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Literatura Infantil y Juvenil
Literatura Infantil y Juvenil
Entrelazando estas cuestiones, esta última clase del bloque nos lleva a considerar una
esfera particular: la literatura infantil. María Elena Leiza de Almada y María
Dolores Duarte nos introducen en la historia de constitución de este campo hasta
llegar a la actualidad, particularmente y dada su intensa trayectoria, a través de ejemplos
del caso argentino.
Esta última clase del bloque resulta, entonces, una invitación a reflexionar acerca de
diferentes cuestiones: ¿cuál es la idea dominante acerca de la infancia y lo infantil y
cómo estas ideas inciden en la constitución de este campo? ¿Cuáles son las
vinculaciones entre la literatura infantil y la literatura a secas? ¿En qué medida estas
perspectivas orientan las acciones que se llevan a cabo en la promoción de la lectura y
en su enseñanza?
En este recorrido acerca de la constitución del campo, las autoras se refieren a múltiples
títulos y autores, que nos traerán a la memoria nuestras propias lecturas de infancia y las
que hemos realizado como docentes o padres. ¿Quién no recorrió el bosque de la mano
de Caperucita, sabiendo que, ineludiblemente, se encontraría con él al final del camino?
¿Quién no siente, casi en la propia piel, las ataduras de Gulliver maniatado por los
liliputienses? ¿Cuántos de nosotros recordamos un verano varados en la isla de
Robinson, buscando los indicios de un barco que nos rescataría del aislamiento y
deseando (desesperadamente) que ese barco no llegara, para quedarnos allí un día más?
¿A cuántos no nos acecha el vértigo del pozo en que caímos junto con Alicia, el temor de
acudir al espejo para ver si era cierto que la nariz crecía, el placer y la angustia de no
despertarnos hasta después de cien años? ¿O la memoria de paladear los reveses de un
Reino del Revés o la gula de degustar una casita de chocolate? Y, sobre todo, ¿por qué
creemos que esas lecturas siguen siendo hoy posibles o necesarias u obsoletas? ¿Y
cuáles otras lo son, ya que los niños que fuimos no son los niños que son?
A lo largo de esta clase, entonces, los invitamos a recorrer esos mundos que los adultos
han pensado para los niños (y no solo para los niños; o mejor, no siempre para los niños)
y reflexionar acerca de en qué medida la escuela debería ser (o es) el espacio en el que
ese encuentro deba darse, en relación con la enseñanza y el aprendizae de otros saberes.
Los colores, juegos y mundos mágicos que nos devuelven las pinturas del uruguayo
Carlos Páez Vilaró nos ayudan a pensar ese posible encuentro.
Introducción
La literatura infantil argentina se ha constituido como un espacio cultural complejo
producto de tensiones y mestizajes que se asientan en las relaciones entre los adultos
-que detentan una gran porción de poder- frente al mundo de la niñez.
El concepto de niñez puede ser perturbador para cualquier adulto, tanto si se ve la niñez
como “lapso de vida irrecuperable” como si se la percibe desde la idealización, o como
la etapa vital en la que se forma a los futuros adultos… Lo cierto es que en la
concepción de este estadio se entrecruzan diferentes posturas y viven algunas de las
ideas más persistentes que rigen en la sociedad.
Pero fuese cual fuere el concepto de niñez que la sociedad ha construido, subyace al
mismo la idea de literatura infantil, la idea de ciertas lecturas escritas exclusivamente
“para los niños”. Pero, ¿qué se quiere decir concretamente cuando se usa un sintagma
compuesto -“literatura infantil”- para designar tal producción cultural?; ¿por qué la
literatura, en este caso, lleva adherido el adjetivo que define a su destinatario empírico?
Esto invita a replantearnos el concepto de infancia como un concepto en permanente
reformulación de parte de cada generación y que tampoco es homogéneo al interior de la
propia sociedad. Está claro que no es lo mismo la infancia urbana de clase media que la
infancia campesina; tampoco es equiparable la infancia que habita las villas de
emergencia con nuestra propia e intransferible experiencia de haber sido niños. Si
convenimos en que ni “literatura” ni “infancia” son conceptos simples, podremos
entender que existen ciertas complejidades para conceptualizar la literatura destinada a
los niños.
