulidad, de negación de lo ocurrido
y embotamiento afectivo. Podemos pronunciar frases
como «¡Por qué me ha tenido que ocurrir esto! ¡No puede
ser verdad!». Es la reacción normal de una persona que
intenta poner una barrera ante el inmenso dolor que le
produce la pérdida. Se habla en esta fase de una especie
de anestesia emocional.
2) Fase de rabia o cólera. Tras el bloqueo inicial, nos pueden
venir sentimientos de rabia, de impotencia, de culpa, ha-
cia uno mismo o hacia el fallecido, con mucha ansiedad,
fantasías sobre la vuelta del ser querido, etc.
3) Fase de desesperación. Nos vamos convenciendo de que
no hay marcha atrás y vemos la imposibilidad de recupe-
rar la pérdida, con marcado abatimiento y tristeza, cam-
bios en el sueño y apetito, sentimientos profundos de so-
ledad y de que nadie podrá ayudarnos, etc.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 125

4) Fase de recuperación. Empezamos a aceptar la realidad.


Los recuerdos no nos bloquean o descompensan y pode-
mos reintegrarnos a la vida.
Al tratarse de una situación aguda el tratamiento preventivo
de la reacción a estrés agudo tiene dos perspectivas:
a) En caso de ser algo predecible —que es lo menos frecuen-
te— es bueno que conversemos sobre el más que probable
trágico desenlace, que tengamos recursos tanto en el pla-
no intelectual como emocional (con la contribución im-
portante de nuestro entorno). Estos elementos pueden bas-
tar para prevenir el estrés agudo. Una técnica adicional
que puede ayudarnos son las autoinstrucciones; son men-
sajes que nos damos en nuestro lenguaje interno. Se reali-
zaría en tres momentos: 1) Antes de que suceda el acon-
tecimiento podremos plantearnos cuál será el problema,
qué tengo que hacer, planeando cómo ejecutarlo y revi-
viéndolo en la mente a la vez que nos lanzamos mensajes
optimistas, de forma que cuando llegue el momento lo
ejecutemos con seguridad. Es parecido a lo que hacen los
tenistas cuando están sentados en los descansos del par-
tido y piensan —visualizan— cómo restar si el contrario
hace una jugada concreta, o el jugador de baloncesto que
se imagina —e incluso inicia el gesto— de encestar un tiro
libre antes de lanzar. 2) Mientras sucede la acción: repe-
tirnos que podemos hacerlo bien, que podemos controlar
la situación, respirar de manera más pausada, etc. 3) Des-
pués de que ha sucedido: lo he hecho bien o lo mejor que
he podido, la próxima vez lo haré aún mejor, soy genial,
etc.
b) De todas formas, lo más habitual es la prevención cuando
ya ha sucedido el hecho traumático. En líneas generales,
debemos tener una actitud de escucha cercana —empáti-
ca— con la persona que ha sufrido el acontecimiento es-
tresante, facilitarle que recuerde lo sucedido para que li-
bere sus emociones y lo acepte mejor, sugerirle estrategias
126 La ansiedad

para afrontar lo ocurrido, y atender los problemas colate-


rales o residuales que ha podido generar el suceso. Al fi-
nal del texto hemos recogido de manera abreviada algu-
nas técnicas, tanto cognitivas como conductuales, para el
manejo de la ansiedad que, aunque sean propias de espe-
cialistas, pueden ser de interés para algunos lectores. Las
dudas que podemos plantearnos sobre cómo ayudar a una
persona que acaba de experimentar un acontecimiento de
esta naturaleza son:
1. ¿Conviene hablar con la persona que ha experimenta-
do un trauma agudo? En primer lugar hay que tener
en cuenta que la respuesta no es única, y que por tan-
to, tenemos que ser prudentes a la hora de tomar una
determinación, y no funcionar con una idea preconce-
bida. Es importante ver cuál es la actitud del indivi-
duo en un primer momento. Hay personas que co-
mienzan desde el principio a contar a todo el que les
pregunta cómo ocurrió y cómo se sienten. Estas per-
sonas pueden estar liberando así de una manera ade-
cuada su carga tensional y emocional, con lo que nues-
tra actitud desde fuera será facilitar esa tarea, creando
o respetando los espacios oportunos, y empatizando
con lo que nos transmite. Otras veces, la persona se
manifiesta más bien callada o da respuestas generales,
poco precisas. Esto suele ocurrir más cuando el suce-
so se acompaña de una situación especialmente humi-
llante o vejatoria. Serán las personas más próximas
las que deberán realizar un primer acercamiento para
facilitar la descarga emocional. El extremo sería la am-
nesia de tipo psíquica. En estos casos es especialmen-
te importante la actuación de un profesional que pueda
ayudarle de una manera paulatina a ir tomando con-
ciencia de lo ocurrido y poder asimilarlo del modo más
adecuado.
2. ¿Es adecuado el consejo típico de familiares o allega-
dos de «dejar de pensar» o de «no darle más vueltas»
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 127

o «intenta olvidarlo»? Este consejo, cuando el pacien-


te está capacitado, puede ayudar, aunque general-
mente es una tarea obvia que el propio sujeto ya está
intentando llevar a cabo. En muchos casos se trata de
una labor muy difícil o imposible en ese momento.
Hay lesiones físicas que si no se tocan o se aíslan con
un vendaje o férula se van resolviendo solas. No es
exactamente así en el daño psicológico, aunque el
tiempo también tenga un papel terapéutico. En estas
«lesiones» debe darse un proceso de elaboración y
asimilación del acontecimiento. Por último, puede
que la ansiedad o angustia de las personas allegadas
ejerza una influencia negativa, que habrá que intentar
evitar.
3. Entonces ¿cuál es el papel exacto de la familia y de
los amigos en estas circunstancias? Lo más importan-
te, sin ninguna duda, es que la persona perciba nues-
tro afecto, la cercanía en ese momento tan difícil, la
comprensión ante las distintas reacciones o emocio-
nes que va a presentar en su proceso de asimilación, y
la seguridad moral de que vamos a acompañarlo en su
proceso de recuperación psíquica o física.
4. ¿Se trata de una reacción normal o anormal? ¿Existe
el peligro de que esa persona pierda el juicio o de que
«se vuelva loca»? Ya hemos dicho que por definición,
estos trastornos son autolimitados en el tiempo —ho-
ras o días—, y por tanto que se recupera la normalidad
que se tenía antes. Por otra parte, sufrir esta reacción
no es signo de debilidad, ni siquiera de una vulnerabi-
lidad tal que ante un futuro suceso de otro tipo se vaya
a producir de nuevo. Sí parece que hay algunos rasgos
de personalidad que pueden predisponer, y que las ex-
periencias traumáticas del pasado también pueden fa-
cilitar que se produzcan en el futuro, pero en ningún
caso lo determinan.
128 La ansiedad

TABLA 23
Cómo actuar ante los síntomas de ansiedad
en una situación de crisis

• La persona que intente ayudar a otra en esta situación debe en todo mo-
mento guardar la calma, para poderla transmitir. La calma se transmite.
• Permitirle que cuente su historia.
• Hacer sentir a la persona que es escuchado, aceptado y apoyado. El simple
contacto físico puede reforzar estos sentimientos.
• Ayudarle a diferenciar entre los factores que son modificables de los que
no lo son en la situación estresante.
• Facilitarle que participe en su autocontrol.
• Evitar las actitudes de culpabilidad. No podemos cambiar el pasado.
• Elogiar las cosas que haga bien.
• Procurar no reforzar las conductas de evitación.
• Mostrarnos razonadores, coherentes y consecuentes, sin tampoco atosigar
con múltiples argumentos. Más bien argumentos directos y sencillos que
culturalmente pueda entender la persona.
• Si hemos de decirle algo que puede avergonzarle, lo haremos en privado.

Además de la intervención psicológica, de la que hemos


comentado algunos aspectos importantes, también puede utili-
zarse como apoyo un tratamiento farmacológico que ayude en
la resolución de este cuadro agudo. Si las manifestaciones que
destacan son las de agitación y la ansiedad, el paciente se po-
dría beneficiar del tratamiento con ansiolíticos u otros fárma-
cos más sedativos, mientras que si domina el aturdimiento y la
amnesia, aunque pueda ayudarle un ansiolítico a dosis bajas, lo
fundamental será el tratamiento psicológico. En todos los ca-
sos interesará que un especialista siga la evolución. El hecho
de ser un cuadro agudo (habitualmente inferior a un mes de
duración) y el peligro de que pueda complicarse posteriormen-
te con un trastorno por estrés postraumático —que ahora vere-
mos— recomiendan esta atención posterior tan cercana.
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 129

6. EL TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

Caso clínico de trastorno por estrés postraumático

Íñigo trabaja desde hace quince años como conductor de ambu-


lancias. Goza de gran prestigio entre sus compañeros por ser muy ser-
vicial y cumplidor. Hace dos meses sufrió un accidente al saltarse un
semáforo en rojo, cuando intentaba llegar al hospital antes de que fa-
lleciera el enfermo que trasladaban. Él salvó su vida gracias al cinturón
de seguridad, pero tanto el paciente como uno de los enfermeros fa-
llecieron.
Estuvo ingresado varios días para observación y tratamiento de
una fractura doble en una pierna. Durante el ingreso llevó de una ma-
nera ejemplar, con mucha entereza, la noticia del fallecimiento de las
otras dos personas, aunque no se atrevió a dar el pésame a los familia-
res de los fallecidos.
Tres semanas después del alta acude a consulta para revisión de
la fractura. No tiene problemas en la pierna, pero ha empezado a en-
contrarse más nervioso e irritable con su mujer, con la que nunca antes
se había enfadado. La mujer dice que grita entre sueños. Está menos
cariñoso y como en su mundo. A su hermano le acaban de diagnosticar
un cáncer, y aunque pensaban no decirle nada para no preocuparlo,
parece que no le ha afectado, como si no se hiciera cargo de la situa-
ción. Está fumando mucho más que antes, y le ha dado por beber lico-
res cuando antes ni los probaba. Dice que le tranquilizan, pero la ver-
dad es que se pone de peor genio cuando bebe.
Tiene dolores de cabeza casi a diario, y no se le acaba de ir la
contractura muscular del cuello. En algunos momentos ha tenido la
sensación de estar reviviendo el accidente, recordaba el ruido del im-
pacto y un extraño olor que no identifica, y se angustia pensando que
si hubiera ido más despacio no habría ocurrido nada. En varias ocasio-
nes se ha echado a llorar, diciendo que tenía que haber ido más despa-
cio, y que por su culpa ha destrozado dos familias. Aún no ha querido
pasar por el sitio del accidente ni ha vuelto a coger el volante, pese a
la insistencia de su familia y amigos para que pierda el miedo.
El traumatólogo que le está atendiendo lo remite a un psiquia-
tra que lo diagnostica trastorno por estrés postraumático y concreta
con él un tratamiento farmacológico además de una psicoterapia indi-
vidual.
130 La ansiedad

Este trastorno psiquiátrico incluido dentro de los trastornos


de ansiedad consiste, en sentido amplio, en las manifestaciones
psicológicas y fisiológicas que pueden aparecer con el tiempo en
personas que han sufrido un acontecimiento estresante. Este cua-
dro aparece después de un tiempo de haber sufrido el traumatismo,
y se mantiene algún tiempo. Por tanto, aunque se encuentra muy
relacionado y es consecuencia de ese acontecimiento estresante,
existe un periodo intermedio en el que aparentemente no hay pa-
tología. Decimos aparentemente porque, como ya veremos, sí pue-
den aparecer signos de alerta antes de que aparezca.
El trastorno por estrés postraumático se hizo más conocido
entre la población a raíz de la gran sensibilización que se produ-
jo en Estados Unidos, al comprobar sus efectos en los excomba-
tientes de la Guerra de Vietnam. Baste recordar algunos térmi-
nos utilizados con anterioridad como el de «neurosis de guerra»
o «trauma del bombardeo» para saber que no se trataba de un fe-
nómeno nuevo. Lógicamente, este trastorno podría darse tras un
acontecimiento no necesariamente bélico. El caso es que se esti-
ma que la cuarta parte de los veteranos que lucharon en Vietnam
—unos 700.000 soldados entre 1964 y 1973—, sufrieron tras ser
repatriados trastornos mentales graves, y que de estos, muchos
padecían lo que ahora se conoce como trastorno por estrés pos-
traumático.
Estos casos de veteranos del Vietnam han aparecido en mu-
chas películas, en las que el actor, meses o años después de aque-
lla guerra, tiene pesadillas angustiosas que le hacen despertarse
empapado en sudor, frecuentes cefaleas, imágenes muy vivas que
le vienen a la cabeza de manera repetida durante el día con con-
tenido angustioso, miedos fóbicos a realizar algunas actividades
que le recuerdan los momentos angustiosos de las pesadillas y re-
cuerdos, y todo esto acompañado de un cambio en el carácter.
Con mucha frecuencia el personaje de la película ha roto su ma-
trimonio, se encuentra socialmente aislado, o al menos con serios
problemas de comunicación o en auténtica marginación, y con há-
bitos de abuso de alcohol, drogas o psicofármacos que, en algu-
nos casos acaban con su vida. Y todo esto, aunque hubiera conse-
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 131

guido volver con vida o con alguna condecoración o pensión vi-


talicia. Ciertamente, estos casos se tratan en las películas con
cierta dramatización, como corresponde al género, pero no pocas
veces la realidad supera la ficción.
Salvando las distancias, en un estudio realizado en nuestro país
se encontró que el 80% de los policías supervivientes a un aten-
tado terrorista desarrollaron esta enfermedad, mientras que esta
cifra descendía al 23% si estaban involucrados en tiroteos con
delincuentes comunes, y al 10% entre los que sufrieron algún tipo
de agresión física mientras ejercían sus funciones. Otra circuns-
tancia que desencadena frecuentemente un trastorno por estrés
postraumático son las violaciones. En este caso las cifras de los
estudios oscilan mucho, entre un 30 y un 70%.
Cuando decimos que aparece como consecuencia de un acon-
tecimiento estresante estamos hablando de sucesos que serían ca-
tastróficos para cualquier persona, como ya se comentó en el
caso de la reacción a estrés agudo (terremoto, accidente de circu-
lación grave, presenciar un asesinato, violación, situación de
guerra o tortura, etc.). De todas formas, las últimas definiciones
de este trastorno se centran sobre todo en la reacción de la perso-
na que sufrió la experiencia, y no tanto en la cualidad o intensi-
dad del acontecimiento traumático.
Hay algunas características de la personalidad, del modo de
sucederse el acontecimiento violento y de la situación previa de
la persona, que pueden influir en la aparición de este trastorno,
aunque ninguna de ellas determine su aparición por sí sola. Las
personas con una mayor sensibilidad emocional, con una mayor
tendencia a la evitación de los peligros, o muy obsesivas, pueden
encontrarse especialmente predispuestas. La imprevisión del su-
ceso, el pensamiento de haber podido hacer algo para evitarlo, el
tener en ese momento un mayor sentimiento de indefensión, o
percibir en el agresor una especial agresividad o desprecio, tam-
bién pueden contribuir. Por último, si se trata de una persona que
se encuentra debilitada físicamente, o previamente estresada de
manera crónica, o con antecedentes de enfermedades psiquiátri-
cas, podría padecer más fácilmente este trastorno.
132 La ansiedad

