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Trabajo Final Albert Padilla
Trabajo Final Albert Padilla
Como político de mediado del siglo XIX, recogió en sus escritos la experiencia
alcanzada en cada uno de los aspectos en que estuvo implicado y en su
condición de sociólogo, de cuya disciplina es el primero en abordarla
científicamente en la República Dominicana; sus Apuntes sobre las clases
trabajadoras dominicanas, lo sitúan entre los grandes pensadores de la historia
dominicana.
Sobre el cuento:
Personajes principales.´
Argumento.
Era una tarde apacible de otoño, el sol se escondía por detrás de la elevada
cima del Helechal; la brisa del mar que todo el día había jugado mansamente
en su vasta planería, acababa de ceder su lugar al terral; el océano en su
continua lucha exhalaba su poética e interminable queja al estrellarse entre las
rocas, y las tórtolas y pelícanos se agrupaban en sus dormitorios favoritos. Esta
hora tan melancólica, intermedio de la luz y las tinieblas, es uno de los cuadros
en que la naturaleza presenta más tintes que observar y grandezas que
admirar… Bonó, El montero (Fragmento).
Esta novela, publicada en París en 1856 y escrita por Pedro Francisco Bonó,
es un retrato poético de la vida dura vida rural dominicana, y de la presencia
arrolladora del caudillo, aquel líder campesino que se sentía dueño y señor de
las comarcas. Esta obra constituye un verdadero tratado sobre las costumbres
existentes en el campo dominicano. Describe y descubre las añoranzas, las
luchas y las pasiones de los habitantes, sometidos a la voluntad de los
caudillos; y cómo esta relación de poder incidió en el imaginario colectivo de
esta América nuestra.
El terreno de todos estos sitios, salvo los ya dichos cenagales, está sembrado
de esa robusta, rica y variada vegetación de Santo Domingo. Bosques de
limoneros, majagua y uveros cubren el litoral con una entrada de doce leguas
al interior, y sirven de guardia a una infinidad de puercos montaraces, cuya
caza es la ocupación de todos los habitantes que pueblan ese espacio, y el
producto de las carnes la única renta que poseen... (p. 6).
La tarea de los monteros era dura. Cazar jabalíes era arriesgar sus vidas.
Muchos podían salir mal heridos de la faena. Pero, a veces, salían a cazar y
regresaban con las manos vacías: “Los jabalíes han huido del monte, que ya
los monteros van por ellos y vuelven vacíos”. (p.8).
La vida rural era dura, más que dura. La pobreza en que vivía la población, se
veía reflejada en cada una de sus palabras. El montero sólo tenía su fuerza y
su voluntad. Vivía con su familia en la pobreza más extrema:
Componíase el ajuar de ésta: de cuatro o cinco rollos de seiba que servían de
sillas en competencia con una barbacoa, mueble formado por cuatro estacas
clavadas en el suelo, soportando dos cortos palos atravesados, sobre los que
descansaban cinco tablas de palma barnizadas por el continuo frote de los
cuerpos. En un rincón cuatro calabazas llenas de agua, encima de las cuales
descollaba una pirámide de jícaras… y que colgadas por los extremos a las
espinas de dos trozos de limonero colocados en cruz, denotaban el aseo del
ama de casa. Esta es una de las particularidades en que la mujer del montero
pone más conato y lo que da la medida del buen orden de un bohío. En las
soleras estaban fijas varias quijadas de jabalíes en cuyos retorcidos colmillos
descansaban macuto, cinchas y jáquimas; en fin, dos bateas y una mesa coja,
pero muy limpia, completaban el resto de los muebles…. p.11.
El bohío no tiene más que un seto interior que divide el aposento de la sala. En
esta última se come y se hacen todos los oficios caseros concluyendo de
noche de dormitorio para los peones del patrón… p.13.
El valor de esta novela, más que literario o novelístico, es el retrato que nos
ofrece sobre la dura vida de los campesinos. Escrito en un lenguaje sencillo, a
veces poético, Bonó logra captar la atención del lector no tanto porque la
novela cuenta con una trama envolvente, sino por su capacidad descriptiva.
Con palabras, el campo dominicano va tomando forma y color a través del
verbo prolífero del pensador cibaeño. Pero además, su capacidad de análisis
lo llevaron a legarnos la historia, la vida de una serie de personajes nacidos del
campo dominicano. Vimos sus proezas y hazañas para sobrevivir a la dura
tarea de cazar jabalíes. Sentimos las angustias de las mujeres de desarrollar
complicados oficios en espacios tan pequeños que sólo sus ilusiones de formar
una familia las mantenían atadas a esa cosa levantada que ellos llamaban
vivienda. Y, a través de sus páginas, recordamos el valor que en la cultura
campesina se le otorga al Padrino y al jefe de familia. Revivimos la sumisión
femenina como una dolorosa verdad a la que fueron sometida las mujeres
dominicanas del siglo XIX. En fin, nos enfrentamos a la gente que con su
sudor y sacrificio construyeron esta sociedad que tenemos hoy.