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Obras Completas Winnicott PDF
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Obras Completas
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(En español)
Sostén e Interpretación
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Sostén e Interpretación
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Sostén e Interpretación
The Piggle
The Piggle
The Piggle
El paciente es un hombre de treinta años, casado y con dos hijas. Estuvo en análisis conmigo
durante la guerra, pero por las circunstancias de esta última ese período de análisis debió
interrumpirse tan pronto estuvo lo bastante bien, desde el punto de vista clínico, como para
trabajar. En esta primera etapa vino en un estado de depresión con fuertes tintes homosexuales,
aunque sin homosexualidad manifiesta. Se hallaba obnubilado y en un estado de irrealidad. No
adquirió mucho insight pero mejoró clínicamente como para realizar su trabajo de guerra.
Tenia un cerebro muy bueno y esto le permitía barajar conceptos y filosofar; y en general,
cuando trababa alguna conversación seria, era considerado un hombre interesante y con ideas.
Siguió la profesión de su padre pero no lo satisfacía y pronto pasó a estudiar medicina, con lo
cual probablemente pudo retener (de manera inconsciente) su uso de mí como figura paterna
que desplazó a su padre real, quien había muerto.
Contrajo matrimonio, y al hacerlo brindó a una chica que lo necesitaba una oportunidad de
hacer terapia a través de la dependencia. Tenía la esperanza (inconsciente) de sentar las bases
en su matrimonio de una terapia mediante dependencia para sí mismo, pero (como suele
suceder) cuando a su vez reclamó de su esposa una especial tolerancia hacia él, no la obtuvo.
Por fortuna, ella se rehusó a ser su terapeuta, y fue en parte el reconocimiento de este hecho el
que lo llevó a una nueva fase de su enfermedad. Tuvo un derrumbe psíquico mientras trabajaba
(como médico en un hospital), y resolvió internarse por su propia voluntad en una institución a
raíz de que tenía sentimientos de irrealidad y, en general, se sentía incapaz de hacer frente a su
trabajo y a su vida.
En ese momento no advirtió que lo que estaba buscando era a su analista anterior, ni de que era
incapaz de solicitar siquiera el análisis -aunque, como se vio luego, esto era justamente lo que
estaba haciendo, y ninguna otra cosa tenía valor para él-.
Transcurrido un mes del nuevo análisis, pudo retomar su trabajo como médico en el hospital.
A la sazón era un caso esquizoide. Su hermana había padecido una enfermedad esquizofrénica
tratada mediante psicoanálisis (con un éxito considerable). El acudió al análisis diciendo que
no era capaz de hablar libremente, que no sabía charlar de cualquier cosa ni tenía capacidad
imaginativa o para jugar, ni tampoco podía tener un gesto espontáneo o excitarse.
Al principio, puede decirse que vino al análisis y habló. Su lenguaje era premeditado y
retórico. Gradualmente se puso en claro que lo que hacia era escuchar conversaciones
interiores y contarme algunas partes, las que pensaba que podían interesarme. Con el tiempo,
podría decirse que se trajo a sí mismo al análisis y habló de sí mismo, como una madre o un
padre puede venir con su hijo y hablarme de él. En estas primeras etapas (que se prolongaron
durante seis meses) no tuve oportunidad alguna de mantener con el niño (con él) ninguna
conversación directa.
Esta etapa tuvo un final bien definido, y el propio paciente dijo que ahora veía él al tratamiento
y que por primera vez tenía esperanzas. Era más consciente que nunca de su falta de
espontaneidad y de su imposibilidad de entusiasmarse. Poco era lo que podía achacarle a su
esposa, quien había encontrado en él a un compañero monótono y falto de vida, salvo cuando
entablaba alguna discusión sobre un tema que algún otro había planteado. Su potencia estaba
incólume pero no podía hacer el amor y, en general, el sexo no le interesaba. Había tenido una
hija, y después tuvo otra.
En esta nueva fase, el material fue produciendo gradualmente una neurosis de transferencia de
tipo clásico. Sobrevino un breve período que llevó sin duda a la excitación, de carácter oral.
Esta excitación no fue experienciada, pero condujo al trabajo que se expone en detalle en las
notas que siguen. Las notas de este caso se refieren al trabajo realizado entre el entusiasmo que
apareció en la transferencia, pero que no fue sentido, y la experiencia del entusiasmo.
El primer signo del nuevo proceso fue comunicado por el paciente como un sentimiento,
totalmente nuevo, de amor por su hija, del cual se percató volviendo del cine, donde
efectivamente había llorado. Esa semana lloró dos veces, y para él éste era un buen presagio,
ya que hasta entonces había sido incapaz de llorar o de reír, así como había sido incapaz de
amar.
Por imperio de las circunstancias este hombre sólo pudo concurrir tres veces por semana, pero
lo permití porque el análisis obviamente andaba bien e incluso con rapidez.
Jueves 27 de enero
Paciente: El paciente dijo que no tenia mucho que contar, salvo que había tenido tos.
Probablemente se trataba de un resfrío común. Sin embargo, se le ocurrió pensar en una
tuberculosis, y le anduvo dando vueltas en la cabeza el uso que podía hacer de eso si resultase
que tenía que ir a un hospital. Podría decirle a su esposa: "Aquí me tienes, ahora...".
Analista: Había varias interpretaciones posibles en este punto, y elegí la siguiente: le dije que
lo que pasaba por alto era la relación de esa enfermedad con el análisis; me refería a la
interrupción que iba a significar en el tratamiento. Le dije que no estaba del todo seguro de que
esta elaboración, bastante superficial, de las consecuencias fuese la parte más importante de la
angustia. Al mismo tiempo me ocupé del aspecto real y le dije que iba a dejarlo en sus manos.
El era consciente de que quería que yo me ocupase de eso como material de análisis, y no que
interviniese en la formulación de un diagnóstico.
Paciente: Después de mi interpretación dijo que, en realidad, la idea que le había venido no era
de tuberculosis sino de cáncer en los pulmones.
Analista: Ahora yo contaba con un material más poderoso para trabajar, y le interpreté que me
estaba hablando del suicidio. Es como si hubiese un cinco por ciento de suicidio, según lo
llamé. Le dije: "Usted nunca tuvo que vérselas con un verdadero impulso suicida en toda su
vida, ¿no es así?".
Paciente: Dijo que eso era cierto sólo en parte. Le había hecho creer a su esposa que se iba a
suicidar, pero no lo decía en serio. No fue importante. Por otro lado, a veces pensaba que el
suicidio era parte de toda la historia; de todos modos, dijo, había que tener en cuenta los dos
intentos de suicidio de su hermana, aunque sólo fueron suicidios parciales y el propósito de
ella no había sido concretarlos. Sea como fuere, a él le enseñaron cuán real puede llegar a ser
un suicidio, aunque no sea un impulso derivado de toda la personalidad.
Vinculó todo esto con la barrera que, según creía, él tenía que atravesar para avanzar.
Analista: Le recordé (él lo habla olvidado) que, según él había dicho, una persona le impedía
atravesar esa barrera.
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