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RITO Y METONÍMIA

el lugar del arte tradicional


lo yoruba. El espíritu de las cosas que se construyen

Ernesto Gutiérrez Barrero ✳1

ÀKỌSỌ
El asunto que convoca a este espacio escritural, es la construcción de un tipo de conocimiento que permita la
mixtura de sabidurías, que en la contemporaneidad coexisten en líneas paralelas que no se tocan y se miran,
en algunos casos, desde la lejanía cultural. Esa mixtura, en primer lugar, exige develar un camino de prácticas
que animen los conocimientos específicos, que muestren las formas de hacer, y por esta vía, el acceso a
conocimientos no evidentes que se pueden rastrear atravesando la forma de las cosas, que han de ser vistas
como causas, para penetrar las dimensiones del espíritu.
Centramos la atención en el pensamiento propio de las tradiciones que le dan sentido a las artes desde la acción
cosmogónica ─que produce un conocimiento lógico articulado─, a la complejidad de nociones como cosa-ritual,
espacio-tiempo, espíritu-palabra, que pueden servir para reflexionar acerca de los caminos posibles (abiertos
a la exploración, pero como construcciones lógico-argumentativas) que dan sentido a la investigación en tanto
que esta se define literalmente como “ir tras los vestigios”; es la acción como voluntad de conocimiento que se
dirige a la búsqueda de lo que se ha definido aquí como cosa-causa, originadora del sentido del rastro que se
ha de escrutar.
La tarea consiste en delinear un trazado que permita reflexionar alrededor de preguntas fundamentales sobre
los hechos plásticos (de plastiké, modelar) que son construidos, creados (poiesi), y por lo tanto plastificados (de
64 Plastikopoíesi).
Un correlato necesario aquí, es partir de un postulado desde el pensamiento tradicional, a saber: la investigación
en las artes tradicionales (aquellas que se realizan en las acciones rituales), es buscar “el espíritu en las cosas
que se construyen”1 .
ÀWÒŸE.
La premisa principal de esta propuesta, es que la cosa-hecha es el punto cero o centro de convergencia de
las categorías propias de la ritualidad Yoruba, y estas se refieren a los objetos que se construyen como cosas-
hechas, que son la síntesis de la naturaleza proposicional de la metonimia, como realización que adjudica un
nivel inferencial a los aspectos de la cosa-hecha (realizada en el cronotopo ritualístico), inscritos inmediatamente
en una referencia general, de la cual surge el contenido universal.
De la cosa-hecha, del collar (elleke rojo y negro), de la maraca (shere con cuentas rojas y blancas), del canto (kọrin)2
emerge Shangó. Shangó es el siempre-presente (Nigbagbogbo Bayi Bayi); es la esencia de la ritualidad encarnada
en cada una de las cosas-hechas (ohun-ṣe), impregnadas con el rojo-blanco (Pupa-Funfun) y el ritmo (oṣuwọn) que
amarra la expresión de los tambores (Ilu) y la maraca (Shere) del acontecimiento Shangó, que es el punto conclusivo
de la abducción metonímica.
Edún Ará: El hacha de doble filo de Shangó.

Funfun Funfun

Ilu oṣuwọn ohun-ṣe oṣuwọn


Ilu

kẹhin ojo iwaju

1 Aporte de Margarita Pimienta, de la etnia Wayúu, maestra de la Universidad de la Guajira.


2 Rezo a Shangó.

✳ Antropólogo de la Universidad Nacional, Planificador Regional de la Universidad de los Andes y Magister en Estudios Artísticos de la Universidad
Distrital. Con más de treinta años de experiencia en docencia universitaria y desarrollo comunitario, investigador en estética tradicionales
y estudios informales en percusión clásica y percusión africa, he desarrollado prácticas y estudios a profundidad sobre las tradiciones y
pensamiento de las cultura Mandingue, Yoruba y Akan de Africa occidental.­

