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PRIMERA FASE DEL PROYECTO

INFORME GENERAL

Actuación de Conservartecuador
sobre la Biblioteca del Convento de San Agustín
(Quito, Ecuador)

Por: Mgtr. Ramiro Endara,


Director de la Fundación Conservartecuador
y equipo multidisciplinar

Teléfonos: (+593) 99 571 8860

Correo electrónico: info@conservartecuador.org

www.conservartecuador.org
1. INTRODUCCIÓN

En esta biblioteca, que tiene alrededor de 18.000 libros, se cuenta


con un número importante de libros antiguos y de libros históricos;
de entre los primeros, en esta primera cala de 300 ejemplares ya se
han identificado algunos postincunables (se trata, evidentemente,
de ejemplares invaluables, llegados a las Américas en peligrosos
viajes por mar) y aspiramos a encontrar tanto ejemplares de los
primeros impresos en el territorio de la antigua Real Audiencia de
Quito (a partir de 1755) como algún incunable (en el Ecuador se
sabe de la existencia de en torno a 200 incunables) [ver 2.
GLOSARIO].

Los libros están mayoritariamente en latín, desde el s. XVI, con


bastantes también en español y algunos en otros idiomas (francés e
italiano sobre todo); obviamente la mayoría corresponden a teología
y temas afines, como San Agustín y Patrología en general, vidas de
santos, sermones, doctrina cristiana, derecho canónico, etc.; sin
embargo, existen también obras de clásicos grecolatinos (en latín)
como Esopo, Horacio, Ovidio, Marcial, Virgilio, Salustio, Quinto
Curcio, Plauto, Terencio, etc., y (dado que se trata de una biblioteca
universitaria), no faltan tampoco tratados de las diversas ciencias
del conocimiento humano, como medicina, matemáticas,
arquitectura, arte militar, historia, geografía, etc. Hemos hallado,
incluso en esta fase inicial del proyecto, hasta tratados de relojería.

Cabe mencionar que en esta primera fase del trabajo nos hemos
llevado la grata sorpresa de hallar varios impresos de la casa
Plantin, de Amberes, una de las editoriales primitivas más
relevantes de la Europa del s. XVI; no olvidemos que uno de los
diseñadores del logotipo de esta casa editorial fue Rubens, y con
eso está dicho todo.

El volumen más antiguo que hasta ahora hemos hallado es un


postincunable de 1516: la Florida corona sanitatis (un libro de
medicina) de Antonio Gazio, editada en Lug... [¿Lugduni, Lyon?;
¿Lugano, en la Suiza italiana?] Emporium, en el taller de Simón
Bevelacqua. Se trata de un magnífico volumen completo, con la
portada impresa a dos tintas, negra y roja:

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Otra sorpresa ha sido encontrar un volumen impreso en Maguncia
(la cuna de la imprenta), que corresponde a los Commentaria super
titulum de actionibus in institutis de Ioannes de Blanasco, un libro de
derecho fechado en 1539.

Otros hallazgos emocionantes han sido las obras de Justo Lipsio


editadas en Lyon por Horacio Cardon en 1613 y una Doctrina
politica de Hennigs Arnisaeus publicada por Luis (Lodewijk) Elzevir
en 1651 en Ámsterdam, lo que demuestra que los primeros
creadores de esta biblioteca supieron rodearse de lo mejor del
saber de su tiempo.

Singularmente valiosos son varios volúmenes de atlas de los siglos


XVI y XVII. El primero, en latín, es una edición de 1574 (no se trata,
pues, de la edición príncipe o primera, que data de 1570) del
justamente alabado Theatrum orbis terrarum de Abraham Ortelius,

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geógrafo del emperador Carlos V, a quien (aunque había fallecido
en 1558) se dedica el volumen; otro es la traducción al español
(1588) del mismo Ortelius; y hay además tres volúmenes de una
tercera obra, el Atlas nuevo de la extrema Asia o descripción
geográfica del imperio de los chinas [sic], también en español,
debido al misionero jesuita italiano Martino Martini (1659): este
tercer atlas, por cierto, fue fundamental para dar a conocer a China
al mundo occidental, pues, además de datos geográficos, aporta
muchos detalles referentes a la cultura china. Por desgracia, faltan
las portadas de varios de estos volúmenes, y no pocos de los
mapas han sido arrancados, quizá para adornar, a modo de
cuadros, las habitaciones de esos destructores del patrimonio.

Por lo que toca a la historia y la cultura de las Américas, se han


hallado ya, por ejemplo, bellas ediciones de los Comentarios
reales de los Incas e Historia del Perú, ambos del Inca
Garcilaso de la Vega; la Historia de México de Antonio de Solís;
la edición príncipe (1741) del raro tratado El Orinoco ilustrado
de José Gumilla; una edición de 1714 de la poesía de “la
décima musa”, la gran poetisa mexicana sor Juana Inés de la
Cruz; una edición de 1639 de la Traducción de la dedicatoria
real y epístolas proemiales del segundo tomo del derecho y
gobierno de las Indias Occidentales de Juan de Solórzano y
Pereira, uno de los legistas españoles más importantes sobre
la aplicación del derecho en las Américas; otro precioso
ejemplar clásico de las obras de Francisco de Quevedo...

En cuanto a publicaciones relacionadas con el Ecuador, es de


destacar el hallazgo de un grabado realizado por el primer impresor
quiteño, Raimundo de Salazar y Ramos, recogido en una Vida de
San Juan Evangelista de autoría oculta bajo el pseudónimo “un
sacerdote devoto del santo”, impreso en Lima en 1761: este
grabado se suma a los tres conocidos anteriormente del destacado
impresor que, entre las obras que aparecieron en sus prensas, tiene
las Primicias de la cultura de Quito de Eugenio Espejo, el primer
periódico nacido cuando el Ecuador aún formaba parte de la Corona
española.

Esta biblioteca (ubicada en el Convento de San Agustín, que


albergó la primera universidad de Quito, la Universidad de San
Fulgencio), alberga además 18 mapas antiguos con cartografías del
Ecuador y del mundo y (este último apartado es excepcional) nada
menos que 30 libros cantorales, el más antiguo y valioso de los

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cuales está datado en 1628. Conservar un número tan elevado de
estos ejemplares es algo insólito. Con su casi 1 m de alto por unos
60 cm de ancho, y realizados no en papel, sino en pergamino y
siempre a mano, bellamente ilustrados con motivos que se
remontan a la Edad Media, su gran tamaño se debe a que,
colocados sobre un facistol en la iglesia o en mitad del coro de los
frailes, servían para el rezo latino cantado en común, normalmente
sobre melodías gregorianas.

