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LOS DIOSES A ESCENA


LAS BODAS DE TETIS Y PELEO
BELEROFONTE
Alfredo Alcahut Utiel
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LOS DIOSES A ESCENA


LAS BODAS DE TETIS Y PELEO
BELEROFONTE
Alfredo Alcahut Utiel
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LOS DIOSES A ESCENA

PRÓLOGO GENERAL
En verdad la mitología da para mucho. Nació para explicar el mundo, cuando
todavía no existía la poderosa arma de la ciencia, y aún sigue teniendo su papel. Como
el amor del mito primigenio, renace en cada época, y en cada circunstancia cobra su
sentido.

Variopintos y sumamente distintos son los caminos que conducen a su


descubrimiento, a ese mundo de luz y maravilla que es el que configuran los mitos. El
autor de estas obras tropezó felizmente con ellos en su camino para ser enseñante, y no
ha querido ni podido, como nauta ante el cántico de las sirenas, resistir a su seducción.
Eso sí, bien amarrado al mástil de la docencia, por lo que nos encontraremos con un par
de obras clara y decididamente didácticas. Aprender divirtiendo y entreteniendo, de
forma amena, ha sido siempre el objetivo de buena parte de la literatura clásica
grecorromana que conforma la base y el sostén de lo que hoy somos.

Las dos obras que componen este libro han sido representadas en lugares
dispares por varios profesores, y en distintos momentos, años, siglos y milenios, con el
mismo y abundante éxito: un servidor y Feli Galindo, en Casas Ibáñez (Albacete) el año
1989, el mismo servidor y Matilde Plaza Anguix en Madrigueras (Albacete), el año
1996, y Carmen Roldán Ibáñez y Raúl Alcahut Utiel, en Iniesta (Cuenca) el 2011. Por
ello creemos que merecen, con toda nuestra modestia, ser leídas y usadas para un rato
de solaz y divertimiento.

Con las Bodas de Tetis y Peleo nos hallamos ante una creación dramática de tipo
paródico, lo que los antiguos llamaban mimo. En cambio Belerofonte se asemeja más a
una tragedia de tipo euripídeo, con altas dosis de tensión y emoción, pero con un final,
por ahora al menos, feliz.

Agradecemos, por último, las correcciones y aportaciones de Raúl Alcahut Utiel


y José Fernando Valera Jiménez. Léanse las obras, piensen, sueñen y (así lo esperamos)
disfruten.
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¡Que se abra el telón y suban los dioses a escena!

PRIMERA PARTE

LAS BODAS DE TETIS Y PELEO

Representación de Las Bodas de Tetis y Peleo en Casas Ibáñez (Albacete) 1989.


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LAS BODAS DE TETIS Y PELEO

PRÓLOGO
La obra que presentamos no es una obra corriente. Normalmente el escritor, el
dramaturgo, elabora un texto teatral y después busca cómo representarlo. Aquí el
proceso creativo fue justamente al contrario: partimos de una experiencia escolar, dentro
de un proceso educativo en el que la labor teatral ha tenido un doble valor de interacción
social y educativa.

La redacción del guión de esta obra surgió dentro de un proyecto extraescolar


cuyo propósito era trabajar en teatro con los alumnos, y al tiempo crear un texto teatral
accesible que permitiese el acceso al complejo y a la vez fascinante mundo de la
mitología. Así surgieron varias obras escritas y originales, como esta, inspiradas en las
noticias que tenemos sobre la mitología de Grecia y de Roma.

Las Bodas de Tetis y Peleo se representó en localidades de Castilla-La Mancha,


a partir de un guión inicial que hemos ido aumentando al cabo de los años. La historia
está basada en uno de los relatos más famosos de la mitología, y contiene numerosas
citas referentes a otras leyendas famosas. El texto pretende, a través de descripciones y
diálogos, caracterizar la personalidad y la iconografía de las más destacadas de las
divinidades olímpicas. Y a la vez enseñar, divulgar y dar a conocer la mitología clásica,
para el gran público, pero especialmente el juvenil, sin olvidarnos de la diversión,
usando el humor como herramienta de atracción para contribuir al placer de la lectura.

Así este texto ha de servir como puerta de acercamiento a la mitología clásica de


una manera sencilla y agradable, en concreto de los dioses del Olimpo con referencias a
algunos mitos de héroes. Además, si conseguimos poner en contacto al lector con
elementos de un lenguaje culto inserto en diálogos de tono más coloquial, habremos
obtenido un buen y airoso resultado.
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Es una obra cómica de tipo burlesco, en la tradición del drama satírico y sobre
todo del hasta hace poco bastante desconocido mimo antiguo. El mimo era una obra
breve, de carácter realista, aunque incluía composiciones mitológicas de tono paródico.
Fue en la práctica el único género teatral que se representó durante el ocaso de la
antigüedad clásica, desde el s. IV hasta el 1452, fecha en la que se representó el último
mimo en Constantinopla, capital del Imperio Romano.

El tema de la obra que nos ocupa gira en torno a la conocidísima historia de la


diosa Tetis y los conflictos que surgieron a la hora de buscarle esposo. Referencias
literarias como las del poema de Catulo o cuadros tan afamados como el de Jordaens
muestran el interés que ha despertado el mito. En cuanto a la versión que hemos
realizado de Las Bodas de Tetis y Peleo, hemos de explicar que está dividida en cuatro
actos y que acaba con un final feliz, lo que no excluye, obviamente, su continuación con
la aparición de algún personaje que no fue convidado, ustedes ya me entienden.

Confiamos, por todo lo expuesto, que el trabajo haya valido la pena, y sobre
todo, sobre todo, en que el lector no quede defraudado.

Representación de Las Bodas de Tetis y Peleo en Madrigueras (Albacete) 1996.


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LAS BODAS DE TETIS Y PELEO

DRAMATIS PERSONAE PERSONAJES


POSEIDÓN, dios de los mares.

TETIS, diosa de los mares.

LAS PARCAS, las diosas del destino (CLOTO, LÁQUESIS y ÁTROPO)

ZEUS, dios del cielo, padre de los dioses, etc.

HERMES, hijo de Zeus, mensajero de los dioses, y encargado de muchas más tareas.

ÁRTEMIS, hija de Zeus, diosa de la caza y de la castidad.

ATENEA, hija de Zeus, diosa de la artesanía y del ejercicio bélico.

AFRODITA, diosa del amor y de la belleza.

HADES, hermano de Zeus, dios de los infiernos.

EROS, hijo de Afrodita, dios del amor.

APOLO, dios de la música, la medicina y las artes.

HERA, esposa de Zeus, diosa del matrimonio.

PELEO, mortal, rey de la Ftía.


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Estreno de la obra en Iniesta (Cuenca). 2011

LAS BODAS DE TETIS Y PELEO

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA
Fondo del Olimpo. Poseidón está sentado en un trono con una caracola en la
mano, muy ufano él, satisfecho.

POSEIDÓN: ¡Qué bien se está aquí! ¡Qué aire más fresco! Realmente al Olimpo no le
falta de nada… salvo que no es el mar. (Mirando a la caracola que lleva en la mano)
¡El mar, el mar, mi reino y mi dominio…! ¡Voy a escuchar su música! (Saca una
antena de la caracola y se pone a escuchar. Se oye en off el ruido típico de una radio
que se está sintonizando. Por fin encuentra una melodía: suenan las primeras notas,
con sonidos de aire y de mar, de la canción de Mecano Hawái Bombay) Mmmm (con
rostro de enorme satisfacción, mientras oye la canción) ¡Qué bien! (Cierra los ojos,
concentrado en la música. Mientras aparece la diosa Tetis, que comienza a moverse
sensualmente alrededor de él siguiendo el ondulante compas de la música) ¡Si incluso
percibo un olor a mar!

TETIS: Soy yo, la reina de los mares, mi señor Poseidón, dios de los océanos.

POSEIDÓN: (Asombrado por la repentina aparición de la diosa, abre los ojos y repasa
con la mirada la figura de Tetis, complacido y deleitado) ¡Salud, Tetis, mi diosa querida
y predilecta, la diosa más salada, pues vienes del mar, como yo! (Lo dice con gesto y
tono presuntuoso).

TETIS: ¡Con más derechos, pues tú vienes del Olimpo y yo nací en el mar!

POSEIDÓN: Pero ahora (Se levanta para decir esto) soy yo el señor supremo de todos
los mares y aguas, y aun de las honduras de las tierra (Señala al suelo) que se
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estremecen y tiemblan cuando voy en mi carro. Soy un Cronida, hermano de Zeus y de


Hades, y con ellos comparto el mando y el mundo.

