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Perséfone

Voz narrativa 1: Perséfone tuvo una infancia feliz y pacífica, entretenida con canciones,

juegos y risas, gozando de la compañía de otras ninfas. Deméter, su madre, había decidido

que ella y su hija mantuvieran una vida alejada del monte Olimpo, hogar de los demás

dioses, pues quería tranquilidad para ambas.

Voz narrativa 2: Al ser la diosa de la fecundidad y la fertilidad de la Tierra, Deméter debía

ocuparse de que el hogar de los seres humanos floreciera y diera sus frutos, para que así

los dioses fueran alabados permanentemente.

Voz narrativa 3: Su existencia transcurría entre los arroyos, la espesura de los bosques, el

canto de las aves y unas puestas de sol maravillosas.

Perséfone: ¡Madre, mira, hemos hecho esta corona de flores y fresas para ti! Vamos,

pruébatela.

Voz narrativa 1: Cuando Perséfone creció tuvo varios pretendientes que pidieron

formalmente su mano.

Voz narrativa 2: Hermes, Ares, Apolo y Hefesto buscaron casarse con ella porque era

inteligente, creativa, bella y compasiva con todas las creaturas. Aunque no todos los

pretendientes se acercaron a Deméter para solicitar a su hija en matrimonio. Hades, dios

del inframundo, vio a Perséfone por casualidad y decidió amarla en secreto.

Voz narrativa 3: Deméter los rechazó a todos, pues consideraba que su hija debía elegir

libremente a quien amar, y los dioses del Olimpo le parecían demasiado elevados y poco

confiables, ya que todo mundo sabía que cambiaban con facilidad de opinión y de amores.

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Voz narrativa 1: Incluso se lo dijo muy claramente a Zeus, cuando preguntó porqué

Perséfone seguía soltera siendo tan cortejada por los dioses de su generación.

Deméter: No puedo influir en las decisiones de Perséfone. Si ella mostrara inclinación por

alguno de tus hijos, oh, gran Zeus, yo sería la primera en apoyar su opinión. Entre tanto,

harías bien en solicitar a los dioses que no pisoteen mis prados cuando aparezcan por

aquí.

Voz narrativa 2: Zeus no se tomó nada bien la actitud de Deméter, además, sentía pena

por sus hijos rechazados.

Zeus: Tu hija, poderosa Deméter, es absolutamente dueña de sus propias decisiones, sin

embargo tú como su madre deberías aconsejarla, no sea que un día elija poner sus ojos en

un ser inadecuado para ella... o para ti.

Deméter: Pamplinas, Zeus, mi hija sabrá comportarse como es debido. ¿No ha sido

inmensamente feliz en estos campos? ¿Quién podría alejarla de mí sin que la naturaleza

entera me lo confesara a gritos? Agradezco tu visita, gran dios, y apreciaré que en lo

sucesivo trates de no perturbar a mis flores con tu luz. En estos lares solemos llevar una

vida sencilla y tranquila. Nos enceguecen los dioses cuando vienen, sobre todo tú, con

toda tu pompa y gloria.

Zeus: Cuidado con lo que dices, divina Deméter, no sea que pronto te veas obligada a

solicitarme que regrese por aquí.

Deméter: ¿Ves esas golondrinas, oh, gran Zeus? Van en dirección al Olimpo, quizá los

magníficos caballos alados de tu carro deseen perseguirlas mientras te encaminas de

regreso al sagrado monte.

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Voz narrativa 1: Zeus partió disgustado. Esa Deméter ya a tendría noticias de él.

Voz narrativa 2: Entre tanto, Perséfone, ajena a las tribulaciones de su madre, pasea

descalza sobre la hierba.

Voz narrativa 3: Una planta desconocida llama su atención.

Perséfone: ¡Prodigio! Una planta nueva creada por mi madre. Seguro la puso aquí para

sorprenderme, mmmm, y qué bien huele. Hola, planta desconocida ¿me permitirías cortar

un pequeño tallo? Quiero adornar mi oreja con algunas de tus hojas.

Voz narrativa 2: La planta pareció asentir, inclinándose con el viento hacia Perséfone.

Perséfone: Eres muy generosa. Te llamaré menta. Ay, sí que tienes raíces fuertes, aplicaré

un poco más de fuerza, aunque no quiero lastimarte.

Voz narrativa 3: Entonces Perséfone tiró más fuerte y la Tierra se abrió engulléndola por

completo.

Voz narrativa 1: A unos pasos de ahí, su madre sintió un leve movimiento de la Tierra.

Envuelta en un mal presagio, comenzó a llamar a su hija.

Deméter: ¡Perséfone, Perséfone, hija! ¿Dónde estás?

Voz narrativa 2: El sol se fue ocultando en el horizonte, quizá para no presenciar la

tragedia que se avecinaba.

Deméter: Perséfone, hija mía, ¿dónde estás? ¿Qué pueden decirme usted, ninfas?