Todo lo anterior es parte del maravilloso material bibliográfico que


hemos ubicado hasta el momento; estamos en el comienzo. Qué
más hallaremos, el tiempo, el trabajo y la constancia lo dirán.

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2. GLOSARIO
Libro antiguo, libro histórico, incunable, postincunable

2.1. LIBRO ANTIGUO es el que se imprimía manualmente pliego a


pliego, con las posibilidades que esto originaba de poder modificar
el texto durante la impresión, como ocurría con frecuencia, dando
origen a estados y emisiones dentro de una misma edición e incluso
a rejuvenecimiento del libro por cambio de portada, quedando el
resto exactamente igual a la edición anterior.

2.2. LIBRO HISTÓRICO es el que se imprime en máquinas


automáticas con trabajo continuo. Este sistema comenzó a lo largo
del siglo XIX, pero se fue implementando progresivamente de
acuerdo a las necesidades editoriales de cada país; debido a ello
hay que examinar los impresos de principios del siglo XIX para ver
si corresponden a una u otra modalidad. En la forma antigua se
hacía uso de signaturas tipográficas, letras, números o una
combinación de ambos, que se colocaban a pie de página, en las
hojas de la primera mitad del cuadernillo, abajo, a la derecha;
algunas veces, sobre todo en los primeros pliegos, se utilizaban
calderones, asteriscos, cruces y otros signos: facilitaban al
encuadernador su trabajo. En las impresiones mecanizadas, en
cambio, sólo se escribía un número en la plana primera de cada
cuadernillo con la misma finalidad de antes. Debido al desfase
cronológico ya citado, se optó por considerar de forma general libro
antiguo al comprendido entre el inicio de la imprenta (en torno a
1450) y el año 1800, hasta el 1 de enero de 1801.

Al libro posterior a esa fecha se le ha dado el nombre de histórico


sin fijar con claridad su terminación cronológica. En principio se
señaló a este efecto el 1 de enero de 1901, pero la fecha se va
extendiendo poco a poco a libros posteriores, con una clara
tendencia a hacerlo hasta la introducción en cada país del depósito
legal. La razón de ello parece radicar en que las respectivas
Bibliotecas Nacionales aspiraban a disponer de un catálogo lo más
completo posible de las publicaciones anteriores al depósito legal.

2.3. El libro antiguo se agrupa a su vez en publicaciones anteriores


al 1 de enero de 1501 (INCUNABLES), publicaciones del SIGLO
XVI (hasta el 1 de enero de 1601) y publicaciones impresas en los
SIGLOS XVII Y XVIII hasta el 1 de enero de 1801.

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Se habla también de POSTINCUNABLES, que representan una
continuación muy próxima a los incunables; se va fijando como
fecha de término para estos impresos el año 1520 (1 de enero de
1521).

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3. LAS BIBLIOTECAS CONVENTUALES
Una palabra sobre el origen de los tesoros de esta biblioteca
El origen de las bibliotecas conventuales en las Américas en
primera instancia está en la venida de los frailes para el proceso de
evangelización; ellos traían entre sus pertenencias sus libros de
lectura y de estudio (libros que en aquel tiempo eran objetos muy
caros, y más si había que afrontar el riesgo de un largo y peligroso
viaje por mar).

En un segundo momento, estos libros personales pasan a ser


reunidos en lo que es ya la verdadera biblioteca del convento; de
hecho, numerosas órdenes religiosas estipulan en sus
Constituciones el establecimiento de una biblioteca comunitaria en
cada convento. Dado que los religiosos hacen un voto de pobreza,
sus libros, al menos en teoría, no les pertenecen, y, de modo
natural, cuando el religioso muere sus libros personales pasan a
engrosar la biblioteca general del convento: he ahí la razón de que
de ciertos títulos (los más usuales, como la Biblia, la Suma de
teología de Santo Tomás, los breviarios para el rezo, los
catecismos, etc.) haya varios ejemplares en estas bibliotecas. Otro
movimiento usual de estos libros repetidos es que pasaran a otros
conventos de la misma orden, en otras localidades.

En el caso concreto de la Orden de San Agustín hay que considerar


que es la que fundó (como ya se indicó anteriormente) en este
convento de San Agustín la primera universidad de Quito, la
Universidad de San Fulgencio, en el siglo XVI; por esa razón los
agustinos trajeron, además de libros religiosos, todas las obras
profanas que eran necesarias para la enseñanza académica.

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4. LA BIBLIOTECA DEL CONVENTO DE SAN AGUSTÍN

La biblioteca de San Agustín se encuentra en el lado nororiental del


convento, lindando con la calle Flores. Actualmente ocupa un
espacio físico de 19 x 7 m, con una altura aproximada de 5 m.
Existen 40 anaqueles adosados a las paredes y 22 estanterías
exentas, de diversos modelos, en la parte central del espacio.

Los sucesivos traslados de la colección documental han provocado


un gran desorden: libros de diversas épocas y de los más diversos
temas se codean en alegre despreocupación. Se conservan
muestras de hasta cinco intentos diferentes de organización de la
biblioteca: (1) en la parte más antigua de la colección se pintaron de
negro dos partes del lomo de los volúmenes, y se escribió encima
una doble numeración; (2) posteriormente se utilizaron tejuelos
preimpresos en color celeste; (3) existe también, en la primera
página de cada volumen de la colección antigua, un número
correlativo escrito a lápiz que está vinculado a unas fichas
manuscritas que se conservan en un fichero manual en la misma
sala de la biblioteca; (4) en escasos volúmenes aparece el sistema
de catalogación decimal DEWEY; (5) en cambio, en casi toda la
biblioteca se ha empleado un inventario que utiliza un sistema
alfanumérico simple. Este último sistema fue el implementado por el
INPC en sus dos intervenciones sobre la biblioteca, en 1985 y 1995,
mientras que de los cuatro intentos de organización anteriores se
desconocen las fechas:

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Los escasos datos históricos que hemos logrado obtener sobre esta
biblioteca se presentan a continuación:

“Contiene algunos miles de volúmenes, descollando, entre todos,


los de las obras de San Agustín, los de derecho y teología, los de
revistas agustinas y sermonarios, y los de literatura e historia.
Reviste sus paredes una colección de hermosos cuadros al óleo de
los principales cardenales de la Orden, con marcos dorados y
elegantemente trabajados” (Sección editorial de la compañía
“Ambas Américas”. Almanaque católico ecuatoriano 1928. Quito,
talleres gráficos de El Comercio, 1928, p. 75).

