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Recopilamos las mejores leyendas mexicanas tradicionales en este artículo de lectura para
niños, adultos e interesados por las leyendas cortas tradicionales. En esta sección
encontrarás un completo listado de mitos y leyendas mexicanas, para facilitar su acceso y
comprensión las hemos agrupado en seis categorías dependiendo de la temática a la que
hace referencia; de igual manera podrás encontrarlas por el estado donde procede.
Múltiples autores (dos mil dos): Leyendas Mexicanas México: Editores mexicanos unidos. La
historia cuenta que a la Guadalajara colonial llegó un hombre muy rico de Europa, quien
todas las noches salía vestido de negro y con una actitud enigmática. Un día sus voluntades
decidieron por fin, reavivar el Huehueteotl, abuelo fuego y llevarlo a toda la tierra.
Cuenta la historia legendaria que los naguales son personas con la capacidad de
transformarse en animales y que en ciertos casos, utilizan sus poderes para ayudar a las
personas. Una noche, una mujer conduce a casa tarde tras tomar unas copas con sus
amigas.
Al día después, al procurarla en la casa, lo recibe un hombre, asegurando que ahí no vive
muchacha alguna y que no es la primera vez que busca algún cochero por ella, igualmente
el dueño de la casa le comenta que a quien describe es exactamente como una chavala que
se colgó de un árbol por la muerte de su hermano años atrás.
La leyenda afirma que muchos hombres de la urbe cortejaban a una joven de buena familia
esperando conseguir sus favores, pero la joven era un tanto presumida y no parecía
conformarse con ninguno de los galanes que la acosaban. De regreso a su casa, el hombre
deseó ofrecer un puerco en tamales, con lo que se puso a trabajar durísimo y al concluir se
dispuso a descansar, mas los tamales solo sirvieron para su velorio, pues cuando lo fueron a
ver ya estaba muerto.
Al pisar las tierras alguna vez habitadas por Moctezuma, Darío cayó en un ambiente
enrarecido”, como subtitula a su pormenorizado rescate documental Darío en México
Fernando Curiel.7 Llegó y no llegó, afortunadamente: quizás si hubiese sido recibido por
Porfirio Díaz hubiera terminado escribiendo un poema como el poco afortunado del otro
embajador nicaragüense, cuyo nombre parecía un seudónimo: Santiago Argüello con versos
que rayan en lo ridículo: la gratitud de un pueblo, señor, por ti delira”.8 No fue de esta
manera.