TABLA 24
Factores que predisponen y facilitan
un trastorno por estrés postraumático
Rasgos de personalidad del sujeto
• Hipersensibilidad emocional
• Tendencia a la evitación
• Obsesividad
Características del suceso
• Imprevisibilidad
• Sentimiento de haber podido hacer algo para evitarlo
• Sentimiento de indefensión
• Percepción de hostilidad o desprecio en el agresor
Circunstancias del sujeto
• Debilidad física
• Estrés crónico previo
• Antecedentes de enfermedad psiquiátrica

Las características clínicas más típicas de este trastorno son:

— episodios repetidos en los que se revive el suceso violen-


to de una manera muy real (flash-back), con gran angus-
tia, acompañado de cierto estupor o confusión; desde fuera
se ve cómo la persona está metida en su mundo, abstraída
de la realidad;
— pesadillas repetidas sobre esas mismas imágenes, acom-
pañadas de los síntomas propios de una crisis de angustia:
sudores, temblores, taquicardia, etc.;
— menor capacidad de respuesta ante los estímulos externos
y de disfrute de las cosas que siempre le han gustado o
agradado;
— evitación de los sitios, las conversaciones, las fotos, todo
aquello que le recuerde de algún modo, aunque sea leja-
no, el acontecimiento violento. En algunas ocasiones, el
contacto con alguno de estos estímulos podría desencade-
nar un estallido de agresividad o de pánico;
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 133

— desapego emocional de personas o cuestiones que con an-


terioridad eran queridas, y dificultad para establecer nue-
vas relaciones afectivas, como si estuviera embotado, sin
capacidad de sintonizar emocionalmente con las cosas de
los demás;
— problemas de insomnio, en parte por estar todo el día en
un estado como de alerta con ansiedad habitual, y en par-
te por miedo a que se repitan las pesadillas;
— de manera añadida, puede acompañarse de verdaderos cua-
dros depresivos o de otros cuadros de ansiedad, además del
abuso de sustancias tóxicas o de psicofármacos. En oca-
siones, estas circunstancias añadidas pasan a ser las que
más alteran la vida de la persona;
— por último, también pueden aparecer síntomas disociati-
vos. Se entiende por disociativo el mecanismo por el que
una actividad psicológica se hace independiente en su
funcionamiento del resto de la personalidad de la perso-
na, de una manera involuntaria. Como si formara parte de
un compartimento estanco al que no hay acceso de mane-
ra consciente. Así, puede darse una amnesia de parte o de
todo el suceso, o presentar una dificultad motora o una
parálisis, por ejemplo, que no se explicarían por una le-
sión sufrida con el traumatismo.

El hecho de que pasen algunas semanas o varios meses entre


el suceso violento y la aparición de este cuadro puede sorprender
o despistar en cuanto al diagnóstico. En algunos casos ha podido
hacer sospechar sobre el posible aprovechamiento que la persona
está haciendo de un suceso «pasado». Lo cierto es que este retra-
so en aparecer es lo propio de este trastorno, y de manera habi-
tual la tendencia es a recuperarse, aunque pueda haber fases de
mayor o menor intensidad del malestar antes de la recuperación
total.
Los factores de protección que se han planteado en los dife-
rentes estudios vienen a coincidir fundamentalmente en tener
una personalidad previa adecuadamente estructurada, una bue-
134 La ansiedad

na red socio-familiar previa, así como el apoyo social y familiar


posterior.
Ultimamente ha despertado especial interés entre los investi-
gadores la base biológica de este trastorno. La respuesta biológi-
ca propia del estrés parece estar mediada por algunas estructuras
del cerebro y del organismo en general, y algunas sustancias en-
tre las que destacaría el cortisol. Estos autores se plantean si este
trastorno se produce por mecanismos de retroalimentación —lo
que vulgarmente se podrían llamar círculos viciosos— que hacen
que no se resuelva una situación estresante, sino que se perpetúe
en el tiempo.
También se da por supuesto que tanto el factor hereditario
como las experiencias traumáticas previas —habitualmente du-
rante la infancia— predisponen a padecer estos trastornos. Sin
caer en el determinismo de que cualquier factor de éstos, o la suma
de ambos, sean suficientes para ello, se piensa que podría existir
una especial sensibilidad en algunas personas para que se pro-
duzca la respuesta biológica propia del estrés. Serviría para en-
tender esta predisposición el ejemplo del que ha sufrido una he-
rida y la cicatriz no sólo no ha cerrado del todo sino que además
presenta una mayor sensibilidad al contacto, de manera que ante
un nuevo roce o traumatismo, y quizá con una facilidad mayor a
la que cabría esperar, desencadena una reacción de estrés que po-
dría dificultar aún más la «cicatrización».
Con respecto al tratamiento, será de nuevo la combinación de
psicofármacos y de tratamiento psicológico lo más recomendado.
El tratamiento farmacológico más utilizado son los antidepresi-
vos, sobre todo cuando es más intensa la repetición de pensamien-
tos o imágenes del suceso. Además de esto, habrá que tener un
especial cuidado en el uso de ansiolíticos o tranquilizantes, por el
alto riesgo de adicción que tienen estas personas. La parte más
interesante del tratamiento corresponde a la psicoterapia, sobre
todo cuando se trata de vencer conductas de evitación, o de resol-
ver la situación de embotamiento que suelen padecer.
La técnica de psicoterapia más utilizada es la exposición a los
pensamientos, imágenes, objetos y situaciones que le generan ese
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 135

miedo intenso o que la persona tiende a evitar, porque le recuer-


dan de algún modo el suceso traumático. Esta exposición se hará
de manera progresiva, para que la persona pueda ir superándolas
poco a poco, sin que sufra una reacción de rechazo que aumenta-
ría más el miedo a volverse a exponer. Otra técnica menos em-
pleada es la exposición por inundación o inmersión, consistente
en exponer a la persona a un estímulo desproporcionadamente in-
tenso. Sería el caso de una persona que padece un trastorno por
estrés postraumático tras sufrir el ataque de un perro especial-
mente agresivo, y que desde entonces evita cualquier contacto
con un perro: la inundación consistiría en ponerlo en un sitio ro-
deado de perros; o lanzar al agua a una persona con hidrofobia
tras un accidente en barco en el que estuvo a punto de morir aho-
gado.
Otras técnicas empleadas son la reestructuración cognitiva y
los distintos modos de manejo de la ansiedad como la relajación
muscular progresiva, la respiración controlada, la parada o sus-
pensión del pensamiento, que hemos recogido en el capítulo del
tratamiento psicológico de la ansiedad, para aquellos que tengan
un especial interés en esta materia.
Por último, recordar que en este trastorno tiene especial inte-
rés la terapia de grupo, sobre todo en aquellos casos en los que hay
más personas afectadas por el suceso violento.

7. EL TRASTORNO DE ADAPTACIÓN

Como su propio nombre indica, se trata de un estado de ma-


lestar subjetivo que se acompaña de alteraciones emocionales, y
suele interferir con las actividades sociales y de relación de la
persona. Por definición, aparece de manera consecutiva a un cam-
bio biográfico significativo o a un acontecimiento vital estresan-
te. Este acontecimiento puede afectar sólo a esa persona o a un
colectivo, y puede ser tan variado como el cambio del estado civil
o de domicilio, la pérdida de un ser querido, un cambio en el ám-
bito laboral, etc. Aunque el acontecimiento o cambio tiene que ser
136 La ansiedad

Caso clínico del trastorno de adaptación

Alfonso tiene una pequeña empresa textil. A sus 60 años ha con-


seguido con mucho esfuerzo sacar un negocio adelante, del que ha vi-
vido su familia y del que espera puedan vivir sus cuatro hijos. Siempre
ha destacado por su honradez y capacidad de sacrificio. Aprendió de
su padre a no arriesgar en los negocios y no pretender enriquecerse rá-
pidamente, sino con esfuerzo y tiempo, y le ha ido bien.
Hace un mes se dio cuenta de que estaba arruinado. Su socio de
mayor confianza se había ido llevando dinero sin que él se diera cuen-
ta, y tenía que pedir un crédito importante o cerrar el negocio. Jus-
tamente ahora que estaba a pocos años de jubilarse, y con el trabajo
que le había costado sacar el negocio desde cero. Y además, una per-
sona a la que él había ayudado desde el inicio y en la que tanto había con-
fiado.
Desde entonces se encuentra tenso, le cuesta conciliar el sueño.
Le da muchas vueltas a cómo no se ha dado cuenta antes, y cómo es
posible que haya personas así en el mundo. Durante el día está inquie-
to y le cuesta hasta leer la prensa. La mujer e hijos le dicen que salga y
se airee pero no consigue relajarse. Se irrita fácilmente y no tolera a los
nietos, cuando antes disfrutaba pensando en verles cada tarde. Le due-
le mucho la cabeza, y no se le va tomando paracetamol, que siempre
le ha ido muy bien. El otro día vomitó un poco de sangre, por lo que lo
llevaron a urgencias; le dijeron que tenía una pequeña úlcera en el
duodeno y le pusieron un tratamiento.
Además está más metido en su mundo, se le ve con frecuencia
callado pensando, y en alguna ocasión su mujer le ha sorprendido llo-
rando. Dice estar desesperanzado y se siente incapaz de volver a co-
menzar y de meterse en juicios.
El médico de cabecera le ha dicho que tiene una reacción de an-
siedad y depresión (trastorno de adaptación), y que debería iniciar tra-
tamiento con un antidepresivo a dosis bajas, además de un hipnótico
durante dos semanas para recuperar el sueño. Le ha dicho que, en caso
de que la respuesta no sea buena lo remitirá al especialista.

mínimamente estresante, parece tener una mayor importancia la


predisposición o vulnerabilidad personal.
Las manifestaciones son muy variadas e incluyen cuadros de-
presivos, de ansiedad o de preocupación, o una mezcla de todos
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 137

ellos; sentimientos de incapacidad de poder llevar adelante la


vida después del acontecimiento estresante o del cambio experi-
mentado, etc. En nuestro caso, nos interesa el trastorno de adapta-
ción conocido como reacción mixta de ansiedad y depresión. Como
puede verse, los síntomas de ansiedad se acompañarán siempre,
en esta enfermedad, de síntomas depresivos. Esta situación suele
acompañarse de un deterioro en la funcionalidad o en la calidad
de la vida de la persona.
Estos trastornos de adaptación son por definición autolimita-
dos en el tiempo. Se trata de una situación dinámica, en evolu-
ción, teóricamente en fase de recuperación aunque con manifes-
taciones de dificultades en la adaptación a esa nueva situación.
De ahí que se use el término reacción. Esa limitación en el tiem-
po también supone que cuando se hace crónico ya no se podrá
hablar de un trastorno de adaptación, sino de un cuadro propia-
mente depresivo, de ansiedad o del tipo que sea, desencadenado
por un acontecimiento estresante.
Ya hemos adelantado que en estos trastornos tiene mayor peso
lo que corresponde al sujeto que lo referente al acontecimiento en
concreto. En este sentido, y como ya hemos hecho referencia en
los dos capítulos anteriores a las características de la persona que
pueden hacerla más vulnerable, baste recordar que los factores
más importantes a tener en cuenta son:

1) Rasgos de personalidad del sujeto, modo de afrontar las


dificultades, el sentido del humor, etc.
2) Apoyo social: familia, ambiente de trabajo, amistades, etc.
3) Experiencias anteriores.
4) Formación y nivel intelectual.
5) Valores y sentido trascendente de la vida.
6) Situación orgánica y mental previa al acontecimiento (can-
sancio, estrés crónico, embarazo, menopausia, vejez, etc.).

El modo de tratar estos cuadros será muy diverso, atendiendo


a los factores que hayan podido predisponer y desencadenar el
138 La ansiedad

cuadro (tanto personales como externos a la persona), a la grave-


dad de los síntomas y de las alteraciones que se estén producien-
do en el plano familiar, social, etc.
El tratamiento farmacológico suele tener una función de apo-
yo, aunque en algunos casos sea necesario. Según el caso, el mé-
dico valorará la oportunidad de indicar una medicación antide-
presiva o ansiolítica, teniendo en cuenta que habitualmente es un
tratamiento a tiempo limitado y fundamentalmente de apoyo. Que-
da a criterio del médico el tiempo que ha de mantenerse el trata-
miento después de la recuperación, sobre todo los antidepresivos,
con objeto de evitar una posible recaída, así como el modo pau-
latino de ir retirando la medicación.
La parte central del tratamiento, al margen de los aspectos far-
macológicos ya mencionados, puede resumirse en los siguientes
puntos:
a) Medidas de apoyo general. Convendrá que mientras nos
estemos recuperando tomemos las medidas propias de una
situación de convalecencia que faciliten una pronta y to-
tal recuperación. Puede interesar que estemos durante un
tiempo de baja laboral cuando, como suele ocurrir, tenga-
mos disminuidas nuestras capacidades tanto para el ren-
dimiento laboral como para las relaciones interpersonales.
También interesa que tengamos cubiertas nuestras necesi-
dades básicas de alimentación y descanso. Tendremos que
valorar la oportunidad de un cambio ambiental para faci-
litar la recuperación, frente al peligro de que desarrolle-
mos un miedo y rechazo a regresar al lugar de residencia
o al trabajo en que se produjo el acontecimiento estresante.
Otras medidas de higiene mental como el ejercicio físico,
la lectura o la práctica de aficiones colaborarán igualmen-
te a una mejor y más pronta recuperación.
b) Algunas técnicas más específicas de estos trastornos (ver
capítulo sobre tratamientos psicológicos de la ansiedad):
b.1. Técnicas de control de la respiración. Son los dife-
rentes procedimientos que nos permiten a través del
¿Qué es un trastorno de ansiedad? 139

control de la respiración romper el círculo vicioso


que se establece entre los componentes psíquicos, fi-
siológicos y motores de la ansiedad. Si consigo res-
pirar de manera pausada y regular, disminuirá mi an-
siedad.
b.2. Técnicas de relajación muscular. El objetivo es pare-
cido a las técnicas de respiración controlada, pero
mediante la contracción y relajación muscular con-
secutivas de diferentes grupos musculares.
b.3. Resolución de problemas. Esta técnica nos ayudará a
clarificar y plantear de una manera eficaz las posi-
bles soluciones a los diferentes problemas.
b.4. Psicoterapia interpersonal. Esta psicoterapia, aunque
especialmente indicada para los trastornos depresi-
vos, podría ayudarnos a resolver las dificultades de-
sencadenadas por no adaptarnos bien a los cambios
experimentados. Se trata de una psicoterapia breve
que se apoya en favorecer el cambio en el modo de
relacionarse la persona con los demás y el entorno,
para conseguir una buena adaptación.
b.5. Técnicas de inoculación del estrés. Estas técnicas
nos enseñan a afrontar y a relajarnos ante experien-
cias estresantes, e incluye entre otras cosas las técni-
cas de relajación ya referidas, afrontamiento de si-
tuaciones predeterminadas, autoinstrucciones, etc.
¿Cómo podemos combatir la ansiedad?

Aunque ya hemos hecho algunos comentarios a lo largo del


texto sobre los tratamientos más indicados o específicos para cada
uno de los trastornos de ansiedad, hemos dejado para este aparta-
do los aspectos más generales, así como una explicación algo más
precisa de los tratamientos farmacológicos y psicológicos más uti-
lizados.
Empezaremos por comentar algunos aspectos del manejo de
la ansiedad habitual o fisiológica, para más tarde entrar a los fun-
damentos del tratamiento de la ansiedad patológica.

