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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología


Universidad Católica del Táchira
Facultad de Ciencias Políticas y Jurídicas
Escuela de Derecho
San Cristóbal – Estado Táchira

Teología cristiana (patrística y escolástica)

Autores:

Atencio Baena, Jaineris Carolina


V-29.690.153
70721

Báez Colmenares, César Augusto


V-27.920.732
70644

Bautista Bautista, Brando Rubén


V-26.988.235
70733

Bonilla Contreras, Yarlis Yanith


V-27.968.329
70630

Cárdenas Chacón, Andreina Alejandra


V-28.297.016
70741

Chacón Coletta, Verónica del Valle


V-28.131.361
70791
INTRODUCCIÓN

Sin duda alguna, la Iglesia católica ha marcado un precedente en las


civilizaciones occidentales, influyendo en tantos aspectos que nombrarlos llevaría
un buen tiempo, aunque poco esfuerzo para quien sea capaz de reconocer éstos
en su día a día. Sin embargo, reducir este concepto a la Iglesia católica sería algo
egoísta, pues lo correcto sería reconocer a manera general la influencia positiva
de los judeocristianos en sus respectivas sociedades, concepto que poco a poco
quisiera ocultarse en un mar de hipótesis progresistas que hasta hoy intentan (con
menor grado éxito en algunos lugares) borrar el legado que representa para los
pueblos occidentales la ascendencia religiosa. Dando una mirada a la Iglesia
católica contemporánea podemos darnos cuenta del proceso evolutivo que ésta ha
sufrido a lo largo de su historia, que se encuentra evidenciado en sus distintas
etapas de pensamiento expresadas en la filosofía de la Iglesia.

El cristianismo es una religión basada en las enseñanzas y milagros de


Jesús, el cual es el Cristo. La palabra «cristo» significa el ungido. Jesús es el
ungido de Dios el Padre el cual vino a este mundo, cumplió las leyes y profecías
del Antiguo Testamento, murió en la cruz y se levantó físicamente de la muerte. La
Iglesia católica es la Iglesia cristiana más numerosa. Se considera a sí misma un
«sacramento», un «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad
de todo el género humano» (Lumen Gentium, 1), por cuanto ella misma se declara
fundada por Cristo. Está compuesta por 23 iglesias sui iuris que se encuentran en
completa comunión con el papa y que en conjunto reúnen a más de mil millones
de fieles. Se trata de una comunidad cristiana que se remonta a Jesús y a los
doce apóstoles, a través de una sucesión apostólica nunca interrumpida, también
compartida con la Iglesia ortodoxa.

Así mismo, la Iglesia Católica y Apostólica Romana es la congregación de


los fieles cristianos regida por el papa como vicario de Cristo en la tierra. El
término Iglesia, que proviene del latín ecclesia y éste del griego ekklesia, designa
la sociedad religiosa fundada por Jesucristo. Tras las divisiones a las que esta
Iglesia cristiana primitiva ha dado lugar a lo largo de la historia, podemos aplicarles
los calificativos de Iglesia ortodoxa, Iglesia evangélica, Iglesia anglicana, etc. El
término católica, proviene del latín catholicus, y éste del griego del griego katholou
(a través del todo, es decir, universal) la diferencia de las demás y alude a su
pretensión universalidad, acentuada tras producirse cismas como el que dio lugar
a la división de la Iglesia de Oriente y a la de Occidente, o el surgido de la reforma
protestante encabezada por Martín Lutero y otros reformadores en el siglo XVI.

Al mismo tiempo la Iglesia ha utilizado desde su inicio a la filosofía para


responder tanto a inquietudes fundamentales que nacen en el seno de su propia
conformación como a ataques (principalmente de los paganos) que recibía
mientras se consolidaba en su etapa fundacional a lo largo del mundo conocido.
Bajo este llamado se hace presente en la Iglesia la teología, su nombre proviene
del concepto griego formado por theos (Dios) y logos (estudio), siendo ésta una
ciencia que estudia las características y propiedades de la divinidad, siendo la
teología cristiana, en el caso de la Iglesia católica, la encargada de estudiar todos
aquellos fenómenos relacionados con Dios.

