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omo hemos dicho es el más bello de los que se conservan y el de más antigüedad. Tiene 39
hojas pintadas en ambos lados, largas y estrechas. Cada una mide 20.5 por 9 cm y desplegado
3.5 m.
Las pinturas y glifos han sido realizadas con todo cuidado habiéndose usado un pincel
extremadamente delgado. Por las características estilísticas del documento es posible que
haya sido realizado por ocho escribas distintos. Se sabe que es copia de uno más antiguo
porque se utilizan dos tipos distintos de los signos de los días que a su vez corresponden a
épocas diferentes. Las páginas están enmarcadas por una linea roja con la excepción de la 74.
La mayoría se dividen horizontalmente en tres partes por medio de delgadas líneas rojas.
l códice es un calendario mostrando qué dioses influyen en cada día ya que trata asuntos
adivinatorios que se desenvuelven en un marco de rituales vinculados a la cosmología, la
astronomía y el calendario. Así, el códice Dresde explica detalles del calendario y del sistema
numérico de los mayas.
Entre los principales temas se encuentran secciones dedicadas particularmente a la deidad
lunar, un calendario de Venus vinculado al sol y la luna, lo que muestra que los mayas tenían
un calendario más complejo asociado con ideas ceremoniales, tablas lunares, profecías,
rituales de año nuevo y agrícolas, una serie de fechas calculadas a partir de los números
registrados dentro de las ondulaciones de cuerpos de serpientes, almanaques para adivinar
las lluvias (de gran preocupación para ellos por la suerte que correría el cultivo del maiz) o
tablas de múltiplos de varios números.
En el Códice Dresde aparecen representados cada una con treinta de los signos utilizados en
el calendario de 260 días llamado "tzolkin". Cada uno de los signos representa el día en el
tzolkin en donde ha comenzado una posición particular de uno de los cinco períodos de Venus
que complementan ocho años de 365 días. Las cuatro columnas de cada página en particular
representan a Venus en su posición como la conjunción superior, la estrella de la mañana, la
conjunción inferior, y la estrella de la tarde. En la parte inferior de cada página se muestra en
números mayas el número de días de cada período.
Además, en el códice en las páginas que van de la 51 a 58 aparece reflejado la importancia y
el profundo análisis que los mayas dieron a los eclipses de sol, pues en él se ha encontrado
un calendario para prevenir eclipses. Hay que tener en cuenta que el Sol era reflejo del orden
cósmico estable y continuo. Los eclipses rompían ese orden y regularidad, siendo
considerados por los mayas como símbolo de mal augurio sobre el mundo.
Mucho del contenido fue diseñado para ser reusado, aspecto que se explica debido a las
creencias mayas de que el tiempo es cíclico y la historia es en esencial profética. Una sección
que predice la aparición y desaparición del planeta Venus incorpora números que pudieron
haberse usado para corregir el error acumulado, derivado de la carencia de fracciones en el
sistema matemático. Los cómputos establecidos en el códice bien pudieron haberse utilizado
con una razonable precisión hasta el final del siglo XV. Otros elementos remiten a una fecha
de elaboración durante el Posclásico Tardío.
unque no lo sabemos con certeza, muy probablemente, en 1519 el famoso conquistador
Hernán Cortés lo envió personalmente a Madrid a la corte del entonces Rey Carlos V, en
conjunto con otras llamadas “curiosidades”, además de los tesoros comunes.
Desde Madrid el códice llegó a Viena, donde el Rey tenía una de sus residencias. El códice
permaneció ahí sin ninguna consideración hasta que en el año 1739 fue descubierto en una
colección privada por Johann Christian Goetze, quien en aquel tiempo dirigía la Biblioteca
Real de Sajonia en Dresden. El códice aparentemente le fue regalado por el desconocido
dueño, ya que para él era algo inentendible y por ende algo sin valor alguno. Goetze, sin
embargo, donaría el códice en el año 1744 a la Biblioteca Real, relegándose al olvido.
Durante 70 años pasó inadvertido, hasta que en 1810 el destacado científico alemán
Alexander Von Humbolt lo dio a conocer en sus Vues des cordillérres et monuments des
peuples indígenes de l’Amérique, que incluía reproducciones de algunas de sus páginas (la
obra es un libro muy valorado por el que se ha pagado más de 90.000 dólares).
