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La Filosofia en El Siglo XVLLL
La Filosofia en El Siglo XVLLL
Si bien, como se mostró en los capítulos precedentes, los siglos XV, XVI y XVII
fueron de consecuencias hasta hoy incalculables para la América "descubierta",
conquistada —pacificada en la opinión de algunos— y colonizada, la ''Centuria de
las luces" no dejó de tener una influencia capital y unas consecuencias definitivas
y definitorias.
El siglo XVIII es un siglo que quiere saberse a sí mismo, dar y darse cuenta de
cómo era, justamente, su propio presente. Esta es, según Michel Foucault, en sus
reflexiones sobre El sujeto y el poder, la preocupación fundamental hacia !a cual
apunta el interrogante de Kant: ¡Qué es la Ilustración? (1784). A su entender,
cuando Kant pregunta, ¿qué es la Ilustración?, quiso inquirir "¿Qué es lo que pasa
precisamente ahora? ¿Qué nos está pasando? ¿Qué es este mundo, este
período, este preciso momento en el que estamos viviendo? O en otras palabras,
¿qué somos como Aufrlärer, como parte de la Ilustración? (...). Pero Kant pregunta
algo más, ¿qué somos nosotros?, en, un momento muy preciso de la historia, la
pregunta de Kant aparece como un análisis a la vez de nosotros y ' de nuestro
presente".
Así las cosas, el también llamado "siglo filosófico" se extenderá, por intentar
periodizarlo, entre 1685 y 1785; esto es, entre Newton y Locke, quienes lo abren, y
Kant quien lo cierra. El siglo XVIII intentó ser, como lo entendió Hegel con claridad
meridiana, "la filosofía de su tiempo", aunque, por otra parte, hemos de declararlo,
aunados a la idea de Cassirer, como un siglo abiertamente en deuda con los siglos
que lo precedieron y de los cuales ciertamente recogió su legado. De algún modo,
la "centuria de las luces" se contactará con el humanismo renacentista para
retomar, de manera ecléctica, algunos de sus postulados fundaméntales y erigir,
sobre los pilares del siglo XVII su imagen científico-natural del mundo. El siglo
XVIII debe al monumental esfuerzo científico del Renacimiento la creación de la
nueva ciencia natural, desde la cual se impugnará la autoridad de Aristóteles y la
intangibilidad del dogma que tanto lastre había impuesto a la ciencia medieval. La
renuncia al modelo aristotélico hace viable el examen atento de los fenómenos y la
interpretación racional de los hechos, en la que jugó un papel importante la
matemática; así, la nueva astronomía se constituye cuando se aplica la
matemática a los hechos observados; la nueva física aparece cuando se someten
los fenómenos a rigurosos experimentos cuantitativos. El Renacimiento verá
también nacer, a instancias de Nicolás Copémico (1473-1543) una nueva
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concepción del cosmos: la heliocéntrica, que sería, posteriormente, atacada por
Ticho Brae (1546-1607), corregida por Johann Kepler (1571-1630), al establecer la
forma elíptica de las órbitas planetarias, y defendida públicamente por Galileo
Galilei (1564-1642) con quien las relaciones entre ciencia y fe se tornan más
conflictivas pues, a fin de cuentas, la teoría heliocéntrica distaba mucho del
geocentrismo supuesto en la Biblia. La influencia del Renacimiento será en
síntesis, decisiva para las centurias posteriores; en particular para la ciencia
moderna que, de algún modo, se debe también a la figura de Leonardo Da Vinci
(1452-1519).
Este ideal del siglo XVII dejó de ser tan remoto cuando se crearon, en algunos
países europeos, las llamadas academias de las ciencias, como centros de
investigación y difusión de todas las labores científico-naturales. Así, en 1660 se
fundó en Inglaterra la Royal Society, inspirada en un sentido metódico
determinado, con la intención de no admitir, en física, ningún concepto que no
haya sufrido su prueba empírica y que no hubiese sido corroborado por el
experimento. De la Royal Society fue presidente Newton en 1703. Emulando el
ejemplo de Inglaterra, por iniciativa de Colbert, Francia fundará, en 1666, su
Academie des Sciences.