Y para complejizar aún más el inicio de la producción literaria para los chicos, digamos
que en sus comienzos se superpuso el maridaje -grato a sociedades etnocéntricas- entre
“mente primitiva” e infancia. Ambas concebidas como reinos de la ignorancia, pero
también de la pureza perdida, de la inocencia prístina, de cierto “estado de gracia” que
había que proteger, aleccionar y cuidar para asegurar una sociedad mejor y un futuro
más promisorio para la humanidad. De ahí que la literatura oral, folklórica,
tradicional está unida al surgimiento de la LI, y también la imposición de “formar y
aleccionar”. Ese aspecto didáctico formativo la acompaña hasta bien entrado el siglo XX
y, si bien a fines de los 60’ se operan cambios importantes como luego veremos, la
necesidad de “formar” en valores sigue rondando aún hoy –y a veces sometiendo- a la
literatura infantil al imperio del deber ser.
I. Los inicios
La literatura anónima, de transmisión oral, que está enraizada desde siempre con la
literatura infantil, forma parte del discurso folklórico, el cual se comenzó a estudiar
como objeto científico en el siglo XIX. Fue el romanticismo el que propició la búsqueda
de las raíces nacionales de los pueblos europeos y fue su mirada valorativa la que
influyó sobre el nacimiento del folklore como ciencia. A la vez, esto posibilitó el
surgimiento del interés por la recolección de los cuentos populares y su posterior
clasificación. Esos relatos habían vivido siglos en el imaginario popular y en la oralidad,
habían sido compartidos por adultos y niños en la Edad Media y, con posterioridad,
habían sido reelaborados en colecciones como las de Straparola (1550) o Giambattista
Basile (1634). Y junto con los textos de la literatura de cordel fue perfilando a través de
los siglos el libro para chicos.
Como vemos, esta unión entre lo popular y lo infantil ha tenido una vida larga y
fructífera en Occidente. Textos que son considerados la quintaesencia de lo infantil
tienen raíz en el folklore popular: Caperucita Roja, El gato con botas, Aladino y la
lámpara maravillosa, La bella y la bestia o Blancanieves son apenas unos pocos
ejemplos de esa unión que ha sido mantenida primero por la memoria colectiva, luego
reforzada por la imprenta, y más tarde por los medios audiovisuales que abrevan en
ellos: así, los dibujos animados y la infinidad de películas que vuelven a narrar siempre
estas viejas historias que conserva la humanidad. Da buena cuenta de ello la factoría
Disney y su interminable galería de adaptaciones de cuentos maravillosos.
Doble
gato, 1975
II. Un breve recorrido desde el siglo XVII
al XIX
Es Charles Perrault con sus Cuentos de mi madre la oca (1697) uno de los autores que
aparecerá siempre ligado al mundo infantil, más allá de que nunca se propuso escribir
para la infancia. Hombre de su siglo, embarcado en la polémica de "antiguos "y
"modernos", es uno de los primeros en reescribir con acierto las historias populares
dotándolas de una atmósfera refinada que las aleja del relato oral popular y las acerca a
los gustos de la corte de Luis XIV.
Sin duda, con independencia de estos matices, los cuentos de Perrault marcaron un
camino que sería largamente recorrido en el siglo XVIII. Con él se inicia la llamada
"literatura de preceptores" dedicada a la formación de los jóvenes de la nobleza y
producida por escritores de renombre. Así las Fábulas de Jean La Fontaine, las Fábulas
Morales de Félix Samaniego, las Fábulas Literarias de Tomás Iriarte y El almacén de los
niños de Madame de Beaumont. Todos ellos buenos ejemplos de textos bien escritos
pensados para vehiculizar la inculcación moral y que utilizaban la literatura como
envoltura de ese contenido que así resultaba más tolerable.
El siglo XVIII traerá dos autores cuyas obras serán hechas suyas por los lectores
jóvenes: el anglo irlandés Jonathan Swift con Los viajes de Gulliver (1726) y el inglés
Daniel Defoe con su Robinson Crusoe (1719).
El primer texto -una novela-, representa una sátira feroz contra la sociedad de su tiempo
y por extensión contra el género humano; sin embargo, se constituyó en una lectura
frecuentada por los jóvenes, particularmente el pasaje en el que Gulliver visita el país de
Liliput -del cual es expulsado- y también su visita al país de Brobdingnag, el reino de los
gigantes.