Universidad Distrital Francisco José de Caldas - Facultad de Artes ASAB


Como ejemplo de esto encontramos el Hacha de Shangó que resume el universo Yoruba. Siguiendo los triángulos
de la figura, estos se encuentran en el punto central ─Ohun-ṣe─ que representa el plano de realidad en tanto
cosa hecha. la materialidad abductiva a la cual se llega desde la relación contigua del Funfun y el Pupa. Estos
colores son vértices o puntos de confluencia, que definen su contigüidad geométrica como segmentos que se
encuentran creando la base de nuestro triángulo, siendo así, el soporte semiológico del enunciado Shangó; la
mediación abductiva, la que produce la contigüidad es la palabra de poder ─ọrọ ti agbara─ que convierte a una
cosa en otra y su expresión eidética es el canto ─korin─ que empujado por el ritmo ─oṣuwọn─ desata el espíritu
que cabalga ─penetra─ las cosas y las personas, convirtiendo cada cosa y cada persona en su contigüidad
esencial: en el espíritu de Shangó en este caso. No es en su semejanza sino en su fuerza presente, que se
incorpora penetrando en los cuerpos.
Por esta razón, la estética, la “buena forma” del toque de tambor y su custodia, permite que los dioses hablen y
penetren “cabalgando”. Porque, las lenguas de los dioses SON los tambores, según los Ashanti de Ghana, que
dejan su marca sonora como palabra-poder; de esta manera se transforma el eidós arquetípico y originario en el
objeto actual (del plano del pasado a la izquierda de nuestra figura, al centro, a la cosa-hecha); en el rojo-blanco
está contenido Shangó, que le da forma esencial en su significado a todos los objetos cultuales que se mueven
en la semiosfera Shangó que mediante su Ashé, hace que ocurra el futuro y este pueda ser leído oracularmente
(plano del futuro a la derecha de nuestra figura de la derecha que se mueve al centro, a la cosa-hecha) y traído
al plano del presente. La metonimia así construida, tiene su expresión plástica del objeto-poder de Shangó, el
Edun Ara, o el hacha de doble filo que significa su poder, el de la justicia expedita y balanceada (OGUNBUSOLA,
2011).
La esencialidad de la forma cosmogónica se transfiere metonímicamente en la forma triangular de simetría
axial del hacha de doble filo. Tenemos un primer elemento de la lógica que se puede revelar, y es el substrato
de repetición o desdoblamiento que reitera la forma y hace resaltar su contenido, que contextualiza el sentido
del ritual como ritmo cósmico instalado en el universo particular de la cosa-hecha y muestra la reiteración de
la forma, de la apariencia de la forma, que al ser reiterada se deja formar ─manipular─ por la comprensión
inmediata: de la repetición surge el significado3.
Esta repetición en tanto reiteración, organiza un proceso comprensivo a partir de su homonimia4 formal a partir
de su similitud eidética, que señalan la emergencia del contexto en el entramado relacional.
Otro subrayado que se debe hacer, es el carácter de la metonimia como construcción lógica, que soporta más
que la argumentación, la relación de las partes y las conexiones simbólicas que muestran el substrato ontológico
del que están hechas las cosas, los vínculos recónditos de estas, y las transformaciones pertinentes en el mundo
simbólico del que son originarios. De esta manera, en su función metonímica, el símbolo vincula partes con
un todo. Sirve para generalizar y para encontrar explicaciones. El explicar se universaliza, se identifica con un
65
mythos entendido como, logos legislador. (Quezada Macchiavello, S.F.).
La búsqueda, en últimas, es la construcción de una ontología tradicional que experimenta la vida de los objetos
como mediaciones vitales que advierten su constitución epistemológica a partir de de la metonimia abductiva,
que prevemos ha de transformase en lumen, luz y ethos para el iniciado y resume en el trasfondo de su acción,
la búsqueda siempre-presente, como tarea entregada de la tradición. Como dice el señor Mba-Zué:
El objeto se convierte entonces en un objeto de la mediación entre el hombre y la vida: sin ella, no es posible la vida. Y
como en cualquier mediación, mediante el juego del cambio semántico -la metonimia se convierte en metáfora- el objeto
de la mediación se convierte en objeto mediatizado. De este modo, el símbolo de la vida, se convierte en byere (ancestro
de los Fang) lo que añade otra dimensión a la búsqueda5… (Mba-Zué, N. 2010. p, 73).

En el objeto se convocan todas las fuerzas que componen lo real en tanto relaciones significativas que no son
evidentes y que deben ser sacudidas (se debe maraquear con el Shere, se debe bailar, tocar el tambor y cantar)
para que su esencialidad emerja y penetre los objetos y la vida que se teje alrededor de ellos. Este es el sentido
de esta búsqueda en su doble significado: semantizar la búsqueda y ritualizar el resultado de ella encontrando
lo que no es evidente, como huellas que al juntarse nos dejan ver la naturaleza del universo en la condición
corpórea, presente; pasada, arquetípica y esencial; futura y oracular.
Es así que buscamos el sentido de la estética tradicional en el espíritu de las cosas que se construyen (ẹmí
ti ohun ti o ti wa ni itumọ ti), que moldea la realidad, revelando la verdad del objeto como cosa-hecha, objeto
creado que concentra su realidad como el fin de la subsunción multiplicadora que apela a la diversidad y a la
simultaneidad como estructuración lógica del mundo.
Ese espíritu es el fundamento que le da función al objeto como la causa-cosa y la sitúa en un orden de la palabra
generadora que no sólo es oral sino que se eleva como la prosodia del ritmo invocativo que nombra y trae al
presente la obra-cosa-causa:
La obra de arte africana, sea poesía, música, escultura o máscara es “completa” apenas cuando es nonmo,
palabra creadora, palabra eficiente, en suma, función. Si pierde su capacidad para la función resulta falta de todo
valor. (JAHN, 1978. p, 238)

3 Conversaciones con el abuelo Alfonso Castillo, de la tradición Lakota.


4 Las cosas se yuxtaponen por su contigüidad o cercanía gestáltica, si se quiere.
5 L’objet devient alors un objet de médiation entre l’homme et la vie : sans lui, aucune vie n’est possible. Et comme dans
toute médiation, par le jeu du glissement sémantique – la métonymie se muant en métaphore - , l’objet de médiation
devient l’objet médiatisé. Ainsi, de symbole de la vie, byere devient la vie elle-même, ce qui donne une autre dimension
à la quête…

