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Psicología y género

¿Cuál es el quehacer de los estudiosos de la psicología en los temas de género?


Yuriria Itzel Morales Fernández de Lara
Diana Carolina Valladares Sánchez

Allí donde alguien lucha por su dignidad, por la igualdad,

por ser libre...mírale a los ojos. Bruce Springsteen.

El siguiente ensayo tiene como finalidad dilucidar acerca de la función que

los profesionales y estudiosos en el área de la psicología tienen sobre los temas

referentes al género; es un intento por trazar con claridad el propósito de la práctica

psicológica en este campo del conocimiento que cada vez va adquiriendo mayor

relevancia como herramienta en favor del análisis y la interpretación de la realidad.

El trabajo estará constituido fundamentalmente de tres momentos; en

primera instancia se esbozarán las principales tesis desde puntos de vista biológico,

psicológico y sociocultural que han intentado explicar las características

intersexuales, no hacerlo a partir de al menos estas tres ópticas implicaría un

reduccionismo sustancial. Posteriormente se retomarán algunos antecedentes y

enfoques de género como categoría de análisis y al final se hará una distinción

sobre las funciones y propuestas que las principales ramas de la psicología

promueven incorporando a los estudios de género en la práctica profesional.

Ahora bien, es pertinente plantearse algunas interrogantes ¿Cuál es el objeto

de estudio de la biología?, ¿Por qué la biología está intrínsecamente vinculada a la

psicología?, ¿Los aspectos socioculturales son relevantes en el entendimiento del

desarrollo, la conducta, las emociones y los procesos de pensamiento del ser


humano?, ¿En qué punto confluyen la biología, la psicología y la sociología?, ¿Por

qué es importante tener claridad al respecto en relación a la cuestión de género?

Según De Juan y Pérez (2007):

El objeto material de la Biología son los organismos, no la vida. Es decir, el


estudio de esa clase natural de objetos caracterizados por poseer un cuerpo,
sometido a un ciclo vital, cuyo comportamiento depende de la interacción de
sus propios programas con el ambiente. El objeto formal de la Biología será
el estudio, en particular, de esos cuatro elementos: cuerpo, ciclo vital,
programas y ambiente. Los organismos humanos participamos de las
mismas características (p. 168).

Cuando estos autores mencionan que la biología no estudia “la vida” se

refieren a que dicho término es demasiado indeterminado y científicamente

inadecuado al carecer de un referente material ya que su significado no es riguroso

y “escapa del marco puramente científico para engrosar las filas de lo que el filósofo

catalán Eugenio Trias denomina «pensamiento mágico»” (De Juan y Pérez, 2007,

p. 164). También explican que estos argumentos se han empleado en diferentes

debates con trasfondo moral respecto a algunas prácticas biomédicas relacionadas

con embriones, como ejemplo se pueden mencionar las expresiones carentes de

validez promovidas por algunos grupos, principalmente fundamentalistas, que

aseguran que la vida comienza en el momento de la concepción; al respecto es

posible afirmar que en el caso de los embriones, se trata del mismo tipo de “vida” al

que se puede referir cuando se habla de una bacteria, un hongo, una célula y que

es deseable nombrar a estos seres, organismos.

Entonces tenemos que los organismos, incluidos los humanos, contamos con

un cuerpo con ciclos vitales, es decir, que cambia a lo largo del tiempo, dotado de
características congénitas (innatas) y que están directamente afectados por el

medio en el que coexisten.

Así bien, para acercarnos al entendimiento de la naturaleza en cualquier

área, es indispensable sistematizar y clasificar sus componentes. Dentro de la

biología, debido a la complejidad y a la diversidad de características que presentan

los organismos es casi imposible catalogarlos en grupos reducidos. Tan sólo la cifra

de especies que se conocen actualmente en la biósfera oscila entre 8 a 10 millones

o más.

Así como resulta complicado para la biología hacer una clasificación rigurosa

de todos sus elementos, también lo es para las vastas condiciones y expresiones

humanas. Para abordar apropiadamente el tema que nos compete, se precisarán

conceptualmente varios términos que están estrechamente vinculados, como son:

Sexualidad, sexo, rol de género, identidad de género, orientación sexual, entre

otros. Algunos desde el enfoque biológico, otros desde el sociocultural. Es

importante hacerlo debido a que ignorar las diferencias ha sido motivo de confusión

o apreciaciones inadecuadas.