Fue de esta manera como la Iglesia católica plantó sus bases ideológicas
que servirían como fundamento en los próximos siglos para llevar a cabo mayores
transformaciones dentro de la Iglesia, pasando por periodos lóbregos como la
Santa Inquisición, que germinaron al humanismo europeo de los siglos XIV y XV,
periodos que impulsaron a establecer criterios racionales en la Iglesia para no
dirigir sus esfuerzos en contra de la corriente humana, hacer una Iglesia cada vez
más humana y mantener su importante posición dentro de nuestra sociedad.
Teología cristiana

Como se indica anteriormente, la teología cristiana es aquella parte de la


teología encargada de estudiar a Dios en cuanto Dios, es decir, Dios en su misma
naturaleza divina. La teología juega un papel fundamental en la construcción del
pensamiento político de la Iglesia, pues establece las directrices doctrinales que
persigue la Iglesia en la regulación de una sociedad. Por tanto, desde una
perspectiva histórica, la teología cristiana se ha facultado de ordenar las
enseñanzas bíblicas a través de un ordenamiento religioso que ha dado origen a
distintas normas propias de la Iglesia que se expresan directamente a través de
órdenes como los diez mandamientos o indirectamente a través de la Sagrada
Escritura.

En la formación primitiva de la Iglesia católica, la teología jugó un papel


fundamental, pues en el periodo comprendido desde la muerte de Jesucristo hasta
el Edicto de Milán (donde se reconoce la libertad de culto en el Imperio Romano)
la comunidad cristiana fue cruelmente perseguida y reprimida junto a otras
minorías religiosas. De este modo, en el marco de esta etapa de persecución se
hace presente la patrística, que fue forma de pensamiento especulativo utilizada
por los Padres de la Iglesia y los escritores eclesiásticos. Dicha forma de
pensamiento se caracteriza por la defensa racional del cristianismo frente a los
ataques de la filosofía pagana y por la aceptación de las verdades filosóficas que
convienen con la revelación cristiana.

A medida que la Iglesia católica iba consolidando su posición en Europa, se


hacían necesarias reformas ideológicas que adaptaran la característica dogmática
de la Iglesia a un mundo que acogía cada vez más a la ciencia, al poder de la
razón, y abandonaba sistemáticamente la fe cuando esta contradecía a la razón. A
partir de esta cuestión nace la escolástica, siendo éste un método especulativo
filosófico-teológico desarrollado, difundido y cultivado en las escuelas de la Europa
del Medievo desde el Imperio carolingio al Renacimiento. Las escuelas filosóficas
que albergaron este pensamiento se localizaron en catedrales y conventos para,
más adelante y en especial durante el siglo XIII, pasar a las universidades. En
síntesis, fue un movimiento doctrinal (no exclusivo de la Iglesia católica) que, sin
emplear el movimiento racional-conceptual que se enseñaba en las escuelas, se
mueve en el mismo entorno y contexto.

A lo largo de su historia, la Iglesia católica ha pasado por distintas etapas


de pensamiento filosófico en las cuales ha evolucionado progresivamente, entre
innovaciones y atrasos, en su pensamiento social y político. De esta manera
grandes autores eclesiásticos como Tomás de Aquino, Agustín de Hipona,
Orígenes, Pedro Abelardo, San Buenaventura, etc., han plasmado a través de sus
obras la síntesis política que han logrado analizar y extraer de la Biblia, que debe
ser la directriz fundamental para normar el comportamiento político de la Iglesia
fundamentada en la religión. Los primeros rasgos de la filosofía eclesiástica los
podemos notar en el siglo II d.C., cuando los padres de la Iglesia, a través de la
patrística, cementaron el fundamento doctrinal de la Iglesia que aún se encontraba
en un estado profundamente primitivo a comparación de nuestros días.
La patrística

La patrística (del latín pater: padre) fue el conjunto de escritos doctrinales


de los primeros siglos del cristianismo, cuya intención era definir el dogma, unificar
las distintas interpretaciones del cristianismo y promocionar la doctrina cristiana,
en la mayoría de los casos exponiéndola en un lenguaje filosófico que la hiciera
aceptable para las clases cultas del mundo grecorromano, integró la teología
cristiana de los siglos I-VIII, apologética de los «Padres de la Iglesia» que al
principio defendían los dogmas de la religión cristiana contra el paganismo y
afirmaban la incompatibilidad de la fe religiosa con la filosofía antigua.

