Está en la página 1de 9

MASCULINIDAD TÓXICA: LAS EMOCIONES NEGATIVAS

EN EL ESTEREOTIPO MACHISTA

TOXIC MASCULINITY: NEGATIVE EMOTIONS ON THE MACHO'S STEREOTYPE

Valladares Sánchez Diana Carolina

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Facultad de Psicología – Proyecto de Investigación
Junio 2018

Resumen

Si bien es cierto que los roles de género funcionan como una guía comportamental y de formación en la
sociedad, también es justo apuntar que se han caracterizado por ser limitativas, incompletas, parciales
e impositivas, mellando el propósito inicial de desarrollo.

La competitividad, la fortaleza y la perseverancia son características que han llevado al ser


humano a colocarse en el tope de la cadena alimenticia, impulsando el desarrollo social, sin embargo el
costo ha sido una crisis de identidad en lo mas esencial del varón que ha desembocado en una sociedad
patológica y desigual que objetiza a sus integrantes en pos de el éxito de unos pocos. Nos ha privado,
tanto a hombres como mujeres, de la felicidad primordial que entendemos como la plenitud de ser lo
que somos sin señalamientos ni exigencias que atenten contra nuestra tranquilidad. El ideal del
“hombre de verdad” es una mentira que le ha costado cara a la especie.

Dicho lo anterior, este ensayo tiene como propósito evidenciar estos estereotipos y como han
propiciado el odio, la violencia, la discriminación y la desigualdad en cada estrato que conforma
nuestra sociedad. Estos estereotipos dominantes sobre lo femenino y lo masculino se han edificado en
la dualidad de lo irreconciliable y totalmente opuesto, dando características cardinales y secundarias en
las que la femineidad se asocia a la discapacidad, inferioridad, irracionalidad, fragilidad, pasividad,
sensibilidad y subjetividad; mientras que la masculinidad tiene por estandarte la capacidad,
superioridad, racionalidad, fortaleza, actividad, dureza y objetividad , dando como resultado que sea
igualmente perjudicial para un grupo como para el otro

Palabras clave: Identidad, Género, Masculinidad tóxica, Psicología, Emociones Negativas

Planteamiento del Problema:

LA CONFUSIÓN ENTRE VIRILIDAD Y MACHISMO

“¿Por qué romper nuestras cadenas cuando podemos, simplemente,


comparar sus eslabones? ¿Por qué salirnos de la caja cuando tiene
imágenes tan masculinas en todo su contorno?”
(Guante, 10 respuestas a la frase “hazte hombrecito” ,2013)

El varón ha sido el epitome de las sociedades como las conocemos, pero no ha sido de forma
accidental ni de forma gratuita, ya que la selección de este referente se rigen por términos y
condiciones bastante específicos. La Masculinidad hegemónica es descrita por el GENDES como una
serie de estructuras sociales, ideológicas, políticas, económicas y familiares que regulan relaciones,
ejercen violencia, discriminación y rechazo por la femineidad, supraordinando lo masculino de lo
femenino.

Un hombre que responde y actúa en función al requerimiento de estas características, y en


rechazo a lo femenino, es considerado un “hombre de verdad”. La masculinidad y la virilidad son el
precio a pagar por ser considerado valioso y ciudadano de primera clase, que a pesar de lo sencillo que
suena, estás características son las principales detonadoras de: enfermedades, violencia, suicidio,
muerte temprana, etc.Estos resultados no son nuevos ni desconocidos, lo que es desconocido es la
correlación entre ellos.

La masculinidad se ha estudiado desde la perspectiva social, psicológica, biológica, legal y


política, convirtiéndolo en un tópico de magnitudes culturales totales que, a pesar de todas las
investigaciones y postulados que genera, no ha logrado encontrarse en una verdad absoluta. Y es qué
debemos convenir que cuando se trata del comportamiento humano las variaciones geográficas, de
edad, condición social y económica nos imposibilitan homogeneizar en muchas de sus características.

Dicho lo anterior se comprende, y hasta justifica, la confusión que existe entre lo que una
persona con cromosoma XY debe reflejar idealmente en su propia cultura y lo que puede obtener o
perder a través de esos mis cánones impuestos.