La sexualidad es una expresión dinámica y subjetiva que tiene un papel

fundamental en la salud y en el desarrollo pleno del ser humano, es difícil

circunscribir los dominios implicados en su análisis e investigación, sin embargo,

existe una aproximación desde la dimensión bio-pisco-social y es aquí donde

confluyen las disciplinas que se retoman en este documento. La sexualidad no se

debe (ni se puede) considerar un aspecto aislado de otros en la configuración de la

persona, ya que ésta la acompaña en todos los ámbitos, la sexualidad no sólo tiene
que ver con factores fisiológicos, también incluye aspectos emocionales,

comportamentales e intrapsíquicos.

Una descripción completa de lo que es sexualidad la proporciona la

organización mundial de la salud (OMS) que la define como:

Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al


sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la
intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vive y se expresa a
través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores,
conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales: la sexualidad
puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se
vivencian o se experimentan siempre. La sexualidad está influida por la
interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos,
políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales. (OMS
en IMSS-CONAFE, 2002, p.2)

Estudiar la sexualidad es una labor bastante intrincada debido a su

naturaleza compleja y a que cada individuo la experimenta de manera peculiar;

quizá esa sea la razón por la que su investigación no es concluyente y no se puede

delimitar a aspectos puramente biológicos.

Otro término de suma importancia es el sexo, ya que define la condición

orgánica, la cual distingue al varón y su estructura anatómica caracterizada por par

cromosómico 23 con cariotipos xy, la presencia de testículos, vías espermáticas,

escroto, pene y mecanismos espermáticos cerebrales; de la mujer y su estructura

anatómica caracterizada por par cromosómico 23 con cariotipo xx, presencia de

ovarios, trompas de falopio, útero, vagina y vulva, líneas mamarias, mamas,

mecanismos ovulatorios cerebrales. (Colmenares, et al,.2013, p.2).

En las expresiones coloquiales se puede llegar a emplear la palabra sexo

para referirse al coito o incluso a los genitales, sin embargo no son sinónimos, el
primero tiene que ver más con la práctica sexual y el segundo propiamente con los

aparatos reproductores externos.

Existen investigadores que han realizado otras tipologías más completas,

como es el caso Ann Fausto Sterling quien clasificó a los sexos en las siguientes

cinco categorías: Hombres, Mujeres, Hermafroditas verdaderos nacidos con tejido

testicular y ovárico, Seudohermafroditas masculinos nacidos con testículos y algún

aspecto femenino de sus genitales y Seudohermafroditas femeninos nacidos con

ovario y algún aspecto masculino de sus genitales (De Juan y Pérez, 2007, p. 172).

Sería muy exhaustivo profundizar sobre los procesos que los caracteres

sexuales primarios, como son genes y cromosomas, secundarios, gónadas y

hormonas, terciarios o genitales internos y externos, cuaternarios o aparentes tales

como distribución de la grasa y del vello, forma del esqueleto, desarrollo muscular,

características de la voz, características y textura de la piel y de quinto orden o

psíquicos representados por la libido, el instinto de pareja, diferencias

neurobiológicas están implicados para que esas expresiones atípicas se originen

(De Juan y Pérez, 2007, p. 170). Sin embargo, al ser alteraciones congénitas

muchas veces son patologizadas o catalogadas como trastornos resultando

altamente ofensivo para quienes las presentan. Dichos casos atienden a cuestiones

muy complejas que suceden desde el desarrollo embrionario y fetal así como

durante toda la vida de la persona y que escapan a su voluntad, no obstante, esta

condición es duramente atacada e incomprendida por la sociedad, inclusive, se han

cometido profundos desaciertos al asignar o reasignar genitales a modo, impuesto

por los padres en recién nacidos intersexuales, ya que posteriormente, estos niños

durante su desarrollo empiezan a experimentar una identidad de género disímil a


su genitalidad, la que se constata en la etapa de la pubertad. Lo anterior resulta ser

una práctica brutal que tiene que ver más con el deseo de los progenitores y no con

el bienestar del infante.

Otro concepto muy polémico es el de identidad de género que para Money

(1985) “es la propia categorización de una individualidad como hombre, mujer o

ambivalente, en la que uno tiene autoconciencia de los propios procesos mentales

y de las conductas propias”.(Money en De Juan y Pérez, 2007, p. 173).