Por su parte, el siglo XIX es prolífico en obras para la infancia, comenzando con la más
famosa recopilación/adaptación de cuentos folklóricos que corresponde a los alemanes
Jacobo y Guillermo Grimm, los Cuentos para los niños y el hogar (1812).
El inglés Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas (1865) propone sin duda
uno de los desafíos mayores a la lógica causalística del mundo cotidiano ya que toda su
estructura responde al nonsense o disparate, a una lógica de lo onírico donde las cosas,
los animales, las relaciones son cambiantes, arbitrarias, en un permanente fluir de
contradicciones. En ese mundo lleno de personajes inolvidables y extraños, Alicia lucha
por entender, por relacionarse o por imponerse, pero su lógica diurna y victoriana nada
puede contra la locura del Gato de Chesire, lo absurdo de la vida del Sombrero Loco o la
implacable lógica de Humpty Dumpty. El poder liberador del lenguaje construye un
mundo en el que las cosas son esencialmente distintas y donde los nobles o la propia
reina no pasan de ser un manojo de barajas.
Cuarto de
juguetes, 1956
Hay más autores. El dinamarqués Hans Christian Andersen con sus Cuentos (1835), el
escosés Roberto Louis Stevenson y La isla del tesoro (1883), el francés Julio Verne -De
la tierra a la luna (1865), La vuelta al mundo en 80 días (1873), Viaje al centro de la
tierra (1864)...- son apenas algunos de los más importantes autores de aquel momento
histórico.
Creemos que el certero análisis que realiza nuestro colega español nos exime de abundar
en argumentos sobre este punto; nos interesa entonces describir los rasgos que
diferencian la literatura infantil como producto cultural.
Maní, 1957
Nos parece interesante discutir aquí el concepto de "utilidad" que se le asigna a esta
literatura partiendo de las afirmaciones de Teresa Colomer:
"La primera reflexión que vale la pena llevar a cabo ante el fenómeno
cultural de la literatura infantil y juvenil es pensar para qué sirve. La
respuesta no ha sido la misma a lo largo de su historia, o al menos no
con el mismo acento en uno u otro de sus objetivos. Ello ha
condicionado, y condiciona también en la actualidad, la actitud de los
adultos que se encargan de producir este tipo de libros y ofrecerlos a
los niños y adolescentes. Podemos dividir en tres las funciones que
cumple la literatura infantil y juvenil: iniciar el acceso a la
representación de la realidad ofrecida a través de la literatura y
compartida por una sociedad determinada; desarrollar el aprendizaje
de las formas narrativas, poéticas y dramáticas a través de las cuales se
vehicula el discurso literario, y ofrecer una representación articulada
del mundo como un instrumento de socialización de las nuevas
generaciones."
Sin embargo, nosotros creemos que estos señalamientos son parciales ya que si la
literatura infantil y juvenil tiene una función predominante es la de ayudar a la
construcción de sentidos del mundo, y que, en tanto integrante de la serie del arte, abre
la posibilidad de entender para transformar la realidad.
Bajo esta concepción el texto incluía -dentro del mundo ficcional y subordinado al
discurso estético- la preocupación por acercar algunos saberes y por transmitir valores
considerados socialmente positivos.
IV. El paradigma del "enseñar deleitando"
Dentro del mismo reconocemos a Horacio Quiroga, a José S. Tallón, a Enrique Banchs y
a Javier Villafañe, entre otros.
El primer libro escrito para chicos en el país pertenece a Horacio Quiroga que lo pensó
para sus propios hijos: Cuentos de la Selva (1918). Estos relatos enmarcados en el
ambiente selvático de Misiones presentan la convivencia del hombre con los animales,
sus conflictos pero también los profundos lazos que la solidaridad teje en esas vidas
entre el humano y los animales (estos cuentos aún son leídos y gustados por los chicos
en el ámbito de las escuelas).
En la década del '20 aparece el primer escritor de lírica para los chicos, José Sebastián
Tallon, poeta cuyas dos únicas obras -La garganta del sapo (1925) y Las torres de
Nûremberg (1927)- le bastaron para perdurar en el corazón y en la memoria de muchas
generaciones de argentinos. Tallon, que siempre estuvo cerca del grupo de Boedo,
recoge en algunas de sus poesías la denuncia sobre la injusticia social que afectaba a los
niños pobres de su momento histórico.
