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REPORTE DE LECTURA DEL TEXRTO _HABITAR _ JUHANI PALLASMAA

ORTIZ TENORIO LORELI

Juhani Pallasmaa, arquitecto finlandés, nos comparte en sus ensayos publicados entre
1994 y 2005. En su perspectiva nos plantea el fenómeno que implica el acto de habitar,
contraponiendo argumentos a las tendencias de la arquitectura contemporánea.
Tendencia a la que tilda de plana y deshumanizante, algo que semeja bastante a una
“cárcel” perceptual a la que nos gusta pertenecer, pues implica menos compromiso ético.

¿Qué tan profundo es el acto de habitar?


¿Cuánto impacto tiene en nuestra persona el
hecho de apropiar un tiempo, un espacio? Las
respuestas a estas preguntas las podríamos
comenzar a intuir a partir de la lectura del libro
de Juhani Pallasmaa. Personalmente me
conmovió pensar en qué sucede cuando
alguien es privado de la posibilidad de habitar,
como lo es el caso de las personas dentro de un
centro penitenciario.
Estar privado de la libertad implica más que la
pérdida de poder ocupar el espacio, la calle y la
casa. Acorde con lo mencionado en el compendio de ensayos, implica la renuncia a la
identidad que nos forma como personas. Renunciar a la posibilidad del recuerdo de la
infancia o de los mitos de origen que nos formaron como persona.

Además de la pérdida de derechos constitucionales, las personas dentro de la cárcel se


deshumanizan al ser incapaces de apropiar un sitio como suyo, arraigar a él sus
recuerdos y su identidad. ¿Qué clase de identidad podría construirse en un lugar
donde duermes sobre el retrete? Es por ello que las personas de cadena perpetua
“hace suyos” los espacios tanto física como
socialmente, pues la prisión pasa a formar parte de
su identidad como personas.

La casa es ese escenario donde se representan los


mitos de creación de la persona, incluyendo sus
sueños, recuerdos y anhelos. Las casas nos
construyen como personas en más de un sentido,
comúnmente es una metáfora elegida para hablar
del terreno de la psique y cuerpo individual.
Pallasma hace alusión al texto La poética del
espacio de Gastón Bachelard cuando menciona
que, en el ático, literal y figuradamente,
escondemos los recuerdos y los sueños,
usualmente positivos. Mientras que en el sótano
almacenamos el olvido, esos datos que no tienen
un peso lo suficientemente importante para estar
presentes todo el tiempo en nuestra vista.

Sin embargo, el escenario creado para el homo


faber, aquél humano destinado únicamente a
trabajar para realizarse, desdeña los rincones
(que juzga de innecesarios) que no aportan algo
material o estético a su tiempo. Éste de convierte
en una dimensión plana hecha de una colección
de imágenes, de impulsos y estímulos estéticos
que tienden hacia la novedad. El humano pierde
su tercera dimensión y se coloca dispuesto a
disfrutar de una percepción plana carente otro
significado que no sea la moda.

Se habita más que la casa, se habita un espacio,


así como un tiempo en común. Las celebraciones
y los ritos apropian los lugares y también los días
con aquellos eventos significativos para la
identidad de una sociedad. Basta -tratar de- pasar
a Xochimilco para darse cuenta de cómo las festividades religiosas de cada barrio
moldean las afecciones de una persona, así como marcan un evento usualmente ligado
a temas de siembra. Es posible que ya no se siembre tanto en las chinampas, pero el
significado sigue latente en la tradición y ayuda a fortalecer la memoria y la identidad
del barrio.

La sociedad habita también, no sólo en las calles y en espacio público, también en la


lengua. La geometría del lenguaje articula nuestro
ser en el mundo, ejemplo de ello es lo distintos
que son dos mexicanos que habitan en la CDMX:
aquél con una geometría de la zona Neza
(usualmente raspado y “cantatido”) o aquella
persona con una geometría de la zona Poniente
(posiblemente “con la papa en la boca”). La lengua
materia y el acento con el que se habla esconde
un trasfondo que habla de nuestra pertenencia y
nuestro domicilio.

Es así como el espacio es construido por personas


y el espacio/tiempo también construye a las
personas. La casa de la niñez será esa matriz
donde se gestaron los miedos y anhelos que
formarán la identidad de la persona. Su orden en
su microcosmos -casa- y en el macrocosmos -
ciudad- es reafirmado mediante el espacio físico,
que es un espejo de la imagen de sí mismo.
Podríamos atinar que un godín en una oficia gris,
encerrada y sin buena iluminación, está
proyectando dentro de sí el entorno, con
posibilidad de impactar negativamente en la
imagen de pertenencia que tiene de sí mismo.

Ésta hipnosis ética de los arquitectos, consecuencia


de la omnipresencia de imágenes a las que no
somos empáticos, representa vacuidad presente en
la casa moderna. Un hogar donde el fuego ha sido
enmarcado y domesticado. Y donde la concepción
cerrada e íntima está cambiando por un panóptico
transparente presente en las redes sociales donde
lo importante, es la imagen pública. Juhani apunta
la amenaza que ésta inercia (carente de ideología)
amenaza el cajón de herencia que es la memoria
colectiva del hogar.

Éste cajón guarda la tradición de entendimientos


que reflejan el modus vivendi y las formas de operar
psicológicamente de la sociedad antes de que
fuese arrastrada por el tsunami de la industria mass media. El fuego como el reloj del
día, la mesa como el calendario de la casa y pequeños centros -personales- que
articulan la casa y la vida de sus habitantes. La televisión es un buen ejemplo de cómo la
tecnología suplantó el entendimiento ancestral del fuego como punto de reunión. Los
celulares ahora amenazan las sobremesas y las actividades alrededor de la ingesta de
alimentos, la más vieja tradición de socialización.