SER UN HOMBRE

“Ser hombre es ser libre. El sentido de la historia es


que nos convirtamos realmente en hombres”
-Karl Theodore Jaspers

Aunque en años recientes se han estipulado disposiciones e instrumentos legales contra la


discriminación, la violencia de género, la homofobias y demás formas de exclusión social
fundamentadas en pensamiento machista, el mito del hombre de verdad y el patriarcado hegemónico
perdura en muchas mentes. La cultura patriarcal ha creado un slogan de género y el del hombre viene
compuesto por una actividad cotidiana más la condicionante “como hombre”, es decir:

“Vivir como hombre” , “Hablar como hombre” , “Golpear como hombre”, “Morir como hombre”

La masculinidad está definida en el diccionario como “la cualidad de ser masculino” e incluye
las características “virilidad, ser varonil, enérgico, fuerte y macho”, con lo que obviamos que éste
constructo se valora en atributos físicos que pasarán a convertirse en valores morales. Barbosa (1998)
nos dice que la masculinidad ha pasado a ser usada como sinónimo de virilidad y, en consecuencia, el
concepto se ha sexualizado.

Masculinidad, según Connel (1995), no es un objeto al cual podamos estudiar y generalizar


puesto que las sociedades cuentan con registros culturales de género pero no necesariamente de
“masculinidad”. Sin embargo, el término asume que se trata de una conducta violenta, dominante y
sexual, coincidiendo con la propuesta de Tiger (2000), en que la verdadera hombría, subyacente en la
masculinidad y actos bélicos, aflora ante “fenómenos duros y difíciles” como parte de la estética
masculina.

Botello (2016) escribe que la construcción de la masculinidad requiere de cuatro aspectos


fundamentales: Identidad a partir de la No Femineidad, necesidad de probar la virilidad, ejercicio de
poder a través del control y la negación de las necesidades emocionales. Tenemos pues como primer
requisito una negativa, bajo la cual el niño entiende que su identidad deberá cimentarse en no ser mujer
y, por ende, rechazar las características que se le atribuyen a una mujer.

En segundo lugar tenemos la necesidad de probar la virilidad, Cañizo Gómez y Salinas Quiroz
(2007) señalan que la amenaza a la hombría es constante en nuestra cultura machista al promover la
idea de que el valor de un hombre reside en la cantidad de parejas heterosexuales que tiene.

Este tipo de condicionamiento muchas veces constituyen una iniciación humillante, cruel y
hasta traumática de la vida sexual, al establecer a la mujer en el rol de objeto sexual, reduciendo la
sexualidad a un acto mecánico y utilitario, afectando gravemente la autoestima del varón, promoviendo
la denigración de la mujer y de los hombres que no participen de este rol de “conquistador”. A veces
olvidamos que la inmensa mayoría no maltrata, y estamos acostumbrados a estudiar la resistencia al
cambio (...) que cuesta ver – y aún más reconocer – que de hecho si están cambiando (Lozoya, 2009)

Como siguiente condición para esta construcción de la hombría nos dicen que debemos ejercer
poder a través de actos controladores tales como la violencia, la humillación, el abuso ; existiendo
incluso casos en los que las mujeres golpeadas han aceptado las definiciones que los abusadores
entregan sobre ellas como seres incompetentes y desvalidos (Conell, 1985). Este punto coincide con la
perspectiva de autores como Seidler (2006) cuando plantean que la identificación de la masculinidad
con valores negativos relativos al ejercicio del poder ha llevado a un callejón sin salida que tiende a
reproducir una política de culpabilidad imposibilitando un cambio.

MASCULINIDAD Y EMOCIONES

Finalmente y como último escalón en la construcción de esta identidad masculina tenemos la


negación de las necesidades emocionales. Esta desnutrición emocional considera inconveniente la
afectividad y los actos como abrazar, acariciar y reconocer a los varones para “no afeminarlos”, cuando
lo que hacemos es negarles su carácter humano. El estimular la negación y ocultamiento de
sentimientos, la cultura patriarcal condena a muchos hombres a la incomunicación familiar y a la
imposibilidad de dialogar como medio de resolución de problemas en la vida o externar sus ideas, los
priva del derecho de dar y recibir afecto (CEPREV, 2009)

Estos cuatro eslabones forman la cadena genética de la idea falsa del significado de
masculinidad. Una de las principales razones por las que muchos hombres, especialmente niños y
adolescentes mueren es por el condicionamiento cultural y las presiones sociales de demostrar
constantemente “la hombría” a través de la violencia (peleas o relación con o actividades de riesgo,
convirtiéndolo en una paradoja. ¿Qué sentido tiene haber hecho gala de virilidad cuando ya estás
muerto? La cultura ha orillado a los varones a dimitir los conflictos bajo la idea “cuando yo gano,
alguien más pierde” y viceversa.
De esta manera encontramos que el patriarcado no sirve a una agenda de género como muchos
piensan, el sexismo produce daño a las mujeres pero también al varón, a través de las consecuencias
negativas de los estereotipos y roles en función del sexo, impidiéndoles ser emocionales, empáticos y
aptos para el cuidado de los demás y de ellos mismos (GHIA, 2007; Moyua, 2008).