Cronológicamente abarca los 8 primeros siglos de la era cristiana,


empezando con el Primer concilio de Nicea (325) y siendo San Isidoro de Sevilla
(muerto en 636) el último Padre latino, y San Juan Damasceno (muerto 746) el
último Padre griego. La filosofía patrística radica en la forma de pensamiento
especulativo llevada a cabo por los Padres de la Iglesia y los escritores
eclesiásticos caracterizándose por la defensa racional del cristianismo frente a los
ataques de la filosofía pagana y por la aceptación de las verdades filosóficas que
convienen con la revelación cristiana. La importancia de la Patrística estriba en el
hecho de ser el primer intento de unificar la religión cristiana y la filosofía. Los
primeros pensadores cristianos se sirvieron de la filosofía para dar una explicación
racional de sus dogmas.

Los padres mencionados en la patrística fueron aquellos cuya labor


fundamental fue redactar obras que exponían la doctrina cristiana, son los
verdaderos iniciadores de la filosofía cristiana al mismo tiempo que desarrollan la
estructura eclesial. La patrística se desarrolló en la edad media y surge con el
objetivo de desplazar a las otras religiones o doctrinas religiosas y se considera
como única doctrina religiosa lo cual su fundamento estaba en la creencia en Dios.
La patrística tiene tres etapas en su desarrollo como lo es la primera patrística del
siglo II y III, la alta patrística del siglo IV y V y la patrística tardía del siglo VI y VII.

Etapas de la patrística.
 Primera patrística: Con esta premisa, los primeros Padres, se
inspiraron en la teoría estoica del logos spermatikos, que se basa en
que las religiones hasta la fecha lo que habían hecho era una especie
de adaptación de la Palabra de Dios (eterna y presente desde el inicio
de los tiempos) por no saber interpretarla correctamente. De este modo
lograban explicar ciertas similitudes entre las mitologías paganas y la
nueva mitología cristiana. La primera patrística se desarrolló
simultáneamente en dos ámbitos distintos, Oriente, representado por
Grecia y Occidente por Roma. Estéticamente se produce un cambio
sustancial entre la concepción pagana de los antiguos poetas griegos y
la nueva literatura religiosa. Mientras aquellos buscaban el placer y la
belleza de su obra utilizando para ello artificios y retóricas varias, el
cristianismo defiende la palabra pura, según ellos para preservar la
verdad de la palabra divina.
Sin embargo existía más afinidad entre ambas culturas de la que cabría
esperar, ya que los ideales defendidos por los Padres Primitivos (siglos
II-III) se correspondían en buena medida con las ideas destacadas por
Platón en sus planteamientos filosóficos. Para los Padres la palabra del
poeta es falsa ya que la única verdad es la que de mano directa del
Espíritu Santo recibe el profeta. No obstante, aceptan estos padres
cierto nivel de verdad en la obra de los poetas, la parte de inspiración
que los griegos atribuían a la Musa y que los cristianos llaman
inspiración divina, pura y libre de parafernalias.
 Alta patrística: En esta época se produce el asentamiento definitivo
de la iglesia cristiana en Occidente por encima del paganismo, lo cual
significa también la consecuente politización de la iglesia. Sin embargo,
y en contra de lo que cabría esperar por las ideas del periodo anterior,
este asentamiento trae consigo un amplio desarrollo de la literatura
eclesiástica integrando a su vez los modelos helenos. Al igual que en la
primera patrística, ésta también se desarrolla en dos vertientes
geográficas, la oriental y la occidental.
Los primeros Padres Apologetas aparecieron en Grecia, donde se fundó
también la primera escuela de teosofía cristiana, con base en Alejandría.
Se dedicaron a defenderse de los ataques de los paganos desmintiendo
que la iglesia fuera una amenaza para el Estado hablando de su forma
de vida casta y austera y a su vez atacaron el politeísmo pagano, ya que
sólo existía un Dios, que era por supuesto el cristiano y la única verdad
era su Palabra, ya que envió a su propio hijo para difundirla. En estas
fechas, la unidad de la iglesia se va resquebrajando poco a poco a la par
que decae el famoso Imperio que la cobijaba bajo el asedio de los
visigodos. Esta decadencia propicia la nueva tarea evangelizadora de la
iglesia. San Ambrosio de Milán fue una figura destacada de la época
que al igual que Orígenes estableció tres estratos diferentes de
interpretación, el literal, el moral y el místico-alegórico.
 Patrística tardía: Es un periodo tortuoso, con un importante
deterioro social y cultural debido en gran medida a las guerras y las
invasiones bárbaras que sumieron la cultura occidental de aquel
momento de lleno en la Edad Media. Únicamente destacaron por su
labor de recopilación más que creativa Boecio, Casiodoro e Isidoro de
Sevilla. Boecio estudió las obras de Platón y Aristóteles con intención de
traducirlas en su totalidad aunque por desgracia sólo consiguió hacerlo
con una pequeña parte de ellas, que, no obstante, fueron suficientes
para constituir la base de lo que más adelante sería la escolástica.
Casiodoro por su parte concluyó que había dos Artes fundamentales, la
gramática como grupo de artes de la palabra y la aritmética presidiendo
el de las cosas. Isidoro de Sevilla se vio en acuerdo con Platón
estableciendo tres formas de expresarse en un texto literario, la primera
en la que sólo hay narración, la segunda en la que sólo hay diálogos y
una tercera en la que ambos registros se entremezclan. También, al
igual que los primeros Padres, San Isidoro condenaba la poesía y a los
poetas aconsejando a los fieles que no se dejaran embaucar por la
belleza de los escritos y se refugiaran en la verdad y sabiduría de las
Escrituras.