TETIS: (Cariñosa) Espero no haberte molestado con mis palabras, Poseidón, no


quisiera sino compartir contigo el espumeante mar y el vinoso ponto, y… (Insinuante y
picarona) bañarnos juntos entre las blancas olas de las líquidas llanuras por donde los
dos correremos.

POSEIDÓN: (Sonriente y visiblemente halagado) ¡Parece mentira lo juguetona que


estás, siendo como eres tan antigua! Ahora que lo pienso (Se toca la barba en actitud
reflexiva) creo que he tenido suerte con haber obtenido el mar como señorío, contigo,
¡preciosa, salerosa! (Tetis se deja cortejar) ¡No me imagino allá abajo en el averno,
junto a la laguna Estigia, solo y triste entre almas en pena, que sólo son sombras!

TETIS: ¡Ah…! Pero… ¿aún no te has enterado? Tu hermano Hades ha desposado


finalmente a Perséfone, a la que había raptado en Eleusis.

POSEIDÓN: Cuéntamelo todo (Se sienta, muy interesado).

TETIS: (Paseando por detrás del trono en el que se sienta Poseidón, mientras cuenta la
historia) Pues mira, Deméter, la gran diosa, tu hermana, fue a Eleusis con su hija
Perséfone, y al acabar la fiesta notó la desaparición de su hija. Buscó en cielos y tierra,
sin hallarla. Estando ya la diosa al borde de un ataque de nervios, pidió a Zeus una
investigación sobre la desaparición de su hija. Al final apareció alguien que dijo que
había sido raptada por Hades y que estaba en los infiernos, retenida para convertirse en
esposa suya.

POSEIDÓN: ¿Y la madre estuvo conforme?

TETIS: No, pero verás: Acudió a Zeus. En presencia del padre de los dioses Hades
argumentaba que la había hecho su esposa, y la otra le pidió ayuda recordándole a Zeus
que era su hija. Zeus decretó que si había comido algún alimento del infierno, ya no
estaría pura y que tendría que quedarse allí. Ella aseguró que no había comido nada y
que no estaba contaminada, pero un alma declaró que la había visto comerse ¡un grano
de una granada de los Infiernos! Y por eso Zeus ha decretado, para contentar de algún
modo a las dos partes, que la mitad del tiempo esté con Deméter, y la otra mitad con
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Hades. Tu hermana Deméter ha dicho que cuando su hija no esté con ella no va a hacer
germinar la tierra. Y por otra parte Hades dice que al menos durante un año estará
acompañado por una esposa.

POSEIDÓN: Me alegro por él. Espero que eso le alivie la estancia en un lugar tan triste
y desolado. No, no le tengo ninguna envidia.

TETIS: Pero… (Se vuelve y mira de reojo a Poseidón) ¿No me dirás que no le tienes
envidia a tu hermano Zeus?

POSEIDÓN: (Se levanta, muy picado) ¿Envidia? ¿Yo? ¿A Zeus? ¿Envidia de qué? En
belleza, estatura y físico soy mejor que él, así como en sabiduría e inteligencia. Y mis
dominios son inmensos (Señala al horizonte) y rebosantes de bellezas y tesoros y…
(Volviéndose a Tetis, con solícita dulzura) aquí estoy en tu compañía, cariño, (La
acaricia con suavidad, mientras que ella hace un mohín) mientras que él está todo el
día en compañía de la tonta, la insoportable, la asquerosa, la orgullosa, la irascible de mi
hermana Hera, y por si eso fuera poco con la imbécil de Atenea, que me quitó el
dominio del Ática (Se queda con pose y gesto de infantil enfado, con los brazos
cruzados y el ceño fruncido).

TETIS: Por favor, Poseidón, deja ya de enfadarte, que le pareces a los mortales. Ya sé lo
desagradables que son Hera y Atenea (Gesto despectivo) pero no has citado… (Se pone
interesante) otro aspecto… de la vida de Zeus tonante.

POSEIDÓN: ¿Qué otro aspecto?

TETIS: El más interesante: su vida amorosa, su vida sexual. Se le conocen amoríos sin
número, tantos como estrellas se reflejan por la noche en la plana llanura del mar.

POSEIDÓN: En eso también le sobrepaso (También él se pone interesante) Tú no sabes


cuán interesante puedo llegar a ser en ese aspecto (Espaciando las sílabas y
acercándose tiernamente) que-ri-da dio-sa.

TETIS: (Pone cara de arrobamiento al tiempo que suspira tiernamente) ¿Sííííí? ¡No me
lo creo!

POSEIDÓN: Seguro estoy que con nadie podrías gozar lo que conmigo.
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TETIS: ¡Cuánto lo desearía!

POSEIDÓN: ¡Oh! ¡Al fin te he encontrado! Eres… la diosa de mi vida. ¡Amémonos!


(La abraza apasionadamente).

TETIS: (Zafándose de su abrazo) Pero, amado Poseidón, no pretendo rechazarte, mas


aquí en el Olimpo no sería discreto… Quedemos mejor en otro lugar, en la cueva
marina donde yo habito. ¡Allí gozaremos del amor arrullados por el canto de las sirenas!

POSEIDÓN: ¿Y eso cuándo será?

TETIS: No antes de la noche, no antes de la caída del sol.

POSEIDÓN: (Dirigiendo, lleno de ansia, sus brazos a lo alto, hacia un imaginario


carro del sol) ¡Helios, conductor del carro Solar, acelera tu paso, que ardo en
impaciencia…! (Se vuelve y avanza hacia Tetis, romantiquísimo) Ahora, amor mío…

TETIS: (Con gesto sorprendentemente desenfadado) Ahora me tengo que ir, pues tengo
cita con mi cardadora. Me voy a arreglar y a perfumar para que sepas todo lo que puede
dar de sí una diosa… (Eso último con gesto de complicidad zalamera)

POSEIDÓN: ¡La más hermosa!

TETIS: (Se despide enviándole besitos mientras se va) ¡Hasta la noche!

POSEIDÓN: (Lleno de regocijo ante la perspectiva del placer que espera) ¡Aaah! ¡Qué
impaciencia…! ¡Qué impaciencia…!

Poseidón se sienta a meditar, lleno de satisfacción, con una sonrisa de oreja a


oreja, sin parar de frotarse las manos.
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ESCENA SEGUNDA
Poseidón sigue tal y como lo dejamos, solo en la escena, prometiéndoselas muy
felices.

POSEIDÓN: ¡Qué contento estoy, me siento más feliz que nunca! ¿Qué dicha? ¡Qué
felicidad! Los ríos y los mares me felicitarán cuando se consume la unión de Tetis y
Poseidón: la reina de los mares y el rey de los océanos… ¡Qué bodas me esperan! ¡Qué
noches con ella!... ¡Mmmm!

VOCES: ¡Oh, Poseidón, dios de los mares! (Se repite esta frase dicha por tres voces
femeninas distintas, enérgicas e invisibles).

POSEIDÓN: ¡Qué oigo! ¿Qué es esto?

VOZ: ¡Oh, Poseidón, escucha nuestra voz! (Se repite esta frase de igual manera).

POSEIDÓN: Pero… ¿quiénes sois…? ¡Cómo tiemblo!

VOZ: Somos las Parcas, las diosas del destino. (Se repite esta frase de nuevo).

CLOTO: Yo Cloto.

LÁQUESIS: Yo Láquesis.

ÁTROPO: Yo Átropo.

POSEIDÓN: ¿Y qué queréis conmigo?

CLOTO: Avisarte.

LÁQUESIS: Avisarte.

ÁTROPO: Avisarte.

POSEIDÓN: ¿De qué cosa?

CLOTO: De algo muy importante para tu futuro y el de todos los dioses.

LÁQUESIS: De algo muy importante para tu futuro y el de todos los dioses.


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ÁTROPO: De algo muy importante para tu futuro y el de todos los dioses.

POSEIDÓN: (Nervioso, desesperado, impaciente) ¡Contádmelo ya, por favor!

CLOTO: (Con altilocua voz) ¡Te acostarás con tu madre y matarás a tu padre!

LÁQUESIS: (Como en un aparte, reprendiendo a Cloto) Eso no, eso no, eso es de
Edipo. Mira, es esto (Hablando con lenguaje grandilocuente) ¡El hijo nacido de tus
entrañas matará a tu padre!

CLOTO: (Contestándole a su vez a Láquesis) ¡No, no, pero si eso es del mito de
Perseo!

ÁTROPO: (Reprendiendo a la vez a sus hermanas) ¡Callaos, tontas, necias, diosas


simples! Escúchame a mí Poseidón: (Con voz grave y seria) ¡El hijo nacido de Tetis
será más importante que su padre!

