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Los gallinazos sin plumas- Julio Ramón Ribeyro

Esteban: Hoy empacamos, armamos las maletas y nuestro vuelo literario nos lleva hasta
Perú para encontrarnos con un autor que debuta en “Tierra Firme”, Ezequiel, que
se llama Julio Ramón Ribeyro.

Ezequiel: Que gran autor y que alegría poder abordar a un autor de la grandeza de Julio
Ramón Ribeyro. Probablemente uno de los mejores cuentistas que tuvo
latinoamérica durante el siglo XX, con una profundidad, un manejo de la prosa
notable y además una riqueza de temas. Sabes, Juan Ramón Ribeyro trató
prácticamente en sus cuentos, cualquier tipo de género; desde cuentos con cierta
impronta policial, fantástica, casi fábulas morales y cuentos como el que vamos a
abordar en el día de hoy, que reflejan muy duramente la realidad latinoamericana.
Realmente es un autor de primera línea, tristemente poco conocido.

Esteban: Sí, dentro de lo que es la popularidad de otros, como por ejemplo Mario Vargas
Llosa, hablando de un peruano, no llega a ese nivel de difusión me parece.

Ezequiel: Exactamente, pero sí de calidad, es un autor que yo creo que supera ampliamente
a muchos otros textos de Vargas Llosa, siendo Vargas Llosa también un gran
autor, lo que ya es mucho decir. Forman parte de la misma generación, la famosa
generación del '50 que dio grandes escritores en Perú y en toda Latinoamérica, es
decir, tuvo competencia en su momento de alguna manera y tal vez en eso se
explica la poca difusión que tiene, de todas maneras es conocido en el ámbito de
la literatura, muy leído y admirado por sus contemporáneos, de una prosa bastante
sencilla, accesible a cualquier persona. Perteneció a una familia de clase media
pero que a su vez había sido en algún momento una familia de clase alta con
cierta incidencia en la política y en la cultura limeña, vivió durante un tiempo en
uno de los barrios más acomodados de Lima.

Esteban: Mira Flores.

Ezequiel: Exactamente, después tuvo algunos conflictos relacionados a la muerte de uno de


sus padres y a partir de ese momento la familia pasó por alguna dificultad
económica. Como muchos de su generación, viajó a Francia (como Cortázar), fue
una persona que terminó su vida prácticamente en Francia, él en dos
oportunidades se erradicó allá, la primera oportunidad para estudiar y sin embargo
no terminó sus estudios y se dedicó a trabajar como periodista y a trabajos
relacionados con la escritura, después volvió y regresó de nuevo a Francia esta
vez para trabajar y permaneció allí más de diez años. Hay mucha correspondencia
que se conserva de él con el hermano sobre todo, donde él iba contando los
avatares de su escritura y de su vida lejos de Lima. A pesar de eso la raíz en los
temas típicamente peruanos o latinoamericanos, porque realmente es un autor que
escapa a su país para retratar la realidad de todo un continente, sobre todo cuando
trabaja temas relacionados con lo netamente social, me parece que es un autor que
tiene un relieve y una profundidad que pocas veces se han encontrado, que excede
el mero juego literario tan propio de Borges o de Bioy Casares de quienes hemos
hablado en “Tierra Firme”, para pasar a otra instancia a generar textos que sin ser
panfletarios hablan de cosas que nos preocupan a todos los que vivimos en
nuestro amado continente en Latinoamérica; así que, me parece que abordar a
Julio Ramón Ribeyro es todo un logro, pero al margen de eso, este cuento yo lo
leí hace mucho tiempo por recomendación de mi padre en una antología de
cuento peruano. Y es un cuento que es terrible, es decir, que se queda grabado en
la memoria de una manera muy notable, leí la antología completa y realmente, el
único cuento que recuerdo (y los otros eran muy buenos, los tengo presentes),
pero lo único que recuerdo vívidamente es este cuento, por la rotundidad de la
prosa, por el argumento en sí, convoca todos los elementos que tiene que tener un
buen cuento, un manejo excelso del lenguaje, un argumento muy concreto y un
ritmo para llevarlo muy certero.

Esteban: Y el título además es muy seductor para para quién lo conoce el ambiente...”Los
gallinazos sin plumas”.