Así pues, el siglo XVIII se caracterizó por ser una crítica audaz a la filosofía
escolástica, de impronta aristotélica, y al racionalismo cartesiano así como,
también, un rechazo progresivo de los valores culturales y de la tradición del
medioevo y del barroco y, en particular de la filosofía y de la teología del
escolasticismo, por una parte; y una confianza, algo ingenua, en el hombre que
esperó poder, valido de su razón, descubrir muy pronto los secretos de la
naturaleza y llegar a dominar el universo, por otra. Para ello, retomó los
postulados e ideales del siglo XVII; asumió el modelo de las ciencias naturales
para reelaborar las leyes, la política, la historia, la estética, la poética. Pretendió
aplicar a la historia y a la ciencia el mismo modo de plantear el problema y la
misma metódica de la razón natural negándose a reconocer nada sobrenatural o
nada suprahistórico.
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Desde esta óptica, la matemática será mirada como el modelo del conocimiento
exacto y la historia como el modelo metódico por excelencia; aunque, valga
aclarar, será una historia que no acepta el determinismo providencialista ni la
explicación mítica de los fenómenos pues, según Voltaire en su crítica a la
historiografía, estas actitudes son las que han posibilitado el culto a los héroes, a
los caudillos y a los monarcas, sustentando la idea de que "toda autoridad viene»
de Dios". En este mismo sentido, Montesquieu, en El espíritu de las leyes,
intentará fundamentar una filosofía de la historia y Kant, por su parte, basándose
en su idea ilustrada de la historia, abocará el conocimiento filosófico de los
hombres, a la idea de una antropología universal; pues, cuando Kant pregunta -
según Foucault - "¿Qué somos como Aufrlärer, como parte de la Ilustración?
Compara esto con la pregunta cartesiana: ¿Quién soy yo? ¿Yo, como un sujeto
único pero universal y ahistórico? Yo, ¿es para Descartes cada uno, en cualquier
parte y en cualquier momento?". La respuesta de Kant quiere ser un análisis de
nosotros y de nuestro presente, en un momento determinado de la historia.
La España del siglo XVII afrontó una severa crisis de valores ocasionada por
problemas económicos que la abocaron ineludiblemente a la decadencia y, acaso,
a la nostalgia del esplendor que había alcanzado en la primera mitad del siglo XVI.
Así las cosas, contadas figuras, entre las cuales sobresalen Luís Rodríguez de
Pedrosa, Juan Caramuel e Isaac Cardo-so, se dieron cuenta y quisieron dar
noticia de la situación propiciando una oleada renovadora, consciente de que el
cambio de la sociedad sólo podría provenir de una transformación filosófica radical
que propugnara por un cambio en la escala de valores y generara una nueva
actitud ante la vida. Era, en síntesis, el anhelo de hacer ingresar a España en el
pensamiento de la modernidad, para lo cual era necesario emprender una crítica
demoledora a la escolástica y al aristotelismo y afianzar, por otra parte, una visión
científica, acorde con la época, que liberara el pensamiento de la actitud
dogmática en que se fundamentaba la escolástica española desde el siglo XV.
La crisis de valores se acentuará a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, con
la aparición de los novatores. Abellán refiere cómo este apelativo aparece por
primera vez en la obra de Francisco Palanco, religioso de la Orden de los
Mínimos, titulada Dialogus physico-theologicus contra philosophiae novatores,
aparecida en 1714, tiempo para el cual la nueva manera de pensar había
adquirido ya una cierta fuerza.
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sin embargo, abarcar los distintos órdenes de la vida espiritual, en parte por el
yugo que imponía la teología a la filosofía; recordemos que para entonces la
cosmovisión y la antropología escolástica representaba ideológicamente los
intereses de la Iglesia católica y que esta nueva mentalidad filosófica implicaba
una intrusión del laicismo en temas religiosos que podrían resultar peligrosos para
la fe, como en el caso de la doctrina atomista donde se identificaba la sustancia de
los accidentes, óptica desde la cual parecía miope seguir afirmando el dogma de
la transubstanciación eucarística, toda vez que, ponía en tela de juicio la
existencia del sacramento de la Eucaristía.