POSEIDÓN: (Sin poder creer lo que está oyendo) ¿Cómo has dicho?

ÁTROPO: (Levantando más la voz) ¡Qué el hijo nacido de Tetis será más importante
que su padre!

POSEIDÓN: (Sigue con semblante incrédulo) Pero… ¿qué dices?

ÁTROPO: (Voceando, casi gritando) ¡Qué el hijo nacido de Tetis será más importante
que suuu paaaadreeeee!

POSEIDÓN: ¿Y eso es cierto?

ÁTROPO: (Voceando) ¡Tan cierto como que estás sooordooo!

POSEIDÓN: Pero, ¿qué debo hacer yo? ¿Cómo me caso con ella, ahora?

CLOTO: ¡Eso es tu problema, nosotras nos vamos!

LÁQUESIS: ¡Eso es tu problema, nosotras nos vamos!

ÁTROPO: ¡Eso es tu problema, nosotras nos vamos!

Tras oírse un ruido como de viento fuerte, las voces se apagan, dejando
perplejo, en enorme apuro y no menor aporía al pobre Poseidón, que se sienta,
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confuso, en su trono. Poco después, incapaz de estar quieto, se lleva las manos a las
sienes.

POSEIDÓN: Estoy asustado, perplejo, (Hablando consigo mismo mientras pasea por
todo el escenario) pues si llega a nacer un hijo de Tetis y este es más poderoso que su
padre, entonces… entonces yo no me puedo casar con ella… ¡De ningún modo!
(Abriendo los brazos) ¡es imposible! Sería muy peligroso que del señor de los océanos
naciese alguien más fuerte e importante que él. No puede existir nadie superior a
Poseidón. No, no me casaré con Tetis, no puedo correr ese riesgo… ¡Qué se case con
otro dios…! Pero, no, sería peligroso: podría engendrar a un superdiós. Tendré que
hablar de este asunto con Zeus, que creo que está celebrando un banquete. ¡Adiós a las
noches de amor y de pasión que se me presentaban!

Se va.
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ACTO SEGUNDO

ESCENA PRIMERA
Se ve una sala del Olimpo. Al fondo, formando un semicírculo abierto hacia los
espectadores, están los asientos para los dioses. En el centro hay dos tronos para Zeus
y Hera. Salen paseando Zeus y Poseidón.

POSEIDÓN: Te he llamado, Zeus, hermano mío, para que conozcas y compartas


conmigo el gran secreto del que me acabo de enterar y que puede trastocar todo el orden
celestial.

ZEUS: (Seriamente preocupado) Pues, ¿qué puede ser? ¿Acaso el titán Atlas ya no
sostiene el mundo sobre sus hombros? ¿Es que ya no hay ningún hombre que nos
ofrezca sacrificios y nos dirija plegarias?

POSEIDÓN: Peor que eso, las Parcas que determinan el destino me han advertido a mí,
personalmente, que tengamos mucho cuidado con el hijo que pudiera nacer de la diosa
Tetis, pues el destino ha determinado que será más fuerte que su padre.

ZEUS: Mmm, Tetis, he de confesar que no me importaría ser el padre de ese niño… He
tenido ya algún tanteo con ella, a escondidas de mi esposa Hera, ¡que es más pesada!
(Gesto de evidente fastidio).

POSEIDÓN: Pero Zeus, cuidado con lo que dices, porque el hijo que naciese sería más
fuerte que tú, y podría hacerte a ti lo que tú a tu padre.

ZEUS: (Preocupado) ¡Malo, malo, entonces no!

POSEIDÓN: ¡O lo que tu padre le hizo a tu abuelo, castrarlo!

ZEUS: (Aterrorizado y con las manos puesta en sus venerandas partes) ¡Eso sí que
no…! Aunque sea la casamos con Hefesto, que es feo y lisiado.

POSEIDÓN: No olvides que Hefesto está ya casado con la diosa Afrodita. Y además,
de todas formas nacería un gran dios, un superdiós, lo que en modo alguno nos conviene
ni a ti ni a mí. Convendría reunir a los olímpicos para tomar una determinación.
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ZEUS: Sea lo que dices. Llamaré a mi hijo Hermes para que reúna a los dioses.
¡Hermes, Hermes!

Hermes acude raudo y veloz, con su pétaso o sombrero con alas, las sandalias
aladas y el inconfundible caduceo.

ZEUS: Hermes, hijo mío querido, convoca a los dioses todos para una reunión
importante y urgente.

HERMES: ¡Voy volando, padre mío!

ZEUS: (Llamándolo en un aparte, mientras Poseidón se pasea pensativo) A mi mujer


Hera, ni una palabra de la reunión.

HERMES: De acuerdo, padre mío, hablas a quien lo comprende.

Se va Hermes. Los dos grandes dioses se pasean matando el tiempo, con las
manos a la espalda, con gesto de honda preocupación. Se van cruzando por el medio
del escenario. Tras dar un par de vueltas…

POSEIDÓN: (Aparte) ¡Tetis, Tetis, quién te gozara!

Otro par de vueltas en silencio.

ZEUS: (Aparte) ¡Tetis, Tetis, pero qué Tetis! (Acompaña la acción de pronunciar el
nombre de Tetis con la simulación de los supuestos encantos de Tetis que también
comienzan por Te y que por discreción nos abstendremos de nombrar aquí).
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ESCENA SEGUNDA
Llega Hermes, que carraspea para llamar la atención.

HERMES: Ejem, ejem. ¡Os anuncio la llegada de la más bella de las diosas, Afrodita!
(Se va Hermes).

Entra, radiante, Afrodita.

AFRODITA: ¡Hooola!

ZEUS: ¡A mis brazos, querida Afrodita, la nacida de la espuma del mar!

POSEIDÓN: ¡Y suave y salada como ella!

AFRODITA: (Habla mientras se arregla mirándose en un espejo de mano) Menos


pamplinas y a ver qué cuestión tenemos que tratar, pues me he dejado a Eros asaeteando
el corazón de Medea, Ariadna y Mirra, y qué sé yo más. Vosotros, como siempre estáis
dispuestooos… (Muy provocadora y sensual, como se las suele gastar ella) no
necesitáis ningún dardo… amoroso.

ZEUS: ¡Más respeto, que estás en mi casa!

AFRODITA: ¿Respeto, dices, y no mandas ni en tu mujer?

Risas contenidas de Poseidón y enfado de Zeus, que no llega a manifestarse


porque en este preciso momento entra Hermes, el mensajero de los dioses.

HERMES: ¡Os anuncio la llegada de la más sabia de las diosas, Atenea! (Se va Hermes)

Entra, altiva y presuntuosa, Atenea, con casco y escudo; mientras le habla Zeus
se quita noble y gallardamente el casco.

ZEUS: ¡Hija mía! ¡La más querida, la nacida de mi cabeza!

POSEIDÓN: ¡A ver si de donde nació fue de tu culo!

ATENEA: (Retadora) ¿Aún te dura el disgusto por haberte vencido en la disputa por el
Ática?
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POSEIDÓN: (Aparentando indiferencia) Por estas pequeñeces no me preocupo yo, sino


por cosas más importantes.

ZEUS: No riñáis ahora, que el tema está ardiente.

AFRODITA: (Sensual) ¡Como yooo!

Hermes llega, seguido de la diosa Ártemis.

HERMES: Os anuncio la llegada de la más casta de las diosas, Ártemis.

ÁRTEMIS: Salud a todos.

HERMES: De su hermano Apolo dicen que está… persiguiendo a una ninfa (Gestos que
indican a las claras a qué tipo de persecución se refiere), Hades está en el infierno,
muy ocupado con los muertos. Deméter está en Hesperia (Puede hacer un baile de
castañuelas, para dar una pista de dónde queda ese país), Hefesto en su fragua. A Ares
no lo he llamado, pues es muy temperamental y fogoso en el combate y en la polémica.

AFRODITA: ¡Y en la cama, que de eso sé yo mucho!

La miran Ártemis y Atenea con sendas miradas asesinas.

POSEIDÓN: (A Hermes) ¿Y Hera? ¿Acaso no la has llamado?

ZEUS: (Nervioso, titubeando) Ehhh… dejadla, dejadla, no se encuentra bien y… no hay


que molestarla. (Ahora dirigiéndose a todos, con voz más enérgica y firme) ¡Sentaos
todos!

Se sientan solemnemente. En el centro Zeus, a su izquierda Ártemis, seguida de


Atenea. A la derecha de Zeus Poseidón, y más allá Hermes. Afrodita se hace lo
despistada, parece que va a sentarse junto a las otras diosas, pero acaba por sentarse
entre Poseidón y Hermes.