Revista ASAB, Vol. 9. 2015 - ISSN 1657-9828


JẸ BÉÈRÈ
Desde nuestra perspectiva, el universo plástico en términos de mundo posible, tiene accesibilidad por medio
del objeto estético como cosa-hecha; los valores “proposicionales” estarían dados por el concepto de siempre
presente, que encierra nociones de pantopía y pancronía y del que se desprenden nuestras afirmaciones
interrogativas (como posibilidad de apertura metodológica):
• La comprensión (Κατανόηση -katánoisi- Saber-dentro: comprensión) en este camino, es más una forma de
proceder, de ser, que de situarse epistémicamente. Es el saber dado a partir de las conexiones que penetran
en las cosas, y de las cosas que penetran en las conexiones en una misma acción del entrelazamiento,
donde el saber se convierte en suceso concreto, en acontecimiento tempo-espacial.
• La cosa-hecha, a condición de ser arte, es justamente arte porque ha sido penetrada por el espíritu. El
espíritu la penetra a partir de las conexiones, de las relaciones, de los flujos de fuerza y significados donde
ella circula.
• Es por esto que, si el saber son las conexiones y las conexiones son sucesos, el arte es un saber en primer
lugar, como acto de ligazón de las cosas-hechas con el espíritu que las rodea y las define al rodearlas, a
partir de la simultaneidad de la cosa-hecha que se transmuta en espíritu; en segundo lugar, la dualidad cosa-
espíritu es calidad del saber. Está inscrita en la penetración comprensiva de la simultaneidad, a través de
la cual, las cosas se entienden desde el vínculo con la palabra iniciática que las dota de numinosidad (de
numen, poder sagrado) y las marca como cosas-hecha-espíritu.
De aquí se desprende que la ritualidad es el acto mediante el cual, el tiempo y el espacio se convierten en
acontecimiento. Es la condición de lo real. Pero allí mismo, se produce el hecho de construcción de mundo,
pues, allí lo real se abre a todas las posibilidades perceptuales, el percepto no es el mero hecho de estar en la
pasividad del mundo percibido, el mundo de las sensaciones, porque la obra, para nosotros la cosa-hecha, tiene
una existencia que comprende la voluntad de ser del creador y por lo tanto es una objeto demiúrgico, es un
universo en su totalidad, y desde allí, definimos el concepto de subjetividad corpórea.
La pregunta por el camino pone de manifiesto el sentido analítico de la mención-comprensión de la cosa. Esto
es, el nombre de la cosa es acción creadora que hace que la cosa se revele como su doble, tal como cosa-
espíritu, que posee lo que no es, siendo: la maraca posee todos los atributos de su cosidad-maraca, pero no
lo es, porque ES la deidad. Esta dualidad inherente al pensamiento tradicional, es decir, que es de su esencia
lógica, le da atributos dentro de su forma expresiva a la simultaneidad, es decir, dentro de la cosa que es, no-
siendo, es simultaneidad que subsume la dualidad, la incorpora en la materialidad del espíritu-canto, del espíritu-
tambor, del espíritu-color, y a partir de ello, las cosas y sus significados se entrelazan, haciendo que la parte esté
imbricada con el todo y el todo sea la parte.
Es mediante la metonimia que se construye el objeto. El objeto del rito es una construcción relacional. Responde
66 a un entramado lógico distinto a la relación espacio y tiempo de la vida corriente. Por tal razón, su materialidad se
da a partir de la conexión de este con otros objetos donde su significación estética y perceptual se da a partir del
suceso ritual, que señala la función de siempre presente hasta el infinito (desplazamiento de siempre presente
en el espacio-tiempo) de la marca material (color, sonido, palabra), si existe un invocativo definido por un canto-
rezo y un ritmo como flujo característico.
Lo que podemos inferir aquí es que el arte, como forma de hacer, de proceder, es un saber como acto de ligazón
de las cosas-hechas con el espíritu que las rodea y las define al rodearlas, a partir de la simultaneidad de la
cosa-hecha que se transmuta en espíritu; la dualidad cosa-espíritu es calidad del saber que nos pone en lógicas
complejas que exigen nuevas definiciones y paradigmas teóricos sobre el arte y su producción (demiurgía) de
causas -cosas, donde el arte tradicional tiene cabida como “el espíritu de las cosas que se construyen”; construir
en cuanto producción demiúrgica de universos (mundos posibles), donde el ritual sitúa los sistemas dimensionales
(espacio-tiempo) en los territorios de lo real más allá de su apariencia fáctica, es la causa desplazada en tanto
sacrificio (cosa-hecha-sagrada), que le da forma a la creación -Plastificar: Πλαστικοποίηση: plastikopoíese-, y la
poesía es su decir inicial, la causa predictiva de todas las formas del siempre presente.

MO TI GBÌMỌ
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Fotografía: Carlos Mario Lema

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Fotografía: Título: Descripción: Actividades infantiles en el Festival de Arte / Autor: Johanna Marín

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