1. TRATAMIENTO DE LA ANSIEDAD HABITUAL O FISIOLÓGICA

Como vimos al inicio, todos experimentamos ansiedad, y so-


mos capaces de distinguir las situaciones que más ansiedad nos
producen, o las épocas de la vida en que la tuvimos en mayor gra-
do, etc. En mayor o menor medida, convivimos con la ansiedad.
Esto se debe a que la ansiedad es una «herramienta» de la que
disponemos para nuestro funcionamiento diario. Por un lado nos
mantiene alerta ante situaciones que van a exigir un esfuerzo o
una respuesta especial, y por otro nos ayuda a dar una respuesta
lo suficientemente eficaz como para resolver la situación a la que
nos enfrentamos.
142 La ansiedad

Como puede verse, la ansiedad en sí misma no es mala. Otra


cuestión es la dificultad de conseguir que se limite a las situacio-
nes concretas que la hicieron necesaria. Así, es lógico que una
persona que eleva sus niveles de ansiedad en las horas de trabajo
no pueda «desconectar» esos niveles al salir del trabajo, y que
esto le haga no estar relajado al llegar a casa, con posibles difi-
cultades de relación o menor disfrute de las actividades habitual-
mente placenteras. También puede ocurrir que nos sometamos
con tanta frecuencia a situaciones de ansiedad que se convierta
en algo crónico, en un estilo de vida, propio de los que van «ace-
lerados» por la vida.
Desde otro punto de vista, que notemos la ansiedad es muy
bueno y necesario, precisamente para que podamos poner los
medios necesarios con vistas a relajarnos. Actuaría como el ha-
bitual piloto rojo o dispositivo de alarma que nos avisa de que
estamos en una situación de «alta tensión» o que podemos estar
«en zona de reserva». En este sentido es muy importante cono-
cer el «lenguaje» de nuestro cuerpo y hacerle caso. Todos debe-
ríamos saber cuáles son los mensajes que utilizan nuestro cuerpo
y mente para avisarnos: sueño interrumpido, dolores de cabeza,
pérdida del apetito, aguantar menos a los hijos o nietos, dejar de
ir al cine o al fútbol, pensar que no tengo tiempo para ir de tien-
das, etc.
Estamos en este apartado hablando de una ansiedad que, aun-
que no alcance los niveles de intensidad ni las alteraciones pro-
pias de la patológica, sí conviene controlar para que no disminuya
la calidad de vida, ni sea la antesala de un trastorno de ansiedad
o de alguna de las enfermedades orgánicas que se conocen como
enfermedades psicosomáticas y que se encuentran tan relaciona-
das con la ansiedad, como las cefaleas tensionales, vértigos o pi-
tidos en los oídos, síndrome del colon irritable, etc.
Vamos, entonces a recoger —sin orden de importancia—, al-
gunas de estas medidas que bien podrían incluirse dentro de un
apartado de salud e higiene mental, y que por tanto forman parte
de una medicina fundamentalmente preventiva:
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 143

a) El ejercicio físico: los beneficios del ejercicio sobre la


ansiedad son múltiples. Ya sabemos que la ansiedad tiene tres
componentes: psicológico, fisiológico y motor. El ejercicio físi-
co actúa sobre los tres. Quizá lo más importante es el efecto con-
tinuado de contracción y relajación, tan similar a las conocidas
técnicas de relajación muscular. De esta manera eliminamos
—«quemamos»— la tensión acumulada, que es la manifestación
motora de la ansiedad. Durante el ejercicio «descargamos los
depósitos» de adrenalina, de manera que también controlamos o
mejoramos la parte fisiológica de la ansiedad. En este sentido,
suele ser mejor el ejercicio en el que se rompe a sudar, que sería
la diferencia entre salir a correr y salir a pasear. Por último, el
componente psicológico de la ansiedad también se beneficia del
ejercicio. En los casos de deportes en los que intervenga el jue-
go, la propia diversión hace que diversifiquemos nuestra aten-
ción y la centremos en algo relativo, con azar, ilusionante, que
descarga emocionalmente la tendencia tan propia de la ansiedad
de focalizar la atención en el problema para obtener el máximo
beneficio. También hay ejercicios que no comparten esta parte
de juego, como correr o los ejercicios repetidos de gimnasio. En
estos casos el beneficio psicológico nos viene por el someti-
miento a un ritmo, a una cadencia mental, que rompe con el otro
pensamiento constante o perseverante al que suele llevarnos la
ansiedad.
Hay otras ventajas añadidas a las ya mencionadas, aunque qui-
zá de segunda categoría, como la ruptura con la rutina que nos ten-
siona, la apertura a los demás cuando el deporte es de equipo o
con más personas, la mejor calidad del descanso posterior, el efec-
to tonificante y relajante de una ducha, baño o sauna posterior al
rato de deporte, etc.

b) La apertura a los demás: realmente se trata de una nece-


sidad propia de la persona humana, pues como decía Kierkegaard
«las puertas del espíritu se abren hacia fuera». No somos indivi-
duos aislados. En este caso actuamos directamente sobre el com-
ponente psicológico de la ansiedad, y de manera indirecta sobre
144 La ansiedad

los aspectos fisiológico y motor. La apertura a los demás nos fa-


cilita por un lado la expresión de los sentimientos, con lo que
conlleva de descarga emocional, y por otro, el compartir el pro-
blema y las emociones con los demás. Además, el solo hecho de
contarlo a otras personas es como afrontarlo personalmente una
vez más, y eso ayuda siempre a obtener una respuesta más adap-
tada y adecuada al problema. Con frecuencia, a la vez que conta-
mos la situación que nos pone tensos somos más conscientes de
que ese asunto «no era para tanto». También contribuye a esto el
esfuerzo que hacemos para matizar el problema, con idea de que
las distintas personas con las que hablamos nos entiendan, ya que
supone un esfuerzo de relativización que descarga emocional-
mente el asunto, al quitarle rigidez.
Otros aspectos positivos serán el comprobar, en el intercam-
bio de información propio de esta apertura a los demás, que son
situaciones más o menos parecidas a las que pueden soportar los
demás, con el beneficio añadido de sentirse comprendido, y apren-
der el modo en que esas personas afrontan o han afrontado esos
problemas.
Por último, cabría mencionar dentro de esta apertura a los de-
más que al estar más volcado y pendiente de las personas que nos
rodean, disminuye la carga emocional por nuestros asuntos, que
suele ser la principal fuente de tensión, además del efecto de dis-
tracción de atender a las cosas que puedan surgir a esas personas
de nuestro entorno. Necesito la ayuda de los demás para ser yo
mismo, y tampoco seré yo mismo si no me empeño en ayudar a
los demás.

c) El enriquecimiento personal: actividades que nos supon-


gan un beneficio personal, como la lectura, el cine, el teatro, etc.,
aportan muchos conocimientos sobre las personas y modos de
comportamiento reflejados en los personajes, que ayudan a
afrontar de una manera más adecuada las distintas situaciones.
Sería una expresión menor de la protección que parece tener el
poseer un nivel intelectual normal-superior para las tareas de
afrontamiento. Indirectamente, son actividades relajantes o di-
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 145

vertidas, que nos facilitan en muchos casos la apertura a los de-


más, romper con la rutina o con el ritmo del día, etc. Por último,
estas actividades ejercitadas para un mayor enriquecimiento per-
sonal, dan mayor solidez a la estima personal, de manera que, si-
guiendo la conocida metáfora de la resistencia de los materiales,
podemos asimilar mejor las tensiones sin que se produzca una
«fatiga» del material o una fractura.
d) El sentido del humor: además del sentido del humor que
podemos tener, y que constituye un factor de protección para los
trastornos mentales, cabe la posibilidad de que intentemos fo-
mentarlo, de intentar no tomarnos las cosas tan «en serio» o tan
«a pecho», o sencillamente, de ejercitar la risa. Esto último, es
decir, la terapia a través de la risa, es lo que se conoce ahora como
risoterapia. Y es que la risa es incompatible, en ese momento,
con los sentimientos negativos, nos «desocupa» la mente, y rea-
lizamos un ejercicio de respiración y de contracción–relajación
muscular que contribuye de forma motora al manejo de la ansie-
dad. Que la risa supone un ejercicio lo muestra el cansancio o in-
cluso dolor que podemos notar tras un rato de risas continuadas.
En este sentido, por ejemplo, todo lo dicho para las lecturas, cine,
etc., siendo válido en sí, también podemos realizarlo si se trata de
comedias. Este género usa tramas en las que se relativiza o ironi-
za con cosas «serias», además de que la risa por sí misma es muy
relajante y nos hace «despegar» la atención del lugar en que la
tiene focalizada la ansiedad. Hay personas que tienden a leer sólo
cosas que ellos llaman «útiles», con idea de aprovechar el tiem-
po, o que tienden a leer tragedias porque «así es la vida». Aún sin
negar lo que hay de verdad en estos comentarios, y pensando en
concreto en la ansiedad, suele ser al menos de ayuda que lo alter-
nemos con lecturas divertidas, cuentos o libros de aventuras en
los que —como suele decirse— «ganan los buenos y pierden los
malos», o acaban «comiendo perdices». Además, así también «es
la vida».
e) El sentido trascendente de la vida: cuando poseemos un
sentido trascendente de la vida tenemos una mayor facilidad para
146 La ansiedad

relativizar las metas o los resultados a corto plazo; para disminuir


la importancia del éxito o fracaso en las distintas tareas o retos;
para no atender tanto a la imagen que uno pueda dar ante los de-
más; para valorar más la importancia de la persona que las cosas y
problemas; así como la prioridad del ser–más sobre el tener–más,
con la tensión insaciable que esto último suele conllevar, etc. A
estos motivos habría que añadir que esta visión trascendente nos
lleva, por sí misma, a una mayor apertura a los demás, con las
ventajas que ya hemos comentado.

f) Las aficiones: las aficiones reúnen varios de los factores


ya mencionados. En primer lugar, las mantenemos porque nos
suponen un disfrute, y todo disfrute conlleva un componente de
relajación y eliminación de la tensión. En muchos casos contri-
buyen a nuestro enriquecimiento personal, y las realizamos con
otras personas, de manera que facilitan nuestra apertura a los de-
más. Nos ocupan el tiempo libre y permiten cambiar la rutina ha-
bitual, que suele ser causa frecuente de tensiones. Por último, en
muchos casos, estas actividades permiten expresar nuestros sen-
timientos, y nos sirven de cauce, especialmente si somos perso-
nas con una mayor sensibilidad, para liberarnos de algunas ten-
siones o cargas emocionales, y para comunicarnos con las
personas de nuestro entorno. Habitualmente, conocer las aficio-
nes de otra persona nos ayuda a conocerla mejor.

g) Otros medios que pueden ayudar a controlar o disminuir


la ansiedad fisiológica son algunos tratamientos naturales
(como la valeriana, la melisa, la pasiflora y la tila), que habitual-
mente en forma de infusión consiguen un efecto relajante. Por el
contrario las sustancias estimulantes como el café, las bebidas de
cola, el té, etc., también pueden contribuir a elevar los niveles de
ansiedad y tensión.
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 147

TABLA 25
Medidas preventivas para disminuir los niveles de ansiedad

• Ejercicio físico
• Apertura a los demás
• Enriquecimiento personal
• Sentido del humor
• Sentido trascendente de la vida
• Aficiones
• Tratamientos naturales

2. TRATAMIENTO DE LA ANSIEDAD PATOLÓGICA

En un sentido amplio, se puede entender como ansiedad pa-


tológica aquella que no nos es útil, ya sea porque disminuye
nuestro rendimiento para una tarea, o porque reduce nuestra ca-
lidad de vida, aunque no cambie o incluso aumente el rendi-
miento.
Este concepto de ansiedad patológica, nos habla sobre todo
de situaciones muy concretas y pasajeras, que podemos resolver
habitualmente con los remedios recogidos en el apartado ante-
rior de la ansiedad fisiológica, aunque en ocasiones pueda ser pre-
ciso tomar algún ansiolítico, también de manera concreta, ante
situaciones de mayor malestar o para facilitar el descanso repa-
rador.
Si entendemos por ansiedad patológica la que se manifiesta
en los diferentes trastornos de ansiedad, muchos de los cuales he-
mos resumido en capítulos anteriores, entonces los tratamientos
se hacen más específicos y complejos. En este apartado vamos a
centrarnos en los tratamientos de la ansiedad patológica lo que
nos permitirá descender a algunos detalles manteniendo en lo po-
sible el objetivo que nos hemos marcado de divulgación de los
contenidos y, por tanto, dejando de lado las cuestiones más pro-
pias del especialista.
148 La ansiedad

2.1. ¿Qué medicamentos disminuyen la ansiedad?

Los fármacos más utilizados para el tratamiento de la ansie-


dad son los ansiolíticos y los antidepresivos. Aunque inicialmen-
te se utilizaron de manera habitual y casi exclusiva los ansiolíti-
cos, la verdad es que por diversos motivos esta proporción ha ido
cambiando. Cada vez es más frecuente el uso de antidepresivos,
mientras que aquéllos han pasado a un segundo plano o a ejercer
una función más de apoyo.
a) Los ansiolíticos. A comienzos del siglo XX aparecieron en
el mercado los barbitúricos. Su uso se extendió porque se vio que
servían para controlar la ansiedad y para mejorar el sueño. Estos
fármacos presentaban dos problemas. El primero era que con muy
poco aumento de dosis conseguían no sólo el efecto ansiolítico
—disminuir la ansiedad— sino también el efecto sedante —dismi-
nución del nivel de conciencia—. Esto los hacía útiles para fines
anestésicos o para dormir, pero no tanto para que disminuyera la
ansiedad sin afectar a la calidad de vida. En segundo lugar, el
efecto sedativo se multiplicaba lógicamente con el alcohol, lo que
propició algunos tristemente famosos casos de suicidios mediante
la combinación de alcohol con barbitúricos.
En la década de los setenta, aparecieron las benzodiacepinas,
que continúan siendo los principales ansiolíticos, y cuyas propie-
dades más importantes son:
I. Ansiolisis, o disminución de la ansiedad, que lógicamen-
te es la que más nos interesa y que detallaremos más ade-
lante.
II. Sedación, o disminución del nivel de conciencia, lo que
hace que se utilice por ejemplo para controlar un episo-
dio de agresividad. Este efecto se multiplica con el con-
sumo de alcohol, por lo que está absolutamente contrain-
dicada la combinación de ambos.
III. Hipnosis. La mayoría de los fármacos utilizados para in-
ducir o mejorar el sueño son de esta familia de medica-
mentos.
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 149

IV. Relajación muscular. Es muy frecuente el empleo de al-


guna benzodiacepina para tratar contracturas musculares,
tortícolis, etc.
V. Amnesia anterógrada. Se conoce por este nombre un efec-
to indeseable de estos fármacos que hace que no recor-
demos lo que pasó justo antes de tomar la dosis de ben-
zodiacepina. La memoria no graba instantáneamente los
recuerdos, sino que sigue un proceso que dura un tiempo
hasta que los recuerdos quedan fijados. Si tomamos una
benzodiazepina, los recuerdos que estén en el proceso de
quedar fijados se perderán, no son retenidos. Lógicamen-
te, si tomamos estos fármacos de manera habitual habrá
mucha información que se pierda. Este efecto contra la
memoria se puede sumar a la dificultad de retener pro-
pias de la ansiedad.
VI. Actividad anticonvulsionante. Este efecto permite que al-
gunas benzodiacepinas, especialmente las que son más
relajantes musculares, se usen como tratamiento para cor-
tar las crisis epilépticas.