Poco más tarde, en las décadas siguientes, aparecen otros autores de relevancia. Javier
Villafañe, extraordinario titiritero, poeta y narrador surge con una obra extensa y
bellísima, entre la que mencionaremos Teatro de títeres (1943), El gallo pinto (1944),
Cuentos y leyendas (1945). Villafañe pudo crear no solo una obra polifacética, sino que
también recoge de sus andanzas por Latinoamérica las voces de la infancia recreando el
folklore de sus respectivas comunidades.
Además de estos autores de reconocida valía y cuyos textos aún pueden ser leídos por
los chicos actuales pese a haber sido escritos en contextos socio-históricos diferentes,
debemos mencionar a otros que inscribieron sus producciones en la órbita de la
enseñanza. Por ejemplo, Constancio C. Vigil cuyos textos gozaron de gran
popularidad entre los años '40 y '50; Martha Salotti y su Patito Coletón, de gran
difusión/circulación en todos los jardines de infantes argentinos; Germán Berdiales, un
autor netamente `escolar´ y con una nutrida producción totalmente alejada de lo que hoy
se entiende por literatura. Cabe para estos autores y sus obras la expresión con que
define María Adelia Díaz Rönner el fenómeno presente en ellos y otros autores
similares: "la literatura traicionada". Es que son ejemplos claros de cuando se escribe
para adoctrinar o de uso de la literatura -aunque diste de serlo- al servicio de la
didáctica.
Pero paralelamente, por estos años, otras lecturas sin anuencia ni permiso escolar
transitaban por los hogares. Eran obras prevenientes del mundo europeo o
norteamericano, traducciones y adaptaciones que leían las clases favorecidas en los
tomos de El tesoro de la juventud y en los libritos de Callejas y de la editorial Tor las
clases populares.
El domador,
1956
Como se lee en la intervención del Estado que tan entusiastamente recibe el autor del
prólogo citado, subyacen tensiones y posturas ideológicas que determinaron la
circulación de algunos autores y el silenciamiento de otros ignorando diferentes
recorridos posibles de lectura como, por ejemplo, algunas de las obras que mencionamos
integrando el paradigma del "enseñar deleitando" que nunca entraron en la propuesta
ministerial porque, de hecho, y tal como lo afirma el Dr. Bombini:
Pero el gran cambio se opera a fines de los '60 con la irrupción de María Elena Walsh.
Sus primeros textos ponen en crisis el paradigma del enseñar deleitando ya que sitúan a
la infancia en el lugar del juego y del absurdo. Por primera vez en la literatura de nuestro
país un autor se ubica desde otro lugar para la producción infantil: los mundos
cotidianos se fusionan con los mágicos, se manifiesta sin trabas el absurdo, se propicia
fuertemente la renovación del lenguaje; la poesía, desde la fórmula de los limericks,
adquiere una nueva dimensión. Pero sobre todo esta literatura desconoce todo afán
formativo y solo se ocupa por la inmersión gozosa y despreocupada del lector en el
discurso literario.
Pronto, la literatura infantil gana un nuevo espacio con la aparición de las colecciones
del Centro Editor de América Latina: Los cuentos de Polidoro, colección dirigida por
Beatriz Ferro y poco más tarde la de Los cuentos del Chiribitil abren las puertas a una
nueva generación de narradores e ilustradores, algunos de los cuales ya fueron
mencionados: Graciela Montes, Graciela Cabal, Ana María Ramb entre los primeros, y
los ilustradores Ayax Barnes, Julia Díaz y Tabaré.
Jimena,
1996
Sí, en cierto modo, sí. También estuvo María Luisa Robledo que
había sido alumna mía en la facultad. Hubo seminaristas
invitados; los creamos así. De todos los nombres no me acuerdo,
pero había gente de Mendoza, del Chaco, vinieron de todo el
país...Varios de entonces. Laura Devetach, que había sido alumna
nuestra en la facultad, Gustavo Roldán, su marido, Susana
Itzcovich, a quien ya conocíamos de Buenos Aires... Como ves,
gente que hoy es muy importante en el campo, son escritores o
críticos e investigadores de primer nivel."
VI. Los autores
Gradualmente se constituyó una narrativa predominantemente urbana, centrada en lo
fantástico y maravilloso, lo humorístico, junto con una nutrida reescritura de cuentos
folklóricos, y la voluntad de difundir las especies folklóricas breves como adivinanzas,
coplas y colmos. En menor cantidad -de obras y de autores- aparece una nueva poesía
mientras que el teatro es el género que tiene en estos tiempos menor cantidad de
productores.