Ezequiel: “Los gallinazos sin plumas” hace referencia a una especie de buitres pequeños
muy propios de ciertas zonas de Latinoamérica, que se alimentan de basura, son
animales carroñeros, entonces se los suele ver donde hay basura. “Gallinazos sin
plumas” hace referencia a la gente indigente en la basura para encontrar su forma
de subsistencia, algo que es muy propio de la realidad latinoamericana. Si te
parece, Esteban, vamos a meternos en un cuento, en una descripción que él realiza
de cómo es la vida en la ciudad y la vida de estos gallinazos sin plumas.

Esteban: “A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus
primeros pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una
atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad a esta hora parece
que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal.
Las beatas se arrastran penosamente hasta desaparecer en los pórticos de las
iglesias. Los noctámbulos, macerados por la noche, regresan a sus casas
envueltos en sus bufandas y en su melancolía. Los basureros inician por la
avenida Pardo su paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A esta hora
se ve también obreros caminando hacia el tranvía, policías bostezando contra los
árboles, canillitas morados de frío, sirvientas sacando los cubos de basura. A
esta hora, por último, como a una especie de misteriosa consigna, aparecen los
gallinazos sin plumas.”

Ezequiel: Que descripción tan notable que hace de el despertar de la ciudad, de una ciudad
de alguna manera dura, complicada, aparece ya la presencia de la basura, de la
suciedad, que va a ser una constante en todo el cuento y dice que al final aparecen
estos personajes “gallinazos sin plumas” que concretamente en el cuento son dos
chicos que tiene que buscar determinadas cosas en la basura como forma de
subsistencia. Ribeyro va a continuar haciendo una descripción de lo que significa
ese trabajo de juntar en la basura. Y yo creo que todos los que hemos visto alguna
vez a una persona rejuntar algo de la basura o buscar algo en la basura, de alguna
manera es denigrante verlo. Pensar que una persona sea arrastrada hasta algo tan
bajo como tener que revolver en lo que otro desecha, pero además con el
problema higiénico que eso representa, con la humillación que esto representa
también para la persona, hay gente que está tan habituada a este estilo de vida que
adelante de cualquiera y sin preocuparse por el “¿qué dirán?” como decimos
habitualmente, rejunta en la basura y es una situación realmente que cuando una
la ve, es violenta, violenta porque uno dice: no puede ser que una sociedad halla
llegado a esto, no puede ser con las funcionalidades que tiene el gobierno, hemos
llegado a que halla gente revolviendo en la basura, que todavía existan estos
“gallinazos sin plumas”. Él compara a las personas con un animal, es decir,
finalmente la sociedad los lleva a convertirse en animales.

Esteban: Y en cada cultura, en cada país, asumen nombres diferentes de acuerdo a cómo
los tratan verbalmente, nominalmente a los “gallinazos”, en otros lugares (usted
que nos escucha en otros países) sabrá los nombres que le ponen a este tipo de
personas que hacen esta tarea y que están en toda Latinoamérica, Ezequiel.

Ezequiel: Exactamente. Hay dos chicos, dos hermanos que viven con su abuelo, a los cuales
el abuelo manda a buscar a la basura alimento para ellos y sobre todo para un
cerdo que están tratando de engordar para vender. Lo que a mi me recuerda
mucho en su esquema básico al libro de “El coronel no tiene quién le escriba”
donde tratan de darle de comer a un gallo de riña, que de alguna manera los va a
sacar de la pobreza y que finalmente van restringiendo todo para darle de comer a
ese animal; el esquema es muy similar en el sentido que estos chicos tienen que
salir a buscar entre la basura cosas que el cerdo (que se llama Pascual) coma, al
cerdo lo tienen en el fondo de la casilla donde viven, en un chiquero, y ahí le
tienen que dar de comer, engordándolo para venderlo y de alguna manera lograr
esas monedas que tanto anhelan, por supuesto incentivados por su abuelo que los
manda hacer este trabajo tan desagradable. Ahora, la descripción de Ribeyro, del
ámbito en donde estos chicos se mueven es notable. Vamos a leerlo, Esteban, si te
parece.

Esteban: “Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha dado
la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otros, cajas de
cartón, a veces sólo basta un periódico viejo. Sin conocerse forman una especie
de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad. Los hay que
merodean por los edificios públicos, otros han elegido los parques o los
muladares. Hasta los perros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios,
sabiamente aleccionados por la miseria.”