“Sus anaqueles están llenos de obras importantes, pues hay 14.000


volúmenes; se caracteriza esta sala por la riqueza de pergaminos y
algunos libros incunables. Tiene numerosas secciones, según la
materia, y entre todos los volúmenes descuellan las obras de San
Agustín y Santos Padres, las secciones de teología, Sagrada
Escritura, filosofía y derecho, las de sermonarios e historia, las
revistas, ciencias, artes, literatura y lexicología. Una colección de
breviarios y cantorales, que datan del año 1628, todos con hojas de
cuero o pergamino, adornadas con significativas viñetas y dibujos
varios, atrae la atención del visitante, que no cesa de admirar estos
valiosos objetos, que solo se conservan, a través de los años y
siglos, con cuidado y afán, en las casas religiosas, verdaderos
museos de arte y de belleza” (Enrique Terán E., OSA. Guía
explicativa de la pinacoteca de cuadros artísticos y coloniales del
convento de San Agustín, precedida de las biografías del P. Basilio
de Ribera y Miguel de Santiago. Quito, Imprenta “Bona Spes-San
Agustín”, 1950, p 153).

Un año antes, en la p. 294 de la Geografía ilustrativa, comercial y


turística de la provincia de Pichincha de C. Godoy C. (Quito. San
Agustín, 1949) se afirma del convento de San Agustín que “su
biblioteca y museo son de los mejores de la ciudad”.

Por último, sobre la treintena de libros corales que la colección ha


conservado tenemos esta escueta noticia: “Christian Vogel tuvo
ocasión de examinar los fondos del archivo, agustiniano, que están
bajo la guardia del Padre Provincial. En un intento de catalogar y
ordenar por asuntos, enumeró los siguientes grupos […]: 13.
Colección de libros corales antiguos” (José María Vargas. La Iglesia
y el patrimonio cultural ecuatoriano. Quito, PUCE, 1982, p. 134).

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5. ¿QUÉ INSTITUCIONES COLABORAN (HASTA EL MOMENTO)
EN ESTE PROYECTO DE RESTAURACIÓN, CATALOGACIÓN,
INTERPRETACIÓN, DIGITALIZACIÓN Y DIFUSIÓN?

5.1. La comunidad de San Agustín (Quito), así como la Orden


Agustina, están dando todas las facilidades, además de asignar los
espacios necesarios para las labores técnicas.

5.2. La Fundación Príncipe Claus de Holanda ha financiado la fase


inicial del proyecto.

5.3. Se cuenta con el respaldo y autorización institucional del


Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) de la República del
Ecuador.

5.4. La ejecución concreta de las diferentes actividades sobre los


libros recae sobre la Fundación Conservartecuador, que ya se ha
ocupado en los últimos diez años de restauraciones emblemáticas
en el Ecuador, como por ejemplo la restauración del Pasaje
Turístico Patrimonial del Convento de Todosantos de la ciudad de
Cuenca. Para este proyecto de San Agustín, la Fundación
Conservartecuador cuenta con un equipo multidisciplinario: expertos
en restauración de papel y pergamino, en digitalización, en
Bibliotecología-libro antiguo y en Filología-latín y otras lenguas.

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6. EL EQUIPO MULTIDISCIPLINARIO
Se ha implementado en el convento de San Agustín un taller de
restauración de documentos; en él y en la biblioteca trabaja el
siguiente equipo multidisciplinario de expertos:

 Mgtr. Ramiro Endara, director de la Fundación


Conservartecuador, responsable del proyecto.

 Ing. Harold Bustos, director de Patrimonio del Convento San


Agustín.

 Mgtr. Graciela Mascareño, directora técnica del proyecto de


conservación.

 Lcdo. Alfirio Mendoza, fotodocumentación, digitalización y


realización audiovisual.

 Gustavo Salazar, bibliógrafo, bibliotecólogo y experto en la


cultura latinoamericana de la Época Republicana.

 Lcdo. José María Sanz Acera, experto en lenguas clásicas,


en letras antiguas y en teología.

 Mgtr. Víctor Jarrín, auxiliar de restauración y sociólogo del


arte y de la cultura.

 Lcdo. Roger Rodríguez, auxiliar de restauración y gestor


cultural.

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7. INFORME BIBLIOGRÁFICO

7.1. En un proyecto de conservación del patrimonio bibliográfico


como el presente es esencial conocer algunos datos sobre LA
INTERPRETACIÓN de la colección documental objeto de estudio.

7.1.1. El libro
Cada libro antiguo es especial: no hay dos iguales, y ello por
muchas razones.

En primer lugar, en los primeros decenios de la imprenta no todos


los libros de una misma tirada eran iguales: a veces se corregía un
pliego antes de terminar la edición, y libros en apariencia idénticos
traen algunas páginas diferentes; el experto ha de fijarse en ello.

Pero los libros de una misma edición se van diferenciando, sobre


todo, a lo largo de sus vidas, por influencia de sus sucesivos
poseedores. Así, en sus portadas aparecen firmas, sellos de
bibliotecas, tejuelos, etc., y todo ello nos informa de las diferentes
peripecias del volumen; muy frecuentemente, distintos lectores han
subrayado párrafos a lo largo del
texto, han hecho anotaciones al
margen, etc.; en ocasiones, por el
paso del tiempo las
encuadernaciones originales se
han deteriorado, y se les pusieron
nuevas tapas a los volúmenes,
teniéndose así (es un ejemplo) un
libro del s. XVI con unas tapas del
s. XVII, y en ambos casos se trata
de objetos patrimoniales.