ZEUS: Yo, Zeus soberano, padre de los dioses y de los hombres, señor del nevado
Olimpo, os he convocado…

Mientras Zeus habla entra desde un lateral, silencioso, grave el continente, el


dios Hades, vestido de negro, taciturno. Todos lo miran con respeto y una cierta
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aversión. Al notar por las miradas que los dioses no están ya pendientes de él, Zeus
calla y se vuelve.

HADES: (Lento y grave en el habla) Ya veo que el dios de los Infiernos no es invitado
a las reuniones familiares. ¿Verdad, hermano? (Dirigiéndose a Zeus con una mirada de
reproche. Zeus hace por levantarse) ¡No, no te levantes para recibirme! (Avanza por el
centro, dando la espalda a Zeus)

ZEUS: (Un tanto confuso, quedándose a medio levantar) Yo no, no sabía…

HADES: (Sin mirarle siquiera) ¡Ya, ya! No (Remarcando mucho el no), no querías
admitir, hermano Zeus, mi boda con tu hija Perséfone, ¿verdad, hermano mío?

ZEUS: (Se levanta del todo, protestando) ¡Por la laguna Estigia! Yo te juro que…

HADES. (Cortando la frase de Zeus) ¡No me menciones la Estigia que estoy harto de
verla…! ¿Dónde me siento? (Mira alrededor. Todos evitan su mirada, menos Afrodita,
que acaba por sonreírle. Se sienta finalmente entre Poseidón y Zeus).

ZEUS: (Un poco más calmado) Bien, pues, yo, Zeus soberano, padre de los dioses y de
los hombres, señor del nevado Olimpo, os he convocado…

HADES: (Levantándose de repente y volviendo a interrumpir a Zeus) ¡Ah! No esperéis


a mi mujer: en seis meses no saldrá de los infiernos. (Se vuelve a sentar entre miradas
de reprobación contenida de parte de todas las deidades).

ZEUS: (Que se ha levantado y vuelto a sentar al mismo tiempo que Hades. Suspira
apesadumbrado y habla con tono menos enérgico que antes) Yo, Zeus soberano, padre
de todos los dioses y de los hombres, señor del nevado Olimpo, os…

Lo interrumpe la llegada del dios Eros, que viene corriendo como un loco para
acabar refugiándose entre las piernas de su madre, con evidente intención de
esconderse. Afrodita lo acaricia y lo recibe con sonrisas.

ZEUS: (Sorprendido) ¡Eros, Eros! (Vuelve a suspirar y recomienza, molesto y cansado)


Yo, Zeus soberano, padre de los dioses y de los hombres, señor del…

Ahora es Apolo quien lo interrumpe, gritando, fuera de sí.


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APOLO. ¿Dónde está? ¿Dónde se ha metido? ¡Eros! ¡Eros! ¡Ay, como te pille!

ZEUS: (Se levanta) ¡Cálmate, hijo mío! ¡No te pongas así!

APOLO: (Desesperado, golpeándose, sin ver aún a Eros) ¿Que no me ponga así? ¡Ay,
padre! ¡Que este Eros acaba conmigo!

ZEUS: Pero ¿qué desgracia tan enorme te ha sucedido? ¡Por la Estigia!

APOLO: (Suspirando profundamente) Lo de siempre, ¡por la barca de Caronte! Estaba


yo cortejando a una ninfa… se llamaba Dafne. Estábamos solos. Yo le declaré mi amor
(Sonríe y hace gestos al recordar el romántico momento) ¡Ya sabes tú, padre mío, cómo
son estas cosas! (Zeus también sonríe, recordando sus éxitos amorosos) El caso es que
estaba yo ya… animado, Dafne estaba cada vez menos esquiva… ¡hasta que llegó él,
Eros!

ZEUS: ¿Y qué ha hecho Eros?

APOLO: Ha lanzado hacia la muchacha sus dados de punta de plomo, en vez de los de
oro, y ¡ha llenado de odio el corazón de Dafne! ¡Otra vez! Y estoy que no me como una
rosca por culpa de esa bestezuela inmunda. (De pronto lo descubre, escondido) ¡Ahí
está! ¡Si te pillo!

Se lanza en su persecución, Eros huye, los dioses se levantan y durante unos


instantes todo es tumulto y confusión en la olímpica morada.

ZEUS: ¡Quietos los dos! ¡Calma! ¡Calma en la olímpica mansión!

Los dioses que se habían levantado se vuelven a sentar, bastante divertidos por
la escena. Solo permanecen en pie Zeus, Apolo, Eros y Afrodita, que se ha adelantado
para defender a su hijo.

AFRODITA: (Se abraza a Eros, que busca su protección) ¡Algún motivo tendrá, por las
Parcas!

APOLO: ¡Ninguno, por las furias! Salvo que le vencí en puntería con el arco y está
resentido. (A Eros) ¡Cobarde! ¡Mal perdedor! ¡Ignorante!
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EROS: (Saliendo de golpe del regazo de su madre) ¡Ignorante tú, que no sabes aún que
nadie, absolutamente nadie, (Levantando la voz) prevalecerá sobre Eros! (Se para en
medio del escenario, dirigiéndose a dioses y al público) Soy el dios más antiguo, pues
sin mi nada nace, y a la vez el más joven, pues renazco todo los días en el corazón de
los jóvenes.

AFRODITA: (Embelesada) ¡Cómo habla! ¡Qué pico tiene!

EROS. (En un aparte a Afrodita) ¡Gracias madre! (Dirigiéndose a los demás) Yo


domino en las criaturas de la tierra, en las que pueblan el cielo y en aquellas que surcan
el vinoso ponto. Ninguno de vosotros, inmortales, ni de vosotros (Se dirige hacia el
público) simples mortales, escapará a mi poder, pues yo soy la más poderosa de las
deidades. Lo dicen los poetas y lo cantan en sus versos: soy… irresistible. (Tras una
pausa se vuelve, retador, a Apolo) ¿Verdad, Apolo?

APOLO: (Que durante todo el rato ha estado conteniendo su ira) ¡Padre Zeus, pon
freno a su lengua!

ZEUS: ¡Voy a poneros un buey en la lengua a los dos! ¡Eros, jura por la Estigia que
dejarás en paz a Apolo!

EROS: (Da espalda al público, cruzando los dedos) ¡Por la Estigia, lo juro!

HADES: (Con tono de enfado y hartazgo) ¡No he subido hasta el Olimpo para escuchar
riñas infantiles!

Se hace un pesado silencio y todos se sientan. De izquierda a derecha del


espectador están sentados Eros, Hermes, Afrodita, Poseidón y Hades. En el centro
Hera, y a su izquierda Apolo, Ártemis y Atenea.

ZEUS: (Visiblemente nervioso e irritado ante tanto contratiempo) Yo, Zeus, padre de
todos los dioses y de los hombres, señor del Olimpo, os he convocado aquí ante una
profecía que nos ha sido revelada y que puede cambiar el orden del cosmos. Yo, con la
máxima autoridad que tengo sobre todos vosotros, he decidido…

En este preciso instante entra en la sala Hera, como una fiera, dando gritos.
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HERA. ¿Pero qué es esto, marido? ¿Qué estás tramando? ¿Una reunión sin mí? (Le da
un manotazo) ¡Quita de ahí!

ZEUS: (Zeus se levanta, conciliador) Pero mujer, esposa mía, deja que te explique…

HERA: Venga, venga, que no vales para nada. ¿Qué sería del cosmos si una no tuviese
lo que les falta a otros? (Se sienta en el trono, con lo que Zeus termina sentándose junto
a Apolo). Bien, contadme, pues, qué es lo que ocurre.

ZEUS: Pues resulta que…

HERA: (Cortándolo bruscamente) ¡Tú te callas, que estoy cansada de oírte!

POSEIDÓN: (Levantándose) Hablaré yo, si me lo permitís (Mira a todos, pero


especialmente a Hera, quien asiente) Un oráculo me advirtió a mí personalmente del
destino que tendrá el hijo que nazca de la diosa Tetis: será necesariamente más fuerte
que su padre. No hace falta que os diga el peligro que corremos, pues con cualquiera de
nosotros Tetis engendraría a un superdiós, a un superinmortal, y eso sería realmente
catastrófico. Hay que buscar una solución digna, honrosa para todos. (Se sienta).

HERA: ¡Pensemos!

Todos los dioses se colocan en poses marcadamente reflexivas, formando por un


instante un cuadro viviente. Tras unos segundos se levanta, radiante y con una
maliciosa sonrisa, la gran diosa Hera.