Los Principios de Yogyakarta aportan la siguiente definición de identidad de

género:

Vivencia interna e individual del género, tal como cada persona la siente,
misma que puede corresponder o no con el sexo asignado al nacer. Incluye
la vivencia personal del cuerpo, que podría o no involucrar la modificación de
la apariencia o funcionalidad corporal a través de tratamientos
farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea
libremente escogida. También incluye otras expresiones de género como la
vestimenta, el modo de hablar y los modales (Principios de Yogyakarta en
CONAPRED, 2016, p.23).

El concepto ha sido objeto de controversia, aunque no debería, en tanto hay

personas que experimentan una discrepancia entre su sexo biológico y su identidad

de género, que, al igual que en los casos de intersexualidad (antes llamado

hermafroditismo) no es producto de un capricho deliberado por parte de quienes

poseen estas particulares características. Se incluyen en este grupo a las personas

travestis que “gustan de presentar de manera transitoria o duradera una apariencia

opuesta a la del género que socialmente se asigna a su sexo de nacimiento,

mediante la utilización de prendas de vestir, actitudes y comportamientos”

(CONAPRED, 2016, p.35).

Las personas transgénero:


se sienten y se conciben a sí mismas como pertenecientes al género opuesto
al que social y culturalmente se asigna a su sexo de nacimiento, y quienes,
por lo general, sólo optan por una reasignación hormonal —sin llegar a la
intervención quirúrgica de los órganos pélvicos sexuales internos y
externos— para adecuar su apariencia física y corporalidad a su realidad
psíquica, espiritual y social (CONAPRED, 2016, p.35).

Las personas transexuales:

se sienten y se conciben a sí mismas como pertenecientes al género y al


sexo opuestos a los que social y culturalmente se les asigna en función de
su sexo de nacimiento, y que pueden optar por una intervención médica —
hormonal, quirúrgica o ambas— para adecuar su apariencia física y
corporalidad a su realidad psíquica, espiritual y social (CONAPRED, 2016,
p.33).

Asociado a lo que se ha estado retomando están los roles de género que son

considerados constructos sociales y se definen como:

Los rasgos de conducta, actitud y personalidad que una sociedad, en un


determinado periodo histórico y cultural, designa como masculino o
femenino. Lo que esa sociedad «espera» de una persona con un
determinado sexo o adscrita a un determinado género, en el «entendimiento»
de que a cada sexo/género se le atribuye, cultural y socialmente, un
determinado comportamiento (Nabhan en De Juan y Pérez, 2007, p. 173).

Se puede hacer una clara ejemplificación con los siguientes atributos que

han delimitado durante siglos la apreciación de lo que es o debería ser masculino y

femenino en cuestión actitudinal y comportamental:

La masculinidad implica reconocerse a uno mismo como ambicioso, seguro


de sí mismo, analítico, individualista, independiente, dominante, fuerte,
autosuficiente, asertivo, firme, dispuesto a arriesgarse...y la feminidad implica
identificarse con ser dócil, dulce, tierno, afectuoso, acogedor, tímido, compasivo,
alegre, sensible a las necesidades de los demás, leal, preocupado por quien se
siente herido, discreto. (Jaymes, 1999. pp. 7-8).

La orientación sexual:

es la capacidad de cada persona de sentir una atracción erótica afectiva por


personas de un género diferente al suyo, o de su mismo género, o de más
de un género o de una identidad de género, así como la capacidad de
mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas (Principios de
Yogyakarta en CONAPRED, 2016, pp.27-28).

Para precisar este término se pueden nombrar a las personas

heterosexuales, homosexuales, bisexuales y pansexuales, siendo estas

orientaciones las más conocidas.

Históricamente, los asuntos de género han sido principalmente abordados

por mujeres quienes, desde el feminismo, se han encargado de estudiar desde

múltiples disciplinas como la filosofía, la política y lo sociocultural, todos aquellos

aspectos que las han mantenido en innegable disparidad para comprender y - a su

vez - modificar su realidad a través de la creación de su autonomía (Lagarde, 1998).

Desde la segunda mitad del siglo XVIII , con Olimpia de Gouges como pionera, las

mujeres luchan por un entendimiento que devenga en derechos específicos al

género. De Gouges en su “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”,

afirmó que los derechos naturales de la mujer eran limitados por la tiranía del

hombre, situación que debía reformarse a través de las leyes de la naturaleza y la

razón.