Pensamiento político de San Agustín: Agustín de Hipona nació el 13 de


noviembre de 354 en Tagaste, un pueblo de lo que hoy es Argelia. Su plan de vida
está cifrado en la oración y en la convivencia. Del mismo modo su acción pastoral
a favor de los necesitados y la sabiduría de sus escritos marcan un camino que la
iglesia siguió por más de 16 siglos. Sus escritos le convierten en uno de los más
importantes filósofos de la antigüedad. Para San Agustín, grosso modo, la historia
de la humanidad es la historia de la lucha entre dos ciudades, la del bien y la del
mal, la ciudad de Dios (Civitas Dei) y la ciudad terrenal (Civitas Terrena), la ciudad
de la luz y la ciudad de las tinieblas. La «Ciudad de Dios» se inicia con la creación
de los ángeles, su primer componente humano es Abel y alcanzado su máxima
expresión en la iglesia de Cristo. La «Ciudad Terrenal» nace con el pecado
original, su primer representante es Caín.

La relación de los primeros pensadores cristianos con la filosofía fue


compleja. Mientras unos mostraron su hostilidad hacia la filosofía, considerándola
enemiga de la fe, otros vieron en la filosofía un arma para defender con la razón
sus creencias religiosas. Las características de la filosofía griega no permitían una
fácil síntesis entre ambas. El planteamiento griego del tema de Dios, por ejemplo,
se limitaba a su interpretación como inteligencia ordenadora, como causa final, o
como razón cósmica. Los cristianos, sin embargo, por Dios entenderán un ser
providente, preocupado por los asuntos humanos; un ser encarnado, que adopta
la apariencia humana con todas sus consecuencias; un ser creador, omnipotente,
único, pero también paternal, y resulta difícil, por no decir imposible, encontrar tal
visión de Dios en ningún filósofo griego.

No hay una distinción clara entre razón y fe en la obra de San Agustín, lo


que marcará el discurrir de todo su pensamiento. Existe una sola verdad, la
revelada por la religión, y la razón puede contribuir a conocerla mejor. «Cree para
comprender», nos dice, en una clara expresión de predominio de la fe; sin la
creencia en los dogmas de la fe no podremos llegar a comprender la verdad, Dios
y todo lo creado por Dios (la sabiduría de los antiguos no sería para él más que
ignorancia); «comprende para creer», en clara alusión al papel necesario, de la
razón como instrumento de aclaración de la fe, que puede y debe apoyarse en el
discurso racional ya que, correctamente utilizado, no puede estar en desacuerdo
con la fe, afianzando el valor de ésta. Esta vinculación profunda entre la razón y la
fe será una característica de la filosofía cristiana posterior hasta la nueva
interpretación de la relación entre ambas aportada por santo Tomás de Aquino, y
supone una clara dependencia de la filosofía respecto a la teología.

