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Juhani Pallasmaa, arquitecto finlandés, nos comparte en sus ensayos publicados entre
1994 y 2005. En su perspectiva nos plantea el fenómeno que implica el acto de habitar,
contraponiendo argumentos a las tendencias de la arquitectura contemporánea.
Tendencia a la que tilda de plana y deshumanizante, algo que semeja bastante a una
“cárcel” perceptual a la que nos gusta pertenecer, pues implica menos compromiso ético.
Ante esta nostalgia del cobijo, nuestras ciudades, que son tejidos hechos de casas,
claman por los símbolos que reafirmen su identidad. Los barrios adquieren estéticas
que les representan en un proceso semejante al collage. Cada uno con sus sonidos y
aromas particulares, que entretejen nuestras memorias, formándonos como seres
sociales relacionados con nuestro entorno. Sin embargo, Pallasmaa advierte la
aceleración del tiempo, que provoca la pérdida del ser histórico al ser incapaces de
entender la metralla de datos a la que somos bombardeados. Y eso que el autor aún no
conocía la realidad emancipadora del celular. ¿Es este aparato el fin de la caverna
opaca e íntima, al ofrecernos una pantalla como espejo y escaparate?
Los últimos ensayos redondean las ideas anteriores de la casa-cuerpo. Existe un último
concepto que apunta al final al hablar de la tradición, un entendimiento que apropié
como origen-sueño. Ya que es la “vuelta al origen” para comprender los principios de
creación cruzando el mar del inconsciente. ¿Cómo poder hacerlo sin perderse en tan
vasta profundidad? Buscando un significado, menciona Pallasma, buscando cómo se
conformó nuestro “ser” en peste hogar primigenio (esos mitos de creación) y “cómo se
es con el mundo”, pues parte importante de él reside en su postura ante el mundo, la
da total dimensión temporal.
Pero separarse del discurso no es sencillo en una sociedad como la actual. Estamos
sobrepasados por los espejos presentes en los celulares, por la velocidad que
aparentemente resuelve y por dominar el entorno para estar cada vez más cómodos. La
búsqueda de imágenes para consumir y la instrumentalización – de datos- a través de la
tecnología, alejan al humano del propio entendimiento de sí. Sea por narcicismo de su
propia imagen o por conceptualizaciones intelectualizadas del “sí mismo”, ningún
camino acerca a la percepción total del ser biocultural que somos. Ni tampoco acerca a
entender la proyección mental que hacemos del orden y sentido de nuestras vidas, al
momento de construir, poblar y manipular la luz-materia-espacio.