La “Vindicación de los derechos de la mujer” es presentada en 1792 por Mary

Wollstonecraft, quien sugiere demandas insólitas para la época: igualdad en

derechos civiles, políticos, laborales y educativos, entre ellos el derecho al divorcio

como libre decisión de ambas partes. En 1842, Flora Tristán publica “La Unión

Obrera”, tratado en el que unifica las vindicaciones de la mujer con las luchas

obreras, en éste manifiesto Tristán sostiene que “hasta el más oprimido de los

hombres quiere oprimir a otro ser: su mujer” .


Es desde este punto que los movimientos feministas posteriores, como la

sufragistas y estudiosas de olas subsiguientes, comienzan a hacer análisis cada vez

más enfocados en los orígenes de la disparidad existente: el género.

Estudiosas como Simone de Beauvoir , si bien no utilizó el término “género”,

si fue pionera en los primeros pininos con respeto al debate fundamentalista del

cuerpo sexuado como determinante en las reproducciones simbólicas y culturales

de la humanidad. En el segundo sexo, de Beauvoir puntualiza aspectos como la

inexistencia de la neutralidad en las representaciones universales como el lenguaje,

es decir, la realidad se erige desde lo masculino. Por consiguiente, lo femenino

existe en la periferia de lo masculino, subyugado a la adhesión de características

que la identifiquen como otredad; es en este punto que la dominación y el

sometimiento a “la otra” sea un resultado inminente ante la narrativa, literal y

simbólica, de lo histórico. La tesis planteada es que no se nace mujer sino que se

llega a serlo, todo a disposición de lo diseñado e impuesto por la hegemonía

masculina; esta idea da las primeras luces sobre la afirmación de que existe una

percepción subjetiva de lo que “nos hace” hombres o mujeres.

El término “género” es acuñado hasta 1950 por el psicólogo John Money

quien, tras realizar estudios sobre el hermafroditismo, hace la primera división entre

el sexo biológico y la identidad de género. Las características - aprendidas- del

comportamiento ideal de un cuerpo sexuado se refieren a la identidad de género. El

determinismo biológico - impuesto por la sociedad - es una línea difícil de traspasar,

especialmente cuando lo binario se ha construido desde la otredad y la

yuxtaposición de dinámicas de poder.


Entendemos entonces al género como la designación de una estructura

jerarquizada entre hombres y mujeres, representada por atribuciones asimétricas

de espacios, tanto simbólicos como reales, y de poder. (Sánchez, 2016) .

Es importante recalcar que al hablar de género, en todas sus aplicaciones,

no es exclusivo ni limitante de lo femenino. Si bien las mujeres han estado

estudiando y desarrollando teorías alrededor de sus propias problemáticas y

necesidades, eventualmente fueron saliendo a la superficie diversidad de

situaciones que competen al género masculino y que, al igual que las circunstancias

que subyugan a la mujer, tienen su impacto en las dinámicas, desarrollo y realidad

de la contraparte masculina.

Daniel Cazés fue uno de los principales exponentes de las problemáticas

masculinas. En sus investigaciones apuntaba a las dificultades que las

masculinidades estereotípicas constituyen para el desarrollo integral e

interrelacional de los varones, haciendo hincapié en que la dinámica y el

mantenimiento del statu quo del género entre varones tiene una tendencia mucho

más normativa e inclinada hacia las sanciones sociales

Los hombres cambiamos ciertamente con lentitud y nuestras resistencias se


reducen muy paulatinamente; mientras que las mujeres perciben los cambios
en sus vidas como beneficios inmediatos o futuros que provienen de la
construcción de alternativas y de su acceso a recursos antes inalcanzables,
las transformaciones críticas en las vidas de los hombres son vividas como
pérdidas de privilegios y prerrogativas. (Cazés,1998)

En este contexto, divisamos que los estudios de género han fungido como

parteaguas en el proceso de entendimiento de la simbolizaciones culturales acerca

de las diferencias sexuales a partir de la deconstrucción, como tarea primordial , de

particulares y colectivos, individuos y conjuntos cuyos contextos y actitudes han sido


moldeados, determinados y limitados por sus grupos sociales de origen, generando

crítica hacia las prácticas, discursos y representaciones que oprimen, discriminan o

vulneran a las personas bajo fundamentos biologicistas.

Acotando ideas, la psicología a través de algunas de sus más notables ramas

como son la psicología clínica, la psicología social, la psicología organizacional y la

psicología educativa, tanto de manera independiente como conjunta, tendrían que

reconocer en el manejo de temas de género, una notable herramienta para

enriquecer la práctica profesional, ya que es a través de estos estudios que se

concientizan las asimetrías en las interacciones, se humanizan las intervenciones

psicopedagógicas y terapéuticas y se puede aspirar a sensibilizar las posturas más

recalcitrantes con el objetivo de inducir a pequeñas transformaciones sociales.

