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3. El gran salto.
Los rastros del Cromagnón que deja su cultura permiten diferenciar de los homínidos. A
partir de hace 40.000 años, y de forma abrupta las producciones de la cultura
Cromagnón devienen mucho más sofisticadas y variadas que las de Homo sapiens más
que antiguos, Homos neandertales o erectus. Con la peculiar característica de que a
medida que se extienden en el espacio y en el tiempo varían. En el Cromagnón se
desarrolló un gusto por el arte y por el registro de sus experiencias, o como marcas de
distinción de diferencias sociales.
4. ¿De qué se trata el cambio?
¿Qué promovió el cambio que hizo tan superior al Cromagnón? ¿Cómo nació lo
humano?
Desde una perspectiva darwinista habría que relacionar directamente el cambio con la
emergencia de algún tributo físico comandado por el genoma. Pero las evidencias
somáticas que pudieran dar cuenta de esa brecha no resultan suficientes. La diferencia
entre el ADN nuclear Neandertal y humano es mucho menor que la diferencia entre el
ADN nuclear de los chimpancés. Los humanos modernos compartimos el 98% de
nuestro código genético.
La prueba más contundente de que no habría porqué encontrar diferencias físicas que
expliquen el desarrollo humano es que los testimonios indican que el Homo sapiens
emergió como especie hace unos 200.000 años. Pero el comportamiento que lo
caracterizó – lo humano del humano – su posibilidad de contacto con inconsistencias,
no emergió hasta mucho después.
La explosión creativa se explicaba así: entra en escena el Homo sapiens, una nueva
especie cuyo genoma determina un nuevo cerebro, comportamiento y lenguaje, desplaza
a todo sus antecesores y extermina al Neandertal. En esa concepción los atributos
humanos habrían surgido directos y de un cambio biológico. Pero los datos indican que
la especie humana tiene su origen unos 150.000 años antes de su ingreso a Europa y
unos 160.000 años antes de la emergencia de la cultura Cromagnón. ¿Qué hizo entonces
posible el salto, no ya entre el resto de los homínidos y el sapiens de antes y sapiens el
de después del Paleolítico Superior? El problema del origen del hombre se duplica: por
un lado el origen de la especie; por otro, el origen de lo humano dentro de la especie.
5. La materialidad como causa del cambio.
En relación con la materialidad biológica, cualquier variación importante en especies
animales se considera debida a un cambio físico generado en el genoma; y el dramático
salto del Homo sapiens en el Paleolítico Superior fue considerado un segundo evento
biológico siendo primero el origen de la especie.
El problema es que desde que emergimos como especie hace 200.000 años, no se han
descubierto evidencias paleoantropológicas ni genéticas que avalen cambio biológico
alguno. Como sugiere Klein, hace 50.000 años se hubiese producido alguna mutación
genética, esta se habría propagado desde un foco, lo que habría originado una diversidad
en la población o dos especies. Los cambios culturales que le siguieron a la explosión
creativa del Paleolítico Superior, en cambio, aparecen en un complicado mosaico de
mini-explosiones que se propagaron con una velocidad sorprendente, no esperable para
un cambio debido al genoma en una población de generaciones separadas por unos 25
años.
Lo que caracteriza a lo humano desde entonces no es aquel salto, sino el hecho de que
no para de producir saltos. De ser validos los argumentos de Klein y los partidarios de la
razón biológica para el cambio, deberíamos pensar que en el humano hay quiebres de
linaje que generaron cambios neurológicos que determinan explosiones culturales.
Klein tenga razón en un punto: existió un quiebre de linaje, solo que no se trató de
linaje genético ni se debió a efectos neurológicos. Fue en verdad un quiebre aún más
radical: del comando y la información genéticos pasamos a un comando y un sistema
informático basado en la transmisión y acumulación extra somática de información en
la cultura, basado en lo que he llamado “tercera estrategia de crianza”.
Lo que nos separa del resto de los seres vivos es que somos afectados por hechos que
están más allá de la lógica con la que comprendemos el mundo en cada situación; que
somos capaces de registrar las suplementaciones resultantes de esos acontecimientos y
almacenarlas en un suerte de pool informático llamado cultura en el que la acumulación
es selectiva, progresa y se transmite a las futuras generaciones por fuera del código
genético.
Para que acontezca cualquier novedad radical, como un invento en el ámbito cultural o
la emergencia de una especie nueva en el mundo biológico, se requieren ciertas
condiciones. De igual modo, para que haya acontecido el gran salto, debieron
desarrollarse previamente sus condiciones en nuestra ascendencia homínida. Hay varias
líneas que apuntan en esa dirección: a juzgar por varias evidencias: lenguaje; posición
bípeda; volumen cerebral; el fuego conquistado por el Homo erectus.
Desde el punto de vista biológico, el humano no es la meta lograda de un diseño. La
peligrosa idea de Darwin (Dennett, 1995) es que la evolución es el resultado de la
combinación de varios factores, entre los cuales el azar es el central; no hay en ella
dirección predeterminada ni diseño previo.
El cuadro evolutivo que muestra a los homínidos variado poco a poco a cada una de sus
propiedades en el sentido de que ellas se va tornando “humanas”, distorsiona los hechos
(Tattersalll, 2000) y tiende a opacar el carácter de acontecimiento revolucionario y
fundacional (Lorentz, 1974) que tuvo el gran salto. Este es un quiebre en la línea de
causalidad que hizo posible lo que, antes de él no era. Podemos tal vez conjeturar cuáles
fueron las condiciones de su emergencia, y, una vez que aconteció, cuáles fueron sus
efectos. Además, de conferirle al humano la posibilidad de trasponer el dominio de su
lógica, los efectos del gran salto fueron el desarrollo y la implementación de la
capacidad para el registro, la acumulación selectiva y la transmisión generacional de
datos a través de en un canal extrasomático, o sea, un canal que transcurre por fuera y
en paralelo al código genético.
8. El registro.
Debe haber una razón para que estemos la mayor parte del tiempo intercambiando
información, registrando o transmitiendo hechos de todo tipo.
A tal punto son importantes los registro que dejan las experiencias y los
acontecimientos para el humano, que su historia está atravesada por lo que se ha dado
en llamar las “revoluciones informáticas” (Roschild, 1993, Devlin, 1999). Se denomina
de este modo al descubrimiento e implementación de un nuevo método de registro que a
su vez afecta la acumulación y distribución de los satos que administra. Cada una de
esas revoluciones informáticas implementó nuevas prácticas y produjo profundísimos
cambios en la humanidad.
Hace algunas decenas de miles de años no había otro medio de transmisión que el oral.
El saber de una cultura debía atravesar las generaciones por vía de la comunicación
personal. En aquellos tiempos, la transmisión transgeneracional dependía del vínculo
parentofilial y de la criatura.
El bebe humano pasa mucho más tiempo en un vínculo de dependencia de sus
progenitores y nace en un estado de mayor inmadurez neurológica que cualquier otro
mamífero. El contacto de la cría humana con sus padres acontece durante el tiempo en
el que se está formando las conexiones del sistema nervioso. Esa característica es
esencial para la transmisión extra somática.
En los tiempos de crianza donde se transmite la información-formación esencial que
constituye a los sujetos de una determinada cultura.