La ética agustiniana, aunque inspirada directamente por los ideales morales


del cristianismo, aceptará elementos procedentes del platonismo y del estoicismo,
que encontramos también en otros aspectos de su pensamiento. Así, compartirá
con ellos la conquista de la felicidad como el objetivo o fin último de la conducta
humana; este fin será inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de
la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal, por lo que sólo podrá ser
alcanzado en la otra vida. Hay aquí una clara similitud con el platonismo, mediante
la asociación de la idea de Bien con la de Dios, pero prevalece la inspiración
cristiana al considerar que la felicidad consistiría en la visión beatífica de Dios, de
la gozarían los bienaventurados en el cielo, tras la práctica de la virtud. Además,
hay que tener en cuenta que es necesaria la gracia de Dios para poder alcanzar
tal objetivo, lo que hace imposible considerar la salvación como el simple efecto de
la práctica de la virtud.

Respecto al problema de la existencia del mal en el mundo (si Dios es la


suma Bondad ¿por qué lo permite?) la solución se alejará del platonismo, para
quien el mal era asimilado a la ignorancia; para San Agustín el mal no es una
forma de ser, sino su privación; no es algo positivo, sino negativo: carencia de ser,
no-ser. Todo lo creado es bueno, ya que el ser y el bien se identifica. En cuanto a
la sociedad y la política, San Agustín expone sus reflexiones en La ciudad de Dios,
obra escrita a raíz de la caída de Roma en manos de Alarico y de la
desmembración del imperio romano. Los paganos habían culpado a los cristianos
de tal desastre, argumentando que el abandono de los dioses tradicionales en
favor del cristianismo, convertido desde hacía tiempo en la religión del imperio,
había sido la causa de la pérdida del poder de Roma y de su posterior destrucción.

La ciudad de Dios la componen cuantos siguen su palabra, los creyentes; la


terrenal, los que no creen. Esa lucha continuará hasta el final de los tiempos, en
que la ciudad de Dios triunfará sobre la terrenal, apoyándose San Agustín en los
textos sagrados del Apocalipsis para defender su postura. De hecho, la oposición
señalada será utilizada posteriormente para defender la prioridad de la Iglesia
sobre los poderes políticos, exigiendo su sumisión, lo que ocurrirá en la alta edad
media. Asegurada esa dependencia, San Agustín aceptará que la sociedad es
necesaria al individuo, aunque no sea un bien perfecto; sus instituciones, como la
familia, se derivan de la naturaleza humana, siguiendo la teoría de la sociabilidad
natural de Aristóteles, y el poder de los gobernantes procede directamente de
Dios.

San Agustín plantea dos perspectivas en su visión del Estado:

- La visión pesimista del Estado: Esta valoración negativa atribuye el origen


del estado al pecado. En oposición a la ciudad de Dios, la ciudad o el Estado de
este mundo vendría ser la ciudad del diablo, y consecuentemente toda la práctica
política sería considerada indigna de los ciudadanos de Dios.

- La visión optimista del Estado: La estimación positiva del estado se


desprende de la idea agustiniana de que la sociedad política sigue la tendencia
natural del hombre de aunar esfuerzos para el bien, a modo de una ampliación de
la vida familiar. El estado vendría a ser entonces como una gran familia, en la que
los miembros cooperan y se ayudan mutuamente.

San Agustín es el más ilustre entre los cuatro más importantes Padres de la
Iglesia latina. Luego de una juventud pagana, gracias a las oraciones de su madre,
Santa Mónica, se decide por la vida cristiana y se dedica de pleno a la actividad
episcopal.
La escolástica

La denominación «escolástica» procede del latín scholasticus, el que


enseña o estudia en la escuela. El término que, desde el Renacimiento, se aplica
al pensamiento filosófico que se desarrolló a lo largo de la Edad Media en todo el
ámbito conocido de la cristiandad, no ha de circunscribirse históricamente al
occidente cristiano, puesto que, además de la cristiana, existen también, con
iguales derechos, una Escolástica árabe y una Escolástica judía, que se
comunican entre sí; en realidad, el trasvase de conocimientos e influencias se da
más bien de las dos últimas a la primera. En sentido estricto (y limitando la
cuestión al occidente cristiano) se llama «Escolástica» a la filosofía y la teología
que se enseñó durante el período de la Edad Media, a la denominada filosofía
medieval; propiamente, la «ciencia que se enseñaba en la escuela»: primero las
artes liberales y luego la filosofía y la teología.