Tradicionalmente las benzodiacepinas han sido el primer es-


calón en el tratamiento de los cuadros de ansiedad y de las situa-
ciones de estrés. A esto ha contribuido el que consiguen una dis-
minución rápida de la ansiedad, y habitualmente —aunque no
siempre— con unas dosis lo suficientemente bajas como para no
producir sedación o inducir sueño, que serían mal tolerados por
el día y producirían una alteración importante de la calidad de
vida.
Aunque se podría establecer una clasificación de las benzo-
diacepinas atendiendo a las propiedades ya mencionadas, nos pa-
rece de mayor interés centrarnos en dos de estas propiedades: la
ansiolisis y la relajación muscular. De manera que algunas son
muy ansiolíticas y poco relajantes; otras tendrían ambos efectos
por igual; y por último, otro grupo serían fundamentalmente re-
lajantes musculares con menor componente ansiolítico. Cuando
decimos «ansiolisis» nos estamos refiriendo a la parte más psico-
150 La ansiedad

lógica de la ansiedad, pues la relajación muscular mejora la parte


motora o tensional, aunque disminuye la ansiedad psíquica de
manera indirecta.
De las benzodiacepinas utilizadas en los cuadros de ansiedad
destacan entre las más ansiolíticas el loracepam y el alprazolam,
y entre las más relajantes musculares el diacepam y el clonace-
pam.
Otro dato de interés a la hora de valorar la oportunidad de to-
mar una benzodiacepina u otra es el tiempo que permanece en la
sangre, o sea, lo que se conoce como vida media del fármaco. De
manera que para episodios concretos de ansiedad o para solventar
una situación específica que puede generar estrés (una actuación
en público, el despegue del avión, etc.) se tenderá a tomar alguna
benzodiacepina con vida media corta. En cambio, para mantener
un nivel de ansiedad bajo durante el día, de manera habitual, in-
teresará más que tenga una vida media larga.

TABLA 26
Benzodiacepinas más utilizadas en los cuadros de ansiedad
Acción Vida Vida media Vida
fundamental corta intermedia media larga
Disminución de la Bentazepam Alprazolam Clorazepato
ansiedad psíquica Bromazepam
Ketazolam
Lorazepam
Relajación muscular Clobazam Clonazepam
Lorazepam Diazepam

En este sentido, también conviene considerar que los de vida


media más corta aparecen y desaparecen rápidamente —en pocas
horas— de la sangre, lo que facilita los síntomas de abstinencia,
que suelen consistir en líneas generales en una acentuación de la
ansiedad. Además, su acción tan rápida hace que la ansiedad de-
saparezca y reaparezca con rapidez, lo que suele ser mal tolera-
do. En resumen, las de vida media corta estarán especialmente in-
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 151

dicadas en situaciones concretas y no se deben mantener en el tiem-


po, pues facilitarían la dependencia y los molestos síntomas de
abstinencia, mientras que las de vida media larga se usarán sobre
todo en situaciones de ansiedad más mantenida.
A veces se empieza con una benzodiacepina de vida media
corta porque frena mejor y más rápido la ansiedad, y posterior-
mente se cambia a una de vida media más larga para facilitar la
retirada de la medicación sin que se presenten síntomas de absti-
nencia. En cualquier caso, se entiende que estos fármacos sólo se
deben utilizar con indicación médica, y que el médico ayudará
con la retirada progresiva tutelada a que no aparezcan estos sín-
tomas de abstinencia. Realmente, con las medidas de prudencia
necesarias entre las que destaca el seguimiento por parte del mé-
dico, los riesgos de dependencia disminuyen considerablemente.
Un factor muy relacionado con el fenómeno de la dependen-
cia es la tolerancia. Estos fármacos tienen un componente de to-
lerancia que hace que para conseguir el mismo efecto cada vez
tenga que emplearse una dosis mayor. Esto incide todavía más en
la importancia de usar las benzodiacepinas el mínimo tiempo ne-
cesario, y siempre bajo control médico. No tendría sentido no to-
mar medidas no-farmacológicas que podrían disminuir la ansie-
dad y pretender controlarla sólo con ansiolíticos. En algunos
casos, sobre todo cuando la causa de tensión es el elevado ritmo
de trabajo o de ocupación —como podría ser la atención de un
familiar enfermo—, podría llegar el caso de que nos planteemos
los ansiolíticos como un doping, es decir, algo que nos permite
mantener un rendimiento óptimo, olvidándonos de la persona. La
ansiedad nos está avisando de que estamos sometiéndonos a un
ritmo que no podemos tolerar, y en cambio hacemos oídos sordos
y nos «dopamos» para poder aguantar. Esta actitud, mantenida en
el tiempo, nos puede llevar a una quiebra mayor, de forma que lo
que queríamos evitar en un principio —como disminuir el ritmo
de trabajo o que otra persona atienda al menos parcialmente al fa-
miliar— acaba siendo una necesidad en ocasiones absoluta: baja
laboral o ingreso del familiar en una residencia por ser ya incapa-
ces de atenderlo.
152 La ansiedad

En definitiva, está bastante clara la utilidad de las benzodia-


cepinas en situaciones concretas, ante situaciones previsibles de
estrés u otras propiamente estresantes, pero no tanto para las más
duraderas en el tiempo. Siempre deberán tomarse bajo prescrip-
ción médica y siguiendo sus indicaciones; actuando así, las posi-
bilidades de que nos «enganchemos» —síndrome de dependen-
cia— se reducen notablemente.
Un fármaco distinto a las benzodiacepinas que también se sue-
le utilizar como ansiolítico es la buspirona. La buspirona tiene la
ventaja de que no produce dependencia física ni abstinencia, ca-
rece de efecto sedante y no produce amnesia. Por esto último no
exige tanta precaución con el alcohol ni disminuye el rendimien-
to intelectual. La parte más negativa, que hace que se use mucho
menos que las benzodiacepinas, es que tarda alrededor de dos se-
manas en notarse su efecto, por lo que tendría más sentido utili-
zarla en cuadros de ansiedad mantenida, como el trastorno de an-
siedad generalizada. Tampoco parece ser eficaz cuando se utiliza
para sustituir a las benzodiacepinas. En resumen, estaría indica-
da en personas con cierto grado de ansiedad permanente, no muy
intensa, y sobre todo si hay riesgo de que se hagan dependientes,
si queremos evitar la sedación o una disminución del rendimien-
to intelectual.
b) Los antidepresivos. Empezaron a emplearse a partir de la
década de 1980 como tratamiento alternativo en los cuadros de
ansiedad. Puede sorprender de inicio que los antidepresivos sean
los fármacos indicados para los trastornos de ansiedad, como si
se tratara de dos trastornos iguales. En el apartado correspon-
diente a ansiedad y depresión ya hemos tratado extensamente
este asunto. Baste recordar que las sustancias que parecen estar
más relacionadas con el desarrollo de la depresión (la serotoni-
na y la noradrenalina) también son las más implicadas en el de-
sarrollo de los cuadros de ansiedad. Un caso similar, de un fár-
maco que nace como indicación de una enfermedad pero que
con el tiempo se ve que es también beneficioso para otros tras-
tornos, es el del ácido acetilsalicílico (aspirina). Este fármaco se
usó inicialmente para los dolores y para bajar la fiebre, y actual-
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 153

mente se usa también para disminuir el riesgo cardiovascular en


personas mayores.
Simplificando, se puede decir que tanto la serotonina como la
noradrenalina mejoran el estado de ánimo y normalizan los nive-
les de ansiedad. Un comentario relacionado con estos niveles ne-
cesarios de serotonina es la apetencia por los dulces. Con fre-
cuencia, las personas con depresión se quejan de tener una mayor
apetencia por los dulces. Esta queja podría estar relacionada con
el hecho de que éstos elevan los niveles de azúcar en la sangre, y
que este azúcar en parte la usa el organismo para producir sero-
tonina. Esto coincide con el famoso comentario de que los dulces
son antidepresivos. También es frecuente oír la expresión «ansie-
dad de comer», y no deja de ser sorprendente que el hecho de co-
mer, también con frecuencia dulces, calme la ansiedad. Podría
estar relacionado con una normalización de niveles de serotoni-
na; aunque se trata de planteamientos muy matizables y en algu-
nos puntos hasta contradictorios, puede servirnos para entender
mejor estos fenómenos.
De los antidepresivos que se encuentran actualmente en el
mercado podríamos establecer una sencilla clasificación entre los
clásicos y los de nueva generación. Dentro de los que hemos de-
nominado clásicos se incluirían los antidepresivos tricíclicos y
los conocidos como IMAO (inhibidores de la enzima monoami-
nooxidasa). En general, todos los antidepresivos tienden a au-
mentar la cantidad de serotonina y noradrenalina en las conexio-
nes que hay entre las neuronas del cerebro.
Que sean clásicos, con más de 40 años en el mercado, nos ha-
bla de su eficacia, pues siguen siendo utilizados a pesar del tiempo
pasado y de haber dado tiempo a que se realicen múltiples estu-
dios sobre su eficacia. Sus efectos secundarios y demás aspectos
negativos son de sobra conocidos, lo que permite un mejor ma-
nejo y hace más meritorio aún que continúen utilizándose. Tam-
bién nos dice que su precio es inferior, y sin entrar en criterios
economicistas de grandes números ni en cuestiones de marketing
de las empresas farmacéuticas, siempre es una ventaja adicional
a tener en cuenta.
154 La ansiedad

TABLA 27
Grupos de antidepresivos más empleados en los cuadros de ansiedad
Principio
Grupo de antidepresivo
activo
Antidepresivos clásicos
– Inhibidores de la enzima monoaminooxidasa Moclobemida
– Antidepresivos tricíclicos Amitriptilina
Clomipramina
Imipramina
Antidepresivos de última generación
– Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) Fluvoxamina
Fluoxetina
Paroxetina
Sertralina
Citalopram
– Inhibidores selectivos de la recaptación de noradrenalina (ISRN) Reboxetina
– Inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN) Venlafaxina
– Antidepresivo noradrenérgico y selectivamente serotoninérgico (NaSSA) Mirtazapina

Por otro lado son fármacos que se comercializaron cuando los


conocimientos científicos eran menores, por lo que son menos se-
lectivos, actúan sobre diferentes sitios y mecanismos. Esto les
permite ser útiles en muy diferentes patologías, pero también mul-
tiplica los efectos secundarios, especialmente en el caso de los
IMAO. Haciendo una generalización, diríamos que los principa-
les efectos secundarios son la sequedad de boca, el estreñimiento,
la inestabilidad y cambios de tensión arterial, la sudoración, el
temblor, las molestias gástricas, la sensación de hinchazón, las al-
teraciones en la función sexual como descenso de la libido o difi-
cultad en la erección y retraso en la eyaculación, etc. En el caso de
los IMAO hay un riesgo añadido que es la incompatibilidad con
algunos alimentos y fármacos, que podrían llegar a producir crisis
de hipertensión con un hipotético riesgo vital; esto hace que haya
que llevar un régimen de comidas y consultar con el farmacéutico
o el médico antes de tomar otro fármaco del tipo que sea.
Más recientemente han aparecido otros fármacos cuyos me-
canismos de acción o formas de actuar son más selectivos. En
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 155

concreto, y de una forma simplificada, podríamos distinguir tres


grupos dentro de los nuevos antidepresivos:

1) Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina


(ISRS): son los más conocidos y su mecanismo de acción
es solamente sobre la serotonina.
2) Inhibidores selectivos de la recaptación de noradrenalina
(ISRN): que actuaría exclusivamente sobre la noradrena-
lina.
3) Otros: como los inhibidores de la recaptación de serotoni-
na y noradrenalina (venlafaxina) y la mirtazapina.

TABLA 28
Indicaciones aprobadas actualmente
para los antidepresivos más recientes
Fluvoxamina

Venlafaxina
Citalopram
Paroxetina
Fluoxetina

Sertralina

Trastorno de ansiedad generalizada SI SI


Trastorno de angustia SI SI SI
Trastorno obsesivo-compulsivo SI SI SI SI SI
Fobia específica
Fobia social SI SI
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno por estrés agudo

La mayoría de las ventajas de estos nuevos fármacos se deri-


van de su mecanismo de acción más selectivo sobre determina-
das zonas del cerebro y sobre determinadas sustancias, en con-
creto la serotonina y la noradrenalina. Las principales ventajas de
estos antidepresivos más selectivos son:
156 La ansiedad

I. Menor número e intensidad de efectos secundarios, que


hace que en muchos casos sean imperceptibles. Lógica-
mente es inevitable que existan los efectos secundarios,
pero insistimos en que en muchos casos pueden pasar de-
sapercibidos. Este aspecto beneficioso es todavía mayor
si se tiene la prudencia de empezar a tomarlos con una
dosis inferior a la mínima eficaz, de manera que el cuer-
po pueda tolerarlos mejor. Lo habitual es que los efectos
secundarios aparezcan primero y vayan disminuyendo,
mientras que el efecto curativo del fármaco tarda unas se-
manas en empezar a notarse.
II. Menos dificultad para poder combinarlos con otros fár-
macos y sin restricción en la dieta como pasaba con los
IMAOs. Esta ventaja se agradece más en poblaciones es-
peciales, como las personas mayores, que suelen necesitar
de varios fármacos habitualmente para controlar la ten-
sión arterial, el azúcar de la sangre, etc.; las mujeres em-
barazadas, donde se intenta evitar al máximo los efectos
perjudiciales sobre el feto; o la población infantil.
III. Más facilidad y menos efectos secundarios cuando es pre-
ciso combinar con otros fármacos también antidepresivos,
para controlar mejor la ansiedad.

