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[PREGUNTA EVAU: Comente los aspectos más relevantes de la obra española del siglo XX anterior a 1939 que

haya leído en relación con su contexto histórico y literario]


SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR
MIGUEL DE UNAMUNO

San Manuel Bueno, mártir, de 1931, es una de las novelas más destacables de Miguel de
Unamuno, bilbaíno nombrado tres veces rector de la Universidad de Salamanca. De su biografía
cabe señalar su independencia política, que le llevó al destierro, al exilio y hasta a un arresto
domiciliario poco antes de morir y las dos crisis importantes, en 1897 y en 1934 tras la muerte de su
esposa. Sus textos hablan de la historia y cotidianeidad, a lo que llamó “intrahistoria”.
Unamuno se enmarca en el Regeneracionismo y la Generación del 98, orientaciones
artísticas y literarias que exponen la necesidad de sacar a España de su atraso social, económico,
político e ideológico. La Generación toma su nombre de la fecha en que se pierden las últimas
colonias y es un movimiento puramente español, formado por un grupo de jóvenes escritores que
proponen la renovación estética de la literatura y la regeneración sociocultural del país: Azorín,
Machado, Baroja, Valle-Inclán y el propio Unamuno, entre otros.
Esta obra se enmarca, igualmente, en la novela finisecular con protagonistas abúlicos y
desorientados, que sufren un conflicto interior que constituye el eje del relato, y un gran simbolismo
pues los personajes son expresión de la crisis de la sociedad burguesa y la decadencia. En relación
al estilo, el elemento narrativo se debilita en favor de la reflexión, en relatos breves, fragmentados y
desestructurados.
Igualmente, es un prototipo del concepto de “nivola”, como relato dramático de realidades
íntimas, tal y como Unamuno decía, sirviendo de método de conocimiento y con gran importancia
del diálogo, además de la desnudez narrativa, de su escasa extensión, de su argumento lineal y la
necesidad de un lector activo e inteligente. Temáticamente presenta las grandes obsesiones del
autor: la eternidad y la fe, que se plantea como la alternativa entre una verdad trágica y una
felicidad ilusoria. En concreto, la fe y las creencias religiosas que el pueblo de Valverde de Lucerna
mantiene gracias a su párroco. El pueblo tiene ya un gran valor simbólico. Unamuno visitó el lago
de Sanabria en 1930, en el que parece inspirarse para crear el escenario: un lugar lleno de
indeterminación, atemporalidad y misterio; una montaña, que representa la fe, pues se abre hacia el
cielo y recibe constantemente la renovación de su blancura , y un lago que significa la gran duda de
don Manuel.
La historia es contada por Ángela Carballino, discípula de don Manuel, desde que era niña y
tras su vuelta de la ciudad a la que fue enviada a formarse, describiendo cómo se dedica a consolar a
todo el mundo y cómo se preocupa por todos sus feligreses. Un día vuelve de América, Lázaro, el
hermano de Ángela, antagonista en principio del cura, por la aversión que tiene hacia ellos. Pero a
Lázaro don Manuel le parece diferente y empiezan a entenderse. La madre de los hermanos muere y
en el lecho de muerte le pide a su hijo Lázaro que rece. Desde ese momento, Lázaro acompaña a
don Manuel en sus paseos y luego en sus tareas, hasta que este último le revela que ha perdido la fe.
Lázaro traslada a su hermana el secreto y serán las únicas personas del pueblo que lo sepan. Don
Manuel muere arropado por todo su pueblo, que ya le considera un santo. Ángela ha guardado
celosamente su conocimiento “maternal” del santo, pues en realidad no sólo ha sido hija espiritual,
sino también madre y “confesora”. Muerto también Lázaro y, al quedarse ella sola, descarga el
secreto del santo en unas memorias que son una confesión y que participan del tópico del
“manuscrito encontrado”. Destaca también el testamento que don Manuel transmite a Lázaro, cuyo
mensaje es que el pueblo sólo necesita religión y que su líder debe ser un santo que les conduzca al
paraíso para que esa mentira les sirva para vivir en paz .Pero, por otra parte, San Manuel... es
también, en último término, la novela de la abnegación y el amor. Paradoja muy unamuniana: es
precisamente un hombre sin fe y sin esperanza quien se convierte en ejemplo de caridad.
Hay muchos otros simbolismos, como los propios nombres o el personaje de Blasillo el
bobo, quien repite constantemente la frase “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, el
recitado del Credo de todo el pueblo con su párroco y la voz de éste que desaparece en lo referente a
la vida eterna.
Por su fecha recoge las reflexiones del Unamuno viejo ante los problemas que no habían
dejado de atenazarle. Y se inspira de cerca en Il santo, novela del italiano Fogazzaro. Ambas
desarrollan el mismo tema.
Queda, en fin, el problema de la salvación. Su enfoque es complejo, por la ambigüedad que
introduce el desdoblamiento entre autor (Unamuno) y narrador (Ángela).
Según Ángela, Don Manuel y Lázaro “se murieron creyendo no creer lo que más nos
interesa, pero, sin creer creerlo, creyéndolo”... ¿Compartía Unamuno esta reflexión de su personaje-
narrador?.
El interrogante, como se ve, queda abierto al final

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