Ninfas: Ha desaparecido, noble Deméter. Hace unos minutos estaba justo aquí y ahora...

Deméter: ¡Mi hija!

Ninfas: Quizá esté jugando. Tal vez se haya ocultado en las piedras del arroyo. O se

adentró en el bosque para gastarnos una broma.

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Deméter: Ella no haría algo así. ¡Mi hija!

Voz narrativa 3: Los leves gritos de la diosa pronto se convirtieron en bramidos de dolor.

Presa de la desesperación desgarraba sus vestidos mientras andaba por los caminos del

mundo buscando a su hija.

Voz narrativa 1: Uno a uno, los dioses contemplaron la desdicha de Deméter. Algunos se

sintieron satisfechos por el dolor que experimentaba la angustiada diosa, otros se

compadecieron de su sufrimiento.

Deméter: No descansaré hasta encontrar a mi hija. No pudo haber desaparecido sin un

motivo. Dime, madre Rea, señora de la Tierra, ¿sabes dónde podría estar mi hija?

Rea: Nada puedo decirte, porque un poder superior a mí me impide articular las palabras

con que podría informarte. Siento compasión por tu pena, hija.

Deméter: ¿Un poder superior al tuyo? ¿Acaso Zeus, quizá Poseidón?

Rea: Me es imposible hablar. Desearía que pudieras leer mis pensamientos para ayudarte,

pero sé que eso te es también imposible.

Deméter: He estado tan ocupada en hacer florecer la vida que me olvidé de ejercitar

algunos dones que poseía. No puedo leer tu mente.

Rea: Te suplico que me perdones.

Deméter: No hay resentimiento hacia ti, poderosa Rea.

Voz narrativa 2: Uno a uno, los dioses fueron consultados. Uno a uno, contemplaron la

desdicha de Deméter. Algunos aceptaron hablar con ella.

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Hécate: Soy Hécate, aunque tengo el don de la clarividencia, una nube entorpece mi

visión. Lamento no saber cómo ayudarte. Habla con Helios, el sol, él todo lo ve y no hay

poder que pueda impedirle hablar contigo.

Voz narrativa 3: Deméter acudió con Helios.

Helios: Veo los campos abandonados, señora Deméter. Sin tus cuidados mis rayos

requeman a las plantas y los arroyos cambian de curso como les viene en gana. La tierra es

un páramo desierto sin ti, gran diosa.

Deméter: No dispongo de tiempo para cuidar los campos, divino Helios. Busco a mi hija, la

más bella y bondadosa de las creaturas. Ella desapareció bajo tu luz. ¿Acaso no viste cómo

ocurrió, quién se ha llevado a Perséfone?

Helios: Sí que presencié su rapto. Nada pude hacer al respecto.

Deméter: ¿Nada pudiste hacer? ¿Una joven inocente fue raptada a plena luz y nada

pudiste hacer?

Helios: Hay en el universo fuerzas inmensas, más grandes que la mía. Sé quién ha raptado

a tu hija. Y sé también que probablemente ella no volverá.

Deméter: Dime quién ha osado extender su mano para tocar a mi hija, que yo me

encargaré de hacerla regresar, aunque tenga que enfrentar sola a todos los dioses.

Helios: Tu hija fue raptada por Hades. Nada puedes hacer contra él sin la ayuda de Zeus y

quizá algunos otros dioses.

Voz narrativa 1: Los aterrorizados gritos de la diosa cimbraron al monte Olimpo. La tierra

entera se volvió más árida y reseca ante el dolor de Deméter.

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Deméter: Bajaré a los infiernos yo sola. Cruzaré a nado la Laguna Estigia. Me enfrentaré a

su perro Cerbero, no temo a sus tres cabezas. Hablaré con Hades. Lo obligaré a restituir mi

tesoro.

Rea: Nadie ha hecho eso nunca. Hades es tan poderoso como Zeus y Poseidón.

Hécate: Amarga llorarás a tu hija, pero de algún modo la podrás tener contigo.

Helios: No podremos hacer nada más por ti. Parte con suerte, poderosa Deméter.

Voz narrativa 2: Mientras eso ocurría, en el Olimpo, Zeus se extraña de que la diosa no

hubiera acudido a suplicar su ayuda.

Zeus: La actitud arrogante de Deméter me enfurece.

Afrodita: Sin embargo, también te entristece el declive de la tierra. Hasta Poseidón se ha

quejado de que las corrientes marinas comienzan a desobedecerlo.

Zeus: En verdad subestimé el poder de Deméter.

Afrodita: Nada puedes hacer contra ella después de haber permitido que le arrebataran lo

que más amaba. Su amor de madre le confiere nuevas fuerzas cada vez. Sin embargo,

podrías convencer a Hades de que devuelva a la chica.

Zeus: ¿Y darle la razón a Deméter, la arrogante?

Afrodita: O la raza humana se extinguirá y no tendrás propósito en tu divina existencia.