HERA: Ya está la solución. Yo me divorcio de Zeus, él se casa con Tetis, y como a


Zeus le falta de todo y en todos los sitios, siendo como es un dios un tanto obtuso, el
hijo por lo menos saldría normal. (Se sienta exhibiendo una sonrisa sardónica).

ZEUS: (Muy picado en su amor propio, muy alterado) ¡Hera! ¡No consiento que me
hables así delante de todos los dioses!

HERA: ¡Es que si te lo digo a solas te lo diré más fuerte!

ATENEA: Ya está. Propongo que la casemos con un mortal. Así, por lo menos, la
criatura que nazca será un héroe, un superhombre, pero no un superdiós, con lo que no
correremos peligro alguno.
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POSEIDÓN: Sí, pero ella no querrá rebajarse a tanto.

ZEUS: Tiene que hacerlo, o todos podríamos sucumbir.

HERA: (Poniéndose ya seria) Tetis es una mujer, y tiene cabeza, no como vosotros, que
no tenéis sino calabazas huecas. Hará lo más conveniente para todos y no dudéis que
aceptará el matrimonio siempre y cuando sea, por lo menos, con un hombre heroico e
ilustre.

ÁRTEMIS: Pero ese hombre quizá tema casarse con una diosa. ¡Tan grande es nuestro
poder!

HERMES. ¡Ya sé quién puede ser! Peleo, a quien tenemos ya un mes alojado en el
Olimpo como huésped, tras unos problemillas que tuvo en la tierra. Aceptará lo que le
mandemos.

AFRODITA: (En un aparte, a Hermes) ¡Cómo hablas, Hermes, me has dejado


anonadada!

HERA: ¿Pero es de linaje ilustre?

ATNEA: Sí, creo que es rey de la Ftía (Esta palabreja es pronunciada con énfasis
excesivo y resulta más escupida que pronunciada).

ÁRTEMIS: ¿De dónde has dicho?

ATENEA: ¡De la Ftía!

ZEUS: ¿De dónde?

ÁRTEMIS: (Casi escupiéndole en la cara a Zeus) ¡De la Ftía!

HERA: (A Zeus) ¿De dónde? (Antes de que le pueda escupir, digo, responder) ¡Ah, sí
de la Ftía! Bien, pues sea. Zeus, ¿Qué haces ya que no ordenas a Tetis y Peleo que
vengan y que todos se preparen para que celebremos cuanto antes las bodas? ¡Venga,
vayámonos todos!

Se levantan y se van. Cae el telón.


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ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA
Se alza el telón y entra el dios Hermes, visiblemente molesto y nervioso, que se
da dos vueltas por el escenario y finalmente se encara con el público.

HERMES: (Al público) ¡Tranquilos, tranquilos, que no voy a anunciaros nada! Vengo a
lamentarme, porque… ¿acaso hay en el cielo un dios más desgraciado que yo? Tengo
muchísimos quehaceres, ya que he de trabajar yo solo para atender a tantos servicios.
Por la mañana nada más levantarme, (Va contando con los dedos las distintas acciones,
al tiempo que gesticula reproduciendo sus labores) tengo que limpiar la seda de los
banquetes, preparar los cojines de los divanes y poner todas las cosas en orden,
presentarme a Zeus y llevarle los recados, corriendo todo el día arriba y abajo, y a mi
regreso, todavía cubierto de polvo, servirles las copas de néctar en los banquetes del
Olimpo. Y lo peor es que ni siquiera por la noche puedo dormir, sino que entonces
tengo que hacer el transporte de almas de los muertos para Plutón, acompañar a los
muertos hasta la orilla del Aqueronte, donde Caronte los recoge, y estar presente en el
tribunal que los juzga. En resumen, que estoy harto de que me anden diciendo todo el
día (Imitando la voz de Zeus): “¡Hermes! ¡Hermes!, ¡Hermes!...”

Se oye desde dentro la voz de Zeus.

ZEUS: ¡Hermes!

HERMES: (Sigue hablando al público) ¿Qué os decía yo?


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ESCENA SEGUNDA
Sale Zeus y se dirige a Hermes.

ZEUS: Ve y llama a Peleo.

Se va Hermes. Zeus pasea en actitud de espera. Pronto vuelve Hermes,


acompañado de Peleo.

HERMES: Aquí tienes al hombre: (Con tono solemne) ¡Peleo, rey de la Ftía!

ZEUS: (Burlón) ¿Hombre? ¿Esto es un hombre? ¡Anda ya!

PELEO: No te burles, Zeus, no te burles.

ZEUS: (Le echa una mano al hombro y adopta una actitud cariñosa hacia Peleo)
¡Hombre! Si no me burlo, sino que me río al ver que un simple mortal como tú (Se
despega) se va a llevar… una muy buena…

PELEO: (Asustado ante las palabras de Zeus) Pero… ¿es que me vas a dar una paliza?
¡Si yo no te he hecho nada!

ZEUS: Peleo, Peleo, ¡qué mortal más simple! ¡Pero qué simple! Si yo soy tu amigo…
¿Cómo piensas que voy a hacerte daño? Aunque podría…

PELEO: ¡Por eso, por eso, porque sé que eres un dios, y te temo y te respeto!

ZEUS: Y además de eso porque me debes favores, recuérdalo. Te tengo aquí refugiado
en el Olimpo por ciertas muertes que provocaste (recalca la palabra) ac-ci-den-tal-men-
te.

PELEO: No me hables de eso, es muy triste.

ZEUS: Pues lo que ahora te voy a contar no es nada triste. Sino más bien todo lo
contrario. Te vas a casar, sí, vas a gozar de los placeres del lecho… ¡con alguien
inmortal!

PELEO: (A la defensiva, incrédulo) ¿Yo? ¿Yo? ¿Yo?


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ZEUS: (Acercándose a él y empujándole con el dedo) ¡Sí, tú, tú, tú!

PELEO: No, no me atrevo, puede ser muy peligroso…

ZEUS: ¡Calla, ignorante! (Se acerca a él en actitud de complicidad cariñosa) ¡No sabes
lo dulce que puede ser gozar de una deidad!

PELEO: (Aterrado, temeroso de una violación allí in situ) Pero, pero Zeus… ¡Si no te
voy a gustar!

ZEUS: (Irónico, ahonda en el equívoco) ¡Hombre! No estás muy bien, pero se te puede
hacer algo si uno no es muy delicado. ¡Tienes un talle y un cuerpooo!

PELEO: ¡Zeus, Zeus! ¿Contigo? ¿Contigo? No, por favor, eres una deidad demasiado
poderosa para mí.

ZEUS: (Se pone serio y autoritario) ¡Deja de decir sandeces! Tú te casarás con la diosa
Tetis, la diosa del mar, quieras o no. Por tanto hazte a la idea de que compartirás el resto
de tu vida con una diosa. Ella aceptará, pues así lo decreta el destino y así lo decido yo.

PELEO: Si es así, no tengo otro remedio. Pero ¿es hermosa? ¿Tiene blancos brazos,
amplio pecho, blando regazo y modales dulces? (Se embelesa imaginando a la mujer
soñada) ¿O por el contrario, es como tu mujer, un espantajo?

ZEUS: (Tras reprimir la idea de aniquilar de un rayo al impertinente mortal) Tiene una
figura grata a mortales y a inmortales. Peleo (Le da una palmada), te he buscado una
gran esposa y la mejor de las progenies. ¿Preparamos ya la boda?

PELEO: ¡Sea! Preparemos la boda.

Se van los dos.


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ESCENA TERCERA
Se oye una música de fondo: los primeros compases de Zorba el Griego. Entran
Atenea y Ártemis con canastillas de ramos y coronas de flores con las que van
adornando el escenario. Entra también Afrodita con un frasco rociando perfume y
rociándose ella misma. Salen las tres diosas y entra Hera, majestuosa, y se pone a
barrer la sala con una escoba. Entra Zeus que se burla de su esposa. Sigue de fondo la
música, algo más amortiguada, de Zorba el Griego.

ZEUS: ¡Qué garbo! ¡Qué estilo! ¡Qué manera de barrer!

HERA: ¿No te gusta cómo barro?

ZEUS: Pues, sinceramente, no.

HERA: Pues, sinceramente, barre tú.

ZEUS: ¡No tengo otra cosa que hacer!

HERA: Pues no haberte burlado. ¡Barre!

ZEUS: ¿El dios de los dioses, el señor del Olimpo, barriendo? ¿Cómo es eso?

HERA: Como que si no barres, esta noche no…

ZEUS: Pues entonces… ¡dame la escoba!

HERA: Aquí la tienes. ¡A barreeer!