En este estado de cosas, los novatores hubieron de contentarse con los cambios
que atañeran a la filosofía natural, que ellos denominaban llanamente física; en el
ámbito de la lógica y la metafísica continuaron la tradición escolástica, aunque
procuraron despojarlas de las impurezas que le habían sido impuestas por el
dogmatismo escolástico.
Es menester resaltar que la población española de comienzos del siglo XVIII era,
en su inmensa mayoría, analfabeta; a ello se agregaba el carácter retardatario del
ambiente universitario que permanecía aferrado a la tradición conservadora, con lo
cual le imponía un pesado lastre al influjo benéfico de los novatores. Es el caso de
la Universidad de Salamanca donde, según Diego Torres Villarroel, aun en 1726
se consideraba la matemática como una suerte de enredos y adivinaciones, cosa
de diablos y de brujas y qué decir entonces de disciplinas como la física, la
química y las ciencias naturales que, por entonces, gozaban de menor tradición.
La enseñanza universitaria se circunscribía a la filosofía y la teología, desde un
sentido netamente escolástico, que no daba visos de renovación o modernización.
Así pues, el influjo novator incubará primeramente en las tertulias y las academias
de ciencias: las primeras emularán los salones de moda franceses; las segundas,
las academias de Inglaterra y de Francia. Valga mencionar que en el caso de
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España la renovación científica contó con el apoyo de la corona que para tales
efectos, a instancias del rey Carlos II, fundó la Regia Sociedad de Medicina y
Ciencias de Sevilla, mediante Real Cédula del 25 de mayo de 1700, la cual será
ratificada por Felipe V de la dinastía de los Borbones, hecho que lo constituye en
mecenas de la reciente tradición renovadora.
Entre los más importantes novatores españoles cabe resaltar, en Madrid: Nicolás
Antonio, Diego Mateo Zapata y Gabriel Álvarez de Toledo; en Sevilla: Miguel
Melero Ximénez, Salvador Leonardo de Flores, Miguel Boix y Julio Ordóñez,
quienes en su calidad de médicos asistían a la tertulia que se reunía en 1697 en
casa de Juan Muñoz de Peralta, para tratar temas concernientes a la filosofía
experimental, hecho que se constituiría en un incentivo para la creación de la
Regia Sociedad de Medicina y Ciencias de Sevilla. Finalmente, en Valencia
sobresalen: Juan Bautista Corachán, Tomás Vicente Tosca y Andrés Piquer y
Arrufat, este último la figura más proverbial del movimiento novator.
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librecambio incipiente de la época y una instrucción pública, para sectores ligados
al proceso de producción, como en el caso de los artesanos: José Moñino, Conde
de Floridablanca, el Conde de Aranda, Antonio Capmany, el irlandés Bernardo
Ward y José del Campillo y Cosío, entre otros.
El tema de la Ilustración americana no deja de ser, aun hoy día, algo bastante
controvertido. Así pues, cuando Jaime Rubio Ángulo pregunta: ¿Dieciocho
americano?, entiende que la respuesta a este interrogante depende del que haya
existido o no una Ilustración española, a lo cual ya hemos respondido, de algún
modo, en el numeral precedente. De otro lado, la respuesta a esta pregunta nos
retrotrae a un cuestionamiento más radical, el de si existe o no una filosofía
latinoamericana, que ha suscitado una ya antigua y dilatada polémica entre
defensores y detractores.
Octavio Paz sostiene, por una parte, que en América no existió una crítica - social,
política, religiosa, económica, filosófica, etc., en el sentido amplio del término;
recordemos que el siglo XVIII se ha conocido como el "siglo de la crítica",
circunstancia que no nos permite declararnos modernos ni ilustrados. A más de
ello, las ideas liberales y modernas no correspondían a hombres liberales y
modernos.
