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LOS CÓDICES MAYAS

Portadores de una de las tradiciones de escritura más complejas, antiguas y persistentes de Mesoamérica, los mayas
produjeron desde épocas muy tempranas una enorme cantidad de textos jeroglíficos, en los que daban cuenta de una
amplia variedad de asuntos, en gran medida relacionados con la clase gobernante y con el ámbito religioso. Aunque los
textos que han sobrevivido de aquellas más antiguas épocas se encuentran en monumentos de piedra, cerámica y
pintura mural, hay evidencias que indican que desde entonces los códices eran al parecer unos de los medios utilizados
para registrar principalmente asuntos calendáricos y rituales. Aunque puede suponerse que algunos tuvieran otro tipo de
contenidos, las temáticas mencionadas son las que aparecen en los muy pocos ejemplares que han llegado hasta
nosotros. Estos códices, sobrevivientes al tiempo y a la destrucción intencional, son esencialmente de origen
prehispánico; los tres fueron elaborados en el Posclásico Tardío y se inscriben con autoridad en la tradición maya, tanto
en lo que se refiere a la cosmovisión inherente en su contenido como en cuanto a la estructura calendárica y los distintos
dioses y rituales asociados a ella, así como a sus características formales y los modos de representación. Los tres
códices mayas que se conocen – de Dresde, París y Madrid, así nombrados por la ciudad en la que se encuentran
actualmente– han sido de invaluable importancia para el conocimiento del sistema de cómputo del tiempo entre los
mayas, para la comprensión cabal de su estructura religiosa y para el desciframiento de su escritura, entre otros muchos
aspectos.

Los códices mayas son los libros que elaboraban las antiguas élites de dicha civlización que sabían leer y escribir.
Estaban asociados con la religión, el sacerdocio y el culto politeísta, y contienen escenas figurativas, pinturas
generalmente de sus dioses y textos jeroglíficos.
Los códices se elaboraban en la época prehispánica, aunque también se siguieron haciendo durante los primeros
siglos de la época colonial. Sin embargo, los mayas dejaron de realizarlos y de cultivar su escritura jeroglífica, porque
estaba asociada con el politeísmo y la religión católica estaba en contra de esto.
“El Provisorato de Indios de Yucatán perseguía estas prácticas, decomisaba esos códices, los destruía, castigaba a los
que los hacían, los leían, hasta que llegaron a cumplir su meta, que era extirpar la escritura jeroglífica maya y la
elaboración de códices”, explicó el doctor Erik Velásquez García, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
En la actualidad, existen cuatro ejemplares de esos libros de la civilización maya: el Códice de Dresde, el Códice de
Madrid, el Códice de París y el Códice Maya de México. Un posible y dudoso quinto manuscrito, el llamado Códice
Praga, constituye todavía un enigma sin aclarar, pues parece tratarse de un libro maya antiguo, pero ampliamente
modificado con pinturas modernas.
Estos libros básicamente tienen dos tipos de capítulos. Unos son los almanaques de 260 días, cuya función era la
predicción del futuro (un futuro que ya era antiguo, pues no era sino la repetición del mito), es decir, eran adivinatorios;
mientras que los otros son las llamadas tablas astronómicas. Dentro de éstas, la más conocida y estudiada es la tabla
del planeta Venus, que utilizaban entre otras cosas para pronosticar eclipses, y en donde se pueden encontrar
conocimientos relacionados con el calendario y la astronomía.
“Estos códices eran muy avanzados para su época, pero estaban al servicio de la adivinación y la religión; no se pueden
entender estas tablas astronómicas sin las creencias religiosas”, destacó el investigador.
Descripción de los códices
Los cuatro códices que se conocen en la actualidad son del periodo Posclásico, es decir, todos son posteriores al año
1000 de nuestra Era.
El Códice de Dresde se encuentra en la biblioteca de la Universidad de Dresde, en Alemania; el Códice de Madrid está
en el Museo de América de Madrid; el Códice de París está en la Biblioteca Nacional de Francia, y el Códice Maya de
México está en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México.
 El Códice de Dresde siempre ha sido conocido así, pero el de Madrid antes se llamaba Códice Tro-
cortesiano; el Códice de París se llamaba Códice Pereciano, y el Maya de México se llamaba hasta hace
poco Códice Grolier.