Sin la adoración de las mujeres y los hombres los dioses no seremos nada.

Zeus: Estamos condicionados por la naturaleza, Afrodita. Por cierto, ¿has hecho tu trabajo

con esa niña?

Afrodita: No ha sido necesario. Hades, el oscuro, el temible, ha sabido ganarse el afecto

de Perséfone.

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Voz narrativa 3: En el inframundo, Deméter se enfrentó a las aguas pantanosas de la

Laguna Estigia. Presa de la rabia ha pisoteado a las serpientes de Hades y hecho huir al

perro de tres cabezas. Con sus propias manos arrancó las puertas de la gruta donde vive el

dios de los infiernos.

Deméter: Nada podría detenerme. No hay lugar a donde no pueda llegar para rescatar a

mi hija. ¡Devuélveme a Perséfone!

Hades: Bienvenida. Eres más fuerte que cualquier otro ser que yo haya conocido. Sabes

que salir de aquí te demandará un esfuerzo equivalente a lo que ya has padecido para

llegar hasta mi presencia.

Deméter: Antes conocí sólo el amor y la dicha. Ahora, gracias a ti, conozco también la

ausencia de miedo. ¿Dónde tienes a mi hija? ¡Perséfone!

Hades: La he hecho mi esposa. Perdón por no invitarte a la boda. Reina ahora conmigo en

la geografía de los infiernos. ¿Te consolará saber que no es sólo mi consorte, sino también

diosa con mis mismos poderes? Ah, la igualdad entre los géneros, se hablará de ello en el

futuro. Mientras tanto, Perséfone reinará aquí, como mi igual, por toda la eternidad.

Deméter: Es una niña inocente. ¿Cómo puedes mantenerla aquí contra su voluntad?

Hades: No está contra su voluntad. ¿Puedes creer si te digo que la amo? Ahora ella me

ama también.

Deméter: Tendrás que matarme para quedarte con ella. Y aún muerta seguiría luchando.

Mentiroso, embaucador.

Hades: Nada ganas con insultarme. Y si estás aquí, mi querida suegra, es que ya estás

muerta. Con que...

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Zeus: Con que deberás permitir que Perséfone regrese con su madre.

Hades: ¡Zeus, qué sorpresa! No tenía noticias tuyas desde que juntos matamos a nuestro

padre. No entiendo de dónde te ha surgido ese amor por las familias.

Zeus: Debiste haber pedido la mano de la niña a su madre, como hicieron los demás

dioses.

Hades: A mí, más que los otros me la habría negado. Ya sabes, no tengo tan buena

reputación como tu hijo Apolo.

Deméter: Y la raptaste sin importarte en absoluto mi dolor de madre.

Zeus: La tierra está abandonada. Las plantas han dejado de dar flores y frutos. No puedo

permitir que los seres humanos perezcan por mantener a Deméter ocupada en estos

asuntos. Debemos llegar a un acuerdo.

Hades: ¿Debemos? ¿Quiénes?

Zeus: Todos los dioses. Ya me viste acabar con Cronos, nuestro padre, sabes que

encontraría los medios para conjurar tu poder y abrir estas cavernas a la luz del día. Allá

arriba hay varios dioses a quienes les encantaría verte destruido.

Hades: Si consiento no será por miedo. Pero debes saber, oh, gran diosa Deméter, que me

es imposible abandonar por completo a tu hija.

Deméter: Preguntémosle a ella. Que ella sea quien decida.

Zeus: Supongo que no temes que ella tome sus propias decisiones.

Voz narrativa 1: Hicieron venir a Perséfone. Lucía distinta. Más bella y oscura.

Perséfone: Madre, tú dijiste siempre que yo elegiría a mi marido. Pues he elegido.

Deméter: Pero te apartó de mí contra tu voluntad, seguramente con engaños.

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Perséfone: Cierto. Sin embargo no puedo separarme para siempre de él. Allá arriba yo te

ayudo a hacer brotar el verdor, aquí abajo encuentro la manera de paliar el sufrimiento de

los que mueren sin conciencia. Madre, permite que me quede aquí una parte del año y la

otra que suba a disfrutar la vida contigo.

Zeus: Es una chica lista, sin duda.

Hades: ¿Harías eso por mi?

Perséfone: Sólo si me prometes que no interferirás en el trabajo de mi madre.

Zeus: Nunca recomiendo negociar con las mujeres.

Hades: Porque eres un dios patriarcal y anticuado.

Voz narrativa 2: Fue así como surgió la primavera y el buen tiempo.

Voz narrativa 3: Cuando el clima es favorable, y la naturaleza resurge, es porque

Perséfone acompaña a su madre.

Voz narrativa 1: Y cuando hace frío y parece que la vida se detiene, es cuando está

reinando en el inframundo, al lado de Hades, como su igual.

Zeus: Esa es la parte de la historia que menos me gusta. En fin, pasarán algunos milenios

para que esta parte de la narración se entienda.

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