Toda la filosofía Escolástica se caracteriza por un doble, y problemático,


recurso a la autoridad, representada por los textos sagrados de la Biblia y la
tradición de los Padres de la Iglesia (a la fe, en definitiva), y a la razón, que de
manera creciente se aplica a la interpretación de la autoridad y hasta al libre juego
de la reflexión propia. A lo largo de toda la filosofía medieval se mantuvo el lema,
enunciado por Agustín de Hipona y Anselmo de Canterbury de «la fe que busca
comprender», en sus diversas versiones de intellectus quaerens fidem o de fides
quaerens intellectum. Se suceden, por tanto, períodos en que domina la auctoritas
y períodos en que la ratio, apoyada en la dialéctica, o lógica medieval, y sobre
todo con las sucesivas entradas de la obra de Aristóteles en occidente, florece en
un cierto racionalismo que, con frecuencia, resulta sospechoso a la teología.

La temática de que se ocupa la Escolástica se puede precisar


materialmente recordando los contenidos de las colecciones de sentencias o
manuales, cuya lectura y comentario debían emprender aquellos que querían ser
lectores o licenciados (de «licencia» para enseñar) en teología. La temática
general, sin embargo, quedaba determinada por los encuentros problemáticos
entre fe y razón a que aquella temática en concreto obligaba. Los estudios eran,
claro está, de índole teológica, pero no únicamente, y la mayoría de cuestiones
manifiestamente religiosas encerraban en su explicación y exposición cuestiones
epistemológicas, lógicas, antropológicas, cosmológicas, éticas o psicológicas.

La Escolástica se caracteriza preferentemente por su método; justamente


del respeto y cultivo excesivo del método nace el sentido despectivo del término
de «escolástico» con que se conoce la preferencia por las cuestiones formales
respecto de las de contenido. A este sentido desviado de «formalismo» hay que
añadir el no menos peyorativo de estudios oscurantistas propios de un período
bárbaro de la historia, en lo tocante a la ciencia y a la razón, que los ilustrados
cargan con exceso sobre la filosofía medieval cristiana. El método escolástico, que
se elabora con el objetivo primario de ser un instrumento didáctico, alcanza su
pleno desarrollo formal con la llegada de las universidades medievales, entre los
siglos XII y XIII.

Etapas de la escolástica.

 Pre escolástica: Comprende desde el siglo VI al IX. Se vieron


momentos de honda decadencia moral y cultural. Después de la caída del
Imperio romano occidental a finales del siglo anterior, Europa es fracturada
en muchos reinos germánicos pequeños, que compitieron constantemente
por tierra y recursos. Finalmente los francos llegaron a ser dominantes, y se
expandieron hacia fuera un dominio importante que abarcaba gran parte de
Francia y de Alemania. Mientras tanto, el Imperio romano del este que
sobrevivió comenzó a ampliarse bajo el mando del emperador Justiniano I.
El Imperio Carolingio empezó a erigir su propia filosofía a través de la
escuela palatina, creada por Carlomagno con el fin de hacer renacer la
cultura y fortalecer su Imperio. El tradicionalismo y la sumisión a las
autoridades estaba fuertemente arraigado en las sociedades occidentales.
Se produjo una gran serie de recopilaciones de textos antiguos, sobretodo
de filósofos griegos como Platón y Aristóteles. El filósofo más destacado de
esta etapa fue Juan Escoto Eriúgena.
 Escolástica temprana: Comprende desde el siglo IX al XII. En el
imperio carolingio, tras la muerte de Carlomagno, hereda su vasto imperio
Ludovico Pío, hijo suyo, pero el reinado de Ludovico fue muy caótico,
desembocando en abierta guerra civil, finalmente, con el Tratado de
Verdún. El siglo X es un período donde se vislumbra el fin de la Edad
Oscura, la cultura florece sobre todo en el mundo árabe. El siglo XI,
apodado el «siglo de las cruzadas», donde los reinos cristianos europeos,
en respuesta a la llamada de los papas, lanzaron diversas ofensivas sobre
Tierra Santa para arrebatar el control del lugar a los musulmanes. En el
siglo XII la religión fue el eje sobre el que giraron los acontecimientos más
importantes en Europa. Tuvieron lugar la Segunda Cruzada, la Tercera
Cruzada. Sobre el final de este periodo se fundaron las primeras
universidades, se escribieron las primeras sumas y se desarrollaron los
conflictos entre dialecticos y no dialecticos. De este periodo se destacan los
escolásticos Anselmo de Cantorbery y Pedro Abelardo.
 Alta escolástica: Comprende el siglo XIII. Fue, en términos
generales, la edad de oro de la escolástica. Así mismo, se consumó la
redacción de las grandes sumas teológicas y filosóficas, ejemplo de esto la
«Summa Theologiae» de Santo Tomás de Aquino, y se dio la incorporación
de los nuevos elementos provenientes de la filosofía árabe, judía y
aristotélica. En el siglo XII, inicia la disputa acerca de los universales que
enfrentó, entre otros a Guillermo de Champeaux con uno de los filósofos
más representativos del período, Pedro Abelardo. La extraordinaria
actividad científica de las órdenes religiosas, influyeron notablemente en la
consolidación escolástica .De este periodo se destacan Santo Tomás de
Aquino, San Buenaventura de Bagnoregio y Juan Duns Scoto.
 Baja escolástica: Comprende el siglo XIV, cuando se da el divorcio
entre la razón y fe. Es un periodo de decadencia y disgregación, menos
creativo y falto de originalidad, en el que domina una actitud escéptica
respecto a las sistematizaciones de la escolástica anterior. Su máximo
representante es Guillermo de Ockam, quien tiene una postura conocida
como nominalismo, que se opone a la tradición aristotélico-escolástica y
dice que los universales son únicamente nombres y existen sólo en el alma.
Esta postura lleva a afirmar el primado de la voluntad sobre la inteligencia.
La voluntad de Dios no está limitada por nada, ni siquiera las ideas divinas
pueden afectar la omnipotencia de él.