La mayor parte del Códice de Dresde son tablas adivinatorias del calendario de 260 días, las cuales servían para adivinar
el destino; los temas eran la agricultura, la cacería, la diosa de la luna, las lluvias y la sequía. Otra parte son las tablas
astronómicas de eclipses y de Venus. Además, está integrado por otras secciones que hablan sobre los mitos de
creación del calendario y tablas relacionadas con los fenómenos meteorológicos y el llamado “año computado” de 364
días (4 veces 91 días). “Es un códice muy complejo”, destacó el doctor Velásquez García.
El Códice de Madrid es el más largo de todos, pues tiene 112 páginas. Al parecer es un códice de uso más popular; los
temas son agricultura, cacería, siembra, la crianza de las abejas y la extracción de la miel. Todos los anteriores con
temas de adivinación, o sea, marcados en almanaques de 260 días para que los agricultores, meliponicultores y
cazadores supieran cuándo era un buen o mal día para hacer sus actividades.
El Códice de París es el más corto de los que están en Europa (exceptuando el dudoso Códice Praga) y el más dañado,
pues todo su contorno está estropeado y sólo es posible ver su parte central. Es el más difícil de entender porque sus
textos escritos contienen muchos jeroglifos no descifrados. Las primeras trece páginas de este códice son los augurios
de los k’atuunes, que son los periodos de 20 años de 360 días cada uno, en los cuales dividían el calendario. Es decir, se
encontraban pronósticos sobre si las cosas irían bien o mal durante cada dos décadas.
De acuerdo con el doctor Velásquez García, otros capítulos de este códice son polémicos y aún no se entienden en su
totalidad. Uno de ellos, al parecer, incluye una tabla de las constelaciones que estaban alrededor de la banda del
zodiaco, y se muestra al Sol en su camino por el cielo. Es un tema que sólo aborda este códice.
El tema del Códice Maya de México es un registro de la revolución sinódica del planeta Venus, con sus cuatro fases de
estrella matutina, estrella vespertina, las fases de conjunción superior y de conjunción inferior, y los pronósticos de estas
apariciones y desapariciones de Venus que los mayas asociaban con muerte, enfermedad, guerra y hambre. Según los
especialistas, es el más antiguo de los cuatro, pues data del Posclásico Temprano (1000-1200), mientras que
el Dresde, Madrid y París son posteriores a 1350 d.C.
Otros códices más antiguos
Además de estos cuatro códices que sí pueden ser vistos y consultados en la actualidad, se sabe de la existencia de
otros que nunca se han podido abrir. Por ejemplo, los arqueólogos han encontrado códices mayas en tumbas, al
parecer, de gobernantes del siglo V o del siglo VI de nuestra era; algunos se han encontrado del lado guatemalteco, otros
del lado mexicano.
No se pueden abrir porque se desmoronarían debido a que el material orgánico de sus hojas de amate se descompuso
hace siglos, a causa del clima húmedo y tropical de las tierras bajas mayas, y tan sólo quedan los finos recubrimientos de
estuco o carbonato de calcio que revestían aquellas hojas.
 Estos libros, que se doblan como los biombos, eran tiras de varios metros de largo y luego se les ponían
tapas, al parecer de madera, forradas de piel de felino e inclusive se sabe que tenían broches.

“Al depositarse en las tumbas de los gobernantes, de sus sacerdotes, no duraban mucho: el papel de amate se
descomponía, también las tapas que eran de madera y estaban forradas de piel. Lo único que han encontrado los
arqueólogos son las huellas de estos códices, unas especies de ladrillos o tabiques de estuco, que es lo que recubría las
hojas. No se pueden abrir y si se intentan abrir se desmoronan, se hacen polvo”, destacó.
También se tiene referencia de la existencia de otros códices de los siglos V al VIII, porque han sido representados o
pintados principalmente en las vasijas policromadas, en donde se observan escenas de estos libros y también en
algunas figurillas de Jaina, ilustradas con personajes que tienen libros.

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