Zeus se pone a barrer y llegan los compases más rápidos de Zorba el griego con
lo que la escena acaba con un baile casi enloquecido con Zeus barriendo y Hera
señalando por dónde debe llevar la escoba, con un efecto de imitación del cine cómico
mudo. Salen los dioses y acaba la música.
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ACTO CUARTO
La escena aparece inicialmente en silencio, decorada de flores. De pronto
entran todos en escena en dos grupos mezclados de diosas y dioses. Al tiempo que
avanzan van entonando una marcha nupcial, en este caso una canción de bodas
sefardita. La cantan todos, hombres y mujeres, y la van acompañando de palmas.
Hacen un pasillo dejando el hueco en el centro. Por él hacen su entrada los novios,
cubiertos con un velo nupcial, y avanzan con lentitud procesional por el centro del
escenario.

CORO DE DIOSES: Dad de cenar al desposado,

dad de cenar, que no ha cenado

dad de cenar al desposado,

dad de cenar sopa de nabo.

Para la novia una gallina

y para el novio una sardina,

para la novia pan sobado

y para el novio de salvado.

El coro acaba con una fuerte ovación final para los dos novios. Ambos se
colocan frente a Zeus y Hera. Los dioses se colocan en abanico. Al acabar la música y
las palmas se adelantan Zeus y Hera. Zeus se queda pasmado sonriendo picaronamente
a la bella Tetis. Hera le da un codazo para hacerlo volver a la realidad y para
recordarle que debe hablar.

ZEUS: (Tras reponerse de su momentáneo aturdimiento y despiste) Ante todo vaya por
delante mi felicitación, y la de todos los dioses a los dos desposados, el ilustre Peleo,
glorioso rey de la Ftía, y la veneranda Tetis, diosa y señora de los mares (Extiende sus
brazos sobre ellos, en un gesto ritual de ofrecerles protección). Mi infinita sabiduría
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hace que sea claro vuestro destino: tendréis un hijo fuerte y glorioso, cuya fama nunca
se extinguirá de la faz de la tierra. ¡Hermes, trae la copa!

Hermes sale y vuelve con una copa llena de dulce néctar. Con ella irán
brindando sucesivamente todos, comenzando por los contrayentes y siguiendo por los
dioses.

ATENEA: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo la sabiduría! (Bebe de la


copa)

ÁRTEMIS: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo una vida sana! (Bebe de la
copa)

APOLO: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo el talento musical y artístico!
(Bebe de la copa)

HADES: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo larga vida! (Bebe de la copa)

POSEIDÓN: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo fuerza y vigor! (Bebe de la
copa)

AFRODITA: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo amor eterno! (Bebe de la
copa)

EROS: ¡Y yo me ocuparé de que eso sea así! (Muestra el arco y las flechas del amor y
bebe de la copa)

HERMES: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo que tengáis riqueza! (Bebe de
la copa)

HERA: ¡Hago una libación por vosotros y os concedo un matrimonio dichoso! (Bebe de
la copa)

ZEUS: Todos los dioses bendecimos y bendeciremos vuestra unión y vosotros (Se
dirige ahora al público), sí vosotros, oh simples mortales, ¡celebrad ahora también con
nosotros las bodas de Tetis y Peleo! ¡Vivan los novios! (Bebe de la copa)

TODOS: ¡Vivan los novios!


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Música, baile y al final cae el TELÓN.

SEGUNDA PARTE
BELEROFONTE

Belorofonte y Pegaso. Fresco de Pompeya.


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Fotograma de la película Belerofonte (2011)


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PRÓLOGO
La obra que ahora presentamos ha tenido una historia particularmente novelesca:
Fue escrita para ser representada como obra de teatro, de forma muy aproximada a
como la vemos aquí. Pese a las labores y los esfuerzos realizados, inútiles como los de
los troyanos, la obra no llegó a la ver la luz, y el guion permaneció aparcado, lleno del
polvo virtual de un disco externo.

Pasó el tiempo y el proyecto volvió a renacer, como el ave Fénix, esta vez en
forma de guion fílmico. Como tal creció y vio ampliadas escenas y situaciones que aquí
en el texto dramático quedaban meramente sugeridas, como las de los combates. El
resultado fue un filme sencillo pero emotivo. Fue, finalmente, el buen sabor que nos
dejó la película lo que nos indujo a redimir el texto teatral original.

Helo aquí en un nuevo comienzo, cíclico, como creían los griegos.

En cuanto al tema es bastante conocido: Belerofonte es el nombre, según otros


sobrenombre, de un héroe griego que, por culpa de un azaroso destino, hubo de ser
purificado de un delito en la corte del rey Preto. Este lo envió con una carta a la corte de
su suegro el rey de Licia, Yóbates, quien le encargó un servicio imposible de conseguir:
matar a la Quimera.

Los restantes detalles se los dejamos para la lectura de la obra, que por cierto
tiene buen remate: Belerofonte alza los ojos al cielo en actitud de agradecimiento o
pensando quizá otra cosa. Pero eso lo dejamos para otra historia.
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DRAMATIS PERSONAE PERSONAJES


PRETO, rey de Tirinte, hombre mayor e inseguro, gusta de cumplir a la perfección el
protocolo y el papel de rey. Muy dominado por su mujer, mucho más joven que él.
CONSEJERO ETEONEO, ayudante y persona de confianza del rey, preocupado por su
señor.

BELEROFONTE, hombre arriesgado, joven fuerte y fiel a sí mismo y a los que le


rodean.

ESTENOBEA, esposa de Preto, mujer joven y muy atractiva. Desprecia a su marido.


Ardiente, orgullosa y vengativa, capaz de mentir.

YÓBATES, suegro de Preto. Rey de Licia. Respetuoso, serio y observador.

ÁSMARIS, prudente y juiciosa esposa de Yóbates.

DATIS, consejero y secretario de Yobates. Muy fiel a su señor. Activo y diligente.


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Fotograma del filme Belerofonte. 2011

ACTO PRIMERO:

ESCENA PRIMERA

La escena comienza en Tirinte, en un salón del palacio del rey Preto. En la


escena destaca un sillón, un altar y una mesa. El rey entra y se sienta en el sillón,
pensativo. Eteoneo, consejero y criado, entra detrás.

CONSEJERO: Señor, te veo abatido, preocupado. Si tu más fiel consejero pudiera hacer
algo...

PRETO: No sé cómo explicarte, es más bien una vaga inquietud.

CONSEJERO: ¿Alguna preocupación política o familiar? ¿Alguna amenaza de guerra


contra nuestra ciudad de Tirinte?

PRETO: No, por los dioses. Es más bien... (Lo mira con fijeza)

CONSEJERO: (Preocupado e impaciente) ¿Más bien... qué?

PRETO: (Se levanta) Sabes que vine ayer mismo de mi peregrinaje al santuario del dios
Apolo en Delfos. Fui a consultar al oráculo a ver si me decía algo sobre mi futuro...

CONSEJERO: ¿Acaso te ha profetizado la Pitonisa algún mal para ti o para la ciudad?

PRETO: Ni una cosa ni otra. Algo enigmático y confuso, fue lo que respondió. La
Pitonisa dijo: “Un hermano mata a otro hermano y acude suplicante”. Yo no tengo
hermanos, por lo que puedes imaginar mi confusión.

CONSEJERO: (Pensativo) Los designios del destino y de los dioses son difíciles de
entender.

PRETO: (Se vuelve a sentar, preocupado) Sí, pero rara vez dejan de cumplirse.
Nosotros los hombres apenas somos muñecos en sus manos. Y, la verdad, tengo miedo.
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CONSEJERO: Miedo de algo que no sabemos qué es... (Se cruza de brazos burlón y se
da la vuelta) No me hagas re... (Se interrumpe al ver a alguien al fondo). Señor, en el
vestíbulo hay un extranjero: parece que es un suplicante que quiere verte. ¿Qué
hacemos? ¿Lo recibes o le digo que se vaya a la calle?

PRETO: (Levantándose con indignación) Antes no eras tan tonto, Eteoneo Eutiquíada.
¿Desde cuándo en esta casa echamos a los huéspedes? ¿Acaso no hemos estado también
nosotros de viaje y no nos han dado comida y alojamiento en casas de otros hombres?
¿No has visto que siempre que hemos necesitado hospedaje lo hemos tenido? (Gesto
como de pegarle) Anda y dile que entre, que será honrado como debe. ¡Mi manto!
(Hace una señal y el consejero acude a vestirle con un lujoso manto.).

CONSEJERO: Hay que recibir con dignidad.

REY: (Se queda arreglándose la ropa) Ve y llámalo, y deja que yo me arregle.