Pensamiento político de Santo Tomás de Aquino: Tomás de Aquino,


nació en el año 1225, en un castillo cerca de Aquino, Italia. Estudio en la
universidad de Nápoles y fue allí donde entró en contacto con los escritos de
Aristóteles, gracias a ello se destacó por ser un filósofo eminentemente
aristotélico. De Aristóteles adopto el análisis de los objetos físicos, su visión de los
lugares, el tiempo y los movimientos. Basó su filosofía moral en la de Aristóteles y
su obra fue un fuerte impulso del aristotelismo, que origino el periodo conocido
como Renacimiento. Su tarea es un colosal esfuerzo por reconciliar la fe y la
razón. Toma de Aristóteles la idea de que el alma y el cuerpo forman una misma
sustancia. Sostenía que el hombre por naturaleza es un ser social para vivir en
comunidad con otros hombres. Concedió la primacía de la fe sobre la razón, por lo
que las leyes contrarias a la ley divina deben rechazarse y no es ilícito
obedecerlas, marcando la dependencia de la legislación civil respecto de la
legislación religiosa.

Tomás de Aquino consideró la naturaleza del hombre como esencialmente


social y el Estado es un despliegue de esta esencia social humana. Identificó las
formas del gobierno del Estado como dos vertientes: el Estado justo y recto: que
tiende al bien común y se expresa a través de tres formas de gobierno: la
monarquía, la aristocracia y la democracia, mientras que por otro lado, el Estado
injusto: Está desviado y tiende al bien particular. Se expresa en la tiranía, la
oligarquía y la demagogia.

La tiranía tiene varios significados para Santo Tomás. En primer lugar,


significa la corrupción de la monarquía: el rey que busca el interés propio. Pero
muchas veces el Santo usa este término para significar la degeneración de
cualquier tipo de gobierno en general o señala con esta misma palabra al gobierno
que atenta contra el bien común. Frente a la tiranía los ciudadanos deben asumir
diferentes posiciones, desde extremar cuidados para elegir a un buen monarca,
pasando por la necesidad de controlarlo, luego eventualmente tolerarlo para evitar
mayores males, hasta poner fin a su mandato, en el caso extremo, a través del
tiranicidio. Las categorías del Estado apropiado son justicia y rectitud, por lo que el
análisis de la moral y el derecho son importantes. La justicia es una virtud que
pertenece directamente al derecho y no a la moral, porque regula las relaciones
entre los hombres.