Darwin nos habló en su libro “La expresión de las Emociones en los Animales y el Hombre”
sobre la naturaleza innata de las emociones y como las expresamos de manera instintiva, como una
necesidad básica y universal. De igual forma, Punset (2012) menciona la importancia de priorizar las
emociones y su correcta educación a fin de tener herramientas para controlar la ira, conocer el miedo,
empatizar con nuestro medio y , de esa forma, disminuir la presión que colapsa nuestros sistema
sociosanitario.

Estos valores culturales tradicionales, en los que la productividad y el poder se anteponen a las
necesidades básicas y la dignidad humana, nos proporcionan algunas interrogantes interesantes. ¿A
quien beneficia la hombría? ¿Hay verdaderamente una correlación entre la masculinidad y machismo?
Pero a la que atiende este trabajo es ¿El estereotipo machista dificulta la gestión emocional?

Metodología:

Investigación cualitativa

La siguiente investigación, por definición, está principalmente basada en el lenguaje como


medio de aproximación a la verdad. Se utiliza la encuesta como instrumento y se complementa con las
observaciones realizadas al momento en que se realiza la investigación.

Este tipo de investigación retoma todos los datos que el sujeto entrevistado proporciona para
después interpretarlos y analizarlos de una forma adecuada al contexto en el que se desarrolla.

Caso de estudio:

Se realizó una entrevista a un varón de 27 años y a una mujer de 24 años de edad.

Instrumento

1.- ¿Qué consideras que es la masculinidad y cuáles son sus características?

2.- ¿Crees que biológicamente un sexo es superior al otro?

3.- ¿Cuáles son las actividades que tu sexo puede realizar pero no el opuesto? ¿Por qué?

4.- ¿Crees que la masculinidad y la femineidad son opuestos?

5.- ¿Qué opinas de una mujer sexualmente activa? ¿Qué opinas de un hombre sexualmente activo?
6.- ¿Cuáles son las emociones que mejor te describen?

7.- ¿Crees que está bien que expreses abiertamente esas emociones?

8.- ¿Cuáles son las emociones que no compartes con los demás? ¿Por qué?

9.- ¿Sabes identificar tus emociones?

10.- ¿Te consideras machista?

Resultados

Los resultados de estas dos encuestas fueron bastante interesantes ya que mostraron el machismo
intrínseco de nuestra sociedad y que no es un fenómenos social exclusivamente perpetrado por hombres
sino que hay mujeres que tienen interiorizados algunos micro machismos y al ahondar más en ellos no
están seguras del por qué.

Al preguntar sobre las características de la masculinidad las respuestas fueron muy similares, pero al
mismo tiempo variaban en la esencia:

Julio: “… las características que te convierten en hombre, el valor, la determinación, la fortaleza….


Creo que somos más lógicos y más fríos a la hora de tomar decisiones que las mujeres….”

Sandra: “… creo que tiene que ver con la caballerosidad, la lealtad, ser fuertes. A los hombres los
enseñan a competir y a ser machos alfa, se preocupan más por lo que se ve por fuera…”

Podemos observar que el varón tiene desde el inicio una tendencia sexista y estereotipada de lo que es
una mujer, por otro lado, la segunda participante muestra una reflexión más profunda sobre lo que
significa ser un hombre en su sociedad. Estas respuestas fueron mayormente complementadas en la
quinta pregunta al preguntar sobre dicotomía entre masculinidad y femineidad.

Julio: “Claro que lo son, lo masculino es práctico mientras lo femenino es superficial”

Sandra: “Son complementarios, porque a lo masculino no le gusta lo masculino que no sea él mismo,
quiero decir… si la femineidad es rosa es porque lo masculino lo formó así”

El sexismo en las respuestas de Julio es evidente al continuar inferiorizando el concepto de lo femenino


(y con el concepto al gremio femenino) sin hacer una reflexión más amplia sobre las propias
deficiencias de la masculinidad, sin embargo Sandra también mostró su machismo latente al momento
de realizar las preguntas sobre la actividad sexual femenina y masculina