Un ejemplo típico de lo antedicho


es este ejemplar editado en
Ámsterdam en 1632, una preciosa
edición de bolsillo del poeta latino
Horacio: sobre el maravilloso
grabado de la portada se lee
claramente el nombre del
orgulloso poseedor del volumen:
“Nicolás de Aragón, religioso de
San Agustín”:

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Más complejo, y con muchas más informaciones, es el caso de
unas en apariencia anodinas concordancias de la Biblia Vulgata
latina editadas en Lyon (Francia) en 1652:

Ya en el privilegio de la obra (el permiso oficial para su venta),


redactado en francés, se nos informa de que el editor, Antonio
Jullieron, tiene el libro ya impreso, y solamente a la espera del
presente privilegio, “desde hace cuatro años”, y que en esta obra ha
invertido “todos sus bienes y todo su buen hacer”. Esta era una
práctica común, que obliga a los expertos a mostrarse prudentes
por lo que toca a la fecha real de edición de un impreso: se imprimía
todo el libro salvo el pliego inicial, el que contenía la portada, el
privilegio y otros documentos oficiales, y en la portada se ponía la
fecha final; en el caso de este volumen, la fecha de la portada es,
como hemos dicho, 1652, pero el 99% del volumen había sido
compuesto, como acabamos de explicar, cuatro años antes:

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Y ahora más sorpresas: en la página anterior a la portada
propiamente dicha del volumen nos encontramos con una serie de
indicaciones manuscritas, escritas por personas sucesivas, sobre el
devenir de estas concordancias. Una reza así: “Del convento de
Popayán”; otra indica: “Del aposento del padre Provincial de la
Compañía de Jesús de Quito”; la tercera dice: “Trocose por otras de
mayor letra”; y a esta tercera indicación la completa una cuarta, en
la que el último poseedor de la obra apunta agradecido: “Y el
reverendo Padre Diego Francisco Altamirano me las dio en Quito,
1693. Dios se lo pague a su Reverencia”. También en la propia
portada del libro se repetía la indicación “Del convento de Popayán”
y se menciona a un propietario más: “Fray Vicente Rivera, Orden de
Predicadores”. Es decir, que en los 41 años que median entre 1652,
en que el libro se pone a la venta, y 1693, fecha de esta última
indicación, nuestras concordancias han nacido en Lyon (Francia),
han atravesado el mar seguramente desde un puerto de la Corona
española (quizá la gran urbe portuaria de Sevilla), han pasado por
Popayán (Colombia) y han recalado en Quito; antes de estar en la
biblioteca de los agustinos, un período pertenecieron al Provincial
de los jesuitas y otro al fraile dominico Vicente Rivera; dejaron de
usarse porque estaban impresas en letra muy pequeña, pero el libro
no se desechó, sino que, a su poseedor de 1693 se las regaló el
padre Diego Francisco Altamirano. Y este personaje, ¿quién era?
Habría que investigarlo, quizá en las crónicas del convento de San
Agustín (si se conservan de aquellas fechas), y, si el agustino padre
Altamirano, o bien el dominico fray Vicente Rivera son identificados,
entonces la historia de este volumen venerable se habrá
enriquecido con algunas peripecias más:

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A la hora de interpretar un libro antiguo hay que saber que, además
de su valor intrínseco de objeto histórico, cada volumen atesora el
legado inmaterial de la experticia de quienes lo compusieron: hubo
editores más cuidadosos que otros y, sobre todo, es capital la labor
del responsable de la edición, que usualmente colaboraba
estrechamente con el editor. Esto se aprecia claramente en muchas
de las ediciones de los autores grecolatinos (profanos y cristianos)
que se realizaron en los primeros decenios de existencia del genial
invento de Johann Gutenberg, la imprenta de tipos móviles.
Mientras que las ediciones príncipes de un clásico griego o latino
normalmente eran poco cuidadas, y normalmente se limitaban a
reproducir el primer manuscrito que al editor le caía en las manos,
pronto los sabios europeos tomaron conciencia del valor que podía
tener una edición cuidada, en la que se ha puesto atención a los
mejores manuscritos y a las posibles variantes, etc.; y se dieron
cuenta igualmente de que, al hacer una nueva edición, era
necesario contar con las anteriores para mejorarlas, logrando de
este modo textos cada vez más pulidos. En estas labores, como se
ha dicho, no todos los editores eran igual de expertos: sólo muy
pocos eran verdaderos genios, y por ello sus ediciones son muy
valoradas. Ahora bien, es evidente que, para percibir estos matices,
es necesaria la presencia, en un proyecto bibliográfico como este,
de expertos en la interpretación.

Un ejemplo de todo lo antedicho es uno de los volúmenes de esta


biblioteca: solamente el experto es capaz de ver que “no se trata de
un libro más”. De hecho le faltan la portada y el colofón, pero su
primera página conservada ya hace saltar las alarmas, pues en ella,
como en las siguientes, aparece el nombre de quien cuidó la
edición: nada menos que el archifamoso humanista holandés
Erasmo de Rotterdam (1466/9-1536); dado que se trata de una
edición de las obras de San Cipriano, el especialista ya sabe hacia
qué años orientarse, y puede encontrar en la literatura
especializada los datos concretos de este libro sin portada ni
colofón: se trata de la edición que Erasmo hizo en 1520 (el libro, por
tanto, es un postincunable) de las obras del obispo Cipriano de
Cartago; el volumen lo editó en Basilea (Suiza) Johann Froben, uno
de los más cuidadosos editores europeos del momento,
especializado en textos patrísticos, con el que Erasmo colaboró
desde 1516 (año en que publicó en Basilea su edición del Nuevo
Testamento griego y las obras de San Jerónimo —el autor modelo
de Erasmo— en 9 volúmenes); nuestro impreso, pues, ha podido

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ser identificado, y se revela como un documento de valor invaluable
y como una de las cumbres de los libros impresos de la época:

Otro de los aspectos que confieren su riqueza a ese objeto


espiritual pero en primer lugar físico que es el libro histórico está
constituido por los grabados que los adornan, sobre todo en las
portadas, pero a veces también al comienzo de los sucesivos
capítulos, o en otras partes. Se trata de grabados que se imprimían
desde matrices vaciadas en madera, y en ocasiones se trata de
decoraciones muy complejas, con sentidos iconográficos muy
profundos. Un ejemplo sencillo es el siguiente, tomado de las
concordancias de la Vulgata anteriormente citadas. El texto latino
del grabado es un consejo de raíz bíblica que se traduce así: “Lo
que no quieras que te hagan a ti, no se lo hagas tú a otro”:

