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“Los Rulos” y el cambio climático

Patricio Schiappacasse

10 de julio, 2018

El proyecto energético que impulsa la instalación de una central termoeléctrica de


ciclo combinado en el sector Los Laureles, en la comuna de Limache, ha causado varias
polémicas en las que se han visto involucrados vecinos, autoridades y la misma empresa
mandante. Esta última – IC Power – pretende asentar la central “Los Rulos” en una zona
que goza de todos los componentes necesarios para que su funcionamiento sea exitoso.
En primer lugar, cuenta con acceso a combustible (gas natural) gracias a la presencia de
un gaseoducto cercano proveniente de Quintero. En segundo lugar, el terreno forma parte
de todo lo que es la cuenca hidrográfica que alimenta al estero de Limache y a la producción
agrícola de la zona. En tercer lugar, tiene a la mano las líneas de transmisión de alta tensión
para entregar la electricidad a generar en la central. Por lo tanto, la ubicación es idónea
para la realización del proyecto, al menos desde la perspectiva de IC Power, pero también
del Estado.

Una central de ciclo combinado – como esta – generalmente usa gas natural (90%
metano), combustible que aprovecha para hervir el agua y convertirla en vapor. En el
proceso genera energía mecánica en dos turbinas: una a partir del uso exclusivo del gas
natural y otra en base a la energía cinética del agua hervida, posteriormente ambos
procesos devienen en energía eléctrica luego de pasar por un generador eléctrico. De esta
manera, si es que se establece una comparación con el funcionamiento de otro tipo de
central termoeléctrica, las 100 toneladas anuales de material particulado desechables
producto del funcionamiento de la central “Los Rulos”, ubicarían a esta como una central
relativamente menos contaminante e incluso amigable con el medio ambiente. Sin
embargo, el problema real es el agua.

En “Los Rulos” se consumirían 3,5 lts/seg de agua al momento de estar operativa


(cifra relativamente baja para la generación de energía termoeléctrica), dato que preocupa
principalmente a los agricultores y a las autoridades. El agua disponible en la cuenca
hidrográfica ya de por sí es baja respecto a años anteriores, sin incluir el efecto de ningún
megaproyecto energético. La influencia del cambio climático se ha hecho sentir, y fuerte,
especialmente cuando hay grandes períodos sin precipitaciones. Por lo tanto, el hecho de
que llegue un nuevo actor, con un nivel de consumo de 3,5 lts/seg, a usar el agua de la
cuenca, representa un riesgo evidente para el empresariado agrícola de la zona que, dicho
sea de paso, ha sido tradicionalmente una zona productora de alimentos vegetales.

Ahora bien, el cambio climático como factor clave en el conflicto no solo está
presente en la merma a la producción agrícola, sino que también – lo que resulta al menos
curioso – en la propia producción energética, ya que ha sido la baja en los caudales de ríos
y vertientes lo que ha hecho al Estado preferir otro tipo de generación eléctrica. Los
proyectos hidroeléctricos quedan atrás y se le da paso a sistemas que no requieran de la
energía mecánica producida por la caída del agua en estado líquido, como es el caso de
las centrales termoeléctricas, a las cuales solo les basta hervir el agua que puede sacar de
napas subterráneas para producir electricidad. Por lo tanto, el mismo cambio climático que
ha perjudicado – y amenaza con acrecentar sus perjuicios – la actividad agrícola, ha sido
el que ha propiciado una nueva valoración de la energía termoeléctrica, lo que a mi juicio
ha dejado en evidencia la visión excesivamente sectorializada de un Estado que,
preocupado por aumentar el caudal de energía eléctrica tributante al SIC, termina dañando
la agricultura de la zona.

De esta manera, queda claro que tanto las causas como las consecuencias de la
instalación de la central “Los Rulos” están estrechamente vinculadas con el cambio
climático, y salta a la vista que el problema central no es tanto el riesgo en términos de la
salud de la población, bandera de lucha de muchas de las organizaciones vecinales. Las
municipalidades, organizaciones como “Libres de alta tensión”, “Villa Alemana sin
termoeléctricas” y varias más han puesto el acento en los problemas en términos de la salud
de las personas producto de la emanación de material particulado entre Villa Alemana y
Olmué, hecho que a la luz de los datos parecería no ser lo más grave del conflicto. También
se ha hablado de proteger el parque nacional “La Campana - Peñuelas”, reconocido por la
UNESCO como reserva mundial de la biósfera, argumentando nuevamente en base la
contaminación del aire, aunque cabe hacer la reflexión del impacto que la central “Los
Rulos” tendría a largo plazo al disminuir la disponibilidad del agua en la cuenca hidrográfica
de la que el parque es parte.

En conclusión, si se va a hablar de este proyecto en relación al cambio climático el


protagonismo es del agua. El aumento en las temperaturas medias y la subida de la
isoterma son dos fenómenos que conducen a disminuir la presencia de agua en el territorio,
el primero porque contribuye a secar vertientes y el segundo porque perjudica la
acumulación de agua en estado nival en las cumbres, particularmente en la cordillera de
los Andes. Ergo, intentar dar una solución al conflicto suscitado por la instalación de la
central termoeléctrica “Los Rulos” supone apuntar en el corto plazo a adecuarse a las
nuevas circunstancias climáticas, asumiendo prácticas y desarrollando políticas públicas
que vayan en la línea de cuidar el agua desde una postura resiliente, y en el largo plazo a
evitar perpetuar la emisión de desechos que terminan por lesionar gravemente los
ecosistemas de la Tierra.

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