Sandra: “… creo que una mujer promiscua es porque no se respeta, que se vista como para llamar la
atención y le grite al mundo que está disponible no me parece correcto… si he usado la palabra
“puta” para llamar a alguna mujer que lo hace… los hombres son mucho más calenturientos, son más
instintivos y por eso no está tan mal…”
Julio: “…con lo que no estoy de acuerdo es con la forma de vestir, como de puta, pero que una chica
tenga relaciones sexuales con quien quiera no me parece mal, todos debemos poder disfrutar del
sexo…los hombres faroleamos mucho…. Las mujeres deben ser más discretas”

En este apartado hubo varios puntos interesantes comenzando por el uso excesivo de la palabra “puta”.
Un epíteto degradante y orientado a humillar a las mujeres que ya utilizamos de manera natural y
desmedida, algo que podemos considerar un “micro machismo” al pasarlo tan desapercibido. El
segundo punto es que las mujeres tienden a considerar tabú su propia sexualidad al grado de marcar
negativamente a cualquier otra fémina que lo haga.

Al pasar al apartado de las emociones, Sandra tuvo mucho más facilidad para responder y se veía
mucho menos incómoda que Julio, quien mayormente bromeaba con las respuestas. En las dos
primeras respuestas (emociones que te describen / expresar emociones abiertamente) se observan
resultados interesantes:

Sandra: “…Creo que la alegría y el enojo, haha … disfruto mucho compartir mi felicidad con otros
aun que si tengo problemas de ira… lloro mucho y eso no me gusta, me siento tonta llorando…”

Julio: “… La voluntad es la emoción que me describe… No le veo sentido a compartir mi mal humor o
mi preocupación con el mundo… no entiendo como ustedes (mujeres) pueden sentir más de dos cosas a
la vez, yo me confundo cuando tengo sueño y hambre….”

Por un lado Sandra es abierta sobre su felicidad y el exponer esa felicidad para los demás, sin embargo
menciona “sentirse tonta cuando llora” evidenciando la ridiculización a la que socialmente estamos
expuestos al tener signos de “debilidad”, comúnmente asociados con lo femenino. En oposición, Julio
expresa una “emoción” que puede compararse en el Universo de Emociones con el afán, el anhelo, el
querer (ubicados en el amor) sin embargo la describe de una forma más bien utilitaria y orientada al
éxito profesional. Continúa su reflexión sobre la línea de lo “útil” y al no encontrarle beneficios a ser
emocionalmente abierto simplemente lo descarta y finaliza con un chiste para eliminar la tensión
pasada.

Finalmente la respuesta a la interrogante ¿Eres machista? fue tajante en ambos casos, incluso con
cierta hostilidad. “No”. Confirmamos que a nadie le gusta ser etiquetado como “machista” , sin
embargo, no hay una introspección realista y diaria sobre los comportamientos machistas y micro
machistas que realizamos.

Conclusiones
La naturalización de estos estereotipos ha desembocado en que ya nos parezca inconcebible la
vida sin ciertas situaciones que resultan dañinas pero “se mantienen por tradición”. Habría que realizar
un análisis profundos en nosotros, como sociedad y como individuos, para confirmar que hemos sido
participes de actitudes machistas, o micro machistas, de manera voluntaria y, aunque tal vez
inconsciente, natural.

Reflexionando un poco más al respecto, se hayan problemáticas sociales que no corresponden


únicamente al machismo sino a la desinformación sexual: se desvirtúa el acto reduciéndolo en una
actividad mercantil; el placer es exclusivo para el hombre y se refuerza la idea de que la mujer existe
únicamente como reflejo de las necesidades masculinas (pero igualmente recibirá una compensación
económica o de seguridad). Todo esto se piensa y se construye alrededor de la heterosexualidad.

Finalmente se observa la justificación sobre el comportamiento masculino con respecto al sexo


en frases como “los hombres son más calenturientos o instintivos”. Se tienen dos posibles caminos de
reflexión y ambos son desfavorables. En el primero, la sociedad es comprensiva con el varón porque no
puede contener sus instintos, es decir, se le encasilla en la imagen de animal doméstico, pero continúa
siendo animal. En el segundo, la sociedad es permisiva porque al ser el ser dominante, los betas
debemos acoplarnos a los compases del alfa y no al revés.

Comencemos a tomar consciencia de lo dañinos que son los estereotipos, de lo poco útiles que
resultan en esta época y que son una parte fundamental de lo que impide que la comunidad latina tenga
naciones que vean hacia el futuro. Pensemos que la esclavitud era parte de la cultura y era parte de la
tradición, se abolió porque se llegó a la conclusión de que, al igual que los blancos, los negros también
son personas; se abolió porque era motivo de vergüenza el tener un pensamiento tan cuadrado,
retrasado y pendenciero.