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ESCENA SEGUNDA
Entra Belerofonte como suplicante, y se arrodilla a los pies del rey, extendiendo
los brazos.

BELEROFONTE: Preto, rey de Tirinte, que los dioses te bendigan a ti y tu casa. Vengo
como suplicante y me entrego a ti.

PRETO: ¿Qué motivo te ha hecho venir a esta casa?

BELEROFONTE: He matado accidentalmente a mi hermano Delíades en una cacería y


estoy afligido por las Furias. Necesito purificarme. Tú puedes hacerlo. Te lo pido, por
favor. No permitas que esta falta arruine mi vida y la de mi gente.

PRETO: (Asombrado, asintiendo con la cabeza) El oráculo de Delfos me informó


convenientemente de que un hermano había matado a otro hermano. Ese debes de ser tú.
Ahora comprendo el mensaje de la Pitonisa. (Hace un gesto a Eteoneo, que se va.
Después se dirige a Belerofonte.) Sígueme y estate siempre detrás de mí. (Se dirige con
gran lentitud al altar, seguido de Belerofonte).

Eteoneo aparece con un velo, un candil y agua, y se coloca junto a Preto, que
se ha cubierto la cabeza con un velo, enciende un fuego y rocía el altar con agua.
Después alza las manos al cielo. Belerofonte escucha con recogimiento.

PRETO: ¡Dioses soberanos, oh inmortales que tenéis las cumbres del Olimpo, que
reináis en el cielo anchuroso, el mar inagotable y la tierra de amplio pecho, purificad a
este hombre y acogedle como a un hijo mío, librándolo de la condena que le impuso el
destino! (Después de la rogativa se quita el velo y se dirige a Belerofonte) Los dioses
han escuchado. Quédate aquí, en mi palacio y trabaja para mí. Formarás parte de los
guardias de palacio.

BELEROFONTE: Gracias por cuanto has hecho por mí. Hoy he renacido en mi casa.
Te seré el más fiel de tus servidores.

Se retiran los tres ceremoniosamente. Eteoneo se adelanta para dejar paso al


rey y a Belerofonte.
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ACTO SEGUNDO

ESCENA ÚNICA

Estenebea recorre nerviosa y agitada la escena. Finalmente se arrodilla ante el


altar.
ESTENEBEA: (Sollozando) ¡Oh dioses! ¡Oh Afrodita, diosa del amor!, ¿porqué qué me
enviáis este dolor, esta pasión dulciamarga? (Se levanta como loca) Un mes, un mes
hace ya que ese hombre entró en esta casa y no puedo apartar los ojos ni el corazón ni el
pensamiento de él. No es mi marido pero quisiera que lo fuera. Como si fuera un
maleficio este amor me hiela y me abrasa. (Histérica, chillando) Belerofonte, ¿quién te
mandó venir a esta casa?

BELEROFONTE: (Acudiendo rápido) ¿Me llamabas?

ESTENEBEA: (Confusa, asustada, pero luego decidida; sus gestos pasan de la


negativa a la esperanza) ¡Eres tú, Belerofonte!

BELEROFONTE: (Extrañado) ¿Quién me necesita, tú o el rey?

ESTENEBEA: ¡Yo, yo te necesito! El rey está muy tranquilo, de cacería, y nos


abandona a los dos. Estamos aquí los dos solos, tú y yo. (Se acerca) ¿No entiendes
Belerofonte?

BELEROFONTE: No, no sé lo quieres decir, Estenebea.

ESTENEBEA: (Con las manos en sus brazos) ¡Que te quiero, Belerofonte, que te
quiero y te amo y quiero que conmigo vengas a mi alcoba! Nadie hay en palacio, nadie
nos verá. Ven conmigo, lo deseo, no puedo evitarlo. Eros me domina y has de ser mío
(Lo agarra violentamente de la ropa).

BELEROFONTE: (Luchando por debatirse) ¡No, Estenebea, no!


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ESTENEBEA: ¿Te parezco acaso vieja o fea?

BELEROFONTE: (La coge por los hombros para calmarla) ¡No por los dioses, pero le
debo todo a Preto! No puedo traicionarle. No puedo.

ESTENEBEA: Puedes, pero no quieres. ¡Me deseas, lo estoy leyendo en tus ojos, pero
eres un cobarde! ¡Atrévete!

BELEROFONTE: ¡No, Estenebea, no! ¡No me pidas lo que no he de hacer! (Se vas
corriendo).

ESTENEBEA: (Se pasea con gesto que va desde el semblante desvalido al orgullo y a
la ira) Te arrepentirás, Belerofonte. Te lo aseguro. No vivirás para arrepentirte.
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ACTO TERCERO

ESCENA PRIMERA
Entran Preto y Estenebea, muy preocupados.

PRETO: ¡Mujer, esposa mía! ¿Qué te ocurre? ¿Qué es lo que tanto dudas en decirme?

ESTENEBEA: Algo terrible de decir, amado esposo, y espero no causarte más afrenta
que la que yo he sentido.

PRETO: Pero... ¿qué ocurre? ¡He de saberlo!


ESTENEBEA: ¡No te lo puedes imaginar!

PRETO: ¡Entérame, por Zeus!


ESTENEBEA: Te lo diré. Una persona, a la que has hecho mucho bien y a la que tienes
en gran estima, te ha traicionado.

PRETO: (Se queda mudo reflexionando) ¿Belerofonte? ¿Belerofonte?

ESTENEBEA: ¡Él mismo!

PRETO: (Muy airado) ¿Cómo? ¿Qué ha hecho ese ingrato?

ESTENEBEA: ¡Me avergüenza decírtelo! (Mira hacia el público, sonríe con crueldad y
luego se queda seria) ¡Ha intentado abusar de mí, aprovechándose de tu ausencia!

PRETO: (Se sienta abatido) ¡No puede ser! ¡Belerofonte, ingrato mil veces!

ESTENEBEA: Mientras tú estabas cazando entró a mis estancias y quiso abrazarme...


me dijo que si no me iba con él a la cama me haría cosas terribles... ¡Fue repugnante!
(Abrazando al esposo por detrás) ¡Qué ganas tenía de verte para que vengaras esta
afrenta!

PRETO: Ni en la más terrible pesadilla hubiera yo imaginado esto. ¡Belerofonte!


¡Belerofonte! (Desesperado en su ira).
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ESTENEBEA: ¿Qué piensas hacer con él? La muerte sería pequeño castigo para su
osadía.

PRETO: Debe morir... mas yo no puedo hacerlo. Recuerda que está en mi casa como
huésped, y todos los huéspedes son de Zeus. La costumbre prohíbe matar a un hombre
con el que se ha comido en la misma mesa. Sería impío hacerle daño aquí... (Se levanta
pensativo, dando vueltas por la sala).

ESTENEBEA: Si estuviera en mis manos lo haría mil pedazos.

PRETO: (Pensando en lo que acaba de decir su esposa) ¡Eso es! ¡Tu padre!

ESTENEBEA: ¿Cómo?

PRETO: Lo enviaremos con tu padre con un mensaje: él lo matará. Ahora lo verás.


Eteoneo, ¡Eteoneo!
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ESCENA SEGUNDA
Llega Eteoneo.

ETEONEO: ¡Señor! ¿Qué ocurre?

PRETO: Presto lo sabrás. Trae recado de escribir: papiro, tinta y cálamo. (Se marcha el
consejero) Tu padre te vengará y así evitaremos que los dioses castiguen a esta casa. Por
fortuna no existe ningún vínculo entre él y la casa real de Licia. (Llega Eteoneo y se
sienta). ¡Ah! ¿Ya estás preparado?

ETEONEO: Cuando quieras.

PRETO: Copia esta carta: “De Preto, rey de Tirinte, a su suegro Yobates, rey de Licia,
salud. Esto es lo que te pide tu yerno e hijo: da muerte al portador de esta carta. Así
conformarás a mí y a Estenebea, tu amada hija. Que los dioses te prolonguen la vida y
favorezcan al pueblo de los licios”. Lácrala.

ETEONEO: (levantándose asustado) ¿Quién llevará la carta?

PRETO: Belerofonte.

ETEONEO: (Mirando perplejo a los dos) ¿Pero qué crimen ha podido...?

PRETO: Eteoneo, cumple con mis órdenes y guarda silencio delante de tus señores.
Ahora llama a Belerofonte. Dile que le espera un recado muy urgente. (Sale Eteoneo).

ESTENEBEA: Déjame que me vaya, no quiero verlo más.

PRETO: Vete, no te lo prohíbo.