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Otro ejemplo es este grifo (emblema del editor Gryphius) que
aparece al final del Epítome o resumen que el ya citado Erasmo de
Rotterdam compuso sobre un libro célebre (del que se hicieron casi
60 ediciones impresas entre 1471 y 1536), las Elegantiae Latinae
linguae del humanista italiano Lorenzo Valla (1407-1457); un detalle
curioso es que algún lector desocupado (o artista, según se mire) se
dedicó a redibujar el grifo del grabado según su numen…:

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En ocasiones un volumen determinado está dotado de algún valor
añadido excepcional, como puede verse en el siguiente ejemplo. Se
trata de un libro que fue editado en Erfurt (Alemania) en 1674, con
uno de tantos comentarios a la Suma de teología de Santo Tomas
de Aquino (el del autor irlandés Agustín Gibbon); su valor por tanto
es solo relativo. Ahora bien, lo valiosísimo del documento es una
hoja mucho más antigua que se usó para rellenar la
encuadernación (para hacer más gruesas las encuadernaciones, en
las imprentas solían aprovecharse “papeles viejos”, fragmentos de
libros ya en desuso, etc.): se trata de un fragmento de la Biblia (cap.
1° del libro de Jonás) en latín con comentarios tanto interlineales
como al margen, y con un texto que es anterior al de la Vulgata
sixto-clementina, que desde 1592 fue oficial para toda la Iglesia
católica. Este impresionante documento (que para los editores del
libro de Gibbon era un puro desecho, sólo apto para adecentar las
tapas de un volumen cualquiera) está impreso en tinta negra, pero
con las letras iniciales de cada párrafo resaltadas a mano con tinta
roja. Esta hoja, por sus características paleográficas, puede ser
nada menos que del s. XV (perteneció, por tanto, a un incunable) o
como mucho de inicios del s. XVI (postincunable):

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Otro ejemplo impresionante de esta práctica editorial es lo que
aparece dentro de la encuadernación actual (histórica, pero
posterior al impreso) de la anteriormente citada edición de las obras
de San Cipriano que Erasmo cuidó en 1520. La encuadernación se
rellenó con algún viejo texto impreso en hebreo no vocalizado;
aunque mucho se ha dañado de este texto, de lo que queda
podemos saber algunas cosas: por las expresiones y el tipo de
hebreo que contiene, no se trata de un texto de la Biblia, sino,
probablemente, de un texto de la Mishná (la gran recopilación legal
y tradicional que está en la base de los talmudes y de toda la
legislación judía) o paramishnaico; se menciona por dos veces, por
ejemplo, el tratado Qiddushim de la Mishná.

También ha dormido siglos dentro de las tapas de este San


Cipriano, junto a este texto hebreo, otro pequeño fragmento,
testimonio de otra práctica editorial de los primeros siglos de la
imprenta. ¿Qué se podía hacer con los viejos pergaminos escritos a
mano, que habían servido como texto base para las ediciones
impresas sobre papel, y que a continuación “ya no servían para
nada”? Muy sencillo: los operarios de la imprenta los troceaban en
pequeñas tiras y estas las utilizaban para reforzar por dentro, bajo
la encuadernación, el lomo de cualquier libro que se ponía a la
venta (véase también el mismo procedimiento en el volumen de
1577 Constitutionum extravagantium sanctissimorum patrum
summorumque pontificum Pii Quarti et Quinti…, en la sección 7.2.5
de este Informe general). Naturalmente, hoy tanto ese texto hebreo
como la pequeña tira de pergamino que se usó para reforzar el
volumen son piezas invaluables:

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No hace falta que un libro sea muy antiguo para que sea muy
valioso; a veces su valor, como se ha dicho, está vinculado a sus
poseedores, que pueden ser grandes personalidades de un
territorio, en nuestro caso el Ecuador. Un ejemplo es este ejemplar,
que tiene la curiosa particularidad de presentar una dedicatoria y la
firma autógrafas del P. Aurelio Espinosa Pólit, el mayor promotor de
las Humanidades en el Ecuador del s. XX. Una de las grandes
obras del P. Espinosa fue este libro: Virgilio, el poeta y su misión
providencial (1932), estudio del gran clásico latino que al tiempo de
su publicación fue muy alabado por los conocedores (por otra parte,
treinta años después, al final de su vida, el mismo P. Aurelio público
su traducción en verso de las obras de Virgilio, su obra cumbre).
Estamos, pues, ante un fragmento vivo de la historia
contemporánea de nuestro país. El texto autógrafo del P. Aurelio
reza así: “A la reverendísima comunidad de padres agustinos
dedica esta glorificación del gran poeta particularmente amado de
San Agustín — Aurelio Espinosa Pólit, S.I. — Quito, 30 de
noviembre de 1932”. Anotemos además que el prólogo de esta obra
se debió a la pluma de otro gran intelectual ecuatoriano, el Dr.
Remigio Crespo Toral:

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Terminemos con otro ejemplo de las curiosas sorpresas que nos
pueden deparar los libros históricos. En este Breves nociones de
geometría [sic], editado en Bélgica a finales del s. XIX (la fecha es
aproximativa, pues no se conserva la portada del volumen),
cualquiera, hojeando con un poco de curiosidad, llegaría a toparse,
en las páginas 175 a 178, con una evocadora descripción
geográfica del Ecuador. En las páginas 176-177, en concreto, se
dice lo siguiente de nuestra nación: “Sería inconcebible, si la
experiencia no lo hubiera mostrado, que un país cuya capital está
bajo la línea equinoccial, y cuya jurisdicción se extiende casi
igualmente a uno y otro hemisferio, no sólo estuviese habitado, sino
que fuese habitación deliciosa; pero nada es más cierto, y puede
decirse que la República del Ecuador es un paraíso terrenal.
Con las mayores montañas del mundo en su centro y regado el país
por ríos innumerables [...], gozan sus habitantes la temperatura
igual de constante primavera”. ¿Podía uno imaginarse que al
Ecuador se le viera así en el pasado? Pues he aquí una prueba
más de lo que los libros “viejos” son capaces de enseñarnos, si
somos capaces de mirarlos con respeto y dejarnos interpelar por
ellos; en eso consiste, ante todo, la tarea de interpretar un libro
antiguo:

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7.1.2. La colección
Pero, más allá del valor de cada libro, está también el valor de la
colección documental en su conjunto. Si pensamos que la biblioteca
del convento de San Agustín atesora volúmenes desde inicios del s.
XVI (el libro más antiguo encontrado hasta ahora es, como dijimos,
un postincunable datado en 1516), entonces nos hallamos ante una
colección documental que ha ido creciendo durante 500 años;
y, a lo largo de ese medio milenio, ¿qué libros fueron integrando el
corpus y cuáles no, y por qué?; ¿hay ausencias significativas?;
¿hay alguna línea especial de volúmenes que, en un momento
determinado, se escogió privilegiar?

