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Depresion

Esta relación entre depresión y melancolía, a la cual vuelven tanto los autores, no
solamente para afianzar en ella un pronóstico (a veces con la prudencia maliciosa
de prever lo peor al sospechar que toda depresión puede ser una forma larvada de
melancolía), se sitúa, en el abanico de las articulaciones evolutivas entre los estados
mentales, en el punto de unión donde el peso de la estructura nuclear narcisista de
la paranoia puede aún hacerse sentir. La imposibilidad de salir de una relación
dual, de elaborar un duelo y la castración, la sensibilidad a las causas
desencadenantes de la depresión, y el viraje de ésta hacia la melancolía, provienen
de la organización “paranoide” persistente

La primera será caracterizada por afectos que, como se sabe, son inseparables de
un contenido de pensamiento 3. Al lado del desinterés, del pesimismo, de la falta
de esperanza, de la tristeza, destacaremos, ante todo, los síntomas dominantes de
astenia, de inhibición, de disminución vital (Winnicott), de inferioridad. En breve,
el término de depresión da cuenta perfectamente del conjunto de estas caídas. Si,
además hay una inquietud con respecto a la salud física, hipocondría larvada, sólo
es un medio para intentar localizar un déficit en una parte del cuerpo, para
controlarlo mejor.
Pero, el hecho de que se insista en el aspecto “afectivo” muestra que sólo puede
figurar en primer plano el displacer, fuera de cualquier otra representación (o
significante), si no es bajo una forma imprecisa e inaprehensible. Sin duda, existen
casos con angustia, temor y culpa. Pero lo más a menudo, sobre todo actualmente,
en una forma que parece bastarse, tanto que puede considerarse como esencial, la
depresión no conlleva idea consciente de culpa 4. En efecto, es importante que el
displacer venga en oposición a una culpa identificable, es decir, ligada a un
contenido preciso, de tal suerte que el malestar sentido no pueda atenuarse al ser
referido a su causa, o a un origen, a fin de que persista una distancia para restituir
lo más vivamente un dolor de separación. El tributo pagado a la culpa debe hacerse
ciegamente: no se trata de una punición patente, que por las vías del masoquismo
hasta podría conducir a una satisfacción, o en la neurosis obsesiva como una
amenaza permanente, sino de un displacer sufrido, o que parece tal, y que
aparentemente no debe dejar ningún lugar a la actividad del sujeto, enteramente a
merced de su suerte deplorable.
Esta depresión, sin otros síntomas, sin que la culpa se una a la comprobación de la
incapacidad, tiene autonomía suficiente como para ser opuesta a la melancolía.

Cuando se sabe el parentesco sintomatológico entre la depresión y la melancolía, se


puede comprender la función de la culpa en el cuadro general de las oposiciones
entre neurosis y psicosis. En la neurosis, la infraestructura inconsciente, constituida
por los deseos edípicos, permanece reprimida, mientras que en la psicosis, tales
deseos son puestos en escena clara y directamente en el delirio. Una
correspondencia idéntica puede ser descrita en el caso de la culpa: no inexistente
en la neurosis sino inconsciente y directora de la evidente sintomatología, se
vuelve “hablante” en la versión psicótica que es la melancolía. Esto confirmaría, si
fuera necesario, la función inconsciente de la culpa en las depresiones.
Así, la melancolía no puede resumirse en la fórmula de “neurosis narcisista”.
Porque el retiro libidinal va paralelamente a la tendencia invasora a asirse, aunque
sea de un modo indirecto, del mundo objetal: su introyección conserva un facsímil
maléfico suyo que parece ya no poder escapar. El narcisismo absoluto se hallaría
más bien en las formas más graves de esquizofrenia, hebefrénicas o catatónicas,
que no se preocupan por ningún objeto, ni siquiera corporal, y llevan la
destrucción hasta lo que podría, en última instancia, ocupar su lugar, o permitir su
aprehensión “objetiva”, a saber, el funcionamiento psíquico mismo. Las depresiones
son marcadas, sobre todo, por una aplicación del proyecto de muerte a un objeto
interno, muerte lenta de desolación e inanición (con las formas hipocondríacas y la
anorexia mental), o muerte violenta de la melancolía, pero bajo un control mental
riguroso.
Esta relación

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