Ezequiel: Que terrible esta descripción, todo el texto es así, es un texto que vale la pena
buscarlo en Internet o comprar el libro, esta copilado en un libro que reúne toda la
obra de narrativa breve de Julio Ramón Ribeyro que se llama “La palabra del
mudo” , se publica en dos o cuatro volúmenes dependiendo la edición, y este
cuento seguro lo van a poder encontrar. Es para leerlo completo, tiene una
rotundidad la descripción. Cómo la ciudad está distribuida dentro de los que se
dedican a esto, algunos van a un lado, otros a otros y los perros van siguiendo el
recorrido que hacen. Si te parece, nos detenemos un poquito acá y después
continuamos con la historia de estos dos chicos que tienen que conseguir alimento
para ese cerdo que no hace más que engordar, esperando al día en que el abuelo se
decida a venderlo y conseguir unas monedas por intermedio de eso.

Esteban: Y piense mientras tanto en los chicos en la ciudad donde vive, que viven
experiencias similares a estos “gallinazos sin plumas” y a la realidad que nos
confronta tomar acciones. Enseguida volvemos.

PAUSA

Esteban: “Los gallinazos sin plumas” es el cuento que nos escribe Julio Ramón Ribeyro,
peruano, y al que estamos intentando fragmentariamente entender en este
programa.

Ezequiel: Exactamente, y tenemos dos personajes: Efraín y Enrique, dos chicos que están
buscando el alimento para este chancho que va creciendo. Y vemos la miseria de
la ciudad, solo en dos fragmentos que leímos de esa prosa tan poderosa, vemos
esa miseria tan feroz a la que esos chicos están sometidos, como la calle se
organiza de alguna manera para distribuir dentro de todos los que viven de esto,
distintos fragmentos, distintas partes, como una “organización secreta criminal”,
se separan en los distintos lugares y van revolviendo en la basura; hasta
separándose la basura, es decir: esta basura es mía y aquella es tuya. Convirtiendo
de alguna manera en un objeto de capital a la propia basura, a algo que
habitualmente se descarta. Vamos a ver que pasa mientras tanto con el cerdo, con
este animal que ellos están intentando criar con el abuelo, el abuelo es un ser
tiránico, le falta una pierna y por eso no sale, tiene una pata de palo, entonces por
eso esta constantemente arengando a los chicos para que vallan y para que le
traigan más y nunca parece ser suficiente porque el cerdo cada vez come más. Así
lo describe Julio Ramón Ribeyro:

Esteban: “En el fondo del chiquero, Pascual recibe cualquier cosa y tiene predilección por
las verduras ligeramente descompuestas. La pequeña lata de cada uno se va
llenando de tomates podridos, pedazos de sebo, extrañas salsas que no figuran en
ningún manual de cocina. No es raro, sin embargo, hacer un hallazgo valioso. Un
día Efraín encontró unos tirantes con los que fabricó una honda. Otra vez una
pera casi buena que devoró en el acto. Enrique, en cambio, tiene suerte para las
cajitas de remedios, los pomos brillantes, las escobillas de dientes usadas y otras
cosas semejantes que colecciona con avidez.”

Ezequiel: La pobreza de estos chicos... van a buscar y con lo que encuentren, de alguna
manera toman o recuperan esa instancia infantil que la vida les está robando,
porque tienen que trabajar como si fueran adultos buscando entre la basura para
alimentar a ese cerdo. Y sin embargo, de repente, en la misma basura encuentran
pequeños elementos que les recuerdan quienes son, que son chicos, que están
viviendo la niñez, y coleccionan elementos que para nosotros son elementos de
descarte, que forman parte del desperdicio de una ciudad, todo con idea de darle
de comer a ese cerdo. En un determinado momento de la historia, en vez de
recorrer las calles (como ya dejaron de encontrar y el animal necesita cada vez
más comida) ,el abuelo los manda directamente al basurero, al lugar donde se
acumula toda la basura; y ellos cuando llegan ahí se encuentran con los
verdaderos gallinazos, los animales que tienen plumas y que tienen que espantar,
porque ellos están peleando con los perros y con los verdaderos gallinazos por la
basura.

Esteban: ¡Qué increíble!