Tratándose de una biblioteca de las Américas, otra pregunta


pertinente es la siguiente: ¿son numerosos los libros de temas
específicamente americanos (geografía, actas de concilios
eclesiásticos celebrados en el continente, volúmenes sobre las
leyes de Indias, etc.)?, es decir, ¿hubo un interés positivo por estos
temas por parte de los usuarios de esta biblioteca, que fue una
biblioteca universitaria?

Dado que la nuestra es una biblioteca ecuatoriana, es


importantísimo fijarse en los aspectos de la colección documental
relacionados con nuestro país: ¿abundan los libros, antiguos o
modernos, referentes a lo que hoy es el Ecuador?; ¿desde qué
años empiezan a estar representados en la biblioteca?

Puesto que la de San Agustín es una biblioteca de Quito, sería de


rigor preguntarse si contiene materiales locales, directamente
referidos a la ciudad que la alberga; pero citemos además la
conclusión de los profesores italianos Gastone Breccia, de la
Universidad de Pavía, y Daniela Fugaro, de la Biblioteca Estatal de
Cremona, que hicieron un estudio sobre los fondos bibliográficos de
la capital de los ecuatorianos: para estos expertos, “Quito tiene la
mayor colección de libros anteriores a la Independencia en América
latina” (cita tomada de Libros: material tangible del tiempo, artículo
en la revista Voces Latinas, ed. n° 2, sin fecha [en torno a 2012], p.
16). Si esta afirmación es correcta, ¿por qué se han conservado en
Quito (paralelamente a cuanto se conserva en el convento de San
Agustín) fondos tan significativos? El puro y simple azar no es una
respuesta, dado que aquí no hablamos de libros cuya existencia
todo el mundo ignoraba, al modo de las riquezas desenterradas en
un yacimiento arqueológico: aquí los libros, sencillamente, están, en

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las diversas bibliotecas de la ciudad, esperando (como en el caso
que nos ocupa) ser redescubiertos para ser interpretados.

Las respuestas están más bien en la historia: en la condición de


Quito como centro intelectual y sede universitaria de lo que hoy es
el Ecuador durante la etapa colonial y republicana independiente, y
en el hecho de que Quito no ha sido objeto de conquistas y
revoluciones sangrientas, con su corolario de incendios y
destrucciones; es decir, que los libros han podido reposar tranquilos
en sus estanterías. Y, junto a ello, está el dato importantísimo de
que sus poseedores (en este caso la comunidad agustina)
decidieron conservar este patrimonio: pudo tratarse de libros que
ya no se usaban, pero sus propietarios fueron conscientes del valor
que tenían, y los reservaron para futuras generaciones de
estudiosos.

Cuando una biblioteca histórica está adecuadamente conservada,


bien ordenada y debidamente catalogada, puede revelar muchas
informaciones. Podríamos preguntarnos, por ejemplo: ¿cuántos
incunables y postincunables contiene (hasta 1520)? O bien:
¿cuántos son los libros impresos en el siglo XVI…, en el XVII…, en
el XVIII? O, por ejemplo: de tal autor, ¿qué obras hay?, ¿cuáles de
ellas fueron editadas en Europa (y a lo mejor vinieron atravesando
el mar) y cuáles ya en las Américas?; ¿hay colecciones completas
de algún tema?; ¿se conservan publicaciones periódicas?

Como se ve, las preguntas dependen de cada interés investigador


concreto; pero además pueden ser ampliadas, saliendo de los
muros de nuestra biblioteca concreta. Por ejemplo, yo podría
preguntarme si, entre 1600 y 1650, existen en la colección
ediciones de un autor concreto, como Francisco de Quevedo:
¿existen en esta biblioteca?; ¿cuántas? (porque puede que no haya
ninguna, o que haya dos ejemplares, o que haya decenas de
ellos…; de hecho, la mayor o menor cantidad de ejemplares sería
un indicador indirecto sobre el interés en este convento-universidad
por ese autor…); pero, ¿y qué hay en las otras bibliotecas históricas
de Quito, para ese mismo autor, para esos mismos años?
Ampliando mi búsqueda, conozco más sobre un tema concreto, y,
de rebote, conozco más sobre la sociedad en una época concreta, o
ante una cuestión cultural concreta: voy desentrañando el pasado,
apoyado en datos.

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En todo lo antedicho consiste la interpretación. Ahora bien; es
evidente que, para este tipo de búsquedas complejas, son
necesarios los trabajos previos ya citados: conservar los libros,
catalogarlos, digitalizarlos, que exista un acceso público a las bases
de datos… y todo ello supone dos tipos de inversión: la inversión en
dinero, sin el que todo lo necesario no se puede llevar a cabo, y la
inversión en tiempo: ese tiempo que dedican los expertos y que,
mientras las labores se realizan, no se ve; pero cuyos frutos y
utilidad, como se ha tratado de explicar, son patentes.

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7.2. Algunos de los impresos que están siendo tratados en esta
primera fase del proyecto

7.2.1. Jacobus de Laolana. Sermones dominicales et festivales


per totum anni circulum. París, Ambrosius Girault, 1530

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7.2.2. Claudius Galenus. De crisibus libri tres. Lyon, Gulielmum
Rouillium, 1549

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7.2.3. Laurentius Palmyrenus. De vera et facile imitatione
Ciceronis… Zaragoza, 1560

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7.2.4. Hieronymus Lusitanus. De gloria libri quinque. Alcalá de
Henares, Andreas de Angulo, 1568

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7.2.5. Constitutionum extravagantium Sanctissimorum Patrum
Summorumque Pontificum Pii Quarti et Quinti… Zaragoza,
Petrus Sánchez de Ezpeleta, 1577

- 35 -
7.2.6. Concilium Limense celebratum anno 1588 sub Gregorio
XIII... Madrid, Pedro de Madrigal, 1591

- 36 -
7.2.7. Antonio Rubio. Poeticarum institutionum liber, variis
ethnicorum christianorumque exemplis illustratus... México,
Enrique Martínez, 1605.