De todas formas, y aunque sean mucho menores los efectos


secundarios que en el caso de los antidepresivos clásicos, existen
algunos que, pese a su bajo porcentaje, también están presentes
en estos casos: cefaleas, alteraciones gastrointestinales y disfuncio-
nes sexuales. Los demás efectos secundarios son aún menos fre-
cuentes y de menor entidad.

c) Otros fármacos contra la ansiedad. Dentro del último


grupo de fármacos que queríamos comentar vamos a referirnos
por motivos diferentes a dos: los betabloqueantes y el Deanxit®.
Los betabloqueantes, entre los que destacaríamos el propranolol
(Sumial®) actúan bloqueando la parte fisiológica de la ansiedad,
mediada por el llamado sistema nervioso autónomo. Tienen la gran
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 157

ventaja de no sedar ni inducir al sueño, aunque al ser un fármaco


que disminuye la tensión arterial podría disminuir un poco el
tono vital, dependiendo también de la dosis. Es un fármaco espe-
cialmente indicado en los cuadros de fobia social, pues elimina
los síntomas periféricos de ansiedad (taquicardia, temblor, voz
quebrada, etc.), por lo que lo usan también los opositores para
exámenes orales en que no quieren que se noten los nervios, los
oradores, los políticos, o los músicos, para no perder destreza de
paso que controlan la ansiedad. En general estaría más recomen-
dado su empleo ante situaciones concretas de ansiedad social que
de manera habitual.
El otro fármaco que interesa comentar es el Deanxit®. Utili-
zamos el nombre comercial pues pese a haber sido muy utilizado
son pocos los que saben cuáles son sus principios activos. Es un
fármaco que asocia un antidepresivo con un antipsicótico y que
además se dispensa en forma de gragea, con lo que no puede par-
tirse por la mitad antes de retirarlo. Este fármaco marca toda una
época de la medicina psicosomática en nuestro país, por la fre-
cuencia con que se recetó y su eficacia. De hecho, se trata de un
fármaco que quienes lo toman, lo hacen desde hace muchos años
y no resulta fácil de sustituir. En algunos casos, y aún a sabiendas
de que existen otros fármacos actuales que podrían producir me-
nos efectos secundarios, se acaba manteniendo en no pocos ca-
sos, por las dificultades que aparecen al querer reemplazarlo por
otro más actual.
Existen otros fármacos como los antipsicóticos y los estabili-
zadores del ánimo que podrían tener alguna indicación en el tra-
tamiento de la ansiedad. Entre los antipsicóticos se suelen usar
aquellos que tienen mayor efecto sedante, y por tanto, es fácil
que más que conseguir un efecto ansiolítico como sería de dese-
ar consigamos una sedación que dificultará las actividades de la
vida ordinaria. De los estabilizadores del ánimo, el que ha alcan-
zado un mayor renombre como ansiolítico es la gabapentina.
Este fármaco se utiliza con éxito para la ansiedad de la fobia so-
cial, y tiene la ventaja de presentar pocos efectos secundarios, así
como la ausencia de tolerancia y de dependencia.
158 La ansiedad

2.2. ¿Son eficaces las terapias psicológicas contra la ansiedad?

En un sentido amplio, la psicoterapia es un tratamiento de na-


turaleza psicológica que intenta conseguir cambios o modifica-
ciones en el comportamiento, en la adaptación al entorno, en la
salud física y psíquica, en la integridad de la identidad psicológi-
ca y, en definitiva, en el bienestar general de la persona. En un
sentido más estricto, se trata de una relación interpersonal de
ayuda ténico-profesional, dirigida al consuelo y a la curación, ali-
vio y/o prevención de síntomas y trastornos biopsicosociales,
mediante técnicas de comunicación, interacción y aprendizaje.
Los trastornos de ansiedad fueron de los primeros que se be-
neficiaron de este tipo de tratamiento, especialmente a raíz de la
irrupción de las teorias psicoanalíticas de Freud. Este papel pre-
ponderante del psicoanálisis fue dejando paso primero a las técni-
cas de tipo conductual, centradas en el comportamiento y en el
aprendizaje, y más adelante, a las técnicas cognitivas dirigidas a
cambiar los procesos del pensamiento como medio para conseguir
la curación. En los últimos años, la tendencia general es a utilizar
técnicas de ambos tipos, conductuales y cognitivas, haciendo es-
pecial hincapié en unas técnicas determinadas según el tipo de
trastorno de ansiedad que haya que tratar. También dependerá de
las técnicas con las que esté familiarizado el terapeuta (psicólogo
o psiquiatra), pues salvo contadas excepciones o hay un consenso
definitivo sobre cuál es más indicada en cada caso.
Es interesante subrayar que dentro de las distintas psicotera-
pias las técnicas de grupo están especialmente indicadas en los
trastornos de ansiedad, por sus ventajas adicionales.
Vamos a dar una visión general sobre las diferentes técnicas
de psicoterapia que se emplean actualmente para tratar la ansie-
dad y sus trastornos específicos, y para eso las hemos clasificado
en técnicas de psicoeducación, conductuales y cognitivas.
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 159

TABLA 29
Ventajas de las terapias de grupo en los trastornos de ansiedad
• Comprobar que no son los únicos y dejar de verse raros socialmente.
• Aprender de los demás: cómo reaccionan, interpretan, etc. (aprendizaje vi-
cario).
• Conseguir una mayor independencia del paciente respecto al terapeuta.
• Adquirir un compromiso público del paciente ante el grupo para intentar
cambiar.
• Motivar al cambio al ver el de los demás, con mayor confianza en las técni-
cas.
• Realizar actividades de experiencia con las personas del grupo.
• Poder interrumpir un pensamiento, razonamiento o acción para analizarla.

TABLA 30
Tratamientos psicoterapéuticos de la ansiedad

1. Psicoeducación
2. Técnicas conductuales
a) Técnicas para controlar la activación propia de la ansiedad
• Relajación muscular
• Respiración controlada
b) Técnicas de exposición
• Exposición (progresiva y por inundación)
• Desensibilización sistemática
c) Control del tiempo y programación de actividades
3. Técnicas cognitivas
a) Autoinstrucciones
b) Técnicas de parada del pensamiento
c) Distracción cognitiva
d) Reestructuración cognitiva
e) Entrenamiento en solución de problemas
f) Inoculación del estrés
160 La ansiedad

2.2.1. Psicoeducación

Mediante la psicoeducación se pretende transmitir al pacien-


te un conjunto de conocimientos que hacen referencia a la ansie-
dad (en qué consiste, cómo se nota, etc.), al tratamiento (tanto de
prevención como curativo, fomentando una buena actitud del pa-
ciente, etc.), y a otros aspectos interesantes de la enfermedad.
Los distintos asuntos generales que puede contemplar el trata-
miento psicoeducativo de la ansiedad son:

a) Explicar en qué consiste; la diferencia entre notar un sín-


toma de ansiedad y padecer una enfermedad de la ansie-
dad; cómo distinguir la ansiedad normal de la patológica;
explicar los diversos componentes (cognitivos, emocio-
nales, conductuales y fisiológicos); ayudar a valorar si se
trata de una ansiedad adaptativa o le está creando proble-
mas de adaptación, etc.
b) Conseguir que el paciente se encuentre lo suficientemen-
te motivado con el tratamiento, y se comprometa a asistir
de manera regular a las sesiones.
c) Describir de forma comprensible y detallada el contenido
del tratamiento que se recomienda, dando la posibilidad
al paciente de plantear sus dudas y dar su opinión ante po-
sibles alternativas.
d) Conocer las expectativas que tiene el paciente con el tra-
tamiento, y en su caso, ayudarle a que sean lo más ade-
cuadas y realistas posible.
e) Dar las instrucciones para realizar los registros y las dife-
rentes tareas que tendrá que llevar a cabo en los periodos
entre sesiones, insistiendo en su importancia.

Estas tareas de psicoeducación pueden facilitarse o comple-


tarse con material escrito que el paciente puede leer en casa.
Aunque lentamente en comparación con los países de habla in-
glesa, van apareciendo también direcciones de internet de aso-
ciaciones de pacientes o familiares de pacientes con trastornos
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 161

de ansiedad, que pueden ayudar también en esta labor de psico-


educación.
En principio, no es malo que la persona adquiera y lea libros,
o consulte en internet información sobre su cuadro de ansiedad o
los tratamientos que le han recomendado. De todas formas, y en
consonancia con el lema de que «no hay enfermedades sino en-
fermos», ninguna de estas fuentes de información —de ámbito
general— puede sustituir la tarea del psiquiatra o psicólogo. En
cambio, sí puede resultar de interés que el paciente contraste esas
informaciones que va recibiendo y piensa que le pueden ser úti-
les, con su especialista, con objeto de ir en la misma dirección.

2.2.2. Terapias de conducta

En este apartado incluimos los enfoques terapéuticos con los


que se pretende efectuar cambios en la conducta del sujeto, apli-
cando fundamentalmente las teorías del aprendizaje, así como
algunos principios de otras áreas de la psicología y ciencias afi-
nes.
De todas las técnicas que pueden emplearse en los cuadros de
ansiedad hemos querido destacar y resumir las de mayor interés:

a) Técnicas para controlar la activación propia de la


ansiedad
• Técnicas de relajación muscular
Nos enseñan a relajarnos utilizando el componente motor de
la ansiedad, aunque indirectamente reduciremos los niveles de
ansiedad en las otras vertientes: la activación del sistema nervio-
so autónomo, la cognitiva y la emocional. Todas las técnicas se
han desarrollado a partir de la técnica de relajación progresiva de
Jacobson, que consiste en ir tensando y relajando de manera se-
cuencial, siguiendo un orden, los diferentes músculos del cuerpo,
a la vez que identificamos el bienestar y las sensaciones corpora-
les asociadas a la tensión y la relajación. Tendremos que apren-
162 La ansiedad

der a identificar las señales que provienen de los músculos cuan-


do están en tensión y, una vez identificadas, poner en marcha las
técnicas aprendidas para relajarnos. Posteriormente han surgido
otras que en vez de contraer y relajar los músculos de uno en uno,
lo hacen por grupos de músculos, disminuyendo la duración del
proceso y facilitando su práctica.
Una técnica de relajación algo distinta es la del «entrena-
miento autógeno» de Schultz. Con esta técnica aprendemos a re-
lajarnos asociando imágenes placenteras que nos inventamos
con algunas sensaciones corporales como la pesadez, el calor, el
ritmo cardiorrespiratorio, el calor abdominal o el frescor en la
frente.
También podemos intentar asociar la situación de relajación
conseguida por cualquier técnica con una palabra, una imagen o
un pensamiento concreto, de manera que al considerar ese pen-
samiento o recordar esa imagen se produzca una relajación auto-
mática. Es lo que también se conoce como técnicas de visualiza-
ción.
Vamos a describir como ejemplo un procedimiento de relaja-
ción que reúne varias técnicas (tensión–relajación, empleo de la
imaginación, respiración controlada, etc.), que puede aprenderse
en 10 sesiones, y que está tomado originalmente de Bernstein y
Borkodeck (1973). Como se trata de aprender una técnica, ten-
dremos que repetir el entrenamiento en casa, de manera que ad-
quiramos facilidad y seamos capaces de realizarlo cada vez en
menos tiempo. Haremos las sesiones con ropa cómoda, en un
ambiente tranquilo y en posición de relax. Básicamente, consiste
también en contraer y relajar primero músculos aislados y luego
grupos musculares cada vez más amplios. Valoraremos y nos
centraremos en las distintas sensaciones que se produce cuando
el músculo está tenso y cuando está relajado. Cuando nos centre-
mos en el tronco, cara y cuello, atenderemos también a la respi-
ración. Al final de cada sesión de relajación física hacemos una
relajación mental: imaginamos que estamos en un lugar, habi-
tualmente en casa, y que nos aproximamos a una puerta; cuando
la abrimos nos encontramos en un sitio que nos gusta y nos resul-
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 163

ta relajante, como la playa, el monte, etc. Intentamos percibir con


la imaginación todo lo que rodea la escena y lo vamos descri-
biendo. Disfrutamos de la escena a la vez que somos conscientes
del ritmo pausado de nuestra respiración.
A continuación, resumimos las secuencias de músculos y
grupos musculares que hemos de ir contrayendo y relajando, y el
plan de trabajo de las 10 sesiones de esta técnica de relajación
muscular.

PROCEDIMIENTO BÁSICO
1. Pie dominante
2. Pantorrilla dominante
3. Muslo dominante: —parte inferior
—parte superior
4. Pie no dominante
5. Pantorrilla no dominante
6. Muslo no dominante: —parte inferior
—parte superior
7. Musculatura abdominal y parte inferior del tronco
8. Pecho, hombros y parte superior del tronco
9. Cuello (cervicales y garganta)
10. Parte superior de la cara (frente)
11. Parte central de la cara (mejillas y nariz)
12. Parte inferior de la cara (mandíbulas)

PROCEDIMIENTO PARA SIETE GRUPOS MUSCULARES


1. Pierna dominante
2. Pierna no dominante
3. Brazo dominante
4. Brazo no dominante
5. Tronco (pecho, hombros, espalda y abdomen)
6. Cuello (cervicales y garganta)
7. Cara

PROCEDIMIENTO PARA CUATRO GRUPOS MUSCULARES


1. Músculos de las dos piernas
2. Músculos de los dos brazos
3. Tronco (músculos del pecho, hombros, espalda y abdomen)
4. Músculos de la cara y el cuello
164 La ansiedad

GUÍA DE EJERCICIOS EN 10 SESIONES


Procedimiento Método Sesión
Procedimiento básico Tensión–Relajación 1, 2 y 3
Procedimiento para
Tensión–Relajación 4y5
7 grupos musculares
Procedimiento para
Tensión–Relajación 6y7
4 grupos musculares
Procedimiento para Recorrido mental sin
8
4 grupos musculares ejercicios de tensión
Recorrido mental y contar
Procedimiento para
hacia atrás como técnica 9
4 grupos musculares
para lograr relajación rápida
Procedimiento para
Contar hacia atrás 10
4 grupos musculares

• Técnicas de respiración controlada


Las técnicas de control de la respiración aprovechan la estre-
cha relación existente entre el ritmo y profundidad de la respira-
ción y el control del estado de alerta propio de la ansiedad. Por
otra parte, mediante el control de la respiración también se mejo-
ra la circulación sanguínea. Además, al centrar la atención en la
técnica se consigue un bienestar psicológico por distracción y por
haber buscado un ambiente de silencio o relajante.
Una primera aproximación a la respiración controlada consis-
te en realizarla de manera más pausada y profunda, marcando los
cuatro momentos de la respiración. Es lo que algunos han deno-
minado la «regla del cuadrado»: espiración, mantener los pulmo-
nes vacíos, inspiración y mantener el aire en los pulmones.
De todas formas, de cara a la relajación es más importante el
tiempo empleado en expulsar el aire (espiración) que la inspira-
ción. En el sentido contrario puede verse como ante una situación
de susto o sorpresa, que tensiona, la reacción del organismo es a
una inspiración corta pero forzada que no está pensada para rela-
jar. Al revés, el gesto propio de alivio y relajación es soltar aire
vaciando los pulmones.
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 165

FIGURA 18
Regla del cuadrado de la respiración

Espiración
1
Mantener aire en los pulmones

Mantener los pulmones vacíos


4

2
3
Inspiración

Las técnicas más específicas tienen en cuenta que la respira-


ción completa, aunque parezca un solo movimiento, es la suma
de tres tipos distintos de respiración: abdominal, torácica y clavi-
cular, aunque otros la reducen a las dos primeras. Una buena res-
piración debería armonizar las tres.
La respiración abdominal o diafragmática es la que reali-
zamos empleando los músculos del abdomen. Los pulmones tie-
nen forma parecida a una pirámide, de forma que la parte baja,
más cercana al abdomen, es la que nos permite una mejor oxige-
nación, y la que más tenemos que cuidar. Para aprender a realizar
bien esta respiración es conveniente que nos tumbemos boca arri-
ba en una superficie plana, que preferiblemente no sea dura, y
después de hacer una espiración máxima contrayendo el abdo-
men, aguantar unos segundos sin aire en los pulmones y dejar
que espontáneamente baje el diafragma y se produzca la inspira-
ción. Conviene sentir con la mano cómo se producen estos cam-
bios en el abdomen. Se puede respirar sin mover las costillas.
Para realizar esta respiración podemos también usar una estrate-
gia que consiste en situar los brazos elevados y flexionados con
las palmas de las manos en la nuca, parecido a una de las típicas
166 La ansiedad

FIGURA 19
Esquema de las partes de los pulmones
para los tres tipos de respiración

