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Serie de Sermones – La Celebración de la Disciplina Cristiana

Sermón N°4: La disciplina del ayuno


Por: Jorge Betancur

Hoy continuamos con nuestra serie de sermones que hemos titulado “La celebración de la disciplina
cristiana”

Uno de los grandes problemas que enfrentamos hoy en día es la superficialidad. La doctrina de la
satisfacción inmediata es el principal problema espiritual que viven los cristianaos.

Richard J. Foster dice al respecto:

“Lo que hoy se necesita desesperadamente no es un número mayor de personas inteligentes, ni de


personas de talento, sino de personas de vida espiritual profunda. “

Para que como iglesia podamos entender la necesidad de una vida espiritual profunda, primeramente
debemos entender en que nos hemos convertido.

La Biblia habla de los elegidos de Dios.

Romanos 8:29 “porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.”

Es así, que en el sermón de introducción a esta serie, entendimos que las disciplinas espirituales son
aquellas prácticas que se encuentran en las escrituras que promueven el crecimiento espiritual entre los
que creen en el evangelio de Jesucristo.

El propósito de practicar las disciplinas es llegar a ser como Jesús. Entonces las disciplinas espirituales
son para el crecimiento de la piedad.

La primera disciplina para la piedad que desarrollamos fue “La disciplina del estudio de la Palabra”.

En el estudio de la Palabra, Dios nos habla de sí mismo. En el estudio de la Palabra aprendemos los
caminos y la voluntad del Señor. En el estudio de la Palabra nos enteramos de la manera en que Dios
quiere que vivamos.

La segunda disciplina para la vida cristiana que desarrollamos es “La disciplina de la oración”

La oración no está establecida para que Dios se informe de nuestras necesidades, sino para que el
creyente tome clara conciencia de sus necesidades y muestre una humilde dependencia de Él.

La oración debe ser un encuentro con Dios en conversación sincera. Es en la oración en donde podemos
alabar y glorificar Su Nombre. Es en la oración en donde podemos quedar maravillados por su Gloria. Es
en la oración en donde podemos hundirnos en Su Gracia y misericordia. Es en la oración en donde
podemos tener un encuentro real con Su Presencia y es en la oración, en donde luchamos y persistimos
en suplicas y ruegos para que Nuestro Dios Poderoso, Fiel, Ayudador, Sanador, Presente intervenga en
nuestras necesidades y de nuestra comunidad de fe.

Hoy desarrollaremos la tercera disciplina espiritual para el crecimiento de la piedad que es “La disciplina
de la oración”.
Primeramente debemos entender el [1]origen del concepto de ayunar.

La ley del Antiguo Testamento requería solo un ayuno anual con motivo del día de la expiación (Lv
16:29-34; 23:26-32). La expresión utilizada en Levítico para aludir al ayuno es literalmente “afligiréis
vuestras almas” o “humillaréis vuestras almas”.

Esto indica que, además de abstenerse de comida, el pueblo debía demostrar una humillación de sus
almas vistiendo cilicio, luto y orando. Con el paso del tiempo, los ayunos se extendieron a otros
propósitos legítimos, como el arrepentimiento nacional y la búsqueda de la misericordia de Dios (p. ej.,
Esd 8:21-23).

Ciertos días del año se convirtieron en jornadas programadas de ayuno (Neh 9:1; Zac 8:19).

Todas estas expresiones de ayuno, se realizaban bajo la idea de una humillación ante Dios, por un duelo,
por alguna aflicción o por el pecado personal y del pueblo.

En Mateo 6:16-18 lo que se tiene en mente es el ayuno como una expresión de humillación, sea fingida
(v. 16) o genuina (vv. 17–18).

Mateo 6:16-18 “16 Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus
rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17
Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 para no mostrar a los hombres que
ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en
público.”

Los hipócritas, esto es, los escribas y fariseos, asumían un aspecto lúgubre, con rostros feos, quizás
cubiertos de cenizas, con el fin de que la gente que los rodeaba pudiera darse cuenta que ellos parecían
estar ¡muy apesadumbrados por sus pecados o los pecados del pueblo! por eso manifestaban
exteriormente una vida piadosa.

Es interesante notar que la palabra en el Nuevo Testameno que se usa para ayuno, tiene un significado
importante hacia este concepto de humillación.

La palabra ayuno “nesteia” (de ne, prefijo negativo, y esthio, comer). Significa «el que no ha comido»,
«el que está vacío».

Es este segundo significado “el que está vacío” es el que tiene relación directa con una correcta práctica
del ayuno, el cual debe nacer de una verdadera humillación ante Dios por nuestra condición de
pecadores pero llenos de la gracia de Dios.