En Hispanoamérica esas ideas eran máscaras; los hombres y las clases que
gesticulaban detrás de ellas eran los herederos directos de la sociedad jerárquica
española: hacendados, comerciantes, militares, clérigos, funcionarios. La
oligarquía latifundista y mercantil unida a las tres burocracias tradicionales: la del
Estado, la del Ejército y la de la Iglesia. Nuestra revolución de Independencia no
sólo fue una autonegación sino un autoengaño. El verdadero nombre de nuestra
democracia es caudillismo y el de nuestro liberalismo es autoritarismo. Nuestra
modernidad ha sido y es una mascarada.
Por otra, Leopoldo Zea afirma que en el último cuarto del siglo XVIII la América
colonizada por españoles y lusitanos, acostumbrada a callar y obedecer,
empezará a cuestionarse sobre su propio ser y a tomar conciencia de su realidad.
Así, "para Zea, en palabras de Rubio Ángulo, los hombres americanos del XVIII
se van a preguntar tres cosas: ¿Qué somos? ¿Qué es esta tan calumniada
América? ¿De qué somos hijos? Responder a estas preguntas será la labor de los
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últimos años del XVIII y primeros del XIX". Desde esta óptica es posible
declararnos como ilustrados, partícipes de los ideales de la modernidad; en contra
de quienes afirman que hasta ahora, 1992, estamos transitando por la etapa
ilustrada debido a que no tuvimos siglo XVIII. ¿Es que acaso, la europea es la
única manera de ser ilustrados?
El pensamiento y los ideales del "siglo de las luces", aunque llegaron tardíamente,
no dejaron de tener repercusiones en tierras americanas y, en particular, en las
colonias españolas. Sin embargo, más que una corriente intelectual arraigada en
las universidades y demás centros de enseñanza, fue producto de una política
calculada del despotismo ilustrado implantado por Carlos III.
Vistas así las cosas, pasemos ahora a señalar las características más relevantes
de la ilustración americana, a saber:
A lo anterior hay que agregar que el radio de influencia de la ilustración era muy
reducido; si la mayoría de la población española del siglo XVIII era analfabeta, qué
podríamos decir de la de sus colonias donde en el siglo XVII se restringía la
enseñanza de las primeras letras a sólo los párvulos varones.
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de colegios y universidades, se intentará implantar el modelo del
heliocentrismo sustentado por Copérnico y Galileo, en reemplazo del modelo
geocentrista, que era el que entonces se enseñaba.
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Económica y Literaria del País; en Quito, el Colegio de la Concordia; en La
Habana, la Sociedad Patriótica y la Sociedad Económica de los Amigos del País.
Así pues, entre las principales expediciones científicas que visitaron a América en
el siglo XVIII cabe resaltar: la del francés Amedie de Frezier, al virreinato del Perú,
entre 1712 y 1714; la expedición geodésica realizada en Quito, bajo la dirección
de Charles de la Condamine, en 1735, en compañía de los franceses Bouguer,
Godin, Seniegues y los españoles Antonio de Ulloa y Jorge Juan, bajo el auspicio
de la Corona Española y la Academie des Sciences y cuyo propósito era medir un
arco del meridiano en el Ecuador, y compararlo con la misma distancia tomada en
el norte de Europa por Fierre Louis Mopertuir, para determinar la forma de la Tierra
y verificar la teoría de Copérnico. La Expedición Botánica, dirigida por José
Celestino Mutis, realizada en la Nueva Granada entre 1760 y 1801, y que fue
visitada por Alexander Von Humboldt y Jaime J. Bonpland. Estos dos últimos se
dedicarán a estudiar la naturaleza americana.
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verdades y poder exaltar, con más fuerza, la gloria del Creador. Este conocimiento
despertó un especial amor por la tierra, por la patria americana, tal como lo firma
Germán Marquínez: "Gracias al estudio de las ciencias útiles, los ilustrados ponen
sus miras en la investigación de la naturaleza americana y surge en ellos, al
mirarla tan bella y pródiga en riquezas, una admiración infinita y un acendrado
patriotismo. Este patriotismo telúrico en últimas derivará hacia un patriotismo
político, que desembocará en la emancipación".