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7.2.8. Quintus Horatius Flaccus. Poemata scholiis sive
annotationibus instar commentarii illustrata. Amsterdam,
Ioannes Iansson, 1632.

- 38 -
7.2.9. Diego Núñez Castaño. Breve compendium hostium
haereticorum olandensium adventum in Valdiviam... Lima,
[S.N.], 1645.

- 39 -
7.2.10. San Alberto Magno. Commentarii in Psalmos. Lyon,
Claudius Prost et alii, 1651.

- 40 -
7.2.11. Marco Valerio Marcial. Epigrammaton libri XII. Amberes,
Iacobo Mersii, 1652.

- 41 -
7.2.12. Benito Remigio Noydens. Práctica de exorcistas y
ministros de la iglesia. Madrid, Andrés García de la Iglesia,
1666.

- 42 -
7.2.13. José Gumilla. El Orinoco ilustrado, historia natural, civil
y geográphica de este gran río y de sus caudalosas vertientes.
Madrid, Manuel Fernández, 1741.

- 43 -
7.2.14. Jacinto de Lisasueta [trad.]. Historia de Thamas Kouli-
Kan, sophi de Persia. Madrid, Andreas de Angulo, 1742

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7.2.15. Fray Agustín de La Coruña. La sagrada Regla del gran
doctor de la Iglesia N.P. San Agustín, debajo de la cual viven
sus monjas […], con las Constituciones… Lima, imprenta de la
Plazuela de San Cristóbal, 1756

- 45 -
7.2.16.1 “Un sacerdote devoto del santo”. Vida de San Juan
apóstol y evangelista. Lima, Oficina de los niños expósitos, por
Paulino de Atocha, 1761

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7.2.16.2. Grabado de Raimundo de Salazar y Ramos, primer
impresor quiteño, presente en el volumen anterior

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8. TRATAMIENTO TÉCNICO DE LOS LIBROS

Los pasos establecidos para el desarrollo de la propuesta técnica


son los siguientes: selección, fotodocumentación, identificación,
limpieza externa, traslado de libros, registro, diagnóstico de
estado de conservación, limpieza detallada, traslado hacia el
depósito provisional y ubicación en nueva estantería.

Partiendo del proceso de selección realizado por los investigadores,


a lo que se suma la detección de documentos que se han
encontrado en riesgo debido a los daños que presentan como
consecuencia de las inadecuadas condiciones de almacenamiento,
se realiza la fotodocumentación de su condición de
almacenamiento dentro de las estanterías, en caso de presentar
condiciones evidentemente nocivas.

Seguidamente se verifica la existencia de la ficha del libro en el


catálogo; cabe destacar que no se han encontrado las fichas de
algunos libros.

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Luego el libro se traslada hacia el taller dentro de un contenedor
plástico con tapa que es portado por dos personas; una vez allí se
realiza el registro en la ficha de relación de obras seleccionadas,
en donde se le asigna el respectivo código para el proyecto, con el
cual es identificado al ser fotodocumentada su estructura externa:
tapas, cantos y su portada u hoja de identificación, a fin de obtener
un registro de su condición inicial, antes de ser limpiado.

Una vez que el libro está registrado y fotodocumentado, se elabora


la ficha diagnóstico de estado de conservación de libros, en la
cual se describen los daños más relevantes que presenta el
documento.

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Elaborada la ficha se procede a la limpieza detallada del
documento, tapas por fuera, por dentro y hoja por hoja de todo el
documento, mediante la utilización de pinceles y brochas de cerdas
suaves, bajo una campana de extracción.

Aquellos libros que presentan residuos de sedimentos son


intervenidos de manera mecánica, con la utilización de espátulas
finas que ayudan a retirarlos; así mismo, las hojas dobladas se
corrigen y los encartes que no pertenecen a los libros, pero que se
han encontrado dentro de ellos, son retirados y colocados en un
sobre de papel donde se escribe la identificación del libro que lo
contenía y los números de páginas en el que estaba. Estos sobres
son archivados dentro de una carpeta, pues resultan elementos
históricos de la vida del documento.

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Debido a lo finos que han resultado los residuos dejados por la
contaminación atmosférica y el grado de adhesión que han logrado,
se procede a limpiar las tapas y los lomos de los libros con algodón
seco, para garantizar un mejor resultado.

Algunos libros que habían presentado ataque de hongos, por


exceso de humedad, actualmente, debido al período de verano, se
encontraron secos y con el hongo inactivo, lo que ha facilitado su
limpieza dentro de las campanas de extracción.

Finalmente, el libro estabilizado es trasladado al depósito


provisional sobre bandejas de metacrilato, forrado con papel
neutro, y es almacenado de manera adecuada: grandes formatos
de forma horizontal y pequeños de pie, en una estantería metálica.

El libro de coro seleccionado para ser tratado fue trasladado al


taller sobre una base de madera, forrada con papel neutro, portada
por dos restauradores, quienes analizaron previamente el recorrido
y procedimiento debido a su peso y volumen; se hizo uso de una
mesa en la que eventualmente se colocaba la base con el libro,
para que los restauradores descansaran y no se realizara todo el
recorrido de una vez; con esto se logró que el documento llegara al
taller sin sufrir ningún contratiempo.

El libro fue fotodocumentado y digitalizado en detalle, sus tapas,


lomo y folios en su anverso y reverso. Seguidamente se realizó el

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diagnóstico de su estado de conservación. Es importante
reseñar que este libro presenta mutilaciones y zonas faltantes.

Posteriormente, fue limpiado por fuera, tapas y lomo y zona central


de los cuadernillos, con una aspiradora con succión controlada y
cepillo de cerdas suaves.

Mediante diferentes revisiones se pudo constatar que la tinta negra


presenta craqueladuras y algunas zonas desprendidas, por lo cual
se han realizado diversas pruebas con algunos consolidantes para
verificar cuál resulta adecuado en función a transparencia,
flexibilidad y equilibrio brillo/opacidad, tomando en cuenta que el
clima en Quito para este período resulta seco. Actualmente se está
a la espera de la llegada de láminas de pergamino que fueron
encargadas a Estados Unidos, con lo cual se procederá a realizar
una última prueba de consolidación para definir el producto a usar.

Los folios del libro presentan resequedad debido al clima actual de


la ciudad, por lo que se han realizado otras pruebas para determinar
su limpieza y tratamiento, con la finalidad de no ocasionar nuevos
daños.