Ezequiel: Entonces cuando llegan les tienen que tirar piedras para que que se alejen, para
ellos poder revolver en esos lugares, y dice que mientras ellos están revolviendo,
encuentran a veces los restos de lo que los animales dejaron, y ellos tienen que ir
guardando eso. Hay una descripción muy dura de todo que sin embargo no cae en
el lugar común, ni en la lástima, ni en la conmiseración, de alguna manera lo que
uno siente es resultado de una descripción muy medida que hace Julio Ramón
Ribeyro como buen cuentista, no maneja nuestras emociones, sino que muestra y
lo que muestra es lo que de alguna manera nos conmueve. Vamos a ver que pasa,
porque todo cuento tiene que tener una complicación y la situación se va
complicando de esta manera:

Esteban: “Fue al regresar de una de esas excursiones que Efraín sintió un dolor en la
planta del pie. Un vidrio le había causado una pequeña herida. Al día siguiente
tenía el pie hinchado, no obstante lo cual prosiguió su trabajo. Cuando
regresaron no podía casi caminar, pero don Santos no se percató de ello, pues
tenía visita. Acompañado de un hombre gordo que tenía las manos manchadas de
sangre, observaba el chiquero.”

Ezequiel: El abuelo ya consiguió un comprador, pero a pesar de que todo parecería ir sobre
ruedas dentro de la miseria que relata el cuento, uno de los chicos se pincha el pie
y obviamente como está en contacto con la basura y en pésimas condiciones
higiénicas...

Esteban: ¡Infección!

Ezequiel: Eso se va a infectar, entonces este chico no va a poder seguir y el hermano va a


tener que hacer el trabajo por los dos. El abuelo obviamente está enfurecido y le
dice: si tu hermano no puede, vos vas a tener que salir más temprano y vas a tener
que salir a buscar por los dos porque sino el cerdo va a adelgazar y si el cerdo
adelgaza vamos a estar en un problema muy grande. Ahora, casi sin piedad, Julio
Ramón Ribeyro va a complicar todavía más la situación de estos personajes con
ésto que vamos a leer a continuación:

Esteban: “A la mañana siguiente Enrique amaneció resfriado. El viejo, que lo sintió


estornudar en la madrugada, no dijo nada. En el fondo, sin embargo, presentía
una catástrofe. Si Enrique enfermaba, ¿quién se ocuparía de Pascual? La
voracidad del cerdo crecía con su gordura.”

Ezequiel: El problema es que el otro también se enferma, se enferman los dos chicos que
traían la comida y el cerdo sigue reclamando alimento y el abuelo se empieza a
desesperar por lo que está pasando y en un acto absolutamente violento y
descarnado, que no lo vamos a leer porque es realmente muy fuerte; los chicos
tienen un perrito, y el abuelo le tira al chancho el perro para que el chancho lo
coma, lo devore. Porque no encuentra forma de calmarlo porque el cerdo está
desesperado.

Esteban: Por comida, seguro.

Ezequiel: Cuando los chicos se dan cuenta de lo que hizo el abuelo, no pueden entenderlo.
Y hay ahí una tergiversación del amor que el abuelo puede tener hacia el nieto y
todo lo demás, es decir, lo natural está totalmente tergiversado a causa de la
miseria y de la opresión que viven estos personajes. Así que ellos finalmente se
van a enfrentar al abuelo, pelean con el abuelo y lo terminan (casi de manera
involuntaria) tirando adentro del chiquero. Es un final terrible.

Esteban: Si si.

Ezequiel: y ¿cómo termina el cuento? El cuento termina con estos párrafos que vamos a leer
ahora:

Esteban: “Enrique cogió a su hermano con ambas manos y lo estrechó contra su pecho.
Abrazados hasta formar una sola persona cruzaron lentamente el corralón.
Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había
terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca
mandíbula. Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla.”

Ezequiel: Que terrible final, donde no hay una palabra que esté de más, ésto es un gran
cuentista. Definitivamente, el cuento es todo perfecto. Cómo, lo único que queda
de humano son esos dos hermanos que se abrazan y salen...

Esteban: Como una sola persona...

Ezequiel: … a la gigantesca mandíbula de la ciudad.


Esteban: Y esa descripción de la ciudad es terrible.