Con respecto a la ley, la función de la misma es la organización racional de


la sociedad tendiente hacia el bien común y debe ser promulgada por quien tiene
a su cuidado la comunidad. Toda la ley se origina en la ley eterna que es la regla
según la cual Dios gobierna el mundo; todo lo que existe participa en esta ley pero
no de igual manera: los seres racionales lo hacen de manera libre, ya que la
tienen grabada en la conciencia en forma de ley natural. Esta ley natural, muchas
veces es demasiado general y abstracta para los hombres y debe ser especificada
a través de las normas particulares, que una vez promulgadas se convierten en la
ley positiva o humana.
CONCLUSIÓN

La Iglesia católica, al igual que la sociedad humana, puede ser calificada


dentro de la tríada dialéctica expuesta por el filósofo alemán Johann Gottlieb
Fichte. La expresión se utiliza para hacer referencia a la materialización ontológica
de la dialéctica en forma de una concepción de la realidad como proceso circular,
proceso desarrollado en tres momentos y movido por el principio de la
contradicción. Esta tríada dialéctica refleja, entonces, la realización dinámica de la
razón absoluta, esto es, de la Idea. Esos tres momentos del proceso dialéctico se
corresponden con las expresiones acuñadas por Fichte de tesis, antítesis y
síntesis:

El primer momento (tesis) se corresponde con el estar en sí. Es el momento


de la posición abierta a la inmediatez y situada en la indeterminación: la revelación
del aspecto abstracto que es accesible al entendimiento; el ser es visto como
identidad, pero no en su totalidad. Ocurre entonces que, haciendo uso de la razón,
lo que está en sí sale de sí y se niega a sí mismo en lo otro, llegándose así al
segundo momento (antítesis) que se corresponde con el ser para sí. Se produce la
negación o contradicción del primer momento, provocándose una auto-escisión,
una alienación u objetivación. El tercer momento (síntesis) se corresponde con el
ser en y para sí: el Ser real, la Totalidad que ha sido alcanzada por la razón. Se
produce la negación de la negación, llegándose a la superacióny, en definitiva, a la
auto-reconciliación del ser.

Aplicados a la Idea, estos tres momentos se corresponden con otros tantos


fundamentales: como Lógica (la Idea en sí y para sí misma); como Naturaleza (la
Idea sale fuera de sí misma y se exterioriza); y como Espíritu (la Idea vuelve a
recogerse en sí, retornando a sí misma).

En nuestro caso, la Iglesia ha desarrollado este ciclo de manera


comprobable hasta nuestros días, pues pasando por un primer momento expuesto
por la escolástica, donde la fe predominó sobre la razón, casi de manera
hegemónica, la Iglesia realizó sus postulados y los aplicó valiéndose de su imperio
de poder a lo largo de varios siglos, acciones que generaron una reacción, que
sería nuestro segundo momento, a través de la creación progresiva de la corriente
humanista que desplazó la fe a un segundo lugar para darle un enfoque más
influyente al hombre y la razón, esta respuesta va de la mano con las acciones
represivas de la iglesia (un ejemplo de ello sería la Santa Inquisición), que
generando descontento y opresión por parte de la Iglesia dieron pie a los
movimientos intelectuales revolucionarios, sobre todo a partir de la revolución
francesa.

Esta sucesión de acontecimientos da pie a nuestra síntesis, que podemos


identificar con la Iglesia contemporánea, la que abarca el siglo pasado y se ubica
en nuestros días, una Iglesia más comprensiva, más humana, sin dejar de lado a
la fe, una Iglesia que abandonó el uso de su imperio de poder para imponer su
presencia tanto en la sociedad como en el derecho y el ordenamiento jurídico. La
Iglesia contemporánea que se arrepiente de sus pecados del pasado, con un
pináculo ubicado en la Bula de Convocación del Gran Jubileo del año 2000, donde
el entonces sumo pontífice, Juan Pablo II, pidió perdón públicamente, y en nombre
de toda la Iglesia católica, por los errores históricos de la Iglesia. Sin duda alguna
ese rol conciliador que jugó la Iglesia católica, promoviendo un mensaje de
fraternidad y reconciliación, es la síntesis más exacta de lo que representa su
importante papel en nuestra sociedad, definiendo valores éticos y morales a la vez
que acompaña a la humanidad en su transitar evolutivo.

Finalmente, la Iglesia católica debe seguir siendo el recordatorio empírico


de que la fe y la razón deben llevarse cordialmente de la mano, siendo ambas
parte del camino que lleva al ser humano hacia la sabiduría., porque como lo dice
Benedicto XVI en el encabezado de su encíclica Fides et ratio, sobre las
relaciones entre la fe y la razón: «La fe no teme a la razón. Estas son como dos
alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la
verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y,
en definitiva, de conocerlo a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda
alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo.»
BIBLIOGRAFÍA

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