4. Principales figuras
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comisario del Santo Oficio. De su obra filosófica cabe resaltar: Elementa
Recientioris Philosophiae, Elementos de Filosofía Moderna, México, 1774 y
Errores del Entendimiento Humano, Puebla, 1781.
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Francisco Xavier Alegre nace en el puerto de Veracruz y muere en Italia. Su obra
más conocida es Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva
España; sin embargo, para el tema que nos ocupa, son célebres sus tesis sobre el
Origen de la Autoridad donde, en un intento por conciliar el pensamiento de Santo
Tomás de Aquino con el de Grocio, Hobbes, Punfendorf, critica el principio de
autoridad sustentado por España, respecto de sus colonias, aludiendo que el
carácter imperial de una nación le viene de los pactos o convenios entre los
hombres y no de la mera imposición por la fuerza; mediante dichos pactos los
hombres ceden sus derechos a un soberano toda vez que se comprometen a
guardarle fidelidad. Toda autoridad viene de Dios, pero él no la otorga
directamente a tal o cual soberano sino que lo hace por medio de los mismos
hombres que ceden su poder y sus derechos. Así pues, el suyo es un intento por
conciliar el derecho natural con el derecho divino: la autoridad no se funda en la
superioridad física ni intelectual sino en el consentimiento de una comunidad que
se decide a ser tutelada por un soberano.
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los hombres; pero también la que hace suprimir las diferencias. La supresión de
las diferencias requiere libertad política y económica, lo que equivale a decir
independencia.
Así pues, los postulados de Clavigero son una defensa por la igualdad de los
hombres; pero también una propuesta! política de emancipación de América del
tutelaje europeo. Del una Europa que aún en el siglo XVIII quería fundamentar su]
ciencia del hombre en las falacias contadas por los cronistas y no en el contacto
directo y la vivencia con hombres americanos.
Además de sus aportes en educación, son también importantes los que hizo en
economía y medicina, a saber: Defensa de los Curas de Riobamba (1785),
Discurso dirigido a la muy leal ciudad de Quito, representada por su ilustrísimo
cabildo. Justicia y Regimiento, y a todos los señores socios provistos a la erección
de una Sociedad Patriótica, sobre la necesidad de establecerla luego con el título
de Escuela de la Concordia (1792), Voto de un ministro togado de la Audiencia de
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Quito (1792), Memorias sobre el corte de quinas (1792) y Reflexiones acerca de
las Viruelas, publicada en parte en 1785 y, totalmente, en 1912.
Vistas así las cosas, al entender de Rubio Ángulo, Eugenio Espejo es "precursor
de la liberación latinoamericana". Su obra es una lucha contra el esquema de
dominación impuesto por la España de la época, a sus colonias de ultramar; lucha
que lo aboca a la detención y al traslado a Santafé de Bogotá, para que rindiera
cuentas ante el Virrey; lucha que lo pondrá en contacto con Zea y Nariño y que
verá realizados sus ideales en los levantamientos populares de 1809 y en la
declaración de independencia del 10 de noviembre de 1810.
En Cuba, la figura más notable del iluminismo es José Agustín Caballero llamado
el "padre de la cultura cubana"; había nacido en La Habana. En la evolución del
pensamiento del padre Caballero se distinguen claramente dos etapas: la primera,
caracterizada por la influencia del pensamiento aristotélico y de la escolástica, en
su versión tomista, que eran, por entonces, los modelos filosóficos imperantes en
los colegios y universidades de la isla; entre estas últimas, la Universidad de La
Habana, creada por los padres dominicos en 1721. La segunda, caracterizada por
la influencia del pensamiento ilustrado, a través de autores como Descartes,
Newton, Locke y Verney, ésta última obtenida a través de la obra de Benito Díaz
de Gamarra. Las influencias de su segunda etapa le permitirán escribir su
Phisolophia Electiva, en 1797, con la cual realiza el giro hacia la modernidad.
Aunque la obra perfila una impronta racionalista y cartesiana, no por ello rechaza
el pensamiento de Aristóteles; antes bien, aquello que rechaza es la adulteración
de esta filosofía, con el seudoaristotelismo implantado por la escolástica.