El
monopatín, 1996
En cuanto al campo
literario podemos señalar que la mayoría de los autores de los '80 continuaron
publicando, evolucionando y abriendo fronteras nuevas en sus discursos; a ellos se
sumaron otros interesantes escritores: Pablo De Santis, Marcelo Birmajer, Esteban
Valentino, Liliana Bodoc, Luis María Pescetti, Sergio Aguirre, por ejemplo. La mayoría
de ellos escriben lo que se denomina "literatura juvenil", literatura que poco a poco
va consolidando su espacio aunque en su andar debe reeditar algunos de los debates
planteados oportunamente respecto de la literatura infantil.
VII. Las tensiones del campo y sus
debates
La literatura infantil y juvenil ha recorrido hasta hoy un camino muy interesante. Desde
su surgimiento en la década del '20 hasta la actualidad existen debates al interior del
campo y otros que deberían plantearse si se quiere consolidar este lugar apasionante
donde se juegan posiciones económicas, ideológicas, estéticas y culturales que merecen
ser analizadas dentro de la dialéctica interna y relacional propia del campo.
Desde esa posición dialéctica creemos que debe seguir debatiéndose el concepto mismo
de literatura infantil en Argentina, lo cual no significa reeditar la pregunta grata a las
décadas pasadas referidas a la existencia o no de la literatura infantil. Hoy el contexto es
otro, y los debates también deberían serlo. Posiblemente habría que discutir -ya que el
didactismo ha perdido la batalla y el paradigma del "enseñar deleitando" ha quedado
sólo en la historia de la literatura infantil-, cuáles son los riesgos que corre el paradigma
que logró "la autonomía del discurso literario."
Teniendo en cuenta que somos una sociedad diversa nos planteamos cómo volver más
polifónico el discurso de la literatura infantil en el sentido de dar mayor cabida a los
imaginarios de los pueblos americanos, por ejemplo. Porque, si bien podemos rastrear y
reconocer la narrativa popular folklórica, esta producción es básicamente de raíz
europea. No está mal que nuestros chicos lean acerca de la guerra de Troya, o los
cuentos de los Grimm, ya que son parte de la herencia cultural de Occidente, pero sería
mucho mejor si también supieran acerca del Popol Vuh, o leyeran mitología tehuelche
o guaranítica. Sabemos que ha existido un silenciamiento sistemático de estos discursos,
una mirada distorsionada y prejuiciosa que los ha presentado como meros exponentes
del pasado cuando en realidad son constituyentes actuales de lo que somos como cultura
argentina y latinoamericana, viva y actual.
Otro debate que deberá encarar la literatura infantil y juvenil es la relación entre ella
misma y la escuela como institución. Este debate está abierto, aparece en los congresos
y reuniones de especialistas en literatura infantil y juvenil y abarca una gama de
aspectos: la selección de textos, la formación de los mediadores docentes y, sobre todo,
el tratamiento que la didáctica brinda a la literatura. De igual forma, un debate que no se
está encarando es el referido a la alfabetización, la enseñanza de la lectura en general y
de la lectura de la literatura en particular, posiblemente porque para llevarlo a cabo
deben participan variados actores: sociólogos, psicólogos, escritores, didactas,
bibliotecarios, docentes y funcionarios de la educación.
Porque la literatura nació con el primer narrador que inventó una historia, quizás para
deslumbrar a sus oyentes. Quizás simplemente porque mientras duran las historias, los
seres humanos trampeamos al tiempo implacable y, como Sherazada, le sacamos crédito
a la vida, o sea, postergamos por un rato el final.
Coda
Las experiencias socioculturales que se viven en las dos primeras décadas de la vida
humana tienen una persistencia y una espesura que no logran los acercamientos
posteriores. Así como la desnutrición deja marcas insalvables en la constitución de la
persona, la pobreza simbólica también lo hace. Por eso la lectura literaria es importante,
porque deja marcas persistentes e invisibles en los seres humanos. Por ello debemos
como sociedad preguntarnos: ¿favorecemos el acercamiento placentero a los chicos y los
libros?, ¿tienen los chicos igual facilidad de acceso al arte que a la televisión?, ¿cuántos
de nuestros chicos han visto una verdadera obra de títeres o de teatro?, ¿cuántos
docentes leen sistemática y apasionadamente a sus alumnos uno y otro día en los
millones de aulas del país? En las concretas respuestas a interrogantes similares, en los
actos que cotidianamente se realizan o no, se está jugando silenciosa y efectivamente lo
que seremos como sociedad en las próximas décadas.