El objetivo del ayuno es la humillación del corazón y el quebrantamiento del alma, por lo tanto, es algo
íntimo y personal delante del Señor.

El valor espiritual del ayuno será solo una recompensa para quienes buscan el favor y la atención de
Dios, y solo de él.

Ahora debemos entender cuál es el [2]propósito del ayuno para el crecimiento en la piedad del
cristiano.

El ayuno tiene que centrarse perdurablemente en Dios. Tiene que ser iniciado por Dios y ser ordenado
por él.

En los tiempos de Zacarías, Dios cuestiono al pueblo en cuanto a su ayuno.


Zacarías 7:5 “Habla a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunasteis y
llorasteis en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿habéis ayunado para mí?”

Si nuestro ayuno no es para Dios, hemos fracasado. John Wesley declaró.

“Primero, que el ayuno se haga para el Señor, con nuestros ojos fijos solo en Él. Que en esto, nuestra
intención sea esta y solo esta: glorificar a nuestro Padre que está en los cielos”.

Tan pronto como el propósito fundamental está firmemente fijado en nuestros corazones (ayuno
centrado en Dios), quedamos en libertad para entender que también hay propósitos secundarios en el
ayuno.

Más que cualquier otra disciplina, el ayuno pone de manifiesto las cosas que anhela ser transformado a
la imagen de Jesucristo. Nosotros cubrimos lo que tenemos adentro con alimento y otras cosas buenas,
pero en el ayuno estas cosas salen a la superficie.

Si el orgullo nos domina, se manifestará casi de inmediato. Salmos 69:10 “Lloré afligiendo con ayuno mi
alma, Y esto me ha sido por afrenta.”

Si dentro de nosotros hay ira, amargura, envidia, rivalidad, temor, esas cosas saldrán a la superficie
durante el ayuno. Al principio pensaremos que nuestra ira se debe a que tenemos hambre; luego
comprenderemos que tenemos ira por cuanto el espíritu de ira está dentro de nosotros.

El ayuno nos recuerda que nuestro sustento está en Dios. La comida no es lo que nos sustenta. Es Dios
en Cristo.

Mateo 4:4 “El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios.”

Entonces podemos concluir que el propósito del ayuno es Centrarse en Dios, permitiendo que seamos
examinados para ser formados a Imagen de Cristo.

Para aclarar: Usted ha podido notar que el ayuno bajo ninguna forma sirve para torcerle la mano a Dios.
No ayunamos para que Dios se conmueva que estemos pasando hambre y mire nuestro esfuerzo para
hacer nuestra voluntad. ¡NO! Nuestro ayuno se trata de Él en nosotros, que él se perfeccione en nuestra
debilidad.

Ahora para concluir revisaremos la forma de [3]practicar el ayuno.

En primer lugar, el ayuno siempre es motivado por un deseo profundo, esto es un propósito. Es decir, el
ayuno no es la represión del deseo, sino la intensa búsqueda de él. Ayunamos porque queremos algo
más que comida o cualquier otra actividad de la que nos abstenemos. Si alguien reprime el deseo de
comida es solo porque él o ella tiene un mayor y más intenso deseo por algo más valioso. Algo de valor
eterno.

Cuando está ayunando y le duele la cabeza o le suena el estómago y usted piensa: ¡Tengo habre!, es
probable que a continuación piense Ah sí, tengo hambre porque hoy estoy ayunando. Entonces lo
siguiente que debería pensar es: Y estoy ayunando por este propósito………

En segundo lugar, el ayuno debe ser un deleite. Se trata de alimentarse de la plenitud de cada bendición
divina asegurada para nosotros en Cristo. El ayuno ablanda nuestros corazones para experimentar la
presencia de Dios. Expande la capacidad en nuestras almas de oír su voz, estar seguros de su amor, y ser
llenos de la plenitud de su gozo.
John Piper al compararlo con la celebración de la Cena del Señor.

“La Cena del Señor es un banquete que mira hacia atrás en el tiempo, mientras que el ayuno es un
banquete que mira hacia adelante. La participación del pan y de la copa se hace “en memoria” del
sacrificio histórico y pasado de nuestro Señor. Así, al comer y beber, celebramos la firmeza y
suficiencia de su muerte expiatoria y su gloriosa resurrección. Pero cuando ayunamos, miramos hacia
adelante “con la esperanza” de la consumación de la obra salvífica de Cristo y su presencia personal
con nosotros para siempre. Cuando nos sentamos a la mesa de Cristo con otros creyentes, nos
deleitamos con gozo, temor, y alegría en el pan y el vino que nos recuerdan lo que sucedió. Y cuando
nos alejamos de la mesa y de las comidas diarias, declaramos nuestro profundo anhelo por lo que
todavía no ha sucedido.”

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