Respiración
clavicular

Respiración
torácica

Respiración
abdominal

situaciones de manos–arriba. La inspiración y espiración debe-


mos hacerla por la nariz y sin producir ruidos.
La respiración torácica o costal es la que realizamos al sepa-
rar las costillas gracias a los músculos del tórax y hacer un efec-
to de vacío para que entre aire. Para realizarla es mejor la posi-
ción de sentados, en el suelo o en una silla. Mientras mantenemos
contraído el abdomen se intenta inspirar. En principio, suele cos-
tar más esfuerzo para menos cantidad de aire que la abdominal.
Para comprobar el éxito de la técnica podemos poner las manos
en las costillas, como la postura de «brazos en jarra» pero más
cerca de las axilas y comprobar que las costillas se desplazan.
Por último, la respiración clavicular, que es la más costosa
y la menos eficaz. La realizamos elevando las clavículas, no los
hombros, y para ello basta mantener las manos en la posición que
mencionamos en la respiración torácica pues de esa forma no po-
demos mover los hombros. Es interesante conocer que esta respi-
ración domina en las personas con más ansiedad, con respiracio-
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 167

nes más entrecortadas y con mayor resistencia. También parece


ser más frecuente entre las mujeres.
Una de las técnicas más conocidas que incluye estas tres res-
piraciones e intenta que la respiración sea lo más controlada y be-
neficiosa posible es la que se practica en el yoga.

b) Técnicas de exposición
• Exposición progresiva e inundación
Todas las terapias de exposición suponen en algún momento
tener que afrontar el estímulo que desencadena la ansiedad. La
ansiedad en su componente de temor supone que haya una situa-
ción o algo que sea lo temido. Se puede aplicar prácticamente a
todos los cuadros de ansiedad, pues siempre hay un estímulo que
actúa como desencadenante o que cierra el círculo vicioso de la
ansiedad. Así por ejemplo, en las fobias es evidente la evitación al
estímulo que provoca ansiedad, como ver una araña en la aracno-
fobia. En el trastorno obsesivo–compulsivo el rechazo a la idea o
situación que le llevaría a hacer un ritual compulsivo, como que-
rer evitar tocar el pomo de la puerta por miedo a contaminarse. El
miedo con la evitación a salir de casa de la persona que ha sufri-
do una crisis de angustia en la calle y no se atreve a salir por si se
repite la crisis. O por último, la evitación de volver al lugar del ac-
cidente que desencadenó un trastorno por estrés postraumático.
Por tanto, con diversos matices, las técnicas de exposición son
habitualmente parte integrante de las terapias contra la ansiedad.
Cabe plantearse si el beneficio de la exposición está relacionado
con que, precisamente, en el origen del trastorno de ansiedad o de
la formación de la personalidad de la persona ansiosa pudo faltar
esta actitud necesaria de exponerse a dificultades, peligros o inse-
guridades habituales de la vida, y que haya que pasar por ahí en el
proceso de curación. Si la persona no ha conseguido exponerse a
esas situaciones por su cuenta, ya sea por su tendencia a controlar
el éxito de la exposición, por su nivel de inseguridad o por haber
descubierto la «tranquilidad que da» inicialmente la evitación, ne-
cesitará una ayuda exterior para dar estos pasos.
168 La ansiedad

FIGURA 20
Círculo vicioso ansiedad–exposición

Mayor temor a una futura


exposición al estímulo

Mayor
Menor ansiedad
en ausencia del estímulo ANSIEDAD

Evitación
del estímulo

El éxito de la exposición se apoya en dos fenómenos que son:

— La habituación: si repetimos una situación acabamos acos-


tumbrándonos a ella. Puede que la primera vez que utili-
zamos un cajero automático nos diera cierta ansiedad no
saber si podríamos usarlo. Este miedo irá desapareciendo
conforme vayamos utilizándolo con más frecuencia.
— La extinción: consiste en impedir a la persona que lleve a
cabo una conducta de escape. De esta manera rompemos
el círculo vicioso por el eslabón de la evitación del estí-
mulo. Siguiendo con el ejemplo anterior, nuestro miedo
al cajero ha ido en aumento porque siempre que pensába-
mos utilizarlo acabábamos pidiéndoselo a otra persona o
retrasando la compra. El día en que nos decidimos a usar
el cajero empezamos a estar en condiciones de que la an-
siedad pueda disminuir.
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 169

FIGURA 21
Papel de la extinción en el círculo vicioso ansiedad-exposición

Mayor temor a una futura


exposición al estímulo

Menor ansiedad en Mayor


ausencia del estímulo ANSIEDAD

Evitación Exposición
del estímulo del estímulo

Menor ANSIEDAD
(extinción)

Se podría pensar que sólo la exposición ya curaría, pero lo


cierto es que en muchos casos es necesario dar un refuerzo cog-
nitivo que ayude a poder exponerse al estímulo y que canalice la
posible ansiedad resultante de la exposición, además de técnicas
conductuales que hagan disminuir los niveles de ansiedad, como
las ya mencionadas técnicas de relajación muscular o de respira-
ción controlada.
La exposición puede ser: progresiva o por inundación (o in-
mersión). La exposición progresiva persigue por un lado hacer
más fácil el procedimiento, como un plano inclinado. La ansie-
dad resultante la controlaremos mejor cuando vamos poco a
poco, y eso nos dará seguridad frente al miedo a la ansiedad. En
la exposición progresiva, la persona que tiene fobia a las arañas
puede progresivamente hablar de su miedo, imaginarse una ara-
ña, recordar alguna situación que vivió referente a arañas, ver
una foto, ver imágenes de una araña moviéndose, ver una araña
real, tocar un bote con una araña dentro, etc.
170 La ansiedad

Para esto, algunos emplean lo que se ha dado en llamar ter-


mómetro del miedo o de la ansiedad. Para realizar este termóme-
tro hacemos primero un listado de las posibles tareas o situacio-
nes a las que nos podemos exponer en relación con la causa de la
ansiedad, para posteriormente puntuar de 0 a 100 la intensidad de
ansiedad que creemos que nos produciría hacerlo, o el grado de
dificultad para realizar esa tarea. En el caso mencionado del pa-
ciente que teme tocar el pomo de la puerta para no contaminarse,
el termómetro podría registrar las siguientes puntuaciones:

FIGURA 22
Termómetro de la ansiedad

100 Lamer con la lengua el pomo de la puerta


95 Agarrar el pomo de la puerta con las dos
manos y luego chuparse los dedos
90 Agarrar el pomo con las dos manos y no lavarse
80 Tocar el pomo con la punta de los dedos y
no lavarse
75 Tocar el pomo con la punta de un dedo y
luego limpiarse en la ropa
40 Tocar el pomo con la piel del brazo
20 Tocar el pomo con alguna parte de la ropa

En la medida en que el paciente se va exponiendo a unas ta-


reas, va disminuyendo también el miedo o el grado de dificultad
que ve para todas las demás.
Además de la exposición progresiva, que es la más frecuen-
te y utilizada, también existe la exposición por inundación, que
consiste en exponer a la persona al estímulo temido de una ma-
nera directa, más intensa o prolongada. Es el caso involuntario
que aparece en la película En busca del arca perdida, cuando el
protagonista que tiene fobia a las serpientes cae en una trampa
donde hay miles. En una terapia más habitual, podría consistir
en encerrar a una persona que tiene claustrofobia en un ascensor
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 171

sin previo aviso, y dejarla dentro varias horas. Lógicamente, la


persona deberá tener un soporte del terapeuta para ayudar a con-
trolar la ansiedad, y evitar un efecto indeseable ante la exposi-
ción.
Por último, es bueno matizar que cuando hablamos de expo-
sición no sólo nos estamos refiriendo a exposición al estímulo
que genera el miedo o la ansiedad (como ver o tocar a un perro),
sino también a dejar de hacer algo, como no comprobar si se han
quedado cerrados la puerta o el gas.
Según los autores, la exposición progresiva y la inundación
son igual de eficaces, aunque dependerá de la disposición del pa-
ciente, del tiempo de que se dispone para realizar la terapia y de
la capacidad de cada uno para habituarse a los estímulos.

• Desensibilización sistemática
Para llevar a cabo esta técnica, tenemos que aprender antes
alguna de las técnicas comentadas con anterioridad para contro-
lar la ansiedad, como la relajación muscular o la respiración con-
trolada. Una vez nos hemos relajado, el paso siguiente será expo-
nernos a la situación que nos crea ansiedad, preferiblemente de
forma progresiva, a la vez que mantenemos el estado de relaja-
ción. De esta forma acabamos asociando esa situación de relaja-
ción o placentera con los estímulos que nos generaban ansiedad.
Es importante conseguir mantenerse relajado tras la exposición,
pues de lo contrario es fácil que, en vez de disminuir el miedo a
una nueva exposición, se haga mayor y que incluso aumenten los
sentimientos de inseguridad e incapacidad de la persona, lo que
retrasaría el progreso de la terapia. Sería el caso ya mencionado
del que tiene miedo a usar el cajero automático y aunque hace in-
tentos de exponerse, no llega a utilizarlo pues se arrepiente antes
de llegar, lo que dificultará más el próximo intento.
Del mismo modo, la persona con un cuadro obsesivo–com-
pulsivo que se expone a tocar el pomo de la puerta pese al miedo
que le da contaminarse, deberá evitar lavarse las manos en ese
momento. Si no lavarse le produce ansiedad, hará un ejercicio de
172 La ansiedad

relajación para comprobar cómo es posible realizarlo y controlar


la ansiedad que le genera. Esto le dará ánimos y más seguridad
para la siguiente exposición.

c) Control del tiempo y programación de actividades

Estas técnicas van dirigidas a que acumulemos el mínimo de


ansiedad o tensión en la realización de lo que serían nuestras ta-
reas ordinarias o los quehaceres cotidianos. No van dirigidas a que
saquemos el máximo provecho a las actividades, ni a realizarlas
del modo más perfecto posible, aunque en ocasiones, y pese a lo
sorprendente que pueda parecernos, se pueden acabar consiguien-
do también esos fines. Son técnicas, pues, dirigidas a la persona.
Se pretende que aprendamos a concretar, delimitar y llevar a la
práctica nuestras tareas, dedicando el tiempo y esfuerzo de una
manera proporcionada a la importancia del asunto. Cuando sali-
mos a comprar una prenda de vestir, ciertamente podríamos in-
vertir todo el tiempo del mundo con la idea de encontrar la com-
pra más ventajosa posible, pero nuestro sentido de la proporción
hace que nos centremos en un par de tiendas y resolvamos nues-
tras dudas entre pocas alternativas, en el caso de que debamos
hacer otras gestiones ese día. De no hacerlo así, podemos acabar
acelerados al final de la mañana, con la preocupación de que no
llegamos y con sentimiento de culpa por resolver mal o no haber
resuelto las cosas que teníamos pendientes. A esto podemos aña-
dir que no supimos decir que no cuando esa mañana alguien nos
preguntó si ya que íbamos a salir podíamos llevar un sobre a co-
rreos...
Podemos distinguir distintos aspectos que se encuentran, no
obstante, muy relacionados entre sí:

— Convendrá que tengamos una programación básica de ac-


tividades (horario) al que interesará ceñirse. Salvando la
rigidez extrema en el horario, lo cierto es que el orden nos
descansa: «Si guardas el orden, el orden te guardará».
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 173

— Dentro de este esquema previo, programaremos cada día


las actividades, de manera que el esquema básico puede,
y de hecho suele variar. Aquí interesa que hablemos de
la importancia de saber priorizar, atendiendo a lo más
importante y a las cosas que sólo pueden hacerse ese día
o en ese momento. Realmente, para la persona ansiosa,
controladora y algo obsesiva, saber esperar no es poca
ciencia. Lo que le gustaría es ir resolviendo cosas y zan-
jando temas para no tenerlos más tiempo rondando en la
cabeza, pero ese no es el primer fin de nuestro quehacer.
— Interesará que concretemos qué tiempo queremos dedicar
a cada cosa, huyendo del perfeccionismo, que nos dificul-
ta obtener una buena proporción entre esfuerzo, expecta-
tivas y resultados. Hay asuntos que no se resuelven por el
simple hecho de dedicarles más tiempo o esfuerzo, cada
cosa necesita su tiempo: «No por mucho madrugar, ama-
nece más temprano». Las prisas no ayudan ni a la tarea ni
a nosotros. «Vísteme despacio que tengo prisa». Por otra
parte, lo mismo que la persona ansiosa tiende a la hiperac-
tividad, a hablar y comer rápido, etc., si conseguimos an-
dar despacio, subir los escalones de uno en uno, etc., es-
taremos más relajados.
— Otra regla dentro de la planificación de tareas y control
del tiempo es que sigamos un orden consecutivo en las ta-
reas. Cuando terminamos un asunto empezamos el siguien-
te, y si algo amenaza con entrometerse, tomamos nota y
continuamos con la tarea que estábamos realizando. No
perdernos en la forma (hacer las cosas, o más cosas) e ir
al fondo (hacerlas lo mejor posible). Como dice Cervan-
tes, «Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien
conviene más que el hacerlas». Huir de las «multitareas»,
tan propias del ama de casa hacendosa, que aprovecha
que va a la cocina para recoger la ropa sucia de una habi-
tación, ordenar los cojines de la sala de estar, comprobar
si tiene suelto en el monedero del bolso..., y cuando llega
a la cocina se sorprende de que ha olvidado para qué iba.
174 La ansiedad

— Es importante que programemos y respetemos los des-


cansos aunque no estemos cansados. No es bueno esperar
a estar agotados para descansar. Cuando aparece el can-
sancio necesitamos aumentar la tensión para continuar
rindiendo, lo que aumenta más el cansancio, nos tensa aún
más y disminuimos para colmo el rendimiento. Aquí tie-
nen más dificultad los ansiosos muy responsables, a los que
les cuesta decir que no, porque tenderán a dejar para el fi-
nal su descanso, sin darse cuenta de que ponen en peligro
su salud y la de su familia. Además de por necesidad per-
sonal, descansamos para trabajar más y mejor. Así se en-
tiende que si para mí es importante ir las tardes del martes
y jueves al yoga o a la piscina, ya que eso me permite estar
mejor y más relajado el resto de la semana, lo defenda-
mos como oro en paño.
— Hay quien dice que existe una especie de diablo o genie-
cillo suelto en algunos lugares de trabajo que se llama «el
momentito», cuya única finalidad es aprovechar lo que de
buena persona hay en los sujetos para arruinar su tarea.
Su modo de actuar es muy sencillo: estamos trabajando y
concentrados en una tarea, incluso con la puerta cerrada,
y llaman a la puerta y alguien dice con una media–sonri-
sa: ¿Tienes un momentito? Si en vez de decir: «pues sí,
dime dónde vas a estar y en cuanto termine este asunto te
llamo», o sencillamente «pues ahora me viene fatal, si no
te importa ¿podríamos hablar de eso mañana a primera
hora?» dejamos paso al «momentito», nos puede dejar
bloqueados el resto de la mañana, con la sensación —o
la realidad— de no haber hecho nada de provecho. Curio-
samente la mayoría de las veces a la otra persona no le
suele importar esperar a después o mañana, y no queda-
mos mal por eso. Otras veces nos vendrán con un asunto
«urgente», que es urgente sencillamente porque acaba de
producirse, o alguien ha puesto un plazo que termina pron-
to, o sencillamente porque al otro así se lo parece. Lo mis-
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 175

mo que el árbol puede impedirnos ver el bosque, lo ur-


gente puede evitarnos ver o hacer lo importante.
— Por último, y haciendo el papel de la salsa en un plato o
postre, flexibilidad. Todos estos principios de planifica-
ción de las tareas y control del tiempo, vividos con la rigi-
dez y obsesividad propias de algunas personas ansiosas,
podrían ser contraproducentes si no se tuviera la flexibili-
dad necesaria, que en muchos casos supone proporción en-
tre la persona y las cosas, el trabajo y el descanso, el tiem-
po para uno y el tiempo para los demás, etc.