Dentro del área organizacional, si se implementaran programas que incluyan

la capacitación del personal en perspectiva de género se podrían disminuir los

números de acoso y hostigamiento sexual dentro de instituciones públicas, privadas

y educativas en todos los niveles que, aunque estadísticamente marcan una notoria

inclinación hacia las mujeres como las principales víctimas, recientemente se ha

detectado que han aumentando exponencialmente el número de casos hacia los

varones.

Es urgente promover que todos los centros educativos y de trabajo cuenten

con protocolos de prevención, atención y sanciones efectivas contra el acoso y el

hostigamiento, sobre todo las instituciones universitarias que presentan números

escandalosos en este ámbito; las consecuencias psicológicas son muy nocivas y

resarcir los daños emocionales es costoso y tardado, a la vez que estas violencias
suelen ser el preámbulo de otras mucho más graves (no es que estas no lo sean) o

incluso, irreparables.

Así mismo, se conseguiría un clima más amable y comprensivo hacia las

personas LGBTTI+, aminorando los casos de discriminación por orientación sexual

o cualquier otra condición denominada diversa o asonante. También se podría

considerar insertar laboralmente a personas transexuales o transgénero, ya que

esta población es altamente segregada exclusivamente por prejuicios en éste y

todos los ámbitos, desencadenando que sus alternativas sean reducidas y sean

objeto fácil para incorporarse a la prostitución o alguna otra actividad delictiva,

además de las altas probabilidades que tienen de padecer trastornos del estado de

ánimo que pueden consumarse en suicidio.

Desde el área clínica se tendrían que proponer políticas públicas para

implementar modelos adecuados de intervención para personas con dependencia

a sustancias psicoactivas, que no incurran en violencia verbal o psicológica hacia

los usuarios, principalmente hacia las mujeres; ya que los existentes son bastante

severos en sus programas, imperando el machismo y la misoginia, tal es el caso de

Alcohólicos Anónimos (A.A.) que aunque no es un programa profesionalizado, es

muy popular en la población. También se pueden implementar desde proyectos

comunitarios en contextos con altos índices de consumo.

En el caso del acompañamiento a víctimas de violencia familiar es importante

señalar que los programas gubernamentales de atención psicológica no son

eficaces por varias razones, una de ellas es que no destinan el tiempo suficiente a

atender las necesidades de los usuarios, tampoco lo hacen desde los enfoques

adecuados, provocando que, tanto víctimas como perpetradores no consigan un


progreso significativo. Resultando que las mujeres no obtengan autonomía y opten

por volver al lado de sus maltratadores quienes tampoco lograron parar ni disminuir

sus conductas violentas, incurriendo así en la reproducción de pautas patológicas

que irán en incremento.

En el ámbito educativo, la disparidad es evidente en el número de

profesionales varones que se dedican a trabajar con niños en la primera infancia,

ya que socialmente no ha sido bien aceptado. Se puede ver que hay mucho más

población de mujeres desempeñándose como educadoras, terapeutas de lenguaje,

intervención y estimulación temprana; también es compromiso disminuir esa brecha

que prevalece.

Son muchas las consecuencias negativas que derivan de no implementar los

estudios de género a través de programas con perspectiva, aunado a la falta de

políticas públicas eficaces, fundamentadas en diagnósticos consistentes que

proyecten las necesidades reales de las personas en los diferentes contextos.

Desde lo conductual hasta lo biológico, desde lo mecanicista hasta lo

filosófico, la psicología descompone interrogantes que cada sujeto debería hacerse

en pro de conocerse mejor: ¿Qué tanto influye la carga del género en mis

razonamientos, juicios y elecciones diarias? ¿Que tanto limita mi género a mis

anhelos y ambiciones personales?

Las expectativas sociales compartidas sobre el comportamiento binario de

las personas han fallado en constituir una autopercepción saludable y libre; cuando

éstas limitaciones dicotómicas son transgredidas, provocan estigmatizaciones que

promueven la represión a diferentes niveles sociales.


Hablar de género y su aplicabilidad desde la psicología no se restringe al

academicismo ni a lo femenino, se trata de dialogar - crítica y analíticamente - sobre

las creencias personales de los individuos, sobre sus pensamientos, actitudes,

preferencias, tendencias y constituciones para poder construir una sociedad

consumada, independiente y cimentada en la equidad.

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