Ezequiel: Exactamente, porque estamos diciendo: acá ya no hay esperanza. ¡Qué poca
esperanza que nos da una sociedad como la nuestra! Cuando uno sale a mirar,
mira un poco el noticiero y no hay una buena noticia, son todas farsas de buenas
noticias, no encontramos una cosa positiva; el ser humano se ha dedicado a crear
una sociedad que se está devorando a sí misma, que es totalmente destructiva. Y
de alguna manera es lo que plantea este cuento, hay algo que está muy mal en el
ser humano para llegar a esto, hay algo muy mal para que esta sea nuestra
realidad; el cuento por supuesto tiene su cuota de ficción, pero tiene una cuota
aún más grande de realidad, estas cosas pasan, tal vez no exactamente de esta
manera, pero la miseria es una constante que va deshumanizando a las personas.
La miseria parte un poco de lo que todos hacemos, no solamente de lo que hace el
estado como lo mencionamos, sino que hay un compromiso por parte de todos
nosotros, yo me pregunto: ¿qué es lo que nosotros estamos haciendo para detener
el avance de la miseria en nuestros pueblos? Nosotros como cristianos, si nos
planteamos en serio hacer algo para intentar mitigar esto de la manera más
honesta y más honrada posible.

Esteban: Vos sabes que esta obra de Ribeyro me hace recordar a “Rebelión en la granja”,
cuando al final el autor describe que estaban los cerdos y los seres humanos por el
tema del poder en la granja, y en un momento dice como que no se encontraba o
no se veía la diferencia entre los cerdos y los seres humanos, como que era tal la
degradación del ser humano que llegaba a este punto como lo describe Ribeyro
también.

Ezequiel: Exactamente, Esteban. Me parece que es una excelente comparación. Hemos


llegado a un punto de decadencia tan dura y tan complejo, frente al que los
cristianos tenemos que ser muy conscientes. Los cristianos tenemos la respuesta
frente a esto, y a veces perdemos el tiempo tontamente en cosas que no son
relevantes mientras que hay gente que está padeciendo ésto. Yo me pregunto:
¿qué es lo que hacemos? ¿de que manera intercedemos por este tipo de personas?
¿cuál es la preocupación que tenemos frente a esto? Jesús habló claramente del
amor al prójimo, habló aún más del amor al enemigo, yo me pregunto si los
cristianos no estamos tan replegados, metidos adentro de nuestras iglesias,
mirándonos las caras sin entender que afuera hay un mundo que está necesitando
la respuesta y la acción que nosotros podemos aportar. Creo que nosotros
podemos aportar mucho, porque de una manera, por intermedio de Dios, somos la
palabra viva, la palabra que puede cambiar a las personas, una palabra que está
viva porque se manifiesta en acciones.

Esteban: Claro, no se queda encerrada en las cuatro paredes.

Ezequiel: Exactamente, pero lo que vemos de los cristianos son recitales, grandes
encuentros de gente, gente metida adentro de las iglesias, pero poca gente que
sale a la calle, que se remanga y ayuda y da una mano. Yo estoy seguro que cerca
de cualquier casa de cualquiera de nuestros oyentes, hay una de las instituciones
para ayudar a la gente. No es necesario uno armar y generar una institución, basta
con acercarse, basta con aproximarse, basta con colocar el grano de arena en el
lugar donde hay que colocarlo.

Esteban: Si, lo que uno pueda dar de tiempo, de esfuerzo, siempre va a ser positivo.

Ezequiel: A veces no es plata, es más que nada tener la voluntad de hacerlo. Porque también
a veces es: pongo la plata, y cuando pongo la plata me saco el problema de
encima. Pero no es eso, es una acción que nosotros tenemos en el ejemplo de
Jesús, tenemos en el ejemplo de Pablo llevando una ofrenda para la Iglesia que
estaba sufriendo y que estaba pasando por problemas o penurias económicas, es
decir, esto también es ser cristiano, esto es dar un testimonio. Dejar de estar en
nuestro pequeño mundo muy feliz para empezar a asumir el verdadero
compromiso que como cristianos tenemos. Creo que este cuento de Ribeyro es
una cachetada para cualquiera que lo lea: para un político, para un ciudadano
común, pero para un cristiano es una llamada de atención muy particular. Este
hombre que no era cristiano está viendo una realidad que nosotros nos negamos a
ver, y tenemos que empezar a verla y tenemos que empezar a actuar, a los que ya
están trabajando, desde acá todo nuestro estímulo para que sigan
comprometiéndose, para que sigan llevando a Dios de la mejor manera; para los
que no lo están haciendo, tal vez este sea el momento de inflexión, de pensar:
tengo que hacer algo que me saque de mi comodidad, de mi propio egoísmo y que
me lleve a otro lugar. El cuento de Julio Ramón Ribeyro tiene muchos ribetes, y
este tal vez sea el más positivo para todos nosotros si nos sentamos a pensarlo
durante un momento.

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