Las áreas superiores e inferiores de los folios, que no presentan


grafía, permiten ser limpiadas cuidadosamente con ralladura de
borrador de vinil, aplicada por zonas con suaves movimientos, sin
afincar; las áreas con grafía e imágenes se limpian con hisopos de
algodón seco, sin afincar, para retirar los depósitos de
contaminantes atmosféricos.

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En las zonas con manchas y tintas corridas funciona la limpieza con
hisopos ligeramente húmedos. Todos estos procedimientos fueron
previamente analizados y estudiados sus resultados.

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9. PROCESO DE DIGITALIZACIÓN DE LA COLECCIÓN
EMBLEMÁTICA DEL CONVENTO DE SAN AGUSTÍN

Los criterios de selección para el inicio de procesos o proyectos de


digitalización varían de acuerdo con el propósito o misión de cada
institución; en este sentido es esta quien debe establecer los
parámetros a seguir. Para orientar esta decisión se enumeran a
continuación algunos criterios abordados en diferentes
experiencias de digitalización de colecciones en bibliotecas
específicamente:

 Valor de la colección en términos de importancia histórica,


social, patrimonial, cultural, etc.
 Uso de la colección en términos de intensidad de utilización
de una colección y de si dispone o no de alternativas para una
consulta diferente al uso de la información original.
 Estado de conservación de las obras en términos de
estabilidad física de los soportes que contienen la información
y su grado de vulnerabilidad frente a factores de daño tanto
externos como internos, por ejemplo, papeles delicados,
papeles que muestran envejecimiento progresivo como
publicaciones en papel periódico, manuscritos y obras con
elementos sustentados frágiles, discos, cintas, el estado de
fijación de la información sonora, etc.
 Valor agregado de la colección en términos de factores
específicos que marquen la diferencia entre otras colecciones.

En el caso de los cantorales:

 Importancia del compositor y aporte al patrimonio musical.


 Relevancia de la obra dentro de la producción de su autor.
 Pertinencia del formato (instrumental y/o vocal) de la obra.
 Extensión de la obra.
 Limitación de número de obras incluidas por compositor.
 Diversificación de tipos de repertorio.
 Inclusión prioritaria de obras poco difundidas.
 Equilibrio en la elección de tipos de repertorio y formato.
 Disponibilidad física y legibilidad de la obra e integridad del
contenido.
 Los niveles de resolución (dpi) que pueden aplicarse en la
digitalización de textos de acuerdo con la altura de la letra

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más pequeña y la característica de tonalidad que pueda
encontrarse en el texto a digitalizar.

Las fotografías digitales con características de preservación deben


ajustarse a parámetros de alta calidad, de tal forma que conserven
su ajuste en cuanto a color y legitimidad. Para el caso de películas
fotográficas, tomando como parámetro de medida una calidad de
pixeles entre 2.000 x 3.000 y fotografiando siempre en el tamaño
original de la fotografía.

Antes de iniciar cualquier proceso de digitalización se hacen


pruebas con los diferentes niveles de profundidad de bits, de tal
forma que se pueda predecir el almacenamiento necesario; sin
embargo, se debe considerar que, si bien a mayor profundidad de
bits se obtiene mayor calidad de imagen, también se obtiene mayor
peso para almacenamiento. En este sentido, un parámetro que
orienta esta decisión es el uso que tendrá la imagen digital: altos
niveles de bits si la imagen digital se requiere para la realización de
facsímiles de documentos originales, como imagen de preservación
o para aplicaciones publicitarias; en caso contrario, parámetros de
acuerdo con las características de los documentos originales y el
nivel necesario para trasferir la información.

Una vez digitalizadas las fotografías se entregan en carpetas cuya


nomenclatura coincida con la codificación que ha sido creada en el
centro de digitalización por el personal de catalogación, a fin de que
pueda ser consultada tanto internamente como por el público sin
riesgo de deterioro para el documento original.

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10. NOTICIAS SOBRE EL PROYECTO PUBLICADAS EN LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN ECUATORIANOS

10.1. El Universo (Guayaquil), 23-7-2017

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10.2. Últimas Noticias (Quito), 25-7-2017

- 57 -
- 58 -
10.3. Qué! (Quito), 28-7-2017

- 59 -
- 60 -
10.4. El Comercio (Quito), 1-8-2017

- 61 -
10.5. El Telégrafo (Guayaquil), 3-9-2017

- 62 -
10.6. La Hora (Quito), ¿??-9-2017

- 63 -
10.7. Numbers by Kreab (Quito), ed. 21, 1-9-2017

- 64 -
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- 66 -
- 67 -
- 68 -
10.8. Patrimonio secreto, en el programa Visión360, de la
cadena de televisión Ecuavisa, 20-8-2017

https://www.youtube.com/watch?v=WkTeIE3dvSc

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11. ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN, pág. 2

2. GLOSARIO. Libro antiguo, libro histórico, incunable,


postincunable, pág. 6

3. LAS BIBLIOTECAS CONVENTUALES. Una palabra sobre el


origen de los tesoros de esta biblioteca, pág. 8

4. LA BIBLIOTECA DEL CONVENTO DE SAN AGUSTÍN, pág. 9

5. ¿QUÉ INSTITUCIONES COLABORAN (HASTA EL MOMENTO)


EN ESTE PROYECTO DE RESTAURACIÓN, CATALOGACIÓN,
INTERPRETACIÓN, DIGITALIZACIÓN Y DIFUSIÓN? , pág. 11

6. EL EQUIPO MULTIDISCIPLINARIO, pág. 12

7. INFORME BIBLIOGRÁFICO, pág. 13

7.1. La interpretación, pág. 13

7.1.1. El libro, pág. 13

7.1.2. La colección, pág. 28

7.2. Algunos de los impresos que están siendo tratados


en esta primera fase del proyecto, pág. 31

8. TRATAMIENTO TÉCNICO DE LOS LIBROS, pág. 48

9. PROCESO DE DIGITALIZACIÓN DE LA COLECCIÓN


EMBLEMÁTICA DEL CONVENTO DE SAN AGUSTÍN, pág. 54

10. NOTICIAS SOBRE EL PROYECTO PUBLICADAS EN LOS


MEDIOS DE COMUNICACIÓN ECUATORIANOS, pág. 56

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