Cierre
Hasta aquí, un recorrido por los principales temas y debates en torno a la literatura
infantil y juvenil. Sin duda, destejer la historia de estas manifestaciones literarias nos
brinda la posibilidad de significar las valiosas y desafiantes preguntas que, al final de la
clase, nos plantean sus autoras. Preguntas que interrogan nuestro hacer como
mediadores de la lectura, particularmente literaria, contextualizándolo en un tema más
amplio y complejo en estos tiempos: la posibilidad de dar a nuestros alumnos un lugar
propio en la cultura y en la sociedad.
El primer artículo, de Michel Tournier, relata las desventuras de este autor desde el
momento en que descubre que -sin proponérselo- había escrito un libro para niños. En su
intento de publicarlo se enfrenta a los condicionamientos y restricciones del género en lo
que respecta a las políticas editoriales y educativas que lo atraviesan. De modo que
Tournier presenta en este breve pero fecundo texto los puntos álgidos de las discusiones
que aún merecen atención en el ámbito de los estudios literarios y culturales.
Por otra parte, Graciela Montes echa luz en su conferencia sobre las encrucijadas y
las silenciosas decisiones que todos los días llevamos adelante habitando nuestro
"mundo globalizado". Cruzar la frontera que separa lo conocido de lo extraño, dejar la
puerta de casa y animarnos a entrar en la espesura del bosque, aprender a jugar el juego
del explorador, se vuelven tareas insoslayables para resistir lo que Montes denomina "el
juego del conquistador", esto es, la lógica implacable de exclusión de la diferencia que
rige en la actualidad las relaciones sociales, políticas y culturales en el mundo entero y
de la cual el campo de la literatura infantil -con los distintos agentes que en él
intervienen- no queda de ningún modo exento.
BOURDIEU, Pierre (1995) Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo
literario. Barcelona, Anagrama.
DÍAZ RÖNNER, María Adelia (1998) Cara y cruz de la literatura infantil. Buenos
Aires, Libros del Quirquincho.
DOMINGUEZ COLAVITA, Federica (1990) Teoría del Cuento infantil. Buenos Aires,
Plus Ultra.
GOMEZ REDONDO, Fernando (1996) La crítica literaria del siglo XX. Madrid, Edaf.
GUTIERREZ, Alicia (1994) Pierre Bourdieu: las prácticas sociales. Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina.
MIGNOLO, Walter (1978) Elementos para una teoría del texto literario. Barcelona,
Crítica.
POZUELO YVANCOS, José María (1989) Teoría del lenguaje literario. Madrid,
Cátedra.
REISZ DE RIVAROLA, Susana (1989) Teoría y análisis del texto literario. Buenos
Aires, Hachette.
ROJAS SORIANO, Raúl (1997) Investigación Social. Teoría y praxis. México, Plaza y
Valdés.
SEPPIA, Ofelia y otras (2001) Entre libros y lectores I: El texto literario. Buenos Aires,
Lugar.
SORIANO, Marc (1995) La literatura para niños y jóvenes. Buenos Aires, Colihue.
SEPPIA, Ofelia y otras (2001) Entre Libros y lectores I. El texto literario. Buenos Aires,
Lugar.
En este libro se aborda el texto literario y se sienta una sólida postura frente a la
promoción de la lectura y la promoción de lectores independientes. Se analiza la
desvalorización de la lectura y la dificultad de acceso a los bienes culturales por gran
parte de la sociedad. Las autoras -entre las que se incluyen las de nuestra clase- exponen
distintas teorías acerca de la literatura infantil y se analizan textos narrativos y poéticos,
poniendo en tela de juicio a los presuntos textos literarios, como un alerta al lector
desprevenido.
DÍAZ RÖNNER, María Adelia (1998) Cara y cruz de la literatura infantil. Buenos
Aires, Libros del Quirquincho.