2.2.3. Terapias cognitivas

Las terapias cognitivas son muy diversas, y se basan en el su-


puesto de que los trastornos psíquicos —en este caso, la ansie-
dad— son el resultado de un patrón de pensamiento defectuoso y
desadaptativo, y de actitudes distorsionadas hacia uno mismo y
hacia los demás.
A continuación, recogemos un resumen de las técnicas de uso
más frecuente en la terapia de los trastornos de ansiedad:
• Autoinstrucciones
• Técnicas de parada del pensamiento
• Distracción cognitiva
• Reestructuración cognitiva
• Entrenamiento en resolución de problemas
• Inoculación del estrés

a) Autoinstrucciones
También se conoce con el nombre de autoverbalizaciones.
Consiste en la sustitución de ideas negativas, que generan ansie-
dad, por afirmaciones, mensajes explícitos y concretos que la per-
sona se dirige a sí misma. Debería saltar como un resorte después
del periodo inicial de entrenamiento. Es aplicable a cualquier si-
176 La ansiedad

tuación o técnica de terapia que suponga exposición a «lo temi-


do», a lo que nos genera ansiedad. Podría decirse que se trata de
sustituir el lenguaje de la ansiedad —que nos hace dudar, poner-
nos en lo peor, pasar del blanco al negro, pensar que necesitamos
asegurarnos, que podemos controlar o que no va a pasar nada malo,
etc.—, por el lenguaje que nos interesa a nosotros para realizar la
tarea que íbamos a realizar, de paso que nos supone un refuerzo
conductual. Como puede verse, está especialmente dirigido al re-
fuerzo de las terapias o actitudes de exposición, pero también se
puede aplicar a otras situaciones.
Por ejemplo, tenemos fobia a volar en avión y antes de iniciar
un viaje vamos bien por el aeropuerto, nos sentamos en el avión
y de pronto nos viene de manera brusca un golpe de ansiedad. Es
el momento para, a la vez que nos vamos relajando, repetirnos
por dentro: «voy a relajarme, respiraré despacio, conseguiré rela-
jarme y dentro de una hora estaremos en el destino». Otro ejem-
plo es si pensamos que vamos a tener en cuestión de segundos
una crisis de angustia y empezamos a mirar alrededor para con-
trolar qué pasaría si nos diera ahora o si encontramos una salida
para huir de esta situación. En ese momento, a la vez que inten-
tamos relajarnos podemos decir «ya sé que esto es ansiedad y que
si respiro despacio me relajaré. Es lo mismo que las otras veces,
y se acabará yendo».

TABLA 31
Fases de las autoinstrucciones
1. Antes de que suceda la acción: ¿Cuál es el problema? ¿Qué tengo que
hacer? Voy a hacer un plan de actuación, pensaré en la situación y pla-
nearé una forma correcta de actuar, repitiéndola hasta actuar con natu-
ralidad.
2. Mientras está sucediendo: puedo hacerlo bien, puedo manejar la situa-
ción, voy a respirar lentamente, voy a intentar disminuir mi nivel de an-
siedad un grado.
3. Después del suceso: lo he hecho bien, la próxima vez lo haré mejor, he
controlado la situación, soy genial.
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 177

b) Parada del pensamiento


Este procedimiento nos permitirá parar en un momento dado
un pensamiento que nos está generando ansiedad o la obsesivi-
dad propia de la persona que está ansiosa y no consigue «despe-
garse» de una palabra o una idea o una preocupación. Todos hemos
experimentado en el día a día cómo podemos estar exponiendo
un argumento o tema de interés y si de pronto ocurre algo de ma-
nera brusca que además hace mucho ruido o impresiona, pode-
mos perder el hilo de la conversación. Se trata pues de que cuando
estamos teniendo un pensamiento obsesivo o que genera ansie-
dad, tengamos un estímulo lo suficientemente fuerte que consi-
ga romper lo que «nos une» a él. Para aprenderlo de una manera
fácil y práctica, aprenderemos primero a asociar una palabra que
sea como una orden de parar. Para eso, nos entrenamos en parar
pensamientos neutros —que no nos importen— al repetirnos esta
orden. Muchas personas usan palabras como «stop» o «basta» o
«fuera». También podemos asociar esa palabra —que es como
un tipo de las autoinstrucciones ya vistas— con un gesto que lo
refuerza como estímulo en ese momento, como darse un peque-
ño golpe, estirar y soltar una goma que llevamos en la muñeca,
etc.

c) Distracción cognitiva
Las distracciones, que habitualmente valoramos como algo
negativo en la vida cotidiana, surgen de la capacidad que tene-
mos de cambiar un foco de atención por otro, en principio, de ma-
nera involuntaria. Aquí se pretende que de manera voluntaria, y
ensayada previamente, seamos capaces de romper con un pensa-
miento que se ha hecho repetitivo y que no conseguimos quitar-
nos de encima, o con el pensamiento de que no vamos a ser capa-
ces de exponernos a una situación de ansiedad social que nos
tiene bloqueados, etc. Para ello aprendemos a cambiar esas ideas
o pensamientos por una imagen o recuerdo que nos resulte espe-
cialmente agradable o placentera, para después pasar a una neu-
tra. También podemos centrar directamente nuestra atención en
178 La ansiedad

alguna tarea neutra (oír música, leer algo, ponernos a cantar, etc.).
De este modo no conseguimos solucionar ninguna cuestión de fon-
do; es una herramienta más que complementará otras técnicas cog-
nitivas y conductuales.

d) Reestructuración cognitiva
Todas las técnicas de reestructuración cognitiva se basan en
la importancia que los pensamientos, ideas y creencias tienen en
los problemas emocionales —en nuestro caso, en la ansiedad—,
y consiguientemente en el comportamiento —aquí la evitación
de lo que nos produce ansiedad, las conductas de reaseguramien-
to ante las dudas, etc. A lo largo del proceso de la psicoterapia
descubriremos las creencias o los pensamientos que tenemos «fi-
jados» en la mente y que nos llevan a tener una visión particular
de la realidad. En las personas ansiosas, son creencias o ideas que
mantienen o aumentan la ansiedad. Algunos autores hablan de
creencias no razonadas como «debo huir de las situaciones que
me produzcan miedo o preocupación» o «no podría soportar la
posibilidad de hacer el ridículo».
Lógicamente, según sea el pensamiento que tengamos así se-
rán los sentimientos que despierten en nosotros, como puede ver-
se en el ejemplo recogido en la figura 23.
Como las emociones van muy asociadas a los pensamientos,
la clave del tratamiento estará en intentar cambiar el pensamien-
to que nos distorsiona por otro más beneficioso, como sería el úl-
timo de los recogidos en la misma figura.
Posiblemente la reestructuración cognitiva más conocida es
la propuesta por A. Beck, que aunque inicialmente estaba dirigi-
da a los trastornos depresivos, sirve también para los cuadros de
ansiedad. Según este autor todos tenemos un modo de entender
las cosas —una estructura cognitiva— que estará alterada en las
personas ansiosas. Además, cuando esta estructura cognitiva está
alterada suele ser especialmente rígida e inflexible. Es posible
que la rigidez haya impedido hasta ahora que estas personas con-
siguieran cambiar pese a percibir que su forma de ver las cosas le
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 179

FIGURA 23
Relación entre pensamientos y emociones

SUCESO: Quedo con un amigo pero no viene

Pensamiento: Igual ha tenido un accidente

Sentimiento: Miedo, ansiedad

Pensamiento: Siempre me hace esperar

Sentimiento: Rabia, humillación

Pensamiento: El tráfico está fatal

Sentimiento: Neutro

causaba problemas o sufrimiento. En el caso de la ansiedad, es-


tas personas asumen y tienen creencias que hacen referencia a
peligros hacia uno mismo y a su incapacidad para hacerles fren-
te. Estas creencias podrían aprenderse o en parte heredarse; tam-
bién podrían permanecer como en letargo hasta que una circuns-
tancia o suceso estresante las pusiera en marcha o las activara.
Una vez activadas nos llevan a cometer errores al procesar la in-
formación que recibimos, realizando interpretaciones distorsio-
nadas. Los modos de distorsionar la realidad en los cuadros de
ansiedad son fundamentalmente cuatro:

1. Focalización de la atención. La persona ansiosa tiende a


focalizar la atención en datos o conceptos relacionados
con peligro o amenaza. Esto es especialmente frecuente
en algunos cuadros de ansiedad como la fobia social. Es-
tos pacientes se dan cuenta rápidamente de cuánta gente
les observa, cuál es la actitud del público, perciben cual-
quier alteración en la voz o indicio de ponerse colorado
180 La ansiedad

que pueda ser observado por los demás y por tanto valo-
rado como torpeza o que se está poniendo nervioso. Las
personas con crisis de angustia, o las que tienen rasgos
aprensivos, tienen una capacidad de autovigilancia espe-
cial para centrar y focalizar su atención en el ritmo de su
corazón, o alguna otra molestia o síntoma corporal. Como
si se estuvieran «escaneando» permanentemente.
2. Pensamientos catastróficos. Estos pensamientos van diri-
gidos en dos direcciones: suponer una probabilidad extre-
ma de que pueda ocurrir algo y, por otra parte, creer que
va a suceder la peor de las posibilidades existentes. Lo
curioso, y en eso se apoyará la terapia, es que se trata de
un planteamiento puramente emocional, pues cuando se
lleva a la persona al plano racional desaparecen, o al me-
nos se suavizan esas catástrofes, lo que libera de la ansie-
dad. Por ejemplo, es típico que cuando le preguntamos a
una persona sobre tareas a las que puede exponerse de
manera progresiva, y le preguntamos por una que sea de
dificultad máxima, nos diga una que luego tendrá que re-
conocer que no era para tanto. Así, el caso del joven an-
sioso que puntúa como dificultad máxima en un «termó-
metro de ansiedad» tomar la iniciativa de presentarse a
una chica, y lo ve como imposible, «un 100 sobre 100».
Si le decimos que cómo de difícil sería hacer eso mismo
pero en el caso de que la chica esté rodeada de sus ami-
gas, y si además el resto del bar o discoteca se han quedado
callados pendientes de él, y si ve que le han mirado antes
y cree que se han reído de él, etc., acabará concluyendo
que la tarea a la que dio un 100 de dificultad ha sido su-
perada por estas otras, y ya sólo le costaría 95 ó 90. Este
simple ejercicio mental ayudará a relativizar el miedo o
ansiedad anticipatoria y facilitará la exposición.
El otro aspecto, aumentar las probabilidades de algo
hasta verlo como irremediable, también tiene su interés.
Podría servirnos el ejemplo de la chica ansiosa estudiante
de medicina y algo aprensiva que, al notar un pinchazo en
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 181

el costado izquierdo cree que le está dando un infarto y va


a caer muerta de manera fulminante, pues «además estoy
estresada por los exámenes, y con lo que fumo...». Le po-
drá ayudar el valorar el porcentaje de probabilidades que
se le ocurren como causas de un pinchazo en el costado
de una persona sana cualquiera. Puede acabar diciendo
que por su experiencia y conocimientos, un porcentaje
alto son «nervios sin más», otro «gases en el estómago o
intestino», y en un porcentaje pequeño podrían ser infar-
tos. Podrá después incluso reconocer que ese porcentaje
de infartos en el caso de una chica de 20 años disminuye
muchísimo, y especialmente en su caso, pues ya ha teni-
do esos pinchazos muchas otras veces y siempre causados
por nervios o gases o lo que fuera, pero que nunca termi-
nó siendo un infarto.
3. Abstracción selectiva. Mediante este procedimiento la
persona se queda o selecciona tanto del pasado como del
presente y futuro la información que es congruente con
sus creencias o pensamientos distorsionados, y deja de
lado los que son contrarios o no van en esa dirección. La
madre ansiosa que tiene una preocupación desproporcio-
nada porque a sus hijos les pueda pasar algo, puede ten-
der sin querer a retener la información de otras amigas o
de sucesos trágicos relacionados con gente joven, llegan-
do incluso a recordar especialmente aquellos que ocurrie-
ron pese a haber tomado unas medidas proporcionadas
de prudencia. Se puede decir que comparte el mensaje
del conocido refrán «Piensa mal y acertarás». Esta per-
sona olvida los cientos de miles de planes de gente joven
en los que no pasa nada, empezando por sus propios hi-
jos, aunque en uno de esos miles de planes que han he-
cho desde que nacieron hubiera uno que terminara con
un accidente y la pierna rota en un servicio de urgencias.
Dicho de otra forma, se tiende a magnificar o radicalizar
unas experiencias o información y a minimizar o relativi-
zar otras.
182 La ansiedad

4. Pensamiento dicotómico. La persona ansiosa tiende a in-


terpretar situaciones con cualquier indicio de peligro o
alarma en términos dicotómicos, extremos, de blanco o
negro. Además de la gran carga emocional que supone si-
tuarse ante un extremo como posibilidad real o cercana,
esta carga se hace mayor cuando tan sólo nos planteamos
una segunda y última posibilidad tan lejana como es el
extremo opuesto. Por poco pesimista, o perfeccionista, o
sencillamente observador que uno sea, percibirá que hay
algo que no va, de incertidumbre, que al no poder formar
parte del extremo «blanco» pasa automáticamente al ex-
tremo «negro». Con lo que, en la vida real, se moverá fun-
damentalmente en el extremo negativo, que en el caso de
la ansiedad se traducirá en multiplicar las medidas para
evitar o controlar las situaciones, de manera que no este-
mos en ese extremo negro tan temido. A estas personas,
que suelen conocer el dicho de la botella medio llena o me-
dio vacía, y reconocen que la ven medio vacía, no les ven-
dría mal plantearse que, sencillamente, la botella está más
o menos por la mitad.
A lo largo del tratamiento, el terapeuta nos ayudará pri-
mero a descubrir este tipo de pensamientos distorsionados, y
dejará que vayamos descubriendo estos modos alterados que
tenemos de percibir la realidad. Para esta tarea de autoobser-
vación podemos servirnos también de un registro en el que
apuntemos, ante las reacciones de ansiedad, la situación que
se planteó en ese momento y qué tipo de errores de distorsión
cognitiva estábamos teniendo en ese momento, para después
irlos corrigiendo poco a poco.

e) Entrenamiento en resolución de problemas


El objetivo de estas técnicas es aprender a definir los proble-
mas, como requisito imprescindible para poder resolverlo. Un pro-
blema no es una situación imposible, sino algo a lo que no hemos
encontrado aún una solución apropiada. El problema no es lo que
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 183

ha ocurrido, sino no saber encontrar una respuesta eficaz. En


concreto, el problema no es que me encuentre estresado última-
mente, sino no saber aplicar una solución para salir del estrés; o
bien, el problema no es haber olvidado un número de teléfono,
sino no caer en la cuenta de mirar en la agenda. Esta técnica es
especialmente útil para los casos en los que la ansiedad se debe a
la inseguridad o incapacidad para tomar decisiones, y para aque-
llas personas que tienden a generalizar. Se desarrolla mediante
varios pasos:

— Hacer un listado de las áreas problemáticas (relaciones


sociales, trabajo, familia, salud, etc.), valorando en una
escala el grado de intensidad de la molestia.
— Después de escoger un área de las que suelan ser más pro-
blemáticas (por ejemplo, relaciones sociales), selecciona-
mos una situación concreta especialmente molesta (por
ejemplo, dificultades en quedar con alguien para salir).
Hacemos un listado de las características de situación del
problema (qué sucede, dónde, cuándo, por qué, etc.). Si
me planteo que «soy incapaz de quedar con alguien», es
posible que no pueda encontrar soluciones. En cambio, si
me planteo concretar las preguntas ya mencionadas, ten-
dré que reconocer que lo que me cuesta es quedar con
personas con las que no tengo confianza, que eso me pasa
para planes de diversión pero no para planes que se rela-
cionan con el trabajo, que sobre todo ocurre cuando quie-
ro quedar con una persona a solas y especialmente si es
del otro sexo, etc.
— Puede ser de utilidad combinar estas preguntas entre sí,
y obtendremos algunas combinaciones incongruentes («El
problema real no es que me cueste quedar con la gente,
sino por qué lo intento»), y otras que sorprendentemen-
te podrán descubrir algún matiz interesante («El proble-
ma real no es por qué me cuesta quedar con la gente, sino
cómo me siento»), y ayudarán a definir mejor el proble-
ma.
184 La ansiedad

— El paso siguiente es concretar una serie de alternativas de


carácter general para los objetivos seleccionados. Como
se trata de plantear soluciones alternativas sin enjuiciar-
las, puede ser de utilidad la conocida tormenta de ideas.
Por ejemplo, ante el objetivo de no sentirme mal cuando
alguien me diga que no a salir, hacemos una lista de alter-
nativas:
• Insultar a quien me diga que no;
• No volver a preguntarle nunca más;
• Amenazarle con pasar de él;
• Decirle que otra vez será;
• Intentarlo con otra persona distinta;
• Ir a dar una vuelta sólo para asimilarlo;
• Etc.
— Posteriormente, seleccionamos las estrategias que apa-
rentemente pueden resultar mejor, intentando combinar-
las. Valorar las consecuencias que pueden tener cada una
de las estrategias y decidir la mejor. Al hacer esta valora-
ción debe prevalecer lo personal frente a lo social y que los
resultados se obtengan lo antes posible.
— Por último, evaluamos los resultados obtenidos y, si es
preciso, nos replanteamos el problema con otro de los ob-
jetivos, siguiendo el mismo procedimiento.

TABLA 32
Fases de la técnica de resolución de problemas
1. Orientación general hacia el problema
2. Definir el problema: concretar sus circunstancias
3. Determinar soluciones alternativas: tormenta de ideas
4. Tomar decisiones
5. Ejecutar y verificar los resultados
¿Cómo podemos combatir la ansiedad? 185

f) Inoculación del estrés


Se trata de un conjunto de técnicas dirigidas a conseguir que
la persona sea capaz de enfrentarse a situaciones estresantes. El
término «inoculación» es interesante porque explica lo que se
pretende: en medicina las técnicas de inoculación hacen referen-
cia al fenómeno de la inmunización. Para inmunizar a una perso-
na se le expone al agente agresor en pequeñas dosis, y así se le
facilita que fabrique sus propias defensas, de manera que cuando
nos enfrentemos en la vida real al agresor con su intensidad pro-
pia tengamos unos anticuerpos para defendernos. Aquí, nos ex-
ponemos a situaciones estresantes experimentales para aprender
a defendernos ante situaciones estresantes reales en un futuro.
Para esto, primero hay una fase educativa, en la que averiguamos
cuáles son las situaciones que nos estresan; esto nos ayuda a ver
cómo se relacionan los aspectos psicológicos y fisiológicos de la
ansiedad. Posteriormente aprenderemos las distintas técnicas a
utilizar (relajación, autoinstrucciones, etc.), y terminaremos con
la fase de aplicación de estas técnicas a situaciones que puedan
resultar estresantes tanto reales como imaginarias, siempre de me-
nor a mayor dificultad. En conjunto, es una de las técnicas más
empleadas para el control del estrés.
Glosario

Acontecimiento vital: experiencia objetiva que excede lo ordinario y


altera la actividad habitual de la persona, provocando un cambio y
obligando a un reajuste biológico y de la conducta.
Afrontamiento: esfuerzos de conducta y de pensamiento que realiza
una persona para hacer frente a situaciones estresantes, así como
para reducir el estado de malestar que producen.
Agorafobia: síntoma o trastorno de ansiedad consistente en el miedo y
tendencia a evitar situaciones donde resulta difícil escapar, o puede
resultar embarazoso hacerlo, o donde sería difícil recibir ayuda en
caso de sufrir una crisis de angustia. Suele acompañar al trastorno
de angustia.
Ansiedad: estado emocional consistente en reacciones de miedo o
aprensión anticipatorias de peligro o amenaza, con tendencia a esca-
par o huir de esa situación. Se acompaña de la activación del sistema
nervioso autónomo o vegetativo.
Ansiolítico: que disminuye o calma la ansiedad. En la actualidad, los
fármacos más utilizados como ansiolíticos son las benzodiacepinas.
En lenguaje coloquial, tranquilizantes.
Aprendizaje vicario: tipo de aprendizaje basado en la imitación y la ob-
servación en los demás de las consecuencias de sus conductas.
Benzodiacepinas: grupo de fármacos caracterizados por sus efectos an-
siolíticos, hipnóticos, anticonvulsionantes y relajantes musculares.
Compulsión: impulso repetido, irresistible y molesto, a realizar un acto
contrario al juicio o la voluntad del que lo realiza, para calmar la an-
siedad. Cuando son más complejos se denominan rituales.
188 La ansiedad

Conflicto psíquico: existencia en el individuo de dos tendencias inter-


nas contrarias. El conflicto puede ser manifiesto o percibido a través
de las manifestaciones del malestar que provoca.
Dependencia emocional: rasgo de la personalidad que manifiesta una
subordinación de su Yo a otra(s) persona(s)
Dependencia física: necesidad fisiológica de una sustancia que, de no
ser administrada, producirá un síndrome de abstinencia.
Dependencia psíquica: necesidad psicológica de una sustancia que, de
no ser administrada, aunque no produzca síndrome de abstinencia, sí
conlleva conductas como la búsqueda y consumo de esa sustancia.
Desensibilización sistemática: técnica de psicoterapia basada en la te-
oría del aprendizaje, gracias a la cual la persona deja de responder
con ansiedad a determinados estímulos que le generaban ansiedad
con anterioridad, al asociar la exposición a esos estímulos con esta-
dos de relajación.
Embotamiento afectivo: alteración de la afectividad caracterizada por
una disminución de la respuesta afectiva. Aparece en algunos tras-
tornos psiquiátricos como los cuadros de estrés.
Enfermedad psicosomática: término genérico que engloba los trastor-
nos fisiológicos relacionados con respuestas emocionales, estados
psíquicos, mecanismos psicológicos o conductas que alteran, direc-
ta o indirectamente, el funcionamiento normal del organismo.
Fobia: reacción de miedo intenso a situaciones u objetos que no está
justificada por una amenaza real de estos. Las respuestas a este mie-
do son desadaptativas, y el propio sujeto las considera irracionales.
Suponen la tendencia a evitar el estímulo que provoca ese temor.
Hipocondría: síndrome caracterizado por preocupación exagerada y sin
fundamento sobre el estado de salud y exageración de los sufrimien-
tos, reales o imaginarios.
Idea obsesiva: representación o idea repetitiva, que la persona experi-
menta como molesta y ante la que se resiste con mayor o menor efi-
cacia. Puede desencadenar la aparición de una compulsión.
IMAO: inhibidor de la enzima monoaminooxidasa. Tipo de antidepre-
sivo que actúa bloqueando una enzima encargada de destruir neuro-
transmisores, como la serotonina o la noradrenalina.
ISRS (Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina): tipo
de antidepresivo que actúa aumentando la cantidad de serotonina en
la comunicación entre neuronas
Glosario 189

ISRN (Inhibidores selectivos de la recaptación de noradrenalina):


tipo de antidepresivo que actúa aumentando la cantidad de noradre-
nalina en la comunicación entre neuronas
IRSN (Inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina):
tipo de antidepresivo que actúa aumentando la cantidad de serotoni-
na y noradrenalina en la comunicación entre neuronas
Libido: deseo o impulso sexual. Según los psicoanalistas, la represión
de la libido podría ser la causante de la ansiedad.
Mecanismo de defensa: conjunto de actitudes, sentimientos y pensa-
mientos relativamente involuntarios que aparecen en respuesta a la
percepción de alguna amenaza psíquica. Su finalidad es contribuir a
dar una respuesta adaptativa a esa posible amenaza. Se han descrito
muchos mecanismos de defensa: negación, racionalización, proyec-
ción, etc.
Neurosis: trastorno mental definido por el psicoanálisis como síntomas
emocionales, cognitivos y corporales que hacen como de protecto-
res de la ansiedad inconsciente.
Neuroticismo: rasgo de personalidad muy relacionado con el aumento
de la función del sistema nervioso autónomo. Se identifica con hi-
persensibilidad e inestabilidad emocional, y se ha sugerido que es el
principal factor que predispone a los trastornos neuróticos.
Neurotransmisor: se llaman neurotransmisores a aquellas sustancias
químicas que sirven a las neuronas para comunicarse entre sí. Los
más conocidos son la noradrenalina, la serotonina, la dopamina y la
acetilcolina.
Psicoanálisis: método de investigación de la vida psíquica y forma de
psicoterapia ideado por Sigmund Freud. Se basa en la interpretación
de los contenidos latentes (inconscientes) que se expresan a través
de las palabras y comportamientos de un sujeto. La técnica psicoa-
nalítica se desarrolla mediante la asociación libre, el análisis de los
sueños, etc.
Psicoterapia: en un sentido amplio, la psicoterapia es un tratamiento de
naturaleza psicológica que intenta conseguir cambios o modifica-
ciones en el comportamiento, en la adaptación al entorno, en la sa-
lud física y psíquica, en la integridad de la identidad psicológica y,
en definitiva, en el bienestar general de la persona.
Psicoterapia cognitiva: basada en la teoría cognitiva de las emociones.
Persigue la modificación de creencias y modos de interpretar la rea-
lidad erróneos o irracionales.
190 La ansiedad

Psicoterapia conductual: tratamiento psicológico basado en el conduc-


tismo. Trata de eliminar los síntomas y modificar los hábitos mala-
daptativos del comportamiento, mediante procedimientos derivados
del aprendizaje.
Respuesta de estrés: conjunto de manifestaciones psicológicas y fisio-
lógicas característicamente asociadas a un sobreesfuerzo añadido al
funcionamiento normal de la persona. Se producen cuando la perso-
na valora lo que se le pide como peligroso para su bienestar y como
algo que excede sus capacidades.
Sistema nervioso autónomo (vegetativo): parte del sistema nervioso
que funciona de manera involuntaria. Se encarga de modular diver-
sas funciones especialmente necesarias, como el ritmo cardíaco, el
ritmo respiratorio, la digestión, etc. Se subdivide en sistema nervio-
so simpático y parasimpático.
Sistema nervioso simpático: uno de los dos sistemas que componen el
sistema nervioso autónomo (junto con el parasimpático). Encargado
de llevar a cabo la respuesta de alarma ante situaciones percibidas
como amenazantes.
Terapia de grupo: modalidad de psicoterapia colectiva que puede estar
inspirada en diferentes teoría psicológicas (psicoanálisis, teorías
cognitivas, humanistas, etc.) y que ha dado lugar a variadas técnicas
de aplicación (psicodrama, grupos de apoyo, etc.).
Trastorno de angustia: repetición de situaciones (crisis de angustia) en
las que la persona sufre un miedo intenso, aprensión o terror, que se
inicia de manera brusca, y se acompaña de la activación del sistema
nervioso autónomo. Se acompañan de la sensación de una catástro-
fe inminente y de la necesidad de huir o escapar de esa situación.
Frecuentemente se asocia a la agorafobia.
Trastorno de ansiedad generalizada: síndrome clínico en el que desta-
ca la existencia permanente de ansiedad, manifestada también como
preocupación constante, aprensión y tensión muscular. De forma ca-
racterística no desaparece ni se acentúa en determinadas situaciones.
Trastorno de pánico (ver trastorno de angustia).
Trastorno por estrés postraumático: enfermedad mental consistente
en la activación estresante secundaria a un traumatismo o una catás-
trofe, que deja en el sujeto un síndrome residual consistente en ma-
yor actividad del sistema nervioso autónomo, estado de alerta per-
manente, reacciones de miedo, alteraciones del sueño, etc.
Astrolabio

SALUD Y MEDICINA
Deporte para todos / Jörg Stäuble
Conozca su diabetes (3.ª edición) / Emilio Moncada Lorenzo
La enfermedad epiléptica / Francisco Abad Alegría
Dormir mejor. Causas y tratamiento del insomnio / Luis María Gonzalo
El buen hacer médico / David Mendel
Comentarios al Código de Ética y Deontología Médica (2.ª edición) / Gonzalo Herranz
Psicoterapia básica / Richard Parry
Muerte cerebral. Biología y ética / Jesús Colomo Gómez
SIDA: Aspectos ético-médicos / Juan Moya y Fernando Mora
Reflexoterapia: Bases neurológicas / Luis María Gonzalo
Homosexualidad y esperanza. Terapia y curación en la experiencia de un psicólogo (2.ª edición) /
Gerard van den Aardweg
Antropología del dolor. Sombras que son luz / Johannes Vilar i Planas de Farnés
La verdad sobre los tranquilizantes / Rafael Montoya Sáenz
El sueño, los sueños, un mundo misterioso. Los ritmos naturales de la vigilia y del descanso, los
más frecuentes trastornos de la noche, las conquistas de la medicina del sueño / Elio Lugares y
Luciana Omicini
La hipertensión. ¿Qué se puede hacer, qué debe evitarse? / Michele Lombardo
Deontología farmacéutica. Concepto y fundamento / José López Guzmán y Ángela Aparisi Miralles
Cerebro y afectividad / María Gudín
Romper el círculo vicioso. Salud intestinal mediante la dieta. Dietas para la enfermedad de Crohn,
la colitis ulcerosa, la diverticulitis, la enfermedad celíaca, la fibrosis quística y la diarrea crónica /
Elaine Gottschall
Teoría elemental de la gastronomía / Juan Cruz Cruz
Intervención dietética en la obesidad / Giuseppe Russolillo, Icíar Astiasarán, J. Alfredo Martínez
Consejos médicos para la tercera edad / Eduardo Alegría, Luis María Gonzalo, Juan Luis Guijarro, Je-
sús Ibáñez, Emilio Quintanilla, Jesús Repáraz, Ricardo Zapata
Cefaleas / Pablo Irimia Sieira, Eduardo Martínez Vila
La ansiedad. Un enemigo sin rostro / Javier Schlatter Navarro

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