Estenebea simula irse pero se esconde tras una cortina; al punto llegan Eteoneo
y Belerofonte. Preto permanece de espaldas al lugar por donde va a entrar Belerofonte.
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ESCENA TERCERA

ETEONEO: Mi señor, he aquí a quien buscabas.

BELEROFONTE: Aquí estoy mi señor. ¿Qué deseas de mí?

PRETO: (Se vuelve, disimulando su enojo) Te he de dar un encargo muy importante.


Quiero que vayas a Licia, al palacio de mi suegro el rey Yobates. Le entregarás a él en
persona esta carta.

BELEROFONTE: ¿Y luego?

PRETO: Luego... harás lo que él te ordene. Ve pronto.

BELEROFONTE: Parto en seguida. Rogad por mí a los dioses.

Se marcha. Se quedan en escena Eteoneo y Preto, preguntándose muchas cosas


con la mirada. Música de fondo.
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ACTO CUARTO

ESCENA PRIMERA
En el palacio real de Licia. Yóbates, su esposa Ásmaris y su consejero Datis.

YÓBATES: Os he mandado llamar porque llevo casi un mes sin conciliar el sueño.
Guardo un secreto muy duro en mi corazón. Hay cosas que un hombre no debe guardar
solo. Mi esposa la reina Ásmaris me ha aconsejado deliberar con vosotros.

DATIS: Todos nuestros ojos y oídos son de nuestro rey.

ÁSMARIS: El rey necesita que le ayudéis a disipar las tinieblas de su corazón. El


contenido de una carta que recibió hace un mes le oprime el pecho todos los días.

YÓBATES: (Le da el rollo a Datis.) Datis, mi fiel amigo, lee la carta tú mismo. Yo no
tengo fuerzas.

DATIS: (Leyendo): “De Preto, rey de Tirinte, a su suegro Yobates, rey de Licia, salud.
Esto es lo que te pide tu yerno e hijo: da muerte al portador de esta carta. Así
conformarás a mí y a Estenebea, tu amada hija. Que los dioses te prolonguen la vida y
favorezcan al pueblo de los licios”. ¡Dice que dé muerte al portador de esta carta! Pero
si esta carta la trajo el mismo...

YÓBATES: Belerofonte, el más fiel y noble hombre que ha pisado la tierra de Licia. Un
extranjero que no ha hecho más que el bien, arriesgando su vida por orden mía.

DATIS: Ahora comprendo. Nada más venir le ordenaste luchar contra los sólimos y él
se quedó misteriosamente solo en primera línea de la batalla. Aun así, consiguió romper
la línea enemiga y los derrotamos...

ÁSMARIS: Y después el rey le ordenó atacar a la tribu de las amazonas, y también salió
vencedor del empeño.

DATIS: ¿Dónde está ahora Belerofonte?


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YÓBATES: Lo he mandado a una misión que ningún mortal podría hacer si no es con
ayuda de los mismos dioses. Le he ordenado dar muerte a ese monstruo que asola
nuestros campos. A la mismísima Quimera.

DATIS: ¿A la quimera? Ese ser monstruoso e invencible que arroja fuego por la boca.
¡Fracasará! ¡Morirá en el intento!

YÓBATES: Si muere cumpliré el encargo de mi yerno y de mi hija, aun a costa de mi


tranquilidad.

DATIS: ¿Y si no muere?

ÁSMARIS: Si no muere significará que los dioses están con él, y un dios no puede
nunca apoyar a un criminal. Sólo nos queda esperar. Salió esta mañana de madrugada, y
falta poco para la puesta del sol, las noticias no tardarán en llegar, buenas o malas.

Se oye ruido. Todos miran a la puerta. Datis sale. Al poco regresa asombrado.

DATIS: Señor, señora, prodigios hay en el mundo, mas ninguno como el hombre.
¡Belerofonte ha matado a la Quimera!

YÓBATES: (Levantándose del asiento) ¡Loados sean todos los dioses! ¡Bendito sea el
sol que brilló hoy en la tierra de Licia!

ÁSMARIS: ¿Cómo ha sido? ¿Qué deidad le apoyó?

DATIS: Viene ya en persona. Él mejor que nadie nos lo contará.


46

ESCENA SEGUNDA

Se oye a lo lejos un griterío de vítores. Entra Belerofonte cansado y alegre y se


arrodilla a los pies de Yóbates.

BELEROFONTE: Yobates, mi señor, he cumplido tus órdenes.

YÓBATES: Levántate, hijo mío, que he vuelto a nacer con tu llegada. Abrázame,
abrázame y perdóname. (Se abrazan).

BELEROFONTE: ¿Has dicho “perdóname”? ¿Perdonarte yo a ti? No entiendo.

ÁSMARIS: Explícanos, Belerofonte, cómo ha sucedido el prodigio.

BELEROFONTE: Ásmaris, mi reina y señora, todo ha sido difícil y a la vez fácil. Esta
mañana al tiempo de la aurora yo salí en mi caballo. Algún dios, bendito sea, me incitó
a ir primero a una fuente. Allí encontré el caballo Pegaso. Me acerqué y le hablé con
suaves palabras. No tardé en hacerme con él. Lo monté como si tal cosa y me fui
volando, volando, en busca de la Quimera. Me habían hablado horrores de ese
monstruo, pero es más terrible que lo que decía la gente...

ÁSMARIS: ¿Tuviste miedo?

BELEROFONTE: ¿Quién no? Garras de león, cola de serpiente, cabeza de cabra y unas
fauces que arrojaban fuego... Intenté herirla con dardos y flechas, pero su piel era más
fuerte que el bronce. Entonces algún dios me inspiró cómo la vencería. Busqué un trozo
de plomo, lo até fuertemente a la punta de mi lanza y me lancé en picado hacia la
cabeza del monstruo. Tal y como yo pensaba, la Quimera arrojó sus llamas en dirección
a la lanza. Yo la solté en su boca, el plomo se derritió y abrasó sus entrañas. Muerta está
la Quimera. Después liberé a Pegaso, y volví aquí para contarlo. He cumplido tu
mandato.

YÓBATES: Los dioses te han librado de la muerte a la que yo te envié. Ellos te han
juzgado inocente.
47

Belerofonte: ¿Cómo dices? Pues no lo comprendo.

YÓBATES: (Señalándole al sillón donde está el rollo) Lee la carta tú mismo.

Datis alcanza la carta y se la pasa a Belerofonte.

BELEROFONTE: “De Preto, rey de Tirinte, a su suegro Yobates, rey de Licia, salud.
Esto es lo que te pide tu yerno e hijo: da muerte al portador de esta carta. (Belerofonte
se queda perplejo y abatido, sigue leyendo con mano temblorosa y en voz más baja) Así
conformarás a mí y a Estenebea, tu amada hija. Que los dioses te prolonguen la vida y
favorezcan al pueblo de los licios”.

YÓBATES: Los dioses te han absuelto. Y yo te pido perdón.

BELEROFONTE: Ahora entiendo todo. Pero debéis saber lo que ocurrió. Señor, lo que
te voy a contar no es muy agradable.

YÓBATES: Aceptaré cualquier cosa que me ayude a comprender.

BELEROFONTE: Pero… Señor, no sé si debo… (Señala a los testigos, temiendo decir


algo inconveniente).

YÓBATES: Habla sin miedo.

BELEROFONTE: Pues escucha: en ausencia de Preto tu hija intentó... que me acostara


con ella. Yo me negué y ella se sintió despreciada. Pero no le conté nada a mi señor, a
quien le debía respeto como a un padre. No podía hacer ni decir nada que alterase su
felicidad. Callé. Pero ella debió de calumniarme. Sólo así me explico esta carta. Yo no
hice nada desleal.

YÓBATES: Yo te creo.

ÁSMARIS: Además, ¿qué mensajero lleva desde Tirinte a Licia un mensaje que trae su
propia condena sin mirarlo, si no es fiel y leal?

YÓBATES: El rey, la reina y el pueblo de Licia te honran como su héroe. Yo no


quisiera sino que fueras mi hijo.
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ÁSMARIS: Y lo será si tú y él queréis. Nuestra hija Filónoe, la única que vive en Licia,
heredará el reino. (Sonríe a Yobates) Y sé que a Filónoe le gusta Belerofonte.

YÓBATES: Belerofonte, ¿quieres casarte con Filónoe y ser mi hijo?

BELEROFONTE: Señor, señora, sería un sueño, pero yo... no merezco...

YÓBATES: Hijo mío, nada de señor y señora: padre y madre.

Se ve en la escena a todos muy alegres que abrazan a Belerofonte, con el rostro


radiante. La mirada de Belerofonte sube hasta el cielo.

Se van y se cierra el TELÓN

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