Así, Caballero será un renovador del pensamiento insular que, además, pretendió
reformar la educación aboliendo el método propio de la escolástica, dictatio,
disputatio, ergotismo, argumento ab autoritate, para dar una base empírica y
práctica al conocimiento, según el modelo de las ciencias naturales, hecho que
resume José Martí, referido por Rubio, al expresar. "Cuando el sublime Caballero
padre de los pobres y de nuestra filosofía había declarado, más por consejo de su
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mente que por ejemplo de los enciclopedistas, campo propio y cimiento de la
ciencia del mundo, el estudio de las leyes naturales".
En la Nueva Granada la ilustración contó, por una parte, con el apoyo de virreyes
ilustrados como: Manuel Guirior, Manuel Antonio Flórez, Antonio Caballero y
Góngora, Pedro Messía de la Zerda, Francisco Gil y Lemos, José de Ezpeleta,
Juan de Torrezal Díaz Pimienta y Amar y Borbón; por otra, con el trabajo
infatigable y persistente de toda la generación ilustrada preparada por Mutis, cuya
labor intelectual fue transmitida a través de ese "vehículo de las luces" que fue el
Papel Periódico de Santafé de Bogotá, en el cual la mayoría de integrantes de
dicha generación colaboraron.
Así pues, con la llegada de José Celestino Mutis a Cartagena, en el año 1760, se
inicia en nuestro país el movimiento de la ilustración. Con el sabio gaditano se
introdujo una nueva concepción del mundo, de la naturaleza, del hombre, de la
ciencia, así como también un nuevo método, que jugó un papel de vital
importancia en el proceso de cambio de la Nueva Granada; lo anterior se cristalizó
en investigaciones y labores científicas de cuya evidencia informó el Papel
Periódico de Santafé de Bogotá. En torno a Mutis se agrupó una pléyade de
alumnos y colaboradores que asimiló sus enseñanzas y que cuestionó la ciencia y
la filosofía imperantes en la colonia, las cuales estaban en boga en centros
educativos cuya pobreza en la reflexión filosófica era acentuada, pues reflejaban
un desconocimiento de la nueva ciencia y su método, e ignoraban la línea
científico-filosófica que representó Newton con la nueva ciencia, la del iluminismo,
que sin duda era la meta de un camino recorrido, el de Copérnico y Galileo. La
enseñanza en los colegios mayores era verbalista y descansaba sobre principios y
fundamentos aristotélicos, teniendo como método el silogístico de la disputatio, y
por objetivo el de formar cuadros para evangelizar.
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Quien desee formarse sólidamente su juicio, debe ejercitarse en las
demostraciones de la matemática. En ellas hallará los preceptos de la lógica. . . La
revolución de las ciencias en el siglo pasado fue una época igualmente feliz para
la lógica, que supieron purgarlo superfluo algunos filósofos modernos... Son
imponderables los aumentos que ha recibido la física por el grande Newton y por
sus esclarecidos secuaces Gravesande, Musschembroecr, Molet... y si tan útiles
son las matemáticas para la física, cuánto no serán para la medicina... no son...
ocupación extraña a un teólogo.
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escuelas, en que se acostumbra discutir todas las materias con cavilaciones y
sofisterías inútiles". Según este plan la aritmética, el álgebra, la geometría debían
estudiarse en el texto de Wolff.
La esencia del siglo XVIIl europeo se manifestaba a menudo en los escritos del
Papel Periódico, en éste, según su director' "No se dexaran de contestar y aun de
imprimir todas las observaciones críticas que salieren en contra, baxo el concepto
de que sean en términos racionales" (Rodríguez, I, 1, 3). El periódico fue portavoz
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del movimiento ilustrado neo-granadino y, como tal, publicó los resultados de las
llamadas conclusiones, actos efectuados por los centros educativos para exponer
el estado académico de sus alumnos; en ellas se defendían una serie de tesis o
proposiciones filosóficas, teológicas, de matemáticas, de física, etc., así por
ejemplo: "EI D.D. Joaquín Soto, y D. Juan Agustín de los Reyes desempeñaron
con notoria suficiencia y erudición unas conclusiones de leyes... No lograron
menos aprecio las que sostuvieron en Aritmética y Geometría el día 12 por la tarde
D. Francisco Cabal y su catedrático el D. D. Francisco Javier García". (Rodríguez,
I, 25, 210). Los dos primeros del Colegio San Bartolomé y los últimos del Rosario.