Ante esta nostalgia del cobijo, nuestras ciudades, que son tejidos hechos de casas,
claman por los símbolos que reafirmen su identidad. Los barrios adquieren estéticas
que les representan en un proceso semejante al collage. Cada uno con sus sonidos y
aromas particulares, que entretejen nuestras memorias, formándonos como seres
sociales relacionados con nuestro entorno. Sin embargo, Pallasmaa advierte la
aceleración del tiempo, que provoca la pérdida del ser histórico al ser incapaces de
entender la metralla de datos a la que somos bombardeados. Y eso que el autor aún no
conocía la realidad emancipadora del celular. ¿Es este aparato el fin de la caverna
opaca e íntima, al ofrecernos una pantalla como espejo y escaparate?

Pallasmaa encuentra al arte como el contrapeso ideal a esta instrumentalización de la


realidad. Pues es el artista el encargado de representar a través de su medio (música,
pintura, acción, palabra) la experiencia existencial humana cargándola de significados.
Otros autores como Byung Chul Han, agregan que la experiencia estética completa
implica trastocar la comodidad del espectador. Un arte que sólo busca agradar limita la
implicación del observador.

Ser actores y testigos de la existencia humana implica un grado de responsabilidad con


el mundo. Sin embargo, la avalancha de imágenes mencionada anteriormente ofrece
un producto prediseñado que libra al espectador de
tener una actitud y lo somete a a obedecer. Dicha
obediencia se produce de la abolición de la
imaginación y la fantasía. El individuo que no imagine
será más fácil de manipular al ofrecerle las imágenes
a pensar y destinándole a “escoger lo escogido”.

Otro tipo de imagen, son las poéticas son estructuras


semejantes a la arquitectura, que nos permiten
“extraer” ideas de las profundidades del
subconsciente. (imagen poética usada: una
plataforma petrolera). Al leer podemos fantasear con
escenarios y personajes que, muchas veces nos
ayudan a sobrellevar lo monótono de la vida con sus
aventuras. La fantasía es un ingrediente esencial para
traer a una “realidad” consciente los ingredientes que
residen en la memoria sensorial. Estas memorias son
también elementos claros, reproducibles y
combinables.

Al diseñar arquitectura también llamamos esas sombras de la cueva de platón. El perfil


de las ciudades es también el perfil psicológico de los habitantes, expone en sus venas
las estructuras y paisajes mentales presentes en nuestro subconsciente. Los paisajes
subconscientes los podríamos analizar geológicamente, como la arqueología de
memorias biológicas y culturales.

Para abolir la actual tiranía de la imagen, el autor presenta un concepto de arquitectura


que va más allá de lo visual y lo funcional. La presenta también como una rama del
conocimiento hecha de un tejido de saberes de filosofía, metafísica, materia, luz,
espacio y la escala (humana-ambiental, agregaría).
Puntadas que son hechas por el actor-espectador a
través de su percepción multidimensional:
implicando todos los sentidos del cuerpo más el
sentido del tiempo.

En su dimensión filosófica hablaría de los contextos


y las actitudes del humano con su entorno. En su
dimensión física hablaría del manejo de la triada luz-
espacio-materia. Y en el tema metafísico se
enfocaría en la respuesta sensorial y emocional del
dúo actor-escenario. Es importante reconocer, como
menciona el autor, que toda reacción sensorial debe
ser considerada al nivel del pensamiento. Y así
como la mente piensa, el alma siente, la mano
observa, el ojo toca…
Para poder comprender en su totalidad las ideas del autor con su posición al respecto
de la arquitectura, será necesario considerar en nuestra visión del mundo que el
espacio tiene una dimensión temporal y viceversa: hay espacios temporales y tiempos
espaciales…. Conceptos que son dignos de platicar con Albert Einstein, quien tenía una
maravillosa sensibilidad por la vida, recomiendo ampliamente su última autobiografía,
una postura posterior al uso de la bomba atómica.

Los últimos ensayos redondean las ideas anteriores de la casa-cuerpo. Existe un último
concepto que apunta al final al hablar de la tradición, un entendimiento que apropié
como origen-sueño. Ya que es la “vuelta al origen” para comprender los principios de
creación cruzando el mar del inconsciente. ¿Cómo poder hacerlo sin perderse en tan
vasta profundidad? Buscando un significado, menciona Pallasma, buscando cómo se
conformó nuestro “ser” en peste hogar primigenio (esos mitos de creación) y “cómo se
es con el mundo”, pues parte importante de él reside en su postura ante el mundo, la
da total dimensión temporal.

Pero separarse del discurso no es sencillo en una sociedad como la actual. Estamos
sobrepasados por los espejos presentes en los celulares, por la velocidad que
aparentemente resuelve y por dominar el entorno para estar cada vez más cómodos. La
búsqueda de imágenes para consumir y la instrumentalización – de datos- a través de la
tecnología, alejan al humano del propio entendimiento de sí. Sea por narcicismo de su
propia imagen o por conceptualizaciones intelectualizadas del “sí mismo”, ningún
camino acerca a la percepción total del ser biocultural que somos. Ni tampoco acerca a
entender la proyección mental que hacemos del orden y sentido de nuestras vidas, al
momento de construir, poblar y manipular la luz-materia-espacio.

El ensayo deja claro porqué estamos construyendo


sin sentido alguno. No podemos dotarle a una
proyección tetradimensional que está entendida
sólo tridimensionalmente y creada mediante
convenciones bidimensionales. Finalizo con las
palabras de Pallasma que educar debería ser un
acto de impulsar la imaginación y la intuición para
empatizar más con nosotros mismos y con el
entorno.

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