Poco después en 1825 o 1826 el italiano Agostino Aglio reprodujo parte del códice para la
obra de Lord Kingsborough llamada “Antiquities of México” en 9 volúmenes. Aglio había
preparado también una versión a color, pero Kingsborough murió antes de que se
publicara. Se llamó posteriormente Códice Kingsborough, en recuerdo de su compilador, al
conjunto de documentos facsimilares y de copias de los
manuscritosprecolombinos mesoamericanos que incluyó Lord Kingsborough en su
publicación original: Antiquities of Mexico
Durante el siglo XIX y XX el códice continuó siendo reproducido con mayor o menor fortuna
por distintas personas que visitaron la ciudad y fotografiaron la obra. Por desgracia, durante
la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Dresde fue bombardeada por los aliados y el códice
que lleva el nombre de esa ciudad sufrió severos daños en 12 de sus páginas, debido al agua
usada para apagar los graves incendios que se propagaron por la ciudad. Por suerte, había ya
copias de la obra antes de la Segunda Guerra Mundial con lo que podemos saber su contenido
antes del deterioro.
l igual que el códice Dresde pudo haber sido enviado a Carlos I de España por Hernán Cortés,
junto al Quinto Real. En la primera carta de relación, Cortés describe:"Más dos libros de los
que acá tienen los indios". López de Gómara en su crónica describe que "pusieron también
con estas cosas algunos libros de figuras por letras, que usan los mexicanos, cogidos como
paños, escritos por todas partes. Unos eran de algodón y engrudo, y otros de hojas de metl,
que sirven de papel; cosa harto de ver. Pero como no los entendieron, no los
estimaron." Cuando se envió la primera carta, la expedición de Cortés ya había tenido
intercambios con los mayas en la isla de Cozumel, y con los mayas chontales después de
la batalla de Centla.
El códice estaba dividido en dos partes y pasó a manos distintas. Esta es la razón por la que
el códice Madrid también se conoce como Tro-Cortesano debido a que en un tiempo estuvo
separado en dos partes.
Así tenemos por un lado el Códice Troano que perteneció a Juan de Tro y Ortolano quien al
parecer, lo compró a los descendientes de Hernán Cortés, pasando en 1888 a la propiedad del
Museo Arqueológico de madrid.
En cuanto al Códice Cortesano o Cortesiano perteneció a Juan Palacios de Madrid y fue
también comprado por el mismo museo en 1872 por lo que tras la compra del Códice Troano
ambos representan una sóla obra y se exhiben en el mismo museo desde 1788 conociéndose
como Códice de Madrid. Sin embargo, el museo los adquirió sin saber que se trataba de una
misma obra y fue León de Rosny el primero que se percató al examinarlos en 1880
l códice tiene 112 páginas (56 hijas pintadas por ambos lados), largas y angostas y creadas
con papel indígena.
Su contenido es calendárico y ritual y contiene también almanaques con temas tales como
enfermedades, ritos para provocar la lluvia, cosechas, etcétera. Al parecer los sacerdotes lo
consultaban para predecir el futuro y establecer los días más adecuados para realizar distintas
labores. Sin embargo, no posee el contenido astronómico y matemático que se refleja en el
Códice Dresde. Además, la calidad es inferior al Códice Dresde pues el trazo de las figuras
y glifos reflejan cierto descuido.
l Códice de París o Peresianus, es uno de los códices mayas que aún se conservan, recibió
ese nombre por encontrarse en la Biblioteca Nacional e París. Su estado de conservación es
deplorable y muchas páginas han perdido los textos e imágenes superiores e inferiores.
Se trata de un códice pequeño en comparación con los demás aunque originalmente contaba
con 24 páginas de las que dos se perdieron y en otras tantas el deterioro es casi total.El mal
estado podría deberse al ambiente y humedad en el que se conservó, además de la falta de
atención en la biblioteca de París, que lo adquirió en 1832, pero cuyos bibliotecarios no lo
cuidaron, al punto que estuvo extraviado por algún tiempo.
pesar de que los otros tres códices ya habían sido encontrados desde el siglo XIX, el Códice
de Grolier se dio a conocer en 1971. Se dijo que este cuarto códice maya fue encontrado en
una cueva en la sierra de Chiapas en 1965 junto a otros objetos perecederos como una
máscara de madera y una caja tallada también en madera. Perteneció al doctor José Sáenz
quién se los mostró al mayista Michael Coe en el club Grolier de Nueva York, por lo cual se
le conoce con este nombre. Su aparición fue como una bomba.
Dos años después, en 1973, el investigador norteamericano Michael D. Coe publicó el
facsímil del documento en un libro editado por el Grolier Club con el título de The Maya
Scribe and his World.