Es importante tomar conciencia de todos esos mensajes que se han ido interiorizando a lo largo
de nuestra vida y de qué manera inciden en el autoestima, los comportamientos, la manera en que se
llevan las relaciones, el estilo educativo, etc. Cuestionar mucho de lo aprendido es el primer paso para
no perpetuar estos roles que no benefician y, sobre todo, para vivir con libertad y responsabilidad,
convertir a los ciudadanos en seres que contribuyen al desarrollo de una sociedad más justa e
igualitaria.
Bibliografía
Stevens, E., (1977): El Marianismo en: hembra y macho en Latinoamérica, Ensayos, Pescatello. Editorial Diana, México.

Guttman, M. (1996): The meaning of macho: Being a man in Mexico City, Berkeley, Los angeles, University of California Press.

Flake, D., y Forste, R. (2006) : Fighting families, Journal of Family violence, No. 21, pp. 19-28

Paz, O. (2010). El laberinto de la soledad. Postdata; Vuelta al laberinto de la soledad. D.F. México: Fondo de cultura económica.

Hermkens, A. (2008): Josephine's JourneyGender-based violence and Marian devotion, Oceania 78 (2), pp 151-167

Guilhem Olivier. (2012). Entre el “pecado nefando” y la integración. 04/03/2016, de Arqueología mexicana Recuperado de:
http://www.arqueomex.com/S2N3nHomosexualidad104.html

Inmujeres. (2007). El impacto de los estereotipos y los roles de género en México. 04/03/2016, de INMUJERES Recuperado de:
http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/100893.pdf

Bobero,A (2011). Género y educación en América Latina y el caribe. 04/03/2016, de Campaña latinoaméricana por el derecho a
la Educación. Recuperado de: http://www.campanaderechoeducacion.org/sam2011/wp-
content/uploads/2011/04/Posicionamento_CLADE_SAM2011.pdf

Bernal, C (2010). Eliminación de la violencia contra la mujer. 04/07/2016 de UNESCO.ORG Recuperado de:
http://www.unesco.org/new/es/communication-and-information/resources/official-documents/

Castañeda, M. (2002). El machismo invisible. Mexico: Grijalbo.

Castañeda, M. (2007). El machismo invisible regresa.

Mexico: Santillana. Cruz, C.; Alonso, V. & Correa, F. (2005). Perfi les de sexismo en la ciudad de México: Validación del
cuestionario de medición del sexismo ambivalente. Enseñanza e investigación de psicología. 10, (2), 381-395.

De Lemus, S.; Castillo, M.; Moya, M.; Padilla, J.L. & Ryan, E. (2008). Elaboración y validación del Inventario de Sexismo
Ambivalente paraAdolescentes. International Journal of Clinical and Health Psychology, 8, (2), 637-562.

Glick, P. & Fiske, T. (1996). The Ambivalent Sexism Inventory: Differentiating Hostile and Benevolent Sexism. Journal of
Personality and Social Psychology, 70, (3), 491-512.

Lamerías-Fernández, M. & Rodríguez-Castro, Y. (2002). Evaluación del sexismo moderno en adolescentes. Revista de
Psicología Social, 17, 119-127

Bisquerra, Rafael; Punset, Eduard; Mora, Francisco (2012) ¿Cómo educar las emociones? Inteligencia emocional en la infancia y
la adolescencia. Esplugues de Llobregat (Barcelona): Hospital Sant joan de Déu

Pescador, E. (2004) Masculinidades y adolescencia, en C.Lomas (2004) Los chicos también lloran, Identidades masculinas,
igualdad entre los sexos u coeducación. Barcelona. Paidos Ibérica. Pp 113-146
Videos:
https://youtu.be/QFoBaTkPgco?list=PLteN2zBnrSg3ojmK3VKCPbs7eEv8Ex2ml - Guante - "Ten Responses to the Phrase
'Man Up' "

https://www.youtube.com/watch?v=lvKn0_LES8k&index=10&list=PLteN2zBnrSg3ojmK3VKCPbs7eEv8Ex2ml -
Machismo NO es destino | MauroAntonio Vargas | TEDxCuauhtémocMujeres

https://youtu.be/DqQybwI0O1Y?list=PL-j4bnsYqWDrRDEMwM9L5r9souYp6Vq7M - The Mask You Live In.


(Documentary, 2015)

https://youtu.be/4SK0XQN6_do - Redefining masculinity | Shane Horsburgh | TEDxCanberra

https://www.youtube.com/watch?v=x9FOxGov9FU&t=3731s - "Repensando la Masculinidad"At Biblioteca José Vasconcelos

También podría gustarte