Este libro, publicado por primera vez en la década del `80, se propone aún y todavía
poner sobre el tapete las modulaciones propias de un debate vital: la literatura destinada
a los niños. Adelanta en este sentido categorías teórico-descriptivas que permiten
construir un diagnóstico, conocer el estado de las cosas y comprometen a su vez al lector
a posicionarse al respecto. Díaz Rönner, clara y enfática, reclama la autonomización de
la práctica literaria frente a ciertas imposiciones de la cultura escolar que en cierto modo
acaban por desdibujar el objeto en cuestión. Cara y Cruz se trata, por otra parte, de un
libro de crítica literaria y por eso incluye en la segunda parte "Textografías", una rica
recopilación de reseñas bibliográficas.
MACHADO, Ana María (2004) Clásicos, niños y jóvenes. Buenos Aires, Norma.
Clásicos, niños y jóvenes es un libro que parte de la base de que la infancia es una etapa
de lucidez. Insiste en la importancia de ofrecer a los niños un primer encuentro con las
obras clásicas de la Literatura Universal a la medida de su comprensión y sin importar
que dicho contacto sea a través de versiones y adaptaciones. Este libro es a la vez una
profunda y apasionada reivindicación de la lectura, de la riqueza del acervo literario de
la cultura occidental y de las huellas conocidas e inconscientes que estas obras clásicas
han dejado en todos nosotros, que somos sus herederos. Este libro está dirigido a
docentes, padres y todo tipo de investigadores, interesados en ofrecer una cultura más
amplia a sus hijos, alumnos y a los niños sobre los que en general tienen influencia. No
es un libro complejo, sino un texto que comunica una idea sencilla, en un tono sencillo y
de fácil lectura para todos, a través de una gran variedad de ejemplos literarios e
información indispensable para todo aquel que tenga interés en el mundo de los libros
para niños.
Imaginariahttp://www.imaginaria.com.ar/
Imaginaria es, por un lado, un boletín quincenal que se distribuye gratuitamente por
mail, con información sobre el mundo de la literatura infantil y juvenil. Por otro lado, es
también una revista en la Web, con el contenido del boletín ampliado y desarrollado,
sumado al archivo de todos los boletines anteriores, de manera que va creando un cuerpo
de información siempre creciente y de enorme utilidad para los adultos interesados en la
literatura infantil. Reúne reseñas de libros, información sobre autores, publicaciones,
eventos, artículos, links a sitios relacionados de la Web, relatos de experiencias
realizadas, etc. Imaginaria es llevada adelante en Buenos Aires por los especialistas
Roberto Sotelo y Eduardo Abel Jiménez; y si bien una parte apreciable del material
publicado se refiere a producciones y eventos argentinos, no obstante el sitio se esfuerza
por incluir el mayor porcentaje posible de materiales e informaciones de otros países
hispanoparlantes.
IBBYhttp://www.ibby.org/
Babarhttp://revistababar.com/
Babar es originariamente una revista impresa española que nació en 1989 como una
experiencia de animación lectora en un colegio de EGB de Arganda del Rey, de manos
de Antonio Ventura y su grupo de alumnos. Con el paso del tiempo, la revista se fue
profesionalizando cada vez más, y lo que en un principio no era sino una actividad
extraescolar fue difundiéndose y ampliándose hasta llegar a convertirse en el año 2000
en lo que es hoy, un portal especializado en literatura infantil y juvenil con difusión
internacional. Provee a sus lectores de contenidos constantemente actualizados, así como
un gran archivo de artículos y entrevistas aparecidos en números impresos de la revista.
Ricochethttp://www.ricochet-jeunes.org/es/
Ricochet ofrece una de las más importantes bases de datos sobre la literatura infantil y
juvenil. Incluye una lista de clásicos de la literatura mundial, los principales autores e
ilustradores, una agenda de direcciones destacables en el mundo del libro infantil y
juvenil. También se interesa por la creación: propone exposiciones virtuales de jóvenes
ilustradores, textos en línea de jóvenes en forma de taller de escritura, una lista de
difusión que engloba al libro infantil y juvenil y a todo lo relacionado con la cultura de
los jóvenes. Constituye, por otro lado, un puesto de observación sobre las producciones
europeas para la juventud y permite seguir las evoluciones y las principales tendencias
de la cultura para jóvenes. Ofrece puntos de referencia, opiniones y críticas. También
permite eventualmente orientar una investigación temática.
Para adentrarse en el sorpresivo y sugerente ámbito de la ilustración de textos
infantiles, les sugerimos:
Cuatrogatoshttp://www.cuatrogatos.org/archivogaleria.html
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