Volver alguna vez sobre nosotros mismos, apartarnos de la tumultosa gritería para
escuchar las quejas de la Razón ultrajada, fijar la atención sobre una Patria, en
que somos forasteros, examinar sus bellas proporciones, dar una mirada a los
pueblos industriosos, hacer un paralelo juicioso e imparcial entre ellos y nosotros,
su País y el nuestro, para formar de este modo una exacta idea de la barbarie y
miseria, en que vivimos, cuando parece que debíamos ser los depositarios de las
ciencias, y los felices hombres del Universo (Zea, I, 9, 65).
José Félix de Restrepo, iluminado por el magisterio ' ejemplar de don José
Celestino Mutis, hacía también una defensa del pensamiento ilustrado y de la
filosofía natural; esta última la consideraba como "el estudio y averiguación de las
obras de Dios, como autor de la naturaleza, de sus causas relacionadas y efectos,
lejos de ser contraria a la Religión, le es útil, favorable" (Restrepo, II, 44, 280 y
281).
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Era bien clara la tendencia de los ilustrados neogranadinos hacia una filosofía de
la naturaleza, pues la naturaleza americana más que un vastísimo escenario para
la evangelización cristiana, como la entendieron los descubridores, los
conquistadores y muchos clérigos de la colonia, aparecía en ese momento para
los ilustrados, como un gran laboratorio al "servicio del hombre pues conocer la
naturaleza y dominarla era hacerse partícipe de la obra de Dios. Paralelamente
con esa nueva óptica de la naturaleza, los ilustrados neogranadinos propendían
por una filosofía dé las ciencias, en la cual s criticaba la episteme clásica, al
presentar un nuevo enfoque de las ciencias útiles frente a las ciencias inútiles que
no cor tribuían al desarrollo científico.
Moya de Valenzuela escribió las Extravagancias del siglo ilustrado, que fueron
publicadas en el Papel Periódico. En ellas pretendía demostrar "los estrechos
límites de la razón, su debilidad y su flaqueza" (Moya, VI, 239, 1395), a la vez que
criticaba el ideal de Libertad, Igualdad, Fraternidad de la Francia revolucionaria,
cuyo plan de independencia intentaba persuadir a todas las naciones sujetas a las
monarquías.
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Humanidad se habían de adoptar como leyes de patriotismo y de salud pública?
Ya el mundo atónito vio que realizado el plan del gran partido filosófico de París se
embriagó la tierra con la sangre humana, se llenaron de horror y escándalo las
cuatro plagas, y desapareció la gloria de Francia. (Moya, VI, 239, 1397 y 1398).
El Papel Periódico de Santafé de Bogotá intenta ser el vehículo de las luces, el fiel
difusor granadino del pensamiento ilustrado, pero, aparte de ello, su labor
didáctica y pedagógica quiso no sólo esparcir las luces, sino también colaborar
con la conformación del hombre ilustrado americano: un hombre que piense
ilustradamente, pero q[ue también sus acciones se puedan catalogar de ilustradas,
de racionales.
De otro lado, desde finales del siglo XVIII se implantó en la Nueva Granada,
particularmente en Santafé de Bogotá, la costumbre de reunirse, determinadas
personas, en un Círculo, Asamblea o Tertulia. Costumbre a imitación de los
salones de moda, originados en Francia, como nos refiere la Historia de los
Salones de París de la Duquesa de Abrantés, y que ya se había extendido por
toda Europa, incluyendo a España.
Bástenos con la breve reseña anterior para valorar la influencia y el arraigo del
pensamiento ilustrado en las colonias americanas y la incidencia del "siglo de las
luces" en nuestro cambio de mentalidad y, en últimas, en nuestros indistintos
procesos de emancipación política.
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